ARTE
Cazador de imágenes Célebre por sus retratos, Prilidiano Pueyrredón descolló con sus paisajes del San Isidro del siglo XIX en una muestra en la magnífica Villa Ocampo. Por Ariel Cukierkorn
D
esde su reapertura al público en 2003 y con su reacondicionamiento aún en pleno proceso, Villa Ocampo siempre ofrece interesantes excusas para ser visitada, más allá de que el lugar se luzca por sí mismo. En ese contexto, pocos maridajes mejores que la muestra de la vasta obra de Prilidiano Pueyrredón, organizada por la Dirección de Cultura de San Isidro y el Proyecto Villa Ocampo en conjunto, en la que los paisajes de su San Isidro dejan claro que su talento excedía los eximios retratos con los que se aseguró un lugar en la historia de la pintura argentina. Si bien la mayor parte de sus dotes se explican en la educación que recibió en Europa, y en Francia en particular (allí decidió no usar el tilde para su nombre artístico), el motor artístico de Pueyrredón fue la conexión afectiva con uno de los rincones más emblemáticos de la zona norte del Gran Buenos Aires, que para su época, el siglo XIX, era pura ribera al Río de la Plata y vida de campo. Hijo del general Juan Martín
Dotes. “Retrato de una joven”
(izq) y “Paisaje de la costa de San Isidro”, dos de las obras.
Pueyrredón, miembro del Triunvirato de 1812, Prilidiano nunca renegó de los privilegios de pertenecer a una familia
ilustre, sino que los aprovechó como base para su pasión por el arte, la arquitectura y el urbanismo. A partir de 1849, a su
regreso de París, a donde habían emigrado tras la asunción de Juan Manuel de Rosas como gobernador de Buenos Aires, las vistas ribereñas y las situaciones diarias empezaron a pasar raudamente de los ojos al pincel del todavía joven Pueyrredón. De esas impresiones salen cuadros como Paisaje de la Costa, una pequeña acuarela en la que el dominante cielo se confunde con el agua y deja ver una embarcación en tierra con vacas pastando en el fondo. Una paz que contrasta apenas con Un domingo en los suburbios de San Isidro, una obra en la que el artista fija posición en favor de las tradiciones gauchas ante una urbanización que crecía a pasos agigantados. El pintor siguió alternando los veleros en el río con una tenue paleta a tono con el impresionismo en boga en Europa, con situaciones más nítidas de campo y pulperías, en las que se puede vislumbrar su precioso detallismo que se destacara sobre todo en sus retratos. En el interín, Pueyrredón se desarrolló
Pueyrredón se desarrolló también como un maestro gourmet, se hizo conocido en la aristocracia como un buen anfitrión y hasta se involucró en importantes obras públicas en carácter de arquitecto y urbanista. 58•EL FEDERAL
Octubre 25, 2007