EXCODRA REVISTA DE LITERATURA (Y OTRAS ARTES)
Nº 11
(LA LITERATURA)
Revista Excodra. Número XI: La literatura. Enero, 2013. ISSN 2014-1998.
ÍNDICE Editorial Ficción Palabras, Cecilia Quílez El premio nacional, Iván Humanes En una libreta olvidada en el aeropuerto Charles de Gaulle, Carmen de Agustín Pavón Se necesita, Ricard Millàs Tríptico de la cucaracha, Raúl Herrero No ficción [¿Sin?] Sentido de la literatura, Antonio Tello Crónicas de la supervivencia. Dos episodios, Álex Chico La necesidad de existir + La realidad paralela, Kepa Murua Poesía Breve tratado para soterrar el olvido, Javier Pérez Walias Metafísica de una individua corriente, Ana Patricia Moya Pretenciosa + Ira, Fresia Mandarina Perdidos + Scherezade + El cómplice, Alfonso Brezmes Amor ismo + Amante literal, Imma Sanglás Escultor + Los libros + Ella + Él, Javier del Sastre Oración por los poetas realistas, Vicente Luis Mora Sin, Alberto Blázquez Pintura Carlos Esteban Resano Vasilchik Fotografía Alfonso Brezmes Vicenç Rodríguez Bosch Agustín Calvo Galán S. Tallón Mónica Ezquerra
Entrevista Jordi Corominas i Juliรกn
EDITORIAL
Este número de la revista, ya el número once y camino de su segundo año de vida, es homenaje al mundo de las letras, a la Literatura, ese arte y esa manera de vivir de tantos que tanto peso tiene en nuestras vidas, en la de todos. Se la podrá maquillar de maneras infinitas, pero la literatura refleja nuestra vida como pocas artes, a su estilo, desde ese lugar con el que se construyen nuestros pensamientos. Ojito con la literatura porque refleja al mismo tiempo que construye nuestro entorno. Es un viaje de ida y vuelta, espejo de la realidad y realidad en sí misma. Es, como decían de la poesía, un arma cargada de futuro, pero también cargada de todo nuestro pasado y de toda nuestra actualidad. Cuando leemos un libro, ese -uno de ellos- vehículo de la literatura, nos vamos a encontrar con el mundo del otro, el que surge de su pensar, y su pensar, aceptado o rechazado, formará parte de nuestro pensar y nuestro pensar es nuestra existencia. En este número vais a poder leer y mirar, también mirar y complacerse y deleitarse, muchas existencias diferentes, de todos los colores, con la literatura como diana o como telón de fondo o como sencilla y llana literatura, pensamientos escritos llamando la atención sobre sí mismos y sobre vosotros mismos. Déjense atrapar. Y que ustedes lo disfruten.
FICCIÓN Palabras Amaestrar el pulso sobre el papel arrugado del niño que fuimos en la escuela de los significados. Borrar, alumbrar una y mil veces el trazo correcto. Letras parodiándose en busca de un sonido aún impronunciable. Dar a luz a la madre llamándola por su nombre. Querer al padre en el verbo mimar. Unir el singular con el plural. Anudar el árbol con el hombre, la leche con la vaca, el miedo con la noche, el fin de un cuento con la felicidad. El amor con un beso. ¿Cómo se escribe vacío con un triste código de signos? Y el dolor ¿cómo se dice? Y la muerte ¿cómo se dibuja? Las palabras provocan la combustión del lenguaje. Arden bajo la ambigüedad contenida del desorden primigenio de la razón. Para cifrar, reinventar la llama que las haga desaparecer, habría que convocar una asamblea que vote por unanimidad que todo lo dicho vale para salvar un solo verso de un poeta. CQ
El premio nacional Alguien dijo que el encuentro se parecía mucho a la novela La larga marcha. Debió ser Olson, el gordo de tres filas atrás que aporreaba la máquina de escribir mientras resoplaba y comentaba algo sobre Stephen King y que todos acabaríamos con los sesos en el papel, que no sé qué más. No le hicimos caso y continuamos con lo nuestro, no había que rebajar el ritmo de pulsaciones. Éramos doscientos escritores concursando. Doscientas máquinas. Ya llevábamos dándole a la letra durante más de doce horas. Estábamos vigilados por un grupo nutrido de soldados. El primero que rebajaba la cadencia del dedo en la tecla recibía el oportuno tiro en la nuca. Doscientas cincuenta pulsaciones por minuto era el mínimo. La primera vez que sucedió no pude evitar el lío de dedos. Ciento noventa y nueve. Fueron necesarias doce horas, catorce minutos y treinta segundos para escuchar la primera detonación y el primer concursante eliminado. Tres horas después quedábamos ciento ochenta y siete rivales. Era una larga marcha, ciertamente. Todos habíamos aceptado las normas. Sólo podía quedar uno, el que más resistiera, daba igual qué se escribía, cómo lo hacíamos, lo que importaba era continuar; el ganador acabaría con entrevistas en la televisión, doscientos mil euros, con la edición en la gran y poderosa editorial Universo y con el premio nacional en su casa, en el baño o adornando la entrada, eso daba igual. El récord de las anteriores ediciones estaba en ciento ochenta y dos horas con veinte minutos y tres segundos. Y lo que se volcaba en el papel -por mi parte pero también por el resto- era, pura y llanamente, basura. Tampoco importaba mucho. Lo más trascendental era ser el primero, el Premio Nacional de Literatura de ese año. Aunque debo destacar, ahora que sigo con la escritura y la verborrea, algunas perlas creadas desde el sufrimiento que repetía una y otra vez hasta la saciedad, cambiando algún que otro verbo, un adjetivo por aquí y otro por allá, pues otra de las cosas que no estaba permitida era escribir siempre el mismo texto, idéntico, pero sí era aceptado el mínimo cambio. Sabemos que muchos de los escritores que ganaron este premio en las anteriores ediciones utilizaron esta táctica
para resistir los embates de la falta de creatividad. De hecho, para ellos era algo común en sus publicaciones: fusilaban un texto de un autor desconocido modificando comas, puntos, estructuras básicas y ya estaba, ya tenían una nueva obra. Así, este texto que titulé Jardinería práctica en la catorceava hora lo modifiqué hasta el hartazgo hasta alcanzar lo que consideré su “resultado casi final” en la decimonovena, quedando: “La anciana Asha practica la jardinería con detalle. Es consciente de que su esposo necesita espacio, un recipiente adaptado a sus características. Quizás una maceta más amplia que le dé aire a sus raíces. Antes que nada comprueba que no haya babosas en el revés de sus hojas. Ya se sabe que el morder de una babosa es constante y dañino. Y no pocos están al corriente de los dientitos de las babosas y de su lengua que arrastra materia como una lija. El cuerpo del anciano ha adelgazado con los años y sus piernas piden más agua y tierra de la habitual. Para ella es frecuente ver cómo pierde peso aunque pone todo su capital en los fertilizantes más apropiados. Es agosto y el calor aprieta. El esposo agita sus brazos. Parece que dice algo, mueve ramas y hojas. Asha cree escuchar algo así como: <<En mis tiempos mozos fui un verdadero beatnik, ni el bueno de Bukowski me ganaba>>. Y azota ese tallo nervado con fuerza, no fuese que su marido hubiese perdido la cabeza porque la savia no le llegue más arriba del cuello. La ventana del salón está abierta y ha entrado algo de corriente. La anciana la cierra, va la cocina y calienta algo de leche y se sienta frente a su esposo bebiendo del vaso a pequeños sorbos. <<Debería ponerte algo de ropa, te resfriarás con estas corrientes de verano>>, le dice. <<Tu chaqueta de cuero, quizás. Y pronto debería cambiarte la tierra>>, continúa Asha. Pese a tener planeado leerle algunas líneas de Allen Ginsberg, su poeta favorito, decide que es mejor recortar algunos tallos rebeldes que han brotado del cuerpo del anciano. <<Hay que tenerte presentable para las visitas, querido>>, le explica mientras él se lamenta y agita fuertemente su copa de árbol caduco.”
De manera que, según lo comentado anteriormente, donde ponía Allen Ginsberg se permitía Juarroz, donde beatnik se podía decir, por ejemplo, vanguardista, Vallejo por Bukowski, agosto por diciembre, en vez de cerrar ventanas poner la calefacción, babosa por artrópodo, etc. No obstante, considero ahora, cuando son cuarenta y siete horas con cincuenta y nueve minutos y estoy repasando lo hecho desde el principio y quedamos delante de las respectivas máquinas un total de ciento doce concursantes, cerrado el relato breve, que tanta perfección no servía para mucho, eso no es tenido en cuenta por los gerifaltes del premio. Las televisiones nacionales han llegado y comienzan a emitirse las primeras imágenes. El año anterior las casas de apuestas incrementaron un veinte por ciento su negocio y este año encabezaba las listas una conocida escritora de novela romántica y que, casualmente, ya había publicado en la editorial que organizaba el sarao. El escritor que había ganado el último Premio Nacional ejercía de Vicepresidente del Jurado, siendo presidentes el Ministro de Educación y el Presidente de la Editorial. Éstos habían demostrado más de una vez, públicamente y ante las cámaras, que en su intención no estaba la calidad sino la calidad, que era lo que contaba para la editorial y para el gobierno, decían con sus labios gordos: producir, producir, producir. Pese a ello me he preguntado desde que ha comenzado el espectáculo sobre la técnica y lo volcaba en letra mientras el tiempo pasaba y el gran reloj marcaba una hora, dos, siete horas más: ¿Cómo lo han hecho otros? ¿Debo acudir a Hemingway? ¿Qué credibilidad tendría ahora la teoría del iceberg de Hemingway? Aludir más que decir. No serviría para nada. Que del iceberg se vea la punta tan sólo. Todo lo demás sería demasiado volumen para una historia. Y me da miedo navegar en esas teorías, pues sé que las historias más vendidas son aquéllas que funden el iceberg, o bien lo dejan al descubierto en su totalidad. Y de punta ni témpano de hielo nada. Si acaso glaciar continental. Océano ártico, iceberg bien hundido. O a flote. No sirve de nada cuidar los detalles y, al fin, hay que aspirar a que se hunda sea ese témpano, no yo, yo no. Nada de Robert Walser y luego aparecer muerto tras los pasos, en la nieve, con los sesos en el papel, ni de pies atados con una viga de hierro y ser pasto de las profundidades (¿acaso quiero ser otro
maldito?). De hecho, en el saber flotar está el secreto, elevar el dedo por encima de la mente, prescindir de ella, larga marcha: la historia sencilla, los personajes con diálogos breves. Algo de vello púbico y violencia, no demasiado humor dado que el lector burgués no suele comprenderlo, de hecho ya nadie comprende nada, ¿para qué? ¿Para qué escribir algo como esto que sigue? Es evidente, el secreto está en imaginar idioteces y continuar con la verborrea, creer que delante de uno hay dos bicicletas aparcadas, que Alfred Jarry se ha bajado de una de ellas, y decir: “Ahora que las ves ahí, tan quietas a las dos y descansando de su rodar continuo, recuerda: para montarlas no tienes por qué saber que la primera máquina andante -así se denominó- la inventó el barón alemán Karl Von Drais en 1818, ni que cada una de ellas se compone de su correspondiente cuadro, sus horquillas, las ruedas (dos para ser exactos), de sus frenos para evitar el derrape continuo o del sillín, tan habitual para no sufrir daños inapropiados. No, eso no es lo importante. Ellas no pueden reducirse a la simple mecánica. Lo que pesa por encima de todo es que están ahí, una junto a la otra, y que debes acercarte disimulando, como quien no quiere la cosa y procurando no despertar en ellas el recelo. Sería bueno silbar alguna melodía y andar con las manos en los bolsillos, no muy aprisa. Quizás detenerte a su lado, no demasiado cerca, y poner el oído, saber qué dicen, sus inquietudes. Puede que escuches frases intrascendentes, cierto. Y no deberías extrañarte si en una de esas critican a sus respectivos propietarios, ya se sabe que no es muy cómodo soportar el peso del hombre un día y otro, con sus penas y todo esa mierda encima.” Continuar. ¿Continuar? Imaginar a Goethe como un tipo encorvado y escribirlo: Goethe es un bicho encorvado. ¿La naturaleza no me quiere? ¿Me hará viejo el tiempo suficiente? Ni siquiera distingo los colores, pese a que en su momento escribí un ensayo, como el germano, sobre los mismos. Ahora el color está sepultado en toneladas de letras, tras la mirada. Y claro, es demasiado pesado convencer a los editores que ese color misterioso está ahí mismo, en lo que escribo y no en Goethe,
propiamente en mi literatura, se me antoja como lo más complicado en mi tarea. Así que tengo que recordar, después de esta marcha, que debo comprar una agenda para no evitar los eventos literarios, como hasta ahora, sino para acudir al mayor número posible. Sonreír y producir. Lo que más me preocupa los canapés. “Rechazar patés, sobrasada y cremas de leche. Optar por los vegetales y el queso fresco”, escribo. Y creo que no me falta razón, todo buen escritor debe cuidar su estómago, dado que por ende cuidará su imagen y evitará ser tan viejo y polvo alemán como lo es ahora Goethe. La necesidad de escribir el relato breve que siempre ha querido uno escribir, pero que hasta ahora no ha podido, y que ahora es cuando sobreviene el momento de hacerlo, en la gran marcha. ¡Qué lujo! No hay que cambiar ni una palabra. Es un ejercicio extraño, pues supone apoderarse de lo que uno es. Progresar en las formas, deformar, construir la seña de identidad. Apuesto mi vida a que eso mismo estará haciendo la supuesta ganadora de esta edición. Ja. Y no es sencillo asumir el tipo de escritor que uno deja atrás. ¿Y cómo debo hacer para escribir el gran relato? Quizás alguna frase de otro autor me valga, es lo suelen aconsejar en momentos de bloqueo. O algo mejor, simplemente Just Do It. Escribirlo. Lanzarse. Teclear a ritmo vertiginoso: “Unas líneas y acabaría el relato. A la primera palabra escrita ella, a la que llamó Thelema, le arrancó los labios. El escritor, así, con los dientes al descubierto y la encía sangrando apenas acertó a escribir otra letra. En ese momento ella estiró la piel de su rostro hacia atrás y todos sus ligamentos vibraron. Los músculos orbicular, superciliar y el transversal de la nariz temblaron espasmódicos. La borla del mentón borboteaba a cada aullido del escritor que, constante, anotaba un par de palabras más y experimentaba el rasposo amasar en su cerebro de Thelema. Los cortes en los nervios ópticos vinieron con la palabra final. Los ojos arrancados tras el punto. Las cuencas hervían y la cara que era un amasijo de carne. Y su esposa en la puerta del despacho. Que qué quería para cenar, le decía ella. Y el escritor ya regresaba de ese lugar extraño que se situaba en otro plano, con su rostro de cada día y le comentaba
que esa noche no iba a cenar. Su esposa, enfadada, cerró de un portazo. Y él otra vez solo. El relato terminado. La fantasía de Thelema olvidada. Le gustaba estar en su habitación, rodeado de la seguridad que le daban sus libros y el mail escupiendo mensajes. Escuchó algo de música. Utilizaba la fantasía de sus personajes para exprimirse en el oficio de la literatura. Fumó unos cigarrillos. Notó que algo se arrastraba por el suelo. Que rozaba sus pies. Se agachó. Nada debajo del escritorio. Fue al reincorporarse al teclado cuando sucedió. Su bebé al lado, descarnado, decía papá, papá. La esposa que abría la puerta, un esqueleto mugriento. El bebé que ya arrancaba a mordiscos parte de su brazo. El escritor paralizado al experimentar, por, primera vez tanto daño. La esposa que avanzaba hacia él. -Querido, nuestro pequeño sí que tiene hambre -le decía ella sacando su lengua muerta. Llegó un nuevo mensaje a la bandeja de entrada. El relato sin guardar en el Word y lo que quedaba del escritor levanta las manos del teclado, aunque le parece que lleva siglos sin escribir una palabra, que sabe que no va a ser Premio Nacional, los demás concursantes conteniendo el aliento y con sus picos de buitres que esperan, alas, ojos negros, que cree distinguir en el papel de la máquina de escribir que ahora tiene delante de él una gota de sangre, que son ciento doce y él será el ciento once, un bello número, repetitivo, el único que honra al concurso, y nunca, en la puta vida será Premio Nacional, que fin y manos arriba, que esto es una larga marcha, marcha que mancha, y lo que debe ser una risa en el escritor por el descubrimiento de ese juego verbal: marcha que mancha. Y nada más. Roscharch. Ch.” IH
En una libreta olvidada en el aeropuerto Charles de Gaulle 28 de agosto O scathful harm, condition of poverte! Dice Orwell que dice Chaucer. Pero no estamos tan down and out como relata Orwell en su primera novela. Pagamos un precio abusivo por el alquiler de un cuartito en una calle peatonal; y si bien no podemos permitirnos cenar cada noche en los restaurantes que la pueblan, cada noche cenamos con la penetrante cantinela de tres rumanos con un contrabajo y “Por una cabeza”. Desde que hemos llegado, hemos ahorrado en todo. No nos hemos permitido un café, ni una cerveza, ni un vaso de agua -y eso que la dan gratis, del robinet- en las terrazas de Contrescarpe. Y no obstante, llevo gastado en esta libreta y el libro de Orwell el equivalente a seis pintas de hora feliz. Un contrasentido. ¿Qué fuerza nos lleva a los humanos a necesitar estas cosas totalmente accesorias antes incluso que algo que echarnos a la boca y al hígado? Ayer me entretuve en copiar a mano un relato mío para llevarlo a la tumba de Cortázar. Me encontré una chica argentina que lloraba mientras leía mi edición de Rayuela, llena de notas entre sus páginas, sentada, fumando, delante del cronopio que se eleva al cielo. Y aún así, ahora no le encuentro el sentido al gasto, sobre todo porque es equivalente a dos pintas de la hora feliz en la rue Pot de Fer, para garabatear sin mucha gracia ni sentido que me tuesto parches del cuerpo en el Jardin des Plantes, donde venía Cortázar a dejarse abducir por los axolotl. Pasan los corredores; la campana del anfiteatro da las 4; unos pájaros no identificados graznan a la izquierda; los colores de la piel conviven en aparente armonía; la gente habla lo suficiente alto como para no ser alemanes pero lo suficiente bajo como para no romper la calma; el sol se esconde de nuevo; es vana la esperanza de reconstruir todos estos retales algún día: París es cualquier cosa menos definible. En fin, literatura.
