Carohana N13

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Director: Juan Páez Ávila

Rafael Cadenas

CAROHANA C AROHAN A Rafael Cadenas Ganador del Premio de Poesía Federico García Lorca, es considerado uno de los más grandes poetas universales de nuestro tiempo. Para muchos críticos de literatura y admiradores de su obra artística podría ser nominado al Premio Nobel.

Cortesía del pintor Carlos Luis Sánchez Becerra

Nro. 13 / Noviembre 2015


Poema

EDITORIAL

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Universidad Pedagógica Experimental Libertador (UPEL).

Denis Pérez

Instituto Pedagógico “Luis Beltrán Prieto Figueroa”.

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JULIA ELENA RIAL

Cátedra libre literaria: Juan Páez Ávila

REVISTA CULTURAL

De la opa c lenguaje idad del

VÍCTOR BRAVO Arthur M nacimie iller, cien años del concien nto de "la cia mora l" de EE.U U

DIRECTOR Juan Páez Ávila

El diario e un loco UN MONd , VUELVE FUNDAMTAJE ENTAL. María Fernanda Palacios

SUBDIRECTOR Gorquin Camacaro

JEFE DE REDACCIÓN

«Borges del univ o el color ámba Vicent erso» por Manu r el

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Reinaldo Chaviel Juan Ca “Venezu rlos Méndez G para la ela es muy jug uédez: literatura osa ” HUMBERTO SÁNCHEZ AM AYA

José Pulido Wilfredo Páez Gallardo Julio Bolívar Fausto Izcaray Jorge Euclídes Ramírez Rafael Montes de Oca Martínez Héctor Saldivia Seijas Omar Ocariz Mireya Grau

+

EDITORIAL

CONSEJO

CONSULTORA JURÍDICA Yelena Martínez

Fundación CAROHANA

DISEÑO Andreina Rincón Barquisimeto, Venezuela Todos los Derechos. Copyrigth c Septiembre año 2014

GRÁFICO

DIRECTOR DE ADMINISTRACIÓN

Cabrera In fante "se d iver mucho vien do" lo que tiría en Cuba pasa

AGOSTO.

KAFKA Y LA EN VENEZ JUSTICIA UELA

CESAR YEGRES M Daniel W castellan olf debuta en Follett aleo como el "Ken mán"

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CONT


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JOSÉ ANTONIO PARRA Leonard que soñóo Padura, el escrit con juga o r a pelotar

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Carmen Balcells

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Luis Eduardo Cortés Riera

LA DIOSA DE VIJÚ Cuento de Juan Páez Ávila, publicado a solicitud de algunos profesores y estudiantes de la UPEL

La fortuna de perder MARÍA GABRIELA FERNÁNDEZ B

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EDITORIAL

Rafael Cadenas Grande y humilde José Pulido

Rafael Cadenas es un señor barquisimetano. Un señor poeta barquisimetano. Un poeta silenciosamente universal. Pero no se desvive por eso: ni siquiera aspira a ser el poeta de su calle, de su casa o de su cuarto. Él es el cauce de las palabras más potentes que la vida enseña. Cada palabra es un derrelicto luminoso de sus profundidades. Cadenas ansía que lo profundo no tenga nada que ver con el ego. El poeta barquisimetano universal, es enorme y callado como una montaña que va soltando este tipo de polen: Que cada palabra lleve lo que dice. Que sea como el temblor que la sostiene. Que se mantenga como un latido. No he de proferir adornada falsedad ni poner tinta dudosa, ni añadir brillos a lo que es. Esto me obliga a oírme. Pero estamos aquí para decir verdad. Seamos reales. Quiero exactitudes aterradoras. Rafael Cadenas es un civil cuya sabiduría florece cada vez que escribe una frase, un verso, una línea. Es el poeta más civil que pueda cualquiera imaginarse, queriendo decir con ello que es completamente libre de uniformes, clichés, etiquetas, conformismos, esquematismos. Su poesía elevada lo empequeñece por decisión propia: la poesía es quien lo escribe a él y lo transforma en imagen de humildad civil. Pero resulta que esa humildad es una virtud que lo perfila y lo marca. De alguna manera, en su posición contra el predominio del ego, lucha para que su humildad no se vuelva uniforme y le arrebate lo civil. Rafael Cadenas nació en Barquisimeto y por eso es barquisimetano y larense, pero en realidad su territorio es la poesía. Cuando se escucha, se lee o se pronuncia su nombre, lo primero que se viene a la mente es el deseo de agregarle a ese nombre una frase: -El poeta… -El poeta Rafael Cadenas. Él ni siquiera cree que es dueño de un nombre. Su ego le incomoda. Yo esto, yo aquello. La vida y el presente acaparan su interés. En su primer sermón, en el Parque de las gacelas en Benarés, dijo Siddharta Gautama, mejor conocido como Buda: “Todo lo que ha tenido un comienzo se disolverá de nuevo. Todo cuidado de la personalidad es vano; el «yo» es como un espejismo, y todas las tribulaciones que le tocan son pasajeras. Se desvanecerán como la pesadilla cuando el soñador despierta. Dichoso el que ha vencido todo egoísmo; dichoso el que ha obtenido la paz; dichoso el que ha encontrado la verdad.” El Parque de las gacelas de Benarés podría reclamar como suyo, cual monje extraviado en el tiempo, al poeta Rafael Cadenas. El Buda ha podido nacer en Barquisimeto. Jorge Luis Borges, en su conferencia sobre el budismo, escribió lo siguiente: “…para el Buddha, el mundo es un sueño, debemos dejar de soñarlo y podemos llegar a ello mediante largos ejercicios. Tenemos al principio el sufrimiento, que viene a ser la zen. Y la zen produce la vida y la vida es, forzosamente, desdicha; ya que ¿qué es vivir? Vivir es nacer, envejecer, enfermarse, morir, además de otros males, entre ellos uno muy patético, que para el Buddha es uno de los más patéticos: no estar con quienes queremos”. Cadenas ha dicho: “Cuando alguien se da cuenta del misterio insondable que es el vivir le da la espalda a todas las ideas, se queda con ese solo hecho, vivir. Es suficiente para colmar una vida. Entonces, por ejemplo, cualquier pensamiento es inferior al hecho de que haya pensamientos, de que se produzcan, o inferior al hecho de que podamos ver o tocar o escuchar o inferior al hecho de respirar”.

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Rafael Cadenas gana el Premio de Poesía Federico García Lorca

Granada.- El poeta y ensayista venezolano Rafael Cadenas (Barquisimeto, 1930) ha sido galardonado con el Premio Internacional de Poesía Federico García Lorca-Ciudad de Granada en su duodécima edición, según el fallo del jurado dado hoy a conocer. El jurado resaltó la obra "siempre lúcida, deliberadamente marginal y muy callada" de uno de los grandes creadores de la poesía en español de los últimos sesenta años. Así lo resaltó, en nombre del jurado, Carlos Pardo, poeta y representante de la Fundación Federico García Lorca. La de Cadenas, Premio Nacional de Literatura de Venezuela (1985) y Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances de Guadalajara (México) en 1999, es una obra intelectual "muy arriesgada e incómoda con cualquier manifestación totalitaria del poder", según Pardo. Considerado uno de los autores más influyentes en la poseía joven que se hace hoy día en España y Latinoamérica, Cadenas publicó su primer poemario en una imprenta local de Barquisimeto en 1946. Desde joven combinó la pasión por la literatura con la militancia política en Venezuela, motivo por el que sufrió cárcel y exilio durante la dictadura de Marcos Pérez Jiménez. Se refugió en la isla de Trinidad hasta 1957, y fue en Caracas donde escribió y publicó "Una isla" (1958) y "Los cuadernos del destierro" (1960), años durante los que formó parte del grupo de debate político y literario "Tabla redonda" junto con Manuel Caballero, Jesús Sanoja Hernández y Jacobo Borges, entre otros. Dotado de una refinada sensibilidad, Cadenas, también profesor universitario, destaca por una obra densa y estrechamente vinculada al pensamiento filosófico que, según el jurado, parece fusionar los derroteros de la actitud reflexiva con la inspiración pura. Su poema más famoso, "Derrota", que pasó de copia en copia por España y toda América Latina en los años cincuenta trascendió como la marca poética de la generación de los sesenta- dio paso a obras como "Falsas maniobras" (1966), "Memorial" (1977) o "Amante" (1983). Y en todas ellas, una poesía "esencial, muy exigente con el 04

idioma, muy coloquial, casi minimalista pero directa, que puede entenderse pero que es a la vez muy exigente", según Pardo. La poesía latinoamericana y española de los últimos sesenta años "no puede entenderse" sin la obra de Cadenas, resume Pardo, para quien el mundo de la literatura debe al venezolano "algunos de los momentos más importantes de la antipoesía de los años cincuenta". El premio, dotado en la actualidad con 30.000 euros (unos 34.000 dólares), nació siendo el de mayor cuantía económica en su género, y este año habían concurrido a él 43 autores de 18 nacionalidades. El galardón, que por primera vez ha sido dado a conocer en el Centro Federico García Lorca de Granada (sur de España), incluye también una obra gráfica conmemorativa, un acto literario y unas jornadas académicas sobre el estudio de la obra del premiado con la presencia de él y la edición de una antología poética. En ediciones anteriores ha recaído en Rafael Guillén (2014); Eduardo Lizalde (2013), Pablo García Baena (2012); Fina García Marruz (2011); María Victoria Atencia (2010); José Manuel Caballero Bonald (2009); Tomás Segovia (2008); Francisco Brines (2007); Blanca Varela (2006); José Emilio Pacheco (2005) y Ángel González (2004). Una muestra poética Inquisidores Van de un sitio a otro midiendo, anotando, mordiendo aquí, más allá, llenos de baba de pasado, muecas, rótulos. Indician, señalan, dictan, corrigen, acosan. Ahí, dicen, está el culpable. Nuestros códigos amaestrados lo perseguirán ladrando día y noche. Ahí está, nuestros mastines olisquean el rastro sucio. Él es la mancha en nuestras baldosas. Agravia nuestra pureza. Por el mundo, siempre, con sus libros de cuentas, sus lápices perversos, sus esto sí esto no, sus autos de fe, sus pócimas vengativas, extendiendo un rojo metro sobre el cuerpo que la jauría va a perseguir. Ahí está el que nos traicionó, dice. Escupamos, que ahí viene. Espiémoslo como un solo ojo. Lee todo en: Inquisidores - Poemas de Rafael Cadenas


Poema y entrevista exterior/la-poesia-debe-agitar-entrevista-rafael-cadenas/

Rafael Cadenas Disyuntiva La naturaleza de la poesía es inintencionada. — Goran Palm Yo quería escribir un poema, luego tuve la intención de no tener intención y el poema se quedó allí detenido, atrapado, carbonizado entre la chispa de las dos intenciones y aquí lo dejo. Las paces Lleguemos a un acuerdo, poema. Ya no te forzaré a decir lo que no quieres ni tú te resistirás tanto a lo que deseo. Hemos forcejeado mucho. ¿Para qué este empeño en hacerte a mi imagen cuando sabes cosas que no sospecho? Líbrate ya de mí. Huye sin mirar atrás. Sálvate antes de que sea tarde. Pues siempre me rebasas, sabes decir lo que te impulsa y yo no, porque eres más que tú mismo y yo sólo soy el que trata de reconocerse en ti. Tengo la extensión de mi deseo y tú no tienes ninguno, sólo avanzas hacia donde te diriges sin mirar la mano que mueves y te cree suyo cuando te siente brotar de ella como una sustancia que se erige. Imponle tu curso al que escribe, él sólo sabe ocultarse, cubrir la novedad, empobrecerse. Lo que muestra es una reiteración cansada. Poema, apártate de mí. ~ La poesía debe agitar Entrevista a Rafael Cadenas Antonio Lucas Publicada en elmundo.es en Madrid el 18/10/2014 http://www.cesarmiguelrondon.com/opinion-2/desde-el-

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Una de las voces más potentes de Hispanoamérica, protagoniza PoeMAD -el Festival de Poesía de Madrid-. Conoció la cárcel y el exilio. A sus 84 añosultima dos libros. A Rafael Cadenas hay que escucharlo entre silencios. O mejor: dentro de ellos. Sus largos silencios de hombre que duda. Silencios donde la mano va a la cara y deja en suspenso una frase que no está del todo rematada. Es uno de los grandes poetas latinoamericanos. Formó parte del grupo venezolano Tabla Redonda, donde se reunieron algunos escritores principales de su generación. Es autor de una obra donde la poesía y el pensamiento encuentran el sitio y se acompasan. También ensayista y traductor. A los 84 años manifiesta un cansancio de paso lento, pero qué calidad y abundancia de escritor. Prepara dos libros de poemas mientras observa espantado la degeneración de Venezuela, donde vive alerta ante los atropellos del régimen de Nicolás Maduro. Se muestra acosado de desengaños, pero amarrado al folio como la única balsa posible en quien ya cumplió con todos los desencantos, menos el de la palabra. Militó en el Partido Comunista. El dictador venezolano Pérez Jiménez lo envió a la cárcel. Conoció el exilio. Se apartó del comunismo cuando entendió que Cuba no era la arcadia ideal, sino una dictadura al completo. Y con ese equipaje se fue conformando como un solitario con buenos amigos. En España, la editorial Pre-Textos publicó casi toda su obra en verso. Lleva algo más de un mes residiendo en la Fundación Marguerite Yourcenar de Lille y este sábado es el protagonista del Festival de Poesía de Madrid, PoeMAD (patrocinado por la Fundación Aquae), donde conversará con el periodista Juan Cruz, a las 17:30, en el Cuartel del Conde Duque. Reflexiona con entusiasmo sobre su escritura, aunque huye del halago ("a mí la palabra que más me retrae es éxito", dice). De la situación política y social de su país escribe, y denuncia, y explica, y no exige complicidad sino que sólo reclama escucha. Algunos de sus versos tienen ese cuño de lo memorable que sólo alcanzan algunos escritores poderosos: "Tal vez sólo para hacerte sitio/ me tiene en pie la vida". O recuerda a otros, como a Rilke: "No debes comprender la vida; entonces ella se volverá una fiesta". Y en eso estamos. ¿De qué modo vive hoy en usted la poesía? No como antes, claro. Cuando era joven la poesía era para mí algo febril. Uno de mis libros, Cuadernos del destierro, lo hice en ese estado. Escribía a todas horas, en cualquier parte… Pero esa situación no se volvió a repetir. Todo se hizo más lento en mí. Ahora paso meses en blanco. Son periodos de sequedad para los que busco algún antídoto, como sucede con el libro que saldrá en breve en Caracas. Se titula Contestaciones y tomo poemas de otros autores, versos sueltos o declaraciones de políticos y les contesto. Algunos de esos textos son de carácter político. Y muchos de ellos, críticos. ¿La edad le ha hecho más escéptico? Diría que sí… A partir de mi alejamiento del comunismo sentí un gran desengaño. Y creo que fue muy importante para mí. Me


refiero al desengaño, porque detrás de cada desengaño hay una apertura a lo nuevo, a lo insólito. Aunque más que de escepticismo prefiero hablar de estado de vigilancia o de alerta, así es como me siento. Y siempre dudando. Y para mantener esa atención despierta le sirve la poesía… Claro. La poesía debe agitar. En un poema mío muy breve, titulado Despertar, digo: «Tal vez sólo para hacerte sitio/ me tiene en pie la vida». Ese despertar al que me refiero ha sido mal entendido por algunos porque creen que tiene que ver con un estado de iluminación excepcional. Pero en verdad tiene que ver con la vida corriente, con la valoración de la vida corriente y del presente, que es lo único que hay. El sólo futuro es una construcción mental. ¿Qué queda del espíritu de aquel grupo combativo que fue Tabla Redonda en el poeta que es hoy? Primero, el sentido de la amistad. Y después queda algo de aquella certeza de saber que fue el último periodo en que creímos en la posibilidad de la Revolución cubana. Nos dimos cuenta de que aquel hecho histórico, como suele ocurrir, se convirtió en una dictadura total sostenida por la Unión Soviética, y actualmente por el Gobierno de Venezuela. Me quedó, pues, la imposibilidad de creer en ciertos ideales Como los del marxismo… Sí, pero no porque fuera traicionado sino por descubrir que el germen de lo que vino estaba ya en él. El gran escollo del marxismo sigue siendo la libertad. Es inconcebible un régimen democrático de cuño marxista. Pues ese ideario es lo más parecido a una monarquía absoluta. Y Venezuela se encamina en esa dirección. El régimen actual ha creado un ídolo con fines de permanecer en el poder y dominar totalmente al país… ¿Le puedo hacer una reflexión sobre algo de España? Usted dirá. El fenómeno de Podemos me parece muy grave. Lo digo por la experiencia que los venezolanos hemos tenido. Tengan cuidado y defiendan su democracia, aunque tenga fallas, aunque exija reformas. Eviten cualquier posibilidad de que un caudillo pueda llegar al poder y destruirla. No crean en el uso que hace el poder de la figura de Bolívar. La idea del caudillo quizá es algo exagerada… Bueno, pero hay que estar atento a las sociedades que caen en la antipolítica. Es lo que sucedió en Venezuela. La gente, decepcionada de la democracia, perdió el interés político. A todas horas se oía que son todos unos corruptos, que mienten, que roban… Y puede ser cierto, pero allá fue letal la convicción de tantos. Entonces empezaron a creer que lo que hacía falta era un militar en el poder, el gendarme necesario. Pues bien, ahí lo tenemos. Ya tenemos un régimen militar que ejerce la censura y la amenaza. ¿Tiene miedo? En Venezuela hay miedo. Sobre todo a la delincuencia y a la represión que ejerce el poder. Personalmente no estoy exento de nada de eso. Pero hasta ahora no he tenido más problemas que los insultos de los partidarios del régimen. ¿La literatura es su fuerza y la poesía su cobijo? Suscribo que la poesía es un cobijo contra la tormenta ante la degeneración del país. Y la literatura, en general, puede tener un sentido terapéutico. Me refiero a la buena literatura, por supuesto. Respecto a la fuerza, no sé si en mi caso la resistencia es cuestión de fuerza o de suerte. Soy un hombre sin carácter. Es como si la vida me llevara. Y eso, a veces, me produce temor. Es como si tuviera un yo débil. Y para cualquier empresa, sobre todo espiritual, se necesita un yo fuerte. Siento mucha admiración de 06

esas multitudes que muestran unos egos tan firmes. Su poesía, quizá en ese sentido, es cada vez más esencial… Y hasta más breve. Estoy preparando un libro de poemas donde cada uno sólo tiene tres versos y que se titulará 'En torno a Basho y otros asuntos'. La poesía, a cierta edad, también es un desaprendizaje. Rafael Cadenas (Barquisimeto, 1930). Poeta, ensayista y profesor universitario venezolano. Formó parte del grupo «Tabla Redonda» a comienzos de la década de los sesenta. En 1985 recibió el Premio Nacional de Literatura de Venezuela y en 2009 el Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances, en Guadalajara, México. En 1946 publicó su primer poemario en una imprenta local de Barquisimeto, con prólogo de Salvador Garmendia. Desde temprana edad combinó la pasión por la literatura con la militancia política en el Partido Comunista de Venezuela. Por esta razón sufrió cárcel y exilio durante la dictadura de Marcos Pérez Jiménez. Se refugió en la isla de Trinidad hasta 1957. En Caracas escribe y publica Una isla (1958), Los cuadernos del destierro (1960) y Falsas maniobras (1966). Durante esos años forma parte del grupo de debate político y literario «Tabla redonda», junto con Manuel Caballero, Jesús Sanoja Hernández, Jacobo Borges, entre otros. Por décadas fue profesor en la Escuela de Letras de la Universidad Central de Venezuela. Dotado de una refinada sensibilidad para la experiencia poética, este singular poeta venezolano se caracteriza por crear una obra densa y estrechamente vinculada al pensamiento filosófico. Siguiendo la tradición de Hölderlin, Rilke y José Gorostiza, su poesía parece fusionar los derroteros de la actitud reflexiva con la inspiración pura. Su poema más famoso «Derrota» ha trascendido como la marca poética de la generación de los años sesenta. Su obra más celebrada es el poemario Amante, en el que expresa toda su fina sensibilidad. Interesado también en la práctica de la traducción poética y en el ensayo. Traductor de Segalen, Lawrence y Whitman, ha ejercido una importante influencia con sus poemarios Los cuadernos del destierro (1960) y Falsas maniobras (1966).


Rafael Cadenas: Bolívar " no es bolivariano" porque detestaba la lucha de clases Caracas, 14 oct (EFE).- El libertador Simón Bolívar "no es bolivariano" porque "detestaba la desunión, la lucha de clases y la lucha racial", reflexiona en una entrevista con Efe el poeta venezolano Rafael Cadenas, ganador del Premio Internacional de Poesía Federico García Lorca-Ciudad de Granada 2015. Un galardón anunciado el martes en la ciudad española y que fue "una sorpresa muy grata" para Cadenas ya que no sabía que figuraba entre los candidatos y conoce a varios de los que han recibido el galardón, entre ellos "alguien muy querido" como fue Tomás Segovia. "Siempre -dice- es un estímulo y un compromiso, perturban un poco también, pero lo importante es lo que uno pueda hacer, la parte de los premios es digamos el aspecto exterior de la creación". Y confiesa, en su modesta casa de Caracas, que pasa por períodos, incluso meses, en los que no escribe, y en los que toma apuntes y traduce "hasta que surja alguna idea". Cadenas, que en su juventud militó en el Partido Comunista de Venezuela y estuvo en prisión y en el exilio durante la dictadura de Marcos Pérez Jiménez (1953-58), cree ahora que "el comunismo no tiene sentido porque la experiencia nos indica que es incompatible con la libertad".

"La democracia en la que yo pienso tiene que estar interiorizada", explica y considera positivo que la oposición pueda ganar las próximas elecciones parlamentarias para "propiciar una transición pacífica porque lo otro es algo que creo que nadie desea, un enfrentamiento que puede ser violento". Con la edad, el poeta nota que escribe "en forma más reflexiva, con más cabida del pensamiento dentro de la poesía, que cada vez se ha hecho más sencilla, aunque algunos lectores digan que no, y más breve". En esta búsqueda, en España se publicará próximamente su último libro "En torno a Basho y otros asuntos" donde, a partir de los haikus del gran maestro japonés, aborda otros temas. "El Tao facilitó al poeta el gran hallazgo, el valor del momento, que realmente es lo que existe, aunque haya una gran poesía que surge de la memoria, lo que no se puede negar", señala. Cadenas, que conoce muy bien a los poetas españoles del Siglo de Oro o de la generación del 27, destaca que en Venezuela hay numerosos poetas y poetisas, sobre todo desde que con el Grupo Tráfico, creado en 1981, comenzaron a leerse muchos poemas en público, aunque reconoce que el ámbito de la poesía sigue siendo minoritario y que en su país "nadie puede vivir de ella".

Estima que en Venezuela, a partir de esa dictadura, hubo un sistema democrático "también muy deficiente" que vivió su mejor período en sus primeros veinte años, pero después "hubo bastante corrupción y se fue desmejorando" hasta la llegada "de este movimiento de militares y civiles que no tienen idea de lo qué es la democracia" en referencia al chavismo.

Y destaca que escribir un poema es muy diferente de escribir un texto narrativo o periodístico.

"Pero al mismo tiempo no me gusta el odio y en el país ha habido una división que es un fenómeno muy negativo, que no tiene nada que ver con Bolívar. Yo digo que Bolívar no es bolivariano porque él detestaba la desunión, la lucha de clases, la lucha racial", afirma.

"Yo puedo prometer a alguien escribir un texto sobre determinada cosa, pero no puedo prometerle escribir un poema, no sé si es posible que tenga suerte y surja el poema", dice Cadenas en una de las pocas entrevistas en persona que ha concedido en su vida.

El poeta lamenta que "un grupo de fanáticos" derribase hace unos años la estatua de Cristobal Colón y que en su lugar hayan puesto la de Guaicaipuro (cacique indígena que lideró la revuelta contra los conquistadores españoles).

A Cadenas le inhiben las grabadoras, que ni siquiera era capaz de usar en sus clases universitarias de literatura, por lo que casi siempre pide sus entrevistas por escrito.

"El destino de la poesía parece que es ese, siempre dirigida a una minoría, no solo aquí, en todas partes", considera.

EFE "Pero ocurre que la independencia fue obra de descendientes de españoles, empezando por el mismo Bolívar, que era de origen vasco. Hay algo de regresión en esa exaltación de los indios", asegura. A su juicio, la democracia "tiene un sentido profundo" más allá de ir a votar, por lo que "la persona democrática tiene que serlo en todo momento, en el trabajo, en la calle y en la casa". 07


UN VERSO ENTRE DOS DICTADURAS

Denis Pérez El 29 de mayo de 1948, el árbol del araguaney se erige como el árbol nacional de Venezuela. Su poesía se da cuando pierde todas sus hojas, lo cual ocurre por los meses de marzo y abril y todas sus flores se visten de amarillo y no hay mirada que los pueda evitar. La madre patria tiene como suya al clavel (Dianthus caryopyllus). Imagino que en toda España, especialmente en Granada, el día cuando se le otorgó el premio Internacional de Poesía “Federico García Lorca” a nuestro Rafael Cadenas, en cada clavel de los suyos, se pudo apreciar, cual eclipse lunar, un frondoso araguaney. Suelo ser automático y ortodoxo ante la palabra “Clavel”. Esto se debe, si mal no recuerdo, a una cátedra sobre esa flor que una tarde de juerga y licencia etílica mi amigo y profesor de historia Iván Ávila, obsequió entre ronda y ronda en la medida que sonaban boleros de Lucho Gatica y Don Pedro Flores, a unos cuantos de sus pupilos que le acompañábamos en su casa, para extrañamente terminar, muy flojos de las corvas por causa de los tragos, leyendo del poeta español Tirso de Molina, entre el “Clavel y la Rosa” y haciéndonos la misma pregunta que debió formularse el mencionado autor: ¿Cuál era la más hermosa?. Eso porque el clavel, a diferencia del araguaney que tiene un solo color, es una rosa que exhibe varios colores y cada color revela un significado propio, por lo que se entiende entonces así la pertinencia de la pregunta ¿Cuál es la más hermosa? Los claveles son rojos, blancos, purpura, rosa, amarillo y rayados. Cada color tiene su propia identidad y significado. Eso sí, un solo nombre científico: Dianthus caryopyllus. Rojo simboliza admiración y amistad. El rosa quizá es el más trascendente entre todos los otros colores porque está asociado al poderoso símbolo fundacional de nuestra tradición cristiana y apostólica que tiene que ver con la virgen María. Concretamente de lágrimas suyas derramadas con ocasión del martirio de su hijo, que se que se convirtieron luego del misterio de la resurrección en claveles de color rosa. De allí que simbolice el amor eterno de una madre por sus hijos. Y yo añadiría del eterno retorno. Los claveles blancos simbolizan el amor puro. La fidelidad. La inocencia. El púrpura simboliza el capricho. El amarillo emociones de rechazo, desprecio y decepción. El clavel reyado por su parte, simboliza la negación a cualquier relación, el no quiero más nada y no se hable más. Punto. Tenemos entonces una flor muy emblemática. Multiuso. Polifacética. Hasta se le emparenta con los espías. Supuestamente, en tiempos de la revolución francesa, estando presa María Antonieta, ésta recibe un plan de escape en un hermoso e inofensivo clavel que en su celda dejó caer uno de sus visitantes. El poeta José Ángel Bueza nos legó unos versos que vienen al pelo con lo que pretendo desarrollar en este escrito. Veamos: “Como el clavel del patio estaba seco, yo, entristecido por sus tristes males, bajé al jardín para cavar un hueco, en buena sombra entre los rosales”. Nuestro paisano Rafael Cadenas, premio nacional de literatura (1985), FIL 2009 (Méjico) y recientemente galardonado con el Premio Internacional de Poesía Federico García Lorca-ciudad de Granada 2015 (España), nos ha legado también una referencia en verso que invoca ( ¡Y vaya de qué modo!) a esta hermosa flor 08

en su libro “Los cuadernos del destierro”. Es en el poema 271. In concreto me refiero al verso que dice: “La tierra donde una tribu oscura embalsama un clavel”. Que toda Venezuela y una buena parte del mundo civilista y civilizado me corrija si lo que sigue en adelante es una lectura equivocada de mi parte. La Agencia Española EFE de Noticias, el 14 de octubre entrevistó a nuestro guaro de altísimo genio e imponderable sensibilidad, y entre otras cosas apuntó lo siguiente: “Cadenas, que en su juventud militó en el Partido Comunista de Venezuela y estuvo en prisión y en el exilio durante la dictadura de Marcos Pérez Jiménez (1953-58), cree ahora que "el comunismo no tiene sentido porque la experiencia nos indica que es incompatible con la libertad". Estima que en Venezuela, a partir de esa dictadura, hubo un sistema democrático "también muy deficiente" que vivió su mejor período en sus primeros veinte años, pero después "hubo bastante corrupción y se fue desmejorando" hasta la llegada "de este movimiento de militares y civiles que no tienen idea de lo que es la democracia" en referencia al chavismo”. “La tierra” es Venezuela. “La tribu oscura” es el gobierno militarista que se atornilla en el poder y ha impuesto una nueva forma de relación de poder entre gobernantes y gobernados basada en la jerarquía de orden cuartelaría en un primer plano donde los jefes son principalmente militares que están repartidos en casi la totalidad del poder público. Luego, en un segundo plano, tan poderosos y peligrosos como lo primeros jefes del país, están los pranes, los colectivos, la delincuencia común y las milicias que también son jefes pero no en el frontispicio de la casa sino en el patio. Ellos también administran justicia. Desalojan, supervisan, multan, vigilan, autorizan, no sé si en estos momentos estén oficiando santos sacramentos. Han evolucionado dentro de esa lógica guerrerista y guevarista con distintos ropajes desde batallones, pelotones comunas, hasta lo más reciente que llaman las O.L.P. Todos tienen un cheque en blanco para combatir y controlar las manifestaciones en la resolución 8610, que les da autorización para hacer uso de la “Fuerza letal”. El profesor Elías Pino Iturrieta espetó que “El jefe del estado se ve tan dependiente de la voluntad de los cuarteles, o tan necesitado de su auxilio, que la administración anterior parece una atemperada gestión de corte cívico”. (El Nacional. Opiniones. Siete días. 27/09/15). El “Embalsamiento” creo que debemos entenderle en su acepción de disecar. ¿Disecar qué? El clavel. No tengo la menor duda que el clavel es la democracia. Lo que están disecando estos neo comunistas es la democracia, pasa que desde el 99, éstos bárbaros Atilas criollos no se han ocupado de otra cosa que no sea subordinar la institucionalidad y el Estado de derecho al poder de facto, tanto de los jefes que se apostaron en el frente de la casa como a los otros que ya dije merodean en el patio. Esta es la otra dictadura que sufre el poeta y junto con él todos nosotros. Imagino al poeta Rafael Cadenas recibiendo mas honores, muchos otros premios. Imagino también que sus manos incansables no van a desmayar si se trata de escribir versos o ensayos para el futuro y el progreso. También creo que a cada ígnaro que nos gobierna les hará llegar tantos claveles amarillos y rayados como pueda.


