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sábado 7 de febrero de 2009
sábado 7 de febrero de 2009 - Número 4
Suplemento Cultural
Bien muchas curiosidades… de calaveras Guillermo Saucedo l que nace pa' tamal, del cielo le caen las hojas". Esta popular frase la vengo escuchando desde muy pequeño, en boca de mi abuela, quien vende fruta en el Mercado Terán desde hace más de 65 años. No sé si su habilidad para el comercio sea lo que la ha mantenido al pie del cañón durante todo este tiempo, o su necesidad de sobrevivir; en fin, lo cierto es que sea cual sea la razón, esta frase a ella le viene a pelo. Ustedes se preguntarán: ¿y esto qué pitos toca en un suplemento cultural? Debo mencionarles que utilicé esta entrada únicamente como pretexto, ya que en la historia del arte universal, la máxima que cito se cumple con cierta regularidad desde que el hombre es hombre, y creó para sí el concepto y quehacer del arte. Así las cosas, en esta oportunidad quiero compartirles un dato que, de suyo, es más que curioso, yo diría sorprendente, y tiene que ver con nuestro ilustre José Guadalupe Posada, artista universal que con sólo una de sus obras, la calavera Catrina, se ha convertido en un referente de nuestro país. Figúrense ustedes que una vez que Posada logró dominar la técnica de la litografía (en el taller de don José Trinidad Pedroza), más o menos a la edad de 19 años, su primera encomienda fue la de realizar caricaturas políticas, incisivamente picantes y críticas en un periódico semanal llamado El Jicote,
cuya intención era denunciar públicamente algunas torpezas cometidas por el Coronel Jesús Gómez Portugal, entonces gobernador de Aguascalientes. El caso es que en el primer número de esta publicación, fechada en 1871, apareció un cartón que hacía una dura crítica a uno de sus más leales colaboradores, el doctor Juan G. Alcázar, diputado local que tenía mala fama por la incapacidad mostrada durante su gestión como director del hospital civil. En ese cartón, que fue su primera publicación, Posada caricaturizó al personaje en una actitud desesperada, intentando ahuyentar a tremendo jicote, montado sobre un ridículo burro, que lleva al cuello una gran jeringa, con la que satirizaba un libelo oficial dirigido precisamente por este doctor. Detrás de la bestia aparece un pequeño esqueleto parado sobre una enorme lápida con una guadaña que, de manera amenazante, orienta hacia la espalda del doctor. Por sí sola, esta caricatura no tendría nada de particular si no fuera por el hecho de que una de las últimas obras realizadas por Posada (si no es que la última) fue nada más y nada menos que la famosa calavera Catrina, publicada por primera vez en el año de 1913, nueve meses después de su fallecimiento. Coincidencia, destino o dato curioso: su primer trabajo, un esqueleto, el último, una calavera. Yo coincido con mi abuela: “el que nace pa' tamal, del cielo le caen la hojas”. ¿Ustedes qué opinan?
“Los Chalinillos”
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Antonio A. Guerrero
De palabras e islas Ilse Díaz
Bien acá: ¿Por qué no ... ser hombre? Por el colectivo: Chepito Marihuano
1.- Porque me gusta pensar.
2.- Porque… pregúntenle al Ginger.
3.- Porque me gusta que me mantengan.
4.- Porque… a mí sí me gusta…
5.- Porque… A mí sí me gusta el pene, digo, el mío.
6.- Porque tengo dudas.
7.- ¿De qué me estás hablando?
8.- Porque estoy marihuano.
Siempre la noche
9.- Porque me truena la reversa.
Juan Pablo De Ávila
10.- Por fresa.