29 de agosto Plaza de la Bastilla. Una columna con un genio dorado recordando a los caídos durante las revueltas de 1830 para que nada cambiase: varias decenas de gitanos se apilan en colchones sucios a un lado. Plaza des Vosgues. Luis XIII se erige ecuestremente y recuerda que los reyes, casi siempre, mueren en su cama, y en sus estatuas permanece su nombre, mientras en las colectivas, las que se erigen cosméticamente porque el pueblo paga y hay que darle caramelos, no hay nombres, y las cosas nunca cambian. [La falsa acción era casi siempre la más espectacular, la que desencadenaba el respeto, el prestigio y las hestatuas hecuestres. Rayuela, 90] Decido que el Marais será uno de mis barrios preferidos. Homosexuales y judíos ortodoxos. Olor a ajo, a sopa askenazi. Ceux qui au nom de Dieu servent le diable. Soledad: Beyt, Bedidut . 30 de agosto En un banco del Jardin des Plantes “Max est un artiste mais ne le sait pas”. En casa, tomando un café recalentado, “Por una cabeza”, cada día, dos veces al día, a la hora de comer y a la hora de cenar, acordeones y contrabajo. En la parada del metro de Saint Germain-Des-Prés junto a la fachada lateral de la iglesia, un yoghi vende acuarelas inspiradas en poemas de Neruda. En el café les Deux Magots y en el café Flore, dice mi guía (la llevo con propósito de mapa, porque suelo perderme, y me avergüenzo de parecer turista), se reunían los existencialistas. Me pregunto si a día de hoy a Sartre y Beauvoir les entraría en el presupuesto pasar las horas muertas tomando espressos a 4,2€. Como respuesta, recibo en el brazo una enorme cagada de una de las palomas del Boulevard, tan grande que salpica y me mancha la funda de la cámara (turista hasta la médula). Una
respuesta más que adecuada al valor del pensamiento. Llueve, pero la ácida mancha blanca permanece. 31 de agosto “L’avenir est un present que nous fait le passé” Cuatro cuervos han esperado pacientemente la retirada de los estudiantes del campus de Jussieu, que han depositado sus cajas de patatas fritas en bolsas cerradas dentro de las papeleras. Precaución inútil contra animales con visión de futuro. 3 de septiembre En la Rue Rollin, Descartes dice: “Me tenant comme je suis, un pied dans un pays et l’autre en un autre, je trouve una condition très heureuse, en ce qu’elle est libre” En la siguiente esquina, Hemingway dice: “Tel était le Paris de notre jeunesse, au temps où nous étions très pauvres et très heureux” Pimientos Longanizas Aceite Cervezas Vino Galletas Papel WC 4 de septiembre Apunto la compra simplemente para dejarla olvidada sobre la mesa, y claro, se me olvida el aceite. Luego recuerdo que también debí apuntar detergente, pero ya es tarde para ambos, y además él aparece puntual.
Me gustan los cementerios por lo que tienen de celebración de la memoria. No me gustan los cementerios por lo que tienen de perpetuidad del sufrimiento. En Passy, Debussy no tiene fecha, y mi guía, como es costumbre, nombra a Manet y olvida a Morrisot. “En la Rue Coq d’Or…” comienza Down and Out in Paris and London. La busco en los mapas: no la encuentro. La olvido. Borrachera en place Monge, relata Orwell. Me pica la curiosidad, pero vuelvo a olvidarlo. Acabo el libro, curioseo su historia. Llueve. Orwell vivió en el 6 de la Rue du Pot de Fer; yo vivo en el 16. La literatura, a veces, cambia el nombre a la realidad, la realidad a veces se nos llena de literatura. Amo las casualidades, de ellas me alimento. Hace quince años me encontré con él: nos cambió la vida a ambos. Igual que a la camarera de aquella película francesa, igual que al príncipe de Gales, aquella noche del 97. Compramos un pollo en la rue Mouffetard, al lado de casa, y para celebrarlo, también la película francesa. No tiene subtítulos, pero ya entendemos lo suficiente como para saber que la primera víctima de la camarera francesa compra un pollo asado en la rue Mouffetard. Más allá, en la rue de la Clef, vivió Hélène, como una segunda Maga tan distinta. París es un relato, cada calle de París es un relato. 5 de septiembre Cada día me siento en un banco del Jardin des Plantes. Contemplo una mariquita naranja con puntos blancos (¿coleóptero albino?) cuando una vieja vagabunda se me sienta al lado. Intento no mirarla, y debería, pero no tengo maneras de Maga. Al menos me mantengo en el banco, porque sería de mala educación levantarme. Lleva una pluma en la cabeza, de reojo parece que beba café con leche de una botella de yogur líquido, prefiero pensar que es eso lo que bebe. Se levanta en cuanto el banco
de al lado queda libre, y yo que pensaba que era ella la intrusa, quizá para ella era mi presencia, tan normal, bolígrafo en mano, incómoda. Lleva unos calcetines naranjas con topos blancos (!), que asoman de unos calcetines negros, que no cubren del todo las piernas raquíticas, poco protegidas por varias faldas hechas jirones. La oigo murmurar, o quizá esté cantando. Pero entonces se levanta, y va hacia la puerta, donde se cruza con él, y veo que no son faldas, sino jerséis anudados, delantales, camisas. Poco después, en Saint Ettiene du Mont salto a los años cincuenta y me cruzo con un hombre negro, con sombrero con un traje con chaleco, y en unos de sus bolsillos una cadena de oro, que debe sujetar un reloj. Desodorante Aceite Calabacín Carne (Cordero?) Algo para sándwiches Fruta o yogur Leche (pequeña) 6 de septiembre Mañana, último día en París. Volveré esporádicamente, pero no será lo mismo, tres días como mucho, y empezará el frío, no podré venir al Jardin de Luxembourg a acercar las sillas a la fuente, con el libro de Hemingway: como no podía ser de otra manera, la página que abro comienza visitando estos jardines, visitando a Gertrude Stein. No me gusta Hemingway, es banal, es corto de vocabulario, es un leñador vestido de intelectual, y conste que no tengo nada en contra de los leñadores, pero París es mucho más que cuatro anécdotas ególatras sobre estadounidenses en París. Los lugareños se abrasan estoicamente, pero yo decido buscar un árbol, desafiando a
mi suerte como diana de descargas fecales. A mi izquierda un andrógino, con una libretita; imagen especular, porque no es zurdo. Suerte que tiene, que no acaba con meñique y anular ennegrecidos, recordándome a mi padre intentando convencerme de cambiar de mano, porque con la izquierda nunca aprendería a escribir. Aprendí, pero sigo manchándome por la posición antinatural. Y entonces Hemingway va a Eighen, y dos días antes, los protagonistas de las Armas Secretas en versión bilingüe pero también en este jardín. El andrógino desaparece en este momento crítico y ocupan su posición lo que parece una madre y su hija, de deficiente higiene personal a juzgar por el tufillo que no se disimula con la fresa del helado que se comen, y decido volver a Pot de Fer, o a Coq d’Or, y todo empieza a ensancharse ante mí camino del Pantheon, los detalles se me van mezclando y enredando, la falda de la señora que cruza la calle es del mismo tono de rojo que los toldos del edificio de la izquierda, y lo mismo con el cartel romboide TABAC, la plancha de los crepes que huelen dulce y los sándwiches de al lado que huelen a Inglaterra y el hombre en bicicleta… Pero sigo en París, el reloj marca las 17.25 y pronostica sexo sobre el sofá cama en precario equilibrio, y luego abrir el vino, y comer olivas, y queso, y con todas nuestras necesidades fisiológicas cubiertas dormir sobre el sofá cama en precario equilibrio, a pasar una noche larga porque mañana nos acostaremos sabiendo que el despertador será implacable a las 5, porque de nuevo habrá que coger un avión. 7 de septiembre La teratología nació en el siglo XIX, fundada por científicos del museo de historia natural, entre los que Saint-Hilarie definió los monstruos dobles en Y, en λ y en ejes paralelos, y los monstruos simples o cíclopes. 9 de octubre Los temas recurrentes, Borges y la biblioteca, Dostoyevsky y los humillados, Orwell y el totalitarismo, Cortázar…y las instrucciones para subir a una escalera. Él propone
comprar una doble edición de Marelle, para el inquilino que venga después. Me hace sonreír. Quizá por eso. 14 de octubre Bebo cerveza y sigo con Rayuela. Dice la nota al pie que Cortázar dice: Saber aprovechar la casualidad es una de las formas del arte. Y entonces todo fluye hasta mí, y lo comprendo todo, y no tengo más remedio que echarle la culpa a la cerveza de que todas las casualidades buscadas me hayan traído a este punto. 25 de octubre En la Gare du Luxembourg, sólo los negros y los que tenemos un avión a primera hora. Los negros que mantienen limpio París con ayuda del Sena, que a las 6 de la mañana rebosa por los albañales y arrastra los desperdicios -con ayuda de los negros-, que además abren las puertas de los cafés, preparan las sillas rojas en las aceras, sirven los cafés a los turistas. Mi tren llega en un minuto. Olvidé coger una chocolatina. Tengo que desayunar en el aeropuerto, y me sorprende pensar que me cuesta lo mismo que en el tren de larga distancia que va de norte a sur del mediterráneo. Qué de mierda estamos en España, afirmo. Echo de menos Stansted, donde a estas horas me desayunaba un BLT mientras leía en la servilleta de papel que si el camarero me daba muchas ídem tenía que mirarlo mal, por el bien de los bosques. Entonces lo odiaba, ahora lo echo de menos, ya me aconsejó un personaje zen que debías alejarte de tu vida para ver que valía la pena. Llevo alejándome años, y sigo sin llegar a esa conclusión. Con lo fácil que hubiera sido hacer caso desde un principio a los Monty Phyton. 31 de octubre Mastico un BLT en el aeropuerto de Barcelona, y no es lo mismo. Al menos cerveza doble malta, 7,2%. Desde la mañana sufro un hambre voraz. Diríase que volar me da hambre y sueño. A estas alturas. Pero qué puedo hacer si estoy sola y lo único
entretenido es dejar que las conversaciones de mi alrededor se superpongan parcialmente a mi monólogo interno, como ahora, que esos guiris de detrás dicen “In some cases” mientras yo pienso una mosca me importuna, por qué me dará por utilizar estas palabras rimbombantes “algunas veces”. Castillo sangriento. Nota mental: visitar el restaurante Polidor. Sólo me queda un sorbo de cerveza, y no tendré excusa para no dejar sitio a los siguientes pasajeros hambrientos, hay una gran afluencia de pasajeros en los puentes festivos. Afluencia, fíjate que palabra. Y si en lugar de entregarme a estas disquisiciones (disquisiciones, nada menos) intentara escribir el relato para la Revista Excodra… 5 de noviembre En algún lugar de las afueras, sobre el tren traqueteante, pienso que esta es mi vida, un viaje que se repite sin descanso. Aulney sur Boise, dice la megafonía, y muchos negros se bajan del tren: deben ir a trabajar a las fábricas de automóviles. Despedida fugaz, una más, aparentar que no importa, aunque no se haya dormido esa noche, aunque luego, sola en el vagón, piense que los vagones de tren, las cabinas de los aviones, son más mi casa que ninguna otra, quizá menos que mi ex – casa de mi ciudad, pero mucho más que la casa romana, las dos casas inglesas, las dos casas barcelonesas. Aeroport. [13 de noviembre. Inicio para un relato. Nadie se acuerda de las señoras de la limpieza. Una de ellas limpia el polvo a unos de los cuadros que cuelgan de la pared de mi trabajo: una célula enferma que adquirió forma de corazón. Pero en realidad no le limpia el polvo. Está acariciándolo.] 5 de diciembre Aeropuerto, menú de bocadillo quesobeicon y patatas. Decepcionante.
