GÉNERO, MUJER Y CIUDAD
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STGO. CHILE Marzo 2017
Arquitecturaahora es una publicación de Arquitectura que opera como órgano independiente de carácter crítico. Cada número es editado por un editor invitado.
EDITORIAL #13
Por Tatiana Rojas Leiva
EL DESAFÍO DE “HACER” CIUDADES QUE CONSIDEREN LAS DIFERENCIAS DE GÉNERO1 Cuando nos adentramos al fenómeno de la incorporación de las mujeres a lo público, especialmente en lo que respecta a su participación en el mundo laboral y político, hay un desfase entre el discurso y las reales oportunidades de inclusión y aceptación, produciéndose una asincronía entre el deber ser y el poder ser (Molina, 2006:190).
un mismo espacio, limitando con ello sus oportunidades no sólo en el campo laboral sino también en términos de autonomía, participación colectiva y organización social.
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Tema actual: #GéneroMujeryCiudad
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Antropóloga Social. Máster en Antropología y Desarrollo. Especializada en políticas públicas de vivienda, género y pobreza.
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La lucha de las mujeres por el reconocimiento de que su aporte a la sociedad no es sólo reproductivo, ha sido una constante en el tiempo. De ser invisibles, y rezagadas al dominio de lo privado, hoy las mujeres han pasado a asumir nuevos roles que antes les eran negados y los espacios ganados, han ido modificando la manera en que participan de la vida de la ciudad. Sin embargo el exceso de burocracia, indolencia y falta de voluntad han dejado los cambios físicos de la ciudad en un evidente desfase, distanciados de los cambios ideológicos, quedándose muchas veces en los discursos del como debiera ser. En el diseño urbano, la perspectiva de género parece tema de otros dominios o es, al menos, un aspecto aún incipiente. Se piensa que las ciudades ofrecen igualdad de oportunidades, partiendo del supuesto que son espacio neutro en lo que a equidad de género se refiere, pero no es así, pues la urbe es escenario constante de diferencias. Las posibilidades de “vivir la ciudad”, son menores para algunos conglomerados sociales como las mujeres, en donde los recursos urbanos no son suficientes ni consideran sus particularidades. La superposición de roles de la mujer; madre, dueña de casa, trabajadora, etc, requieren determinadas condiciones espaciales para el vínculo y uso del entorno: infraestructura vial, redes de servicios, espacios públicos y equipamiento que impactan en el acceso a los servicios públicos urbanos, la participación ciudadana activa de la mujer y su percepción de seguridad principalmente. Es en la consideración de estos factores, en el ignorar o reconocer las diferencias donde el discurso se olvida o se convierte en realidad
1- Perspectiva de género: Se sitúa la mirada en la discriminación cultural, económica, laboral, política, etc. a que se ven enfrentadas las mujeres. Aquí se presenta un giro fundacional, pues se desplaza la mirada desde lo diferente a lo desigual, de lo biológico a lo social, donde considerar las diferencias, es justamente el camino para superar la desigualdad.
Este desfase se experimenta en muchos aspectos, pero es interés aquí, poner de manifiesto que es también una expresión de los procesos urbanos, puesto que las relaciones entre espacio, género y trabajo son asincrónicas en las ciudades. En ellas se han gestado los grandes discursos emancipadores, sin embargo, no ha sido así respecto de las oportunidades para concretarlos. Aunque han ocurrido transformaciones, no son suficientes para hablar de una acabada incorporación de las mujeres a la sociedad. Hay deudas en lo salarial, jurídico, educativo y por supuesto, territorial, entre otras (CASEN 2015). Las dinámicas de la globalización y el tránsito de las sociedades industriales a ciudades de servicios, trajeron consecuencias directas de desigualdad para la vida de las mujeres, quienes indistintamente se vieron instadas, invitadas, obligadas, seducidas o atraídas a trabajar, pero los espacios de trabajo, las distancias y los circuitos en los que ellas se desplazan, no se han modificado para ello. Aspectos concretos de desigualdad se observan en la planificación del transporte urbano y las posibilidades para su uso, pues generalmente los horarios de trabajo de muchas mujeres son parciales y se combinan con otras tareas como movilizar a los niños, ir a alimentarlos, cuidarlos o acudir si ellos u otros familiares están enfermos. Otro ejemplo es el acceso a la vivienda, donde son las mujeres las que más resienten la localización en que estas se ubican y la forma en que se organizan los barrios, generándose falta de sentido de pertenencia e inseguridad, que sumado a la escasa, difícil o costosa conectividad las llevan a autoexcluirse y centrarse en sus tareas doméstico/familiares, lo que en definitiva las restringe en sus potencialidades y proyecciones. Un número considerable de mujeres, se ven obligadas a conjugar las exigencias de los roles productivo y reproductivo en
2- Novas, María, 2014: 13: «El desarrollo de los conceptos del binomio género/sexo ha constituido una revolución sin precedentes desde la primera mitad del siglo XX en el pensamiento occidental: mientras que el sexo viene determinado por las diferencias biológicas entre seres humanos, el género es un constructo cultural y, por lo tanto, su deconstrucción es posible».
