Director: Juan Páez Ávila
CAROHANA C AROHAN A
Radicado en París desde 1960, su trabajo estudia las condiciones cromáticas con las que concibe al color como realidad autónoma desprovista de forma y soportes, teorías expuestas en su libro Reexión sobre el color. (1989)
CARLOS CRUZ DIEZ
“TODA mi obra, en sus diferentes manifestaciones, pretende revelar otra percepción y otro disfrute del mundo del color. No como una anécdota de la forma, sino como un hecho de transguración, 'una situación', 'un acontecimiento' que evoluciona de instante en instante durante el paso diario del sol”. Cortesía del pintor Carlos Luis Sánchez Becerra
Nro. 12 / Octubre 2015
EDITORIAL
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José Pulido
CARLO S emigré, CRUZ DIEZ “yo de vida fue un trayectono ” Esperanza Márquez
z-Diez y Carlos Cru mo o c r lo o el c ircundante realidad c
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Universidad Pedagógica Experimental Libertador (UPEL). Instituto Pedagógico “Luis Beltrán Prieto Figueroa”. Cátedra libre literaria: Juan Páez Ávila
SUBDIRECTOR Gorquin Camacaro
JEFE DE REDACCIÓN
EDITORIAL
CONSEJO
Yelena Martínez
Fundación CAROHANA
DISEÑO Andreina Rincón Barquisimeto, Venezuela Todos los Derechos. Copyrigth c Septiembre año 2014
GRÁFICO
DIRECTOR DE ADMINISTRACIÓN
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Como la a café coniebla con olor nueva n lado, La Ocu Abad Faovela de Héctoltra, ciolince
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Inés Qu puede cintero: "Nadie conocimontrolar el iento de l pasado "
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Llenos y algunas vacíos: a prop ósi novelas de José to de Balza. Rafael Fauquié
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DANIEL FERMÍN
AGOSTO.
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Carolina Sanín: "L literatura a un mom en español viv ento feliz e "
ANA MARÍA VELÁZQUEZ ANDERSON
Reinaldo Chaviel
CONSULTORA JURÍDICA
Obras d Cruz-Diee Carlos en Alem z se exhiben ania
Cartas iné d Whitman itas de Walt
Juan Páez Ávila
+
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PILAR BONET
DIRECTOR
José Pulido Wilfredo Páez Gallardo Julio Bolívar Fausto Izcaray Jorge Euclídes Ramírez Rafael Montes de Oca Martínez Héctor Saldivia Seijas Omar Ocariz Mireya Grau
NUEVO LIBR O Cruz-Diez, C DE olor Espacial EDGAR CHERUBINI LECUNA
La bielorr Alexievic usa Svetlana de Litera h, premio Nobel tura
REVISTA CULTURAL
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ENTREVISTA A ENRIQUE LE L POETA JESUS ON
Gorquin Camacaro
EL ALACR
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José Pulido
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CONT
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l rio teatra El imagina I) (I no venezola CATHERINE MEDINA MARYS nto l desenca Pirela: de Carolina ranza a la espe Enrique Viloria Vera
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JAVIER GOMA LANZON
ño endia: Oto Julio Garmsa e que no c MARÍA CONSUELO FERNÁNDEZ
La inhóspita
palabra
Manuscrit Cortázar os de Borges y desnuda autores a rgentino n a s en Brasi l Hombre humanis de ciencia, voca por el artta y especial sen ción sibilidad y la litera e, la música tura
Omar Ocariz
Rafael Fauquié
rson: “La eda Patte Jorge Zepcomo discurso literatura s una mala obra” político e HUMBERTO SÁNCHEZ AMAYA
LA HUELLA
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Medellín epicentr , 25 años como latinoamo de la poesía ericana Presenta n "Vonne Endlichka la obra p it", óst Günter G uma del Nobel rass
Si yo fue rótica, la mirada e
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MARÍA CELINA NÚÑEZ
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Cuento de Juan Páez Ávil IRGEN a, publicado a solicitud de profesores y estudiantesalgunos de la UPEL
ENIDO
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EDITORIAL
Maestro de los ojos José Pulido
El ojo que ves no es ojo porque tú lo veas; es ojo porque te ve. Cuando escribió esos versos, Antonio Machado le otorgaba importancia a la relación con “el otro”, aunque también abría una puerta respecto a la función como factor que define. Especulando con el tema, para los artistas de cualquier disciplina “el otro” no es solo el espectador: la obra también representa una existencia debido a su función. La obra que miras no es obra porque la observas: es obra porque te incorpora a su proceso de intensa comunicación. Leonardo Da Vinci meditó y escribió bastante sobre el ojo. Entre otras cosas dijo: "El ojo, que es la ventana del alma, es el órgano principal por el que el entendimiento puede tener la más completa y magnífica visión de las infinitas obras de la naturaleza”. Pero en definitiva, pocos artistas se han ocupado tanto de la visión como el venezolano Carlos Cruz Diez, nacido en el año 1923, cuando Caracas era una ciudad más pequeña y digna de ser mirada. Este venezolano, que desde 1960 vive en Francia, es uno de esos seres humanos cuyo punto de partida universal radica en los ojos. Su areté es el poderoso acopio visual que lo caracteriza. El color le interesó porque sabía que no era un tema agotado. “Me di cuenta de que el color es una situación, una circunstancia, no una verdad absoluta como se pensaba. Y de que esta circunstancia va cambiando: el paso del día hace cambiar todo y el color es la luz y no la certeza que durante milenios hemos asimilado que era. Los estudiosos no le daban importancia al color, miraban la perspectiva, el estilo, pero el color no importaba, no se analizaba a pesar de que todo estaba coloreado. Estamos en una sociedad hiper barroca, no hay reposo visual, no hay reposo auditivo y el color es fundamental en nuestra vida. Me ha llevado 50 años entender esta evidencia: el color es una situación que se desarrolla en el tiempo y en el espacio“. Los grandes museos del arte moderno y contemporáneo tienen obras suyas, pero sus hechuras más importantes forman parte de espacios públicos en varios continentes. De repente, hay multitudes que pasan a un lado de una pieza de Carlos Cruz Diez, probablemente sin saber quién es el artista, pero sintiendo la influencia, la presencia de un arte que convierte a los espectadores en participantes de una propuesta. En una entrevista que le hizo El País, de España, le comentaron: -Usted pinta aceras, estadios de béisbol… lugares poco artísticos. Y él respondió: - Me molestaba mucho la noción que la gente tenía del arte como un objeto colgado de un clavo en la pared. El arte puede ser cualquier cosa que la inteligencia y la sensibilidad del hombre puedan convertir en arte. Entonces, ¿por qué no ir a la calle? Es donde más tiempo pasamos. La calle no nos proporciona nada, llegamos a casa totalmente vacíos. La calle solo genera agresión. También le preguntaron respecto a su relación con el arte actual. -Estamos viendo el fin de una civilización y el comienzo de otra. Los últimos años son el ocaso de la academia de Duchamp. En el arte hay tres etapas: quien lo inventa, quien desarrolla las ideas del inventor y quien las pervierte. Ahora vivimos la perversión, pero es normal. Toda perversión y decadencia es sinónimo de progreso. Se están preparando cosas maravillosas que ni sospechamos.
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Carlos Cruz-Diez y el color como realidad circundante
El arte óptico tiene mirada venezolana y su máximo exponente es Carlos Cruz-Diez, quien nació en Caracas el 17 de agosto de 1923 y ha dedicado su formación artística a la investigación sobre el color y su valor estético, tangible en la intervención del espacio urbano y la arquitectura, así como la adición de color, fisicromías, inducción cromática, cromointerferencia y cromosaturación. Radicado en París desde 1960, su trabajo estudia las condiciones cromáticas con las que concibe al color como realidad autónoma desprovista de forma y soportes, teorías expuestas en su libro Reflexión sobre el color (1989). En 1940 ingresó a la Escuela de Bellas Artes de Caracas donde se gradúa como profesor de artes aplicadas, trabaja luego en las publicaciones La Esfera y Élite, además de ser caricaturista en varias revistas y periódicos. En 1959 realiza su primera muestra de Couleur Additive y Physichromie. Venezuela cuenta con varias de sus obras que intervienen el espacio urbano, como la Ambientación de color aditivo (1978) en el Aeropuerto Internacional Simón Bolívar, en Maiquetía (Vargas), Fisicromía en Homenaje a Andrés Bello (1982), en 04
Plaza Venezuela (Caracas) y recientemente el telón y butacas de la sala de conciertos del Centro de Acción Social por la Música. En 2015 el artista recibió la Turner Medal en Londres, Inglaterra, donde expuso la muestra Carlos Cruz-Diez: Didaktik und Dialektik der Farbe, en el Das Kleine Museum de Weissenstadt, Alemania. En 2014 como parte de su línea de integración de obras con la arquitectura creó la Cromovela, en la Cinta Costera III, en la ciudad de Panamá. Este mismo año publicó en París sus memorias con el nombre Vivir en Arte, recuerdos de lo que me acuerdo. Fuente: AVN
CARLOS CRUZ DIEZ “Yo no emigré, fue un proyecto de vida"
Esperanza Márquez
El problema de Venezuela no es económico, es cultural, educativo, la educación ha sido de muy mala calidad, al venezolano no se le ha enseñado a pensar, es formación al caletre y por eso no piensa, actúa, no tiene noción de su pasado ni de su historia porque no se le enseña, no es porque sea insensible o bruto, simplemente no se le enseña Venezolano próximo a cumplir 92 años es el máximo exponente del op art, arte óptico, en el mundo. Nos conocimos hace más de 30 años y presumo sin modestia que fue él quien diseñó la carátula de mi primer LP “El canto de esperanza” en 1979, razón por lo que me tomaré la libertad de tutearlo, disfrutar su lucidez, su inmenso sentido del humor y sus contagiosas carcajadas. Carlos, tu obra espectacular el piso del Aeropuerto Internacional de Maiquetía se ha convertido en un símbolo de la Venezuela que estamos viviendo ¿Cómo lo sientes? - Nunca me imaginé que esa obra se iba a volver un símbolo, me conmueve mucho, me pone triste que sea el símbolo de dejar el país, yo espero que esa misma obra sea el símbolo del retorno a la patria, es lo que espero, que sea como el poema de Pérez Bonalde “Vuelta a la Patria”. ¿Qué diferencia hay entre tu ida del país a la de los que se van ahora? - El otro día me preguntaron cómo me había sentido yo toda mi vida de emigrante y les dije que yo no emigré, yo lo que hice fue buscar un sitio donde pudiera desarrollar mis ideas, fue un proyecto de vida, un rediseño de mi vida. Me di cuenta que hay ciertos lugares en el planeta por donde no pasan las coordenadas de la historia y entre esos sitios estaba mi país, yo tenía en manos algo importante que podía desarrollar y me fui a un sitio donde pudiera tener una audiencia y mis ideas pudieran divulgarse y hacerse conocer, por eso me fui a París y cuando llegamos a mi esposa Mirtha y a mí nos fascinó la ciudad y sin ponernos de acuerdo al unísono dijimos: este es el lugar, este es el sitio. Lo único que tenía era lo que llevaba en el bolsillo y lo que llevaba en la cabeza. A todos les sorprende que a tu edad conserves esa alegría contagiosa, siempre con una sonrisa y una carcajada. - Es mi dinámica, me produce mucha alegría hacer, cuando no puedo hacer sí estoy triste, es la dinámica de querer existir, de disfrutar, cuando trabajo disfruto; me gusta la buena comida, la buena bebida, la amistad, siempre he sido amiguero. ¿Cómo sientes a Venezuela en estos momentos? - Los países siempre pasan por situaciones difíciles y la de Venezuela se esperaba, iba a suceder porque no se habían resuelto los problemas fundamentales. El problema de Venezuela no es económico, es cultural, educativo, la educación ha sido de muy mala calidad, al venezolano no se le ha enseñado a pensar, es formación al caletre y por eso no piensa, actúa, no tiene noción de su pasado ni de su historia porque no se le enseña, no es porque sea insensible o bruto, simplemente no se le enseña. Cuando yo era niño viví la muerte de Gómez y la llegada de López Contreras y de Medina y la educación era de primer nivel que fue la que yo recibí cuando trajeron profesores de España, 05
de Chile, de Argentina, pero cuando llegó Acción Democrática dijo que esa era una educación elitesca, que había que masificarla y eso era correcto, pero la manera de hacerlo fue equívoca y se degradó el nivel de la educación. Carlos, los pintores, los poetas, los artistas tienen fama de ser seres atormentados ¿Cómo logras tu jovialidad, tu rostro siempre risueño, tus risotadas? - Cuando le dije a mi padre que iba a ser pintor que no quería ser bachiller, que quería ser artista y mis padres se regocijaron con eso desde ese momento para mí la vida ha sido la alegría, yo no trabajo, yo me divierto, para mí el arte es un regocijo, un placer del espíritu, es una plenitud poder realizar la obra. Tiempo después entendí de qué se trataba esa angustia de los atormentados que es el deseo y la preocupación de encontrar su propio discurso, yo tuve la oportunidad de encontrar mi discurso y lo he podido desarrollar. Hay otros artistas que no lo han encontrado, por lo tanto, siguen atormentados, es la búsqueda de la identidad la que produce la angustia. ¿Alguna vez te imaginaste que ibas a ser reconocido mundialmente y que lo ibas a ver? Soy privilegiado, otros artistas no han tenido la suerte de ver la respuesta de la gente, hay artistas que se mueren sin saber qué ha sucedido con su trabajo. La familia ha sido muy importante en tu vida y en tu trabajo. Mi familia es también un proyecto de vida. Cuando yo enamoraba a Mirtha cantándole rancheras y boleros (risas) le decía que nuestra vida sería en el taller y así fue, el taller y la casa han sido una sola cosa. Mis hijos nacieron y se desarrollaron ahí y me han ayudado toda la vida a trabajar, si no fuera por ellos no hubiera podido desarrollar el trabajo al nivel que lo he desarrollado gracias a mis tres hijos y a mis nietos; aunque mucha gente me decía que no se me ocurriera meter a mi familia en el trabajo y yo aposté y gané (risas). ¿Soto te ha hecho falta? - Hay varios artistas que se han ido y me han hecho mucha falta: Soto con quien tenía largos debates y conversaciones, además de cantar; Sergio de Camargo; Alejandro Otero. Narciso Debourg que es de mi generación cuando le digo que alguien se murió me dice: nos están disparando cerca (risas). ¿Qué les dices a los jóvenes que se van buscando camino? - Desde el año 54 se me empezó a abrir el horizonte y comencé a entender una serie de cosas que antes no había entendido y ese es el esfuerzo que hay que hacer y siempre se lo digo a mis hijos que lo más difícil es entender su tiempo porque todo es una maraña y hay que entenderla para despejarla para ver un horizonte, una meta, si hay una meta la vida se vuelve un proyecto y cuando se te acaba el proyecto se te acaba la vida. Creo que la carrera de los artistas es buscar el camino, es un esfuerzo muy grande, a veces inútil, encontrar su propia vida, su propio discurso, aportar algo, conseguir nuevas salidas, nuevas opciones. El máximo esfuerzo que yo he hecho es encontrarme a mí mismo.
EDGAR CHERUBINI LECUNA
NUEVO LIBRO DE Cruz-Diez, Color Espacial Los colores inundan el interior del Centro Niemeyer, en Avilés, Asturias, en un espacio de aproximadamente 4.000 m2. Se trata de la Ambientación Cromática Color Espacial, del artista Carlos Cruz-Diez, compuesta por inmensas telas desplegadas bajo la cúpula de este representativo complejo arquitectónico ideado por el célebre arquitecto Oscar Niemeyer. Las Inducciones Cromáticas (Induction Chromatique) promueven un diálogo en el espacio, ya que es el observador quien hace que surjan nuevas gamas de colores a medida que recorre los espacios interiores de esta magnífica edificación. Cruz-Diez, Color Espacial, editado en 2015 por la Cruz-Diez Foundation, está ilustrado con notables fotografías de esta espectacular puesta en escena del color. Adriana Cruz, presidente de la institución, define Color Espacial como una ambientación cromática efímera. “Se trata de una obra in situ concebida especialmente por el artista para ser expuesta en el Centro Cultural Internacional Oscar Niemeyer del 29/09/2014 al 31/05/2015. El color, presente en los muros y las columnas del recinto, se compone y se descompone ante nosotros mediante distintas gamas de color. Evidencia de que el fenómeno cromático no es una certeza como se ha establecido a través del tiempo, sino una circunstancia efímera y aleatoria que se modifica continuamente y que puede existir por sí misma sin ayuda de la forma y aun sin ayuda del soporte”. El color es un acontecimiento Para Cruz-Diez, realizar una obra de arte dentro de otra obra de arte, fue un grato desafío, ya que se trataba de espacios circulares y paredes curvas, característicos del estilo arquitectónico de Niemeyer. Cruz-Diez, habituado a manejar escalas monumentales en sus obras integradas a la arquitectura, revistió los muros y columnas con “soportes de acontecimientos cromáticos” y tuvo la idea de desplegar desde lo alto de la cúpula enormes telas con las Inducciones Cromáticas. En el libro, CruzDiez expresa de manera elocuente el concepto de dicha exposición: “Toda mi obra, en sus diferentes manifestaciones, pretende revelar otra percepción y otro disfrute del mundo del color. No como una anécdota de la forma, sino como un hecho de transfiguración, 'una situación', 'un acontecimiento' que evoluciona de instante en instante durante el paso diario del sol”. Contemplación vs participación En sus obras, Cruz-Diez sustituye la contemplación objetiva y pasiva por una participación activa. Esto lo confirman los 5.000 visitantes a la exhibición. Numerosos estudiantes de las escuelas de Asturias vivieron esta experiencia cromática, por demás inédita, y una serie de talleres pedagógicos se efectuaron en colaboración entre la Cruz-Diez Foundation y el Centro Niemeyer. “Este programa de talleres –comenta Adriana Cruz– gira en torno a la obra e investigaciones sobre el color de Cruz06
Diez y forma parte de la política que en el área pedagógica viene adelantando la Fundación, con el objetivo de dar a conocer a las nuevas generaciones la obra del artista, despertar la creatividad y ampliar sus conocimientos sobre el arte”. Una integración armoniosa entre el arte y la arquitectura Carlos Cruz-Diez (1923) es una figura mayor del arte contemporáneo, especialmente del arte óptico cinético. Su proposición plástica, una de las más originales de ese movimiento, nos revela al artista como uno de los últimos pensadores del color del siglo XX. El artista, define sus investigaciones y propuestas como Arte del Movimiento y Espacio Reales. Oscar Niemeyer (1907-2012) es considerado uno de los personajes más influyentes de la arquitectura moderna internacional. Entre sus obras monumentales se destacan, la sede de la ONU (1952), el Palacio de Plananalto (1958), la ciudad de Brasilia (1960), la sede del Congreso de Brasil (1960), entre otras. El Centro Niemeyer, inaugurado en 2011, obra arquitectónica única en España del célebre arquitecto, diseñada especialmente para el Principado de Asturias y descrita por su autor como “una plaza abierta a todo el mundo, para la educación, la cultura y la paz”, en esta oportunidad consagró sus espacios al diálogo cromático creado por el artista cinético Carlos Cruz-Diez, una integración armoniosa entre el arte y la arquitectura.
Ambientación cromática, 2014 Exposición “Cruz-Diez: Color Espacial”, Centro Niemeyer Avilés, España, 2014
Obras de Carlos Cruz-Diez se exhiben en Alemania En el Kleine Museum y la Cruz-Diez Foundation inauguraron la exposición Carlos Cruz-Diez, Didaktik und dialektik der farbe(Carlos Cruz-Diez, didáctica y dialéctica del color). El Kleine Museum, fundado en 2007 por Laura Krainz-Leupoldt, está ubicado en Weissenstad, Alemania. La exhibición presenta y transmite de una forma comprensible y sencilla los conceptos de Cruz-Diez sobre el fenómeno cromático. Adriana Cruz, presidenta de la Cruz-Diez Foundation, explica el objetivo de la muestra, en un comunicado enviado por la fundación: “Es una exposición de arte que explica el arte, el Ars poética de Cruz-Diez. En ella, el artista recrea los elementos más importantes del lenguaje plástico que construyó desde 1954. Esta proposición se fundamenta en el color considerado como una realidad autónoma que puede existir en el espacio, en tiempo y espacio real, sin ayuda de la forma ni del soporte. Didáctica y dialéctica de color fue presentada por vez primera en 1980, en la Universidad Simón Bolívar de Caracas. “La intención
de mi padre fue la de transmitirle a los jóvenes los hallazgos de sus investigaciones sobre el color y motivarlos a detectar las cosas más sutiles, en medio del colosal bombardeo de información, imágenes y formas del mundo contemporáneo. Desde entonces la muestra ha viajado por muchos países de América Latina y Europa, incluyendo Alemania donde fue expuesta en el Josef Albers useum en el año 1988″. La muestra expone los grandes principios de la gramática del color que estructuró Cruz-Diez. Una plataforma conceptual desarrollada con base en planteamientos no tradicionales del fenómeno cromático. En una de las salas se proyecta la obra Intérferences Chromatiques Spatiales. Asimismo, el público puede acceder a la Experiencia Cromática Aleatoria Interactiva, que es una aplicación para ordenadores, iPad e iPhone, que permiten a quien la utiliza entrar en el mundo expresivo de Carlos Cruz-Diez y crear su propia obra. La muestra estará abierta al público hasta el 17 de octubre.