JULIA ELENA RIAL

A cien años del nacimiento de Roland Barthes Corría la década de los años cincuenta del siglo XX cuando irrumpen en el escenario de las escuelas de letras latinoamericanas nuevas tendencias en el estudio del lenguaje. Estructuralismo y estilística se ponen de acuerdo para continuar las teorías de Ferdinand de Saussure, Charles Bally, Amado Alonso, a veces con el rigorismo técnico del lingüista búlgaro Tzvetan Todorov, otras respetando las teorías de Claude LevyStrauss o con la metodología pausada y armoniosa de Pedro Henríquez Ureña. En Francia comienzan las conferencias de un semiólogo, díscolo con el lenguaje y transformador de los significados de la palabra, que marcaría a muchos estudiantes, por lo cuestionador, y a la vez organizado de su discurso: Roland Barthes a quien dedicamos este escrito, a cien años de su nacimiento. Estudioso del lenguaje, Barthes consideraba el modernismo como “La civilización de la escritura. La imagen, un significante que solo adquiere sentido con la palabra. El silencio, expresión del saber y sabor de la lengua y del pensamiento”. Conceptos que se intercambian en su obra crítica, con la impecable pulcritud que caracteriza el lenguaje barthesiano. Pulcritud que manifestaba en todas sus actividades, llevado, tal vez, por los cuidados de una tuberculosis, que lo mantuvo, largos períodos, alejado del mundo cotidiano, y que logró superar en 1947, con los nuevos antibióticos. Tristemente, quien había logrado sobrevivir a tan cruel enfermedad, muere, en 1980; atropellado por una camioneta, frente al Collége de France, según refiere su biógrafo y alumno Eric Marty. Su lenguaje, apasionado por la palabra y por la búsqueda de la sensualidad expresiva, y sus intermitentes silencios, dieron la pauta crítica a través de cursos, conferencias, y de sus libros. El Grado Cero de la escritura, descripción y explicación de la teoría estructuralista,Investigaciones retóricas, obra que compara la práctica antigua de la retórica con el nuevo lenguaje literario. El Proceso de la escrituradonde Barthes asume los cambios del lenguaje como la metástasis social, incontrolada, que destruye para que nazca algo diferente.Roland Barthes por Roland Barthes según su autor “Una prehistoria del cuerpo, de ese cuerpo que se encamina hacia el trabajo, hacia el goce de la escritura”. Por dónde empezar, texto donde cada palabra se convierte en colonización de nuevos significados, sin mediaciones esclavistas del lenguaje. Sobre El grano de la voz. Dice Barthes: “Hablamos, nos graban… Embalsamamos nuestra palabra como a una momia, para hacerla eterna. Porque tenemos que durar un poco más que nuestra voz”. En La cámara lúcida expresa su pensamiento sobre fotografía y lenguaje: “El imaginario hecho de imágenes se detendrá en el umbral de la vida productiva…Y entonces aparecerá un imaginario distinto: el de la escritura”. Es en El susurro del lenguajedonde el sentir de la

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semiótica sensual de la palabra de Barthes se manifiesta con plenitud. La vida aparece constituida como una escritura literaria que se percibe a través de todos los sentidos. La profundidad de sus críticas, y la visión estética de los juegos del lenguaje, se fundamentan en estudios realizados sobre la descripción, la oralidad, la música, el cine, el lenguaje no verbal, la languidez erótica de los nombres propios. Sentimiento particular que se enfatizaba en la encrucijada de un discurso que, en sus clases, involucraba: cuerpo, habla, profesor y alumnos; porque para Barthes “La verdad no se encuentra en el individuo sino en el coro… la verdad radica en la indisoluble unidad del mundo humano”. El lenguaje para el semiólogo francés dice “verdades y mentiras, libera y encarcela. Con la palabra se odia y se ama. Se violenta y pacífica. Se destruye”. Su presencia en clase se revestía de un halo del cual dice su biógrafo Eric Marly: “Barthes causa en sus clases un fenómeno electro-químico por su manera de elaborar el discurso”. Un discurso de cuyas palabras emanaba lo sensual implícito, sobre todo en los adjetivos y silencios. Quienes alguna vez asistimos a alguna de sus conferencias, sentíamos que su lenguaje diseminaba las semillas para darle vida a los significados: movimiento, sensualidad. Así transcurrían los cursos de Roland Barthes, entre emociones y método, simbiosis pocas veces lograda por pedagogos del lenguaje. El semiólogo francés descubrió la importancia del hipertexto, cuando el internet era apenas una sugerencia tecnológica. Descubre y habla Barthes sobre el motor de búsqueda de fuentes literarias a través de indicios, referidos por los escritores. Considera que todo escrito remite a un infinito campo de fabulaciones. El lenguaje, visto como una institución social, lo lleva a explorar todos sus recursos expresivos. Los sesgos de cada palabra, las periferias de los significados despiertan la curiosidad de sus alumnos. Se apropia de zonas del lenguaje casi inéditas en su época: encerrar en un pequeño recuadro pocas palabras que expresen una idea. Algunos estudiosos del lenguaje de internet consideran este ejercicio precursor del twitter. La duplicidad del lenguaje, lengua y habla en un todo, es lo más valioso en las reflexiones de Saussure piensa Barthes en El susurro del lenguaje, al referirse a la mirada visionaria del filólogo suizo. Roland Barthes, francés en su identidad, en su lengua, en su vivir, en su rigor académico, en su gusto y placer estético. El hombre de la conversación discontinua, del compromiso con el lenguaje, de los silencios expresivos, nos ha dejado un legado semiótico, humano, social, siempre vigente. Su voz exigía atención. Su eros, emocional y académico, sobrevive en los libros, en las entrevistas, y en aquellos militantes de la palabra que reconocen la astucia de su lenguaje “el estribillo de su alma”.


De la opacidad del lenguaje

VÍCTOR BRAVO

Transparencia y Opacidad El mayor bien del humano ser, aquel que lo levanta en dos pies y lo prepara para recibir la servidumbre o la libertad, es el lenguaje. En él se incuba la palabra del amo, desde la santa manifestación del dogma a las más contemporáneas instrumentaciones de la ideología, produciendo gozosos siervos encadenados en el fondo de la caverna; pero también se incuba la palabra en fuga hacia otro mundo, mundo del pensamiento, de la libertad, de la conciencia crítica, de la melancolía. Es posible ver, quizás, en este arco el trazado del mito de la caverna. Pero también el encuentro reflexivo entre Hermógenes, Cratilo y Sócrates sobre el lenguaje, de la transparencia de su manto de signos para nombrar las cosas; y sobre su opacidad, ese inusitado poder, ese inusitado misterio que el lenguaje oculta en los pliegues de la misma transparencia, opacidad que se despliega en la creación de mundos y grietas entre mundos. La hermosa frase heideggeriana, “la piedra es sin mundo” (weltlos), “el animal es pobre de mundo” (weltarm) y “el hombre configura mundos” (weltbild) parece señalar el poder de la opacidad del lenguaje de hacer brotar mundos de su seno cuando los horizontes de la libertad y de la subjetividad le son propicios. Es un prodigio que estas intuiciones fundamentales del pensamiento y el lenguaje confluyan en una de las obras más hermosas de J. M. Briceño Guerrero, Amor y terror de las palabras, de 1987, texto que revela, en la tensión entre el asombro y el juego, reflexividad y poética de la opacidad en el lenguaje. Desde el ámbito de la transparencia, el narrador, en tensión reflexiva que no cesa y que corresponde a juegos de humor e ironía, se dispone a la primera tarea del humano creador: nombrar el mundo. Desde “la región más transparente del habla”, como se denomina en el texto ese primer lugar de enunciación, sin duda en clara referencia a la famosa frase de Alfonso Reyes, el lenguaje y su transparencia hacen posible la inteligibilidad del mundo; el sentido, ese gran cono de luz de la lámpara del lenguaje. “La región más transparente del habla –se dice en el texto–, aquella donde se produce la comunicación con los demás sobre asuntos pequeños y prácticos de la vida diaria”. De este modo se muestra la primera de las tareas del lenguaje: la revelación del sentido y la inteligibilidad del mundo: “La región más transparente es un lugar de acoplamiento válido para nuestra vida, es un territorio conquistado, habitable”, y afirma, en resonancia heideggeriana, “es la casa del hombre”. En esas tareas el lenguaje lleva consigo los hilos del orden. Píndaro decía del orden que es rey de todo, mortales e inmortales”, pues es en un ámbito de orden donde objeto y horizonte alcanzan su visibilidad, su presencia, su gravitación, en contextos de presuposiciones y normalidad. El saber moderno sobre el lenguaje ha interrogado esa tarea del lenguaje; en este sentido la filosofía analítica y el pragmatismo, de Wittgenstein a R. Carnap, de J. L. Austin a Searle interrogan la prodigiosa tarea del nombrar para hacer inteligible el mundo. Desde “el lugar más 10

transparente del alba”, el narrador deAmor y terror de las palabras ve en el nombrar la tesitura misma de lo humano. Pero el narrador desde su conciencia crítica alcanzará el hallazgo de otra dimensión del lenguaje, oculta, como hemos dicho, en los pliegues de la transparencia: suerte de opacidad donde se evidencia una brecha entre palabra y mundo, y donde el lenguaje, más allá o más acá de su incansable tarea de designación deviene creador de mundos y escena fundamental de juego. El narrador alcanzara, en la revelación de la opacidad, una nueva perspectiva, la que llamará “la región intermedia” y desde la que asistirá a los juegos de creación de mundos, a la expresión estética de la palabra, a la experiencia más extrema del estremecimiento: del terror. El narrador alcanza de este modo la experiencia fundamental de los poetas de intuir la posibilidad de mundos en el interior de la palabra, tal como ha señalado Novalis: “la palabra es un pequeño universo de signos y sonidos”. La palabra alcanza de este modo su resistencia ante los referentes del mundo y hace del lenguaje el lugar de mundos. Steiner lo ha descrito en una frase “el lenguaje es la creación incesante de mundos paralelos alternos”. Amor y terror de las palabras dramatiza esta capacidad creadora y la vive con la intensidad a la vez del amor y el terror. Lo Fronterizo Descubierta “la región intermedia”, que se convertirá en el nuevo lugar reflexivo del narrador, se revela también su fragilidad, su “inminente catástrofe” que la convierte en el lugar no del estar sino del “pasaje”, tal como podríamos decir con palabras de Benjamin; desde allí se tendrá “una relación lateral” con las palabras creadoras del mundo; y con la huida de las palabras hacia el mundo hacia la “cosa”. Así dirá: “Yo me había propuesto entonces huir hacia las cosas mismas, salir del lenguaje, poder abandonarlo cuando fuera necesario…”. Son inevitables aquí las correspondencias con las “coseidad” heideggeriana, y con la noción de “númeno” Kantiana que nos dice que no todo lo real es atrapado por la red del lenguaje. Dice el narrador: “¿podría ser que la red sutil del lenguaje no hubiera atrapado en realidad (a las cosas), sino constituido un tejido ilusorio que parecía contenerlas al reflejarlas especularmente?”. Es sorprendente la confluencia de esta intuición, con la interpretación postlacaniana de númeno, la “cosa en sí” Kantiana, por ejemplo en Slavoj Zizek para quien la realidad es lo significado en el lenguaje, siempre en términos de normalización; y lo real, donde brotan los estallidos de lo terrible, de lo que se resiste a la verbalización. Desde la opacidad del lenguaje o de la cosa, y en el brillo de la brecha que separa lenguaje y mundo, y que ha sido señalada por De Saussure en el carácter arbitrario del signo, en el sentido de que en el lenguaje el significante es arbitrario a priori y no a posteriori; y que ha sido descrita con rigor lógico por Frege en teoría que ha sido considerada la revolución copernicana en el pensamiento lingüístico, se abre el abismo, como se dice en el texto, hacia “el sagrado temor de la locura” hacia las fuentes enigmáticas de la


poesía, hacia la sabiduría. El texto parece decirnos que no hay posibilidad poética y del conocimiento sin esa desgarradora experiencia de lo fronterizo. La conciencia reflexiva se desplaza por las tierras movedizas del “pasaje”, de lo fronterizo hacia los sueños; hacia la danza corporal de la letra; hacia la Naturaleza, en celebración de la defensa ecológica; hacia los signos climáticos e intensos del deseo y del dolor como tatuajes del cuerpo, en una suerte de juegos secretos entre los extremos del goce y del asombro; en un viaje profundo hacia los interminables caminos interiores de la subjetividad; en estallidos de humor, como fogatas indicadoras del camino; en la búsqueda intransferible del conocimiento entre los desfiladeros del enigma griego y del misterio cristiano, que no son sino una sola sombra acompañando la existencia; en una hermosa historia de la formación estética del hombre que emerge con firmeza del asombro inocente y abismal de la infancia, que avanza, como se dice en el texto, “con la sensación de llevar en mí

una Atlántida sumergida”: hacia la reflexividad del hombre con su enceguecedora claridad, con sus escudos y sus distancias de silencio en la extrema soledad del desamparo, de la angustia, de la melancolía. Traducción En el arco del asombro la conciencia reflexiva llega a la revelación como destino del más noble de los saberes, el saber de las lenguas, el conocimiento del “retrato de mundos” que cada lengua entraña, hacia la más persistente significación del ser como pasaje, como situación “entre”: la traducción. Umberto Eco decía de la traducción que era el verdadero lugar de la preservación de la cultura, “la lengua de la modernidad”. El narrador de Amor y terror de las palabras nos muestra, en el arco de arcoíris de final de viaje la traducción como la más humilde, como la más sabia y la más noble de las tareas, lo que hace posible la confluencia, en ámbitos de goce e inteligibilidad de los múltiples signos de las culturas.


Arthur Miller, cien años del nacimiento de "la conciencia moral" de EE.UU. Los Ángeles.- (EFE) Mañana sábado 16 de octubre se cumple el primer centenario del nacimiento de Arthur Miller, uno de los más grandes dramaturgos del siglo XX, y Estados Unidos recuerda al autor, considerado como "la conciencia moral" del país, con múltiples adaptaciones de sus obras más recordadas. El 21 de octubre comenzará en Broadway una versión de "A View From The Bridge", dirigida por el belga Ivan van Hove y protagonizada por Mark Strong. Van Hove prepara, asimismo, el montaje de "The Crucible", con Ben Whishaw y Saoirse Ronan, a partir de febrero. También en Nueva York se llevará a cabo una producción de "Incident at Vichy" a partir del 15 de noviembre, y actualmente está en escena una original representación de "Death of a Salesman", interpretada por completo en yiddish, hasta el 22 de noviembre. Producciones similares, ya sean obras teatrales, eventos o festivales en su nombre, tienen lugar actualmente en todo el país. "Hoy en día, Arthur Miller es el segundo autor teatral más producido en inglés, únicamente por detrás de William Shakespeare", dijo a Efe Leigh Woods, profesor de Teatro y Drama en la Universidad de Michigan, donde Miller se graduó en Literatura Inglesa y donde estos días se celebra un simposio sobre su obra. "Pero durante mucho tiempo fue más producido en Reino Unido que en EE.UU.", recordó Woods, ya que "a Miller no le entusiasmaba el capitalismo y eso, en cierta medida, comprometió su popularidad. En Reino Unido -aseguró- no importaba tanto". El dramaturgo, fallecido en 2005 a los 89 años, ganó el premio Pulitzer por "Death of a Salesman" en 1949, cuando tenía 33 años. Fue adaptada al teatro por Elia Kazan y se alzó con el Tony a la mejor obra teatral. Años más tarde, en 1985, contó con una versión cinematográfica con Dustin Hoffman encarnando al protagonista, el trágico Willy Loman, al que ya había dado vida en Broadway. En aquel texto, que tardó seis semanas en escribir, Miller simbolizó el revés del sueño americano y disertó sobre la familia, la moralidad y la responsabilidad personal, argumentos con los que analizaba la creciente fragmentación de la sociedad estadounidense. Su familia, de origen judío, vivió el sueño americano y también el

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derrumbe del mercado bursátil que precipitó la Gran Depresión. "Me resulta acertado definir a Miller como la conciencia moral de EE.UU.", apuntó Woods. "Aún hoy es una voz valiosa dentro de un sistema político dominado por las fortunas", añadió. Para el profesor de la Universidad de Michigan, Miller era "un escéptico del capitalismo". "Veía a EE.UU. como un país que venera el dinero y lo consideraba algo equivocado. Fue un comentarista político muy activo en un tiempo donde hablar así del capitalismo no estaba de moda", afirmó. Woods sostiene que a Miller "siempre le interesó la gente que era diferente a él": "Buscaba rodearse de gente que no compartía su visión del mundo y la introducía en sus obras. A sus héroes trabajadores les da una elocuencia natural. Ese es su gran regalo. Da voz y un discurso articulado a quienes no lo tienen", manifestó. Uno de los capítulos más recordados de la vida de Miller fue su vehemente oposición a la "caza de brujas" del senador Joseph McCarthy contra el comunismo, algo que reflejó en "The Crucible". Investigado por el Comité de Actividades Antiamericanas, eludió facilitar nombres de compañeros simpatizantes del Partido Comunista, al contrario que hizo su amigo Elia Kazan, lo que los separó. Miller estuvo casado en tres ocasiones, aunque su matrimonio más célebre fue el que protagonizó con Marilyn Monroe. Tuvo dos hijos, Jane Ellen y Robert, con su primera esposa, Mary Slattery. Con Inge Morath, su tercera mujer, tuvo a Rebecca, directora de cine, escritora y esposa de Daniel-Day Lewis, y a Daniel, que nació con síndrome de Donw. Al final de su vida se fue alejando del teatro por la escasez de autores teatrales ambiciosos y porque las producciones modernas estaban dirigidas a las clases más pudientes. "Él pensaba que 'Death of a Salesman' no se podría hacer más en Broadway", rememoró Woods sobre su encuentro con Miller en 1987. "Primero, por su contenido político. Y segundo, porque consideraba que el público que la veía en los años 40, bomberos, profesores, trabajadores que pagaban 2 ó 3 dólares por entrada, ya no existía", finalizó.


María Fernanda Palacios

El diario de un loco, VUELVE UN MONTAJE FUNDAMENTAL Por su trabajo en esta obra Carlos Sánchez Torrealba recibió el premio al mejor actor en el X Festival Internacional de Teatro Experimental de El Cairo, en Egipto. El diario de un loco, de Nikolai Gógol, vuelve a la escena caraqueña. Estará de nuevo en temporada a partir del próximo viernes 2 de octubre en la Sala Experimental del BOD. Estrenada en 1994 por el TET, bajo la dirección de Eduardo Gil, la pieza clásica del autor ruso generó toda suerte de comentarios de la crítica y del público. Se presentó en el Festival Internacional de Teatro Porto Alegre em Cena y en el Festival Internacional de Teatro de San Salvador de Bahía, ambos en Brasil, y su intérprete Carlos Sánchez Torrealba recibió el premio al mejor actor en el X Festival Internacional de Teatro Experimental de El Cairo, en Egipto. Reproducimos el texto que, en 1994, la ensayista y poeta venezolana María Fernanda Palacios escribió sobre este montaje. El diario de un loco forma parte de las llamadas Novelas Peterburguesas que Gógol publica en 1835 junto con una serie de ensayos y artículos bajo el título de Arabescos. Ya la palabra arabesco nos sugiere trazos entrelazados, rúbricas caprichosas y 'grotesquerías'. Con razón la censura zarista, desconcertada ante sus escritos, declaraba que no era posible saber cuál había sido la 'intención' del autor. En efecto, parece que Gógol no escribía con intención alguna: no buscaba reseñar, ni educar, ni criticar. En una carta a Pletniov de 1846, dice: “nunca aspiré a ser el eco de todo ni a reflejar la realidad tal cual es alrededor nuestro. Ni siquiera puedo hablar de algo que no toque de cerca mi propia alma”. Y lo que tocaba su alma tenía que ver con un mundo invisible a fuerza de ser insignificante y ordinario: “El mundo en que hoy estás moviéndote no está corrompido en sus raíces ni en su esencia, sino corrompido de depresión y hastío, morbosamente inerte y, por no tener nada que hacer, vacuo y estúpido”. (1) De ese vacío y esa estupidez nace la fantasía o el disparate capaz de sacudirnos y conmovernos: “quiero retratar todas esas cosas que un ojo indiferente no observa, todo ese pantano terrible y estupendo de trivialidades en el que nuestras vidas se encuentran atascadas”. Porque lo usual consiste en inclinarnos sólo ante lo que reconocemos como valioso o 'digno de interés'. En todo caso, al pantano de la existencia nos aproximamos siempre con alguna idea bajo la manga o con un afán meramente pintoresco. Pero la grandeza de Gógol proviene de esa mirada interesada (“no indiferente”) que dirige hacia la estupidez. En esas “vidas atascadas” podemos reconocer la obsesión de Gógol, y en un verdadero escritor las obsesiones suelen convertirse en un tema. Mejor dicho: en los temas de un escritor está también su enfermedad: su locura. 13

En El jinete de bronce aparece por primera vez una figura que, con el tiempo, se convertirá en uno de los arquetipos del alma moderna: el pobre diablo, el funcionario. Después de él, Gógol, Dostoyevski, Chejov —para mencionar tan sólo a los más grandes— prolongan, ensanchan y ahondan en esa prodigiosa intuición mítica de Propirschin; El diario de un loco es parte de esa tradición. En el Diario, Propirschin aparece como uno de esos personajes 'sueltos', sin raíces; un ser a medio camino entre lo 'típico' y lo individualizado, sin destino y sin voluntad, que comienza a hacerse la ridícula pregunta por la identidad: “¿Por qué soy un consejero titular? Tal vez sea yo algún conde o general, y sólo parezca un consejero titular. Tal vez no sepa yo quién soy”. Mostrar, como lo hace Gógol, la correlación entre identidad y locura es entrar de lleno en el tema de nuestro tiempo; pero situar, además, esa locura de la identidad (o esa identidad loca) en el arquetipo del 'funcionario' implica un grado de conciencia mítica que muy pocos artistas alcanzan. Una de las tantas cosas que la cultura moderna debe a los escritores rusos es el regreso a las fuentes básicas de la emoción: la comedia y la tragedia. De allí seguramente la fuerza dramática y las posibilidades escénicas de la literatura rusa. Y aunque suene paradójico —porque Gógol es ante todo un poderoso narrador— creo que buena parte de su grandeza y su singularidad provienen del haber concebido la narración como una actuación sostenida, como un rol, y un rol demoníaco: “diríase que algún demonio había cortado todo el mundo en una multitud de distintos pedazos y los había mezclado indiscriminadamente y sin ningún sentido”. (2) Y el efecto de esa mezcla es irremediablemente cómico. Así, después de la luminosa tristeza de Puschkin, Gógol incorpora a la literatura rusa un acento más arcaico, una nota más estridente: la comedia. El propio Gógol lo afirma: “Y aún me está destinado por un maravilloso poder, caminar durante mucho tiempo de la mano de mis extraños héroes, contemplar toda la grandiosidad de la vida, a través de la risa que ve el mundo y de las lágrimas que le son invisibles”. Gógol se atiene al patrón antiguo de la comedia: mostrar el impulso de la naturaleza ordinaria (el demos) para disolverlo en una realidad fantástica. De allí que todos sus personajes tengan del 'loco' algo funambulesco, circense, algo impreciso y desconcertante, como si la historia en la que viven nunca fuera plenamente suya, como si el rol les quedara algo flojo, y deambularan por allí flotando dentro de esa anécdota fantástica que los envuelve, como flota la existencia de un payaso dentro de su máscara y sus gestos, como flota el funcionario dentro de sus funciones… No está de más recordar que El diario de un loco es una narración en primera persona, que no pasa por la mediación de un narrador; es decir, no hay nadie quien observe o cuente lo que ocurre. Por lo tanto, abordarlo como una partitura teatral no le hace violencia al texto; al contrario, el teatro permite resaltar y ahondar en esa cualidad cómica y fantástica del arte de Gógol.


