Aquiles Juliรกn Compilaciรณn y presentaciรณn
Emprender en la sociedad 3.0 Cรณmo crear riqueza en el siglo 21
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DOMINICANA EMPRENDE es un programa voluntario de apoyo a la iniciativa emprendedora en donde emprendedores y empresarios comparten sus experiencias, conocimientos y habilidades de negocio para fomentar el espĂritu emprendedor creando una incubadora que nutre el impulso hacia el emprendimiento de todas las personas interesadas en emprender.
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Aquiles Juliรกn Compilaciรณn y presentaciรณn
Emprender en la sociedad 3.0 Cรณmo crear riqueza en el siglo 21
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2016 Editorial Libros de Regalo Colección Lectofilia Digital Compilación y presentación: Aquiles Julián 1ª edición, septiembre 2016 Editado en Rep. Dominicana
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Aquiles Julián (El Seibo, Rep. Dominicana, 1953) Emprendedor, business coach, trainer, escritor, teatrista y cineasta dominicano. Especialista en lectura súper rápida y neurocompetencias. Ganador de importantes premios literarios. Empresario de la nueva economía o economía 3.0. Director de Dominicana Emprende. Fue alto ejecutivo, como director creativo en unas ocasiones y gerente general en otras, de importantes empresas publicitarias en su país de origen, tanto nacionales como internacionales, entre ellas Systema Creativo, Publicitaria del Caribe, PUBLICA, Mercurio Publicidad, Retho Publicidad y McCann-Erickson. Como publicista trabajó para importantes marcas y compañías como Coca-Cola, Bermúdez, Winston, Maggi, Supermercados Nacional, Malta India, Banco Popular, KeepRite, Colchones Rex, Sealy, Passiton Jeans, Zebú Jeans, Muebles Omar, Herrera Pérez & Co., entre otras. En 1993 fundó Maxiventas, S.A., la primera compañía de comunicación integrada de marketing en Rep. Dominicana. En el año 2002 fundó junto a su esposa, la Ing. Cris Julián, de nacionalidad colombiana, la empresa de capacitación Ideacción, S.A. En el año 2004 empezaron a incursionar en actividades empresariales de la economía 3.0 Dirige la editorial digital Libros de Regalo. Editor de varias colecciones digitales, entre ellas Lectofilia digital. Sus artículos se reproducen en medios y blogs de distintos países, entre ellos España, Perú, Uruguay, México, Colombia, Chile, Argentina y los Estados Unidos.
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Indice 8/ El mundo que se nos viene encima /Aquiles Julián 14/ ¿Co-creamos el futuro? / Mar Masulli 20/ Economía colaborativa. El poder de compartir / Mar Masulli 39/ La economía colaborativa: un soporte para Emprender / Gema L. Albendea 47/ C2C, ciudadano a ciudadano / Mar Masulli 59/ La economía colaborativa, a pasos agigantados / Revista Semana, Colombia 69/ Desde la sociedad 1.0 hacia la sociedad 3.0 / Mireya Maruris Reducindo 89/ Pentagrowth: innovación y crecimiento en la sociedad 3.0 / Ignasi Alcalde 95/ La evolución del mercado laboral a la economía laboral 3.0 /Jorge Araujo 100/ Cómo los países en vías de desarrollo pueden superar a los desarrollados gracias a la economía colaborativa / Jeremy Rifkin 120/ La economía colaborativa tendrá un impacto mundial de más de $300,000 millones en el 2025 / EFE 125/ Bienvenido a la era de la economía colaborativa / Alejandro Touriño 141 / La imparable economía colaborativa / Miguel A. García 150/ Bienvenidos a la economía 3.0 / Luis Carlos Chacón 160/ La economía colaborativa frente a los que no quieren ver / Jaime Rodríguez
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El mundo que nos viene encima
Por Aquiles Julián La sociedad 3.0 se nos abalanza y nos encuentra desprevenidos. Miramos al pasado, pero lo que se nos viene encima es el futuro. Los cambios se suceden, vertiginosos. Las tecnologías no bien nos sentimos un poco cómodos con ellas, cambian. Estamos en continuo aprendizaje, desaprendizaje y reaprendizaje. Negocios nuevos aparecen y luego desaparecen. ¿Recuerdan las tiendas de alquiler de películas en video VHS? Los jóvenes no saben qué es eso. 8
La nanotecnología avanza y sus aplicaciones se suceden.
De la era industrial a la era de la información La sociedad 1.0 es la sociedad de la era agraria e industrial, las dos portentosas revoluciones que crearon la civilización tal como la conocíamos hasta hace unos años. La revolución agraria parió el Estado y la civilización, porque permitió crear ciudades, palabra de la que deriva civilización. La revolución agraria, ocurrida unos 10,000 años A.C., originó que las poblaciones humanas, que vivían de la caza y la recolección, nómadas, pudieran asentarse y producir sus medios de vida. Y en la región caldeo-asiria, en Oriente Medio, donde hoy están Siria, Irak, Jordania y Palestina, florecieron las primeras civilizaciones y los primeros imperios. La sociedad agraria parió el esclavismo, cuando unos pueblos pudieron subyugar otros. Y la sociedad esclavista, que alcanzó con el imperio romano su mayor expresión, fue sustituida por la sociedad feudal que fue la máxima expresión de la sociedad agraria, con sus castas, su aristocracia, sus siervos, su atraso. 9
Esa sociedad feudal a su vez fermentó con la invención de la máquina de vapor y la revolución industrial del siglo XVII. Y explotó. La Revolución Francesa fue la expresión política del choque entre la ciudad (burgos) y la aristocracia feudal. Y parió las repúblicas y la democracia representativa, las elecciones y los gobernantes electos, los derechos humanos y el empleo, los salarios y los conflictos entre obreros y patrones.
La sociedad 2.0 Peter Drucker afirma que para la década del ´50 del siglo pasado por primera vez en la historia los empleados que manejaban información, el personal de oficina, tanto en las empresas como en las instituciones públicas y privadas, a los que llamó “trabajadores del conocimiento”, superaron en número a los operarios, a los obreros y técnicos que trabajaban en las plantas. Ese hecho marcó el inicio de la sociedad 2.0, la sociedad de la información y del conocimiento. Esa tendencia se acentuó en el último cuarto de siglo del siglo 20 con la democratización de las computadoras, el creciente poder de procesamiento de estas, la invención de la Internet y de la telefonía móvil y los satélites. 10
Toda una serie de nuevos recursos como los emails, los websites, los ebooks y el diseño y la fotografía digitales crearon nuevos medios y posibilidades. Industrias enteras desaparecieron y otras nuevas emergieron. Y cuando empezábamos a sentirnos cómodo con los blogs y el mundo de la sociedad 2.0 una nueva economía y una nueva sociedad afloran: la economía y la sociedad 3.0
La economía 3.0 Y esta economía está centrada en la colaboración, en la cooperación, en el apalancamiento, en la interacción C2C, ciudadano a ciudadano, persona a persona, con los soportes de las plataformas digitales para respaldar el servicio que una persona provee a otra. El catedrático John W. Moravec, especialista en el tema, en el capítulo 1 del libro “Aprendizaje invisible” del que es coautor, y que titula: “Desde la sociedad 1.0 hacia la sociedad 3.0” señala tres fuerzas o agentes principales que impulsan la economía y sociedad 3.0: 1. Cambio social y tecnológico acelerado 2. Globalización constante y redistribución horizontal del conocimiento y de las relaciones 11
3. Sociedad de la innovación impulsada por knowmads. Esos cambios suceden ante nosotros de forma incesante. Muchos quisieran pensar que es un fenómeno transitorio y que las cosas volverán a ser como antes, sin darse cuenta de que el pasado está muerto y requetemuerto. Nada volverá a ser lo que era. La economía y la sociedad 3.0 es la economía y la sociedad de la colaboración, de la cooperación, del intercambio, del compartir. Es un nuevo mundo que emerge. Claro que existen los otros. La sociedad industrial y la sociedad agraria 1.0 siguen vivas, aunque decaídas. La sociedad del conocimiento y la información, la sociedad 2.0 no se ha agotado. Pero nos movemos con rapidez hacia la sociedad, la economía y los negocios 3.0 Y si esa es la tendencia, nos conviene ponernos al día. Hoy, más que nunca antes, necesitamos mantenernos flexibles, abiertos, adaptables, receptivos. Para que en vez de peligro veamos oportunidad. Y la hagamos nuestra.
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La sociedad y la economĂa 3.0
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¿Co-creamos el futuro? Por Mar Masulli
Del 5 al 10 de mayo de 2014 tuvo lugar Fest-Up! The Barcelona Start-up festival, un encuentro de emprendedores patrocinado por grandes empresas así como entidades públicas y privadas del calibre de Mobile World Capital Barcelona, BS-Startup, Ayuntamiento de Barcelona y Movistar, entre otras. Dentro del marco de actividades desarrolladas, que incluían desde sesiones de formación y de trabajo, hasta encuentros de speed-consulting y networking, el 8 de mayo tuvo lugar una actividad muy interesante a 14
la que pude asistir. Se trata de una Sharing Economy Dinner o lo que es lo mismo, una cena de economía colaborativa organizada por tres de las plataformas más reconocidas: Swapsee, Eatwith y Ouishare. Antes de compartir la experiencia, parece oportuno aclarar conceptos. Por supuesto, la noción de start-up está clara: todos los días nos llegan noticias relacionadas con el fomento del emprendimiento y la creación de empresas como una forma de reactivar la economía en Europa y Norteamérica. Y ¿qué es la economía colaborativa? También conocida como economía del bien común, nueva economía o la economía del compartir es un modelo económico propuesto por el profesor austríaco Christian Felber que sugiere basar las interacciones de los diferentes actores socioeconómicos en un modelo colaborativo frente al modelo competitivo vigente. Ese modelo colaborativo da lugar, entre otras cosas, a un consumo colaborativo, concepto acuñado por Rachel Botsman en el libro del que es co-autora What’s Mine is (Y)Ours. Si bien las reglas de esta nueva economía aún se están definiendo, lo cierto es que la tecnología, una vez más, ha servido de facilitadora para interacciones en el mundo online simplemente mediante el acceso 15
a plataformas que conectan a ciudadanos con otros ciudadanos en cualquier país del mundo. Y en mi opinión, este es el cambio fundamental. Se trata de un cambio tan importante que ha trascendido el mundo online y se materializa con experiencias y conexiones en el mundo offline. No hay normas ni reglas predefinidas más que la necesidad de mantener una reputación que haga a cada persona digna de confianza para los demás ciudadanos. Ese nuevo actor de la economía del siglo XXI, el ciudadano, está alterando el funcionamiento de sectores como el de la hostelería y el transporte. Plataformas como Airbnb y Coachsurfing (en lo que respecta al alojamiento en casas de particulares en otras ciudades), Eatwith (como alternativa a restaurantes), BlaBlaCar y SocialCar (en cuanto a movilidad y alquiler de coches) sólo por mencionar algunas, así como organizaciones como Ouishare están facilitando el acceso de los ciudadanos a conocimiento y a la utilización de recursos excedentes de otros ciudadanos, gobiernos y empresas como alternativa frente a un consumo privativo de bienes o servicios que es insuficiente en unos casos, y puntual en otros. De ahí la famosa frase que lo ilustra “¿para qué voy a comprar un taladro si mi vecino tiene uno?”. 16
En la actualidad es el propio ciudadano el que está participando de los mercados en un diálogo más directo que impacta también en la forma de innovar que cada vez es más abierta en beneficio de todos. En una actividad liderada por Marta Mariné de Swapsee (la plataforma fundada por Jan-Willem Bode que permite el intercambio de talento por talento) y antes de comenzar la cena, se propuso a los participantes -emprendedores y empresarios de diferentes sectores y nacionalidades-, compartir conocimiento e ideas para encontrar soluciones a desafíos concretos de negocio para dos start-ups de la sharing economy. Y precisamente ese fue el objeto de la cena a la que asistí. Los protagonistas: Juanjo, co-fundador de Knok (una iniciativa para viajar en familia) y Ayham, fundador de Cabmix (una APP que permite compartir taxis con origen en los aeropuertos de diferentes ciudades). El resultado: un fluido intercambio de ideas de los participantes, algunas de ellas interesantes, en las que Juanjo y Ayham tendrán que profundizar. Las aportaciones incluyeron desde experiencias como usuario, hasta ideas para incrementar la participación y difusión. Todo esto en español y en inglés, la mayoría de las personas contribuyeron con una visión 17
alternativa e incremental sobre las ideas de los demás. Creo importante reflexionar sobre que la mejora sea incremental y sobre el idioma, porque al fin y al cabo, más allá de “likes”, en un mundo interconectado se hace imprescindible manejar un código de lenguaje común. Esta cena es sólo una evidencia más de que estamos en la era de la co-creación. El prefijo “co” puede ponerse a casi todos los verbos que se utilizan en la nueva economía. En mi opinión, el ciudadano ya no se queda sentado esperando a que lleguen los cambios: se ha dado cuenta de que puede hacer algo más. Ya sea desde la situación que ocupa dentro de las empresas, gobiernos y organizaciones no gubernamentales, o como ciudadano en coordinación con otros: ha decidido sumarse a construir el cambio y ser un agente más que comparte la responsabilidad junto con el resto de actores. En el pasado, el ciudadano sólo se manifestaba premiando o castigando con el voto (a los gobiernos) y con la decisión de compra (a las empresas), y se afiliaba a ONG que lucharan por el cambio que era acorde con sus valores. 18
Hoy en el siglo XXI, para el ciudadano, las empresas y el gobierno ya no son héroes o villanos que vendrán a salvarlo o a hacer que sufra. Empresas y gobiernos son agentes que requieren de su participación más activa. Algunas ciudades de Estados Unidos se han dado cuenta de la importancia que tiene todo esto, y no se limitan a hablar de una economía del compartir basada en el intercambio de bienes y servicios sino que hablan de la creación de valor entre ciudadanos. Alcaldes de ciudades como Nueva York y San Francisco firmaron en 2013 una resolución que reconoce la relevancia del papel del ciudadano y su involucración más directa junto con el resto de grupos de interés (sector público y privado) en la regulación y utilización de los recursos y activos públicos. Hoy más que nunca es necesario un diálogo entre todos los actores. Plataformas como Ouishare –y concretamente en Cataluña- posibilitan que fundadores de empresas basadas en la economía colaborativa se sienten a hablar con representantes de la Agencia Tributaria y de la Seguridad Social para pensar conjuntamente las nuevas reglas del juego. ¿Co-creamos el futuro? 19
Economía colaborativa. El poder de compartir “Sharing economy', economía colaborativa, consumo colaborativo… Diferentes denominaciones de una práctica tan antigua como el ser humano: el intercambio de recursos y capacidades, de bienes y servicios, entre personas. Por Mar Masulli
A pesar de las apariencias, no se trata de más de lo mismo. Nos encontramos frente a un concepto transformado, enriquecido, que hace una gran diferencia: el intercambio que antes estaba limitado al entorno geográfico y círculo social más próximo, se 20
produce ahora gracias a la tecnología (Internet y múltiples dispositivos), a plataformas facilitadoras (marketplaces), que permiten acceder a recursos mediante la conexión en cualquier momento y lugar entre personas –conocidas o perfectos extraños–, entre vecinos o ciudadanos que viven en diferentes ciudades del mundo; entre particulares y empresas. La tecnología ha sido determinante. La conexión a Internet, prácticamente ubicua, ha modificado de manera radical el estilo de vida de las personas. Y los marketplaces instrumentalizan y monetizan las conexiones e interacciones entre ciudadanos. La pregunta que cabe hacerse hoy en día es ¿qué es lo que no puedes compartir?
¿Cómo surge este fenómeno? Para poder entender cómo surge, es útil recurrir a la historia de dos de los grandes representantes del consumo colaborativo: Airbnb y BlaBlaCar. 2004, Francia. Fredéríc necesita llegar a casa por navidad. No tiene coche y ya no quedan disponibles billetes de tren. Lo único que hay son carreteras repletas de personas que viajan solas, cada una en su coche dirigiéndose a múltiples destinos. 21
Probablemente más de una vaya al mismo lugar al que Fredéríc quiere ir. Fred está dispuesto a compartir los gastos de gasolina a cambio de utilizar una plaza vacía en un coche de un conductor que, como él, vaya a la campiña. Piensa que podría contactar con algunos de esos conductores online… pero esa web, esa plataforma, no existe. Empieza la aventura de BlaBlaCar. San Francisco, California. Año 2007. Brian y Joe tienen problemas para pagar el alquiler de su loft. Los hoteles de la ciudad están saturados debido a la gran demanda de alojamiento de miles de diseñadores que acuden a la ciudad para participar de la Conferencia de la Sociedad Americana de Diseño Industrial. Personas que quieren asistir no encuentran alojamiento y se perderán la conferencia. Brian y Joe deciden ofrecer alojamiento y desayuno en el salón de su casa, en colchones inflables a tres huéspedes que acudirán a la conferencia y que además, pueden hacer networking entre sí, en el salón de su casa.
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Estos dos ejemplos ilustran la sabiduría popular: el hambre agudiza el ingenio. Sin embargo, no todo lo que tiene que ver con economía colaborativa se produce por necesidad de ingresos. La propia Wikipedia o los trabajos realizados bajo licencias Creative Commons hablan de personas que comparten su tiempo y su saber hacer “por amor al arte”, para que otras personas se beneficien del conocimiento colectivo e inclusive participen en su desarrollo y mejora. En economía colaborativa es indispensable ser conscientes de que lo que las personas realmente quieren es el acceso temporal a un recurso, más que poseerlo en propiedad. Y el potencial del consumo colaborativo se centra en la utilización de esa capacidad extra, una capacidad extra que está “durmiente” en los bienes que no son utilizados. Esa capacidad “durmiente” se entiende con este dato publicado por la revista The Economist: un coche en Inglaterra se conduce durante menos de una hora al día. Quedan 23 horas de potencial, ¿por qué no sacarle provecho?