PILAR BONET
La bielorrusa Svetlana Alexievich, premio Nobel de Literatura
La escritora bielorrusa Svetlana Alexievich, de 67 años, es la ganadora del Premio Nobel de Literatura 2015. El dictamen de la Academia sueca destaca "sus escritos polifónicos, un monumento al sufrimiento y al coraje en nuestro tiempo". Escritora y periodista, ha retratado en lengua rusa la realidad y el drama de gran parte de la población de la antigua URSS, así como de los sufrimientos de Chernóbil, la guerra de Afganistán y los conflictos del presente. Es muy crítica con el Gobierno bielorruso. "Respeto el mundo ruso de la literatura y la ciencia, pero no el mundo ruso de Stalin y Putin", ha dicho la autora en una rueda de prensa en Minsk, tras el anuncio del galardón. Nacida en Ucrania, hija de un militar soviético, de origen bielorruso. Cuando su padre se retiró del Ejército, la familia se estableció en Bielorrusia y allí ella estudió periodismo en la Universidad de Minsk y trabajó en distintos medios de comunicación. Se dio a conocer conLa guerra no tiene rostro de mujer, una obra que finalizó en 1983 pero que, por cuestionar clichés sobre el heroísmo soviético y por su crudeza, solo llegó a ser publicada dos años más tarde gracias al proceso de reformas conocido por la perestroika. El estreno de la versión teatral de aquella crónica descarnada en el teatro de la Taganka de Moscú, en 1985, marcó un hito en la apertura iniciada por el dirigente soviético Mijaíl Gorbachov. Muy influida por el escritor Alés Adamóvich, al que considera su maestro, Alexievich aborda sus temas con técnica de montaje documental. Su especialidad es dejar fluir las voces -monólogos y corales- en torno a las experiencias del "hombre rojo" o el "homo sovieticus" y también postsoviético. La obra de Alexievich gira en torno a la Unión Soviética para descomponer este concepto en destinos individuales y compartidos y, sobre todo, en tragedias concretas. Alexievich se mueve en el terreno del 08
drama, explora las más terribles y desoladas vivencias y se asoma una y otra vez a la muerte. En 1989 publicó Tsinkovye Málchiki (Los chicos de cinc)sobre la experiencia de la guerra en Afganistán. Para escribirlo se recorrió el país entrevistando a madres de soldados que perecieron en la contienda. En 1993, publicó Zacharovannye Smertiu (Cautivados por la muerte) sobre los suicidios de quienes no habían podido sobrevivir al fin de la idea socialista. En 1997, le tocó el turno a la catástrofe de la central nuclear de Chernóbil en Voces de Chernóbil, publicado en castellano en 2006 por Editorial Siglo XXI, que reeditó el año pasado Penguin Random House. El año pasado lanzó El tiempo de segunda mano. El final del hombre rojo, publicado en alemán y en ruso. En este nuevo documento, Alexievich se propone "escuchar honestamente a todos los participantes del drama socialista", dice el prólogo. Afirma la escritora que el "homo sovieticus" sigue todavía vivo, y no es solo ruso, sino también bielorruso, turcomano, ucraniano, kazajo... "Ahora vivimos en distintos Estados, hablamos en distintas lenguas, pero somos inconfundibles, nos reconocen en seguida. Todos nosotros somos hijos del socialismo", afirma, refiriéndose a quienes son sus "vecinos por la memoria". "El mundo ha cambiado completamente y no estábamos verdaderamente preparados", dijo en una reciente entrevista a Le Monde. Atrapada aún en el espacio soviético, Alexievich indaga con angustia y sufrimiento sobre el fin de una cultura, una civilización, unos mitos y unas esperanzas. Crítica con el régimen del presidente bielorruso Alexandr Lukashenko, la escritora reside la mayor parte del tiempo en el extranjero y últimamente lo hace en Alemania, donde su último libro ha tenido un enorme impacto.
Cartas inéditas de Walt Whitman
Esta antología contiene 2.000 misivas que recogen desde los testimonios de su primera juventud hasta seis días antes de su muerte.
Madrid, 13 may (EFE).- Vividor, libérrimo, amante de la justicia y la democracia, presumido y con debilidad por los amantes jóvenes. Así se dibuja Walt Whitman a través de sus cartas que, por primera vez, se publican en español en Crónica de mí mismo, un epistolario que es la biografía intima del poeta estadounidense. Esta antología de estas cartas, que en su edición inglesa ocupan seis volúmenes, con 2.000 misivas, se publica en español por Errata Nature. De acuerdo con su editor Rubén Hernández, la obra exhibe a un apasionado de Whitman (1819-1855), creador de la epopeya norteamericana y a quien Borges consideraba "el único poeta". El amor, la amistad, el alcohol, las fiestas, la exaltación de los cuerpos, la belleza, la política, la vejez, la muerte, el trabajo de enfermero en los hospitales durante los años de la Guerra de la Secesión (1861-1865), son algunos de los temas de estas cien cartas que muestran el día a día del autor. Los documentos recogen desde sus primeros testimonios de juventud hasta seis días antes de su muerte, por lo que el libro es una suerte de autobiografía del poeta, dice a Efe Raúl Hernández. "Las biografías que existen dejan muchas cosas sin resolver porque Whitman es una personalidad muy compleja y rica, como se ve en el epistolario". Uno de los temas que quedan claros a través de estas cartas es la homosexualidad del poeta. Ya en su mítico libro Hojas de hierba, el poeta había narrado su posición pero, en estas misivas plantea su deseo por los jóvenes, a los que en muchas ocasiones se dirige como: 'Querido hijo'. "En una de las cartas, el poeta le pide a un amigo joyero que, como va a ir a Nueva York, le reserve una habitación con una sola cama porque viajará con su sobrino, pero en la siguiente carta le precisa que viajará con su hijo adoptivo", explica el editor. Un tema que, al parecer, le distancia bastante en aquella época de ciertas amistades, como la del poeta y filósofo Ralph Waldo, su gran amigo pero quien veía este aspecto de Whitman como "algo obsceno", recuerda Raúl Hernández. "¿Has oído decir alguna vez a la gente que la tierra es el cielo o el infierno del hombre, según su manera de actuar o de qué lado se sitúe, del bien o del mal?", dice el poeta en una misiva dirigida a un amigo. Otro asunto revelador de estas cartas, "conmovedor y espantoso" al tiempo, es el dedicado a la labor del poeta en los hospitales para cuidar a los soldados. El hermano de Whitman estuvo en el frente durante los años de la
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Guerra de Secesión y él, conmovido, se fue a buscarlo por todos los hospitales hasta que lo encontró, al igual que con un montón de cuerpos descuartizados o mutilados. Esta imagen siempre acompañó al gran poeta, quien desde ese momento se hizo voluntario y auxiliar sanitario, pero también guiado por su admiración por los cuerpos masculinos y jóvenes a los que regalaba su protección, apunta Hernández. "Querido amigo: Te escribo por si conocieras a alguien que pudiera ayudar a mis soldados. Aún sigo aquí, en Washington, entre hospitales; ya llevo en esto más de siete meses. A medida que pasa el tiempo, parece que se van acumulando los peores casos, los de heridos crónicos y de edad más avanzada, que para colmo se juntan con los nuevos casos que llegan cada semana...". Su físico imponente, su barba blanca y su aspecto bohemio también salen en estas cartas en las que se refleja la alegría y vitalidad de este poeta, al que le gustaba la naturaleza, la calle y encontrarse en ella con unos y otros para hablar de lo que fuera y donde mezclaba vida con política, subraya el editor. EFE
Carolina Sanín: "La literatura en español vive un momento feliz"
"Hay autores interesantes en España, en México, Argentina y también algunos en Chile", subraya, al tiempo que vuelve a eludir citar nombres concretos.
Madrid.-(EFE) Carolina Sanín lo tiene claro, "la literatura en español vive un momento feliz", una opinión que, sin embargo, rehúsa ilustrar con nombres y apellidos, si bien hay quien incluye el de esta escritora colombiana en la lista de aquellos que han hecho posible que eso sea así. "Es así desde hace poco tiempo. Antes, durante unos años, han coincidido grandes nombres, pero no mucha variedad" en la literatura en español, asegura Sanín en una entrevista con Efe. "Hay autores interesantes en España, en México, Argentina y también algunos en Chile", subraya, al tiempo que vuelve a eludir citar nombres concretos. Carolina Sanín (Bogotá, 1973) ha cruzado el Atlántico y se ha presentado en España con su segunda novela bajo el brazo, "Los niños", un texto inquietante, editado por Siruela, que antes ha sido muy bien acogido por crítica y público en su Colombia natal, donde se publicó hace ahora exactamente un año. "Los niños" supone el debut literario en España de esta colombiana que compagina la escritura con la docencia, ya que es profesora en la Universidad de Los Andes, en Bogotá, en cuyas aulas imparte clases de literatura medieval, del Renacimiento y del Barroco, además de creación literaria y traducción. "No soy -asegura- de esos escritores que sólo quieren vivir de la escritura. Me gusta mucho dar clase. Cuando estoy delante de los estudiantes, en diálogo con ellos, surgen muchísimas ideas que alimentan lo que escribo". Profesora, pues, ensayista, articulista, actividad ésta que reconoce tiene un poco olvidada últimamente, novelista y hasta autora de textos de humor y para niños, Sanín vive con ilusión su "debut" literario en España. "Tengo más curiosidad (por conocer la reacción del lector español) que expectativas", dice quien confía que "a alguien le diga algo" esta historia tan original como inquietante que es "Los niños". La historia de Laura, una mujer ya madura, antigua locutora de comerciales, que vive con su perro Brus, lee "Moby Dick" y es 10
asidua de los centros comerciales, a cuya puerta llama un día un niño de la calle que dice llamarse Elvis Fider, y a quien ella prefiere llamar Fidel. "Laura -escribe Sanín- pensó que podía ser bueno vivir y caminar con un niño al lado para decirle, a veces, hacia dónde mirar". "Aunque sea un libro -continúa- sobre la relación de una mujer adulta y un niño pequeño, es en realidad un encuentro entre dos niños solos. Y son inquietantes porque, de alguna manera, no son personajes". Una historia, en definitiva, en la que hay "mucho de personal. La experiencia que nos vincula a todos y la más radical, la de ser hijo de una madre", afirma quien se acuerda de la niña fantasiosa que fue. Esa fantasía "desbordante" ahora le permite ser escritora. "No sé -y ríe a carcajadas- si no me ha llevado a ser una mujer adulta paranoica. Era una sensación (tanta fantasía) de vivir en dos mundos y no saber si el mundo cambiaba de repente o a cada instante, de un día para otro". En un segundo plano de esta novela "compacta, sin disgresiones", de poco más de 150 páginas, "más un cuento o una fábula", reconoce quien la ha escrito, puede intuirse el conflicto violento que vive Colombia, si bien la tendencia de Carolina Sanín es a eludir "una literatura de coyuntura". "La violencia -explica- entra en la novela de una manera tangencial, casi, casi secundaria. Se asoma a través de grietas, pero cuando lo hace es de una manera muy agresiva". Una violencia que cree no desaparecerá aunque haya acuerdo en las conversaciones de paz que el gobierno colombiano celebra desde hace meses con la guerrilla. "Espero que el proceso de paz se lleve a cabo y concluya satisfactoriamente. Es necesario que se firme con todos los grupos guerrilleros, no solo con las FARC". Ahora bien, la autora afirma que no cree que ello suponga el fin definitivo de la violencia. "Es el final -dice- de una guerra, pero no el de la violencia. Hay muchas personas -recalca- en mi país que viven de la guerra".
ANA MARÍA VELÁZQUEZ ANDERSON
Como la niebla con olor a café colado, La Oculta, nueva novela de Héctor Abad Faciolince “Es, a la vez, moderna, y muestra la grave fragmentación contemporánea antepuesta a la necesidad de unidad para poder mantener la herencia de los antepasados, espiritual y material” Los encuentros fortuitos casi siempre están cargados de una simpatía inicial que facilita la conversación y el intercambio. Esa tarde en Medellín, Héctor Abad Faciolince estaba en un trueque de libros, justo antes de ir a la piscina a hacer sus reglamentarias brazadas diarias que le mantienen ese tono de piel casi mediterráneo, en una ciudad sin mar. Me lleva la amiga Mafer a saludarlo. Llegué con su nueva novela La Oculta. Me la firmó y preguntó por Venezuela. Me llamó la atención que sabe mucho del país y, después de una conversa sobre fincas, entre suaves modulaciones de voces antioqueñas y, no tan suaves, caraqueñas, seguí mi paseo por la ciudad, queriendo ya ponerme a leer. Leí La Oculta en tres sentadas. La comencé esa misma tarde y la terminé poco después de mi regreso a casa. Me atrapó desde el primer momento. Siento que la novela es un homenaje a la tierra antioqueña, al campo fértil, a su montaña de niebla donde se da el más sabroso café colombiano. Es, a la vez, moderna, y muestra la grave fragmentación contemporánea antepuesta a la necesidad de unidad para poder mantener la herencia de los antepasados, espiritual y material. La Oculta es la finca de la familia Ángel y en ella ha transcurrido la vida de varias generaciones. A la muerte de la madre, Anita, las dos hijas, Eva y Pilar, y el hijo, Antonio, se reúnen en la antigua casona y sus voces comienzan a hilar la historia. En una narración a tres voces el autor explora la toma de conciencia de los cambios necesarios a los que la vida y las circunstancias empujan, cambios que implican, muchas veces, el sacrificio y la renuncia, no porque se deseen sino porque la misma vida los impone. Antonio es el violinista mundano que vive en Nueva York. Sueña con regresar a la finca y vivir una vida idílica con su pareja masculina Jon. Es el guardián de la memoria. Hurgando en viejos papeles y en los archivos de Jericó reconstruye la génesis del pueblo, fundado por antepasados judíos y vascos, en una especie de experimento social que se basó en la repartición equitativa de las tierras y no en la tradición colonial de opresión y trabajo casi forzado del pobre. Pilar es la guardiana de la finca. Remodela constantemente y se niega a vender y marcharse. Es la hermana más tradicional mientras que Eva es la liberal. Esta ha sufrido la violencia que impusieron los grupos armados que azotaron la región de Antioquia por muchos años. Eva es la mujer que huye. No se aferra ni a la finca ni a sus maridos. Representa el ser existencial en su más pura manifestación, sin ataduras ni pertenencias, sintiendo su plena realización en su libertad. 11
Los tres están al final de un ciclo: tienen que vender la finca. Mas el apego a la tierra hace imposible una ruptura fácil y sobreviene el dolor. La Oculta es la historia de la fractura inevitable que marca los ciclos del tiempo. Al final, en una reminiscencia al talar de los cerezos chejovianos, los árboles de teca van cayendo bajo el peso de las motosierras, en los campos ya vendidos, y, en su caída, arrastran los sueños y las expectativas. Actual y fresca, esta novela se cuela ligera como el olor a café en una mañana que despunta y llena de dorados y ocres el corredor delantero de una vieja casona de finca. Narrada con maestría y profundidad, la novela distancia del ajetreo citadino y mantiene en vilo al lector hasta que cierra la última página.
DANIEL FERMÍN
Inés Quintero: "Nadie puede controlar el conocimiento del pasado" "Queremos que la Academia de la Historia tenga mayor visibilidad, mayor presencia digital", señala la historiadora.
La Academia Nacional de la Historia de Venezuela (ANH) tiene nueva junta directiva. El pasado jueves, tras una votación en la que participaron los Individuos de número de la institución fundada en 1888, Inés Quintero (Caracas, 1955) fue electa como directora para el período que va de 2015 a 2017. La investigadora se convirtió así en la segunda mujer en presidir el ente luego de que Ermila Troconis de Veracoechea asumiera el cargo en 2003. Inés Quintero sustituye así en el puesto a Ildefonso Leal, que murió en el mes de junio. Otros cinco nombres también tendrán diferentes funciones (ver el contenido relacionado). "Estar al frente de un organismo de semejante envergadura es una enorme responsabilidad. Por el momento que vivimos, por lo que significa la Academia, que es la más antigua de Venezuela que se ha dedicado a la reflexión sobre el pasado del país. El patrimonio que tiene es un referente icónico", dijo la Doctora en Historia, que ingresó a la ANH en 20050. Inés Quintero ya tiene planes para su bienio en la dirección: ampliar el alcance del ente. "Hay que hacer mayor énfasis en que es una institución que está al servicio de la sociedad. Que esté más volcada hacia el país, que haya la posibilidad de involucrar a otros actores, sumar a los estudiantes e investigadores de la Escuela de Historia. Hacer foros y talleres de actualización sobre el tema. Que pueda consolidarse como un organismo de 12
convocatoria para el debate y la discusión. Tener mayor presencia digital, que tenga mejor difusión". Porque, en tiempos en los que las ideologías intentan apropiarse del pasado, el historiador debe provocar una reflexión. Sugerir, debatir, opinar. "Uno debe prender las luces, no para ilustrar a la sociedad sino para que haya la opción de que la gente se acerque libre y de manera plural al conocimiento de su historia. Ninguna institución ni ninguna persona puede dictaminar ni regir ni controlar el conocimiento sobre el pasado. Lo que sí debe es abrir las posibilidades para que eso sea lo más abierto, lo más amplio y crítico. Ese, en parte, es nuestro papel". La designación de Quintero como directora de la ANH no afectará su labor de escritora. Ambas cosas son compatibles. Ya antes había sido vicedirectora secretaria del organismo y no debaja de publicar libros. "El hecho de que tenga una productividad bibliográfica sostenida establece una sinergia. Yo seguiré investigando. Me corresponde tratar de establecer una rutina que permita compaginar mi actividad como investigadora, que es mi esencia, con mi faceta de administradora. Tratar de que las cosas que ocurran en la Academia tengan visibilidad. Aquí hay tesoros por difundir", concluyó Quintero. La nueva junta directiva de la ANH tratará de acercar aún más la historia a la gente.
Llenos y vacíos: a propósito de algunas novelas de José Balza:
Rafael Fauquié “Nada de cuanto somos puede explicarse sin la ciudad”, ha dicho José Balza. Desde luego, Caracas no es Venezuela pero mucho de lo que es la Venezuela de hoy no podría entenderse si no se comprendiese esa suma de distorsiones, esa permanente multiplicación de inconclusiones que es Caracas. Símbolo de la moderna Venezuela, Caracas pareció convertir su propio caos en distintiva característica de una contemporaneidad nacional. En las contradicciones caraqueñas, con sus muy efímeras permanencias y sus muy desdibujados linderos, parecieran encarnar las contradicciones de Venezuela toda. Nuestra ciudad capital es, sobre todo, confusión. Pareciera crecer a saltos y en el sobresalto. Es caos incesante, hacinamiento desarticulado. Hasta hace poco pueblerina y hoy urbe cosmopolita, en Caracas parecen cruzarse muchos caminos. Los linderos caraqueños crecen sin cesar y abarcan más y más de los espacios de su envolvente valle. Contraste entre la vitalidad de lo urbano y el sopor de la provincia. Ciudad y provincia distanciadas por tiempos diferentes: viajar entre Caracas y el interior de Venezuela es regresar en el tiempo; un ir y venir entre épocas disímiles. En su novela D (“D” de delta: el Delta del Orinoco, desembocadura del gigantesco río en medio de una exuberante confusión vegetal y acuática) José Balza ubica en las selvas que rodean al Orinoco el contrapeso absoluto a la rapidez y el desasosiego caraqueños. Allí la naturaleza se adhiere a los objetos imponiéndoles su propia quietud, su grandeza, su ritmo. Un personaje de la novela, famoso locutor de radio, se traslada a esas selvas para desaparecer definitivamente de la vista y de la memoria de todos: “Porque todo lo he tenido, y a todo renuncié lentamente, queriendo saber qué pasaría al despojarme”. Viajar al Delta es desvanecerse al interior de una inmensidad que, simbólicamente, pareciera revelar al personaje su propio desvanecimiento individual. Sin embargo, ese contraste coincide con el planteamiento de que, también la provincia vive y, a veces, logra expresarse con incontenible fuerza. También en D, Balza incorpora largas alusiones al arte cinético: expresión estética del movimiento y del color, un nuevo lenguaje plástico que convierte a la obra de arte en figura cambiante que el espectador recrea en la acción de sus movimientos y miradas. Balza menciona a Jesús Soto y a Alejandro Otero: los dos, como el propio Balza, oriundos de esas apartadas regiones del sur del país; ambos protagonistas centrales de la aventura plástica del cinetismo que ha llegado a introducirse en los principales museos y mercados artísticos del mundo. En este fenómeno, sugiere Balza, encarnaría uno de los signos de la modernidad venezolana: ser expresión de muchas convivencias contradictorias. Así, en medio de la “nutritiva desolación” del sur de Venezuela, en esos espacios inmensos y vacíos, ha nacido un arte definitivamente actual, novedoso. Es la vitalidad de lo ignorado, la voz de lo olvidado que habla. En Setecientas palmeras plantadas en el mismo lugar, Balza desarrolla otra variante del tema oposición ciudad-provincia; ahora en el contraste entre el lugar de origen, un pequeño pueblo dejado atrás, y un presente citadino en el que prevalece, sobre todo, el desconcierto. La memoria del protagonista se remonta a su vida infantil, transcurrida en el pueblo de San Rafael. Junto a la evocación del pueblo, serán, también, las visiones de intimidad, 13
cercanía y afecto asociadas a la figura materna: “Mi madre: otra faz de este pueblo y mi niñez... son los últimos puntos de una línea melódica que ya acabó.” A esa imagen se opone la borrosa imagen paterna: sugerencia de una errancia sin término; símbolo de lo incomprensible y, eventualmente, también de lo amenazante: “Y era mi padre –el otro, el hombre indiferente y terrible, ebrio de secretas márgenes- quien descendía, distante, amenazador, hacia el niño que lo esperaba sorprendido con los pies dentro del agua ... Volvió en un incontenible hervor de figuraciones la fuga de mi padre y aquellos terribles regresos suyos, impregnados de alcohol y golpes.” Es la divergencia entre lo afirmativo: madre, pueblo, infancia; y lo negativo: padre, inconsistencia, adultez. La madre, el pueblo y la casa de la infancia son los signos de viejos asideros que, definitivamente, fueron perdiéndose. El padre, la errancia, la confusión urbana serían los atributos de un presente de extravío. Contraste entre un origen provinciano al que no es posible regresar y un desconcertante presente citadino del que resulta imposible escapar. Sin embargo, a la postre, prevalece el planteamiento de que tanto la provincia como la ciudad se asemejan en la misma confusión de sus signos. Que la insatisfacción y la desorientación están presentes tanto en una como en la otra, y que ninguno de los personajes logra, a fin de cuentas, extraerse a ellos: “Cuán lejanos sintió a su aldea, a los amigos del Liceo: y sin embargo, cuanta proximidad entre ellos y estos desconcertantes y simples tentáculos de la ciudad”, leemos en Setecientas palmeras plantadas en el mismo lugar. Contraste de espacios, pero, a la vez también, semejanzas; de alguna manera: oposición espacial y similitud ambiental. Balza, oriundo del Delta del Orinoco, llegó a Caracas siendo muy joven. El trepidante ritmo de la ciudad lo maravilló y, a la vez, lo aterró. Deslumbramiento y rechazo, atracción y repulsa. Balza ha comentado que, con regularidad, precisa alejarse de Caracas para regresar a su Tucupita natal. Que necesita vivir en la ciudad pero que también necesita alejarse de ella. Y que lo mismo le sucede después de un tiempo transcurrido en la provincia. Alejarse de la ciudad y alejarse del pueblo: los dos, por igual, terminan por confundir; en una y otro encarnan la desorientación. En Venezuela también los recuerdos suelen ser vacío. Vacío de lo que nunca importó. Vacío de lo que casi todos ignoran. En D, Balza evoca una serie de sucesos relacionados todos con la historia del río Orinoco: la llegada de Colón a la desembocadura del Delta; luego, treinta años después, la travesía del gran río por Diego de Ordaz y, más tarde, el arribo de Lope de Aguirre y de Walter Raleigh; y, finalmente, los minuciosos testimonios del sacerdote jesuita Gumilla durante sus viajes por el sur del país a finales del siglo XVIII, una distancia de poco más de doscientos años, en modo alguno excesiva, pero que en Venezuela pareciera ser abrumadora; en todo caso, suficiente para haber sepultado al personaje y a sus peripecias en el más absoluto olvido. Nadie en Venezuela, concluye Balza, recuerda nada de esto. Balza convierte todas estas imágenes en vivacidad poética. Con su palabra, muestra que nombrar es resucitar; un traer de vuelta lo olvidado, un llenar el vacío del olvido y del desinterés, un cubrir con significados vivos un tiempo muerto, un poblar de personajes y anécdotas y leyendas y poesía un espacio hueco.
