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s u m a r i o … Todos tienen cultura: ¿quienes pueden desarrollarla? Néstor García Canclini

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Internet como república popular de la cultura Carlos Sánchez Almeida

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Nuevas tecnicidades y culturas locales Jesús Martín-Barbero

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Cultura pública: Nuevos modelos para el imaginario metropolitano José Ramón I. Alba El sonido 1 J. M. Pereñiguez

Potencialidades y reticencias para la conformación de un “tercer sector audiovisual” en el Estado español Carme Mayugo i Majó

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Un secreto Mac de Paz

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Supercultura para la era de la comunicación James Lull

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Música en las trincheras Francisco Ramos

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Entre-textos Julián Ruesga Bono

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somos… Edita arte/facto c.c.c. Dirección Julián Ruesga Bono Mac de Paz Mesa de Redacción Norberto Cambiasso (Buenos Aires) Ramón Castillo (Santiago de Chile) Alejandro Garay (Barcelona) Francisco Ramos (Sevilla) José Carlos Roldán (Sevilla) Francisco Vidargas (México DF) Fotografías Chupy, Cookie1977, dandegez, elvissa, fox not centaur, Inflatemouse, jb_brooke, judepics, Kara C, Könrad, missha, MrVJTod, Nammer, Rivard, salimfadhley, soulfish, thatgirl, tirong, _ick Harris, anna_t, antmoose, barraquito, choffee, Don Fulano, FelipeArte, gerenm, gp berlin, Greg Marshall, lu6fpj, luddista, MoNkEyZ, PPDIGITAL, stallio, The Truth is Hidden, Werner Wattenbergh, A. Amuedo, blank space, eltonlin, murkas, Pixel Panther, thomasina, Mac de Paz, Arantxa Irastorza, Julián Ruesga. Maquetación Krates Portada Mac de Paz Correspondencia Apartado de Correos 4011 E-41080 Sevilla revista@parabolica.org website www.parabolica.org www.parabolica.net Depósito Legal: SE-1621-02 ISSN: 1885-3153 El © pertenece a los autores salvo que se indique lo contrario


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Todos tienen cultura: ¿quienes pueden desarrollarla? Néstor García Canclini

Encuentro dos puntos de partida para hablar hoy de cultura y desarrollo. Uno es el más habitual en los trabajos recientes sobre el tema. Consiste en recordar que la cultura no es vista ahora como un bien suntuario, una actividad para los viernes a la noche o los domingos de lluvia, en la cual los gobiernos tienen que gastar, sino un recurso para atraer inversiones, generar crecimiento económico y empleos. Los científicos sociales tratamos de llamar la atención de los gobernantes mostrándoles que en los Estados Unidos la industria audiovisual ocupa el primer lugar en los ingresos por exportaciones con más de 60.000 millones de dólares, o que en varios países latinoamericanos abarca del 4 al 7 por ciento del PIB, más que el café pergamino en Colombia, más que la industria de la construcción, la automotriz y el sector agropecuario en México. Podemos dejar de concebir a los ministerios de cultura como secretarías de egresos y comenzar a verlos como fábricas de regalías, exportadoras de imagen, promotoras de empleos y dignidad nacional. El otro lugar desde donde pueden enfocarse los vínculos entre cultura y desarrollo es el de la desigualdad y la penuria. Leemos que decenas de miles de los 230.000 muertos en el sureste asiático podrían haberse salvado si hubieran tenido más información oportuna sobre el tsunami, sea por la educación, mejor comunicación del alerta meteorológico o por haberse instruido con programas como el de Discovery Channel que permitió a un pescador avisar con tiempo a 1,500 habitantes costeros. Las estadísticas sobre los usos de las tecnologías revelan que este tipo de desigualdades tienen efectos cotidianos: Internet nos acerca y vuelve simultáneas vidas lejanas, pero como el 20 por ciento de la población mundial acapara más del 90 por ciento del acceso, ésto ahonda la brecha entre ricos y pobres. Los medios masivos y la informática permiten imaginar que vivimos en la sociedad del conocimiento, pero la cumbre sobre este asunto reali-