6 de diciembre Leer en París sobre París, como Saint Ettiene du Mont se contiene a ella misma en sus vidrieras. La vidriera como máxima de Píndaro: Ojalá llegues a ser lo que eres. No, El ojalá es mío. Llega a ser lo que eres. En una pared de París: Les murs vous parlent, ecoutez-les! En muchas paredes, incluso en las aceras: Regardez le ciel. 8 de diciembre Y mientras nosotros comemos pato y lo regamos de postre con un armagnac, la gente muere. Personas que no esperábamos volver a ver nunca, pero cuya presencia se ha hecho insoportable en el momento de la noticia de su desaparición. Y mientras eructamos nos preguntamos si no será que esa ausencia nos hace palpable que nosotros también seremos ausencia en algún momento, y por eso nos duele, y nos preguntamos cómo será eso de saber con certeza que te queda un año, seis meses, cuando hace dos estabas compartiendo un vodka coke. Pero París. 10 de diciembre Siento un frío enorme, ese frío de arrancarme de su lado a las 5 de la mañana, y que camiseta, pantalón, doble calcetín, jersey, forro polar, botas, abrigo, bufanda, gorro, guantes, no logran calmar. No se puede combatir el frío que sale de dentro, pobre silueta inclinada bajo el peso de la mochila, arrastrando la maleta, arrastrando las piernas, arrastrando el picor de ojos. Y la sed, una sed infinita, y el hambre, un hambre absurda, porque aun no es hora de desayunar, un vacío que no se decide sobre si es hambre o protesta. Cruzo el pasillo del aeroport Charles de Gaulle por la cinta mecánica; a los lados, junto a las ventanas, duerme un puñado de personas, que se confunden con viajeros hasta que te das cuenta de los cartones sobre los que duermen y las botellas que acumulan. Y sobre ellos los carteles de un banco que anuncia que el
futuro está lleno de posibilidades. Pena de no tener la cámara en la mano para poder fotografiar la escena. Pero al menos en la libreta escribo que en el pasillo del aeropuerto principal de París se acumulan personas que duermen sobre cartones, mientras un poco más allá otras personas hacen cola para alejarse de sus familias, para acercarse al trabajo. Dentro las sillas son como las del Jardin de Luxembourg; hoy además descubro un piano rojo con una partitura, por si algún pasajero sabe tocar. Los pasajeros se acercan curiosos, pulsan una tecla y se alejan con una sonrisa, pensando tal vez que en un futuro tomarán clases de piano, cuando tengan tiempo. Porque al fin y al cabo, el futuro está lleno de posibilidades. CdAP
Se necesita A decir verdad la literatura no tiene dueño. Ni tan sólo los más hábiles con la palabra pueden situarse a la altura de los grandes héroes de la pluma y el teclado. Si los nuevos refritos que corren en las librerías se asemejan a sus antecesores es por la insistencia de estos a cabalgar a lomos de un libro editado por un enamorado de un arte que cada vez más parece destinado a mentes bloqueadas por los éxitos efímeros. En la actualidad la mayor parte de libros que triunfan son aquellos cuya misión es la de esconderte de las miradas de los que tratan de adivinar el color de tu ropa interior mientras se desplazan en la intrincada red del ferrocarril subterráneo. Cientos de chicas hermosas se esconden bajo las tapas de la auténtica serie B de la literatura, así evitan tener que responder con miradas molestas a los cuatro mirones de turno que se esconden bajo unas gafas de pasta negra. Algunos hombres se dedican a leer la prensa deportiva y les da pereza sumergirse en un mundo que consideran débil y falto de emociones. Su dosis de descarga adrenalínica se reduce a contemplar el repetitivo juego de piernas de un grupo de millonarios depilados que se pasean por la ciudad con deportivos que sólo aparecen en las revistas para hombres que quieren parecer hombres. El joven se siente fascinado por autores que hablan de rebeldía, drogas, sexo y viajes en un estado de semi inconsciencia. Cortázar trata de subir las escaleras de espaldas y las jovencitas de 16 años lanzan vítores mentales en camas de conglomerado de madera mientras persiguen a poetas en Twitter y dan sus primeros besos a aquellos futuros lectores de prensa deportiva. Sólo algunos descubren a las mejores mentes de la historia, que, escondidos en vidas normales, no se sienten atraídos por los que tratan de vender un personaje en lugar de prostituir sus ideas a los editores de subterfugio. La literatura es un compendio de ideas escritas en cientos de páginas amarillentas por el girar de la Tierra, que acumulan polvo en estanterías de roble o debajo de las camas de los adictos a consumir en el FNAC. La enorme cantidad de material publicado debería alimentar hogueras que podrían divisarse desde un satélite ruso orbitando por
la estratosfera. Con esto no quiero decir que se vuelva a la quema de libros, ni mucho menos, tan sólo quiero expresar mi malestar ante la ingente cantidad de material publicado que eclipsa a las grandes mentes que a su manera, tratan de expandir conceptos diferentes e ideas reveladoras capaces de tergiversar la ingesta de mediocridad a la que, algunos, tratan de inculcarnos a base de meternos la cara en un plato de hedionda vulgaridad. Se trata de que vuelva el viejo sabio subido en un caballo de gloria infinita enarbolando un nuevo juego de palabras. Se abusa del argumento y se ningunea la matemática de la prosa y las ideas afiladas. Se resucitan muertos para deleite del yonqui de las teleseries mientras el verdadero artífice de la palabra su muere sudando versos en un ordenador con el disco duro obsoleto. Vivimos en la era del entretenimiento. Los libros quedan a merced de un mercado que trata de vender personajes poco usuales y manuales para paralíticos mentales. Insisto en que el verdadero genio se esconde en la última estantería mientras que la literatura comercial se nutre de cerebros como los zombies de Romero. Y esa no es precisamente, la idea de los primeros monstruos de la palabra escrita. Los descendientes de Shakespeare han tirado la toalla y no tratan de iluminar al público con unas cuantas rimas juguetonas, ahora se habla con el lenguaje rasurado en un mundo donde los buenos y los malos corretean por las calles de una ciudad que se hunde en un pozo de individualismo. Al menos nos quedan aquellos que hablan desde el corazón y juguetean con las palabras con el mismo afán que los impulsa a amar bajo las sábanas conjugando la belleza y la fiereza a partes iguales. Se necesitan magos de la prosa y poetas encadenados a una misión extremadamente arriesgada; la perpetuación de un arte que nació antes que ninguna máquina de excretar codicia encuadernada en tapa dura. RM
Tríptico de la cucaracha 1. La hora de los valientes La cucaracha, además de por fosforescente y bizca, también sobresalía por su destreza. El salto de pértiga, el patinaje sobre hielo, la comba, el tiro al arco, la bandurria… ninguna disciplina se le resistía. Incluso se rumoreaba que era capaz de montar y disparar un revolver en la oscuridad y con los ojos vendados. Es posible, según algunos de sus semejantes, que adquiriera tal habilidad durante los años que compartió piso con una escritora de novela negra. La cucaracha, por cuestiones que no vienen al caso, se instaló en la villa de una familia acomodada. Durante meses el bicho se alimentó de los desperdicios que los habitantes desatendían en el fregadero después de la cena. Pero alguien, con evidente mala leche, introdujo un gato en la vivienda. En una noche sin luna, deslunada, tuvo lugar el encuentro entre ambas fieras. Entonces cuatro patas se transformaron en cuatrocientas y seis en seiscientas. La cucaracha desesperada, seguida de cerca por el gatito, se refugió en un cuarto. Con la respiración a la altura de las antenas aguardó la cucaracha a su oponente mientras con las patitas delanteras sujetaba su revolver. El gato se introdujo con lentitud en la habitación, se aproximó a la cucaracha, la abofeteó, con un golpe de uña se la llevó a la boca. Al día siguiente el minino practicaba su puntería con el revolver cuando…
2. La cucaracha postista [Este cuento se sirve de una anécdota relatada al autor por el mismísimo Antonio Fernández Molina.] Aquellos jóvenes poetas postistas de 1953 salieron de juerga por las tabernas de Madrid una noche de verano. Una vez aposentados en una tasca donde abundaba el humo jalonaron con poemas los dinteles de las jarras de vino; los versos, junto con los vapores etílicos, chillaban embadurnados con retruécanos y cacofonías con afonía. La conversación comenzó con una comezón de consomé. Félix Casanova de Ayala se lanzó tras una mosca que pisaba y se posaba por la casa… Los espectadores involuntarios del encuentro postista observaban a los poetas de reojo y entre dientes, es decir, mordían y miraban al tiempo las efigies saturnales de los jóvenes en danza. De pronto una conversación sobre el postismo teórico se torció hasta encaramarse a la altura de la vida. Alguien dijo: “¿Qué acción demostraría que somos postistas?”. Primero el silencio, luego un mosquito no-muerto, después un bacín estrellado contra el suelo, el goteo gutural del alcohol, un sonajero humano que se arrancó a cantar un chotis, una furcia con un ojo solo y un solo ojo en el reloj de la taberna que despuntaba más allá de las doce de la noche. Ángel Crespo espetó: “Si vaciaran ahora mismo este lugar las huellas formadas por los zapatos en el aserrín del suelo dibujarían una escena similar a la Capilla Sixtina”. Pero aquella perorata no convenció a nadie. Y alguien repitió, de otro modo, la pregunta: “¿Qué podemos calificar de acto postista?” Se oyeron cantos entonados contra la noche y contra la desdicha: “¡Ay Chicharro, Chicharro, Chicharro con tus versos se cocinan callos!” Los jóvenes postistas rumiaron respuestas razonadas al calor de unos lechones que abandonaban el lugar, difuntos aparentemente, bajo el sobaco de un potentado y
laureado poeta. Federico Muelas aseguró, años más tarde, que una de las criaturas le guiñó un ojo. Después por la calle pasó un guardia, un hambriento lugarteniente, una señora en ropa de cama y con una sartén en la mano, un sereno borracho de voces y que se creía San Pedro… Gabino-Alejandro Carriedo aseveró que todo aspirante a postista debería alimentarse, durante varios días, exclusivamente de tinta china diluida en agua. La misma tinta china que carga el diablo. Esa chanza, casi asechanza, sí gustó a los jóvenes poetas y fue celebrada con cánticos y bailes sobre los barriles de vino. Entonces Carriedo se volvió hacia Antonio Fernández Molina y señalando a una cucaracha, que correteaba por un tonel, sugirió: “Si fueras postista…”. Molina no esperó a que su amigo terminara la frase, dio al animalito cobijo en su boca y, tras expeler un crujir de dientes, respondió: “Deliciosa. Repetiría ahora mismo”.
3.-Invertebrado pero decente El joven Demetrius sufría un monumental insomnio y, por las noches, se vestía de momia con las sábanas de su cama. Durante una de sus nocturnas fiebres en blanco el joven visitó la nutritiva biblioteca de sus padres, en pos de alguna lectura que incrustarse entre sus ojos distróficos. Tras unos segundos frente a los libros que relucían en la estantería que cubría la pared alargó Demetrius su mano. La metamorfosis de Kafka. “No parece muy largo, lo leeré de un tirón”, pensó la criaturita. De nuevo en el lecho, el lector, sin apenas darse cuenta, terminó y comenzó la obra. Con su proverbial descuido Demetrius leyó el libro al revés, del fin al principio. Cuando al día siguiente su padre entró en la habitación una pequeña cucaracha ocupaba el lugar del infante. Tras meditarlo brevemente el patriarca se llevó el bicho a la boca, lo masticó, espetó: “¡Qué tiernas son las cucarachas! De haberlo sabido antes no me hubiera alimentado de otra cosa durante toda mi vida”. Por supuesto, nunca jamás volvió a saberse nada del joven Demetrius. Y ustedes, lectores incruentos, pensarán: ¿y por qué era decente el invertebrado? Les confieso que esa pregunta me quita el sueño desde hace años… RH
NO FICCIÓN [¿Sin?] Sentido de la literatura La literatura aparece en los inicios del siglo XXI como un concepto anacrónico. En una civilización gobernada por los recursos audiovisuales proporcionados por las nuevas tecnologías, escribir y leer suponen actividades superadas e innecesarias, y por lo mismo desprestigiadas, para comprender la realidad. Pero ¿realmente ha perdido la literatura su sentido primordial en la era pos industrial? I Para responder a la pregunta de si la literatura carece o no de sentido en la actualidad antes cabe precisar qué es la literatura. La respuesta o, mejor, las respuestas no son baladíes y, a pesar de las variaciones propias de cada época, desde Aristóteles a Sartre han mantenido unos principios básicos inalterables sobre su naturaleza, su poder y su función. Según los académicos de la lengua, literatura es el «arte que emplea como instrumento la palabra» y «suma de conocimientos adquiridos con el estudio de las producciones literarias; y en sentido lato instrucción general en este o en cualquier otro de los distintos ramos del saber humano». De acuerdo con estas acepciones la literatura es un arte cuya herramienta es la lengua, y también una suma de conocimientos de las obras escritas y todo aquel conocimiento que atiende al saber humano en su totalidad. De aquí puede deducirse que, por su naturaleza, la literatura es, parafraseando a T. S. Eliot en sus Notas para la definición de la cultura, «todo aquello que hace que la vida merezca ser vivida» proporcionando conocimiento y al mismo tiempo placer de evasión e implicación, o compromiso, como dirá Jean-Paul Sartre. En otras palabras, la literatura, como fruto del pensamiento y de la experiencia de la escritura, se
manifiesta como un propósito de conocimiento del ser humano y del mundo. Un propósito que se consuma a través del arte de escribir, noción que reúne el impulso creativo trascendente –fantasía, imaginación, conocimiento [percepción objetiva] – y el oficio –experiencia de la escritura-, como requisitos de producción del relato escrito. El vínculo de la voz oficio con la artesanía –arte mecánica, imitativa- dio lugar a partir del Renacimiento a que muchos artistas renegaran de ella con consecuencias a lo largo nefastas para ellos mismos. Este desapego a considerar la dedicación al arte como un oficio dio lugar a que el artista y su arte fuesen considerados extraños al esfuerzo del mundo. La divinización del artista supuso la pérdida de su derecho a ser retribuido como los demás profesionales, artesanos o trabajadores, y al mismo tiempo a ceder parte de su soberanía creativa a las diferentes instancias del poder a cambio de su amparo individual. La historia occidental del arte en general y de la literatura en particular está marcada, sobre todo desde el Renacimiento, por la tensión del artista que se debate entre su compromiso con la obra de arte y sus deudas con el poder político, religioso o ideológico. Por otra parte, la neutralización de los conatos de rebelión que constituyeron los movimientos de vanguardia de finales del siglo XIX y principios del XX propició que los literatos se proletarizaran, condición que enmascaró la bohemia, conformando un grupo social cuya situación, salvo una élite, es hoy semejante a la de un obrero textil del siglo XVIII. En los inicios de la era pos industrial, dicho proceso de proletarización y la producción industrial de libros han generado el empleo masivo de artesanos que han desplazado a los artistas favoreciendo la gorgonización de la literatura. II Hasta aquí, el intento de dar una respuesta a si la literatura tiene o no sentido en la era pos industrial ha servido para revelar la situación social del literato artista y la
engañosa equiparación entre producción literaria artística y producción editorial. Las ideas racionalistas de la Ilustración y los avances científicos y tecnológicos generados por la Revolución Industrial concibieron la idea de progreso como motor de la modernidad. La fuerza de este movimiento arrastró también a la literatura minimizando su utilidad y abocándola a buscar en sí misma los recursos que expresaran la realidad del mundo. Comenzó entonces la individuación en géneros y subgéneros, células estancas dentro de las cuales a su vez derivaban hacia la especialización temática, mientras el personaje se diluía en el relato o quedaba limitado por las reglas del monólogo interior o del punto de vista hasta dar pábulo a la superstición de que la literatura es un arte narcisista y evasivo carente de compromiso social. La ruptura entre el arte y la ciencia se había producido como consecuencia de la desmitologización y cosificación del mundo, sin que los literatos se dieran cuenta del hecho. «El fabricante de literatura se toma por un genio de la organización y sabe hacer con buenas obras de arte chatarra para otras malas», escribirá Theodor W. Adorno1. Los literatos, por ingenuidad o vanidad, no advirtieron que la literatura perdía las prerrogativas que hasta entonces había tenido frente a las ciencias de la naturaleza y de la vida primero y frente a las ciencias sociales después. Una pérdida capital que se proyecta dramáticamente en la marginación de las materias humanísticas de los planes de estudios escolares y universitarios. La novela, género por antonomasia de la burguesía, desde su obra fundacional -El Quijote- se hizo con el dominio artístico para recrear la experiencia del mundo adoptando el realismo como elemento propio de su naturaleza. Ese realismo impregna toda la producción novelística, incluso la de carácter fantástico, pero a medida que la grieta entre literatura y ciencia se ahonda en el siglo XIX, emerge con nitidez la subjetividad del narrador. Esta emergencia hace que el principio de objetividad sea cuestionado, lo que obliga a la novela a radicalizar su realismo y empujada a asumir la ficción del relato y a emanciparse de su objeto encontrándose 1
Adorno, Theodor W. Notas de literatura, Ediciones Ariel, Barcelona, 1962, p. 15, trad. M. Sacristán.
aquí con los límites que le impone el lenguaje. Revelador de esta inquietud es el siguiente párrafo de la carta que Gustave Flaubert, uno de los padres de la novela realista, escribe el 16 de enero de 1852 a Luise Colet: «…Lo que me parece hermoso, lo que yo quisiera hacer, es un libro sobre nada, un libro sin atadura externa, que se sostuviera por sí mismo, por la fuerza interna de su estilo, como el polvo se mantiene en el aire sin que lo sostengan, un libro que casi no tuviera asunto, o al menos que el asunto fuera casi invisible, si esto pudiera ser. Las obras más bellas son las que tienen menos materia. Cuanto más se aproxima la expresión al pensamiento, cuanto más se funde con él la palabra hasta desaparecer, más bello resulta. Creo que el futuro del arte está en estas vías. Lo veo, a medida que crece, eternizándose todo lo que puede, desde los obeliscos egipcios hasta las agujas góticas y desde los poemas de veinte mil versos de los indios hasta los surtidores de Byron; cuando la forma va siendo hábil, se desprende de toda liturgia, de toda regla, de toda medida; abandona la épica por la novela, el verso por la prosa; no tiene ninguna ortodoxia y es libre como cada voluntad que la produce…»1. III Las experiencias literarias de Marcel Proust y James Joyce constituyen una rebelión contra el realismo y, en el caso del segundo, también contra el lenguaje del discurso burgués. Este lenguaje adocenado que exige el sistema para la comprensión de las masas impide la consumación de una escritura que exprese la experiencia vital y existencial del individuo y del mundo. Este lenguaje estandarizado es el vehículo mediante el cual la ciencia y la información han secuestrado la imaginación y cubierto con su falsa transparencia lo esencial de la realidad. De aquí que Dostoyevski, citado por Adorno, llegue a afirmar que «si la novela quiere permanecer fiel a su herencia realista y seguir diciendo cómo son realmente las cosas, tiene que renunciar a un realismo que, al reproducir la fachada, no hace sino ponerse al servicio 1
Flaubert, Gustave, Tres cuentos, Bruguera, Barcelona, 1980, p. 10 [trad. y pról. Consuelo Berges]
del engaño obrado por ésta».1 La literatura entregada al realismo de la superficialidad, que se ejemplifica en la proliferación de novelas de género o crónicas testimoniales, las malas biografías y la poesía de corto vuelo, amorosa o social, reproduce un sucedáneo de la realidad en el que el «como si» redunda en costra metafórica que disimula el engaño. Esta literatura niega al individuo la posibilidad de aprender y comprender el mundo que lo rodea en la medida que no representa fidedignamente la realidad. Siguiendo a Aristóteles, la representación es una tendencia natural del hombre y es a través de ella que aprende y purifica las pasiones para alcanzar la felicidad, tanto en la vida privada como en la pública. Por este motivo, la escritura, entendida como ficción -representación-, constituye una exigencia moral que da forma al fluir de la vida, un modo de ordenar el mundo y restablecer el equilibrio, la justicia, mediante un esfuerzo supremo del espíritu. Ya Prévost en su «Advertencia del autor», en Manon Lescaut, novela emblemática del realismo, decía -citado por Antoine Compagnon2- que «no se puede reflexionar sobre los preceptos de la moral sin asombrarse al verlos a la vez valorados y despreciados; y uno se pregunta la razón de esta extravagancia del corazón humano, que le hace saborear ideas del bien y de la perfección, de las que está muy alejado en la práctica», por este motivo «sólo queda el ejemplo para servir de regla a muchas personas en la práctica de la virtud». De esto cabe deducir que la utilidad de la literatura es representar ese ejemplo, pues «cada hecho que referimos en ella [en la novela] es un rayo de luz, una enseñanza que suple a la experiencia; cada aventura, un modelo a seguir, sólo hay que atenerse a las circunstancias propias. La obra entera es un tratado de moral resumido de una manera agradable». Por lo tanto, el objeto de la literatura no consiste en la descripción pormenorizada de la naturaleza, la ciudad, la sangre, los músculos, etc., o la crónica notarial de ciertos sucesos, sino el espíritu. Refiriéndose a la poesía, Hegel3 afirma que «de todos los materiales del arte, el que 1
Adorno, Theodor W. Íb. p. 47.
