Ciencia niños del hombre

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MOMIAS INCAS

Niños del La reciente presentación de uno de los chicos congelados hace 500 años y encontrados en Salta en 1999 renueva la fascinación por la cultura inca, y también el debate sobre los límites de hurgar en las raíces de los pueblos. La historia de las ceremonias religiosas y la atrapante expedición que las rescató.

Textos: Ariel Cukierkorn - Fotos: Juan Carlos Casas, y gentileza Johan Reinhard, MAAM, diarios El Tribuno (Salta) y Los Andes (Mendoza). 22 ● EL FEDERAL

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Ofrenda. La Niña del Rayo,

La Doncella y El Niño, consagrados a los dioses.

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uanto más se sorprende y se preocupa el hombre sobre su futuro, más se asombra y se pregunta sobre su pasado. Pero aun así es probable que ningún avance tecnológico lo conmueva tanto como verse inmortalizado en el tiempo. Hasta el más terrenal de los seres humanos se pone existencial cuando tiene enfrente a las momias de los tres chicos incas encontradas en el volcán de Llullaillaco, Salta, el 17 de marzo de 1999. En su descubrimiento y en su presentación al público de todo el mundo, que comenzó hace semanas Octubre 04, 2007

en el Museo de Arqueología de Alta Montaña, también en Salta, se sintetizan la pasión, el misterio, la curiosidad, el morbo, el dolor, la discusión, las dudas. La especie. Una historia en la cual, de pequeño o gran modo, no podemos evitar ser protagonistas. El motivo basal para semejante gama de sensaciones es muy sencillo: los chicos que encontraron enterrados junto con su ajuar, a 6.739 metros de altura, humanizaron en realidad la idea que podemos tener del concepto momia, más conectado a cadáveres secos e irreconocibles, o bien con la

tenebrosa imagen egipcia de una criatura tapada con vendas. La Doncella, La Niña del Rayo y El Niño no sólo murieron hace 500 años, sino que la vitalidad y frescura por la que impresionan es idéntica a la que sienten hoy a esta hora millones de personas nacidas en este continente, descendientes de las mismas comunidades que dieron origen a la civilización inca a la que ellos pertenecieron. ¿Qué lleva a un hombre a ofrendarle un semejante ritual a una divinidad? ¿Por qué el hombre, cinco siglos más tarde, sentiría o justificaría la necesidad de hurgar en EL FEDERAL ● 23


Estudios. El hallazgo es un hecho científico sin precedentes y alrededor de ello se montó en Salta un laboratorio de primer nivel.

ese entonces lugar sagrado para después mostrarse a sí mismo en forma de vida quieta? Lo dicho: las eternas dudas. En el medio, la acción.

Ceremonia Se está lejos en altura de los 8.848 metros del Everest. Aunque sea, a unos 220 de la cima del Aconcagua. El caso es que arriba, en el Volcán de Llullaillaco, falta el aire y, por más próximo que esté, el sol es un bálsamo insuficiente para los constantes vientos de hasta 120 kilómetros por hora y temperaturas que pueden llegar a los 40 grados bajo cero. En cinco siglos no cambiaron las condiciones climáticas, pero sí las motivaciones para subir hasta allí. Una vez que el dominio de su imperio llegó hasta esta parte del mapa, los incas entendieron el pico salteño como el lugar más cercano para contactarse con los dioses, un sitio especial para practicar acaso la ceremonia más especial del ritual llamado Capacocha o Capac Hucha. Centro político y espiritual, Cuzco recibía chicos de los distintos poblados, elegidos por su belleza y perfección físicas, Secuelas. Un rayo dejó secuelas en la

cara y el torso de una de las chicas.

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y quienes tomaban contacto con el Inca (el emperador) en Coricancha, el templo de oro. Unos 2.000 niños eran entregados allí mismo, sólo después de que los sacerdotes hubieran encontrado a quienes tendrían el privilegio de ser parte de la ofrenda mayor, en las alturas, a la vez una demostración del poder territorial de la civilización. La selección misma confirmaba a los chicos como parte de una nobleza. Se los vestía con las ropas más refinadas, como la exquisita túnica de cumbi o adornos con plumas de aves amazónicas, y se los alimentaba con las mejores comidas. La preparación hacia la ceremonia podía durarles toda su infancia, por lo que los niños crecían conscientes de que un día se encontrarían con los dioses en nom-

