Revista El Archivo Nº14 - Octubre de 2005

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Editorial

Municipalidad de Cnel. de Marina Leonardo Rosales Punta Alta Dirección de Cultura

autoridades

Ing. Néstor Hugo Starc Intendente Municipal

Fernando Quiroga DIRECTOR DE CULTURA

equipo de trabajo

coordinación general Prof. Luciano Izarra entrevistas Prof. Guillermo Bertinat investigación y texto Prof. Valentina Calvo Lic. Gustavo Chalier colaboradores Prof. Romina Amarfil Prof. Fernanda Martel Arq. Graciela Britos Lic. Sergio Soler Federico Merodio Gaspar Totoro Lorenzo Ramos diagramación y diseño D.G. Mauricio Rossello impresión Multigráfica

Una vez más llegamos a manos de los lectores con un número que celebra el cuarto aniversario de El Archivo. En estos cuatro años, la revista ha crecido en logros, expectativas colmadas y se ha consolidado como un referente ineludible de la historiografía regional. Por eso lo queremos festejar con todos los que, de una u otra manera, son partícipes del proyecto y que le brindan el apoyo incondicional y creciente: los comerciantes, las instituciones y los profesionales amigos que publicitan en estas páginas, la prensa local que difunde cada número de la revista y el público lector, que solicita y requiere los ejemplares cada vez que sale a la calle. Por todo esto nos atrevemos a decir que hoy El Archivo es una revista comunitaria, de la cual toda la comunidad rosaleña formamos parte. En esta oportunidad, la nota de tapa trata de un tema poco conocido y estudiado del pasado regional: la instalación de una colonia inglesa en Sauce Grande en la segunda mitad del siglo XIX. Las noticias al respecto eran escasas y fragmentarias hasta que una labor conjunta entre la Universidad Nacional del Sur y el Archivo Histórico Municipal (iniciado en 2000) hizo algo de luz al respecto. Un equipo de trabajo, dirigido por la Licenciada Cristina Bayón, realizó varias campañas sucesivas en los restos de la antigua pulpería y adyacencias, cuyo fruto fue una serie de tres informes elaborados por la Profesora Valentina Calvo. Razones personales imposibilitaron que ésta última redactara el artículo, como era nuestra primigenia intención. Por eso, el equipo del Archivo Histórico Municipal, bajo supervisión de la Licenciada Bayón, elaboró una reseña basada en los informes antedichos. Asimismo, se consiguieron fotografías enviadas gentilmente por Jorge L. Rojas Lagarde, investigador de mérito y autor de uno de los escasos trabajos que dan cuenta de la actividad de los colonos ingleses en nuestra zona: El malón de 1870 a Bahía Blanca y la colonia de Sauce Grande, publicado en Bs.As. en 1984.

sumario

Nota de Tapa | Colonia Inglesa Sauce Grande Entrevista | El interés por los fierros y el amor por el Ford T El Arcón | Las voces y los sonidos de otrora… Patrimonio Arquitectónico | Ejemplo de la Secesión Vienesa Nuestro Pasado en Imágenes Novedades Foto de tapa | Posible colono inglés de la Colonia del Sauce Grande. Ésta y las otras fotos del artículo fueron facilitadas gentilmente por el Dr. José L. Rojas Lagarde. Esta revista ha sido declarada de interés legislativo por la Honorable Cámara de Diputados de la Provincia de Buenos Aires - Resolución N° D/2030/04-05 y por el Honorable Concejo Deliberante de Cnel. Rosales Decreto Nº 45/04

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Síntesis por Gustavo Chalier de los informes realizados por Valentina Calvo sobre la Pulpería de Paso Mayor