2
Compagnon, Antoine, ¿Para qué sirve la literatura?, El Acantilado, Barcelona, 2006, p. 37 [trad. Manuel Arranz].
más conviene al espíritu, el más capaz de expresar sus intereses y todos los movimientos de su vida íntima, es la palabra». A través de ella la poesía es «la encargada de revelar a la conciencia la potencia de la vida espiritual, las pasiones que agitan al alma, los afectos del corazón humano, los pensamientos que se suceden calmosamente en la inteligencia del hombre». Y más adelante insiste en que la poesía, como expresión más sublime de la literatura, «ha sido y es maestra de la humanidad [la cursiva es mía], y su influencia es la más general y extendida. En efecto, enseñar y aprender es saber, tener la experiencia de lo existente». IV El saber prefigura el relato, cuya forma por antonomasia es la del poema lírico, el cual configura «la experiencia humana, empezando por la experiencia del tiempo»1. A través de su trato con el tiempo, la literatura se alza como un valladar contra el oscurantismo y la barbarie, en la medida que contribuye a la justicia y a la armonía en el mundo. La literatura es memoria desde el instante primero de la creación. No es gratuito que las primeras manifestaciones literarias sean los libros sagrados -Biblia, Enuma Elis, Popol Vuh, etc.- y que todos narren la creación del mundo y de sus habitantes. A través de la historia de la literatura occidental recordamos la creación del mundo y a Adán y Eva, cuya expulsión del Paraíso los convierte en protagonistas de un relato que continúa hasta nuestros días. Primero con el conflicto fratricida de Abel y Caín, que hace de éste el héroe civilizador y, con la concurrencia de los mitos griegos, adquiere mil rostros y participa en las más diversas peripecias y aventuras que caracterizan la vida humana. Los conflictos amorosos, las aspiraciones de poder, la nostalgia del errante, los temores a lo desconocido, los sueños y pesadillas que concurren en el alma humana han alimentado la escritura que ha dado forma al mito. 3
Hegel, G.W.F., Poética, Espasa Calpe, Buenos Aires, 1947, p. 31 [trad. Manuel Granell].
1
Compagnon, Antoine, íb. p. 38.
La Ilíada y la Odisea así como las tragedias de Sófocles son piedras fundacionales de la aventura humana en la que abrevará toda la literatura posterior, recreando sus mitos o creando otros nuevos vinculados a cada momento histórico. En el primer caso, la Divina Comedia de Dante evoca el descenso de Odiseo o de Orfeo al Hades, el Ulises de Joyce al retorno de Odiseo a Ítaca, etc. En el segundo, El proceso y El castillo de Kafka fundan el mito de la soledad del hombre en el mundo, cuando descubre que los dioses que antes le servían de soporte existencial o de coartada moral, ya no existen. Pero salvo casos excepcionales como el de Kafka, toda la literatura nace de una matriz original a partir de la cual se relata una historia arquetípica con las variantes que imponen los avances científicos, tecnológicos y políticos de la sociedad y, consecuentemente, también de la lengua. La literatura, en tanto latencia de un presente que fue, lleva implícita la esperanza del futuro y la salvación del ser humano poniéndolo a recaudo de la impunidad que nace del olvido, de ese no-tiempo que permite a todo poder omnipotente el libre ejercicio del horror y de las injusticias. La literatura sirve para matar ese no-tiempo que aliena la vida de los individuos y para restaurar la fuerza del espíritu en el orden del mundo. Impresionados por el horror nazi, Maurice Blanchot y Theodor W. Adorno cuestionaron este poder transformador de la literatura cuando afirmaron que después de Auschwitz ya no era posible escribir un relato o un poema. No sin inocencia, ambos habían caído en la trampa tendida por el poder inhumano que generó la barbarie y, en cierto modo, proclamaron la muerte de la literatura, como más tarde otros sancionarán la muerte de la historia. Frente a este obsesivo propósito de aniquilar la memoria e imponer el reinado de la impunidad surgieron las obras de Elías Canetti, Paul Celan, Samuel Beckett y Primo Levi reivindicando el poder ético de la literatura.
V Sin embargo, el mal no había sido derrotado y, para lograr sus propósitos y al amparo del capitalismo y la cultura de masas, ese poder oscuro adoptó formas más sutiles mientras buena parte de los literatos se enfrascaban en el estéril debate entre los defensores del arte por el arte y los del compromiso social. El arte, la literatura, en tanto gesto ético sólo tiene compromiso con la verdad que surge del conocimiento. Toda interferencia social, política, religiosa o ideológica falsea el relato y debilita la fuerza espiritual que se opone a la cosificación del mundo y contribuye a «salvar la lengua del poder y del servilismo»1. A partir de la década de los años setenta del siglo XX se aceleraron los ataques contra la literatura, a la cual sólo se le concedió el poder de entretener y de considerar la lectura como un simple pasatiempo, cuando no una práctica anacrónica frente a las propuestas lúdicas de las nuevas tecnologías. No haber leído nunca un libro ha pasado a ser motivo de jactancia entre muchos, favorecido por las políticas educativas de corte neoliberal que tienden a eliminar la enseñanza de la literatura de los programas escolares. En 1973, al publicar mi primer libro -El día en que el pueblo reventó de angustiaincluí un epígrafe con una cita de Albert Camus: «Los mitos no tienen vida por sí mismos. Aguardan a que nosotros los encarnemos. Basta que un solo hombre en el mundo responda a su llamada para que nos ofrezcan su savia intacta. Tenemos que preservar este mito y hacer que su sueño no llegue a ser mortal, a fin de que sea posible la resurrección». El mito al cual cabría apelar ahora, como sugiere Ítalo Calvino2, sería el de Perseo y la Medusa, para explicar el proceso de gorgonización que sufre la literatura pos industrial. Como se sabe, las Gorgonas poseían la facultad de transformar en piedra a aquellos que las miraban. Perseo logró cortar la cabeza a Medusa, la Gorgona con la 1
Compagnon, Antoine, íb. p.48.
2
Calvino, Ítalo, Seis propuestas para el próximo milenio, Siruela, 5ª ed. 2002 [trad. A.Bernárdez/C.Palma.
cabellera de serpientes, mirándola a través del reflejo en su escudo de bronce y después la utilizó para petrificar a sus enemigos más poderosos. La industria editorial, mediante una soberbia campaña de desprestigio, ha logrado imponer en el imaginario social -el mercado- la literatura artesana en detrimento de la literatura artística, a la que ha gorgonizado confiriéndole calidad de pesada, compleja e inaccesible para los lectores/consumidores, quienes, supuestamente, marcan el gusto y los contenidos de las obras. Si bien la Medusa ha conseguido arrinconar la literatura creativa en islas dispersas donde resiste con sus propios valores, el resultado de su acción litificadora es la literatura mercantil y el gusto adocenado de sus consumidores, cuyo ejemplo gráfico bien puede ser el monstruo litófago de La historia interminable, de Michael Ende. En una cultura masificada todo lo que se construye y produce está destinado al consumo y la extinción. Nada se hace para perdurar y trascender. La gorgonización se revela así como otra forma de cosificación y alienación del mundo y requiere de la literatura el uso de una lengua sustantiva que clarifique el nombre de las cosas y de todo cuanto atañe a las relaciones entre los individuos. Perseo, que encarna a la literatura, ha de proyectar a través de su bruñido escudo un reflejo nítido sobre la conciencia y la inteligencia de los hombres, para decapitar a la Medusa. Su necesaria representación de la realidad en la que los seres humanos «están desgarrados los unos de los otros y cada cual de sí mismo»1 se concreta a través de una escritura hecha de sustancia que permita que la misma concepción estética sea reflejo del drama del mundo, el conflicto derivado de las relaciones petrificadas. Esta escritura, salvando la costra del «como si» y la interdicción de la Gorgona a relatar algo especial y particular, es la que, en su dimensión trascendente, lleva al lector al corazón mismo de la representación, a la metáfora sin empañamiento, de la realidad de la que ha surgido. Es así como esta literatura de escritura sustantiva, despojada de argumentos y hasta de asunto, como ansiaba Flaubert, pone de 1
Adorno, Theodor W. íb. p. 47.
manifiesto su poder emancipador elevando el pensamiento y el espíritu del lector por encima del paisaje petrificado de la mediocridad y liberándolo del peso que, parafraseando a Milan Kundera, hace insoportable la levedad de su ser. Porque, sin más compromiso que con su propia esencia, esta literatura encarna, gracias a la naturaleza sustantiva de la palabra, el horror y la felicidad, cualidad que la diferencia de la banalidad de una producción mediocre invalidada para dar cuenta fidedigna de la experiencia del individuo de la era neoliberal. He aquí el sentido y la utilidad de la literatura en la era pos industrial. AT
Crónicas de la supervivencia. Dos episodios I Pudo ser en cualquier travesía. Elijamos una al azar: el poeta navega por las costas de la Cochinchina y su barco naufraga. Como nadador experimentado, no sin un esfuerzo demoledor, llega a la orilla. Supongamos que alcanza, al fin, tierras vietnamitas y que, resultado de esa indescriptible fatiga, desfallece y cae sobre la arena. Recuerda cómo ha llegado hasta allí: desembocadura del río Tajo, paso por las Canarias, Cabo Verde, Sierra Leona, Congo, Mozambique, Mombasa. Continua suma de avatares: epidemia de escorbuto, envidias y temores de un jeque mozambiqueño, emboscadas, sucesivas tempestades. El resultado de esa peregrinación está tendido ahora sobre la arena. Un hombre solo, abandonado a su suerte después de haber perdido a la tripulación de su barco, entre la que se encontraba, tal vez, su esposa. Posee un solo ojo. En cierta forma, esa misma carencia le convierte en una mezcla de cíclope y nuevo Homero. Más allá de los paralelismos, es la pura representación del desamparo. Y, sin embargo, sobrevive y logra regresar, tiempo después, a su lugar de origen. Allí morirá, en Lisboa, en junio de 1580. Pero no acaba aquí su periplo. El terremoto de 1755 que azotó la ciudad portuguesa hará desaparecer su sepultura. Las dos tumbas oficiales, la de los Jerónimos y la del Panteón, son sólo eso: dos tumbas oficiales. Supongamos que hay algo más. Volvamos al naufragio y a cómo ha conseguido llegar hasta la orilla. Nada con un solo brazo. El otro sostiene un cúmulo de papeles enrollados. Ha perdido su barco, al resto de compañeros de tripulación. Ha perdido a su esposa. Sin embargo, ha conseguido salvar unas cuantas hojas. Olvidemos la ficción y demos crédito al folklore popular portugués. Ese hombre solo, abandonado, avanza hacia la orilla con una obra futura. Así lo muestra un viejo sello que conmemora el cuarto centenario de su nacimiento. La imagen de un ser humano altivo, fuerte, decidido, de torso imponente y brazo fuerte. A su manera, es el retrato
de un hombre que camina ya sobre el agua. A pesar del oleaje y la tormenta. En la mano derecha no sólo sostiene un cúmulo de papeles desordenados. Sostiene el origen de un país, su pasado mítico, la ficción que toda patria necesita para justificar su existencia a lo largo de los años. La literatura que les permite, al hombre y su comunidad, sobrevivir en el tiempo.
II Pudo ser en cualquier cárcel. Elijamos una al azar: prisión de Pawiak, al lado de la extensa avenida Al Jana Pawła II. Parece una fortaleza subterránea, escondida casi. Flanqueada por un muro en ruinas y vigas de acero. Inicialmente construida por las autoridades rusas del zarismo, entre 1829 y 1835, sirvió como campo de trasferencia para prisioneros destinados a Siberia. Un siglo más tarde, tras la invasión nazi, perteneció a la Gestapo y, bajo su tutela, se convirtió en la cárcel principal del gueto de Varsovia. Se calcula que por allí pasaron en torno a 120.000 prisioneros. Una cuarta parte fue ejecutada y casi la mitad fueron conducidos a campos de concentración. Los archivos de la prisión fueron destruidos. Como los crematorios de Auschwitz II-Birkenau. El pasillo abovedado que conecta las celdas parece no tener fin. Todo lo contrario que las celdas que se suceden a uno y otro lado: cubículos minúsculos donde albergar un par de banquetas, una mesa elevada y un tablón como cama. La prisión es hoy un museo. Por eso han habilitado unas cuantas habitaciones y han instalado en ellas vitrinas con objetos variados. Los vestigios del horror: documentos de identidad, gafas, cartas, dibujos, bisutería improvisada con hilos o cabello. Entre todos esos objetos aparecen algunos poemas. Una escritura clandestina sobre un papel arrugado. Al mismo tiempo, a poco más de 2000 kilómetros, en una cárcel española, otro poeta escribiría la que, a la larga, sería su obra más conocida. En Pawiak, una de las vitrinas guarda un texto de un hombre llamado J. Źelichowski. Diciembre de 1943. Ignoro qué dice el poema, como ignoro qué conduce a un ser humano a escribir mientras es torturado. ¿Cuáles son los motivos que le empujan a buscar algo parecido a un papel y un poco de tinta? ¿Desde dónde saca esa fuerza? Escribe a oscuras, con la convicción o sin ella de que esos versos que maneja cruzarán algún día las paredes de la cárcel. Allí, en la prisión de Pawiak, continúa el poema, iluminado en una de las vitrinas. La historia de la literatura vuelve a ser la crónica de una supervivencia. Tal vez no
haya sido otra cosa desde su origen.
Barcelona, enero de 2013 ACh
La necesidad de existir Un poeta debe ser un hombre libre y mantener su privacidad ante todo, como un elemento indispensable de su creación. Ha de ser independiente y crítico con la cultura oficial, así como con la política dominante y ha de basar su fuerza en un juicio honesto consigo mismo, pero que tenga en cuenta las necesidades de los demás. No ha de ser engreído y sí inconformista. No ha de ser hostil, pero sí auténtico en sus apreciaciones y ha de estar tocado por un fino sentido del humor donde el elemento de la broma sea uno mismo. Ha de aceptar sus miserias y derrotas tanto como los halagos y los posibles éxitos, y ha de aceptarse con humildad y alegría, no mostrándose ni artificial ni interesado. No puede faltar con sus actos a la dignidad que se merece ni al respeto que ha de tener por los demás. Ha de ser fresco si puede, original si sabe, creativo ante todo, inventivo, libre e, incluso, ha de mentirse a sí mismo para reconocer enseguida que se miente. Ha de saber vivir intensamente y de un modo austero, con pocas cosas que le conforten, de la misma manera que ha de sentir intensamente las relaciones con la gente, con los animales y la naturaleza. Ha de admirar el silencio, la bondad y la belleza, incluso en las cosas desagradables ha de comprender la armonía del mundo. Ha de saber hablar, pero antes ha de saber escuchar, tanto lo que se le dice como lo que se habla y lo que él mismo escucha dentro de sí mismo. Ha de saber escribir si lo necesita, expresarse si se lo piden, hablar con un sentido sencillo, profundo, muy sentido y muy libre. Dudar mucho hasta que aprenda a dudar lo justo y nunca desdecirse ni en el amor ni en la guerra ni en el trabajo ni en la fiesta. Descansar si se lo pide el cuerpo, dotar al cuerpo de un vértigo inconcluso que se define como alma. Sentir el alma de todos en las palabras de uno y dejar que vuelen las palabras como sombras libres que al final alcanzan su luz y su plenitud en la de todos. Yo soy uno con el universo y el universo es uno conmigo y la necesidad de existir es mi necesidad y la paz de encontrar un equilibrio es mi sino. El éxito está en intentarlo, me digo. En la magia de reconocerse en los otros. Por eso no pongo límites al conocimiento y soy osado con los sentimientos
mientras vivo el presente que incluye un futuro mejor. Lo mejor está por venir, me digo. Soy mi cuerpo y mi cuerpo soy yo y la fuerza que tengo tiene su razón en mi determinación, pues he de ser humilde tanto como ambicioso si quiero prosperar y conocerme de otro modo. No tengo límites en lo que hago y ha llegado un momento en el que ya no pienso en ello. Y sin embargo, cada vez me siento mejor y, además, mejoro, porque domino ese proceso que he asumido como propio, aunque a veces se me olvide quién soy y no recuerde la importancia de lo que hago.
