Correr.
“Si quiere ganar, corra cien metros. Si quiere experimentar la vida, corra maratones” Emil Zatopek.
Un destacado entrenador de fútbol sentenció que, correr es la expresión máxima de la voluntad. Nada más cierto. Si bien la técnica y la prerrogativa genética aportan y mucho, en el llano mundo de los mortales la máxima del director técnico es lo más acertado que escuché. Correr conlleva la belleza de lo simple, de lo primitivo. Tiene la mecánica de lo ancestral. Es solo un paso tras otro, nada más ni nada menos. Cuando uno corre es uno mismo contra todo y con todo. Uno corre en y para todo. Uno es el medio, el vehículo, la transcendencia. La cosa viene desde que éramos monos y por razones que aún se debaten, un día despegamos las manos como apoyo y nos desarrollamos bípedos. De allí, la evolución hizo el resto, fortaleció nuestras piernas y crecieron más proporcionales con respecto al torso. En unos miles de años nos transformamos en un hombre más esbelto y resistente con un centro de gravedad mas despegado del piso. La evolución también se encargó de proteinizarnos y darnos un cerebro más potente, una maquina indescifrable que como veremos en otro capítulo, será nuestro aliado, pero también nuestro más acérrimo enemigo. Sí, leyeron bien, nuestro principal competidor, nuestro rival directo. Correr es la base de cualquier actividad física. Vean que en todo deporte se recomienda el otrora footing. Es común ver pilotos de fórmula uno, trotar en el circuito días previos a la carrera, o boxeadores "transpirar" en el parque haciendo running. Correr es lo recomendable para dar el primer paso hacia una vida saludable, no solo física sino también psíquica. Correr es un camino. Es un camino que invita, que se lanza y se abre. Es el sendero. Correr salvó mi vida. 1