COLONIA INGLESA SAUCE GRANDE El paisaje y la gente

A principios de 1868 un grupo de colonos ingleses se instala a orillas del Sauce Grande, en el viejo partido de Bahía Blanca. Buena parte de la colonia quedó en tierras que corresponden actualmente al partido de Coronel Rosales, a través de un sistema de arrendamiento propiciado por el Estado Provincial. Mediante este sistema se buscaba aumentar el control efectivo del estado sobre el área del sur bonaerense. En ese entonces, este área era una tierra de frontera donde se establecieron complejas relaciones entre diferentes parcialidades indígenas y los blancos. Aunque la guerra ha sido el aspecto habitualmente más destacado en la historia tradicional, ésta no fue más que un aspecto de las múltiples dimensiones que tuvo la interacción entre los diferentes actores involucrados. A lo largo del siglo XIX y como consecuencia de la configuración del mercado mundial los sucesivos gobiernos nacionales comenzaron a propiciar políticas de expansión territorial sobre las tierras pampeanas. Para afianzar el control, se encadena una serie de fuertes que determinan la frontera y que van desde el sur de Santa Fe hasta las actuales Junín, 9 de Julio, Azul, Tres Arroyos y llegan al mar por Quequén. Precisamente a orillas de ese río se instalaron seis fortines en el sector denominado Costa Sur. La defensa más cercana que tenía la colonia era la guarnición militar del a Fortaleza Protectora Argentina (Bahía Blanca). Esta estrategia de ocupación del paisaje tuvo no sólo una finalidad militar sino también un rol simbólico de control y dominio.

Pero la Fortaleza no estaba emplazada en el desierto que la historiografía tradicional nos muestra insistentemente. El Diario del Cantón de Bahía Blanca, un precioso documento que informa sobre los primeros años de la Fortaleza, informa a quien lo lea que el océano de desierto como también lo llamó Ramón Estomba, era en realidad un complejo e incómodo mosaico. Lo poblaban distintos grupos indígenas (tehuelches, mapuches, pampas, cada uno con sus intrincadas relaciones político-económicas) y ciertos sectores marginales de la sociedad criolla o «cristiana» (desertores de los ejércitos chileno y argentino, traficantes, aventureros, evadidos). Todos ellos tenían contactos inter-étnicos cruzados, a diferentes niveles (comercial sobre todo, pero también político, cultural y bélico) 1 «Pero un primer análisis crítico de las fuentes muestra que la estructura y el funcionamiento de esta economía eran mucho más complejos. Se pueden distinguir en ella dos ciclos complementarios bien diferenciados: uno doméstico, destinado esencialmente a proveer a la sub-


Estancia de colonos ingleses en el Sauce Grande, Barber 1880/1890

sistencia del toldo, y otro relacionado con la circulación y comercio de ganados en gran escala. La integración del sistema estaba basada en complejos intercambios entre las distintas unidades y niveles.El ciclo del ganado sostenía toda la estructura social indígena. El malón- la apropiación por la fuerza de ganados en tierras del blanco- era la empresa económica colectiva por excelencia, que unificaba a los distintos grupos y aunaba recursos y esfuerzos puestos al servicio de esa empresa.»2 En ese contexto, el fértil valle del Sauce Grande fue ocupado por pobladores con anterioridad a la instalación de los ingleses. Entre estos antecedentes cabe destacar la colonia italiana que intentó levantar Santiago Dasso en la región, alentado por la exitosa colonización del valle del Napostá operada a principios de la década de 1830. Como en el valle del arroyo Napostá los colonos ingleses también construirán sus casas con el modelo de las denominadas «casas azoteas». Estas construcciones cumplían con una doble función: servir de habitación y de fortaleza para repeler

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los posibles ataques de los indígenas. El paisaje rural en esa época se caracterizó por una creciente complejidad y diversificación de los asentamientos con instalaciones como las estancias, los fortines y las pulperías. Esto trajo aparejado la expansión de la red de caminos para permitir la comunicación entre estos asentamientos. Los ingleses en Sauce Grande En 1864 sabemos que Richard Newton poseía una granja en Sauce Grande. Cuatro años más tarde, llegaron los Hentze, provenientes de Sajonia (Alemania). Pero fue en marzo de 1868 cuando tiene lugar el establecimiento de una colonia en el valle del Sauce Grande. Fue en ese entonces cuando los primeros colonos ingleses obtuvieron tierras. Todo ese movimiento fue el accionar de un grupo de ingleses que fundaron una compañía colonizadora Mildred, Goodhall & Co., y que se encargaron de traer potenciales inmigrantes al sudoeste bonaerense. Por ese entonces, la concesión de las tierras era gratuita, pero con una garantía sobre determinado monto de capital propio. Los campos se recibían en propiedad directamente del gobierno argentino. Se concedía una «suerte» (6700 acres, vale decir, 2690 hectáreas), a condición de que el colono construyera una casa o rancho y pusiera una majada de 1000 cabezas. Luego de asignado el campo, se requería un depósito de diez mil pesos en el Banco Provincia, que sería devuelto cuando las condiciones estipuladas hubieran sido cumplidas. Caso contrario, la caución se perdería. Al cabo de dos años de instalada la colonia, previa verificación de lo pactado por el Juez de Paz del distrito, llegarían los títulos de propiedad. De ese modo, en ese mes de marzo se instalaron John y Arthur Mildred, Bryan Smith, Robert Grieve, John Sinclair, Shuttle, Watson, Henry Edwards (más tarde apodado «Facón Grande») y Edmund Goodhall, quien los acaudillaba. Muchos de ellos venían solos, a probar suerte y luego, traían a