La realidad paralela La poesía, como el arte, se presenta en un tiempo móvil donde el pasado y el presente reconocen paisajes estáticos ligados al mundo de los sentimientos. La vida y el amor, diacronía poética por excelencia, traspasan la memoria que señala el devenir del ser humano. Pero la poesía analiza las propiedades de la vida y se lanza en un estado de perpetuo movimiento a modificar su estado y a descubrir con palabras sus consecuencias y efectos. El arte por su parte llama a la reflexión mientras la poesía se escuda en el silencio. Poesía y arte, vida y deseo, que hacen vivir a los hombres en el espejo de sus creaciones como una realidad paralela que se funde con el mismo tiempo, con su derrota y su pasado a cuestas, con la esperanza de sentir la vida con nuevos ojos, como un paisaje hermoso que se abre al infinito una vez que pasa el miedo. El viaje hasta encontrarnos en el interior de uno, quizá la experiencia más arrebatadora del hombre ante su condición anónima y trágica. Si la historia te atrapa sin más, la obsesiva relación que tienen sus protagonistas con el arte plasma un mundo paralelo donde pervive esa misma libertad a costa de sus fracasos. En su intención poética, la vida es un pretexto para recordar el pasado porque aunque a veces es preferible olvidar, no podemos hacerlo con tranquilidad, tal como nos recuerda la memoria, la misma historia, la de uno mismo y la de los demás. De la conciencia que nos retrata, de la literatura que recuerda historias paralelas, de las confesiones que nos definen, de la vida que se descubre en el viaje oculto de nuestras conciencias, de la libertad de la conciencia al exterior de los sentimientos, habla la poesía que reflexiona sobre la vida, con el mudo apoyo del arte y del silencio. KM
POESÍA Breve tratado para soterrar el olvido Con la mínima certeza con la que un hombre es capaz de apresar un rabo de nube o un ala de mosca en tiempos de bulas papales, os digo que deseo, de todo corazón, que la poesía sea el altar donde copulen mansas las libélulas, el bosque donde los cascabeles canten como pinzones colgados de las ramas con su hueso de oliva en el estómago, que la palabra sea el muro verde de mi niñez por donde los caracoles treparon como luciérnagas felices con su pie de escarcha, os digo que deseo que la poesía sea el patio blanco de la casa donde el lenguaje salte a la comba, que sea el fuego que acorrale la danza del trompo con su aguijón de pájaro, que sea la maza del cantero que clava sutil su acupuntura en el postigo de la luna para colgar el espantamoscas y el taparrabo de Lucifer o el sombrero pálido del hombre que cuida nuestro jardín y su cáncer, os digo que deseo que la poesía sea el armario del laberinto sin espejos donde los pájaros no cuelguen de las perchas y toda la siembra del mundo importe una semilla de sésamo porque los pensamientos impuros son como algodón dulce -para relamernos del gusto-, os digo
que deseo que la poesía, y os lo digo con la certeza del que hoy carece de ella, sea el rincón de mi frente en el que se deposite -cada noche-, antes de entregar mi cuerpo al descanso, la poca fe en la vida que le quedó a mi padre y el aserrín de los anhelos con que mi madre avivó sus últimos años, y el desasosiego insolente por la ausencia de los míos. Y todo esto os lo digo a vosotros -de corazón y a sabiendas-, para que ningún alfiler de luz caiga en el costurero hondo de las sombras, para que nada, nada que no deba ser olvidado por los hombres, se desmorone como se desmorona el amor bajo un cielo cubierto de arena o la brevedad de una violeta en una pequeña tumba sin nombre. JPW
Metafísica de una individua corriente (y, para más inri, sin empleo y soltera) Habrá que continuar Que seguir respirando Que soportar la luz Y maldecir el sueño Que cocinar sin fe Fornicar sin pasión Masticar con desgano Para siempre sin lágrimas. Idea Vilariño Yo no soy nadie. Hay un corazón irónico y torturado, una cuenta corriente en alarmante descenso, una aspiración a jugar a la supervivencia en días despreciables, a apurar madrugadas de apuntes, lágrimas y tazas calientes -hasta arriba de asqueroso edulcorante-; meses sin derramar versos en cuadernos garabateados -no, no me ha abandonado la poesía: Lo siento, “queridos”, no os consentiré ese triunfo-, porque yo estoy sin estar. Me ubico en un espacio idéntico a la habitación acolchada de un psiquiátrico -esa mancha negra, esa mancha que se nutre de temores,
que crece cuando lloras y enmudece con pastillas-, decorada con fotografías en escala de grises -mi calle, el parque, la oficina del INEM, el supermercadoy reduciendo mi mundo al aroma de las hojas secas -este maldito otoño, esta memoria traicionera que acumula recuerdos: Extraño el levantarme temprano para ganarme el sueldo, extraño el cariño, tu cariño… extraño a la niña que era antes-, a tranquilos paseos con el perro por las aceras, a repartir mi esperanza en papeles con datos académicos y formativos, a las pequeñas labores del hogar y al escritorio desordenado -los libros de poemas, escondidos-, la agenda con recordatorios sobre temarios inacabados -detesto, repudio los pasos hacia atrásy citas rutinarias, obligadas o nostálgicas. Y todo esto es nada. Nada. Porque yo no soy nadie: Soy un número más, soy un trozo de carne más, soy una inútil más. Porque no tiene sentido la batalla con las manos desnudas, porque, por muchas lecciones de moral gratuita que nos chillen, sabemos perfectamente que con la voluntad no basta.
Y, precisamente por eso, no soy nadie ni tengo nada: El precio para escapar del fracaso es despojarte de la dignidad, ése que están dispuestos a pagar algunos por una plaza ficticia en el paraíso de los necios, y no puedo deshacerme de aquello que me levanta de la cama de lunes a domingo y que me encomienda a patear los imprecisos límites de la realidad hasta que mis nudillos se descarnen hasta que mis ovarios rabiosos estallen hasta que mi paciencia agonice en una tumba aunque conozca el final exacto de esta historia. APM
Pretenciosa Damas y caballeros, están a punto de presenciar un espectáculo disgustante molesto, desolador. Están ustedes a punto de ser partícipes de una experiencia límite, no recomendable para personas sanas y de buenas intenciones . Lo que van a presenciar a continuación es una exposición de verdadera y cruda naturaleza humana. Las letras enfermas de la miseria, las fauces abiertas del hambre, el sonido agudo del dolor que se libera, la locura que abre sus piernas a la razón. Aquellos que no pensaban encontrarse con esto, aquellos que solo esperaban más de lo mismo, son invitados en este momento a desistir, y tendrán razón en hacerlo, Es mi intención pronunciar palabras , frases, letras. Es mi intención traer de la oscuridad aquel verbo, bajo las llaves milenarias del tabú, ante ustedes,
para que todo aquel que lo escuche no vuelva a ser el mismo, y cada día nuevo que comience agradezca haber tenido la infeliz idea de leer estas lineas, de poesía o narrativa. todavía están a tiempo de salvar su conciencia, todavía están a tiempo... convoco a San Agustín, a Santo Tomás, a Sócrates, a Platón, a Shakespeare, a Spinoza a Rimbaud, a Heminway, a Miller a Bukowski. a Borges a Baudelaire a Henri Michaux a Blake a Pound. y les digo: No temo a nada, que no haya temido antes. No temo a nada,
puesto que no hay nada que temer. salvo al silencio cómplice, a la cobardía, a la negación de mi misma y de mi oficio de poeta amateur me expongo al juicio de mis pares, de las instituciones, del cielo y del infierno. me expongo y lo digo a los gritos, para que escuche quien tenga que escuchar, de ser necesario. he pagado mis errores y pagaré por los siguientes pero no terminarán por matarme, no lograrán deprimirme, no llegarán a enfermarme, no conseguirán entristecerme. han intentado llevarme a la locura, lo han intentado una y mil veces. han intentado confundirme, una y mil veces. han intentado utilizarme, seducirme, sacarme del paso. han tramado absurdas tramas a mi alrededor, esperando que caiga en la trampa como un corderito, dejándome atrapar por la melancolía
y el desasosiego. han intentado inocular mil venenos en mi sangre me han hablado de absolutos improbables, de causas perdidas y sueños fatales, de historias inventadas de brujas y alquimistas, de sabios y eminencias, de crímenes y pecados. todas esas historias han quedado en el pasado, en el fangoso terreno de lo que fue, y ya nunca será. ha llegado el momento de tomar mi lugar en este concierto de símbolos en desorden, en esta hegemonía de la confusión. y ahora que lo recuerdo, había olvidado presentarme... Mi nombre es Fresia Mandarina y me expreso en nombre del caos.
Ira A los libros malditos... Quemé todos los jardines mientras gritaban un nombre que yo ya conocía. Decapité a todas las flores con mis propias manos y sus llantos no me conmovían, todo lo contrario... Reía al verlas volverse cenizas. El viento agitaba mi melena quizá en complicidad con mis demonios o al menos eso es lo que yo quería creer Una vez más dejé a las nubes sin colores y no me importaba que fuera el gris ahora quien reinara por encima de las ciudades ni que fueran los llantos del cielo quienes ahogaran los cuerpos de quienes pisan la tierra. No me importaban las sombras hambrientas que aullarían en mi búsqueda ni me importaba la cruel maldición que escupiría la luna sobre mis hombros. Yo seguía arrancando colores, devorando flores, metiendo en mis fauces montones de rojos pétalos que gemían de dolor pero no me lastimaban.
Olvidaba sus cantos, perdía sus danzas alrededor del fuego y entre oscuros gruñidos mi mirada se volvía torbellino. Mi voz se perdía con la arena. La carne que alguna vez cubría mis huesos desaparecía... Pero no tenía miedo, yo seguía mordiendo, escarbando y perdiéndolo todo. Dejando en libertad a mis infiernos más íntimos. Soltando las cadenas de mis muertos. Liberando los huracanes y sus tormentas. Todos a los que, alguna vez, oculté en las profundidades de mis locuras, emergían de un solo salto hacia la luz. Volvía a ser el personaje de un cuento terrorífico, sin corazón. Tampoco tenía alma, sin brillos en los ojos. No tenía a quien esperar... Y después de esto a mí nadie me esperaría... Arrastré mis raíces por todo lo alto para luego clavarlas en desiertos imaginarios. Tomé el canto alegre de esas locas flores y lo mezclé con el sudor de mis malditas sombras. Conjuré un veneno mortal
del cual bebí hasta la perdición. Maldije todo lo mío y junto al gris asesino, me perdí entre medio de los libros malditos hasta otro amanecer pintado de mil colores del cuál seguramente con toda crueldad me alimentaría sin compasión. FM
Perdidos Quédate aquí, donde todo es posible. No tengas miedo, aunque todo esté oscuro a veces: lo real es aquí. Porque siempre habrá alguien que vuelva a abrir este libro, y llegue a esta página, y al pronunciarnos, nos encuentre.
Scherezade Acabo de encender una luz en la penumbra casi ciega de mi cuarto, y estoy abriendo ahora, en medio de esta noche que no acaba, un viejo cuento, donde poder so単arte.
El c贸mplice Es tan poco lo que cabe en un poema. Apenas un golpe seco, un cuerpo que cae al suelo con un ruido amortiguado y luego, otra vez el silencio. Ese silencio c贸mplice con el que cierras un libro, como si no hubiera pasado nada. AB
Amor ismo Los pies con exclamación salen a encontrarte, suspiros suspensivos van de tres en tres, sin puntos de referencia, interrogantes hambrientos que, comen miedo estampado, es lunes de punto y coma, y verano sin mayúsculas. Con algo de atrevimiento te escribo un abrazo en minúsculas y negrita, y con letra ligada que tiembla en voz baja, te miro. Destapo mi piel rasgada en antigua tipografía, y entre sueños ortográficos y grabados de sensaciones... los ismos! Te leeré poemas sin pauta, a doble espacio te haré el amor, y te imprimiré el mapa de las letras, para que busques el tesoro. Y de mientras, yo, como siempre en el aire, colgada de la z en cursiva, de la nube feliz, de la lluvia que cae, sobre el mar.
A Jorge Luis Borges: Amante literal Detengo la memoria geométrica que de ti guardo en la nostálgica alcoba. Absorta y sola me encuentro hoy con las manos llenas de recuerdos inventados, de aquel verano de matemáticas imaginarias, de aquella cita gramatical rabiosamente falsa, sólo son parte de un inmenso paisaje plagiado, y en realidad, su recuerdo, me parece, suprema poesía. IS
Escultor Me gusta trabajar poemas Con un cincel darles forma… Con los ojos cerrados imaginarlos Observar su vuelo y sus descoloridos colores Descubrir una transparencia y su olor inundar la habitación con esquirlas de letra rimada pensar en ellos para no pensar en ti. Abrir puertecitas de jaulas sin desván Plantear serias dudas endecasílabas Regar flores asonantes Entre tanto terreno baldío consonante. Confundir paradojas Desarrollar paráfrasis. Caminar entre jitanjáforas, hipérboles y onomatopeyas. Escalar un hipérbaton superlativo
Marearme en aros concéntricos de arte mayor Sucumbir ante encantos alejandrinos Modificar metáforas de papel Arrullar vocablos pendientes de estudio Acariciar símiles, parábolas, alegorías y aliteraciones. Montar a lomos de metonimias salvajes Entre relinchos desbocados Entre retruécanos, tropos y personificaciones Deslizarme por colinas De sinestesias arquetípicas Y dejarme envolver por alas enormes y transparentes. Que dibujo a ambos lados de tu figura Fabricar columpios épicos Con significante y significado Arropado por elipsis a pié quebrado. A modo de comedias, dramas O autos sacramentales Dedicar unos minutos ociosos Simbólicos, románticos, vanguardistas Y paradójicos.
Me gusta trabajar poemas.
Los libros (Parte I) Existe una vieja creencia que dice: “Hasta que no hayamos leído el último libro que poseemos no podremos dejar este mundo”. Quizás sea por eso, tal vez, por lo que compulsivamente no hago otra cosa que acaparar libros. Me rodeo de ellos, los mimo, los apilo, los coloco del derecho y del revés. Los huelo, los releo y rebesuqueo. Pensándolo bien, los libros es lo único que me gusta, bueno, los libros y tu obsceno caminar, aunque tu obsceno caminar cada vez menos.
Los libros (Parte II) Me encontré a Julio Cortázar un atardecer en un bar sencillo, solitario y oscuro. De pié, en la barra, sostenía dos libros. Uno más grande y pesado con versos en castellano. El otro, diminuto, con versos en inglés. Mal forrados en plástico, con arrugas transparentes. Ambos con manchas azules sobre imágenes de pájaros y silencios. Con su permiso ojeé el primero pidiéndole que me recitara su poema preferido lo hizo amablemente, y lo hizo en inglés. Seguido tomé el segundo y diminuto librito solicitando que volviera a recitar, complaciente lo volvió a hacer, ahora lo hizo en castellano. Clavó su mirada oscura y distante en la mía, que incrédula exigía una explicación. Julio Cortázar se encogió de hombros y despacio, muy despacio, se encaminó hacia la puerta de salida
mientras en un idioma ininteligible nos mostraba todos los sue帽os imaginables a la par, que un mill贸n de estrellas, resbalaban azules por su espalda hasta el suelo.
Ella Nos columpiamos en el mundo de las casualidades, y ello determina nuestro futuro. Futuro indeterminado. El tren se me escapó, y con él tu suave mirada de terciopelo. Cuando echamos mano de la técnica se nos vuelve en contra y nos olvida. Así es, amor aunque jamás volvamos a vernos, aunque jamás mi presencia Ensombrezca tus sueños ¿Te acuerdas de ayer, del jardín de la hierba húmeda y del callejón oscuro que te inventé? No hay besos, pero cierro los ojos y la espuma de las olas de tu mar acarician mi recuerdo completando el puzzle de tu sonrisa.
Él Me recuerdas a Henry Miller porque tú me lo presentaste y porque como él has desaparecido de mi vida. Me recuerdas a Henry Miller y a sus mentiras y a sus verdades evidentes, a sus sueños y a sus miserias. Me mostraste a Henry Miller. Me mostraste que con las palabras se juega. Se unen. Se piensa. Se ama. Me mostraste que la vida es vida y que los sueños no parecen lo que son ni las cosas tampoco. JdS
Oración por los poetas realistas Como de la apariencia a la existencia, como de lo vivo a lo pintado, como de la sombra a lo real, tanta diferencia ay del fuego que dizes al que me quema. Fernando de Rojas, La Celestina Oh vosotros, poetas realistas, que conocéis la vida y la última esencia de todo lo real, que nunca probaréis la duda sobre la incertidumbre, ni incertidumbre sobre lo inseguro; vosotros que creéis en los sentidos, decidme cómo son las cosas, libradme de este negro sufrimiento, de atroz perplejidad, proveedme de un orden respirable. VLM
Sin Sin libros muertos para enterrar. Sin piedra filosofal. Sin tradición escrita ni oral. Sin tablillas de barro para fijar. Sin el último poeta por encontrar. Sin honra, sin deshonra, sin amor que odiar. Sin guerra no hay paz. Sin Esquilo y sin borrego para esquilar. Sin Medea, sin troyanas ni marranas.../ Sin techo social. Sin lisas, sin tratas, sin croak. Sin Europa medieval. Sin dibujo, sin pintura, sin ilustrar. Sin un mundo nuevo por experimentar. Sin desengaño, sin mentira, sin soñar. Sin derechos humanos, sin fugacidad. Sin Góngora, sin Quevedo Sin por todo mi pesar. Sin Mariana, sin Marino, sin marinar. Sin remeras en la mar. Sin poder al comparar. Sin física ni metafísica,
sin un pilar. Sin ese maldito bar. Sin capuchinos ni cuentos chinos, sin Tom ni hablar. Sin colectivos, sin moralinos, sin chinchar, vete al carajo con ... Sin “bad”. Sin predominio de la razón frente a la emoción. Sin mística ni religión. Sin rejón en la dación. Sin imaginación. Sin tolerancia, sin relevancia, sin igualar. Sin dar un paso adelante por tu libertad. Sin pelotas ni marmotas, sin adiós a este carnaval. Sin Marlowe, sin mosquitos, sin Moliere. Sin caballeros, sin dulcineas, sin esa mujer. Sin aceite ni vinagre en el cuartel. Sin no sé qué. Sin ejercer, sin proceder, sin algo a qué. Sin ella y sin él. Sin que le den.