bre de todo su pueblo. Con esa certeza en el horizonte todavía más cercano y flanqueados por un séquito protector, los tres chicos salieron de Cuzco en la temporada estival y, a un ritmo de 10 ó 15 kilómetros de caminata por día, tardaron meses en llegar a la base del volcán. La planicie denominada tambo, a dos horas de allí, fue el último lugar en el que la gente común tomó contacto con los elegidos y con la inmensidad de objetos que formarían parte del ritual. Tras tres o cuatro días de ascenso, los preparativos finales. Sin necesidad de actos violentos, la vida de los chicos fue languideciendo por efecto de la chicha, la coca, el frío y la carencia de aire, y al ritmo de cantos y danzas frente a una fogata. El niño de unos 6 años vestía una túnica roja, lo inmovilizaron con cuerdas en una posición fetal forzada, con la cabeza entre las piernas. La niña de su misma edad quedó, en cambio, con su vista erguida y sus piernas flexionadas. Su compañera de unos 15 años fue peinada con trenzas pequeñas, vestida con un traje color café y una faja en la cintura, dejó de moverse con el torso flexionado, las piernas cruzadas y las manos juntas. Bajo tierra, los recibió un recinto con esterillado de paja de 1,60m de altura, realizado con cordelería de pelo humano, y un ajuar de objetos de

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Visitas. El público ya puede ver a La Doncella en el MAAM de

Salta, dentro de una cápsula especialmente diseñada.

lujo. La consagración a Viracocha (El Creador), Inti (Dios Sol) e Illapa (Dios del Rayo) se hizo antes del amanecer.

Carrera Después de haber escalado más de 200 picos superiores a 5.200 metros, de haber

El misterio continúa El volcán Llullaillaco no sólo fue considerado especial por los incas. Pocos meses antes de la expedición de Reinhard, el prestigioso espeleólogo argentino Julio Oyén Aguado estaba organizando una misión junto con un amigo muy especial, el astronauta Buzz Aldrin, integrante del equipo del Apolo XI que pisó la Luna en 1969. El objetivo era llegar a una caverna profundísima, a la que los alemanes del nazismo habrían accedido en busca del Tesoro de los Siete Cogotes, legado del inca Atahualpa, y que además consideraban el acceso a la llamada Tierra Hueca, ni más ni menos que el centro de la Tierra planteado por Julio Verne. Ante el revuelo causado por el hallazgo de las momias, Oyén Aguado decidió posponer su viaje, aunque falleció al poco tiempo. Todo parece indicar que hay más por descubrir en Llullaillaco pero también se teme que los recientes movimientos sísmicos, como los que se produjeron en Perú hace poco tiempo, hayan afectado las placas teutónicas y que el volcán vuelva a estar activo.

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conducido la excavación científica más profunda de la historia a 6.000 metros bajo tierra, de haber descubierto idiomas hablados sólo por tres personas, Johan Reinhard tenía la intuición científica de que su tercera vez en la cúspide del Llullaillaco sería también el momento cumbre de su vida. En 1995, el descubrimiento de la momia después conocida como Juanita, en Ampato, Perú, le había valido la mención de la revista Time como uno de los diez hallazgos del año, pero algo en su interior le decía que había más. Más allá de su hambre profesional, al arqueólogo estadounidense lo movilizaba una guerra abierta contra una plaga de altura: los huaqueros, anónimos cazadores que arrasan sin miramientos con los sitios donde escarban por tesoros antiguos que después venden en el mercado negro. En noviembre de 1998, Reinhard se topó en el Nevado de Quevar con otra momia, con el torso dinamitado. Era el indicio de que se debía mover más rápido que nunca. Con una beca de la National Geographic Society como necesario sostén económico, se nutrió de sangre fresca con un equipo formado por catorce personas, de las cuales se destacaba Constanza Ceruti, una enérgica antropóloga de 26 años recibida en la UBA

Los chicos que encontraron a 6.739 metros de altura, humanizaron el concepto momia, más conectado a cadáveres secos e irreconocibles.