Me estás oyendo, inútil
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Director FUNDADOR
Carlos Payán Velver
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El Resumidero Tremévolo
Directora General
Carmen Lira Saade
Adán Echeverría
DIRECTOR
Tres lados de un mismo rostro
Jorge Álvarez Máynez coordinador ADMINISTRATIVo
“¿Cómo llamarla vencedora si la muerte la habita y la define?... Rosario Ferré
Francisco M. Aguirre Arias asistente DE LA dIRECCIÓN
Reyna Patricia Mora Hernández
TENDRÉ QUE AGRADECERTE EL ODIO El acto terrible de nombrarme la solidez de ojos en la espalda el arma de tus dedos en mi hambre Agradecerte las mordidas al cabello esa sombra que me cubre los pulmones
JEFE DE INFORMACIÓN
José Antonio Zapata Cabral EDITOR DE FOTOGRAFÍA
Juan Manuel Robledo
CONSEJO EDITORIAL DEL SUPLEMENTO
Jesús Eduardo Martín Jáuregui, Caleb Olvera, Guillermo Saucedo, Evangelina Terán, Aurora Terán, Jesús Reyna y Juan Pablo de Ávila, Efraín de la Rosa Asistente técnico deL suplemento
Juan Antonio Solís EDICIÓN
Aníbal Salazar Méndez Claudio Juárez Landeros Sergio Hernández Domínguez Redacción
Teléfonos: 9181434 / 9156558 bienmucho@
lajornadaaguascalientes.com.mx jorge.alvarez.maynez@ gmail.com jornadags@gmail.com Bien Mucho, Suplemento cultural de La Jornada Aguascalientes: Publicación diaria de Información para la Democracia S.A. de C.V. Bajo licencia otorgada por DEMOS, Desarrollo de Medios S.A. de C.V.. Héroe de Nacozari, Número 234 Norte Col. Centro C.P. 20000 Aguascalientes, Aguascalientes. Distribuido e impreso por Información para la Democracia S.A. de C.V. Prohibida la reproducción total o parcial del contenido de ésta publicación por cualquier medio sin permiso expreso de los editores.
Atención: Convocatoria dirigida a todos los productores de artes plásticas residentes en México de hasta de 30 años de edad, con las especialidades en pintura, escultura, dibujo, gráfica, neográfica, fotografía, instalación, multimedia, textil, técnicas mixtas, cerámica y objetos y construcciones. Convocan el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, el Instituto Nacional de Bellas Artes, el Patronato de la Feria Nacional de San Marcos y el Instituto de Cultura de Aguascalientes. Para mayores informes en: www.lajornadaaguascalientes.com.mx/bienmucho
QUIERO AGRADECERTE POR TUS RÍOS Por no abrirme las entrañas con esa música tuya tan filosa por esa música tuya de dientes poderosos esa música silente en que me guardas
DÉJAME AGRADECERTE las gaviotas de mis noches los cerezos que cantaste y toda la noche con que cubriste mis hojas secas mis piedras y la cuenca de mis ojos
VOY A DARTE GRACIAS POR CADA RELÁMPAGO cada almohada envilecida por tu vientre por cada espino en que cubriste mi osamenta Déjame rendirme a tus omóplatos por no permitir que cuelgue de los árboles no permitir que el ácido me filtre en la garganta que la luz me vaya renovando
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Mi vida es esta oscuridad, aunque en los cuartos contiguos la luz de la azul penetra por el techo, se cae el cielo a pedradas, yo duermo por el día. Sé, que si vienen, será por la noche. Hoy hace frío. Preferible al agua, esa lluvia que se cuela a todos los rincones. Los espero desde mucho tiempo, los espero desde que trajeron a esas pequeñas cabras que mataron sin piedad. Sé que vendrán. Yo –suaveme tomaba la tripa y la ponía en su trasero a mitad de sus nalgas, y luego se balanceaba, balanceaba. Es la única muchacha que he conocido así de cerquita. La única a la que le agarré sus nalgas, sus tetas. Juanita Juanita, mi único edén. Juanita ayudaba a mi mamá a cocinar cuando esta gran casa era un restaurante y yo dormía en el almacén. Juanita fue la única mujer que me ha tocado, que he tocado. Juanita era gordita como una gordita de chicharrón, morenita como los frijoles negros ¿Frijoles? Me quedan tres latas, pensé que nunca se acabarían. No importa, mi madre me traerá más comida ¿Juanita? Tenía muy buenos chicharrones Bueno, así les decía ella “¿Te gustan mis chicharrones?” Mi madre, el recuerdo de Juanita, lo único que me mantiene porque, lo crean o no, no me importa la vida. Quisiera irme de aquí y decir eso. No es irse a otra casona Lo sé, es irme al cielo. Quiero volver con mi mamá, la extraño mucho. Y esa luz roja y azul me lastima, ellos vienen a matarme. Mi madre, Juanita, lo único que he tenido, las únicas que me han querido,
