Circular nº 58 adviento 2013

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HERMANITAS DE LA ANUNCIACION

DIRECCIÓN GENERAL

PROGRAMA: Carisma e Identidad Anunciata en el Servicio Evangélico de Animación PROCEDIMIENTO: Secretaría Circular Nº 58 Bogotá, Octubre 30 de 2013

“Adviento, contemplación y unión íntima del Verbo, en el y la adoración con María” (Cfr. Circ. Noviembre 30/60)

Proceso Código PG-PR-07 Versión 001 Emisión 10-08-09 Actualización

silencio

ADVIENTO CELEBRACIÓN ALEGRE Y COMUNITARIA DE NUESTRA FE. Queridas Hermanitas

“Alabados sean Jesús y María; ahora y para siempre” El Adviento es puerta para entrar a la celebración de los misterios cristianos, que nos dan y fortalecen la esperanza, nos sostienen en el camino de la vida y nos ofrecen la razón permanente para vivir con alegría y con paz. El año 2012-2013 acogimos la llamada que nos hizo el Emérito Papa Benedicto XVI en su carta Porta Fidei, que une la fe con la fecundidad, con la esperanza y con la Palabra, que crece cuando se vive como experiencia de un amor que se recibe y se comunica como experiencia de gracia y gozo; y reaviva nuestra fe, con el redescubrimiento gozoso del don recibido, por el cual creemos que “el Padre, en la plenitud de los tiempos envió a su Hijo para nuestra salvación”. Esta verdad es la razón para vivir este tiempo de preparación a la Navidad.

Al finalizar el Año de la fe, el Papa Francisco presenta su primera encíclica «Lumen Fidei» la luz de la fe, que completa la trilogía dedicadas a las virtudes teologales, después de la Deus Caritas Est y la Spe Salvi, de Benedicto XVI, y que asume el borrador preparado por El, antes de su renuncia. Esta encíclica es una invitación con un tono propositivo, a mirar el mundo “con los ojos de Cristo”, y a “recuperar el carácter luminoso propio de una fe centrada en Cristo”, se publica con ocasión del 50 aniversario de la conclusión del Concilio Vaticano II, que según el Papa Francisco “el Vaticano II ha sido un Concilio sobre la fe” y que ha mostrado “cómo la fe enriquece la existencia humana en todas sus dimensiones”. A lo largo del texto, el Papa Francisco repite varias veces que se trata de mirar la realidad con los ojos de Cristo, nos dice que precisamente en el amor es posible tener una visión común, que amando aprendemos a ver la realidad con los ojos del otro, y que eso enriquece nuestra mirada, también nos recuerda la necesidad de recuperar la conexión de la fe con la verdad. “La fe, sin verdad, no salva, no da seguridad a nuestros pasos, se queda en una bella fábula, una proyección de nuestros deseos de felicidad”, un sentimiento que consuela y entusiasma, dependiendo de nuestro estado de ánimo o de la situación de los tiempos; la fe no solo mira a Jesús, sino que mira desde el punto de vista de Jesús, con sus ojos: es una participación en su modo de ver. Esta fe es el motor que dinamiza nuestra vida cotidiana, que nos hizo cristianos y nos permitió percibir y asumir el llamado que hemos recibido de Dios, es la que sostiene nuestro caminar y nos ayuda a entender y vivir el sentido de nuestra Vida Consagrada.