Sin cuidados a su piel. Sin acuerdos a través. Sin abrazos para quién. Sin ni un antes ni un después. Sin todo así mejor, mejor así. Sin ni lo venía venir. Sin ti mejor -repito- eso sí, ¿me puedo partir? Sin ellas y sin mí. Sin fue ni fua, sin catalá. Sin saber no existe lugar. Sin tu perfil quizás. Sin todas igual. Sin más. Sin letras para subrayar. Sin vocal para negociar. Sin decir adiós. Sin papillón sin botellón, sin una ansiedad del copón. Sin feas no. Sin nada en la comunión. Sin caldo, sin pasta, sin café, sin ni siquiera un té. Sin pasármelo igual de bien con tu mujer.
Sin colorete córtate, así estás muy bien. Sin mirar a ver las cosas del querer. Sin valer para nacer, total... ¿para qué? Sin amar bien el placer. Sin ti soy la hostia en Santa Fe. Sin tuvo ni pudo, sin perdón. Sin haberle dado nada a cambio a tu razón. Sin volver a región, sin país, sin nación. Sin camino no te comes un arroz. Sin caminante también se hace el amor. Sin calmante, sin amante, sin función. Sin una palabra ni hablar. Sin que te aburra el mandar a cagar. Sin catecismo, sin madre, sin papá Sin concebir al pecar. Sin poderte cabrear, sin nuclear. Sin aguas libres para nadar. Sin verte a solas bajo el mar. Sin res, sin no res. Sin reír con tu mujer. Sin comer ni beber, sin parecer. Sin dudas para lo que contigo tener.
Sin dry, sin martini, sin colocón, -no me hagas reir, dáseloSin ¿dígame? ¿quién compra? ¿le convenció? Sin destrozar el idioma por favor. Sin hablar por hablar al llamar. Sin noticias de Gurb ni de nada chaval. Sin alabanza en lo carnal. Sin ir ni venir de cazar. Sin piel negra que cuidar. Sin tener clara una idiotez, una y no más. Sin colgar una palabra en “la central”. Sin ti hacia mí vacía morirás. Sin tu poco más que decir. Sin resolver sobre mí ni encima de ti. Sin fuerzas para bajar ni subir. Sin marear la perdiz. Sin Julio Iglesias sí, hágaselo. Sin Frank Sinatra no. Sin ti me pongo peor. Sin tu sí quiero a pulmón. Sin ser del todo tal cual. Sin intentarlo jamás lo sabrás. Sin ganas de tanto pasar. Sin pasarela ¿qué harás?
Sin ok, sin I love you, sin thank you. Sin drama sin llanto, sin caliu. Sin dios, sin redios. Sin zoo no somos más que dos, tú y yo. Sin un duro en Nueva York. Sin depresión. Sin cualquier duda, sin autor. Sin banderas que quemar. Sin escaparates que apedrear. Sin política que cepillar. Sin agüita para pescar. Sin clavar por no pagar. Sin una modelo decente para pintar. Sin un por delante ni un por detrás. Sin poder patalear. Sin un par. Sin juegos turbios para poder ganar. Sin poder morir de pie, jamás. Sin lencería que acariciar. Sin, puede ser... quizás. Sin ropa en la catedral. Sin poder versionar tu original. Sin hablar de eso... ni hablar.
Sin Santo Tomás. Sin tiranos ni cyranos en la capital. Sin poderte cabrear. Sin periódico para alucinar. Sin señales de vida, ni siquiera una postal. Sin caravana, sin coche, sin un pedal. Sin llevarte al baile si no es para bailar. Sin amor, sin chocolate, sin porra para mojar. Sin obra que desarrollar. Sin libro, sin verso, sin vocal. Sin una puta biblioteca nacional. Sin revolcón ni pim-pam. Sin follar no ocupas lugar. Sin carnaval, sin adiós carnaval. Sin cagarte en tu padre, ¿dónde vas? Sin no cometerás ni mentiras. Sin ser tú. Sin qué cruz en Santa Cruz. Sin ti, sin guitarra, sin baúl. Sin baño, sin arena, sin “chupa-chups”. Sin ahí te quedas. Sin, contigo no, no hay manera. Sin dame a ver, ¿cuánto llevas? Sin, cómo te quiero compañera.
Sin trampa ni cartón. Sin ¡¡cállate ya!! cabrón. Sin pijamas y al colchón. ¿Sin protección? No, no, no. Sin cortarse ante la afición. Sin hacerlo más y mejor. Sin subidón. Sin sex, sin drugs, sin rock´n´roll. Incluso sin dar una respuesta a esa enigmática duda que supone soportar la invasión de un compromiso que obliga a estar envainado por una piel que envuelve y protege a unas deficiencias ocultas. AB
PINTURA
PINTURA I Carlos Esteban Resano Vasilchik
HERIDA COMO LA NIEBLA POR EL SOL
FUEGO
FOTOG
FOTOG Alfonso
GRAFÍA
GRAFÍA I Brezmes
Aurora MartĂn
FOTOGRAFÍA II VicenÇ Rodríguez Bosch
FOTOGRAFÍA III Agustín Calvo Galán
FOTOGRAFÍA IV S. Tallón
FOTOGRAFÍA V Mónica Ezquerra
ENTREVISTA Jordi Corominas i Julián, por RDF. Hola Jordi, gracias miles por aceptar esta entrevista que se enmarca dentro de la temática La literatura. Estarás como pez en el agua. Es un placer hacerte la entrevista para este número por muchos motivos porque vives la literatura como pocos, y desde varias ópticas, abarcas muchísimo: Poesía, narrativa breve, textos ensayísticos, novela, tu espectáculo loopoético, la difundes desde la radio, reseñas, en fin, que no sé qué vertiente de la literatura no tocas. Además siento que estás ahora mismo en una época de ascenso creativo importante y nos vas dejando cantidad de muestras de tus diferentes facetas por el camino. Hablemos sobre la literatura y sobre tu literatura, que da un toque diferente a lo que habitualmente estamos acostumbrados. Vamos a ello.
ENTREVISTA a Jordi Corominas i Julián Para empezar: ¿Qué es para ti la literatura? La literatura es una asquerosa casa de putas que se pavonean y buscan que sus egos reluzcan. No, eso es una broma que quizá encierre parte de verdad, una verdad nauseabunda que demuestra cómo en un mundo de egos es muy fácil sacar de las entrañas lo peor de la condición humana y mostrar las querencias que todos tenemos, sobre todo en un mundo donde los egos creen que su labor es súper importante, algo absurdo, porque nadie conoce ya a los escritores, son insignificantes, y por desgracia no influyen casi en la sociedad, lo que sin duda debería exigir una profunda reflexión de todo el colectivo. Vale, el mundo ha sufrido un giro de ciento ochenta grados, pero de nada vale lamentarse, alguna culpa tendrá el gremio, estoy más que convencido, por eso en ocasiones me parece todo el tinglado más bien ridículo, especialmente en las redes sociales, en las que también aporto mi granito de arena, así que mira, me
incluyo en el pack, aunque no desde esa dinámica o ultrasensible o de criticar por frustración, que a veces los blogs parecen el Sálvame de la cultura, lamentable, y es una lástima, porque desde la red se puede contribuir a una nueva crítica literaria y a intentar ampliar miras. Se puede y doy fe que hay personas y revistas que lo consiguen. Pero no, eso ha sido un impulso porque acabo de ver una peli sobre Freud y Jung y me ha salido eso, también porque no me gusta lo que rodea a la literatura. En cambio, sí me gustan muchas de sus partículas o habitantes, otras no tanto. En fin, vayamos al grano. La literatura es una droga que se mete en el cuerpo y el porqué de ello no tiene mucha explicación racional, la verdad. Literatura puede ser cualquier cosa, otra cuestión es cómo se plantea o presenta. Volviendo a lo de antes, no a Freud y Jung, hace poco escribí un artículo que entrelíneas hablaba de la banalización en el mundo contemporáneo. Desde luego la literatura no es fachada: debería ser creación, ideas, conceptos, entusiasmo, pasión y un intento heroico de intentar entender lo que nos circunda. ¿Lo es? La gran literatura sí, también la pequeña desde una óptica personal porque hace que las personas luchen por comprenderse. El debate es eterno y nunca podrá dilucidarse con una ecuación precisa. Literatura es vida en un sentido de ir más allá. Llegas a un límite, lo asumes y puedes optar, porque estás en una encrucijada, por quedarte parado y conformarte, aunque prefiero la opción de rebasar lo manido e instalarme en una superficie inédita. ¿Lo consigo? No lo sé, y eso me impulsa a continuar las pesquisas. Aquí ya entraríamos en qué es un literato, y prefiero no entrar en el tema porque sería bastante ácido. Lo que sí puedo decir es que la literatura tiene, como cualquier construcción, una base que es la tradición, útil y necesaria, magma heterogéneo que posibilita una pluralidad en ocasiones escasa porque corremos el riesgo de ser prisioneros de tópicos que suelen abordarse o con demasiada cautela o mediante su aligeramiento, error fatal que conduce al desconocimiento.
¿Por qué escribimos? Yo escribo por necesidad, no sé qué diría otro, en mi caso concreto existe una energía que canalizo a través de las palabras. Los vocablos logran excitarme y relajarme al mismo tiempo. No suelo pensar mucho el motivo de mi dedicación, es como si la llevara incorporada en mi ADN. ¿Cuándo empezaste a escribir? Y, ¿por qué empezaste a escribir? Sería muy bonito decir que escribo desde que tengo uso de razón. Desde siempre he tenido una gran memoria, lo que seguramente ha propiciado la necesidad de exprimir conceptos y relacionarlos para liberar mi cerebro. Que quede claro que estoy respondiendo así sin determinar nada que sea cierto al cien por cien, una entrevista puede ser diferente en función del día que me preguntes. No creo que mañana respondiera lo mismo. Mi primer gran recuerdo de la escritura es una redacción de la escuela. Leíamos los textos en clase e inventé un personaje que se llamaba la marmota martell, una especie de superhéroe infantil. Llevaba un jersey rojo y guardaba cierto parecido con el perro risitas, que era mi dibujo animado favorito. Más tarde recuerdo que gané un premio de narrativa en el instituto, pero por aquel entonces mi pasión era la Historia, quería ser historiador. A los diecinueve años escribí un poemario que aún corre por casa, una obrita que hasta presenté, la ignorancia es muy atrevida, a Edicions 62, quienes de todos modos tuvieron buenas palabras para mis versos. Luego me fui dos años a Roma y escribí un dietario de viaje que sí espero publicar algún día y empecé dos obras de teatro que tenían algo de absurdo aunque sus temas eran muy pretenciosos, algo, creo, propio de una edad donde trabajaba en el Instituto español de Arqueología e Historia de la Ciudad Eterna, lo que conllevaba estar todo el santo día entre mitos y grandes personajes de la Antigüedad. Me enseñaron mucho, quería dedicarme a ellos porque ayudan a comprender la esencia.
En fin, terminé la carrera en marzo de 2002 y me tomé medio año de pausa. Seguí leyendo mucha Historia Antigua y, de repente, me puse a escribir relatos como un poseso. Quizá ese fue el verdadero inicio. ¿Existe eso? Tengo una curiosidad de siempre y sabiendo que tú de Historia sabes un mundo, te quiero preguntar sobre esto. La cuestión es que siento que no es lo mismo escribir desde Barcelona que desde Madrid o desde Berlín o desde un pueblo costero, etc. Siento que la geografía desde donde se escribe, por el clima y todo el entorno, no sé, dan literaturas diferentes, bueno, aquí todo se enlaza porque las personas somos algo diferentes dependiendo dónde estemos, claro, por todo lo cultural porque el entorno nos crea, pero al caso de la literatura, es curioso cómo varía leer un libro del norte de Europa o uno del sur, por ejemplo, y ya no hablemos de sitios bien distantes como de un libro de un escritor de Europa Occidental a uno de un escritor japonés, por decir algo. ¿Por qué varía tanto el pensamiento de una zona a otra y cómo se refleja y cómo influye la literatura en la formación de las sociedades? Creo que el espacio determina nuestra forma de actuar y configura la mentalidad. Me pillas en una etapa muy benjaminiana, algo que seguramente es natural porque la genialidad del filósofo alemán es un manantial de lucidez que puede ayudar a cualquiera, pero vaya, siempre he pensado que no piensa igual un habitante de Barcelona que uno de París o de Roma. Es curioso meditar sobre el tema. París sufrió su reforma urbanística a partir de 1850 y Barcelona derribó sus murallas cinco años más tarde para crear el ensanche, lo que convirtió a la ciudad que nos acoge en un lugar esquizofrénico con una identidad ordenada, suiza, y otra caótica que aún hoy en día respira, aunque con pulso relativamente leve. Por ejemplo, ahora Barcelona está en un proceso de transformación maravilloso que se ve más en su facción subterránea. Esa transformación parte de un cambio demográfico que ha traído a nuestras tierras una variedad de nacionalidades que propicia la riqueza de la diversidad, y no, no soy el alcalde de la ciudad. Hablo en serio. Un fenómeno así
permite que tengamos más brújulas, quizá por eso, también por la crisis, los nacionalismos ahora son así de tozudos, porque no asumen la realidad de un mundo cambiante que debería ir a la integración total, una palabra de todos modos muy peligrosa. Pero volviendo, aunque nunca nos hemos ido del tema, la Historia demuestra que no puedes entender un autor o una obra sin el contexto, multiplicidad de aspectos que abarcan religión, cultura, urbanismo, arte, costumbres, política... Estas facetas terminan por conformar una argamasa sólida y voluble al mismo tiempo. ¿Por qué en el París de 1848 surgió un Baudelaire que no encontramos en la Barcelona de 1855? Posiblemente porque ellos ya habían superado una fase histórica, tenían más clase media e iban en un tren con vagones repletos de excepcionalidad. Lo diferente en Barcelona, al menos hasta que surgió la figura de J.S. Papasseit, se expresaba con coordenadas demasiado románticas que adoptaron ropajes tendientes a perseguir retos de identidad, fuera ésta rural o urbana. Aquí he pensado en Víctor Català y Narcís Oller. Lo que hacían era lícito porque era un fiel reflejo de su sociedad, si bien su paso iba más lento que el francés o el londinense. ¿Por qué escribe Dickens sobre lo que escribe? Piensa en el Londres del Ochocientos. Luego hay mentes que vuelan más allá. Las que residían en Barcelona, por una lógica burguesa de formación y voluntad de europeizarse, agradecían la educación y luego emigraban. El paradigma es Picasso, que de todos modos no deja de ser, y perdóname si divago así, un caso concreto porque otros como Casas o Miró si volvieron al nido. Otro dueto interesante en esta cuestión es el de Wagner y Verdi. Nada más alemán, nada más mediterráneo. Darían para ocho ensayos, pero esto es una entrevista, no una lección de Historia de la cultura europea, que siempre me fascina más y más, sobre todo el tramo que media del último Setecientos hasta la Primera Guerra Mundial. Lo mismo pero en el tiempo, no es lo mismo escribir desde este año en que estamos que hace mil años, evidentemente. Lo curioso es que la literatura deja ver el tiempo del escritor pero a su vez la literatura crea el entorno en el que el propio escritor escribe, se mete en nuestro imaginario y nos hace ser o no ser de
tal cual manera. Literatura y pensamiento. Cuéntanos un poco más sobre ello pero desde la óptica del tiempo... Seré tramposo con esta pregunta y la enlazaré con la anterior. ¿Qué pasó en Europa Central para que se perdiera la excelencia cultural que suponía el Imperio Austrohúngaro? Lo mediático privilegia París, pero debería prestarse más atención a la Viena del siglo XIX y principios del XX. ¿Por qué? ¡Acogía a un crisol de nacionalidades excepcional en muchos campos de la creación! La suma de las partes genera la totalidad y el espíritu de su tiempo. Citemos algunos nombres para demostrarlo: Freud, Mahler, Klimt, Loos, Strauss, Wittgenstein, Schnitzler, Zweig, Roth y un largo etcétera al que podríamos añadir, entre otros, a Kafka e Italo Svevo, que desde Praga y Trieste participaban de esta cultura en alemán. El imperio propicio un gran alud creativo desde la maldita neurosis de una sociedad marcada por el padre, simbolizado en el eterno Francisco José II y su reinado de 68 años de duración, que, sin embargo, tenía una libertad total. Stefan Zweig en El mundo de ayer habla de que en esa época viajaba por Europa sin pasaporte. Al terminar la Primera Guerra Mundial el crisol se dividió en muchos países que adoptaron medidas económicas proteccionistas, limitando los intercambios culturales, fragmentando la diversidad al encerrarla en limes concretos. Más tarde, con el Holocausto y los desplazamientos posteriores a la Segunda Guerra Mundial ese universo se hizo añicos. Erosión del tiempo y la acción de los hombres. La pregunta asimismo me sirve para entender mejor que parte de mi proceso no puede entenderse sin esta mezcla. La literatura no debe ser sólo literatura, un creador debe tener referencias que traspasen su ámbito y dejarse empapar por otras disciplinas, de otro modo puede que su camino sea monótono, lineal y demasiado determinado por cuatro puntos cardinales. Las brújulas, volvamos a ellas, deben tener más direcciones, los ángulos y el tiempo son nuestras invenciones, así que podemos ampliarlas si así nos conviene.