D

Dibujo de una casa-azotea


sus mujeres e hijos de Inglaterra. Otros, los más arriesgados, venían ya casados, mientras estaban los que, solteros al momento de llegar, se casaban con chicas del lugar, fueran o no británicas. Al mes siguiente, nuevos colonos llegaron a las tierras. La colonia en funcionamiento En 1869 la colonia inglesa contaba con veinticuatro cuadras de cultivo, principalmente de trigo, cebada y maíz, más las hectáreas destinadas al pastoreo de las ovejas. En el transcurso de ese año se incorporaron nuevos habitantes a la colonia: J. Arnold, Richard Trillar, además de F. Smiles, T. Fallon, J. Corbyn, J. Barber, William Perkins, F. Daniel, Webb, E. Herbert, H. Huber, L. Jacob y el reverendo Powell. La colonia creció a ritmo vertiginoso. Tal es así que en 1870 había en el área del Sauce Grande 18.500 ovejas; 215 vacas lecheras; 173 caballos; 8 casas de azotea; 18 ranchos; 3 máquinas cosechadoras; 9 máquinas segadoras; 50 arados ingleses; 22 rastras escocesas. Además, para la defensa, los pobladores contaban con un cañón, dos carabinas Spencer, y setenta y dos rifles Snider. A propósito, dijo The Standard, el periódico de la colectividad angloparlante en la Argentina, el 20 de octubre de 1870: «Las cosechas [en el Sauce Grande] se ven magníficas después de la lluvia, especialmente el trigo y la cebada y los granjeros esperan ganar mucho dinero este año […] Nada puede exceder la fertilidad de los valles del Sauce y Napostá y este lugar podría ser el Granero de Sud América. Las ovejas también engordan de una manera magnífica en el Sauce […] Los ingleses venden su grano en la ciudad de Bahía Blanca, pero por no haber molino harinero se embarca a Buenos Aires. Se propuso instalar un molino, pero el impuesto de patente a los molinos es tan alto que fue abandonado. Es una necesidad que se siente. El número de trabajadores ingleses es de 60 a 70 y tienen varios miles de acres bajo cultivo. […] Hay pocos peones nativos, pero sí unos pocos alemanes y de otras nacionalidades.»2 Los problemas Empero no todo era sencillo en la colonia. Adversidades de distinto tipo fueron entorpeciendo el crecimiento de la colonia. Facsímil de parte del plano obrante del Legajo 239/ Nº 16.897 Sec. Ministerio de Gobierno, caratulado «Campos Cnel. Luis María s/compra de terreno en Fortín Tordillo» (1877) Archivo Histórico de la Pcia. de Bs. As. (extraido de Carlos Funes Derieul: Historia del Partido de Cnel. Dorrego, Edic. del autor, 1973)

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Por una parte, las tierras productivas estaban restringidas al valle «Es claro que la agricultura no procede, hay sólo un poco de tierra en la costa del río que puede ser sembrada. Me parece que la gente en Bs. Ayres no sabe qué clase de campo es éste y creen que es como el que está cerca de allí, plano, con agua cerca de la superficie, toda la tierra de lomas aquí, no sirve ni nuca servirá para agricultura. Podrán cavarse jagüeles para obtener agua para atender ovejas, pero para irrigación es imposible» 3

Por otra parte, las malas cosechas como consecuencia de las sequías, o las inundaciones o la destrucción por incendios desanimaron a los colonos.

