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El huérfano mujer que resultó ser la esposa de un militar. Ésta me acompañó a una casa de embalsamadores propiedad de su hermano, allí dejé a mi madre. La desconocida se apiadó de mí y me hizo acompañarla a su casa. Hacía poco tiempo que había perdido a su hijo. Aquella noche me contó su historia de sufrimiento y superación; de dolor, angustia y odio. La historia de un brujo hicso, el hombre que le arrebató a su pequeño. “Yo vivía en los alrededores de Tebas con mi hijo. Por entonces ya era una persona de cierta edad y de condición humilde, quería a mi pequeño como la única cosa que tenía en el mundo. El Niño enfermó de gravedad, los médicos no sabían que le pasaba. Se desmejoraba día tras día; más pálido y enclenque. Se moría. Finalmente fue declarado incurable. Loca de dolor, había llamado a todos los curanderos del nomo, rezado a todos los dioses; egipcios y extranjeros. Por último fui a ver a un brujo, un ser extraño y escurridizo que practicaba la magia negra. Este hombre era conocido por ayudar a toda clase de gentes con sus pócimas y conjuros. Le supliqué que me acompañara y tratara a mi hijo, prometiéndole todo lo que deseara, incluso mi vida. El brujo me siguió. Y ya sea porque fue más clarividente que los médicos, ya por que tuvo la suerte de cara. Lo cierto es que el niño se curó gracias a sus cuidados o a pesar de ellos. Embargada por la alegría, le pregunté al mago por su recompensa. Él me exigió todo lo que poseía; mi casa, mis muebles, incluso mi tumba… Me quedé aterrada ante tan terribles pretensiones. ¡Todo no puedo dárselo! -Le espeté al brujo-. Si así lo hiciera, mi hijo y yo tendríamos que vivir como mendigos. Pobre de mí le ofrecí la mitad de mis bienes, incluso el cuerpo, reservándome sólo lo imprescindible para vivir hasta que el pequeño fuera mayor. El curandero se negó, se mostró inflexible y obstinado «si no me das todo -le dijo- te veré llorar sangre». Una semana más tarde encontraron al niño agonizante, retorciéndose de unos dolores inenarrables. Murió balbuceando que el brujo le había dado una poción venenosa. El hombre fue detenido y confesó su crimen. Sí -dijo- me pertenecía, puesto que yo lo había salvado, la madre no mantuvo su promesa, por lo que yo deshice lo que había hecho, le arrebaté la vida que me debía. El brujo fue condenado a muerte, pero hay quien dice, que al anochecer, cerca de Tebas, rondando las casas con niños se le ve paseando vigilante…”. ¿Cómo ha llegado Kemet a esta situación? -Le pregunté a la venerable mujer. -Siéntate hijo -dijo la anciana-, aquí junto al fuego, te contaré una historia… Boletín de la Asociación de Egiptología Iteru 21


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