Energía. A los 26 años, Constanza

Ceruti fue parte vital de la expedición. En la actualidad da charlas en todo el mundo. Octubre 04, 2007


OPINION

Ciencia al servicio de la humanidad Por Juan Schobinger. Profesor emérito de Arqueología de la UN Cuyo.(Extracto del artículo original, en el diario Los Andes)

con puntaje casi perfecto, y quien se transformó en la coordinadora operativa del proyecto. La misión pidió los permisos correspondientes en la Dirección de Patrimonio Cultural de la provincia de Salta, pero en los despachos oficiales no había manera de imaginar la magnitud de lo que se podría encontrar allí arriba. Incluso con 500 años de evolución en la tecnología para abrigos, telas hipotérmicas y calzados, la esencia de escalar 6.739 metros es la misma que para el primer hombre de la Tierra. Tras una travesía de poco más de dos semanas, la expedición de Reinhard y Ceruti no llegó completa al campamento a 100 metros de la cima. Una nevada de cuatro días resultó la prueba final antes de empezar las excavaciones. Casi como si se tratase de un rastro dejado adrede, figuritas de llamas, conchas marinas y de plata precedieron la aparición de un chico, hecho un bollito, como a punto de desperezarse, con una manta que cubría una túnica roja en estado puro. "¡Momia!", gritó el peruano Arcadio Mamaní. Por una vez, la alegría venció al viento. Costaba creer que estuviese realmente muerto, se lo bautizó El Niño. Con la excitación latente, Constanza Ceruti llamó con el teléfono satelital a Patricio Colombo Murúa, rector de Octubre 04, 2007

la Universidad Católica de Salta, para avisarle que las cámaras de frío que allí estaban dispuestas albergarían a un descubrimiento que excedía la norma. Pero no sería el único: a las pocas horas, en dirección Sur, el salteño Antonio Mercado y el peruano Ruddy Perea localizaron el cuerpo de una jovencita con un estado aún más impresionante: con la cara apuntando al pecho, sólo le faltaba incorporarse y volver a hablar. Era La Doncella. La inequívoca sensación mística que se contagiaba en la expedición se magnificó cuando encontraron a la última niña, erguida, pero con el cuerpo semiquemado. Quién dice, efectivamente se había comunicado con Illapa. Su nuevo nombre: La Niña del Rayo.

Desde que la arqueología alcanzó hace ya más de un siglo su estatus de ciencia, paralela y complementaria a la Historia, sus cultores profesionales fueron respetados y se reconoció su aporte en la profundización del panorama cultural de la humanidad. Piénsese lo que significó conocer el arte paleolítico y también la existencia de otras zonas de arte rupestre de alta antigüedad. Y no se trata sólo de descubrir elementos materiales y artísticos, sino de conocer el modo de vida, las cosmovisiones y el simbolismo religioso de los pueblos que nos precedieron, lo cual a su vez puede ser una base para una verdadera “filosofía antropológica” que el hombre moderno busca y necesita con urgencia. Como en casos en los que incluso me tocó intervenir, gracias a los trabajos realizados en Llullaillaco sabemos de la importancia que tuvo esta ceremonia ofrendatoria realizada en ocasiones muy especiales por los gobernantes del Imperio Inca. Ya en la época del descubrimiento comenzaron a surgir habladurías, como que “se querían llevar las momias a Estados Unidos” o que había sido “una profanación” y las momias no debían ser excavadas. La exhumación de restos humanos, sean momias o esqueletos de épocas prehistóricas forma parte normal de la metodología arqueológica. Se intentó incluso hacer creer que la ciencia sólo servía como un manto maquiavélico, de quienes “por más de 500 años nos vienen saqueando nuestras pertenencias en toda Latinoamérica”. ¿Fueron tan “científicos” los conquistadores? ¿No trata la arqueología, precisamente, de preservar e investigar el patrimonio cultural de los pueblos americanos? Una pregunta final: ¿por qué el tema “momias” provoca muchas veces intranquilidad y escozor, ideas extrañas, envidias, hasta llegar a cierta alteración mental y aun agresividad? Tal vez los psicólogos puedan intentar alguna explicación, pero mientras tanto debemos ser prudentes y objetivos, y defender y apoyar a los buenos arqueólogos que tanto hacen en pro del conocimiento del Hombre y de la preservación de su patrimonio cultural.

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Delicadeza. La misma dedicación para confeccionar los objetos incas (arriba) es la que

tiene que tener un arqueólogo como Johan Reinhard ante tamaño descubrimiento (der.).

