Una publicación del Archivo Histórico Municipal Año XVI - Nº 35 - Junio 2016
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Bar Central Tradicional lugar de encuentro de los puntaltenses patrimonio
historia oral
Almacén “La Marina”, ejemplo de Neoclásico
Victoriano Zapatel
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editorial
Municipalidad de Cnel. de Marina Leonardo Rosales Punta Alta Dirección de Cultura
autoridades Lic. Mariano Uset lINTENDENTE MUNICIPAL Gustavo Bouscayrol DIRECTOR DE CULTURA
equipo de trabajo coordinación general
Prof. Luciano Izarra investigación y texto Prof. Fernanda Martel Entrevistas Prof. Guillermo Bertinat colaboradores Lic. Gustavo Chalier Arq. Graciela Britos Prof. Romina Amarfil Lic. Sergio Soler diagramación y diseño D.G. Roque Angelicchio
Nuevamente la Revista El Archivo se encuentra en la calle, para beneplácito de nuestro fiel público lector. La nota de tapa de este primer número del 2016 está consagrada al tradicional Bar Central. Fue punto de encuentro de miles de puntaltenses que se acercaron a sus mesas a lo largo del tiempo. Precisamente, el Bar Central sirve de excusa para hablar no solamente de ese emblemático lugar, sino de los bares en sí mismos, como parte inestimable del acervo cultural de la ciudad. Con sus raíces fuertemente asentadas en Europa, los cafés (españoles, italianos y franceses) y los pubs británicos son antecedentes de los bares que poblaron las ciudades argentinas desde mediados del siglo XIX. Despachos de bebidas, sitios para jugar a las cartas, a los dados, al billar, o escuchar tangos, los bares fueron espacios donde ejercer también el arte de la conversación y de la escucha. En sus mesas y mostradores se comentaba el partido del domingo o la última película vista y se debatían acaloradamente temas políticos, sin olvidar de las cuestiones laborales, el largo y risueño anecdotario o las intimidades confiadas a un oído amigo. El ambiente de estos bares, sus particularidades, son patrimonio de la cultura ciudadana y fueron evocados por poetas en célebres tangos, desde Discépolo a Cacho Castaña o Soulé Tonelli y en los cuentos de Fontanarrosa. Y también cumplían, sin quererlo, una importante función de integración social: allí se congregaban trabajadores, marineros, colimbas, profesionales, gente de toda condición que se hacía una en ellos, forjando así lentamente identidades y sentidos de pertenencia. Precisamente en este año del Bicentenario de la Independencia deben rescatarse aquellos hitos fundamentales de nuestra historia local que ayudan a definir el perfil ciudadano y otorgarle una impronta que le es propia. Como pocos espacios de Punta Alta, la ciudad sería difícil de imaginar sin la presencia única del Bar Central en la esquina de Bernardo de Irigoyen y Humberto I. Cerramos este editorial con el agradecimiento del Archivo Histórico Municipal hacia todos los que contribuyen con la revista. Las sugerencias, las propuestas y el material que los vecinos aportan ayudan muchísimo a la permanencia de El Archivo durante estos dieciséis años ininterrumpidos.
sumario Nota de tapa | Bar Central. Tradicional lugar de encuentro de los puntaltenses Historia Oral | Victoriano Zapatel Nuestro pasado en imágenes | 8 de Diciembre de 1928 en Punta Alta Patrimonio | Almacén “La Marina”, ejemplo de Neoclásico Novedades | Ciclo de charlas de arquitectura Foto de tapa: Vista de la esquina del Bar Japonés, década de 1920
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Esta revista ha sido declarada de «Interés Legislativo» por la Honorable Cámara de Diputados de la Provincia de Buenos Aires - Resolución N° D/2030/04-05, por el Honorable Concejo Deliberante de Cnel. Rosales - Decreto Nº 45/04 y de «Interés Provincial Cultural» por el Instituto Cultural de la Provincia de Buenos Aires, Resolución Nº 191/05.
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nota de tapa por Fernanda Martel
Bar Central
Tradicional lugar de encuentro de los puntaltenses Un poco de historia El origen de los bares, como hoy los conocemos, se pierde en el tiempo. Se cree que estos establecimientos pueden encontrar su antepasado directo en las thermopolias de la Antigua Roma, donde se vendían bebidas calientes en invierno y frías en verano, vinos e incluso comida rápida para consumir en el lugar; o las cauponae, que eran unos lugares de comidas y bebidas al paso que tenían a pie de calle mostradores que hacían las veces de barras. Ya en el siglo XIX, en la Gran Bretaña industrial aparece el pub, que se transformará en el ámbito de sociabilidad por excelencia en el seno de los barrios obreros. Por su parte, bar es un vocablo inglés, que significa “barra”, cuyo uso se popularizó en Norteamérica, con la llegada de los primeros colonos. Aparentemente se trataba de posadas don-
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de una barra separaba la zona donde se vendían las bebidas alcohólicas del resto del local, aunque otra versión relata que en las caravanas del oeste americano las carretas que llevaban licor se separaban del resto al momento de acampar por la noche mediante barriles entre los cuales se colocaba una barra de madera que, al mismo tiempo, se usaba de apoyo para las bebidas que se servían al calor de la fogata. Más acá en el tiempo y ya en nuestro país, los bares o cafés, a principios del siglo XX constituyeron casi exclusivamente un lugar de encuentro masculino. Proliferaron tanto en Buenos Aires como en el resto del país, y fundamentalmente en poblados nuevos, como Punta Alta, como lugares de reunión y socialización por excelencia.