Probable colono inglés de Sauce Grande, con prendas europeas y

«La cosecha de trigo fue un fracaso total este año [1876], en razón de la sequía. Puedo hacer notar que perdimos unas 300 fanegas de trigo a raíz de una quemazón que quemó todo un patio de parvas justo después de la cosecha de pasto (heno)». 4 Finalmente, otra de las dificultades que campeaba sobre las cabezas de los ingleses era el acceso a la tierra, fácil en los papeles pero trabajosamente burocratizada en la práctica. La misma nota del periódico puntualizaba:

Estancia de colonos ingleses en el Sauce Grande, Barber (1880/1890)

«La cantidad de ingleses no aumenta en razón de las dificultades causadas por el Gobierno en la compra de la tierra. De hecho se cree que el gobierno, o la legislatura no tienen apuro de ver el Sauce Grande colonizado. Algunos ingleses se han ido con disgusto, pues no pudieron obtener tierras a ningún precio. Algunos pobladores que han estado allí tres años no pueden obtener aún el despacho de sus títulos.»5 Probable colono inglés de Sauce Grande (AGN)


Los malones Ya en 1869, la colonia fue asaltada dos veces por los indígenas, que fueron repelidos. Pero ese sería tan solo el anuncio del gran malón que se abatió sobre el Sauce Grande el 23 de octubre de 1870, comandado por Calfucurá. Si bien los indígenas vuelven a ser repelidos, los colonos comenzaron a quejarse por el estado de abandono e indefensión en que vivían. En efecto, las fuerzas acantonadas en Bahía Blanca eran insuficientes y estaban mal armadas como para ofrecer una segura garantía. El malón de 1870 desalentó a muchos colonos, que partieron dejando sus «suertes» abandonadas. En la colonia solamente quedan John y Arthur Mildred, Bryan (Braulio) Smith, H. J. Edwards («Facón Grande»), J. G. Walker («Facón Chico»), S. Jordan, Henry Barber, John Grier y Edmund Goodhall. No obstante el éxodo, la colonia se recuperó, y para 1872 se instaló un molino a vapor. En 1873 se registró otro malón, que provocó gran tribulación y angustia entre los ingleses. El final Para 1875, la colonia había decrecido de modo considerable: tan sólo veintiun personas, cuando cinco años atrás había setenta. A las continuas zozobras provocadas por los inesperados malones o su amenaza, se sumó el incumplimiento por parte del gobierno de parte de lo pactado. Pese a las obras de infraestructura realizadas y la promesa de que en un par de años tendrían los títulos de propiedad, en 1875 la mayoría de los colonos contaba con una tenencia precaria de las tierras. Es así que elevaron a la legislatura bonaerense un pedido para que se les concediera la posesión definitiva de las tierras. Poco a poco los arduos trabajos, las muchas penurias y los incumplimientos por parte del gobierno, quebraron la voluntad de los colonos quienes fueron abandonando sus «suertes» y buscaron mejores destinos en Inglaterra, en sus colonias o en otros puntos de la Argentina. La importancia de este intento colonizador del Sauce Grande es mayúsculo. Marca un hito de ser uno de los primeros asentamientos efectivos europeo en el área del partido de Coronel Rosales. Además incorporaron al nuevo medio maquinarias y técnicas de laboreo agrícola y ganadero totalmente novedosas.

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«Facón Grande» y «Facón Chico» Estos dos personajes legendarios eran, como se dijo, los primos Henry Edwards y John Walker. Edwards nació en Londres en 1841, hijo de un conocido abogado. Se embarcó en 1866 para el Río de la Plata, donde desarrolló faenas de campo. Antes de radicarse en Sauce Grande, trabajó en el campo de Jorge Keen, en Azul. Edwards se casó con Helen de Bernardez. En 1879 su casa fue incendiada y nunca fue reconstruida.Walker, también londinense, llegó a la Argentina en 1868, para instalarse en la colonia. Se casó con su novia de Inglaterra en Buenos Aires, Alice Catty, a quien llevó a la colonia apenas se desposaron. Es fama que Mrs. Walker llegó a su nuevo hogar cargada de equipaje, incluso llevando consigo su piano. En 1878, abandonaron Sauce Grande y en 1904 retornaron a su patria. Walter falleció en Inglaterra en 1925.Los facones que le sirvieron como mote fueron comprados en Inglaterra junto con la maquinaria agrícola en 1870. Tenían una longitud de 45 cm, de cabo corto y hoja larga.