zada en Ginebra, en diciembre de 2003, registró que el 97 por ciento de los africanos no tienen acceso a las nuevas tecnologías de información y comunicación, mientras Europa y Estados Unidos concentran el 67 por ciento de los usuarios de Internet. América Latina, que cuenta con el 8 por ciento de la población mundial y contribuye con el 7 por ciento del PIB global, participa en el ciberespacio sólo con el 4 por ciento. El bajo porcentaje de hosts, de computadoras y de acceso a Internet, explica un informe de la CEPAL, es causa y síntoma de nuestro rezago y escasa visibilidad cultural en los diálogos mediáticos globales y en los espacios públicos internacionales: “estar afuera de la red es estar simbólicamente en la intemperie o en la sordera”. (Hopenhayn, 2003:13-14). Por un lado, la cultura como potente motor de desarrollo. Por otro, las culturas como pretexto para marcar las diferencias y a menudo para discriminar. Los bienes culturales dan continuidad a lo que somos, pero a veces hacen que nos vean como un paquete de estigmas. En ciertos casos, la literatura, la música y la televisión sirven para contar y cantar lo que nos aflige, y en otros para diluir en ensoñaciones colectivas expectativas que las frustraciones del desarrollo cancelan. No sólo hay que elogiar a la cultura, menos aún en un tiempo en que erige prestigios y fortunas con el mismo vértigo con que las derrumba, como sucede en la nueva economía. Quiero hablar de la cultura con pudor, como de una riqueza fascinante y arriesgada. Voy a hacerlo a través de tres hipótesis que buscan describir dilemas estratégicos de la actualidad y proponen relaciones más productivas entre cultura y desarrollo. 1. Desarrollar la cultura en las sociedades contemporáneas, multiculturales y densamente interconectadas, no puede consistir en privilegiar una tradición, ni simplemente preservar un conjunto de tradiciones unificadas por un Estado como “cultura nacional”. El desarrollo más produc3


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tivo es el que valora la riqueza de las diferencias, propicia la comunicación y el intercambio –interno y con el mundo – y contribuye a corregir las desigualdades. La segunda mitad del siglo XX mostró que frecuentemente las políticas homogenizadoras son improductivas y generan ingobernabilidad. La unificación fundamentalista de los Estados ha ido perdiendo consistencia: los gobernantes descubren que su desempeño estable y fecundo depende de trabajar con la mayoría y con las minorías. Al mismo tiempo, se deja atrás la simple estandarización del consumo buscada por la masificación de los mercados en la primera etapa de industrialización de las comunicaciones. Muchas corporaciones transnacionales, desde Hollywood hasta MTV, para expandirse buscan, más que multiplicar el mismo producto, atender los variados gustos de etnias y naciones, distintas maneras de concebir la familia y elaborar sus crisis en adultos y jóvenes, diversas concepciones de la memoria y del cuerpo. El mayor riesgo actual no es la imposición de una única cultura homogénea, sino que sólo encuentren lugar las diferencias comercializables y que la gestión cada vez más concentrada de los mercados empobrezca las opciones de los públicos y su diálogo con los creadores. Conocemos repertorios musicales, literarios y audiovisuales de más culturas que en otras épocas, pero perdemos protección sobre la propiedad intelectual, o los derechos de difusión se concentran en unas pocas corporaciones, especialmente en los campos musical y audiovisual. Desde la década de 1990, seis empresas transnacionales se apropiaron del 96% del mercado mundial de música (las majors EMI, Warner, BMG, Sony, Universal Polygram y Phillips) y compraron pequeñas grabadoras y editoriales de muchos países latinoamericanos, africanos y asiáticos. El poder de difusión mundial de estas empresas facilita que músicas de una nación sean conocidas en muchas otras, pero su selección es más mercantil que cultural y suele privar de sus derechos intelectuales a los creadores. El antropólogo José Jorge de Carvalho advierte que obras célebres de la música popular y docenas de discos – resultados de investigación de campo y registro sonoro etnográfico de géneros tradicionales brasileños – realizados por la Discos

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Marcus Pereira, fueron vendidos con todo el acervo de esta editora a Copacabana Discos, que después fue comprada por EMI, posteriormente vendida a Time Warner y últimamente adquirida por AOL. Hasta Hermeto Paschoal y Milton Nascimento, para tocar sus obras en conciertos tienen que pedir permiso a las majors que disponen de sus derechos si no quieren caer en la ilegalidad de ser denunciados pirateándose a sí mismos. (Carvalho, 2002)