Es el vacío del silencio emparentado a otro vacío: el de la lectura. Dos vacíos que aluden a un silencio que cubre demasiadas cosas. En su libro La actualidad de lo bello, Gadamer describe el mundo del arte como un encuentro constante entre dos copartícipes: de un lado, el autor; del otro, el público. Comunicación no necesariamente armoniosa, pero, en todo caso, intercambio, diálogo, encuentro. En nuestro país no es perceptible la “fiesta literaria” de la que habla Gadamer. “¡Venezuela es el único caso que conozco -me comentaba hace años un asombrado editor español- donde sus escritores no son leídos por los propios venezolanos! ¡No hay lectores venezolanos para los escritores venezolanos!”. En su novela Percusión, Balza se refiere al viejo poeta, Arcaya Vargas, “un poeta valioso”, el mejor de su país, a quien, sin embargo, nadie conoce “por sus versos sino porque su mujer lo
dejaba”. La obra del artista, valiosa y meritoria, es, sin embargo, ignorada por un público que no sabe de él sino el escándalo que cubre su vida personal. “Su gloria nacional –concluye Percusiónestaba fundada menos en la posible certeza de sus libros que en el escándalo con que su mujer lo abandonaba por un joven político.” En Viejo, la última novela de Adriano González León, su protagonista se aferra a su escritura como un único y último asidero posible; una apuesta que sabe perdida de antemano: “No sé que hacer con esta página no sé donde caben las páginas...” Páginas que “no caben”, páginas que nadie leerá: emblema del vacío de una ausencia de respuesta alrededor de un acto creador que trata de cubrir con sus voces el infinito silencio de quienes no escuchan. Vacío de las palabras escritas y no leídas, vacío de las palabras sin eco, vacío del silencio…
ENTREVISTA AL POETA JESUS ENRIQUE LEON Por Gorquin Camacaro.
Poeta, dramaturgo y ensayista, venezolano, ha publicado: El ángel de la poesía (1995); Códigos (1997); La cuarta irreverencia (1998); Cantos para la última noche (2000 y 2005); Reconciliándome con el diablo (2001); Detrás del sol (2002) y Caminos de ira (2006); con este último obtuvo uno de los premios del I Certamen Mayor de las Artes y Letras de Venezuela. Jesús Enrique León se desempeña como Coordinador de los Centros de Creación Literaria de Carora con sede en la Casa Chío de la UCLA, estado Lara, es Sumo Sacerdote de la República de Guarimure. En el área investigativa ha diseñado y aplicado el método de “Contracción y Expansión Creadora”, para la actuación teatral y la “Teoría de la Abstracción de la Palabra Poética” y el método para su aplicación. Ha recibido innumerables reconocimientos y distinciones y su obra ha sido objeto de estudio por parte de investigadores y tesistas. Dentro de su obra también figuran Teoría de la Abstracción de la Palabra Poética; La abeja en el muro y Poemas para Úrsula. -Qué es la poesía para Jesús Enrique León? No había pensado en definirla nunca; he aprendido a vivir en ella y con ella e invitar a otros que la habiten, si hay algo que para mí pueda definirla es “el ser y el hacer del hombre hechos de palabras elevadas para que todos puedan verla y elevarse también para alcanzarla en su vuelo” -Desde cuando se hizo o se dio cuenta que tenía habilidad para construir metáforas Mi familia está hecha de letras, por lo que las fiestas y reuniones familiares se hacían alrededor de la palabra, los poetas iban a recitar y los trovadores con sus guitarras reunían sus voces para exaltar los momentos de júbilo, y los niños, queriendo ser reconocidos por los adultos aprendíamos poemas y los declamábamos; así fueron apareciendo ante la muchachada, los poetas mayores con sus cantos hasta que un buen día nos atrevimos a escribir los nuestros; yo que era el menor de los hermanos tendría nueve años cuando salí al ruedo con el atrevimiento de un niño. Ya en bachillerato, rodeado de maravillas femeninas, entendí que lo que escribía podía llegar más lejos y a los quince años mis líneas fueron multiplicadas por la prensa local y luego por las revistas literarias; Mérida vino luego con su enloquecedor reto de poetas atrincherados, lo demás fue Ira y sus conjuros. -Hablemos de los centros de creación literaria. Qué son? 15
Cuando es el encuentro este año? Los Centros de Creación Literaria (CCL), son unidades de poetas y aprendices de poetas que se forman a la luz de la Teoría de la Abstracción de la Palabra Poética; cada CCL se reúnen una o dos veces por semana a estudiar la teoría, discutir, escribir y leer; cada grupo de participantes que pueden niños, jóvenes o adultos, avanzan sobre la teoría al ritmo que deseen, en total deben estudiar siete abstracciones de la palabra, aportando elementos nuevos a la voz del poeta o del aprendiz; cuando el participante está en proceso de adquisición y dominio de las tres primeras abstracciones está en su periodo al que llamamos “Aprendiz de la Palabra”, posteriormente pasa a estudiar y dominar las siguientes cuatro abstracciones entrando al periodo de “Crisol de la Palabra”; cuando ya ha dominado las siete abstracciones y escribe poesía basado en su aprendizaje y experiencias, el poeta abandona el recinto de aprendizaje para crear su propia voz, ya sea aplicando lo aprendido o rompiéndolo para abordar la creación desde su esencia. El poeta se da licencia para partir a sus propios caminos, en ese momento se encuentra en el periodo de “Aventurero de la Palabra” y cuando desea volver a los Centros de Creación Literaria, lo hace como “Oficiante de la Palabra” que son los poetas que enseñan en esta escuela de poesía, la escuela de los poetas Guarimuranos. Anualmente la República de Guarimure y la UCLA través de la Casa Chío Zubillaga unen sus esfuerzos para recibir a cientos de invitados y público en general en el Encuentro Nacional de Centros de Creación Literaria que hasta hoy tiene 18 ediciones. -Además de los actos poéticos en la República de Guarimure y la Casa Chío. que otras actividades realizan, antes diga para el lector de esta revista , qué es la República de Guarimure. La República de Guarimure nace como una necesidad de darle estructura, vida y continuidad a la reunión que anualmente convoca a un importante número de creadores venezolanos, en ella habitan poetas, novelistas, músicos, artistas plásticos, bailarines, performistas e intelectuales; su sede física está ubicada en la ciudad de Carora, en la casona que da cobijo a la Fundación República de Guarimure; con la que no hay que confundirla; la República es el ente etéreo que coexiste con todos los tiempos y espacios de la creación y en la que se dan las discusiones poéticas y filosóficas tendientes a refundar cada capítulo del hombre y aporta su existir para que tengamos razón
y locura a la vez, por su parte la Fundación República de Guarimure es una República Cultural Austosustentable en la que coexisten instituciones culturales, humanísticas y de las ciencias sociales que hacen vida activa en la ciudad de Carora; cada institución es un estado confederado que posee autonomía propia para su funcionamiento pero que aporta ideas, acciones y recursos a la fundación para que continúe impulsando el enaltecimiento del arte y la cultura. Guarimure, en lenguaje Axawa quiere decir “El lugar de todos los lugares”, de allí que donde me leas hoy, estarás en el espacio de la República de Guarimure. En La Fundación República de Guarimure la actividad es constante ya que sus confederados nunca descansan en su trajinar por los derroteros del hacer, de allí que semanalmente haya actividades de importancia; La Galería La Esquina del Poeta, uno de los confederados, conducida por la reconocida artista plástico Úrsula Rey presenta dos exposiciones al año, una colectiva y una individual, para este año está prevista la individual de la pintora Yodselys López a finales del mes de octubre; Danzas Wa Kon, bajo la tutela de la bailarina Leonela Timaure presenta dos eventos de alta factura al año, lo mismo hace la escuela de guitarra dirigida por Cecilio González; La poeta Olimpa Bracho al frente de la Biblioteca Armando León Ferrer convoca a ciclos de conferencias trimestrales sobre diferentes tópicos y el Centro de Estudios Aplicados Úrsula Rey contribuye a la formación integral en las áreas de la Comunicación y la Plástica; y la Cofradía Bolbochán, encabezada por Oris León, María Elena López y Aníbal Castro realizan el Gran Prix de Ajedrez, el cual se realiza durante todo el año con una importante serie de torneos. En agosto en el emblemático Centro Lara de Carora se celebra el Festival de la Cultura Guarimurana, escenario para la muestra de todas las
verdades que viven en el seno de la República y se muestran a la colectividad. - Imagino que ha leído la Revista Carohana...que opina de la misma , dirigida por su paisano y colega literario Juan Paez Ávila. Carohana no es sólo una revista; es también la culminación de un sueño que muchos tenemos y que Juan materializó, presentando una magnífica opción que eleva la creación en grado superlativo sin hacer uso de estrategias extrañas que beneficien a algo más que no sea la vida. Carohana, es mía, es de todos, es bien colectivo; si la leemos, si la habitamos entenderemos el valor de entregar lo que somos sin importar nada a cambio, sólo el placer de saber, que hay muchos otros que también lo harán. La calidad, el cuidado y la convocatoria plural son apenas muestra del universo que esta revista abre. -Qué escritor o escritores incitan tu creatividad poética. Mi primer amigo fue Neruda, sin duda alguna. Su voz todavía me acompaña en algunos textos, no dejo de leer a Aquiles Nazoa, me rio, lloro y reencuentro en lo que él representa para la libertad. Gerbasi columna vertebral de la vida y el entender el ser poeta, Jesús Enrique Barrios porque lo leo hasta el cansancio y siempre encuentro algo en los versos que creía haber concluido. Y todos los poetas que nacen en los Centros de Creación Literaria, que son un grito a la existencia. -Actualmente qué proyectos tiene en mente, especialmente en el área cultural o algún libro de poesía pendiente... Una novela que estoy concluyendo, “Cosmogonía de los Ausentes”, título que seguro cambiará la casa editorial, este es un proyecto muy especial porque habita una actividad conjunto con mi amada Úrsula Rey, quien le dará vida a la concepción plástica de un mundo que creamos juntos. Un poemario “Poemas Espantosos”. La continuidad de la República de Guarimure hasta
José Pulido EL ALACRÁN Unos recuerdos que pongo en el papel. En estos días supe de que un niño fue picado por un alacrán y recordé que a mí me pasó algo parecido. Es una picada muy dolorosa. Y no sé por qué todavía recuerdo ese dolor: soy escorpión. Debería resbalarme. Bueno: todo sirve como pretexto para escribir. Mi hermano menor y yo corríamos por el patio con los pies descalzos. Hoy pienso que tal vez no usábamos las alpargatas porque nuestro patio rezumaba frescura, gracias a las sombras mojadas de los mangos, los nísperos y los plátanos. La radio estaba anunciando que había caído el dictador y nosotros seguíamos persiguiendo (“!pío pío pío!”) a un pobre pollo, imaginándonos (“!bang! ¡pum! ¡suáz!”) que éramos vaqueros o guerreros implacables tras un pobre enemigo. Fue entonces cuando un dolor agudo y terrible se apoderó de mi pie izquierdo y sentí el escalofrío del pavor porque no había concluido el proceso de imaginar y estaba seguro de que tenía una lanza clavada hasta el hueso. Me desmoroné de mi caballo que lucía una estrella en la frente y mi hermano pensó que imitaba a un héroe caído en combate y se tiró al suelo desde su caballo blanco que carecía de estrellas en la frente pero gozaba adornado con una crin que parecía un abanico. El asunto es que yo estaba llorando de verdad y la radio continuaba su absurda perorata respecto a que el dictador había salido huyendo y mi mamá ante los gritos ocupó el marco de la puerta y se asomó con cara de que le faltaba poco para el guiso perfecto. Al ver que me revolcaba y gemía y me quejaba de verdad, se acercó al lugar de batalla mientras el pollo se acurrucaba contra la tela metálica del patio y daba gracias adiós a su manera, con sus ojos redonditos y saltones, porque la persecución no proseguía. Entonces vi el alacrán que me había aguijoneado y mi madre también lo descubrió mientras se hacía el inocente tratando de esconderse debajo de una piedra. La venganza de mi madre lo alcanzó y lo aplastó con su zapato vengador, pero mi pie se estaba hinchando y ella le ordenó a mi hermano “busca al señor Medardo” y yo pensé “me jodí” porque el señor Medardo era un hombre que poseía demasiada crueldad. Y la repartía. Cuando la gente necesitaba convertir su cochino favorito, bien
EL UNO Y EL OTRO Con su lengua de seda y telaraña Dios procede a soñar Con su lengua de brisa que penetra el abismo de una corola Dios prueba la poesía Con su lengua de pez a punto de ser tragado Dios habita en las palabras del poeta Con su niñez entre pecho y espalda el poeta compone un oído para escuchar los pasos de la luz La espera del destino es una flor de sal en el desierto y Dios saca su lengua de sombra de camello Bajo el peso de tantas veces que pasó la luna el poeta sufre un ala rota Dios jamás ha usado sus pies para correr los poetas no pueden huir a ras de ejidos aunque vayan dejando un alpiste de amores por la senda El poeta le asigna un verso a los ángeles y establece la soledad los ángeles sólo se posan en el centro mismo del amor. El poeta con su voz de sueño anegado tendrá que cantar Dios le ha dado el dolor para que sufra en las alturas Con sus ojos de poeta enfermo Dios mira la alegría y se alegra
engordado, en chicharrones y carne deliciosa, además de tocino y manteca para las hallacas y otras comidas, ¿a quién acudía? ¡al matador de cochinos! ¿Y quién mataba los cochinos como beberse un vaso de agua? ¡el señor Medardo!. Él le quebraba la cabeza con un garrotazo al cochino sentenciado y después de meterlo en agua hirviendo para ablandarle la pelambre, lo degollaba y lo iba troceando con gran serenidad y precisión. También capaba perros, gatos, caballos y cuando mi hermano y yo nos poníamos demasiado fastidiosos nos decían que podían caparnos si seguíamos con la jodienda. Por lo tanto era natural que tembláramos de miedo ante la presencia del fulano señor Medardo. Aquel día se apareció en casa seguido con timidez por mi hermano. Me vio el pie, sacó uno de sus afilados cuchillos y me cortó en el sitio de la herida. Exprimió mientras yo me orinaba de dolor y ni siquiera me decía algo cariñoso o “no te preocupes que ya pasará”. Después de extraerme un chorro de sangre supuestamente envenenada, me puso un emplaste de hierbas que sacó de un frasco oloroso a aguardiente y le prometió a mi mamá que mañana amanecería completamente sano. En vez de decir que evitara la ida a la escuela. “No le aconsejo que vaya a la escuela con esa picadura de alacrán”. Nada parecido recomendó. Y eso que se le notaba lo analfabeta. Ha podido apoyarme. Mi mamá le preguntó “¿cuánto es?” con un tono que podía significar “si no me gusta el precio puede devolver el veneno al pie del muchacho” y el señor Medardo le respondió con voz de gigante más grande que las montañas de alrededor: “nada” y mi mamá le ofreció un café con arepa dulce que el gran capador aceptó complacido. Bebió, comió y regresó a su vieja casa, comentando “vamos a tener gobierno nuevo”. Y ahí fue cuando le pregunté a mamá “¿qué es un dictador?”.
POEMAS EN EL VERANO LEJOS La invisible tormenta que las flores esparcen adereza el llanto de las crías miles de seres celestiales se alejan en la línea de humo lo ha observado cuando el celaje de la ardilla agita el verde abanico podría besarla si ella estuviera contenta escuchando el burbujeo de la cerveza pero da igual que se desahoguen las ruedas de la bicicleta sobre la grama donde sus labios tiemblan
El imaginario teatral venezolano (II)
Como continuación de la segunda parte de la serie ofrecemos una entrevista a Roberto Lovera de Sola, historiador, escritor y crítico de teatro
CATHERINE MEDINA MARYS
Hombre de letras: historiador, escritor y crítico de teatro, miembro fundador y activo de la Fundación Francisco Herrera Luque, que labora en los espacios de la Biblioteca Los Palos Grandes, donde es coordinador de Los Tertulieros se reúnen. Recientemente fue orador de la tertulia dedicada a Leonardo Azparren Giménez con motivo de su antología Clásicos del teatro venezolano. He aquí sus comentarios e impresiones sobre nuestro imaginario teatral. A su modo de ver ¿cuándo comienza la dramaturgia venezolana? El teatro venezolano comienza con Virginia de Domingo Navas Spínola, que es un gran elogio a la libertad utilizando elementos de la historia del imperio romano. Navas Spínola es una gran figura pero poco conocida, compañero de Andrés Bello durante sus años como universitario. Virginia fue una pieza bastante costosa de conseguir para la Antología. De hecho en conversaciones previas con Azparren Giménez aclaró que una de lasépocas más prolíficas del teatro venezolano fue precisamente la época colonial, pero que lamentablemente se conservaron muy pocas piezas de este período Eso es cierto. Por otra parte, Arístides Rojas señala como primera pieza de la dramaturgia venezolana el Auto Sacramental en honor a Nuestra Señora del Carmen, con elementos también prestados de la mitología grecorromana. Lo único “caraqueño” en esa pieza es el personaje de Raposanta, que es un mendigo que, entre otras cosas, termina vaticinando el terremoto de 1812. Hay que recordar también que el primer género literario que apareció en Venezuela fue el teatro, después de la poesía. ¿Incluso antes que el cuento o la novela? La literatura venezolana es retomada en los años posteriores a la guerra de independencia, antes de este período no tenemos ninguna noticia de algo que pueda pertenecer a un género narrativo en Venezuela, Lo hubo en otros lugares como Perú y México, De hecho, la primera novela de Latinoamérica se publica en 1816 escrita por un autor mexicano. ¿Qué factores influyeron para que el teatro fuese el primer género en desarrollarse? Alrededor de 1784 se inaugura la primera sala de teatro en Caracas, que quedaba en la esquina del Conde. En ese período se escribieron y montaron muchísimas obras de teatro en Caracas, obviamente no de autores venezolanos porque hasta la llegada de Andrés Bello no se tiene ninguna información sobre piezas escritas por venezolanos
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A excepción del Auto Sacramental Salvo por esa pieza, que está incompleta y cuya fecha de publicación se desconoce. En el caso de Andrés Bello, en cambio, sabemos con exactitud que su Oda a la Vacuna fue escrita en honor al médico Balmis, introductor de la vacuna contra la viruela en Venezuela. ¿Cómo comienzan a pulular los grandes temas del teatro en el imaginario venezolano? Depende en gran parte del período histórico. Los dramaturgos que escribieron en los años posteriores a la guerra de Independencia de Venezuela dedicaron sus escritos a la libertad, la lucha contra el poder despótico y el patriotismo, muchas de las piezas de la antología de Azparren Giménez tratan esos temas. Luego se desarrollan temas más universales y desgarrados. Es importante destacar que al final del siglo XIX el gran éxito de la época es Madame Bovary, de modo que comienzan a diversificarse las situaciones en el imaginario popular. Más que temas universales, ¿cuáles han sido las temáticas, planteadas por nuestros dramaturgos, que han distinguido la dramaturgia venezolana de cualquier otra? Aquellas que representan al país. En el caso de José Ignacio Cabrujas, por ejemplo, el temadel fracaso generalizado en sus argumentos fue su sello característico. Para Isaac Chocrón, la familia escogida fue una verdad indiscutible y una arteria de su dramaturgia. De una forma u otra, los dramaturgos venezolanos han tenido el deber y la necesidad de leer la palma del país y llevarlo a escena; eso es precisamente lo que ha marcado nuestro imaginario.