«Borges o el color ámbar del universo»

Manuel Vicent

Ciudad Juárez, Chihuahua. 2015. (RanchoNEWS).- Puede que Jorge Luis Borges aprendiera de Oscar Wilde o tal vez de Bernard Shaw que para alcanzar la fama literaria basta con una frase ingeniosa, malévola, sorprendente, paradójica, polémica, que cabree a los representantes oficiales de la cultura. «A lo largo de mi vida he ido aprendiendo a ser Borges», dijo casi al final de sus días. Pero no se sabe a qué Borges se refería, porque eran dos: el Borges escritor y el Borges oral. Este último, el de lengua larga e imprevista, fue el que le dio popularidad, un fenómeno que sucedió cuando ya era un anciano coronado por sus admiradores subyugados con el prodigioso cuento universal, El Aleph, escrito con inapelable maestría o con otros relatos laberínticos tallados cada palabra lentamente como sobre una madera de ébano. Pero todas las ficciones, libros de arena, jardines de los senderos que se bifurcan, el oro de los tigres, las historias universales de la infamia, los cuchillos, las sombras y los espejos quedaban oscurecidos por cualquier bordería epatante de ese Borges palabrista. Por ejemplo, al comentar el verso de Fray Luis de León Pongo mi corazón sobre tu llaga, dijo: «Qué verso más raro; da la idea de un asado, ¿no?». Para pasar a la historia es suficiente una frase que se repita después en los cenáculos y tertulias literarias. Un texto de Manuel Vicent para El País. Aunque era refractario a toda la tecnología moderna, hoy Borges habría triunfado más aún en el mundo perverso de Twitter con una maldad de 140 caracteres en los que cupiera el elogio desmedido a escritores menores solo para molestar a los consagrados que podían hacerle sombra; el desprecio al propio idioma castellano, cuyo genio dominaba con una perfección absoluta, hasta el punto de preferir elQuijote leído en inglés; el sarcasmo de zaherir a García Lorca tachándole de poeta andaluz, el de los guardias civiles y gitanos. Y así sucesivamente hasta no dejar títere con cabeza. Ya sabíamos todo de su vida cuando, de pronto, Borges se convirtió en el paradigma de escritor al que admiras y odias al mismo tiempo. Ha habido otros literatos contradictorios de este estilo, pero Borges fue entre nosotros el primero en partir el alma de sus lectores exquisitos, el que parecía gozar con más ahínco escandalizando con una paradoja reaccionaria a sus devotos progresistas. Lo sabíamos todo de su infancia en Buenos Aires, de su primer viaje adolescente en 1914 con su familia a Ginebra, de su visita al prostíbulo para iniciarse impulsado por su padre, de su llegada a la España de entreguerras, de su estancia en Mallorca durante un año y de su primer encuentro en Madrid en 1919 con escritores más o menos conocidos que andaban jugueteando con las vanguardias hasta que trabó amistad con Cansinos-Assens, un escritor secundario, nocturno, talmúdico, poseído por la Cábala, al que desde el primer momento consideró su maestro. «Una de sus perversidades», dice Borges, «consistía en escribir artículos, y hasta libros, en los que prodigaba elogios a autores menores. En aquellos tiempos, Ortega y Gasset estaba en la cumbre de la fama, pero Cansinos no le tenía en cuenta y hablaba mal de él; decía que era un mal filósofo y un pésimo escritor. Yo le debo 14

muchas cosas, entre ellas supo transmitirme su amor por la literatura». También parece haberle transmitido el arte de la maledicencia. Cansinos-Assens oficiaba cada noche de dictador en la tertulia del café Comercial y pasaba por ser conocedor de diez idiomas que usaba para traducir directamente del árabe Las mil y una noches y del ruso a Dostoievski, del alemán a Goethe, a Marco Aurelio del griego y del latín y a De Quincey del inglés. Pero algunos decían que, en realidad, solo sabía francés, de donde abrevaba como traductor de Barbusse para asaltar todos los demás idiomas. De la misma forma, algunos maledicentes también dudan todavía de las inmensas lecturas de Borges. ¿Acaso no será debido a su prodigiosa imaginación cultural de ciego tanto acopio de sabiduría secreta extraída de libros imposibles que nunca leyó? La familia Borges regresó a Buenos Aires en 1921, con el joven literato imbuido de ultraísmo, una vanguardia que al final quedó en nada. Con el tiempo, Borges fue madurando hasta convertirse en un escritor guardián de todos los laberintos, en el poeta de versos de una exactitud matemática mientras veía que ante sus ojos todo el universo adquiría el color ámbar de la ceguera. Después fue ese señorón de traje cruzado al que repelía la grasa popular del peronismo, amigo de Bioy Casares, apacentado por Victoria Ocampo, sentado en el restaurante La Biela o en un salón del hotel Alvear, donde acudían los encorbatados estancieros. En sus últimos años, cuando ya había escrito relatos admirables y casi secretos se convirtió en el Borges oral, que llegó a España de los años sesenta dispuesto a romper todos jarrones posibles. «Una dictadura no me parece censurable. A simple vista, parece que cortar la libertad está mal, pero la libertad se presta para tantos abusos. Hay libertades que constituyen una forma de impertinencia. Siempre pensé que la democracia era un caos provisto de urnas electorales, ese curioso abuso de la estadística». Eran opiniones hirientes pronunciadas en un tiempo en que sus lectores progresistas luchaban en este país por la libertad, contrastadas a su vez con juicios fastuosos, frases siempre paradójicas y cargadas de sinrazón, pero este juego dejó de tener gracia cuando sus lectores exquisitos supieron que apoyaba con su silencio el golpe de los militares argentinos y ponderaba el régimen de Pinochet. ¿Qué hacemos con este hombre, lo admiramos o lo odiamos?, se preguntaban sus rendidos lectores. ¿Es un genio o un impostor? «No otorgarme el premio Nobel se ha convertido en una costumbre escandinava; desde que nací [el 24 de agosto de 1899] no me lo vienen dando». Eso mismo piensan los que le aman. No otorgarle el Nobel significaba concedérselo por omisión todos los años. Pero más allá del bien y del mal donde la alta literatura se amasa con cinismo, siempre reinará Borges. Eso mismo creen los que se ven condenados a odiarle.


HUMBERTO SÁNCHEZ AMAYA

Juan Carlos Méndez Guédez: “Venezuela es muy jugosa para la literatura”

Una periodista va a entrevistar a alguien, pero terminan juntos en una bañera. La conversación deriva en confesiones, memorias y anhelos, especialmente por parte de él, inquieto por encontrar un arraigo. Es el comienzo de Y recuerda que te espero, la más reciente novela de Juan Carlos Méndez Guédez, primera publicación del sello Madera Fina. El autor, residenciado en España, prefiere llamarlo un libro de viajes, en el que una persona realiza un periplo con el que espera encontrar un pasado. “Hay crónica y reportaje, pero lo más importante es la relación del personaje principal con los espacios. Está dedicado especialmente a Barquisimeto y Madrid”. A esta persona, en su infancia, le hicieron dos fotografías. Una en la ciudad larense y la otra en la capital española. Aparece feliz, pero apenas recuerda el contexto. “Entonces decide recuperar esos sitios, está a la caza de esos momentos felices”, detalla el escritor, que desarrolla buena parte de la trama en dos metrópolis que son las de él, en la que nació y en la que actualmente reside. “Hay un elemento autogeográfico”, agrega. El protagonista vive en Australia y ha residido en embajadas la mayor parte de su vida. Durante su estancia en Barquisimeto decide cuál será la casa que en adelante vinculará con su infancia. Inventa un pasado. “Por eso no puede tener melancolía”, afirma el novelista. Méndez Guédez menciona un hecho que considera curioso. Quiso que los momentos de su personaje en Caracas fueran más, pero cuando preguntó a conocidos a qué lugares llevaría a su personaje ficticio, muy pocos se animaron a dar opciones. Lo primero que mencionaban era la peligrosidad de la capital. “Me sorprendió que ocurriera con un ejercicio de ficción. Es una ciudad tomada por el miedo. Los chilenos y argentinos han escrito sobre sus tragedias nacionales, la nuestra es mucho mayor que las del sur por el número de homicidios. Tenemos que contar eso. Aunque suene terrible decirlo, Venezuela es muy jugosa para la literatura”, señala el narrador, de quien se acaba de publicar en Francia Las siete fuentes (Géné Provence). “Y ya estamos escogiendo portada para mi próxima novela con Siruela que se llama El baile de madame Kalalú”. —¿Se puede decir entonces que el arraigo se construye 15

también de la ficción? —Claro que sí. Cuando paseo por Caracas lo que tengo son recuerdos felices a grandes rasgos. Hay una cierta ficción de la memoria. Viví 28 años acá y hay todo tipo de momentos, también trágicos, pero se superponen esas imágenes, esa elección intuitiva y efectiva. El arraigo es una construcción afectiva. Tengo 20 años en España y cada día tengo que inventarme ese arraigo porque no tuve infancia y juventud allá. En el ejercicio de construcción del yo hay que tener espacios de referencia. —Hace año y medio que no venía al país. ¿Qué nota en cada una de sus visitas? —Las neveras están cada vez más vacías, hay más miedo. No sé hasta qué punto el venezolano ha naturalizado el control policial que hay en sus vidas. Es muy extraño comprar algo y que me pidan la cédula. Está también la velocidad de la transformación, del deterioro, pero el elemento común es la resistencia. Las personas siguen siendo maravillosas y entrañables. Otro elemento es que cada vez que vengo me falta más gente porque se van. Hay que escribir sobre eso, hay mucho material. —Ha dicho que varias personas le han puesto el nombre de alguno de sus personajes a sus hijos. ¿Cuál es el más común? —Hay una chica que le puso a su niña Esther por El libro de Esther. Una persona me contó que un hombre la fastidiaba en un bar, entonces fingió ser un personaje de Árbol de luna. Le contó su vida y se libró de él. Hay gente que se ha hecho pareja por una obra mía. Existen anécdotas muy bonitas. Cuando vivía acá la literatura venezolana ocupaba un lugar periférico. En este momento hay un entusiasmo por los autores nacionales. Eso no lo notaba antes. —Algunos dirían que parte de ese entusiasmo se debe a la imposibilidad de importar libros de escritores foráneos. —Es una explicación sociológicamente pertinente, pero el lector pudiera reaccionar con indiferencia ante lo otro. Hay un escritor peruano que vive en Europa y me contó que cuando va a su país lo tratan con cordialidad, pero siempre le recuerdan que no forma parte total de ese lugar. Me dijo que ven cómo a uno lo reciben acá y le causa envidia.


Cabrera Infante "se divertiría mucho viendo" lo que pasa en Cuba Madrid.- (EFE) No lo duda ni un segundo. "Guillermo se divertiría mucho viendo lo que está ocurriendo en Cuba", asegura la viuda de Cabrera Infante, Miriam, a propósito del "fracaso más absoluto" que, a su juicio, supone para el régimen castrista el nuevo clima en sus relaciones con los Estados Unidos.

después" asoma, según Munné, la personalidad de alguien "que siempre actuó de acuerdo con sus ideas", un cubano que se sintió "engañado" y para quien "las revoluciones son el final de un proceso de las ideas, no el principio, y es siempre un proceso cultural, nunca político".

"Que los cubanos, después de sesenta años de adoctrinamiento en el odio a los estadounidenses, crean que su única salvación son los Estados Unidos es un auténtico fracaso para el régimen castrista", sostiene, en conversación telefónica con Efe desde Londres, quien fuera la compañera de vida y exilio de un cubano "que siempre añoró su isla", de la que salió para no volver a mediados de los años sesenta del siglo pasado.

Esta reflexión, perteneciente a "Cuerpos divinos", uno de sus textos, aparece impresa en la última página de este segundo volumen de las obras completas de quien se atrevió a criticar el castrismo "en tiempos en los que ningún intelectual de importancia se atrevía a hablar mal de la Revolución Cubana", advierte Munné en su prólogo.

Desde el fallecimiento de Cabrera Infante en 2005, Miriam Gómez está volcada en la custodia y difusión de la obra de su marido. De ahí que viva estos días con "emoción y alegría" la publicación del segundo de los ocho volúmenes que abarcarán la obra completa de quien fue premio Cervantes en 1997 y una de las voces más brillantes y personales de la escritura en español. "Mea Cuba, antes y después", editado por Galaxia Gutenberg, reúne, en casi mil trescientas páginas, los escritos políticos y literarios de Cabrera Infante, algunos de ellos no publicados hasta ahora en un libro. Hace dos años se publicaba la primera entrega de las obras completas, "El cronista de cine", con sus críticas cinematográficas, un oficio que desempeñó también con pasión y que firmó como G. Caín (acrónimo formado con las dos primeras sílabas de sus apellidos), y otros escritos sobre el séptimo arte. La tercera incluirá la narrativa que publicó en vida. "Los textos que se recogen aquí -escribe en el prólogo del libro el crítico y escritor Antoni Munné, que se ha encargado también de su edición- son el relato de una gran decepción y, al mismo tiempo, una autobiografía camuflada". Decepción por una Revolución a cuyo éxito Guillermo Cabrera Infante, combatiente contra la dictadura de Fulgencio Batista, contribuyó en sus comienzos, la misma Revolución que le condujo al exilio, primero en Madrid y después en Londres, durante cuatro décadas, hasta su muerte. Un exilio que, según Munné, fue "una exigencia moral". "Guillermo -dice su viuda- siempre quiso la felicidad para Cuba, un pueblo que nació para ser feliz. Siempre se sintió muy culpable por haber contribuido al éxito de Fidel", el "caimán barbudo", como le llegó a llamar el autor de "Tres Tristes Tigres", una de sus grandes novelas. En todas y cada una de las páginas de "Mea Cuba, antes y 16

El libro abre con las colaboraciones que Guillermo Cabrera Infante publicó, entre 1959 y noviembre de 1961, hasta poco antes de su salida obligada de la isla, en el suplemento literario "Lunes de Revolución", que él mismo dirigió. También incluye "Así en la paz como en la guerra", unos cuentos que se reunieron en su primer libro publicado, y "Vista del amanecer en el trópico", germen de su novela "Tres Tristes Tigres" y que publicó ya en su exilio londinense. Pero es "Mea Cuba", publicado en 1992, su respuesta a quienes no dejaron de hostigarle y atacarle desde que plantó cara a Fidel Castro y su Revolución, un libro que tendría una vida azarosa, el corazón de esta segunda entrega de sus obras completas. "El gran libro del exilio", en palabras de Antoni Munné, compendio de sus mejores ensayos sobre la cultura y la política cubana que le valieron el desprecio de los castristas, "y que motivaron el posterior calvario de descalificaciones y de insultos", insiste Munné. Un libro, recuerda el prologuista, por el que fue tratado como "un apestado" por colegas como Cortázar, García Márquez y Fuentes, y que defendieron Vargas Llosa, Juan Goytisolo y Jorge Edwards. "Fue -escribe Munné- su libro más anatemizado, y que le sitúa entre los grandes disidentes del siglo XX". Indignada por la reciente visita del papa Francisco a Cuba, y por sus encuentros con los hermanos Castro, un sentimiento que le ha provocado también ver por televisión las imágenes en la ONU de Raúl Castro y el presidente Obama, Miriam Cabrera Infante está convencida de que todo esto a su marido le hubiera divertido "mucho". "Estaría muy divertido. Todo el mundo en la isla queriendo irse y, a pesar del adoctrinamiento en contra, mostrando su amor por los estadounidenses. A eso le llamo yo un fracaso total de la Revolución", concluye.


CESAR YEGRES M

KAFKA Y LA JUSTICIA EN VENEZUELA El famoso escritor, poseía una imaginación capaz de producir obras que tenían la particularidad de un estilo muy original. Combinaba lo absurdo y lo que era factible. Esa característica le valió ocupar desde entonces un sitial en la literatura universal. Obras como EL CASTILLO, AMERICA, METAMORFOSIS y EL PROCESO, son emblemáticas dentro de su capacidad creadora. En EL PROCESO, la trama se desarrolla alrededor de un personaje, que es intempestivamente acusado, arrestado y juzgado, sin que se lleve a saber la causa de todo ello. Nunca se le señaló delito alguno y cuando pretendía ejercer su defensa, se le remitía a “una instancia superior”, a la que por supuesto, no tiene acceso, se le imposibilita la justicia y queda reducido a una voluntad suprema inaccesible. En un alegato defensivo, el procesado advierte, que ese

Tribunal que lo juzga, está orientado por una organización ajena al mismo. Que emplea a jueces, escribientes, vigilantes y otros funcionarios, absolutamente corruptos. Los califica de verdugos y desconocedores del Derecho y de los derechos. No se toman decisiones sin contar con la aquiescencia de esa “instancia superior” y si hubiere un juez, más o menos honesto y decidiera de acuerdo a derecho, entonces lo destituyen y encarcelan. En el estilo de Kafka, la obra se mueve en escenarios de absurdos desesperantes. Amigo lector: ¿Le parece a usted el caso de la Dra. María de Lourdes Afiuni, Leopoldo López, los Comisarios, los Alcaldes y los estudiantes presos salido de la laberíntica creatividad de Kafka?


Daniel Wolf debuta en castellano como el "Ken Follett alemán" Madrid.- El éxito que logró en su país con "La sal de la Tierra" hizo que muchos bautizaran a Daniel Wolf como el "Ken Follett" alemán. Ahora, consolidado en casa como uno de los autores de novela histórica con más empuje, debuta en las librerías de España y Latinoamérica con esta epopeya medieval que va camino de convertirse en una saga superventas. Wolf, cuyo nombre de pila es en realidad Christoph Lode, lleva casi dos años escuchando la inevitable comparación con el famoso escritor británico y la que probablemente sea su obra más conocida, "Los pilares de la Tierra". "Al principio me molestaba, aunque con el tiempo soy consciente de que hay ciertos paralelismos en la historia... Pero hay muchas diferencias, desde la estructura a la construcción de los personajes y que, para empezar, aquí no hay ninguna catedral", cuenta en entrevista con dpa en un céntrico hotel de Madrid. Comparaciones aparte, "La sal de la Tierra" (Grijalbo) narra los avatares del joven mercader de sal Michel de Fleury, que se ve obligado a hacerse cargo del negocio familiar tras la muerte de su padre, reportó la agencia alemana Dpa. En una época en que la nobleza y el clero gravaban con impuestos abusivos a los comerciantes y establecían un rígido control sobre las aduanas, el protagonista decide hacer frente a los poderosos y emprende medidas revolucionarias que harán peligrar su vida y la de sus seres queridos. A Wolf (Hochspeyer, 1977), que trabajó como profesor de música antes de dedicarse por completo a la escritura, la Historia, y en particular la Edad Media, le fascinaron desde niño. "Es lo que nos explica por qué estamos donde estamos, pero el Medievo nos resulta especialmente lejano", declara en referencia a la mentalidad de la época, dominada por una profunda religiosidad y una concepción muy distinta del mundo. Sin embargo, añade, no todo era tan oscuro como se pinta. "Hoy en día, los historiadores hablan de la época entre los siglos XII y XIII como un 'pequeño Renacimiento'", afirma. Hubo numerosos avances, desde la creación de las primeras escuelas al desarrollo de las ciudades o la expansión del comercio, que podría considerarse como una primera globalización a muy pequeña escala. Y es en esos tiempos de cambio donde se enmarca "La sal de la Tierra", que tiene como escenario el Ducado de la Alta Lorena, perteneciente al entonces Sacro Imperio Romano Germánico. Wolf tardó casi dos años en escribir esta novela que en Alemania ha vendido ya más de 225.000 ejemplares. Pasó muchos meses documentándose sobre cómo vivía la gente corriente, qué comían o qué ropa vestían, y cómo se comportaban frente a ellos los poderosos. El resultado de sus lecturas, entrevistas con 18

historiadores y viajes a la región del río Mosela, en el actual noreste de Francia, se traduce en una cuidada ambientación que hace que "La sal de la Tierra" resulte también muy cinematográfica en términos visuales. Sorprende, además de la fuerza del protagonista, el personaje de su amada Isabelle, una mujer independiente y adelantada a su tiempo. "Hay que tener claro que la Edad Media no fue precisamente la mejor época para ser mujer", señala Wolf. "Estaban totalmente subyugadas a los hombres, su función era la de ser meramente esposas. Pero documentándome, y esto me parece fundamental, encontré que siempre hubo mujeres que, como Leonor de Aquitania o Hildegarda de Bingen, se rebelaron contra esta situación y lograron hacerse valer.” Aunque en Alemania ya ha salido a la venta la segunda parte de esta saga familiar, que lleva por título "Das Licht der Welt" (La luz del mundo), a Wolf no le gusta el concepto de trilogía. "No sé si en algún momento escribiré una cuarta y, además, me gusta que los libros puedan leerse de manera independiente", explica. "Para leer "Das Licht der Welt' no hace falta conocer 'La sal de la Tierra', aunque tengan personajes en común y estén enmarcados en la misma ciudad. Por último, preguntado por el mediático final de la quinta temporada de la serie "Juego de Tronos", que como las novelas de George R.R. Martin aborda la historia desde un punto de vista fantástico, sostiene que le parece "de lo mejor que hay hoy en día en el sector del entretenimiento". Eso sí, "es importante que se vea como lo que es, pura fantasía". A él le apasiona esa mezcla, que ha abordado en novelas anteriores, y no cree que los elementos fantásticos puedan confundir al lector. "No hay que subestimar a los lectores ni al público", señala, "pues son capaces de distinguir perfectamente entre lo históricamente verosímil y lo fantástico". En cualquier caso, añade, "quien se crea al pie de la letra todo lo que ve en televisión, tiene un problema".


Meneses coral. El falso cuaderno de Narciso Espejo Uno más uno suman dos. Así de simple. Para Guillermo Meneses, sin embargo, la realidad nunca fue tan clara, tan magníficamente equilibrada y evidente como un “1+1=2”. ¿Qué es eso? respondería él, porque detrás de cualquier palabra, gesto o explicación, quedaba siempre la duda. En este sentido, El falso cuaderno de Narciso Espejo, novela publicada en 1952 es, según las propias revelaciones de su autor, “la novela de la duda, es decir, de la duda sobre la propia conciencia. La duda sobre el espejo justamente. El reflejo que de la vida nos da nuestra propia experiencia, nos llega envuelto en dudas...”. Y he aquí que nosotros mismos dudamos de la extrema seriedad y circunspección con que se nos asoma este Meneses de El falso cuaderno... cuando, en 1944, declara con un buen sentido del humor que es requisito conocerle: “Escribir es algo extraordinariamente divertido. No hay que decirlo mucho –porque si todo el mundo se entera, la competencia podría llegar a adquirir características de catástrofe– pero, por una vez, podemos decirlo a nuestras anchas y con absoluta sinceridad: escribir es algo extraordinariamente divertido”. Aún aquí no estamos seguros de creerle. Sus palabras –como sus ojos– tienen la virtud de desenfocarnos y, como en la mayoría de las fotos que se conservan de Meneses, tienen la virtud de mostrarnos el perfil: la ciudad de sombríos pasadizos, el confesionario entreabierto de sombras, el puerto anochecido y así hasta el lenguaje perfilado, digamos trasvestido y finalmente, solo alcanzable a través de la imaginación. Es entonces cuando la duda llega hasta los lectores porque sí ríen... ¿realmente había motivos para reír? Y si las palabras de Meneses afliguen... ¿había razón también para afligirse? ¿Cuánto de realidad y cuánto de ficción nos está permitido conectar? Y... después de todo ¿dónde nacen una y otra? ¿En el lector? ¿En el narrador? “Es posible –dice Narciso– que yo haya inventado algunos recuerdos de Juan Ruiz como es posible que sea Juan Ruiz quien esté contando mi historia”. La dinámica de “El perseguidor y el perseguido” de Juan Rulfo parece reinventarse y multiplicarse en El falso cuaderno... anunciando la venida de obras como Rayuela de Julio Cortázar o Doble fondo de Salvador Garmendia, por mencionar solo algunas. El ojo será para Meneses solo un paréntesis: “hay allí un misterio que no nos pertenece...”. El punto de vista, solo un señuelo: “lo que yo busco en el agua es todas las preguntas a las que debo dar contestación”. Y la mínima anécdota pasa a segundo plano. El énfasis se le otorga al 'acto de contar la historia'. La acción –siempre retardada o como escenificada– se presenta bajo el disfraz del intelecto, en ese intento de explicarse continuamente ante el lector, en querer aclararle dudas, sembrarle o canjearle otras. La acción entonces es la tachadura de un documento o de una versión sobre otra. Humana arquitectura Aunque mínima, sí existe una anécdota en El falso cuaderno de Narciso Espejo. Como señala Judit Gerendas la primera parte es la indagación de un par de adolescentes acerca de la sexualidad y 19

la religión. La segunda parte, en cambio, es una historia inversa: el momento de la degradación y la decadencia de uno de estos adultos, Juan Ruiz. Sabiendo ya que la novela contiene dos partes, el elemento que efectivamente incomodó y aún incomoda al lector convencional –llámese pasivo– es su estructura: “humana arquitectura” como sugiere Meneses. Cuando no existen los extremos, suprimidos los finales, el momento de la llegada puede ser una invitación para la partida: El falso cuaderno... se encubre constantemente y lo dice abiertamente, juega –demasiado bien quizás– y eso por momentos aburre porque su prosa pierde el ritmo vital, algo que Meneses supo manejar con magistral densidad. Una virtud que por el juego de dar explicaciones obvias o corregirse demasiado, termina bajándole el pulso a la escritura: “Como poco he podido encontrar en mi propia experiencia, los actos de Narciso Espejo han tomado el lugar que los míos debían ocupar (...) Tan convencido estoy de la igualdad de experiencias, que podría contar su vida como si fuera él el narrador. Podría cederle el 'yo' de mi relato. Decirle Narciso, aquí tienes la pluma. Comienza...”. Sin embargo, lo mismo que hoy parece un viejo truco de mago revela un espíritu tan arriesgado e inusual para los años cincuenta como lo es transparentar la escritura: “Intento explicar el porqué de este trabajo; decir la razón que me guió para inventar las falsas memorias de Narciso Espejo”. El autor nos desnuda su teoría de la novela inacabada, aplazada y, desde allí, su postura frente a todo acto creador. La novela parece estar en constante peligro: el ritmo, el (los) personaje(s), las pistas –que nunca son tales– podrían perder el equilibrio en cualquier instante. Lecturas aplazadas A pesar de ganar el Premio de Novela Arístides Rojas en 1953, El falso cuaderno... no encontró lectores –ni en Venezuela ni en Latinoamérica– sino hasta fines de los años 60. Y aunque quizás éste no haya sido su objetivo, en ese momento su obra fue vista como la demolición de los modelos anteriores caracterizados por Rómulo Gallegos. Este tipo de poética abierta que nos propone en El falso cuaderno. . ., no estaban solos en Latinoamérica. Escritores como el uruguayo Felisberto Hernández y el argentino Macedonio Fernández, aunque nunca llegaron a conocer sus respectivas obras, respondieron con una sensibilidad similar que transgredía la regla literaria establecida y mostraba la delgada consistencia de lo real. Consecuente con el existencialismo sartriano y con ciertos procedimientos de la novela objetiva francesa, incluso con destellos de novela policial. Consecuente con las líneas de su infancia y de su educación, Meneses demostró también la coherencia que le dio a su propia obra –desarrollada entre 1930 y 1962– y conformada por cinco novelas, más de treinta cuentos, numerosos ensayos artísticos y literarios, varias obras de teatro, crónicas de Caracas, conferencias, programas de radio y televisión y más de dos mil artículos. Círculos concéntricos se hermanan en su penúltima novela convirtiéndola en el modelo perfeccionado de todas sus posturas


estéticas, aunque ciertamente parezcan exageradas aquellas críticas que ven El falso cuaderno... como una “novela sin fallas”. Como señala José Balza, “trabajado casi paralelamente, el cuento 'La mano junto al muro' (1950-51) sólo podía conducir a Guillermo Meneses hacia aquella novela compleja y escueta a la vez, en que los rasgos más sonoros o recónditos de su prosa, los temas insistentes del escritor aparecen completándose definitivamente”. Esto abre al mismo tiempo un reto grandioso para cualquiera que se aproxime a la novela: sugerencias anteriores, resonancias paralelas de sus artículos de prensa, todo entra en un mecanismo donde la permanente posibilidad de escritura se materializa incluso más allá de los límites de El falso cuaderno de Narciso Espejo. En la segunda parte, Juan Ruiz se va desmoronando, igual como lo hizo José Martínez en “La misa de Arlequín” y tal como se desmorona el muro del castillo convertido en burdel en “La Mano junto al muro”. Una a una las piezas-palabras que Meneses va descubriendo en su novela desdoblan la escritura hasta desestabilizar lo que –hasta entonces en Venezuela– se creía un ingenuo y pasivo rol: la lectura. El crítico como artista, el artista como crítico de la sociedad: esa dicotomía que tan caro le costó a Oscar Wilde a fines del siglo XIX, Guillermo Meneses intenta resolverla rotando por momentos el papel de quien escribe y de quien lee: reparte la culpa, reparte las dudas y conforma su propio estilo. El falso cuaderno de Narciso Espejo no se parece a ninguna obra que no sea la menesiana y así, como lo dijo el maestro del estilo cinematográfico Alfred Hitchcock: “el estilo se parece a la antropofagia, pero solo cuando uno es caníbal de sí mismo”. Vida de espejos ü Nacimiento. El 15 de diciembre de 1911 nace en Caracas. Su madre muere a los pocos días. ü Los jesuitas. En el Colegio San Ignacio se destaca como buen estudiante, introvertido y obediente. ü La rebeldía. Apoya el movimiento estudiantil del 28 y es encarcelado hasta noviembre de 1929. ü Las primeras publicaciones. En septiembre de 1930 publica “Juan del cine”. En 1934 se publicará su primera novela Canción de negros y los cuentos “Adolescencia” y “La balandra Isabel llegó esta tarde” que será versionada en los años 70 en radio, cine y televisión. ü Estudios. En 1936 se gradúa como abogado en la UCV. ü El primer premio. En 1938 con la novela “Campeones” obtiene el Premio Elite. ü El matrimonio. En 1944 se casa con la periodista Sofía Ímber y de este matrimonio de 20 años quedarán cuatro hijos. ü Europa. Entre 1948 y 1959 vivirá en París y Bruselas ocupando cargos diplomáticos. ü Más premios. En 1951 el cuento “La mano junto al muro” hace bullir la polémica cuando gana el Primer Premio de cuentos de El Nacional. ü CAL. Entre 1962 y 1966 dirige la revista CAL que marcó pauta en el medio artístico e intelectual venezolano. ü Una misa. En 1963 recibe el Premio Municipal de Prosa por la novela La misa de Arlequín, publicada el año anterior. ü Cronista de Caracas. en 1965 es elegido cronista de Caracas. Trabaja en la revista “Crónica de Caracas”. ü Último premio. En 1967 recibe el Premio Nacional de Literatura. ü Final. En 1967 sufre una hemiplegia y fallece en Porlamar el 28 de diciembre de 1978. Meneses y sus jueces Por Jesús Sanoja Hernández “La mano junto al muro” constituyó una sorpresa en la narrativa de 20