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Más que la homogenización, los nuevos riesgos son la abundancia dispersa y la concentración asfixiante. Ante la diseminación y dispersión de las referencias culturales, las megacorporaciones intentan controlar la circulación de bienes culturales mediante tarifas preferenciales, subsidios, dumping y acuerdos regionales inequitativos. La multiculturalidad, reconocida en el menú de muchos museos, de empresas editoriales, discográficas y televisi-

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2. ¿Qué tipo de prácticas culturales pueden contribuir a que el desarrollo sea sustentable? ¿Qué tipo de desarrollo socioeconómico y político puede dar más sustentabilidad a la cultura? La clave es que las políticas garanticen la diversidad cultural e intercambios más equitativos entre las metrópolis con fuerte control de los mercados y los países con alta producción cultural pero económica y tecnológicamente débiles.

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vas, es administrada con un sistema de embudo que se corona en unos pocos centros del norte. Las nuevas estrategias de división del trabajo artístico e intelectual, de acumulación de capital simbólico y económico a través de la cultura y la comunicación, concentran en Estados Unidos, Europa y Japón las ganancias de casi todo el planeta y la capacidad de captar y redistribuir la diversidad.

Es cierto que la cultura no es hoy, predominantemente, lugar de gastos y subsidios. Genera ganancias enormes. Pero la producción de espectáculos y programas para medios audiovisuales masivos requiere abultadas inversiones. Esta es una de las razones por las cuales los Estados se concentran en administrar el patrimonio histórico y estimular las artes de bajo costo (becas para escritores y artistas individuales, obras de teatro, revistas), y dejan a empresas privadas la televisión, el cine y la gestión de las redes electrónicas. También los museos y los espectáculos locales con artistas internacionales, la producción editorial y musical de distribución masiva, demandan inversiones que sólo manejan empresarios transnacionalizados. Así, la lógica de funcionamiento de los bienes culturales tradicionales (libros, conciertos y exposiciones de artes plásticas) va asemejándose a la que rige la producción de DVD, juegos multimedia y paquetes de software: hay que llegar a públicos masivos, lograr una comercialización acelerada, renovar constantemente los catálogos, subordinar la innovación lingüística y formal al reempaquetamiento de las imágenes con éxito probado. Como sabemos, sólo una minoría de artistas y productores culturales accede a esas gigantescas estructuras de producción, distribución y exhibición, y puede sostener el ritmo de recuperación económica inmediata y obsolescencia incesante impuesto por el capital financiero que anima a esos mercados culturales. 5


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¿Qué culturas pueden producir y cuáles logran ser vistas bajo esta lógica? A fines del siglo XX Estados Unidos, Alemania, Gran Bretaña y Japón abarcaban casi el 60 por ciento de las exportaciones de bienes culturales en el mundo. El 50 por ciento de las importaciones también se concentraba en esos países. La aparición reciente de China está modificando, todavía levemente, este desequilibrio entre las culturas que se producen en el mundo y quienes las venden, compran y disfrutan. La situación más inequitativa es la del cine. Italia satisface las necesidades del 17.5 por ciento de su mercado nacional, España solamente el 10 por ciento, Alemania el 12.5 y Francia, el 28.2 por ciento. Estados Unidos, en cambio, cubre el 92.5 por ciento de su mercado nacional, o sea que recibe poquísimas películas de otros países, en tanto hace predominar su cinematografía en casi todos los mercados externos. (Tolila, 2004) Si el 85 por ciento de las películas difundidas en las salas de todo el mundo proceden de Hollywood, el déficit comercial es siempre favorable a Estados Unidos. En América Latina, disminuyó en las últimas décadas el tiempo de pantalla dedicado al cine europeo (no llega al 10 por ciento), y cada año el control estadounidense de la producción, la circulación y la exhibición deja menos espacio al cine latinoamericano. Los estudios sobre consumo cultural muestran la sintonía de los gustos de las audiencias con los géneros de acción (thrillers, aventuras, espionaje), que son los mejor cultivados por Hollywood, pero esta explicación no alcanza para entender su predominio avasallante. No conocemos otra remodelación global, ni en la industria editorial, ni en la musical, ni en la televisiva, ni en las artes visuales, que elimine de la circulación internacional a vastas zonas de la producción cultural y las reduzca a expresiones minoritarias, como ocurre con cinematografías históricamente tan significativas como la francesa, la alemana y la rusa. En ningún lugar esta conversión de naciones numerosas, con alta producción artística, en expresiones culturales menores es tan impactante como en Estados Unidos. Mientras este país exige absoluta liberación de los mercados, sin cuotas de pantalla ni ninguna política de protección para las películas nacionales, el sistema de distribución y