¿En qué contexto se desarrolla la sharing economy? 23
Existe la creencia de que la economía colaborativa surge como respuesta a la crisis financiera global desatada en 2008 debido a que las familias necesitan ingresos. Y si bien es cierto que la crisis ayuda a impulsarla, hay otra serie de cambios que se han ido produciendo entre el siglo XX y el XXI, y que favorecen esta nueva realidad: El cambio de valores en la sociedad. Por un lado, la ciudadanía ha tomado consciencia de que en el pasado ha consumido de manera desmesurada. Está acostumbrada a que las cosas averiadas se tiran, que es más barato comprar un producto nuevo que repararlo… Se ha adquirido consciencia de que los bienes tienen ciclos de vida y que estos afectan el comportamiento de las personas en cuanto a sus hábitos de consumo. La obsolescencia programada, por ejemplo, no es una característica específica de la tecnología, sino que abarca a otros sectores como la industria de la moda y afecta a la durabilidad de los productos. El ciudadano se ha dado cuenta que la velocidad a la que consume afecta a los recursos del planeta y que de seguir al ritmo actual, la escasez será tal que no habrá forma de abastecer a futuras generaciones: los 24
recursos naturales no pueden regenerarse a la misma velocidad con la que se hace uso de los mismos para fabricar bienes de consumo. Además, la esperanza de vida es mayor. De seguir así, simplemente no habrá para todos. Por otra parte, como consecuencia de la necesidad de las empresas de ser eficientes y poder vender a precios cada vez más competitivos, se han deslocalizado actividades intensivas en mano de obra a geografías donde es viable producir a un mayor ritmo y a un menor coste, con el consiguiente impacto negativo en las tasas de empleo de economías y sociedades más desarrolladas. El consumo en las sociedades se ha polarizado: o bien se accede a un producto de lujo, apreciado por su valor intangible más allá del valor de mercado; o bien a un producto de consumo, muy barato, con una vida útil limitada. El bien se usa y se desgasta rápidamente y… genera (más) basura. – A la financiera, se une la crisis de confianza en instituciones y corporaciones. El ciudadano empieza a valorar aquello que le da felicidad, y la felicidad en el pasado era un concepto vinculado al hiperconsumo. 25
Hoy ya no es suficiente con tener más. Los consumidores quieren comprar lo que les gusta, y sobre todo hacerlo libres de culpa, premiando con su selección a aquellas marcas que les dicen que lo están haciendo mejor, a los que les permiten tener la conciencia más tranquila. ¿Quién no recuerda los desplomes de fábricas textiles en Asia? ¿Se puede seguir comprando productos de empresas involucradas en este tipo de escándalos, y dormir tranquilos? – Factores económicos. Directamente relacionado con lo anterior, y ante una menor disponibilidad de dinero por parte de los ciudadanos para hacer frente a gastos como consecuencia de la destrucción de puestos de trabajo, de la crisis financiera global y de la reducción de los ingresos por hogar, surgen oportunidades para intercambiar recursos o generar ingresos. A su vez, estos ingresos, como bien señala Javier Creus, director de Ideas for Change no proceden necesariamente de un trabajo, ni están vinculados con la formación o habilidades de las personas que los generan, sino que surgen porque poniendo a disposición de otros la capacidad extra de utilización de algunos de los bienes o capacidades de que 26
disponen personas, ciudadanos, pueden satisfacer necesidades de otras personas. Un claro ejemplo es el de la plataforma ShareyourMeal, que surgió de la mano de Marieke Hart y Jan Thij Bakker en Ámsterdam. Esta plataforma permite compartir lo que cocinas con tus vecinos reduciendo el gasto de tus comidas, evitando tirar comida que haya sobrado, generando ingresos y conociendo gente del barrio con la que compartir. El nuevo modelo trae a colación preguntas que surgen cuando se van conociendo las iniciativas. Preguntas como: ¿Entonces, esta figura es de emprendedor? ¿El ciudadano debe tributar por los ingresos que genera al vender lo que le sobró del plato de espagueti? ¿Se trata de economía sumergida? Estas preguntas caen en una zona donde hasta ahora no hizo falta definir las reglas del juego. La pregunta es si verdaderamente hace falta intervenir. En un mercado de libre oferta y demanda, ambas fuerzas se autorregulan. Las empresas de la economía tradicional y de la economía colaborativa coexisten y no son sustitutivas. Los fabricantes de coches, seguirán diseñando coches. Es la forma de uso la que se está transformando. Y también la forma de distribución. 27
En Barcelona se sigue el ejemplo de California. Se están estableciendo diálogos entre la administración y las empresas de la economía colaborativa (que sí tributan por la porción de ingresos que se llevan en cada transacción) para diseñar el futuro. En Alemania ya se ha optado por dar vía libre de tributos hasta los 3.000 euros de ingresos. La razón parece evidente: el coste de regular 80 millones de potenciales microempresarios es un factor a considerar. – El empoderamiento del ciudadano. Por un lado, las redes sociales permiten al ciudadano “tratar de tú a tú” con entidades, le permiten conectar con otros ciudadanos y crear comunidad. Los ciudadanos se organizan en relación con cuestiones que le preocupan y, en conexión con otras personas, consiguen crear masa crítica suficiente para que sus demandas sean atendidas por la entidad a quien compete actuar, sea esta pública o privada. Por el otro, el ciudadano ya tiene claro que ni el estado ni las empresas son héroes o villanos que van a venir a salvarlos o a condenarlos
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Habla con otros ciudadanos, comparte información y tiene más opciones para elegir a la vez que descubre y asume que tiene una responsabilidad, voz y voto. Por primera vez el ciudadano toma consciencia de su nuevo rol, de su poder, y está aprendiendo a usarlo. – La reputación digital. Esta revolución en la manera de consumir y de relacionarse se potencia naturalmente, gracias a Internet. Y las transacciones se producen gracias a un valor intangible, una carta de presentación, una garantía personal que hasta hace poco no se cuidaba lo suficiente porque no se estaba acostumbrando a usar: la reputación digital. Esta es la nueva llave de acceso. Si no existe trazabilidad del comportamiento de cada uno como usuario de diferentes plataformas, no se tiene “crédito” para que otros ciudadanos “proveedores” de servicios como, por ejemplo, de alojamiento en sus casas confíen en cada usuario. Por desconocimiento, mucha gente piensa que se está más expuesto a experiencias negativas cuando se producen transacciones con desconocidos. 29
No obstante, existe un nivel de exposición tal que una mala conducta, una acción inadecuada, adquieren visibilidad social inmediata y permanente, y por lo tanto limitan el acceso de una persona (como proveedora o como consumidora) a interacciones futuras. Esta visibilidad trasciende una única comunidad virtual: si una persona se comporta de una manera no aceptada en Social Car, es altamente probable que no quieran tratar con ella en otras plataformas de carsharing (alquiler de vehículos por periodos cortos), carpooling (compartir coche o viaje) o cualquier temática general. Esto ocurre no solo porque los usuarios de unas están en otras, sino porque las identidades tienen trazabilidad. La reputación individual se gestiona de manera horizontal, es decir, para todas las plataformas de la economía colaborativa. Es conocida por todos la importancia de la reputación, y uno de los ejemplos más explicativos se da en marketplaces como eBay, donde ha sido un valor determinante. La confianza muchas veces se da casi por propiedad transitiva: la persona A quiere interactuar con C, y no 30
se conocen. No obstante A conoce a B, que sí ha tratado con C en el pasado, y su valoración de la experiencia, del trato con C, es positiva. La persona A inmediatamente cuenta con esa valoración como un elemento clave en su toma de decisiones. Si se diera el caso de que no haya conocidos entre A y C, valoraciones de otros usuarios X, Y, Z, positivas o negativas, también influyen en la confianza que A vaya a dar a la persona C. Los usuarios además esperan que la propia plataforma actúe de alguna manera como garante de la identidad de los usuarios que utilizan su plataforma. Y las empresas de economía colaborativa ya lo saben: tanto Airbnb como Eatwith verifican las fotos y los servicios que prestan sus usuarios.
La transformación del ciudadano El ciudadano ha pasado de ser receptor de productos y servicios mayoritariamente de entidades como el gobierno o empresas, a convertirse en un actor económico y social. Su rol, su posición, cambia al compartir con otros ciudadanos los recursos de que dispone y que se encuentran infrautilizados. Coches, herramientas, 31
habitaciones, plazas de estacionamiento, habilidades (para cocinar, reparar cosas, diseñar…) son objeto de intercambio entre particulares. Y esta colaboración no se produce exclusivamente por dinero: puede hacerse a cambio de otros recursos, para reducir el coste de propiedad (cost of ownership, en inglés), o simplemente por compartir. Esta transformación incluye no solo los roles de comprador y proveedor. Con la democratización del acceso a herramientas clave como la impresión 3D el ciudadano se convierte en productor. Puede imprimirse el par de zapatos del diseñador japonés que descubrió en una revista en el salón de su casa. En breve podrá imprimir una receta. Puede diseñarse un anillo con un bolígrafo impresora y llevárselo a la fiesta a la que asistirá en función de minutos…
B2B, B2C Y ¿P2P? Los acrónimos B2B (Business-to-Business utilizado para referirse a las transacciones entre empresas y entidades), B2C (Business-to-Consumer, aplicado a la interacción entre empresas y consumidores) han dado 32
paso a un nuevo concepto C2C o P2P: Citizen-toCitizen o Peer-to-Peer. Las interacciones P2P o C2C no siempre tienen una motivación económica. Pueden darse sencillamente por el hecho de hacer cosas, o porque hacen sentirse mejor como personas, y eso contribuye a la felicidad. Pongamos por caso el turnarse con un colega de trabajo para compartir coche y trayecto. Se mejora la relación con otras personas (y por tanto se combate el aislamiento social que se asocia con el uso constante de la tecnología), se reduce el coste de transporte por persona y se elimina un coche de la carretera. Por tanto, esa acción que está al alcance de todos tiene un impacto social y económico, así como impacto medioambiental al contribuir a reducir la contaminación. Sin embargo, las acciones de los ciudadanos no se limitan a prestar o recibir servicios. Los ciudadanos organizados cambian la escala de la demanda y promueven el cambio hacia esta, la nueva economía del siglo XXI. Organizaciones como Peers facilitan la organización de los ciudadanos entre sí para defender sus 33
derechos como usuarios de la economía colaborativa, y gracias a sus acciones se han conseguido grandes hitos, como por ejemplo la legalización del coche compartido en el estado de California.
Desafíos y oportunidades de la nueva economía Este nuevo modelo es una economía que pasa de ser push a ser pull. Antes las empresas planificaban la demanda. Ahora, la demanda (el ciudadano consumidor) ya no recibe solamente lo que la oferta pone a su disposición, sino que pide lo que quiere y además se organiza para conseguirlo o para crearlo de manera compartida (ciudadano productor). El ciudadano como proveedor, pasa a competir con las empresas incumbentes de cada industria. Se está entrometiendo en actividades reguladas, donde las reglas del juego están definidas y donde cualquier nuevo jugador debe superar importantes barreras de entrada. La mayor parte de actividades de la nueva economía donde el ciudadano proveedor opera no están regladas, y por tanto no son legales o ilegales. Hay 34
lagunas, sí, pero no todo pasa por regular al detalle, es el propio mercado el que va definiendo el cauce. Este, el de la legislación, es uno de los grandes desafíos de la economía colaborativa. Es cierto que esa “intromisión” se produce en industrias donde el objeto (transporte, alojamiento) es común a todos y donde básicamente la diferencia entre ser amateur o profesional la da una licencia de actividad. De momento no se produce en sectores donde el crear un bien básico implica una serie de habilidades, conocimientos y recursos “técnicos” (por ejemplo, medicamentos). En una economía donde la confianza es la clave, otro de los desafíos está relacionado con la verificación de la identidad de las personas. Redes sociales como Facebook juegan un papel clave en el sentido que el usuario es siempre el mismo, y por otra parte porque las identidades cada vez tienen más trazabilidad. Gmail, por ejemplo también vincula la identidad de las personas con un número de teléfono, y finalmente, en algún momento, hay una pasarela de pagos donde se hace esa identificación real. Entre los retos se pueden citar también la importancia de crear comunidad, que los ciudadanos se 35
comprometan con el objetivo perseguido y por lo tanto se adquiera masa crítica y relevancia social. No se trata solamente de tener ideas felices o de ser un grupo de hippies comunistas. Se trata de resolver problemas reales y crear empresas de la economía de la colaboración que, como muchos de los casos de éxito conocidos, sean financieramente sostenibles. Se trata de captar el bien más escaso: la atención de las personas. Por último, se debe considerar un condicionante implícito en un entorno donde la tecnología es el gran facilitador: se trata de las generaciones de gente mayor que no tiene las habilidades o soltura suficientes para adoptar la economía colaborativa en un ecosistema online. Así como se presentan retos, surgen también oportunidades. Recientemente ha tenido lugar la batalla de Uber, que por cierto acaba de llegar a Madrid, con el sector del taxi; BlaBlaCar ha alterado la demanda de servicios de autobuses de larga distancia, y han quedado patentes las sanciones impuestas a ciudadanos por alquilar sus habitaciones a viajeros mediante la 36
plataforma Airbnb. Con todo esto la economía colaborativa ha ganado notoriedad. Las empresas de la economía tradicional y las de consumo colaborativo no siempre compiten. Pueden ser complementarias, y una posibilidad que parece relativamente clara es la relacionada con la mejora de la experiencia de uso o de compra de las personas. Existen muchas posibilidades. Una muy sencilla relacionada con el transporte y que atañe a viajeros de negocios de empresas tradicionales que estarán dispuestos a compartir taxis en aeropuertos de grandes ciudades para dirigirse al hotel en el que se hospedarán. O compartir el taxi con otro proveedor de un gran cliente que recibe muchas visitas. El taxi debería ser capaz de generar facturas fraccionadas en función del número de viajeros. Y además, esto podría formar parte de las políticas de responsabilidad social corporativa, y se podría medir la reducción de gastos y de CO2 de directivos que viajan de manera intensiva al compartir recursos. Es cierto que el tiempo de desplazamiento no podría dedicarse a hacer llamadas ya que se quizás se esté compartiendo trayecto con la competencia, pero dependiendo de la franja horaria, quizás no sea este un inconveniente. 37
Y se está yendo más allá. Kantox ha conseguido posicionarse como una alternativa a los servicios financieros tradicionales facilitando que empresas se beneficien de un mejor tipo de cambio en el mercado de divisas al aglutinar transacciones, al compartir una misma operación financiera que mejora las condiciones. Hay mucho potencial también en la vinculación que la economía colaborativa tiene con modelos de innovación abierta aplicables a casi todos los sectores. Se están dando las condiciones para que las empresas sean cada vez más abiertas no solo desde una perspectiva organizativa, también desde una perspectiva de propiedad intelectual. Pero este es ya otro tema. La innovación está en el centro de la economía colaborativa. El repensar fórmulas y cuestionar los modelos actuales es la simiente de un futuro más colaborativo. Bienvenidos al nuevo paradigma. Las reglas del juego han cambiado. 38
La economía colaborativa, un soporte para emprender Las diferentes opciones que ofrece este sector, cada vez más asentado en España, favorecen no sólo el ahorro que supone compartir gastos, sino también el intercambio de conocimientos, la generación de redes de innovación interconectadas, capaces de llevar a cabo grandes proyectos gracias a la colaboración de distintos profesionales, y el acceso a nuevas fórmulas de financiación y de inversión. Por Gema L. Albendea
No es fácil dar el paso y tirarse a la piscina del emprendimiento. Es un trabajo arduo que necesita de 39
financiación, contactos, paciencia para lidiar con proveedores y determinación para encontrar clientes. Afortunadamente, en los últimos tiempos la mayoría de esos aspectos han mejorado gracias a las nuevas tecnologías y a los entornos colaborativos que se han generado en torno a ellas. “Podemos entender la colaboración como la relación entre personas y entidades que trabajan juntas para atender un reto común complejo y que individualmente no se podría afrontar”, explica Carlos G. de Juan, conector de OuiShare en Madrid. Esta organización, que lleva casi cuatro años funcionando en España, tiene por objetivo fomentar toda aquella iniciativa económica basada en el concepto conocido como win-win (en el que todas las partes ganan). “Es una red global de proyectos y personas que exploran los extremos y las intersecciones de las economías colaborativas, las comunidades emergentes y las transformaciones”, concreta G. de Juan. En su opinión, emprender en este ambiente tiene grandes ventajas, “no sólo en el plano de la economía 40
favoreciendo la generación de nuevas posibilidades; también, y más importante, en el plano social con la regeneración de la confianza entre las personas, dado que los modelos colaborativos sólo son eficaces cuando la confianza es el medio sobre el que se pasa a la acción”. Un pensamiento que comparte Julie de Vara, responsable del negocio internacional de Yescapa, una startup francesa de alquiler de autocaravanas entre particulares que lleva un año funcionando en España. “Arrancar un negocio colaborativo es formar parte del elenco de emprendedores que apuestan por modelos disruptivos e innovadores. Es promover el vivir mejor con menos junto a una serie de valores positivos, creados y aplicados por los usuarios de estas plataformas”, afirma. Además del beneficio social que supone arrancar un negocio a través de esta vía y del soporte que generan al nuevo emprendedor, la economía colaborativa se ha convertido en foco de atención de muchos inversores. Según un informe reciente de la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC), de 2000 a 41
2015 las iniciativas relacionadas con la economía colaborativa acumularon una inversión cercana a los 26.000 millones de dólares a nivel global. De esa cantidad, aproximadamente la mitad se consiguió durante el pasado año. Unas cifras que demuestran que plataformas de este calibre han llegado para quedarse durante una buena temporada. No obstante, Julie de Vara advierte que no todo son pros en el entorno empresarial colaborativo: “En el sector en el que se mueve Yescapa los problemas emanan de la falta de regulación de estas actividades. Tras las huelgas y las quejas presentadas por empresas del sector tradicional, algunas plataformas se vieron obligadas a prohibir su actividad en ciertas comunidades autónomas. Al promover un negocio de carácter colaborativo es imprescindible proporcionar la información necesaria para que los usuarios de estas plataformas cumplan con las reglas existentes”, comenta. Carlos G. de Juan va más allá y apunta que la principal desventaja de emprender a través de esta cultura es “el miedo que genera el cambio a otras lógicas que piensan más en compartir, descentralizar y distribuir”. 42
En su opinión, ser colaborativo requiere previamente de un desaprendizaje de los modelos convencionales adoptados en el siglo XX, basados en la competición que genera la relación ganar-perder desde una lógica de escasez centralizada en el dinero. “Desde la colaboración hablamos del win-win, abrir horizontes de abundancia a nuevas formas de ganar, yendo más lejos del aspecto del dinero. Hablamos de proyectos donde invitar a participar y crear algo juntos”, explica de Juan. Bajo esta premisa, la división española de OuiShare quiere trabajar con administraciones públicas, organizaciones privadas y la sociedad civil “para generar puentes de cocreación entre sí e impulsando modelos colaborativos y economías colaborativas emergentes”.
