Lieja(beta)

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a nueva estación de Liège-Guillemins nace con la llegada de la alta velocidad a las redes europeas de transporte ferroviario.

LA NUEVA ESTACIÓN DE LIEJA Texto: Javier Navarro Foto: Giancarlo Rocconi - www.laevinio.com

En 1993, una sociedad filial de la administración de los ferrocarriles belgas (SNCB) inició los estudios para adaptar la estación de Lieja a esta nueva tecnología. La construcción de un nuevo edificio fue la decisión que se siguió del informe de viabilidad: la plena explotación del potencial que ofrecía la alta velocidad exigía unas condiciones técnicas a la infraestructura ferroviaria que la antigua estación estaba lejos de cumplir. En 1996, el arquitecto e ingeniero valenciano Santiago Calatrava ganó el concurso para la realización del nuevo edificio con una propuesta que se inscribía en una operación urbanística de mayor envergadura: la creación de una gran avenida que, atravesando el Mosa, uniría el parque de La Boverie con la nueva estación.

El edificio que hoy conocemos, de planta sensiblemente simétrica respecto a este nuevo eje urbano, se configura como una inmensa cubierta transparente que se eleva sobre un podio en el que se sitúan los andenes y cuyo interior alberga una galería de acceso con locales comerciales y dependencias secundarias. La cubierta, constituida por 39 arcos paralelos de acero de 160 m de luz y 35 m de altura, se cierra en toda su extensión con una plementería de vidrio que dota al edificio de una luminosidad y una ligereza extraordinarias. En la dirección de las vías, el perfil de la cubierta arranca desde las pérgolas de los andenes y, siguiendo la directriz de los arcos, describe una trayectoria curva que recuerda el relieve de la colina de Cointe que se encuentra a sus espaldas. En la dirección transversal, dos arcos atirantados situados en los extremos opuestos estabilizan la estructura y vuelan de manera espectacular sobre la Plaza Guillemins y sobre la Avenida del Observatorio



dando forma a las marquesinas que señalan los dos accesos principales del edificio. La opción de orientar la gran nave en la dirección perpendicular al trazado ferroviario supone renunciar a la sencillez estructural y a la coherencia espacial que caracterizaban al tipo arquitectónico tradicional, en el que una serie de arcos que se sucedían en la misma dirección que el trazado daba lugar a un espacio diáfano, libre de apoyos entre las vías y de longitud virtualmente ilimitada. La alternativa propuesta, por el contrario, exige conducir las cargas de los 39 arcos hasta los 10 grandes soportes articulados entre los que se abren paso las vías y, por otra parte, impone un límite a la longitud de los convoyes que la nave puede albergar, ya que, más allá de la luz que salvan los arcos, los vagones literalmente se salen de la nave y quedan al único resguardo de las pérgolas de los andenes. La intención que parece motivar esta decisión constituye, sin embargo, uno de los aspectos más atrayentes de la propuesta de Calatrava: coser los bordes del tejido urbano a ambos lados de las vías haciendo que la nave actúe como nexo entre la explanada de Guillemins y la colina de Cointe. Así, la transparencia y la continuidad visual a través del eje de la nave son absolutas y hacen posible la presencia simultánea de las dos marquesinas en los dos alzados más representati-

vos del edificio: el que mira a la ciudad y el que enfrenta a la colina. A su vez, las vistas opuestas hacia el bosque y hacia la explanada quedan enmarcadas bajo los arcos y subrayadas por el incesante ir y venir de los trenes. Pero el vínculo que se establece es también de carácter físico, porque los diferentes niveles de la nueva estación

se adaptan a la topografía del lugar para dar soporte a un itinerario peatonal que permite el tránsito entre los dos barrios vecinos. Escaleras y rampas mecánicas enlazan la explanada con los andenes y éstos con las pasarelas elevadas que salvan las vías hasta llegar a las terrazas situadas al pie de la colina,

donde el edificio vuelve la vista sobre la ciudad. Allí el paisaje se presenta como una puesta en escena en la que, desde la escala más próxima hasta la más lejana, todo parece quedar al alcance de la vista. Y se tiene la impresión de asistir a un asombroso espectáculo cuya acción tiene lugar en diferentes planos que se superponen en


el tiempo: trenes que van y vienen, viajeros que transitan por los andenes, ciclistas y viandantes que atraviesan la explanada, vehículos que se alejan hasta perderse tras la escenografía de las fachadas al fondo de la plaza y, más lejos, la silueta de los edificios del centro urbano y la línea del horizonte. Situada sobre una de las principales arterias ferroviarias de Europa, son más de 16.000 los pasajeros que acoge cada día esta singular obra de arquitectura que es a la vez estación, pasaje, belvedere y puerta urbana. París, Ámsterdam, Bruselas, Aquisgrán, Colonia, Essen..., cualquiera que sea el destino del viajero, Liège-Guillemins le

brindará una ocasión única de acceder al andén y participar de un juego interminable de transparencias, superposiciones y geometrías cambiantes al abrigo de su delicado velo de cristal. Merece la pena que espere

al próximo tren y disfrute entre tanto de la intensa experiencia arquitectónica y del apasionante espectáculo de vida urbana que a todas horas ofrece la nueva estación de Lieja.


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