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Bar Central, garita para dirigir el tránsito 1939.
Los bares de Punta Alta Durante los primeros años del pueblo, el grueso de la masa de obreros y marineros estaba compuesto por hombres solos, inmigrantes internos o extranjeros que estaban desarraigados y lejos de su tierra de origen. En este contexto, el bar constituía uno de los pocos recreos que podían acceder luego desus jornadas laborales o en los días francos. Allí se bebía, se jugaba a las cartas o al billar y se conversaba sobre el trabajo, sobre política, sobre la vida cotidiana del pueblo que se formaba. En algunos, también se podía deleitar con las piezas musicales de alguna orquesta, o ver alguna película en el cinematógrafo. En el bar se buscaba no solamente pasar el rato. Se ampliaba la red de relaciones, se forjaban amistades, se comprometían política y socialmente, aprendían o mejoraban el idioma, intercambiaban costumbres. Se hacían habitantes de la ciudad.
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Nacional, La Bolsa, Sarmiento, Londres (B), Alemán, La Marina, Rivadavia, De la Orden, Los Amigos, Cosmopolita, Jockey Club y Puerto Rico figuran en la lista de los bares más antiguos, curiosamente todos ubicados sobre las calles Irigoyen o Humberto. Con los años abrirían sus puertas Tokio, Derby, Gambrinus, Cervantes, Los Dos Chinos, Sportman, Americano, entre tantos otros.
No todos tuvieron una larga trayectoria comercial. Entre los sobrevivientes, merece especial mención el bar Central que, mudando varias veces de nombre y propietarios, logró convertirse en centenario. A través de testimonios orales y una recorrida por los periódicos de la época, podemos reconstruir parte de su historia.
B Bar Londres Así como el Central congregaba a los suboficiales de la Armada, el bar Londres era uno de los sitios predilectos de la oficialidad. Había abierto sus puertas en 1914 y estaba ubicado, de acuerdo a la vieja numeración, en Humberto 515, entre Irigoyen y Rivadavia. Este amplio y elegante local contaba con piano, varios billares y finas estanterías para exhibición bombones, masas finas y demás productos de confitería. Su dueño era Feliciano Napal, caudillo conservador, por lo que el Londres era también punto de reunión de los miembros y seguidores de aquel partido y se convertía en una suerte de comité en época de elecciones. Dicen que allí, casi encuentra la muerte el Dr. Ayala Torales. Guillermo Miguel Morilla recuerda: “Una noche jugando a las cartas en el bar Londres, ya a altas horas, en el pasillo que había a la derecha de la entrada estaba un señor Escudero, encargado del cementerio. Se le murió una hija y se lo atribuyó a Ayala Torales por su desatención y lo esperó armado. Se salvó gracias a que el señor Napal salió al pasillo y lo vio a este señor nervioso, preocupado y le llamó la atención. Se dio cuenta que estaba esperando a Ayala Torales para atentar contra él. Lo persuadió, le sacó el revólver que llevaba y logró que se fuera. Evitó una tragedia esa noche”. (Testimonio de G. M. Morilla, 15 de octubre de 1985, Archivo Oral, cassette 327.) Fotos: Frente del Bar Londres y de su propietario, Feliciano Napal (h.), Álbum de Punta Alta 1816-1919
Primero, Bar Puerto Rico Aun no sabemos con certeza cuándo abrió sus puertas este bar, en aquel imponente edificio de la tradicional esquina de Irigoyen y Humberto, pero las fuentes documentales más antiguas datan de 1916.
En efecto, en mayo de aquel año el diario bahiense El Sud se hacía eco de una conferencia dada en su salón por algunos miembros del Partido Socialista en ocasión del 1º de Mayo1; y poco tiempo después, en el semanario local Nueva Época aparecía la primera publicidad del Bar Puerto Rico. Desde aquella fecha,
Frente del Bar Puerto Rico El Sud, 4 de mayo de 1916. Poco tiempo antes, en el mes de febrero de 1916 el diputado socialista Román Rodríguez de Vicente había dado una conferencia, en el salón del bar La Marina. ¿Acaso fue en ese espacio de tiempo cuando inauguró el bar Puerto Rico? Tal vez su ubicación céntrica, y sus flamantes instalaciones hicieron que pronto sea el punto elegido para la organización de disertaciones y otros actos. 1
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Publicidad Bar Café Puerto Rico, Nueva Época, 4 de mayo de 1921.