Meneses, pero no de tipo temático o ambiental, sino por el tratamiento temporal, sometido a vaguedades e imprecisiones, como aquella citada por Balza en torno de los tres marinos, “si es que son tres los marineros”. En la cárcel Modelo lo discutieron ampliamente tres jóvenes escritores, si es que eran escritores, animados por una apreciación de Uslar, quien lo señalaba como “cuento antológico”. La premiación de El Nacional, aquel agosto de 1951, antecedió en dos años a la de su novela del gran vuelco, El falso cuaderno de Narciso Espejo, que marcaría época. Recuerdo que en México, en la casa de Gallegos, cierto miembro de su partido llegó con la noticia y el halago: “Don Rómulo, ¿leyó usted que a Meneses, un servidor de la dictadura, le otorgaron el Arístides Rojas, mientras a La brizna de paja en el viento ni siquiera la miraron?”. Gallegos calló durante un rato y luego contestó: “Yo no escribo para concursos”. Y aquello lo dijo sin amargura ni resentimiento. Más tarde –entre 1958 y 1959– los de Sardio tuvieron muy en cuenta al Meneses de “La mano junto al muro” y El falso cuaderno de Narciso Espejo, y en lo que podría llamarse el nuevo país literario se desató la reacción contra la narrativa de marca galleguiana. Meneses creció entre los que se abrían paso, y el fortalecimiento de su prestigio fue mayor al fundar la revista CAL, en la que colaboraron muchos de quienes adquirían renombre en la narrativa venezolana. A mi modo de ver, Balza fue, entre todos, el que más hizo para otorgarle puesto de privilegio a Meneses dentro de la literatura venezolana. Liscano, a quien en 1949 le oí comentarios obsesivos acerca de El mestizo José Vargas, escribió después en Panorama de la literatura venezolana actual que con El falso cuaderno... Meneses alcanzó su culminación creadora, mientras que con La misa de Arlequíninvolucionó, y tanto, que llegó a catalogarlo como su peor libro: “inflado, con un regreso a la retórica verbalista de El mestizo José Vargas, al criollismo, al hampa urbana, a los despliegues discursivos y adjetivantes”. En cambio, Pérez Perdomo (Revista Nacional de Cultura, No 183, enero-marzo de 1968) opina que La misa de Arlequín es una novela síntesis donde Meneses se muestra como “escritor maduro, en plena posesión de su escritura y que ha decantado sus experiencias”. Y va más allá: “en este libro la metáfora, la imagen poética, se elabora con cuidadoso sentido de la austeridad, de la sobriedad”. Criterios opuestos, como se ve. Recoge Arlette Machado en su libro Asedia a Guillermo Meneses lo que González León piensa acerca de la narrativa menesiana, con exaltación “La mano junto al muro” y algunas observaciones críticas acerca de El falso cuaderno... y La misa de Arlequín: “Insisto que si Meneses pasa a la posteridad literaria del país y del continente se deberá fundamentalmente a una pieza única y de antología como “La mano junto al muro”. Aún más, creo que con eso basta”. Características de la narrativa de Meneses son la traslación de personajes de una obra a otra; la teoría especular o “del espejo”; la contraposición de sueño (futuro) y recuerdo (pasado) y las trampas del tiempo; la contraposición de lo verdadero y lo apócrifo; y explícitas o implícitas referencias autobiográficas. Irónico, a veces agrio con los de su generación, y abierto con los jóvenes, su aventura con CAL resultó extremadamente positiva. Cuando Carlos Moros elaboraba el inventario de colaboradores de la revista, como parte de la tesis de Licenciatura que nunca llegó a presentar porque la muerte lo sorprendió en Tacoa, me dijo en una tarde de consulta: “Aquí están todos los que ahora mandan en las batallas literarias”. Quien lo dude, que busque y hojee CAL.


Elena Poniatowska: "El periodismo me ha dado todo" México.- Elena Poniatowska dedica su más reciente novela, "Dos veces única", a Lupe Marín, la primera esposa de Diego Rivera a la que conoció durante una de sus muchas entrevistas periodísticas. Poniatowska recuerda como "gallarda y valiente" a la madre de dos hijas de Rivera, quien también fue esposa del poeta Jorge Cuesta. El retrato que crea es minucioso y al mismo tiempo vívido gracias a documentos de la época y a su poder creativo. "Por eso es una novela, para tener la libertad de inventar", dijo la autora en una entrevista reciente con The Associated Press en su casa, donde habló rodeada de libros y con su gato Monsi en el regazo de temas que incluyeron su nuevo libro (editado por Seix Barral), su oficio de periodista y la ola de reconocimientos que ha recibido últimamente. -¿Por qué se sintió atraída por Lupe Marín? -No puedes decir que tiene algún oficio, pero sí tiene mucho beneficio, porque es muy distinta, su manera de ser es muy distinta a la de otras mujeres mexicanas. No fue buena mamá, fue notablemente buena abuela, pero no fue una esposa extraordinaria. Cuidó muy bien a Diego Rivera, pero cuidó muy mal a Jorge Cuesta, incluso se volvió como su peor enemiga. Es un ser humano distinto y eso fue lo que más me impresionó de ella. -Muy poca gente reconoce a Jorge Cuesta. ¿Pensó en rescatar su figura al hacer esta novela? -Sí pensé rescatarlo y sí me encantó él como figura, incluso me conmovió, porque él tuvo un hijo con Lupe, que Lupe maltrató muchísimo, justamente porque Lupe (lo) empezó a odiar... Jorge Cuesta es un personaje del que se habla mil veces menos que de Diego Rivera, pero yo creo que es un personaje fascinante. -El libro también recrea muy sabrosamente un México que ya no existe, como tampoco existe el México que usted conoció de niña. ¿Extraña algo de ese tiempo? ¿Cree que era mejor entonces o de plano siempre hemos sido un país sangriento? -México se ha cubierto con más sangre. Ahí está lo que ha sucedido en Ayotzinapa, ahí están todos los secuestros, la falta de respeto por la vida humana. Antes decía la canción "Camino de Guanajuato" "la vida no vale nada", pero ahora de veras matan a la gente. -Dice que sus novelas "Dos veces única", "Leonora" y "Tinísima" pueden ser un punto de arranque para destacar la vida de personajes fundamentales del país, ¿pero por qué escogió mujeres para abrir estas ventanas? 21

-Porque todo mundo las olvida, porque nunca se habla de las mujeres, se habla muy poco de ellas. -Lupe Marín sobrevivió a sus hombres. En su caso, usted también sobrevivió a su hombre. ¿Qué tienen las mujeres que permanecen más allá? -Tienen la cercanía con la tierra al dar a luz. ... Alimentamos y eso nos da fuerza porque también al hacerlo nos alimentamos a nosotros mismos. -Cuando leo y escucho lo que dice en sus entrevistas me llama mucho la atención su humildad y su buen humor, como cuando dijo que esperaba no caerse como chango viejo al recibir el Premio Cervantes, o cuando aceptó que cometió un descuido con unas citas en su entrevista en el libro "Borges y México" que hizo enojar a la señora María Kodama. ¿Es algo que le ha costado aprender en la vida o siempre fue así? -Yo creo que es parte del carácter, tiene que ver con el carácter y también con la decisión, con la voluntad de decir "¿para qué voy a hacer mala cara?, ¿qué gano?". Mejor sonreír, mejor reírse. Al fin que todo es igual, todo pasa, hasta la ciruela pasa. -¿Cuáles serían las enseñanzas más valiosas que ha adquirido con la edad? -El periodismo me hadado todo lo que soy, todo lo que tengo, todo lo que sé se lo debo al periodismo. ... Me da una gran tranquilidad ser periodista, me gustaría estar en tu lugar, tener mis hojas así en las patas y estar viendo mis preguntas y hacerla y pensar, "ay qué simpático es este viejo" o "qué chocante es esta vieja", todo lo que uno piensa, eso me gusta; me gusta regresar a la casa y transcribirlo. Ahora todo se hace con grabadora, pero cuando yo empecé tenía que tener mi grabadora aquí (se señala la frente). -¿Algún mensaje para las autoridades que no protegen la vida de los periodistas en México? -México es ahora uno de los países más peligrosos para los periodistas. ... Hay que hablar de eso y hay que denunciarlo. -¿Cómo se siente con tantos reconocimientos otorgados recientemente? -A veces digo "¡ay, pero para qué!". Cuando yo estaba joven y bonita y caminaba rapidísimo y todo, ¿por qué no me los dieron entonces, con anticipación? Dónde que se me juntan al final de mi vida, pero los agradezco mucho porque es un reconocimiento a muchísimos años de trabajo. -Sólo rechazó un premio, por "La noche de Tlatelolco" (sobre la matanza de estudiantes de 1968). -Sí, porque yo pregunté que quién iba a premiar a los muertos. El Premio Xavier Villaurrutia, que lo dan los escritores, ... nunca lo fui a recibir.


El humor en la poesía venezolana

Enrique Viloria Vera

Efraín Subero en los cuatro densos tomos que recogen su sin igual compilación tituladaEl Humorismo venezolano en verso, publicada por la Ford de Venezuela en 1988, recoge 160 poetas humoristas que van desde el siglo XVIII al XX, a saber: dos poetas humorísticos del siglo XVII; 70 del siglo XIX; 88 del siglo XX… y los aún no contabilizados del XXI. Grande es el asombro cuando revisamos los escritores y poetas humoristas antologados por el maestro Subero. En efecto, en su meticuloso y enjundioso estudio aparecen para nuestra sorpresa: Simón Bolívar; Cecilio Acosta, Juan Vicente González, José Ramón Yepes, José Antonio Calcaño, Alberto Arvelo Torrealba, Pedro Sotillo, Carlos Gottberg, Alí Lameda, Luis Pastori, Julio Planchart, junto a los tradicionalmente conocidos humoristas: Leoncio Martínez, Aníbal y Aquiles Nazoa, Andrés Eloy Blanco, Francisco Pimentel, Manuel Rodríguez Cárdenas, Miguel Otero Silva, Jesús Rosas Marcano, Francisco Salazar Martínez, Graterolacho, etc. Sólo a manera de muy elemental muestrario, vamos a citar algunos de los poemas que han concitado nuestra atención, y que pueden ser poco conocidos: Andrés Bello en La burla del amor: “No dudes, hermosa Elvira, / que eres mi bien, mi tesoro, / que te idolatro y adoro; /… porque es pura mentira. // ¡Ah! Lo que estoy padeciendo / no puede ser ponderado, / pues de puro enamorado, / paso las noches… durmiendo. // Y si tu mirar me avisa / que te ofende mi ternura, / tanto mi dolor me apura / que me echo a morir de… risa”. Simón Bolívar en Tirias Tersas de Purpúrea Pompa: “En tirias de purpúrea pompa; / Amarilis deidad colura campa: / Y unos talares de cristal le zampa, / De Venus alma, de Mercurio trompa. / Colúmbralo la diosa medio zamba, / Y queriendo imitar a la Ecatomba, / Rayos fulmina por luciente bamba: / Y el hijo propio el nocturno Gamba; / Cuadrupedantes rayos le rimbomba”. Andrés Eloy Blanco en Martín Pescador dedicado a Martín Tovar que idolatra el mar: “Martín pescador se hastía / de la vanidad urbana / y a cada fin de semana / se va para Maiquetía. // Se lanza a la mar bravía / y en Catia, caliente y sana; / de la noche a la mañana / se entrega a la pesquería. // En el mar no hay quien se aburra. / Una ola es una burra / y otra ola es una potra; // entre las dos va nadando / y Martín está gozando / una ola y parte de otra”. Luis Pastori en Glosa de Beatriz en beso o glosa en technicolor: “Tiene un espejo Beatriz / que la ha vuelto medio loca, / porque se ha visto la boca / debajo de la nariz. // I / Juncos para tu cintura. / Lágrimas para tu cielo. / Beso para tu pañuelo. / Pañuelo y beso y ternura. / Ay qué fresca mordedura / en sangre de flor de lis: / con claros astros de anís / llovidos de mis despojos, / en el fondo de los ojos /tiene un espejo Beatriz. // II / Ay amor, por este amor / doy amor si tú lo quieres, / pero si no lo prefieres / no llego nunca al 22

amor. // Espina será, o dolor / o flor que no se desboca / o corazón que no toca / la palabra que lo ensalma. / ¿Qué le dio voz a mi alma / que la ha vuelto medio loca? // III / Por eso miro en el fino, / claro cristal de tu amor: / un ¡ay!, en technicolor, / un olvido submarino, / dos corazones de vino / que un nomeolvides retoca / y, como si fuera poca / la luz que en tu nuca estalla, / un beso se me desmaya / porque se ha visto la boca. // IV / Ah soledad en mi oído, / limón de mi limonero, / que quiero porque no quiero / recuerdo para tu olvido. / Si se me hubiese perdido / tu nombre de flor de lis, / fuera más hondo, Beatriz, / este afán en mis excesos: / ¡Dejarte todos mis besos / debajo de la nariz!” A riesgo de parecer inmodesto, voy a incluir este poema del siglo XXI, leído en Madrid en la primavera de 2003, en ocasión del Festival de poemas de amor convocado por la Asociación Prometeo de Poesía: Enrique Viloria Vera en Eres, dedicado a JX con el permiso de Salvador Pániker: “Eres mi jamoncito de pollo / chupito de pacharán / aceituna rellena / chato de tinto / chacolí / caldo de cocido / tapa de tortilla / pierna de jabugo / lucero de la mañana / oliva de Jaén / chuletita de lechal / dientecito de ajo / almendra garrapiñada / rocío del sol // Reina de un país / en desuso / en el Rastro te compré // Todo eso y más / mi Majestad / …eres”.


José Pulido

COMADRE Este es un poema que le escribí a mi comadre, la poeta Blanca Elena Pantin, en el año 1998. Se lo pongo aquí para que lo conozcan quienes no lo conocen y especialmente para que la comadre esté pendiente de que en diciembre debemos vernos aunque sea para quitarle las hojas a una hallaca. Comadre: le traigo una gallina, quisiera decir a mi comadre pero nos vemos en el restaurante chino y nos callamos hasta que llegan las galletas del futuro; comadre, sembré flores en el campo para cuando usted me visite, quisiera comentarle pero solo tengo papeles marchitándose en el apartamento; el cielo palidece como le corresponde y deja caer sus trágicos perfumes sobre nuestros silencios no es un pueblo esto no es una vecindad pero al despedirnos nos lanza un salvavidas el olor que esparce la panadería y sonreímos en complicidad de reclusos atados a la misma cadena porque captamos fugazmente un campo de trigo meciéndose con la ventisca de los autobuses.

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Poesía que toca lo impalpable

La Casa de la Cultura Monseñor Nicolás Eugenio Navarro de La Asunción acogió un momento especial de literatura y encuentro entre amigos, gente de la cultura y periodistas, en medio de las palabras de la periodista y escritora Marianela Balbi y de Víctor Hugo De Paola, ese ciudadano a tiempo completo Miguel Génova presentó su primer poemario en Margarita La Casa de la Cultura Monseñor Nicolás Eugenio Navarro de La Asunción acogió este momento especial de literatura y encuentro entre amigos, gente de la cultura y periodistas, en medio de las palabras de la periodista y escritora Marianela Balbi y de Víctor Hugo De Paola, ese ciudadano a tiempo completo La calidez y la brisa de siempre de La Asunción vivió un momento renovado, por el soplo que le sumó el bautizo del poemario Encuentros con el silencio, de Miguel Génova, reconocido ingeniero de telecomunicaciones, quien decidió mostrar los versos que durante tanto tiempo ha escrito. A la ocasión en la Casa de la Cultura Monseñor Nicolás Eugenio Navarro, acudieron amigos y personas de la cultura, para escuchar las palabras de presentación de Marianela Balbi, periodista y escritora, y de Víctor Hugo De Paola, portador de la sensibilidad y la tenacidad por Venezuela. Luego se escucharon los poemas y la gratitud del propio poeta. Ambos anfitriones resaltaron la sutileza y profundidad que ha alcanzado en su creación Génova, en este género tan difícil y lírico, y le auguraron un camino abierto de plenitud para él y la expresión de su voz literaria. Les acompañaron entre otros asistentes, Lolita Anillar, exgobernadora del Zulia, el poeta José Antonio Castro, la actriz y cantante Alicia Plaza, el director de la casa cultural, Julio Villarroel, el periodista Pastor Heydra, Ismael Felipe promotor cultural, la psicoterapeuta Magaly Villalobos, la activista social Mayita Acosta, y variados amigos residentes de la isla de Margarita, igual que algunos periodistas. Al final del encuentro, la música del grupo coral Matices Insulares, realzó con su música la calidez del acto, acompañada de una copa de vino. De bárbaros a poetas Víctor Hugo de Paola celebró la incorporación del nuevo poeta –aunque siempre lo fue– a esa cuenta ascendente que en la historia se ha contrapuesto a la barbarie que nos persigue… “Venezuela fue un país bárbaro, así fue el siglo XIX. Ahora intentan que volvamos a serlo. Venezuela es un país de poetas. Desde José Antonio Ramos Sucre, nacido en Cumaná, que fue a morir suicidado en las orillas del lago Lehman en Ginebra, hasta un hijo de inmigrantes italianos, nacido en Canoabo, Vicente Gerbasi, quien escribió uno de los más bellos poemas de la lengua castellana, “Mi padre el emigrante”. Desde el llano adentro, Alberto Arvelo Torrealba, su "Florentino y el Diablo", en desafio inmortal, no tiene nada que envidiar al “Martin Fierro” argentino, hasta el poeta-filósofo Rafael Cadenas, quien escribió “Derrota”, cuando aún nuestros comandantes no querían aceptar que habíamos sido derrotados. Desde Eugenio Montejo, fino 24

poeta que cultivó los heterónimos, se puede decir que es el Pessoa venezolano, hasta mis paisanos trujillanos Ramón Palomares, quien a la bella manera popular de hablar de los trujillanos la transformó en bellos poemas, y su amigo y compañero de militancia política, Pepe Barroeta, sensible poeta”. Y la lista de poetas que nos honran, siguió unos cuantos párrafos más. “Poetas tenemos, –añadió– y ahora uno que se incorpora, Miguel Génova. Miguel, además de ser un técnico capaz para cualquier responsabilidad importante en una Venezuela democrática, es un hombre culto, lector contumaz (...) Ahora se descubre, se quita la timidez, venía escribiendo poemas, decide publicarlos en su primer libro bajo el patrocinio de otro poeta y crítico de poesía, Joaquín Marta Sosa. Es una buena poesía, me sorprenden sus poemas húngaros, inspirados en la novela 'La mujer justa' del escritor húngaro del exilio Sandor Marai. He leído este libro y siempre sostuve que su mejor novela era 'El último encuentro'. Releo 'La mujer justa' y me consigo lo que antes no había percibido, es una de las mejores novelas del siglo. Sigo leyendo a Miguel y consigo los haikus, esta poesía lírica de origen japonés de tres versos. Notables estos de Miguel Génova”, resumió el ciudadano irrenunciable, Víctor Hugo De Paola. Inclinarse sobre las palabras “No se trataba sólo de registrar todo aquello que comenzaba a abrirse como una herida, una celebración, una curiosidad, una certeza, a fin de vaciarse, alcanzar el silencio y convertirse en imagen. Había que inclinarse sobre las palabras muchas horas, para tallarlas, pulirlas, aceitarlas y que –como dice Octavio Paz en el ensayo La llama doble– el lenguaje fuese capaz de nombrar lo más fugitivo y evanescente: la sensación”, comenzó diciendo Marianela Balbi, periodista cultural en el diario El Nacional y en otros ámbitos como la investigación y el gremialismo de la profesión. “La intención –prosiguió–, sospecho, era que esa experiencia perdurara, enseñándole a los sentidos, a la emoción, cómo transfigurarse en poesía para entonces ser compartida. Eso fue lo que encontré de una manera genuina en el libro de Miguel Génova la primera vez que lo leí”. Y dedicó una parada indagatoria y celebrada a cada uno de los cinco capítulos del poemario del escritor Miguel Génova. Concluye su recorrido Marianela Balbi en los haikus, que precisan lo devoto “de una mirada cristalina, breve y exacta, desprovista de lo innecesario, detenida en un instante, en la 'la eternidad absoluta del momento presente'. En ellos están las imágenes de un paisaje que hizo interior, con iluminaciones y noches, con las humedades de su sensibilidad. Miguel Génova –agrega ella– ha escrito Encuentros con el silencio para comprobar entre muchas otras cosas que la poesía nos hace tocar lo impalpable y escuchar la marea del silencio” como dice Octavio Paz. Y luego vino un brindis.


Tres poemas de Cesare Pavese Pertenecen a su libro “La tierra y la muerte”, incluido en “Poesías completas”, editado por Italo Calvino. La traducción es de Carles José i Solsora. Publicado inicialmente en el año 1995, Visor Libros lo ha vuelto a publicar

CESARE PAVESE Eres como una tierra que nadie ha pronunciado. Tú no esperas nada salvo la palabra que brotará del fondo como un fruto entre las ramas. Hay un viento que te alcanza. Cosas secas y exánimes te impiden el paso y van en el viento. Miembros y palabras antiguas. Tiemblas en el verano. Tú no conoces las colinas donde se derramó la sangre. Todos huimos, todos arrojamos el arma y el nombre. Una mujer nos miraba al huir. Solo uno de nosotros se paró con el puño cerrado, vio el cielo vacío, inclinó la cabeza y murió bajo el muro, callado. Ahora no es más que un guiñapo de sangre y su nombre. Una mujer nos espera en las colinas. Y entonces nosotros, cobardes, que amábamos la tarde susurrante, las casas, los senderos del río, las luces rojas y sucias de aquellos parajes, el dolor endulzado y calladoarrancamos las manos de la viva cadena

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y callamos, pero el corazón que nos sobresaltó sangriento, y ya no hubo dulzura, ya no hubo abandono en el sendero del ríoya nunca más siervos, supimos que estamos vivos y solos


WISLAWA SZYMBORSKA

Tres poemas de Wislawa Szymborska 1923-2012. Fue reconocida con el Premio Nobel de Literatura en 1996 Creo en las manos limpias, creo en la carrera arruinada, creo en el trabajo perdido de varios años. Creo en el secreto llevado a la tumba.

Encuentro Inesperado Somos muy amables el uno con el otro, decimos que es bonito encontrarse después de tantos años. Nuestros tigres beben leche. Nuestros azores van a pie. Nuestros tiburones se ahogan en el agua. Nuestros lobos bostezan ante una jaula vacía.

Estas palabras se alzan ante mí por encima de las reglas. No buscan apoyo en ningún ejemplo. Mi creencia es fuerte, ciega y sin fundamento.

Nuestras víboras se han sacudido los relámpagos, los monos la inspiración, los pavos reales las plumas. ¡Cuánto hace que dejaron nuestro pelo los murciélagos!

Un terrorista: Él observa La bomba explotará en el bar a las trece veinte. Ahora apenas son las trece dieciséis. Algunos todavía tendrán tiempo de salir. Otros de entrar.

Callamos sin terminar la frase, sonriendo sin remedio. Nuestras personas no saben cómo hablarse.

El terrorista ya se ha situado al otro lado de la calle. Esta distancia lo protege de cualquier mal, y se ve como en el cine:

Descubrimiento Una mujer con una cazadora amarilla: ella entra. Un hombre con unas gafas oscuras: él sale. Unos chicos con vaqueros: ellos hablan. Trece diecisiete y cuatro segundos. El más bajo tiene suerte y se sube a una moto, el más alto entra.

CREO EN EL GRAN DESCUBRIMIENTO. Creo en el hombre que hará el descubrimiento. Creo en el espanto del hombre que hará el descubrimiento. Creo en la palidez de su rostro, en la náusea, en el frío sudor en su labio.

Trece diecisiete y cuarenta segundos. Una niña: ella camina con una cinta verde en el pelo. Sólo que de repente ese autobús la tapa.

Creo en la destrucción de sus apuntes, en su reducción a cenizas, en su completa destrucción.

Trece dieciocho. Ya no está la niña. Habrá sido tan tonta como para entrar, o no, ya se verá cuando los vayan sacando.

Creo en el desparramarse de los números, en un desparramarse sin arrepentimiento. Creo en la prisa del hombre, en la precisión de sus movimientos, en su libre albedrío. Creo en la rotura de los pizarrones, en el derramamiento de los líquidos, en la extinción del rayo.

Trece diecinueve. Y ahora como que no entra nadie. En vez de entrar, aún hay un gordo calvo que sale. Pero parece que busca algo en sus bolsillos y a las trece veinte menos diez segundos regresa por sus miserables guantes.

Afirmo que se logrará y que no será demasiado tarde, y que todo sucederá en ausencia de testigos. Nadie lo sabrá, estoy segura de ello, ni su mujer, ni la pared, ni un pájaro siquiera, porque y si le da por cantar.

Son las trece veinte. Qué lento pasa el tiempo. Parece que ya. Todavía no. Sí, ahora. Una bomba: la bomba explota.

