Actualidad pablo mana

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testimonio

“Hoy hago patria desde el campo” A los 18 años, Pablo Mana capturó la bandera británica en el desembarco en las Malvinas. Los ingleses son ahora compradores de los caballos de polo que cría. por Ariel Cukierkorn fotos Andrés Requena

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i uno de los aspectos distintos de Malvinas fue la gran cantidad de conscriptos que involucró, 25 años después resulta habitual encontrarse con esos soldados en los más disímiles ámbitos laborales, en cualquier punto del país, en la ciudad y en el campo. En algunos casos, las secuelas de la guerra están a la vista, mientras en la mayoría sólo salen a la luz cuando surge recordar en público esa singular pos adolescencia como soldado. En una misma vida, Pablo Mana es el audaz chico de 18 años al que se le ocurrió capturar la bandera británica en el desembarco argentino del 2 de abril de 1982 en Puerto Stanley, como así también el maduro criador de caballos de polo de Vicuña Mackenna con clientes que responden a esa misma bandera. “Muchas veces siento que el tiempo pasó muy rápido, porque en mi cabeza Malvinas lo tengo

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Conexión. Su presente campero no esconde nunca su experiencia en la guerra.

Allá vamos

como ayer. No soy pro-guerra, pero siempre estuve muy orgulloso por haber participado, sé que me cambió para bien. Salir vivo me convenció de que tenía muchas cosas para hacer”, reflexiona. Sobre todo tras haberse arrepentido de la repentina idea de hacer carrera militar, Mana siempre supo que esos laureles poco le servirían para un vida civil. Acorde a la revelación que tuvo tras

la guerra, estudió Ciencias Económicas, fue gerente de un hotel y manejó una parrilla, entre otros trabajos, hasta por fin dedicarse al campo, tal cual la herencia paterna. Formar una familia (a los 44 años, vive con su esposa y cuatro hijos) y ser parte del boom del polo en nuestro país son las satisfacciones que quizá imaginaba tras su dramática experiencia en combate.

“Como cualquiera a esa edad, uno cree que es inmortal. Bajamos del anfibio y la imagen que veía, que generaban las balas razantes en el cielo, me hacían acordar más a un carnaval que a la guerra. Nuestras órdenes eran generar el mayor ruido posible y no generar bajas. Mientras avanzábamos, tiré cinco cargadores. Llegábamos a la Gobernación y el capitán Pedro Giachino cayó a 20 metros mío, pero nadie se le podía acercar, porque estaba muy expuesto. Por puro metido, quería ver dónde vivía el gobernador. Ahí fue que vi la bandera dentro de un cofre de vidrio, que rompí con el fusil, y me la llevé. Mi superior, el almirante Buser, me exigió que no se enterara nadie. Durante

“No tenía ninguna orden, pero fui de metido, nomás. Vi la bandera en un cofre de vidrio, lo rompí con el fusil y me la llevé”, cuenta.

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mucho tiempo nos reímos de que eso no se pudo cumplir.” Como bien dice él, lejos de parecer una monótona grabación, Mana cuenta su hito como si hubiese sido ayer. Descargada de solemnidad bélica, la anécdota mantiene todavía cierto tinte de travesura juvenil. De ahí de que rehúya al rótulo de héroe que por mucho tiempo le quisieron atribuir. “Es una palabra grande. TodaMarzo 29, 2007

vía hoy no puedo definir qué fuimos los que fuimos. Estábamos bajo bandera, teníamos una obligación, y hasta yo

después quise volver, pero por el bloqueo a Río Gallegos no pude. Muchos pusieron muchos huevos, otros se la pasa-

Gentileza: Diario de la República, de San Luis .

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“Viajé una vez a Inglaterra y no se tocó el tema. Trato de venderles los caballos más caro...”, bromea.

ron llorando. Cada uno en su medida hizo lo que pudo. Mezclarlo con la dictadura es lo que confunde todo”, opina. Si bien a muchos ex combatientes y familiares les resultó inicialmente chocante el contacto con ingleses, a la hora de que le compren caballos, para Mana no fue difícil separar los tantos. Al punto que encaró esa paradójica situación con una lógica tan superadora como pícara: “Trato de vendérselos un poco más caros, je, pero tampoco me excedo. Viajé una vez y tuve el honor de que caballos míos jugasen la Copa de la Reina, en Windsor, uno de los torneos Arrojo. Mana, con el uniforme y la bandera británica, a los pocos días de su famoso acto. EL FEDERAL•37


opinion

Desaparecidos en acción Los limbos de nuestras memorias en la guerra de Malvinas. Por Rosana Guber

Antrópologa social, investigadora del Conicet-Ides, autora del libro “¿Por qué Malvinas? De la causa justa a la guerra absurda”.