aun cambiando de dueño o de nombre, siempre funcionó como bar hasta hoy. Antes, hacia el 1900, en aquella ochava había funcionado una panadería, la primera de Punta Alta, perteneciente a un tal Pablo Bos, hasta que don José Ighina adquirió la propiedad, para destinarla a la renta. Sus primeros inquilinos fueron los señores Antonio Prieto y Delfino González, quienes instalaron el Café y Bar Puerto Rico, nombre que se cree hacía referencia no al estado caribeño sino al Puerto Comercial Arroyo Pareja, en plena construcción, considerado como el baluarte del desarrollo económico de la zona. Sus propios dueños eran quienes lo trabajaban, acompañados por el personal de mozos y demás empleados. “Por la amplitud del local que ocupa, por el servicio que se presta, y por la numerosa clientela que tiene el café y bar Puerto Rico constituye uno de los negocios más importantes y acreditados de la localidad. En efecto, este comercio se halla instalado en un local que mide 18 metros por 30, y en el cual se hallan convenientemente distribuidas las mesas para el público y los diez billares, que ocupan la mitad del salón”, se leía en las páginas del Álbum de Punta Alta2, qué luego agregaba “El personal de la Armada tiene en este bar, a uno de sus puntos predilectos para pasar algunas horas de expansión. Como sala de billares es la más amplia que existe en la localidad, y llena aquí una función apreciable, permitiendo que los numerosos aficionados a este juego, puedan entretenerse en su ejercicio”. Pero la capacidad de la sala de billares no era lo único que destacaba a este bar del resto, ya que sus dueños fueron introduciendo sucesivas mejoras en el local e innovaciones en el servicio. Por caso, en 1920 el semanario local Nueva Época anunciaba la inauguración de un biógrafo, cuyas películas, todavía de la época del cine mudo, eran amenizadas por el profesor de piano Egidio Mazzini. “Ayer, en la sección vermouth quedó inaugurado el biógrafo instalado en el café Puerto Rico. Numeroso público presenció la inauguración, habiéndose exhibido una serie de cintas interesantes. Las instalaciones del cine son perfectas, por lo cual las proyecciones resultan nítidas y claras. Durante las horas de biógrafo regirá tarifa módica para la consumición, lo que es augurio de que este nuevo lugar de expansión se verá siempre concurrido”, anunciaba la prensa local3.
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Bar Puerto Rico en 1919 2 Álbum de Punta Alta. 1816-9 de Julio-1919, Punta Alta, Talleres Gráficos Nueva Época, 1919. 3 Nueva Época, Año XIII Nº 1039, 25 de septiembre de 1920.
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Un año después, también se anunciaba a la población la inauguración de un palco, especialmente construido y destinado a los profesores Torrontegui y Di Sarli (C), quienes ejecutaban “selectas audiciones musicales”. Al poco tiempo, el bar Puerto Rico volvería a captar la atención de todos, con la puesta en funcionamiento de una novedosísima caja registradora, que por aquel entonces sólo se usaba en los grandes bares, restaurantes y billares de Capital Federal: “Trátase de una caja registradora que marca por triplicado y separado por boletas el importe de cualquier consumición, de manera que una boleta queda en poder del que atiende la caja, otra se destina al mozo y la tercera pasa a poder del cliente, el cual
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abona el consumo hecho de acuerdo con lo que indica la boleta, que es lo exacto, y con lo cual se evitan las diferencias que pueden ocurrir entre el público y los mozos”4 En 1922 Delfino González abandonó la sociedad con Antonio Prieto y su parte la adquirió Juan Badiola, por ese entonces, también propietario del bar y cinematógrafo La Marina. Una de las novedades que presentaron a la clientela fue la actuación de un quinteto orquestal, formado por los profesores Egidio Mazzini (piano), Juan Bernard y Ángel Moretti (violines), Ángel Zazeta (flauta) y Vicente Ticozzi (bandoneón). Actuaban los días jueves, sábados y domingos, mientras que el resto de los días se presentaban a dúo Mazzini y Moretti.
Carlos Di Sarli Su verdadero nombre era Cayetano, aunque artísticamente se lo conoció como Carlos Di Sarli, apodado “el señor del tango”. Pianista, compositor y director de orquesta, llegó a tener fama y reconocimiento a nivel nacional. Había nacido en Bahía Blanca en 1903 y desde muy temprana edad se dedicó a la música. En 1919 comenzó a tocar en bares de su ciudad y Punta Alta. A partir de 1924 prosiguió su carrera artística en Buenos Aires. En 1930, mientras actuaba en el Café Germinal de Capital, tuvo un incidente con el dueño, que no aceptaba que Di Sarli usara anteojos negros en el escenario (los usaba por prescripción médica por un accidente que le había ocurrido en su niñez) por lo que dejó el lugar y regresó a su ciudad natal. En este período tocó en el Bar Central hasta su regreso a Buenos Aires poco después.
El Bar Japonés En 1923 el bar Puerto Rico cambió nuevamente de dueños, y también de nombre. Pasó a llamarse Bar Japonés, siendo sus propietarios los señores Ichijo y Onuma, ambos de origen nipón, quienes se habían instalado en el pueblo tres años
antes. Por aquellos años, aparte de los ya conocidos billares, el bar ofrecía salones reservados para las familias, café, minutas, cacao y los más variados licores, además de conciertos musicales todas las noches. Pero lamentablemente dos he-
Publicidad Café y Bar Japonés. Revista Punta Alta, editada con motivo del Centnenario de Bahía Blanca, 11 de abril de 1928 4
Nueva Época, Año XIV Nº 1108, 15 de junio de 1921.