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¿Cómo volver sustentable la producción cultural de cada sociedad en esta época de intensa competitividad, innovación tecnológica incesante y fuerte concentración económica transnacional? Algunos piensan que, así como para proteger el medio ambiente debe limitarse el desarrollo guiado sólo por el rédito económico, habría que controlar la expansión de las megacorporaciones comunicacionales y proteger la producción cultural endógena de cada nación. Se llega a hablar de una “ecología cultural del desarrollo”: el patrimonio histórico, las artes, y también los medios y los recursos informáticos, son partes de la continuidad identitaria, recursos para la participación ciudadana, el ejercicio de las diferencias y los derechos de expresión y comunicación. En favor de una consideración no sólo económica del desarrollo cultural, se señala que la cultura y las comunicaciones contribuyen al desarrollo comunitario, la educación para la salud y el bienestar, la defensa de los derechos humanos y la comprensión de otras sociedades. Hay una transversalidad de la cultura que la interrelaciona con las demás áreas de la vida social. (Yúdice, 2004). Demasiados conflictos actuales se explican, en parte, por haber olvidado que el desarrollo económico no se reduce a crecimiento, baja inflación y equilibrio en la balanza comercial, y que el desarrollo social incluye esa dimensión propia de la cultura que es encontrarle sentido a lo que hacemos.

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exhibición estadounidense combina varios factores para favorecer a los filmes de su país: exención de impuestos y otros incentivos, la organización semimonopólica de la distribución y la exhibición (Miller, 2002; Sánchez Ruiz, 2002)

Esta transversalidad de las culturas con otras zonas de la vida social es un requisito para su desarrollo sustentable. Para consolidarlo se necesita estimular otras estructuras, otras lógicas de producción y difusión, que las promovidas por las megacorporaciones. Las muchas funciones de la cultura no pueden cumplirse si la industria editorial fabrica solo best sellers de fácil lectura, o la industria cinematográfica asigna el 95 por ciento del tiempo de pantalla al cine de un único país. Dicho de otro modo: se trata de crear espacios económicos y circuitos de comunicación para las editoriales independientes, las películas de muchas culturas y las productoras locales de discos y videos. 7


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Como en otros campos de la producción, los antiguos controles de aduanas o fronteras son ineficaces en un tiempo de comunicaciones transnacionales y fusiones multimedia entre los campos editorial, audiovisual y telecomunicacional. Es cuestión, más bien, de generar condiciones propicias para que, por ejemplo, la enorme producción musical independiente de América Latina no quede aislada en conciertos y ferias locales. Las políticas públicas y la banca de desarrollo pueden proporcionar subsidios estratégicos y créditos blandos, formar en mercadotecnia globalizada a los productores, articularlos en circuitos alternativos de empresas medianas y pequeñas, favorecer sus viajes y participación transversal en actividades socio-económicas internacionales (festivales y ferias, mega espectáculos, turismo, programas de fundaciones y ONG). La cooperación internacional es decisiva para reconstruir y renovar los aparatos institucionales de los Estados desaparecidos o debilitados por la liberalización económica (Ocampo: 2005), comprender cuáles son las áreas estratégicas de la cultura y la comunicación en las que los países latinoamericanos pueden mejorar su competitividad internacional (algunos en la industria editorial, otros en la producción de contenidos televisivos, otros en el turismo cultural). Menciono rápido otra iniciativa que apareció recientemente: ¿podríamos intercambiar deuda por inversión internacional en programas educativos y culturales? Una parte clave de estas acciones revitalizadoras es también la de formar públicos culturales y usuarios de las nuevas tecnologías comunicacionales: o sea, colocar el aprendizaje de la interculturalidad, la innovación y el pensamiento crítico en el centro de las acciones educativas. La democratización cultural requiere extender la acción formativa y facilitadora de los Estados, por ejemplo dotar de computadoras a las escuelas, y también propiciar lo que George Yúdice llama “una suerte de globalización desde abajo”, apoyada por la cooperación internacional. La ejemplifica con la Red de Comunicaciones sobre Desarrollo Sostenible / Sustaniable Development Communications Network (RCDS / SDCN), que reúne a 17 organizaciones en 13 países, entre ellos Argentina, Costa Rica y Ecuador. Se trata de un organismo dedicado a generar conocimiento sobre la comunicación del desarrollo sustentable, incluyendo la experiencia de los países en vías de desarrollo y

