Carohana S10

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Director: Juan Páez Ávila

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Nro. 10 / Agosto 2015


EDITORIAL

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Universidad Pedagógica Experimental Libertador (UPEL). Instituto Pedagógico “Luis Beltrán Prieto Figueroa”. Cátedra libre literaria: Juan Páez Ávila

Juan Páez Ávila

SUBDIRECTOR

Y ilfredo Páez

Gorquin Camacaro

EDITORIAL

CONSEJO

Fundación CAROHANA

DISEÑO Andreina Rincón Barquisimeto, Venezuela Todos los Derechos. Copyrigth c Septiembre año 2014

GRÁFICO

DIRECTOR DE ADMINISTRACIÓN

RAMOS S ACOSTA UCRE Y SALMER MIRAR A : DOS MANERAS ON L MUNDO DE . César Yegres

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Sucre

Ángel Ro que am senblat: El hom palabra ó a Venezuela pbre s or sus FRANCISCO JAVIER PÉREZ

*Susuna Reinosa ent ista a Carla Guelfenbein pararev la Revista Ñ.

Reinaldo Chaviel

Yelena Martínez

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Carla Gue nbein Premio Alfaguara lfe 2015. Una autora qu e bu cea en la intimidad

JEFE DE REDACCIÓN

CONSULTORA JURÍDICA

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DIRECTOR

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Para leer

REVISTA CULTURAL

José Pulido Wilfredo Páez Gallardo Julio Bolívar Fausto Izcaray Jorge Euclídes Ramírez Rafael Montes de Oca Martínez Héctor Saldivia Seijas Omar Ocariz Mireya Grau

Jesús Sanoja Hernández

AGOSTO.

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Se nos fu RAFAEL e OCA MAMONTES DE RTÍNEZ

18

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EDITORIAL

El último mensaje José Pulido

Las paredes y el techo de la habitación conformaban una pesada tristeza blanca; él se miraba en el espejo buscando ojeras, interrogando humores y se daba cuenta de que su cuerpo reproducía la delgadez elegante de su progenitor. El fantasma de su padre se enderezaba y desaprobaba la caducidad del espejo. Sintió un leve crujido en el cuello y observó la ausencia de sonrisa. Entendió que la apretada severidad de su boca era de origen materno y quizá su mirada también. Como la llama dudosa de una vela, en sus ojos oscilaba la melancolía. El 18 de marzo había intentado suicidarse con veronal. Había pasado exactamente un mes. Aquel intento lo había sumido en una oscuridad que ahora no le parecía tan terrible. Quizá durmió unos minutos en aquella infausta ocasión. Veronal. Qué palabra. Regresó al escritorio que había improvisado cerca de la cama y sintió que la oscuridad lo seguía en aquel antro de blancura. Acusó la urgente necesidad de encender una lámpara y lo hizo. Una límpida hoja de cuaderno expandió su hipnosis y le borró el pensar. Reaccionó juntando palabras en su mente que decían: “Es 18 de abril de 1930 y tengo que escribir una carta para mi prima Dolores”. Aunque afuera el día era cálido, la brisa juntaba de pronto un frío desolador. Ese 8 de abril le lo pasó detallando el mensaje que enviaría a su prima Dolores Emilia Madriz, quien vivía en Cumaná. Extrañaba la cercanía del mar. “Prima adorada: Sólo puedo asegurarte que no volverás a verme enfermo”. Estaba muy cansado, deseaba dormir y el insomnio crecía como los nubarrones en el cielo. Estaba a punto de cumplir cuarenta años de edad y la depresión lo acorralaba. Creía que los dos últimos años los había perdido porque no había escrito ni una línea. Eso decía en sus cartas. La desesperación sin sentido lo abrumaba. Quizá pensaba que la poesía se había ido para siempre a dormir sin él. Escribir era lo que más ansiaba, constituía su existencia, pero también le preocupaba la opinión negativa que respecto a él se gestara en los demás, en la muchedumbre hiriente. “Prima adorada: Tú sabes que personas interesadas han esparcido por allí que yo soy intratable. No dejes triunfar esa infame leyenda. Yo soy muy accesible y fácil”. A su hermano Lorenzo le comentó: “Mi estado de salud no inspira ninguna alarma y te digo esto para impedir que esta carta se torne sombría”. Quería dormir y anhelaba estar despierto pero con plena y fresca disposición para la escritura. Sin embargo, ninguna de las dos empresas parecía posible. “Prima adorada: Yo no sé cómo estoy pero te aseguro que no siento mucho miedo de la muerte”. El 7 de junio de 1930 le dijo al papel: “yo no me resigno a pasar el resto de mi vida ¡quién sabe cuántos años! En la decadencia mental…” Volvía al espejo y trataba de ubicar un poco de su propio ser, pero el presente y el pasado se transformaban en una niebla. El fantasma de su padre parecía decir “la humedad acaba con los espejos”. Iniciaba un monólogo posible en aquellas hojas de cuaderno. Podía escribir con libertad imaginando que hablaba con los suyos. Desafiaba el insomnio. “Temo muchísimo perder la voluntad para el trabajo…apenas leo. Descubro en mí un cambio radical en el carácter. Pasado mañana cumplo cuarenta años y hace dos que no escribo una línea…” “Los médicos en Europa no han descubierto qué es lo que me derriba. Yo supongo que son pesares acumulados”. Pesares acumulados. Vaya frase. El 9 de junio, día de su cumpleaños agarró de nuevo el veronal. Y falleció el 13 de junio de pesares acumulados. Su último poema se quedó esperando almas en aquella habitación imaginada, para reflejarlas en su misteriosa profundidad de espejo: “Yo decliné mi frente sobre el páramo de las revelaciones y del terror”. Su herencia poética es abrumadora, preciosa y elevada. Es probable que figure entre los hombres más cultos y sensibles que ha dado el continente. Podría apostarse. Murió no sólo porque le era difícil dormir. Es que tampoco tenía la posibilidad de soñar.

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DANIEL FERMÍN

Ramos Sucre, obra inmortal En junio se cumplieron 125 años del nacimiento del poeta cumanés.

José Balza llegó a escribir que José Antonio Ramos Sucre (1890-1930) es el genio absoluto de la literatura venezolana. Armando Rojas Guardia afirmó que el cumanés es el poeta más importante de la primera mitad del siglo XX nacional. Francisco Pérez Perdomo dijo que es uno de los autores más renovadores que haya producido la poesía latinoamericana. Joaquín Marta Sosa aseguró que fue el verdadero fundador de la vanguardia en el país. La figura del oriental no deja de ser reconocida todavía hoy, a 125 años de su nacimiento (nació un 9 de junio). La vida y obra de Ramos Sucre ha provocado una miríada de libros, ensayos y/o perfiles. De especialistas y aficionados. Una suerte de homenaje póstumo a un autor que no fue reconocido antes de su muerte. Porque, salvo contados escritores como Fernando Paz Castillo o Carlos Augusto León, la mayoría de sus contemporáneos no supo comprender su trabajo. Tanto, que en una de las cartas que le envió a su hermano Lorenzo, el propio Ramos Sucre habló de la superficialidad con que se le juzgaba a sus libros: "Sé muy bien que he creado una obra inmortal y que siquiera el triste consuelo de la gloria me recompensará de tantos dolores", llegó a asegurar. La existencia de Ramos Sucre estuvo llena de tormentos. Su depresión, su insomnio, su nerviosismo, su miedo al padre, a la tiranía de su tío, el encierro al que fue sometido de niño. Episodios que lo acompañarían hasta llevarlo al suicidio. "Yo poseo el hábito del sufrimiento, pero estoy cansado de la vida interior del asceta, del enfermo, del anormal", le escribió a Luis Yépez en 1930. "Tú sabes que la escasa resistencia que le ofrezco a las enfermedades no viene sino de un sistema nervioso destruido por infinitos desagrados, discusiones, maldiciones, desesperaciones y estrangulaciones que me afligieron (...). El miedo me ha detenido en el umbral del suicidio", le había dicho a su hermano Lorenzo en 1929. José Antonio Ramos Sucre reflejó sus pesares en la poesía. Las alusiones o referencias a la muerte en su obra son claras. Miguel Marcotrigiano Luna, en su libro titulado Poesía y suicidio en Venezuela (Celarg, 2012), muestra que en la ópera prima del cumanés ya un hablante anhela la oscuridad y la ausencia de movimiento y de vida, que signos hermanados como soledad, locura, melancolía, pena, dolor, crimen o nostalgia ya están en las páginas del autor, que en el poema El discurso del contemplativo ya se asoma la idea, desde la juventud, de una inexorabale muerte anticipada. "Quizás responda esto al cuadro depresivo o a un asunto que se tizna de obsesión", escribió Marcotrigiano Luna. 04

La poesía de Ramos Sucre tiene ciertas particularidades que hacen difícil su comprensión. Su escritura en prosa que hace parecer cada poema un relato, la búsqueda de lo absoluto, la supresión del "que", el recurso del "yo" como monólogo dramático, el uso de expresiones tipo "un clerizonte bigardo". Como si quisiera que lo leyeran con un diccionario al lado. "La experiencia de leer a Ramos Sucre puede ser análoga a la de entrar en un laberinto. El caminante inadvertido puede abandonar atormentado o aburrido la senda, pero el retado por la fuerza de su imán, puede autorizarse la aventura del que desciende al infierno o sube al cielo, dependiendo de lo que se considera un viaje más profundo", escribió Rafael Arráiz Lucca en el libro Veinte poetas venezolanos del siglo XX (Contraloría General, 1998). Hijo de un escritor y una docente en escuelas estatales, José Antonio vivió su infancia entre Cumaná y Carúpano ("si hubiese nacido en París sería reconocido como uno de los grandes poetas universales", dijo Joaquín Marta Sosa). Era pariente del héroe de la Independencia Antonio José de Sucre. Tuvo facilidad para aprender idiomas (dominaba latín, griego, francés, inglés, alemán e italiano, además de aprender sueco, portugués y holandés), fue docente, traductor, diplomático. Se graduó en Derecho, hizo un doctorado en Ciencias Políticas, publicó cuatro poemarios hasta que decidió matarse en Ginebra a los 40 años. Unos meses antes, el 27 de diciembre de 1929, Ramos Sucre viajó a Hamburgo para internarse en el Instituto Tropical. Allá creyeron que sus problemas se debían a algo intestinal. "Yo mismo no sé qué tengo. Sospecho que todo este horror provenga de una enfermedad parasitaria y así mismo piensan dos especialistas consultados (...). Los trastornos nerviosos no han desaparecido aún y se manifiestan de modo contradictorio (...). Solamente el miedo al suicidio me permite sufrir con tanta paciencia", le escribió a su prima Dolores Madriz el 5 de febrero de 1930. El 18 de marzo realizó un primer intento fallido al ingerir algo de Veronal. Unos meses después, tomó una dosis fatal de barbitúricos que acabaría con su vida el 13 de junio de 1930. Su obra, lo auguraba, resultó inmortal.


Jesús Sanoja Hernández

Obras completas, de José Antonio Ramos Sucre Apología de la soledad “Yo nací en una cárcel, y he vivido en ella durante 10 años", confesó una vez José Antonio Ramos Sucre, diez años antes de su muerte desesperada. El poeta "ahistórico, medievalista y grecolatino", en realidad nunca fue prisionero de las modas literarias. Mientras sus compañeros de generación sucumbían aun ante los seductores barroquismos de las rimas modernistas, el poeta se nutría de lo más exquisito de la literatura universal, adelantándose a los simbolistas, creando una escritura cuya vigencia no parece desvanecerse en el tiempo. Su prisión fue el insomnio, su libertad la escritura. Ana María Carrano No hubo tregua. José Antonio Ramos Sucre había sido herido de muerte por el insomnio. Sus esperanzas de curación fueron mutiladas una tarde de enero de 1930, cuando los médicos del Instituto Tropical de Hamburgo le explicaron que el virus de la amibiasis nada tenía que ver con la sombra de su sueño. La infatigable enfermedad llevaba ocho años apropiándose poco a poco de todos los espacios de su cuerpo, dejando lugar sólo para el dolor."Yo poseo el hábito del sufrimiento, pero estoy fatigado de la vida interior del asceta, del enfermo, del anormal" escribió a su amigo Luis Yépez, cónsul general de Venezuela. "Puedo pasar horas continuas en la cama sin hacer movimiento y sin intentar dejarla". Y es que los trasnochos fueron en principio voluntarios. Recuerdan sus compañeros de escuela que hasta altas horas de la noche la luz de su habitación no descansaba. La incansable pasión por la lectura y por los idiomas, que lo hicieron un hombre de cultura excepcional, tuvo su precio.Pero el principio de sus desórdenes nerviosos estuvo mucho antes. Cuando José Antonio Ramos Sucre cumplió 10 años, en 1900, no se imaginaba que la experiencia de vivir tres años con su tío sacerdote le dejaría huellas imborrables. El padre Ramos se lo llevó consigo de Cumaná con la idea de continuar y supervisar su educación en Carúpano. Empezaron una exigente rutina de estudios de latín. Los interminables encierros abonaron su carácter sumiso y solitario. "Yo pasaba días y días sin salir a la calle -escribió a su hermano Lorenzo en 1929- y me asaltaban entonces accesos de desesperación y permanecía horas llorando y riendo al mismo tiempo (...) La humanidad bestial no veía que el mal humor venía de la desesperación del encierro y de no tener a quién acudir".Poesía en prosa La escritura de José Antonio Ramos Sucre nada tenía que ver con lo que estaba en el orden de lo actual, como era la poesía moderna, rica en ritmos evocativos y juegos cromáticos. Ausentes de descripciones detalladas, las alusiones visuales de sus textos en prosa pronto revelaron su contenido poético, siendo el primero en explorar esta forma de escritura en Venezuela. Ramos Sucre "carece del dominio de la rima y de esa forma tan moderna del arte que consiste en lo que pudiéramos llamar el gozo de ver", escribió en 05

1930 Fernando Paz Castillo. Eugenio Montejo desarrolla en su ensayo "Aproximación a Ramos Sucre" los antecedentes de la poesía en prosa. Señala sus orígenes más remotos en el siglo XV; sin embargo, la referencia literaria más reconocible es el texto Gaspard de la nuit, de Aloysius Bertrand (aparecido en edición póstuma cerca de 1842). Para José Balza (El Nacional 30/8/70), Ramos Sucre fue capaz de "mirar su vida como la insuficiencia de un proyecto estético, el fracaso de saberse envuelto en ese estupor de un mal infinito". Y es que la vida de José Antonio Ramos Sucre estuvo signada por incertidumbres inevitables: la de su tiempo llena de zozobra por la dictadura gomecista- y la de su realidad el incontrolable sufrimiento del insomnio. Lo cual se afirma con uno de los aforismos del poeta: "La incertidumbre es la ley del universo". La riqueza de experiencias y emociones que le proporciona la incertidumbre, bien desarrollada por Armando Rojas Guardia en El principio de la incertidumbre (1997), puede presumirse como fuerza interior de esta escritura poética. Poblada de recreaciones de imágenes medievales, bíblicas, mitológicas, renacentistas, de tiempos de guerra de Independencia, su escritura explora en lo más profundo el ámbito de la desolación, "es el proyecto de su muerte", escribiría Víctor Bravo. Para Ramos Sucre, la imagen "siempre está cerca del símbolo o se confunde con él (...) cercana a la música y lejana de la escultura" ("Sobre la poesía elocuente"). De allí que se entienda lo próximo del ritmo de su forma poética a las formas musicales, relación evidenciada por primera vez por Juan Angel Mogollón en 1958. No se trata de una escritura abrupta ni agresiva. Es una poesía llena de desesperación, pero de una desesperación reposada, asumida, mil veces conocida, más terrible. "Lo que se escribe debe tener un solo adorno: el de la exactitud -escribió a su hermano Lorenzo. (...) Nunca, en lo que se diga, haga o escriba, se debe llamar la atención. En este principio se fundan todas las virtudes sociales". Preocupaciones gramaticales Cada poema es pleno por sí solo. Tienen cierta estructura de relato. Con frecuencia, el último verso sorprende, completa o modifica el significado de los personajes, de la acciones descritas. Francisco Pérez Perdomo ha llamado a esta acentuación "moraleja", aunque más bien se trata del clímax del propio poema. De igual manera ocurre con los títulos de cada texto, cuyas palabras, pocas veces repetidas en cada texto, son fundamentales para comprender el significado total. La omisión de algunas secuencias demanda la


intuición del lector, aun cuando se ha entendido su escritura como cerebral. "Sus poemas en prosa, redondos, cerrados en sí mismos, de un simbolismo alto y cernido, tienen muchas veces valor de piedras preciosas", escribió Carlos Augusto León en su texto "Las piedras mágicas". La mayoría de las oraciones comienzan con el sujeto "yo". Mucho fue entendida esta repetición del sujeto como tendencia individualista, consecuencia de la influencia romántica francesa. Sin embargo, cada "yo" siempre refiere a un sujeto distinto. El personaje pocas veces puede identificarse con el escritor. Se trata de una manera de conseguir el enmascaramiento del verdadero "yo" a través de multiplicidad de sujetos escondidos bajo esa forma, tal como lo desarrolla Guillermo Sucre. La preocupación por la gramática se hace más evidente en sus dos últimos libros, El cielo de esmalte y Las formas del fuego, donde el uso de la preposición "que" es completamente omitido. "El `que' en el castellano, como en todos los idiomas latinos, es algo biológico. Desterrarlo es artificioso...", analiza Pío Baroja, citado por Félix Armando Núñez, quien a su vez entiende la exigencia del poeta cumanés como "un castigo del instinto que se ha convertido en satisfacción intelectual del freno y una repugnancia congénita hacia la vulgaridad y la negligencia del improvisador...". Las acciones nunca son narradas en tiempo presente, son parte del pasado. Augusto Mijares lo entiende como consecuencia de una relación no inmediata con la escritura, sino desde la memoria: "Sus héroes ya han vivido copiosamente en su espíritu cuando se decide a presentárnoslos; dijérase que sólo recurre a la expresión literaria cuando la tensión lírica se le hace insoportable". El tema de la muerte es recurrente en sus cartas y textos. El tormento del insomnio y de su soledad lo hace pensar con frecuencia en el suicidio. En su poema "El solterón" se detiene largamente en este tema: "Cuando descansa en la noche con la nostalgia de amorosa compañía, no le intimida el pensamiento de la tierra sobre su cadáver". Luego escribe en su correspondencia: "Sólo el miedo al suicidio me ha hecho sufrir con tanta paciencia". "Leopardi es mi igual". Víctor Bravo sostiene en "Ramos sucre: la escritura como itinerario hacia la muerte", que "no es gratuita tampoco la identificación con Leopardi, el poeta que recomendaba el suicidio: `La vida es un mal, la muerte un bien' (...) El suicidio es la otra forma de eliminar la absurdidad, la primera es la esperanza, y ya sabemos que en Ramos Sucre la esperanza ya era una vía vedada. Ramos Sucre escribe para privarse de sí, para renunciar a la palabra en la vida". Comprende el suicidio como un acto de evasión a la vida y al tiempo; pero también puede ser entendido como el único acto de libertad que permitía su realidad. La figura de José Antonio Ramos Sucre ha estado vinculada al misterio. Su extrema soledad se entendió como misoginia y misantropía. "...Adviértele (a Pedro Sotillo) que se equivoca al calificarme de misógino. Yo soy para cada mujer un hermano y ninguna puede acusarme de negligente en su servicio, mucho menos de cruel", le escribió a José Nucete Sardi, desde Hamburgo. Más adelante, en medio de su desesperación, en la última carta que envió a su prima Dolores Emilia Madriz, continuaba la preocupación de su integridad: "Te ruego que no permitas la leyenda de que soy antropófago y salvaje y enemigo de la humanidad y de la mujer. Esa leyenda es obra de mis enemigos". Pocos meses antes de esa carta, aquel día de enero de 1930, Ramos Sucre había perdido sus esperanzas. Regresó en febrero a su cargo de cónsul en Ginebra, con la certeza de que el camino a la muerte era mucho más corto. Trató de quitarse la 06

vida fallidamente dos meses después. La peor desgracia siempre estuvo en la amenaza a sus facultades mentales: "Yo no me resigno a pasar el resto de mi vida, ¡quién sabe cuántos años!, en la decadencia mental -confesó a su prima Dolores Emilia- (...) Pasado mañana cumplo 40 años y hace dos que no escribo una línea". El 9 de junio, día de su cumpleaños, aquel hombre cuya "mirada era de fuego y abismo, de concentración y misterio", según Félix Armando Núñez, decidió despedirse de su cotidianidad. "Yo quisiera estar entre vacías tinieblas, porque el mundo lastima cruelmente mis sentidos y la vida me aflige, impertinente amada que me cuenta amarguras.// Entonces me habrán abandonado los recuerdos..." había escrito en su poema "Preludio". La agonía de sus cuatro décadas se resumió en cuatro días. José Antonio Ramos Sucre murió en Ginebra el 13 de junio de 1930. Trizas de papel Todo, o casi todo, se ha dicho sobre José Antonio Ramos Sucre. La recopilación hecha por José Ramón Medina en Ramos Sucre ante la crítica, de Monte Avila Editores (1980), recoge 27 textos fundamentales para comprender cómo ha cambiado el entendimiento de la obra del poeta cumanés. Una sorprendente crónica de su agonía, recopilada en este libro, fue escrita por Tomás Eloy Martínez. La obra de José Antonio Ramos Sucre está formada por poesía en prosa, ensayos, traducciones y correspondencia. Dejó publicados cinco libros. En el tercero, La torre de Timón (1925), recopila, junto a algunos textos nuevos, los dos libros anteriores, Trizas de papel (1921) y el ensayo Sobre las huellas de Humboldt (1923). En 1929 publica en forma simultánea El cielo de esmalte y Las formas del fuego. Ambos libros, con parecida escritura, estructura y número de textos, son, para Salvador Tenreiro, una repartición equitativa de lo que fue la producción del poeta en sus últimos años. Después de su muerte, fueron recopiladas cartas -documentos reveladores para comprender la evolución de su enfermedad-, traducciones y algunos aforismos primero por Rafael Angel Insausti (en Los aires del presagio) y luego por Caupolicán Ovalles. La edición más completa de su obra es la que hizo Biblioteca Ayacucho en 1980 (terminada de imprimir el mismo día de su nacimiento). Sólo un detalle, descubierto por Anselmo Amado luego de revisar el Archivo Histórico de Miraflores -y publicado en El Nacional el 12/04/81-, no es conocido por esta cronología: el gobierno de Gómez hizo preso a Ramos Sucre en 1919 por considerar que no se expresaba bien del régimen, durante las clases de inglés que dictaba en la Escuela Militar. Estuvo una semana en prisión, desde donde escribió el 12 de septiembre una sentida carta al Presidente: "Yo no puedo ser enemigo de ninguna autoridad ni de ninguna persona. Deberes numerosos y pesados me atan de pies y manos. Tengo a mi cargo una familia necesitada que no cuenta sino con mi trabajo diario. No tengo ni el derecho de enfermarme... Los días de mi arresto bastaron a causar en mi casa pérdidas gravísimas, entre las cuales merece citarse la interrupción definitiva de los estudios de mi hermano menor (...) Me apresuro a escribirle para hacer constar su clemencia, y le ruego encarecidamente que se digne intervenir en mi favor garantizado mi libertad, que es la salud de mi familia".


Por: Victor Azuaje

LA APROXIMACIÓN A RAMOS SUCRE de Eugenio Montejo La Nueva aproximación a Ramos Sucre de Eugenio Montejo es un texto en el cual importan menos las respuestas que las interrogantes: éstas sugieren proyectos, sendas, desbordamientos. Montejo se pregunta, por ejemplo, las razones que ordenan los dos últimos libros de Ramos Sucre (Las formas del fuego y El cielo de esmalte). Brinda entonces conjeturas que, apenas esbozadas, descarta, ya que ninguna le satisface. Así, rápidamente escribe: “Tampoco el sentido de los títulos logra revelarnos su secreto, si bien de seguro forma parte de éste”, fórmula contradictoria que aparentemente no invita al diseño de un proyecto ni al recorrido de una senda, pero que pese a todo intentaré justificar, siquiera parcialmente. Abandonaré para ello el planteamiento original de Montejo y limitaré su dictamen a un breve texto de Ramos Sucre: “LA VENGANZA DEL DIOS”. No se vea en esto una fácil simplificación. Para comenzar, las mayúsculas del título no permiten determinar si la referencia es a cualquier Dios o a alguno en particular; pero ya que en el resto del texto se lee “el Dios”, asumiré lo último. Doy otra razón: el título original era “La venganza de Brahma”, que el poeta cambió al recopilar los textos de Trizas de papel para incluirlos en La torre de Timón.† Las razones de esa decisión son desconocidas. Ángel Rama piensa que son parte del “proceso que lleva a Ramos Sucre a la indeterminación”: al “eliminar el nombre del dios y dejar simplemente la categoría divina, Ramos Sucre acrecienta la indeterminación, amplía el clima de incertidumbre”. Yo pienso en otras razones, más determinadas; pero las expondré en otra ocasión. Para ser más preciso, Ramos Sucre realizó tres cambios: metódicamente sustituyó el nombre Brahma con la fraseel Dios en el resto del poema.† Esa precisión es necesaria: decir que hizo un cambio en el título y dos en el texto, en obediencia a las convenciones sobre el título, obvia el problema de si las tres apariciones del nombre 'Brahma' eran una metonimia de la trinidad hindú, o si las de 'el Dios' lo son de cualquier otra divinidad trinitaria. En cualquier caso, la trinidad de cambios problematiza, sino disuelve, las convenciones sobre los límites del texto, porque texto, aquí, es todo: título y cuerpo. Ya no puede asumirse de manera simple la separación del título y de lo que viene después, ni su función de introducción o nombre de un elemento de la historia, ni su 'realidad' contra la ficción del resto. ¿Pruebas? Con el nuevo título se opone la expresión “venganza del Dios” con los finales “odios vengativos”. La breve historia de cambios no resuelve entonces el misterio del texto, de la historia de un dios que envía un mensajero a una tierra mancillada, de su muerte ignominiosa y del castigo divino con dones que “infestan de odios vengativos y pueblan con huesos expiatorios”. Pero tampoco lo resuelve un análisis del nuevo título. La frase “LA VENGANZA DEL DIOS” presenta las mismas dificultades y 07

posibilidades de la teológicamente clásica amor deus, el amor de Dios, cuyo análisis gramatical rinde las ideas de “el amor que Dios nos tiene”, “el amor que tenemos a Dios”, el amor como atributo de Dios, y aun la de la identidad entre Dios y el amor. El significado está suspendido al menos entre cuatro posibilidades: la frase puede referirse a la venganza con que el Dios se venga de los hombres, a la venganza con que los hombres se vengan del Dios, a la venganza como atributo del Dios o a la venganza como esencia divina. Todas estas posibilidades interpretativas hallan sustento en el texto, en el amplio sentido que antes mencioné. El título “LA VENGANZA DEL DIOS” introduce, nombra o inicia a la vez la historia de un Dios que se venga de los hombres, la de los hombres que se vengan de un Dios, y también la de ese sentimiento o acción punitiva llamada venganza como atributo o esencia divina; nótese que todo esto vale asimismo para el previo título “La venganza de Brahma”. Hay venganza del Dios y hay venganza de los hombres, y hay un Dios cuyo atributo es la venganza y hay un Dios que es venganza. Y esa incertidumbre ya está en el título. «Yo escribo el español a base del latín» —recuerda o cita Montejo a propósito de la escritura de Ramos Sucre; ello sugiere que éste, como latinista, fue consciente de las anteriores opciones, que acaso reflexionó sobre las varias interpretaciones y no quiso eliminar ninguna, que el texto fue para él a la vez un registro de la violencia divina contra los hombres y de la violencia humana contra lo divino, y también una meditación sobre la identidad o diferencia entre lo sacro y la violencia —y luego, acaso, un registro de la inacabable violencia de los hombres contra los hombres. En el reducido ámbito de “LA VENGANZA DEL DIOS”, Montejo estaba, pues, en lo cierto: el sentido del título no revela el misterio del texto, si bien forma parte de éste —en un sentido, digamos, literal, que ahora debería acompañar nuestra reflexión sobre los títulos de Ramos Sucre. Si alguno deseara ejecutar un proyecto de investigación más amplio sobre el tema, le sugiero incluir textos como “El cautivo de una sombra”, “Fantasía del primitivo” y “La redención del Fausto”. Al final, probablemente, arribará la interrogante de Montejo, y quizá examinará el volumen Las formas del fuego: las formas que da el fuego… que adquiere el fuego… que son el fuego. .