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chos trágicos ocurrirían en sus instalaciones, conmoviendo al pueblo y captando la atención de la prensa puntaltense: el brutal asesinato de un marinero a manos de un policía y un incendio, que destruyó prácticamente todo el local. A fines de 1927, en la edición del 10 de diciembre del semanario local El Yunque se leía: “Cacciavilano se dirigió hacia el bar Japonés, penetró en su interior, y sin decir agua va, tomó a golpe de puño al conscripto Jorge Gasparoli, le aplicó varios fustazos, que lo derribó por tierra, y de inmediato desfundó el revólver, descerrajándole un tiro a quemarropas, que fue a herir a Gasparoli en el riñón izquierdo. El policía asesino, demostrando su cobardía, una vez cometido el asesinato, huyó. El hecho ocurrió a la una y media de la mañana, falleciendo Gasparoli en el Hospital Naval una hora después”5. El relato de los vecinos vinculó el crimen, ocurrido en la madrugada del 7 de diciembre de 1927, con un confuso episodio que se había desarrollado poco antes en un boliche ubicado en Mitre y 25 de Mayo, donde un grupo de conscriptos festejaban el pronto licenciamiento, tras haber cumplido los dos años del servicio militar. Aparentemente generaron ciertos disturbios en el lugar, tras lo cual arribó un grupo de agentes de policía para poner orden. En esas circunstancias, un efectivo resultó lesionado, lo que motivó la detención de dos conscriptos y la persecución de los otros, que habían logrado huir del lugar. Fue ahí cuando el oficial Américo Cacciavilano fue al bar Japonés, entró bruscamente y sin más rodeos se dirigió hacia el marinero Gasparoli quien, ajeno a todo lo que había sucedido, se encontraba junto a una mesa de billar. Según lo dispuesto por las autoridades navales el sepelio del infortunado marinero se realizó en el cementerio de Colina Doble mientras que la Liga de Defensa Comercial (hoy UCIAPA) determinó el cierre de los comercios por mediodía a la vez que resolvió enviar una nota al Jefe de Policía de la Provincia de Buenos Aires presentándole una enérgica protesta contra el brutal hecho. Unos días después el juez del crimen Dr. Ángel Torrent ordenó hacer la reconstrucción del hecho, de la cual participaron todos los testigos además de personal policial y algunas autoridades navales. Mientras, un grupo de vecinos expresaba su consternación y su enojo frente al abuso policial a través de una solicitada, publicada en el mismo semanario El Yunque6. Un año después el bar Japonés volvería a ser noticia, a causa de un triste hecho que impresionó a todo el pueblo. Un pavoroso incendio lo había destruido casi por completo. A fines de 1928 se leía en La Nueva Comuna: “[…]Un fuerte estruendo de bomba hizo sobresaltar ayer a las 4 horas a la población, que se hallaba entregada al reposo. No había duda: era el aviso del cuerpo de bomberos anunciando un nuevo incendio […] Bien pronto pudo conocerse la novedad. En el interior del popular Bar Japonés había comenzado un incendio que pronto adquirió proporciones abarcando las principales instalaciones del amplio negocio. El cuerpo de bomberos voluntarios con la celeridad con que acostumbra a hacerlo, no bien recibió el aviso de la policía, estaba en su lugar de acción extendiendo mangueras e iniciando rápidamente el ataque al voraz elemento. Abiertas a fuerza de golpes de hacha las cortinas metálicas, se apuró la labor combativa contra las llamas y así pudo evitarse la propagación de las mismas a las casas linderas. No más de media hora se tardó en abatir casi totalmente el fuego que logró reducir a cenizas casi todos los muebles, útiles e instalaciones, pues apenas fueron retiradas algunas mesas y sillas […]”7 El Yunque, Año III Nº 86, 10 de diciembre de 1927. El Yunque, Año III Nº 87, 24 de diciembre de 1927. 7 La Nueva Comuna, Ano I Nº 29, 18 de diciembre de 1928. 5 6
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El origen del incendio nunca pudo saberse, aunque algunos sospechaban que la explicación estaba en las cuatro pólizas de seguro por $10.000 cada una que los propietarios habían contratado tiempo atrás. Como sea, las llamas habían hecho cenizas a uno de los sitios más concurridos y tradicionales del pueblo. El propio semanario expresaba su pesar: “Con este siniestro nuestra esquina más central, pierde uno de los atractivos principales que contribuían a darle constante animación. El bar de los simpáticos nipones, era el punto de cita de gran parte de la juventud. Los hinchas y jugadores de los clubes de footbal (sic), que forman una verdadera legión, también tenía allí su lugar predilecto para comentarios y alacraneos. Ha perdido así, nuestra principal esquina, la característica esencial que la había popularizado […] Por ello, la muchachada demuestra su pesar frente a la realidad del suceso y no puede ocultar el dejo de tristeza que la embarga. El Japonés era una cosa tan propia…”8
Luego de aquel suceso Ichijo y Onuma decidieron trasladar el negocio a Irigoyen 150, mientras las ruinas del local de la tradicional ochava puntaltense permanecían a la espera de su restauración.