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Juan Antonio Masoliver Ródenas

Augusto Monterroso: el humor que muerde* La Vanguradia, martes 3 de marzo de 1992, páginas 2 y 3 El tema de discusión planteado en una de las sesiones del homenaje que el Instituto de Cooperación Internacional dedicó hace unos meses a Monterroso, “El humor que muerde”, se basa en una cita de Isaac Asimov: “Los pequeños textos de La oveja negra y demás fábulas, de Augusto Monterroso, en apariencia inofensivos, muerden si uno se acerca a ellos sin la debida cautela y dejan cicatrices y precisamente por eso son provechosos. Después de leer 'El mono que quería ser escritor satírico', jamás volveré a ser el mismo” La verdad es que no sé cómo era Asimov antes de leer esta fábula, supongo que menos sabio. De todos modos, hay que leer la cita con cuidado: Asimov no nos invita a que seamos cautos, sino por el contrario, a que participemos en el “juego” monterrosiano, si es que puede hablarse de juego o solamente de juego, precisamente para que dejemos de ser tontos. Diga lo que diga, lo importante es que —morder, mordisco, mordida— la palabra ya está acuñada, la prueba es que la estamos utilizando aquí como una aseveración. Gabriel García Márquez también necesita acudir a imágenes de violencia: “Este libro hay que leerlo con las manos arriba. Su peligrosidad se funda en la sabiduría solapada y la belleza mortífera de su falta de seriedad”. Pese a la acentuada tendencia de García Márquez al deslumbramiento efectista, se insinúan aquí dos verdades que no son sino dos caras de una misma verdad: la mordacidad de Monterroso (como escritor satírico es inevitablemente moralista) y un sentido del humor que lo redime de la seriedad del moralista. De nuevo, lo solapado y mortífero afecta a los tontos, aunque aquí no como una invitación, sino como una advertencia. Un sutil alfanje Finalmente, el poeta Luis Cardoza y Aragón, guatemalteco como Monterroso y como Monterroso residente en México por razones obvias, escribe: “La zarpa de Monterroso me recuerda el sutil alfanje del verdugo que con diestro e insensible tajo decapita. El condenado le implora cumplir sin tardanza su labor. El verdugo le recomienda mover los hombros. Los mueve, y rueda la cabeza”. Cardoza y Aragón añade así una nueva dimensión: no sólo sucumbe el lector incauto, sino todo lector. Aunque yo añadiría un matiz: entre las cabezas que ruedan, si es que alguna ruedan, está la del propio escritor. No sólo humor que muerde, pues, sino que puede ser peligrosamente mortal, zarpazo o feroz golpe de sable. En todo caso, sugiere siempre agresividad solapada o no, extrema violencia. ¿Puede decirse esto de Monterroso? Dejo la respuesta para el final. Pero hay algo más: estas citas sugieren también que Monterroso, con su “amenazadora” escritura, se propone modificar algo y que, desde luego, lo consigue. Si Asimov, el más afortunado de todos, nos dice que tras la lectura de un breve texto “jamás volveré a ser el mismo” y García Márquez tiene que leerlo con las manos arriba (forma de leer un tanto difícil, aunque por suerte muchos textos de Monterroso sólo tienen una página y 27

hasta una sola línea), Cardoza y Aragón, con la cabeza rodando por los suelos, ya no podrá volver a leerlo jamás. Una falsa ambigüedad Puesto que ya está escrita, dejemos que nos dé la respuesta el propio Monterroso: “Los buenos libros son buenos libros y sirven para señalar los vicios, las virtudes y los defectos humanos. Pero no para cambiarlos”. Esta es una cita aislada que tomo de “La palabra mágica” y toda cita aislada, sobretodo en el caso de Monterroso, es una trampa o una verdad a medias. Su pleno significado lo expresa su alter ego Eduardo Torres en Lo demás es silencio al reseñar La oveja negra y demás fábulas: “El autor, ya conocido por su falsa ambigüedad de todo género [...]; una falsa ambigüedad que sin embargo le permite afirmar, en La palabra mágica: “Para un latinoamericano que un día será escritor las tres cosas más importantes del mundo son las nubes, escribir y, mientras puede, esconder lo que escribe. Entendemos que escribir es un acto pecaminoso, al principio contra los grandes modelos, enseguida contra nuestros padres, y pronto, indefectiblemente, contra las autoridades”. Ambas afirmaciones, aparentemente contradictorias, son igualmente válidas si conseguimos contestar a unas preguntas tan elementales que casi me sonrojo al formularlas: en el caso de que sea cierto que la escritura de Monterroso hiera (ya que me niego a pensar que es capaz de morder o de matar), ¿por qué hiere, a quién hiere y cómo hiere? Preguntas que no han contestado, porque ni siquiera se las han hecho, los tres autores de las citas que he mencionado al principio, y que tenemos que resolver aquí antes de acusar a Monterroso de delitos que tal vez no ha cometido. En los datos biográficos de Monterroso encontramos referencias personales, políticas y literarias que pueden ayudarnos a entender las razones tanto por las que muerde como por las que no muerde. En Monterroso no hay contradicción alguna cuando por un lado habla del compromiso político, que nace de sus propias experiencias como centroamericano, por el otro del compromiso literario. En efecto, puedo adelantar ya cuáles son los tres centros que constituyen la naturaleza de su escritura y que están subrayados por las abundantes reflexiones sobre la escritura, reflexiones que se sitúan en un terreno casi infinito de posibilidades ya que están vistas desde los infinitos géneros que el autor, siguiendo el modelo del Quijote, ha cultivado: el cuento breve, el cuento largo, la novela (o lo que tenga de novela Lo demás es silencio), la fábula, las memorias ficticias, la erudición ficticia, el diario, el ensayo, la digresión, el fragmento e incluso la conversación. Estos tres centros son: el abiertamente crítico, producto de sus experiencias como ciudadano guatemalteco en su país y en el exilio, que dirige sus dardos (¡bueno, ahora resulta que son dardos!) contra la política y los políticos; el escéptico, que se expresa como una pesimista visión de la humanidad, en general afligida por la tontería (y es aquí donde aparece un sentimiento no


sólo opuesto a la agresividad, sino que yo diría dominante en la obra de Monterroso: el de la ternura); y finalmente, está su pasión por la literatura o, mejor dicho, su pasión por la verdad literaria, que explica su identificación con escritores como Cervantes, Quevedo, Shakespeare, Montaigne, Swift, Kafka o Joyce (¡autores no necesariamente de obra breve!). Desplazamientos Una digresión o aclaración, pues, antes de pasar al primer aspecto: toda la escritura de Monterroso nace 1) de la relación entre lo obvio y lo sorprendente: lo obvio revela los aspectos más sorprendentes de la realidad y viceversa; 2) del sentido común; y 3) de los distintos matices del humor: la sátira, el sarcasmo, la mordacidad y, en parte, la ironía dominarán en los temas políticos y sociales, pero el humor nunca desaparecerá y el malhumor, la agresividad o la intolerancia rara vez se dejarán ver. La razón es tan sencilla que hasta puede pasar desapercibida: Monterroso se dirige siempre a un lector cómplice con el que habla de sí mismo o del propio lector en tono festivo y de quienes no son sus lectores en tono sarcástico, pero sin perder la cordialidad con el lector a quien se dirige. Curiosa o sintomáticamente, en un escritor que desplaza continuamente, en el interior de un mismo y de libro a libro, sus centros de atención (lo que explica su fascinación por la mosca, aunque desde luego no por las moscas), la crítica política y social es una constante, aunque puede oscilar entre el comentario objetivo que apenas si tolera el humor, el sarcasmo y la benevolencia. Temas recurrentes Entre los temas recurrentes que apenas toleran el humor está el de la guerra. Ya en “Primera dama”, de Obras completas (y Otros cuentos)” se nos dice que “los hombres se hacían la guerra unos a otros y perdían los débiles y ganaban los malos”. Relacionados con la guerra hay una serie de temas que no sólo toleran la burla, sino que la acogen gozosamente, entre ellos el del patriotismo. Así, en “La Jirafa que de pronto comprendió que todo es relativo” de La oveja negra y demás fábulas, los contendientes “caían con un gesto estúpido, pero que en su caída consideraban que la historia iba a recoger como heroico, pues morían por defender su bandera; y efectivamente la historia recogía esos gestos como heroicos, tanto la historia que recogía los gestos del uno como la que recogía los gestos del otro, ya que cada lado escribía su propia historia”. No es de extrañar, pues, que, en “Cómo me deshice de quinientos libros” de Movimiento perpetuo, el escritor, en un texto que nos recuerda el escrutinio de la librería de Don Quijote y que anuncia el espíritu que anima todo el quijotesco Lo demás es silencio, al hacer el censo de su biblioteca comprueba que hay, entre otros, “política (en el mal sentido de la palabra, toda vez que no tiene otro), unos 50; sociología y economía, alrededor de 49; geografía general e historia general, 2; geografía e historia patrias, 48; literatura mundial, 14; literatura hispanoamericana, 86; estudios norteamericanos sobre literatura latinoamericana, 37”. Lo que nos lleva a otro tema recurrente: América Latina y la relación entre América Latina y Estados Unidos. A propósito del poder, Eduardo Torres rechaza los honores que le ofrecen unas autoridades que identificamos como mejicanas para reflexionar que “cualquier poder acarrea consigo una responsabilidad a todas luces ajena al ejercicio del pensamiento” Pero hay unas referencias que son muy específicas. Baste mencionar “Mister Taylor” o “Primera Dama” de Obras completas (y Otros cuentos)”, “La exportación de cerebros” de Movimiento perpetuo, “Llorar orillas del Mapocho” o “Novelas sobre dictadores” de La palabra mágica, la entrevista con Graciela Carminatti en Viaje al centro de la fábula y las numerosas referencias a Cuba, Centroamérica y

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sobre todo, dentro de Centroamérica, a Nicaragua en La letra e, con una abierta defensa de la revolución sandinista, de “nuestros amigos en lucha, nuestros muertos; un día más en sus vidas y en sus muertes por una causa que tampoco es la de los norteamericanos”. Pasión literaria Otro aspecto de la “agresividad” de Monterroso está relacionado con su pasión por la literatura y con lo que la literatura representa de iluminación de la ver dad: “En cuanto a mí, trato de ver en lo que he escrito, y apenas, aquí y allá, como a escondidas, he dejado deslizar alguna verdad, un testimonio sincero de tal o cual experiencia vivida o, siquiera, pensada por mí. Y entonces, ¿a qué tanta palabrería?”, nos dice en La letra e. Adviértase que este compromiso no es necesariamente de tipo político. En Movimiento perpetuo repite lo que ha dicho ya antes y volverá a reiterar después: “Los problemas del escritor no son siempre, como a veces se quiere pensar, de desarrollo o subdesarrollo del país en que uno vive, de riqueza o pobreza”; en todo caso, escribe en La palabra mágica, “los buenos libros son buenos libros y sirven para señalar los vicios, las virtudes y los defectos humanos. Pero no para cambiarlos” y, dirá más tarde. “sólo la forma de contarlo diferencia a los buenos escritores de los malos”. El ataque central de Monterroso será, pues, contra la solemnidad y la palabrería, es decir, contra los peores enemigos de la sinceridad y la autenticidad. Un escéptico esencial El saber que nos ofrecen los Iibros no es, en todo caso, “sino el repetido testimonio de la ignorancia o la ingenuidad humanas”. Monterroso señala constantemente los defectos del ser humano que todos tenemos, nos dice, “en grado superlativo”. De entre estos defectos destaca la envidia, la calumnia, la curiosidad, el chisme, la vanidad y, en general, la tontería o la estupidez. Por eso cree, y así lo hace constar en Lo demás es silencio, que el epigrama es el mejor género (aunque en su caso no sea el único) para señalar toda clase de vicios, personas y lugares, para añadir: “La naturaleza humana es siempre la misma; el hombre no cambia, al contrario de lo que los progresistas quieren hacernos creer y creen, y los errores que el hombre comete hoy son los mismos que los que cometió ayer”. Ha llegado el momento de hacer algunas precisiones que nos precipiten a una conclusión: Monterroso es esencialmente un escéptico, convencido de que la literatura no puede alterar el destino de la humanidad. Cree, sin embargo, que la literatura sí sirve para desenmascarar y poner al descubierto nuestros defectos para que dejemos de una vez por todas de confundirlos con virtudes o, peor todavía, de hacerlos pasar por virtudes. Para desenmascarar dichos defectos (que ahora poco tienen que ver con el carácter transitorio de la injusticia social, ésta sí modificable) ha creado, por un lado, una obra absolutamente personal y, por el otro, ha aplicado rigurosa y sistemáticamente una de las armas más difíciles de utilizar en literatura: la del sentido común, que provoca toda una cadena de reacciones contra el lugar común. Unas veces el lugar común basta con nombrarlo para que se desenmascare y ridiculice por sí mismo: “El león estremeció la selva con sus rugidos, sacudió la melena majestuosamente como era su costumbre [...] (La oveja negra y demás fábulas); “como es sabido, una de las octavas de su famoso 'Polifemo' incluido en sus Obras completas o “antes de la Historia puede decirse que todo era Prehistoria” (Lo demás es silencio); otras veces, un comentario entre paréntesis del propio escritor es el que desenmascara la estupidez de lo que, de tan obvio, carece ya de significado, como no sea el de su propia ridiculez: “algunas


fotografías (que no siempre tienen que ser borrosas” o “confundidos con las primeras sombras, como se decía antes, del crepúsculo” (Movimiento perpetuo), para llegar a la parodia (como en la presentación que se nos hace de Eduardo Torres en Lo demás es silencio: “descansa muellemente sentado un hombre a todas luces incómodo, cuya edad debe de andar con seguridad alrededor de los cincuenta y cinco años, si bien a un observador poco atento podría parecerle quizá más o menos mayor, por la indiscutible fatiga”), que culmina en el absurdo o “nonsense”; e, inevitablemente, por pudor, tengo que negarme a mencionar aquí su cuento más famoso para acudir a otros ejemplos menos descaradamente dirigidos al lector de obras breves: así, en “La oveja negra”, el Gallo notablemente dotado para el ejercicio amoroso, “el nunca interrumpido ejercicio de su habilidad lo llevó a la tumba, cosa que le debe de haber causado no poca amargura” y, en Lo demás es silencio, dice a propósito de la diligente Hormiga: “Habéis observado [...] cuando lleva en los debilitados hombros una carga desproporcionada a sus fuerzas, cómo sufre, cuál cae aquí y allá, cuál se agita y gime y suda y a veces se duerme dulcemente acariciando quién sabe qué sueños [...]. Humor máscaras Este humor ciertamente desenmascara y ridiculiza, pero no necesariamente muerde. Pero el humor no sirve solamente para desenmascarar. En Movimiento perpetuo hay un comentario revelador: “El humor y la timidez generalmente se dan juntos. Tú no eres una excepción. El humor es una máscara y la timidez otra”. ¿Qué es lo que enmascara Monterroso, si aceptamos este término como una figura retórica? Lo que enmascara Monterroso, es decir, lo que finge enmascarar, es la ternura, sin la cual el humor no pasaría de ser una simple anécdota: burlarse de la humanidad es compadecerse de ella. Por eso escribe en Movimiento perpetuo que “el humorismo es el realismo llevado a sus últimas consecuencias. Excepto mucha literatura humorística, todo lo que hace el hombre es risible y humorístico”. Lo que ha hecho Monterroso es negarse a llegar a la ternura a través de la expresión de los sentimientos, de la misma forma que rechaza la naturaleza pese a que sus libros están poblados de animales. Así, en “Los juegos eruditos” de La palabra mágica escribe: “He lamentado siempre, pero sobre todo en esta ocasión, no haber visto nunca un pastor, sino de lejos, desde el tren; y no creo recordar haber estado nunca cerca de una encina, pero por lo menos las he visto dibujadas o descritas en los diccionarios, y sé que tienen ramas”. Y sin embargo, ¿no es ternura lo que inspira esta vaca de Obras completas (y otros cuentos)”?: “una vaca muerta, muertita sin quien la enterrara ni quien le editara sus obras completas ni quien le dijera un sentido y lloroso discurso por lo buena que había sido y por todos los chorritos de humeante leche con que contribuyó a que la vida en general y el tren en particular siguieran su marcha”. El uso del aguijón Ciertamente es una vaca literaria, como literaria es la mosca monterrosiana o la pluma que se convierte en un aguijón. El propio Eduardo Torres, en Lo demás es silencio, al reseñar La oveja negra y demás fábulas nos habla, a propósito de Monterroso, del “sosegado ritmo con que trabaja y exprime (como se dice en francés) sus textos, para extraerles inmisericorde ese dulzor amargo propio de ciertos cítricos

con que clava el aguijón de su sátira en las costumbres o mores más inveteradas para castigarlas “ridendo”. Así que, amigos míos, mi conclusión es ésta porque no puede ser otra: Augusto Monterroso, el feliz autor de lúcidas fábulas negras, cuentos completos, palabras mágicas, letras de misterioso significado y este moderno “Don Quijote” contemporáneo que es Lo demás es silencio, no nos amenaza con pistola para que nos pongamos manos arriba ni con un alfanje para decapitarnos, pues esta es tarea de dictadores, ni con mordiscos o “mordidas”, pues esto es privilegio de la autoridad. Su tarea es utilizar el aguijón (y recuérdese que en inglés, esta lengua que tanto ha servido a Monterroso para leer a muchos maestros de la novela, el cuento, el ensayo o las memorias, “to bite” es “morder”, pero también “picar”); sí, el aguijón del humor en sus más diversas expresiones para aguijonear con su desprecio a los dictadores y a la autoridad y para reírse con indulgencia de sí mismo y del resto de la humanidad, incluidos los animales y excluidos, por supuesto, los determinadores del poder. *Publicado también en: Monterroso, Augusto: Tríptico (Movimiento perfecto, La palabra mágica y Letra E), Fondo de Cultura Económica, colección Tierra Firme, México, octubre de 1995.

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La ciencia y el arte se reúnen en el Festival Cervantino México.- "La ciencia del arte. El arte de la ciencia" será este año uno de los ejes temáticos del Festival Internacional Cervantino. "Tiene que ver con esta realidad que vivimos que ha separado, en todo el mundo prácticamente, las áreas de la ciencia de las humanidades y el arte", dijo el director del festival, Jorge Volpi, en una entrevista reciente con The Associated Press. A diferencia de lo que ocurre ahora, hasta hace algunos siglos la ciencia y las artes no vivían en mundos incomunicados. El festival tratará de cambiar esto en su 43 edición, prevista del 7 al 25 de octubre en la ciudad colonial de Guanajuato. "Queríamos que el festival fuera el motivo de unir de nuevo y demostrar más bien que esa división es artificial y que entre el arte y la ciencia existen numerosos vínculos", apuntó Volpi. Como parte de este eje se presentarán espectáculos que tienen que ver con la ciencia y las artes, como la ópera "Mefistófeles", con la Orquesta y Coro del Teatro de Bellas Artes, y la obra "Fausto" de la compañía Pandur Theaters. Habrá conciertos donde la tecnología tendrá un papel importante, duelos entre artistas y científicos analizando temas de interés, e incluso una coreografía de Blanca Li con bailarines y autómatas en escena. Roald Hoffmann, premio Nobel de química, y George F. Smoot, premio Nobel de física, darán conferencias magistrales. Hoffmann también escribe poesía, por lo que será el poeta de la edición. También se realizarán actividades, talleres y cursos y se presentarán monólogos de científicos en la sección La Danza de las Neuronas en el Patio de Relaciones Industriales de la Universidad de Guanajuato.

Pero no todas las transiciones tienen que ver precisamente con crisis, sino que se dan de forma orgánica. Dentro de ese tipo de cambios se encuentra la cantante portuguesa Teresa Salgueiro, quien dejará su lengua natal para cantar en español. Al celebrarse el Año Dual con el Reino Unido también habrá una fuerte presencia de artistas británicos. Además de "Feral", de la compañía escocesa Tortoise in a Nutshell, se presentará la compañía Candoco con artistas con discapacidades, así como la orquesta de cámara London Sinfonietta. Los invitados de honor son Colombia, Perú y Chile. El festival suele tener un sólo país invitado, aunque en otras ocasiones ha habido varios juntos. En esta edición recibieron la solicitud de Colombia y pensaron en sumar a Perú y Chile por ser miembros de la Alianza del Pacífico junto con México. "Tendremos una coproducción entre los cuatro países en teatro. Se llama `Diez mil cosas'. Es una obra de teatro chilena dirigida por un colombiano con actores mexicanos y con la participación escenográfica de Perú", adelantó Volpi. En cuanto a música, el Proyecto Beethoven, que aborda a profundidad la obra del compositor, presentará por primera vez en México sus nueve sinfonías con instrumentos de la época con la orquesta belga Anima Eterna y el coro de cámara de Dresdner dirigidos por Jos Van Immerseel. "Será una oportunidad única de ver cuáles eran las sonoridades que más se aproximan a cómo debió sonar esta música cuando se estrenó", apuntó el director del Cervantino.

El segundo eje temático de este año es "Transiciones".

También se estrenará en México la versión completa de "Montezuma" de Vivaldi, una ópera rescatada recientemente por el grupo Modo Antiquo, encargado de su presentación.

"La idea central es que en épocas de crisis siempre se da lugar a transformaciones y a cambios. Esas crisis no necesariamente son económicas o políticas, también es la crisis del propio artista o las crisis de pareja", dijo Volpi.

Del mundo del jazz llegan la estadounidense Cécile McLorin y el mexicano Antonio Sánchez, compositor de la música original de la cinta ganadora del Oscar "Birdman", de Alejandro González Iñárritu.

"Inevitablemente ahí está el reflejo de lo que queremos reflexionar en torno a esa transformación que México vive y necesita", añadió.

El festival continúa con su proyecto social y pedagógico Cervantino para todos, que incluye los programas Cervantino en tu comunidad, Una comunidad al Cervantino, el Programa de formación de públicos, el Proyecto Ruelas, la Academia Cervantina y Más Allá de Guanajuato, que lleva los contenidos del festival fuera de la ciudad.

Dentro de este eje se presentará la obra escocesa "Feral", que analiza la forma en la que la crisis económica puede afectar a una comunidad, así como la ópera "La creciente", producida por el Cervantino, con libreto de la cineasta argentina Paula Markovitch sobre los recuerdos de una niña en la dictadura.

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MARÍA GABRIELA FERNÁNDEZ B.

La historia del arte desde la pluma de Bélgica Rodríguez

La investigadora e historiadora del arte, Bélgica Rodríguez recuerda un día de su niñez, cuando rondaba los 13 años, en el que escapó de su casa en Barcelona, Anzoátegui, para hacer la travesura de conversar con una gitana. Aquella mujer, por más misteriosa, le reveló en la sesión que el futuro le auguraba una numerosa cantidad de hijos. "En ese momento me horroricé confiesa entre risas- pero luego comprendí por una amiga poeta que la gitana no se refería a hijos de sangre, de los que solo tengo dos, sino a cada uno de los libros que he escrito". Rodríguez ha dedicado su vida a registrar en papel los más importantes eventos, artistas y obras de la historia del arte en Venezuela con una producción que, revela, alcanza ya los 53 libros y cientos de catálogos. En reconocimiento a su legado y trayectoria, la Fundación BBVA Provincial inauguró ayer la muestra El arte de escribir sobre arte, en la que se exponen 18 libros elaborados por Rodríguez, acompañados por 42 obras (de las que 18 son esculturas y el resto pinturas y serigrafías) que corresponden a los artistas a los que la escritora se refirió en cada uno de los materiales colocados en la sala. Piezas de artistas de la talla de Oswaldo Vigas, Mateo Manaure, Carlos Cruz-Diez, Alejandro Otero, Jesús Soto, Armando Reverón, Lía Bermúdez, Francisco Narvéz, Colette Delozanne o Alirio Palacios (ubicado en un área especial por su reciente muete) conviven en este espacio, por haber sido estudiadas por 31

el ojo y la pluma de Rodríguez. "Para escribir sobre un artista necesito, sobre todo, sentirme vinculada a él y a su obra, sentir que me apasionan sus creaciones", revela la homenajeada quien calificó a esta inauguración como "uno de los momentos estelares" de su vida, entre los que incluye a cosas tan íntimas como su matrimonio, sus tesis y el nacimiento de sus hijos. La investigadora y escritora asegura que en cada uno de sus textos ha dejado registrada una parte de sí que, por las características de su oficio, ha debido tejer con las de cada uno de los creadores sobre los que escribe. "Creo que el aporte que deja un escritor de arte al artista y a la historia es múltiple. En primer lugar, la crítica es el registro de un presente que será valorado por un futuro historiador; además, el libro, para el artista, es siempre un objeto de presentación porque recoge su obra y la transforma en un aporte al conocimiento, sobre todo en un país donde había poco material similar cuando yo empecé", declara Rodríguez. Mariela Provenzali, curadora de la exposición, indica que la muestra propone una mirada doble y simultánea en la que "las obras están contenidas en los libros y a la vez los libros contienen las obras". El Arte de escribir sobre arte, asegura, también procura dejar legado de la diversidad de trabajos e intereses desarrollados por Rodríguez en torno al arte. "Es una mujer que merecía hace mucho un homenaje como este". La entrada a la sala es libre y las visitas podrán realizarse hasta el 1 de diciembre.


JAVIER GOMA LANZON CRÍTICA: PENSAMIENTO

La verdad del mito La identidad del hombre depende de la habilidad para crearse una narración creíble sobre el mundo que otorgue a su vida un papel digno En 1922, cuando pronunció la conferencia Sobre la república alemana, Thomas Mann inició una travesía espiritual que, años más tarde, culminaría en una larga novela sobre la saga bíblica titulada José y sus hermanos. Su escritura fue precedida de una asunción decidida y consciente de la función educativa y civilizatoria del mito. Con ello, verificaba en su persona y en su obra el gran giro que estaba experimentando la cultura de su tiempo. Conforme a la interpretación tradicional, la cultura había nacido al producirse en Grecia el paso "del mito al logos", es decir, la sustitución de la mentalidad mítica y mágica por la racionalidad de la filosofía y la ciencia. En el siglo XX se estaba describiendo el giro inverso: una crítica al "logos" occidental que tenía mucho de vuelta al mito. Claro que el mito que se recupera entonces no es lo que un "logos" excesivamente seguro de sí mismo había imaginado que es: una aleación caprichosa de fantasías coloridas y sugerentes pero completamente irracionales. Se descubre, por el contrario, que hay una verdad en el mito. La naturaleza sigue unas regularidades que las leyes científicas explican: precisamente porque los hechos naturales se repiten la ciencia puede ser predictiva. El reino natural se compone de sustancias minerales, vegetales, animales y también humanas, aunque la naturaleza no agota la totalidad de lo humano, porque el hombre presenta además un torso no natural, casi podría decirse que antinatural: la libertad. Las creaciones de la libertad son únicas, imprevisibles, sorprendentes incluso para su autor, y esto presta a las realizaciones humanas, que se suceden sin sujetarse a un criterio uniforme, una dimensión temporal. Solemos excusarnos a diario de mil menudencias pretextando que no tenemos tiempo cuando, bien mirado, lo único que tenemos es tiempo, pues somos tiempo; no entidades repetitivas sino fluyentes, ondulantes. Incurrimos en contradicciones, pues el antes y el después de nuestro decurso vital no coinciden. Más aún, somos una contradicción viviente: la naturaleza nos privilegia con una individualidad autoconsciente, pero nos castiga después dispensándonos el mismo destino cruel que al resto de sus criaturas que no tienen conciencia de sí mismas. De ahí las aporías, los dilemas y las tensiones que conforman el humano devenir. La identidad del hombre depende de la habilidad para crearse una narración creíble sobre el mundo que ilumine el sentido de la existencia y otorgue a su vida un papel digno y significativo dentro del conjunto. La ciencia positiva merece máximo respeto, pero el positivismo el imperialismo de la ciencia- se equivoca cuando asimila al hombre a la naturaleza, aplicando un método que vale para las realidades repetitivas pero no para las narrativas. No el tratado discursivo ni la ley científica sino sólo el mito, que es un relato, hace justicia a lo inaprehensible de la condición humana y sabe captar ese meollo enigmático de su ser. En términos de Wittgenstein, la ciencia dice mientras que el mito muestra: hay, en efecto, algo en el hombre irreductible a conceptos bien recortados 32

pero dóciles a su representación y patentización narrativa. Si se dice, por ejemplo, que Aquiles es al mismo tiempo el más afortunado y el más desdichado de los hombres, tal proposición es absurda para la ciencia, pero la antinomia se deshace si se despliega en una relación de antes-después (afortunado en Esciros, desdichado en Troya) o si comprendemos, como da a entender su mito, que la negatividad de morir joven le proporciona paradójicamente la gran gloria de ser el mejor de todos los griegos. Esos cuentos folclóricos sobre héroes que realizan grandes hazañas o se enfrentan a monstruos legendarios no respetan la lógica pero son racionales, bien que su racionalidad no es científica sino artística. Como el arte, los mitos seleccionan sus ingredientes de entre lo plural y fragmentario del mundo y, transformando el azar en necesidad, crean con ello la ficción de un orden significativo y unitario que integra lo meramente circunstancial de la experiencia humana en un todo comprensivo y legitimador. Por eso son siempre usados para explicar la fundación de una ciudad o de un pueblo; y por eso en el interior de nuestra conciencia flota también la mitología de nuestra identidad personal, satisfaciendo en nosotros la demanda de narraciones y colaborando con la obligada construcción narrativa de la realidad. Cuando los pintores del Renacimiento vuelven una y otra vez a los mitos grecolatinos y bíblicos, no lo hacen animados exclusiva ni primeramente por motivaciones estéticas sino porque creen que en esas historias transmitidas por la tradición se halla involucrada una profunda verdad humana, no por indefinible menos verdadera. Por último, el mito, destaca Mircea Elíade, asume siempre una función ejemplar. A diferencia de las novelas modernas, no le interesa las individualidades excéntricas o las situaciones inusitadas, irrepetibles; por el contrario, sus héroes son arquetipos que protagonizan historias paradigmáticas. Busca la identificación de la audiencia con situaciones existenciales esenciales y comunes en el hombre pero amplificadas a un grandioso escenario cósmico. La novela moderna es una autoconciencia aristocrática que se expresa en nombre propio, en tanto que el mito, creación anónima, lo hace siempre en nombre de todos. Este igualitarismo intrínseco al mito fascinó poderosamente a Thomas Mann al operarse la gran transformación en su vida. En aquella conferencia de 1922 se retractó públicamente de su refinada pero obscena apología del belicismo guillermino contenida en Consideraciones de un apolítico (1918) y abrazó la causa de la Constitución de Weimar y de la democracia. Paralelamente, abandonó los argumentos de sus novelas anteriores centrados en esos (son sus palabras) "burgueses descarriados" y durante los siguientes quince años consumió la madurez de su talento en la recreación del mito del José bíblico. Mann explica esta evolución espiritual en sus ensayos sobre Freud y en su autobiografía: "Di el paso de lo individual-burgués a lo típico-mítico". Ambas transiciones, la política y la literaria, coinciden en lo sustancial, porque, para Mann, el mito es la representación artística de la democracia.