Enrique Viloria Vera
Carolina Pirela: del desencanto a la esperanza “En el corazón de todos los inviernos vive una primavera palpitante, y detrás de cada noche, viene una aurora sonriente”. Khalil Gibran La obra reciente de la artista zuliana Carolina Pirela, ahora de Niño, es una sucesión de sorpresas y emociones, en las que habitan por igual la esperanza y el desencanto, anverso y reverso, envés y revés de todos aquellos que buscamos la escurridiza felicidad. No quisiera caer en los criterios estrictos y clasificatorios de los críticos convencionales de artes plásticas, pero realidad y curiosidad obligan, la obra de Pirela va y viene – como carrusel emotivo – del expresionismo al simbolismo, del surrealismo a la figuración plena, de la evocación al intimismo erótico, nada ajeno pues, diferente, distinto, a los seres humanos que somos plurales, múltiples, varios: nunca unidimensionales. Nocturna y luminosa, visible y embozada, evidente y oculta,
legible y críptica , negra y colorida, la obra de Pirela requiere ser examinada con una mirada múltiple más allá de lo que la madera, el lienzo y el papel explicitan, sin que puedan ser soporte suficiente para esclarecer las plurales emociones de la artista. Despojémonos entonces de gringolas plásticas, de prejuicios estéticos, de conceptos estrictos, de enfoques restringidos que limitan la correcta apreciación de esta propuesta – fresca, insolente y lúdica – que Carolina Pirela nos ofrece para aniquilar cualquier desencanto pasado, como bien lo afirma Jean Paul Sartre: No perdamos nada de nuestro tiempo; quizá los hubo más bellos, pero este es el nuestro.
CRÍTICA:PENSAMIENTO Huelga general
JAVIER GOMA LANZON
El mejor antídoto contra el totalitarismo de los fines es una sabiduría que emparenta con la filosofía, el arte, y con el sentido del humor La distinción entre el talento y el genio y la descripción de sus contrapuestas características merecerían un enjundioso artículo, pero hoy prefiero indagar la diferencia entre la inteligencia y la sabiduría. Todos conocemos personas inteligentes a las que diríamos que les falta un poso de sabiduría; y al contrario, personas a las que no vacilaríamos en llamar sabias pero que no nos impresionan especialmente por su inteligencia. Siendo inteligencia y sabiduría dos modos intelectuales de aproximarse al mundo, ¿qué cualidades objetivas tienen sus poseedores que justifican esta diferenciación conceptual? Es inteligente el hombre industrioso, "fértil en recursos", como llamó Homero a Odiseo. La inteligencia es la facultad de identificar los instrumentos más adecuados para conseguir un fin previamente dado y de usarlos con habilidad y eficacia. En un tipo ideal puro (por tanto inexistente como tal), la inteligencia sin mezcla de sabiduría es una razón instrumental que toma cuanto existe y lo torna utensilio (pragmata): el mundo entero es una caja de herramientas para ella. El científico y el empresario son dos de los paradigmas más acabados del hombre inteligente. El científico descubre leyes en la naturaleza que luego la tecnología aprovecha para su tarea de innovar; el empresario combina recursos materiales y fuerza del trabajo para suministrar productos al mercado: las innovaciones tecnológicas y las mercancías satisfacen los deseos humanos. Como el corazón no deja nunca de desear, los hombres inteligentes son los agentes principales del progreso de la civilización. Mucho de lo verdaderamente noble en el hombre tiene matiz de gratuidad: la amistad, el regalo, la oración, la fiesta y el juego Ahora bien, llega un momento en el que uno se interroga por el propósito de tanto progresar. Los deseos del corazón son los fines a los que sirve la inteligencia; por tanto, la inteligencia instrumental recibe los fines desde fuera y no se pregunta por la naturaleza de éstos. Se necesita un sentido nuevo -una estimativa- para el enjuiciamiento de los fines. Esta segunda facultad intelectual, distinta de la inteligencia, es la sabiduría. Sabio es quien ha desarrollado una finesse para discernir, de entre el océano sin riberas de lo humanamente deseable, hermoso y gozoso, lo que, en su caso concreto, aumenta las posibilidades de una vida buena, satisfactoria y digna de ser vivida. Cuántas veces nos asombramos del modo miserable como concluyó sus días ese hombre dotado de clara inteligencia, pero que, a la larga, demostró ser necio y estúpido para reconocer lo que más le convenía ("tan inteligente, tan inteligente, y mira cómo terminó"). El mecanicismo de los medios adquiere una perversa autonomía y coloniza el mundo de nuestra vida ordinaria, por lo que con frecuencia hemos de hacer un esfuerzo para recordar para qué madrugamos, trabajamos, anhelamos y envejecemos. Sentimos entonces la necesidad de pararnos y recordar ese "para qué" que da sentido a nuestro activismo incesante y agotador. Mientras que la inteligencia 20
confirma los fines que perseguimos, la sabiduría se complace en relativizarlos para someterlos a prueba. Dado que la inteligencia tiene de por sí una inmensa tendencia expansiva -que la alianza entre ciencia y mercado excita aún más-, el sabio se ve obligado en determinados momentos a cerrar por un instante la caja de herramientas y detener el progreso. El ensayo de Georges Sorel Reflexiones sobre la violencia (1908), aborrecible por tantas razones -sus sedicentes reflexiones tienen no poco de apología-, presenta lo que él denomina el mito de la huelga general, entendiendo por tal una imagen eficaz que por su fuerza intuitiva es capaz de desencadenar una acción revolucionaria. La burguesía, humanitaria y decadente, alienta el progreso de los Estados por medio de inteligentes reformas orientadas a reproducir su hegemonía social; el sindicalismo proletario, en cambio, promueve una acción radical y anárquica -la huelga general- para interrumpir la línea del progreso necesario y mediante esa ruptura violenta de la ley histórica restituir la pureza de los fines revolucionarios originales. Pasando de la historia universal a la individual, hay situaciones en la vida de un hombre en que éste, quizá forzado por las circunstancias -por ejemplo, esa enfermedad que le postra en el lecho del dolor, abrasado por las llamas de la fiebre-, se declara en huelga general con respecto a toda teleología, descansa de ese encadenamiento causal en el que está enredado su vivir, se replantea los fines que hasta ese minuto perseguía con ansiedad, los deja en suspenso para nuevo examen y juega mentalmente con la posibilidad de revisarlos o suprimirlos a ver qué pasa. La sabiduría consiste, pues, en esa quiebra de la economía de la inteligencia que deja espacio para una consideración desinteresada y distanciada de la dirección de la propia vida en su conjunto. La sabiduría emparenta, pues, con otras actuaciones desinteresadas del hombre como la filosofía y el arte. La doctrina husserliana de la epoché fenomenológica recomienda despojarse de los instintos pragmáticos adheridos normalmente a las cosas con las que nos relacionamos para abrirse a su esencia ideal, que sólo se revela a una contemplación filosófica desinteresada, libre del afán de dominación. Por su parte, Kant define el gusto estético como un juicio desinteresado y sin finalidad de la obra de arte bella, es decir, un juicio sin interés directo en el objeto, como el de un juez imparcial. Y, bien mirado, mucho de lo verdaderamente noble y hermoso en el hombre tiene ese matiz de gratuidad, de otium contrapuesto a los intereses del neg-otium: la amistad, el regalo, la oración, la fiesta y el juego, en el cual, por cierto, Schiller y después Marcuse hallaron inspiración para su ideal de una civilización no represora. Y no quisiera olvidarme del sentido del humor, porque en esa risa redentora que dulcifica la gravedad de la vida, que relativiza por un momento el imperio absoluto de la muerte y rompe su aguijón, que humaniza cómicamente lo monstruoso y lo amenazante que nos oprime, adivino el mejor antídoto contra el totalitarismo de los fines. Seamos sabios: vayamos a la huelga general.
Julio Garmendia: Otoño que no cesa
MARÍA CONSUELO FERNÁNDEZ
Julio Garmendia hablaba callando; parecía estar profundamente oculto, pero nunca ausente, y vivió siempre en libertad, siendo dueño de él mismo y sus ideas. “Una sola gota alquitranada hace recordar todo el perfume de los grandes bosques”, frase pronunciada por él, refiriéndose a la obra de Ramos Sucre, expresa lo que fue su obra, y sobre todo su existencia. Garmendia solo publicó en vida dos libros de relatos, y es considerado como uno de los mejores cuentistas que ha tenido Venezuela. Nunca actuó para lograr la aprobación de los demás. Sin querer brillar, alcanzó el reconocimiento de su obra y su éxito como escritor, aunque no siguió el camino más fácil: entrar en los movimientos literarios que imperaban en su tiempo –regionalismo y vanguardismo. Él siguió su propia voz, la voz de sus recuerdos, de sus nostalgias, de sus preocupaciones más íntimas. Para Domingo Miliani, amigo cercano y estudioso de la obra de Garmendia, “los únicos dos escritores que hacen una literatura que se sale de esos cánones son Julio Horacio González y Julio Garmendia. Ellos crean un ámbito mágico, un espacio que existe en el texto, pero no fuera de él”. En el Manual de literatura hispanoamericana, Miliani y Oscar Sambrano Urdaneta afirman que Garmendia es el iniciador continental de la narrativa fantástica hispanoamericana. Uno de los lugares más importantes en la vida de Julio Garmendia fue el hotel Cervantes, donde se crea ese espacio fuera de la realidad. Allí vivió más de treinta años y creó la mayor parte de su obra. Fue en esa vieja casona convertida en hotel donde se inspiró para escribir La Tuna de Oro (1952), su segundo libro, y fue en ese mismo lugar donde conoció a Hilda Kerigh, su compañera. Ese día la llevó al techo del hotel y le hizo de guía turístico al enseñarle, a grandes rasgos, la creciente urbe que todavía conservaba algo de aquella ciudad de los techos rojos tan añorada por el escritor. “Como yo era guía intérprete, preparada en cierta manera, me pareció muy ridícula la manera en la que él me explicó la ciudad”, recuerda Kerigh entre risas. “Así nos conocimos, y desde ese día hasta la muerte”. Exactitud al hablar Por la libertad imaginativa con la que abordó sus temas, un acontecimiento cotidiano nos lleva a una realidad más amplia, a una crítica, a una verdad universal. Oscar Sambrano Urdaneta, actual albacea del legado literario del autor, encuentra que el recurso de la polisemia –las dobles significaciones de un mismo significante– “es uno de los mayores aciertos de Julio Garmendia en cuanto a economía expresiva”, y le atribuye esa ambigüedad a “un esmerado ir y volver sobre el texto para refinar y reafirmar la estructura de un juego intencionalmente dualista”. El escritor, quien se radicó en Caracas definitivamente a partir del año 1940, “se burlaba amablemente” de la polisemia que se le atribuía a sus escritos, comenta divertida Morella Contramaestre, quien le ayudó a hacer las correcciones a La Tuna de Oro, para su segunda edición, con la cual obtuvo el Premio Nacional de Literatura en 1974. “Decía que iba a modificar los cuentos para que no fueran tan ciertas las teorías, como una manera de reírse de la crítica”. Para Julio Garmendia, su primer deber como escritor era “saber 21
observar la vida, leer en ese gran libro y tratar de penetrar por sí mismo, no sólo por lo que dicen los otros”. Quizá a eso se debieron sus paseos diarios por los alrededores de Parque Carabobo, en los que se dejaba conmover por una hoja, por la raíz de un árbol, por un gato callejero o por un carrito por puesto. Después de sus encuentros con seres cotidianos asistía a las tertulias que se realizaban en la librería El gusano de luz. Sentía interés por aquellas conversaciones desordenadas acerca de libros, poemas, y problemas del país. Sus intervenciones eran delicadas y reducidas, pero parecía tener la palabra precisa para cada ocasión y esa exactitud al hablar llamaba la atención de todos los presentes. Espíritu solitario Su obsesión por corregir sus escritos infinidad de veces y la capacidad de esperar, sin ningún tipo de prisa, hasta alcanzar lo que quería, hizo que publicara poco, aun dedicando su vida al oficio de escribir. Él, siempre irónico, lo explicaba diciendo que a veces escribía y no publicaba, al contrario de otros que publicaban y no escribían. “Don Julio sacaba de sus bolsillos diminutos papelitos que parecían infinitos, en donde anotaba las correcciones que aspiraba realizar a los textos originales. Estaban escritos casi siempre con lápiz y con letras de rasgos agudos, tan suavemente que yo creo que la única persona que podía leerlos era él”, cuenta Contramaestre. En cierta oportunidad, un escritor dijo que lo peor de no publicar es no parar de corregir; pareciera que para Julio Garmendia, lo peor de publicar era no poder corregir lo suficiente. Nadie lo conoció realmente. Era un ser solitario; según él la soledad era conveniente, “y aún necesaria a ciertos espíritus. Sobre todo a los escritores”. Quizá por eso tenía una vida tan reservada. “Era muy raro comparado con los demás. Nada de lo que escribió puedo decir cuándo lo hizo, ni cuánto tiempo le llevó. Nunca lo vi escribir”, rememora hoy su compañera. Tenía otra forma de ver la realidad. Contramaestre señala que “cuando él miraba a la gente era como si la atravesara, como si uno fuera totalmente transparente y detrás de ti o dentro de ti hubiese cosas que él pudiera apreciar y los demás no veían”. Sus personajes mostraron su particular manera de observar el mundo. No le gustaban los homenajes ni los premios, y tampoco era amigo de las entrevistas, aunque nunca rechazó abiertamente ninguno; sabía salir cortésmente de cualquier compromiso. Salvador Garmendia recuerda que su pariente “tenía una fuerte timidez, le daba escozor que lo elogiaran en su presencia; le producía inquietud, angustia, y no podía disimularlo”. En cierta oportunidad Julio Garmendia le confesó a Miliani que era mejor no sentir nunca que se había llegado, porque así uno tenía siempre a donde ir. A él “le causaba desconcierto, sorpresa, el que la gente se ocupara de las cosas que él escribía”, sugiere Contramaestre. De hecho en cierta ocasión le repreguntó a un periodista: “¿Y tú crees que a alguien le interese lo que yo digo?”. Siguiendo su propia filosofía, se mantuvo alejado de la vida intelectual del país, pero a veces la curiosidad lo acercaba a una cervecería popular en la que se reunían para discutir Fernando Paz Castillo, Jacinto Fombona Machado, Rodolfo Moleiro, Pedro
Sotillo y Vicente Fuentes, todos estos pertenecientes a la generación del 18, un grupo bastante heterogéneo. Resulta curioso que, dada esta personalidad, haya aceptado cargos diplomáticos en Europa, a partir de 1923. Su vida en ese continente es un misterio. Durante algún tiempo fue agregado civil ad-honorem en la legación venezolana en la capital francesa, para ser reemplazado por otro joven cuentista, Arturo Uslar Pietri. Luego fue nombrado Cónsul en Génova. El escritor tocuyano se refería a esa época como la del tiempo de lecturas, de conocimientos de otros escritores. Acompañó su soledad con seres fantásticos que luego poblaron sus cuentos. Pero aunque vivió de cerca los grandes movimientos revolucionarios artísticos y literarios, no se dejó influenciar demasiado por las tendencias vanguardistas. “Sabía que lo que él tenía que decir no lo debía decir así, que había otra manera”, comenta Salvador Garmendia. Después de 17 años lo sorprendió la guerra en Viena, cuando Hitler ordenó invadir a Austria, y regresó al país en 1939. Autenticidad sin proclamarla Aunque siempre llamaron la atención su lenguaje, sus temas y su técnica, el talento de este narrador no fue comprendido del todo en un primer momento, cuando apareció su primer libro, La Tienda de muñecos, publicado en París en 1927 por la editorial Excelsior, propiedad de dos escritores peruanos positivistas. Miliani afirma que su prosa debía “esperar la madurez de los lectores”, ya que los gustos en aquel momento se centraban en los temas rurales y criollos. Sin embargo, grandes intelectuales de la época, como Jesús Semprum, supieron reconocer la importancia de su obra desde un primer momento y vieron que su literatura no tenía precedentes en Venezuela. En la narrativa de Garmendia, en palabras de Juan Liscano, prevalece “el acento coloquial, la agilidad, la sencillez” y “se alcanza la autenticidad sin proclamarla, sin énfasis alguno, sin conceder nada a lo edificante, sin sacrificar la realidad de la literatura en sí”. La Tuna de Oro ganó en 1951 el Premio Municipal de prosa y esto hizo que un grupo de críticos, entre los que se encontraban Alexis Márquez Rodríguez, Orlando Araujo y Sambrano Urdaneta, empezaran a escribir sobre el autor en el Papel Literario y en la Revista Nacional de Cultura. Pero no fue sino a partir del año 1958 cuando se empieza a cuestionar el modelo galleguiano del regionalismo y a la literatura tradicional en general y se quiso regresar a un cierto vanguardismo, que jóvenes escritores como Adriano González León y Salvador Garmedia comienzan a leer a Julio Garmendia y lo redescubren. Para Miliani lo dos grandes modelos literarios de ese momento fueron Guillermo Meneses y el autor de La Tienda de muñecos y La tuna de oro. A 21 años de su desaparición física, sus escasos escritos publicados post mortem en varias recopilaciones –La hoja que no había caído en su otoño (1979), Opiniones para después de la muerte (1984) y La ventana encantada (1986)–, pequeña muestra de un inmenso legado, siguen sorprendiendo. Esta herencia de manuscritos y otros bienes fue entregada por Hilda Kerigh con la esperanza de contribuir con la creación de un fondo que llevara el nombre de su compañero y que sirviera para ayudar a jóvenes escritores e investigadores deseosos de escrutar en la vida del narrador larense. Recluida en un asilo de la capital, Kerigh espera en su soledad que la obra del narrador consiga esa trascendencia por ella deseada, para que las gotas alquitranadas sigan recordando al gran bosque que fue Julio Garmendia. Con vista al Ávila El hotel Cervantes se convirtió con el tiempo en una casa de citas, donde las mujeres salían y entraban con sus acompañantes, pero 22
eso no hizo que este larense, nacido el 9 de enero de 1898, abandonara la pequeña habitación con el número 11, ubicada en el piso superior. Cuando el ruido en las horas nocturnas se le hizo insoportable decidió trasladarse a un hotel cercano, solo para pasar las noches. En una ocasión, su primo Salvador Garmendia le preguntó por qué no se había mudado completamente, y él respondió: “A mí me gusta esto, siempre ha sido tranquilo, y me gusta esta habitación, sobre todo esta habitación, porque tiene una vista al Ávila muy buena; ven acá para que la veas”. Don Julio le abrió la ventana de dos hojas, pero ya no había nada; solo se veían dos edificios. “Ya no queda sino esa franjita (entre las dos moles de cemento) pero yo todavía lo veo, allí está”. Tuvo una vida sencilla, reducida a esa habitación, con una cama, una mesa y algunas cajas en las que guardaba sus escritos muy bien ordenados y todas las páginas con dedicatorias de los libros que leyó, pero que no pudo conservar. Y esa sencillez se reflejó en su obra. En sus cuentos comprimió laboriosamente una realidad. Y detrás de esa aparente simplicidad, cada palabra esconde significados nuevos y cada relato encierra otro. Allí se encuentra la riqueza de su escritura, porque, como dijo Cortázar, “un cuento es significativo cuando quiebra sus propios límites en esa explosión que va mucho más allá de la pequeña anécdota que cuenta”. Él y los otros (Los otros y él) Por Jesús Sanoja Hernández Entraré a Julio Garmendia a través de aquellos a quienes él nombró, sin duda personajes importantes en la primera etapa de su vida, y de aquellos otros que a él lo nombraron por los días de La tienda de muñecos, libro dedicado, “en testimonio de reconocimiento”, a Antonio Álamo. ¿Quién era, pues, Antonio Álamo? Era larense como él, fundador del Centro Histórico de su estado y cronista de Barquisimeto. En algo debió ayudar Álamo a Garmendia, senador como fue y, además, ministro de Fomento, y si no lo hizo, la gratitud tal vez le vino al cuentista por el lado del estímulo literario. Álamo escribió en su Libro revuelto , cuyos dos volúmenes me facilitó en 1966 Fabbiani Ruiz, acerca de los más variados temas, desde el escritor socialista Emiliano Soteldo y su par barquisimetano Juan Bautista Romero, hasta la delpiniada local y las conferencias de Zamacois, Villaespesa y el gran poeta mexicano Tablada. ¿Quién los estimuló en aquella Roma de 1926, donde ya Mussolini se había trepado en el poder? César Zumeta, ensayista de primera línea y veterano del periodismo y la política, maestro de la frase corta y del concepto perfectamente delineado. Con mucha intuición, Zumeta antevió lo que algunos críticos contemporáneos desarrollarían por varias vertientes: “Al volver la última página se pregunta uno si no es usted, mi querido Garmendia, el personaje del más inverosímil de los cuentos”. ¿Quién leyó la mayor parte de los cuentos de Tienda de muñecosantes de que saliera impreso el libro en 1927? Jesús Semprum, crítico que sabía olfatear por dónde venían los vientos, aunque no supiera en alguna ocasión (la Vanguardia, 1928) oler los aromas ni captar las maromas de los jóvenes de Élite y Válvula. Pero con Garmendia, como con muchos otros, Semprum no erró el tiro: “Julio Garmendia no tiene antecesores en la literatura venezolana (...) Lo que ha escrito Garmendia son cuentos fantásticos (...) La fantasía de Garmendia denota poseer un íntimo orden lógico que le imprime a su producción cierta unidad intrínseca, la consistencia de una obra engendrada en la perseverante cavilación”. ¿Quién vio al Mozo y, con él, a su doble? Pedro Sotillo, el mismo Manuel Antonio Pedernales a quien él, en “Los pupitres del señor
Pedernales”, recriminó por no entender lo que traía en materia poética, otro miembro de la “generación de 1918”, Fombona Pachano. Decía Garmendia de Sotillo, en 1923: “Conversador infatigable, cuando llevo largo rato en su compañía siento la necesidad de pasarme la punta de la lengua por los labios, para asegurarme de que todavía son capaces de movimiento. Habla de literatura, principalmente, y recita con pasmosa facilidad composiciones de cuanto poeta ha habido en el mundo”. ¿Quién se entusiasmó al leer sus poemas sobre la Ceiba de San Francisco y se los publicó en Fantoches? Leoncio Martínez, Leo, hombre polifacético que en su semanario no sólo llevó al humorismo a alta cumbre, sino que impulsó la literatura, en particular la cuentística. En ese Fantoches había empleado Semprum, justamente el seudónimo de Sagitario con el cual disparó sus flechas contra el vanguardismo.
