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MANDALA DE NEGOCIOS

APARENTAR HASTA LOGRARLO: ¿MANTRA DE MEDIOCRIDAD?

La frase “aparentar hasta lograrlo” es de uso común en el mundo de los emprendedores: engañar al otro haciéndole creer que lo tienes todo bajo control. Hoy vamos a hablar del problema del narcisismo emprendedor y cómo la falsa humildad cierra mil puertas.

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La confianza es una de las características más resaltantes entre los emprendedores, quienes buscan un lugar en el mercado para cotizar sus productos y/o servicios. Pero la sobreconfianza, que es un sesgo cognitivo, se convierte en obstáculo al mostrar evidencias poco realistas de lo que se ofrece, llegando incluso a la especulación e incluso estafa.

Premios a la mediocridad

Hace unos años atrás conocí el caso de una llamada “mentora” literaria que enseñaba a mujeres emprendedoras a ser exitosas a través de su libro. La historia completa no la voy a contar, pero lo que sí me resultó asombroso era la creación de un evento ficticio para premiar a sus clientes sobre libros que nunca tuvieron ningún trabajo de revisión ni edición editorial: literalmente se premiaba la mediocridad, en vestimenta formal y con trofeos en mano.

No se necesita mucho pensamiento crítico para darnos cuenta que en la historia anterior, tanto las mediocres autoras como la nefasta mentora, vivían en una ilusión narcisista, que se complementa con la necesidad de aprobación social. La falta de humildad es, en el mejor de los casos, una forma de autoagresión a las potencialidades personales.

“Vivimos en una cultura de apariencias sin esencia. Ser humildes y honestos es una ventaja que le da calidad a las relaciones con los clientes, proveedores, jefes y compañeros de trabajo.

La humildad es un valor que abre puertas, pero como sociedad lo hemos comprendido erróneamente, al punto de confundirlo con conformismo.

La humildad comienza por el reconocimiento de las capacidades y limitaciones que presenta la persona en un momento dado; saber en qué soy buena y en qué no lo soy. Este justo nivel de autoconocimiento me permite operar saludablemente en el mundo productivo, permitiéndome apoyarme en quienes hacen las cosas mejores que yo, reconociendo sus talentos y eligiendo delegar efectivamente para enfocarme en mis fortalezas, o bien en el aprendizaje de aquello que actualmente me limita.

Una vez paso por ese chequeo personal, entonces entro a relacionarme con los otros con una mentalidad de apertura, asombro y curiosidad. Lamentablemente, muchas personas se cuentan historias de erudición que no hacen más que ocultar sus propias inseguridades, llevándolos a caer en el terreno de la arrogancia, la intolerancia y la tiranía intelectual.

El valor de decir “No lo sé”

Detrás de alguien que aparenta hasta lograrlo, hay alguien con un profundo miedo de rechazo, ante lo cual recurre a la mentira como mecanismo de salvación. El problema se presenta cuando la persona a quien debe rendirle cuentas, ya sabe de lo que está delegado, y puede ver claramente que éste no tiene idea y que además está mintiendo. Muchos de estos episodios los vi en mi vida profesional corporativa, siendo mal vista cuando efectivamente decía “no sé” las veces que no tenía respuesta.

Lamentablemente, vivimos en una cultura de apariencias sin esencia. Ser humildes y honestos es una ventaja que le da calidad a las relaciones con los clientes, proveedores, jefes y compañeros de trabajo. Para ello, es necesario reconocer nuestros límites y potencialidades. Sólo la humildad nos hará confiables en el mercado, tengamos poco o tengamos mucho.

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