Siempre la noche Juan Pablo De Ávila si es que eso existe, creo. Me gusta recorrer los cuartos, juego mucho con los grillos, las cucarachas son impresionantes. Me encanta ver la luna desde la azotea, me imagino a los hombres que vivirán allá, han de ser muy ricos. Me cosquillea la panza entrar al cuarto de mi madre, volver a la bodega a buscar las últimas latas, entrar al baño de azulejos amarillos a tomar agua, recorrer la selva del patio, bajar las escaleras y subirlas, mirar por las ventanas, las rendijas, me gustan mucho las sombras. Mi casa está frente a una gran plaza, un jardín que da a una gran iglesia. Yo veo todo lo que pasa por las noches, veo a los novios frotarse y frotarse como yo lo hice con Juanita. Me gusta mucho cagarme, cagarme en la pieza del patrón que una vez intentó golpear a mi madre, que llevaba adentro de su pieza a Juanita, que me llamaba engendro. Agua nunca ha faltado. La llave siempre gotea, siempre fue así, desde que a esta casona venían familias ricas y pudientes yo me escabullía entre las sombras, observaba a los que venían a comer, miraba a las niñas con sus zapatos de charol. Cuando las pienso veo nieve de vainilla y chocolate, las niñas son mi sueño mañanero. Observaba a las esposas vestidas para una fiesta. Algunos sentían mis ojos desde la penumbra y volteaban y me miraban en la sombra, entonces yo me escurría a la bodega, al último cuarto. Algún niño gritó: “Eh, vengan a ver al moustro”. Toda mi vida he observado la calle, mi madre siempre me cuidó de ella, tenía miedo que me fuera. Un día sí que salí y llegué hasta la esquina,
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vi de cerca los autos, personas pasaron junto a mí, las mujeres gritaron, me escurrí en el jardín. Unos niños que jugaban comenzaron a señalarme, comenzaron a apedrearme. Yo corrí y nunca volví a salir de casa hasta que empezaron a irse todos, hasta que mi madre se alejó rumbo a la iglesia y nunca regresó. Ella siempre le rezaba al Cristo negro, y regresaba a preparar el mole. Nunca he tenido una cama, hago un nido como el de las golondrinas. Sábanas, colchas, mantas, toda la tela que me encuentro. Últimamente ya no encuentro cosas para hacerla, todo se está enmoheciendo, ya no me baño como lo hacía con mi madre porque no tengo con qué secarme. Tengo frío, tengo miedo, tengo miedo al diablo. Por eso siempre rezo, siempre me persigno, como me enseñó mi madre. Ellos, los que vinieron, vienen con el diablo. Ellos traían las cabras, ellos las mataban, les encajaban un picahielos en la cabeza entre los cuernos, y las cabras pataleaban, rogaban y llenaban todo de sangre, Y ellos me veían y se reían y decían “Ése sí que es el diablo”. Ellos van a venir y me van a querer matar con un picahielos en la cabeza. Yo también los estoy esperando, tengo cuchillos, ya lo intentaron dos veces. Vinieron con esos hombres de picos y palas. Uno murió como esas cabras, ahí está en el patio, lo sorprendí como a aquellos niños que venían con sus familias. Lo golpeé y le encajé el cuchillo Ahora esa luz azul y roja en la calle. Me piden que salga con las manos en alto, yo me hago el que no existo Como cuando mi madre: “Escóndete, anda, que no te vean”. “Escóndete, anda, que nadie te encuentre”.
De palabras e islas Ilse Díaz iempre están ésos que no quieren salir de su isla, o que han llegado a ella sin desearlo, después de un naufragio en medio de una tempestad terrible. El caso es que, patria de nacimiento, territorio de reclusión voluntaria o tierra de obligado aislamiento, pacífica, mediterránea, índica, afortunada como las islas de Tristán e Isolda, o Isla de la Desesperación como la de Robinson Crusoe, la isla tiene siempre para su habitante la implicación de la soledad, de la individualidad que destroza la conciencia colectiva, que hace que la mente humana se olvide de los avatares de la convivencia social y que finalmente termine rondando, si no es que totalmente perdida, en bosques espesos dominados por ninfas, espíritus y monstruos asociados a la locura. Al escritor, condenado por quién sabe qué demonio al oficio de las palabras, que es por excelencia el oficio más solitario del mundo, también las islas deben llamarle. Quizá