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en transición. Emprenden actividades comunicacionales conjuntas para hacer participar a audiencias más amplias; construir entre los miembros la habilidad de comunicar el desarrollo sustentable a través de nuevas tecnologías comunicativas, y compartir ampliamente el conocimiento sobre el uso eficiente y efectivo de Internet. 3. Dos décadas de mercados culturales casi enteramente desregulados no han mejorado la difusión de los libros, ni proporcionan ofertas más diversas de cine o video. Necesitamos repensar las relaciones de lo que en la cultura es negocio, industria y servicio. Luego de las experiencias de apertura económica e intensificación de comunicaciones internacionales no se aprecia que el mercado “organice” la interculturalidad ampliando el reconocimiento de las diferencias. Aquí debemos admitir que la insuficiencia de estudios sobre economía de la cultura no permite aún construir explicaciones integrales sobre el modo en que las indus-


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Algunos datos sobre la declinación del cine mexicano a partir de la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte indican que la liberalización de los mercados no ha cumplido las promesas de dinamizar la economía en ésta como en otras áreas. Víctor Ugalde compara los distintos efectos de las políticas culturales con que Canadá y México situaron su cine en relación con el TLC a partir de 1994. Los canadienses, que exceptuaron su cinematografía y destinaron más de 400 millones de dólares, produjeron en la década posterior un promedio constante de 60 largometrajes cada año. Estados Unidos hizo crecer su producción de 459 filmes a principios de la década de los noventa a 680, gracias a los incentivos fiscales a sus empresas y al control oligopólico de mercados nacionales y muchos extranjeros. México, en cambio, que en la década anterior había filmado 747 películas, redujo

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embargo, faltan estudios del conjunto del proceso –que hagan jugar las innovaciones tecnológicas, los cambios económicos y de hábitos de los consumidores– para alcanzar una visión integral de lo que ha venido ocurriendo.

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trias culturales de América Latina están integrándose a la economía mundial. Los datos disponibles, por ejemplo en la industria editorial y en la cinematográfica, muestran un desempeño frustrante a medida que se acentuó la desregulación y el libre comercio. Se vendieron recursos básicos de producción y circulación de bienes culturales: por ejemplo se cerraron o transfirieron editoriales a empresas europeas, así como desaparecieron salas de cine, o se dejaron las nuevas cadenas de multisalas bajo control de distribuidoras estadounidenses, canadienses y australianas. También sabemos que este proceso ha disminuido la capacidad productiva en los principales países editores (Argentina y México) y abatió los índices de venta en el conjunto de la región. En el cine, el descenso de la producción y de la asistencia a salas – que no se debe únicamente al cambio en la propiedad de los recursos, sino a la competencia con el video y otros entretenimientos domésticos – mostró una caída vertical en los años 80 y la primera mitad de los 90; hubo cierta recuperación del número de películas producidas y del público en los últimos diez años, sin alcanzar las cifras de períodos previos. Sin

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su producción en los 10 años posteriores a 1994 a 212 largometrajes. “Al dejarse de producir 532 filmes se creó un brutal desempleo con el consecuente cierre de empresas, la reducción del pago de impuestos, la subutilización de nuestra capacidad industrial instalada, la caída de nuestras exportaciones y el incremento de las importaciones de películas extranjeras” (Ugalde, 2004). Concluimos de esta comparación que la liberalización del comercio cultural impulsa o retrasa el desarrollo según se articule o no con políticas de protección nacional. Pero debiéramos vincular estas dos variables con