Las Memorias de José Rafael Pocaterra. Una radiografía de la sociedad venezolana No conocí personalmente a Pocaterra. Pero hubiera podido asistir al discurso que pronunció en el Concejo Municipal de Valencia en 1954, con motivo del Cuatricentenario de esa ciudad y entonces hubiera oído aquella pieza en versos que él tituló “Valencia, la de Venezuela”. Sus palabras conmovieron profundamente al auditorio porque Pocaterra representaba el rechazo a las dictaduras y, para entonces, en Venezuela gobernaba por la fuerza, el General Pérez Jiménez. En esa oportunidad, Pocaterra había venido solo por cuatro meses, con un permiso especial del gobierno que lo vigilaba constantemente. Pero ya el viejo luchador carecía de fuerzas para entablar nuevas contiendas políticas: sufría una enfermedad que lo llevaría a la muerte en abril del año siguiente, es decir, de 1955. Durante su vida, Pocaterra desarrolló dos aspectos que se enlazan y se tocan mil veces. Fue un político y fue un escritor. Aunque ejerció el poder como ministro, como gobernador y embajador, su figura resalta como la del luchador que de mil formas se opuso al dictador Juan Vicente Gómez: escribió artículos en los que invitaba a los lectores a meditar sobre las realidades de nuestro país y de nuestro continente, tanto en la prensa local como después en los periódicos internacionales. Concibió novelas y cuentos en los que los personajes son lo más parecidos a los diferentes tipos que poblaban nuestras ciudades para así, en el curso de estas obras de ficción, ofrecer posibles explicaciones a nuestra manera de ser y, desde luego, proponer posibles causas a nuestras realidades. Y escribió un libro singular, que no es ni ensayo ni ficción: Memorias de un venezolano de la decadencia que le deparó un lugar destacado entre los hombres más importantes del siglo XX. Pero también tomó parte en conspiraciones contra la dictadura que le costaron la cárcel y luego el exilio. Me dicen que Pocaterra era hosco, serio, pero apasionado en la conversación que salpicaba de anécdotas con las que caracterizaba a diferentes personajes que él había conocido a lo largo de los múltiples episodios de su vida. La rapidez de su pensamiento y lo brillante de su lenguaje hacían que el interlocutor no avisado perdiera el hilo ante aquel borbotón de palabras que brotaban de un hombre fuerte, intenso y profundamente agudo. La visión venezolanista A Pocaterra hay que juzgarlo por sus obras y hay que rebuscar en ellas, una y otra vez, la intención que tuvo al escribir y, luego, lo que nos transmite esas obras, ya a cierta distancia en el tiempo. Sin embargo, ese transcurrir del tiempo permite al lector de hoy una perspectiva beneficiosa, porque mientras más cerca se está del ser vivo, del autor, más se deforma la percepción que se tiene de la obra. En cambio, se percibe mejor la obra cuando se la mira aislada y entonces se la analiza más libremente de modo de juzgar su permanencia. Pues bien, la obra de Pocaterra resiste esta prueba, de modo tal que bien pueden trasladarse varios rasgos que él presenta en su obra como claves en el comportamiento de nuestra sociedad actual. Aunque varios aspectos de nuestra realidad han cambiado, como es la desaparición de la sociedad rural, las características sociales 33

MARÍA JOSEFINA TEJERA

persisten. Según el realismo literario que Pocaterra defendía, en las sociedades se destacan ciertos prototipos, los cuales él supo encarnar en personajes ficticios. Curiosamente, a esos prototipos se le adjudican en el lenguaje popular, nombres que aglutinan las características que los identifican, como son por ejemplo, el pájaro bravo, el camaleón, el mamador de gallo, el jalador de mecate, o el pisa pasito. Pues hoy en día, estos términos y los personajes que designan siguen vigentes. Las sociedades cambian, pero a largo plazo y las bases de nuestra sociedad de hoy se encuentran en la sociedad de Pocaterra. Aparte del propósito de Pocaterra, de intervenir en el país a través de la escritura, su obra permanecerá por mucho tiempo por la crudeza de sus palabras. Huía del artificio literario por consignar una estética de “lo real”, de “lo vital” que le permitió interpretar sus temas con un estilo virulento, basado en lo terrible o lo ridículo, que todavía sacude al lector. Quizás una de sus facetas más originales se encuentra en el contraste entre este estilo crudo y desgarrado y ciertos episodios, personajes o actitudes de gran ternura y delicadeza. Aún en los momentos más dramáticos y más duros, Pocaterra resalta un rasgo de hermosura humana que resulta conmovedor. Por ejemplo, el sacrificio de la madre de “La casa de la bruja” o las escenas de ternura en la narración de la muerte de Aranguren en las Memorias. El tono grotesco A Pocaterra se le tilda de “pesimista” y no era para menos, puesto que su misión política se vio frustrada varias veces en las intentonas por derrocar primero a Castro y luego, a Gómez. Su época fue de penuria: el país estaba empobrecido y destruido por las guerras a que se había visto sometido durante el siglo pasado. Las enfermedades endémicas como el paludismo, la tuberculosis y otras, mataban sin remedio o debilitaban a los trabajadores hasta impedirles rendir y ser productivos. Había zonas del país que no se podían pisar sin ser atacado por uno de estos males. Y había otras que estaban totalmente aisladas y que vivían en el más total atraso. Si a todos estos males se le agrega el cinismo de la clase llamada dirigente que colaboraba con el dictador sometiéndose a sus caprichos y adulándolo hasta llegar a la humillación, se comprende que hombres como Pocaterra se exaperaran y utilizaran todos sus medios para delatar esta situación. Parecía que el país no iba a poder superar ese momento porque eran pocos los que se atrevían a expresarse o a rebelarse, sabiendo que les iba a costar la vida, la miseria o la amenaza con mil formas que se ejercían desde el gobierno. Esta situación es la que se plasma en forma literaria en su prosa y que él mismo adjetivó de grotesca. Hay pues, en su obra una correspondencia entre su más profundo convencimiento y su actitud de oposición política y de rebeldía, y esa visión deformada, de tintes oscuros y penetrantes que se encuentran en su estilo, descuidado, agresivo hasta llegar a la violencia. Con este estilo pretendía sacudir a sus lectores de modo de incorporarlos a una nueva forma de mirar su entorno que se obedeciera a sueños idealistas con los que los escritores


modernistas se evadían de la realidad. Lo grotesco diabólico consiste en destacar las atmósferas oscuras de la maldad. Aunque no se hagan presentes demonios propiamente dichos, en la obra de Pocaterra, en cambio, aparecen hombres que hostigan a los demás hasta revelar las cualidades malvadas de los humanos, como es el caso del verdugo Nereo Pacheco. En las comparaciones entre los hombres y los animales también brota lo grotesco, como cuando aplica este recurso a los personeros de Gómez: “los ministros, los políticos de Caracas y del interior, los cortesanos, los adherentes, los trepadores, los crustáceos: la fauna de estos últimos tiempos! y hasta la flora, porque notábase allá y acá algún infeliz chayota”. Lo grotesco va más allá de lo feo o de lo desagradable, pues en lo grotesco se une lo bufonesco a lo horrible o a lo deformado. Lo grotesco destruye el orden natural y rompe el hilo normal de las cosas; por eso la ironía y la sátira pueden ser igualmente aniquiladoras. Pocaterra va más allá de la burla al constituirse en denunciante y convertir a quienes sufren miseria y dolores en víctimas inocentes de un estado de cosas. La deformación de las cosas y la corrupción están expresadas a través de un lenguaje a su vez deformado, en la utilización exagerada o en la alusión a los despectivos que expresan de por sí la desvalorización. Se encuentran así: abogadetes, pobretes, idoletes, y malhechorcetes, mujerucas, frailucos, muchachejas, jovenzuelos y sacristanuchos. También el lenguaje metafórico produce el efecto grotesco: “Atravesaron la plaza, asoleada, con un busto de Miranda, plateado como salchichón, en el centro”. Pocaterra hoy En situaciones de crisis, como la que estamos viviendo hoy, es necesario volver hacia obras como la de Pocaterra porque su propósito fue, desde un comienzo, penetrar en el ser del venezolano, en la esencia de su expresión y de sus actitudes para proponer explicaciones a las causas históricas y sociales que llevan al país a las dictaduras de Castro y de Gómez. Para Pocaterra, la decadencia a la que se refiere el título de susMemorias es el estado de inercia y de pasividad del pueblo que aceptaba la dictadura de un hombre cruel e ignorante. Por eso, invirtiendo una frase célebre de Romero García, dice: “Venezuela es un país de reputaciones anuladas y de nulidades descreídas”. Tanto en sus obras de ficción, como en sus Memorias, Pocaterra pinta con los colores más oscuros, valiéndose de la ironía y de la deformación grotesca, la sociedad de su época en la que resaltan los que se pliegan ante los caprichos de los gobernantes. Y luego, en la más descarnada de las prosas describe lo que era la miseria de la cárcel gomecista en la que los hombres eran tratados como animales sólo porque se oponían al dictador. Quien lea estas Memorias no olvidará nunca a Nereo Pacheco, el carcelero arpista que torturaba a los presos políticos de mil formas a cuál más degradante. Ni a los diferentes personajes que consumieron su vida hasta morir en una prisión mugre, donde se les sometía a torturas y a humillaciones porque se habían atrevido a expresar opiniones contrarias al gobierno de Gómez. Actualmente he escuchado a personas que piensan que necesitamos de nuevo un régimen fuerte. A esas personas les recomiendo que lean las Memorias de un venezolano de la decadencia para que conozcan lo mucho que pueden sufrir los pueblos bajo regímenes de fuerza que se imponen por el miedo. Una situación de intriga, de espionaje como la que se vivió en Venezuela durante más de treinta años bajo Gómez lo deforma todo y no permite que los pueblos busquen sus propias soluciones en ese mirarse y repensarse que es fundamental para el desarrollo, tanto de las personas como de las sociedades. En cambio, las dictaduras que aparentemente solucionan los 34

problemas porque imponen las medidas sin discutirlas, constituyen un atraso para los pueblos. Por eso, Pocaterra habla de decadencia puesto que a los venezolanos de esa época no se les permitía pensar. No es ocioso de ninguna manera releer también sus novelas y sus cuentos y remontarse en el tiempo y en la memoria de lo que ha sucedido en nuestro país. Ir de la mano de uno de nuestros más inteligentes escritores constituye una enseñanza, no sólo para los estudiantes que lo leen quizás siendo demasiado jóvenes, sino también para las personas más maduras, y para los que pretendan ser dirigentes, quienes encontrarán en su obra los principios que hay que defender como soportes de nuestra nación y que siempre nos pertenecieron aunque parezca que ahora se han olvidado Más allá de su escritura En el balance de este siglo, Pocaterra destaca como el escritor que con más énfasis y penetración delató una realidad social y política degradante. En cada una de sus obras y de diferentes maneras presenta a un personaje o a una situación que pueden tomarse como prototípicas de su momento y que él resalta para rechazarlas. Su estilo, agresivo, profundamente venezolano, se corresponde con esta actitud de rebeldía hacia la situación que él denuncia. Desde el punto de vista de la historia de la literatura, puede considerársele como precursor de los escritores que integraron el llamado boom de los novelistas hispanoamericanos. Todos los elementos de penetración social, de crudeza estilística y de riqueza de situaciones se encuentran ya en sus obras de ficción. Sin embargo, la literatura para Pocaterra no fue un mero oficio sino una forma de actividad política y por eso, su obra más resaltante continúa siendo lasMemorias de un venezolano de la decadencia, obra situada en los límites de libelo político donde el principal protagonista es el mismo autor. Pero que también podría llamarse Memorias venezolanas de la permanencia por la vigencia que, en muchos aspectos, todavía tiene. Memorias de la condición humana Por Jesús Sanoja Hernández El 20 de enero de 1980 publiqué en el Papel Literario de El Nacionalun artículo con el título de “En busca de la memoria perdida”, en el cual decía: “El de Pocaterra es un tratado acerca de la condición humana. Frente a las esencias, la contingencia, y en medio del sentimiento metafísico de la muerte, esa otra sucia, babosa y triste muerte de las cárceles. En sus memorias sobre el presidio siberiano de Omsk, Dostoyevski encaró esa última razón humana en que la degradación moral vivía en alternativa con el orgullo. Para nuestro escritor el universo concentracionario de que habló David Rousset en 1946, el infierno organizado de Kogon, la matemática criminal del totalitarismo, existieron bajo otras formas. La estirpe represiva del gomecismo venía desde lejos, al impulso de los métodos represivos del conquistador”. El mundo, o submundo, de las Memorias, con un realismo despiadado, ha dado sin embargo pie para que se clasifique como obra de ficción y hasta como la mejor de las novelas de Pocaterra. La realidad, a veces, es más desbordante que la imaginación. Los héroes, o antihéroes, y los hombres, o ex hombres, de Pocaterra, son personas -personajes que desfilan ante nuestros ojos como espectral filme, construyéndose y destruyéndose, solidificándose y diluyéndose, corpóreos y vaporosos, atrapados en la mezquindad y la impotencia, o lanzados a la zona alta de la conciencia. Son seres profundos y contradictorios, no dibujados con un mismo trazo, ni planos como los “puros hombres” de Arráiz, ni problematizados en su ontología


como los de Meneses en El falso cuaderno de Narciso Espejo. Fuera de las Memorias, la obra narrativa se expande en cuatro novelas y en los Cuentos grotescos, reflejo, en otros niveles, de una Venezuela de sanatorio, cruel, deforme, ilegítima, en la cual de todos modos Pocaterra quiere creer al punto de apelar, en las intromisiones de autor, a la pedagogía y al expediente moralizador. En ese vasto espacio, a veces con referencia en clave a situaciones y actores, a veces en una segmentada, profusa, caricaturesca relación implícita con la realidad, hay el país real antes que el imaginario, ese mismo acerca del cual dijo que era “un cuadro de ánimas del siglo XVI”, tierra con códigos semibárbaros, espantosas guerras civiles, pobreza alucinante, peonada explotada, clases medias cursis, terratenientes, políticos oportunistas y marrulleros, maestros olvidados, niños que mueren en la penumbra de la ilusión. Una Venezuela donde lo ficticio se trasmuta en realidad compacta y a la inversa, receptáculo de la inocencia y la culpa simultáneamente. Los escenarios no son decorados que una descripción de ambientes acomoda para que allí se desplacen, debidamente distribuidos, los personajes, sino que brotan de la impureza objetiva, brutales y enfáticos. Valencia en Política feminista es un retablo social y sus situaciones de descomposición tienen equivalente en las Memorias, cuando el niño que era Pocaterra contemplaba el desfile, por la calle real, de los postreros despojos del ejército de Andrade, batido en Tocuyito. Carcas, en Vidas oscuras, más

tarde en esa novela escrita a empujones en La Rotunda, La casa de los Abila, no es un espacio construido, sino un espacio habitado, algo así como el pretexto para la crónica de la ciudad enferma, lo que a su modo habían hecho Miguel Eduardo Pardo y Blanco Fombona en Todo un pueblo y El hombre de hierro. Con Tierra del sol amada quiso Pocaterra iluminar, como escribió Díaz Sánchez no sé si con exactitud, una tercera ciudad. La exploración urbana era, pues en él, una suerte de avidez que no sabemos qué suerte habría corrido en la novela que dejó inédita o en camino, Gloria al bravo pueblo. Esa novela de ambientación marabina estuvo ligada a una etapa decisiva en Pocaterra, correspondiente a su salida de El Fonógrafo, a la presencia de Santos Matute Gómez en la presidencia de Zulia –“un bizco analfabeto, hermano natural de Juan Vicente”, como lo definió él– y a una conspiración que echa por tierra la versión de complicidad con el gomecismo que quiso enrostrarle Vallenilla Lanz: “Tierra del sol amada –explicó– es el reflejo fiel de un momento psicológico e interesante de aquella provincia donde duermen gérmenes de una energía extraordinaria para el bien o para el mal”. El traslado de Pocaterra a Caracas a mediados del año 18, lo llevaría hacía los pasajes subterráneos de los endemoniados de Dostoievski. Fueron los meses de Pitorreos y de la implicación en el complot que sería más que de debelado, delatado en enero de 1919. Había llegado la hora de las Memorias. *Publicado el 30 de agosto de 1998


Las texturas en el Daño oculto de Georgina Ramírez

JOSÉ ANTONIO PARRA Daño oculto es el más reciente poemario de Georgina Ramírez (Caracas, 1972), publicado por Oscar Todtmann Editores. En efecto, este libro esta pleno de atmósferas sutiles en donde destacan aspectos desgarrados de la vida y de las heridas sufridas a través del devenir. Asimismo, hay una fuerte impronta y carga de sensualidad en el trabajo de esta autora. JOSÉ ANTONIO PARRA Uno de los aspectos más interesantes de este texto consiste en la atmósfera parnasiana –como de ensoñación– lograda por Ramírez. En este caso, esa confluencia de las imágenes y de la corporalidad aunada a la emoción redundó en planos muy estilizados. De modo que aunque el dolor y sus cicatrices a través de sus múltiples caras fue la intención primordial de la poeta, el artefacto tiene claros visos eróticos y atmósferas casi fantasmagóricas. La piel aquí está representada desde una dimensión de lo excelso. En Ramírez estamos en presencia de una voz donde confluyen la efervescencia y la sedimentación, de manera que hay un equilibrio en los tonos. En la obra de Georgina hay una poética claramente apolínea que pone en evidencia los años de vinculación de esta creadora con la palabra. Es importante aquí recordar que ella llevó adelante el importante proyecto La Parada Poética, mediante el cual se logró la divulgación de significativas voces siendo un apoyo substancial para autores, tanto conocidos como noveles. En esta poesía hay ciertamente una dimensión minimal y una economía de elementos que redunda en un trabajo muy sobrio y depurado. Igualmente, una de las cosas que resalta en esa representación de la vivencia es la forma como la autora construye poderosos knock outs al cierre de algunos de sus textos. Así por ejemplo se da en su poema Daño oculto, cuando sentencia: “Me bebo su calma cuando se duerme / le dejo toda la nostalgia en la espalda / me abrazo a sus sueños / entiendo / que aún no es el momento de decirle / que ya me he ido”. También el tono melancólico está presente en esta propuesta. De modo que la hechura de alma a través del dolor pone en evidencia a un espíritu sublime, el espíritu de Georgina Ramírez, mujer que no solo expresa aspectos trascendentes de la existencia, sino que además lucha en pro de un mundo mejor, un trabajo que le hace merecedora de los mejores elogios. En este caso es obvia la labor de alquimia al convertir esos aspectos duros de la vida en sublime artefacto estético. Además hay una tonalidad melancólica que es manifiesta en la elección cromática de la poeta. Así, en su poema Retrato en sepia, la autora expresa con intensidad: “escribiré un poema que no hable de ti / donde no te escriba sobre mi cuerpo en fuego / derritiéndome / donde no evidencie que sin ti, / la felicidad es una circunstancia”. Para esta escritora lo depurado y los rituales son impronta, de forma que hay en ella la evidencia del oficio de lo sutil y del detalle. Igualmente, en esta propuesta está la clara marca de una totalidad donde cada aspecto del texto y cada inflexión responden a una mirada minuciosa. Asimismo hay una muy obvia constelación del misticismo y de tópicos relativos a lo sagrado, pero en este caso contextualizada 36

en la cotidianidad. Sin embargo, y en el espíritu de las atmósferas parnasianas a las que me he referido al comienzo de este texto, es muy interesante su poema Azrael en cuya representación se da la epifanía de una erótica en torno al sujeto lírico, en este caso un ser de luz. De este modo expresa el poema: “me disuelvo mientras me posee / nada queda de mí / Solo las alas”. Finalmente la gran apuesta de esta edición es a la esperanza y a las generaciones por venir, de forma que el cierre del libro es pleno de atmósferas propias de la niñez. La recreación de estas se da desde un franco preciosismo. Con Georgina Ramírez asistimos al despliegue de una palabra resuelta, una donde confluyen el dolor, la erótica y lo sutil. Daño oculto Georgina Ramírez Oscar Todtmann Editores. Caracas, 2015.


Leonardo Padura, el escritor que soñó con jugar a pelota Paraty (Brasil).- Leonardo Padura cuenta que tenía un sueño. Soñaba con ser jugador de pelota (béisbol). Y en su sueño pelotero, el de los muchachos cubanos de los sesenta y setenta, acabó dejando el bate y agarrando el bolígrafo, cambiando el estadio por el estudio. De esos tiempos, en los que el físico no le acompañaba, dice que le queda el fanatismo por el Industriales de La Habana, aunque Los Leones de la Capital sean un "desastre" últimamente, y la filosofía de un juego que tanto dice parecerse a la literatura. "El béisbol es un deporte en el que, cuando no está pasando nada, está pasando lo más importante y en la literatura muchas veces ocurre lo mismo", razona a Efe el escritor. Entrevistarlo es arriesgarse a obtener las respuestas de siempre, las mismas que decenas de periodistas por las que le han interrogado antes. Por eso, solo hay un interrogante que el también reportero se haría a sí mismo: "Me preguntaría si queda algo nuevo por preguntar". Pero queda, porque entre la crítica y la apología, nadie está satisfecho; todos quieren que ese novelista de Mantilla hable de política, aunque su oficio sea la pluma y él prefiera conversar de pelota, cine y literatura. Dice que "el escritor tiene que ser un interrogador de la realidad" y

que "la literatura sigue teniendo un compromiso con la sociedad a la cual pertenece", en su caso, a una Cuba que "ha asumido los lenguajes contemporáneos sin dejar de pertenecer a una tradición que se mantiene viva". "No hay dinero para hacer cine, pero se hace cine. No hay dinero para publicar libros, pero la gente escribe. A veces los pintores tienen dificultades para encontrar los materiales, pero no dejan de pintar", asegura. Padura escribe para dar respuesta a cuestiones sociales, para "hablar de tal problema que tiene tal conexión con la realidad que estamos viviendo", un país en transformación que pronto verá ondear la bandera estadounidense pero en el que todavía hay "muchas vidas que se han detenido en el tiempo". Confiesa que tiene "un fuerte sentido generacional", el de los "poetas, dramaturgos y narradores" como Abilio Estévez, Víctor Rodríguez Núñez o Amir Valle que devolvieron "la vida" a la literatura, rescatando temas como "el amor, la amistad o el miedo a la muerte". A sus 59 años, escribir se ha convertido en una "necesidad vital" que practica por las mañanas y de la que trata de alejarse por las tardes, pero que le hace "sufrir mucho" cuando no encuentra tiempo para dedicarle: cuatro años para acabar Herejes y cinco para "l hombre que amaba a los perros.


España: Se publica la edición del Don Quijote más completa en sus 400 años Presentación de la edición crítica de El Quijote, en el Salón de Plenos de la RAE, coordinada por el filólogo y académico Francisco Rico. De izquierda a derecha: Santiago Muñoz Machado (académico), Víctor García de la Concha (Director Instituto Cervantes), Darío Villanueva (director RAE), Jaume Giró (Director Fundación Bancaria la Caixa) y Soledad Puértolas (escritora y académica). (Foto: Carlos Rosillo) C iudad Juárez, Chihuahua. 2015. (RanchoNEWS).- Un Quijote para todo el mundo, con más de 150 miradas, puertas y rutas que se abren para entrar en el universo del más ilustre caballero andante, ha nacido hoy, reporta Winston Manrique Sabogal desde Madrid para El País. Atolladeros, tuertos, escollos, embustes y malentendidos son salvados y esclarecidos en la nueva edición de El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, de Miguel de Cervantes Saavedra, como nunca se ha visto. Más, más de medio centenar de especialistas, eruditos y escritores amantes de este clásico universal han caído bajo su hechizo, dirigidos por el filólogo y académico Francisco Rico. Han creado una obra que ilumina y analiza cada frase de Cervantes y estudia cada paso del Caballero de la Triste Figura con el objetivo de fijar la obra, «aunque nunca podrá existir una versión definitiva». Es una puesta al día con las técnicas más modernas cuyo resultado es la revisión de casi un centenar de pasajes más próximos al original o a lo que quería decir Cervantes y el cambio de docenas de palabras que dan un nuevo sentido o visión de esos episodios. Es el homenaje que la Real Academia Española (RAE), junto con el Instituto Cervantes y la Obra Social 'la Caixa', rinden a esta obra maestra en los 400 años de la publicación de la segunda parte en otoño de 1615. Se trata de una aventura fascinante en dos tomos: a la lectura de la historia del caballero y su escudero ininterrumpida la acompañan las notas a pie de página, cuyo territorio se ensancha, completa y complementa con la mirada que expertos y escritores ofrecen de los 129 capítulos y prólogos. Es un Quijote de 1.345 páginas con anotaciones, y 1.967de estudios, anexos, mapas y grabados. Es un Quijote poliédrico para el siglo XXI, para todos los tiempos y edades. El texto cervantino como tal, asegura el profesor Rico, está bajo la edición rigurosa de todos los instrumentos de la filología moderna que han facilitado un acceso lo más cercano posible al original. Se han analizado la caligrafía de Cervantes, los mecanismos de la imprenta en la publicación y futuras correcciones y añadiduras del propio autor y siguientes impresiones contrastadas con el original. Decenas y decenas de correcciones y aclaraciones que ofrecen nuevas y reales lecturas. Cambios pequeños y grandes que hacen realidad el dicho de que Dios y el diablo se escondén en los detalles. Desde la frase conocida que dice: «Suelen hacer el amor con ímpetu», cuando lo correcto es: «Suele nacer el amor con ímpetu». O «La tempestad de palos que sobre él vía», cuando lo correcto es: «La tempestad de palos que sobre él llovía». 38

La nueva edición se abre con la publicación de un hallazgo de 2008 y que nunca se había impreso porque desde su primera edición se refundió: la aprobación por parte de la censura. «Donde poco más o menos», cuenta Francisco Rico, «vienen a decir que le perdonan la vida y se puede imprimir». En su dictamen dice: «porque será del gusto y entretenimiento al pueblo, a lo cual en regla de buen gobierno se debe de tener atención. Allende de que no hallo en él cosa contra policía y buenas costumbres». Su presentación ha sido este martes en el salón de actos de la RAE con asistencia de público donde se imbricaron la vida de Cervantes, la historia e importancia de la novela y la edición crítica. Darío Villanueva, director de la Academia: «Es una edición monumental con todos los elementos necesarios para comprender esta obra universal». Jaume Giró, director gerente de la fundación bancaria 'la Caixa', entidad impulsora de la colección Biblioteca Clásica de la RAE: «El Quijote es una obra audaz y moderna, popular y erudita. De ella dijo Borges que era el libro infinito porque todos lo estamos reescribiendo y nadie termina de escribirlo». Soledad Puértolas, escritora y académica: «Es una novela que nuca deja de ser nueva que resiste y se enriquece con todos». Antonio Muñoz Machado, académico: «Los tres momentos clave de las ediciones del Quijote en la RAE son las de 1780, 1863 y está con un texto depurado y una edición enciclopédica». Y Víctor García de la Concha, director del Instituto Cervantes y honorario de la RAE: «El Cervantes está feliz de que este Quijote encuentre acomodo en la Biblioteca Clásica de la Academia». Se refería García de la Concha que esta es una edición que empezó su andadura en 1994 cuando el Cervantes encargó a la Academia un Quijote indicado para su público en todos los lugares del mundo donde iban a estar sus sedes. Un Quijote más informativo que interpretativo sin ofender a los conocedores de la novela. Desde entonces, el coordinador ha sido el profesor Rico. La primera edición apareció en 1998 bajo el sello de Crítica. La segunda en 2005 con motivo del cuarto centenario de la publicación de la primera parte y ahora esta, ampliada y renovada en un estuche con dos volúmenes: en el primero la novela cervantina con una serie de instrucciones y en el segundo estudios complementarios que incluyen los análisis de los expertos y escritores sobre cada capítulo, desde los fallecidos Martín de Riquer y Claudio Guillén, hasta Javier Marías, Alberto Manguel y Javier Cercas, pasando por Roger Chartier o Jean Canavaggio. El segundo volumen se cierra con una serie de mapas y planos de la obra y una galería de ilustraciones de una treintena de artistas de todos los tiempos. La suma de esos comentarios, en la sección Lecturas el Quijote, asegura Rico en el libro, «constituye una antología única de la mejor crítica cervantina de nuestros días y, al correr paralela a una anotación asentada en el sentido literal, da una óptima idea de la inagotable riqueza del libro y de la multiplicidad de enfoques a que se presta». Uno de los malentendidos más universales lo aclara Rico en el prólogo de esta edición: «¿Es plausible que el Quijote naciera en


la mente del autor como 'invectiva contra los libros de caballerías'? Más razonable parece entender que la novela 'se engendró' cuando Cervantes, 'en una cárcel', entrevió las características esenciales del protagonista, un hidalgo trastornado por la lectura de las fábulas caballerescas y dispuesto a remedarlas en la España de Felipe II, y no porque el escritor se propusiera en primer término desacreditarlas y a tal fin forjara luego el personaje de Don Quijote». Es parte de la riqueza de una obra, que cobra vida por sí misma. Pasados cuatro siglos la pregunta sigue siendo la misma: ¿Qué tiene el Quijote que fascina a toda clase de lectores y críticos? «El punto de partida decisivo», dice Rico, «tuvo que ser aquel en que el autor vislumbró la imagen del héroe, y el éxito inigualado del Quijote viene de la fascinación que desde siempre ha ejercido su singular humanidad. Don Quijote "es un entreverado loco, lleno de lúcidos intervalos" (II, 18), "que, fuera de las simplicidades que dice tocantes a su locura, si le tratan de otras cosas discurre con bonísimas razones y muestra tener un entendimiento claro y apacible en todo; de manera que como no le toquen en sus caballerías, no habrá nadie que le juzgue sino por de muy buen entendimiento. Pero nadie deja tampoco de encandilarse por igual con el Don Quijote loco, desaforado, grotesco, y con el Don Quijote inteligente, sensato e irreprochable. Uno y otro despiertan pareja simpatía, y el deleite que produce la obra consiste principalmente en el ir y venir del uno al otro, entre las acciones nacidas de la locura y las palabras inspiradas por la lucidez». Los expertos explican lo que explican y los lectores piensan lo que piensan, pero pareciera que el propio Miguel de Cervantes ya daba la clave de esta edición, cuando en el capítulo VIII de la segunda parte, dice: «Finalmente, ordenó don Quijote entrar en la ciudad entrada la noche, y en tanto que la hora se llegaba se quedaron entre unas encinas que cerca del Toboso estaban, y llegado el determinado punto, entraron en la ciudad, donde les sucedió cosas que a cosas llegan».