Por tocar los huevos un rato, ¿qué es la poesía? No lo sé, poesía también es todo. Volvemos otra vez al principio de la charla. En mi opinión la poesía es un arte que envejece muy mal porque la mayoría de los que lo practican se empecinan en repetir fórmulas, y con ello no digo que tengamos que pixelar versos o sacarnos de la manga cuatro chorradas. Me refiero a que sus coordenadas de solemnidad siguen alejándola del público, lo que produce que un mundo minoritario siga siéndolo por los siglos de los siglos amén. Si todo es poesía debería ser posible darlo a entender a un colectivo más amplio. Me cansan los temas de siempre, me aburren soberanamente, y me desespera ver que se perpetúan. Después de dos mil años de poemas de amor, por poner un ejemplo claro y meridiano, ya no me emociona ninguna composición que hable de ello en la actualidad. En ocasiones la gente dice que mi poesía es rompedora. No lo creo, pues al fin y al cabo cojo elementos que están ahí y los uso en función de lo que mi mente genera desde una estructura y una serie de ideas. La poesía es un maná inagotable que no se exprime como deberíamos. Esa sería una posible definición, e insisto en lo de una. ¿Conocemos todos los lugares del mundo aptos para perforar petróleo? Estás escribiendo muchísimo y consigues registros variadísimos, no es lo mismo leerte un artículo que una novela que un poemario. Casi parecieran autores diferentes. Por ejemplo el tono de tu novela José García es increíble, casi no tiene que ver con tus poesías o tus disertaciones, hay un salto ahí que quien te lea con frecuencia notará, ¿es algo consciente? Es decir, como si te dijeras: “Estoy escribiendo una novela y voy por otro lado, y ahora una poesía y cambio el chip” No sé, coméntanos sobre tu proceso de escritura. No es consciente porque no pienso en ello. Sí es cierto que no me gusta repetirme, y te puedo asegurar que lo hago, algo bien normal porque cualquier creador tiene intereses concretos, tanto temáticos como formales. Sin embargo no percibo que
exista una voluntad de cambiar registro. Si algún animal leyera todo lo que he escrito detectaría muchas coincidencias repartidas en prosa, poesía y ensayo, seguro. Existe una determinación de aceptar que cuando alcanzo un límite no puedo seguir con él, debo ir más allá, de otro modo me aburro como una ostra, no soy una máquina taylorista. Loopoesía... es un espectáculo totalmente diferente. Casi underground por colgarlo de una etiqueta. Sé que no sientes que sea caótico porque tú lo planificas y todo está encajado, pero la recepción es como si a uno le dispararan mil veces y no supiera por dónde. Hay de todo, poesía, música, arte escénica, carisma a más no poder, historias, anécdotas, no sé, ¿cómo demonios se te ocurrió esto? Loopoesía nació porque escribí una suite poética que se titulé Las nocheviejas del patriarca. Me interesó musicalizarla y hablé con Neill Higgins para que lo hiciera. Me pareció un coñazo integral presentar el proyecto así a pelo, música y versos, por lo que opté por doblar la apuesta y añadir audiovisuales, escenografía e interpretación en el escenario, algo fantástico, porque descubrí que soy adicto a las tablas y al micro, algo que me pone a mil, me transforma y quizá exprese como nada el verdadero Jordi. Luego, ya son cuatro años y muchos experimentos, el proyecto creció solo, pasó del delirio de 2009 y 2010 a un punto de inflexión en la época de la bailarina Laura Fillola, cuando me di cuenta, y es justo mencionar que ella fue parte importante del proceso, que debía tomar las riendas, estructurar mejor las partes para transmitir lo que quería al público y así poder soltarme más, porque si algo está bien montado, con pautas milimétricas, confiere una libertad letal en sentido positivo. Ahora mismo estoy montando el show de 2013 y creo que estoy culminando otra fase del proyecto. Si el futuro me sonríe me gustaría que un día Loopoesía se desarrollara sin mi persona en el escenario.
Cuando entrevisto a gente que se desenvuelve en varios campos siempre le pregunto lo mismo, creo que es una manera de definirse y de pensarse a uno mismo, ¿dónde te sientes más cómodo de todo lo que haces? Siempre digo que me resulta más fácil escribir poesía que narrativa, aunque eso es falso, porque también me encanta la prosa. Me parece, aunque parezca increíble, más exigente y es un campo en el que me gustaría profundizar más, sobre todo en intentar dar a la novela otro aire que quizá beba del ensayo. Tengo en mi cabeza la idea de una obra teórica que seguramente termine fundiéndose con un texto de ficción. Respondiendo, ahora sí, a la pregunta, creo que donde me siento más cómodo es con los versos y Loopoesía, porque son muchos hijos en uno y los expongo con energía y con el objetivo de acercar lo poético a un público más amplio. La radio... ¿cómo la vives? Es otro registro tuyo y claro, también diferente. ¿Cómo surgió y qué quieres o puedes ofrecer desde este ámbito? Y anécdotas, por favor, de tus mejores momentos o de lo que quieras. La radio es un bien casi divino. Llegué a ella después de idear Matar en Barcelona. La Antología la coordiné con Ana S. Pareja, editora de Alpha Decay, pero la idea era mía, salió de una columna de Bcn Week donde quise dar un enfoque diferente a la crónica negra. La idea interesó a Toni Martínez, antiguo director de las noticias del Guiñol, y un buen día me contactó la cadena SER para que llevara una sección semanal de crímenes barceloneses. Duró un año y no se alargó porque en septiembre de 2010 la crisis ya les afectaba y largaron a los colaboradores. Al cabo de un día, desesperado, me volvió a sonreír la fortuna y Radio Nacional, concretamente Radio 4, me contrató para llevar una sección cultural en el Laberint de Rosa Gil, con la que colaboro desde entonces y espero que siga siendo así durante muchos años. Obviamente me gustaría crecer y tener mi programa, no sé si de entrevistas o de cultura desde una vertiente pedagógica, aunque también creo que me encantaría llevar un programa surrealista, lo pensé para Loopoesía, una emisión radiofónica que
fuera una locura pura y dura que ahora puede verse sólo en parte en mis colaboraciones de Todos somos sospechosos de Radio 3 junto a Laura González. ¿Cómo fueron tus inicios en el mundo de las letras? No tanto cómo empezaste a escribir que ya está dicho, sino cómo te metes de lleno en las publicaciones, la radio, los espectáculos, los eventos. Cuenta. Me meto de lleno porque no sé estar quieto y me gusta probar todo lo que me ofrece mi campo profesional, y ya lo hemos comentado, el límite lo pone cada uno. Me metí de lleno de una manera muy progresiva que ahora puede sorprender. Cuando tenía veintipocos no existían redes sociales ni los mecanismos actuales, no podía sacarme fotos, aunque eso tampoco hubiese dado resultado. Escribí dos novelas en catalán, las publicó una modesta editorial de Girona y así empecé. Luego, por eso siempre digo que la paciencia es una virtud que todo el mundo debería privilegiar mucho más, llegó un estallido con Matar en Barcelona y Paseos Simultáneos, un poemario que para mi supuso un antes y un después porque desterré una forma de entender la totalidad y me adentré en otra senda. Quiso el destino, que al fin y al cabo suele ser fruto del trabajo, que esas dos publicaciones se juntaran con el inicio más serio de una labor crítica y un afán fuerte de volcarme en la literatura, pero oye, yo hago mil cosas sí, lo que no significa que viva de ello, pues lo que me da mi mayor estipendio son clases en centros culturales. Piano piano si va lontano. Y por supuesto y creo que ya será la última vez que lo pregunto: ¿Qué es para ti lo maldito? Ahora lo maldito es una pose, antes era un desafío, sigue siéndolo, sólo que la masificación impide detectarlo. Digo tonterías. Piensa en Rimbaud. Lo descubrieron mientras estaba en África y había dejado de escribir desde hacía más de un decenio. Ahora el malditismo es un producto de marketing que no me creo. Para valorar la obra de un creador, para descubrirla en su esencia debe pasar tiempo. De aquí diez
años si quieres volvemos a montar una entrevista y verás como de la pléyade de nombres actuales queda menos que nada. Se piensa demasiado en modo McDonald’s y muy poco desde la voluntad de edificar con conciencia. Es bestia decirlo, pero al estar en una época de cambio, que me recuerda a lo que ocurrió en Europa a principios del siglo XX, puede que en un lapso muy breve de tiempo el terremoto sea tan grande que debamos replantearnos nuestra escala de valores de pe a pa. Entonces será el momento de responder bien a esta última pregunta, no antes.
COLABORADORES Cecilia Quílez Lucas, Algeciras (Cádiz). Tiene publicados cuatro libros de poemas: La posada del dragón (Ed. Huerga & Fierro) Un mal ácido (Ed. Torremozas), El cuarto día (Ed. Calambur) y Vísteme de largo (Ed. Calambur). Ha colaborado en programas de radio y coordinado y dirigido exposiciones de pintura y escultura los catálogos de éstas. Tiene relatos y artículos publicados en diversas revistas y publicaciones. También ha participado como ponente en diferentes jornadas sobre literatura y realizado recitales y conferencias nacionales e internacionales, programas de televisión y radio. Ha sido incluida en recopilaciones junto a otros poetas: “Entre el clavel y la rosa” (Ed. Espasa Calpe), “Madrid Capital” (Ed. Sial), “Madrid: una ciudad muchas voces“ (Ed.Arteidea),“Fuga de la Nada“ (Bohodón Ediciones), “El río de los amigos” (Ed. Calambur), “Poetas a orillas de Machado“ (Abada Editores, 2.010), “Mujeres en su tinta“ (Ed. Atemporia & UNAM) y “Por donde pasa la poesía” (Ed. Baile del Sol). Coordina y dirige varios recitales de poesía (“A-Puesta en Blanco”, “Cruce de caminos”, etc.). Algunos de sus poemas han sido traducidos al inglés, italiano, portugués, árabe y holandés. Actualmente colabora con algunos proyectos sobre redes y con la Asociación Poética Caudal. Su blog personal es http://ceciquilez.blogspot.com/
Iván Humanes (Barcelona, 1976). Licenciado en Derecho por la Universidad de Barcelona. En el 2005 publicó el libro "La memoria del laberinto" (Biblioteca CyH), en 2006 el ensayo "Malditos. La biblioteca olvidada" (Grafein Ed.) y en 2007 en la obra "101 coños" (Grafein Ed.). Prepara la publicación de su libro de relatos "Los caníbales" con la editorial Libros del Innombrable y la publicación de la novela "La emboscada" con la editorial coruñesa InÉditor. Web del autor: http://ivanhumanes.blogspot.com
Carmen de Agustín Pavón (València, 1980) es Licenciada en Biología y Doctora en Neurociencias por la Universitat de València, falso cerebro en fuga en Cambridge durante un par de años y rescatada ahora para la causa de la investigación española en Barcelona. Es una escritora frustrada, que ganó un par de concursos de literatura en el instituto y cuando creció decidió suplir su falta de talento literario con la publicación de artículos científicos (el más famoso, pero no el mejor, lleva por título Sex versus sweet: opposite effects of opioid drugs on the reward of sucrose and sexual pheromones, del que se hicieron eco importantes diarios como el Qué, el 20minutos y el Faro de Vigo y otros medios, como la Ser y Radio Caracol Miami) y un blog en el que vierte sus pataletas unas cuatro veces al mes (http://www.carmenalaromana.blogspot.com). El 31 de marzo del 2011, suyo fue el relato del día en el concurso de relatos cortos de Transports Metropolitans de Barcelona, y para de contar.
Ricard Millàs es blogger, diseñador gráfico, escritor y poeta. Ha trabajado en diversas producciones de animación como la película ‘Chico y Rita’, ‘Nocturna’ o ‘Las tres Mellizas’ entre otros. Escribe para la red de blogs de Yahoo, la revista Vulture, el periódico Yamelosé!, Undrebrain Magazine, Periódico Irreverentes y El Librepensador entre otras plataformas en la red. Ha trabajado como Community Manager para la Editorial Versos y Reversos y ha sido miembro del grupo contracultural ‘Proyectos Multimierda’, formado por artistas de diferentes ámbitos artísticos. Actualmente está escribiendo su primera novela-blog; ‘La carne no está en venta’ y ha publicado el poemario ‘La sombra del felino’.
Raúl Herrero: escritor, pintor, editor (Zaragoza, 1973). Ha publicado más de diez libros de poesía, entre ellos: Los puntos cardinales –cuatro poemarios– (1996), la antología El mayor evento (2000) con prólogo de Luce Moreau-Arrabal y dibujos de María Luisa Madrilley, El faro de Sigfrido –en colaboración con Alicia Silvestre- (2003), Officium Defunctorum (1ª edic. Las patitas de la sombra, Madrid, 2005), reeditado en bilingüe, traducido al francés por Paola Masseau, con prólogo a la edición del catedrático Francisco Torres Monreal (2ª edic., Colección Isla remota de Poesía, editorial logos, sl, Alicante, 2010, bajo el título Tiniebla original y junto al libro Origen de los meridianos del poeta canadiense Paul Bélanger), Los trenes salvajes (1ª edic. 2009; 2ª edic. 2010) con prólogo de Antonio Fernández Molina y dibujos de Isabel Molina Echeverría y Te mataré mientras vivas y otros poemas (En prensa). Además ha publicado el libro de relatos Así se cuece a un hombre (2001) con dibujos de Fernando S.M. Félez y prólogo de María Paz Moreno o el ensayo-dietario El Éxtasis (2002) con prólogo de Viveca Tallgren. Publicó en cuadernillos el poemario Ciclo del 9 (2000-2006): Las palmeras de Verona, Sinfonieta Björk, Libro de canciones de Ángela, Notas rumanas y Punto de no retorno. Como antólogo ha realizado Antología de poesía postista (1998), Cuentos de Navidad (1998), Cuentos insólitos de la literatura española (2001), Diccionario Pánico de Fernando Arrabal (2007), Orfeo errante (2008, antología poética de Antonio Fernández Molina), La luz escondida (Una poética de los ángeles), (2010, en colaboración con José Antonio Conde), Arrabal 80 (antología de textos sobre la obra y figura de Fernando Arrabal con motivo de su 80 cumpleaños), etc. También ha prologado obras de Fernando Arrabal, Josep Soler, José María de Montells, Mariano Esquillor, Antonio Fernández Molina, etc. Se ha traducido su obra al inglés, italiano, danés, francés, islandés y búlgaro. Muestra su obra plástica en exposiciones colectivas e individuales. Ha dirigido su primer documental: El boxeador Perico Fernádez, (2011-12). Fue director y fundador de la colección de poesía El último Parnaso. Fue secretario de redacción de la revista de creación y pensamiento “Almunia”, dirigida por Antonio Fernández Molina y Alejandro J. Ratia, así como fundador y miembro del consejo de redacción de la revista “El pelo de la rana”. En la actualidad forma parte del consejo de redacción de la revista “El perro blanco”. Ha publicado artículos en revistas y diversos medios como Generación.net, Suplemento de Artes y letras de Heraldo de Aragón, Barcarola, Turia, Symbolos (versión telemática), etc. También ha publicado en diversos medios artículos relacionados con el arte como la pintura de Antonio Fernández Molina, Antonio Beneyto, la pintura postista, la pintura del movimiento pánico y, en concreto, de Fernando S.M. Félez, entre otros… Como autor dramático ha publicado El hombre elefante [declarada de Interés en la lucha contra la Discriminacion, el Racismo y la Xenofobia, por el INADI (Instituto Nacional contra la Discriminación, el Racismo y la Xenofobia que depende del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Presidencia de la Nación en Argentina), pieza estrenada en Buenos Aires (Argentina) el 8 de mayo de 2010 en el teatro IFT por la compañía teatral de Marcelo Roitman], El indómito y extraño caso de Gregoria (2007), La matanza de los inocentes (en la revista Criaturas Saturnianas nº 8, 1º semestre 2008), Cervantes de perfil o la venta de los milagros (2012) y El despachito (2012).