RAMOS SUCRE Y SALMERON ACOSTA: DOS MANERAS DE MIRAR AL MUNDO

César Yegres

Hablar de la amistad entre ambos poetas es girar en torno a un destino común. Ambos sufren muerte prematura. Rememoran la soledad y el sufrimiento. Ramos, desde su “TORRE DE TIMON” y Salmerón desde su “casita” en el Cerro El Guarataro. Uno se aísla voluntariamente y el otro tiene una reclusión forzada. En uno pareciera haber desprecio por la mujer, en el otro, desesperanza por la imposibilidad de seguir amando a una mujer. José Antonio nace en Cumaná, el 9 de Junio de 1890, es descendiente directo del Mariscal Sucre y fue un políglota excepcional. Hablaba correctamente el Inglés, Francés, Italiano, Portugués, Danés, Sueco y Sáncristo. Fue profesor de Latín y Griego y aprendió el alemán para leer, en su idioma original, el FAUSTO de Gothe. Por su parte, Cruz María nace en Manicuare, un pueblo de la Península de Araya, que al decir del poeta Víctor Varela: “Es un puñado de mar, un puñado de gente y un puñado de tierra”, el 3 de Enero de 1892. Ambos de gradúan de bachiller en el Colegio Federal de Cumaná, hoy Liceo “Antonio José de Sucre”, en la promoción de 1910. Se instalan en Caracas, e ingresan en la Facultad de Derecho de la UCV. Se hospedan en la misma residencia y ocupan el mismo cuarto. Cruz María produce en 1911 su primer poema, el soneto “CIELO Y MAR” y se lo dedica a su amigo Ramos Sucre. Hay en este poema elementos premonitorios de lo que será la vida futura del poeta. “En este panorama que diseño Para tormento de mis horas malas, El cielo dice de ilusión y galas. El mar discurre de esperanzas y sueños. La libélula errante de mi ensueño Abre la transparencia de sus alas, Con el beso de miel que me regalas A la caricia de tu amor risueño. Al extinguirse el último celaje Copio en mi alma el alma del paisaje Azul de ensueño y verde de esperanza”. No obstante las diferencias entre las dos maneras de contemplar al mundo, la amistad en ambos se hace más sólida. Ante la tragedia del amigo, José Antonio escribe: “Cruz María tiene una gran valía como ser humano. Su participación en “las causas perdidas” no tiene parangón. Es muy justo y está presente cuando se produce algún atropello”. Continúa expresando: “La cortesía graciosa, el talante despejado, el cuerpo de príncipe le conciliaba la simpatía de los hombres y el amor de las mujeres. Vivía para la acción intrépida y el enlace galante”. La madre de Ramos Sucre, al referirse a la profunda amistad de los poetas dice: “De esa manera se fue mi hijo para Caracas y vivieron juntos en la misma habitación. La enfermedad de Cruz María los unió hasta la muerte. El fallecimiento de mi hijo no fue otra cosa que el llamado que le hiciera Cruz María, fallecido un 08

año antes”. Después de haber sido diagnosticado, en 1913, el atormentado poeta emprende su viaje hacia la más espantosa soledad, hacia el aislamiento y a la renuncia a todo cuanto ama. Atrás quedan sus amigos y su novia del alma Conchita Bruzual Serra, su “Cordera”. Todos sus sueños y ambiciones juveniles vuelan hechos jirones en el aire, sepultados de golpe. El poeta apenas tiene 21 años y no le queda más alternativa que amoldarse a su dolorosa situación. Afronta con franciscana resignación su realidad. Su alma se habrá convertido en el título de su único libro: “FUENTE DE AMARGURA”. Siendo el dolor padre y maestro del genio ¿Cómo podía Cruz María burlar y escapar al dolor? Y fue inmenso su talento porque fue inmenso su martirio. Nació predestinado, para el que llevaba la cruz hasta en el nombre. Su vida fue una desintegración de la materia que es patrimonio de la muerte. Fue profeta crucificado en su cuerpo y agonizó consagrado al martirio. En la magia literaria de su creatividad cambió todas las fórmulas; en ese crisol de poeta alquimista fundió todas las bellezas, tristes o alegres, espumas, fuegos, rosas, sangre, risas y lágrimas. Su cuerpo, envuelto como en una clámide, en el trágico mal que lo devoraba, esperaba vanamente, en una lenta y desesperante sucesión de instantes eternizados por el dolor que surgiera el Cristo Mago trayendo en los labios las dos palabras salvadoras ¡Estás curado!. Todo es una ilusión, el corazón del hombre está solo en esta hora de la creación sublime. El color del cielo y del mar se torna sobrio, en la playa se oye a los pescadores entonar sus cánticos. En cada mañana hay un himno triunfal de la faena de la buena pesca. En su poesía, los temas predominantes son el tormento, la esperanza, el amor, el pesimismo y la muerte. Su escritura está muy cerca del romanticismo venezolana de su época. Fue un poeta de profundo sentimiento. Cantó en bellos sonetos a la amargura del amor restringido por las penurias, pero también eternizó el azul y el inmenso mar de su limitado paisaje. Su vida, con todo lo lacerante de la terrible enfermedad, estuvo signada por una fuerte energía creadora y una profunda espiritualidad. El 29 de Julio de 1929, Cruz María se confundió con el azul al que tantas veces cantó. Su pueblo había padecido una inclemente sequía y ese día el cielo se abrió a cántaros en una especie de diluvio bíblico. La sequedad atónita del suelo que no pedía agua de lluvia porque casi le repugnaba la abundante cercanía del mar. Se enchumbaron los tunales hasta una saciedad abismal. Llegó la noche y decidieron no esperar más. La naturaleza había previsto retardar hasta donde fuera posible, el ocultamiento por la tierra de aquellos despojos. El suelo se empeñó en ungirlo antes de aceptar su siembra, una mezcla de barro, cual aceite resbalando en el arca que hacía de cajón. Así taparon con charco al poeta del amor y del dolor. José Antonio Ramos Sucre, a temprana edad infantil, dada las dificultades económicas de su hogar, es enviado a Carúpano,


casa de un hermano de su padre, el presbítero Ramos Martínez, éste le prodiga una estupenda biblioteca, pero le encierra sin permitirle contacto alguno con otros niños. Es un aislamiento total. En 1940, sale por primera vez de Venezuela; va en busca de cura para los males físicos y sicológicos que le aquejan. En Ginebra, el 9 de Junio, justo cuando cumple 40 años, se envenena, muriendo días después. En una de sus últimas cartas a su prima Dolores Emilia, al referirse a sus dolencias, escribe: “Solamente el miedo al suicidio me permite sufrir con toda paciencia”. Por esas mismas cartas, sin embargo, sabemos que otro miedo se sobrepuso a aquel: el de perder sus facultades mentales. Su decisión final, pues no fue, como se ha dicho, “un acto de repudio a la vida” habría que verla más bien como la opción a la lucidez. “Yo había concebido – dice – la resolución de salir voluntariamente de la vida al notar los síntomas del tedio, las trabas y las cadenas de la vejez” Intuía la llegada de la muerte “a la hora misma designada por el presagio”. Su intento definitivo de abandonar la existencia es una especie de vocación tanática, aún en sentido sacrificial. Su existencia estuvo llena de tormento. Su depresión, insomnio, el miedo al padre, a la tiranía del tío, al encierro al que se vio sometido de niño. Sn episodios que fatalmente le conducirán al suicidio. “Poseo el hábito del sufrimiento, pero estoy cansado de la vida interior del asceta, del enfermo, del anormal”. Ramos Sucre pertenece a ese linaje de escritores para quien el suicidio o la muerte forman parte del acto creador mismo. En él, el suicidio precedió a su obra. Pensamos que la crítica no ha reparado en las implicaciones y consecuencias de éste carácter de la obra de José Antonio. Su primer libro “TRIZAS DE PAPEL”, en 1921, es poesía en prosa. El destino de la prosa afirma Paúl Valery es el de ser perecedera, es decir, ser comprendida. Esto parece una afirmación extrema. En la escritura de Ramos Sucre hay una manera enigmática de cómo se formula. Su propio tejido verbal, sus visiones, imágenes, su propia composición la insertan en el mismo orden de la poesía. En la obra, Ramos Sucre alcanza un poder de revelación de la palabra. Críticos señalan que Ramos Sucre no escribió prosas, sino poemas en prosas. Que no es lo mismo. Sus libros admiten muchas variantes. Hay un texto de Baudelaire que es considerado como el modelo de poema en prosa. En los primeros escritos de Ramos Sucre hay una aproximación al ensayo, la crónica, la reseña y hasta el discurso. Encierran una poética visión del mundo. En su época sufre por la crítica. No se le rechaza completamente, pero tampoco tiene el reconocimiento del valor de su obra. Se le tilda de escritura rara, sin mayor trascendencia. Siendo él un avezado creador por su gramática, dominio de idiomas clásicos y modernos. Se le califica de “exótico”, “intelectualismo”, “deshumanización” y hasta “libresco”. Ninguno de esos calificativos, anulan la validez de su obra literaria. El erotismo en su creatividad, no es escape, sino exilio: nostalgia de otra realidad. Su evasión no es irresponsabilidad sino rechazo, distancia de la conciencia crítica. Su supuesto intelectualismo no es más que el ejercicio pleno de la inteligencia en su sentido lucido y lúdico. Al tildársele de libresco, ignoran al más grande personaje de la literatura hispánica que es un personaje libresco. El Quijote es el combate trágico, cómico, irónico entre el lenguaje y la realidad. El gran Jorge Luis Borges llega a decir en uno de sus poemas: “Que otros se jacten de las páginas que han escrito, a mí me enorgullece las que he

leído”. Borges reivindica en su obra al poeta-lector, por ello, escritores como Cervantes, Borges, llamados escritores librescos ponen en marcha al libro, hacen de él una realidad cósmica. En Ramos Sucre, sus poemas no son simples trascripciones de un lector erudito, sino trasfiguraciones que practica el lector, que va leyendo la historia o el universo como si fuese el libro. Para Ramos Sucre el reconocimiento casi unánime a su obra es de unos 40 años hacia acá. El nunca fue un poeta olvidado, tal vez ni muy bien leído. Su profundidad asoma con mayor vigor con el pasar del tiempo. Los que no captaron su verdadera dimensión la ven y analizan ahora con otra perspectiva. Fernando Paz Castillo en su obra “El Solitario de la Torre de Timón” dice: “pero estas impresiones, con la lectura y meditación de sus poemas, se han ido modificando en mi espíritu. Tanto puede la influencia del arte, cuando este llega a fijar una forma pura y a crear un lenguaje personal y persuasivo”. Añade: “Ramos Sucre me parece más claro, más humano, dentro de sus abstracciones”. José Antonio no fue un contemporáneo de su época. Lo es de la nuestra. Ello es paradójico. Sus libros “TRIZAS DE PAPEL” en 1921, “LA TORRE DE TIMON” en 1925, y en 1929 se publican “FORMAS DE FUEGO” y “EL CIELO DE ESMALTE”, conforman unas particularidades que hacen difícil su comprensión. Su escritura en prosa que hace parecer cada poema un relato, la búsqueda de lo absoluto, la supresión del “QUE” el recurso del “YO” como monólogo dramático. Tal vez Ramos Sucre quiso o pretendió ser leído con un diccionario en la mano. Alguien afirmó que la experiencia de leerlo era análoga a entrar en un laberinto. Joaquín Marta Sosa dice: “Si Ramos Sucre hubiese nacido en Francia sería reconocido como uno de los poetas universales”. Por su parte, José Balza llegó a decir “Ramos Sucre es el genio absoluto de la literatura venezolana”. Pero es el propio ´poeta el que mejor define su obra. En carta a su hermano Lorenzo le dice: “Sé muy bien que he creado una obra inmortal y que siquiera el triste recuerdo de la gloria me recompensará de tantos dolores”. José Antonio Ramos Sucre y Cruz María Salmerón Acosta. Dos poetas, dos estilos, dos formas de expresión y de visión del mundo. Dos amigos entrañables, nativos de la misma tierra sucrense, padecieron terribles calamidades de distinta índole. Bachilleres de una misma promoción con notas sobresalientes. Estudiantes universitarios con rendimiento académico de primera. Uno concluye sus estudios de Derecho con Mención Honorífica, el otro, que también era estudiante destacado, se ve impelido a abandonar estudios y encerrarse en un pequeño cerro de su pueblo peninsular hasta el último día de su vida.

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Para leer a Ramos Sucre: Dios es la ley primordial del Universo. Es, por consiguiente, inflexible”. El aforismo de Ramos Sucre condensa, aparentemente, la breve historia de “La venganza del Dios”. Sobre todo el paralelismo “El Dios velaba el crimen de los hombres . . . El Dios los castiga”, que enlaza la omnipresencia de Dios y su justicia. Pero esta inmediatez de la pena —falta aquí la Segunda Venida y el dilatorio proceso de un Juicio Final— junto con su perversa instrumentación, levantan dudas sobre el carácter de una divinidad que parece actuar impulsada por la cólera y por la fatuidad y no por la misericordia, y cuyos indirectos métodos purificadores son menos propios de un paciente redentor amoroso que de un sarcástico ego hipersensible. Esa visión luce cercana a otro provocador aforismo del poeta: “Dios es el soberano perezoso de una monarquía constitucional, en donde Satanás actúa de primer ministro”. Tales metáforas jurídicas del encuentro entre la voluntad divina y la transgresión casi mecánica de los hombres, inesperadamente emparentarían a Ramos Sucre con Tertuliano, quien introdujo en la teología cristiana la rigurosidad legal de Roma, y cuyo término satisfactionis define lo que las divinidades del poeta esperan de nosotros: la reparación por la ofensa. Lo aproximarían aun más, sin embargo, a Nietzsche. Éste, en otro contexto jurídico —el delcrimen laesae majestatis divinae—, ya había comentado lo irónico de un dios todopoderoso al que nada puede dañar excepto el irrespeto, que eleva todo desaire personal a punto de honra cósmica y cuyo amor no puede sobreponerse al rencor y la represalia. “La venganza del Dios” sería así un examen de la fascinación divina por lo punitivo y sería también una advertencia contra sus intervenciones redentoras, puesto que en ellas se desatan, so pretexto de legalidad, sus exhibiciones de inclemencia, las vanidosas y fatales manifestaciones de su carácter perturbadamente justo. Esta lectura confirmaría los comentarios sobre la “escritura de tono satánico” (Francisco Pérez Perdomo) o “amiga de cierto displicente satanismo” (Ludovico Silva), y la sospecha sobre la personal “adhesión a un cierto satanismo” (Oscar Sambrano). La inmediata e inconmovible exigencia divina de compensación indicaría por ende el atractivo estético y espiritual que tienen para Ramos Sucre las relaciones más personales que jurídicas que la divinidad sostiene con nosotros, el hechizo artificial de una providencia severa y resentida que se ocupa menos de aliviar sufrimientos y más de infringir sanciones y contabilizar ofensas. Pero aun si aceptamos esta visión, habría que cuidarse de asumir que lo estético o artificial implica siempre una actitud displicente o indiferente, y no algunas veces una manera sumamente indirecta o sutil de explorar e interpretar lo social y político. No deberíamos, en consecuencia, preterir las desafiantes implicaciones de la terminología jurídica y política en ese irreverente marco teológico: “ley primordial”, “inflexible”, “soberano perezoso”, “monarquía constitucional” y “primer 10

ministro”. Las metáforas de la soberanía divina servían en la antigüedad para exaltar la presencia insoslayable, el carácter magnánimo y el poder ilimitado de Dios, y por extensión de sus delegados terrenales. Los autores del libro de Crónicas, por ejemplo, anotaron con reverencia que el Señor gobierna los reinos de la tierra, pero se los encargó a Ciro, rey de Persia, para que liberara a Israel de la esclavitud babilónica (2 Crón. 20:6; 2 Crón. 32:23.). Pero dos mil quinientos años después, menos crédulos y más contenciosos, deberíamos contemplar la posibilidad de que la crisis en la “tierra amena” y las irreverentes caracterizaciones del régimen jurídico y político del cielo apunten sutilmente a los condicionamientos de las taras y sinrazones de un sistema de gobierno en la tierra; que apunten en el contexto de la dictadura de Juan Vicente Gómez, por ejemplo, a la incesante y exterminadora violencia de las guerras civiles venezolanas y a las aberraciones de un jefe de estado inflexible y cruel, que sólo puede imponer orden a través de cruentas e irrevocables sanciones arbitrarias. Deberíamos entonces contemplar la posibilidad de que esta antiteodisea sea el examen de un orden social y político cuyo fundamento es el cansancio y el miedo de la propia violencia, y de los aterradores resultados de su descontrol. Se trata, por tanto, de proponer una lectura que asuma que Ramos Sucre no está simplemente reexponiendo, aunque sea en forma magistral, un material mítico o histórico —por ejemplo, la parábola de los labradores homicidas de los Evangelios—, sino releyendo y reelaborando críticamente esos mitos y esa historia. Se trata de leer con Ramos Sucre, no de ser leídos por Ramos Sucre. Se trata no de describir o participar en la crisis imaginada por el poeta, sino de intentar seguir su examen de la crisis, de los mitos asumidos en ella, de los límites de la lógica que la gobierna, de las condiciones que favorecen su apropiación, y, todavía más, su examen o su cuestionamiento de nosotros, lectores ingenua o excesivamente fieles, que nos apropiamos, que reproducimos la lógica y los mitos de la crisis, plegándonos a ellos. Leer con Ramos Sucre en lugar de ser leídos por él, porque mucho peor que malinterpretar o tergiversarlo, es reproducir en nuestra lectura las actitudes y mitos examinados por él, es convertirse en objeto del probable examen o crítica intuida o pensada por él. RAMOSUCREANA Notas sobre J.A. Ramos Sucre


TRAYECTORIA DE JOSE ANTONIO RAMOS SUCRE I. La historia de José Antonio Ramos Sucre es breve como breves fueron su vida y su obra. Vida y obra intensas, sin embargo, que trascienden del ámbito histórico que les es propio hacia una más densa confrontación literaria y humana. Esta ha sido, precisamente, una de las características más relevantes, que ha encontrado, al correr de los años, una justificación precisa y elocuente de su poesía en las nuevas generaciones del país que han ido a su encuentro, fortalecidos en la eficacia y brillo de su palabra. En efecto, los jóvenes escritores agrupados en “ Sardio” (1958) se movieron alrededor de la figura y de la obra de Ramos Sucre con exaltada vehemencia e inusitada beligerancia, afortunadamente, bien conducida y mejor concretada en buenos resultados. Carlos Augusto León, poeta del 30, de la llamada promoción de “ Elite” y del Grupo Cero de “ Teoréticos” , escribió en 1945 una breve y hermosa biografía sobre el poeta: Las piedras mágicas la tituló y fue el primer ensayo serio, biográfico y crítico, para deslindar con certeza los valores de la obra de Ramos Sucre, constituyéndose desde entonces en un libro imprescindible para el conocimiento del poeta. Después han venido otros y otros ensayos sobre el autor actualizándolo frente al discurrir de la nueva poesía venezolana; y contribuyendo así a rescatar de injusta preterición una poesía de sostenido y permanente aliento. Hoy día Ramos Sucre, revalorizado, alcanza la estatura de un adelantado de la lírica venezolana contemporánea. Es un hecho innegable que en los jóvenes escritores que se inician a partir de 1950, la admiración por Ramos Sucre es creciente y en algunos esta admiración alcanza la jerarquía de la influencia. Es “ una influencia más que todo formal, mas no por ello menos importante. Formal porque en muchos casos falta IX el “ pathos” de la creación ramosucreana, y no puede ser de otro modo: su tormento no es común a muchos” ,1 “ Ha atraído a nuevas promociones poéticas la singularidad de Ramos Sucre, que fui de los primeros en señalar. Los ha acercado a él su vida intensa y concentrada — “ vibración inmóvil” , como decía Luis Enrique Mármol— que se asfixiaba en el duro ambiente. Los ha acercado aquella expresión que cultivó el poeta y que no era la del común de sus contemporáneos, en cierto aspecto, aunque por otra parte tenía — ¡y cómo no tenerlo!— el aire de su tiempo” .2 El acercamiento de los jóvenes a la obra de Ramos Sucre cobra mayor importancia a medida que pasa el tiempo. Pareciera — como anota Paz Castillo— que los años transcurridos desde su muerte han sido, en realidad, “ años de reafirmación de su vida de escritor en la memoria de los hombres y de acercamiento, cada vez con mayor intimidad a su obra” . . . Esto explica la afección explícita de los nuevos. Después de un largo silencio, “ resurgió su producción a nueva existencia, sobre todo entre los jóvenes que persiguen, en arte, expresiones, si no parecidas a las suyas, muy cercanas por el espíritu lírico, a las formas depuradas de sus poemas en prosas” .3 Argenis Pérez H., uno de los últimos en referirse a la materia, ha escrito que el poeta venezolano “ está siendo objeto casi permanente de una continua revaloración, en función de su singularidad artística, sustanciada a nivel de un discurso poético nuevo, en la lírica venezolana contemporánea” .4 Ramos Sucre concilia, con admirable lucidez, el poder fundamental del narrador con la 11

—EL POETA Y SU OBRA EN EL TIEMPO Presentación de las Obras Completas publicadas por la FUNDACIÓN AYACUCHO

fuerza sugestiva de la poesía, contenida en un lenguaje de extraordinarias tonalidades discursivas, bajo el amparo de alucinantes manifestaciones de la imaginación creadora. Así se hace presente en buena parte de La Torre de Timón y en la totalidad de El cielo de esmalte y Las formas del fuego. El poeta de atormentadas formas, el fabulador constante, el perseguido a diario por los fantasmas invisibles de un pasado que recrea a fondo y a conciencia, ofrece, en última instancia, su prosa rica de sensaciones, recuerdos, profecías y premoniciones, como un fruto macerado en el fondo del más remoto vértigo de una irrealidad amenazante y trágica. Es la desolación del creador lo que mayormente atrae al lector de nuestros días, como un rito inexorable. La singularidad del poeta, su originalidad cenital expresada en un estilo de cortado párrafo, sirve de base a la búsqueda de que ha sido objeto por parte de las jóvenes generaciones literarias del país. De este modo, Ramos Sucre se convierte, por obra y gracia de su fuerza poética, en el autor de mayor influencia y atracción para las jóvenes generaciones en lo que va de 1950 a esta parte. ¿Qué sedujo de tal forma a esas nuevas corrientes de expresión literaria en el iCarlos Augusto León. “ Invitación a la crítica”, Papel Literario de El Nacional, 14VI-1970. 2Idem. ^Fernando Paz Castillo. José Antonio Ramos Sucre, el solitario de La Torre de Timón. Editorial Arte, Caracas, 1973, pp. 23-24. 4Argenis Pérez H. “La estética romántica en José Antonio Ramos Sucre” . En Memoria del III Simposio de Docentes e Investigadores de la Literatura V enezolana. Mérida, Venezuela, Tomo II, p. 258. X país? No fue, de cierto, la forma impecable en que el poeta elabora sus cuidados textos, ya oficializada en las más destacadas figuras del modernismo venezolano, obedientes al dominio expansivo de Rubén Darío. Fue, por el contrario, la parte incontaminada de su materia poética. Es decir, la fuerza incontrastable de aquella desbordada pasión imaginativa, asediada por un devastador destino de atormentado y alucinado ser, enfrentado con impredecible rebeldía al reto exterminador de un mundo hostil y negador de la existencia. De este modo, Ramos Sucre se convierte en un antecedente sin testigos de la nueva poesía venezolana, por la trascendencia de una obra que parece surgir, como fruto de alquimia a través de las misteriosas zonas de un submundo mitologizado, de la más resonante experiencia de un hombre solitario, sometido a las severas pruebas de un desastre emocional, particular y absoluto. Ramos Sucre sobresale por la universalidad o cosmopolitismo de su poesía, sin ataduras visibles a una específica identidad regional o comarcana. Esta es la vía del acercamiento que siguen los jóvenes poetas de “ Sardio” , “ Tabla Redonda” y “ El techo de la ballena” . Colocan al poeta en un nivel de especial reconocimiento: es el adelantado o precursor que señala el camino. Así se produce la sacralización del autor de La Torre de Timón, estableciéndose desde entonces como el poeta venezolano más trascendente de las últimas décadas, tanto en el ámbito poético propiamente dicho como en el narrativo. Al respecto dice Francisco Pérez Perdomo: “ Entre los escritores venezolanos tal vez sea José Antonio Ramos Sucre el más admirado por las últimas promociones poéticas del país” .5 Y Ludovico Silva recuerda que el contacto con las prosas de Ramos Sucre de los poetas de la generación de 1958 tuvo un


efecto revolucionario: “ Al contacto con este gran poeta, los jóvenes creadores sintieron que había, décadas atrás, quienes los respaldaran en su empeño de transformar los esquemas poéticos que, de una u otra manera, pese a la revolución del grupo “ Viernes” persistía en nuestras letras. No solamente se desterró el temor sacramental a los metros y a la rima (desterrados en cuanto a “ obligación” , por supuesto, y no de un modo absoluto), sino que de una vez por todas comenzaron a surgir por doquier libros de poesía (en prosas), entre los cuales Los cuadernos del destierro, de Rafael Cadenas, se destaca como paradigma. Se volvió, bajo este impacto, a leer a Rimbaud y a los surrealistas y se asimiló en nuestro país de una vez por todas el espíritu de la lírica moderna. Corresponde a Ramos Sucre, de este modo, un sitial como gran adelantado, y por ello no debe sorprender a nadie que en su época fuese considerado como un ente extraño poseído por calenturas y demonios. Lo que había hecho no era otra cosa que incorporar la poesía venezolana a la modernidad. Su cultura y sus dones poéticos le ayudaron, aunque la fragilidad y la cortedad de su existencia — “ antes de tiempo y casi en flor cortada” , que diría Garcilaso— le impidieron llevar su revo¬ 5Francisco Pérez Perdomo. Introducción a Antología Poética de J. A. Ramos Sucre. Monte Avila Editores, C.A., Caracas, 1969, p. 7. XI lución hasta el punto en que sólo pudieron llevarla después grandes poetas como Vallejo y Neruda” .6 “ Un rasgo positivo de las nuevas generaciones venezolanas — agrega el mismo ensayista— lo constituye el reconocimiento de la grandeza de Ramos Sucre como poeta. Hoy, sólo los rezagados continúan llamándolo “ prosista” , implicando con ello el vergonzante juicio de valor de que Ramos Sucre, a fin de cuentas, no fue poeta porque no escribió versos. Pienso que hubiera podido hacerlos con alto grado de perfección, y por ello mismo, pienso también que en esa misma medida se eleva el valor de sus textos, tal como lo conocemos. Fue perfectamente consciente de su tarea, y tuvo un propósito muy definido, que sólo hasta ahora ha venido a ser valorado en su justa dimensión. Ello constituye una lección para todos nosotros. Con el antecedente de Ramos Sucre, ya no se le podrá jamás perdonar a ningún poeta venezolano el no ser perfectamente consciente de los recursos que emplea y de la situación histórica en que vive” .7 José Antonio Ramos Sucre escribió una obra señalada por su evidente originalidad en el medio venezolano en que tuvo lugar. En tal virtud es una obra de especiales méritos que sobresale por sobre otras de sus contemporáneos. De aquí surge, inequívocamente, la figura del autor como un creador impar, susceptible de ser considerado entre los primeros nombres de la literatura nacional que se inicia en los años fecundos del 900. Su prosa, densa, castigada, enfrentada a todo exceso en busca de la eficacia en la comunicación escrita, rigurosa en el exacto cumplimiento de su cometido, revela en primeros planos las singularidades de un espíritu dotado de amplias facultades para el arte literario. No es, por eso, extraño que la generalidad de quienes se han acercado al estudio de su poesía, destaque, en primer lugar, las excelencias de esa obra literaria como manifestación de una indiscutible personalidad creadora, revelada en la amplitud generosa de un gran dominio del intelecto y la cultura. Y que por eso mismo se trate de ubicar insistentemente, a largos años distantes de su vida, en un sitio de privilegio y de recordación en el panorama de las letras nacionales y latinoamericanas. Esa característica de excepción ya no se pone en duda en nuestros días, cuando se ha realizado, a todo lo largo y ancho de estos años, una como especie de revalorización del autor y de su prosa poética, conceptuada entre las de mayor brillo y consistencia de las que haya dado muestras la literatura 12

venezolana contemporánea. 6Ludovico Silva. “Ramos Sucre y nosotros”. Revista Nacional de Cultura, n° 219, Caracas, marzoabril, 1975, pp. 64-65. 7Ibid. p. 70. XII Félix Armando Núñez, autor de un sobrio y ponderado prólogo a sus Obras, escribe al respecto: “ Hay en las letras venezolanas y de Hispanoamérica una obra aparte: la de José Antonio Ramos Sucre. Su valor, entrevisto por los mejores de sus compatriotas y contemporáneos, se estima más cada día a partir de su muerte” .8 Con similar énfasis al de Núñez se pronuncia Francisco Pérez Perdomo, cuando aborda la peripecia de colocar al estudiado en el sitio de honor que le corresponde. Pérez Perdomo se refiere a la obra del poeta más allá del ámbito exclusivamente nacional, considerándolo como creador de una poesía que trasciende al mundo continental. Así expresa que Ramos Sucre resulta “ uno de los (poetas) más renovadores que haya producido la poesía latinoamericana” .9 Juicio con el cual habrá de estar de acuerdo quien tenga acceso, como ahora, a través de esta edición de la Biblioteca Ayacucho, a la presentación orgánica y completa de su obra. Y otro ensayista y poeta de las nuevas promociones literarias del país, Eugenio Montejo, precisando el alcance de la obra de Ramos Sucre, la califica como “ una de las tentativas más audaces a que se haya consagrado creador alguno entre nosotros durante el presente siglo” . “ Por esto, puede decirse” — añade— “ que en sus páginas se verifica una posibilidad superior raramente alcanzada entre nosotros” . Sin embargo, esa obra, así definida, “ escapó sustancialmente a sus contemporáneos” .10 Por otra parte — y paralelamente al hecho mencionado— la polémica en torno a José Antonio Ramos Sucre no se ha cerrado aún entre nosotros. Pareciera, al contrario, que mientras más transcurre el tiempo más se avivan los extremos de un debate que siendo crítico y literario a un tiempo invade igualmente el terreno de la vida personal del autor y, aún más, su intimidad. El hombre, pero en mayor razón el hombre de letras, responde inequívocamente a las características inherentes a su propia formación intelectual. El caso de Ramos Sucre es más ilustrativo y elocuente que muchos otros en este sentido. Su formación humanística, que arranca de la infancia y se acendra en el curso de sus años mayores, le habrá de suplir la más amplia base, histórica y estética, para su afán creador. Por otra parte, Ramos Sucre responde, con seguridad de esforzado que entrevé desde su exilio humano otras perspectivas estéticas, a aquellas incitacio¬ 8Félix Armando Núñez. Prólogo. En Obras de José Antonio Ramos Sucre. Ediciones del Ministerio de Educación, Dirección de Cultura y Bellas Artes, Caracas, 1956, p. 7. ^Francisco Pérez Perdomo. Op. cit. p. 9. 10Eugenio Montejo. La ventana oblicua. Ediciones de la Universidad de Carabobo, Valencia, 1974, p. 69. XIII nes particulares de que es objeto por parte del condicionamiento literario de su tiempo. Ramos Sucre es un hombre del modernismo, tal vez de un modernismo tardío, pero que adelanta el paso suficiente hacia otras mayores conquistas de su trabajo intelectual. Por eso labrará con fervor inusitado la perfección lingüística de su estilo. Por eso tenderá a evadirse sistemáticamente del agobio insular de una literatura que poco o nada aportaba a su vehemencia de adelantado. No fue, en tal sentido, un seguidor inconsistente y sin prestancia de fórmulas caducas, que ya anunciaban cansancio y pobreza en la repetición. Aspiraba, por el contrario, a otros aires contagiosos, a otros sucesos de mayor envergadura que lo condujeran a la experiencia solar de la palabra. Su esoterismo, su evasión, su búsqueda enconada de otra realidad, distinta a la percibida cotidianamente en el tráfago de la vecindad caraqueña de su tiempo, lo acerca al vértice modernista, al ritual parnasiano de la “ torre de marfil” o del “ arte por el arte” , a la entonación hermética de los simbolistas; pero, al propio tiempo, le procura


ese reconfortante espacio para diluir el ardor indeleble en la fragua del lenguaje, enriquecido en el tráfico constante del estudio, y esa inefable condición del esteta que se reconcilia soberanamente con su propia e inexcusable revelación personal: ese mundo que va por dentro y anima al hombre en su hazaña constante del vivir y del crear. Ramos Sucre no se desliga de la praxis de su tiempo, pero tampoco se deja conducir ni limitar por sus expresiones. Por el contrario, aspira a resolver su enfrentamiento con el mundo, en una sólida y gallarda manifestación de individualismo estético tendido hacia el futuro, hacia más abiertas y vastas claridades, buenas para alimentar la fe del hombre en la eficacia y perdurabilidad del arte literario. Lo menos afín con Ramos Sucre es el nacionalismo, cerrado a los francos aires del exterior. De allí el carácter cosmopolita de su prosa. La cual era una respuesta a un posible mundo — real o ficticio— a que lo condenaban las experiencias del momento venezolano de comienzos de siglo, cruzado, de una parte, por la vencida estética de un modernismo a la venezolana y de otra por la tentativa criollizante de la más significativa literatura de la época. Pero no se trata de un desligamiento que reniegue del gentilicio: en buena parte de la narración se percibirá un hálito de esencias venezolanas que pugnan por manifestar su ascendencia o tradición, sólo que la tentativa mayor que apunta hacia lo universal arrastrará inevitablemente, como un torrente poderoso, ese brote insular de la prosa. Buena parte de su libro La Torre de Timón alude a la circunstancia venezolana con cierto apego y simpatía, demostrando que las raíces del poeta no estaban del todo desasistidas de la nutriente fuerza telúrica que depara la consistencia y perennidad de un esfuerzo que conjuga lo emotivo y racional, lo real y lo irreal, lo cierto y lo imaginario. También esto tiene que hacer con el ambiente político que se cierne, como una pesada losa, sobre el quehacer intelectual de aquellos hombres a quienes les tocó vivir en carne propia la tremenda experiencia de la dictadura gomecista. Expresión de una juventud literaria marginada, Ramos Sucre también, como otros tantos de sus compañeros de generación, tuvo que apelar a un esXIV fuerzo que rehúye el enfrentamiento virtual de la realidad por las vías de la evasión y la universalidad del contenido de su obra. La diversidad de los ambientes exóticos reducidos a una reminiscente prosodia de inmediatez o el logro mayor de aquel desfile inusitado de los más extraños personajes extraídos de la historia pasada, que tan a fondo conocía en su peregrinaje humanista, son formas de una irrealidad, de una abstracción forzada por el empeño multisecular de su desbordada fantasía, a través de un desolador espacio, que llena de congojas y amarguras al espíritu contrito. Con tal de no estar aquí, en este momento, la imaginación del poeta lo hace vagar inconteniblemente por todas partes y por todos los tiempos. Es un cosmopolitismo sustentado en una continua aventura, en un desmesurado viaje que abarca y disemina a capricho en su escritura las más conspicuas edades del mundo y de la historia: Grecia, Roma, Bizancio, la Edad Antigua, la Edad Media, el Renacimiento. Actores son los hombres y los pueblos. Actor es el mismo poeta encarnando distintos personajes. El introvertido se trueca en un extrovertido que asume los más diversos papeles de la escena. La literatura clásica le presta, asimismo, motivos para su acendramiento literario y muchos son los temas recreados por la tenaz y fecunda fantasía del autor. Apasionadamente se funden en su prosa nombres de poetas y artistas. Pasa insensiblemente de Goethe y Dante a Leopardi y Cervantes, de Leonardo a Tiziano y Durero, de