¿Sobre quién escribió Garmendia? Sobre Ramos Sucre cuando éste, después de Trizas de papel, daba a conocer sus poemas en El Universal: “Ramos Sucre combate consigo mismo a la luz de su lámpara interior, librando una batalla desaforada y peligrosa en los confines de un monólogo desesperante”. Y basta de aquellos a quienes nombró o de quienes recibió impulso. Para acercarse a una visión moderna, incitante y de variada entonación, es recomendable acudir al libro Julio Garmendia ante la crítica, editado por Monte Ávila, selección y nota preliminar de Juan Carlos Santaella. Todo, o casi todo, lo que de Garmendia se puede decir, está en ese volumen antológico y “de antología”. *Publicado el 26 de julio de 1998. El Nacional.
LA INHÓSPITA PALABRA (Ensayo del libro Caín y su Laberinto)
Rafael Fauquié Portada del Libro
Alguna vez dijo Guillermo Meneses que la escritura era un "camino de perfección": respuesta liberadora para el escritor y hallazgo liberador para el lector. La idea de Meneses señalaría, además, que los hallazgos del escritor propician un encuentro entre él y ese lector que, leyéndolo, reconoce mucho de sí y de su propio universo en esa palabra escrita por otro. En el caso de la moderna novela venezolana, ese encuentro o autodescubrimiento pareciera darse, principalmente, en la desorientación o el agobio. Catarsis a la inversa: revelación en medio de la incertidumbre. Camino de perfección que pareciera evocar sólo la imperfección; camino desorientador. A fin de cuentas, no camino: itinerario o trayecto siempre confuso y desconcertante en el que se cruzan sin cesar el avance y el regreso, la vuelta atrás y el recomienzo, la búsqueda y el extravío, el hallazgo y la inconclusión. Américo Arlequín, uno de los personajes de La misa de Arlequín, escribe, él mismo, su propia novela, un texto que abarca tanto su vida como la historia venezolana. Dos recorridos, dos construcciones verbales: uno compuesto por muy fragmentarias y pintorescas visiones del pasado nacional; el otro conformado por diversas visiones y recuerdos de la propia vida del personaje Américo Arlequín. Las imágenes saltan de una referencia a otra. Se mueven de lo individual a lo colectivo. Ambos niveles, el personal y el histórico se entremezclan, se suceden, se interrumpen, se reencuentran. El lector contempla esa relación entre la ficcionalizada memoria de una existencia individual y la ficcionalizada memoria de un tiempo colectivo y extrae sus propias conclusiones. ¿Comunicación de formas? ¿Cercanía de signos? ¿Emparentamiento de resultados? En todo caso, semejanza en la respuesta que las dos memorias suscitan: el rechazo. El lector rechaza la vida de Américo Arlequín, así como la de casi todos los otros personajes que aparecen en la novela de Meneses; y rechaza, también, esa obra, en ocasiones trágica y, en ocasiones bufa, que es la historia de Venezuela protagonizada por Arlequín. Arlequín, mimo y clown, representa la historia del país en algunos de sus episodios más grotescos o inverosímiles, como el del negro 24
esclavo Miguel que se proclamó rey a las riberas del río Buría y nombró entre los otros esclavos que lo acompañaban a su corte de dignatarios, de obispos y de príncipes. O como ese episodio titulado el “Ballet de los coroneles”: una ridícula farsa de muchos militares convertidos en políticos o en tiranos, o en ambos a la vez. En fin, el itinerario del país protagonizado por Arlequín es el del ridículo sainete, el del gran teatro de la irrisión; no un teatro del mundo a la manera de Calderón de la Barca: la vida toda concebida como representación en la que los seres humanos jugamos un rol, sino la historia y el tiempo disfrazados, exclusivamente, con el ropaje de lo grotesco, de lo ridículo. En La misa de Arlequín está presente el vacío de la desolación junto al lleno de la caricatura, la oquedad de las ilusiones y la plenitud de los escarnios. Está presente, también, la intemperie; intemperie de épocas y de experiencias colectivas e individuales, vividas en la incertidumbre y en la agonía. Está presente la crudeza de un universo dibujado desde el escondrijo, el rincón, el oscuro recoveco. Está presente, por último, la paradoja: el fracaso que se regodea en el fracaso, la humillación indiferente ante sí misma. Una novela es, por sobre cualquier otra cosa, la creación de un universo; un espacio en el que suceden cosas, habitado por personajes, gobernado por leyes. Un mundo que, para quien lo lee, para quien se acerca a él y lo recorre, puede resultar habitable o inhabitable, acogedor u hostil. Habitable es lo cálido, lo armonioso, lo cobijante y predecible. Habitabilidad tiene que ver con la fiabilidad de ese lugar en el que moramos. Habitable es el territorio donde nos movemos en confiada libertad porque nada en él luce amenazante o impredecible. Habitable es esa condición esencial que los seres humanos necesitamos percibir en nuestro entorno para poder hacer de él morada. En lo novelesco, habitables resultan los mundos de ficción de firmes construcciones y densos paisajes; poblados de rostros nítidos de expresiones precisas; regidos por leyes claramente perceptibles,
fácilmente identificables. La habitabilidad pareciera perderse o desvanecerse en ficciones de muy prevalecientes diseños de inadecuación, incomprensión o extrañeza. No lucen, quizá, habitables esas novelas de personajes imprecisos y fugaces, de leyes poco definibles y de espacios permanentemente degradados: intemperies desorientadoras o muy reiteradas superficies de agobiante encierro. La abundancia de confundidos personajes al interior de confusos escenarios como los que propone José Balza, Salvador Garmendia con sus pausadas descripciones de mínimos supervivientes urbanos, Guillermo Meneses con sus autodestructivas confusiones y sus interminables fracasos, las verbalizaciones monstruosamente totalizantes y monstruosamente confusas de Britto García, González León con sus visiones de repetidos tiempos siempre condenados, Denzil Romero y sus interminables sumas de ingeniosidades y delirantes anecdotarios... Postulaciones, todas, de la inhabitabilidad hecha ficción, de la hostilidad fantaseada, de lo inhóspito convertido en fábula. Construcciones verbales de una ética de la inconformidad y del desánimo asentada sobre muchas irritadas vigilias y sobre mucha lucidez condenatoria; recreaciones de una ética de lo precario y lo furtivo que pareciera cobrar forma en esa atroz revelación expresada por el personaje de Viejo de González León: “Nadie canta victoria en este insomnio maldito”. En suma: una moral de la inconformidad expresada a través de una estética de lo inhóspito, algo que en Venezuela ha llegado a traspasar el ámbito de lo puramente narrativo hasta invadir otros universos estéticos. Como, por ejemplo, el de un cine nacional que, desde hace décadas, no cesa de insistir, obsesiva e interminablemente, en la construcción de códigos de marginalidad y de violencia delincuente
volcados sobre monótonas galerías de personajes siempre semejantes: seres infractores y transgresores; pero, por sobre todo, seres trágica y tempranamente vencidos. Muchas interrogantes nos han acompañado a los venezolanos por largo tiempo. ¿Qué somos? ¿Qué nos identifica? ¿Cuáles son nuestros orígenes? ¿Cuáles son nuestros espacios? ¿Cómo nos percibimos dentro de esos espacios? Cabría, quizá, reformular algunas de esas preguntas para poder avizorar sus posibles respuestas: ¿por qué los venezolanos nos percibimos tan negativamente? ¿Por qué son tan confusos nuestros espacios? ¿Por qué lucen, a veces, tan débiles nuestras referencias? ¿Por qué nos rodean tantas contradicciones? ¿Por qué tanta ausencia de nortes, tanta falta de centro, tanta vislumbrada errancia, tantos desdibujados itinerarios en torno nuestro? Las más significativas novelas escritas a lo largo de las décadas que acompañaron las transformaciones de la modernidad venezolana, parecieron haberse esforzado en responder, cada una a su manera, algunas de esas preguntas. La mayoría grita desde sus páginas mucho rechazo, mucha confusión. Está presente en ellas, desde luego, un inconformismo alrededor del cual todo pareciera gravitar. Pero lo más peculiar es que, en medio de tantas enfáticas entonaciones, resulta a menudo evidente cierta contradicción entre la presencia de una voz que denuncia y esa misma voz que pareciera dudar de su poder para denunciar; que lo estentóreo de la expresión se relacione tan frecuentemente con lo subrepticio y confuso de las intenciones. A veces, distingo en algunas de esas novelas la forma de un acertijo, acaso un remedo de ese inmenso acertijo que nunca ha dejado de ser el tiempo que hemos ido construyendo los venezolanos.
HUMBERTO SÁNCHEZ AMAYA
Jorge Zepeda Patterson: “La literatura como discurso político es una mala obra” Durante más de 25 años Jorge Zepeda Patterson ha ejercido el periodismo. No solo ha trabajado en diarios, sino que también ha publicado libros comoLos intocables, El presidente electo y Los amos de México, todos relacionados con la política de su país. Sin embargo, hace pocos años se atrevió a inmiscuirse en las libertades de la ficción, sin alejarse del contexto que impulsa sus líneas como articulista de opinión y director de medios. Los corruptores (2013) fue su debut en los derroteros de la literatura. En 2014, sin querer perder el tiempo, publicó Milena o el fémur más bello del mundo, con la que ganó el año pasado el Premio Planeta. Una vez más la historia vuelve a ser protagonizada por el trío justiciero llamado los Azules, que aparecieron en su primera obra. En esta ocasión el reconocido periodista, la jefa de un partido político y el experto en seguridad se ven envueltos en un escándalo bastante turbio de una red de prostitución, a la que es forzada a pertenecer una mujer desde la adolescencia. “Los Azules son un detective colectivo. En nuestros países, México y Venezuela, es muy difícil creer en un detective solitario, un comisario honesto que resuelve crímenes. No es fácil de tragar”, dice el autor por teléfono desde Ciudad de México. —Tiene documentados casos de prostitución. ¿Cuánto de periodismo y de ficción hay en la novela? —Es un libro muy investigado. El caso de Milena es de ficción, pero lo saqué de testimonios reales sobre redes de trata. Los métodos para someterla son extraídos de documentos. La ruta desde los Balcanes que pasa por el sur de España es un canal normal. —¿Cuánto duró ese trabajo de investigación? —Durante muchos años estuve vinculado a casas de refugio para víctimas de la violencia, donde conocí a muchas mujeres que escapaban de la prostitución. La idea sobre la novela de Milena me surgió al conocer a una venezolana en Cancún. Fue llevada a México bajo engaño. Cuando escapó, fue golpeada tan brutalmente que terminó en un hospital. No hice a Milena venezolana porque mi primera novela tuvo buena acogida en Europa, así que no quise hacer una historia ambientada exclusivamente en Latinoamérica. —No quiere llamar a su novela una denuncia social, pero muchos lectores reflexionarán sobre el tema. —Las historias policíacas y el thriller político componen un elemento de denuncia. La novela negra indaga en las alcantarillas, en las zonas oscuras, las bajas pasiones de una sociedad. Al describirlas se ofrece un retrato de diversos problemas, en este caso la lacra que constituye la trata de personas. Hacer literatura como discurso político lleva a una mala obra. —¿Qué le ofrece la ficción que no halla en el periodismo? —Un escritor tiene que acostarse en el diván de la introspección para fabular. Como periodista ofrece un potencial de comunicación enorme. Si escribo en una columna sobre 25.000 personas explotadas sexualmente en España es solo una estadística. Si hago una novela de 400 páginas que atrape la atención, después de leerla habrán experimentado con Milena lo 26
absurdo de la situación. —¿Encontró entonces un alivio al experimentar en la literatura? —El buen periodismo sigue siendo imprescindible, pero hay rincones ocultos difíciles de describir desde ese punto. A veces uno sabe que las cosas ocurrieron de tal manera, pero no lo puedes demostrar porque no tienes los documentos o los testimonios. Además, es muy útil para dar muestra de la antropología del poder. —¿Cómo le influyó la obra de Stieg Larsson? —Bastante, porque fue un periodista que hizo un thriller político. Los grandes protagonistas de la trama no son el mayordomo, el asesino en serial, sino la élite empresarial y política. Quise hace una novela de estas, pero en un código más latino. —¿Qué escribe ahora? —Otra novela con los Azules, un thriller político. Voy por la última parte. Divido mi tiempo con la conducción del portal de información Sinembargo.mx. —México es uno de los países donde es más peligroso ejercer el periodismo. ¿Ha estado su vida en peligro por algún trabajo publicado? —Tengo más de 25 años en esto. Ha habido épocas en las que he recibido amenazas de muertos, presiones explícitas o implícitas. Uno quiere seguir. Al final, forma parte del oficio. Hay que asumirlo como tal o dedicarse a otra cosa.
LA HUELLA INSONDABLE:
César Yegres M.
Tomando una variedad de personajes de Miguel de Cervantes: el escritor Jesús Torres Rivero se prodiga en un enjundioso ensayo para el conocimiento, la explicación y la comprensión de nuestra identidad étnica. “La Huella Insondable” es el sugerente nombre que como el propio autor cumanés señala, es algo muy parecido a su propio ser y a las vicisitudes de su existencia. A Cervantes le corresponde un ciclo existencial, ubicado entre dos siglos y dos cosmovisiones: Renacimiento y Barroco. Víctor Hugo opinaba: “Hay que leerlo entre líneas, porque tiene su aparte, pero más que uno, existen muchos matices o apartes en EL QUIJOTE, la obra que va unida en forma indeleble al autor”. La multitud de temas o de cuestiones y la complejidad u hondura de su pensamiento –aparte del estilo, belleza, riqueza literaria en cuanto a fonemas, términos, vocablos – forman no uno, sino múltiples sentidos sin detrimento de la unidad de la primera novela del mundo. Colocada ella como la más emblemática de todos los tiempos, El Quijote es inseparable de su autor. Hablar del caballero de la triste figura y de su autor parece una misma cosa; pues tanto uno como el otro son resultado de una misma y única voluntad. Cervantes no solo fue un ilustre hidalgo, hombre integro, lleno de humanidad y de humanismo, poeta e ilustre soldado bajo las banderas de Felipe II, del cual se decía que en sus dominios no se ponía el sol. Aquellos territorios sobre los que reinaba Felipe II, Príncipe del Renacimiento, Aquellas cincuentas futuras naciones, constituían en tiempos de Cervantes un conjunto de entidades de identidad nacional o unitaria, aún bajo un Estado providencial. Era la mayor empresa del mundo sobre la que jamás un monarca hubiera podido soñar ejercer su poder; gracias a una fe prodigiosa, a un afán de aventuras, a altos ideales. No en vano el monarca debía meditar muy hondamente sus graves decisiones, Si Cervantes vivió entre tres reinados, no podemos olvidar los principios, los fines heredados de un tiempo inmediato a su nacimiento, como tampoco sus consecuencias, marcando la evolución del Imperio a través de Felipe II, III y IV. Aquella realidad jurídica, política, étnica y cultural que era el Imperio hispano-portugués se encontraba en su cenit, al sobrevenir su nacimiento. Sería Cervantes, entre otros, uno de los hombres más representativos al ser parte fundamental de los hechos que cimentaron la hispanidad, como lo serían igualmente Lope de Vega o Calderón de la Barca, solo por citar otros escritores-soldados, Aunque la vida de Cervantes se sitúa entre los Siglos XVI y XVII, aquella unión famosa de las armas y las letras iba a configurar uno de los últimos arquetipos en las postrimerías de aquel período socio-político, cuando el autor del Quijote llega a la madurez creando en él un sustrato cultural de vital importancia. La literatura no es solo reflejo de las formas de vida, acontecimientos políticos, modos de pensar de un tiempo, sino de todo un sentido casi autobiográfico con un claro propósito ejemplificador, sin que en su sencillez y austeridad, acaso se le hubiere ocurrido a Cervantes, pues era la formulación de lo español a la par que recogía su sentir particular, su moral, su cristianismo. Así era efectivamente, porque aquella historia era en 27
buena medida, la del combatiente contra el turco, el cautivo en “LOS BAÑOS DE ARGEL” o el enamorado en “LA GRAN SULTANA”. Los españoles comenzarían la expansión descubriendo las Islas de Guananí (San Salvador), Juana (Cuba) y Santo Domingo en aguas del Caribe; posteriormente Venezuela, México y los inmensos territorios que consecutivamente conformaron los Estados Unidos de América. Los mitos de Cipola, El Dorado y los grandes ríos, Mississipi, Río Grande, Amazonas, Orinoco. Españoles y portugueses se habían repartido el mundo y Núñez de Balboa, desde el istmo de Panamá, descubría el Pacífico. Con la expresión: “Yo soy hijo de la piedra, que padre no conocí” del personaje Pedro de Urdenalas, Torres Rivero nos plantea la ruptura e inicio de una forma de pensar y existir para una época. Nosotros pudiéramos definirlo como el deslinde subjetivo de un ayer que concluía y un mañana que se comenzaba a imaginar en la medida de las aspiraciones y los sueños. Definitivamente era un cambio profundo en el español de esa época, atrapado entre la nobleza y la iglesia. Este personaje, que es la expresión de la picardía, de la viveza o de la bellaquería a la que tiene que acudir para enfrentar su condición marginal, como bien señala el ensayo, es rescatado por Cervantes en una literatura popular, convirtiéndolo en un prototipo de la condición humana con todo lo que ella conlleva. El español que llega a nuestras tierras, no solo interviene en nuestra conquista territorial, sino que trae consigo, al decir de Andrés Eloy Blanco en su “Canto a España”... “y fui sonoro cuando tuve nidos, porque tus ruiseñores anidaron en mí”, refriéndose a la lengua. Pero es además, un evangelizador que se siente en el deber de dar a conocer su fe y su Dios. E igualmente es una mentalidad de leyendas, mitos y ritos de los que difícilmente se va a desprender. Rufino Blanco Fombona, citado en el ensayo por su obra: “El Conquistador Español del Siglo XVI” expresa: “Para conocer el modo de ser español, en alguno de sus rasgos esenciales, se empleará aquí la palabra raza, no en sentido antropológico, sino como grupos de gentes con determinados caracteres físicos y psíquicos que durante largos períodos se han desenvueltos en circunstancias que les permiten tener y conservar ciertas características”. Eran seres con profundas y arraigadas creencias fantasiosas y mágicas, propagadores de leyendas, convencidos en absoluto de mitos que le dieron a nuestra cultura una carga extraordinaria de lo que hoy se denomina la raza latina. Arturo Uslar Pietri define esto en una frase magistral, asimismo citada: “No somos una raza, sino una cultura cósmica”. El libro rechaza, por exagerada, la visión del escritor y psiquiatra Francisco Herrera Luque en su obra “Los Viajeros de India” quien expone una tesis que nosotros tampoco compartimos, de afirmar que los hispanoamericanos y en particular los venezolanos tenemos una especie de sino o estigma, una marca maldita, de la que no escaparemos jamás. Ello está en contradicción asimismo con un antológico ensayo de Don Mario Briceño Iragorry que
afirma que Venezuela había tenido el privilegio de un mestizaje maravilloso, totalmente distinto y más amplio en comparación a otros países iberoamericanos; porque en nuestra composición se daban cita el indígena, el español, el africano y el árabe, porque no en balde los moros permanecieron siete siglos en España. Continúa Don Mario que, a raíz de nuestro proceso independentista, se da en Venezuela, a diferencia de otros países del área, una gran homogeneidad social. Así, nunca hemos tenido problemas raciales, religiosos ni de xenofobia. Esa mezcla aludida nos ha hecho ser distintos y diferentes. El proceso de mestizaje era casi espontáneo, afirma Torres Rivero, que apoyado en textos de algunos historiadores, tales como Isaac Pardo y Demetrio Ramos, quienes dicen, que tan pronto el español se instalaba, comenzaba un cambio en su comportamiento tanto de costumbre y lenguaje como por su relación con los indígenas y con Mariano Picón Salas, agrega que ese español era más fundador que otra cosa y sin que dejara de interesarse por otras cosas, como las económicas, su visión y su propósito era dar lugar a pueblos. Reconoce Torres Rivero en su ensayo, las tropelías, crímenes y barbaries de una gran legión de los conquistadores. Juan de Ampíes, Lope de Aguirre, Gonzalo de Ocampo, Diego de Ordáz. Juan González, Francisco Vides... pero igualmente tres hombres como Pedro Córdova, Antonio Montesinos y Bartolomé de las Casas, al igual que tantos otros, impusieron un freno a esos desmanes y ayudaron a mejorar las relaciones españolaindígena. La influencia del Padre Bartolomé de las Casas es notoria en la sanción de las Leyes de Burgos que humanizaron el trato a los indígenas. Apunta y reflexiona sobre el arrojo de los españoles; su no miedo a la muerte, producto tal vez de sus arraigadas convicciones religiosas, la creencia en la resurrección y en un estadio de vida superior, hacen decir a Ortega y Gasset que es como “una búsqueda inconsciente de la inmortalidad”. Un porcentaje muy elevado de origen de los conquistadores eran nativos de Andalucía. Cumaná llegó a ser denominada en una época Nueva Andalucía. Y este tipo de español trae consigo unas características que hemos heredado como fundamento de nuestro mestizaje. Herrera Luque afirma: “Andalucía fue la parte de España que se desgajó con su sorna para darnos vida”. El andaluz tiene una particular gracia, no solo en su hablar, sino que en su estructura y en sus viseras posee una picardía innata que forma parte indisoluble de su especificidad humana. Torres Rivero acude en su narrativa a ejemplos de mucha plasticidad al respecto. Hay un maravilloso pasaje, atribuido a Cervantes, que testimonia esta particularidad andaluza. Dice el autor de El Quijote en la obra “La Tía Fingida” al referirse la tía a Esperanza: “Los extremos tienen de todo, como en boticarios, y son como la alquimia, que si llega plata, lo es, y si a cobre, cobre se queda. Para los andaluces, hija hay necesidad detener 15 sentidos, no que 5; porque son agudos y perspicaces de ingenio, astutos, sagaces y no nada miserables” Todo ello contiene elementos atávicos que definen una conducta, porque es el nombre de la Cruz el que se utiliza como arma arrojadiza o escudo defensivo. Es preciso entender esto para derivar el compromiso originario del espíritu sacrificial. Existe un viejo aforismo que dice que el italiano es la lengua del arte, el francés la del amor, el inglés la de los caballos y el alemán el de la guerra; pero el castellano es el idioma para hablar con Dios. Nosotros decimos que sin la lengua de Cervantes, uno de los idiomas más ricos del mundo, no podríamos haber conocido la obra del mayor de los escritores y retomando nuevamente a Cervantes, debemos decir que es un signo de identidad del ser hispano. El es el “ha de ser”, que exige el antiguo código de honor. Se destacó por su afán de servicio, bondad hasta la ingenuidad, tampoco exento de cierta picardía en su época más madura. Con 28
un sentido del humor que nunca fue cáustico ni visceral, sino más bien refinado e inteligente, crítico e irónico, pero nunca sarcástico. Es ese tono sosegado, carente de odios, a pesar de todas las humillaciones y falsas acusaciones, el que configura el temple del más grande de los escritores de lengua castellana: Don Miguel de Cervantes y Saavedra. Torres Rivero nos conduce, bien documentado, en estupenda y comprensible escritura, a un mundo mágico. Lleno de todos los elementos que tipifican al conquistador y al indígena y nos deja abierto el camino para la discusión y la permanente búsqueda. El encanto de los personajes cervantinos que le dan contenido y sentido al ensayo, son el bagaje de un fenómeno político y cultural que toma asiento en nuestro continente. Nuestros indígenas tuvieron su propia cultura; el mundo africano aportó otro tanto, la mora por su permanencia ibérica. ¡Pero España! La España de siempre nos legó costumbres, tradiciones y tantas otras cosas; pero en particular ¡La Lengua! Esa maravilla de comunicación y expresión que pudiéramos resumirla en aquella conversación de un niño cristiano y un miembro del Islam en la cual el musulmán expresa: que lengua? En vizcaína, que es lengua que se averigua que lleva el lauro de Antigua a la Etiopía y a la Abisinia Esa lengua de valor por su antigüedad es sola, enséñale la española que la entenderá mejor El politólogo Jesús Alberto Castillo hace una atinada presentación del ensayo en cuestión, resaltando los elementos de la “América Colombina” y expresando que el autor se prodiga en un texto de herencia cultural trascendente. Cierto o falso, se dice que Bolívar, poco antes de morir, exclamó que entre los grandes majaderos de la historia estaban, entre otros, el caballero de la triste figura y él. Ello denota la influencia del pensamiento del Quijote en el Libertador. Torres Rivero, en su magnífico trabajo, nos hace sentir el orgullo del gentilicio indígena, español, africano y árabe. Nos reencuentra con nuestros orígenes y de la identidad de la que estamos conformados. Esto lo expresó poéticamente Andrés Eloy Blanco en su “Canto a España” ya citado: “ ...Y el mundo estupefacto, verá las maravillas, de una raza que tiene por pedestal tres quillas, y crece como un árbol, hacia Dios.