El Bar Central A comienzos de 1929 comenzaron los trabajos para habilitar nuevamente el edificio y en el mes de junio finalmente se inauguró el flamante Bar Central. Su dueño era el señor Ercolano Melani, un antiguo vecino y comerciante bahiense. En La Nueva Comuna se anunciaba la grata noticia: “En el amplio local de la esquina Humberto I e Irigoyen, donde existió el bar Japonés, será inaugurado mañana el gran Bar Central. Esta nueva casa ha sido montada con útiles y elementos de primera, figurando varios regios billares. Además ha sido instalada una máquina Express para servicio de café y las bebidas y licores a expenderse son totalmente legítimas y de las mejores
Palco para la orquesta, década de 1940.Gil, Olga: 100 años de tango. Al compás del crecimiento de Punta Alta, Editorial Grafimar, Punta Alta, 2002, p. 17 8
Ibidem
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Bar Central 1997.
marcas.”9 El mismo semanario, en otra edición, hacía expresa mención a las mesas de billar del Central. Estas habían sido fabricadas en los talleres del propio Melani, en Bahía Blanca, de acuerdo a los adelantos de la época, destacando especialmente que estaban equipadas “con las célebres barandas norteamericanas WASCO GREEN, ganadoras de los más importantes campeonatos del mundo”10 Como no podía ser de otra manera, el Central también contó con un palco para la orquesta, que actuaba diariamente de 13 a 14 y a la noche, de 20 a 24 hs. Desconocemos sus integrantes pero en una oportunidad, el semanario no ahorró palabras para manifestar su desaprobación en relación al repertorio de los músicos, los cuales ejecutaban sólo tangos en vez de ofrecer al público otros géneros musica-
les: “[…] hete aquí que la música empieza y comienza el tango; sigue la música y sigue el tango y así por los siglos de los siglos. Si se extiende la mirada por los ámbitos del gran local, observa cierto tedio en la cara de muchos concurrentes, quienes sin duda dicen ¡Caramba! En un país cosmopolita podían tocar una jota, un paso doble o un fragmento de ópera! Cada cual, en efecto, gusta sentir las nostalgias de su terruño al compás de una buena orquesta, más resulta mala si su estilo es siempre el mismo.”11 Al poco tiempo el Central, como otros bares de la ciudad, comenzó a ofrecer a su clientela la actuación de las “orquestas de señoritas” (O), muy en boga en los años 30. Algunos de estos conjuntos musicales solían ser contratados en Buenos Aires y cambiaban con frecuencia, pero
o Orquestas de señoritas Eran conjuntos musicales femeninos que amenizaban bares y cafés, muy en boga en los años 30 y 40. Estas jóvenes se presentaban muy elegantemente ataviadas, con vestidos largos de fiesta. Algunas orquestas estaban integradas por instrumentistas de la ciudad, o Bahía Blanca, y por lo general, los períodos de actuación eran de 30 a 60 días. También era común que se contratasen orquestas de Capital Federal, “Pocos saben que en algunas orquestas de señoritas que llegaban desde la Capital Federal, traían chicas que no ejecutaban y entonces nosotras teníamos que cubrir ese hueco. Se las llamaba figurantes. Por ejemplo yo tocaba y la figurante hacía la mímica”, recordaba en una ocasión la bandoneonista puntaltense Ada Rubio de Leoni. Ada Rubio. Foto: La Nueva Provincia, 11 de marzo de 1991. La Nueva Comuna, Año I Nº 75, 11 de junio de 1929. La Nueva Comuna, Año I Nº 71, 28 de mayo de 1929. 11 La Nueva Comuna, Año I Nº 79, 25 de junio de 1929. 9
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entre los que se recuerdan está la orquesta de las hermanas Tieri, como también las Forte12. En 1932 hizo su debut la señorita Ada Rubio, joven bandoneonista puntaltense, quien integraba el conjunto junto a las hermanas Ana y Pocha Payela, en piano y violoncelo respectivamente, dirigidas por su padre Antonio Payela. Otra orquesta que los diarios de la época rescataron del olvido fue la dirigida por Celina Pintos, popularmente conocida como la Argentinita, eximia bandoneonista secundada por Edelmira Quintana en violín, Victoria Iglesias en piano y Ermelinda Pardo en batería.
El bar hoy
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En 1934 Ercolano Melani vendió el bar a los señores Emilio Chiaradía y Juan De Negri. Un año después la sociedad se disolvió y De Negri quedó a cargo del Central, hasta 1954. Ese año el bar pasó a manos de la sociedad formada por Ángel Moiso y Guillermo Suárez, quienes lo regentearon hasta 1974, cuando lo adquirió el señor Antonio Di Giácomo. Finalmente, a mediados de 2014 fue adquirido por el señor Juan Elizondo y su esposa Ava Werle, actuales propietarios del bar. A través de todos esos años, las instalaciones y los servicios del bar fueron cambiando, adaptándose a las modas y costumbres del momento: las orquestas de señoritas pasaron a ser un recuerdo de los viejos tiempos, como así también el imponente palco,
ntral, La Nueva Comu na
, 31 de mayo de 1929
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mientras que las mesas de billar fueron modificadas para pool. Con los años, la misma clientela cambió, pues ya dejó de ser un ámbito exclusivo de los hombres para permitir la concurrencia de las mujeres. Algunos aseguran que por su amplio salón pasó Carlos Gardel, y Luis Sandrini, cuando filmaba “La muchachada de abordo”; Carlitos Balá, Carlos Monzón, Jorge Cafrune, Argentino Ledesma, y tantos otros… Haciendo justicia a su trayectoria, en 1999 el Honorable Concejo Deliberante sancionó la ordenanza Nº 2727 bis declarando “lugar histórico destacado las instalaciones del lugar conocido como Bar Central”. Reliquia arquitectónica, vivo testimonio de los tiempos pasados, sus paredes atesoran miles de anécdotas y recuerdos.