‘Coworking’ no es compartir oficina Este tipo de valores son los que también giran en torno al concepto de coworking, que erróneamente se suele entender como alquilar un espacio de trabajo compartido para ahorrar costes. “La filosofía del coworking está enfocada a que cada emprendedor que lo forma pueda nutrir al resto con 43
sus conocimientos y experiencia para que todos puedan medrar por igual”, explica Javier Moral, fundador de Fangaloka Innovation & Talent. En su opinión fomentar la competencia entre empresas y profesionales de un mismo campo es un error. “En un espacio de coworking como el nuestro podrían convivir perfectamente dos diseñadores gráficos, por ejemplo, porque ningún profesional es igual a otro y todos desde su experiencia pueden aportar al conjunto. De hecho, cada uno tendrá sus clientes y se pueden ayudar mutuamente, no hay por qué competir”, apunta Moral. Según el responsable de Fangaloka, el coworking fue una de las primeras iniciativas de economía colaborativa que aparecieron a nivel global. “De hecho, la mayoría de las empresas de este ámbito que ahora funcionan en el mercado salieron de espacios como éste”, comenta. En España aparecieron en 2009 y a día de hoy existen unos 1.500 centros de este tipo, “aunque apenas son 40 los que abogan por esa filosofía. El resto sólo funcionan como negocio inmobiliario”. La sociedad gestionada por Moral nació hace poco más de un año, está localizada en Móstoles (Madrid) y 44
ya cuenta con medio centenar de coworkers. “Nos hemos marcado como objetivo ser un foco de innovación en la zona sur de la comunidad”, afirma. Y para conseguirlo, los responsables de Fangaloka no sólo aportan el espacio y tejen la red de contactos. También ofrecen jornadas de formación y buscan proyectos, públicos y privados, en los que puedan participar sus clientes. “Todo el mundo gana porque todo el mundo participa, todo el mundo aporta y todo el mundo recibe”.
Cofinanciando La economía colaborativa también puede ayudar al emprendedor a encontrar financiación para su proyecto más allá de las fórmulas tradicionales. Principalmente gracias a las plataformas de crowdfunding, que sirven para captar de forma masiva pequeñas inversiones para arrancar un negocio o proyecto a cambio de una recompensa no económica que suele estar relacionada con esa nueva actividad. Pero también existe el crowdequity, que implica una inversión a cambio de beneficios, y el crowdlending, para conseguir prestamistas que inviertan su capital 45
privado a cambio de un tipo de interés. “Estas fórmulas consiguen evitar intermediarios, identificar el proyecto con una serie de valores y fomentar la participación y la transparencia en la financiación. Por otra parte, los inversores que optan por este tipo de fórmulas no tienen como principal objetivo el beneficio en el corto plazo”, apunta Javier Ramos, investigador asociado en el Instituto Complutense de Estudios Internacionales (ICEI). Hay multitud de plataformas de este tipo, aunque algunas están muy centradas en el mundo del emprendimiento, como Bestaker, Capital Cell (ésta especializada en proyectos biotecnológicos, muchos de ellos centrados en mejorar el mundo de la salud) y Lignum Capital. “Se trata de un nicho de mercado con un gran impacto social, ya que fomenta la aparición de nuevos sectores de actividad económica en los que la financiación es difícil de obtener; promueve la formalización de empleo sumergido, y da nuevas oportunidades a grupos de personas con problemas de inserción laboral”, asegura Ramos.
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C2C, ciudadano a ciudadano Desde hace unas décadas hablamos con naturalidad de B2G, B2B y B2C, si bien últimamente en esta revista hemos estado hablando con especial énfasis de C2C -ciudadano a ciudadano-. Por Mar Masulli
Sin limitarnos a temas de economía colaborativa, es evidente la relevancia que el ciudadano está adquiriendo desde que empresas y gobiernos pueden escuchar su voz no solo mediante las urnas sino mediante las redes sociales. Desde su nueva posición el ciudadano ha asumido un rol más activo. 47
El ciudadano, como agente económico y social ha cambiado para siempre la forma en la que se relaciona con entidades. No sólo participa en actividades que antes sucedían exclusivamente de puertas adentro en entidades públicas y privadas (como la innovación), sino que conecta con otros ciudadanos con motivos tan dispares como intercambiar casas, vender aquello que no utiliza, ofrecer su talento a cambio de talento, o viajar el uno a la casa del otro. ¿Estamos viviendo en el siglo en el que el triángulo estado–empresas–ciudadanos llegará a ser equilátero? Una utopía, me temo. No se puede obviar que precisamente la herramienta que dota de voz a los ciudadanos -la tecnología- es un arma de doble filo que puede limitar su libertad de manera drástica. Hablar de las consecuencias que la monitorización y trazabilidad de lo que hace, opina y dónde está en cada momento cada uno de nosotros daría lugar a otro tipo de artículo y a un amplio debate, por lo que abordaré este tema desde las consecuencias positivas que tiene para el ciudadano el hecho que se pueda oír su voz y que se habilite su toma de contacto e interacción con otros ciudadanos.
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Aunque supongo que los lectores están familiarizado con los acrónimos antes mencionados B2B, B2C, B2G y combinaciones invertidas con estas siglas, conviene aclarar que se utilizan mayoritariamente en relación con los productos y/o servicios que genera una empresa y el tipo de cliente al que estos van dirigidos. Mientras que la B significa business y la G, gobierno, la C identifica al consumidor. C2C implica, por tanto, una relación de consumidor a consumidor. Desde hace ya un tiempo me resulta difícil verbalizar y escribir la palabra consumidor sin cuestionarme internamente acerca de si esa denominación es respetuosa (y reconozco que cada vez más a menudo lo hago en voz alta y en diferentes foros para preguntar a los demás qué opinan). Así que aprovecho para pedirte, estimado lector, que compartas tu parecer a este respecto. Este fin de semana lo he consultado con amigos y conocidos, y todos en mayor o menor medida asumimos que por supuesto somos consumidores de lo que otros producen. También muchos asumimos que cuando hablan de consumidores pensamos que aquellos de los que hablan son los otros. Personalmente tengo la impresión de que cuando se habla del consumidor a secas no estamos poniendo al 49
ciudadano en una relación de igualdad y de diálogo con su proveedor (sea este empresa o estado), sino que le damos una posición más bien de tipo receptor. Afortunadamente, eso es sólo una parte. El ciudadano participa de manera activa por ejemplo, en el proceso de innovación de las empresas. A este tipo de innovación abierta el ciudadano contribuye compartiendo su visión, su experiencia que favorece la adaptación del producto a las necesidades reales de los usuarios, e incluso con algunas ideas de mejora que implican grandes ahorros en diseño y hasta ideas divertidas para otras personas (me viene a la memoria IKEA Hackers) También el ciudadano con determinadas capacidades puede perfeccionar un producto para el beneficio de todos. Uno de los ejemplos más recurrentes es el del software de código abierto (Linux, OpenOffice…) así como los trabajos realizados con licencias de tipo Creative Commons que permiten acceder a creatividad y conocimiento con una licencia de uso gratuita bajo determinadas condiciones, una modalidad que según los últimos datos de esta organización con sede en Mountain View, California, se ha multiplicado casi por 20 en tan sólo 8 años:
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El ciudadano también participa en iniciativas que mejoran la vida en las ciudades. Un ejemplo es la iniciativa SF Citi en San Francisco, una organización que une la tecnología y los ciudadanos favoreciendo la innovación cívica en ámbitos como la educación, el acceso a vivienda, la reducción de la brecha digital, reformas fiscales, creación de empleo… un gran número de proyectos que colocan al ciudadano como un actor activo en la definición del futuro de la ciudad y del país en el que vive. Hace unas semanas se hablaba en esta revista del ciudadano como elemento clave para la gestión pública (Vid. 10 apps para impulsar el gobierno abierto). En 2013 IBM y la Universidad de Wisconsin – Milwaukee colaboraron para elaborar un estudio que identifica cuatro formas en las que los ciudadanos participan de esa cocreación: – Como un explorador: es el ciudadano usuario el que identifica y descubre las deficiencias y problemas en los servicios públicos. – Aportando ideas que contribuyan a resolver dichos problemas.
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– Diseñando o desarrollando soluciones para resolver las cuestiones identificadas. – Como difusores que facilitan la adopción de innovaciones y soluciones por parte de otros ciudadanos. Me resulta realmente motivador que el ciudadano pueda formar parte del desarrollo de iniciativas y mejoras que le afectan de manera directa. Otro tipo de interacción, esta vez C2C, corresponde a las plataformas que facilitan los intercambios y transacciones entre ciudadanos. Uno de los ejemplos más actuales (y en este caso también más próximo, ya que se trata de una empresa catalana) es Wallapop, un marketplace que facilita la compra/venta de todo tipo de artículos entre particulares. En una sociedad aún afectada por el paro e ingresos reducidos y con una mayor consciencia del consumo por una necesidad real y no por impulso, la posibilidad de acceder a artículos de segunda mano está en plena vigencia. Quizás el hecho de que un ciudadano interactúe con otro con necesidades similares o complementarias, y que puedan conectar al mismo nivel gracias a la 52
tecnología es lo que realmente hace que se esté desarrollando ese binomio. Por ejemplo, la creación de grupos de consumo es una tendencia cada vez más en alza. Consiste en la alianza de ciudadanos que viven en una misma zona para adquirir directamente de los productores de proximidad bienes y servicios relacionados con la alimentación, el vestido y el cuidado personal a un precio más asequible. Saben lo que compran y a quién. También el ocio se ha visto alterado por plataformas como Uolala (una empresa también catalana), o MeetUp que está presente en 182 países. Ambas organizaciones permiten la coordinación de encuentros y actividades de ciudadanos con otros ciudadanos, la mayor parte de ellos organizados para desarrollar actividades sin ánimo de lucro como intercambiar idiomas, ver películas, leer, hacer deporte… la lista es infinita. Me estimula ver el protagonismo que está adquiriendo el ciudadano en los ámbitos antes mencionados. Y como soy optimista por naturaleza, tengo que decir que creo que la forma de consumir se está transformando hacia un modelo menos impulsivo, más sostenible, más responsable. Quizás 53
no sea la Generación X ni los millennials los que lo constaten. Aún así, está ahí, y el ciudadano tiene cada vez un mejor papel.
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Sociedad 1.0 ó Sociedad 3.0 ¿En cuál vives? Sociedad 1.0 ó Sociedad 3.0
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¿Nuestras prácticas sociales son propias de la sociedad 1.0 ó de la sociedad 3.0?
Por Aquiles Julián Todas las prácticas sociales: el trabajo, la educación, las relaciones, el intercambio, etc., están sometidas a cambios determinados por el vertiginoso ritmo de cambio tecnológico y social. El mundo 1.0, el mundo de la economía y la sociedad industrial, el mundo del empleo, del salario, de los horarios, de los tapones insufribles, el mundo que conocíamos, está en descalabro, en serio descalabro. 56
Esa sociedad, ese mundo, esa economía se han vuelto obsoletos, anacrónicos. Muchas personas apostaron todo a él, pese a los signos evidentes de que sus cimientos cedían. Peter Drucker, el gurú de la gerencia, señaló que ya a mediados de 1950 los trabajadores del conocimiento (personal de oficina, que trabajaban con papeles), superaron en Estados Unidos a los trabajadores de línea (operarios en plantas industriales y manufactureras, técnicos y personal de producción). Ese cambio inició un proceso cada vez más acentuado de cambios concatenados y derivados de ese hecho. De pronto "el proletariado" cedió importancia a otros actores sociales y económicos. Y luego vino la hecatombe de los años 70 y 80 del siglo pasado, cuando las industrias nacionales fueron desmanteladas y enviadas a las zonas francas de los países subindustrializados (como los de América Latina) y a China y el Asia. Y el desarrollo de la infórmatica y las nuevas tecnologías asociadas, la robótica, la Internet, etc., introdujeron factores explosivos. La globalización, la comunicación horizontal, la minutiarización, los avances, han sido extraordinarios. Y eso tiene consecuencias. Estamos en medio de una revolución económica, social, política, educativa, laboral y humana de 57
vastísimas proporciones, que va a impactar positivamente en muchas vidas y negativamente en las de aquellos que no se ocupen de entenderla, aprovecharla y crean poder resistirla. No es nada inteligente, en medio de la sociedad 3.0, aferrarse a las prácticas sociales de la sociedad 1.0 No sólo no es inteligente: es suicida. Estamos en el mejor momento de la historia social, cultural, humana que ha vivido la humanidad hasta el presente. Es cuestión de aprovechar esa bendición
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La economía colaborativa, a pasos agigantados Uber, Airbnb y Bitcoin son tres claros ejemplos de la amenaza que representan los negocios digitales para los tradicionales.
Un fantasma recorre el mundo entero. Se trata de la llamada economía colaborativa que, según estimaciones, moverá 235.000 millones de dólares en el año 2025. La idea de ese fantasma, que se define como un sistema económico en el que se comparten e intercambian bienes y servicios, a través de plataformas digitales, es bien simple. Si usted necesita con urgencia un plomero, ¿por qué no utilizar el teléfono móvil para ubicar a uno que esté cerca -gracias a los servicios de geolocalización- y 59
contratarlo directa y rápidamente, sin tener que esperar a que la empresa de seguros envíe a alguien, que cobrará más caro y llegará en dos días? Para el plomero es una oportunidad de ofrecer su servicio de manera independiente, sin dejarle a una compañía intermediaria la mitad del honorario, tan solo ofertando en una red social. Pues bien, hay más de un ejemplo como este en el que interactúan directamente las personas sin la mediación de las empresas que tradicionalmente monopolizan tales negocios. Por ejemplo, la red para ofrecer alimentación a otras personas llamada Vizeat, que funciona como el Uber de la gastronomía y ya cuenta con casi 100.000 usuarios en el mundo que prefieren degustar los platos de la cocina de una familia en lugar de ir a un restaurante. Hay otra muy popular en Colombia, en donde la gente compra bienes –usados o nuevos– directamente a otras personas, en lugar de ir al Éxito o a Falabella. Se llama OLX y publica 800.000 nuevos avisos cada mes, generados por más de 400.000 personas. La venta de bienes usados es uno de los motores más reconocidos de la economía colaborativa. Un estudio del Centro Nacional de Consultoría, realizado a finales de 2015, encontró que los colombianos vendieron en el último año 2.353 millones de pesos en bienes 60
usados y que el 13 por ciento lo hizo con algún producto de segunda mano. El caso más conocido de este nuevo fenómeno empresarial es Uber, que nació con la idea original de que cualquier ciudadano pueda transportar a otro en su automóvil. Su éxito fue tal, que rápido provocó la airada respuesta de los conductores de taxis en muchos países del mundo, con los bogotanos encabezando el ranking internacional de violencia contra la economía colaborativa. Uber no pretende ser un servicio de lujo más, registrado en una Cámara de Comercio y formalizado como los tradicionales taxis blancos que han existido por años en el sector turístico. En eso, dicen los expertos, se equivoca el Ministerio de Transporte, que lo ha obligado a funcionar de esa manera en Colombia. La idea detrás de Uber, Lyft, BlaBlaCar y tantos otros sistemas de transporte basados en el consumo colaborativo es que los ciudadanos que poseen un vehículo, el cual pasa ocioso una buena parte del día, puedan ofrecerlo a otras personas, a precios menores que los taxis y con los beneficios adicionales del buen trato y el aprovechamiento máximo del recurso. 61
Desde los años setenta se promovía en Europa la idea de que entre vecinos se arreglaran para ir juntos al trabajo en un solo auto, con el objeto de reducir el consumo de gasolina y mitigar la congestión de tránsito. En ese movimiento puede hallarse el vestigio más antiguo de la actual economía colaborativa. Pero solo hasta la aparición de las plataformas tecnológicas de hoy –internet, GPS y las redes sociales– se hizo posible la masificación y la operación práctica de estos hábitos urbanos, heredados del trueque de los tiempos prehistóricos. Parece que no se equivocó la revista Time cuando incluyó el consumo colaborativo entre las diez ideas que cambiarán al mundo, en una edición de finales de 2011. Un año antes había aparecido el libro What’s Mine is Yours: The Rise of Collaborative Consumption (Lo que es mío es tuyo: el auge del consumo colaborativo), de Rachel Botsman, el cual es considerado como el hito teórico más importante de este movimiento. “La economía colaborativa es un modelo construido sobre redes descentralizadas de personas conectadas, quienes crean, distribuyen y consumen valor pasando por alto las instituciones centralizadas tradicionales”, dice la autora. Dos años más tarde, The Economist le dio la bendición oficial ante sus lectores con un especial sobre el tema, y a 62
partir de allí la economía colaborativa entró en el radar de la opinión pública.
El fenómeno Airbnb En octubre de 2007, a Brian Chesky y Joe Gebbia, dos emprendedores de San Francisco, les notificaron de un abrupto incremento del 25 por ciento en el canon de alquiler de su apartamento, y para cubrir el sobrecosto se les ocurrió alojar en él a algunas personas que llegarían el fin de semana siguiente para una convención en la ciudad. Allí nació Airbnb (Airbed & Breakfast), la plataforma que hoy ofrece casi 2 millones de lugares para alojarse en 34.000 ciudades de 190 países. Cada noche, 140.000 viajeros en todo el mundo se hospedan en casas registradas en este servicio. Es el emprendimiento de economía colaborativa que mayores estragos ha causado en los negocios tradicionales. Una cuarta parte de los casi 50.000 asistentes al reciente congreso mundial de telefonía móvil, celebrado en Barcelona, en febrero, utilizaron Airbnb en lugar de los hoteles de la ciudad. En Barcelona, 9.000 personas se embolsillaron 115 millones de euros durante el año pasado, alquilando sus 63
habitaciones mediante Airbnb, y en Madrid 3.200 anfitriones recibieron 16 millones de euros, según estudio revelado por la misma compañía hace pocos días. En Colombia, la Asociación Hotelera y Turística de Colombia (Cotelco) anunció que promoverá un proyecto de ley para que los alojamientos de Airbnb en el país se sometan a las mismas regulaciones de los hoteles: facturación con IVA, RUT y registro hotelero, tal como solicitan las empresas de taxis en relación con Uber.
Las críticas Como era de esperarse, promover la economía colaborativa se volvió también un negocio. Airbnb ha sido valorada en 25.000 millones de dólares y es una de las cinco startup más exitosas del momento. Uber está valorada en 50.000 millones de dólares y ya el gigante Google invirtió en ella 258 millones de dólares, al considerarla el futuro del transporte público en el mundo; en tanto que General Motors invirtió el año pasado 500 millones de dólares en Lyft, la competencia más fuerte de Uber. Los puristas del consumo colaborativo rechazan a estas startup que se enriquecen con el intercambio 64
directo entre las personas, y reclaman volver a los orígenes del concepto, es decir, el trueque de bienes y servicios, sin ánimo de lucro y sin una relación clienteproveedor, como ocurre cuando se comparte un automóvil, o como es el caso de Couchsurfing, plataforma para permitir que un viajero pernocte en casa sin cobrarle, a cambio de poder recibir el mismo servicio cuando uno viaja, y que cuenta ya con más de 11 millones de usuarios en 200.000 destinos. Pero las plataformas que propician este intercambio requieren inversiones tecnológicas considerables para garantizar el contacto entre las personas. Airbnb, por ejemplo, tiene más de 40 millones de usuarios, lo que implica servidores poderosos y el desarrollo de un algoritmo para ofrecer a quien busca el servicio que necesita en el lugar más conveniente. OLX no cobra comisión a las personas que venden productos en su plataforma, sino que intenta lucrarse con publicidad contextual, tal como hace Google en su buscador de información en internet, en tanto que Uber y Airbnb cobran una comisión por cada servicio.