JOSÉ ANTONIO PARRA
La mirada erótica, la mirada porno “A lo largo de la historia no siempre se ha nombrado a las imágenes que expresan contenidos sexuales potentes con la categoría de porno. Este es más bien un emblema nuevo que surge a raíz de la Era Victoriana y bajo el manto de lo prohibido, cosa que contribuyó sin duda a encender aún más su poder erotizante” Tradicionalmente ha habido la concepción de que el erotismo y el porno se diferencian por el hecho de que en el primero hay una finalidad estética, mientras que en el segundo no. Sin embargo esto no es necesariamente una verdad. Hay artefactos pornográficos en los que hay una dimensión de lo estético, es decir una intencionalidad a la hora de crear belleza, fealdad o disonancias. Ello se ve con claridad en piezas explícitamente obscenas. En el caso de la literatura están Las once mil vergas de Guillaume Apollinaire, al igual que el mítico Pierre Louÿs. También en algunas de las nuevas representaciones del cine lujurioso hay una dimensión muy apolínea y depurada que sin duda es un revival del porno chic de los setenta y donde hay un claro influjo de artistas eróticos de máxima envergadura, como Helmut Newton o David Hamilton. Del mismo modo, el carácter excitante de una obra de arte puede ser demoledor, pienso en este caso en el retrato del siglo XVI de la Duquesa de Villars y Gabrielle d'Estrées en el baño, el cual pertenece a la Escuela de Fontainebleau. En este trabajo lo que resulta impactante es el momento a posteriori cuando el espectador, si hurga más allá de lo evidente, descubre que ambas mujeres representadas en el primer plano del cuadro son hermanas. La contemplación del porno supone un compromiso de quien lo mira en torno a que ello es una actividad cuyo fin primordial es excitarse. Desde una perspectiva ortodoxa esto implica una acción íntima en la que el sujeto recrea sus fantasías mediante la observación y a través del erotismo de la mirada lasciva. A lo largo de la historia no siempre se ha nombrado a las imágenes que expresan contenidos sexuales potentes con la categoría de porno. Este es más bien un emblema nuevo que surge a raíz de la Era Victoriana y bajo el manto de lo prohibido, cosa que contribuyó sin duda a encender aún más su poder erotizante. No fue sino hasta el año de 1969 cuando hubo un destape real y profundo de la imaginería sexualmente explícita. Antes de ello tales apuestas eran aventuras que usualmente culminaban con la intervención de la censura y de las autoridades policiales. El caso de Elmer Batters, fotógrafo especializado en el fetichismo de los pies y las medias que entró en varias oportunidades al sistema penitenciario, es célebre. Hoy por hoy Batters está en la órbita de las bellas artes, habiendo sido publicado por Taschen, incluso. Revistas de los años cincuenta como Playboy lograron burlar la censura bajo el tecnicismo del desnudo artístico. El arribo de los setenta, luego del caso Stanley vs. Georgia, cuando la Corte Suprema norteamericana retiró cargos a un hombre que poseía pornografía, constituyó un período de oro para este género. En ese instante se dio la confluencia de figuras de cierta envergadura que tenían una mirada aguda en torno al fenómeno estético y que llevaban adelante un compromiso de vida en cuanto a una sexualidad abierta y libertaria. Alex de Renzy, quien fue un relevante productor del cine libidinoso durante esa 29
época había tenido trabajos previos en tanto documentalista. Igualmente estuvo el caso del célebre Kirdy Stevens, director de la mítica película Taboo, quien tuvo una vivencia similar a Batters durante los cincuenta junto a su esposa de toda la vida, la guionista porno Helene Terrie. Taboo fue protagonizada por la voluptuosa actriz británica de edad madura, Kay Parker. Esta se erigió en una auténtica leyenda del género y hoy por hoy es una suerte de gurú “nueva era”. Asimismo, este tiempo vio el apogeo de la norteamericana no tan joven Juliet Anderson, quien siendo graduada de una escuela de artes vivía en el Lejano Oriente cuando saltó a la palestra del cine obsceno. De este modo, Anderson actuó literalmente su filosofía real de vida, en este caso bajo el seudónimo de Aunt Peg. La también actriz Gloria Leonard, por ejemplo, brincó del cine porno de los setenta a tener una posición muy destacada en el mundo editorial de las publicaciones para adultos como editora de la revista High Society. De manera que los años setenta fueron un tiempo idílico en donde la mirada estética tenía su valor y donde las producciones tenían al menos una trama, aun cuando la misma fuera un tanto rudimentaria. En este caso el golpe fulminante se daba a través de tópicos profundamente transgresores, como ocurrió con el célebre filmFarmer's daughters, protagonizada en 1976 por la propia Leonard y con participación del legendario Spalding Gray. Los años ochenta y noventa significaron para el género un período oscuro en el sentido de que este pasó a tener la connotación que se la ha dado en muchas oportunidades en cuanto a la imagen por la imagen vacía. No obstante, la llegada del Internet constituyó una revolución absoluta para este tipo de experiencias dado que facilitó al usuario encontrarse con “su propio porno”. Se generalizaron los tópicos Milf o mujeres maduras y se popularizaron las miradas transgénero como el Shemale. El Internet ha sido para el mundo de lo obsceno lo que la teoría del multiverso para la física. Incluso, con las webcams el sujeto ordinario, que bien podría ser el ama de casa de la esquina, ha pasado a ser generador de la experiencia pornográfica. Estos últimos tiempos han propiciado la producción de películas que de nuevo cuidan los acabados y donde la trama vuelve a estar presente. Incluso ha aparecido una suerte de Kay Parker de esta época en la figura de Magdalene St. Michaels. La sobriedad y lo apolíneo están muy presentes en algunas producciones actuales, sobre todo en los tópicos relativos a las mujeres maduras, lo lésbico y lo interracial. Hemos asistido con esta panorámica a una experiencia que es inherente a la piel y al ser humano, a la celebración de la vida y al goce del cuerpo y de la mirada. Ciertamente porno y estética no son excluyentes.
La última entrevista de Alirio Palacios
SERGIO MORENO GONZÁLEZ
El artista plástico manifestó, el 17 de septiembre de 2014, que prefería publicar en espacios privados. Esta es la entrevista que dio al periodista Sergio Moreno González cuando se inauguró su individual Manchas del asombro II en la Galería de Arte Ascaso. “Buscar para encontrar”. Alirio Palacios repite la frase que le ha acompañado desde sus inicios. Viajó en la búsqueda de su identidad, que luego encontró en los caballos, los paisajes y las mujeres. China, Polonia, Suiza, Holanda, Alemania, París, Estados Unidos. El maestro del papel maduró en sus travesías, sin olvidar los colores del lugar donde nació. “No pude dejar mi país, me gusta mucho”, confiesa a pocos días de inaugurar su próxima exposición. El domingo, a las 11:00 am, abrirá sus puertas Manchas del asombro II, cuarta individual del artista que presenta en la Galería de Arte Ascaso. Los temas que le han maravillado durante toda su vida se asoman a lo largo de tres pisos, entre esculturas y cuadros de gran dimensión, algunos realizados en los últimos cuatro años. “Cuando viví en China usaba la frase de Leonardo Da Vinci `buscar para encontrar', que es una cosa muy poderosa. Pones una piedra en tu casa, una cualquiera, y comienzas a observarla. Con el tiempo vas a encontrar de todo: personajes, guerreros, caballos. Así ocurre con una mancha de agua de tinta. En eso está basado el arte figurativo, el buscar para encontrar del artista. Todos mancharon y luego encontraron”, explica el maestro, quien presentó sus primerasManchas del asombro en 1984, en el Estudio Actual.
segundo piso de la Galería Ascaso. “Las cabezas de las mujeres surgieron por una dama que conocí en Ámsterdam, Holanda. La encontré en un museo. Ahí estaba bella, tranquila, serena, bellísima. Me enamoré. Quería copiarla. Era la mujer que dibujó Johannes Vermeer. La pinté mucho, demasiado. Se convirtió en mi motivo. Tanto, que decidí dejarla”. La atmósfera cambia en el tercer piso de la galería, con los paisajes cargados de simbolismos, sus abstracciones entre caballos y colores sobre papel. “Papel, papel, papel. El dibujo para mí lo es todo. Ya comencé de nuevo a trabajar. Será una exposición que montaré en Miami el año que viene. Mi palabra final será el dibujo. Espero dibujar hasta la muerte”. Aunque los primeros pasos de Alirio Palacios comenzaron en el Museo de Bellas Artes hace más de 50 años, paradójicamente el artista no quiere volver a exponer en un museo venezolano. “Me han invitado, pero no quiero. Tuve una mala experiencia en el Museo de la Estampa y el Diseño Cruz Diez porque querían que expusiera sin catálogo. Era inaceptable. Ningún museo venezolano aguanta una exposición como esta, no tienen la preparación. Prefiero las cosas privadas”.
La retrospectiva vuelve 30 años después. “A propósito de Remington” es el nombre de la primera serie que se encontrará el público cuando ingrese a la galería. Distintas escenas de guerra galopan entre cuadros y esculturas, inspiradas en las obras de Frederic Remington, el estadounidense que se especializó en recrear al lejano oeste. El artista cuenta que la seriedad de su obra tomó gran fuerza en Nueva York, donde vivió durante 20 años. Estudió a los maestros contemporáneos de Estados Unidos, en los cuales encontró “dignidad, valor, belleza”. “Me gustaba cómo trabajaban, sin olvidar mi propia fuerza”. Sin embargo, dice que su regreso a Venezuela fue por una circunstancia política. “Chávez me conquistó al comienzo, me medio engañó. Me dijo que hiciera tres cuadros para el Papa, pero le hice solo uno. Hasta ahora estoy esperando que me paguen. José Vicente (Rangel) me dijo: 'Alirio, se lo paga la patria”, cuenta, mientras se ríe de la anécdota. Museos y galerías. Los viajes fueron trascendentales en las obras del maestro. Como los perfiles femeninos que se encuentran en el 30
Alirio Palacios falleció a los 77 años de edad
Literatura por knock out
ROGER VILAIN
Hace poco me invitaron a un programa para hablar de libros, de autores, de cuentos y poemas. En fin, de escribir y de leer. En algún momento sostuve que seguirá habiendo problemas de comprensión lectora mientras nuestra escuela continúe rebosante de salud a la hora de espantar de cuanta cosa suene a texto, a hoja impresa, a literatura. De inmediato se encendieron las alarmas. Llamó gente para rebatir, para defender, para decir no, no toda la culpa es del colegio, y supongo que tienen algo de razón. Pero si la escuela cumpliera su labor de cabo a rabo o cuando menos mantuviera intacto el interés de los jóvenes por el misterio y por lo novedoso, la cuestión pintaría menos negra a estas alturas. Tengo la impresión de que la primaria, el bachillerato y la universidad pretenden enseñar literatura. Si esto es así, partimos ya con la renquera a cuestas. No es posible enseñar literatura: en cualquier caso, lo que ésta ofrece es la aventura de leerla, de llevarla al papel a modo de obra de arte, de sentirla entonces, con el peligro inminente de que llegue a doblarnos el pescuezo y nos transforme en lectores incurables, furibundos, al punto de, quién sabe, acercarnos a Alonso Quijano, alias Don Quijote, descocado gracias al cóctel de novelas molotov que literalmente engulló sin volver la vista atrás. Insisto en que no. En vez de perder tiempo creyendo enseñar literatura, un punto clave es mostrar cómo vivirla, subiendo a los muchachos a un vagón cargado de experiencias placenteras, puente hacia regiones mágicas, lugar donde es posible imaginar e inventar como nos dé la gana. Y la literatura se vive acercándose a los libros, abriéndolos, mordiéndolos, permitiendo que sus jugos nos bañen de pie a cabeza, nos mojen la lengua, inunden nuestro paladar y chorreen como la miel por dientes, cuello y labios. La literatura o es una enfermedad que no tiene remedio o no dejará huella en nosotros. La sensibilidad literaria es parte ineludible del asunto, por supuesto. Huelga despertar interés, curiosidad por las buenas historias, esas señoras enigmáticas que vienen empaquetadas en juguetes denominados libros. ¿En qué momento la escuela muestra el rostro divertido de leer? ¿Cuándo un imberbe de quinto grado o de bachillerato disfruta en el salón un rato de lecturas diarias? Me temo que muy pocas veces, por no decir jamás. ¿Pero acaso lee el maestro? ¿Son los maestros venezolanos unos enamorados, locos de atar, entregados en cuerpo y alma al romance con lo literario? Permítanme otra vez dudar. Si no hay cultivo de la sensibilidad, si no existe pasión evidente por la cultura, por los libros, por leer y leer y leer, entonces va a resultar más que cuesta arriba esperar que un adolescente coja Los hermanos Karamazov o El falso cuaderno de Narciso Espejo y los abra por la delicia de desmigajarse entre sus páginas, por hundirse en sus tramas o sencillamente por gozar, nada más que por gozar, permitiendo que las letras, los puntos y las comas se le cuelen por las venas. La sensibilidad literaria aparece con mayor facilidad cuando un maestro la lleva en sus entrañas, cuando no puede ocultarla, cuando insufla emoción, alegría, placer y ganas de leer en plena clase. En las escuelas de este país la literatura es un objeto, poco más que un bicho expuesto para hincarle el ojo y aprender luego ciertos nombres o características. Pero ocurre que una obra de arte no es 31
contabilidad, física o biología. Los libros y esa cuestión que llamamos literatura es cadáver insepulto, paja elevada al cubo, líneas huecas que poco dicen, poco invitan a soñar y a vivir mil y una aventuras felices o terribles. Cuando la literatura es sinónimo de bostezo encender llamas genuinas por disfrutar leyendo pierde por knock out. Recto al mentón. Entonces leer ya no interesa. Esta mañana mi hija, que estudia tercer grado, comentaba la tarea que debe adelantar: un análisis morfológico de algunas oraciones, "y qué largas están, papá, qué laaaaaaaargas". Llegó el coco con su espada académica castrante, me dije. ¿Hacen falta tales contenidos, más que áridos, poco estimulantes, inservibles a chiquillos tan pequeños? ¿No sería mejor, como sostenía Ángel Rosenblat, dedicarse a enseñarles pocas cosas, leer, escribir, calcular, pero hacerlo bien, realizarlo de la mejor manera? Completamos la tarea, ofrecí mi ayuda a propósito de la aburridísima disección morfológica que abría sus grandes fauces y mostraba todos los colmillos, y luego nos fuimos a leer, sólo a leer cuentos al café que mis hijos tienen por costumbre visitar conmigo. Pero hay casos de casos. He generalizado por razones obvias pero sí, existen maestros que son oro en polvo y justo es decirlo ahora. Los ha habido, los hay y los habrá, gracias a todos los dioses. Recuerdo como si fuera ayer mi primer año de bachillerato. Recuerdo las clases de Castellano y Literatura en las tardes sofocantes del Liceo "La Creación" allá en Upata. Dillys Perdomo leía, leía para nosotros, llegaba, saludaba, sonreía, sacaba un libro, nos leía cuentos, nos leía poemas, hablaba de un tipo que terminó llamándose Gabriel García Márquez, mencionaba a un tal Quiroga, metía de vez en cuando otros nombres que me causaban gracia nada más que al escucharlos: Aquiles, Rufino, Ludovico. Sí, Aquiles, ése era sin dudas un nombre cómico por donde lo vieras, y para colmo el hombre escribía páginas que me partían de risa. Todos, absolutamente todos nos destornillábamos a mandíbula batiente cada vez que Dillys Perdomo, mi profesora predilecta, ponía sobre el mesón aquél libraco gordo,Humor y amor de Aquiles Nazoa, y nos obsequiaba historias hilarantes sobre el cochino, los gatos, algún perro famélico, un loro, un chichero o unos chivos. Esa mujer nos regalaba las mejores tardes de la vida. ¿Eso era literatura? ¿Toda ese asunto tan sabroso era la consecuencia de leer? Me interesé desde el primer minuto, me caló de golpe hasta los huesos. A aquella dama, mi profesora de primero de bachillerato, le estoy eternamente agradecido. No recuerdo un ápice de qué iba lo demás, es decir, me importaba un pepino la existencia o no de oraciones yuxtapuestas copulativas, o por dónde había que agarrar al complemento circunstancial de lugar para sacar veinte en el examen. ¿Qué cosa era un pluscuamperfecto? Al diablo con eso y con más. Lo que vino después fue la búsqueda desesperada de más libros, más Cortázar y más Poe y Neruda y gente capaz de encaramarme en las nubes desde un trampolín hecho a fuerza de palabras. Eso es fundamental, despertar el gusanillo, alimentarlo, dejar que la curiosidad anide, permitir el sarampión de la literatura. Por ahí habría que empezar en nuestra escuela, y no lo hacemos. Por ahí, creo, se anda el camino, pero no arrancamos.
Luis Eduardo Cortés Riera.