Fuentes: Si Ud. posee información respecto del BAR CENTRAL, por favor comuníquese con el Archivo Histórico Municipal de Punta Alta Todo aporte es valioso. Lunes a viernes de 7 a 19 hs, Mitre 101 (8109), Punta Alta, (02932) 432214, archivohm@yahoo.com.ar
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. Álbum de Punta Alta. 1816-9 de Julio-1919, Punta Alta, Talleres Gráficos Nueva Época, 1919. . Gil, Olga: 100 años de tango. Al compás del crecimiento de Punta Alta, Editorial Grafimar, Punta Alta, 2002. . “El origen de los bares”, en https://elsecretodelexitodelosbares.wordpress.com/2013/04/28/ el-origen-de-los-bares/ . Sainges, Alejandrina: El Bar Central, Tesis del 4º año del Profesorado en Historia, ISFD Nº 79, Punta Alta, 1998. . Diario El Sud, 17 de febrero de 1916, 4 de mayo de 1916. . Semanario Nueva Época, 1916-1926 . Semanario El Yunque, 1927-1928 . Semanario La Nueva Comuna, 1928-1944
Gil, Olga: 100 años de tango. Al compás del crecimiento de Punta Alta, Editorial Grafimar, Punta Alta, 2002.
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8 de Diciembre de 1928 en Punta Alta Todos los 8 de diciembre, y desde mucho antes de ser declarado dogma en 1854 por el papa Pío IX, la feligresía católica celebra la fiesta de la Inmaculada Concepción de María. En 1928, según la crónica aparecida en La Nueva Comuna, las Hijas de María puntaltenses organizaron un amplio programa de actividades religiosas. Las hijas de María son una confraternidad piadosa surgida en Francia en el siglo XIX, dedicada a María Inmaculada. La forman chicas jóvenes que asis-ten a sus escuelas o talleres. Los actos dieron comienzo a las 7.30 con la misa de primera comunión en la capilla local. A las 18, se
realizó una procesión con la imagen de la Inmaculada que recorrió Rivadavia, Roca, Irigoyen y Paso. Tomaron parte de ella todas las asociaciones de la ciudad, con sus respectivos estandartes. La foto ilustra la procesión por calle Rivadavia a la altura del 200. Puede apreciarse la torre de la primitiva iglesia y el grupo de niñas, que por referencias, se sabe que vestían de rosado. Este importante testimonio gráfico fue donado en 2012 por Pocho De Paolis, residente en Mar del Plata e hijo del fotógrafo Ángel De Paolis, quien en copropiedad con Juan Migone, tuvo un estudio en la ciudad.
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historia oral por Guillermo Bertinat
El señor Victoriano Zapatel fue entrevistado en el año 2003. El extracto corresponde a la primera parte, registrada el 12 de febrero. Don Victoriano era militar, nació en Punta Alta el 13 de diciembre de 1919 y falleció el 9 de agosto de 2011.
Victoriano Zapatel Se respetaba mucho la edad en aquel tiempo. Yo ya tuve acceso (a los bares) siendo más grande, […] es decir, había que esperar estar “enrolado” para poder frecuentar esos lugares que estaban prohibidos para los menores. Bueno, yo tuve acceso después, pero alcancé a disfrutar de… por ejemplo el Bar Central, […] era una cosa distinguida. Con una calidad… pero era propiamente el bar de aquella época, perfectamente atendido, era una cosa delicada. Hasta cultural, era una cosa, ahí no había escenas de ningún tipo… que estuviesen reñidas con la educación, no, no. Ahí iban personajes, no, cultas, en fin, no había escenas… había otros piringundines para esas cosas, Punta Alta tenía reservada cualquier cantidad de piringundines. El Bar Central era una cosa… Era muy poco frecuentado por mujeres. MUY poco. Casi nada diría yo, en la época en la que le estoy hablando. Después sí, se empezó un poquito. Pero no, estaba solamente reservado a hombres. Pese a que los hombres iban pulcramente vestidos todos, era una cosa delicada, pero no. Aparte era gente toda educada y muy conocidos todos. Era una Punta Alta donde todos nos conocíamos. Fulanito, menganito, zutanito. Pero la mujer tenía acceso a otras cosas, que eran los clásicos bailes. Por ahí iba a jugar un poco al billar. […] Pero no era mi lugar preferido para el billar. Y yo iba a escuchar música realmente. La Orquesta de Señoritas, que existió hasta cuando yo me mantuve soltero, todavía existió, el cuareintitantos, existió la Orquesta de Señoritas. Entonces con mis amigos íbamos a jugar un poco a la generala, esas cositas así, ¿no? tomar un cafecito, o llegado el caso el verano una cervecita y escuchar música. Eso nos gustaba. Escuchar música. Pero al billar, yo lo iba a jugar con mis compañeros, existía el Bar Americano. Que tenía su victrolera, que era la dama que se encargaba de pasar los discos. Que era todo manual, había que darle cuerda y ahí estaba la victrolera. Entonces nosotros nos sentíamos tan cómodos. Y había un grupito muy pequeño de hombres grandes, entre los que destaco a Curto, Curto iba a jugar al billar ahí. Que en cierto modo nos daban algunas clases. Curto el mayor, […] Marcelino. Ese hombre para nosotros fue algo así como el