Prohibir los avances tecnológicos En el siglo XIX, las empresas de coches tirados por caballos en Inglaterra presionaron al gobierno 65
británico para que prohibiera la llegada de los vehículos de motor. Aquellas presiones lograron la famosa “Ley de la bandera roja”, con la cual se obligaba a la naciente industria automotriz a incluir un hombre que debía caminar a 60 metros por delante advirtiendo que se aproximaba una máquina autopropulsada, así como otras restricciones. “Hacer ilegal este tipo de negocios no detendrá el avance tecnológico”, sostiene Michael Gregoire, CEO de la multinacional CA Technologies, haciendo referencia al debate alrededor de la legalidad de Uber. Los hoteles de Nueva York lograron el año pasado que un juez prohibiera el funcionamiento de la plataforma Airbnb, al demostrar que ha lesionado significativamente el negocio de los hoteles neoyorquinos. Y Yellow Cab, la mayor empresa de taxis de San Francisco, se declaró en bancarrota en diciembre último y señala a Uber –que nació en esa ciudad –como la responsable de su quiebra. Las entidades financieras también se quejan. Hace un par de años los bancos centrales de varios países –y la Superintendencia Financiera en Colombia– emitieron circulares descalificando al bitcóin como medio de pago legítimo-. Bitcóin es una moneda virtual, utilizada por comunidades de internet, que permite transacciones directas entre personas sin 66
mediación de los bancos y que se cotiza actualmente en 418 dólares por bitcóin. Las críticas que los negocios tradicionales formulan contra las compañías de economía colaborativa es la misma: no pagan impuestos en cada país donde son utilizadas, no facturan IVA y no están sometidas a los controles. Pero olvidan que no se trata de empresas de igual naturaleza que las tradicionales. Airbnb no es una cadena de hoteles, ni Uber una empresa de transporte público, ni OLX un supermercado. Tampoco Bitcoin es un banco. Son solo plataformas tecnológicas del tipo red social mediante las cuales las personas hacen transacciones de forma directa utilizando la internet libre, lo que hace imposible someterlas a las regulaciones de la economía formal. En Estados Unidos una persona que saldrá de viaje por varios días puede dejar su auto en manos de FlightCar, que lo arrendará a alguien que lo necesite. Cuando regrese recibirá de vuelta su carro, lavado y en el aeropuerto, con lo cual no tendrá que utilizar un taxi para llegar a casa. ¿Para qué comprar un taladro que utilizará por un par de horas durante el año? En España está Relendo, en donde alguien le alquilará lo que necesite. En Colombia, quien planea estudiar en otra ciudad y necesita habitación compartida, tiene la solución en Rumis. Y Fuímonos es tal vez la app más 67
destacada en el país en el campo de automóvil compartido. En TaskRabbit, Cronecction y Cronoshare cualquiera puede ofrecer tiempo de trabajo en alguna cosa que sepa hacer bien (por ejemplo, enseñar inglés o llevar de paseo a una mascota) y recibir a cambio algún servicio de otro miembro de la red. Son miles de plataformas, algunas globales y otras locales, de economía colaborativa que ganan suscriptores a diario. En Europa tiene éxito Grownies para intercambiar la ropa que sus niños ya no necesitan; Book Mooch permite intercambiar libros usados en varios países, y hay plataformas para préstamos de dinero, para ayudar en las tareas escolares y para encontrar a alguien con motocicleta y que viva cerca, quien se encargará de hacer compras por usted y llevarlas hasta su casa, como hace Mercadoni, creada el año pasado en Bogotá. El debate sobre la economía colaborativa continuará, mientras las más de 5.000 plataformas identificadas hasta ahora en este campo se expanden rápidamente. “La historia del progreso humano muestra que la resistencia a las nuevas tecnologías que generan crecimiento y eficiencia económica es invariablemente inútil”, sentencia Michael Gregoire. 68
Desde la sociedad 1.0 hacia la sociedad 3.0 Por Mireya Maruris Reducindo
La sociedad 1.0 refleja las normas y prácticas que prevalecieron desde la sociedad preindustrial hasta la sociedad industrial. Por su parte, la sociedad 2.0 hace referencia a las enormes transformaciones sociales que están teniendo lugar en la sociedad actual y que encuentran su origen, principalmente, en el cambio tecnológico. La sociedad 3.0 se refiere a la sociedad de nuestro futuro más inmediato, para la que se pronostican 69
enormes transformaciones producto del cambio tecnológico acelerado. Cuando se habla de estas tres sociedades, hablamos de paradigmas que actualmente conviven de manera simultánea en nuestra sociedad (ver fig. 1).
Sociedad 1.0 La sociedad 1.0 hace referencia a la sociedad agraria y posteriormente industrial que prevaleció durante gran parte del siglo XVIII y que se extendió hasta finales del siglo XX. A principios de este periodo las 70
empresas familiares constituían la base de la actividad económica. Los niños aprendían y trabajaban en casa. Adultos y menores mantenían una relación intergeneracional constante. En este contexto los niños no sólo contribuían positivamente a la economía, sino que la relación niño-adulto favorecía el aprendizaje mutuo. En la sociedad 1.0 se interpretaban datos, lo que conduciría a la sociedad de la información. En general las relaciones eran jerárquicas, por lo que era sencillo conocer la vinculación que existía entre unos y otros. Las empresas tenían estructuras fáciles de descifrar. Hacia finales del siglo XX este modelo funcionaba bien. Resultaba fácil de entender y de poner en práctica y se beneficiaba de un sistema educativo que generaba trabajadores para una economía industrial. La industrialización de la educación y la proliferación de estructuras académicas meritocráticas propias de la sociedad 1.0 llegaron casi a eliminar el reconocimiento del paradigma de “aprender haciendo”.
Sociedad 2.0 El surgimiento de la sociedad 2.0 se asocia con la aparición de la sociedad del conocimiento, cuya materialización tiene lugar en el siglo XX. La 71
información necesitaba ser interpretada y requería, por tanto, de la presencia de trabajadores del conocimiento. Los avances en las tecnologías de la información y de la comunicación facilitaron la amplia producción de significados socialmente construidos. Muchos de estos avances han surgido gracias a la convergencia de Internet –que se ha convertido en el símbolo de la interconexión por excelencia, ya sea personal o tecnológica– y la globalización lo que ha generado una conciencia global sobre la presencia de las redes sociales. En este contexto, se están aprovechando las TIC no sólo para compartir ideas, sino también para generar nuevas interpretaciones. Los productos creados con herramientas “Web 2.0”, que permiten usar las nuevas redes sociales como plataforma de intercambio y remezcla de ideas y como instrumentos de comunicación –por ejemplo, blogs, wikis, YouTube, etc. La disponibilidad masiva de estas herramientas permite que cualquiera tenga la opción de participar en un sinfín de labores de interés ciudadano. Los blogs, Twitter y YouTube son algunas de las herramientas que han facilitado la aparición del periodismo ciudadano que compite con los mainstream media, con un gasto infinitamente más bajo que el que supone a estos medios generar y difundir su información 72
Las tecnologías sociales conllevan una serie de condiciones y limitaciones que obligan a los individuos a cambiar su forma de pensar y de actuar. Por ejemplo los mensajes de Twitter o mensajes de móvil los usuarios escriben mensajes claros y concisos en un espacio de 140 caracteres o menos.
Sociedad 3.0 Para la mayoría de nosotros, la sociedad 3.0 es la sociedad del futuro, quizá la de un futuro lejano. Sin embargo, para aquellos que lideran el cambio hacia este protoparadigma se trata de algo muy real. La sociedad 3.0, la cual hace referencia a un mundo que está “a la vuelta de la esquina” y, al mismo tiempo, que trasciende las vanguardias actuales, está impulsada por tres agentes principales: • Cambio social y tecnológico acelerado. • Globalización constante y redistribución horizontal del conocimiento y de las relaciones. • Sociedad de la innovación impulsada por knowmads. Kurzweil (1999) acuña la teoría que se conoce como Ley de Rendimientos Acelerados para 73
referirse al proceso evolutivo que lleva a un cambio tecnológico y social acelerado. Según este postulado, “a mayor crecimiento exponencial del orden, mayor aceleración del tiempo. Es decir, el intervalo de tiempo existente entre eventos significativos crece menos con el paso del tiempo” (Kurzweil, 1999, p. 30). En otras palabras, el cambio está sucediendo a una velocidad vertiginosa y el ritmo de cambio sigue aumentando. La propuesta de Kurzweil se basa en la idea de que a mayor progreso tecnológico, menor coste, y así sucesivamente. A medida que la tecnología evoluciona, la sociedad también lo hace (Morgan, 1877). El cambio tecnológico favorece el cambio social. De hecho, se prevé que el progreso tecnológico de un futuro próximo desencadene periodos de transformación social capaces de desafiar la imaginación de hoy. El cambio social y tecnológico acelerado tiene un impacto enorme en la educación. Por ello, los actuales responsables del futuro de nuestros jóvenes deben prepararlos para un porvenir que trasciende nuestra imaginación.
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TABLA 1 Paradigmas
Los knowmads en la sociedad 3.0 Con el término knowmad, Moravec (2008) hace referencia a aquellos trabajadores nómadas del conocimiento y la innovación. Un knowmad es alguien innovador, imaginativo, creativo, capaz de trabajar con prácticamente cualquier persona, en cualquier lugar y en cualquier momento. Un knowmad es valorado por su conocimiento personal, lo que le proporciona una ventaja competitiva con respecto a otros trabajadores. Esta remezcla de espacios y de relaciones sociales está afectando también a la educación. Los estudiantes de la sociedad 3.0 tendrían que poder 75
aprender, trabajar, jugar y compartir en prácticamente cualquier contexto. Sin embargo, son pocos los indicios existentes que nos permitan afirmar que la educación está evolucionado hacia el paradigma 3.0.
El aprendizaje invisible en la sociedad 3.0 La sociedad 3.0 necesita dejar atrás el paradigma industrial y los modelos pedagógicos bancarios que transmiten información y conocimiento “preventivo” (p. ej. ejercicios de memorización de las capitales del mundo) y debe evolucionar hacia formas de aprendizaje que hagan uso de los espacios invisibles para construir conocimiento práctico y valioso a nivel personal y social. Hoy día se valora cada vez más el papel fundamental que desempeñan los trabajadores con conocimientos y destrezas claves para el éxito de las organizaciones modernas (p. ej., los knowmads). Godin (2010) sostiene que las personas exitosas actúan como un “eje” dentro de estas organizaciones. En una entrevista realizada a Godin por Hyatt (2010), el autor afirma: “El ‘eje’ es aquel que insiste en marcar la diferencia, ser el líder, conectar con los demás y hacer algo a lo que yo llamo arte. El ‘eje’ es aquel que resulta indispensable, aquel de quien la empresa no puede 76
prescindir. No se trata de obediencia, sino de humanidad”.
El culto a la medición de los resultados La cultura del aprendizaje industrial y de la evaluación en masa la hemos adoptado a nivel mundial y para apoyarla hemos creado el culto a la evaluación. Estos regímenes de corte industrial, centrados en la evaluación, satisfacen las necesidades que el mundo industrial tenía en el periodo comprendido entre el siglo XIX y 1950, pero, indudablemente, resultan equivocados para el siglo XXI. Superar el culto a la medición de los resultados La clave está en cómo se aprende, no en qué se aprende. El protoparadigma del aprendizaje invisible sustituye la memorización “preventiva” por un aprendizaje que busca ser significativo para quienes participen en la experiencia educativa. En él se fomenta por encima de todo la aplicación práctica del conocimiento a nuevas formas de resolución de los problemas, más que la repetición mecánica de datos previamente aprendidos. 77
Asimismo, el aprendizaje invisible permite que los estudiantes actúen sobre su propio conocimiento, aplicando lo que han aprendido a través de la resolución práctica de problemas, incluidos aquellos que no han sido resueltos previamente. En el aprendizaje invisible el “aprender haciendo” se enfoca más en cómo aprender que en el qué aprendemos. Esto sugiere que las pruebas o evaluaciones han de basarse en los resultados al igual que cuando evaluamos una innovación. Éstas son las preguntas que nos formulamos al evaluar un producto innovador. • ¿Qué ha ocurrido? • ¿Ha ocurrido algo nuevo? ¿Algo inesperado? • ¿Ha proporcionado algún beneficio? • ¿Qué pueden aprender otros a partir de esta experiencia? Es extensa la bibliografía que sostiene que la educación necesita la evaluación formativa, abundan también las publicaciones educativas teóricas que sugieren evolucionar hacia el aprendizaje centrado en el alumno (siendo probablemente sus máximos representantes Dewey, 1915, y Freire, 1968). Sin embargo, en los entornos de aprendizaje formal la evaluación sigue estando basada en los resultados, algo que proporciona escasos beneficios al alumno. 78
Para liberarnos del culto a la medición de los resultados, necesitamos tener fe y confianza en el aprendizaje permanente. Como seres humanos estamos continuamente inmersos en un proceso de aprendizaje. PONER EN PRÁCTICA EL APRENDIZAJE INVISIBLE: HACER VISIBLE LO INVISIBLE Paradójicamente, y a pesar de que la educación es un elemento clave tanto para el desarrollo del capital humano como para los futuros del desarrollo humano, ésta ha sido concebida para cambiar muy lentamente. El problema está en la emergente presión de una incipiente sociedad 3.0 que reclama una transformación educativa. Las escuelas tienen que formar a estudiantes capaces de diseñar futuros empleos, industrias y campos del conocimiento. Es decir, han de servir como plataformas en las que se pueda reflexionar sobre el futuro, no como lugares de rezago. La cuestión que surge es: ¿merece la pena luchar por una reforma educativa? El autor considera que no. Lo más conveniente es empezar de nuevo y se requiere de una revolución, no de una reforma, como lo expresa Sir Ken Robinson. 79
En lugar de luchar contra el sistema, alumnos, padres, comunidades y otros agentes inmersos en el aprendizaje permanente han decidido crear nuevas escuelas y/o redes de aprendizaje alternativas con las que aprender, descubrir, innovar y compartir conocimiento. De hecho, algunas de estas comunidades son pioneras en estas iniciativas educativas. Entre ellas figuran: • Shibuya University Network (Japón): “Yasuaki Sakyo, presidente de la Universidad de Shibuya, cree que la educación debería ser permanente. Aquí los programas son gratuitos y abiertos a todos los estudiantes. • Banco Común de Conocimientos-BCC (España): “Es una experiencia piloto dedicada a la investigación de nuevos mecanismos sociales para la creación colectiva de contenidos, el aprendizaje mutuo y la participación ciudadana. Es un laboratorio donde se experimenta cómo mejorar los canales de distribución del conocimiento práctico, así como nuevas formas de compartirlo” (bancocomun.org). • TED.com (Tecnología, Entretenimiento, Diseño, por sus siglas en inglés; Estados Unidos): reta al modelo educativo basado en clases magistrales con la creación de “una plataforma de intercambio de 80
información que permite obtener conocimiento e inspiración de mano de los pensadores más destacados. Además, cuenta con una comunidad en la que gente sobresaliente comparte sus ideas” (TED, s.f.). Harkins y Moravec (2006) establecen guías sobre las “habilidades humanísticas”, donde plantean la importancia de desarrollar competencias para desenvolverse en una época de acelerados cambios e incertidumbres. Sus planteamientos no pretenden ser definitivos. Sin embargo, han sido diseñados para servir como punto de partida para conversaciones sobre cómo los sistemas de desarrollo de capital humano orientados a jóvenes pueden llegar a ser más innovadores y fomentar un aprendizaje más significativo. Es importante agregar que estas “habilidades humanísticas” pueden desarrollarse y aplicarse en contextos de aprendizaje formal, pero también en los ámbitos relacionados con el aprendizaje invisible. Los jóvenes tendrán que ser capaces de: 1. Pensar sistémicamente: percibir tanto los actuales patrones culturales y sociales así como explorar alternativas a los mismos. Esto significa que los 81
jóvenes deben pensar comparativamente, comprender los sistemas subyacentes e influir en los patrones sistémicos con el fin de alcanzar sus metas. 2. Pensar simulando: preguntarse ¿qué pasaría si…? Esto mediante un pensamiento experimental y ensayos mentales conducidos por la imaginación y la proyección. Usando la imaginación para crear simulaciones, los jóvenes pueden crear historias con los ojos abiertos tanto dentro como fuera de sus patrones culturales y sociales. 3. Prosperar en medio de cambios, retos e incertidumbres: desarrollar perspectivas, conocimiento y alternativas para hacer frente a la complejidad y a la incertidumbre. Esto significa que los jóvenes han de generar nuevas herramientas mentales que les ayudarán a afrontar el creciente caos y la ambigüedad de un mundo cambiante. 4. Crear y manipular pasados, presentes y futuros alternativos: crear y gestionar un tiempo virtual desarrollando definiciones flexibles del tiempo social y personal, asociando selectivamente posibles pasados y futuros con presentes alternativos. 5. Adquirir y responder a las metas y desafíos: establecer metas y objetivos, detectar y anticipar 82
obstáculos para el éxito y diseñar soluciones para los problemas. Esto implica que los jóvenes han de hacerse cada vez más responsables de sus vidas, aplicando activamente sus valores e inteligencia. 6. Entender y utilizar eficazmente la información existente: acceder y utilizar selectivamente la información para buscar oportunidades y resolver problemas. 7. Construir y utilizar conocimiento aplicable a nivel individual: transformar intencionalmente la información en conocimiento personal; crear un estilo personal para ampliar las alternativas durante la “toma de decisión” a través de la formación de nuevos entendimientos. 8. Construir y utilizar nuevos conocimientos relacionados con los contextos, procesos y culturas: esto significa que los jóvenes se convertirán cada vez más en diseñadores y arquitectos capaces de crear conocimientos y culturas alternativas que les permitan mejorar sus vidas. 9. Utilizar eficazmente las actuales y emergentes tecnologías de información y comunicación: mantenerse a la vanguardia de aquellas tecnologías que posibiliten un aprendizaje actual, haciendo un uso 83
efectivo de las tecnologías de punta. Esto significa que los jóvenes ampliarán sus esfuerzos como exploradores digitales y desarrolladores, con el fin de facilitar la adopción tecnológica en el resto de la sociedad. 10. Adquirir y evaluar el conocimiento de diversas tendencias globales: crear una “fotografía global” del mundo constituida por diferentes “imágenes específicas”; convertirse en un ciudadano con pensamiento global y emplear diversos puntos de vista para contextualizar los problemas, identificar oportunidades, metas y medios. 11. Escribir y hablar de manera independiente: desarrollar y utilizar las particularidades de cada sujeto, aplicar sus cualidades a nivel individual, pero también con grupos y equipos, desarrollando un carácter e identidad propios. Esto significa que, a través de la expresión libre y creativa, los jóvenes pueden convertirse en representantes ejemplares de la democracia y la libertad. 12. Asumir el compromiso personal de hacer las cosas bien. CINCO IDEAS CLAVES 84
1. El cambio social y tecnológico acelerado exige que nos preparemos para futuros con los que ni siquiera hemos soñado. 2. En las escuelas 1.0 no se puede enseñar a estudiantes 3.0. Tenemos que restructurar nuestros sistemas educativos para poder satisfacer las necesidades de la sociedad moderna y del futuro. 3. Tenemos que hacer hincapié en cómo aprender y no en qué aprender. En el paradigma del aprendizaje invisible, la memorización mecánica y “preventiva” queda sustituida por un tipo de aprendizaje que pretende ser significativo para todos los que participen en la experiencia educativa. 4. El aprendizaje invisible aborda la tecnología como una herramienta pragmática, con un uso intencionado y cuyo objeto es mejorar la experiencia humana en sí. No se utiliza para hacer las mismas cosas de siempre. 5. La educación tiene que iniciar una revolución. Se nos da bien hablar de reformas educativas, pero la historia demuestra que acabamos reformando muy poco. Tenemos que tomar medidas contundentes para lograr futuros innovadores en la educación.