Los altos grados de segregación en las ciudades se reflejan en la “precariedad de las condiciones habitacionales, falta de seguridad, deterioro de la calidad ambiental, provisión insuficiente de equipamiento y servicios”, siendo las mujeres quienes más deben lidiar con la búsqueda de ajustes para enfrentar estas manifestaciones de la desigualdad (Saborido, 1999: 3).
“Hacer ciudad” requiere una adecuada gestión urbana, o sea que exista activa participación de todos sus habitantes y se vele por el cuidado y generación de espacios para el desarrollo de sus potencialidades, no sólo en términos productivos sino también en ámbitos de recreación y cultura. En lo que a género se refiere, existe déficit en el diseño e implementación de políticas urbanas que aporten a la igualdad de oportunidades, en las condiciones de seguridad (cuidados) o en el desarrollo de potencialidades para quienes viven en la ciudad. Hay desconexión entre la realidad, intereses y necesidades específicas, primando supuestos homogeneizantes al formular proyectos o programas urbanos, lo que desconoce la diversidad.
Debemos pensar en ciudades inclusivas, donde la dimensión de género2 es un componente de vital importancia en las políticas urbanas y en la planificación de ellas, lo que contribuye a que sean más sustentables, justas y equitativas. Lamentablemente, esto se convierte en una paradoja cuando nos hacemos conscientes de que las ciudades son cada vez menos planificadas por quienes deben hacerlo y el mercado es el que modela. Las ciudades crecen en extensión, densificación y altura, adquiriendo su propio aspecto y forma, lo que no responde al imaginario y bienestar colectivo, ni a las necesidades de quienes las habitan. He ahí el desafío
La mirada de género sobre el espacio urbano obliga a abrir una pregunta central que puede orientar las opciones teórico/prácticas que se elaboren frente a este emergente tema. La interrogante inicial al momento de pensar el territorio debiera ser ¿nuestro enfoque se elaborara desde la igualdad o la diferencia, en lo que respecta a la incorporación de la variable de género al momento de pensar los espacios urbanos? Si adscribimos a una aproximación ideológica en la que prime el ideal de igualdad entre hombres y mujeres corremos el riesgo de invisibilizar aquellos aspectos que son exclusivos del mundo femenino y que hacen parte de su identidad de género, la igualdad puede tender a la homogeneización y ello ha sido, por mucho tiempo, la peor amenaza para la incorporación de la mujer y su visión de mundo a la comprensión del entorno. Por otro lado, si ponemos como eje orientador a la diferencia, estamos obligados a reconocer que hombres y mujeres requieren y demandan un uso particular del espacio y el tiempo y que ello debe estar plasmado en la planificación urbana, de modo que los territorios acojan y de cabida de igual manera a todos y todas quienes le habitan. Parece ser una pregunta sencilla, pero mientras no comencemos a hacérnosla, la posición patriarcal seguirá primando por encima de todo.
Alejandra Cornejo
Antropóloga Social, Magíster en Estudios de Género y Cultura, Mención en Ciencias Sociales, Facultad de Ciencias Sociales Universidad de Chile.
Sin duda la autora ha abordado un tema no resuelto y que irremediablemente retoma de tiempo en tiempo mayor o menor visibilidad en la opinión pública y los hacedores de políticas. Para la mayoría de ellos, la ciudad es un mero territorio donde viven conglomerados de personas a quienes no ven en sus particularidades, sino en cuanta masa de gentes que se desplazan día a día cuan hormiguero móvil gigante. Invisibilizadas en esa nube informe y enorme están también las mujeres, habitantes que no cuentan ni se distinguen a la hora de pensar la ciudad desde una visión humana, inclusiva y acogedora. Así como paulatinamente se han ido incorporando a las ciudades respuestas puntuales a las necesidades de personas con capacidades especiales, nuestras ciudades requieren también que la mirada de quienes las piensan y toman decisiones, consideren las particularidades y el aporte de las mujeres que las habitan.
Ana María Arteaga Por_Tatiana Rojas Leiva Artículo realizado para ‘ArquitecturaAhora’ #13:
—el desafío de “hacer” ciudades que consideren las diferencias de género—
Socióloga Universidad de Ginebra, Suiza. Ha sido docente en postítulos de género en la Universidad Academia de Humanismo Cristiano y consultora especializada de agencias de cooperación europeas, organismos de las Naciones Unidas y entidades públicas en Chile y Uruguay.
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