es que hay una isla para cada uno de ellos, a donde van a parar al término de sus días poseídos por las ninfas de la locura. Habitante único en medio de un mar enorme que le llama, pero al cual él no acude, a pesar de la seducción que éste le ofrece, un escritor se transforma paulatinamente en ese ser capaz de entender los sutiles y curiosos mecanismos que operan sobre el cosmos, aunque sea en una de sus limitadas parcelas: el conocimiento, la intuición, la magia, el amor. De esta forma, todos los que practican este oficio y que por consecuencia han arribado a su isla, deben ser los mismos que de una u otra forma tiendan los puentes que permitan ligar su universo particular, ya sea oscuro o luminoso, cruel o esperanzador, con el mundo en el que nos movemos, éste que necesita ahora realmente una conciencia que rebase los límites que nosotros mismos hemos establecido, que vaya más allá del individuo y nos recuerde que en aquellos primeros mares, en aguas más primitivas, la literatura, así como la vida en su conjunto, estaba regida por la colectividad, y que sin ella, ninguno de los elementos culturales que nos identifican y nos construyen hubiesen aparecido entre nuestra especie. El antropólogo mexicano Roger Bartra, en su libro Antropología del cerebro, editado en el año 2006 por el Fondo de Cultura Económica, propone la existencia de un “exocerebro” que se conecta por medio de circuitos al cerebro interno humano. El flujo en estos circuitos se daría en doble sentido: el “exocerebro” lo constituirían todos aquellos elementos culturales que están a nuestro alrededor y que permiten que poseamos
“-¡Hágase así! ¡Que se llene el vacío! ¡Que esta agua se retire y desocupe, que surja la tierra y que se afirme!” (Creación del mundo según el Popol Vuh) conciencia de nosotros mismos (los mitos, los ritos, la danza, el lenguaje, los símbolos en general) una vez que trabajan en conjunto con las sinapsis neuronales que ocurren dentro de nuestra cabeza. De no existir dichos componentes culturales, la sola química cerebral no bastaría para traernos hasta el sitio en que hoy está colocada la especie humana. Sin embargo, después de miles de años de vida en común, otros sistemas y formas de organización en las que solamente en apariencia participan todos aquellos a quienes éstas les beneficiarían o les afectarían, nos arrojan cada vez más lejos de las costas antiguas, nos separan más y no nos permiten tender puentes, tales como los que Bartra, también en este caso escritor, se propone instalar entre las ciencias biológicas y las ciencias sociales, o como tantos otros que hace falta construir entre nosotros. No creo, en definitiva, que se deba volver a formas del pasado, pues a pesar de las concepciones cíclicas del mundo y de la historia que pueblos hermanos nuestros poseen, la repetición de ciclos siempre trae consigo una renovación: muerte y nacimiento, Dionisio, el dios pagano, sacrificado para que las estaciones del año se repitan y al invierno siga el calor de la primavera. Lo que habría que hacer es recordar los mares antiguos y sus islas: las “ínsulas extrañas” de San Juan de la Cruz, que más que místico fue un transgresor y habló en sus poemas del amor sexual, el más humano, bajo la apariencia del amor cristiano en una época en que el cuerpo era negado y castigado; la isla Utopía de Tomás Moro, surgida del sueño de su autor de que los continentes enteros encuentren una forma de gobernarse y convivir que no excluya a la mayoría y beneficie sólo a unos pocos, o la isla de Creta “a la merced del mar color del vino” de Homero, el primero de los que, en una Grecia mucho más mítica, primitiva y salvaje que académica y filosófica, aprendió a moldear las palabras para darles forma de poesía, esa poesía que ahora, olvidando los purismos, las divisiones entre géneros literarios, e incluso entre las artes, y confundiéndola con los cuentos, las narraciones en los libros o en los escenarios, el juego y la fiesta, nos lleve de una tierra a otra. Que los que trabajan con la palabra, solitarios, desterrados, desgarrados y locos en sus islas, nos conecten a los otros, también aislados en nuestra individualidad, con la conciencia colectiva que hemos olvidado y que todos esos mares que quedan por surcar, así como las palabras, nunca se agoten.