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hermano mayor. Porque se cuidaba mucho ese detalle. Y el respeto era tan grande… nosotros éramos muchachones de dieciocho, diecinueve años, algunos de veinte, pero teníamos un profundo respeto por esa gente. Como la victrolera ya nos conocía, nos pasaba la música que nosotros… por lo general era tango. Lo que más nos gustaba y lo que más se estilaba en aquella época. Era música popular. Todo esto se gestaba o se desenvolvía en un ambiente pero sano, de profundo respeto, nosotros por la gente mayor. […] Y nosotros teníamos acceso a todo eso. El sábado vendría a ser (la salida). Que todavía nosotros ahí estábamos en la etapa media diríamos, de dar el salto después a ir a bailar. Ahí estábamos naciendo a la vida nocturna. Entonces ¿qué pasa? No podíamos largarnos, para no hacer papelones, porque también éramos vergonzosos. Nosotros hacer un papelón, era tremendo, lo tomábamos como una cosa… y nos cuidábamos y nos ayudábamos. Yo tuve pocos amigos. Eran cuatro o cinco, pero éramos todos del mismo calibre. El cabecilla de todo esto, era un tal Di Fazio. Juan José Di Fazio. Ese fue, el que me enseñó… todo. Todo la… como diré, no soy un experto en “calle” pero todo lo que brinda la calle, todo, todo, me lo brindó este muchacho. Él era operario en Talleres Generales y como estaba con hombres mayores también, porque él en aquél entonces gente mayor al lado, lo iban haciendo a él también. Porque hasta eso era. No había egoísmo. Y podías ser fulano, Rodríguez, Pérez, González, qué se yo pero “no pibe, ojo, esto no ¿eh?” Teníamos consejos buenos,
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permanentemente. […] En modo especial, respeto. Nosotros habríamos tenido alguna cosita de éstas no tan, tan, pero éramos muy respetuosos, nosotros teníamos esta persona guía que nos decía “No ¡Tsch! Ojo, cuidado acá”. Aparte nos cuidábamos mucho de la policía. La policía no andaba tanto en la calle y eso. Pero al que agarraban… Y si venía una queja a la casa… Dios me libre, ahí se terminaba todo. Entonces nosotros nos cuidábamos. Teníamos algunas cositas no tan buenas diríamos, pero que no afectaban las buenas costumbres. […] Y concurríamos a lugares denominados “sanos”. Un barcito por ahí medio-medio… por ahí eran lugares de entretenimiento sí. […] Entonces uno iba por curiosidad porái, pero ya siendo mayorcito. Y después sí, aparecieron algunos “varieté” que se decía, que era una mezcla de todo. Entonces ahí también íbamos, pero ahí ya éramos grandecitos ya, con servicio militar cumplido, con todos los requisitos exigibles. El que yo recuerdo que era uno de los más importantes estaba ubicado […] donde funcionó el cine Los Dos Chinos, o el Rialto […] (o el) Cine Coliseo. […] Pero anteriormente al Coliseo, funcionó cuando se cerró el cine Los Dos Chinos, que estoy hablando del cine
mudo, y el Rialto, el Rialto no, ya era sonoro. Después estuvo un tiempo eso sin explotarse. Y ahí funcionó un varieté que ahora no me acuerdo tampoco como se llamaba. Y ahí había un poquito de todo: de música popular, alguna bailarina que otra y medio que enseñaban un poco las piernas. Que para aquélla época ¡madre mía! […] Y se llenaba de hombres. Ahí iban solamente hombres. […] Estamos hablando del ´42. […] ´43, ´44. […] Hay algunas escenas (de la película “La Muchachada de a Bordo” de 1936) rodadas acá. Se improvisó un bar, que en aquel tiempo gozaba de prestigio diríamos (en el argumento de la película). Entonces se improvisó en el Cine La Marina diríamos lo que era ese bar, porque era un bar… cómo diré… dado para cierta gente. No era de concurrencia masiva. La Leonesa se llamaba. Improvisaron el escenario, o propiamente diríamos las instalaciones del bar, en el Cine La Marina. Ahí se hizo, simulando que era La Leonesa. […] Vaya a saber porqué motivo no se hizo (ahí). A lo mejor también no era un local ideal, diríamos porque era relativamente chico, no era una cosa… tipo Bar Central, Bar Tokio, no, era una cosa más bien reducida, era para pocos parroquianos. […]
Julio Amaya ABOGADO
Sebastián Amaya ABOGADO
Germán Amaya INGENIERO ELECTRÓNICO
Gustavo Aranda ARQUITECTO
Carolina Lascano LIC. PSICOLOGÍA
Ana Marcos
TRADUCTORA P. DE INGLÉS
Juliana Tomassini CONTADORA PÚBLICA
e s t u d i o 02932 - 427968 i n t e g r a l Brown 67 · Punta Alta
patrimonio por Arq. Graciela Britos
Almacén “La Marina”, ejemplo del Neoclásico
Reseña Histórica Hacia 1906, llega procedente de España Florentino Rubio. En 1914 decide instalar su propio negocio, almacén y bazar “La Marina”, en un modesto local de la calle Roca casi Irigoyen, convirtiéndose en poco tiempo en uno de los almacenes más importante del pueblo. Afianzado como comerciante de prestigio, decide construir su propio edificio. Así en 1924, adquiere el terreno de Irigoyen y Roca y traslada su negocio, con el mismo nombre. En 1950, Don Florentino se retira de la actividad comercial, cediendo su parte del negocio a unos sobrinos recién llegados de España. En 1974, se disuelve la sociedad y el almacén cerró sus puertas definitivamente. Actualmente, sus inquilinos continúan la actividad comercial con el rubro zapatería.