Henry Edwards (Facón Grande)

John Walker (Facón Chico)

Bibliografía: FUNES DERIEUL, Carlos: Historia del Partido de Cnel. Dorrego, Bahía Blanca, ed. del autor, 1973 HOGG, Ricardo: Yerba Vieja (2° serie), Buenos Aires, Casa Editora Julio Suárez, 1945 MANDRINI, Raúl: Indígenas y fronteras. Araucanos de las Pampas en el s. XIX, Bs.As., CEAL, 1984 MONACCI, Gustavo: La colectividad británica en Bahía Blanca, Bahía Blanca, Universidad Nacional del Sur, 1979 RATTO, Silvia: «Relaciones inter-étnicas en el Sur bonaerense, 1810-1830. Indígenas y criollos en la conformación del espacio fronterizo», en Villar, Daniel (ed.): Relaciones inteétnicas en el sur bonaerense (1810-1830), Bahía Blanca, Ediuns, 1998, pp. 19-46. ROJAS LAGARDE, Jorge Luis: El Malón de 1870 a Bahía Blanca y la colonia de Sauce Grande, Bs.As., Ed. Culturales Argentinas, 1984, p. 41. VILLAR, Daniel: «Ni salvajes, ni aturdidos. La guerra de los indios comarcanos (y extracomarcanos) contra la vanguardia de Pincheira, a través del Diario del Cantón de Bahía Blanca», en Villar, Daniel (ed.): Relaciones inteétnicas en el sur bonaerense (18101830), Bahía Blanca, Ediuns, 1998, pp. 79-133. Notas 1 Ver los trabajos de Ratto, Silvia: «Relaciones inter-étnicas en el Sur bonaerense, 1810-1830. Indígenas y criollos en la conformación del espacio fronterizo» y Villar, Daniel: «Ni salvajes, ni aturdidos. La guerra de los indios comarcanos (y extracomarcanos) contra la vanguardia de Pincheira, a través del Diario del Cantón de Bahía Blanca». 2 Mandrini, Raúl: Indígenas y fronteras. Los araucanos de las pampas en el S XIX , Buenos Aires, CEAL, 1984 Pag. 11 2 Cit. por Rojas Lagarde, Jorge Luis: El Malón de 1870 a Bahía Blanca y la colonia de Sauce Grande , Bs.As., Ed. Culturales Argentinas, 1984, p. 41. 3 John Walker a Goodhall, citado en Rojas Lagarde 1981:152 4 Cit por Rojas Lagarde, JL, op. Cit, p. 173 5 Cit, por Rojas Lagarde, J.L., op. Cit., p. 41

«El Archivo» agradece la colaboración en este artículo de las licenciadas Cristina Bayón y Alejandra Pupio, de la Profesora Valentina Calvo y del Dr. J.L. Rojas Lagarde


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El señor Vicente Compañy actualmente tiene 73 años y y vive con su esposa la señora Adela Laurona, en barrio Göttling. La entrevista dura 60 minutos aproximadamente y fue realizada por Guillermo Bertinat.

El interés por los fierros y el amor por el Ford T Viene creo desde que nací. Vivíamos en un pueblo que se llama Esteban Agustín Gascón. Y (Papá) tenía panadería, entonces, tenía para repartir. Y bueno, a veces él se prendía con el auto y donde él salía yo me prendía. Yo lo veía cómo desarmaba, porque tenía dos o tres motorcitos de repuesto, en ese tiempo, el Ford T era lo más común para andar, porque se adaptaba para todos los caminos, para el campo. Y yo, me entraba a picar el bichito, también agarraba otros motores, se los desarmaba... Y así, armando desarmando, uno fue aprendiendo. El Ford T (necesita) poco mantenimiento, las reparaciones no son costosas. Esto tiene muchos mecanismos, que... no hay bomba de nafta, no hay bomba de aceite, no hay, todas esas cosas que... es simple. Después me desligué del Ford T porque mi papá lo vendió. (Aprendí a manejar) en el Ford T y me quedó después la espina. Ahora ya de grande, me decidí a buscar un Ford T. La búsqueda Fue difícil encontrarlo, hasta que un día por un aviso en el diario, vi que se vendía, estaba en un campo en San Román. En una chacra. Fuimos a verlo, estaba en un trailer. El problema fue cuando entramos a escarbar. Daba ganas de tirarlo otra vez. (Risas) Porque había