las modificaciones de los hábitos de consumo cultural y con otros análisis de la oferta para lo cual existen pocos estudios disponibles. Son necesarias, asimismo, políticas internacionales apropiadas para esta etapa con leyes que protejan la propiedad intelectual, su difusión, el intercambio de bienes y mensajes, y controlen las tendencias oligopólicas. Una sociedad del conocimiento incluyente requiere marcos normativos nacionales e internacionales y soluciones técnicas que respondan a las necesidades de cada sociedad, oponiéndose a la simple comercialización lucrativa de las diferencias o su subordinación a gustos internacionales masivos. Por eso, es necesario que las industrias culturales no se organicen sólo como negocio sino también como servicio. La falta de legislación actualizada para el uso del patrimonio y para la expansión de las industrias culturales está favoreciendo hoy a los actores transnacionales mejor preparados para aprovechar la convergencia digital con bajo costo en producción (ediciones masivas, manejo de satélites, doblaje o traducción simultánea). La demora en establecer políticas regulatorias claras en estos campos coloca a todos los países ante el riesgo de que las decisiones de la Organización Mundial del Comercio o los acuerdos de libre comercio regionales, al igualar las inversiones nacionales y extranjeras, ilegalicen los intercambios horizontales y coproducciones preferenciales entre naciones débiles. De poco vale que exaltemos la creatividad de los pueblos y los artistas, o la riqueza de la diversidad cultural, si permitimos que los derechos de autor de los individuos y de las comunidades sean subsumidos bajo las reglas de copyright, dejando que los beneficios generados por la creatividad sean apropiados por las megaempresas que manejan el derecho de copia. ¿Qué podemos esperar del incremento de conexiones informáticas? Ni desaparición de las diferencias socioculturales, ni una radical reducción de las inequidades del desarrollo cultural. Reducir la brecha digital puede aminorar ciertas desigualdades derivadas del acceso dispar a los mensajes y bienes ofrecidos en el ciberespacio: en este sentido, una de las esperanzas de América Latina es

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La valoración simultánea de los medios como industrias, comercio y servicio tiene una larga historia. Jürgen Habermas, Nicholas Garnham y John Keane han descrito la importancia de la prensa y la radio como servicios para que en los países europeos se construyera una esfera pública de ciudadanos. Desde principios del siglo XX la escena pública fue vista como un espacio desde el cual luchar contra los Estados despóticos, contra los abusos y arbitrariedades de dictadores que sometían la vida social y económica a sus intereses privados. Luego, se erigió lo público como defensa de lo social frente a la voracidad monopólica de grandes empresas y sus amenazas a la libre comunicación entre ciudadanos. En América Latina los estudios de Jesús Martín Barbero y Rafael Roncagliolo, entre otros, también muestran que la prensa y la radio contribuyeron al desarrollo moderno al configurar una esfera ciudadana que delibera con independencia del poder estatal y del lucro de las empresas.

Así, la industrialización de la cultura hace posible ampliar el mapa de las comunicaciones, sitúa en la conversación internacional más voces y relatos, músicas e imágenes, que en cualquier otra época. Los beneficios de la cultura trascienden la danza de cifras, los millones de públicos y regalías. Las relaciones entre cultura y desarrollo no se reducen a los balances económicos de productores, distribuidores y exhibidores. Otra historia se insinúa: la de los pobres en información, los que sólo tienen acceso a espectáculos gratuitos, los que crean pero no ingresan a las estadísticas del rating. A veces se comunican a lo lejos gracias a Internet o a que una des-

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que, si bien somos una de las regiones menos conectadas a las redes digitales, mostramos el ritmo más veloz en el crecimiento de hosts y de internautas. Pero además de los datos cuantitativos es preciso considerar que una distribución menos desigual de la riqueza mediática y digital implicaría mayor multilingüismo y policentrismo, crear posibilidades de acceso para los amplios sectores sin recursos económicos o con lenguas y saberes poco cotizados. Todo esto requiere considerar a las industrias culturales no solo como negocio sino como servicio.

La defensa de lo público generó espacios emancipatorios, donde creció la información independiente, se legitimaron las demandas de la gente común y se limitó el poder de los grupos hegemónicos en la política y los negocios. ¿Cómo revitalizar ahora el sentido público de la vida social? En la medida en que esto depende de las políticas culturales y comunicacionales, es evidente que no lo lograremos sólo a partir de los Estados. La creación de sitios multidireccionales, diversificados y de comunicación abierta, promovidos y gestionados desde focos heterogéneos de la vida social, tal como se manifiestan en Internet, hace pensar en otros tipos de espacios o esferas públicas. Están participando en ellos gobiernos, empresas y movimientos socioculturales independientes. 11