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Asesor: Dr. Abacuc Hernández Ortiz. REFERENCIAS: Cobo Romaní, Cristóbal; Moravec, John W. (2011). Aprendizaje Invisible. Hacia una nueva ecología de la educación. Col·lecció Transmedia XXI. Laboratori de Mitjans Interactius / Publicacions i Edicions de la Universitat de Barcelona. Barcelona.
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Los motores de la sociedad 3.0 Por Aquiles Julián
Vivimos tiempos acelerados. Vemos nacer y morir tecnologías en un cambio continuo y espectacular. Hoy cualquier persona tiene en sus manos un celular que posee más tecnología, capacidad, recursos y valor que toda la capacidad instalada de la NASA cuando el hombre llegó a la luna. Y desde su celular está en contacto continuo, directo, con cualquier otra persona en cualquier país del mundo, si aquella cuenta con una tecnología similar o aproximada. Y pueden conversar, interactuar, compartir, explorar, complementarse. 87
La vieja sociedad de la rivalidad y la competencia origina una sociedad de la colaboración y la coopetencia. Muchas personas, instaladas en sus zonas de confort, que como sabemos son zonas de estancamiento, de repetición, de rutinas, de conformidad, rehúsan entender que esa es su zona de mayor peligro. Porque el cambio viene impuesto por una dinámica social que es global, trasciende a los países y a las regiones, porque desconocerla o aislarse es simplemente mortal para cualquier sociedad o cualquier persona. Detrás de los juegos y detrás de la entretención que puedan brindar determinados recursos como whatsapp, facebook, instagram, twitter (economía 2.0 y sociedad 2.0) emerge un nuevo modelo de interacción e intercambio sociales: la sociedad y economía 3.0 ¿Estamos preparándonos para ella?
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Pentagrowth: innovación y crecimiento en la sociedad 3.0 Por Ignasi Alcalde
Vivimos tiempos acelerados. En apenas tres décadas hemos pasado de la sociedad 1.0 o sociedad industrial, al auge de la sociedad 2.0 o también llamada sociedad red de la información y el conocimiento en pleno siglo XXI. La constante globalización está permitiendo que el conocimiento se distribuya horizontalmente en ámbitos que hasta ahora permanecían incomunicados, creando relaciones “redarquicas” y proporcionando la 89
posibilidad de que el conocimiento sea aplicado en contextos innovadores tanto a modelos de relaciones como a modelos de negocio. Debido al cambio social y tecnológico acelerado, está naciendo una transformación social que se está empezando a llamar sociedad de la autogestión o sociedad 3.0 . En esta sociedad 3.0 los ciudadanos “se empoderan” ya que el orden de sus relaciones no es ni jerárquico ni heterárquico (horizontal y bidireccional) , sino más bien un orden intencionado y auto organizado donde juega un papel clave la colaboración. Nace el llamado “ciudadano colaborativo” que es aquel ciudadano que activa lo que tiene, lo que sabe o lo que sabe hacer, en redes de confianza, que colaborando bajo diversas formas (gratis , mediante intercambio de tiempo, dinero) reclama su derecho a producir y a hacer las cosas de otra manera. Y esto sitúa un potencial enorme a nivel de “activos” de conocimiento, ya que un conjunto de ciudadanos motivados por un objetivo o moviendo su “inteligencia colectiva” es muy beneficioso. Para muestra, Wikipedia, que fue construida con el 1% del tiempo que dedican los americanos a ver la tele en un año. El terreno de la innovación de este nuevo contexto social 3.0 ha sido bien explorado por Javier Creus , director de Ideas for Change, con su modelo 90
Pentagrowth, después de analizar a cincuenta compañías que han crecido más del 50% al año entre el 2008 y el 2012. El modelo se basa principalmente en las cinco palancas que permiten lo que Javier Creus denomina el crecimiento acelerado. Connect : la capacidad de conectar . Responde a la pregunta: ¿qué conecta la red sobre la que opera la organización? Collect : el modo de construir el inventario . Responde a la pregunta: ¿cómo este inventario añade unidades de valor y construye mi oferta? Empower: el empoderamiento de los usuarios Responde a la pregunta: ¿cuántas capacidades de sus usuarios integra en el proceso? Enable: la capacitación de otras empresas para que hagan negocios. Responde a la pregunta: ¿qué herramientas facilita a terceros para que creen valor? Share: la disponibilidad para compartir conocimiento abierto. Responde a la pregunta: ¿en qué condiciones pueden sus recursos ser utilizado por otros? Javier indica que la combinación de estos cinco factores es la que determinará el alcance, la 91
interacción y la resiliencia de una compañía. Señala también que la competencia no es ahora entre empresas sino más bien entre ecosistemas empresariales. Dicho de otro modo estamos ante un nuevo modelo económico y social que afecta a los tres pilares del sistema: el capital, los recursos humanos y los recursos materiales.
En resumen , como bien indica Lisa Gansky en su libro “The Mesh: Why the Future of Business Is Sharing” las empresas han de asumir que ya no sólo se dedican a producir y vender, sino que también han de capturar información y gestionar conocimiento, con la base de la colaboración. Desde ahí otro paradigma es posible.
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El mercado laboral 3.0
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El nuevo modelo de trabajo Por Aqulles Julián
Desagregación, flexibilidad, reducción de costos, valor del conocimiento y la experiencia, son tendencias, al igual que la automatización creciente de funciones y tareas. Vivimos un mundo en cambio continuo. Una de las características de la economía 3.0 es el teletrabajo, el outsourcing, la externalización y la tercerización, y la relación con un proveedor freelance más que con un empleado de planta. Un enfoque más en el resultado, en la calidad, en el servicio. Hacia ese modelo vamos, aunque a mucho no les guste. La pregunta es: Si no lo puedes evitar ¿no sería inteligente empezar a prepararte para él? 94
La evolución del mercado laboral a la economía laboral 3.0 Diferentes sucesos han dado paso al nacimiento de una nueva economía laboral, donde el profesional puede mejorar su calidad de vida y las compañías, reducir costos y mejorar su rendimiento. Por Jorge Araujo El desarrollo de tecnologías de la información, la crisis económica de los últimos años y las características de la generación que conforma la nueva fuerza laboral, son elementos que han protagonizado los grandes cambios empresariales, en relación con el capital humano, y dado lugar al trabajo 3.0 o trabajo a distancia: una forma de trabajo que evoluciona de manera simultánea con el Internet y las TIC, respondiendo a los cambios acelerados de la economía laboral. A raíz de esto nació la Economía Gig, término que ha sido denominado por la conocida periodista norteamericana, Tina Brown, como el futuro de la economía de trabajo, en donde se desarrollan actividades profesionales de manera independiente 95
sustituyendo el contrato laboral permanente. Los ‘Gigonomics’ son los trabajadores freelance que trabajan en necesidades puntuales de las empresas y su principal característica es la colaboración a corto o mediano plazo con una compañía. Sin embargo, ese concepto necesita evolucionar a lo que denominamos, desde Nubelo, trabajo 3.0, un término que evoluciona al ritmo de la tecnología, se adapta a las expectativas de las empresas y profesionales y se centra en una colaboración en diferentes proyectos a largo plazo (sin un contrato de tiempo completo), basada en la confianza entre las partes. Esta dinámica permite a las personas acreditar su experiencia en una especialidad y gestionar su marca personal con el fin de fidelizar sus clientes actuales y atraer prospectos, asegurando su éxito laboral, que va más allá de solvencia económica. Sin duda alguna, la definición de éxito laboral también se ha transformado a través de las generaciones. Antes consistía en ser capaz de conseguir estabilidad en una compañía por años e ir ganando posiciones dentro de ésta, o al menos dentro de la misma industria, hasta llegar a ocupar un puesto de gerencia. Luego la definición de éxito se convirtió en la capacidad de desarrollar su carrera 96
durante tres o cinco años en una organización, con el fin de posteriormente moverse a una mucho más grande. Actualmente, entendemos el éxito como la independencia laboral que permite asesorar de manera simultánea a varias empresas de diferentes industrias y que además representa una mejora en términos de calidad de vida, porque, de acuerdo con el Libro Blanco del Teletrabajo del MinTic, al igual que las compañías, los profesionales también reducen costos ‘fijos’ en un 30% en desplazamientos, alimentación fuera de casa e incluso vestuario. La nueva fuerza laboral ha transformado el modelo de empleabilidad, gracias a profesionales con una mentalidad diferente, etiquetados bajo el nombre de Generación Y o Millennials, caracterizados por querer cambiar el mundo y por concebir el trabajo como una forma de ganar ingresos mientras hacen lo que les apasiona. Sin embargo los modelos de contratación siguen siendo los mismos; algunos obsoletos para la nueva economía laboral que funciona igual que la economía de consumo en Internet; buscar un profesional que pueda suplir una necesidad empresarial, seleccionar la mejor oferta y pagar por el trabajo realizado. 97
Todos estos cambios de los últimos tiempos han evolucionado en un nuevo modelo de negocio que a su vez viene transformando dicha forma de contratación y la gestión del talento humano en la cultura organizacional. Se trata de los marketplace de talentos, plataformas diseñadas para conectar profesionales 3.0 con compañías alrededor del mundo, las cuales rescatan el sentido de comunidad de las redes sociales y permiten a las personas administrar su marca personal, certificar sus habilidades y obtener reseñas públicas sobre la calidad de su trabajo por parte de sus clientes. Por otra parte, brinda a las empresas la oportunidad de ingresar a una bolsa de talentos a nivel mundial y tener opciones de precios muy rentables. Como vemos, la economía laboral se ha visto impactada por numerosos cambios interconectados entre sí a los cuales las compañías se tienen que adaptar rápidamente, porque esta realidad que busca siempre una mejora económica y social va a ser masiva en los próximo diez años gracias a la tecnología y al desarrollo de plataformas de trabajo 3.0.
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La oportunidad de la economía 3.0 Por Aquiles Julián Jeremy Rifkin, uno de mis autores más respetados, señala que "Los países en vía de desarrollo pueden superar a los desarrollados, gracias a la economía colaborativa". Rifkin, quien luego de su libro, "El fin del Trabajo" (más bien el fin del empleo tal como lo conocíamos), produjo libros esclarecedores como "La Tercera Revolución Industrial" y "La Sociedad de Coste Marginal Cero", nos alerta de lo que puede constituirse en una oportunidad de oro nada desdeñable. Nuestros países, plagados por demagogos y discursos populistas, por alucinados y fanáticos, deben bajar de esa burbuja de palabrería hueca y huera y prestar atención hacia dónde se mueve el mundo. Rifkin, visionario, nos anticipa nuestra oportunidad... O nuestro fracaso.
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Cómo los países en vías de desarrollo pueden superar a los desarrollados gracias a la economía colaborativa Por Jeremy Rifkin Las características distribuidas del nuevo paradigma económico que está surgiendo durante la Tercera Revolución Industrial permitirá que las regiones menos desarrolladas -a las que se excluyó de la Primera y la Segunda Revolución Industrial- alcancen a los países desarrollados. Actualmente, más de mil millones de personas viven sin electricidad, y muchas más tienen un acceso marginal y poco fiable a ella. En estos países precisamente es donde la población crece más rápido. La falta de infraestructuras es un lastre y una ventaja potencial al mismo tiempo. A veces es más barato y más rápido construir una infraestructura desde cero que reconstruir una ya existente. Ya estamos presenciando el aumento repentino de la actividad en algunas de las regiones más pobres del mundo con la introducción de tecnologías de recolección de energía solar, eólica, geotérmica, hidráulica y de biomasa y con la instalación de microrredes distribuidas de energía renovable. 100
Ahora la electricidad llega a zonas remotas de África que nunca habían tenido acceso a una red eléctrica centralizada. Como era de esperar, la introducción de los teléfonos móviles ha ayudado a acelerar el desarrollo de las infraestructuras emergentes de la Tercera Revolución Industrial. Prácticamente de la noche a la mañana, millones de hogares de la África rural habían reunido el dinero suficiente -con la venta de animales o del excedente de la cosecha- para comprar un teléfono móvil. Estos teléfonos se utilizan tanto para las actividades comerciales como para la comunicación personal. En las áreas rurales, alejadas de las sucursales bancarias, la gente está empezando a utilizar cada vez más el teléfono móvil para realizar transferencias de pequeñas cantidades de dinero. El problema es que, sin tener acceso a la electricidad, los usuarios de teléfonos móviles tienen que recorrer grandes distancias a pie hasta llegar a una región con electricidad en la que poder cargar el teléfono. Un solo panel solar en cada vivienda no solo proporcionaría la energía suficiente para cargar el teléfono, sino también la energía necesaria para iluminar la casa. Aunque las estadísticas no son regulares aún, parece que las familias de África están instalando paneles solares, y los analistas prevén su rápido crecimiento si 101
más hogares siguen este ejemplo para adaptarse a la Tercera Revolución Industrial. Lo que está sucediendo en África anuncia una transformación histórica a medida que los hogares saltan de la era preelectricidad directamente a la era de la Tercera Revolución Industrial. Además de la solar, están apareciendo más microgeneradores de energía ecológica, como las cámaras de biogás -que obtienen energía y combustible de las heces del ganado-, las pequeñas centrales eléctricas que obtienen energía a partir de las cáscaras de los granos de arroz y las pequeñas presas hidroeléctricas que aprovechan la energía de los riachuelos locales. El poder lateral está empezando a transformar el mundo desarrollado. Este proceso representa la democratización de la energía en las comunidades más pobres del mundo. Es probable que en el futuro se acelere el proceso de electrificación, dando lugar al aumento de las curvas exponenciales y a un salto cualitativo a la era de la Tercera Revolución Industrial en las que antes eran regiones subdesarrolladas. Por ejemplo, la electrificación del mundo desarrollado hace posible que funcionen las impresoras 3D y que prolifere la manufacturación distribuida. En las zonas 102
pobres de la periferia urbana, en las ciudades más aisladas o en las regiones rurales -en las que las infraestructuras son escasas, el acceso al capital es irregular y los expertos, las herramientas y la maquinaria técnicos son prácticamente inexistentesla impresión 3D proporciona una oportunidad de construir una infraestructura de la Tercera Revolución Industrial. Hoy en día, el auge de la infraestructura del Internet de las Cosas proporciona los medios necesarios para sacar a cientos de millones de seres humanos de la miserable pobreza en la que están sumidos y proporcionarles una calidad de vida sostenible. Llevar una electricidad universal a los países desarrollados también fomenta una mejor comunicación y conectividad entre las comunidades rurales y urbanas. Esa conectividad está generando la proliferación de un "bien común" entre agricultores y consumidores. Una generación más joven de agricultores está empezando a compartir cosechas con los consumidores urbanos. La agricultura sostenida por la comunidad surgió de manera desfavorable en Europa y Japón en la década de los sesenta y surgió rápidamente en Estados Unidos y en otros países en la década de los noventa, con el auge de Internet. Y ahora, a medida que la electricidad universal e Internet se extienden por los países 103
desarrollados, la agricultura financiada por la comunidad está empezando a transformar la relación entre los agricultores y los habitantes en las regiones desarrolladas también. Los consumidores urbanos prometen una cantidad fija de dinero a los agricultores locales por adelantado, antes de sembrar, para pagar el coste de cultivar las cosechas. Los consumidores se convierten en accionistas. A cambio, se les proporciona la cosecha resultante; se les entrega en casa o se les manda a centros de distribución cercanos durante la temporada de cultivo. Si la cosecha es abundante, los accionistas se llevan las ganancias adicionales. Igualmente, si las ganancias son bajas debido a, por ejemplo, condiciones meteorológicas adversas, los accionistas comparten las pérdidas. El hecho de que consumidores y agricultores compartan los riesgos crea un lazo de confianza mutua y fomenta el capital social. Además, eliminar a todos los intermediarios de las operaciones de la agroindustria convencional, integrada verticalmente, reduce notablemente el coste del producto para el consumidor final. Muchos procesos de agricultura sostenida por la comunidad utilizan prácticas agrícolas ecológicas y técnicas de cultivo orgánicas, eliminando los altos 104
costes y el impacto ambiental causados por el uso de fertilizantes y pesticidas petroquímicos. Los costes ambientales y energéticos se ven reducidos al eliminar el plástico del envase y el transporte de largo recorrido del producto. Internet ha facilitado enormemente la agricultura sostenida por la comunidad al hacer más fácil que los agricultores y los consumidores estuvieran conectados en redes de igual a igual. Los sitios web sobre agricultura sostenida por la comunidad también permiten a los agricultores y a los consumidores estar constantemente en contacto, compartir información actualizada sobre las cosechas y los plazos de entrega. La agricultura sostenida por la comunidad reemplaza a los vendedores y compradores del mercado convencional por proveedores y usuarios que intercambian productos en una economía social del bien común. De algún modo, los consumidores se convierten en prosumers al financiar los medios de producción de los productos que acabarán consumiendo. Hay miles de empresas de agricultura sostenida por la comunidad en todo el mundo, y cada vez son más a medida que las generaciones jóvenes van estando más cómodas con la idea de ejercer más opciones comerciales en una economía social del bien común. Se prevé un crecimiento aún más rápido de la agricultura sostenida por la comunidad en las 105
regiones en vías de desarrollo de todo el mundo en las que los agricultores suelen carecer del capital suficiente para financiar adecuadamente la cosecha del año siguiente. La electrificación y la convergencia de la Comunicación vía Internet con la Energía renovable vía Internet y el Transporte y logística vía Internet acelerará el desarrollo de la agricultura sostenida por la comunidad en las regiones más pobres del mundo. La Organización de Naciones Unidas para el Desarrollo Industrial (ONUDI) se ha comprometido a ayudar a los pueblos locales a establecer infraestructuras de la Tercera Revolución Industrial que puedan proporcionar electricidad de manera ecológica a los que menos recursos tienen. En 2011, me reuní con el doctor Kandeh Yumkella, el entonces director de la ONUDI, en la conferencia mundial de la organización para apoyar a los países en vías de desarrollo. Yumkella declaró: "Creemos que este es el comienzo de una tercera revolución industrial y querría que todos los países miembros de la ONUDI me escucharan y se hicieran una pregunta clave: ¿Cómo afecta esto a nuestras economías? ¿Cómo podemos participar en esta revolución? Y, por supuesto, ¿Cómo compartimos conocimiento, capital e inversiones para hacer que tenga lugar esta revolución?". 106
El objetivo es hacer que para el año 2030 se tenga acceso universal a la electricidad. La electrificación de todas las comunidades del planeta proporcionará la fuerza para sacar de la pobreza a los que tienen menos recursos para ponerlos en la zona de confort en la que se pueda proporcionar una calidad de vida decente a todos los seres humanos.