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Tirando el Reyna: Los Chalinillos Antonio A. Guerrero n el entorno de la migración rural-urbana y de México a los Estados Unidos, se han generado diversos agregados juveniles que si bien mantienen una presencia importante en el norte del país y en distintos puntos de los Estados Unidos, no han sido sujetos de atención en los medios de comunicación y en los estudios académicos. Al respecto, en este artículo haré referencia de los chalinillos, jóvenes vaqueros y gruperos que hacen vida en común y han generado un estilo propio que los distingue del resto de migrantes, vaqueros y gruperos. En Aguascalientes su estilo comienza a ser adoptado. Los autonombrados chalinillos tienen como elemento fundacional y aglutinador su gusto por la música de Chalino Sánchez, cantor de corridos “pesados y perrones” (así dicen ellos) y música tradicional mexicana con banda sinaloense o con mariachi, en un formato sencillo, previo al de la música grupera. Chalino murió asesinado en 1992 a los 31 años. Fue un cantautor marcado por la tragedia: cuando era niño violaron a su hermana, posteriormente él se vengó matando al ofensor, y como corolario fue asesinado algunos años después. Nació en Sinaloa, vivió en Tijuana y se hizo famoso en Los Ángeles. Fue piscador, lavaplatos, vendedor de autos, “pollero” y “coyote”, y estuvo prisionero antes de destacar como cantautor. Chalino, siempre en el límite entre la legalidad y la ilegalidad, fue pionero como autor y cantor de narcocorridos sobre pedido. Los chalinillos son vaqueros y gruperos duros, que hacen apología del narcotráfico y se identifican con los valores de éste, ya sea en su papel de consumidores (mariguana, cocaína), distribuidores o simples fans. Los chalinillos se reúnen en los antros a tomar cerveza y bailar,
son vaqueros que usan cadenas ostentosas y anillo de oro (si pueden), su lenguaje es áspero y machista, reivindican el terruño y el origen rural, hablan con afecto de su familia y tienen fuerte apego a los amigos y a cantantes en la línea de Chalino, como su hijo Adán Sánchez (también ya fallecido), el As de la Sierra, El Original de la Sierra (Jessie Morales), el Jilguero, e incluso Valentín Elizalde. Este aspecto es importante, pues a diferencia de la mayoría de los gruperos, prefieren al cantante solitario que al grupo. A los chalinillos les gusta la ropa vaquera, pero de gala, lo que los distingue del resto de vaqueros, que sólo la usan en momentos especiales. Algunos andan pelones, como Lupillo Rivera y acostumbran usar crucifijos que acompañan su camisa vaquera de seda. La camioneta o troca, para ellos, es un elemento importante en su vida. Tiene que ser de buena marca, polarizada, con rines ostentosos y estar lista para correr. Con la camioneta dan arrancones, vueltas eternas por el barrio o el pueblo, pistean, pasean con los compas o con la morra.
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Los chalinillos son parranderos y desmadrosos, y muchas veces andan “chuecos”. Viven la vida loca. Los chalinillos están por fuera de las instituciones: no van a la escuela, se mueven entre el trabajo formal e informal, su familia está dividida entre dos países. En su acepción más conocida, chalinillo es un vaquero ligado a las drogas, aunque también se hace referencia como chalinillo al vaquero sinaloense migrante, al vaquero pocho y acholado, o al vaquero norteño ya urbanizado. Igualmente se autodenominan chalinillos aquellos chicos y chicas que simplemente participan en chats, aunque su vestimenta no sea vaquera, ni estén vinculados al mundo de la ilegalidad. En todo caso se trata de jóvenes ya urbanizados que forman parte del circuito de la migración (al igual que sus papás y paisanos), que hacen vida en grupo, que comparten intereses (ligar, pasar el rato, hablar de trocas o de accesorios, etc.), gustos musicales, vicios, y que tienen como lugar de encuentro los chats (ver por ejemplo www.chalino.com), los
Este bato es Chalino Sánchez. Nótense la fusca, la mirada
bailes gruperos, los palenques, los rodeos y los antros. El modo de ser de los chalinillos irrita a los vaqueros más tradicionales, o más “clásicos”, si cabe la palabra. Cerramos el artículo con una crítica vaquera: Por supuesto, en su vida se han subido a un maldito caballo, era muy peligroso y la “mom” no los dejaba cuando iban pal’ rancho con “el tío Many” que por cierto hace la mejor sopa de tortilla del rancho, eso dicen, ya que están acostumbrados a tragar pura maruchan.
Gilberto Sitja: Muestra de obra en portada e interiores
Los chalinillos son parranderos y desmadrosos, y muchas veces andan “chuecos”. Viven la vida loca
Los chalinillos son seudo vaqueros. Si algún día se llegan a topar con uno de ellos pregúntenle, ¿disculpa, alguna vez has estado cerca de un animal de campo que no sea en el circo? Cuestiónenlos con preguntas obvias para un vaquero, pregúntenle a qué hora se levantan los hijos de la chingada, si alguna vez han agarrado la pinche pala y recogido kilos y kilos de mierda, acarrearla en una carretilla, llenarse las botas de estiércol, si se han quedado a dormir en el campo a la luz de la luna entre coyotes de verdad, no como los que cruzaron a sus padres y familiares, que si en verdad usan el sombrero de diario para cubrirse de los rayos del sol o sólo lo usan para aparentar que son muy chingones… (Vaquero Afamado, escrito en el sitio www. lacacadechango.worldpress.com). En fin, el estilo en nuestros días es un elemento muy importante de identidad y diferenciación entre los jóvenes. Y todo estilo algo nos quiere comunicar a los demás. Hay que ponerle atención a los chalinillos en este entorno actual de violencia, aspiraciones y desencanto juvenil.
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Inquilinos mentales
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Atrapados
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