MISIONES
Lazos forestales Establecido en los años 60 junto con otras familias japonesas en Colonia Luján, Naohiro Tada se animó a la plantación del hinoki y el kiri, dos árboles casi sagrados en su país. A partir de allí, un derrotero que sintetiza los intentos de una comunidad por conectarse con su cultura a través del suelo argentino. P or A riel C ukierkorn sta es una pequeña historia que no tiene final feliz. Naohiro Tada llegó a la Argentina el 17 de mayo de 1962, junto con su esposa y su hijo recién nacido Shinji. Nacido en la Isla de Shikoku, provincia de Kagawa, formó parte del tercer contingente de las más de 100 familias que el gobierno de Japón decidió instalar a partir de 1957 en un enclave que se dio a llamar a Colonia Luján, a 155 kilómetros de Posadas, por la ruta 12 de Misiones. Tras haber dejado atrás un país todavía golpeado psicológica y económicamente por la derrota en la Segunda Guerra Mundial, al igual que el 70 por ciento de sus compañeros inmigrantes Tada se instaló en suelo misionero con sus conocimientos agrícolas y forestales como único medio de subsistencia. Lejos de dejar a sus ciudadanos a la deriva, para la organización de la Colonia Luján el estado japonés se inspiró en los principios del Friedrich Wil32 ❖ EL FEDERAL
helm Raiffeisen, alcalde de varias ciudades alemanas en el siglo XIX y uno de los principales impulsores de las cooperativas agrícolas de crédito y ahorro. Fue así que las 3.000 hectáreas de tierra que abarcaban entre los pueblos de Puerto Rico y Montecarlo se dividieron en parcelas de entre 28 y 33 hectá-
reas, en franjas transversales a los cursos de agua y los caminos de acceso, una práctica conocida como sistema Waldhufen. En la porción que le correspondió a su familia, Naohiro Tada eligió primero buscar la rentabilidad y la eficacia, con plantaciones de históricos resultados en Misiones (cítricos, yerba
mate, jengibre, mandioca) y árboles como la araucaria, el pino y el cedro australiano. Al igual que sus vecinos en el nuevo asentamiento, con el correr de los meses Tada fue de manera progresiva adaptando sus costumbres orientales a los hábitos de los pueblos que empezó a frecuentar para vender su producción. Las mujeres dejaron de cargar a sus hijos en sus espaldas como hacían en Japón, los kimonos eran usados dentro del hogar, los platos de comida combinaban la típica pasta italiana, tan común en la Argentina, con el alga nori y varios tipos de pescado. Los nombres de los niños se empezaron a occidentalizar. Así fue que Nahoiro bautizó a su nuevo hijo con el nombre de Mariano, pero al mismo tiempo encontró una nueva conexión con su tierra natal: plantar los árboles hinoki y kiri. Madera santa. Desde la concepción del idioma y su filosofía, las distintas comunidades asiáticas tienen una permanenOctubre 14, 2010