Reconsiderando la economía en una era ecológica El cambio hacia una infraestructura del Internet de las Cosas y hacia un paradigma de una Tercera Revolución Industrial está obligando a reconsiderar por completo la teoría y la práctica económica. La productividad extrema provocada por la digitalización de la comunicación, de la energía y del transporte lleva al replanteamiento de la propia naturaleza de la productividad y a una nueva concepción de la sostenibilidad ecológica. Los economistas convencionales fracasaron a la hora de reconocer que las leyes de la termodinámica gobiernan toda la actividad económica. La primera y la segunda ley de la termodinámica establecen que la energía total del universo es constante y que la entropía total aumenta constantemente. La primera ley, el principio de conservación, afirma que la energía ni se crea ni se 107
destruye y que la cantidad de energía del universo lleva siendo la misma desde el principio de los tiempos y seguirá siendo la misma hasta el final. Aunque la energía siempre sea la misma, está cambiando de forma continuamente, pero unidireccionalmente: de disponible a no disponible. Aquí es donde entra en juego la segunda ley de la termodinámica. Según la segunda ley, la energía siempre fluye de caliente a frío, de concentrado a disperso y de ordenado a desordenado. Por ejemplo, si se quema un trozo de carbón, la suma total de las energías se mantiene, pero se dispersa a la atmósfera en forma de dióxido de carbono, dióxido de azufre y otros gases. Aunque no se ha perdido energía, la energía que se ha dispersado ya no puede utilizarse. Los físicos se refieren a esta energía perdida como "entropía". Toda la actividad económica proviene del empleo de la energía disponible de la naturaleza -en estado sólido, líquido o gaseoso- y de la transformación de esta en bienes y servicios. En cada fase de la producción, del almacenamiento y del proceso de distribución, se utiliza la energía para transformar los recursos de la naturaleza en bienes y servicios. Sea cual sea la energía integrada en un producto o servicio es, a costa de la energía, utilizada y perdida la factura entrópica- para hacer funcionar la actividad 108
económica a lo largo de la cadena de valor. Al final, los bienes que producimos se consumen, se desechan y se reciclan; aumentando, una vez más, la entropía. Los ingenieros y los químicos señalan que en relación con la actividad económica nunca hay una ganancia neta de energía, pero siempre hay una pérdida de energía disponible en el proceso de convertir los recursos naturales en valor económico. La única pregunta es la siguiente: ¿cuándo vence la factura? La factura entrópica de la Primera y la Segunda Revolución Industrial ya ha llegado. La acumulación de emisiones de dióxido de carbono en la atmósfera, producto de la combustión masiva del carbono, ha dado lugar al cambio climático y a la destrucción a gran escala de la biosfera del planeta, cuestionando el modelo económico existente. El ámbito de la economía tiene que enfrentarse al hecho de que la actividad económica está condicionada por las leyes de la termodinámica. Hasta hace poco, los economistas se contentaban con medir la productividad según dos factores: el capital de maquinaria y el rendimiento laboral. Pero cuando Robert Solow -que ganó el Premio Nobel de economía en 1987 con su teoría del crecimiento económicohizo un seguimiento de la Era Industrial, descubrió que el capital de maquinaria y el rendimiento laboral 109
solo representaban aproximadamente un 12,5% del crecimiento económico, lo que le llevó a preguntarse qué era responsable del 87,5% restante. Este misterio llevó al economista Moses Abramovitz, antiguo presidente de la Asociación Estadounidense de Economía, a admitir lo que otros economistas tenían miedo de reconocer: que el 86% era una "medición de nuestra ignorancia". En los últimos 25 años, muchos analistas, incluido el físico Reiner Kümmel, de la Universidad de Wurzburgo (Alemania), y el economista Robert Ayres, de la escuela de negocios y centro de investigación INSEAD de Fontainebleu (Francia), echaron la vista atrás y volvieron a trazar el crecimiento económico del periodo industrial siguiendo un análisis de tres factores: el capital de maquinaria, el rendimiento laboral y la eficiencia termodinámica del uso energético. Descubrieron que lo que más cuenta en los beneficios, la productividad y el crecimiento de las economías industriales es "el aumento de la eficiencia termodinámica con la que se transforma la energía y las materias primas en en productos útiles". En otras palabras: la energía era el factor que faltaba. Un análisis más profundo de la Primera y la Segunda Revolución Industrial revela que los avances en cuanto a productividad y crecimiento fueron posibles 110
debido a la base de comunicación, energía y transporte y a la infraestructura que acompañaba a la plataforma de objetivos generales a la que estaban conectadas las empresas. Por ejemplo, Henry Ford no podría haber disfrutado de los grandes avances en cuanto a eficiencia y a productividad que trajeron consigo las herramientas eléctricas a su fábrica sin la red eléctrica. Ni las empresas podrían haber recogido los frutos de la eficiencia y la productividad de las operaciones integradas verticalmente sin el telégrafo y, más tarde, el teléfono. Esta tecnología les proporcionó comunicación inmediata, tanto con los proveedores como con los distribuidores, y acceso inmediato a las cadenas de mando de sus operaciones internas y externas. Ni las empresas podrían haber reducido sus costes de logística sin una red de carreteras completamente desarrollada. De igual manera, la red eléctrica, las redes de telecomunicaciones y los vehículos que conducen por las redes de carreteras funcionaban gracias a los combustibles fósiles, que requerían una infraestructura de energía integrada verticalmente para que los recursos llegaran de la fuente primaria a los consumidores. La infraestructura de la tecnología de objetivos generales de la Segunda Revolución Industrial proporcionó el potencial productivo para que se diera 111
un gran aumento del crecimiento en el siglo XX. Entre 1900 y 1929, Estados Unidos desarrolló una incipiente infraestructura de la Segunda Revolución Industrial: la red eléctrica, las redes de telecomunicaciones, el sistema de carreteras, oleoductos y gasoductos, la red hidráulica, el sistema de alcantarillado y el sistema de educación pública. La Gran Depresión y la Segunda Guerra Mundial ralentizaron estos avances, pero, después de la guerra, el establecimiento de una red de carreteras interestatales y la compleción de la red eléctrica a nivel nacional proporcionó una infraestructura madura y completamente integrada. Las infraestructuras de la Segunda Revolución Industrial supuso un avance en la productividad en todos los sectores, desde la producción de automóviles a la construcción de viviendas y comercios a lo largo de las carreteras interestatales. En Estados Unidos, del año 1900 al 1980, la eficiencia energética global -la relación entre el trabajo físico utilizable y el trabajo físico potencial que puede extraerse de los materiales- aumentó de manera constante con el desarrollo de las infraestructuras del país del 2,48% al 12,3%. La eficiencia energética global se estabilizó en la década de los noventa alrededor del 13% con la compleción de las infraestructuras de la Segunda Revolución 112
Industrial. A pesar del aumento de la eficiencia, que hizo que Estados Unidos ganara productividad y creciera, casi el 87% de la energía que se utilizaba durante la Segunda Revolución Industrial estaba siendo desperdiciada en la transmisión. Incluso aunque mejorásemos las infraestructuras de la Segunda Revolución Industrial, sería improbable encontrar una manera eficaz de medir la eficiencia, la productividad o el crecimiento. Los combustibles fósiles han madurado y es cada vez más caro comercializarlos. Y las tecnologías diseñadas para funcionar con este tipo de combustibles, como el motor de combustión interna y la red de electricidad centralizada, han agotado su productividad y les queda poco que podamos explotar. Está de más decir que es imposible tener una eficiencia energética del 100%. Sin embargo, hay nuevos estudios -incluido uno realizado por mi grupo de consultoría global- que demuestran que, con el cambio a las infraestructuras de la Tercera Revolución Industrial, se puede concebir aumentar la eficiencia energética global hasta el 40% en los próximos 40 años, sumado a un aumento significativo de la productividad que la economía experimentó en el siglo XX. 113
La empresa californiana de telecomunicaciones Cisco prevé que para el año 2022 el Internet de las Cosas generará un ahorro en costes y unos ingresos de 13 billones de euros. Un estudio de General Electric publicado en noviembre de 2012 concluye que el aumento de la eficiencia y los avances en productividad inducidos por un Internet industrial inteligente podrían repercutir en prácticamente todos los sectores económicos para el año 2025, afectando a "aproximadamente, la mitad de la economía mundial".
El auge de la economía colaborativa Aunque las infraestructuras digitales en constante desarrollo están haciendo del mercado capitalista tradicional un mercado más productivo y competitivo, también está incitando al crecimiento meteórico de la economía colaborativa. En una economía colaborativa, el capital social es tan importante como el capital financiero, el acceso es tan importante como la propiedad, la sostenibilidad sustituye al consumismo, la cooperación es igual de crucial que la competición y el "valor de cambio" se está complementando cada vez más con el "valor compartible" en la economía colaborativa del bien común. Ya hay millones de personas que están 114
transfiriendo aspectos de su vida económica a la economía colaborativa. Los prosumers no solo producen y comparten su propia información, conocimiento, entretenimiento, energía ecológica, transporte y productos de impresión 3D en la economía colaborativa con un coste marginal prácticamente nulo. Muchos estadounidenses comparten casa, juguetes, herramientas y un sinfín de objetos. Por ejemplo, millones de residentes en un apartamente y de propietarios de casas comparten vivienda con millones de viajeros, con un coste marginal prácticamente nulo, utilizando servicios online como Airbnb o CouchSurfing. Solo en la ciudad de Nueva York, las 416.000 personas que se hospedaron en estas casas y apartamentos entre 2012 y 2013 le costaron a la industria hotelera de Nueva York 1 millón de pérdidas en noches de hotel. Las empresas que se han mencionado anteriormente son colaborativas por naturaleza, de diseño compartible y se benefician de la arquitectura distribuida lateral de escala de la plataforma del Internet de las Cosas. Algunos de estos negocios tienen el valor compartible por la gratuidad, como CouchSurfing. Otros son mixtos y combinan la gratuidad con compensaciones de otro tipo. Todavía hay otras empresas que buscan meramente obtener beneficios, como eBay. Si pensamos en la economía 115
colaborativa como una economía en la que se dan regalos, se redistribuye y se recicla con compensación o sin ella, todo el mundo está cubierto. Las encuestas recientes subrayan el gran potencial económico de la economía colaborativa. Según un estudio reciente realizado por Zogby Analytics, al 54% de los millennials -los nacidos entre 1980 y 1990- les atrae la idea de compartir bienes, servicios y experiencias en una economía colaborativa del bien común. Estos difieren significativamente de los baby boomers -nacidos entre 1941 y 1955- y la generación de la Segunda Guerra Mundial a la hora de favorecer el acceso sobre la propiedad. Cuando se pidió a los encuestados que citaran las ventajas de una economía colaborativa, el ahorro de dinero encabezaba las listas de los encuestados, seguido del impacto sobre el medioambiente, la flexibilidad en el estilo de vida y la practicidad de compartir y tener fácil acceso a bienes y servicios. En cuanto a los beneficios emocionales, los encuestados le otorgaron el primer puesto a la generosidad, seguida de sentirse un miembro valorado de la comunidad, ser inteligente, ser más responsable y formar parte de un cambio. ¿Cuán probable es que la economía colaborativa interprete un papel aún más importante en la vida 116
económica de la sociedad de las próximas décadas? Según una encuesta de opinión que llevó a cabo Latitude Research, "el 75% de los encuestados predecían que en los próximos 5 años se daría un aumento en la compartición de objetos físicos y de espacios". Muchos analistas de la industria están de acuerdo con estos pronósticos tan optimistas. En el año 2011, la revista estadounidense Time declaró que el consumo colaborativo era una de sus "Diez ideas que cambiarán el mundo".
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Una previsión de crecimiento los próximos años de $335,000 millones de dólares. Por Aquiles Julián Y mi percepción es que posiblemente lo supere por mucho. Ese montón de dinero es impresionante. El asunto es: ¿Vas a ser parte de la tendencia, de los que prosperen con ella, o vas a ser parte de las víctimas de la vieja economía industrial, que va en desbandada? Hoy coexisten negocios de la economia tradicional y de la nueva economía. Pero los negocios de la economía tradicional están cada vez más en crisis. Los despidos abundan. Las pérdidas de puestos de trabajo por la automatización crece. Hay softwares y robots y equipos que eliminan de un plumazo profesiones enteras. Y las viejas maneras de hacer las cosas simplemente se vuelven anacrónicas, obsoletas. Hay que moverse hacia donde va el dinero. 118
$335,000 millones de dólares es un dineral. El asunto es: ¿cuánto soy capaz que me salpique de esa suma? Movámonos al futuro. O arriesguémonos a quedar en el pasado.
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La economía colaborativa tendrá un impacto mundial de más de $300,000 millones en el 2015 Fuente: EFE La Unión Europea cuantificó el impacto del mercado colaborativo en 28.000 millones de euros en 2015. La economía colaborativa, un modelo de negocio que pone en contacto a particulares para compartir o vender bienes y servicios, tendrá un impacto mundial de más de 300.000 millones de euros (335.000 millones de dólares) en 2025, según datos de la consultora PwC recogidos por la escuela de negocios OBS. En su informe "Los límites de la economía colaborativa", OBS analiza la rentabilidad y el crecimiento del consumo colaborativo, que cerró 2015 con más de 7.500 plataformas en todo el mundo, así como los riesgos y dificultades que conllevan estas iniciativas.
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El informe recuerda que la Unión Europea cuantificó el impacto del mercado colaborativo en 28.000 millones de euros en 2015, tras la publicación del dictamen en el que respaldaba este modelo de mercado, al considerarlo como una solución a la crisis económica. En España, este modelo se dio a conocer en el sector turístico entre los años 2012 y 2013 y se expandió después a sectores como el transporte, las fianzas y la educación, con productos de precios relativamente bajos y accesibles para gran parte del mercado. Algunos de estos negocios obtienen ingresos de actividades como trayectos en coche compartidos o alquiler de habitaciones a particulares, ya sea a través de comisiones o de la monetización de sus plataformas digitales. Entre los modelos de referencia se encuentran BlaBlaCar, Car2Go o Uber, así como compañías turísticas como AirBnB y Rentalia Holidays. Según el estudio, los factores clave para el éxito de este modelo de negocio han sido internet y las redes sociales, en tanto que facilitan la búsqueda eficiente de personas interesadas en el uso del producto o servicio, permiten ahorrar tiempo y costes de gestión, al mismo tiempo que automatizan los procesos y 121
funcionan en entornos con mayor transparencia informativa. No obstante, el informe alerta de ciertas dificultades como el vacío legal al que se enfrentan este tipo de empresas frente a las tradicionales, la oposición de colectivos vecinales y, en el caso de Uber, por ejemplo, el rechazo del colectivo taxista. Asimismo, apunta que existen factores que condicionan el éxito del producto o servicio, tales como el precio, los costes de transacción, el ciclo de vida y la frecuencia de uso. El estudio subraya que, pese a que se nutren de mercados ya existentes, no todas las industrias tienen el mismo potencial para crear plataformas de consumo colaborativo, ni obtienen en el mismo retorno o beneficio, ya que funciona bien sobre todo en aquellos sectores donde reduce drásticamente los costes de transacción.
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Aprende economía colaborativa en tu tiempo libre. Por Aquiles Julián El presente es una cosa. Y el futuro del presente es el pasado. Así que lo que viene no es ni el presente ni mucho menos el pasado: viene el futuro. La cantidad de personas que compran en Amazon y en eBay, que van cambiando al comercio digital, por su celular o su tablet, la presencia exitosa de Uber, el uso de Google Maps y otros medios que no existían hace unos años, nos indican la velocidad del cambio. El mundo evoluciona hacia la economía 3.0, la economía colaborativa. ¿Qué podemos hacer? Lo único inteligente, aprender, practicar y aprovechar la tendencia. Si reaccionamos, en vez de proaccionar, si nos refugiamos en una "idealización" de un pasado que siempre fue peor, en vez de ver las magníficas oportunidades que el cambio trae consigo, podemos perder miserablemente el tiempo. No podemos impedir, ni detener, ni retrasar el cambio. ¿Recuerdan los dueños de compañías de taxi y empresarios del transporte como intentaron 123
torpedear el inicio de Uber? ¿Pudieron? Y si esas mafias no pudieron, porque nadie puede detener el progreso ni retrotraernos al pasado, porque la vida no tiene Rewind, no se rebobina, no camina hacia el pasado, más vale que entendamos hacia qué economía el mundo, y nuestro país como parte del mismo, se mueve. Y que, sin dejar de operar en el presente, por la subsistencia, nos preparemos en el tiempo libre para el futuro, la economía colaborativa. Así de sencillo. Y nosotros te podemos enseñar.
