medio antes del cautiverio babilónico de los judíos), el reino norteño de Israel fue devastado por los asirios y su población - presuntamente en su totalidad, de todos modos en gran parte - deportada: y ello a distintas y alejadas comarcas del reino, en las que en poco tiempo se fusionó con los habitantes y, en consecuencia, desapareció completamente. (5) Al mismo tiempo fueron trasladadas tribus extranjeras, de zonas apartadas, para su afincamiento en Palestina. Los eruditos sospechaban, empero, (sin poder dar seguridades al respecto) que una considerable fracción de la anterior población mestizada con sangre israelí, había quedado en el país, pero de todos modos ella no se mantuvo separada de los extranjeros, sino que se diluyó en ellos. (6) El destino de estos países fue por consiguiente, muy diferente al de Judea. Porque cuando más tarde también fueron llevados los judíos, su país quedó por así decirlo vacío, poblado sólo por pocos campesinos autóctonos, de tal modo que al regreso del cautiverio de Babilonia, en el cual además habían conservado la pureza de su raza, los judíos pudieron sin dificultad seguir manteniendo esta pureza. Galilea, por el contrario, y los países adyacentes habían sido, como queda dicho, colonizados sistemáticamente por los asirios, y, como se desprende de los informes bíblicos aparentemente de sectores muy distintos de este enorme reino, entre otras del norte montañoso de Siria. En los siglos previos al nacimiento de Cristo inmigraron, asimismo, muchos fenicios y también numerosos griegos. (7) Conforme a estos últimos hechos hay que presumir que también sangre aria pura fue trasplantada allí; pero es seguro que se produjo una gran mezcla de las más diversas razas, y que los extranjeros se habrían asentado en mayor número en la Galilea, más accesible y además más fértil. El Antiguo Testamento mismo cuenta con subyugante ingenuidad como estos extranjeros originariamente llegaron a conocer el culto de Yahvé (Libro II de los Reyes, XVII, 24 y sig.), y en el país despoblado se multiplicaron las fieras; se tomo esta plaga como una venganza del dios local descuidado (versículo 26); pero no había nadie que hubiese sabido como éste quería ser venerado: así los colonos mandaron enviados al rey de Asiria y solicitaron un sacerdote israelita del cautiverio, y éste vino y les enseñó el culto del dios local. De este modo los habitantes de la Palestina norteña, a partir de Samaria, se convirtieron en judíos en cuanto a la fe, también aquellos de entre ellos que no tenían ni una gota de sangre israelita en sus venas. En épocas posteriores pueden muy bien haberse afincado allí algunos genuinos judíos; pero probablemente sólo como extranjeros en las ciudades mayores ya que una de las cualidades más dignas de admiración de los judíos - en especial a partir de su regreso del cautiverio, donde también se presenta por primera vez el concepto nítidamente circunscrito, de judío como designación para una religión (véase el Libro de Zacarias, VII, 23) - fue su preocupación de mantener pura la raza; un matrimonio entre judío y galileo era inconcebible. Sin embargo, también éstos núcleos judíos en medio de la población extranjera fueron completamente eliminados de Galilea no mucho tiempo antes del nacimiento de Cristo. Simon Tharsi, uno de los macabeos fue el que, después de una campaña exitosa en Galilea contra los sirios, reunió a los judíos que vivían allí y los determinó a emigrar y a asentarse todos sin excepción en Judea. (8) Y el prejuicio contra Galilea siguió siendo tan grande entre los judíos que, cuando Herodes Antipas hubo construido durante la juventud de Cristo la ciudad de Tibeias y quiso introducir a los judíos allí, no lo logró ni mediante promesas, ni por la fuerza. (9) No existe, pues, como se ve, ni el menor motivo para admitir que los padres de Jesucristo hayan sido, en cuanto a la raza, judíos. En el ulterior transcurso de la evolución histórica tuvo lugar algo para lo cual se podía mostrar más de una analogía en la Historia: entre los habitantes de la Samaria, situada -4-