LA TLATECUHTLI DE XOCHIMILCO
Por los arqueólogos del Museo de Templo Mayor:
José Álvaro Barrera Rivera, (profesor investigador del Museo de Templo Mayor) Alicia Islas Domínguez, (ex-integrante del Programa de Arqueología Urbana del MTM)
Al transitar por la calle de embarcadero precisamente hacia el “Embarcadero Salitre” o “El Salitre”, llama la atención una lápida monolítica de piedra andesitica color rosa tallada en relieve que está en empotrada en un muro de una antigua Salitrera que funcionó en la época del virreinato; hoy es una casa particular y entre flores y plantas es posible observarla. (ver ilustración 1)
Ilustración 1
Nosotros consideramos que es una escultura de talla prehispánica. A simple vista se observan restos de estuco en sus hendiduras, por lo que probablemente estuvo pigmentada. Sus relieves se encuentran en buen estado lo que permite la identificación de la mayoría de los elementos tallados de los que se compone. Sus medidas son, en promedio, de 0.33 mts. de altura con 0.35 mts. de ancho. (ver ilustración 2)
Ilustración 2
Es una pieza con la forma de Tlaltecuhtli, que es el dios o la diosa de la tierra. Esta representada con el rostro y el cuerpo frontalmente, con sus miembros flexionados a los lados en una postura que se ha definido generalmente como de “parto”. Presenta su cuerpo entero; con sus ojos circulares y sobre de ellos las cejas enrolladas formando volutas (ver el imagen (a) de la ilustración 3); su nariz se representa formando un triangulo (imagen b) y bajo de ésta su boca abierta con dos pares de dientes y unas representaciones curvas como de “gancho”, probablemente colmillos (imagen c).
Ilustración 3
Su pelo, parece ser que se representó rizoso, con dos pares de representaciones, al parecer, de gusanos que brotan de él (ver imagen (a) de la ilustración 4); de los dos gusanos del lado izquierdo, uno ya se perdió, siendo ésta la única parte faltante de la pieza, ya que del otro gusano solamente se conserva la mitad de él.
Ilustración 4
Sus miembros superiores con terminación en forma de garra costados de su cara (imagen b) y entre las manos y su representadas sus orejeras circulares de chalchihuites con trapezoidales, probablemente representando tela por presentes (imagen c).
están a los cara están pendientes las líneas
Sus miembros inferiores también son con terminación en forma de garra, en donde parece ser que se les representó a cada una de ellas con ajorcas que tienen como remates unas esferas (imagen d). Entre ambos miembros inferiores se observa su faldellín con representaciones geométricas de bandas cruzadas y esferas (ver imagen (a) de la ilustración 5). Finalmente, entre sus miembros inferiores y superiores están representadas corrientes de agua (imagen b) que finalizan con la representación de un circulo (corrientes acuáticas). En la imagen c de la ilustración 5, presentamos todos los elementos de la pieza resaltados.
Ilustración 5
Tlaltecuhtli es una deidad dual, es decir que algunas veces se le representa como femenina y otras masculinas humana y puede tener las variantes con cabeza de saurio que tiene relación con el culto a Cipactli, deidad terrestre o con rostro de Tláloc. Su nombre etimológicamente significa señor o señora de la tierra (tlal: tierra, tecuhtli señor); es un ser sobrenatural que dio rigen con su cuerpo al cielo y la tierra con la intervención de Tezcatlipoca y Quetzalcóatl. Cuenta un texto mítico mexica en “Histoire du Mechique”, que se puede consultar en la publicación de Angel María Garibay (pág. 108), que éstos dioses bajaron del cielo a Tlaltecuhtli, cuando aún era una especie de saurio llamado Cipactli, quien tenía en las coyunturas de su cuerpo ojos y bocas con las que mordía como bestia salvaje. Que antes de que fuera bajada ya existía el agua, aunque no se sabe quien la creó y sobre de ella caminaba la diosa, por lo que decidieron crear la tierra. Tezcatlipoca y Quetzalcóatl convertidos en serpientes tomaron las manos y pies de Cipactli hasta partirlo por la mitad: la mitad de su cuerpo hacia abajo se convirtió en el cielo y de la mitad hacia arriba en la tierra. Otros dioses, enterados de lo sucedido compensaron a ésta deidad por lo daños que se le causaron ordenando que todos los frutos necesarios para el hombre surgieran de ella: de sus cabellos hicieron los árboles, flores y yerbas; de su piel, la yerba y flores pequeñas; de sus ojos, pozos, fuentes y cuevas pequeñas; de su boca los ríos y cavernas grandes; y de su nariz los valles y montañas. Cipactli, ahora convertido en Tlaltecuhtli (la tierra), demanda ser alimentada con los corazones y sangre de los hombres, razón por la que también se le conocía como “la devoradora de cadáveres”, ya que al sepultar algún cadáver de causas naturales , lo que se hacia era alimentar a Tlaltecuhtli, por lo que se convertirían en una semilla que finalmente tendría que renacer; además, devoraba al Sol cada atardecer, desvaneciéndose en sus fauces hacia el horizonte y ya al amanecer era parido por ésta misma deidad. Tlaltecuhtli, es entonces, una deidad devoradora y dadora de vida.
