EL FEDERAL
CATAMARCA
Escrito en el barro La Ruta del Adobe se impone como un recorrido obligado para conocer de cerca los vestigios de las primeras poblaciones de nuestro país, a través de las estructuras que incluso sobreviven desde hace tres siglos. Devoción religiosa, la resistencia a las fuerzas colonialistas y los alcances sociales de la búsqueda de identidad. Por Ariel Cukierkorn/ Fotos: Jazmín Arellano
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n las últimas semanas, Tinogasta se ganó a la fuerza un lugar en la atención nacional, por haber sido el involuntario escenario de los incidentes entre manifestantes antimineros y la policía de Catamarca. Sin embargo, detrás de esa pantalla momentánea, emerge una historia mucho más rica. No sólo se trata del cuarto departamento en importancia de la provincia, detrás de la capital, Valle Viejo
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y Belén, sino también una zona que guarda vestigios de formaciones materiales de los primeros tiempos de la Tierra (precámbricos y paleozoicos, hace unos 570 millones de años) y rastros de los primeros habitantes que tuvo nuestro país. Si las montañas y cerros guardan (por ahora) esos minerales originales, el legado de las etnias calchaquíes vive en algunas costumbres de los habitantes de la región y en un recorrido que combina
historia, arquitectura y turismo: la Ruta del Adobe. El adobe es todavía el material de construcción por excelencia de los pueblos del norte argentino, por sus ventajas ecológicas, económicas, estructurales y térmicas. Incluso en la actualidad vive un resurgimiento, a partir de que su empleo cuesta una cuarta parte de lo que insumen los materiales más modernos y, sobre todo, porque se han descubierto exitosas