Discusión “Soy un científico, pero no dudo en decir que lo que vivimos allí arriba es parte de un milagro.” Johan Reinhard sintetiza

el que, en efecto, fue el punto cúlmine de su carrera. Cuando no está viajando por el mundo, vive en Franklin, un pueblo montañoso de 900 personas en el estado de West Virginia, Estados Unidos. Aun

en la distancia en tiempo y espacio, no tarda en apasionarse como parte fundamental de la discusión que genera su trabajo con las momias y éste en particular, al tratarse, como se comprobó, de las

“Para algunas comunidades originarias, el museo ya es considerado un santuario” Con más de 10 años de experiencia como curador de exhibiciones históricas, Gabriel Miremont acaso nunca tuvo tanta exposición propia como desde que está al frente del Museo de Arqueología de Alta Montaña. A los 39 años, acredita estudios en la UBA y la Universidad de Valladolid, España, además de pasos por el Museo Evita y el Museo de la DGI. Pero por supuesto siempre contará un antes y un después del descubrimiento de Llullaillaco. -¿Cómo fue reaccionando la gente a partir de la presentación de La Doncella? -Muy bien, acorde al espíritu tranquilo con el que procuramos hacerlo, sobre todo para manifestar el respeto de presentar a una persona. Nos hizo muy bien la aprobación que nos hicieron las comuni-

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Director. Gabriel Miremont,

al frente del Museo de Arqueología de Alta Montaña.

dades de los pueblos originarios. En cuanto al movimiento del museo, el cambio fue sideral: de 200 ó 300 personas por día pasamos a 1.800. -¿Tuvieron interacción con museos de otros países durante los años de investigación? -Hubo contactos con colegas del de Bolzano, Italia, el de Ciencias Naturales de Nueva York, de Antropología de Atacama de Chile. Más que nada como apoyatura para darle viabilidad al proyecto, cruzar información para no equivocarnos en cada paso que estamos dando. Pero siempre sabiendo que se trataba de un caso único. Incluso en lo social, porque, por ejemplo, tanto las momias egipcias como Otzi, el hombre de hielo, no tienen descendientes que puedan llegar a sentirse heridos.

-¿En cuánto los influyó a ustedes esa situación conflictiva, justamente? -Es un conflicto que escapa al ámbito museológico, que existe en el ámbito científico. El museo fue declarado santuario por los representantes de las comunidades collas y diaguitas-calchaquíes, que entienden que acá se conserva parte de lo sagrado que estaba en la montaña. Pero el debate sigue existiendo en el ámbito universitario. -¿Ninguna queja puntual? -Ni una, porque ven que todo se hizo con mucho respeto. Hay una diferencia entre exhibir y presentar. Presentar a los tres chicos juntos sí sería un show. Queda claro que nuestro propósito, además de ser científico, es educativo para toda la gente.

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OPINION

Lo sagrado y los límites de la ciencia Por Carlos Martínez Sarasola,

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mejor conservadas en el mundo. Incluso antes de que fuera divulgado por National Geographic, tal cual lo acordado, el descubrimiento reabrió un profundo debate que se ubica en una línea tangencial entre la arqueología, la museología y los difusos límites éticos humanos. Mientras el gobernador Juan Carlos Romero reaccionaba con lúcidos reflejos al decidir la construcción de un museo de primer nivel en derredor de las momias incas, a distintas comunidades indígenas sólo les brotaba indignación. Primero, por lo que entendían como una profanación a un santuario de sus antepasados y, después, por la posible provocación que podrían sentir al verlos frente al público. La misma agua, infinidad de molinos... “Me siguen llegando mensajes de gente muy enojada y entiendo que tengan buenos motivos para sentirse así, pero hay que hablar en base a hechos. Si no éramos nosotros, a estos chicos, tarde o temprano, iban a llegar los huaqueros, Octubre 04, 2007

y las consecuencias sí iban a ser peores. Mi sentimiento es que las momias no pertenecen a ninguna persona, sino a la humanidad, y que pueden resultar de una oportunidad magnífica educativa. Así lo interpretaron también muchas comunidades indígenas que asistieron a nuestras charlas”, es la postura de Reinhard y suelta la pista de por qué se trata de una discusión sin fin: “Ahora, mostrarlas es otro tema”. Eso nunca fue motivo de duda para Romero. En cuanto las momias fueron bajadas de la montaña, el gobierno salteño hizo valer el derecho territorial que le asistía al descubrimiento, realizado a 30 metros de la frontera con Chile, y pretendió incluso evitar su conversación en la Universidad Católica, donde estaba ya todo acondicionado. En el medio, corrían versiones que aseguraban que sólo las minas explosivas ubicadas en 1982 habían sido el impedimento para que Reinhard bajara su descubrimiento por el lado chileno. Fueron días de

antropólogo, autor de Nuestros paisanos los indios. Director de la Fundación desdeAmérica (www. desdeamerica.org.ar).