La mayoría de las representaciones esculturales de Tlaltecuhtli que se conocen, fueron esculpidas debajo o en la base de los monumentos o de objetos rituales, por lo que no estaban a la vista del público. Representaciones de Tlaltecuhtli en piedra, se conocen más de 40; en la mayoría se le representa de espaldas con su cabeza hacia atrás, por lo que se ve de frente, en el mismo plano que su espalda. La Tlaltecuhtli de Xochimilco, es diferente, ya que presenta su cuerpo y cabeza de frente, a igual que la Tlaltecuhtli descubierta en la “Casa de las Ajaracas”, frente al Templo Mayor por el equipo del Programa de Arqueología Urbana del Museo del Templo Mayor INAH, a cargo del arqueólogo J. Alvaro Barrera Rivera el 2 de octubre del año 2006.
La Tlaltecuhtli de Xochimilco es en su representación del monstruo de la tierra, en su aspecto femenino, esto por la presencia de su faldellín; es Cipactli que presenta la particularidad de tener su rostro de frente ya que en las otras esculturas con esta forma de representación, su cara está hacia arriba. (ver ilustración 6)
Ilustraci贸n 6 C贸dice Tudela f.96-r
Ilustración 7 Códice Viena lámina 19
Si bien, al momento se han localizado esculturas que también presentan corrientes de agua; nosotros suponemos que la Tlaltecuhtli de Xochimilco con éste elemento a sus costado y por el área en la que se encuentra pudiera ser una alegoría de la Chinampa. (ver ilustración 7, obtenida del códice Viena 19, en donde se representa la cara de Tlaltecuhtli con corrientes de agua) Este trabajo es sólo una aproximación, un intento por dar a conocer la pieza; es un planteamiento para futuras investigaciones en las que esperamos contar con mayor información. Finalmente queremos mencionar que en las primeras edificaciones que se hicieron después de la conquista, se utilizaron los materiales de las prehispánicas e inclusive se utilizaron las esculturas de las deidades que veneraban los recién conquistados para construir encima de ellas.
La presencia de esculturas prehispánicas en construcciones levantadas ya después de la conquista, ya sea de deidades o de cualquier otra representación fue recurrente durante la segunda mitad del Siglo XVI; uno de los primeros casos documentados fue en el año de 1525 cuando Cortés mandó construir una iglesia, que después sería la primera Catedral de la Nueva España; al respecto: Sariñana (1969:11-12) Empezó pues Don Fernando Cortés la fábrica de la Iglesia antigua, disponiendo que se levantasen sus columnas sobre unos ídolos grandes de piedra que, sirviéndoles de basas fueron hollados de la siempre firme incontrastable columna de nuestra Sagrada Religión Cristiana. […] Así el invencible Cortés, no sin divina inspiración, levantó sobre los mismos ídolos las columnas del Templo Cristiano, para que en confusión de la idolatría, sirviesen de basas, como insensibles piedras, los que antes sobre eminentes aras eran adorados como vivientes deidades. Continuó la fábrica de esta primera Iglesia a grande prisa Don Sebastián Ramírez de Fuenleal, obispo de Santo Domingo, […] En el Centro Histórico de la Ciudad de México hay evidencias de que también en las construcciones civiles se colocaban esculturas prehispánicas al pie de los edificios, como una manera más de demostrar la imposición de un nuevo grupo. Hoy en día, ejemplos como el que estamos tratando han perdido aquel carácter; ahora se presentan como un orgullo de nuestro antepasado. Bibliografía Sariñana, Isidro 1969, La Catedral de México en 1668 noticia breve de la solemne, deseada, última dedicación del Templo Metropolitano de México, Anales del Instituto de Investigaciones Estéticas, suplemento 2 del núm. 37, edición de Francisco de la Maza, México, UNAM.
Garibay, Angel M., Teogonía e Historia de los Mexicanos, tres opúsculos del siglo XVI, Editorial Porrúa “Sepan Cuantos”, Núm. 37, México, 2005.