Lucien Febvre comete anacronismo con la risa de Rabelais. En un ensayo que titulé Ocho Pecados capitales del historiador, 2007, destaqué con Lucien Febvre que el más imperdonable pecado que puede cometer un historiador es el anacronismo, es decir interpretar el pasado con los esquemas mentales del presente: modernizar el pasado. Este historiador francés, quien con Marc Bloch fundaría la Escuela de Annales en 1929, enojado y movido por la pasión escribió un libro clásico de la historiografía: El problema de la incredulidad en el siglo XVI. La religión de Rabelais, 1942. Y digo que enojado porque en esos días Abel Lefranc y su escuela sostenían que este gigante de la literatura francesa era un militante de la fe racionalista. ¿Racionalismo en el siglo XVI? Imposible decía el exaltado y ofuscado Febvre. Rabelais no podía de manera ser ateo en aquel “siglo que quiere creer”. La incredulidad no existía en el siglo XVI, y tal condición del espíritu humano se la debemos a los siglos venideros: el siglo XVIII y el corrosivo sistema filosófico de la Ilustración, al siglo XIX y su antimetafísico positivismo comteano, al darwinismo, y a la radical crítica de la religión de Marx y Engels. Febvre analiza el utillaje mental del siglo XVI y dice que Rabelais. No tenía las suficientes y adecuadas palabras para negar la existencia de Dios. No tenía ni absoluto ni relativo, ni confuso ni complejo, ni virtual, ni causalidad, ni regularidad, ni concepto, ni criterio, tampoco análisis, ni síntesis, ni deducción, intuición aparecerá con Descartes, ni coordinación, ni clasificación. Tampoco existía la palabra sistema, palabra clave del racionalismo. Ni deísmo ni teísmo. Materialismo deberá esperar a Voltaire, y escepticismo con Diderot. Otras palabras que no estaban al alcance de Rabelais son fideísmo, estoicismo, quietismo, puritanismo, conformista, libertino, librepensador, tolerancia, irreligioso, controversia. Tampoco conocía telescopio, lupa, microscopio, barómetro, motor, orbita, elipse, parábola, revolución. Pero, por qué Febvre comete anacronismo en su libro, nos preguntamos. La respuesta nos la da el sabio soviético Mijail Bajtin en su magnifica obra La cultura popular en la Edad Media y en el Renacimiento. El contexto de Francois Rabelais, 1941, quien afirma que la tesis de Lefranc como la de Febvre nos apartan de la correcta comprensión de la cultura del siglo XVI. Ambos ignoran la cultura cómica popular del medievo y el renacimiento. Solo la seriedad es aceptable. La acusación de Febvre a Lefranc es justa, pero él mismo cae en el pecado del anacronismo al tratar la risa. Escucha la risa rabelesiana con el oído del hombre del siglo XX, no como se escuchaba en 1532. Por eso no puede leer Pantagruel con los ojos de un hombre del siglo XVI. No comprende Febvre el carácter universal de cosmovisión, ni la posibilidad de una concepción cómica del mundo, sostiene Bajtin. Solo se fija en aquellos pasajes en los que Rabelais no ríe, en los que permanece perfectamente serio. Cuando lo hace lo considera unas chanzas inocentes incapaces de revelar ninguna cosmovisión auténtica: ya que según él toda cosmovisión debe 32
ser seria. Allí es donde Febvre aplica al siglo XVI un concepto de la risa que pertenecen a la época moderna y más aún al siglo XIX. Incurre en consecuencia en un anacronismo y una modernización flagrantes. La impiedad no la ve por ningún lado, no era un propagandista consciente del ateísmo. Solo encuentra viejas bromas clericales, habituales antes de Rabelais. Posiblemente Febvre considera a la risa igual en todas las épocas, y que la broma fue siempre eso: una broma. Ignora la visión cómica del mundo que evolucionó durante siglos y milenios para organizarse en las múltiples formas de la cultura popular: una totalidad inmensa y unitaria: la cosmovisión popular y carnavalesca. Ignoró la parodia sacra, la risus paschalis y la inmensa literatura cómica del Medievo y las formas espectaculares y rituales del carnaval. Deja de lado Elogio de la locura de Erasmo, precisamente el libro que más nos conecta con el mundo de Rabelais. El aspecto cómico es universal y se propaga por todas partes. Febvre no capta este universalismo, el valor de la risa como cosmovisión, ni su especial criterio de verdad. Hoy hemos perdido el sentido de la parodia. Creo que debemos leer y volver a escuchar con nuevos oídos muchas de las obras de la literatura mundial del pasado, sentencia Bajtin. En Carora, verdadero bastión de la comicidad en el occidente de Venezuela, he encontrado señales de una cultura cómica desde los siglos XVII en adelante. Sobrenombres como La Palillos, El Pobre Tatareto, El Pobre Galicista, son algunos de ellos encontrados en viejos infolios de la Iglesia Católica. Tenemos cómicos y muchas fiestas porque no tuvimos Ilustración, diría Octavio Paz.
Manuscritos de Borges y Cortázar desnudan a autores argentinos en Brasil La muestra, organizada el año pasado por la Biblioteca Nacional de Argentina y llevada ahora a Brasil, también cuenta con facsímiles de los manuscritos de Adolfo Bioy Casares, Leopoldo Lugones, Roldolfo Walsh o David Viñas. Río de Janeiro.- Los manuscritos de Jorge Luis Borges, Julio Cortázar y otros autores clásicos de Argentina desnudan los mecanismos creativos de estos escritores en una exposición que forma parte de la actual edición de la Bienal Internacional del Libro de Río de Janeiro. La muestra, organizada el año pasado por la Biblioteca Nacional de Argentina y llevada ahora a Brasil, también cuenta con facsímiles de los manuscritos de Adolfo Bioy Casares, Leopoldo Lugones, Roldolfo Walsh o David Viñas. "Lo que nos permite un manuscrito es encontrar al autor en el momento mismo de creación de su obra", dijo a Efe el director de Cultura de la Biblioteca Nacional de Argentina, Ezequiel Grimson. Según Grimson, Borges defendía la tesis de que la obra definitiva es "una sombra" de la idea del autor, por lo que el manuscrito constituye "el momento del pasaje, en el que esa idea se transforma en la obra". Algunos de los manuscritos han supuesto revelaciones sorprendentes, como un cuento de Borges llamado "Tema del traidor y del héroe", al que el autor le agregó un final alternativo al que publicó por primera vez en la revista "El Sur" y que fue encontrado por casualidad en los depósitos de la Biblioteca Nacional en 2013. Borges solía trabajar a menudo en la Biblioteca Nacional, pedía prestados muchos libros, escribía anotaciones en ellos y los devolvía a los depósitos, según relató Grimson. Una pareja de investigadores que sigue los pasos de Borges ha hallado en los depósitos de la Biblioteca un millar de esos libros, de diversos autores, con anotaciones al margen del autor de "El Aleph". Los manuscritos de Cortázar expuestos en Río son una suerte de cuaderno de bitácora que el autor recopiló mientras escribía "Rayuela", en los que se incluye el dibujo de una rayuela, el juego infantil, cuya estructura "es muy parecida" a la de la propia novela, según Grimson. En sus papeles, Cortázar también hace anotaciones sobre varios temas y, por ejemplo, enumera características que atribuye a los argentinos, algunas positivas (gente muy querida, que tiene chispa, lealtad) y otras que juzga negativas (engolamiento, autosuficiencia). La Biblioteca Nacional también ha encontrado unos manuscritos inéditos de Viñas repletos de garabatos, tachaduras en montones de colores y flechas que salen de un lugar para el otro, y que serán editados y publicados cuando los investigadores terminen de desenmarañar el texto. 33
Según Grimson, esos manuscritos inéditos, que se refieren a la vida del político y militar Lucio Victorio Mansilla, podrán ser publicados en 2016 bajo el título "Mansilla, entre Rosas y París". Argentina es el país homenajeado en la Bienal Internacional del Libro de Río de Janeiro, la feria literaria más importante de Brasil, que empezó el jueves y se extiende hasta el próximo día 11. La programación organizada por Argentina para destacar su cultura durante la Bienal incluye cuatro exposiciones, entre las cuales la de los manuscritos literarios y otra sobre la obra de la poetisa Alejandra Pizarnik que exhibirá en su consulado en Río de Janeiro. Las otras dos muestras son "Lo que se ve", compuesta por fotografías de Adriana Lestido y que se exhibe en el Museo Nacional de Bellas Artes, y "Mafalda en su sopa", dedicada al personaje de Quino y disponible para el público carioca en la Biblioteca Parque Estadual. EFE
MARCEL ROCHE Por Omar Ocariz Hombre de ciencia, vocación humanista y especial sensibilidad por el arte, la música y la literatura Innegable, el doctor Marcel Roche fue un hombre de la ciencia con inmensa sensibilidad por el arte, por la música, por la literatura, con una profunda vocación humanista. Variadas instituciones constituyeron su más importante legado al desarrollo científico y tecnológico de la segunda mitad del siglo XX en nuestro país. Por cierto, sin caer en exageraciones, la era de mayor significación en este campo en toda la historia venezolana. Claro, no fueron creaciones exclusivamente personales sino que con su espíritu amplio logró acercarse a valiosas personas que junto con él emprendieron la trascendente misión de crear el Instituto de Investigaciones Médicas de la Fundación Luis Roche, la Asociación Venezolana para el Avance la Ciencia, ASOVAC, el Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas, IVIC, el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas, CONICIT, la revista interdisciplinaria INTERCIENCIA, el Departamento de Estudios de la Ciencia en el IVIC y otras. Además, en una especie de periodo sabático, el gobierno del presidente Jaime Lusinchi lo designa representante de Venezuela ante la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, UNESCO, entre los años 1985 al 89, donde adelantó interesantes propuestas y proyectos. La doctora Yajaira Freites, persona de gran apoyo para el doctor Marcel Roche en relación con la consolidación del Departamento de Estudios de la Ciencia en el IVIC, refiere en su trabajo publicado en Bitacora-E, Revista Electrónica de Estudios Sociales, Históricos y Culturales de la Ciencia y la Tecnología, página 83, No. 1 del 2013, que: “A la par de su labor como investigador médico y gerente de la ciencia desarrolló una extensa actividad humanista. Por una parte, como editor fundador (1976-1985) de la revista Interciencia y divulgador de la ciencia, ya como productor TV, escritos semanales en la prensa nacional, libros (p.e, Mi Compromiso con la Ciencia, 1987), y conferencias; este tipo de actividades le hicieron acreedor del Premio a la Divulgación Científica. Y, por la otra, como Jefe y José Moradell 1982 de divulgación científica otorgado por el Círculo de Periodismo Científico de Venezuela, y al Premio Kalinga 1987 otorgado por la UNESCO Fundador y actual Investigador Emérito (1976-1990) del Departamento de Estudio de la Ciencia (IVIC), en donde fue responsable de cimentar los estudios de sociología e historia de la ciencia en Venezuela. Autor de varias obras en este campo, destacándose entre ellas su biografía de Rafael Rangel: Ciencia y política a principios del siglo XX (1973) cuya primera edición se agotó, reeditado en 1978. Antes de su jubilación fue responsable de la compilación de la obra colectiva Perfiles de la Ciencia en Venezuela (1996)”. Dentro del escaso tiempo que le dejaba su absorbente dedicación al mundo de la investigación científica, el doctor Marcel Roche dedicó preocupación y trabajo a la tan necesaria divulgación de la ciencia, forma de llegarle al ciudadano común y corriente con un 34
mensaje no alienante que le alimentara su conocimiento en temas que parecían muy lejanos para su entendimiento. También le dedicó algo de su escaso tiempo libre al violonchelo, instrumento musical que tocaba con mediana habilidad y que contribuía a fortalecer su espíritu en la experiencia del duro día a día. Como una forma de acercarse al doctor Marcel Roche, en un próximo número de esta Revista incluiremos un interesante texto que publicó el 8 de noviembre de 1980 en las páginas de opinión del periódico El Nacional, bajo el título: Baruj Banacerraf, Premio Nobel. En esencia fue una crónica sobre ese importante acontecimiento científico, nada extraño a nuestro país por que el galardonado había nacido en nuestra tierra venezolana, aún cuando su formación y actividad de investigación se había llevado a cabo en Francia y en Estados Unidos.
Medellín, 25 años como epicentro de la poesía latinoamericana En esos cinco lustros la segunda ciudad más grande del país se ha convertido en un referente mundial en innovación y se ha remozado por completo integrando las barriadas más pobres con edificios punteros de diseño como la Biblioteca España, enclavada en el centro de la Comuna 13, una de las más violentas de la ciudad. Medellín.- (EFE)En el año 1991 la ciudad colombiana de Medellín era pasto de la violencia, un contexto de desolación en el que nació el Festival Internacional de Poesía que esta semana cumple 25 años y que ha limpiado su imagen para convertirla en el epicentro latinoamericano de ese género. En esos cinco lustros la segunda ciudad más grande del país se ha convertido en un referente mundial en innovación y se ha remozado por completo integrando las barriadas más pobres con edificios punteros de diseño como la Biblioteca España, enclavada en el centro de la Comuna 13, una de las mas violentas de la ciudad. En paralelo ha crecido un festival con vocación de inocular cambio social a través de la poesía. "Queríamos transformar la conciencia de la ciudad a través de la poesía", explicó a Efe el director del certamen, Fernando Rendón. En aquel 1991 ni tan siquiera levantaron la voz para expresar su voluntad porque si "hubiéramos declarado abiertamente lo que declaramos hoy, que la poesía puede parar la violencia, se hubieran reído de nosotros", agregó. Ahora y tras 25 años se ha convertido no solo en un icono sino en una fuente de ideas para Colombia y al festival lo acompaña la Cumbre Mundial de la Poesía por la Paz y la Reconciliación de Colombia, una cuestión central para el certamen y sus objetivos fundacionales. En ese tiempo Rendón constató "la gran fuerza espiritual que la poesía representó para la ciudad" y como su energía "se ha fortalecido y ha permitido a Medellín tener un título diferente: 'Capital Mundial de la Poesía'". Uno de los elementos de los que más orgulloso se siente el director del festival es de haber dado voz a los pueblos indígenas con su "lenguaje de la solidaridad con los seres humanos y de la defensa de la tierra". Solo en esta edición, que se inició el pasado día 11 y se prolongará hasta el 17, han pasado por el certamen miembros de las comunidades wayúu, yanacona, kamsa o sami. Entre los recuerdos que Rendón tiene marcados de estos años está la visita del premio nobel de literatura nigeriano, Wole Soyinka, el primero galardonado con ese premio que visitó la ciudad colombiana. Por todo ello, el festival obtuvo el premio Right Livelihood Award también conocido como Premio Nobel Alternativo- en 35
reconocimiento a "la visión y labor sobresalientes en favor de nuestro planeta y su gente". Sin embargo el gran éxito del encuentro ha sido la capacidad para crear "vasos comunicantes" en todo el continente latinoamericano, dijo a Efe Juan Manuel Roca, uno de los poetas más destacados del país y que ha participado en varias ediciones del festival. "Colombia estaba muy aislada, en un momento era el Tíbet de América Latina, autista y ensimismada", destacó Roca, para quien el festival permitió romper ese aislamiento. El festival ha permitido que los poetas colombianos conozcan lo que hacen en otros países del continente y han roto una tradición aislacionista. Asimismo, Roca subrayó que el festival permitió que se construyera en Medellín una identidad alrededor de la poesía "en una localidad que, además de dura, ha sido estigmatizada como una ciudad muy fenicia donde se dice que más que oír el sonido de los corazones les interesa oír el de las registradoras". Y eso pese a las reticencias iniciales del poeta, quien consideró en un inicio que si el certamen no iba acompañado de una política para generar un público de la literatura "podía resultar un hecho periférico". "Sin embargo, fui cambiando cada vez más la percepción de eso al darme cuenta en varias generaciones que se han ido formando alrededor del festival que empiezan a decantar sus gustos", concluyó.
Presentan "Vonne Endlichkait", la obra póstuma del Nobel Günter Grass "Es una obra conmovedora y por momentos encantadora", dijo el presidente de la Academia alemana, Heinrich Detering.
Gotinga, Alemania.- La obra póstuma de Günter Grass Vonne Endlichkait fue presentada hoy por la editorial Steidl, casi medio año después de la muerte del premio Nobel de Literatura alemán, reseña Dpa. "Creo que una vez más consiguió algo grande", aseguró el editor, Gerhard Steidl, durante la presentación en la ciudad de Gotinga, en el centro de Alemania. Grass trabajó en la obra titulada Vonne Endlichkait (escrito en alemán coloquial del este y que podría traducirse como De la finitud) hasta días antes de fallecer el 13 de abril.
La editorial lanzará una primera tirada de 50.000 ejemplares que estará a partir del viernes en las librerías. Helene, hija de Grass, realizó ya en junio una primera audición de fragmentos de la obra. Grass fue una de las figuras más relevantes de la historia moderna, tanto por su decisivo papel en la proyección mundial de la literatura alemana tras la guerra como por su ardiente compromiso político y sus muchas polémicas, incluida la de su paso por las Waffen SS nazis en la adolescencia.
Según el editor, el autor de El tambor de hojalata creó "con su última obra de arte un impresionante juego de poesía, prosa e ilustración".
Nacido el 16 de octubre de 1927 en la actual ciudad polaca de Gdansk, Grass se convirtió ya en 1959 en una celebridad internacional con su novela El tambor de hojalata , primer volumen de una trilogía que siguió con El gato y el ratón(1961) y Años de perro (1963).
La obra de 176 páginas es un compendio de cartas de amor, reflexiones, arrebatos de celos, sátiras y momentos de felicidad en la que además se alude a la decadencia física, a la muerte y a la cuestión de Dios.
En más de medio siglo de carrera, el autor dejó una amplia obra que recorrió géneros tan diversos como drama, lírica, piezas de ballet, aforismos, ensayos y novelas, además de esculturas, dibujos y pinturas.
"Una obra conmovedora y por momentos encantadora", dijo el presidente de la Academia alemana, Heinrich Detering.
Grass falleció el 13 de abril a los 87 años como consecuencia de una infección.
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Si yo fuera Pedro Infante
MARÍA CELINA NÚÑEZ
Jesús Martín-Barbero ha señalado que el melodrama está profundamente enraizado en el imaginario colectivo latinoamericano, expresado en forma de tango, telenovelas, cine mexicano o crónica roja. Citando a Edgard Morin, Martín-Barbero afirma que hasta los años 50 el cine mexicano fue la columna vertebral de la cultura de masas en nuestro continente porque el cine conecta con el hambre de las masas por hacerse visibles socialmente. El cine funciona como un mediador en la constitución de la nueva experiencia de la cultura urbana; es decir, media en el proceso modernizador de los años 40 y 50. Si yo fuera Pedro Infante de Eduardo Liendo entronca en la tradición de la novela urbana de Guillermo Meneses y Salvador Garmendia. Ambos autores retratan la urbe de los 40 y 50: una ciudad que no termina de serlo. Liendo se sitúa en otra perspectiva, ya que trata el mismo tema desde el punto de vista del recuerdo y recurriendo a la cultura de masas para dar cuenta de la misma problemática. La elección de una perspectiva diferente es lo que da valor y carácter de novedad a la novela. Como muchas de las manifestaciones de fines del siglo XX Si yo fuera Pedro Infante cuestiona la modernidad, no desde el centro mismo sino apoyándose en recursos formales y puntos de enfoque nuevos que redundan en un distanciamiento. Una de las características que Celeste Olalquiaga atribuye a la posmodernidad es la nostalgia por tiempos pasados. Dice la autora que esta es una característica que se enraíza en la modernidad. Ya desde que Walter Benjamin observó que con la modernización de la vida diaria, la experiencia del hombre quedaba reducida a fragmentos y sujeta a la discontinuidad, la mirada hacia etapas anteriores es un intento por restablecer la unidad de la experiencia. Eduardo Liendo narra la historia de un hombre común, un oficinista (y en esto, de algún modo se vincula a la narrativa garmendiana; pensemos por ejemplo en el tema de La mala vida, de 1976) que, por motivos de enfermedad se ve obligado a sufrir una larga convalecencia. Durante ese tiempo, una noche, la alarma de un automóvil no lo deja dormir. El personaje, Perucho Contreras, se siente totalmente disminuido y reflexiona sobre cómo sería su vida si él fuera Pedro Infante, su héroe de la adolescencia. Durante toda la noche hace una evaluación de su condición de “pequeño ser” y contrasta su carácter de antihéroe. Por eso, todo el tiempo su vida se entrecruza con la de Pedro Infante. En su mirada nostálgica vuelve al pasado, reconstruye su vida en el barrio, recuerda a los amigos de la pandilla y, simultáneamente, reconstruye también, usando la primera persona, la vida de Pedro Infante. La vida de Perucho Contreras se parece mucho a los personajes de Garmendia: seres disminuidos, entregados a un trabajo rutinario, oscuros, sin aparente salvación posible. Durante la convalecencia, Perucho se dedica al lamento por una vida que ya, en plena cuarentena, no tiene posibilidad de reorientación. Entonces, como el presente no tiene gratificaciones, la mirada se dirige a su pasado de adolescente, cuando todo parecía posible; y a la vida de su héroe Pedro Infante, quien encarnó todos sus ideales. Hay humor, ironía, pero todo está condenado a la futilidad: Perucho volverá a su trabajo cuando se recupere; Pedro Infante está muerto, y su adolescencia es irrecuperable, así como también lo son la ciudad y el barrio, que ya tienen poco que ver con 37
lo que él conoció. No se trata de una reconstrucción “retro” de los años 50, tan de moda en el contexto de los años 80, sino del proceso contrario. Mientras en el “revival” el emblema se presenta aislado de su contexto histórico; en la novela de Liendo se produce por parte del protagonista una toma de conciencia de que esos eventos no pueden ser ya más que recuerdos y que, por ende, no modificarán su vida. El signo, sin embargo, no se agota en la alegoría, pues aunque no logra la conexión simbólica con un paradigma que lo jerarquice; tampoco es visto con naturalidad en el plano del emblema: para el protagonista estos signos siguen conectados con un paradigma histórico. El problema es que ese paradigma ha quedado en el pasado y él no logra actualizarlo. Pero esto no vacía a los emblemas en tanto signos y, justamente en eso radica la nostalgia. Liendo nos muestra a un ser humano a caballo entre dos realidades y parte de la nostalgia se ve en los efectos negativos de la modernización de la ciudad. La dialéctica tradición-modernidad no desaparece en ningún momento, y la alternancia entre pasado y presente es una adecuada expresión formal de esto. Así, forma y contenido; historia y discurso, apuntan en la misma dirección. Esta dialéctica tradición-modernidad tiene como lugar de puesta en escena a la cultura popular, específicamente el cine mexicano y el melodrama. Mijail Bajtin, al estudiar la cultura popular, la sitúa sobre dos ejes: la plaza pública como espacio y el carnaval como tiempo. Ambos tienen en común que son la ocasión para representar la no realidad; y permitir mostrar lo no oficial, lo que normalmente no se dice. La analogía con la novela de Liendo es posible en el siguiente sentido: el cine (las películas de Pedro Infante) son el lugar de la representación, pues alteran el tiempo y el espacio oficiales. De este modo, mucho de lo dicho en la pantalla, parodia, satiriza, degrada o refleja el plano de la realidad en el nivel del recuerdo de Perucho Contreras. De este modo, las películas y las canciones populares funcionan como citas. Bajtin ha señalado que lo grotesco y lo cómico son los dos ejes expresivos de la cultura popular. Al leer la novela, es imposible no captar el humor siempre presente, la burla o la ironía que sobre sí mismo o sobre su mundo hace el protagonista. La risa y la máscara son, entonces, los dispositivos de lo cómico y del carnaval. En este sentido, Si yo fuera Pedro Infante, está en la línea de la novela popular por oposición a la novela sin adjetivos, tal como las define Martin-Barbero: mientras la segunda problematiza al lector, la novela popular tiende a la paz. En relación a su proyecto narrativo, Liendo ha declarado que le molestaba la forma despectiva en que se trataba la historia, en términos de literatura inferior. Para él, la literatura sin historia (y aquí fija posición respecto a la dicotomía narrativismoexperimentalismo) es un reflejo tardío de la literatura objetual francesa de los años 50 y 60 y que los jóvenes narradores estaban abandonando para retomar la anécdota. Estas palabras pronunciadas en los años 80 han adquirido mayor valor con el paso del tiempo, así como la obra de Liendo ha continuado creciendo en cantidad y calidad. La obra de Eduardo Liendo abarca aproximadamente cuarenta años. Ha cautivado a las sucesivas generaciones. Por ello, es un autor insoslayable en la narrativa venezolana.