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Bienvenido a la era de la economía colaborativa. Por Alejandro Touriño
Sguiendo el fenomenal ejemplo propuesto por Brian Chesky, fundador y CEO de Airbnb, en Estados Unidos existen aproximadamente unos 80 millones de taladros domésticos, cada uno de los cuales tiene un uso medio de unos 13 minutos a lo largo de su vida útil. Siendo esto así, ¿realmente necesitamos tener un taladro en propiedad? ¿no resultaría económicamente más rentable pagar por su uso cuando realmente necesitemos ese utensilio? ¿Y si trasladamos lo anterior al campo de la movilidad? Un 125
coche se pasa de media más de un 95% de su tiempo estacionado. Sólo en España existen 29 millones de coches, de los cuales 5 millones apenas salen del garaje. Adicionalmente, en España se calculan unos 100 millones de asientos de coche vacíos al día. ¿Estamos siendo realmente eficientes en la asignación de los recursos existentes y en el respeto al medio ambiente? La respuesta es no. O eso, al menos, es lo que han entendido los millones de usuarios que participan a diario en la economía colaborativa, ese nuevo y disruptivo modelo económico que amenaza con un cambio de era, igual que en su día lo hicieron las redes sociales, y que tiene como denominador común la compartición entre iguales de bienes infrautilizados o la prestación de servicios de pequeño valor económico, apoyándose para ello en Internet y las nuevas tecnologías. Las cifras de este fenómeno son sencillamente abrumadoras. Cada mes más de un millón de viajeros se alojan en casas y apartamentos de otros particulares utilizando la plataforma Airbnb. A un usuario le sobra una habitación en su casa y la ofrece a través de la plataforma a cambio de una pequeña remuneración. Ya no es la gran cadena hotelera la que ofrece el alojamiento, sino un par, un igual. La 126
experiencia es sencillamente distinta. La empresa, con origen en San Francisco, maneja en la actualidad más de 650.000 espacios en más de 34.000 ciudades, un volumen de alojamiento similar a cadenas hoteleras históricas como Intercontinental o Hilton. En España, el estudio "Tendencias del consumo colaborativo en España", publicado por Avancar, revela que el 76% de la población ha alquilado o compartido algún bien o servicio en algún momento de su vida. Lo que es más, nuestro país es el tercero más solicitado en el mundo por los usuarios de Airbnb como destino vacacional. Pero no sólo los usuarios veneran la nueva economía disruptiva. También los que se juegan su dinero, los inversores, abrazan las bondades del consumo colaborativo. Blablacar levantó en 2014 la friolera de 100 millones de dólares en su última ronda de inversión. 450 y 1.200 millones de dólares fueron las cantidades que, respectivamente, obtuvieron Airbnb y Uber. En términos de mercado, las cifras son igualmente asombrosas. Airbnb, una empresa fundada apenas en 2.008, tiene una valoración de más de 10.000 millones de dólares, mientras que Uber, la compañía denostada por el taxi tradicional y de la que Google es principal accionista, ha sido valorada nada más y nada menos que en 45.000 millones de dólares. 127
¿Pero qué es realmente la economía colaborativa? La realidad es que no existe una definición comúnmente aceptada ni pacífica del concepto de consumo o economía colaborativa, si bien se podría afirmar, tal y como propone la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC), que se trata de un nuevo modelo económico que se basa en el "intercambio entre particulares de bienes y servicios que permanecían ociosos o infrautilizados a cambio de una compensación pactada entre las partes". Siguiendo a Rachel Bostman, autora del libro "What's Mine Is Yours: How Collaborative Consumption is Changing the Way We Live", la economía colaborativa se resume en el axioma de que "lo que es mío es tuyo, a cambio de una pequeña contraprestación". Sobre la base de estos nuevos dictados, el intercambio de bienes y servicios se produce ya no entre profesionales, como veníamos acostumbrados, sino a través de particulares y sin que dicho intercambio implique una actividad profesional remunerada por parte del oferente, aunque sí pueda existir un intercambio económico en razón de gastos compartidos o de pequeña compensación por la prestación de un servicio. Si me llevas en tu coche, 128
compartiremos gastos y si me dejas un taladro te pagaré una pequeña retribución por ello. La era de la economía colaborativa supone un cambio cultural en el que pasamos básicamente de una economía de propiedad y de tenencia a una economía de acceso. Ya no compramos ese taladro que apenas vamos a utilizar sino que accedemos a él pagando a uno de nuestro pares una pequeña cantidad cuando realmente lo precisamos. En este complejo y nuevo ecosistema una parte clave del mismo son los mecanismos de reputación. Estos mecanismos otorgan al usuario que quiere acceder a un bien o a un servicio mayor información disponible sobre el bien o el servicio que va a consumir. Si nos vamos a montar en un coche con otro, vamos a saber, sobre la base de las opiniones de los demás, si ese conductor es puntual, si es responsable, si sobrepasa los límites de velocidad o no lo hace, etc. Tal y como llegó a afirmar Rachel Botsman "la reputación es la nueva moneda". Si nuestra oferta es económicamente mejor que la de otro par, pero mi reputación en esa plataforma no es buena, entonces las probabilidades de ser yo quien preste el servicio o comparta mi bien son escasas, por no decir nulas.
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Pero el consumo colaborativo no se limita a un solo campo de actividad. Abarca y puede abarcar cualquier ámbito en el que exista un intercambio de bienes o servicios entre particulares. Desde compartir el sofá de nuestra casa con un desconocido que nos ha contactado a través de la plataforma Couchsurfing, la cual cuenta a fecha de hoy con más de 7 millones de usuarios registrados en 100.000 ciudades en todo el mundo, hasta compartir nuestro coche por horas (P2P Carsharing) en SocialCar. O sumarse, tal vez, a esos más de 2 millones de usuarios que anualmente comparten gastos en Europa a través de BlaBlaCar o Amovens cuando realizan un trayecto en un mismo vehículo (carpooling). Sin olvidar, por supuesto, los coches con conductor que utilizan a Uber como intermediario o los alojamientos turísticos que otros particulares nos ofrecen en Airbnb o Homeaway. Tampoco las finanzas se escapan al fenómeno colaborativo con fórmulas como la financiación colectiva (Crowdfunding) o los préstamos entre particulares (Crowdlending), o los bancos de tiempo donde particulares intercambian prestaciones medidos en horas, minutos y segundos. ¿Y si alguien está dispuesto a prestarme un servicio a través de la red? TaskRabbit da la respuesta para ello.
Las reacciones del mercado 130
Sin embargo, las ventajas de estos modelos, que como ha apuntado la propia CNMC provocan efectos competitivos generados por el incremento de la cantidad y variedad de la oferta y facilitan una mayor utilización media de los recursos existentes, han sido y son brutalmente rechazados por los operadores tradicionales a los que estos nuevos modelos colaborativos restan cuota de mercado. Basta leer la prensa estos días para encontrar buena muestra de esas férreas reacciones. Aunque es cierto que simplificar la reacción de esa manera sería faltar a la verdad. Y es que la respuesta por parte de los operadores tradicionales, ésos que ocupan u ocupaban una cómoda posición en el mercado, ha sido muy diversa. La realidad es que los nuevos operadores de la economía colaborativa sólo son molestos cuando empiezan a morder la tarta de alguien, cuando a alguien se le obliga a salir de su zona de confort, so pena de desaparecer del mercado. En muchas ocasiones, el operador tradicional, más allá de la presión mediática y regulatoria que pueda realizar, procede, como estrategia, a sembrar dudas sobre el servicio competidor o incluso a difamarlo en ocasiones, si eso ayuda a su fin. A Fenebús, la federación de transporte en autobús, son las empresas de carpooling como BlaBlaCar o Amovens 131
(compartir gastos entre usuarios de un coche) las que la ponen en aprietos, por "robarle" usuarios dispuestos a compartir coche, gastos y experiencia en detrimento del autobús. Uber, con su servicio UberPOP, ha levantado en armas a taxistas de medio mundo, hasta terminar siendo prohibido de manera cautelarísima en España el pasado diciembre. Por su parte, los Airbnb, Homeaway y similares se ven acosados por el lobby hotelero, que pretende (y consigue, en ocasiones) que se apliquen a los particulares, a los pares, la misma normativa obsoleta que a los hoteles y que fue confeccionada para una realidad bien distinta a la que ellos han instaurado. ¿Quién da más? En aras a la verdad, no todos han reaccionado de esa manera. Algunos de los que podríamos considerar operadores tradicionales se han sumado al carro de lo colaborativo. Así, el fabricante de coches Chrysler invirtió en Carpooling.com, la conocida marca BMW lo hizo en Parkatmyhouse (servicio colaborativo de aparcamiento) y Avis compró Zipcar (empresa de carsharing), por mencionar sólo algunos ejemplos. Lo cierto es que los modelos de negocio de la economía colaborativa tienen un perfil disruptivo en sus ámbitos de actividad, proponen una ruptura del statu quo y sacan de su zona de confort a los 132
operadores asentados durante años en sus respectivos sectores. Esos operadores están haciendo, en muchos casos, lobby para regular y frenar la entrada (imparable por otro lado) de los nuevos operadores. Sin embargo, no resulta razonable pensar que la economía colaborativa vaya a detener su progresión. Basta echar un ojo a las inversiones en start-ups más suculentas de 2014 y ver que muchos de los destinatarios de la financiación son plataformas de consumo colaborativo. Por otro lado, el negocio de las plataformas colaborativas, aun basándose en unos patrones diferentes, afronta problemas similares, para los que no se encuentra solución y que sitúa en muchas ocasiones a estas plataformas en un limbo normativo, ausente de garantías bastantes.
El reto de la regulación Así, el gran reto al que se enfrenta el consumo colaborativo es, a mi juicio, el regulatorio. Nos encontramos ante un fenómeno imparable que no encuentra una regulación normativa clara en la actualidad y que se halla ante la inminente necesidad 133
de un marco legal que confiera seguridad a este tipo de iniciativas. Recientemente se constituyó en España, bajo el paraguas de adigital, la asociación 'Sharing España', que pretende aglutinar a los principales operadores de este nuevo modelo económico que operan en España. Resulta cuanto menos curioso que el foco del debate en su acto de puesta de largo, el día de su presentación, fuera el regulatorio, el de sentar las reglas para este nuevo juego. Igualmente, la CNMC ha lanzado una consulta pública sobre economía colaborativa, ahora en marcha, con el objetivo de identificar las necesidades regulatorias de este fenómeno. Pensemos, para acabar de comprender esta situación, que las regulaciones existentes están basadas en un modelo económico obsoleto y en decadencia. Además son locales, cuando el fenómeno es global. Creo que como sociedad no podemos permitir que la legislación y normativa del siglo pasado sean las que regulen las nuevas relaciones sociales, en este caso, las relaciones entre pares. Estamos en un cambio de era donde lo anterior ya no sirve.
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Como afirma Albert Cañigueral en su libro 'Vivir mejor con menos', "la regulación, siempre que no sea entendida como una prohibición o limitación de actividad, es buena y necesaria para el desarrollo de los proyectos, ya que aportará más seguridad a todos los participantes. (...) No se puede simplificar el problema mediante la criminalización de un grupo cada vez más numeroso de ciudadanos". Pero ello no significa que los nuevos operadores hayan de jugar con normas más ventajosas que las que existen para los agentes ya existentes. No significa que defienda que existan licencias para unos sí y para otros no, sino que abogo por establecer un marco normativo y regulatorio que permita la entrada de nuevos operadores en igualdad de condiciones a los ya existentes y en el que se eliminen las barreras administrativas que resulten innecesarias, aquéllas que no aportan valor al mercado y a la competitividad. Si para prestar un servicio de taxi una licencia no aporta ningún valor, que se elimine esa barrera para que todos compitan en igualdad. Ampararnos en la excusa de que así se ha hecho siempre redunda en perjuicio del mercado y de los propios usuarios. La economía colaborativa está alcanzando un desarrollo espectacular en los últimos años. Sin 135
embargo, en España aún no ha habido una respuesta normativa para hacer frente a este fenómeno. Por si esto fuera poco, el problema es todavía más complejo ya que en España Comunidades Autónomas y Ayuntamientos tienen delegadas ciertas competencias que afectan de pleno a estos nuevos operadores. Por ello, resulta crucial trabajar en el desarrollo de regulaciones adecuadas, como se está reclamando ya desde instituciones públicas y privadas. En otros países se han dado los primeros pasos tendentes a regular ad hoc este nuevo tipo de fenómenos. El Estado de California, meca actual de la innovación, cuenta desde 2013, y para disgusto de taxistas, con una regulación específica que permite los servicios de coche con conductor (Uber, Lyft y similares) siempre que se cumplan una serie de requisitos para la seguridad del usuario y sin necesidad de que el vehículo cuente con una licencia específica como pudiera ser en España la licencia de taxi o VTC. Es una oportunidad para España para apostar por la innovación y la entrada de operadores líderes en la transformación económica que estamos viviendo. Pero ¿cómo regular? Una regulación innecesaria o desproporcionada perjudicaría a los consumidores y al interés general, además de suponer un obstáculo a 136
la competencia efectiva. La propia CNMC ha afirmado en su borrador de consulta pública que se encuentra ahora mismo en marcha que "la ausencia de regulación podría ser, en algunos casos, la solución óptima". Y que, en todo caso "si se diera una respuesta regulatoria, se debe primar el interés general, no el interés de un grupo de operadores económicos". Uber y Airbnb (aunque no sean significativos de la gran masa de este tipo de nuevos operadores, muchas veces más pequeños) no son pequeñas empresas desvalidas, sino potentes transnacionales con grandes recursos económicos y humanos. En definitiva, no se trata de afrontar la regulación de la pena, sino la regulación de la eficiencia y la innovación. La vía de la autorregulación, el dejar la regulación en manos de los nuevos operadores, es también clave en estos entornos. Los sistemas de reputación implantados por estas plataformas hacen en muchos casos que el usuario tenga una información previa, rica y ajustada sobre el bien o el servicio al que se disponen a acceder. Pero ello no siempre es suficiente. Sí resulta necesario dar una respuesta normativa cuando existen fallos de mercado que impidan el acceso por nuevos operadores a la prestación de bienes y servicios y a su máxima eficiencia. La creación de normas tiene sentido, en un 137
caso como el presente, cuando el mercado es incapaz de alcanzar un resultado que asigne los recursos de forma eficiente. Además, y aunque sea otro debate, el que presta un servicio y obtiene un lucro directo, habrá de tributar por él. Y ello, claro, implica una reforma todavía más grande, por cuanto que no tiene sentido que se imponga el pago de una cuota determinada en el régimen de autónomos a un par que recibe de manera esporádica e intermitente una cantidad si dicha cantidad es realmente exigua. Deberá pagar, pero deberá hacerlo de manera racional y proporcionada al ingreso obtenido. De lo contrario, la economía sumergida seguirá de esa manera, sumergida, cuando una ajustada regulación podría servir para recaudar muchas pequeñas cantidades que terminarían siendo una gran cantidad. La respuesta por parte de las autoridades no tiene por qué consistir en más regulación para los nuevos operadores, sino en reducir los requisitos para los operadores tradicionales cuando estos requisitos son innecesarios, desproporcionados o no aporten valor.
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La tendencia imparable Por Aquiles Julián El periódico El País de España la llama "imparable". ¿Saben lo que significa "Imparable"? También la podríamos llamar inevitable. La economía 3.0 o economía colaborativa fue incluso ya definida por la Unión Europea: “El consumo colaborativo representa la complementación ventajosa desde el punto de vista innovador, económico y ecológico de la economía de la producción por la economía del consumo. Además supone una solución a la crisis económica y financiera en la medida que posibilita el intercambio en casos de necesidad”. Es una economía innovadora. Es una economía que nos permite economizar. Es una economía ecológica. Lo contrario es lo que existe: lo tradicional, lo que nos hace despilfarrar y perder nuestros ingresos que alimentan una insaciable cadena de intermediarios, antiecológico y perjudicial a las personas y al medio ambiente. El artículo de El País, España también nos dice que "En el fondo estos modelos de éxito digitales tienen el problema de chocar contra el statu quo económico." 139
Pero nos dice por igual que "...el éxito de esta forma de consumir revela una sociedad que quiere cambiar la manera en que vive". Vivimos un cambio acelerado de modelo económico. Para muchos será traumático, porque persisten en hacer como la mujer de Lot, mirar hacia atrás, hacia el pasado, como si la vida pudiese retroceder. Y nadie puede conducir un automóvil con los ojos puestos en el espejo retrovisor, sino en el delantero, hacia adelante. Y si eso es estúpido con respecto a conducir un automóvil, más lo sería con respecto a manejar la propia vida. Vamos hacia el futuro, no hacia el pasado. Y tampoco estaremos estancados en el presente. Vamos cada vez más hacia la economía 3.0, hacia la economía colaborativa que reduce al máximo la intermediación y pone en alianza a productores con consumidores. Y es tiempo de que no sólo lo entendamos, sino de que también lo aprovechemos.