Homero a Plutarco y Ovidio. Los tiempos, los personajes, los paisajes, se confunden animadamente desde el fondo resonante de la prosa castigada a profundidad. Parecía pasar a propósito de un lugar histórico a otro, de la leyenda a la reseña circunstanciada de los sucesos más insólitos, de la Edad Antigua a la Edad Media y de ésta al Renacimiento para hacer el señalamiento de aquellas figuras inverosímiles que deambulan con el rigor de los perseguidos en sus páginas veraces. No hay sosiego ni esperanza en sus testimonios. Todo parece regido por el fatum ineluctable de la tragedia. Un soplo de crueldad inexorable domina el amplio espectro documental de la ficción narrativa. Como un lector culto, más aún: como un humanista enardecido por la pasión y la porfía de la alienación en el tiempo histórico, pleno de resonancias seculares, se nos aparece este poeta venezolano. Esa actitud, es el signo permanente de su evasión hacia el pasado, donde convoca los más extraños ritos y sucesos. El símbolo preside su expresión literaria, animada por un cierto tono decadentista que es perceptible, de manera inequívoca, en el juego crepuscular de sus imágenes, rescatadas del incendio solar del trópico americano al rememorar edades y paisajes de otras latitudes, donde la niebla y la imprecisa circunstancia de “ otra realidad” dan la impresión de sustituir el mundo real por el mundo imaginado. Sin que el autor lo pueda evitar, su estilo tiende a un significativo rebuscamiento de la expresión que lo acerca demasiado al preciosismo modernista. El uso del adjetivo complementario o explicativo, la insistencia en los términos raros y fuera del tiempo, ya inutilizados a veces por la misma vigencia del pasado, que se da sobre todo en sus dos últimos libros, es característico de esta tendencia que, de alguna forma, lo acerca a las huestes rubeniax v ñas, ya en franca decadencia a finales de la segunda década del siglo. Pero de esta tentación lo salva, finalmente, su conciencia de escritor comprometido con un esfuerzo de mayor envergadura, desasido de la obediencia formal y lógica a una determinada escuela. Y ha sido precisamente esta revelación la que ha llevado a algunos autores — no sin cierta exageración— a ubicar al poeta venezolano entre los precursores de la vanguardia y del surrealismo.11 Lo cual sólo puede explicarse por la calidad de su poesía inscrita en los cuadros más rigurosos del hermetismo y del simbolismo en general.

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FRANCISCO JAVIER PÉREZ

Ángel Rosenblat: El hombre que amó a Venezuela por sus palabras

Comienzo confesando la inmensa responsabilidad que supone intentar comprender la significación del lingüista venezolano más prodigioso de este siglo. Figura polémica, la suerte lo hizo concebir el más monumental proyecto lexicográfico que se haya planteado en Venezuela, la elaboración de un diccionario histórico de la lengua del país. Obra de descripción global del léxico nacional desde sus primeras documentaciones hasta los usos más recientes, esa misma suerte, antes esperanzadora y ahora irremisiblemente funesta, lo imposibilitó para ver cumplido este sueño. Ciertamente, Ángel Rosenblat había conjugado su pasión por el estudio de la lengua de Venezuela junto a una sólida formación lexicológica, aquella habilidad exquisita para comprender las nimias diferencias o las notorias analogías que determinan el carácter léxico de la lengua, y a una disciplina de formación germánica que fluía por su sangre y que, sin embargo, había aprendido en el Berlín de los años treinta, para construir el vasto edificio de nuestros universos lingüísticos. Nunca antes la ciencia venezolana del lenguaje fue tan ambiciosa. Ficha por ficha, conservadas aún en el Instituto que fundara en la Universidad Central de Venezuela, veneración nostálgica y patológica de discípulos que nunca alcanzaron al maestro, Rosenblat irá armando la descripción meticulosa de la historia de las palabras venezolanas y, con ellas, intentando comprender la historia de los hombres de Venezuela, finalidad última del trabajo lingüístico en manos de un auténtico filólogo. Los maestros Seguidor de la tradición de la academia alemana en materia de lenguaje, creerá en el método “Palabras y cosas” (Wirter und Sachen) y lo aplicará en sus apreciaciones lexicales para proponer el conocimiento del mundo a través de las palabras que lo nombran y lo fundan gracias al poder del signo, arbitrario pero no incoherente. Beberá de palabra y letra de Leo Spitzer y, sobre todo, de Amado Alonso, los maestros de la estilística, una concepción del trabajo lingüístico sistemática pero pasional, disciplinada pero de desarrollos fulgurantes, sobria pero con el 14

vuelo interpretativo de la imaginación. Lingüística y poética son aquí una realidad de la aproximación a la lengua. Lengua y cultura, una necesidad de esta suerte de antropología del lenguaje en donde el hombre y su lengua son único motor de la investigación. Aprenderá de Amado Alonso –en el Instituto de Filología de la Universidad de Buenos Aires– y de Ramón Menéndez Pidal –en el Centro de Estudios Históricos en Madrid–, los métodos estilísticos e históricos, el rigor de la ciencia y la fascinación por los clásicos. Bajo esta advocación irá construyendo, con esa religiosidad tan religiosa de la ciencia verdadera, una obra inmensa en amplitud real y en posibilidades de comprensión espiritual. Como el primero de estos maestros, su maestro Amado Alonso, Rosenblat levantará el estandarte humboldtiano como la explicación de las explicaciones del sentido de la lengua, que se obstinará en entender como mágico (“El sentido mágico de la palabra”, 1949) y en donde lo imprecisable, inasible y volátil también explican los movimientos fetichistas de los hablantes (“El fetichismo de la letra”, 1948). Para Guillermo de Humboldt cada hablante ofrece respuestas a las realidades que cree comprender solo a través de la forma interior del lenguaje que le permite entender mediatizadamente esas realidades. Como un velo, dirán más adelante los neohumboldtianos norteamericanos Sapir y Whorf, la lengua se interpone entre el mundo y los hombres para que estos lo entiendan solo lingüísticamente, única posibilidad epistemológica. Estas líneas rectoras del pensamiento lingüístico de Ángel Rosenblat vendrán a completarse con la presencia insorteable de Andrés Bello, a quien dedicará alguno de sus trabajos más acabados, aquellos dedicados a comprender la significación de sus propuestas gramaticales (El pensamiento gramatical de Bello y Andrés Bello a los cien años de su muerte) y, en uno de sus mejores estudios, las ideas del lingüista de Caracas sobre el problema ortográfico (Las ideas ortográficas de Andrés Bello).


Filólogo, lingüista, lexicólogo, pensador e historiador son, aquí, las nociones que dan cuerpo a una obra múltiple pero de clara direccionalidad. Proyecto descriptivo en el marco de un aparato de investigación de primera versión en el panorama de nuestras actividades científicas en materia de lenguaje. Fundador de líneas de investigación y orientador de investigaciones, Rosenblat intervendrá como protagonista en los procesos de profesionalización de la actividad lingüística nacional. Una vez pensadas las dimensiones, los logros y las influencias alcanzadas o recibidas por este estudioso nada repetible, propongámonos calibrar y recorrer los resultados de sus sueños y ambiciones. Dominio y sabiduría Rosenblat estaba notablemente dotado para el estudio del lenguaje y, especialmente, para el del léxico. Poseía un refinado tino de lexicólogo que le permitía rastrear las diferencias y los matices semánticos más encubiertos. También poseía una cualidad aún más destacable: sabía presentar el resultado de sus investigaciones y reflexiones lexicológicas de tal forma que lograra fascinar y entusiasmar. El lector quedaba preso dentro de una narración coloquial, a veces, o de una argumentación erudita, otras, que en ambos casos no podía ser renuente a producir un particular encanto, nada frecuente en este tipo de trabajos. Ángel Rosenblat fue, además, un estudioso convencido en que la disciplina y la voluntad de trabajo eran las claves para alcanzar una maestría y un dominio virtuoso en una materia tan compleja, densa y escurridiza como era el estudio del lenguaje y, sobre todo, de la lengua de América, tan difusa como amplia en problemáticas y resquicios críticos. Fundación y estirpe Con estas dotes tan especiales y con, además, unos criterios claros de administrador científico, aprendidos en contacto con Amado Alonso y con el Instituto de Filología de la Universidad de Buenos Aires, funda, al momento de su llegada, y teniendo en el recuerdo aquél de Argentina, el Instituto de Filología “Andrés Bello” (IFAB) en la Universidad Central de Venezuela. Plataforma de la moderna investigación lingüística venezolana, esta corporación alcanzó momentos de gloria nunca antes soñados en nuestro contexto, cuando todo parecía encaminarse a la consolidación de líneas de trabajo diferenciadas pero armónicas en función del conocimiento del español de Venezuela: 1) elaboración de un diccionario histórico; 2) estudio del habla culta; 3) estudio del lenguaje coloquial; 4) estudios lingüísticos desde la literatura; 5) estudios del lenguaje desde la historia; entre otros. Y así, Rosenblat, en este Instituto fundado y hecho a su manera, crea, también por primera vez, una escuela de estudiosos del lenguaje. María Teresa Rojas, Marco Antonio Martínez (Los nombres de las monedas en Venezuela, 1993), Aura Gómez (Lenguaje coloquial venezolano, 1969), Martha Hildebrandt (La Lengua de Bolívar, 1961), María Josefina Tejera (José Rafael Pocaterra: Ficción y denuncia,1976), Paola Bentivoglio (El habla culta de Caracas), Luciana de Stefano (Terminología de la vestimenta en Venezuela, 1975) y Edgar Colmenares del Valle (Léxico del beisbol en Venezuela, 1977) representan las líneas de investigación más resaltantes que, bajo la mirada férrea y en ocasiones despótica del maestro, ofreció en el IFAB como saldo del momento más glorioso e irrepetible de su historia.

Carente de una publicación periódica que diera cuenta de todos los aportes de los numerosos investigadores e incipientes asistentes que hicieron sus pequeños aportes, el IFAB concretó una colección de publicaciones, que recuerda la de la Argentina Biblioteca de Estudios Hispánicos, obra del maestro y de su selecta estirpe. Frustración y triunfo Todo lo que lucía como indiscutible triunfo no siempre desembocó en este resultado. El IFAB, dislocado en numerosas líneas de trabajo y con un equipo inicial muy prometedor, no logró crear y conformar cuadros emergentes que garantizaran perpetuar las investigaciones centrales del Instituto. Así, el gran proyecto de Rosenblat, aquél de un diccionario histórico de nuestra lengua de Venezuela, por demás ambicioso, quedó truncado. Sueño descriptivo como el de otros lexicógrafos venezolanos (Baralt, Rojas y Obregón, principalmente), ese portentoso proyecto solo culminó su fase de recolección organizando un fichero documental de doscientas mil unidades catalográficas. Nada parecido se había hecho antes en nuestros ámbitos científicos. Sin embargo, la enfermedad y la desvinculación de Rosenblat contribuyeron a que la idea matriz quedará atrás sin concluirse. En otras manos, el sueño de Rosenblat quedó convertido en otra realidad, muy distinta a la que él mismo había soñado. Efectivamente, el Diccionario de venezolanismos (DIVE) que María Josefina Tejera logró presentar en 1983, un año antes de la muerte del maestro, no tenía nada que ver con el proyectado por Rosenblat. Utilizaba sus materiales, pero no como hubiera querido el maestro. Aplicaba criterios diversos y contradictorios que hicieron de este trabajo, aunque notable por el valor documental heredado de la recolección de Rosenblat, una obra desordenada científicamente, escueta en cuanto a volumen léxico y de relativo arraigo entre los usuarios. Paradigma y esperanza Aunque resulte repetido y trillado, la figura de Rosenblat es hoy un auténtico paradigma del trabajo lingüístico. Nos enseñó la disciplina que requiere el oficio de preguntarnos el porqué de la lengua. Nos enseñó a amar la lengua de Venezuela. Nos propuso muchos caminos por donde encaminar el estudio del lenguaje. Nos habló de las cosas del país por medio de sus palabras. Nos mostró que el diccionario, ese universo epistemológico hecho de palabras, era el libro que nos ofrecería la posibilidad de vernos como en un espejo. Rosenblat, en definitiva, nos quiso decir, a través de una obra en la que subyace una emoción de esperanza, que la lingüística, más allá de su aridez metodológica y su rigurosidad de formulación, es conocimiento del hombre y posibilidad de comprenderlo en lo que de más humano tiene: su lengua, comunicación, pensamiento, afectividad y visión del mundo. El explorador de las palabras Por Jesús Sanoja Hernández En 1949, egresados del Fermín Toro, José Francisco Sucre y yo nos inscribimos en la UCV por partida doble: él en Derecho y Filosofía y Letras, yo en esta escuela y en la de Economía. Ya Rosenblat había fundado el Instituto de Filología e impartía esta materia en la vieja universidad de San Francisco. Recuerdo su primera clase. Versó sobre El burgués gentilhombre, comedia con bailables, de Moliere, y tomó como ejemplo la docta explicación que el profesor de 15


filosofía le daba al señor Jourdain para que entendiera varios conceptos, entre ellos el de “presa”, punto en que “el burgués ennoblecido” lo interrumpió para decirle que él llevaba cuarenta años hablando en prosa “sin saberlo”. Ese curso no lo concluí por razones de la política de aquella época, pero en septiembre de 1956, de regreso al país, reencontré a Rosenblat en la cátedra de Introducción a la Filología, parte él de un cuerpo profesoral de excelencia: Picón Salas (Introducción a la Literatura), Luis Beltrán Guerrero (Introducción a la Historia), Granell (Introducción a la Filosofía) y así sucesivamente. Las suyas fueron clases magistrales. Su cubículo quedaba en el segundo piso del edificio de Humanidades, y hasta allá iba uno cuando él devolvía los exámenes escritos y aprovechaba para dar consejos casi siempre valiosos y, en mi caso, inolvidables. Por esos días lo ayudaban en el Instituto María Teresa Rojas y Marco Antonio Martínez. Las fichas para el futuro Diccionario de venezolanismos se acumulaban, tanto como crecía la admiración de sus discípulos, entre quienes figuraron Guillermo Sucre, Luciana De Stefano, Alicia Freilich, Rafael Cadenas, Amaya Llebot... Aunque el fichero corrió peligro en uno de los allanamientos de los años sesenta, sobrevivió en manos de sus alumnos y colaboradores, especialmente María Josefina Tejera, quien en 1983 dio a conocer el primer tomo (de la A a la I), con estudio preliminar que suministra abundante información acerca de su elaboración. Tejera siguió así a la cabeza del proyecto. De lento caminar, voz pausada y entonación pedagógica que acompañaba con las manos juntas, como en actitud de rezo,

Rosenblat lo conducía a uno por esos caminos históricos y filológicos, también estilísticos, que él había recorrido guiado por Amado Alonso, Menéndez Pidal o Leo Spitzer. Guillermo Sucre recordó cierta vez una reseña suya sobre un libro de Spitzer en la Revista de Filología Española, 1934, en la cual se mostraba seducido por una frase del lingüista austríaco: “Es un placer ser filólogo (...) A la verdadera filología no le está mal cierta melancólica afición al juego, cierto don de jugar”. Sucre anotaba que para Rosenblat el lenguaje era derroche, idea que este desarrolló en “El futuro de nuestra lengua”, pues si el lenguaje no fuese derroche, sino economía, el volapuk, el esperanto o el basic english serían “lenguas más perfectas que el griego de Platón, el inglés de Shakespeare o el español de Cervantes”. En El Nacional Rosenblat fue publicando, a partir de 1953, sus Buenas y malas palabras, luego recogidas en dos tomos por Ediciones Edime, Caracas-Madrid, con el añadido de “en el castellano de Venezuela”. Rosenblat escogió epígrafe del Arcipreste de Hita, quien en Libro de buen amor había escrito: “Non ha mala palabras, si non es a mal tenida; verás que bien es dicha, si bien fuese entendida”. En el prólogo de Buenas y malas palabras, Picón Salas definió a Rosenblat con calificativos repetidos sin cesar por los admiradores de ambos: “Cenobita del Instituto de Filología” y “el Humboldt o el Explorador de las Palabras”. Que yo las transcriba hoy, cerrando esta nota, forma parte del rito. *Publicado el 9 de agosto de 1998. El Nacional.


*Susuna Reinosa entrevista a Carla Guelfenbein para la Revista Ñ.

Carla Guelfenbein Premio Alfaguara 2015. Una autora que bucea en la intimidad

Es la chilena Carla Guelfenbein. El texto ganador se llama “Contigo en la distancia” y se impuso ante 707 originales. Abrumada pero feliz por la cantidad de periodistas de toda Iberoamérica que la llamaron a lo largo del día, la narradora chilena Carla Guelfenbein empezó ayer a disfrutar su flamante Premio Alfaguara, dotado con 175.000 dólares. Su novela Contigo en la distancia -así con título de bolero caribeño- que se le encendió luego de un viaje a Cuba, fue votada por unanimidad por el jurado que presidió el escritor español Javier Cercas. Brevemente: la novela cuenta la historia de una joven estudiante francesa de origen chileno que llega a Santiago de Chile para elaborar una tesis sobre Vera Sigall, una escritora esquiva que sufre un accidente y queda en coma. La búsqueda de la verdad sobre esa situación arrastrará a Emilia a una investigación policial que va develando aspectos recónditos de los personajes que intervienen. Anoche, desde su casa en Santiago de Chile, agradece el llamado de Clarín con una disculpa “estoy un poco tontona con tantas entrevistas”, y comparte su definición sobre la literatura: “Creo que la vida transcurre muchas veces sin ser contada, que el ser humano no tiene conciencia de todo lo que ocurre. Ponerla en palabras le da existencia real. La literatura es un espejo de la realidad. Sólo cuando narramos la vida empezamos a percibirla con otra conciencia”. A las seis de la mañana, hora de Chile, Cercas le anunció la buena nueva. Y desde entonces no paró de sonreír todo el día. Apenas si ha probado bocado. -Después de cinco novelas y un premio literario tan importante, cuál es la obsesión que atraviesa su obra? -Es mi interés en la intimidad de los seres humanos, qué pasa en sus cabezas, en lo más profundo de ellos, por eso me importa tanto meterme en la intimidad de los personajes y escribir de adentro hacia afuera. Han pasado 13 años desde mi primera novela y he madurado como narradora. Hoy mi preocupación está puesta en la precisión de la prosa. Cuando tengo la novela escrita, la leo en voz alta para escuchar cómo suenan las palabras, unas junto a las otras. Es como si se crearan canciones en mi cabeza. -¿En qué momento se dio cuenta que esta novela era también autobiográfica en alguna medida? -Me crucé con una mujer que había compartido la detención con mi madre (Elida Dobry estuvo desaparecida durante tres 17

semanas durante la dictadura de Pinochet. La familia se exilió luego en el Reino Unido). Mi madre nunca contó lo que había pasado ni si la habían torturado. Murió a los 43 años sin decirlo. Aquel episodio del encuentro me permitió hacer un clic y entender que en mi novela estaba contando también mi historia, sin darme cuenta. El personaje de Vera Sigall está inspirado en Clarice Lispector, que tiene una historia con aspectos muy similares a mi biografía familiar. Su literatura es una gran influencia para mí. La he leído desde niña. En pareja con el escritor y economista Sebastián Edwards, un apellido reconocido en el mundo cultural trasandino, Guelfenbein es una escritora de trayectoria. Contigo en la distancia se abrió paso entre 707 originales recibidos, de los cuales 320 fueron de España y el resto de México (106), de Argentina (102), de Colombia (77), Estados Unidos (41), Perú (32), chile (20) y Uruguay (nueve). El jurado estuvo integrado por Héctor Abad Faciolince, Ernesto Franco, Berna González Harbour, Concha Quriós y Pilar Reyes, quienes coincidieron que los grandes personajes de esta novela son “la genialidad y la imaginación”. “Mi trabajo más ambicioso fue la construcción de los personajes”, dijo Guelfenbein ayer al mediodía desde la sede del Grupo Penguin Random House Mondadori, al que pertenece a Alfaguara. La escuchaban periodistas de España, Argentina, Chile y México. La autora lo dejó claro hoy en videoconferencia: “Esta no es una novela histórica ni feminista ni ideológica. Esta es una novela de personajes”. -¿Cómo cree que se profundizará la relación con sus lectores a partir de esta novela en parte autobiográfica? -Tengo claro que me leen más mujeres que hombres, pero no escribo sólo para mujeres, porque me gusta hacerlo sobre la naturaleza humana. Pero también tengo hombres lectores y lo sé por quienes me siguen en Facebook y Twitter. No me siento más sabia que mis lectores, me gusta estar en una situación de paridad. Mis encuentros con ellos son conversaciones sobre la vida. Prefiero sentarme en el suelo a subirme a un estrado. No quiero darles ningún mensaje porque no tengo soluciones. Sólo soy una gran observadora que trasvasa esas observaciones a las palabras. Creo que las mujeres y los hombres escribimos de manera distinta. Nosotras lo hacemos también con el cuerpo. En tal caso el escritor es un observador agudo del mundo.


Se nos fue RAFAEL MONTES DE OCA MARTÍNEZ Miembro del Consejo de Redacción de esta revista digital CAROHANA Deja un vacío en el periodismo y en las letras venezolanas

Rafael Montes de Oca Martínez

Escritor y periodista nativo de la región de Carora (1939) tiene en su haber reconocida obra como cuentista. Su producción narrativa ha aparecido en su mayor parte en páginas literarias de los periódicos El Impulso de Barquisimeto y El Nacional y El Universal de Caracas. También en revistas especializadas. Su primer cuento, El Peso de la Cruz, fue publicado en 1958, a la edad de l9 años, en la revista Símbolo, editada en Caracas por el grupo Símbolo que motorizaba, entre otros, el poeta Gustavo Pereira. Desde entonces no ha dejado de cultivar tan difícil y apasionante género literario. El presente volumen reúne nueve relatos con una particularidad: en la acción o circunstancias que motivan los hechos de los personajes, figuran diversos animales que de alguna manera, directa o indirectamente, conforman parte importante de la trama del cuento y dan colorido al escenario, Entre los premios y reconocimientos logrados por Rafael Montes de Oca Martínez como narrador, podemos mencionar los siguientes: >Reseñado en la obra Quiénes escriben en Venezuela (Diccionario de escritores venezolanos) de Rafael Ángel Rivas y Gladys García Riera (2006) >Premio de Literatura Roberto Montesinos de la Asociación de Escritores del Estado Lara (2003) >Premio Único del VI Concurso Nacional de Cuentos José Vicente Unda, por su cuento Mago Mago lanzador de cuchillos (1980) >Mención de honor en el Concurso Nuevo Tramo (San Carlos, Cojedes) con el cuento Madre vieja (l98O) >Mención honorífica en el Concurso Latinoamericano de Cuentos en Ciudad de México, patrocinado por la revista El Cuento y la Gobernación del Estado de Puebla, por su relato Doble Juego (1975) >Mención honorífica el Premio Casa de las Américas de la 18

Habana, Cuba y la obra galardonada fue publicada en el libro Quince Cuentistas Latinoamericanos, editada por esa institución (1974) >Segundo premio (el primero fue declarado desierto) del V Concurso de Literatura de la Facultad de Humanidades y Educación de la Universidad del Zulia, mención cuento por su obra El Encandilador de Zamuros (1966). Antes, en la primera edición del mismo certamen, había obtenido mención honorífica con su cuento Con el Difunto a cuestas (1962).


Juan Páez Ávila

DE HUMANOS Y ANIMALES Libro de Cuentos La recopilación, con el título DE HUMANOS Y ANIMALES, de 17 cuentos de Rafael Montes de Oca Martínez constituye un viaje inverso en el espacio y en el tiempo que ha frecuentado el autor, con la intensidad del escritor que regresa a la adolescencia y a la infancia, para plasmar en su obra literaria las vivencias de un pequeño mundo rural, desbordante de poesía y de imaginación que le permite introducir en su narrativa una realidad mágica. Mediante el empleo de una técnica cinematográfica pasa de una escena captada a través de un prisma familiar, a otra escena atraída a su memoria por el espejo de la madurez. Los relatos paralelos no sólo le abren un prolongado espacio para contrastar varias etapas de su mirada, en el horizonte de su transitar por el mundo de las letras y de lo cotidiano, sino que también le permiten el manejo de una frase corta seguida de otra en diferentes contextos, para obligar al lector a viajar con su imaginación y el dominio de su técnica cuentística. Las leyendas de un pueblo lejano, “Loma Parda”, que bien puede asimilarse a su aldea nativa, reviven en el adulto un viejo y pequeño mundo, no para experimentar los temores del niño de entonces, sino para combinar el reflejo de esas imágenes telúricas con el acontecer de un nuevo tiempo, que bien puede desarrollarse en un taller de pintura moderna o en la sala de

redacción de un periódico del siglo XX. El manejo de un lenguaje poético no obstaculiza sino que por lo contrario eleva los niveles del dominio de la prosa narrativa del autor, para disfrute del lector más exigente de la literatura contemporánea. Conocedor de todas las culturas creadas por el ser humano a lo largo de la historia, Montes de Oca Martínez no se deja atrapar por el pasado, lo vive y lo utiliza para exaltar momentos inexcusables de la vida, y enrumbarse de inmediato, casi instantáneamente hacia a la comprensión y expresión del arte moderno en su cuentística. El enfoque de un hecho local, narrado con la propiedad de quien conoce la relatividad de las reglas que rigen la creación literaria, Rafael Montes de Oca ha forjado, como un orfebre de la palabra, su propio universo. Leer este libro de cuentos, desde el último que publicó en la revista de cultura “Principia” de la Universidad Centrooccidental “Lisandro Alvarado” con el título de UNA ACIAGA PRESENCIA, en junio de 2004, hasta el primero que escribió, CAMILO EDEN DE NUEVA YORK, publicado en la revista “Símbolo”del grupo literario del mismo nombre, en Caracas en 1959, es recorrer el itinerario narrativo de Rafael Montes de Oca Martínez a través de un espejo que va captando imágenes, a lo largo del camino, tal como concebía Stendhal la novela de su tiempo.


Jorge Euclides Ramírez

EL INGENIO BUCOLICO HECHO LITERATURA GRACIAS A CHECHE MONTESDEOCA A este título tendríamos que agregar Carora, ciudad donde la soledad, el pecado, el misticismo, el mestizaje ecuménico y la pasión telúrica conformó un mundo propio donde la realidad y la ilusión desdibujaron sus límites y crearon un espacio de convivencias mágicas y atemporales donde lo ancestral siempre es algo de actualidad y la moda es luchar contra una sed de 400 años largos. Sobre esta realidad donde la fantasía es un componente de lo fenoménico, Rafael “Cheche” Montesdeoca Martínez redactó cuentos y obras de teatro con éxito tal que uno de sus relatos, “El Encandilador de Zamuros”, obtuvo Mención Honorifica en los Premios Casa de las Américas, algo reservado solamente para los más prestigiosos escritores de habla hispana. No obstante y sus dotes de intelectual y humanista con reconocimientos y lauros internacionales, Cheche se consideraba básicamente un periodista y un luchador social al servicio de las causas sociales con preferencia las de los habitantes de los barrios y las de los trabajadores. Demostración de ello es que fue directivo de la AVP y el primer Secretario del Colegio Nacional de Periodistas de la Seccional Lara. Igualmente ocupo importantes cargos en varios sindicatos y fue concejal de Iribarren. Pero al margen de sus preferencias vitales su alma y talento de escritor lo convirtió en una referencia silenciosa pero siempre presente dentro de los círculos literarios del Estado Lara. Una de sus últimas apariciones públicas fue en un acto de apoyo a El Impulso organizador por José Gerardo Mendoza en el cual los articulistas de este periódico centenario cerraron filas a su favor y en rechazo a las limitaciones que le han sido impuestas desde el sector oficial. Allí Cheche Montesdeoca hizo gala de sus inmensos recursos culturales y dio una clase magistral sobre la trayectoria límpida de este Diario en el cual han escrito plumas inmortales de la lengua española. Su muerte física ha creado un vacío grande dentro del periodismo y la intelectualidad larense y especialmente en la caroreña. Ciudad que le sirvió de inspiración para sus vuelos literarios, aunque el nació en Altagracia y de allí siempre mantuvo cálidos recuerdos de niñez, como por ejemplo los caballitos de madera que tallaba su padre, obras de arte, que le despertaron la fantasía y que con los años se le hizo prosa y compromiso de igualdad social. El Encandilador de Zamuros, su cuento más conocido y premiado, es el relato de un caroreño que efectivamente existió, Vidal El Gallo, ocurrente personaje de gran inteligencia e ingenio que ahuyentaba a los zamuros de las casas donde mataban cochinos para evitar la llegada de la policía o la guardia nacional y decomisara las carnes por razones sanitarias. El Gallo se valía de unos espejos y apuntaba su reflejo hacia las aves de rapiña, las cuales remontaban el vuelo deslumbradas por el brillo amenazante que emergía de los patios de matanza porcina. Como dramaturgo la obra de Cheche que mas recuerdan sus 20

paisanos fue la Del Diablo de Carora, la cual fue representada por un grupo teatral de la casa de la Cultura en tiempos de Juan Martínez Herrera. Los actores fueron gente de pueblo sin ninguna experiencia ni estudios. No obstante su escenificación fue un éxito total, en el cual muchos meritos tuvo Cheche como escritor de la obra y asesor del montaje. Viva por siempre este gran intelectual. Uno de los grandes caroreños de todos los tiempos.