n agosto de 2002, y en ocasión de los hallazgos de los niños incas de Llullaillaco y su exhibición, la Fundación desdeAmérica, publicó un documento en el cual decíamos que, como personas y antropólogos, entendíamos que se habían transgredido algunos límites: el intervenir en una sepultura de cuerpos pertenecientes a pueblos cuyos descendientes viven hoy manteniendo sus tradiciones ancestrales, haber trastocado un lugar sagrado y haber promovido una exagerada difusión de imágenes. Hoy, uno de esos cuerpos ya se muestra en el Museo Arqueológico de Alta Montaña de Salta, y es un hecho que lamento. Porque ciertas decisiones se toman sin tener en cuenta a los pueblos originarios y a las nuevas corrientes de pensamiento y prácticas arqueológica y antropológica que en el mundo y nuestro país ya se están implementando. El XV Congreso Nacional de Arqueología Argentina propuso la no exhibición de cuerpos y “el respeto por la sacralidad ancestral de los restos humanos y los sitios indígenas”. En esa línea se inscribió el Museo Etnográfico de Buenos Aires, mientras el de La Plata ha iniciado la restitución de restos de caciques a sus comunidades de origen. La reciente Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas, aprobada el 13-9-07, regula todo lo concerniente al mantenimiento y protección de los lugares religiosos y culturales, así como la repatriación de objetos de culto y restos humanos, a través de mecanismos “establecidos conjuntamente con los pueblos indígenas interesados”. En el caso particular de los cuerpos momificados, existen razones de orden sagrado por las cuales esos cuerpos no pueden tocarse ni trasladarse. Según la cosmovisión andina, el alma viaja y cada cierto tiempo regresa. Cuando eso sucede, el alma necesita encontrar intacto al cuerpo, y en su lugar, para que la profunda conexión espiritual siga siendo posible. Por eso, es esencial dejar al cuerpo en su sitio de origen y preservar su intimidad.

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opinion

Perfección técnica y estética Por Ruth Corcuera. Doctora en Historia, especialista en textiles históricos.

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l estudio textil en base al descubrimiento de Llullaillaco es algo bien actual, al punto que la semana pasada tuve el agrado de presentar la tesis de la profesora Clara Abal, en Mendoza, sobre ese descubrimiento sumado a otros en Chuscha y el Aconcagua. El secreto de la perfección de las texturas incas es el control de excelencia del tejedor. El excelente trabajo individual se apoyaba en el legado de más de 3.000 años de las anteriores civilizaciones precolombinas, sobre las que se impusieron. Ni más ni menos que el continuum histórico. En líneas generales, había tres niveles de tejidos: 1) El más fino, llamado Cumbi, 2) Uno más tosco, con diferentes hilos y tramas por centímetro, conocido como Awasca, y 3) El más popular, Chuse, usado para mantas y sábanas. La infinidad de técnicas que se pueden apreciar en lo que portaban los chicos de Llullaillaco muestran técnicas de pluma, de tapiz y toda clase de cordones, que requerían una gran habilidad manual. Podría decirse que se trata casi de un desfile de perfección estética y técnica de un momento cumbre de la cultura incaica. He ahí otra cara extraordinaria del descubrimiento.

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Exquisito. El descubrimiento permitió ver una vez más los avanzados conceptos textiles que tenía la civilización inca, como colores y texturas que aún hoy impresionan por modernas.

extrema tensión, en los que recién ahí el experto estadounidense pudo realmente apreciar lo que había encontrado y, finalmente, pudo hacer valer su posición junto con la de Ceruti. “De a poco nos fuimos calmando todos, al punto que terminamos viajando invitados por la National Geographic”, recrea el entonces ministro de Educación, Antonio Lovaglio, hoy diputado nacional. De manera paralela a los estudios odontólogicos, de ADN y las tomografías computadas que empezaron a constatar el estado extraordinario de los chicos, comenzó un acercamiento a los distintos pueblos originarios, que incluyó algunas suavizaciones dialécticas colaterales al descubrimiento. De ahí que a todo momento se evite hablar de “sacrificios” incas en lugar de ofrendas, y que en ningún momento esté presente la noción de “exhibir” los cuerpos, sino de presentarlos. Así y todo, algunas voces no se acallaron. “Los niños de Llullaillaco no deben ser exhibidos, porque se lesiona el sentimiento de los pueblos originarios. ¿Qué sentiríamos si los ingleses exhibieran en las Malvinas los restos de un soldado argentino?”, llegó a plantear Gustavo Politis, investigador del Conicet, al diario La Nación.