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urante el Proceso, las Fuerzas Armadas argumentaron que la antisubversiva y la de Malvinas fueron dos guerras, sólo que diferentes: una fue irregular, contra un ejército de guerrilleros que se camuflaba en la población civil; la otra fue convencional, contra fuerzas regulares en representación de otro estado nacional. La popularidad generada por la recuperación de las islas se modificó de manera abrupta tras la rendición. Malvinas fue descalificada como “aventura”, “fiasco” y “guerra absurda”, no como una guerra regular, justamente combatida y tristemente perdida. A partir de las anécdotas propagadas por los soldados, se popularizó la perspectiva que los clasificó de manera simplificada como víctimas del abuso de sus superiores, a la vez que la sociedad se reflejaba en esta imagen como sorprendida en su buena fe (patriótica). a que los ex soldados Los ex soldados se se Pese empeñaron en forjar su empeñaron en forjar identidad como la de guela identidad guerrera, rreros antiimperialistas, la población civil y la sociedad la sociedad política construyeron una construyó una novedosa figura, la del veterano de guerra nativo y civil, novedosa figura, cuya característica principal como otra víctima de fue la de ser otra víctima de los militares. los militares (argentinos). Esta tensión volcó a los ex soldados a un limbo clasificatorio, quedaron en un punto intermedio que no permitía identificarlos ni como plenamente civiles, ni militares; ni niños, ni adultos. Este punto de indefinición categorial que los antropólogos llamamos “liminal” llamativamente, aquellos chicos de Malvinas se convirtieron por obra y gracia del nombre, en “veteranos” afiliados al PAMI, la obra social de los “veteranos de la sociedad”. Habían envejecido, prematuramente, sin haber sido reconocidos por la sociedad civil ni política como un sector con plena adultez. Así como los ex combatientes, los “desaparecidos” fueron el otro legado político del Proceso. Unos en vida y otros en la presunta muerte, quedaron atrapados en el limbo de un pasaje que debió haberse concluido para alcanzar nuestra paz. Que su condición liminal permanezca a más de 30 y a 25 años de sus respectivas ocurrencias, no es sólo el efecto del dolor que provoca una herida abierta. Es también una nueva oportunidad para debatir la brutalidad de toda empresa bélica como la que le dio origen, tanto como la conveniencia social y política de alguna vez, aquí en la Argentina.

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Si bien está orgulloso de haber estado en la guerra, no lo ostenta: ni sus hijos ni clientes como Adolfito Cambiaso conocen tanto su pasado. más importantes del mundo. Nunca se dio por tocar el tema de la guerra con ningún inglés, tampoco lo evité. Como país tienen aspectos para admirar. De hecho, la isla estaba impecable cuando llegamos y al rato que la tomamos ya era un desastre. Pero sigo convencido de que son nuestras”.

Pasado no pisado La ausencia del tópico Malvinas en el diálogo con los ingleses demuestra que Mana establece una brecha entre el orgullo y la ostentación de haber participado. Todos los años asiste entusiasmado a charlas escolares en su pueblo (“Los chicos me preguntan si conocí a San Martín”) y a cuanta reunión alusiva haya, pero sin embargo esa parte de su vida no está tan expuesta en su ambiente familiar ni profesional: “Mis hijos creo que no tienen ni idea y estoy casi seguro de que, por ejemplo, Adolfito Cambiaso tampoco sabe que fui a la guerra”. Ser vecino de campo en Vicuña Mackenna del mejor polista del mundo resultó un impulso vital para que Mana se insertase en el ambiente grande del polo. Si bien ya tenía contactos con otros personajes influyentes como Eduardo Heguy, venderle caballos a semejante talento le significó un salto de calidad y hasta le abrió las puertas de patrones multimillonarios, como Ali Albwardi, de Emiratos Arabes Unidos. Actualmente maneja 30 caballos y está vinculado a Pablo Jauretche, quien el año

pasado jugó el Abierto de Palermo para Coronel Suárez y durante las últimas semanas estuvo probando a Salvatore, el último gran crédito salido de los establos del ex soldado en Córdoba. Asentado desde hace tantos años en el campo para criar animales, Mana es consciente de que le tocó compartir el campo de batalla con gente que tuvo suerte muy dispar tras la rendicion del 14 de junio.

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Espíritu. Mana, en la réplica de la capilla argentina en Malvinas que se construyó en Pilar. Siempre se quedó con las ganas de volver a las islas a pelear.

“Yo la pasé muy mal, hasta el punto de no tener para comer, pero nunca me salió el pedir. Es una situación difícil de llevar. Otros empezaron a pedir plata o trabajo por haber sido combatientes y de ahí surgió el rótulo de ‘loquito de Malvinas’ que después perjudicó tanto. Entiendo que con los años, además de ser emprendedor y caradura, tuve suerte para salir adelante”, admite. El despertador le suena bien temprano todos los días, y no necesariamente como un resabio del ejército, sino como una pura costumbre del campo. La segunda vida de Pablo Mana también la asocia al espíritu argentino: “Con el Himno, la Bandera, los valores los respeté siempre a muerte. Así como aquel que pone una fábrica, hoy siento que la patria la hago desde el campo”.

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