UNA ACIAGA PRESENCIA Uno de sus extraordinarios cuentos Suele suceder que algunas creencias extrañas, contrarias a la razón, adquiridas desde los días de la infancia y olvidadas a lo largo de la vida, permanecen dormidas en nuestro interior y en cualquier momento reviven y nos hacen temer cosas que pueden hacernos daño. Ocurre también que en ocasiones nos encontramos con cierto estado de ánimo que nos induce a presumir lo que ha de acaecer o percibimos signos, a menudo simbólicos, que llevan a presentir un hecho determinado; que intuimos presagios sobre cosas fortuitas, sucesos favorables o contrarios que ayudan a descubrir lo oculto, lo venidero, lo que va a pasar. Es algo que existe en todas las culturas, en todas las sociedades, sin importar su nivel cultural. Una misteriosa fatalidad dirige los actos de hombres y cosas. Cuesta admitir, sin embargo, que la providencia nos envíe señales que nos avisan de un lance por venir, a veces de ocurrencia inmediata y en muchos casos fatal. Esta tarde nuestro taller ha sido escenario de hormigueante actividad. Mario trabajó en una serie de ilustraciones para mí aún inconcluso poemario “Baladas de Vida y Muerte” y desde el lugar en que me encuentro vislumbré su dibujo incisivo y gestual, sus formas extrañas y alucinadas, como elementos de una mitología de remoto origen. Marcos Luis se dedicó al diseño gráfico de la revista del grupo, en base a seducciones simbólicas. Braulio tecleó en su ruidosa máquina de escribir su columna sobre arte y cultura para el periódico local. Valmore estuvo sumergido en sus ensayos guitarrísticos, presionado por la cercanía de su próximo concierto. Mi amada Agatha, hoy más ensimismada que nunca, moldeó en barro sus seres de raras armonías. Yo he tratado de concluir mí poemario, aunque mi mente ha tenido otras fijaciones, con tonalidades sombrías. Ayer fue desmontada en el Ateneo la última muestra individual de Mario y han traído los cuadros que no encontraron comprador. Por doquier se perciben formas, espacios, ritmos y texturas de naturaleza informalista, empastes vibrantes y luminosos, divisiones cromáticas. Resalta la serie de obras en blanco y negro basada en la morfología de los insectos y las aves nocturnas, junto con los trabajos de armonías monocromáticas en negro, de detalladas líneas vibratorias y mutación de las formas. Penetro en ese bosque de armonías de un solo color y de un trasfondo mágico, poblado de veladuras y transparencias. Me interno por el minucioso tejido de líneas, entre barras horizontales y verticales que producen una violenta vibración retinal. Me detengo en los volúmenes con aspecto embrionario, en la metamorfosis de las imágenes. Me sobresaltan las líneas concisas de las infinitas tintas, el rayado geométrico de las yuxtaposiciones, las proyecciones selváticas. Avanzo hacia las zonas que alcanzan la sobriedad del negro sobre el negro. De pronto hizo su entrada el extraño visitante, acogido con no disimulada emoción por Mario y después por Agatha, quienes lo siguieron por el taller, poniendo fin a la concentración de los demás. Braulio, Marcos Luis, Valmore y yo volvíamos la cabeza hacia cada uno de sus desplazamientos de cuadro en cuadro, de escultura en escultura. Su presencia era discreta y comedida, movilizándose silenciosamente con agilidad por toda la estancia, mientras eludía el asedio del pintor y la ceramista, que se le acercaban sin ninguna clase de recelo y más bien con no 21

disimulado interés. Debo confesar que, quizás por su irrupción en nuestra tranquila laboriosidad y su aire de reserva, el recién llegado me causó animadversión y me alegró que poco después enfilara hacia la calle, seguido con evidente desconcierto por Mario, mientras que Agatha, resignada, volvía a su ensimismamiento, a configurar volúmenes en el barro, a capturar ritmos y estructuras, haciendo gala de una impecable capacidad artesanal. Luego de breves minutos regresó Mario, algo abatido y ofuscado. La partida del extraño visitante trajo el más completo sosiego y cada quien se dedicó a sus actividades sin nuevas interrupciones. Mario es arquitecto, pero no ejerce esa profesión y desde hace más de quince años está dedicado a la pintura. En sus primeras épocas de creación fue un ardoroso realista y alcanzó notoriedad por sus obras cuya temática era la devoción por la Virgen patrona de la ciudad y su procesión anual. Vendió innumerables cuadros con el rostro de la venerada imagen y conmovedoras escenas de la multitudinaria romería, con una composición sobria que comunicaba innegable espiritualidad. Con el tiempo fue derivando hacia el informalismo, del cual es en nuestro medio uno de sus más destacados exponentes. Valiéndose del color, apela a las cualidades sensoriales que no atienden a leyes de representación sino de sugestión. Pretende que el espectador aprecie pigmentos y volúmenes donde no los hay, que halle elementos que no existen en las obras pero se encuentran en la propia memoria de la gente. Agatha por su parte ha alcanzado bien lograda fama como ceramista. En un principio sus piezas eran decorativas y funcionales en gres, esmalte y keramoscroma, labradas en el torno. Luego se fue aproximando al hecho escultórico, creando un clima mágico que trasciende su propia corporeidad. Sus obras adquieren ahora un valor autónomo atendiendo a su necesidad de orden expresivo. Puso a un lado el torno y los arquetipos formales para moldear directamente la arcilla y crear un arte híbrido, donde predominan texturas grumosas, seres expectantes de carácter animal o vegetal de resonancias oníricas. Desde mi mesa de trabajo contemplo a Agatha empeñada en enfatizar el dinamismo de las formas, en crear volúmenes puros y simplificados. Es mi esposa desde hace cinco años. La conocí en una época frívola de mi vida, cuando huyendo de la soledad que me embargaba, luego de la muerte de mi primera esposa, me refugiaba en el bullicio de tascas y discotecas. El flechazo fue inmediato, acicateado por su enigmática belleza y su condición de artista desprejuiciada y de maravillosa sensualidad. La amo intensamente y ella siempre ha estado atenta a mis más mínimos deseos, sobre todo desde hace dos años, cuando sufrí un infarto al miocardio. Últimamente Agatha trabaja con una intensidad inusitada, como si concentrándose en su labor lograra abstraerse de un grave desasosiego. Es algo que no he querido preguntarle, esperando que sea ella quien de manera espontánea me lo confiese. Se me forma un nudo en la garganta al asaltarme la sospecha de que tal circunstancia tenga relación con Mario, con quien ha mantenido una amistad que va en incremento, a juzgar por sus miradas y sus gestos. Hoy ha estado más ensimismada que nunca. Procuro restarle importancia a mi recelo, pensando


que quizás todo se deba a los problemas derivados de su reciente accidente de tránsito, ocurrido al regresar ella de madrugada de la fiesta de celebración del décimo aniversario de su promoción de la Escuela de Bellas Artes. Fue una verdadera suerte que no haya perecido ella ni ninguno de sus acompañantes en el vehículo que conducía. Recuerdo que quedé petrificado al ver el estado en que quedó el carro de Agatha, totalmente destrozado, al igual que el auto último modelo que recibió el impacto. Fue más el susto que el daño físico, que no pasó de ligeros traumatismos y excoriaciones. No sé qué hubiera sido de mí si le hubiese ocurrido algo grave. La quiero más que a mi alma. Entrada la noche, cada uno de los compañeros del grupo fue poniendo punto final a su tarea diaria, procediendo a marcharse. Braulio salió apresuradamente a llevar su colaboración al periódico. Al despedirse me comentó que había presiones para que el diario le suspenda su columna, por las críticas que ha venido haciendo a la política cultural del gobierno, que mezquina la protección a los creadores y considera superfluo lo invertido en bibliotecas, teatro y centros de arte y cultura. Valmore, al salir, dijo algo referente a que aquí, ya no había ambiente para sus ensayos de guitarra. Antes de retirarse, Marcos Luis puso en mis manos los diseños para la revista que editamos. Me parecen muy apegados a las reglas de la composición abstracta y con una concepción plana del espacio. Muy joven aún, el artista gráfico es profesor de la Escuela de Bellas Artes. Su carrera de diseñador está en constante ascenso y su trabajo es requerido en distintas publicaciones. Posee un estilo riguroso y despojado, de un sorprendente esquematismo lineal dirigido a la búsqueda de un contenido ilusorio. Sus obras son una síntesis de dibujo y color. Con la aplicación de medias tintas y un hábil manejo de la luz, logra seductoras claridades lumínicas. El diseño para cada publicación lo planea como un caso único y especial, como una sola estructura estética. Admiro su laboriosa precisión, el contenido mágico de sus creaciones. Si no fuera porque Mario me propuso con entusiasmo su deseo de ilustrar mi poemario, le pediría a Marcos Luis el aporte de su inventiva mítica y subreal. Me conformaré con que éste me diseñe un afiche promocional. Agatha se dispuso a partir a sus clases como profesora de cerámica en los cursos nocturnos del Ateneo. Mario, quien no terminaba de lamentarse por haber dejado ir al extraño visitante, ofreció llevarla en su carro, oferta que mi mujer supo estimar por cuanto llovía intensamente. Ella se despidió de mí con un beso formal y apresurado. Cuando volví la vista hacia la calle, a través de los cristales de una de las ventanas, vi que Mario la tomaba del brazo y afectuoso la condujo al automóvil. Caminaron sin prisa, al descubierto, como disfrutando de la lluvia. Sentí que un fluido denso y acibarado se desplazaba por mis vasos sanguíneos. Ahora, solo en el taller, intento alcanzar la concentración suficiente para escribir los últimos versos de “Baladas de Vida y Muerte”. Trazo unas líneas: “Heme aquí / con amarga pena / siento que me muero”. No quedo satisfecho. Tacho y vuelvo a escribir: “La muerte es como un paso / de luz hacia la sombra / tiempo sin fondo / pavoroso camino de soledad y penumbra”. No puedo apartar de mi mente la imagen de Agatha. Me asalta la idea de que, de cierta manera, ella ha cambiado, que es diferente a la mujer con la que he convivido durante cinco años, que por encima de la abstracción que la domina en las últimas semanas, parece como impulsada por una savia secreta que la hace más sensible ante las cosas bellas de la vida. Me pregunto por qué no me había dado cuenta antes de este cambio, si he sido culpable de no haber compartido nuevas emociones con ella y si esa es la causa de que ahora, en estos instantes, la 22

sienta como algo ajena. Hago un nuevo esfuerzo para consagrarme a mi tarea. Escribo de nuevo: “Desde el fondo del vértigo inexorable / ya envuelto en el torbellino que me abate / aguardo el golpe mortal en mis entrañas”. En los días recientes, la lluvia ha sido pertinaz. Hoy, tan pronto anocheció, se precipitó el aguacero, cristalino y sonoro. Siento el agua golpear contra las tejas del techo, deslizarse por los canales, chocar con insistencia las paredes de afuera y fustigar los vidrios de las ventanas. Veo inundada la calle del frente, oigo el incesante toque de bocinas e imagino la ofuscación de los automovilistas. El chaparrón nocturnal me trae vivencias de la infancia, allá en Loma Parda, la aldea natal, con aquellos torrenciales inviernos fraguadores de súbitas y derramadas lagunas reflectantes. El lugar evocado amenazaba con desaparecer ante el desbordamiento pleno de aguas, truenos y relámpagos. Tempestades que parecía que nunca amainarían, fuentes de centellas resplandecientes de ópalos de fuego. Días enteros de insistente lluvia incluso cargada de granizo, que anegaba las siembras, corrales y pastaderos y todo lo que había sobre la tierra. Después se produjo la invasión de la langosta. Formando extensas nubes, los insaciables acrídidos devoraron cuanto encontraron a su paso, propinando un duro golpe al patrimonio familiar. Mi padre indoblegable decidió probar suerte en la ciudad y se trajo con él toda la parentela. Desde entonces no he vuelto a Loma Parda y sólo me asaltan sus recuerdos en momentos de nostalgia. Persisto en abordar el tema de la muerte. Escribo: “De pronto / se escuchan silbatos de silencio / un tren emprende su marcha solitaria / y un pasajero que lleva mi rostro / me dice adiós por las ventanas /. Inerte, no puedo responderle / como si ya no existiera / y todo signo de vida fuera en vano. / Se explica la congoja que me embarga”. El sopor se ha adueñado de todo mi cuerpo. Leo y releo y mi sentido crítico se muestra insatisfecho de todo lo escrito hasta ahora, por su acendrado tono plañidero. Ensayo nuevamente: “De lo profundo de mí mismo / salen volando / desolados / miles de pájaros nostálgicos. / Mi organismo es ahora como una casa vacía / en un desierto inhabilitado”. Siento una punzada en el pecho, que al principio era imperceptible y ya es realmente dolorosa, y una presión detrás del esternón que he sentido otras veces y que me sube al cuello, a los hombros y a los brazos. Doy gracias a Dios por no ser zurdo y escribo con la mano derecha, porque el dolor se hace más insoportable en el brazo izquierdo. Lamento que Agatha no se encuentre aquí para que me administre la medicina que ella guarda para mi corazón. No quiero alarmarla llamándola al Ateneo. En este instante, algo como un alarido sale de todo mi cuerpo, como una exhalación: “¡No quiero perder a Agatha! ¡Por nada del mundo quiero perderla!. Procuro tranquilizarme pensando que ella vendrá pronto y que ya me pasará la terrible dolencia. Cobra fuerza en mí la idea de concluir el poemario. Me dispongo a insistir y de repente, dentro del sopor que me invade siento una insólita impresión, como si las pinturas de Mario, las cerámicas - esculturas de Agatha y los diseños de Marcos Luis cobraran vida y de ellas emergieran fantásticas criaturas zoomorfas, repulsivos insectos y sorprendentes engendros vegetales, las más increíbles formaciones, en un abigarrado y amorfo conjunto de plumas, tentáculos, ventosas, escamas, cartílagos, arrugadas epidermis, patas y picos. En ese preciso momento fue cuando advertí frente a mí al extraño que esta tarde interrumpió con su presencia la paz del taller y siento nuevamente la repulsión que me causó en su primera visita. No es más que una mariposa o tara bastante


común y muy ligada a una arraigada superstición. Claramente distingo sus patas posadas en mis manuscritos y sus antenas como captando un mensaje sólo descifrable para él, sus alas de escamas tatuadas de manchas, puntos, rayas y círculos que recuerdan los ojos de un búho. Caigo en cuenta que en esas alas puedo percibir las veladuras y transparencias, el minucioso tejido de líneas concisas, las barras horizontales y verticales, el rayado geométrico, los empastes luminosos, las superficies cromadas, las tonalidades sombrías y toda la vibración característica de la pintura de Mario, e incluso las texturas grumosas, la tensión animal de las esculturas de Agatha y hasta las medias tintas y las síntesis de dibujo y color de los diseños de Marcos Luis. Trato de desechar la supersticiosa creencia de que ésta vulgar mariposa pueda ser anuncio de muerte para alguien. Me empeño en pensar que tan sólo es un insecto inofensivo, ejemplar de una de las veinte mil especies de su familia lepidóptera, incapaz de hacer mal a nadie. Evoco los días turbulentos de la infancia en la aldea natal, cuando a diario oíamos decir que la aparición de una tara negra era un fatal augurio, y claro, como siempre ocurría, alguien fallecía en aquellos días lluviosos de Loma Parda. Recuerdo a Verónica, la muchacha del pueblo que murió cuando trabajaba en el número de lanzamiento de cuchillos en un circo. Dicen que apareció ante ella una mariposa de éstas en el mismo instante en que, frente a los rugidos de la multitud y movido por los celos, el Gran Cacique decidió poner en juego la fama de su destreza y cambiar el blanco. También se aseguraba la presencia del insecto la tarde en que un toro que miraba con ojos combados de furia y arrancaba hierbas y légamo con sus pezuñas, embistió contra el viejo Facundo clavándole un cuerno en la ingle. Y cuando Manuel perdió la vida en el pleito de unas aguas, y aún antes, al morir el padre de éste, en noche de lluvia perseguido por gente armada. Y la noche en que murió la bella María y el hijo que llevaba en las entrañas, al incendiarse su casa con las lágrimas de todos los colores que cayeron de lo alto, cuando los festejantes hombres del caserío encendían fuegos artificiales en el día del Santo Patrón. La idea que siempre he concebido de la muerte es la de un espantoso esqueleto, en parte cubierto por un manto, manteniendo una guadaña y un reloj de arena, tal como la pintara Durero. Una vez leí que los antiguos romanos adornaban con la formación ósea que representaba a la Parca, sus copas de plata y vasos de beber, para tener siempre presente la brevedad de la vida. Observo al lepidóptero inmóvil frente a mí, como a la espera de algo. Veo sus luminosas y empolvadas alas escamadas, su cabeza grande y redonda y su sifón o espiritrompa, el aparato bucal chupador de néctares. Advierto la riqueza de tono y color y la perfección circular de sus ocelos, la admirable composición de los dibujos multiplicados en repeticiones en un alarde de fino grafismo. Temo que la antigua superstición me esté obsesionando. En vano me reitero a mí mismo que esta mariposa no puede ser ninguna emisaria de verdugos divinos o satánicos. El extraño visitante permanece impasible, como mirándome fijamente y hasta llego a presentir en sus ojos una profunda y macabra tristeza. Me asalta una sensación de agotamiento y orfandad. Contemplo la fotografía de Agatha colocada sobre mi escritorio. El rostro de mi amada tiene una mirada enigmática. Miro el termo del café, la cenicera llena de colillas de cigarrillos, los anteojos, las rumas de libros, las pequeñas cosas de mi existencia, y me doy

cuenta de lo mucho que amo esta miseria cotidiana. Sospecho muy cercano el hálito asfixiante y ocre y la sedienta boca insaciable de la muerte sin fin, con todas sus lastimosas longitudes, en una impresión de incomparable penumbra y también el jolgorio de infinidad de pájaros volando hacia la nebularia más lejana, los mismos que según me contaron hace tantos años, llegaron revoleteando hasta el techo de las casas de Loma Parda el día de mi nacimiento. Presiento que Mario se va a librar del compromiso de ilustrar mi poemario, que éste será uno de tantos proyectos inconclusos. En estos momentos sólo tengo buenos recuerdos del artista amigo y le deseo, al igual que a mi amada Agatha el mejor destino. De manera inexplicable, desde lo más profundo de mi ser, brota una sensación de conformidad y alivio. En este último instante, la existencia humana se me revela pasajera, efímera, vana, incierta, indefinida. Se incrementa el cansancio que me consume y todo mi cuerpo es invadido por una especie de adormecimiento. Ya no albergo dudas de que estoy siendo conducido por una vía desconocida y sombría, hacia las penumbrosas orillas de la muerte. Mi corazón deja de lat…… 2004

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La más reciente novela de Antonio Muñoz Molina ha sido publicada por el sello Seix-Barral

PEDRO PLAZA SALVATI

“Una novela es un estado de espíritu”, nos dice Antonio Muñoz Molina en su reciente obra, Como la sombra que se va. Un estado de espíritu que germinó en el año 2012 al percatarse de que nadie le había prestado atención al hecho de que James Earl Ray, el asesino de Martin Luther King, estuvo en Lisboa entre el 8 al 17 de mayo de 1968, a pocos días del acontecimiento que ocasionó un operativo con 3.500 agentes del FBI destinados a seguir su pista. Había llegado a la ciudad huyendo de las autoridades, con un falso pasaporte canadiense, un revólver Liberty Chief calibre 38 y una recompensa de cien mil dólares guindándole de la pechera. Ese fue el génesis de la novela, lo que llevó a Muñoz Molina a escribir un esbozo de relato, un esbozo que culminó en una obra de más de quinientas páginas en las que, como de costumbre, despliega su maestría narrativa. El autor español se sumergió en una investigación obsesiva sobre la vida de James Earl Ray, propósito que fue enriquecido con la afortunada coincidencia de la apertura reciente de los archivos del caso por parte del FBI. Al estilo de los grandes novelistas de no ficción de tradición norteamericana, de la misma manera en la que Truman Capote se trasladó a Kansas para indagar sobre el asesinato de la familia Cutler y dar a luz a A Sangre fría, Muñoz Molina permaneció temporadas en Nueva Orleans, Memphis (lugar del asesinato), Tennesse, Missisippi, Arkansas, y en su entrañable Lisboa, siguiendo los pasos de James Earl Ray. Lisboa es el punto de unión geográfico de los tiempos cronológicos en los que trascurre la mayoría de los acontecimientos (1968, 1987 y 2012), bajo la égida de dos narradores que son como dos instrumentistas que se alternan solos virtuosos en las primeras trescientas páginas. La historia del asesino se entrelaza con la del novelista, este último con igual peso dentro de la novela: un narrador confesional que relata cómo se las ingenió para escribir el libro que lo llevaría a la fama, Invierno en Lisboa (1987). Por si fuera poco al confesar experiencias de su vida íntima, trata al mismo tiempo sobre el uso de técnicas literarias en la escritura de una novela. Asimismo, la inquietante aparición esporádica pero recurrente de una segunda persona y una suerte de narrador más distante pero que a la vez se ancla en la mente de Martin Luther King, enriquece los puntos de vista. Sería infantil pensar que una novela de Muñoz Molina se pudiera radiografiar fácilmente: estamos ante una obra con múltiples narradores y con una estructura compleja, en el buen sentido del logro literario. El primer capítulo es una obertura donde se muestran las melodías y armonías que constituirán el soporte y desarrollo de la novela. En el mismo se encuentran muchas claves e imágenes que reaparecen a lo largo del libro. Cada frase ocupa una funcionalidad específica que irá emergiendo como una onda expansiva. Es así como en ese primer capítulo los dos narradores que coparán dos tercios del libro se fusionan en uno solo: “El miedo me ha despertado en el interior de la conciencia 24

Como la sombra que se va

de otro: el miedo y la intoxicación de las lecturas y la búsqueda… La habitación en sombras es cóncava y de techo bajo como una cueva o un sótano o el interior de un cráneo donde se aloja el cerebro de ese alguien que no soy yo”. A partir de ese inicio, cada narrador ocupará alternativamente un capitulo. Muñoz Molina intenta penetrar la mente de James Earl Ray, cuyo nombre verdadero no aparece en la novela sino hasta la página 382. Hasta ese punto solo emplea las identidades ficticias creadas por el propio asesino. Un criminal que, luego de hacer una parada en Londres en su periplo de escape, llega a Lisboa para alojarse en el Hotel Portugal, Rua Joas das Regas, número 4. Solo queda como posible testimonio de sus andanzas por la ciudad el informe de un agente de la policía portuguesa que le había hecho seguimiento a los bares y lugares que visitaba, su encuentro furtivo con una prostituta, todo ello sin saber de quién se trataba; lo hacía por simple sospecha sin encontrar nada de particular en aquel ciudadano “canadiense” con aires de profesor. Al haber poca información verificable sobre su estancia en Lisboa, Muñoz Molina acude, suponemos, a los recursos de la ficción: la invención del pasado o la reconstrucción de la memoria, que es también uno de los temas centrales: 1944, 1949, 1959, 1966, 1967 hasta el jueves 4 de abril de 1968, el día que mataron a Martin Luther King. A la par del hombre declarado como obsesivo-compulsivo y sociópata tras una evaluación psiquiátrica, está el novelista valiente que confiesa y relata episodios de su vida personal o hechos íntimos, algo que es común en la tradición literaria española o latinoamericana, acercándose más bien al coraje autobiográfico de Patrimonio de Phillip Roth: “Vomité a chorros en el suelo, en la bañera, en el lavabo en la taza de váter, en el espejo en el que no reconocía mi cara”. No solo para aquellos fanáticos del autor andaluz resulta fascinante la admisión de facetas de una vida personal que uno pensaría insospechadas, sino que está relatado de una manera tan magnética que hace imposible no quedar enganchado en la lectura. Nos ubica en 1987 en Granada, recién casado de su primera esposa, cuando trataba de que sus mundos no se cruzaran entre sí: su trabajo como funcionario público (no había encontrado otra forma de ganarse la vida), su familia y la escritura. Nos confiesa de su época en los bares flamencos en los que casi amanecía, intoxicado de alcohol, de lunes a jueves, donde “todo parece reflejado o sumergido en un cristal turbio, en una claridad convulsa de luces de aceite”, para luego regresar a pasar el fin de semana con su familia. Cuando decide que la única manera de proveer verosimilitud a la novela que casi finalizaba era trasladándose a Lisboa (“quizás la historia no fluía porque era un calco, un enmascaramiento de la realidad”), lo hace solo un primero de enero. No lo acompaña su esposa con un hijo de un mes de nacido. En su primer viaje al extranjero se sentía liberado, como si se elevara en un aerostático. Trascurridos unos cuatro años luego de su primera visita a Lisboa experimenta dos días vertiginosos en Madrid que


marcarían su vida. Ya reconocido como autor, tiene el deber de hacer la presentación de uno de sus héroes literarios, Adolfo Bioy Casares, que había llegado ese mismo día de Argentina. Pero tiene un conflicto de intereses: él, que se consideraba tímido con las mujeres se presenta ahora muy seguro y determinado con la presencia de una periodista pelirroja que invita a la cena con los escritores, y a la que luego le pide que se quede en su habitación. Y nos cuenta con humor: “Habrá un purgatorio donde el suplicio sea una sucesión de cenas españolas”. Es allí en la página 345 que entendemos que esa segunda persona que se desliza repetidamente es la voz que le habla a la periodista, la que habría de ser su acompañante esa noche tórrida madrileña y, en apariencia, la misma que emerge a través del tiempo en la Lisboa de 2012. No solo había presentado a Bioy Casares y se había encontrado al amor de su vida, sino que también había recibido una invitación a conocer a Onetti al día siguiente, de parte de Dolly, la esposa de este último que había estado en la presentación de Bioy Casares. Trasnochado y casi en una suerte de continuidad sonámbula y convulsa, Muñoz Molina se dirige a la casa en Madrid de un Onetti maltrecho en su lecho de enfermo, casi inmóvil, con los dedos amarillos de tanto fumar, con el aliento signado por el alcohol, pero con la lucidez que lo caracterizaba. En un par de días conoce a dos de los tres escritores, junto con Borges, que más influenciaron su carrera literaria así como a su futura esposa. El novelista nos va aportando, a lo largo de la obra, herramientas y observaciones sobre la creación literaria: “Los mejores nombres se encuentran en las lápidas de los cementerios”; “Equivocarse en el nombre es condenar a un personaje a la inverosimilitud; “Ni un solo día me he sentado a escribir sin una sensación abrumadora de imposibilidad y desánimo”; “La ficción unas veces quiere suplantar a la realidad y otras se conforma con añadirle pormenores secundarios”; “Una novela se escribe para confesarse y para esconderse”; “Escribir una novela es una tarea de fronteras entre la memoria y la imaginación”; “Quizás no hay mejor principio que una enunciación impersonal de hechos muy precisos”; “Escribir es dejar cosas no dichas, indicios que se completarán en la imaginación del lector”. Al hablar de la imaginación del lector, el mismo no se imagina la forma en que la novela empieza a mutar a partir de la página 287. Ya no es el contrapunteo narrativo alternado entre el asesino y el novelista, sino que surge la escritura fragmentaria en una Lisboa del 2012, que podría ser la misma de 1968 del asesino o la de 1987 del novelista. Los siguientes dos capítulos están dedicados sucesivamente al asesino, sobre el instante cuando desde una casa de huéspedes disparó hacia la terraza del Lorraine Motel para acertar el tiro que llegaría a atravesar la mandíbula, el cuello y la columna vertebral de Luther King; el error que cometió cuando dejó caer el rifle con sus huellas dactilares, cubierto por una colcha; la fuga en el Mustang. “No recordaba haber oído el disparo”, afirma Earl Ray, lo que trae de nuevo el tema de la invención del pasado o la reconstrucción de la memoria. El siguiente capítulo habla sobre un tema que habrá de aparecer en distintas partes de la novela, como unas semillas sobre un césped, el tema del porvenir. Al hablar del porvenir el novelista admite haberse emborrachado al punto que casi fallece. Este momento marca su vida y deja de beber, solo lo hace de forma moderada a partir de ese momento y descubre que “sin el alcohol la excitación de escribir se sostenía durante mucho más tiempo”. Cuando se acerca a la página cuatrocientos, el novelista

empieza a elucubrar sobre cómo debe terminar la novela. “Una historia exige un final”. Cuando insiste en distintas formas en las que puede darle punto final a la novela, el lector se da cuenta de que sobre sus manos restan unas ciento cincuenta páginas: ¿cómo puede estar hablando del final en este momento? ¿Qué viene luego? “Un final es un reposo”. ¿Pero cómo reposo si falta lo que falta?, insiste en preguntarse el lector. Momento en el cual la obra muta a un animal distinto con una serie de capítulos magistrales, quizás el pináculo de la novela, junto a los de corte confesional del novelista que le preceden. El asesino toma ahora el lugar del novelista. James Earl Ray escribe en prisión cientos de bosquejos sobre su biografía, una novela que no llega a terminar y que presenta una versión distinta de los hechos, en la que es engañado por un tal Raoul al que señala como el verdadero asesino de Martin Luther King. Ahora James Earl Ray es Antonio Muñoz Molina trabajando en una novela: “Escribía inclinado sobre una mesa metálica… Organizaba series meticulosas de hechos comprobables e introducía en ellas, tentativamente, un dato ficticio”. En su bosquejo de novela, Earl Ray no se presenta como un conspirador y mucho menos como un asesino. De hecho afirma haberle dicho a Raoul “que no sabía quién era Martin Luther King”. Earl Ray había sido engañado para que estampara sus huellas dactilares en el rifle, y por eso Raoul dejó a propósito en el piso la colcha con el fusil después de accionar el arma, con la única intención de inculparlo. Earl Ray lo esperaba en el Mustang, se monta en el carro y, al poco tiempo, le pide que se detenga para lanzarse fuera del mismo y dejarlo solo en la huida. (Informaciones que se pueden obtener en Internet indican que los sucesores de Martin Luther King no consideran a Earl Ray como el asesino. Dexter King se reunió con este en 1997 y le dio apoyo con la esperanza de que consiguiera un juicio justo, todo ello aunado a las numerosas teorías conspirativas urdidas en torno a la participación del gobierno americano en el abominable hecho. En 1979 el reverendo Jesse Jackson, que estaba con Martin Luther King en el Lorraine Motel el día del asesinato, afirmó que no creía que James Earl Ray fuese el responsable de la muerte. Pero todo son hipótesis y especulaciones y el FBI siempre consideró el caso como cerrado. La existencia de Raoul nunca pudo ser comprobada). El siguiente paradigma narrativo inicia así: “He buscado su rastro en Lisboa y ahora lo busco en Memphis”. El novelista impone acá la autoridad del que ha sido testigo de la reconstrucción de los hechos en el lugar en que ocurrieron. Visita el Lorraine Motel que tanto ha visto en fotos y videos. “La habitación 306 hacia el centro, en la primera planta, se distingue por una corona de flores blancas y rosas colgadas en la baranda, justo donde Martin Luther King tenía apoyada las dos manos cuando sonó el disparo”. Un disparo que se oyó a las 6:01 pm. También visita el museo de los Derechos Civiles. De nuevo el tema de la realidad, la imaginación, la ficción, la memoria, la reconstrucción del pasado. La bala, el rifle, la habitación 5B de la casa de huéspedes desde donde se efectuó el disparo, el revólver Liberty Chief 38: “Todo lo reconozco y sin embargo nada es exactamente como lo había imaginado”. Hacia el final, Muñoz Molina toma una nueva voz narrativa, más distante y objetiva, más testimonial si se quiere sustentada de la investigación y la lectura abundante. El novelista ahora se aferra, como si se tratara de una novela breve independiente del conjunto que ha arrojado al lector ya casi 450 páginas, al punto de vista de Martin Luther King en ese fatal día de la historia de los derechos civiles 25


americanos. Se transfiere el punto de atención del victimario a la víctima. Narra de manera magistral los acontecimientos del día en que muere el Doctor King, y lo humaniza, lo hace palpable al lector: un personaje deprimido, cansado, sin muchas ganas de asistir a la convención de huelguistas que lo había llevado a Memphis; que planea el encuentro furtivo a la medianoche, luego de la cena a la que debería asistir, con una mujer que llega conduciendo a Memphis y que reserva una habitación en el mismo motel; lo retrata como un pastor al que le encanta la comida grasienta y codearse con los ricos de la Quinta Avenida en Nueva York, el Doctor King, Ph.D. de la Universidad de Boston, que había engordado mucho en los últimos tiempos, no por los placeres de la comida sino por la ansiedad: bebía más de la cuenta, fumaba hasta que le dolían los pulmones, fatigado de una lucha que no se terminaba

nunca. Siempre aparecía con su bigote distinguido a la antigua, con su traje impecable. Muñoz Molina lo convierte en un personaje con el que uno se siente cercano bajo un férreo apego a los datos reales de ese día histórico. Y afirma: “No hay figura pública que no sea la de un impostor”. La novela culmina de manera fragmentaria, se pasea el novelista en el presente en Lisboa, entre él mismo, James Earl Ray y Martin Luther King, sobre las reacciones de la masas enardecidas, las especulaciones sobre la supuesta inocencia del asesino, se entremezclan las realidades, los sonidos del tranvía de Lisboa que se parecen a los sonidos del tranvía de Memphis. Nada es nunca como uno se lo había imaginado. Al tomar ese tranvía nos dice: “He salido de la casa pero no del libro en el que llevo tantos meses viviendo”.


