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CULTURA Y PRÁCTICAS DE LA CLASE POLÍTICA MEXIQUENSE

Las ideas de estos tres autores serán el principal eje explicativo del presente ensayo, pero no se descartan las ideas del autor del mismo, así como de otros protagonistas de los acontecimientos aquí descritos, a partir de las experiencias propias y las de otros actores.

El origen de la diferenciación cultural: la desconfianza

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Uno de los autores que más han estudiado a la clase política mexiquense es Rogelio Hernández. En su libro Amistades, compromisos y lealtades sostiene una serie de afirmaciones útiles para comprender la temática de este ensayo. Por ejemplo, que las mutilaciones territoriales sufridas por el Estado de México, a manos de la federación, generaron un gran sentido de autoprotección en los mexiquenses, por el temor de que pudieran quitarles más territorio.

La ubicación geográfica de la entidad ha sido un factor determinante. Es la más cercana a la capital del país. Además, en la actualidad es la más importante, económica y electoralmente. Sin embargo, tiene un profundo sentimiento de despojo, por la mutilación de su territorio para crear cuatro entidades: cdmx, Guerrero, Morelos, Hidalgo y una parte de Tlaxcala. Esos hechos despertaron en los políticos mexiquenses la idea de que la federación era una amenaza permanente a sus intereses.

Para Hernández, ese agravio territorial ha creado la necesidad de protegerse entre ellos y defender la política local, para que siga siendo patrimonio de sus políticos. La unidad de la clase política ha sido una reacción consciente y deliberada para sobrevivir a esos ataques. Por eso la han convertido en una norma de conducta que determina la manera de resolver sus diferencias.

De acuerdo con este mismo autor, los políticos mexiquenses están convencidos de que una confrontación abierta sería aprovechada por el gobierno federal para imponerles un gobernante y despojarlos del poder. Por eso prefieren ponerse de acuerdo entre ellos, antes de que tal hecho ocurra.

Según Hernández, los políticos locales tienen temor de perder el poder estatal ante los políticos nacionales, propiciado por la cercanía geográfica. Este hecho facilitaría que el gobierno federal dispusiera de las riquezas mexiquenses, en caso de que también pudiera controlar a su gobierno y a sus políticos. Por eso se han mantenido unidos contra la federación.

Hernández también afirma que tales mutilaciones generaron dos principios que normaron su conducta colectiva: la lealtad regional y la unidad de la clase política mexiquense. Estos principios fueron tan determinantes en su conducta como para México fue la presencia de Estados Unidos. Sostiene que del mismo modo que los mexicanos fortalecieron su nacionalismo por la mutilación del territorio sufrida a manos de los Estados Unidos, los políticos mexiquenses asumieron la misma actitud para defender a la entidad de los embates federales.

La defensa de la entidad, como idea común, llevó a establecer una condición casi imprescindible: que los gobernantes hubieran nacido y vivido en suelo mexiquense, además de conocer sus necesidades. Desde entonces, los políticos locales han tenido como regla no escrita buscar que una persona nativa, o residente en el estado, esté al frente del mismo y apoyarlo, sea quien sea, sin importar si antes hubo diferencias o enfrentamientos.

Según Rogelio Hernández, esta postura ha hecho del territorio mexiquense un lugar en donde las luchas internas se eliminaron casi por completo. La negociación y el acuerdo han sido medios que los políticos locales han usado para evitar fisuras. Para ellos mantener la unidad es fundamental. Por eso el que la rompe o la propicia es severamente castigado. El sistema es altamente represivo cuando alguien provoca una división interna.

Aunque esta ha sido la actitud de la clase política mexiquense desde el siglo xix, a partir de la llegada de Isidro Fabela a la gubernatura la élite del Estado de México ha logrado desarrollar una extraordinaria unidad, que le ha permitido negociar sus diferencias y decidir los cambios en el poder. Esta ha sido la constante desde entonces. El Estado de México ha contado con una clase política que defiende su territorio y sus espacios de poder contra lo que considera son embates de la federación y de los políticos nacionales. Por eso es una clase desconfiada de todo lo que venga del exterior, incluyendo al Valle de México, al que considera una extensión de la cdmx.

Eso se puede apreciar en el trato dado a quienes no nacieron o no viven en el Valle de Toluca. En general, los nativos del valle sede de la capital del estado consideran que también hay que protegerse de los nacidos o residentes en el Valle de México. Aunque por ley tengan los mismos derechos que los primeros, en los hechos son excluidos de muchas oportunidades, porque también se les considera de la cdmx.3

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