Futuro El Museo de Arqueología de Alta Montaña se inauguró

en 2004, en un señorial edificio del siglo XIX ubicado en el centro de la capital provincial. La inversión de dos millones de pesos se nota en cada rincón de su cuidadísimo diseño interior, como así también en un sofisticado sistema de iluminación y ventilación y una sala de investigación de punta, que nada tienen que envidiarles a los museos más modernos del mundo. Hasta hace algunas semanas, los 146 objetos encontrados en el ajuar de los chicos de Llullaillaco ya justificaban su visita de por sí. Estatuillas de oro y plata, chuspas (bolsitas tejidas), un arívalo (vasija de cerámica muy fina), sandalias de cuero, una vincha, una cuchara de madera, collares y, sobre todo, los típicos y excelsos tejidos se destacaban en una colección que sin duda aportaban para conocer mejor la cultura inca, una de las más influyentes en este continente. Los niños congelados requerían una preparación mayor. Para empezar a atemperar el impacto, el director del museo, Gabriel Miremont, dispuso contar con Katia Gibaja, presidenta de la Academia Quechua Qollasuyo, a cargo de la divulgación de la historia y los valores indígenas involucrados en el museo. Si bien el debate sigue latente, para muchas comunidades el MAAM es visto como un santuario, por la presencia de los niños (ver recuadro). Pero para que pudieran apreciarlos tal cual los encontraron existió un inédito y exigente desafío que sortear. Para que los cuerpos se mantuvieran en tan asombroso estado, por supuesto que mucho tuvieron que ver las condiOctubre 04, 2007


ciones de frío y baja humedad, al punto de que a La Doncella se le encontraron restos casi intactos de maíz en su estómago o que el pelo mantuviera una delicadeza prácticamente actual. Si esta situación no los Obra. Reinhard emparentaba siquieplasmó sus ra con la peruana experiencias en Juanita, mucho meun libro. nos con las resecas momias egipcias u Otzi, el Hombre de Hielo, de 5.000 años encontrado este año en los alpes italianos, y, justamente, el actual objeto de estudio de Johan Reinhard en Europa. La presentación al público exigió una recreación de ese microclima en una cápsula jamás antes construida, diseñada por el ingeniero Mario Bernaski y construida por el Invap, en Bariloche, con probada experiencia en satélites y reactores nucleares. “Por supuesto, se trató de todo un desafío, porque no teníamos margen de error. A un satélite lo puede golpear un asteroide y se lo repara o se lo reemplaza. Queda claro que éste no era el caso”, se permite bromear Horacio Boccoli, uno los ingenieros a cargo. La cápsula trans-

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Salieron de Cuzco en la temporada estival y tardaron meses en llegar a la base del volcán. Por sus exquisitas ropas y su alimentación se detectó que pertenecían a la nobleza. parente dentro de la que se puede ver a La Doncella fue fruto de un año y medio de trabajo, con una inversión de 1.800.000 pesos, y para la que se contó con el asesoramiento del Centro de Criotecnología de Alimentos. Por tratarse de un caso tan sensible, se procuró dejar de lado los aspectos estéticos y se resolvió que se tratara de un receptáculo individual, para minimizar los posibles errores de una construcción más grande. “Al estar enterrados, los cuerpos no recibían radiación lumínica, por lo que muchas decisiones de materiales tuvieron que ver con aislarlos de los efectos de la luz. Al hacer las pruebas, trataba de mentalizarme de que no se trataba del cadáver de un chico, pe-

ro la verdad es que es muy impactante”, reconoce el técnico. Más allá de su responsabilidad, Boccoli se para frente a la situación como un hombre común, con las mismas sensaciones que podría tener cualquiera de nosotros. Pero, claro, el “nosotros” puede ser muy abarcativo. La experiencia de Johan Reinhard por todo el planeta puede constatarlo: “No creo que esté en juego el respeto a las culturas en este caso. Hay infinidades de relaciones con los muertos en el mundo, que van desde la devoción por los cuerpos de Lenin o Mao Tse Tung (N.de R.: en la Argentina se agregaría el caso de Evita) o bien tribus que usan cabezas de gente muerta como almohadas, como una muestra de lealtad. Va a pasar tiempo hasta que se entienda la importancia de los chicos de Llullaillaco”. El hombre siempre hará antropología sobre su propia muerte.

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