Antonio Tello (Villa Dolores, Córdoba, 3 de agosto de 1945). Poeta y narrador argentino. Cuentos: El día en que el pueblo reventó de angustia, Macció Hnos, 1973. El interior de la noche, Tusquets, 1989. El mal de Q., cuentos reunidos 1968-2009, Candaya, 2009. Novelas: De cómo llegó la nieve, Tusquets, 1987. El hijo del arquitecto, Anaya & Mario Muchnik, 1992. Los días de la eternidad, Muchnik Editores, 1997. Poesía: Sílabas de arena, Candaya, 2004. Naturaleza viva, Alla pasticceria del pesce, Milán, 2006. Conjeturas sobre el tiempo, el amor y otras apariencias, Cartografías, 2009. Nadadores de altura, Cartografías, 2011. Antologías: Erato bajo la piel del deseo, poesía erótica, Sial/Contrapunto, 2010. Transatlánticos. Cincuenta argentinos poetas de/en Barcelona, Consulado Gral. de la Rep.Argentina,2011 Ensayos: 10 Narradores cubanos, Bruguera,1977. El Quijote a través del espejo, Mondadori, 1989, Ronsel, 2005. Gran diccionario de voces eróticas de España e Hispanoamérica, Temas de Hoy, 1992. Extraños en el paraíso, Flor del Viento, 1997. Breve historia de Argentina, claves de una impotencia, Sílex, 2007. Atlas de política, Parramón, 2007. Biografías: Elvis, la rebelión domesticada, Bruguera, 1977. Escrita con Gonzalo Otero Pizarro. Valentino, la seducción manipulada, Bruguera, 1978. Escrita con Gonzalo Otero Pizarro. Todo Picasso, El Mundo, 2001. Escrita con Jean-Pierre Palacio. Leonardo, Sol 90, 2006. Miguel Ángel, Sol 90, 2006. Caravaggio, Sol 90, 2006. Degas, Sol 90, 2007. Literatura infantil: Skaters a toda pastilla, Plaza & Janés, 1990. Ángeles y dragones, Plaza & Janés 1991. Payasos y tiburones, Plaza & Janés, 1991. A ritmo de rock'n «ronc», Plaza & Janés, 1991. Me llamo Leonardo, Parramón,2004. Me llamo Miguel de Cervantes, Parramón, 2005. El gran libro de los magos, Parramón, 2007. El gran libro del misterio, Parramón, 2008. El gran libro de las brujas, Parramón, 2009. Yo, Einstein, Parramón, 2009.
Fotografía del autor: Víctor Outomoro.
Álex Chico (Plasencia, 1980). Licenciado en filología hispánica por la Universidad de Salamanca, obtuvo el Diploma de Estudios Avanzados de literatura en la Universidad de Granada. Actualmente prepara una tesis sobre la obra de José Antonio Gabriel y Galán para la Universidad de Barcelona. Es profesor de lengua y literatura en un instituto de El Prat (Barcelona). Ha publicado el poemario La tristeza del eco (Editora Regional de Extremadura, Mérida, 2008), y las plaquettes Escritura (en la colección 3x3, Editora Regional de Extremadura, Mérida, 2010), Nuevo alzado de la ruina (Vebo Blues Ediciones, Salamanca, 2005) y Las esquinas del mar (Vitolas del Anaïs, Granada, 2004). Ha ejercido la crítica literaria en diversos medios (Ínsula, Trazos, Imprescindibles de RTVE, Falsirena, Calidoscopio, Revista de Letras, La prensa de Zamora, El Adelanto, entre otros) y publicado sus poemas en diferentes revistas y editoriales (Papers de Versàlia, Barcelona Review, Paralelo Sur, Letra Clara, Contra Tiempo, Papel Salmón, La plaza humana, Nadadora). Fue antologado en el libro Poesía en La Tertulia, Vitola de vitolas (Cuadernos del Vigía, Granada, 2003), en Brindis 00 (Homenaje a Javier Egea) y en el catálogo de la exposición Paisatges estranyats (Universitat de Barcelona, abril de 2010). Codirige, junto con Sergio Sastre, la Revista de Humanidades Kafka, así como la programación literaria de La Cigale de Barcelona. Su blog es: http://www.iselca.blogspot.com/
Kepa Murua es uno de los grandes poetas en lengua castellana de las últimas décadas. Desde aquel lejano, Abstemio de honores, publicado en 1990, hasta sus más recientes lanzamientos, el monumental Poesía sola, pura premonición, de 2010, y El gato negro del amor, de 2011, el poeta guipuzcoano ha firmado casi veinte libros, prácticamente todos durante la década pasada. A lo largo de esta fructífera etapa, la escritura al límite y sin concesiones, la apuesta por la modernidad de Kepa Murua, nos ha regalado títulos como Siempre conté diez y nunca apareciste (1999), Cavando la tierra con tus sueños (2000), Un lugar por nosotros (2000), Cardiolemas (2002), La poesía y tú (2003) o Las manos en alto (2004). Una escritura más tierna y reflexiva, pero no menos moderna, llegó en 2008 con No es nada, que demostraba la búsqueda constante y la libertad absoluta de este autor que algunos tildan de inclasificable. No debemos olvidar, en esta apretada presentación, su aplaudida incursión en el ensayo o las excelentes obras en colaboración con fotógrafos, músicos y pintores. Kepa Murua nació en 1962 y reside desde hace muchos años en Vitoria.
Javier Pérez Walias (Plasencia, 1960), es licenciado en Filología Hispánica –especialidad de Literatura– por la Universidad de Extremadura y profesor de Educación Secundaria. Dirigió junto a José Manuel Fuentes, entre los años 2005 y 2009, la colección de poesía «Cuadernos del Boreal». Ha colaborado en revistas especializadas de literatura y en ediciones y catálogos con pintores y artistas plásticos como Rafael Carralero, Javier Roz o Nacho Lobato. Pérez Walias ha publicado los siguientes libros de poemas: Ceremonias del barro (Málaga, Ángel Caffarena, 1988), Impresiones y vértigos de invierno (Vélez-Málaga, Ayuntamiento, 1989, XVII Premio de Poesía «Ciudad de Vélez-Málaga»), A este lado oscuro del cauce (Málaga, Universidad, 1992), Cazador de lunas (Málaga, F. González, 1998), Versos para Olimpia (Málaga, Ediciones Imperdonables, 2003), Antología Poética (1988-2003) (Mérida, ERE, 2004), Los días imposibles (Tres figuraciones) (Calambur Poesía, Madrid, 2005), Cazador de lunas (Seis aguafuertes de Juan Carlos Mestre con ocasión de Cazador de lunas de Javier Pérez Walias), (Málaga, 2007), Largueza del instante («Colección Provincia», León, 2009, Premio de la XVII Bienal de Poesía «Provincia de León», 2008), Largueza del instante (Un libro escrito por Javier Pérez Walias con pinturas de Javier Alcaíns) (Javier Martín Santos Editor, Cáceres, 2010) y Arrojar piedras (La Isla de Siltolá, Colección “Vela de Gavia”, Sevilla, 2011).
Ana Patricia Moya (Córdoba, 1982) Estudió Relaciones Laborales y es Licenciada en Humanidades. Ha desempeñado distintos trabajos: gestora documental, profesora, arqueóloga, joyera, correctora, bibliotecaria, etc. Actualmente, sobrevive como puede estudia y trabaja en lo que salga - y es editora \ directora \ coordinadora de Editorial Independiente Groenlandia. Autora de “Bocaditos de realidad” (poemas, reedición, 2012) y “Cuentos de la carne” (relatos). Sus poemas y relatos aparecen en distintas publicaciones digitales e impresas, de España e Hispanoamérica, así como en blogs y páginas Web. Ha sido traducida a seis idiomas. Ermitaña, misántropa, huraña: un personaje entrañable.
Nerina Tomaghelli, Fresia Mandarina por adopción. Nací en ciudad de La Plata Argentina, donde resido actualmente, un 12 de septiembre de 1969, meses después de la supuesta llegada a la luna. Estudié en un colegio tradicional de mi ciudad y luego ingresé a la carrera de Filosofía de la Universidad de La Plata dejando incompletos mis estudios superiores. Me inicié en la escritura en la adolescencia como forma de expresar todo aquello que se hacía difícil hablar... Hoy después de muchos años sigo escribiendo motivada por todo lo que me inspira... así como en aquellos años juveniles, a veces escribo para desahogar mi cabeza, mi corazón y mi cuerpo. Ejercicio muy recomendable para aquéllos que quieran intentarlo.
Alfonso Brezmes sitúa su obra artística muy cerca de los territorios de ficción y del juego implícito: le gusta inventar fábulas que solo deja apuntadas, sin desvelar el final. Emplea el collage y la fotografía como herramientas para darle la vuelta a las cosas y volver a coser el mundo. Ha expuesto en varios países de Europa, y muchas revistas de arte han publicado sus trabajos, que pueden verse en su web: www.alfonsobrezmes.es. Como poeta ha publicado el poemario "Postales desde el futuro" en la colección Antes Morir de La Imprenta, y en 2013 publicará su próximo libro "La noche tatuada" en la editorial Renacimiento.
Imma Sanglás. Mi álter ego es: Honky Tonk Woman. 33 años, expresionista de corazón, ideológicamente ‘Patafísica, juego con las palabras desde pequeña, disfruto creando mundos imaginarios y a veces también hablo sin tapujos de todo lo que me remueve. Me interesan los libros, las frases, las expresiones, las palabras, la Literatura, la fotografía, el cine, la (buena) música ... y cualquier manifestación artística. Quiero saber de todo, rápidamente. Anaïs Nin, es mi autora favorita y adoro a Paul Auster, Henry Miller, Alain de Botton, y David Foenkinos. Mi epitafio preferido, en griego por Jim Morrison: "Kata ton daimona eaytoy (“de acuerdo con su propio demonio”).
Javier del Sastre Alonso. Nací en Madrid hace ya más de 40 años. 40 años de vida dedicada desde el más absoluto planteamiento autodidacta a la Literatura y a todos sus derivados. He colaborado con alguna revista local llevando un par de secciones donde dí a conocer poemas, relatos y obras mías y de otros autores.
Vicente Luis Mora (Córdoba, España, 1970) es Doctor en Literatura Española Contemporánea y ejerce la crítica en su blog Diario de Lecturas (http://vicenteluismora.blogspot.com) y en revistas como Ínsula, Quimera, Mercurio, Clarín, Siglo XXI, Cuadernos del Sur y varios medios digitales. Ha publicado la novela Alba Cromm (Seix Barral, 2010), el libro de relatos Subterráneos (DVD, 2006, premio Andalucía Joven de Narrativa 2005), la novela en marcha Circular 07. Las afueras (Berenice, 2007), y los ensayos Singularidades. Ética y poética de la literatura española actual (Bartleby, 2006), Pangea. Internet, blogs y comunicación en un mundo nuevo (Fundación José Manuel Lara, 2006), La luz nueva. Singularidades de la narrativa española actual (Berenice, 2007), y Pasadizos. Espacios simbólicos entre arte y literatura (I Premio Málaga de Ensayo, Páginas de Espuma, 2008). También ha publicado Quimera 322 (2010), inclasificable proyecto sobre la falsificación literaria desde la teoría y la práctica, a través de 22 seudónimos, que apareció como nº 322 de la revista Quimera. Sus últimos poemarios hasta el momento son Nova (Pre-Textos, 2003), Construcción (Pre-Textos, 2005) y Tiempo (Pre-Textos, 2009).
Alberto Blázquez. Su universo poético está compuesto por fragmentos, apuntes, notas e imágenes residuales de la experiencia. La materia poética del autor es la propia vida: compleja, confusa, huidiza y siempre controvertida. Sus poemas abordan la cotidianidad y la violencia de la escritura autómatica para emboscar a la vida celosa de sí. Lejos de la utopía y el idealismo, el poeta trabaja en la piel de lo real, esa superficie tensa y dura en la que se accidentan nuestros sueños y también los suyos. Nació en Cornellá de Llobregat una madrugada de 1965.
Carlos-Esteban Resano Vasilchik. Buenos Aires 22 de octubre de 1956. Vive en Buenos Aires hasta 1976. Se traslada a Mar del Plata, provincia de Buenos Aires donde estudia arquitectura. Obtiene el título de arquitecto en 1982 y comienza la tarea profesional. Dicta cursos de dibujo arquitectónico para la ASOCIACIÓN DE ARQUITECTOS DE MAR DEL PLATA. Exposiciones colectivas de arquitectura y dibujo artístico. Colaboración con revista de arte i cultura (INTEGRARTE). Se traslada a Barcelona en 1988. Fija su domicilio en El MASNOU, província de Barcelona.Desarrollat la tarea profesional juntamente acon la plástica.Colaboración con publicaciones del àmbito local (Castelldefels) y de Argentina (INTEGRARTE). Exposición Colectiva EL ARTE EN EL CÓMIC\" en Sant Pol de Mar, Galeria Sant Pol Art (2003)Exposición Individual restaurant EL BLAU, El Masnou (2004)Exposició Individual restaurant EL BLAU, El Masnou (2009)Exposició Colectiva \" RECORDANDO A GENIA\", en Sant Pol de Mar, Galeria Sant Pol Art (2010). Exposición permanente en Espacio de arte de ARQNOU scp. Exposición Indiv¡dual Sala Leix del Raval, Febrer/2011.
Vicenç Rodríguez Bosch (20/07/1978 - BCN), intenta que la fotografía sea una cosa verdadera. Es una ilusión de la realidad con la que creamos nuestro propio mundo privado. Siempre busca cosas nuevas y con su cámara en mano intentará hacer que las cosas más simples se conviertan en una inmensa fuente de arte.
Agustín Calvo Galán. Nacido en Barcelona, 1968. Ha publicado los libros de poemas: Letras transformistas, una selección de sus poemas conceptuales y visuales (2005), Otra ciudad (libro objeto, 2006) Poemas para el entreacto (2007) y A la vendimia en Portugal, (2009). Y, desde el colectivo Labcrom di Sol, ha promovido la publicación de homenajes a poetas experimentales contemporáneos. Su obra como poeta visual ha sido recogida en diferentes antologías especializadas como Poesía experimental española (1963-2004) Ed. Marenostrum (2004), Breviario de poesía experimental y mail-art. Ed. Corona del Sur (2006). Poesía visual española (antología incompleta) Ed. Calambur (2007), Fragmentos de entusiasmo, poesía visual española (1964-2006) Ayuntamiento de Guadalajara (2007). Esencial visual Instituto Cervantes de Fez (Marruecos, 2008). Ojos que sí ven, antología de poetas experimentales de México y España Ed. Corona del Sur (2010), etc. En marzo de 2008 participó como ponente en el I encuentro con la poesía española contemporánea en la Universidad de Bari (Italia). Colabora habitualmente en revista y publicaciones de poesía. Desde noviembre de 2006 hace crecer un blog de interconexión entre poetas españoles llamado [las afinidades electivas]. Exposiciones: Por otro lado, ha participado en numerosas exposiciones colectivas con sus poemas visuales, además, ha realizado exposiciones en solitario: “Letras transformistas”, poemas visuales y collages, junio de 2003, Centre Cívic Drassanes (Barcelona), “Fotopoemas”, diciembre de 2006, La Vaquería (Tarragona), “Proyecto Desvelos”, abril de 2008, Sala Valentina (Barcelona), "Poemas y objetos" octubre de 2008, Ateneu Igualadí (Igualada, Barcelona), "Fotopoemas" julio de 2010, Centre Cívic Ca l'Herrero, Portbou (Girona) y "Paisatges i poemes visual" abril de 2011, Biblioteca de Ripollet.
S. Tallón. Nací el 14 de diciembre de 1990, soy de Granada, y estudio Arte.
Mónica Ezquerra. Nacida en Salamanca en 1971. Licenciada en Ciencia Económicas. Formación Artística: autodidacta. Exposiciones Individuales: "Las Arquitecturas del Deseo" Ponferrada. Ocupación: Recuento de Partículas.
Jordi Corominas i Julián nació en Barcelona el 28 de abril de 1979. Licenciado en Humanidades por la Universidad Pompeu Fabra, desarrolla varias actividades en el mundo literario. Como narrador ha publicado dos novelas en catalán (Una dona que sap jugar amb els peus y Colors, ambas publicadas en Abadia Editors), una biografia en italiano (Macrina la madre) y a finales de 2011 publicará en Barataria su primer libro de relatos, El mayordomo de la muerte. Asimismo tuvo la idea y coeditó la antologia Matar en Barcelona, publicada en 2009 por Alpha Decay. A nivel poético ha publicado la suite Paseos Simultáneos (Vitruvio, 2010) y a lo largo de los próximos meses espera sacar al mercado Oceanografías y en e-book Loopoesía(s), poemas que sirven para articular su show multidisciplinar Loopoesia, que dirige junto a Laura Fillola. Por otra parte Corominas desarrolla una intensa labor crítica en revistas, entre las que destaca su labor de coeditor en panfletocalidoscopio.com y sus constantes escritos en Revista de Letras, Culturamas, Literaturas, Benzina, Excodra, Serra d'Or y otros medios nacionales e internacionales. Asimismo trabaja en la radio, hasta el año pasado en Cadena SER y desde 2011 en Radio Nacional en Catalunya en el programa Wonderland. Puedes visitarlo aquí: http://www.corominasijulian.blogspot.com
Imagen Portada: Carlos Esteban Resano Vasilchik
LA LITERATURA
NÚMERO XI
ENERO 2013
REVISTA EXCODRA
http://www.excodra.com