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ATANASIO ALEGRE

Michel Houellebecq, la reinvención del Absurdo A raíz de la caída del Imperio romano en el siglo V después del saqueo de Roma por las huestes de Alarico, Marco Terencio Varrón, el gramático más influyente por aquellos días en Roma, dijo que eso había ocurrido porque los romanos dejaron de lado a sus dioses tutelares. San Agustín, a la sazón obispo de Hipona, en el norte de África, región considerada entonces como el granero de Roma, respondió a Varrón, diciendo que Roma había caído por la depravación de las costumbres y no por la influencia de “nuestro Cristo”. Lo hizo en un discurso titulado Sobre la destrucción de la ciudad (De urbis excidio). Ese discurso, considerado como uno de los más célebres de todos los tiempos fue, al mismo tiempo, el esquema sobre el que se levantó posteriormente una de las obras monumentales del pensamiento universal: La ciudad de Dios. Pero lo cierto es que sobre las ruinas del Imperio romano se levantaría durante la Edad Media toda una civilización de catedrales y sedes de acatamiento al Dios de los cristianos, fundamento de la civilización occidental. Así las cosas, poco más de un milenio y medio después, un novelista francés Michel Houellebecq, en una novela titulada Sumisión, plantea que esa civilización cristiana, tan abarcadora en el tiempo, está siendo sustituida por el Islam que irrumpe sobre las cenizas de la fe cristiana en mengua. De acuerdo al novelista, el Dios tutelar de la civilización occidental, ha sido marginado, como hubiera dicho el viejo Varrón y su puesto va a ser ocupado por otra civilización de contenido religioso, la cultura musulmana, caracterizada por unas creencias no exentas de fanatismo. Houellebecq es uno de esos escritores de porte desgarbado, ajeno en apariencia a las vibrantes luchas de la vida, que no escribe por escribir, sino para publicar y para ello es necesario someterse a los efectos de una promoción de marketing cuidadosamente elaborada. Ese fue el signo bajo el que ha aparecido su novela con un título perfectamente adecuado al tema que encara. Gustavo Flaubert, a quien la justicia quiso meter mano después de la publicación de Madame Bovary –un hito, por lo demás, de la literatura universal– dijo entonces que no entendía por qué se le perseguía por haber escrito una novela sobre nada, un libro que carecía de referencias externas, sostenido, en todo caso, por la fuerza interna del estilo. No era del todo cierta esa afirmación; escribir sobre nada, quiere decir escribir sobre todo. En el caso de Houellebecq, late en las páginas de Sumisión la sociedad que está emergiendo, las formas de vida que la sustentan, y de manera especial, las crisis surgidas con mayor o menor intensidad una vez que la globalización ha venido a instalarse a plenitud, destapando todo lo que ocurre en un momento dado en cualquier sociedad, borradas las fronteras, como han sido, para la difusión de la información. Sumisión contiene un mensaje tramposo. Quiere ser, sin lograrlo, una suerte de testimonio sobre la preocupación europea frente a la imposibilidad de asimilar a los millones de inmigrantes de fe musulmana que pululan por el alfoz de las ciudades europeas. Lo cuenta, en primera persona, el protagonista de Sumisión, un maestro de conferencias en la Universidad de la Sorbona y profesor titular de la misma después de la defensa de su tesis

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doctoral sobre el escritor novocentista francés Joris-Karl Huysmans al que rescata del olvido. Aunque el protagonista no siente especial devoción por la docencia, su interés se centra en sus colegas, y de manera especial, en algunas alumnas a las que va convirtiendo en amantes, de manera especial a una tal Myriam, estudiante de origen judío. “Durante todos los años de mi triste juventud, Huysmans fue para mí un compañero, un fiel amigo: de ello no me cabe la menor duda, al que nunca intenté siquiera abandonar y menos cambiar por ninguno otro”. Así arranca este primer capítulo de Sumisión que entronca con lo mejor de la literatura escrita en lengua francesa y que como en El extranjero, de Albert Camus, lleva implícitas las claves de lo que va a ser el tema de la novela. Huysmans es un escritor olvidado que desarrolló su vida dentro de un pesimismo enfermizo al que contribuía su visión de las decadentes costumbres de su tiempo. Encontró, finalmente remedio en un monasterio trapense, en el cual como única concesión, se le permitió –después de haber instalado un extractor elemental de humo en su celda– a seguir con su adicción al tabaco. Como en las novelas anteriores de Houllebecq, el protagonista de Sumisión tiene que hacer frente a la muerte del padre con quien había roto cualquier tipo de relación desde hacía diez años, y de él hereda lo que va a constituir la posibilidad de sacar la vida adelante, junto con la jubilación anticipada que le es otorgada, con solo dos años de haber ejercido la docencia en la Sorbona, por las extrañas circunstancias políticas a las que se ve sometido el país. Ocurre que al concluir el segundo mandato de Hollande, se constituye una coalición entre los partidos para que Francia pueda ser gobernada y la presidencia va a ser ejercida por un tal Mohamed Ben Abbes, un musulmán moderado, egresado de una de las famosas escuelas universitarias. Nacido y educado en Francia, Mohamed Ben Abbes es un hombre inteligente y ambicioso, cuya primera misión va a ser, guiado por la astucia de los suyos, la islamización de la educación, siendo la Sorbona la primera institución a someter a la reforma para continuar, de seguidas, con el resto de la educación. Hay otro dato que es necesario tener en cuenta: el flamante presidente es un asiduo lector de los discursos del Emperador Augusto en el senado romano. Asiste de esta manera el protagonista de Sumisión a la islamización progresiva de la sociedad francesa, superando los obstáculos que van surgiendo con la ayuda de las colaboraciones financieras de las petromonarquías árabes –los sueldos de un profesor de la Sorbona, junto a otros beneficios, van a equipararse con los de un ejecutivo de una trasnacional– pero para ello, es necesaria la conversión previa al Islam; quien no lo haga, como es el caso del protagonista de Sumisión, va a ser jubilado con una pensión generosa. El protagonista ve con asombro cómo se van produciendo conversiones al Islam de colegas y amigos, aunados a los cambios en la sociedad, sin mayor apercibimiento de lo que sucede, en relación, por ejemplo, con la exclusión de la mujer de la vida pública y al cambio de uso, tanto en la alimentación como en el atuendo que poco a poco se


va adaptando a la cultura islámica. “Es la sumisión, esa idea asombrosamente simple, nunca antes expresada con tanta fuerza en el sentido de que la felicidad humana reside en la sumisión más absoluta. Es una idea que no me atrevería a exponer entre mis correligionarios –dice el colega Rediger desde su puesto de mando de la Sorbona islamizada– porque la juzgarían punto menos que blasfema, pero que reviste para mí una gran importancia entre la sumisión absoluta de la mujer al hombre, tal como se describe en La historia de O, y la sumisión del hombre a Dios, de acuerdo a lo que sostiene el Islam”. Pero la meta de Mohamed Ben Abbes, como presidente de la República francesa, no se va a limitar a la islamización de Francia. Abriga otras ambiciones: Se trata de volver a establecer el viejo imperio romano formando una suerte de Unión Mediterránea con las naciones árabes del sur sobre las cenizas de un cristianismo reducido a simples ritualismos, sin efecto de mayor influencia sobre la conducta de quienes se consideran cristianos. “Las civilizaciones no mueren asesinadas, se suicidan,” había dicho Toynbee y sobre esta base piensa el flamante Ben Abbes, asimilado en apariencia a la cultura occidental pero que, en el fondo, obedece al fanatismo dentro del que había sido educado e influenciado por la lectura de los discursos del Emperador Augusto. La vida del protagonista de la novela –repito– dentro de este contexto que ha dividido a los lectores de Sumisión en pro y en contra, se ha trasformado a la largo con las implicaciones concomitantes a esta suceso, en una suerte de fábula perversa.

Pienso que la aspiración de Houellebecq –tan ajeno él a lo contingente– ha sido la misma con la que Camus y Kafka levantaron la fama que los inmortalizó al destacar la presencia del absurdo dentro de la que se desarrolla la existencia humana Sumisión es una novela anclada en el absurdo, escrita mediante ese procedimiento que es una de las claves del idioma francés mismo: la liaison, esa manera de concatenar una palabra tras otra, un capitulo con otro, para lograr que el lector vaya devorado la novela, acuciado por la curiosidad del vamos a ver qué es lo que pasa aquí. Sobre todo, teniendo en cuenta que lo que pasa es justamente el argumento de Sumisión, o sea la vida cotidiana en una ciudad como Paris bajo el Islam, de manera especial en sus manifestaciones de gozo y fastidio que bordean la existencia humana y que el protagonista asume como suya. Dos absurdos en uno, pero dentro de una escritura deliciosamente tramposa, que ronda con ciertas técnicas de inducción: la sustitución inverosímil de una cultura por otra y la manera de proponer el tema. No faltan páginas en el empeño, sobra más bien algún capítulo, uno de tinte marcadamente pornográfico, al menos. Los trazos con los que a lo largo de la novela se deja constancia de la presencia de Myriam que sorprende inesperadamente a quien fuera su profesor y amante al dar respuesta al eslogan Soy francesa y judía al mismos tiempo ¿Debo marcharme? Y se va Myriam a Israel dejando abierta una herida en el protagonista de Sumisión que no llega a cerrarse y que viene a ser como la nata sentimental del pastel que Houellebecq se ha fabricado con esta reinvención del absurdo.


Pedro Ángel Palou

Para leer a Svetlana Alexievich

El Parlamento Internacional de Escritores, que en su momento presidió Salman Rushdie –y luego Wole Soyinka y ahora Russel Banks– se propuso dar asilo y protección a escritores perseguidos mediante la instalación de Casas Refugio. Algunas, como la de la ciudad de México, tienen además excepcionales proyectos, pues sirven también a la comunidad como lugares de encuentro entre escritores, aprendices del oficio y simplemente la comunidad interesada en la literatura. Ese fue el espíritu con el que en 2003 abrimos la Casa del Escritor de Puebla. Sería un espacio para escritores perseguidos pero también un lugar único para la contigüidad con lo literario. A la inauguración asistió el entonces secretario de la organización, el francés Cristian Salmon, quien había sido secretario privado de Milan Kundera, el Premio Nobel africano Wole Soyinka y una escritora refugiada que daría testimonio de lo útil que había sido para ella la protección del Parlamento en épocas difíciles de su vida: Svetlana Alexievich. Comparada con la exuberancia física y verbal de Soyinka, Alexiévich asombraba particularmente por su reserva. Era una mujer pequeña, pero de complexión fuerte, como una pieza de granito que aún no ha sido tallada. Hablaba quedo, pero sus frases en inglés eran precisas. Narró sus dificultades para publicar en su país antes de la perestroika y las prohibiciones de sus otros libros, particularmente después de su valiente denuncia de la catástrofe de Chernobyl. En preparación para esa visita yo había leído uno de sus libros en inglés —Los chicos de cinc, dedicado a la presencia soviética en Afganistán, pero desconocía los otros (después leería Voces de Chernobyl, el que había obligado a ese exilio temporal y más recientemente El fin del hombre rojo, publicado en francés y ganador del Premio Médicis en 2013). Luego, Svetlana, quien vivía refugiada en París, en un departamento de la red del Parlamento Internacional de Escritores nos habló de su método de trabajo y de cómo este tiempo fuera de territorios de la antigua Unión Soviética limitaba su trabajo de escritura que requería cientos de horas de entrevistas de campo. Lo que detalló me pareció fascinante, pues no se trataba solamente de periodismo de investigación, sino de literatura sin ficción, de novela sin un solo protagonista. En su trabajo eminentemente coral había una narradora, ciertamente, pero su papel consistía en dejar hablar, en que las voces de los sobrevivientes de la catástrofe estuvieran allí casi sin mediación 42

(a veces entrevista hasta 700 personas para un libro). Una suerte de montaje cinematográfico –dijo entonces–, que a mí me pareció muy cercano al documental y pensé inmediatamente en el chileno Patricio Guzmán. Svetlana Alexievich, sin embargo, refirió sus inicios en la universidad, en Ucrania, estudiando periodismo y dijo algo sobre quien consideraba su maestro, Alés Adamóvich. El nombre me quedó allí, grabado, pero no lo leí hasta hace tres años cuando investigaba para La amante del ghetto. Me encontré con un libro suyo, en inglés, Kathyn. Una novela terrible con un niño polaco como protagonista. El método de Alexievich, es cierto, estaba allí ya. Adamóvich utilizaba elementos del archivo hasta antes clasificados y sobre todo recuentos y testimonios de las propias víctimas. La diferencia era que su discípula, Sevetlana misma, hacía las entrevistas. Sería absurdo preguntarse –pero sé que muchos lo harán– si el periodismo es literatura. O mejor, qué es lo que hace que algunas formas de periodismo puedan ser consideradas literatura. No se trata solamente de los procedimientosperiodísticos, sino de la capacidad de ver, por encima de la cotidianidad de lo actual la universalidad de la experiencia humana, en este caso de la tragedia. Svetlana Alexievich ha trabajado con esa memoria de la catástrofe que significa estar vivos en medio de la tragedia, es cierto, pero también, particularmente en el último libro –el año pasado en la Feria de Frankfurt los libreros alemanes le dieron el Premio de la Paz quizá por esto– sobre las vidas de quienes vivieron dentro de la utopía soviética mientras sufrían el horror de sus errores. “No estábamos preparados para esto”, insiste ella, para el fin de ese tiempo de la Unión Soviética. “Estamos separados en distintos estados y hablamos distintas lenguas, pero todos somos hijos de esa utopía fracasada”. En su búsqueda por encontrar los sentimientos humanos en un género literario que no existía y que ella buscó afanosamente hasta encontrar una forma que lo contuviese (afirmaba desde su visita a Puebla que el arte había sido insuficiente para encontrar a ese ser humano más allá de la guerra, más allá del suicidio, más allá de Chernobyl). Sin la muerte no puede entenderse la vida, ha pensado siempre Svetlana Alexievich y ha escrito ese único libro en los seis que ha publicado. El libro del dolor y el sufrimiento que significa estar vivos.


Salman Rushdie juega con el mundo de la magia en su nueva novela Nueva York.- Salman Rushdie ha querido plasmar en su nueva novela la pasión que siente por la ciencia ficción y el mundo mágico, con un relato que incluye los amores del filósofo Averroes.

El autor de obras como "Los Versos satánicos" e "Hijos de la medianoche" sostiene en la entrevista que, después de haber dedicado dos o tres años a su autobiografía, al final "estaba enfermo de tanta verdad".

La obra, "Dos años, ocho meses y veintiocho noches", se recrea al comienzo en ese filósofo y médico andalusí, a quien el padre del autor admiraba, en una trama que a lo largo de la novela desarrolla en escenarios de España y Nueva York, donde vive el escritor.

En su nueva novela, Rushdie también aborda el debate entre la verdad y la fe, pero también hay presencia de la mitología y el politeísmo, pese a ser un ateo.

"Cuando era niño era adicto a la ciencia ficción. Fue uno de mis primeros intereses como escritor y sólo me he tomado un largo periodo volver a ello. Además, fue una reacción a escribir mis memorias", dijo el escritor en la entrevista con el Times. Parte el relato en la España del siglo XII, con Averroes enamorándose sin darse cuenta de una bella mujer, Dunia, que es un genio, y luego lo traslada a Nueva York, a un futuro cercano, donde sus descendientes descubren que tienen poderes especiales, reseña Efe.

"Las ideas son interesantes para mi y las religiones son el lugar donde las ideas han estado sutilmente representadas por miles de años. Toda la literatura comienza como sagrada escritura", dice el escritor en la entrevista. Con esta novela también rinde tributo al mito la Scheherazade de "Las mil y una noches", de la que dijo es "una de las figuras inmortales de la literatura". "Cómo no enamorarse de alguien que civilizó gente salvaje contándoles historias!", afirmó.


Alfonso Molina

Trasnocho Cultural 14 AÑOS DEL CENTRO DE LAS ARTES

El Trasnocho, a secas, como lo llama mucha gente, es el nuevo centro cultural de Caracas. Hace catorce años asistimos los caraqueños al nacimiento de un nuevo espacio para el encuentro con las artes y el conocimiento. El 4 de octubre de 2001 abrió sus puertas el Trasnocho Cultural, hoy por hoy el principal centro cultural de la ciudad. Muchos pensaron que la propuesta duraría un par de años para hundirse en el fracaso. Pero no. Ya en 2003 había obtenido el reconocimiento y el aprecio de un público muy diverso que buscb una oferta variada y de calidad. Poco a poco ha ido desarrollándose y hoy cuenta con cuatro salas de cine de proyección digital, el Teatro Trasnocho y el Espacio Plural, la sala de exposiciones TAC, dos caramelerías, el Café Soma, el restaurante Tataki, la vinatería Vinarte, la chocolatería Kakao, el centro de salud Saham Yoga, la tienda de discos Aeromúsica, la librería El Buscón, el bar Trasnocho Lounge, la radio Haciendo Caminos y los Espacios Abiertos. Un concepto innovador y exitoso. 44

El Trasnocho, a secas, como lo llama mucha gente, es el nuevo centro cultural de Caracas que siguió y enriqueció la tradición inaugurada por el Ateneo de Caracas en sus mejores momentos —hace muchas décadas y antes del acoso del chavismo— y generó la aparición de otros espacios de la creación, como Los Galpones y la Hacienda La Trinidad. Su misión ha sido brindar a los visitantes un espacio cómodo, agradable, seguro, de múltiple oferta de entretenimiento de calidad y de cultura, bajo la gerencia de un pequeño y eficaz equipo de profesionales experimentados en sus respectivas áreas y con vocación de servir al público, conducido por Solveig Hoogesteijn, coordinadora general de Trasnocho Cultural desde antes de su fundación. Esta asociación civil sin fines de lucro ya lleva catorce años difundiendo —los 365 días del año— cultura y entretenimiento de calidad, a través de una programación variada y vanguardista, en todas las expresiones artísticas: cine, teatro, música, artes plásticas, artesanía, diseño, gastronomía, literatura, radio y talleres de formación al público. Que siga así.


Un libro revela el mundo secreto de Joan Miró Madrid.- Objetos encontrados, colocados uno junto al otro y en un orden determinado, forman el universo con el que el artista Joan Miró trabajó en sus estudios de la isla española de Palma de Mallorca y que ahora adquieren importancia propia en el libro El ojo de Miró. La obra explica "por qué Miró es Miró y cómo Miró crea a Miró", la fórmula mágica, poética y visual de cómo, a través de la magia del objeto encontrado, "podía evocar personajes, figuras y crear esculturas con raíces, cactus, latas, que aparentemente no tienen ningún valor y que para él tienen un valor mágico". Así lo explica Joan Punyet Miró, nieto del artista, durante una entrevista con Efe con motivo de la publicación del libro, junto con el fotógrafo Jean Marie del Moral, con el que Miró tuvo "una relación poética visual", ya que "entendió enseguida que Jean Marie tenía el ojo para descifrar su código". La obra es fruto del propio deseo de Miró, que, tal y como recoge el libro, en 1941 escribió: "Editar un libro con bellas fotos de objetos encontrados por mí y para enriquecerlo añadir un grabado o una lito en color con un texto poético o un poema, o incluso un poema mío, si encuentro uno". Y eso es lo que han hecho Punyet Miró y Del Moral, que han contado con la colaboración de la Fundación Pilar i Joan Miró de Mallorca, la Fundación Joan Miró de Barcelona, la Succesió Miró y La Fabrica. El libro, muy completo, descubre parte de los estudios de Miró en Palma de Mallorca, el diseñado por su amigo Josep Lluís Sert y el de la casa de campo mallorquina de Son Boter, uno junto al otro. Hasta ahora estos estudios no se habían visto así y tampoco se habían visto todos los objetos que a lo largo de su vida coleccionó. "No coleccionaba objetos por ser objetos sino porque le comunicaban algo de su obra o del porvenir de su obra. Le interesaban mucho los colores, las formas de los objetos, pero el objeto en sí era menos importante", en opinión de Del Moral. "El libro descubre al lector otros ángulos, otros objetos, otro mobiliario, otros detalles de la historia de Miro", según el fotógrafo, para quien es muy importante que esos estudios se hayan quedado tal y como estaban a la muerte de Miró. Al fotografiar objetos, "el resultado es un homenaje a dichos objetos, que se presentan como poemas-objeto". Durante el año 2014, todos los lunes y durante tres horas, Jean Marie abría las vitrinas y sacaba los objetos para fotografiarlos sobre fondo blanco. No ha tratado de hacer una reproducción de objetos ni una reinterpretación. "Ha sido escoger un objeto y fijarse en lo que le hubiera gustado a Miró, pero a la vez que se viera el objeto tal cual. Hay un juego con la óptica fotográfica, del foco, la distancia y el ángulo". 45

Los autores han querido también que fuera un libro muy alegre "y darle el máximo de vida a cada objeto", según del Moral, quien recordó que en 1978, tras la muerte de Franco, vino a España para fotografiar a pintores e intelectuales españoles. "Uno de ellos fue Miró, quien me aceptó en su estudio, lo que no era habitual. Y eso cambió mi vida. Descubrí un universo que me cautivó. A partir de ahí empecé a fotografiar los estudios de artistas como espacio mental: un estudio es el autorretrato del artista". Los objetos contenidos en "El ojo de Miró" solo podían ser fotografiados por Jean Marie del Moral, en opinión de Punyet Miró, ya que es un libro "que requiere un ojo poético y solo lo podía haber hecho él, al que el propio Miró le entrenó el ojo". Emocionado como siempre que habla de su abuelo, Punyet Miró comentó que el artista tenía la obsesión de explicar toda la formula química y mágica del druida, del mago. "Porque Miró era un ser chamánico, con una gran conexión con el universo, con el cosmos. En sus sueños afloraban imágenes que con música, con poesía y con los objetos creaban una iconografía, un alfabeto creado por él mismo a través de las influencias surrealistas. Esta pinacoteca de pequeñas cosas es la vertebración alquímica del espíritu mironiano". También recordó que el propio Miró decía que sentía magnetismo hacia un objeto en concreto, "y la explicación es chamánica. Tenía un ojo entrenado que hacía que a través de un tercer ojo, su subconsciente colectivo, sintiera un 'shock', una atracción magnética hacia un objeto en particular".