Julio Bolívar

Ante la muerte del Poeta Orlando Pichardo Un dios duerme I “Murió el poeta Orlando Pichardo” me escribe pasado jueves 23 de julio, el ensayista y también poeta Freddy Castillo Castellanos. No sé que sucede dentro de uno, que al recibir estos impactos de la realidad, te quedas perplejo, mudo, en silencio. E inmediatamente comienzan a cabalgar imágenes del pasado junto al poeta que se acaba de ir, el cuerpo, no su poesía. Su biografía y su obra. Y uno dice, al que está a su lado, o piensa, sí está solo, mirando el patio de su casa o el cielo de la ciudad en donde estás, desde la ventana del apartamento, o en el café, con una taza entre las manos; buscando una respuesta. Buscas libros, pero no los encuentras. Por qué esta muerte me detiene y te lleva a lugares que habías dejado de ver, lugares que a lo mejor han desaparecido, o mutados en otra cosa, calles, espacios, bares, corredores, librerías, viajes, páginas , sonidos, combates, razones, gestos, objetos… y uno entra en un sueño del pasado, en los poemas de una ciudad. II Años atrás, en una celebración sobre Pablo Neruda, envié una nota sobre la experiencia de editar un cartel, que fue mi primer contacto con una imprenta y un profesor venido de Barquisimeto a Valencia, el poeta Carlos Sánchez. Cursaba tercer año de bachillerato. Un afiche amarillo que tenía una especie de breve antología de poemas en sus envés, eran poetas revolucionarios. Dos militantes solitarios, el profesor y su alumno, de una poesía que había cambiado el lirismo con su nuevo lenguaje, construían una nueva sensibilidad. Allí estaban César Vallejo junto a Neruda, entre otros dos o tres poetas. Orlando Pichardo leyó aquella nota y fue hasta el Museo de Barquisimeto a comentármela y decirme que él había conocido a aquel poeta, autor del dibujo del afiche amarillo, que en el liceo católico donde estudié en Valencia, nos revelaba a los poetas de su tiempo. Orlando me prometió ver de nuevo a aquel cartel que yo, el improvisado editor de aquellos años adolescente había traspapelado. III Por generosidad, una fundación que tuvo el estado Lara hasta el siglo pasado, Fundacultura, un poeta que trabajaba, no recuerdo quién fue, publicó en una colección de cuadernos llamada El arco y la flecha, poemas míos juntos con los de Orlando, sentí que su presencia era una protección, un padrino que me presentaba en sociedad. Él era el arco imaginario y yo una flecha en la bruma del lenguaje. No recuerdo en el rostro del poeta Pichardo, como solían llamarlo, un gesto de amargura, incluso cuando levantaba la voz para protestar por algo. Ese gesto, que era su sonrisa y su picardía, no lo abandonaba jamás, ni sus variadas visceras. Lo conocí en los espacios de aquella librería, emblemática para su tiempo, llamada LEA. Allí conocí a Álvaro Montero, a Carlos Eduardo López, a Mirian López, Fran López y Rosensilvia, y Magda la mujer de Orlando, como a Luisa Rojas y a Popo. A media cuadra estaba un bar en el que recalaban casi todos los 27

poetas de aquel grupo heterogéneo que fue Lea. No era un grupo como tal, pero los reunía el fuego de la poesía y el arte. Las Malvinas era un lugar cercano también, casi escondido, entre una casa de familia que también servía de abrevadero de los amigos de LEA, entre ellos un poeta venido de otras tierras como Agustín Calleja Viera, y un sabio, surrealista auténtico, de los tiempos de El techo de la Ballena como Dámaso Ogaz. IV Barquisimeto es una ciudad de lectores, peñas y grupos culturales, como casi todas las ciudades. De aquel grupo recuerdo un sonido particular cuando leían poemas en público, una cadencia que no había escuchado antes. Muchos poetas, después tenían aquel ritmo en sus lecturas y poemas, copiamos aquellas maneras, hasta que encontramos nuestro silencio y, tal vez, nuestro propio sonido. Fueron una influencia notable en la ciudad, un centro de cultura y ahí estaba Orlando y sus cristales rotos. Se metió adentro y cerró su ventana, diría Pessoa, en la voz de Alberto Caeiro. Afuera, estamos en dolor, como me responde José Pulido. En silencio nos despedimos del Poeta Pichardo, un dios duerme. Julio Bolívar


MARÍA GABRIELA FERNÁNDEZ B.

"El arte debe ser un espacio para cuestionar la historia" El ciclo "Matria" explora la importancia de personajes femeninos.

El escritor y dramaturgo José Tomás Angola (Caracas, 1967) cree que las mujeres han sido las forjadoras de la identidad venezolana. Aunque admite que las referencias históricas han reseñado con mayor empeño a figuras masculinas (sobre todo al referirse a la heroicidad militar), él extiende una mirada hacia la civilidad e insiste en que "la mujer tuvo y sigue teniendo el protagonismo en este país". En un empeño por reposicionar a las figuras femeninas, emprendió la escritura y dirección de un ciclo de monólogos en el que algunas de las mujeres que, para él, tuvieron actitudes determinantes, cuentan sus historias y visiones del país. El ciclo, previsto para iniciar el próximo sábado 6 de junio, contiene los monólogos de los primeros cuatro personajes, de entre un total de cien en los que Angola espera profundizar. Con una obra por cada fin de semana, el ciclo narrará las historias de la pianista Teresa Carreño, la religiosa y poeta Sor María de los Ángeles, la madre y heroína civil Luisa Cáceres de Arismendi, y la homicida cuyo caso dio pie a una renovación legal, Ligia Parra Jahn. "Presento a cada personaje pero no como algo educativo o estrictamente ligado a la proyección de una realidad histórica, sino con la intención de recrearlos y construir una visión diferente de lo que se conoce, desde la ficción dramática", apunta Angola. El monólogo que inicia este ciclo se titula Yo soy la Carreño y es protagonizada en escena por Catherina Cardozo. La trama 28

plantea el duelo por el reconocimiento de su talento en un entorno que, entonces, era dominado por la figura masculina, y teje la relación de la pianista con uno de sus esposos, el también músico Eugen D'Albert. "Para explorar en la voz femenina, y hacer el experimento de adentrarme en la psique de una mujer, procuré centrarme en la recreación de sus anécdotas. Por ejemplo, en el caso de Carreño, exploro su relación amorosa e, incluso, el tema sexual, desde el respeto que se merece el personaje". Para el segundo fin de semana será presentado Ángeles, el monólogo en el que Claudia Nieto encarna a la religiosa Sor María de los Ángeles. "En cada historia se entabla un vínculo con conflictos que, aún ahora, están vigentes. Por ejemplo, esta poeta se pregunta sobre el amor metafísico, dilemas de la vida espiritual", apunta. Vientre de tierra seca y Amor de página roja son los monólogos previstos para las últimas cuatro funciones, y contarán con las interpretaciones de Neo Rodríguez, como Luisa Cáceres de Arismendi, y Aura Rivas, en la piel de Ligia Parra Jahn. "Abordar temas como la maternidad, es un riesgo para mí, como termina siéndolo cada producción artística, sobre todo hoy, cuando realizar un montaje teatral es tan costoso y el monólogo se perfila como una oportunidad", confiesa. De acuerdo con Angola, "en una sociedad terriblemente conflictuada como la que tenemos, pretendo buscar un equilibrio. Yo siento que el arte no puede ser complaciente y que debe ser un espacio para cuestionar la historia".


El diccionario del español universal va contra el centralismo de España Raúl Ávila lleva 18 años trabajando desde el prestigioso Colegio de México en este titánico proyecto con la colaboración de 26 universidades de 20 países. México.-(AFP) La mayoría de los 450 millones de hablantes de español son latinoamericanos, pero su habla apenas se refleja en los diccionarios. Si la región no se siente representada entre tantos "españolismos", ¿por qué no diseñar un 'diccionario universal' donde las palabras más usadas sean las prevalecientes. Esta fue la idea del lingüista mexicano Raúl Ávila, que lleva 18 años trabajando desde el prestigioso Colegio de México en este titánico proyecto con la colaboración de 26 universidades de 20 países. "Los diccionarios actuales, con quizás tres o cuatro excepciones, son de base castellana. Eso supone un sesgo ideológico formidable", dice en una entrevista con la AFP este apasionado académico de 78 años. "¿Quién, en América Latina, usa mechero, baremo o repostar?", se pregunta con picardía. "En España no se tiene conciencia de los españolismos, es el problema del lingüicentrismo español", manifiesta este profesor y miembro de la Academia Mexicana de Ciencias. El objetivo del bautizado como diccionario VALIDE, que podría ver la luz en noviembre, es que la comunidad hispanoamericana tenga un tesauro que indexe regionalismos de todos los países y sugiera cuál es la palabra más indicada para un texto de vocación internacional, que pretenda ser entendido por el máximo número de hablantes posible. Con base en una fórmula interna, el programa seleccionará la palabra que más personas y países usan. "Se trata de que no gane un país porque tenga más hablantes, porque entonces ganaría siempre México, sino de que gane la voz que tiene más hablantes y más países: frecuencia y dispersión", explica Ávila. Según este criterio, por ejemplo, el VALIDE sugeriría usar "computador" en vez del "ordenador" español o la "computadora" mexicana; "fósforo" en vez de "cerilla" o "cerillo"; o "agarrar" en vez del "coger" de España, que en algunos países de América Latina se usa como sinónimo de copular. Quizás "coger" es la palabra que más bromas genera entre los hispanohablantes, aunque para Ávila, sin duda, la más controvertida y confusa es "cancelar": en Venezuela o El Salvador se usa como sinónimo de "pagar" mientras que en la mayoría de países significa "anular". 29

El lingüista, que disfruta como un niño con los juegos de palabras, recuerda cómo hace unos años vivió toda una confusión en un hotel de El Salvador por esa palabra. Aunque estudios comparativos hechos sobre medios de comunicación o doblajes de películas demuestran que los hispanohablantes usan un español común entre un 98% y un 99% del tiempo, es en el universo de las cosas donde se da principalmente el debate. Banano-plátano-cambur-banana, placa-chapa-matrícula, maní-cacahuete-cacahuate, carro-coche-auto-máquina, cerveza-chela-cheve-birra. "En culto, en abstracto no hay problema, pero tan pronto entramos a las cosas mismas, ahí entramos en problemas. Es en un mercado donde está complicado", ironiza Ávila. Pero su 'diccionario universal' no quiere quitarle riqueza o diversidad lingüística al español, la segunda lengua con más hablantes nativos del mundo y la tercera más hablada después del inglés y el chino. Con el VALIDE "no se empobrece nada, sino que se da una opción. Mi idea justamente es enriquecer el lenguaje dado que, de todos modos, tenemos que tomar una opción", argumenta. ¿Y para qué puede servir el diccionario? Como referencia para medios de comunicación que se dirijan a un público internacional, para traducciones de libros, subtítulos de películas, señalizaciones de seguridad en espacios públicos como aeropuertos, prospectos farmacéuticos, etc. El lingüista hace una comparación grandilocuente sobre su proyecto. Tiene un propósito similar a la literatura del llamado 'boom latinoamericano' de Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa o Julio Cortázar: "usar un español más internacional para tener más lectores". En su lucha lingüística, Ávila no esconde sus discrepancias con instituciones como el Instituto Cervantes o la Real Academia Española, molesto con la dominación de España por herencia de la conquista y su poder económico. "Pero, desde América, estamos proponiendo una toma de conciencia lingüística en la cual decimos: o jugamos parejo o no jugamos", afirma.


El español es la 'asignatura favorita' de 548 millones de personas El español es uno de los idiomas más populares del mundo. Suma aproximadamente 550 millones entre los que lo tienen como lengua materna y los que lo estudian. El español es una de las lecciones más demandadas por los jóvenes en la aulas de los cinco continentes. Casi 20 millones de alumnos lo estudian como lengua extranjera en regiones tan variadas como Senegal, Vietnam, Rusia, Japón, Suecia, China, Brasil, Países Bajos y Estados Unidos. En los 93 países en los que no es lengua oficial cuentan con sus propios centros de enseñanza del idioma. Y es que según el primer informe Bertliz sobre el estudio del español en el mundo, elaborado en el año 2005, es uno de los idiomas más estudiados del mundo por debajo del ingles y el francés y por encima del alemán. Los últimos indicadores demuestran que la demanda de nuestra lengua ha crecido en los últimos años. Por ejemplo, Brasil, según estimaciones de su Gobierno, contará con unos 30 millones de personas que hablarán español como segunda lengua en tan solo una década. Y en Estados Unidos, nuestro idioma se ha convertido para miles de estudiantes universitarios en un requisito indispensable para encontrar trabajo. Todos estos datos predicen la creciente demanda de profesores competentes de español -muchos de ellos pueden salir de las aulas de nuestras universidades- y la creación de futuros centros de enseñanza en regiones cada vez más recónditas. Gracias a esta inversión lingüística, dentro de tres o cuatro generaciones, el 10% de la poblacion mundial se entenderá en español. Aulas en los cinco continentes Para aprender y perfeccionar cualquier idioma, la mayoría de los jóvenes necesitan como herramienta imprescindible la asistencia a una academia. En ciudades del mundo tan distintas como Nueva York, Río de Janeiro, Casablanca, Tánger, Túnez, Hánoi, Tokio, Pekín, Moscú y Tel-Aviv existen miles de escuelas de enseñanza de español tanto públicas como privadas a las que tienen acceso estudiantes, profesores y profesiones de distintas áreas. Los más populares son los centros acreditados por el Instituto Cervantes (IC) y las escuelas de idiomas de la Universidad de Salamanca (Usal). Por su parte, el Instituto Cervantes -con más de 70 sedescuenta con alumnos de español en los cinco continentes. Según los datos recogidos en el informe de 2014 de esta institución, el número de matrículas de estos centros se multiplicó por catorce entre 1993 y 2013. Y en el curso 2012/2013, se enfrentaron al examen para la obtencion del Diploma de Español como Lengua Extranjera (DELE) -un certificado similar al Advanced para el el inglés y el DELF para el francés- más de 66.281 candidatos. Uno de los países que cuenta con más alumnos aplicados con el aprendizaje de español es Estados Unidos. En Norteamérica, que cuenta con 37 millones de personas que tienen un dominio 30

POR Ana Gil Madrid

nativo de la lengua, miles de universitarios están matriculados en cursos de español ya sea por necesidades comunicativas o como medio para mejorar su carrera profesional De hecho, existen varios estudios empíricos que demuestran que el mercado laboral estadounidense recompensa la habilidad para comunicarse indistintamente en inglés y en español. De ahí a que el número de alumnos matriculados en estos cursos supera al número total de alumnos matriculados en cursos de otras lenguas, según el último informe publicado por el Cervantes. En las aulas del IC o de los centros acreditados por esta institución, se ofrecen cursos de español a distintos niveles, clases de preparación del certificado DELE, formación para profesores y profesiones y talleres de cultura española que facilitan a los alumnos la inmersión en el idioma. Como complemento, también cuenta con una plataforma virtual y un canal de TV online (Cervantes TV). Por su parte, la Universidad de Salamanca -conocida tanto dentro y fuera del campus como 'la universidad del español'- ha tomado la iniciativa y es el primer centro universitario de nuestro país que da lecciones de nuestro idioma en el mundo entero. Desde que en 1929 reafirmara su vocación por su enseñanza con la creación de los cursos internacionales, un novedoso modelo de enseñanza del español como lengua extranjera, no ha dejado de aumentar su oferta formativa. Escuelas de la Usal Uno de los proyectos más destacados del Campus de Excelencia Internacional "Studii Salamantini" de la Usal es el diseño de la Sociedad Limitada de Escuelas de Lengua Española de la Universidad de Salamanca (ELE Usal), con el que se ha puesto en marcha un sistema de franquicias pionero en el sector y único en la universidad españolaque ha reforzado su expansión durante el pasado mes de abril. El proyecto consiste en 'academias', que aunque no están gestionadas directamente por la Usal cuentan con el apoyo y tutela de la Universidad de Salamanca así como el uso de la metodología diseñada por profesores y expertos del centro salmantino. Estas novedosas escuelas ya están presentes en las ciudades de Estrasburgo, Mallorca, Lisboa, Cuibá y próximamente lo estará en Barcelona. Sus enseñanzas están destinadas a todos los alumnos que quieran aprender o mejorar su nivel de español, siempre garantizado y certificado por la excelencia y calidad de la Universidad de Salamanca. La mayoría de las sedes han abierto sus puertas en zonas cercanas a los campus universitarios para facilitar la asistencia de los alumnos y profesores. Por ejemplo, en Portugal la escuela se encuentra localizada en la zona de la Ciudad Universitaria de Lisboa, el mayor campus universitario del país portugués. Durante el mes de abril, la Usal también ha estrechado lazos con universidades de países como Brasil, China y los Emiratos Árabes. De este modo, el centro salmantino ha afirmado que


reforzará la colaboración académica con la Universidad Nacional de Brasilia con el diseño de un máster doble entre las dos universidades de español como lengua extranjera, es decir, para formar a profesores de español en Brasil. No conformándose con esta iniciativa, la Usal también quiere que el español no tenga fronteras en países como China y los Emiratos Árabes. En la región asiática, la Usal está colaborando con la Universidad de Harbin para difundir la lengua entre sus estudiantes. De este modo, en la actualidad, un grupo de unos 40 alumnos de este centro están aprendiendo español en las aulas salmantinas. Ambas instituciones quieren desarrollar nuevas vías de colaboración que permitan ampliar tanto el número de estudiantes de intercambio, como impulsar el desarrollo de nuevos programas dirigidos al profesorado. Por otro lado, los Emiratos Árabes no quieren mantenerse al margen de la enseñanza de español y están estudiando la posible realización de títulos dobles entre la Universidad de Salamanca y universidades árabes tanto en grado como postgrado, la implantación de franquicias de ELE en el país del Golfo Pérsico, la formación de profesores tanto en formato presencial como online, la recepción de alumnos en cursos internacionales y una posible colaboración más estrecha en la certificación idiomática. Clases en España Pero nuestro idioma no solo se enseña fuera de nuestras

fronteras. A parte de la asignatura de Lengua Española que se imparte en todos los centros escolares, cada vez existen más escuelas en nuestro país para jóvenes extranjeros interesados en aprenderlo y para españoles que quieren acreditarse como profesores del idioma para no nativos. Aproximadamente, existen unos 420 centros acreditados por el IC y en la mayoría de los campus existe un departamento que ofrece actividades y cursos destinados a este fin. Destaca en este último lugar el Centro Complutense para la enseñanza del español ubicado en la Facultad de Filología de la UCM. El perfil de estudiante más popular es el del joven que aterriza en nuestro país para formarse temporalmente. En 2013, por ejemplo, cumplieron este pronóstico unos 858.280 turistas, lo que supone un 1,4% del total. Aunque no hay datos exactos sobre el gasto concreto destinado en 2013 a los estudios de la lengua española, en 2007 estos eran de más de un tercio de los gastos totales realizados por este colectivo de turistas. Concretamente, los 237.600 estudiantes de español que llegaron a España en ese año destinaron 176,5 millones de euros a los cursos de español, de los que el 86% fue a parar a centros privados de idiomas y el porcentaje restante a las universidades. Si se tiene en cuenta que el número de estudiantes que viajaron a España en 2013 casi se ha duplicado desde 2007, es probable que el gasto destinado a los cursos de español haya experimentado un incremento similar.


"Somos un espacio de arte en medio de un entorno difícil y abrimos canales para artistas populares" "Si tenemos una deuda con la comunidad, es la de acercarnos más y encontrar talentos", señala la directora del Museo de Arte Popular "Bárbaro Rivas" de Petare.

Sofía Leoni

En el casco histórico de Petare suenan más risas que balas. Como si el tiempo no hubiera avanzado, las fachadas coloniales y las calles empedradas construyen un epicentro en el que los ancianos leen prensa y discuten, mientras las parejas jóvenes arden en besos furtivos. La violencia con la que suele vincularse a esta parroquia mirandina se mantiene como parte de un paisaje montañoso separado por, apenas, pocas cuadras de distancia. Integrado en esa especie de oasis parroquial se ubica en la calle Guanche el Museo de Arte Popular de Petare Bárbaro Rivas, una enorme casa de estilo español que ha sido sede de exposiciones artísticas desde hace 31 años. Cinco salas ubicadas en serie, una tienda, mesas para impartir talleres, y un patio con pocos bancos que casi se encienden bajo el sol de abril integran este museo en el que la cultura de lo tradicional y el realse del valor artesanal en las piezas fungen como escudo y bandera. Madera santa

El santo contraste del arte MARÍA GABRIELA FERNÁNDEZ B.

la mirada en las obras y dice: "Somos un espacio de arte en medio de un entorno difícil, y abrimos canales para que artistas populares muestren sus creaciones y aporten un material con el cual cuestionarse o identificarse". Se declara apasionada por el arte popular, al que describe como aquel que, aunque desborde belleza, es elaborado de un modo más intuitivo que técnico. "En mi juventud tuve la oportunidad de rodearme de arte en París pero, cuando regresé, me encontré con esto y quedé enamorada. El arte popular que conocí en Petare se me impuso frente a cualquier otro tipo de manifestación como algo maravilloso que quise transmitir". -¿Cómo hacer del arte un elemento atractivo en los sectores más populares? -Mantener las puertas abiertas para todo el que ingrese ha sido una vía aquí, pero sobre todo hemos establecido el vínculo desde la infancia, invitando a los colegios a visitas guiadas para que se involucren con el arte desde pequeños. Esos niños se sorprenden, encuentran cosas que no hallan en los lugares donde residen y, a veces, hasta vuelven con sus padres.

Carmen Sofía Leoni, directora de la institución, baja a buen paso las escaleras del fondo, sonríe, se arregla el chaleco bordado y atraviesa la entrada de la sala principal.

-¿Cuál ha sido el potencial artístico que ha percibido en la parroquia Petare?

Pequeñas tablas y nichos con diseños de santos, vírgenes y arcángeles que han sabido de hasta dos siglos de plegarias cuelgan en esas paredes, mientras que grandes esculturas de madera posan erguidas (y acostadas) sobre el suelo rojo. Leoni las señala y las nombras de una a una. Son obras que corresponden a la muestra Arte religioso popular venezolano, que estará abierta en este museo hasta el 31 de mayo.

-Las exposiciones no siempre han contenido obras de artistas de la parroquia, pero Petare cuenta con artistas, de tipo popular y no, que se mantienen en constante producción de piezas. Si tenemos una deuda con la comunidad es la de acercarnos más y encontrar nuevos talentos. En una oportunidad lo hicimos con una serie de fotografías capturadas por vecinos, y fue una gran experiencia.

La exposición, comenta, contiene 65 piezas de la colección privada del docente Ramón Amado Villegas, y siete pertenecientes a la Iglesia Dulce Nombre de Jesús. Todas fueron elaboradas por autores anónimos y hacen apología a un tiempo en el que el quehacer artístico popular tendía lazos indisolubles con la religión.

-¿Qué les ha impedido estrechar los vínculos con las comunidades vecinas?

-¿Por qué seleccionaron estas piezas de la colección para la muestra? -Es una serie muy rica, de imágenes talladas a mano que fueron perseguidas, halladas y salvaguardadas por Amado en pueblos remotos de todo el país. Sobre todo de Lara. Son fragmentos de identidad que conservan la inocente belleza de, por ejemplo, el chamusqueo en la madera producto de alguna vela, en algún altar. Arte en la mira Cuando Leoni conversa sobre las labores de este museo, centra 32

-La falta de fondos nos limita, como a todos. Aunque tenemos el apoyo de la Alcaldía de Sucre y la Fundación José Ángel Lamas, es difícil cubrir los costos de las jornadas de investigación que requerimos. Si bien sus cifras indican que unas 10 mil personas visitaron el museo durante 2014, Leoni culmina el recorrido por las salas con una invitación que es casi lamento: "Aquí hay mucho que ofrecer y pocas personas vienen a verlo por el temor a la zona". El arte se ganó en Petare un espacio contra el caos y ahora los santos esperan, grabados en sus tablitas, por el milagro de ver a más audiencia ganada para la cultura popular. El contraste es ironía y también oportunidad en esta casa perdida en el tiempo.


Hay que dar al lector risas y lágrimas, no solo miedo

Jussi Adler-Olsen

Barakaldo (España).- El escritor danés Jussi Adler-Olsen, autor de las novelas protagonizadas por el comisario Carl Morck, afirmó hoy que con sus libros pretende regalar al lector "algunas risas y algunas lágrimas, no sólo miedo", además de invitarle a reflexionar. Jussi Adler-Olsen (Copenhague, 1950) promociona su última novela publicada en español "El efecto Marcus" en las XII Jornadas Literarias Barakaldo Hitza 2015 (norte de España), que se celebran durante abril y mayo.

política, un tema muy tratado por otros escritores escandinavos, pero que el danés no había abordado hasta ahora porque pretende que los libros de esta saga sean diferentes entre sí. Además, no quiere verse influenciado por otros autores y confiesa que desde hace quince años no lee novela negra porque quiere ser "original" y construir junto al lector el libro a partir de los elementos que recoge en sus páginas, como los personajes, la trama o las localizaciones.

En una entrevista con Efe, el autor danés destacó que a través de la novela negra se puede abordar la crítica y la denuncia social, pero para él es "importante" hacerlo con "sentido del humor", porque es un "puente de comunicación" entre el escritor y el lector.

Respecto a la fuerte expansión de la novela negra escandinava, afirmó que se debe a la facilidad que tienen los escritores de esos países de llegar a todo tipo de culturas, porque durante años han "absorbido", precisamente, la cultura de otros países a través de su literatura y su cine, que se proyecta en Dinamarca en versión original sin doblaje.

Con humor, sostiene el escritor cuyas novelas se han publicado en 42 países, el lector está más dispuesto "a escuchar, a discutir, a concienciarse y a comprometerse", a la vez que facilita que se quiera buscar una solución a los problemas que se plantean en las novelas.

Adler-Olsen no se aventuró a asegurar si este auge de la novela negra escandinava será pasajero, pero tiene claro que los escritores de esos países poseen la capacidad de adaptarse al mercado y los gustos de los lectores, por lo que en el futuro, a su juicio, se puede esperar una gran variedad de géneros.

"El efecto Marcus" es la quinta obra de la saga que apareció por primera vez en 2007 protagonizada por el comisario Carl Morck, al frente del Departamento Q, una brigada policial dedicada a rescatar casos no resueltos.