RICARDO GIL OTAIZA
Trilce y el desgarre vallejiano ...destila ironía por los cuatro costados, amargura y un profundo resentimiento Sin pretenderlo, nos prepara César Vallejo para la entrada de Trilce (1922), su segundo poemario, en el que la ruptura con el presente (es decir el ayer poético) es inexorable. El poeta ya no es el mismo, muchas de sus piezas son escritas en su celda, desde donde observa cómo se extingue una llama que a manera de obituario cercena toda esperanza por un mundo mejor. Este poemario nos muestra en abundancia la pérdida de la inocencia, y en él se hacen visibles las múltiples rupturas que se erigen en hondas escisiones, hasta hacer de su mundo un verdadero paraíso perdido. Si en Los heraldos negros el lenguaje es de transición hacia un "algo" indeterminado hasta ahora, en Trilce es de completa ruptura, de divorcio con los esquemas y con las tradiciones poéticas, que hicieron de él y de muchos de sus contemporáneos, productos acabados de una época y de un momento histórico. Tan personal es Trilce, que se erige en puente hacia un futuro no muy lejano, cuando ya en París se asuma como parte de una vanguardia que busca nuevos derroteros en su poética, no sólo desde el ángulo del estilo y de los rompimientos propios de una manera de hacer poesía (que como ya se expresara produjo sorpresa y hasta desconcierto en los lectores), sino también en la manera cómo aborda el poeta su nueva realidad, el choque con el ayer, y el cotejo con lo más graneado de la cultura hispanoamericana y española, que desfilaba día a día en las calles y cafés de la Ciudad Luz. No cabe la menor duda de que Trilce es producto del desgarre
interior de Vallejo, de su profunda angustia existencial, de su escisión espiritual y física en medio de una de las épocas de mayor dramatismo en su no tan longeva vida (apenas 46 años). Este nuevo poemario rompe abruptamente con la tradición poética, no solo peruana, sino también del continente, al hallarse en él una estructura propiamente vallejiana, en íntima correspondencia con sus sentimientos y sobresaltos en medio de un azaroso destino (compartido con muchos paisanos, que como él sufrían la demencia y el estropicio de un gobernante ávido de poder, de un medio social depauperado, de un hombre y de una mujer profundamente golpeados por la iniquidad de un sistema de castas, que hacían de la vida una suerte de ruleta rusa). Trilce marcó a Vallejo y a su generación, así como también abrió cauces en un contexto cultural e intelectual adormecido, mediocre, hundido en la lucha de las ingentes mayorías por la supervivencia, y de su gobernante y acólitos por mantenerse a como dé lugar en el poder. Trilce destila ironía por los cuatro costados, amargura y un profundo resentimiento, pero no por ello se pierde en los pedregosos caminos de la venganza personal (a la que tendría derecho), sino que busca los cauces de una vanguardia que rompe definitivamente con lo anterior, para hacerse un hecho literario autárquico, revelador y profundamente original, que se yergue por los caminos de la sufrida América Latina para blandir la bandera de la autonomía, del dominio pleno del lenguaje hasta hacerse parte sustantiva de su obra y punto de inflexión necesario en su camino poético.
Volpi se inspira en la trata de personas para guión, novela y ópera Volpi, de 46 años y autor de libros como de "En busca de Klingsor", "El insomnio de Bolívar" y "Memorial del engaño", dio forma de guión a esta tragedia humana. Ciudad de México.- (DPA) Cuanto más sabía el escritor mexicano Jorge Volpi del secuestro y tráfico de mujeres desde el poblado mexicano de Tenancingo hacia los llamados "campos del amor" del sur de California, más se interesaba por el tema. Cuando tuvo suficiente material, escribió un guión que devino en una novela, una ópera y una película. Los tres proyectos parten "del mito de que, desde la época prehispánica, este pueblo se dedicaba ya a la trata de mujeres, hasta lo que está documentado a principios del siglo XX de una práctica que luego se internacionaliza y llega hasta Estados Unidos, como se ha dado a conocer en la prensa internacional", dijo el autor en entrevista con Dpa. La realidad actual es un negocio millonario que, según investigaciones periodísticas y policiales, explota sexualmente a decenas de adolescentes y mujeres, obligadas por una red que inicia en Tenancingo (Tlaxcala, centro de México), pasa por Tijuana (norte del país) hasta llegar a las plantaciones de fresa cerca de San Diego donde trabajan inmigrantes mexicanos en Estados Unidos. En principio, Volpi, de 46 años y autor de libros como de "En busca de Klingsor", "El insomnio de Bolívar" y "Memorial del engaño", dio forma de guión a esta tragedia humana. Luego nacerían el proyecto de la ópera y la novela en verso "Las elegidas", que publicará en septiembre en México el sello editorial Alfaguara. El Buró Federal de Investigaciones (FBI) de Estados Unidos ha señalado a Tenancingo como un centro de trata de personas y ha detenido a varias personas oriundas de esa localidad por tráfico sexual. Organizaciones pro derechos humanos como Unidos contra la Trata calculan que el 10 por ciento de su población de entre 13.000 y 15.000 habitantes, la mayoría indígenas y hombres, son los proxenetas y enganchadores. "Las elegidas" es también el nombre de una película, inspirada en la idea de Volpi pero reescrita y ambientada en Tijuana, bajo la dirección del mexicano David Pablos, que se presentó en mayo como parte de la sección "Una cierta mirada" de la edición 68 del Festival de Cannes. Mientras Volpi plasmaba en papel las crónicas de terror y prostitución forzosa solapadas por autoridades mexicanas y estadounidenses, la Universidad de San Diego le propuso ser libretista de una ópera de cámara que producía su Departamento de Música. Bajo el nombre de "Cuatro Corridos", la obra, que se presentó en
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el Centro Nacional de las Artes de Ciudad de México del 15 al 17 de mayo, aborda también el tema de la trata desde la voz de cuatro mujeres y en ella intervinieron músicos, compositores y creadores de ambos países. El exitoso estreno mundial tuvo lugar en mayo de 2013 en San Diego. Dirigida y protagonizada por la soprano estadounidense Susan Narucki, luego se presentó en algunas ciudades estadounidenses hasta llegar a Tijuana, ciudad fronteriza mexicana y punto de salida de los traficantes con su preciada "mercancía". Volpi, miembro del movimiento literario conocido como la "Generación del crack", dijo que llevaba tiempo queriendo participar en un proyecto operístico y lo logró con este trabajo. "Siempre he creído en la frase célebre entre libretistas y compositores en el siglo XIX: primero la música, luego la palabra", afirmó. "Entonces traté de contar esta historia desde cuatro puntos de vista, por eso trabajé muy de cerca con los compositores para modificar las palabras y el sentido para que se unieran a su música", explicó el autor. Así, la historia de Volpi sobre mujeres explotadas ha tomado distintos rumbos hacia la música, la literatura y el cine.
EL CORREO DE LA VIRGEN Cuento de Juan Páez Ávila, publicado a solicitud de algunos profesores y estudiantes de la UPEL Paula tocó y empujó simultáneamente la puerta de la casa. Cuando avanzó hacia el interior ya el sol había penetrado, la sombra y el vaivén de la hamaca refrescaban el torso desnudo de un viejo aregueño cuya reciedumbre física comenzaba a ceder al paso de los años, pero conservaba el optimismo de vivir por siglos para impedir que los maleficios del Diablo de Carora roturaran la fe en la Virgen de la Chiquinquirá, y su pueblo sucumbiera a la ambición de intereses extraños a sus esperanzas. -Yo soy el Correo de la Virgen. Desde muy joven recibí la misión de preservar las costumbres, profundizar la fe en sus milagros y batallar contra el espíritu del mal. Mi primera acción fue constituir una Junta Administradora de sus bienes. Centenares de miles de bolívares ingresan al tesoro de la Virgen. Campesinos humildes descienden de la sierra de Carohana todos los años a pagar sus promesas y hasta algunos muy ricos, que ante la desesperación de algunas enfermedades incurables y la cercanía de la muerte vienen a exculpar sus pecados. Después del milagro vienen a traer altas sumas de dinero. Yo he recibido la revelación de invertir ese dinero en obras sociales para beneficio de los más pobres. Ese es su deseo y su mandato, pero han dicho hasta que yo estoy loco. A través de siglos el dinero se lo ha llevado siempre el Diablo de Carora. Paula no quiso interrumpirlo. Conocía la inclinación del viejo José a contar la pequeña historia de su pequeño mundo. Aregue había sido construido muy cerca del río, única justificación de su existencia, pero como todos los pueblos ribereños, periódicamente sufría los embates de las aguas desbordadas. -En Aregue viejo, más cerca del río y de la inundación, fue construido el primer templo para venerarla. El temor a una catástrofe, el temor al río indujo a sus antiguos pobladores a acercarse más al desierto. En la parte alta del pueblo, más lejos del miedo, guiados por la propia Virgen, construimos el templo definitivo. Ella misma señaló el lugar dónde debería ser ubicada su imagen, que permitiera que miles de personas desfilaran, sin atropellarse, no sólo a colocar el fruto de sus promesas, sino también a contemplar la profundidad de su mirada y confirmar el poder y la verdad de sus milagros. En las afueras de la Iglesia se presentó una agria disputa entre varios aregueños y algunas personalidades influyentes de Carohana, acerca de la conveniencia del traslado de la imagen a otra Iglesia de mayores dimensiones arquitectónicas, en la que una Junta de feligreses administrara los ingresos de la Virgen. -No podrán, señora Paula. Ella escogió el lugar del reposo y del encanto. Si la mueven de allí, desaparecerán los milagros. Yo he enfrentado los poderes del Diablo de Carora y de la riqueza. Cuando era un niño presencié su traslado a otro lugar, pero los milagros se quedaban aquí. Allá, la alcancía de la Iglesia amanecía vacía. La propia Virgen se regresó y aumentaron los milagros. Creyeron que yo me la había traído e intentaron nuevamente trasladarla. Cuando la colocaron en el altar de la otra Iglesia, el lienzo y la imagen se habían desfigurado. Llenaron la alcancía haciendo promesas de arrepentimiento. Me vinieron a buscar para que colaborara, pero ya la Virgen había regresado.
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Los llevé a nuestra Iglesia y muy asustados la observaron intacta. Corrieron a revisar la alcancía que habían dejado custodiada por varios vigilantes contratados, y la encontraron vacía. Paula oía la voz sonora del viejo José y aunque la invadían algunas dudas, terminaba aceptando como válidas las palabras de un hombre que parecía extraído de las catacumbas antiguas. -Yo viajé a la Diócesis de Carohana a pedirle al Obispo que no autorizara más traslados de la Virgen y que nos permitiera a los habitantes de Aregue nombrar una Junta para administrar los bienes provenientes de sus milagros a favor de los más humildes. Nos aceptó lo primero y me prometió estudiar lo segundo. En el interior de la casa del viejo José, varias palomas se arrullan, estimuladas por la alegría de las flores y el ambiente refrescante que emana de un pequeño jardín, embellecido por la intervención permanente de una mano familiar. -Sin embargo, Paula, nos falta un milagro, el milagro más grande que la Virgen puede hacer para derrotar al Diablo de Carora, se aclare la conciencia y se ablanden los corazones de quienes distribuyen los dineros que la fe de Aregue y de sus vecinos, depositan en la Iglesia todos los años. Necesitamos una obra pía. Recorra el pueblo y sus alrededores, para que constate lo que le digo. Cuando salí a la calle, frente a la casa de don José se estacionó un pequeño camión cargado de melones y de su interior bajó un hombre, cargado de años, pero de contextura fuerte, a quien había visto varias veces desplazarse en su vehículo hacia el mercado principal de la región. -¿Señora Paula, está don José en su casa? -Sí. Acabo de oírle expresar su preocupación sobre el futuro de los bienes de la Virgen, aunque cree tener un mandato divino. -Le traigo un dedo de oro. Me costó casi una carga de melones, pero estoy vivo gracias a un milagro. -¿Qué te pasó? -Cuando fui a recoger un melón me picó una culebra que estaba debajo de las hojas. Aterrorizado le pedí a un campesino medio brujo que me chupara el dedo. En medio de un gran dolor decidí matar la culebra y le ofrecí a la Virgen de la Chiquinquirá de Aregue, un dedo de oro si me alumbraba el camino para encontrarla, única manera de salvar la vida y el dedo, porque otro campesino decía que me lo cortaran. No quería que me llamaran el mocho Miguel y le pedí el milagro. Machete en mano corté ramas y hojas hasta que tropecé con el filo de mi única herramienta con un inmenso rollo de cascabel, lista para volver a arremeter contra mi vida. Me llené de valor, creo que por obra de la Virgen. Y suaz, suaz, le corté la cabeza. Y santo remedio, aquí estoy, como si no me hubiera pasado nada. Miguel Álamo tenía una pequeña parcela en la ribera sur del río Morere, a la que aprendió a sacarle importantes beneficios con el cultivo de melones. No era muy cristiano, pero creía en los milagros de la Virgen. Se le veía muy satisfecho, casi feliz, con su dedo de oro en las manos. En ese momento apareció don José, después de oír nuestra conversación.
-No. Yo no estoy autorizado para recibir los frutos de los milagros, sino para defender la fe en la Virgen. Espere que venga un sacerdote. -Vamos a la Iglesia, don José, y se lo depositamos en la alcancía. -Si la señora Paula va como testigo, lo acompaño. Abrimos la Iglesia y encontramos la alcancía rebosante de dinero en efectivo y algunos brazos y piernas de plata y de madera. Mientras permanecimos en la Iglesia se acercaron algunos parroquianos, quienes después de rezar incitaron a don José a presidir una asamblea de la comunidad, para resolver el destino del dinero y de los objetos de valor encontrados. -Hay que llevárselos al Obispo –expresó un anciano casi moribundo. -Hay que crear un ancianato –dijo otro con cierta ironía. -¿Por qué no reparamos la Iglesia y contratamos un sacerdote permanente? –preguntó Mamerto, quien hacía de sacristán cuando se oficiaba misa y estaba desempleado desde hacía varios meses. -Que hable don José –planteó Paula. -Elijamos primero una Junta Administradora de los bienes de la Virgen, cuyos integrantes, después de oídas todas las recomendaciones y participarle al Obispo, decida cuáles son los obras sociales que deben realizarse. Todos asintieron y eligieron al más anciano, don Elías Gutiérrez, Presidente de dicha Junta, un tesorero y una secretaria. Antes de cerrar la Iglesia, para que la Comisión saliera a participarle al Obispo, entró de rodillas un joven campesino, con un cofre lleno de monedas a pagar otra promesa, la Virgen le ahuyentó un león que le comía los chivos. Quince días después de no perder un animal más, calculó el valor de quince chivos y vino a pagar la promesa. -Vamos Paula a recorrer el pueblo, pero antes mira este cuadro donde aparece la Virgen y a sus pies un hombre con atuendo de caballero de la época colonial. Este es Cristóbal de la Barrera, socio de la Compañía Guipuzcoana, quien naufragó en su pequeña embarcación frente a las costas de la Capitanía General de Venezuela; abrazado a una tabla fue empujado por las olas hacia tierra firme. Sobre las olas veía la imagen de una Virgen y cuando perdía fuerzas para seguir asido al pedazo de madera, volvía a ver su figura y recuperaba energías. Cuando fue lanzado costa afuera por las olas, no sabía dónde estaba; caminó durante varios días siguiendo la dirección que le indicaba la imagen entre las nubes. Sólo se detenía para tomar agua de algún arroyuelo o ingerir alguna fruta que caía de los árboles lanzada por los pájaros. En su larga ruta por selvas, montañas y desiertos no fue molestado por animales feroces ni por indios guerreros. Agotado por el incesante caminar, vio descender la imagen que lo guiaba a este lugar, llamado Aregue, donde le construyó el primer templo. En la calle, el viento ejercía su hegemonía total mientras la gente se resguarda en sus casas del tedio que imponía un sol inclemente. En medio de una gran soledad todos parecían felices, como si disfrutaran de una paz permanente. Los pocos que se asomaban a las ventanas, saludaban con gestos amables, como si fuéramos amigos de muchos años. En las afueras del pueblo apareció un desierto apenas cubierto por cardones y tunas. Un hombre a caballo, con una piel de león sobre las ancas de su mula, rompió la profundidad del horizonte, nos reconoció y se
acercó para preguntarnos si estaba abierta la Iglesia. -La acabamos de cerrar, después de nombrar una Comisión que administrará los bienes de la Virgen. -¿A quién le entrego este cuero de puma, que le prometí a la Virgen traérselo para alfombrar su piso o venderlo y llevarle la cantidad de dinero que me paguen por él? Rafael Flores, cazador de tigres, pumas y toda clase de depredadores que diezmaban sus rebaños de chivos en los alrededores de Aregue, le prometió a la Virgen llevarle como trofeo el valor o la piel del tigre o puma que cayera en la puntería de su escopeta, para salvar sus animales y preservar su pequeña economía. Pero no le resultó fácil, según su propio relato. -Estuve varias noches hasta el amanecer en una troja en lo alto de un árbol, frente al único bebedero que nos queda con un poquito de agua, aguaitando la fiera que me estaba matando los chivos. Pero el animal no llegaba. Me acordé de la Virgen y le hice la promesa de alfombrar el piso de su Iglesia con la piel del tigre o del puma, que era lo mismo, si aparecía antes del amanecer. Yo siempre esperaba hasta las cinco de la madrugada, cuando comenzaba a clarear me retiraba, porque a ninguno felino le gusta cazar o beber durante el día. Para ellos es mejor la oscuridad, sus ojos brillantes y salidos les permiten ver más que a los otros animales. Cansado de esperar me bajé unos minutos antes de las cinco y cuando pisé tierra, tenía enfrente, muy cerquita, dos grandes ojos que casi me encandilan. Me volví a acordar de la Virgen y de la escopeta que tenía en la mano izquierda y se me había caído. Se me quitó el miedo, por primera vez sentí miedo de verdad. No es lo mismo estar arriba en el árbol, atrincherado y apuntando por mampuesto, que tener la fiera a pocos metros. En nombre de la Virgen me agaché, tomé mi escopeta y rodilla en tierra apunté al medio de los dos ojos que me servían de blanco, apreté el gatillo y la bala fue directa a la frente del león cuya piel ustedes ven sobre mi mula. Herido se me vino encima y me creí hombre muerto, pero me protegió la Virgen de la Chiquinquirá. Cuando me lanzó el primer zarpazo, reculé para accionar la segunda bala de mi escopeta morocha, pero no tuve tiempo de disparar, la fiera se desplomó rugiendo, maldiciendo su impotencia, se le veía en los ojos saltones y en las garras afiladas que apretaba con fuerza incontrolable hasta romperse su propia piel. Para ayudarlo a morir volví a disparar también en nombre de la Virgen. -Hable con don Elías Gutiérrez, él le compra el cuero y le entrega la plata a la Virgen. Ese debe ser el mismo león que le comía los chivos al campesino que por falta de caballo llegó arrodillado. El cactus espinoso y reseco, las luces sombrías, el terreno pedregoso dificultaban la caminata. Nos acercamos al templo abandonado del viejo Aregue. -Ningún sitio mejor que éste para el trabajo creador, para la oración salvadora. Nos hacen falta los servicios esenciales, los que señala la Encíclica “Rerun Novarum”. -O cumplir los Estatutos de la Cofradía de la Chiquinquirá de Aregue, redactados por don Chío Zubillaga, que coinciden con la Encíclica de Juan XXIII: “La pertenencia de la Iglesia no es entrada a una isla de bienestar, en medio de un contexto de pobreza”. Envuelto en las secuelas de su creencia, en la utopía de su misión, el viejo José vio transcurrir los días, refugiado en el templo, aferrado a enfrentar el pasado y
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abrirle a Aregue un camino distinto, hasta que sintió que el vigor físico se le escurría por los pies. No pudo visitar más al Obispo, pero creyó vencer al Diablo de Carora, sólo podía arrodillarse para rezar, hasta que se quedó postrado. El día que se enteró que la Junta Administradora de los bienes de la Virgen, antes de ser autorizada por la jerarquía eclesiástica, había otorgado una beca al alumno más destacado del sexto grado de la escuela primaria, para que continuara estudios en el liceo, decidió despedirse de su mundo, feliz, se había cumplido parcialmente su misión. Quería confesarse, pero no había sacerdote.
Sobrevivió por tiempo indeterminado a la espera del confesor, resistió los embates de varias enfermedades que le nublaron la vista y le obstaculizaron el oído, hasta que regresó Segundo Pérez, graduado de médico. El primer becario de los bienes de su Virgen lo visitó en su lecho de enfermo. -Ni un milagro lo salvará –le expresó a Paula. -¿Qué hacemos, doctor? -Yo soy ateo, pero no acepto que nadie se meta con la Virgen. ¡Confiésalo! A falta de un sacerdote, Paula le extendió los Santos Óleos