Antecedente tipológico Neoclásico Este movimiento surge en Italia con el nombre de Clásico Italianizante. Toma y adapta las características arquitectónicas clásicas,fundamentados en la belleza, el equilibrio y la simetría, generando una arquitectura de gran riqueza ornamental y armónica.
Adaptación tipológica Hablamos de adaptación tipológica, debido a que estas obras se construyeron en entornos diferentes,
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con materiales y mano de obra diferente. Por ello es que debieron adaptarse a su nuevo enclave. Este edificio se ubica en una de las esquinas más emblemáticas de nuestra ciudad y responde a los lineamientos estilísticos del Neoclásico. Se desarrolla en dos plantas, sobre la línea municipal y sin retiros. Su altura guarda relación con las construcciones vecinas, inclusive en la actualidad, por lo que se adapta a su entorno destacándose por su estética. Tanto los materiales utilizados en su fachada como su ornamentación y terminaciones, denotan un excelente trabajo de molderia y una buena elección de los materiales.
Nuestro ejemplo Este edificio ubica el acceso principal al comercio sobre la ochava, destacado por el trabajo del balcón en planta alta a modo de “bow window”. Sobre Irigoyen, se ubican tres accesos secundarios, dos de ellos, también conducen al comercio, mientras el tercero, permite el acceso a las viviendas en la planta alta. La planta baja, al momento de construirse, estaba ocupada por el almacén y el bazar, mientras que en la planta alta, se construyeron departamentos para familias y consultorios de oftalmología y odontología. A lo largo de toda la fachada, una línea de balcones rompe con la horizontalidad del edificio. Sobre la ochava, se observan dos mascarones moldeados con forma de leones que al mismo tiempo enmarcan y definen el acceso principal al comercio.
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Charlas
Buscá: Archivo Histórico Municipal de Punta Alta
Con el objeto de dar a conocer, ayudar a valorar y preservar el rico patrimonio arquitectónico de la ciudad, el Archivo Histórico Municipal de Punta Alta conjuntamente con el Museo Histórico Municipal, presenta un ciclo de charlas sobre arquitectura local.
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El ciclo estará a cargo de la Arq. Graciela Britos, quien se desempeña como personal de la mencionada dependencia comunal, y está especializada en patrimonio arquitectónico. Con entrada libre y gratuita, está dirigido al público en general y será dictado en dependencias del Museo Histórico de Punta Alta, Humberto I 277. Las charlas serán mensuales, a partir del 7 de junio. Está previsto que cada una de ellas trate sobre un estilo arquitectónico diferente y se desarrollarán en una mañana, desde las 9.00 hasta el mediodía. Finalizarán con una breve recorrida para visualizar las características propias y los edificios emblemáticos de cada estilo en la ciudad. Bajo el lema “No se puede querer ni cuidar lo que no se conoce”, este ciclo se articula con otras acciones del Archivo Histórico Municipal de Punta Alta tendientes a revalorizar el legado edilicio rosaleño. Para más información, dirigirse al Archivo Histórico Municipal de Punta Alta, Mitre 101, de lunes a viernes de 7.00 a 19.00 hs, al teléfono 432214 o por mail a: archivohm@yahoo.com.ar
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Archivo Histórico Municipal Mitre 101 - (02932) 432214 archivohm@yahoo.com.ar de lunes a viernes de 7:00 a 19:00.
Museo Histórico Humberto I 277, (02932) lunes y viernes de 13:00 a 19:00 hs. martes, miércoles y jueves de 7:00 a 13:00 hs. Tel: 02932 - 428261 Museo de Ciencias Naturales Urquiza 123 (02932) 432063 Lunes a Viernes de 8.30 a 14.00, Sábados de 10.00 a 13.00 y de 16.00 a 18.00
Museo Histórico Crucero ARA Gral. Belgrano Juan Vucetich 3276. Lunes a Viernes de 10.00 a 12.00 Tel. 02932- 15639193 / 02932- 15575052 Email: ultimatripulacioncrube@gmail.com
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Museo Naval Lunes a Viernes de 8.00 a 14.00, Sábados y Domingos de 14.00 a 18.00. Tel: 02932 - 487104 / 487526
Museo Histórico Infantería de Marina Lunes a Jueves de 8.30 a 12.30, Viernes, de 8.30 a 11.00. Visitas programadas. Fines de semana y feriados, coordinando previamente al Tel: 02932-433489 Int. 4325
Museo Histórico del Centro de Veteranos de Guerra y Familiares de Caídos en Malvinas “VGM Sequeiros Jerez” Villanueva 375. Por visitas, llamar al Tel: 2932 - 428270 / 423713 / 431432 Celular: 02932 - 15525126.
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