El itinerario del Adviento, al clausurar el año de la fe, nos exige tomar conciencia de nuestras raíces, congregacionales, con el testimonio, enseñanzas y escritos de nuestra querida Fundadora, cuando en 1963, establece para la Anunciación, el año de la fe; y nos invita a expresar el impulso de nuestra fe, en la vivencia personal y comunitaria de nuestro compromiso a favor de la niñez y la juventud y la familia, en todos los ambientes, convencidas/os que Dios siempre se deja encontrar de los que le buscan. La Fe, de la que tanto nos habló nuestra querida Madre María Berenice, especialmente después del Concilio Vaticano II es el fundamento sólido sobre el cual se edifican las posibilidades y potencialidades para encontrarnos con nuestro Carisma fundacional, releerlo y abrirlo a los diferentes contextos y culturas, como fue el sueño de nuestra amada Fundadora, porque la fe hace posible la fidelidad a la inspiración fundacional y el convivir en comunidades donde fluyan corrientes de fe, en las que se comunique y reciban las experiencias de fe de nuestras Hermanitas. Hagamos de este Adviento 2013 al clausurar el Año de la Fe, el 24 de Noviembre, una celebración alegre y entusiasta, de esperanza y donación total, comunitaria y solidaria; una fe que construye la Iglesia y que el Espíritu enriquece con sus dones, como es la fe que nos transmitió nuestra querida Fundadora y la llevó a convertirse en testimonio vivo del evangelio que sigue proclamando las grandezas de Dios. El itinerario de este adviento que nos prepara a la venida del Señor, en el marco del Año de la Fe, nos invita a retomar, la Doctrina de nuestra querida Fundadora, que en la circular de Marzo 9 de 1954 y de Agosto de 1960, nos pide potenciar nuestra fe, trabajar con amor y entusiasmo, para descubrir a Dios en los acontecimientos diarios, vivir con una fe convencida y constante, que nos lleve a una conversión auténtica a Jesucristo, Señor de nuestra vida, con las palabras, tan sentidas y llenas de amor a Dios y de confianza sin límites en su poder y misericordia, que nos ha dejado nuestra querida Madre Berenice en sus escritos, reflexionemos algunos: “Dejemos este tiempo de gracia en manos de María. Que la meditación y contemplación de la vida de Cristo, nos acerque a Ella, la Mujer del Fiat, del Sí fiel y solícito, al Dios de la salvación. Ella nos conducirá a través de estos Domingos de Adviento, a la contemplación del Hijo de Dios hecho Hombre para nuestra reconciliación y santificación. Jesús mismo se nos presentará como camino, verdad y vida (cf. Jn 14,6), como esa garantía que finalmente nos acompañará en el camino de la fe a nuestro encuentro definitivo y eterno con el Dios vivo y verdadero. Recordemos hijitas mías que sin la Stma. Virgen, no tendremos vida de Fe, ni vida de Jesús, roguémosle con insistencia que haga brillar la luz de la fe en medio de este mundo. Su vida fue un continuo acto de Fe, y humildad, la prontitud de entrega que vemos en su “Ecce Ancilla Dómini”, radicaba en su Fe profunda. Dios fue el centro de su vida, su Señor, su Todo. Nuestra Madre de la Anunciación es nuestro modelo como mujer de la fe total. Ella escuchó a Dios atentamente, recibió los acontecimientos, contemplándolos en su interior. Sí hijas mías a la luz de la Fe, nuestra Madre Dulcísima conoció la grandeza de Dios y la distancia infinita que hay entre Dios y la


criatura, peregrinó como todos nosotros en este Valle de lágrimas en un acto continuo y perfecto de fe. Ella veía en el Niño de Belén, el Adolescente de Nazaret, el Mártir del Calvario, y a pesar de todo, adoraba en EL al Hijo de Dios. Refugiémonos en su Corazón cuando la luz de nuestra Fe arda pobremente, cuando las tentaciones quieran, hacernos perder el infinito e incomparable tesoro de nuestra vocación, cuando vacilemos en el sacrificio y la donación; supliquémosle que avive nuestra Fe para que sus fulgores hagan desaparecer los fuegos fatuos de lo humano, las candilejas del orgullo, de los sentidos engañados con las lucecitas de los cocuyos que aprovechan la noche en que algunas veces deja Jesús a las almas para afirmarlas en la virtud. Invoquémosla amadas hijas aun cuando nos cueste el espíritu de fe en las dificultades, en la Obediencia a los Superiores, en las humillaciones, para mirar no la piedra que nos hiere sino la mano divina que nos sostiene. Para alcanzar la Confianza, el abandono definitivo, necesitamos una Fe grande, heroica, contagiosa, pidámosla en la Sagrada Comunión, en la Santa Misa, deseémosla, hagamos muchos actos de humildad y de confianza aunque nada sintamos, aunque no quisiéramos hacerlos. Hijas mías, la fe es una luz misteriosa, que nos capacita para conocer al Buen Dios, por ella conocemos la riqueza infinita de lo sobrenatural y lo efímero de lo humano. La fe es sembrada en nuestra alma como una semillita el día del santo Bautismo, va obrando en el fondo de nuestro ser, el desarrollo de nuestra vida sobrenatural, de la que tenemos que hacernos cada día más conscientes, porque solo en una fe viva, se encuentra el amor supremo, Tomemos las palabras del Divino Maestro: “Bienaventurados los limpios de corazón porque ellos verán a Dios” Ver a Dios es tener esa fe convencida, constante, que hace de la vida un cielito, para la cual pone Jesús como condición indispensable la pureza de corazón, trabajemos con entusiasmo y confianza para evitar toda falta voluntaria, sin perder el ánimo por nuestras caídas, al contrario, esos pequeños fracasos espirituales nos sirven para afianzarnos en la humildad, virtud que nos atrae la gracia de Dios, que nos fortifica en la Fe y hace en nuestra alma el vacío indispensable para que el Espíritu Santo pueda santificarnos. La fe nos exige arrancar de nuestro corazón, la menor señal de desaliento, de temor, de tristeza, para a dar a nuestro Amante Divino el gozo y la gloria que tendrá por toda la eternidad. Nuestra vida es un Adviento que debe llegar a la Navidad del Cielo por medio de María, y sólo por Ella, porque así lo ha querido Dios, amémosla pues imitándola, obrando con Ella, con ánimo, con alegría, con paz, para amar a nuestro Dios sin medida. El Señor nacerá en nosotras/os en la medida en que nos dispongamos a acogerle en



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