mucho faltante, que eso es lo que más me costó, conseguir las piezas faltante, para dejarlo como era original. Yo lo compré en el 99. Este muchacho (el hombre al que se lo compró) lo trajo arriba de un trailer. Después para entrarlo, porque no se movían las ruedas. Así que lo tuvimos entrar a fuerza de barretas. La restauración Lo entramos y empezamos a llorar al ver cómo estaba. (Risas) Entonces yo lo entré a desarmar a ver que podíamos hacer... Había mucho faltante, Y bueno, buscar esto, buscar el otro y empezar a desarmar, a ver como estaba todo adentro, las cosas y encontramos que los pistones, el pistón era de hierro de fundición, de hierro fundido, se había agarrado a la camisa. No lo podían sacar. De todas formas... hasta que lo tuve que llevar a una prensa ponerle 10 toneladas y aflojó. Después se presentan las cosas. Uno entra a buscar y aparecen por ahí. Ibamos a los pueblos. Adonde me pasaban un dato yo siempre hablaba con todo el mundo y bueno íbamos. Las ruedas Porque el Ford T originalmente venía con sus ruedas de madera.... Los rayos de madera conseguí, pero... deteriorados. Apolillados, quemados, una rueda enterrada por la mitad podrida y la mitad de arriba sana... de dos hacíamos una. Y... hasta que di con un artesano que hay acá en Punta Alta, me hizo todos los rayos, porque eso hay que hacerlo muy bien por los encastres que tiene, que son de la forma en ángulo que va en cada rayo, que si no está bien eso... El corazón del Ford T Buscando, un día nos fuimos a Médanos, buscando repuestos, Y... entonces fuimos a una chacarita. Y llegamos ahí, estaba


cerrado y yo por la endija del portón miré, vi un Ford T. Y bueno esperamos que abriera el hombre. Hacía 30 años que lo tenía ahí adentro. No lo quería vender. Al final... lo convencimos. De a poquito fui y lo traje todo de a pedacitos, lo desarmamos todo. Traje todo y de ahí elegí las cosas mejores, la mejor puerta, el mejor diferencial, el motor lo hice. El motor estaba solucionado, la caja tabién, después aparecieron, porque unos por otros, apareció «uh, yo tengo una caja de velocidad», el otro venía con una dirección... Fui por un aviso que salió en el diario de que había un auto para vender y hablando así, le digo, «mire, estoy armando un Ford T, ¿no tendrá algo?», «Sí, como no, tengo». Bueno, tenía cuatro, seis cubiertas me dio, cuatro que están puestas y dos más de auxilio. Pero con (el motor) miles de inconvenientes, porque a Bauchi, que trató siempre de ayudarnos, tuvo mala suerte y se le pincharon... (La cabeza) de un pistón. Pero los de hierro no los podíamos encontrar. Justo había un mecánico y le contamos lo que nos pasaba y dice: «hay un muchacho en calle Moreno que se está haciendo la casa y cierra el portón del taller con un motor, que me parece que es de Ford T». ¡Ah, sabés como nos fuimos! Y la parte del radiador, esta chatita que compré en Médanos, la compré por el radiador por que el radiador estaba nuevo. Después de casi setenta y pico de años... La llave de contacto La llave de contacto venía en la lista de precios esa que me mandaban (De la empresa Ford). Venía un... letrerito que decía: «Fíjese que en el tablero está la llave, el tamborcito tiene un número. Tiene ese número, mándenos ese numerito y le mandamos la llave.» Y efectivamente tenía un número. Me mandaron la llave hasta con el llaverito. El tablero El tablerito que yo compré estaba destruido. Entonces un día andando por Oriente, que anduvimos buscando las ruedas. Un taller de un señor que había guardado muchas cosas. Y recorriendo el taller, en un clavito ahí, había un tablerito colgado. Completo. Un tablero original, faltaba la llave de contacto. Y ése es el tablerito que tiene puesto que después lo mandé a cromar y anda. La llave de luz, está como era en su época. La carrocería Traté de repararla en casa. Me llevó mucho trabajo hacerlo... estaba muy mal, los guardabarros, todo. Tuve que fabricar y re-

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construirlo, mucho tiempo de martillo. Lo pusimos sobre unos tambores, de 200 litros y de ahí entré a reparar. La parte de la cola estaba toda destruida, floja todo rota, entonces al desarmarla tuve que sacarla toda... El Ford T en marcha La satisfacción que da esto, es cuando uno va... donde vaya, la gente lo mira, y quién no se acuerda de alguno, gente grande. «Mi tío, o yo tenía» y aparte la juventud, los chicos, les llama la atención. Es como el hijo varón...