Voces de cción hablan del país

INDIRA ROJAS

El 9 de mayo de 2011 el expresidente Hugo Chávez aplazó una gira internacional por una inflamación en una rodilla. Se especulaba que el llamado "líder de la revolución" tenía cáncer, pero no fue hasta el 30 de junio de ese año que el mismo Chávez lo confirmó. Venezuela se ocupó desde entonces de dos realidades: la salud del jefe de Estado, una gran interrogante, y el día a día cotidiano. Sin intenciones de ser un documento histórico ni mucho menos una crónica de no ficción, el escritor Alberto Barrera Tyszka (1960) condensó en su novelaPatria o muerte las angustias de ese país que veía a su gobernante en un estado "intermitente", justo en una época de crisis política. Esta aproximación a la realidad nacional desde la imaginación le valió el XI Premio Tusquets Editores de Novela 2015, reconocimiento que recibió ayer, y Patria o muerte se publicará en la Colección Andanzas el próximo mes de noviembre. Al galardón se postularon 570 manuscritos, pero Tyszka fue seleccionado como el preferido por la "valentía de contar, desde las vivencias cotidianas de un grupo de personajes, la realidad venezolana de un modo poco complaciente". -¿Son estas vivencias testimonios reales, se trata de una novela de no ficción? -No. La novela reúne muchas historias de ficción, que están ubicadas en la Venezuela que acompaña todo el tránsito de la enfermedad de Chávez hasta su muerte. El único personaje que tiene nombre real es Hugo Chávez. Mi apuesta es que la ficción no se opone a la realidad, sino que la puede complementar y también puede contarla. -¿Hay un personaje que sea el centro de la historia o de la narración? -Hay un hilo conductor en el trasfondo, que es la enfermedad del Presidente y el país convertido en una sala de espera enorme, difícil, extraña. Digamos que es un poco lo que vivimos en esos años. Es un país que el mismo Chávez había organizado a su alrededor, y este personaje de repente parpadea y amenaza con desaparecer. El venezolano, autor de También el corazón es un descuido (2001), La enfermedad (2006) y Rating (2011), confiesa que al iniciar el proceso de escritura no tiene "un plan editorial". En su caso, "la literatura no es un plan deliberado". Al ser una novela en la que pesan las voces de los personajes, Tyszka explica que cada uno surgió de forma orgánica. -No dije "voy a tomar a un chavista típico", por ejemplo. Son historias de gente común, de venezolanos diversos de todas las edades, todos los estratos sociales y de todas las ideologías. Hay un médico oncólogo y un personaje que trabaja en el Gobierno,

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que podrían relacionarse con la realidad, pero las historias van variando. Yo no digo: "Voy a hacer una novela". Yo siento algunas cosas y empiezo a tomar notas. Digamos que uno escribe sobre lo que le duele, lo que no comprende, y lo que incomoda. Añade que algunas de las historias que integran la novela nacieron mucho antes de que la enfermedad de Chávez desembocara en su fallecimiento. -A finales de 2011 y comienzos de 2012 empecé a trabajar más seriamente en la historia. -En 2007 comentó en una entrevista que para un escritor una novela jamás está terminada. ¿Pasa también con Patria o muerte? -El escritor siempre piensa que su texto puede quedar mejor, lo que puede ser una vanidad terrible. Los premios son buenos momentos, porque te quitan los libros de las manos y los terminan de alguna manera. Además, Tusquets Editores es un sello que siempre me ha gustado mucho. -Al repasar lo que ha ocurrido después del fallecimiento de Chávez, ¿no pensó en elementos que le hubiera gustado agregar a su novela? -La verdad es que no. El proceso que vino después de Chávez es muy diferente y muy difícil de comprender. Justamente Patria o muerte es el grito de guerra que funciona en la izquierda, y he dicho que el chavismo convirtió a Venezuela en un parque temático de la izquierda. Lo dice la novela también (...) Los venezolanos estamos buscando entender qué nos pasa, qué somos. Después de todo ese proceso nos preguntamos qué seguimos siendo, qué no, y cómo nos podemos nombrar. irojas@eluniversal.com


Volpi destaca alcance de la ciencia y la cultura en arranque del Cervantino

México.- El escritor mexicano Jorge Volpi, director del Festival Internacional Cervantino, aseguró hoy en la inauguración del evento que la ciencia y la cultura son los instrumentos más claros para conseguir la paz y la igualdad. "Los instrumentos más claros para conseguir la paz y la igualdad de un país se encuentran en la ciencia y la cultura y una nación que no garantiza su calidad y expansión está condenado al fracaso social y moral", señaló el narrador. En el discurso de apertura del Festival en Guanajuato, en el centro de México, el intelectual calificó de paradójica la realidad en el mundo de hoy en el que las mercancías circulan con la mayor libertad de un confín a otro, pero los migrantes son tratados como plagas. Desde hoy hasta el próximo 25 de octubre el Cervantino presentará 146 espectáculos de artes escénicas y 184 funciones, con la participación de 2.460 artistas de 34 naciones. Colombia, Chile y Perú, socios de México en la Alianza del Pacífico, son los países invitados de honor, condición que también comparte el estado mexicano de Morelos. Este año los ejes temáticos del Cervantino serán "Transiciones" y "La ciencia del arte. El arte de la ciencia", que planteará una especie de juego de espejos entre estos universos, dos caras de

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una misma moneda, el conocimiento. El festival contará con la participación de los premios nobel de Química 1981, Roald Hoffmann, y de Física 2006, George Fitzgerald Smoot, además de numerosos científicos mexicanos y extranjeros. Entre las propuestas más esperadas está la obra "El valle del asombro", del director de teatro Peter Brook, quien planteará un viaje a los misterios del cerebro humano con una historia acerca de un hombre con sinestesia, lo cual le permite escuchar colores, saborear notas musicales, palpar conceptos abstractos y olfatear texturas. "Fausto", de Johann Wolfgang Goethe, presentado por el director esloveno Tomaz Pandur, y la Ópera "Mefistófeles", del italiano Arrigo Boito, son otras dos de las joyas del Cervantino. En la parte musical se presentará por primera vez en México el ciclo completo de las sinfonías de Beethoven con instrumentos de época, a cargo de la orquesta belga Anima Eterna, dirigida por Jos van Immerseel. Durante tres semanas, el Cervantino abarcará numerosas manifestaciones culturales, artes escénicas, cine, danza, teatro y música, entre otros, también habrá coloquios, conferencias, talleres y presentaciones de libros.


Luis Eduardo Cortés Riera

Carmen Balcells En 1965, un tal Gabriel García Márquez firmó con esta ambiciosa agente literaria un contrato para que ella lo representara en todos los idiomas y a ambos lados del atlántico durante 150 años. El Gabo había encontrado su Mamá Grande en la vida real. A finales de la década de los años 60 esta barcelonesa iba ya en camino de convertirse en una de las agentes de mayor peso no sólo de España sino de toda Europa. Barcelona, a pesar de Franco, se hallaba en el centro del apogeo editorial que vivió la ficción latinoamericana en esa magnifica y rutilante década. Detrás de todo ello estaba el renaciente nacionalismo catalán, aunque mudo por fuerza. La materia prima que alimentaba el auge editorial fue sin duda el estallido creativo de la novela latinoamericana, del cual el Gabo era la estrella que brillaba con más intensidad. Estaba naciendo el Boon de la literatura latinoamericana, un periodo estético de extraordinaria fertilidad, que toma como sus ejes el mito de la identidad de América Latina, su formación histórica, los futuros posibles, sean buenos o malos. En 1963 apareció Rayuela de julio Cortázar, y en 1967 Cien años de soledad, la novela por excelencia de ese momento histórico. Era el Quijote de este lado del Atlántico. Carmen, junto a Carlos Barral eran los dos contactos de más peso que había en Barcelona. Barral cometió un error descomunal al negarse a publicar Cien años de soledad. Ella era la mujer más importante en la vida del novelista colombiano tras su madre Luisa Santiaga Márquez Iguarán y Mercedes Barcha, su esposa. Cuenta que cuando empezó no sabía nada de nada. El esnobismo estaba a la orden del día y estaba llena de chicas guapas. En comparación ella se sentía como una campesina. “Aunque al final lo conseguí, claro. Mis primeros “clientes” fueron Mario Vargas Llosa y Luis Goytisolo, pero fue el Gabo quien me sacó las castañas del fuego.”, reveló tiempo después. Daba fiestas memorables a los escritores. Dice José Donoso que “Carmen parecía tener en sus manos las cuerdas que hacían bailar a todos como marionetas, y nos contemplaba”. En una ocasión el Gabo le preguntó: “¿Me quieres Carmen?” Ella contestó: “No puedo responderte a eso. Eres el 36.2 por ciento de nuestros ingresos.” Estuvo en varias ocasiones en Caracas. En 1972 acompañó al Gabo a recibir el Premio Rómulo Gallegos. Para sorpresa del mundo, el galardonado donó los 100 mil bolívares al recientemente fundado partido disidente Movimiento Al Socialismo. Ella adquirió una enorme importancia en su vida. Se convirtió en su agente en muchos más sentidos de los que implica el mero hecho de negociar sus contratos con las editoriales. Lo ayudó, sin dudas, a llegar a ser el dueño de todo su poder. Una de las fiestas de Carmen en Barcelona en 1974 se ha tomado como el fin del Boom en todo su esplendor europeo. Varios novelistas latinoamericanos estaban allí. Era una despedida a Vargas Llosa que regresaba a Perú, mientras que el Gabo hacía otro tanto. Cuando apareció la novela El otoño de patriarca hizo ella un viaje inesperado de Barcelona a La Habana con cinco ejemplares, los cuales su autor firmó y entregó a los líderes de la

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Revolución cubana. Cuando la historia espiritual de América Latina se escriba, esta extraordinaria mujer aparecerá allí con letras doradas. Y ello lo digo como una suerte de desagravio a su memoria, pues el Diccionario Enciclopédico de las Letras de América Latina olvidó colocar allí su augusto nombre. Que no era nacida en estas tierras no es el problema. El problema radica en obviar a la mujer que tantísimo hizo por dar a conocer en el planeta a nuestros escritores latinoamericanos. Carmen acaba de dejar la vida terrena hace pocos días, pero se le reconocerá como la persona que le dio dignidad al oficio de los escritores. Las letras y la cultura en habla castellana no son las mismas desde que apareciera ella para darle carta de ciudadanía universal a nuestra novela. Paz a su alma esclarecida. Carora, Día de todos los Santos de 2015.


LA DIOSA DE VIJÚ Cuento de Juan Páez Ávila publicado a solicitud de algunos profesores y estudiantes de la UPEL Desde El Majagual, una casa grande rodeada de chivos, tunas, pájaros y muertos que se interponen al paso de los muchachos de una vivienda a otra durante las noches, salió en dirección a Carohana uno de esos jóvenes escapados de la soledad hacia el tumulto. Vijú se presentó a la casa de Juan Manovuelta, única referencia que había encontrado en las páginas del periódico El Diario de Carohana acerca de alguien que pudiera orientarle sobre la incertidumbre de su futuro. Le contó que venía de atravesar quebradas, lagunas y un río que le impidió por algunas horas llegar hasta la calle empedrada. Había aprendido a leer y a escribir en las pocas lecciones que la abuela le impartió leyendo sus artículos en El Diario, en el poco tiempo que disponía entre después de ordeñar y antes de jopear las cabras, en el tiempo que deja libre la jornada del niño que quiere ser o que le impulsan a ser hombre antes del amanecer. Había agotado los libros de la pobre biblioteca de sus padres, de la más pobre de sus amigos y de la inexistente de su maestra. Buscaba otros libros y una escuela para estudiar. Había leído durante meses el periódico de la ciudad y le gustaría prepararse para trabajar en él. Manovuelta descubrió en Vijú el destino de todos los niños pobres que tienen que trabajar para poder más adelante estudiar. -En el periódico aprenderás muy rápido, tanto o más que en la escuela. Tendrás tiempo para leer muchos libros, incluso los que ves en mi biblioteca. Hablaré con el Director de El Diario, salvo que tu familia pueda costear tus estudios. Las tunas que rodeaban El Majagual habían comenzado a secarse, los chivos se agotaban y los muertos, incluso entre la familia, habían aumentado. Imposible seguir buscando libros y otros peldaños de la educación escolar. El trabajo se hacía obligatorio. La primera lección de Manovuelta. La segunda: No puedes ir a la escuela, pero no abandones los libros. En el periódico el único trabajo vacante que había era de tipógrafo cajista, para lo cual lo único que se requería era saber leer y combinar los tipos en palabras. Recordé las palabras de Manovuelta: Ud. puede aprender rápidamente. Ud. tiene talento, no diga nunca que no lo hará. Vijú aceptó iniciarse como aprendiz y comenzó de inmediato. No fueron muchas las palabras que pudo combinar. Pensaba en El Majagual, en los chivos, en las tunas y en las veredas que recorría cuando recogía los animales. Al final de la jornada fue felicitado. Sin embargo, durante varias horas de la noche, en la casa de su hermano Isaías donde se había hospedado, dudó si regresaba al trabajo o al Majagual. Las lefarias, los datos y los guanajos le endulzaban la boca. Pensó en Diosa María, una muchacha muy bella que caminaba entre las tunas sin hincarse y sin dejarse atrapar, desaparecía en las playas perforadas por zanjones y quebradas. Debería estar en un pueblo cercano, en San Francisco, no buscando trabajo sino esperándolo, esperando la noche para fugarse con él. Si todo lo pudiera combinar, el domingo alquilaría una mula e iría a ver a Diosa. Sobre la mula los dos podrían atravesar el Playón de Plumilla y arribar a la ciudad. Los tipos se le caían de las manos, las riendas del freno de la mula quedaban libres y ésta corría por

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las playas sin cesar. Tiró de las riendas y la mula no se contuvo, el galope era cada vez más veloz, hasta que los hilos de su hamaca le lastimaban los dedos, abrió los ojos y observó que se acercaba otro día. Volvió al trabajo y combinó todas las palabras de la edición del periódico, sin comprender todo su contenido. Entre combinar palabras para un aviso, para una Charla de Juan Manovuelta, un cable del final de la segunda Guerra Mundial, vio pasar su primera semana de trabajo. El sábado cobró su primer salario y alquiló una mula. La lluvia y la inundación de las playas no impidieron su paso. Sin embargo, cuando arribó a San Francisco, Diosa estaba cubierta por la noche. No poder hablar con ella lo abatía y lo inclinaba al regreso. Los pasos de la mula retumbaban en el interior de las casas, pero nadie salía o se asomaba por temor a los espantos, a la mula maneada. Los trovadores del pueblo cantaban en la lejanía. Oyó los sonidos de una guitarra y la voz de un serenatero, de un cantante quejumbroso que rompía el silencio de la madrugada. Lino Coronel, amigo desde su infancia, extraía melodías románticas a su guitarra y le brindó solidaridad. La serenata se trasladó al pie de la ventana de la casa de Diosa. Esta despertó sin saber quien cantaba: Por las puertas de oriente, ya viene el día, oye niña despierta, amada mía. La luz de una vela dejó ver los ojos brillantes y la sonrisa pura de Diosa, pero ninguna señal de fuga. Cuando los primeros rayos de luz de la mañana iluminaron la ventana, también el camino de retorno se veía despejado de la penumbra. Una larga distancia los separaba y hacía más pequeña la figura de los cardones. La Lluvia volvió a interponerse con sus corrientes, con sus lagunas, con un desbordamiento total. En el periódico Vijú inició la composición de miles de palabras y comenzó también la comprensión de sus mensajes. Insatisfecho con el contenido de las palabras que combinaba todos los días, fue madurando la idea de un periódico que ayudara a cambiar la vida del Majagual, estimular el potencial de sus hombres y de su tierra. Cambiar las tunas por un pajonal donde comieran y durmieran los chivos sin lastimarse la piel. Abrir la escuela para que los niños aprendieran a roturar y regar la tierra, para aumentar los deseos de vivir, para no saltar quebradas y ríos huyéndole al desierto y a la soledad, camino a la incertidumbre. Si Manovuelta lo guiara podrían cambiar el rumbo del Majagual, de donde un año antes que él, también había emigrado su hermano Isaías, buscando un camino que acercara su tierra al centro del universo. Su hermano participaba en la lucha social y sería el primero en conocer su inquietud. Durante varios años caminaba hacia su casa pensaba en Diosa y en el proyecto de un periódico. Las dudas modificaban el ritmo de sus pasos. Le parecía una doble locura, por lo lejano y lo inasible. -¿Sería una locura, Isaías, proponerse sacar un periódico que represente la sed inalterable y el futuro del Majagual? Isaías no se sorprendió, le gustaba el periodismo y esporádicamente escribía artículos para el periódico en el que trabajaba Vijú. Pero no respondió de inmediato.


-Déjame pensarlo –le expresó y caminó hacia una pequeña habitación donde tenía los periódicos de la semana. Vijú pensó preguntarle si no sería otra locura traerse a Diosa para la ciudad. Pero le pareció impertinente. No tenía casa dónde alojarla -Si nos acompaña Manovuelta tendremos el éxito asegurado –respondió Isaías, a su regreso con un periódico en las manos, dando muestras de gran entusiasmo. -Yo he pensado que debe ser nuestro guía. Con él se incorporarán algunos de sus amigos que tienen ideas propias. Se llamará El Majagual, que no dice nada, pero nosotros le pondremos el contenido. Juan Manovuelta estaba comprometido con la Jefatura de Redacción de El Diario de Carohana, después de la muerte repentina de su Director. Los respaldó y les ofreció colaboración inmediata, una vez que terminara su compromiso con su viejo y fraternal amigo. Les entregó un análisis del latifundio, que publicarían como editorial. Sólo circuló el primer número. Acusados de incitar a la invasión de tierras y subvertir el orden legal, fueron a parar a la tenebrosa cárcel de Las Tres Torres. Atendidos y defendidos por Manovuelta recuperaron la libertad meses después de su privación. La cárcel lo separó de Diosa y lo regresó a El Diario de la ciudad. Lo abrazó la rutina de la información de todos los días y para recordar a su Diosa, mientras la atrapaba, colocó su imagen en un espejo con forma de vaso, que todos los días lo llenaba de ron, lo miraba y lo vaciaba. -Escribe como tomas, Vijú, con equilibrio. Nada de excesos, para que el periódico perdure toda tu vida –le decía don Antonio, el nuevo Director de El Diario. La noticia más importante de la ciudad, del campo, del Estado, de la nación y del mundo la recogía Vijú con el lente del Director. Si alguna favorecía a un sector, otra compensaba la tendencia de la primera. La repetición de la misma fórmula durante muchos años, más la mirada del vaso todos los días, le inclinó a repetir el trago de ron con la misma intensidad. Compró una modesta casa para traer a Diosa, pero a las dudas de las consecuencias de una ausencia muy prolongada, le agregaba no encontrar tiempo para buscarla. Del periódico sale para el bar “El Páramo”, donde recoge las noticias trágicas de la ciudad y apura otro vaso de ron para que no desaparezca la imagen de su espejo. Al regresar a su casa se encuentra con varios perros con cara de amigos, que atraídos por el olor de la carne, velan frente a varias bolsas de comida que había comprado el día anterior pensando en la llegada de Diosa. Reparte el mercado entre los canes y se acuesta a dormir protegido por sus nuevos huéspedes. Por la mañana los vuelve a alimentar y camina con lentitud hacia el periódico, desafiante y hasta irónico con el mundo que tropieza, pareciera burlarse de algunas personas que lo miran entre sorprendidos e incrédulos, y comentan: -Ese hombre hace un periódico todos los días, se emborracha todos días y espera una Diosa todos los días. En la redacción recibe quejas, reclamos, noticias de todas partes y artículos de muchos aspirantes a periodistas y escritores. Después de una selección intuitiva de todo el material recibido, convirtió también en rutina un almuerzo frugal acompañado de dos tragos de ron. Después del cierre vuelve al bar “El Páramo”, donde se fragua el periódico del otro día, que si no es el mismo, será muy parecido. Nada ha cambiado en el trayecto. La tertulia de todos los días también se repite: -¿Cuál es la noticia que sale mañana, Vijú? -Murió un campesino que se cayó de un caballo en una 50

manga de coleo. -¿Y qué pasó en el mundo? -La Unión Soviética construye un muro de concreto armado para dividir a Berlín, una frontera entre socialismo y el capitalismo, entre el trabajo y el capital –bajó la cabeza y se fue de bruces sobre el mostrador. -Déjenlo que duerma –expresó Cristóbal, el dueño del bar. -El Muro de Berlín –se le oyó repetir. –Si se cae o lo dejan caer será gran engaño a la humanidad –nadie lo oyó. Sería mejor volver al Majagual. ¿Será mejor que todo siga igual? No lo creo, Vale Cristóbal. Las tunas no engañan. Ud. sabe que si se acerca a ellas sin mucho cuidado lo hincan duro. Igual los cardones. Se puede perder la Diosa del sueño, pero no el sueño de los Dioses. Los libros tampoco engañan si los sabes leer. Manovuelta es el único que ha comprendido el mundo que vivimos. Sabe leer los libros. Pero la vida se le ha hecho muy corta y no podrá enseñar todo lo que ha aprendido, todos aprendemos lo que marcha delante de nosotros. L os días en la redacción d “El Diario de Carohana” y las noches en la barra de “El Páramo” le consumen la vida y el sueño. Ya no hay ron en el vaso. La imagen de Diosa ha desaparecido. La gente comienza a abandonar el lugar. Vijú se incorpora y oye el murmullo de los parroquianos, mira a su alrededor y por algunos momentos tampoco comprende cómo puede repetirse aquella escena. Las calles están solas, sus pasos roturan suavemente el silencio que las invade. Si no lo vieran pasar por la mañana no habría periódico en la ciudad. Si no lo vieran pasar por la noche no habría vida. Regresar al Majagual y rodearse de chivos, de tunas, de pájaros, de muertos y de ron, parece ahora más fácil. Sobre el río existe un puente, las quebradas no se desbordan, las playas no se inundan y Diosa permanece encantada en el desierto. Desencantar a Diosa y retener su imagen en el espejo, en el vaso de ron, será su último intento. Pero no lo alcanzará. Al final de la botella de ron, la taquicardia aumentó y aguijoneado hasta el último aliento, no pudo regresar a la redacción del periódico y sucumbió entre sus mejores amigos, que dejaron de latir y lo velaron hasta su tumba.


MARÍA GABRIELA FERNÁNDEZ B

La fortuna de perder Cuatro sillones y cinco mesas con cojines y manteles de apariencia hindú ocupan el mayor espacio de la sala. Le sigue una muñeca con rostro de mujer que parece escuchar, impávida en su esquina, cada frase pronunciada por los labios del poeta, cual si fuera la custodia de otros cientos de objetos que compiten por adornar la pequeñez del espacio. Hay collares, bustos de madera, piezas de arcilla y de tela. Hay fotografías, dibujos, pinturas, tazas, plantas. Todo, menos calma. Ubicado en un costado de esta estancia con visos de bazar, el poeta y ensayista Rafael Cadenas sonríe con modestia. Nada en su mirada da señales de sus triunfos. Se inclina para escuchar, y piensa cada palabra hasta evitar pronunciar certezas en sus respuestas. No es sencillo distinguir cuánto de esto es motivado por el olvido, por la desgana o por el respeto a la tinta futura. Baja el rostro para hacerse inescrutable. Juega con sus lentes en silencio. Nacido en Barquisimeto, este escritor que ya cuenta con 85 años, tiene en su haber 16 poemarios y al menos ocho libros de ensayos, que han convertido a su pluma en una de las mejores valoradas de la modernidad creativa en Venezuela. Ganador del Premio Nacional de Literatura, en 1985; del Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances de Guadalajara, en 2009; y, justo el pasado martes, del Premio Internacional de Poesía Federico García Lorca, Cadenas evita nombrarse a sí mismo con el calificativo de poeta y prefiere el de docente (profesión que ejerció duránte más de tres décadas en la Escuela de Letras de la UCV). Aún así, describe al género desterrado por Platón como su manera de expresar lo que vive. "Aunque eso no siempre se logra... no siempre se logra", lamenta. -Con tantos premios a cuestas, ¿transita todavía los rumbos de laDerrota? -El poema Derrota no se refiere propiamente a la literatura, sino que está en relación más bien con la vida, porque en aquel momento que lo escribí (1963) yo estaba bastante deprimido por un montón de circunstancias personales. Es un poema que ha sido muy publicado y traducido, y creo que la atracción que puede tener para muchas personas es que se trata de un poema confesional en el cual me fustigo mucho. Diré que los premios son un gran apoyo en el sentido literario y ese es el valor que tienen, pero no ejercen influencia en otras facetas que persisten. -Si la confesión de sus flaquezas ha sido lo más valorado por quienes le siguen, ¿confirma que el dolor es la puerta a los buenos textos? -Depende. Casi siempre la poesía está vinculada al sufrimiento, pero no necesariamente. Para darte un ejemplo, hay poetas como (Pablo) Neruda en los que predomina más bien un gran gusto por la vida, pero aún en casos como él hay momentos de bastante dolor. Pienso en el período en el que estuvo en España y escribió el verso "venid a ver la sangre por las calles". Recuerdo

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también a otro poeta en el cual lo que uno siente cuando lo lee es una gran fuerza: Walt Whitman; y lo que decía (Rainer María) Rilke cuando hablaba de la queja, que decía que esa era la maldición de los poetas, quejarse. Entonces precisamente, eso no está en Whitman, ni en otros. -En la poesía, como en todo, siempre hay esos dos aspectos, el de la tristeza y también el de la alegría, que es muy importante. Algunos se aferran a cosas distintas como el poeta muy cercano a la generación del 27, Miguel Hernández. En sus poemas creo que hay mucha fuerza y al mismo tiempo bastante dolor. De hecho, él decía que había nacido para el dolor. -¿Y usted, a qué se ha aferrado en su obra? -A lo largo de la vida uno tiene muchas situaciones que se reflejan en lo que uno escribe. Yo recuerdo que cuando escribí Intemperie estaba bastante deprimido, y al mismo tiempo escribía otro libro, Memorial, en que trataba de salir de ese estado. Entonces, eso se nota. Luego vinieron otros libros en que trataba de salir de mí mismo y prestar atención a otros motivos, comoGestiones, que creo que es ese paso hacia la objetividad (...). También está el poema Fracaso, que es como una "contraderrota", ahí digo que el fracaso puede llevar a la persona a su propio camino, al camino que le corresponde. -¿Pasó así en su caso? -Así lo expreso en el poema. Pero no puedo precisar la circunstancia que dio origen al texto. -Publicó su primer poemario a los 16 años en Barquisimeto. ¿Qué inspiró a su pluma adolescente? -En ese período lo que leí mucho fue a los poetas de la Generación del 27 de España y algo curioso es que precisamente en esa generación estaba García Lorca. Ya escribía desde antes, pero la mayor influencia que tuve en esos años fue de ellos y de mis reuniones con el novelista Salvador Garmendia, con Eligio Mujica y con Alberto Anzola, todos escribimos nuestros primeros poemas en ese período. Esa era una poesía muy juvenil. Creo que el cambio ocurrió a mi regreso de Trinidad después del exilio, que fue cuando escribí en Caracas Una isla(1958) y Los cuadernos del destierro (1960) que serían lo libros ya un poco más maduros, gracias al contacto con los amigos del grupo Tabla Redonda. -¿Como antiguo militante del Partido Comunista de Venezuela, percibe al discurso de izquierda como un modo de expresión poética? -Hoy no lo veo así. Cuando estábamos jóvenes, todos en Tabla Redonda teníamos entusiasmo con lo que pasaba en Cuba y no creíamos lo que se decía sobre la Unión Soviética. Ahora me parece uno el destino de las revoluciones: los héroes llamados


revolucionarios se convierten en lo que combatían, se olvidan de su prédica sobre la igualdad y pasan a formar una clase privilegiada. -¿Está llamado un poeta a escribir sobre su país? -Es algo muy personal. Hay poetas que pueden hacerlo y otros que sencillamente no tienen interés en eso, o consideran que la poesía que escriben no se presta para esa tarea. -¿En todo caso, puede la poesía promover movimientos sociales? -Ahora no recuerdo algo en ese sentido. Siempre se mantiene en un plano literario porque se trata de un género con pocos lectores, excepto cuando se vincula con un partido y entonces entra en el gran torrente público; pero eso no sucede en la llamada "poesía pura".

-¿Vive ahora otro tipo de exilio? -Sí. Me siento como millones de venezolanos confinado en el p a í s ; n o p o r q u e s e n o s p r o h i b a s a l i r, s i n o p o r q u e económicamente no se puede. -Por suerte usted acaba de obtener el García Lorca... -(Risas) Es verdad, pero en casa temíamos no poder visitar este año a mis nietos y a una hija en Francia. -Si ha sido la timidez un rasgo por el que se la ha reconocido. ¿Por qué ha accedido en cambio a desnudarse a través de la poesía y, más aún, a publicar sus poemas? -Siempre uno se muestra, pero no de una manera directa, más bien como algo inevitable. Hay muchos poemas que yo no recuerdo. Poemas que están en los libros. Porque no acostumbro leerme.

-¿Qué significó el exilio? -¿A qué se debe esto? -Fui exiliado del 52 al 56 porque participé en la primera gran huelga universitaria contra Pérez Jiménez, con varios compañeros. Éramos 13 y tomamos la Universidad que estaba frente al Congreso (...) estuvimos presos creo que cinco meses en la Cárcel Modelo y, un día, me llevaron los agentes de seguridad al aeropuerto y "me invitaron" a subir a un avión (risas). La primera etapa fue conmovedora para mí porque mi tía vendía arepas en Venezuela para enviarme algo de dinero. Luego conseguí empleo y creo que no la pasé mal. Era irónico, aunque era una colonia, tenía más libertades que mis compañeros que enfrentaban aquella dictadura asesina.

-Cuando estoy escribiendo sí me leo, claro. Reviso mucho y corrijo, hasta que el poema o el texto estén presentables. Pero después no quiero volver a intervenir en los poemas, pienso en ellos como una totalidad. -¿El lenguaje es un arma o un rey al que resguardar? -Prefiero lo último, defender el lenguaje. No me gusta la plabra "arma", últimamente en el mundo estamos muy llenos de armas y bastante vacíos de lo humano y de las letras.


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