Y está convencido de que la novela negra o la de suspense le da al escritor "libertad" y la oportunidad de escribir sobre numerosos aspectos y materias de todo el mundo y "abre horizontes" para introducir elementos que no se pueden colar en las páginas de las obras de otros géneros.

Marcus es un adolescente de 15 años que no ha tenido infancia y que, cuando trata de huir de la banda de delincuentes a la que pertenece, descubre, cerca del escondite del líder del grupo, el cadáver del responsable de un proyecto de ayudas al desarrollo en Camerún. A partir de ahí, Morck y sus compañeros de la brigada se ven arrastrados en su investigación en una trama de corrupción política y económica en la que hay intereses ocultos que afectan a las ayudas a los países en vía de desarrollo. En esta novela, el lector podrá encontrar, en palabras de su autor, "personajes muy bien trabajados llenos de secretos" y tramas en las que juega con el suspense y puntos de vista diferentes, todo ello acompañado de "mucho" sentido del humor. En 2006 Adler-Olsen planteó un proyecto para contar "una larga historia, pero la vida también es una larga historia", según señaló, a través de diez novelas de las que cinco ya están disponibles el español, aunque en Dinamarca ya se puede leer la sexta, y el autor está escribiendo la séptima, que espera concluir en octubre. Esta es la primera vez que Jussi Adller-Olsen se acerca de la mano del comisario Carl Morck a la corrupción económica y 33


DULCE MARÍA RAMOS

Isabel Allende: "La crítica buena o mala no me importa" La escritora está promocionando su más reciente libro "El amante japonés".

En los últimos días Isabel Allende ha sido noticia tanto por su supuesta muerte, la separación de su esposo Willie como por la publicación de su novela "El amante japonés". Con esa sinceridad y desparpajo que la caracteriza, Isabel confiesa que ha sido un año movido en todos los sentidos tanto que su acostumbrado ritual de escribir un nuevo libro cada 8 de enero no fue posible este año. -Háblenos un poco de su nueva novela. -Esta historia nació porque yo iba caminando por Nueva York con una amiga. Ella me contó que su mamá había tenido un jardinero japonés, quien fue su amigo por cuarenta años. Entonces yo le dije: "Seguramente eran amantes". Mi amiga reacciona: "¡No! Cómo se te ocurre". A pesar que mi amiga siempre lo negó, yo me quedé con la idea. Cuando llegó el 8 de enero me di cuenta que iba a escribir sobre eso, claro es una historia muy distinta a la que me contó ella pero con ese par de protagonistas. Cuando empecé la investigación histórica me encontré con los campos de concentración japoneses que hubo en Estados Unidos después de Pearl Harbor, fueron más de 120 mil japoneses que vivieron allí durante los cuatro años y medio de la guerra. De esa historia aquí en Estados Unidos ni se habla. -En la vida real, ¿Isabel Allende ha tenido algún amante japonés? -No, qué pena (risas). Yo tengo una amiga que durante sus años de juventud trató de tener amantes de distintas nacionalidades, 34

así que los iba coleccionando. Nunca tuve tiempo para eso desgraciadamente. -En su libro de Afrodita confiesa que Antonio Banderas era su fetiche sexual, ¿todavía lo es? -Claro, todavía me encanta, nadie ha podido reemplazarlo en mis fantasías eróticas. -¿Quiere consumar esa fantasía erótica con Antonio Banderas o solo que se quede ahí? -Para serte franca, no estoy para mostrarle mi celulitis a nadie, mucho menos a Antonio Banderas, pero puedo soñar con él. -Bueno, la Tigresa del Oriente a sus 70 años posó hace poco para una revista erótica y no se preocupó por la celulitis. -La felicito. Yo no lo haría, jamás, no tengo cuerpo para eso. -Existe el photoshop y esas cosas. -(Risas) Los filtros rosados también. -Le encantan estos temas de la sexualidad, pero en realidad Isabel Allende es tan abierta con el sexo. -La sensualidad y la sexualidad han sido muy importantes en mi vida. Ahora estoy separada de mi marido, por primera vez en mi vida estoy sola y lo que más falta me hace es que alguien me toque. Es muy duro estar sola. -Es una decisión muy valiente afrontar una separación a esta edad.


-Se necesita más valor para quedarse en una relación que no está funcionando que para separarse. Llegó un momento que sentí que todo el esfuerzo de mantener la relación lo hacía solo yo, ya no podía sostenerse más. Tampoco quería envejecer arrastrando algo que no funciona. Prefiero estar solar. -Por coincidencia también se divorcia Mario Vargas Llosa, ¿no habrá algo entre ustedes? -(Risas) ¡Por favor! Una coincidencia no más, pero ese chisme me gusta. -Tocando el tema de los escritores, en su momento se habló mucho del comentario que hizo Roberto Bolaño calificándola de "escribidora", ¿tuviste la oportunidad de conversar con él sobre ello? -No tuve ninguna relación con él. Bolaño era una persona que hablaba mal de todo el mundo y tenía muchos enemigos por eso. Nunca le di mayor importancia.

cuales he vivido: el sentido de justicia, la libertad, el feminismo, son cosas que aparecen sin que yo me lo proponga. -¿Le gustaría haber vivido en otra época? -Yo quiero vivir en el futuro. He tenido una vida muy interesante, nací en el medio de la Segunda Guerra Mundial y desde entonces mira todo lo que ha pasado en la humanidad y yo he sido testigo. Gracias a Dios estaba en Chile durante la unidad popular, el golpe militar y después del golpe militar para que nadie me cuente el cuento, yo sé exactamente como fue. En mi vida me ha tocado presenciar y vivir cosas que me encanta haberlas vivido.

-¿Hasta qué punto le preocupa la crítica? -La crítica buena o mala no me puede importar, porque si voy a estar pendiente que no vayan a decir nada malo de mí no podría hacer nada. Tampoco si me dicen algo bueno me lo debe creer, eso es tan limitante como la crítica mala. -Isabel, usted es indudablemente una activista feminista pero aún en el mundo literario existe mucho machismo. -Vivimos en un patriarcado, donde los valores lo establecen los hombres. Los hombres establecen las reglas del juego y nosotras tenemos que acomodarnos como podamos. Hemos logrado mucho en los sesenta años de feminismo que yo conozco pero falta mucho todavía. Los premios, la crítica, quienes eligen las cosas que se van a enseñar en las universidades son siempre hombres. Poco a poco las mujeres están ganando terrero pero nos falta, es decir hemos ganado mucho terreno en esta parte del mundo pero en Asia, África, en los países árabes es más difícil. -¿Cuál considera el personaje más machista en sus obras? -Uno de los más machistas es Fernando Trueba de "La casa de los espíritus", siendo machista tenía muchas cualidades buenas, el modelo para ese personaje era mi abuelo, quien pertenecía a una generación donde no se había oído hablar del feminismo todavía, era un hombre muy conservador, muy patriarcal, muy machista pero buena gente dentro de sus valores. -¿Y su personaje más feminista? -Todas, aunque no lo digan porque tal vez viven en unas circunstancias que no corresponde,incluso la esclava en "La isla bajo el mar", imagínate hace doscientos años en Haití, una esclava venida del África, esa mujer tiene el espíritu de autosuficiencia, de libertad, de salirse de las cadenas. -¿Se podría decir entonces que sus personajes llevan ese gen feminista que caracteriza tanto a Isabel Allende? -Todos los autores reflejan entre líneas sus valores, experiencias, sentimientos. Yo no podría escribir una novela sobre Wall Street por ejemplo, porque no entiendo nada, ni me importa pero puedo escribir perfectamente una novela sobre una abuela en Nepal porque me puedo conectar con ese personaje. Aquellas cosas que yo creo y en con las

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JOSÉ ANTONIO PARRA

La Paciencia: A través de las Crónicas inoxidables de Salvador Fleján “Es muy hábil la forma como el cronista teje toda una trama en la que se entrelazan estos personajes con míticos locales de la noche caraqueña, al igual que la nueva dimensión de lo que es la casta política actual”. Crónicas inoxidables de Salvador Fleján (Caracas, 1966) es un texto exuberante cargado de anécdotas y todo tipo de detalles, pero vistos desde el otro lado de las cosas. En efecto, este escritor venezolano nos aproxima a aspectos de la posmodernidad, de la cultura pop y del escenario deportivo local con un muy grato sabor y una prosa de ricas texturas. La edición está dividida en tres capítulos que dan claros indicios de lo que será abordado. Así, el autor muestra las Cosas vistas en la calle, las Cosas vistas en el estadio y las Notas mundialistas. En particular, esta acometida a los distintos aspectos del detalle de lo cotidiano y del acontecer de la cultura redundó en un texto donde lo emocional asociado a la memoria aflora de forma constante. El escritor, mediante estas crónicas nos da cuenta no solo de una época que ya no es sino del presente que experimentamos con su descalabro continuado implícito. Asistimos con esta pieza a lo que ha sido la vivencia del adulto contemporáneo en torno a lo que tiene que ver con registros como el coleccionismo o la cultura del rock. En este caso, la mirada del autor a elementos ya establecidos de nuestra contemporaneidad como lo son la Guerra de las galaxias, Star trek y toda la geografía que se ha tejido localmente en torno a ellas está ricamente perfilada. Personajes que son referencia indiscutible de la música local y que de algún modo tienen un cierto cariz de lo que puede ser definido como de culto aparecen también en este libro. Está así el caso de Alfredo Naranjo, figura icónica de la música. Es muy hábil la forma como el cronista teje toda una trama en la que se entrelazan estos personajes con míticos locales de la noche caraqueña, al igual que la nueva dimensión de lo que es la casta política actual. El recorrido por lo que ha sido la nocturnidad citadina está patente en el recuento de las areperas de moda y cómo ha sido su devenir y declive luego del arribo del nuevo orden político que, paradójicamente, redundó en la mayor expresión de barbarie vista en la historia de la nación. Pero hay otras notas en este texto que bien pueden expresar lo que ha sido el acontecer editorial y cultural del país. Tal es la perspectiva de lo que fue la legendaria publicación Plátano Verde y la vivencia superstar de sus editores. Ello denota un importante registro, quizá de valor histórico, al momento de hacer una mirada retrospectiva a figuras que contribuyeron de manera significativa al fenómeno editorial venezolano, como es el caso de Leo Felipe Campos. El humor es un leitmotiv a lo largo de todo este trabajo, de 36

forma que lo ameno puede desembocar en lo hilarante en crónicas como Ya los espía no son como antes. Asimismo, hay una impecabilidad técnica en la elaboración de cada una de estas crónicas al instante de dar knock outs fulminantes para el cierre de las mismas. Igualmente es de gran importancia en este trabajo el balance de lo que ha sido la cultura del beisbol en la nación. El lector verá con todo detalle lo surreal que puede terminar siendo la experiencia de aproximarse al estadio de la ciudad de Caracas. También la mirada retrospectiva a lo que fue la historia del equipo de los Navegantes del Magallanes arroja luces sobre lo que ha sido nuestra idiosincrasia a lo largo de los tiempos. En toda esta edición hay el sabor de lo propio, de esa cosa que nos daba identidad y que quizá está por desaparecer con la llegada de la barbarie generalizada que han significado los últimos dieciséis años para Venezuela. Esa mirada otra, incluso al deporte, está muy bien llevada a cabo por ejemplo en la crónica sobre Maradona; Todos los Diegos, el Diego. Asimismo, es muy “simpático” el detalle que nos señala el autor cuando refiere la descripción del interior de la nevera de la casa del futbolista Oswaldo Vizcarrondo. Asistimos con las Crónicas inoxidables de Salvador Fleján a una edición de muy grata lectura. En ella los afectos resuenan en virtud de poder contemplar todo lo que ha sido un período en Venezuela.


La república conservadora de Andrés Bello

JORGE EDWARDS

Lo que ocurría en el Santiago de Chile de la primera mitad del siglo XX era que la estatua de Bello, en su sillón de mármol, en actitud pensativa, frente a la puerta principal de la Universidad de Chile, una de las tantas creaciones suyas, dominaba el centro antiguo de la ciudad. En piedra, en mármol, en efigie, en placas conmemorativas, Bello estaba en todas partes. Era el inspirador de la Constitución Política de 1833, texto conservador que puso fin a largos años de anarquía, el redactor del Código Civil, que sirvió de ejemplo a muchos otros países de Hispanoamérica, el primer rector de la universidad, el organizador y primer Oficial Mayor del ministerio de Relaciones Exteriores, el autor de la Gramática de la lengua castellana, el poeta y traductor de clásicos de la poesía europea. Su presencia era tan fuerte, tan constante, tan evidente, que mi generación, marcada por la vanguardia estética de los años veinte, por los intelectuales rupturistas de los treinta y cuarenta, por el existencialismo francés, trató de evitarla, de ignorarla a toda costa. Andrés Bello era una estatua y un nombre de calle. Era tema de disertaciones académicas, de seminarios y cursillos que tenían ecos en toda la región, y sobre todo en su Caracas de origen. Rechazar a don Andrés, a la vasta constelación bellista, era rechazar el oficialismo, el lugar común, la sabiduría obligatoria, impuesta desde el exterior. Por el contrario, entender la enseñanza de Bello ha sido emprender un camino de regreso. El que dio la primera señal fue el crítico uruguayo Emir Rodríguez Monegal en su notable ensayo biográfico El otro Andrés Bello, publicado por primera vez en Caracas, en Monte Ávila Editores, en 1969. El otro, es decir, el poeta, el humanista, el filósofo. Describir al Andrés Bello de una visión moderna, nuestra, ha exigido una reflexión de segundo grado, un despojarse de prejuicios, un descubrimiento y un redescubrimiento. Bello fue un incomprendido parcial, un solitario en una época de asonadas y sociedades colectivas, masónicas o no. Pudo, sin embargo, trabajar, pensar, escribir, debido, antes que nada, a una formación superior, adquirida en la Caracas conventual de fines de la Colonia, y porque después encontró, en Inglaterra y sobre todo en su Chile de adopción, apoyos superiores, que actuaron a favor suyo por inteligencia y también por intuición, por instinto. No es fácil entender el resorte último, la clave de esta situación. Mi opinión personal, en pocas palabras, es que los años de anarquía profunda, de guerras civiles, que siguieron a las luchas de la independencia, produjeron el efecto de una vacuna. El Chile anárquico de los años 20, el de después de la caída del poder de Bernardo O'Higgins en 1823, conoció tales extremos de desorden, de inseguridad, de inestabilidad política, de pérdida de las normas más elementales de connivencia, que la experiencia hizo los efectos de un antídoto vacuna moral e intelectual. Chile se transformó en el país del orden, de la moderación, del respeto a la ley: una especie de milagro en su contexto regional. Andrés Bello desembarcó en Valparaíso con toda su numerosa familia en 1829, contratado por el gobierno, después de haber vivido 19 años en Londres. Había sido llamado por el presidente chileno Francisco Antonio Pinto, liberal, amigo de José María 37

Blanco White y de José Joaquín de Mora, a quienes había conocido o con quienes se había relacionado desde su paso por Londres. Bello sería el profesor de Aníbal Pinto, hijo de Francisco Antonio y a su vez presidente de la República hacia fines del siglo XIX. Lo interesante, sin embargo, es que la guerra civil que asolaba al Chile de ese momento fue resuelta poco después de la llegada de Bello, a comienzos de 1830, en el decisivo triunfo de los conservadores en la batalla de Lircay. Bello entendió de inmediato que el país donde se instalaba con su mujer inglesa y sus seis hijos tenía una necesidad aguda de estabilidad, de respeto de la ley, de orden público. Sus amistades intelectuales inglesas, que formaban parte del llamado grupo de la Casa Holland, reformistas moderados, críticos declarados del jacobinismo francés, entre los que figuraba el gran Edmund Burke, fueron para él una fuente de inspiración constante y mantuvo con ellos una nutrida y permanente correspondencia. El joven Bello, nacido en Caracas en 1781, formó parte en 1810, junto a Simón Bolívar y a Luis López Méndez, de una misión diplomática que viajó a Londres a fin de obtener el reconocimiento de la independencia venezolana por Inglaterra. Los enviados de Caracas tomaron contacto de inmediato con el Secretario de Relaciones Exteriores inglés de la época, el marqués Richard Wellesley. Lo interesante es que Wellesley, precavido, formado en hábitos diplomáticos que todavía no se conocían en América del Sur, recibió a los venezolanos en su domicilio particular y no en el Foreign Office, con la idea de evitar un compromiso prematuro. Después de la invasión napoleónica de la Península, las relaciones de Inglaterra con España habían mejorado mucho. Los representantes de los nuevos gobiernos de América del Sur habían pasado a ser personas difíciles para Inglaterra. El propio Francisco de Miranda, el venezolano que los había precedido en su instalación en territorio inglés, había perdido influencia en la prensa inglesa y estaba sometido a una vigilancia policial estricta. Se supone que Simón Bolívar, que entonces tenía veintisiete años, defendió en la reunión con el secretario Wellesley, en forma ardorosa y no autorizada por las instrucciones de la Junta de Caracas, la idea de la plena independencia política de Venezuela, cosa que forzó su rápido regreso a Caracas. En cambio, la permanencia de Andrés Bello en Londres durante 19 años, con grandes altibajos económicos, con notables encuentros con personajes hispanoamericanos, españoles, ingleses, haciendo toda clase de trabajos esporádicos en la diplomacia venezolana, colombiana, chilena, se conoce en parte y exige de nosotros un esfuerzo de conjetura y de imaginación. Se sabe que se hizo amigo de Miranda, el precursor, y que en cambio tomó distancia con respecto al arrogante, impetuoso, millonario Simón Bolívar. Conoció a José de San Martín, de paso en Londres en 1811, y formó parte de una sociedad secreta de “Caballeros Racionales”. También se sabe que tuvo una estrecha amistad con John Mill, el padre de John Stuart Mill, y que su correspondencia privada con José María Blanco White fue abundante y constante por ambas partes.


¿Qué factores influyeron para que Andrés Bello, muy poco después de su llegada a Chile, se transformara en el aliado más seguro, más laborioso, más eficiente, de los conservadores? El tema es de gran complejidad y de fascinante interés histórico. Reservado, introvertido, apartado de toda forma de frivolidad, nunca mezclado en la acción política cotidiana, Andrés Bello se convirtió, sin embargo, en el hombre de confianza de Diego Portales, el ministro del Interior del primer presidente conservador, el general Joaquín Prieto, triunfador de Lircay. Para algunos de los interesantes ensayistas históricos del Chile del siglo XIX, Prieto pudo aprovechar la fuerza de su ministro Portales y la inteligencia humanista de Bello porque era “el menos militar de los militares de su tiempo”. Por otro lado, la alianza de Portales y Bello tiene un aspecto enigmático. A primera vista, parecen personajes enteramente contrapuestos. Portales era comerciante, dueño de un estanco poderoso, desconfiado, autoritario, poco aficionado a los símbolos del poder. Su correspondencia es criolla en el lenguaje, chispeante, insolente, divertida. El hombre abandonaba con relativa frecuencia los despachos ministeriales para irse al otro lado del río Mapocho, a las “chinganas” del barrio popular y mal afamado de La Chimba. Cuando lo requerían para tareas urgentes de gobierno, solían irlo a buscar a esos lugares de vida alegre. El ministro no se tomaba demasiado en serio, no amaba en absoluto las liturgias y ceremonias del Estado, pero se hacía cargo de los temas difíciles con decisión, con autoridad, con lucidez extraordinaria. Sabía, por lo tanto, que la presencia de Bello era indispensable y le daba siempre, sin vacilar, un apoyo completo. Hubo un punto de desacuerdo importante entre ambos personajes, y el ministro Portales, empeñado a fondo en el tema, no le quitó su apoyo al humanista silencioso. Fue el asunto de la guerra contra la Confederación del Perú y Bolivia. Ambos países se habían unido bajo el mando del Mariscal Andrés Santa Cruz, personaje mestizo, de gran astucia, de extraordinario carisma, de visiones ambiciosas. Portales pensó desde el primer momento que la Confederación era una fuerza peligrosa, hostil, en la vecindad de la república chilena en formación, y se propuso con toda claridad, sin la menor vacilación, destruirla. El punto de vista de Bello, como es de imaginar, fue prudente, pacifista, partidario de buscar soluciones negociadas. Diego Portales impuso su criterio y mandó una expedición marítima al mando del almirante Manuel Blanco Encalada, que había alcanzado a intervenir en las luchas de la independencia. El general triunfador en Yungay, en el interior de la sierra del Perú, fue Manuel Bulnes, quien asumiría poco después el segundo período presidencial chileno, de acuerdo con la Constitución de 1833, que fijaba períodos de cinco años de duración y con la posibilidad de una reelección, los primeros quinquenios, cuyos plazos se cumplían en forma rigurosa. Al conocer en su destierro de Boulogne-sur-mer, en el norte de Francia, las noticias del traspaso de poderes entre Prieto y Bulnes, efectuado en forma enteramente pacífica en 1841, el general argentino José de San Martín escribió que Chile era “el único país que sabía ser república hablando en español”. Cita la carta de San Martín, en sus Recuerdos literarios, publicados por primera vez en 1878 y donde el ataque a las ideas de Andrés Bello es uno de los temas centrales, José Victorino Lastarria. Bello había sido profesor de Lastarria en la década de los treinta y la relación respetuosa entre ambos se mantuvo, a pesar de las diferencias ideológicas, durante toda la vida. En los abundantes ensayos, estudios, biografías de Andrés Bello, se intenta pocas veces mostrarlo en su unidad de pensamiento, en su extraordinaria coherencia intelectual. En 38

una notable biografía reciente,Andrés Bello: la pasión por el orden (Editorial Universitaria, Santiago, Chile, 2001), el profesor chileno Iván Jaksic se empeña en explicar este carácter unitario de la obra de Bello y llega lejos en su análisis. Se plantea en forma interesante, necesaria, la relación entre el Andrés Bello poeta, gramático, estudioso de la literatura de la lengua desde sus orígenes medievales, filósofo, hasta el Bello jurista y legislador. Como ya dije, la estrecha confianza entre hombres tan diferentes como Bello y Portales es un enigma histórico. Ahora pienso que el salvaje asesinato del ministro Portales por un ínfimo grupo de amotinados militares, en 1837, produjo el efecto contrario al que buscaban sus autores: una admiración popular del ministro asesinado y un fortalecimiento del Estado de Derecho que él había estado creando en fiel sintonía con Bello. En sus primeros pasos en la diplomacia sudamericana en Inglaterra, Bello encontró tiempo para escribir poemas y para estudiar los orígenes de la lengua española. Su examen detenido, minucioso, delCantar de Mío Cid, lo llevó a conocer a fondo el paso del latín al español de los primeros tiempos. Bello era un lector eximio de Virgilio, de Horacio, de Cicerón, de Séneca. Ahora bien, esas lecturas habían sido paralelas con el estudio de los primeros juristas romanos. En sus discusiones sobre los programas de derecho de la Universidad de Chile, insiste en forma brillante en la conveniencia de incluir buenos estudios de derecho romano. Bello conoce el derecho romano desde sus orígenes republicanos y también conoce su influjo en el derecho español, que se manifiesta con claridad, a su juicio, en Las Siete Partidas. Pues bien, su lectura atenta del Cantar de Mío Cid lo lleva a la conclusión de que el Cantar Tercero, donde se narra la afrenta inferida por los Infantes de Carrión a las hijas del Cid y se describe la corte convocado por el rey Alfonso VI (Alfonso el castellano) a pedido del Cid para hacer justicia, tiene una relación directa con los principios romanos del derecho y con los procedimientos jurídicos que se aplican en España. En otras palabras, Andrés Bello ve una relación inspiradora para él, importante para su noción de lo que deberían ser las repúblicas hispanoamericanas, entre la lengua de los orígenes y el derecho de los orígenes: el latín, el español, el derecho romano y el de la Edad Media española. Él hizo sus estudios en la Caracas ilustrada de fines de la época colonial, alcanzó a ser funcionario de la administración colonial, y pensó que una solución razonable para las nuevas naciones independientes sería una monarquía constitucional. Más tarde, frente a un vacío político, desarrolló el concepto de repúblicas independientes estables, donde el respeto de la ley, elevado a una categoría casi religiosa, era una clave de los nuevos sistemas. Se ha sugerido a menudo que los presidentes chilenos del siglo XIX, hasta el estallido de la revolución de 1891, eran monarcas a plazo fijo. Es una verdad a medias, puesto que uno de los desarrollos políticos principales de ese siglo de estabilidad interna es el de un sistema electoral gradualmente más amplio, de mayor participación, que culmina en el siglo XX con el voto femenino y el voto secreto. En seguida, la sucesión presidencial se practica en forma estricta. Lo que provoca el conflicto armado de 1891, una lucha entre un Congreso conservador y un Poder Ejecutivo liberal, es en forma determinante la intervención electoral que practicaban los presidentes para imponer a sus sucesores, deformación crecente del sistema que Bello y Portales habían imaginado. La preocupación central de Andrés Bello, su objetivo último, fue impedir que la independencia de las colonias hispanoamericanas, con su inevitable fragmentación, con la creación de numerosos Estados nacionales, se tradujera en una pérdida del idioma común y en una situación general de


anarquía. Mantener el idioma era el primer desafío cultural de ese mundo separado de la Península. Crear repúblicas estables, viables, inspiradas en el derecho romano y en los derechos nacionales de la Europa moderna, era un proceso paralelo al de la defensa de la continuidad lingüística. En una etapa determinada, el racionalismo de Bello, miembro de la curiosa logia de los “Caballeros Racionales”, lo condujo a proponer algunas modificaciones de la ortografía castellana con la idea de suprimir algunas arbitrariedades: cambiar la “y” griega por “i” latina, suprimir las haches mudas, usar la jota en lugar de la “g” sorda, proponer el uso de la “k” en lugar de la “ca”, etcétera. Fueron usos que tuvieron una momentánea difusión en la América de lengua española y que el propio Bello, al cabo de largos años y en una segunda revisión del problema, fue de los primeros en abandonar. La Gramática de la lengua castellana, publicada en Chile en 1847, fue uno de los proyectos más ambiciosos de unificación de las reglas del idioma y a la vez de independencia cultural. Bello consideraba que la Gramática de la Real Academia Española adolecía de una excesiva dependencia del latín, hasta el punto de seguirlo en la conjugación de los verbos y en la declinación de los sustantivos. Había que hacer una gramática del castellano real, vigente, “desembarazado de ciertas tradiciones latinas que de ninguna manera le cuadran”. En su prefacio, tiene un párrafo que se ha citado muchas veces: “No tengo la presunción, anotó, de escribir para los castellanos. Mis lecciones se dirigen a mis hermanos, los habitantes de Hispano-América. Juzgo importante la conservación de la lengua de nuestros padres en su posible pureza, como un medio providencial de comunicación y un vínculo de fraternidad entre las varias naciones de origen español derramadas sobre los dos continentes…” Era siempre una noción de progreso efectivo, no teórico, alejado de toda forma de jacobinismo. Sus enemigos locales, encabezados por su alumno José Victorino Lastarria, fueron siempre majaderos, repetidores de consignas, profundamente áridos. El lenguaje de uno de ellos, José Miguel Infante, es de un simplismo, de una barbarie, de una flagrante incorrección, y nunca falta el ataque a Bello como “extranjero” en Chile. En una Introducción a los estudios gramaticales de Andrés Bello, escrito un siglo después por Amado Alonso, gran gramático, filólogo y crítico literario español, sostuvo que la de Bello era “la mejor gramática que tenemos de lengua española”. Desde luego, no soy experto en la materia, pero creo que las explicaciones de Andrés Bello sobre el verbo en castellano son de las más claras, las más incisivas y brillantes, que se hayan escrito en nuestra lengua. Un escritor moderno de cualquiera de las regiones de la lengua española, de la meseta castellana o de los confines australes de la Patagonia, puede leer esas páginas y entender aspectos del verbo y de sus funciones que antes no había entendido del todo. En otras palabras, Bello es uno de nuestros grandes clásicos, y a pesar de la muy abundante bibliografía que ha suscitado desde mediados del siglo XIX, es uno de nuestros grandes desconocidos. Se trataba de fijar la lengua, de darle normas válidas en sus vastísimos dominios, de defender la identidad cultural de las nuevos Estados, sin romper la tradición intelectual hispánica con sus orígenes latinos. Entre el Mester de Juglaría medieval y la poesía de los primeros poetas del Nuevo Mundo, la del poeta soldado español Alonso de Ercilla y la de su rival chileno, nacido en Angol de los Confines, Pedro de Oña, Bello encontraba una continuidad

asombrosa. El estudio mayor, más apasionado y a la vez más atento, permitía descubrir vasos comunicantes extraordinarios. Andrés Bello, en medio de sus tareas agotadoras, pudo escribir una Silva a la agricultura de la zona tórrida, evocación de la naturaleza de su Venezuela natal, y una hermosa traducción de Victor Hugo, La oración por todos, donde resuenan ecos de la mejor poesía de la lengua. El trabajo de preparación del Código Civil chileno, que le llevó años de minuciosa y escrupulosa dedicación, tuvo un propósito último parecido: dar seguridad al trabajo y a la propiedad, establecer bases sólidas de convivencia, crear un sistema jurídico eficaz, razonable, moderno para su época. Andrés Bello ya era senador, ciudadano chileno por gracia, rector de la Universidad de Chile. La década de 1840, encabezada por un presidente de la República jurista, juez de profesión, Manuel Montt, fue definida en biografías de Bello como la “década triunfal”. El venezolano nacionalizado chileno, siempre nostálgico de su juventud en Caracas, no dejó nunca de asistir a las sesiones de la comisión codificadora, que él presidía, y fue al final el autor casi único de ese código que entró en vigencia el primero de enero de 1857 y que fue imitado por muchos países del resto de América. Hay, sin embargo, un detalle digno de destacarse: Manuel Montt, como presidente en ejercicio de la República y después como ex presidente que había reanudado sus tareas en la Corte Suprema de Justicia, asistía con puntualidad a casi todas las sesiones. Había un antecedente que se conocía bien en el lejano Chile: Napoleón Bonaparte asistía con extraordinaria constancia a las sesiones de codificación del derecho civil francés, modelo aproximado del código chileno. Uso el término “aproximado” con precisión e intención, puesto que Bello cotejaba siempre la legislación española y nunca abandonaba sus conocimientos del derecho romano y de la legislación inglesa. El código huyó de la influencia francesa jacobina, revolucionaria, cuya crítica ya había conocido Bello de primera mano en su frecuentación de los pensadores políticos ingleses de Holland House. El conocimiento del derecho romano de los tiempos de la República, completado con el estudio de Las Siete Partidas, permitieron que escapara de un modelo único. Su texto se adaptó a las condiciones de las nuevas sociedades hispanoamericanas con justeza, con realismo, con pensamiento original. Fue una legislación de progreso, que terminó con el mayorazgo, que mejoró la situación jurídica de los hijos nacidos fuera del matrimonio, que facilitó la circulación comercial de los bienes. Bello supo distanciarse del pesimismo radical de Simón Bolívar, que había “arado en el mar”, según su propio balance personal, y del autoritarismo cerrado de Diego Portales, que no creía que una legislación bien hecha bastara para imponer el orden social, que sostenía que el orden social solo se mantenía en Chile por “el peso de la noche”. Andrés Bello inventó una legislación republicana posible, equilibrada, convincente, y obtuvo resultados extraordinarios. Su redacción clara, su conocimiento estético y gramatical del idioma, permitieron que su construcción legal fuera comprendida y aceptada por la gran mayoría de los chilenos e imitada después en una parte importante de Hispanoamérica. Andrés Bello fue un legislador prudente, cuya enorme erudición se había transformado en sabiduría, que desconfiaba de las novedades antes de analizarlas a fondo, en todos sus matices y en sus consecuencias. Su código civil ha sido modificado muchas veces, pero según algunos especialistas actuales, rige todavía en alrededor de setenta 39


por ciento de su articulado. Su personalidad, estudiada hasta en sus menores detalles y relativamente desconocida en los tiempos actuales, alcanzó una síntesis única: poeta, estudioso del idioma y de su literatura, gramático, legislador, educador, político en el sentido amplio de la palabra, más allá del corto plazo. Murió en Santiago en octubre de 1865, poco antes de cumplir los ochenta y cuatro años de edad, y sus honras fúnebres fueron uno de los sucesos más notables del siglo XIX chileno. No está demás apuntar que su médico de cabecera fue el doctor Guillermo Blest, irlandés de origen y padre del precursor de la novela chilena moderna, Alberto Blest Gana. Tres o cuatro días antes de su fallecimiento, después de examinarlo en forma detenida, dijo que ya solo había que esperar y dejarlo descansar. Hay otro detalle interesante: el ex presidente Manuel Bulnes, que había gobernado en el segundo de los decenios del Chile conservador (1841 – 1851), el triunfador de la guerra contra la Confederación Perú-Boliviana, asistió a la casa del difunto acompañado de su hijo Gonzalo, que después sería un clásico de la historiografía chilena y recordaría la escena fúnebre con emoción y con detalles notables. Agrego elementos del entierro del ex senador de la República y ex rector de la Universidad de Chile, que tomo de la notable biografía de Iván Jasik. (pág. 280). Hubo una reacción colectiva, espontánea, enorme para esa época, de alrededor de diez mil personas. En el trayecto de la Catedral de Santiago al Cementerio General, un grupo de estudiantes apartó los caballos que debían llevar la carroza fúnebre y arrastró la carroza con sogas. El desfile era seguido por las principales personas de gobierno, de la universidad, de los sectores intelectuales, por los miles de voluntarios que habían concurrido y por un destacamento de caballería. Ignacio Domeyko, importante hombre de ciencias de origen polaco que también había sido contratado por el gobierno y que sucedió a