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La imparable economía colaborativa Miles de plataformas electrónicas de intercambio de productos y servicios se expanden a toda velocidad en un abierto desafío a las empresas tradicionales Por Miguel A. García Compartir en vez de poseer. La economía colaborativa o consumo colaborativo quiere cambiar el mundo. Plantea una revolución abrazada a las nuevas tecnologías. El Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) le calcula un potencial de 110.000 millones de dólares (82.000 millones de euros). Hoy ronda los 26.000 millones. Y quienes participan a título personal en este sistema basado en intercambiar y compartir bienes y servicios a través de plataformas electrónicas se embolsan, según la revista Forbes, más de 3.500 millones de dólares (2.580 millones de euros). De hecho, la Red está llena de ejemplos que cuentan ese éxito. Sabrina Hernández, una estudiante de la Universidad de San Francisco, cobra 40 dólares (30 euros) la noche, a través del sitio DogVacay, por cuidar perros en su casa. Al mes, dice, gana 1.200 dólares. Mientras que Dylan Rogers, un vendedor de coches de Chicago, recauda 1.000 dólares mensuales 141
alquilando su BMW Serie 6 usado en RelayRides. Dos voces entre millones que revelan el calado del cambio. Tanto que esta era de la economía compartida “crea nuevas formas de emprender y también un nuevo concepto de la propiedad”, sostiene Thomas Friedman, columnista del periódico The New York Times. Ahí, quizá, reside la verdadera revolución. Desde la noche de los tiempos, el sentido de posesión ha sido inherente al ser humano; sin embargo, algo empieza a cambiar. “Hemos pasado de un mundo en el que sobra de todo a otro en la que la mayoría no puede disfrutar de lo que este siglo ofrece a menos que sea compartiéndolo”, apunta el inversor en nuevos negocios Rodolfo Carpentier. “Quien no puede tener se conforma con probar. Esto es lo que hace a este movimiento imparable”. LOS EJEMPLOS Intercambio de ropa: ThredUP. Coches compartidos: Zipcar, SideCar, Lyft, Bluemove, Getaround, Uber. Préstamos económicos: LendingClub. Alojamiento de viajeros: Hipmunk, Airbnb. Trueque de comida: Compartoplato, Shareyourmeal. ‘Crowdfunding’: KickStarter, Verkami. 142
¿Aunque es solo eso, una respuesta a la frustración? Carlos Blanco, un conocido emprendedor español, cree que esta forma diferente de consumir es “una consecuencia de la digitalización, pero también una réplica frente a los abusos en los precios, el mal servicio y la pésima regulación”. Es un caballo de Troya dentro de un sistema que fomenta que en el planeta haya objetos valorados en 533.000 millones de dólares que no se utilizan. A partir de ese intruso se entiende que esta propuesta es algo más que sofisticados algoritmos que casan oferta y demanda. Para algunos, el consumo colaborativo es una respuesta a la inequidad y la ineficiencia del mundo. Lo cuentan los números. El 40% de los alimentos del planeta se desperdicia; los coches particulares pasan el 95% de su tiempo parados; en Estados Unidos hay 80 millones de taladradoras cuyos dueños solo las usan 13 minutos de media, y un motorista inglés malgasta 2.549 horas de su vida circulando por las calles en busca de aparcamiento. ¿Podemos consentir ese desperdicio? ¿Hacen falta tantos coches? ¿Necesitamos esas taladradoras o perder ese tiempo? Al fondo, la Tierra alcanzará 9.000 millones de habitantes en 2050. Y habrá que alimentarlos, en un tiempo donde el paro será una pandemia. Hay algo de apocalíptico si 143
juntamos todas estas ideas, pero también de hartazgo. “El capitalismo sin control ha dejado a mucha gente desilusionada. Personas que buscan nuevos caminos que den sentido a sus vidas”, reflexiona Jan Thij Bakker, cofundador de Shareyourmeal, una plataforma holandesa dedicada a compartir comida que empezó siendo un grupo de WhatsApp y que cerrará el año con 100.000 miembros. Porque este nuevo consumo tiene mucho de maltusiano. Se multiplica a tal velocidad que ya hay 5.000 empresas compitiendo con las tradicionales. Y en todas las actividades. Intercambio de ropa (ThredUP), coches compartidos (Zipcar, SideCar, Lyft, Bluemove, Getaround), préstamos económicos (LendingClub), alojamiento de viajeros (Hipmunk), trueque de comida (Compartoplato), crowdfunding (KickStarter, Verkami). Consciente de que, una vez abierta la caja de Pandora, las repercusiones son profundas, la Unión Europea redactó en enero pasado un dictamen de iniciativa para entender estos vientos. “El consumo colaborativo representa la complementación ventajosa desde el punto de vista innovador, económico y ecológico de la economía de la 144
producción por la economía del consumo. Además supone una solución a la crisis económica y financiera en la medida que posibilita el intercambio en casos de necesidad”. ¿Demasiadas expectativas? El consumo colaborativo tiene su lado oscuro: aplicaciones como Uber o Airbnb lo han revelado Puede, aunque en la sociedad española el mensaje arraiga. La firma de estudios de mercado Nielsen dice que el 53% de los españoles estarían dispuesto a compartir o alquilar bienes en un contexto de consumo colaborativo. Ese porcentaje es nueve puntos superior a la media europea (44%). Aunque en países donde la recesión ha sido profunda, como Portugal (60%) o Grecia (61%), las ratios son más altas. “La crisis económica ha conducido a un cambio de mentalidad de los ciudadanos en su manera de relacionarse social y económicamente”, analiza Gustavo Núñez, director general de Nielsen Iberia. Sin embargo, este consumo también tiene un lado oscuro. Aplicaciones como Uber o Airbnb lo han revelado. La primera conecta pasajeros con conductores; la segunda busca y comparte alojamiento. Ambas están bajo vigilancia. Uber es un gigante. En solo cuatro años de existencia ya vale 18.000 millones de dólares y opera en 132 países. Y 145
su éxito ha chocado de frente en Europa contra el mundo del taxi, que le acusa de competencia desleal. El coloso se defiende. “No somos enemigos de los taxistas ni del sector. Las protestas [vividas la semana pasada en varias capitales europeas] son excesivas y lo único que pretenden es mantener la industria en un estado inmovilista”, argumenta un portavoz de la firma. Tampoco se ha librado de los problemas Airbnb. Un sitio de alojamientos para particulares que surgió en 2007 y que ya ha encontrado cama a 10 millones de personas. Desde hace un par de meses, la Fiscalía de Nueva York investiga el impacto de estos alquileres a corto plazo, porque podrían restringir la oferta de inmuebles y volverlos menos asequibles en las grandes ciudades. Además, en la Gran Manzana, alquilar un apartamento completo por menos de 30 días es ilegal. Complicada convivencia. “Queremos trabajar con todas las partes implicadas en una regulación justa que permita a las personas alquilar de forma ocasional la casa en la que viven”, apuntan en Airbnb, y se refugian en los números. España es el tercer mercado más importante del mundo para la compañía, con más de 57.000 propiedades. ¿Impactarán estas cifras en su entorno? “No creo que desestabilice el sector inmobiliario, aunque puede 146
frenar la construcción de viviendas”, observa Luis Corral, consejero delegado de Foro Consultores. En el fondo estos modelos de éxito digitales tienen el problema de chocar contra el statu quo económico. Ya sea la industria del motor, los operadores turísticos o el mundo financiero, donde, por cierto, aparecen propuestas de desintermediación que amenazan la cuenta de resultados de los bancos, como la española Kantox, que propone el intercambio de divisas entre empresas. “Pero poco pueden hacer, la tecnología es imparable. El sector financiero será asediado como lo han sido los medios de comunicación o la música”, advierte el business angel Luis Martín Cabiedes. De cualquier forma, compartir, prestar, alquilar son verbos que se expanden con una fuerza nunca vista por la economía mundial. Surgen miles de plataformas electrónicas que los emplean. Y aunque queda tarea pendiente —regular ciertas aplicaciones, para evitar que engorden la economía sumergida, y mejorar los derechos de los consumidores—, el éxito de esta forma de consumir revela una sociedad que quiere cambiar la manera en que vive. Buenos augurios en unos días en los que es difícil extraer poemas de las noticias.
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¿En qué economía te desempeñas? Por Aquiles Julián Mientras crece en el mundo la economía 3.0 o economía colaborativa, muchos persisten en aferrarse al modelo de la economía tradicional, basada en el capital y el empleo, en puntos de venta y en cadenas de intermediación. Lo cierto es que tanto la economía tradicional como la nueva economía o economía 3.0 coexisten, pero una va cediendo primacía a otra, una va de crisis en crisis y otra trae oportunidades de emprender y prosperar en el siglo 21. No es inteligente estar con los ojos puestos en el pasado, porque el pasado es eso; pasado, ya pasó. Y nada volverá a ser igual que antes. Los jóvenes están habituados a un mundo digital, a interactuar con una pantalla, a bajar aplicaciones, a actualizar sus aplicaciones, a comunicarse por whatsapp, a interaccionar con personas afines que viven a miles de kilómetros de distancia. Y el mundo se construye para los jóvenes, para los próximos consumidores. La tecnología podrá, en los próximos años, dejar sin empleo a muchas personas. Pero también abrirá oportunidades de desarrollo, crecimiento y prosperidad a los que entiendan que 148
hay una nueva economía en florecimiento y se coloquen en la cresta de la ola. Uno elige. Economía colaborativa, economía 3.0, o economía tradicional en crisis. Y no lo digo o escribo yo, sino la revista de negocios más prestigiosa del mundo: Forbes. ¿Vas a discutir con ella?
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Bienvenidos a la economía 3.0 ¿Qué formas tomará la economía colaborativa y cómo la vivirán individuos y grupos sociales en los distintos países y regiones del mundo? Por Luis Carlos Chacón
Esta tendencia es, prácticamente, un hecho consumado: la llamada ‘Economía 3.0’ seguirá cambiando la forma de trabajar, negociar, comprar y consumir. La ‘economía colaborativa’, los negocios emergentes, las nuevas tecnologías, los medios de transporte, los contenidos, el turismo y otras 150
industrias viven grandes cambios que han hecho a varias empresas replantear su modelo de negocio en México y el mundo. Esta reinvención comenzó en 2015 con la consolidación de la ‘economía colaborativa’ y el cambio en los precios de los commodities y el tipo de cambio del dólar a escala mundial. El periodo se ha extendido y demuestra que vivimos una transición económica que, según economistas, durará hasta finales de la década. Muchos coinciden en que las curvas de aprendizaje se habrán superado en 2020. Mientras tanto debemos estar preparados para la crisis de la banca italiana, cambios drásticos en la deuda de los países de América del Sur y otros fenómenos que traerán grandes dosis de volatilidad. Frente a eso debemos pensar, por ejemplo, en la masificación de la tecnología y la evolución de los modelos de transporte. Con ello vendrán nuevas oportunidades de negocio y también nuevos dramas en este campo. También puedes leer: México, el segundo país con mayor potencial en economía colaborativa en AL 151
‘Futuros’ de la economía 3.0 Es importante empezar a visualizar el futuro. Para ello es necesario entender la primera regla de los futurólogos: no hay una versión única del futuro; se deben aplicar diferentes herramientas para captar las diferentes versiones del porvenir. Es lo que Oxford plantea como su Metodología de Escenarios. Para aplicar escenarios a un tema hay que hallar elementos que produzcan en el mismo incertidumbre o desconocimiento, pero después de haber hecho una investigación y análisis de información y datos, bajo lineamientos relacionados con la confiabilidad de la fuente, el tipo de dato disponible (cuantitativo o cualitativo), su capacidad para convertirse en un patrón económico/social/político/cultural, su impacto en el contexto histórico del tema a estudio y varios más. Luego de analizar más de 14 hechos que pueden impactar el futuro y cambios relacionados con la Economía 3.0, para esta nota se eligieron dos que traen incertidumbre y desconocimiento a la mayoría de empresarios independientes y altos cargos en multinacionales: 152
1. Adopción de los modelos y oferta de la economía colaborativa. Además del crecimiento en el número de usuarios que hayan utilizado/usen, por ejemplo, el servicio de Airbnb; esta variable depende de factores como: Creación y apertura de medidas gubernamentales. Desarrollo e innovación que lleve la economía compartida a nuevas categorías de consumo. Ampliación de los hábitos de compra por canales digitales y móviles. Penetración de internet, tarjetas de crédito, teléfonos inteligentes y otros canales emergentes de compra e intercambios. Aumento del número de plazas laborales que se generen. Implementación de monedas virtuales relacionadas con el intercambio de productos y servicios. 2. Tipo de mercado. En un contexto país es posible hablar de mercados enfocados en el capitalismo ‘Libre’ y otros donde predomina el modelo ‘Proteccionista’, teniendo en cuenta que cada país/zona del mundo tiene matices. Para Paul Krugman existen también otros factores determinantes: 153
Políticas monetarias. Oportunidades para el desarrollo de libre importación y exportación. Ventajas y desventajas relacionadas con la libre competencia. Manejo de niveles de deuda externa. Cargas impositivas a empresa privada y personas naturales. Importancia o no del Estado como empleador y gestor de trabajo. Nivel de competitividad de las industrias locales y la forma como esto se refleja en el sistema de precios.
En el escenario 1 El llamado ‘estancamiento’, los gremios y sindicatos (taxistas, hoteleros, comercializadores, etcétera) logran ‘ganarle la batalla’ a los formatos de economía compartida a través del impulso de la competitividad e innovación de industrias completas. Un caso concreto: Atlanta, en Estados Unidos, donde una noche de hotel tres o cuatro estrellas cuesta menos que enlistar con Airbnb. Como resultado, el contexto económico en este escenario parece estar detenido en el tiempo y se 154
parece más al ideal de hace algunos años: alta capacidad industrial, acceso al empleo y al sistema financiero, modelos burocráticos, libre comercio amplio, etcétera. Para muchos, este escenario tiene menos probabilidad de suceder; sin embargo, no se puede desconocer que hay personas (políticos, empresarios o ciudadanos) que prefieren y culturalmente respetan el statu quo. En el caso de Colombia, los taxistas están listos para votar No al plebiscito de los acuerdos de paz con las FARC; sólo cambiarán de opinión si el gobierno local retira a Uber del país (como éste, hay varios casos que ratifican las posibilidades de esta versión del futuro).
En el escenario 2 El llamado ‘experiencia foránea’ ve la consecuencia de políticas relacionadas con el sobreproteccionismo, al punto que limita la capacidad de acceso a tecnologías y al modelo emergente de la economía colaborativa. Aunque poco a poco desaparecen, los países de corte musulmán más conservadores, zonas 155
de guerra y lugares como Venezuela y Corea del Norte recuerdan este tipo de escenarios. En esta versión del futuro, el nuevo modelo económico es algo de lo que se oye hablar a familiares que viven en el exterior, extranjeros y disidentes.
El escenario 3 Lo llamamos ‘igualitarismo’ porque la principal consecuencia para muchos del crecimiento exponencial de la llamada ‘Economía 3.0’ en los mercados libres será la disminución del costo final y la ganancia marginal en todas las industrias donde participen, de manera amplia, los formatos de ‘economía compartida’ (acá coinciden autores disímiles como Jeremy Rifkin y Tomas Piketty, escuelas de negocios, presidentes de bancos centrales, futurólogos y más). En este escenario, el ciudadano común llegará al trabajo en un coche eléctrico (que no es propio), que comparte con personas que se conectan a través de una aplicación social; comprará su despensa en las promociones exclusivas para teléfonos inteligentes, 156
tendrá varias fuentes de ingreso que incluyen alquilar un departamento. También alquilará ropa y accesorios de diseñador, pagará su comida con puntos obtenidos por montar en bicicleta, apoyará un emprendimiento a través de un crowdfunding y tendrá una voz activa en el consumo a través de redes sociales donde las marcas responderán sus mensajes. Puntos y descuentos a cambio de compartir productos y servicios en una dinámica sin cesar, donde el espíritu de comunidad lleva a la gente a crear sus propios negocios y los corporativos trabajan con un mayor número de agentes externos y máquinas. Este mundo con bajos niveles de utilidad no parece tan fácil de digerir, y muchos ya comienzan a apelar a la transformación del delito (como las bandas de ladrones que entran a través de Airbnb o los casos registrados en ‘conductores fantasma’ en Uber y Cabify), y al detrimento, de nuevo, del mercado de vivienda de Estados Unidos.
El escenario 4 157
El llamado ‘me too’ inspira su nombre en una práctica común en el mundo de las marcas, cuando un producto tiene un diseño –presentación– características similares al referente más popular y/o más consumido. La principal característica será el desarrollo de modelos y versiones locales de los productos y servicios de la economía compartida. Un ejemplo es Madrid, donde el gobierno local maneja un modelo proteccionista para proteger al gremio de los taxistas y al mismo tiempo impulsar la competencia de aplicaciones desarrolladas por ellos mismos, frente a la entrada de Uber. Así veremos varios casos en la industria de la transportación. El éxito de este escenario estará en la modernización de los modelos proteccionistas, como el caso de las ‘Mittelstand’, el mundo de las medianas empresas en Alemania, que tiene el apoyo del Estado (e incluso participan en las juntas directivas) para generar desarrollo económico. La intención final no será presentar cuál es el mejor o más probable escenario, sino que tenga un criterio inicial de lo que puede venir y cómo su negocio o su trabajo se podrá transformar.
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La Economía 3.0 seguirá su camino y posiblemente presente en 2020 cuatro formas por medio de las cuales se relaciona con las personas
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La economía colaborativa frente a los que no quieren ver Quienes se aferran a una interpretación de la ley de tiempos en los que el fax era la forma más avanzada de comunicación es como si quisieran frenar el mar con las manos.
Por Jaime Rodríguez Son pocas las generaciones que han tenido la suerte de presenciar fenómenos que hayan influido de forma directa en la historia de la Humanidad. Pero son menos aún quienes han podido participar activamente de esos cambios. Los últimos veinte 160
años han sido el preludio de un cambio histórico del que la mayoría de nosotros seremos testigos y protagonistas: la economía colaborativa. Con las sucesivas revoluciones tecnológicas de estas dos últimas décadas hemos creado un planeta conectado cuyo potencial apenas podemos imaginar. La popularización de internet fue el germen: colaborando cambiamos para siempre cómo nos comunicamos, aprendemos o nos entretenemos. Android, Wikipedia y YouTube son sólo algunos ejemplos. Ahora digitalizamos el mundo físico: a esa red de colaboración se unirán miles de millones de máquinas más; coches, relojes, frigoríficos y depuradoras listos para comunicarse entre sí. Ciudades enteras interconectadas. Convertimos los átomos en bits, casi ubicuos. A lomos de este tsunami tecnológico evoluciona la economía colaborativa, uno de los cambios socioeconómicos más profundos que han existido. Y crecerá a una velocidad vertiginosa. PricewaterhouseCoopers cifra en 335.000 millones de dólares su volumen de negocio en 2025, mientras que el economista Jeremy Rifkin afirma que en 35 años el capitalismo no será el sistema económico 161
dominante, sino que convivirá con el modelo colaborativo. Su proyección no es casual. A la tecnología se une la necesidad: vivimos en un planeta de recursos limitados y los índices de población continúan aumentando. Tras siglos buscando una producción cada vez más eficiente, inevitablemente tendremos que empezar a poner el foco en un consumo más eficiente. Tenemos, por tanto, las herramientas y el incentivo para colaborar en un uso más lógico de nuestros recursos. Piénsenlo: casi todas las necesidades que tenemos en nuestro día a día pueden satisfacerse sin producir nada nuevo. Compartir coche, alojarse en casas ajenas o compartir espacios de trabajo es sólo el principio del camino. Somos hoy 3.200 millones de personas conectadas a internet con infinidad de recursos infrautilizados a sólo un par de clics de un uso más racional. Frente a un cambio tan evidente uno no puede sino sorprenderse ante quienes, en lugar de adaptarse a una nueva realidad, intentan entorpecerla. Quienes se aferran a una interpretación de la ley de tiempos en que el fax era la forma más avanzada de 162
comunicación. Es como intentar frenar el mar con las manos. Con esa mentalidad llevó Confebus a Blablacar a los juzgados este 11 de mayo. Algo incomprensible para los 2.5 millones de españoles que utilizan la aplicación, testigos involuntarios de un ejercicio de miopía inédito en el mundo. Falta de vista de quien olvida que colaborar se ha hecho siempre y, por tanto, también tiene acomodo en la ley. Porque, ¿quién no ha compartido coche alguna vez?
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1/ palabra dada / ensayos 2/ Argucias contra el tiempo /poemas 3/ Los 7 tesoros a encontrar en un libro / ensayos. 4/ Cuentos premiados / cuentos 5/ Otras historias del huevo de oro /Cuentos 6/ El cantante y sus asesinos / historia y política y otros. 7/ Drogas, violencia y legalización / Ensayos y notas 8/ El crimen del que nadie se quiere recordar / 1/ Historia y política 9 / El crimen del que nadie se quiere recordar / 2/ Historia y política 10/ Los Clinton, los Kennedy y la Soberanía Dominicana / Política 11/ TelexFree: crónica de una estafa anunciada / Sociedad 12 / El tumor trujillista hace metástasis / Política 13/ Emprender en la sociedad 3.0 / Artículos
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Aquiles Julián Aquiles Julián Aquiles Julián Aquiles Julián Aquiles Julián Aquiles Julián Aquiles Julián Aquiles Julián Aquiles Julián Aquiles Julián Aquiles Julián Aquiles Julián Aquiles Julián
Emprender en la economía 3.0 /Artículos El libro La sociedad evoluciona hacia nuevas maneras de interacción e intercambio de bienes y servicios entre personas: hacia la economía y sociedad 3.0. Estos nuevos modelos, que se expresan en plataformas tipo Uber, muestran formas de relación Persona a Persona (P2P) vinculadas a los teléfonos móviles y a la Internet que permiten prosperar y triunfar apalancándonos en el Social Marketing, la nueva economía y la Internet.. Bienvenidos al mundo 3.0
El autor Aquiles Julián (El Seibo, Rep. Dominicana,) Emprendedor, business coach, trainer, escritor, teatrista y cineasta dominicano. Especialista en lectura súper rápida y neurocompetencias. Ganador de importantes premios literarios. Empresario de la nueva economía o economía 3.0. Director de Dominicana Emprende. Dirige la editorial digital Libros de Regalo. Editor de varias colecciones digitales, entre ellas Lectofilia digital. Sus artículos se reproducen en medios y blogs de distintos países, entre ellos España, Perú, Uruguay, México, Colombia, Chile, Argentina y los Estados Unidos.
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