Las voces y los sonidos de otrora… por Pepe Recuerdos

Cuando el viento del oeste se despertaba temprano barriendo los médanos voladores, frecuentemente oíamos el toque de diana que desde el Puerto Militar copaba por unos instantes el aire del pueblo que se desperezaba al ruido de los yunques de los Talleres Generales o acompañando el ronronear de alguno de los motores de los navíos guerreros que, atracados en el muelle aguardaba la orden de zarpar. En la población propiamente dicha, la voz de Giménez ofrecía, mientras subía y bajaba por los senderos trazados sobre las faldas de las lomas, su carga de noticias al pregonar: «¡Diario…! ¡Diario…! ¡El Regional! ¡Diario!» ¡Qué distintos eran los sonidos callejeros de aquellos tiempos! En la actualidad el ruido ambiental ataca nuestros oídos con el acelerado paso de vehículos de todo tipo: automóviles, camiones, colectivos urbanos y de larga distancia, motocicletas con el escape libre y por las madrugadas, boliches de moda. Los sonidos de hoy, nada tienen en común con el producido por los cascos de los caballos enganchados en los mateos, en los carros de los lecheros, en los coches fúnebres (negros o blancos; cuando el transportado era algún «angelito») o en las chatas de los changadores que repartían mercaderías de alguno de los tantos comercios locales. Tampoco las voces actuales tienen similitud con la de los vendedores de fruta que ofrecían a grito pelado: «¡Veinticinco mandarinas por cincuenta centavitos!», o la de los paperos ofreciendo a través de la bocina de un megáfono en desuso: «¡Atención patrona… llegó el papiru!» En los apartados barrios de la periferia eran esperados estos comerciantes callejeros al igual que en pleno verano –Sobre todo

en vísperas de la nochebuena o fin de año- se aguardaba impacientemente oír el inconfundible bocinazo del hielero estacionado en una esquina cualquiera, ofreciendo aquellas barras cortadas magistralmente con el serrucho de enormes dientes que el vendedor manejaba hábilmente ante la atenta mirada de los clientes que aguardaban su turno formados en colas integradas por niños, mujeres y hombres de caras curtidas por los soles y los vientos que comenzaban a soplar fuertemente a partir de agosto. De tanto en tanto, el mediodía barrial era sobresaltado por el pregón de los botelleros, que no solamente compraban envases, sino todo aquello que sobraba en las «casas»: elásticos de camas, hierros, chapas usadas, bronce, estaño, plomo, baterías viejas… Todo era pesado en balanzas tipo romanas o «pilones», ante la atenta observación de quienes vendían y sospechaban que algunos gramos se le podían escabullir al comprador. Sin embargo esto no pasaba más allá de una simple «chanza» o comentario sin demasiada trascendencia. Por muchos años, nuestras calles fueron recorridas –tirando de su blanco carrito- por: «El pescadero», quien en el momento fileteaba alguna pescadilla o corvina «recién pescada en Arroyo Parejas o Villa del Mar»… Estos que menciono así como al pasar, son sólo algunos de los muchos sonidos y voces que los puntaltenses de las calles sin asfalto oíamos permanentemente cruzar el aire de un pueblo que se sentía potencialmente dispuesto a ser lo que hoy es: una gran ciudad.

Humberto 1º esquina Bernardo de Irigoyen, década del 20.


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por Arq. Graciela Britos

Ejemplo de la Secesión Vienesa Vivienda Bejarano-Cenáz Preservar el Patrimonio es importante para mantener nuestra identidad. Pero más importante aún, es valorarlo para poder preservarlo. Cuando vemos que es la misma gente quien se preocupa por mantenerlo, ello es digno de elogio no sólo por mantener un estilo arquitectónico, sino también porque se ganó una batalla más contra el olvido de nuestros orígenes. Esta vivienda ubicada en Bernardo de Irigoyen 476, es el único ejemplo en nuestra ciudad de la Secesión Vienesa. Es un movimiento que se genera en 1895 en Bélgica, conocido como «Art Nouveau» y que según el lugar donde se implanta toma diferentes nombres. En Austria es «Secesión Vienesa». Historia Se construyó hacia el año 1929 por encargo del Sr. José Astiasarán, éste en 1930 se la vende al Sr. Benito Marcalain escribano de la ciudad, quien en ese mismo año se hace cargo del Registro Civil de nuestra ciudad, trasladando, en 1932, las oficinas a su vivienda, donde hoy se ubica un local comercial. Aquí es donde hacia el año 1937 se casa la Srta. Blanca Lydia Buedo con el Sr. Francisco Montero un 15 de enero, según testimonio de su hija Lydia Montero. Características y adaptación tipológica Fachada Líneas claras definidas por molduras compuestas. Remate asimétrico definido por un frontis ornamentado en su vértice superior. Arcos florenzanos sobre el portón y ventanas. Trabajo de herrería original, en la carpintería y balcones, son las características que incorpora la obra de este movimiento. Interior Si bien el interior es más ecléctico, hay elementos que siguen marcando este movimiento vienés. La importante escalera de tres tramos, en madera, que fuera traída de Inglaterra, marca uno de los hitos. Lo mismo ocurre con el hogar revestido en granito verde y aplicaciones en bronce. Pisos en pinotea y la carpintería interior, totalmente recuperada, son las originales. Esta obra, es el ejemplo vivo de un movimiento que marcó una etapa en la generación de nuestra ciudad y tanto sus propietarios, como el profesional interviniente en su recuperación, supieron reconocer, rescatar y poner en valor las características de una obra y la memoria de una ciudad. FOTOS: Arq. Gustavo Aranda