Bello en el Consejo Universitario, fue uno de los oradores principales, acompañado por importantes actores políticos, entre ellos Federico Errázuriz Zañartu, ministro de Instrucción Pública y que llegó a ser algunos años más tarde presidente de la República. Es una historia antigua, pasada, y tiene, sin embargo, una vigencia extraordinaria. No creo que perdamos nada con recordarla. Quizá, en los tiempos confusos y relativamente bárbaros que corren, sea una evocación saludable y hasta necesaria. El sectarismo de muchas regiones de la América Latina de hoy, que suele ir acompañado de altos niveles de ingenuidad y de ignorancia, tendría mucho que aprender del ejemplo de don Andrés. La vastedad de su erudición, de su visión de humanista, de su trabajo legislativo, constituyen un contraste con la situación de estos días y una enseñanza extraordinaria para todos nosotros. Andrés Bello perteneció a una especie humana escasa de hispanoamericanos tranquilos, reflexivos, de sabiduría superior. El hecho de que Chile lo haya adoptado, le haya dado su nacionalidad y haya tenido un respeto profundo por su trabajo, a pesar de las ardientes polémicas que despertaba, merece una reflexión de las generaciones actuales. Fue un hombre de progreso, de conocimientos clásicos y modernos, poeta y hombre de ciencias, además de constitucionalista, civilista, internacionalista. El amor por el mundo sudamericano, por su naturaleza, por sus formas de convivencia; su esfuerzo por mantener una identidad propia, nueva en su tiempo, también son esenciales para definirlo. Los que lo acusaron con virulencia, con expresiones de odio, aprovechando para hacerlo las libertades públicas que él mismo había contribuido a instalar en el Chile del siglo XIX, cometen un error parecido al de muchos exaltados de hoy. Es una historia que se repite. Pero todo indica que Bello es un contemporáneo nuestro, un maestro y a la vez un compañero de ruta.


HUMBERTO SÁNCHEZ AMAYA

Leonardo Padura: “Una de mis grandes frustraciones es no haber sido un buen pelotero” El autor, que ganó el Premio Princesa de Asturias de las Letras, prefiere no hablar sin propiedad sobre la situación en Venezuela

Entrevistar a Leonardo Padura por teléfono es un ejercicio de insistencia. La llamada a La Habana, donde reside, suele caerse constantemente. Lo sabe y lo lamenta. “Es horrible lo de la comunicación. Esto es tremendo, no paro de hablar”, advierte el escritor cubano que el miércoles ganó el Premio Princesa de Asturias de las Letras 2015. El autor reconoce, sin embargo, que la primera de las tres veces que se cortó la comunicación fue su culpa. “Es que metí el dedo donde no debía”, afirma luego de contestar por segunda vez en su casa, en el barrio de Mantilla. “Es para mí, una entrevista que me harán”, le dice a su esposa, la guionista Lucía López Coll, que acaba de levantar el auxiliar. Han sido días ajetreados. Los medios no han dejado de buscarlo para conocer sus impresiones después del anuncio del galardón. “Es el reconocimiento a años de dudas y temores, a un trabajo que hago en soledad con la incertidumbre de no saber si funcionará”. Cuando sonó el teléfono de su casa el miércoles en la madrugada no se asustó ante la posibilidad de recibir una mala noticia. “Sabía que era para informarme que era el ganador”, cuenta el escritor de El hombre que amaba a los perros que viajará a Oviedo el 23 de octubre para recibir el premio. Un día antes le habían notificado que estaba entre los finalistas, al igual que el japonés Haruki Murakami y el poeta sirio Adonis. En una entrevista reciente el novelista nacido en 1955 afirmó que el reconocimiento lo hace sentir como parte del tridente del Barcelona, en alusión a Lionel Messi, Neymar y Luis Suárez. Es seguidor de ese equipo, pero prefiere el beisbol. “Lo que pasa es que en Cuba es más fácil ver los juegos de los conjuntos europeos que las Grandes Ligas. Una de mis grandes frustraciones es no haber sido un buen pelotero o manager, 41

porque creo que sé bastante de pelota. Acá soy fanático de Industriales y en Estados Unidos del que tenga más cubanos”. Tratará de ponerse al día con la Copa América, pues el primer partido no lo pudo ver por estar fuera de casa. “¿Quién ganó?”, pregunta sobre el juego en el que Chile venció a Ecuador 2 a 0. “En este torneo no sé con quién quedarme entre Argentina, México o Brasil”. —¿Qué le dijeron sus vecinos en Mantilla? —Era muy temprano. No quise despertar a mi madre, que tiene 87 años de edad y vive en la casa vecina. Fue ella quien tuvo que subir a felicitarme y yo nunca pude despegarme del teléfono. Muchos amigos han venido a verme. —¿Lo llamó alguien del gobierno cubano para felicitarlo? —No. Tampoco lo esperaba. —Habla de no sentirse seguro cuando escribe. ¿Cómo se puede decir eso cuando ha ganado premios importantes? —Los premios gratifican, dan una sensación de seguridad intelectual y económica. Pero el problema es encontrar el adjetivo que mejor matice el carácter del sustantivo que has usado. —Varias veces ha afirmado que su esposa es su más sincera editora. ¿Qué ha sido lo más duro que le ha dicho? —Que todo es una mierda y debo escribirlo de nuevo (risas). Me ha ayudado mucho. Recuerdo que cuando el personaje de Mario Conde dejó la policía y hubo que buscarle un oficio, acordamos que fuera comprador y vendedor de libros viejos. —Si Cuba es un personaje, ¿qué momento atraviesa en este momento? —En los ochenta era una sociedad muy homogénea; pero, como decía George Orwell, había unos más iguales que otros. En los noventa todo empezó a fragmentarse y en los últimos


años ese proceso se ha acelerado. Ahora los jóvenes tienen perspectivas diferentes. Surgen personas que con pequeñas empresas privadas hacen cantidades importantes de dinero. —¿Percibe esos cambios como positivos? —Eran necesarios. La sociedad igualitaria se basaba en la subvención soviética. La de ahora es más real, pero el principal problema es la eficiencia. Para lograrla se están produciendo cambios muy imperceptibles desde una mirada superior, pero con mucho efecto a nivel social. —¿Cómo sería la vida de Mario Conde ante el posible afianzamiento de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos? —Es difícil desde la literatura captar toda la dimensión de una situación que está en proceso. La historia de la novela que estoy escribiendo ahora terminará el 16 de diciembre de 2014, un día antes de que se anunciara el inicio del diálogo. —¿Esa novela tiene nombre? —Tengo uno que me sirve para trabajar, pero no te lo digo porque es muy malo. —En Venezuela la diáspora es un fenómeno creciente, ¿qué opina sobre el tema un escritor que tiene la emigración tan presente en su obra? —El ser humano debe tener el derecho inalienable de vivir donde y como quiera. En Cuba actualmente hay un fenómeno similar. Ahora es más fácil salir de la isla porque no se necesitan permisos. Lo hacen los más preparados. Eso tendrá una consecuencia para la sociedad, que tiene que asumirlo o crear las condiciones para que no haya un desangramiento. —En el cuento “La Puerta de Alcalá” habla de quienes se van y quienes se quedan, una discusión que se está dando en Venezuela en la que ambas partes consideran tener la razón. —Siempre se crean conflictos, muchas veces permeados por la política. Son discusiones que no deberían convertirse en un problema personal. Yo me quedé en Cuba, una decisión que tomé libremente. —¿Por qué? —Como escritor necesito el contacto con mi realidad, con mi lengua. A veces puede ser traumático en muchos sentidos. Hace rato mi esposa estaba llamando a unos albañiles que hacen un trabajo en casa de mi suegra y tienen tres días sin ir. La realidad te toca la puerta, entra a tu casa y se acuesta en tu cama. —Como periodista, ¿cómo ve la situación actual de Venezuela? —Es una pregunta que nunca respondo. Para conocer un país hay que vivirlo. Me molesta cuando alguien viene a Cuba, se aloja en un hotel durante una semana con dólares en el bolsillo y trata de explicarnos cómo es todo acá. —Herejes es una novela de pérdida y desarraigo. ¿Alguna vez se ha sentido así, sin rumbo y resistiendo como sobreviviente? —Muchas veces. El ser humano vive en una lucha constante. En Cuba ha sido una de supervivencia. He tenido la fortuna de que mi trabajo me ha permitido viajar y sostenerme económicamente. En los años terribles de los noventa fue cuando más escribí, lo hice como un loco para no volverme loco. —Con esa novela busca una reflexión sobre la libertad individual, especialmente en sociedades como la cubana. ¿Pero realmente existe la libertad plena en otras sociedades? —Por eso no solo se refiere a la experiencia cubana. Tiene mucho que ver con la condición humana. El desafío de la realización del albedrío es una lucha constante en todas las situaciones. El hombre ha pagado un precio tratando de obtener 42

ese derecho. —¿Es el escritor que soñó ser cuando joven? —(Risas) No sabría decirlo. En esa época quería ser como Ernest Hemingway. Luego me di cuenta de que era un gran escritor, pero también un gran cabrón como persona. Lo que he hecho es tratar de hacer mi carrera con mucho trabajo. Por supuesto, no imaginaba lo que he logrado. —Ha dicho que en el alma de las cosas suele estar lo peor de las personas. ¿Cómo es el alma de Leonardo Padura? —Trato de ser un ciudadano más. No me creo superior en ningún sentido. Practico la amistad de la manera que lo he hecho siempre. No hay ninguna persona que pueda decir que lo perjudiqué para beneficiarme. Mi vida ha sido lo más limpia posible. Del papel al cine Hace cuatro semanas comenzó el rodaje de cuatro películas basadas en las primeras novelas de Leonardo Padura: Pasado perfecto,Vientos de cuaresma, Máscaras y Paisaje de otoño. “Los guiones los escribimos mi esposa y yo”, dice el autor de quien se acaba de publicar la antología de cuentos Aquello estaba deseando ocurrir(Tusquets). El director es Félix Bizcarte y Jorge Perugorría será quien interprete al detective Mario Conde. La producción está a cargo de la compañía española Tornasol Films. En 2016, el protagonista de la saga policíaca de Padura cumple 25 años de su aparición pública. “Qué mejor manera de celebrarlo con el salto al cine. Fueron 15 años de lucha. Fue en 1999 cuando el director español Jaime Botella se acercó con la idea adaptar el primer libro, pero nunca se llevó a cabo”. —¿Qué tipo de películas está viendo actualmente? —Me gustó mucho Birdman de Alejandro González Iñárritu. Sin embargo, mis preferencias son actualmente las series. Mi esposa y yo acabamos de terminar Better Call Saul y Breaking Bad. Nos encantó. Vamos ahora con Game of Thrones. —¿Y música? —Oigo poca porque cuando escribo no puedo, pero suelo escuchar siempre la misma. Cuando tengo tiempo pongo Mamas & The Papas, los Beatles, Rubén Blades, Norah Jones y una mezzosoprano que se llama Katherine Jenkins. —¿Ha leído obras recientes de autores venezolanos? —No estoy informado de lo último, ni de lo venezolano ni lo cubano. Me he dedicado a leer historia y literatura que me ayude a encaminar mis novelas. Cuando escribo tampoco trato de hacer descubrimientos, voy a lo seguro. Vuelvo a Mario Vargas Llosa, Gabriel García Márquez, Alejo Carpentier y a los estadounidenses. —¿Por qué le gusta el Barcelona? —Hubo una época en la que tenía muchos jugadores holandeses y a mí me encantan los futbolistas de ese país. Luego está Ronaldinho, a quien considero uno de los grandes genios del fútbol, al igual que Pelé, Maradona y Messi. Este último es otra de las razones. Tres obras fundamentales Pasado perfecto (1991) Es la primera obra en la que aparece el personaje de Mario Conde, un detective que se vuelve recurrente en la saga de novelas policíacas escritas por Leonardo Padura. El personaje empieza a servir al autor para mostrar el lado más oscuro de una Cuba que se vendía como inmaculada por la Revolución. La corrupción y otras intrigas que debe desentrañar el policía dan muestra de una sociedad con serios problemas. La trama se basa en cómo un viejo compañero de colegio construye una


reputación basada en dudosas acciones. La novela de mi vida (2001) Leonardo Padura se inspira en la vida del poeta José María Heredia para esta novela. Según sus propias palabras, es uno de los primeros exilados políticos de Cuba, un tema sobre el que ha reflexionado mucho. Heredia murió en México en 1839, por lo que el escritor hace sus acostumbrados paralelismos en estas páginas entre el siglo XIX y el siglo XX a través del personaje Fernando Ferry, cuyo objetivo es hallar un manuscrito de la autobiografía inédita del poeta.

El hombre que amaba a los perros (2009) Considerada por muchos como la novela más ambiciosa de Leonardo Padura, quien reconstruye lo que fue el paradero en La Habana de Ramón Mercader, el militante comunista que asesinó en México a León Trotski. En 2011 el Instituto Cubano del Libro le otorgó el Premio de la Crítica en Cuba por esta obra, una crítica directa y sin contemplaciones al estalinismo. Es uno de los libros del autor que se pueden conseguir en Venezuela.


Luis García Morales (Para Elisa Lerner)

ANTONIO LÓPEZ ORTEGA

En estos últimos tres lustros (2000-2015) se nos han ido importantes escritores venezolanos. No hablo de una importancia cotidiana, sino más bien muy trascendente. Se trata de autores que marcaron el siglo XX, que lo esculpieron, hasta darle la forma de una centuria prodigiosa, con voces variables, altivas, resonantes, íntimas, reveladoras. Tristemente, asistimos a la desaparición gradual de dos promociones: la de los años 20 y la de los años 30. Narradores como Gustavo Díaz Solís, Salvador Garmendia, Adriano González León; o poetas como Juan Sánchez Peláez, Eugenio Montejo, Francisco Pérez Perdomo, se han ido sin que el país les agradezca nada. Porque ese es otro atenuante que hace de la circunstancia una dimensión más desoladora: la sensación de que esta cultura desmemoriada no piensa, no valora, lo que la ha hecho posible. Si estos autores hablaron de nuestro paisaje humano, lo describieron hasta las entrañas; si estos autores elevaron nuestra naturaleza hasta instancias metafísicas; si estos autores se desvivieron hasta dar con nuestros “rasgos comunes”, ¿por qué la humanidad que los sobrevive camina impertérrita, insensible, ignorante? La primera carencia es institucional y corresponde a un Estado que no reconoce a sus grandes figuras, pero luego tenemos un aparato aletargado, desarticulado (instituciones, universidades, prensa, grupos literarios) que no valora lo bueno, lo trascendente, quizás por estar inmerso en una vorágine que consume los días a cuenta de urgencias mayores: asesinatos, torturas o hambre. Otra magnífica voz que se nos ha ido en estos días para acrecentar el coro fúnebre es la de Luis García Morales (19292015). Poeta de origen guayanés, integrante del grupo “Sardio”, presidente del Conac en los años 80, su obra poética, aunque breve y discreta, fue claramente renovadora y respondía a una lectura cabal de su tiempo. Quiero decir con esto que sus lecturas fueron las mejores, que estaba al tanto de los grandes maestros de la contemporaneidad, sobre todo franceses e ingleses, y que su intensidad expresiva tenía pocos antecedentes entre nosotros. Su lujo verbal lo emparentaba con Juan Sánchez Peláez, y su manera de revelar los intersticios de la materia revelaba una penetración poco común. Por supuesto que las imágenes de infancia (la grandiosidad del río Orinoco, por ejemplo) están metamorfoseadas hasta niveles en los que el origen se borra, volviéndose abstracción pura, pero ese mismo procedimiento es el que hubiera argumentado un artista como Jesús Soto para admitir que las varas de sus “penetrables” no eran más que los brillos solares que el mismo río emitía, sobre todo en horas del atardecer. En libros como El río siempre o Lo real y la memoria, García Morales llega a fundir paisaje y memoria a tal punto que ya el lector no sabe distinguir entre el uno y la otra. Se diría que un recuerdo puede ser un árbol, o que un pájaro es más bien un 44

pensamiento. Profundizar en el paisaje es lo mismo que profundizar en la memoria, o ver es lo mismo que recordar, o admirar es lo mismo que meditar. Cuando el poeta nos dice estos versos: “Escribo el fantasma y es mi olvido/ Escribo mi nombre/ Y el agua pasa por encima/ Lavando su tiniebla.”, queda claro que existencia e inexistencia son falsas antinomias, o que el nombre de algo y su borrón son lo mismo. Así como el río milenario recorre nuestro sueño y nos parte en dos, asimismo la memoria del poeta, que creyéndola ida sigue y seguirá en nosotros.


DANIEL FERMÍN

Manuel Moyano: "Veo la literatura como inspiración" "La literatura es algo vocacional y autodidacta . No hace falta estudiarla para ser escritor", asegura el escritor español. El finalista del Premio Herralde de Novela 2014 tendrá cuatro actividades en la feria. Mañana, por ejemplo, hablará de su obra con Sergio Dahbar. El domingo, en cambio, tendrá una conversación con Alfredo Chacón acerca de curandería. "Hispanoamérica es uno de mis grandes referentes literarios. Ir a ese continente, incluido Venezuela, es como asistir a una de mis patrias de la escritura", dijo el autor, que ha publicado libros de ensayos antropológicos, de relatos y novelas. El imperio de Yegorov, sobre un hombre que contrae una infección en África que tiene efectos colaterales positivos, le dio reconocimiento internacional. Su mención en el certamen de Anagrama hizo que un mayor número de personas se interesaran por sus publicaciones. "Ser finalista del Herralde es una especie de meta cumplida. Como algo que se cree que no va a llegar pero al final llega. Es evidente que hace que el lector y el mercado te perciba más. La prueba de ello es que ahora haya sido invitado a Caracas, de lo contrario creo que no hubiese sido tomado en cuenta". Manuel Moyano escribió su más reciente novela en 15 días. El narrador español tiende hacia una escritura compulsiva. "Me asombra la gente que dice que hace un libro en dos años. Me resulta incomprensible. Yo me aburriría en el camino. Tiene que ver con la inspiración, que no es algo que se sostiene por mucho tiempo. El imperio de Yegorovposee un ritmo intenso porque está escrita bajo el mismo estado". Ya el autor dijo en entrevistas previas que las mejores obras son las impremeditadas. El cordobés es uno de esos narradores que al escribir siente que una voz le habla, le dicta. "Hay una parte inconsciente que funciona por sí sola, pero hay otra que dirige ese proceso. Como un caballo sin domar que -pese a todosigue por donde tú llevas las riendas. Veo la literatura como inspiración, no como un oficio burocrático. Lo malo de tener esa dependencia es que te lleva a períodos de sequía. Tampoco es que hay que escribir todo el tiempo porque te puede conducir a la locura", agregó el narrador, que ya tiene un volumen de relatos a la espera de su publicación. Manuel Moyano se graduó como Ingeniero Agrónomo. Fue ya pasados los 30 años que comenzó a publicar sus libros. "He sentido la pasión por la escritura casi desde la infancia. De una forma juguetona, sin ningún tipo de pretensiones. En la época en la que empecé en la universidad estaba alejado de la literatura o de tener aspiraciones artísticas. Por eso ejercí la agronomía". La educación familiar llevó a Moyano a descartar posibles estudios de Letras o Filología. No lo vio como una posibilidad. 45

"Tenía un principio práctico. Quería cursar una carrera que pudiera generar más ingresos. Igual, aún tengo cierta duda de si será bueno estudiar literatura para dedicarse a escribir. Tengo la impresión de que eso es algo vocacional y autodidacta. Creo que no hace falta tener estudios profesionales". Moyano hoy ejerce de funcionario cultural en el Ayuntamiento de Murcia. Y, a ratos, escribe.


María E. Silanes dedica libro a la diva de cada mujer En su libro, la autora reúne seis novelas breves sobre mujeres que iban contra la corriente. Su idea era que fueran contemporáneas, nacidas entre la última década del siglo XIX y la primera del XX, e indagar cómo les había afectado la revolución mexicana. México.-(AP) Para María E. Silanes ser una diva es mucho más que una cara bonita. Y en su más reciente libro presenta la historia de seis mujeres que supieron marcar su época por su carácter. "Una diva tiene que tener mucho más que belleza, a veces la belleza ni siquiera es un requisito indispensable, tiene que tener personalidad, tener estilo, tiene que trascender", dijo Silanes en una entrevista reciente con The Associated Press a propósito de su obra, "Divas". "A las lectoras las quiero invitar a que despierten la diva que vive dentro de ellas, a despertar su estilo, su personalidad, a ser únicas, porque hay una diva en cada mujer", afirmó. En su libro, la autora reúne seis novelas breves sobre mujeres que iban contra la corriente. Su idea era que fueran contemporáneas, nacidas entre la última década del siglo XIX y la primera del XX, e indagar cómo les había afectado la revolución mexicana. Andrea Palma, considerada la primera diva del cine nacional, tenía 30 años cuando comenzó a actuar en películas de Hollywood. Era amiga de Marlene Dietrich, quien le daba conejos sobre cómo manejarse. La cinta mexicana "La mujer del puerto", sobre una prostituta de Veracruz, es para Silanes la producción donde se puede ver a Palma en su esplendor. Dolores del Río, otra de las divas de Silanes, era prima de Palma. Ambas eran del estado norteño de Durango, de familias de abolengo. Del Río se casó tres veces y tuvo un romance con Orson Welles. La española María Conesa era bajita y no era excepcionalmente hermosa, pero está incluida en el libro con todo derecho. "Sabía contactar con su público, se bajaba del escenario y con unas tijeras le cortaba las corbatas a los señores. Un día le quitó medio bigote a un general, a Pancho Villa le quitó los botones de su chaqueta, entonces él se enamoró perdidamente de ella y se la quiso secuestrar", relató Silanes. Mientras hacía esas travesuras, Conesa cantaba piezas con dobles sentidos con una vocecita aguda. "Decían que había dos visitas de adoración en la Ciudad de México en la época de la revolución, una era a La Villa a ver a la Virgen (de Guadalupe) y otra era a ver a María Conesa al teatro". Sara García, quien aparece en todas las cajas de Chocolate Abuelita con lentes y el cabello cano, relata su historia desde la vejez cuando está actuando en la famosa telenovela de los años 70 "Mundo de juguete". "Sara García tiene una historia muy trágica. La entrañable abuelita de México da la casualidad que nunca fue abuelita porque su única hija murió cuando tenía 20 años y ella, aunque 46

estuvo casada en una ocasión de donde nació su hija Fernanda, a ella no le gustaban los hombres y su pareja en realidad era una mujer con quien vivió hasta que murió en 1980. Se llamaba Rosario", dijo Silanes. García era alta pero no tenía un físico espectacular. La autora la incluyó por su carácter: "Se enojaba con los camarógrafos, los insultaba porque no le enfocaban bien y hacía unos berrinches terribles, se comportaba como una diva". Mimí Derba era una feminista, nunca se casó. "No es muy conocida ahorita, pero en su época fue conocidísima, fue actriz del teatro de revista y luego fue actriz de carácter, pero el mérito de esta mujer es haber sido la primera directora de cine que hubo en México. Dirigió una película en 1917 y eso casi nadie lo sabe", señaló la escritora. La película de Derba se titula "La Tigresa". Trata de una mujer liberal y un personaje masculino que es internado en un psiquiátrico. A la gente le pareció un sacrilegio y fue duramente criticada. "Nunca más volvió a dirigir una película por el machismo", dijo Silanes. Pero así como sabían brillar, estas mujeres tenían un lado trágico. La sexta diva, Lupe Vélez, relata su historia desde la muerte. Devela cómo acabó en Hollywood y cómo triunfó, pero también por qué decidió quitarse la vida. Vélez planeó su suicidio al grado de pedir en su testamento que quería que la enterraran con su capa de armiño y todas sus joyas. En general Silanes destaca la fuerza de todas ellas. "Eran mujeres voluntariosas, temperamentales, nunca se rendían si les iba mal en algo intentaban otra cosa", dijo. Para la también autora de "El rumor de los espejos" y "Los senderos imposibles" el concepto de diva ha ido perdiendo fuerza con la comercialización de las mujeres hermosas. "Se ha deteriorado un poco. Para mí una diva no es una cuestión de moda", explicó. "Estas mujeres sabían seducir con un gesto, con una mirada, no estaban tan expuestas y eso despertaba la imaginación, les hacía soñar, los hombres fantaseaban con estas mujeres".


Murió el escritor estadounidense E.L. Doctorow, autor de "Ragtime" E.L Doctorow murió en un hospital de Nueva York a consecuencia de un cáncer de pulmón, declaró su hijo Richard Doctorow. Nueva York.-(EFE) El escritor estadounidense E.L. Doctorow, famoso por sus obras de ficción históricas, entre ellas "Ragtime", "Billy Bathgate" y "The March" (La Gran Marcha), falleció el martes a los 84 años, anunció su hijo al diario The New York Times. E.L Doctorow murió en un hospital de Nueva York a consecuencia de un cáncer de pulmón, declaró su hijo Richard Doctorow al rotativo. "E.L. Doctorow era uno de los más grandes escritores estadounidenses. Sus libros me enseñaron mucho, lo extrañaremos", tuiteó el presidente de Estados Unidos, Barack Obama. El escritor, que nació en el barrio neoyorquino del Bronx en el seno de una familia judía de ascendencia rusa, manejaba una pluma audaz y poco convencional, lo que le dio una reputación de creativo experimentador. A lo largo de una carrera de seis décadas escribió una quincena de novelas, desde obras de ciencia ficción hasta aventuras del oeste y policiales, así como numerosos artículos . Cada obra partía de diferentes hechos con elementos de ficción que daban a esos acontecimientos una nueva dirección. Edgar Lawrence Doctorow estudió en el Kenyon College de Ohio y había hecho estudios de posgrado en arte dramático en la Universidad de Columbia. En la Universidad de Columbia conoció a quien sería su esposa, Helen Setzer, con quien tuvo tres hijos, un varón y dos niñas . Tras trabajos transitorios y luego en el mundo editorial, Doctorow publicó en 1960 su primera novela, "Welcome to Hard Times" (El Hombre Malo de Bodie), ambientada en el lejano oeste. Luego, en 1966, llegó "Big as Life", que se inspiró en la ciencia ficción. En 1971, publicó "The Book of Daniel" (El Libro de Daniel), una ficción en torno a la pareja Rosenberg. "Ragtime", publicada en 1975, y llevada al cine por Milos Forman, trata de un músico negro -Coalhouse Walker Jr.victimizado por el racismo. Obama ha dicho que considera a "Ragtime" uno de sus libros favoritos. 47

En "The March", Doctorow relata la marcha del general de la Unión William Sherman desde Atlanta a Savannah hacia el final de la Guerra Civil. Con "Billy Bathgate", otra importante novela publicada en 1998, el autor explora el mundo del crimen organizado durante los años 1920 y 1930 en Estados Unidos. En una entrevista con el diario Los Ángeles Times, Doctorow explicó el arte de hablar a través de los temas de su ficción. "Cada libro tiene su propia voz", dijo entonces. "Creo que hay una especie de ventrílocuo cuando escribo. Nunca quiero escuchar mi propia voz, eso sería lo peor que podría pasar", agregó. El año pasado, Doctorow se llevó el premio literario del Congreso estadounidense (Library of Congress Prize for American Fiction). Antes, había recibido entre otros galardones un National Book Award, tres National Book Critics Circle Awards y dos PEN/Faulkner Awards. Doctorow, que tenía una agenda movida, tenía previsto el mes que viene acudir a la Chautauqua Institution de Nueva York y al Festival Nacional del Libro de la Biblioteca del Congreso, en Washington.