Colocando la campana

Esta foto, cuyo original obra en poder de la Sra. Mabel Hortensia León, refleja el momento de la colocación de la campana de 849 kg. en la torre de la iglesia «Nuestra Señora de Luján». Estas obras fueron llevadas a cabo entre 1938 y 1942, y la construcción estuvo a cargo de Geremías Crocitto, sobre planos del Ingeniero Norberto Arecco. En la fotografía aparecen: en el extremo izquierdo, el capataz principal de maniobras de la BNPB, Juan María León (padre de Mabel); el chofer Nieto (de gorra blanca); Crocitto (con sombrero y anteojos oscuros); el herrero Ángel Santiloni (junto a Crocitto, de camisa y pañuelo blanco al cuello); y Pereira (de gorra y pañuelo oscuro); en la escalera, el párroco Eugenio Bosetti. Las dos personas restantes no fueron identificadas. ¿Podrá algún lector reconocerlos? Cualquier información al respecto, comunicarla al Archivo Histórico Municipal.

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Dicen que una imagen vale por mil palabras. Es que ella muestra y demuestra lo que no se puede decir más que viéndola. Imagen para imaginar. Imaginar las voces, los olores, los roces de la piel. Los invitamos a revolver en viejos álbumes familiares, en cajitas de cartón que duermen sobre el ropero y rescatar esas fotos, memoria de celebraciones y de seres queridos. Y si pueden, acérquenlas al Archivo. Así se podrá, a partir de ellas, indagar en los hombres y en las mujeres, en los ambientes, en las actitudes y en las circunstancias que hicieron nuestro pasado común, que está hecho, en definitiva, con los pasados de cada uno de nosotros.


Novedades WEB Cuadernillo temático «Autonomía de Punta alta y creación del Partido de Cnel. Rosales» El Archivo Histórico tiene el placer de anunciar a todos los docentes, alumnos y público en general que ya está en el sitio del Archivo un nuevo cuadernillo temático «Autonomía de Punta alta y creación del Partido de Cnel. Rosales». Como todos los de la serie que ya han aparecido («Creación del Puerto Militar y fundación de Punta Alta»; «Ferrocarriles y Pto. Comercial», «El paso de Darwin por P. Alta»), tiene como objetivo difundir la historia local, reafirmar los vínculos entre el Archivo Histórico Municipal y la comunidad educativa puntaltenses y afianzar el conocimiento que sobre la historia del Partido poseen docentes y alumnos de los distintos niveles de enseñanza. Todos y cada uno de ellos poseen actividades pensadas para el docente y para el alumno, discriminados en los diferentes niveles de enseñanza (EGB 1,2 y 3 y Polimodal). Pueden leerse y bajarse directamente pues están armados en archivos de texto DOC (Word) en: www.uciapa.com.ar/archivohistorico

Consultá nuestro sitio oficial: uciapa.com.ar/archivohistorico Urquiza 123 (02932)432063 de martes a viernes; de 08:30 a 17:30; sábados de 10 a 13 y de 16 a 19; y los lunes de 08:30 a 14:00.

Mitre 101 - (02932)432214 archivohm@yahoo.com.ar de lunes a viernes de 07:00 a 19:00

Museo Histórico de lunes a viernes de 09:00 a 15:00 ; sábados de 10:00 a 12:00 y de 18:00 a 20:00; domingos de 18:00 a 20:00. Humberto 285

Museo Naval de lunes a viernes de 10:00 a 17:00 ; sábados y domingos de 13:00 a 17:00. Para consultas, llame al (02932)487526

Museo Baterías de lunes a viernes de 08:00 a 13:00; sábado, domingo y feriados de 10:00 a 12:00 y de 14:00 a 17:00 (02932)-488325.


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