“Nadie entrevista a un autor que aborrece” Para Basilio Baltazar, de la Fundación Santillana, la crítica ha sido tratada como una invitada impertinente La creación cultural es el lenguaje de la imaginación y el sustento de nuestra conciencia (la ignorancia consiste en desconocer cómo pensamos), en suma: la columna vertebral de la sociedad. Como observadores –intermediarios entre los creadores y el público– a los periodistas culturales nos corresponde proporcionar información pero también las claves para educar el gusto y el criterio”, dice Basilio Baltasar, director de la Fundación Santillana –¿Cuáles son los grandes problemas del periodismo cultural? –Urge una primera aclaración de carácter editorial y hacer lo posible para no confundir la cultura con los espectáculos, la divulgación con la vulgarización. Y contribuir a hacer más nítida una diferencia esencial: evitar la confusión entre la cultura del conocimiento y la industria del entretenimiento. –El periodismo y la cultura han sufrido el cambio digital. La cultura y la información son más accesibles que nunca, y al mismo tiempo han cambiado la forma de producción y de consumo. Es más difícil ser rentable y los gustos se han fragmentado. –Sin duda, un día resolveremos los desafíos de la innovación: sabremos dominar las herramientas tecnológicas y ponerlas al servicio de la inteligencia. Por el momento, sin embargo, puede decirse que hemos ido corriendo y con la lengua fuera detrás de la novedad digital. Como editor de El Boomeran(g), un portal creado en 2005, conozco la compatibilidad posible entre la galaxia Gutenberg y la galaxia Google. Podemos sacar sumo provecho de la comunicación instantánea, sin fronteras, inmediata, pues posibilita una presencia global simultánea. Pero la pantalla no es el sustituto del libro, sino una aliada subordinada. Depende de nuestra estrategia y astucia impedir que lo digital se coma al papel. –Una de las características y conflictos del periodismo cultural es su cercanía hacia el sector. A veces parece blando o demasiado influido por la industria. –Siendo tan necesarias las aportaciones que reclamamos al periodismo cultural, le corresponde sin embargo la responsabilidad de haber cometido un agravio inaceptable: domeñar la crítica cultural a cambio de una audiencia pobremente ilustrada. La crítica ha sido tratada como una invitada impertinente. Sobornado por la resonancia “mediática” de los iconos de la industria, el periodismo cultural ha renunciado a la crítica severa. Ha practicado una especie de equidad benévola: algo que desde el punto de vista cultural es tanto como 48

un embuste. Sin crítica no hay criterio. –¿El periodismo cultural debe limitarse a informar o debe establecer criterios de calidad? –Cuando informamos acerca de una novedad, estamos haciendo pública una opinión. Quizá sea el único espacio de los medios en donde se ha disuelto el dilema clásico entre información y opinión. Nadie entrevista a un autor que aborrece. Se da por descontado que en el ámbito cultural solo aparece lo que parece bueno. De esta manera es muy difícil evitar la desconfianza de los lectores (aunque la mayoría de ellos transige con estas prácticas). Esta inercia, en parte inevitable, puede encauzarla una crítica consciente del gran juego abierto entre información y opinión, novedad y criterio, curiosidad y conocimiento. Una crítica comprometida con la excelencia, con la calidad impecable que la cultura elabora para el mundo. –¿Qué admira del periodismo cultural en otros países y qué podríamos incorporar? –Nos ofrecen muy buenos ejemplos de suplementos literarios. Yo importaría el modelo anglosajón, donde la crítica de cada libro la hacen los grandes especialistas de cada asunto. Letras Libres


Oswaldo Vigas 1943-2013

SUS RAÍCES AMERICANAS LLEGAN A BOGOTÁ por Alfonso Molina. Las Ideas de Babel.

A través de esta muestra se podrá observar cómo la obra de Vigas se distingue, a lo largo de su desarrollo, por su profundo sentido de pertenencia al continente americano. El Museo de Arte Moderno de Bogotá —conocido en los espacios culturales colombianos con el sonoro nombre de Mambo— recibe la muestra antológica Oswaldo Vigas 19432013, y abre sus puertas al público del jueves 16 de julio al 23 de agosto. Este es el tercer capítulo de la exposición itinerante sobre el gran artista plástico venezolano que comenzó a finales del año pasado en el Museo de Arte Contemporáneo de Lima y siguió a principios de 2015 en al Museo de Bellas Artes de Santiago de Chile. Se trata de una iniciativa de la Fundación Oswaldo Vigas, creada en 2010 para preservar la obra del maestro, que continuará en importantes instituciones museísticas de Buenos Aires, Sao Paulo, Río de Janeiro, Ciudad de Panamá, México DF y algunas ciudades de Estados Unidos. Quiero recordar que Vigas —quien nos dejó en 2014— es considerado uno de los precursores del arte latinoamericano moderno, al lado de figuras tan notables como Fernando de Szyzslo, Roberto Matta, Wifredo Lam, Oswaldo Guayasamín o Rufino Tamayo. Los críticos han definido su obra —realizada entre Francia y Venezuela— como una síntesis original de las raíces culturales del continente latinoamericano y las corrientes más actuales de la modernidad. La muestra que se presenta en el Mambo incluye 70 pinturas y 6 esculturas seleccionadas bajo la curaduría en Colombia de María Elvira Ardila y en Venezuela de nuestra respetada Bélgica Rodríguez. Allí están Bruja infante (1951), Proyecto para mural en verde (1953), Bestiario (1963), Comedora de pájaros (1976), Comadres de Ypacarai (1995) y Crucifixión (2013), entre otras piezas fundamentales. En la presentación de Oswaldo Vigas 1943-2013 que escribió Rodríguez para el Mambo se puede 49

leer: “Consciente de lo que desea, busca el camino que le permita desarrollar una estética propia en la pintura figurativa de la Venezuela de la época. Corren los años cincuenta del pasado siglo. Una profunda fascinación por la cultura prehispánica local lo lleva a viajar por diversas regiones del país, y también por la América del Sur. Conoce y estudia la iconografía de estas manifestaciones artísticas; le impresiona la figura femenina, la 'Venus' achatada de ojos grano de café, de ella toma elementos y rasgos luego presentes en personajes característicos identificados como las 'brujas' de Vigas, sobre esto el mismo artista comenta, “después de aplastarles la cabeza, les estiré el cuello, les puse a relucir las costillas, les arranqué dedos de las manos y los pies”. A través de esta muestra se podrá observar cómo la obra de Vigas se distingue, a lo largo de su desarrollo, por su profundo sentido de pertenencia al continente americano. Ello se expresa mediante imágenes de carácter cosmogónico que remiten tanto a la naturaleza —elementos minerales, vegetales y animales— como a la figura femenina, que vincula míticamente con la tierra y al origen de la vida. Me parece importante destacar que el Mambo fue fundado en 1955 bajo la dirección de la crítica argentina Marta Traba, un personaje muy apreciado en el medio artístico en Venezuela, pues vivió varios años entre nosotros. Pero, en un gesto típico de su carácter y sus convicciones políticas, que muchos conocimos, Marta anuló esta fundación del Mambo y la rehizo en 1957, a la caída de la dictadura de Rojas Pinilla. En 1969 entregó el Museo a Gloria Zea, bajo cuya dirección renació admirablemente la institución e inició la etapa más fecunda de su existencia. La señora Zea será la anfitriona de Oswaldo Vigas 1943-2013.


Preero ser Dumas a ganar el Nobel Jeffrey Archer El escritor británico respondió a quienes le critican por la calidad de su escritura Palma (España), 22 jun (EFE).- El británico Jeffrey Archer encadena éxitos de ventas y espera que su nueva novela, Solo el tiempo lo dirá, siga el mismo camino, porque reconoce sin pudor que solo quiere ser leído. "Si me pregunta qué preferiría ser, si ganador del Nobel o Dumas, preferiría ser Dumas". "Prefiero ser un contador de historias", asegura a Efe el escritor, a quien no le ofende que la crítica no lo valore por la calidad de su escritura, aunque recientemente The Washington Post lo comparase con Alejandro Dumas. "Por un lado, es insultante porque he recibido tres premios literarios en Francia, uno en Alemania, otro en Estados Unidos, otro en Irlanda..., y sigo ganando premios como escritor", asegura Archer a Efe en Mallorca, la isla española en la que pasa largas temporadas desde hace 30 años. Antiguo dirigente del partido conservador británico, miembro del Parlamento a los 29 años, delfín y amigo de Margaret Thatcher, una bancarrota sufrida cuando tenía 34 años fue lo que le empujó a escribir su primera novela, convertida en superventas en cuestión de meses. Nombrado lord en 1992, acababa de ser proclamado candidato conservador a la alcaldía de Londres (1999) cuando tuvo que dimitir, acusado de perjurio y obstrucción a la justicia. Fue condenado a cuatro años de prisión, de los que cumplió dos entre rejas. Especialista en novela histórica, en 2011 Archer comenzó una saga familiar, las crónicas de los Clifton, una combinación de narración histórica, drama e intriga de la que está escribiendo el sexto volumen y aún quedará otro. El primer libro llega ahora en español con la incertidumbre de si será tan bien acogido como en otros lugares del planeta. "Nunca puedes saberlo. El último libro de los Clifton ha sido número uno en India durante 14 semanas y en total ha sido número uno en 21 países, pero eso no significa que vaya a gustarle a todo el mundo", asegura. A lo largo de su prolífica trayectoria, ha publicado en 132 países y ha sido traducido a 44 idiomas, pero nada sacia su "necesidad de ser leído". "He vendido 270 millones de libros, probablemente me hayan leído 1.000 millones de personas. Solo quiero que me lean. Tengo todo lo que quiero en la vida y lo único que quiero ahora es que me lean. Daría mis libros gratis si pudiera", afirma sin ironía. "Creo que soy una persona inquieta, incansable. Soy ambicioso 50

en ese sentido y no hay nada que pueda hacer al respecto. Ojalá pudiera. Debí parar después de 'Caín y Abel' (1979), no necesitaba seguir escribiendo, pero tengo este afán", confiesa. Sobre su completa y compleja vida, asegura que no borraría ningún episodio vivido: "Solo los tontos quieren borrar algo de sus vidas. Todo es experiencia, lo que algunas veces es una ventaja cuando eres un escritor. Si te pasas la vida mirando hacia atrás, tendrás lástima de ti mismo. ÑSigue adelante! Aunque dudo que exista alguien a quien no le gustaría cambiar algo...", concede. Y sobre los temas de sus libros, asegura que nunca hay que escribir sobre algo desconocido y no hay que dejarse arrastrar por las modas. "Que no te afecte lo que tú creas que es popular: no escribas 'Cincuenta sombras de Grey' porque creas que eso es lo que hay que hacer". En septiembre prevé que empiece el rodaje para televisión de las Crónicas de los Clifton, donde será productor y quiere a John Hurt en el papel del viejo Jack. ¿Y después?: "Quiero finalizar las crónicas de los Clifton, luego escribir un libro de relatos cortos y después afrontar el reto más grande de mi vida. Tengo las grandes líneas de la obra, pero debo asegurarme de vivir suficiente para escribirlo". EFE


Los 90 años de Ernesto Cardenal

SERGIO RAMÍREZ

Ernesto Cardenal cumple 90 años en este mes de enero. Desde sus inicios ya podemos advertir ese poder descriptivo que ha caracterizado su poesía, el registro de hechos, a veces a manera de inventario, que exalta lo cotidiano. La naturaleza narrativa de esta poesía, que la acerca a las fronteras de la prosa y no pocas veces traspasa esas fronteras, es lo que se ha dado en llamar exteriorismo, un término que puede prestarse a confusiones, pues parecería negar la dimensión íntima que esta poesía tiene, y que alcanza a plenitud cuando entra en el territorio místico, que es el de la confesión. Lo que Ernesto hace es utilizar los elementos del mundo exterior, ese que creemos visible y palpable, para trasegarlos hacia la intimidad y hacer que nos hablen al oído y nos enseñen que aun lo más prosaico posee un misterio. Una poesía que se aleja de la abstracción para acercarnos a las emociones, y tiene una memoria visual. Desde entonces se encamina ya hacia la poesía narrativa, y así llegará en 1957 Hora 0, relato de las dictaduras tropicales de Centroamérica en tiempos de las repúblicas bananeras. Es aquí donde la historia presente comenzará a entrar en su poesía. Y desde ese registro que se puede ver y tocar, pasará en Gethsemani Ky, publicado en 1960, a darnos el relato en contrapunto de su vida de novicio en un monasterio trapense de Kentucky. A partir de allí empezará a vivir una religiosidad a fondo que con el tiempo lo llevará al terreno del misticismo liberador y al compromiso político desde la fe. Luego vendrán sus Epigramas, publicados en 1961 pero escritos en los años anteriores a su entrada en la trapa. Entre ellos figuran algunos de sus poemas más populares, sobre todos los de tema amoroso, de ingeniosa precisión. Por mala salud no pudo seguir en el monasterio trapense, pero continuó sus estudios sacerdotales y fue ordenado en 1965, cuando fundó la comunidad cristiana del archipiélago de Solentiname, en el Gran Lago de Nicaragua. De este tiempo son los Salmos, escritos en el tono admonitorio de los del Antiguo Testamento, pero llevando los suyos a los asuntos de la vida moderna: la opresión, los sistemas totalitarios, el genocidio, los campos de concentración, las amenazas del cataclismo nuclear, la inmoralidad del poder económico, la soledad del hombre moderno. La muerte en 1962 de Marilyn Monroe, uno de los íconos del siglo XX, inspiró uno de sus poemas más famosos. Esta elegía cuenta la vida de la muchacha que como toda empleadita de tienda soñó ser estrella de cine, y abre una profunda reflexión sobre la fabricación de los ídolos del espectáculo a costa de los propios seres humanos elevados a los altares de la fama. Luego vendría en 1966 El estrecho dudoso. Apegándose a la letra de las crónicas de Indias y los documentos administrativos de la Corona, y, a la vez iluminándolos, revive episodios de la Conquista fijados alrededor de la obsesión por el estrecho dudoso, el paso hacia la mar del sur buscado tan afanosamente desde entonces, asunto pernicioso que ha tenido mucho que ver con la historia de Nicaragua, donde la ambición por el canal 51

interoceánico sigue causando estragos. Su compromiso con los pobres, y por la liberación, iba en la comunidad de Solentiname más allá de las palabras. Cuando en octubre de 1977 los guerrilleros atacaron varios cuarteles militares, entre los que participaron en el asalto a la guarnición de San Carlos, un puerto ubicado en la confluencia del Gran Lago con el río San Juan, se hallaban los muchachos de la comunidad campesina de Ernesto. Al sobrevenir el triunfo de la revolución en 1979 fue nombrado ministro de Cultura, y entró en conflicto con el Vaticano que exigía su renuncia, igual que la renuncia de los demás sacerdotes que ocupaban cargos en el gobierno. Cuando el papa Juan Pablo II visitó Nicaragua en 1983, se hizo célebre la fotografía del momento en que, con el dedo alzado en señal de admonición, el pontífice reprende a Ernesto. Permaneció en ese cargo hasta 1987, cuando renunció, en medio de amargos conflictos con Daniel Ortega y su esposa Rosario Murillo. EnLa revolución perdida, el tercer tomo de sus memorias, que apareció en 2004, puede leerse su juicio, que es también profético por implacable, sobre quienes malversaron aquel proceso en el que él se comprometió a fondo, desde su fe y desde sus convicciones espirituales. En adelante su escritura comenzará a dar ese vuelco trascendental que lo lleva hasta el Cántico cósmico, de 1989. Es cuando alcanza las alturas de la poesía mística, esa comunicación solitaria con la divinidad que se convierte en una relación de pleno erotismo, el alma que se acopla con su creador en el más exaltado de los gozos, tal como San Juan de la Cruz y Santa Teresa. Pero en su ascensión mística hay una ambiciosa exploración del origen del universo; y así como antes ha aprovechado los documentos de la historia para componer sus poemas narrativos, ahora lo que utiliza son los textos científicos, de la física cuántica a la astronomía, la geología, la biología, la antropología, para componer su crónica del universo. Es esta visión monumental, donde todo se funde y se condensa, junto a la mística como íntima vivencia personal del poeta, entra la exploración científica de los cielos, y entran también los recuerdos de su propio pasado, la vieja Granada de su infancia, las muchachas que amó en la adolescencia, los episodios de su juventud. Un gran final de fiesta que funde los misterios de la creación y los de la existencia, el cosmos y el microcosmos, y va de los agujeros negros a la célula, de las galaxias perdidas a los protones, y la mirada mística busca en el Creador la explicación de todas las cosas, amor, muerte, poder, locura, pasado y futuro, formas todas de la eternidad


Vargas Llosa apuesta a la revolución digital para vencer la censura en China y Cuba “Los sistemas de comunicación digital perforan todos los sistemas de censura y eso es algo absolutamente extraordinario. Uno de sus grandes beneficios es que ha hecho casi imposible hoy en día” el control de la información”, manifestó Mario Vargas Llosa, en conferencia de prensa en el VI Congreso Internacional de la Lengua. Vargas Llosa dijo haber leído recientemente un manuscrito de una autora con experiencias en “Cuba, China y Rusia” y conoció cómo los blogueros y usuarios de internet logran burlar el cerco informativo. “A pesar de los esfuerzos enormes que hacen los regímenes para controlar la información y manipularla hoy día tienen un adversario que es casi invencible gracias a la gran revolución audiovisual”, agregó Vargas Llosa. El escritor dijo temer, no obstante, que en esa revolución tecnológica, el libro digital lance a las “catacumbas” al libro de papel y se nutra el conformismo en la sociedad. “Temo que si se produce una batalla a muerte entre los libros digitales y los libros de papel, estos últimos queden arrinconados, pasen a las catacumbas”, afirmó Vargas Llosa en conferencia de prensa en el VI Congreso Internacional de la Lengua Española, que se celebra en Panamá.

El peruano consideró que “una de las consecuencias negativas para la sociedad pueda ser el aumento del conformismo y dar al poder unos instrumentos de manipulación extraordinaria que hasta ahora el libro de papel ha resistido”. “Ese es mi temor, espero equivocarme. Mi esperanza es que coexistan (…). Si coexisten los libros de papel, aunque los libros de pantalla se vuelvan muy banales y muy superficiales, seguirán cumpliendo esa función múltiple, compleja, profunda, que han cumplido hasta ahora los buenos libros”, estimó. El escritor dijo que pese a su desconfianza hacia los “libros de pantalla”, la educación puede garantizar que haya siempre lectores de obras en papel. “La historia no está escrita”, subrayó. Escritor universal, Vargas Llosa presentó en el Congreso su más reciente novela “El héroe discreto”. Vargas Llosa políticamente fue seducido por Fidel Castro, pero en 1971 rompió con la revolución castrista y es un fuerte crítico del régimen cubano y de líderes de izquierda como el ahora fallecido Hugo Chávez. La bloguera y disidente cubana Yoani Sánchez, quien se reunió en abril en Lima con el laureado escritor, dijo que los libros “La guerra del fin del mundo” y “La fiesta del Chivo” cambiaron su vida.


EL BALCÓN DE LOS ALVAREZ Cuento de Juan Páez Ávila publicado a solicitud de algunos profesores y estudiantes de la UPEL Es noche de luna. La figura de un Fraile con la cabeza y la cara cubierta, las manos adentro de las mangas del sayal, sale del hueco de la escalera y se pasea por el corredor. Es noche de luna. La imagen delgada, pequeña pero erguida del Libertador desciende del balcón. Se oyen los tacos de las botas al chocar con los tirantes de la escalera. Se oye el compás de un vals en la sala principal. Es noche de luna. La figura de dos hombres, coroneles del Ejército Libertador se baten a muerte. Se oyen los machetes cuando chocan e iluminan el pasado. -Aquí en esta casa, Juan, no sólo han nacido, vivido y muerto varias generaciones de godos auténticos. Aquí nació, aún vive, aunque no sé cuándo muera, gran parte de la tradición, de la leyenda y de la historia de la ciudad. Godos partidarios de los Reyes Españoles, y godos que enarbolaron las banderas de la independencia, nacieron, vivieron y murieron en este balcón. Paúcho, un médico a quien quizás se le olvidó la medicina por dedicarse durante muchas horas del día a leer literatura, filosofía e historia del arte, para luego dictar diferentes cátedras humanísticas en el liceo y otros colegios de la ciudad, levanta la mano y señala la parte alta de su casa, el orgullo de su origen, de sus antepasados y la preocupación del porvenir. -Hasta mi generación, la quinta generación que maldijo el Fraile Ildefonso Aguinagalde, nada nos ha hecho cambiar las costumbres ni violentar la tradición. La religión católica, la honestidad y el trabajo nos daban un carácter honorable. Si algunos se hicieron ricos, todo surgía de una relación normal, impuesta por la vida, por la organización social. El galeno se desesperaba como testigo de algunos cambios exteriores a las paredes del recinto que habitaba. -Hoy, invertidos esos valores por la preponderancia del tráfico de influencias, del despilfarro, del enriquecimiento fácil e ilícito, se crea una confrontación existencial para no dejarse arrastrar al abismo. Yo he resistido todas las presiones y todos los halagos para que transforme la arquitectura original de esta casa. Muy poca gente entiende el significado de que desde este balcón Simón Bolívar se haya dirigido a su presente y a su futuro: “Soldados de la República, de aquí en adelante nos acompañarán los mejores hombres de la Patria, hasta ver consolidada a Colombia...” Faltaron caballos y fusiles para armar a los hombres que se presentaron. ¿Cuántos se presentarían en esta época? Recién comenzaba la noche a penetrar por ventanas y puertas y a interponerse en el diálogo. Ligia Zubillaga ingresó al interior de la casa, sin tocar el anteportón. Un perro gigante recobró su mansedumbre y se acercaba amistoso. Tres tertulias se realizaban simultáneamente. Las mujeres, en un patio colmando de flores, oían a Ligia comentar los últimos sucesos de la tarde, que ella recogía en sus permanentes recorridos por la ciudad. En la entrada, en el recibo principal, una pareja muy joven, una visita amorosa, conformaba un cuadro tradicional. Sobre éstos, sobre sus atuendos y gustos juveniles recaía la atmósfera de la casona. En el comedor, Paúcho reflejaba la 53

imagen del godo ilustrado, del hombre aislado de la ciudad durante muchas horas del día. Libros, periódicos y cerveza lo ponen en contacto con muchos hombres y con muchas luces. Se sienta, se levanta y camina erguido. En su cuarto, piso de ladrillo, cama y hamaca, tocador y aguamanil, paredes de calicanto, dejan espacio para muchos libros. En este lugar hace gala de su cambio fundamental, de su humildad espiritual y su otro orgullo. -En este cuarto, estos libros me ponen en contacto con el mundo. No necesito salir a la calle. Por lo contrario, para salir y no estar solo, fundé el Rotary Club. No puedo hablar de negocios todo el día. La calle se hace insoportable, salvo que encuentres a Numa o a Vijú, que te ponen al día y puedes discutir con ellos la marcha del tiempo, el último libro, el último sueño del hombre. En la calle, Paúcho, al caminar todavía presuroso, divide el viento y arrastra tras su figura enhiesta la imagen del último jefe de los últimos godos, que impone a los suyos el respeto del tiempo. A su lado, a su alrededor, se desmorona la tradición. Mientras camina por la zona colonial, ve huir a marcha forzada el silencio del pasado. Los carros fragmentan los ladrillos de las calles, se rompe el ritmo de los pasos del niño y se hipoteca adentro la herencia de los padres. -La atmósfera contaminada de mentiras, el sueño perturbado por las deudas y la honorabilidad rota en la cara del traficante, me obligan a regresar a mi encierro. La cerveza, los libros y los periódicos crean mi red de contertulios. El balcón, la imagen del Indio Reyes Vargas, Coronel patriota, que antes había entregado la libertad a los invasores y cuya cabeza rueda por las escaleras, cortada por el machete del Cojo González, también Coronel patriota e intolerante con las inconsecuencias, reafirma mi espíritu libertario, a pesar de la emboscada, la sangre derramada inútilmente y la división que ha sellado gran parte de nuestra historia. Entre subir y bajar el balcón, entre cerveza y cerveza, entre libro y libro, Paúcho trata de recuperar el tiempo perdido, reconstruir un mundo al alcance de su estatura y sus ideales. -Repasar la historia, los acontecimientos más importantes que se han producido en este balcón, puede cubrir la vida de un hombre. La casa por cárcel. Aquí estuvo preso el Fraile Ildefonso Aguinagalde, franciscano, profesor de latín, un adelantado a su época. Religión y libertad se le hicieron incompatibles. Un revolucionario que pretendió cambiar las costumbres de una sociedad muy cerrada. Una fortaleza conservadora lo redujo a prisión. De este balcón seguían saliendo ideas libertarias que circulaban inconteniblemente por la ciudad. Estas paredes y ventanas dejaban filtrar voces y vientos de justicia. Se cerraban las puertas, se cerraban las calles, los oídos y la voz del Fraile penetraban las conciencias. La casa por cárcel se hizo infructuosa para los planes de sus perseguidores y al no poder contener el aliento renovador del Fraile, su presencia se tornó intolerable para la paz conservadora. Había que expulsarlo de la ciudad. El Fraile Aguinagalde rezaba cuando un grupo, una multitud fanatizada golpeó puertas y ventanas. ¡Fuera! ¡Fuera el Impostor! ¡El


Anticristo! El Monje liberal fue amarrado y atado a una burra. No podía mirar hacia delante. Estaba montado al revés. Miraba la cola del animal, miraba la furia, la ignorancia, las murallas del pasado. Entre risas y burlas de sus agresores, soportó el vejamen aferrado a la oración y a sus creencias libertarias. Fuera del Cantón de Carohana, una vez apeado de la burra, sacudió sus sandalias, chocó una contra la otra varias veces. La última partícula de polvo que pudiese contener debería quedarse en territorio de sus enemigos. Finalmente exclamó: ¡Malditos sean los godos hasta la quinta generación! No hay tragedia humana, acontecimiento aciago entre las familias que decidieron la expulsión del Fraile Ildefonso Aguinagalde, que no la relacionen con su imprecación: ¡La maldición del Fraile...! De un matrimonio entre primos hermanos nació un niño mongólico: ¡La maldición del Fraile! Al inundarse la ciudad y penetrar el agua en las casas de los herederos de los protagonistas de su expulsión: ¡La maldición del Fraile! Durante años la maldición del Fraile pesó sobre la conciencia de muchos. Estamos llegando al final de la última generación anatematizada y hemos visto a muchos godos honorables morir de pie, enriquecidos algunos, pero protegidos por la fe y la honradez. Ni la maldición del Fraile ni el Diablo de Carora nos hicieron cambiar los códigos de la vida, del sueño a través del tiempo. La próxima generación no alcanzada por la maldición del Fraile, benefactora del excremento del Diablo, ha aumentado la riqueza, pero ha roto la tradición. Esta casa, este balcón, patrimonio histórico y familiar de este pueblo, podría sucumbir a la picota. Mi última preocupación es encontrar otro godo ilustre que sea capaz de enfrentar los halagos, la destrucción, el vendaval, porque al río, a la inundación y al tiempo los ha soportado y los ha derrotado el calicanto. Ninguna furia ha conmovido sus bases. La fragilidad no está en sus paredes sino en sus habitantes. Hasta ahora no lo hemos dejado escapar de la plaza. Abrazado a la Iglesia San Juan mira a Simón Bolívar y se une a su plaza para formar un conjunto de divinidades, recuerdos y amores. Paúcho vuelve a la calle. Va a misa, el sacrificio del cuerpo y sangre de Jesucristo. Muy pocos pasos lo conducen a la Iglesia donde encuentra hombres y mujeres que buscan el perdón de sus pecados, donde la conciencia castiga irreverencias y falsos valores, donde muere transitoriamente la soberbia del pecador de todos los días. Después del canto y solemnidad de la Misa Mayor y el saludo rutinario, el regreso al Balcón de los Alvarez, la cerveza, los libros, los periódicos. En la calle se queda el sol, con Paúcho entra la resolana. En el zaguán recuerda la presencia en la misa de José Miguel Zulvarán, un joven profesional que se ha enriquecido inesperadamente, en pocos años como funcionario público, rompiendo la ética de nuestra pequeña historia. Paúcho vuelve a sus cavilaciones. Ese joven no podrá testar a favor de la Iglesia, ni siquiera embellecer el altar con nuevas lámparas, frontales y candelabros, para su arrepentimiento y salvación. Por primera vez el Fraile Aguinagalde tendrá razón, cuando rocíen de agua bendita sobre el cadáver de Zulvarán: “Agua bendita perdida, alma de godo no se salva”. -Por Dios, Paúcho, que estás pecando. Tienes que volverte a confesar –oye la voz del pasado. -¡No! Jamás un godo de la quinta generación, de la mía, 54

de la que fenecerá muy pronto –en términos históricos- rompió todos los códigos de la moral cristiana, violentó todas las costumbres impuestas por los siglos, y llegó a irrespetar sin límites la memoria de nuestros antepasados. Ese joven Zulvarán abandonó nuestro barco, nuestro tiempo, nuestra ética e incluso nuestro orgullo de ser independientes, de darle prestado a los gobiernos locales, de no hipotecar nuestras conciencias a la voracidad del dinero, al tráfico, a la corrupción. Paúcho, profesor de filosofía, reflexiona como el capitán que no encuentra recursos para enrumbar su nave hacia el final de la ola, como la conciencia moral que ve derrumbarse un pasado señorial y ve emerger un presente desenfrenado en manos, en poder, de gente que ve correr la sangre, la savia y la vida de una tierra a la que no ha aprendido a amar. Gente que se va para no correr el riesgo del verano, para no canalizar el río, para no preñar la tierra. -Desde este balcón hemos controlado los pasos del Diablo de Carora. En esa plaza de enfrente fueron ejecutados los hermanos Hernández Pavón, sin fórmula de juicio, por contrabandistas y asesinos de un soldado. Al crimen se unió el sacrilegio de forzar las puertas del Convento de Santa Rosa, para capturarlos. De la ira de los asesinos se escapó el Diablo. Desde esa época anda suelto. Pero todo comienza allí, a la hora de la siesta o a la hora del pecado colectivo. Los muertos, la blasfemia, el irrespeto a la Casa de Dios, el miedo del Prior del Convento, se repiten y se agrandan. El Diablo se suelta y se apodera de las conciencias. Muy pocos, en el recogimiento y en la paz de los espíritus, pueden, ahora, hoy, liberarse de esa fuerza maligna que todo lo convierte en dinero y en desacato al tiempo, a lo que hemos sido. ¡Cuidado, hay perro!... En el anteportón se despiden Ligia, el novio que ha prolongado la visita y la voz de Paúcho que invita a un nuevo encuentro con el Fraile, con el Indio Reyes Vargas, con un pasado de sombras: “Sobre todo esto se puede escribir un cuento”. -¡Ah Diaaablo! –se despidió Paúcho y extendió la mano para acariciar el perro, tomar la cerveza, abrir el libro y esperar el tiempo, esperar que transcurra y perezca su vida en el Balcón. (*) Premio de la Dirección de Cultura de la Universidad Santa María. 1981. Caracas.


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