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gracia de grandes números pone por unos días sus pedidos de solidaridad en los medios. El mundo está organizado para que la resonancia de esas historias más secretas sea poco sustentable. Pero su continuidad sigilosa sigue formando parte de las relaciones entre cultura y desarrollo. Finalmente, el vínculo de la cultura con el desarrollo es valorable por su modo de construir ciudadanía. Junto a los derechos económicos de las empresas hay que considerar los derechos culturales de los ciudadanos. En una época de industrialización de la cultura, estos derechos no se limitan a la protección del territorio, la lengua y la educación. El derecho a la cultura incluye lo que podemos llamar derechos conectivos, o sea el acceso a las industrias culturales y las comunicaciones. Un estudio realizado por la CEPAL y el Instituto Interamericano de Derechos Humanos analiza el derecho a la diferencia junto con los derechos de integración y la equidad, con “la participación relativa en las diversas redes de intercambios” (CEPALIIDH, 1997:38). Se alejan de la definición mínima de derechos de sobrevivencia o registro de indicadores de pobreza, que aíslan estos fenómenos de los procesos de desigualdad que los explican. En consecuencia, reubican estos conceptos –como demostró Amartya Sen, construidos desde la problemática de la “desposesión absoluta”– en el campo de la ciudadanía. El “umbral de la ciudadanía” se conquista no solo obteniendo respeto a las diferencias sino contando con los “mínimos competitivos en relación con cada uno de los recursos capacitantes” para participar en la sociedad: trabajo, salud, poder de compra, y los otros derechos socioeconómicos junto con la “canasta” educativa, informacional, de conocimientos, o sea las capacidades que pueden ser usadas para conseguir mejor trabajo y mayores ingresos (ibíd: 43-44). El acceso segmentado y desigual a las industrias culturales, sobre todo a los bienes interactivos que proveen información actualizada, ensanchan “las distancias en el acceso a la información oportuna y en el desarrollo de las facultades adaptativas que permiten mayores posibilidades de integración socioeconómica efectiva” (ibíd :38)

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La ciudadanía, o su contrario: la exclusión, según este estudio de CEPAL y el IIDH, es resultado de la correlación entre “los índices de concentración de las oportunidades de acceso a otros recursos capacitantes” (ibíd.: 46) El estudio concluye que la imbricación de los derechos económicos, sociales y culturales, o sea su realización complementaria englobada bajo la noción ampliada de ciudadanía, coloca en el Estado la responsabilidad principal por su cumplimiento. Formar públicos y formar ciudadanos: en tiempos de industrialización de la cultura y de videopolítica ambas tareas se combinan. No se justifica separar el entretenimiento de la información, ni el negocio industrial de los servicios a la sociedad. Las nuevas destrezas necesarias para obtener un trabajo calificado se entrelazan con los


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Sánchez Ruiz, Enrique 2002. “La industria audiovisual en América del Norte: entre el mercado (oligopólico) y las políticas públicas”, en Néstor García Canclini, Ana Rosas Mantecón y Enrique Sáchez Ruiz, op.cit.

BIBLIOGRAFÍA CEPAL-IIDH, 1997. La igualdad de los modernos. Reflexiones acerca de la realización de los derechos económicos, sociales y culturales en América Latina. Costa Rica, CEPAL, IIDH. Convenio Andrés Bello, Ministerio de Cultura de Colombia. 1999. Un estudio sobre el aporte de las industrias culturales y del entretenimiento al desempeño económico de los países de la Comunidad Andina. Informe preliminar. Definiciones básicas, pautas metodológicas y primeros resultados en Colombia, Bogotá, noviembre.

Situación actual y perspectivas en América Latina, España y Estados Unidos. Informe presentado al Instituto Mexicano de Cinematografía. Ocampo, José Antonio. 2005. “Más allá del Consenso de Washington: una agenda de desarrollo para América Latina”. En Estudios y perspectivas. CEPAL, Naciones Unidas. Santiago de Chile.

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* Profesor y Director del Programa de Estudios sobre Cultura Urbana, de la Universidad Autónoma Metropolitana de México.

Miller, Toby, 2002. “El cine mexicano en los Estados Unidos”, en Néstor García Canclini, Ana Rosas Mantecón y Enrique Sánchez Ruiz (coords.) Cine mexicano y latinoamericano.

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gración y el desarrollo” en Bernardo Kliksberg y Luciano Tomassini (comps.) Capital social y cultura: claves estratégicas para el desarrollo. Buenos Aires, Banco Interamericano de Desarrollo / Fundación Felipe Herrera / Universidad de Maryland / FCE.

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consumos culturales de formato digital, y ambos con el uso de redes tecnológicas avanzadas para comunicar masivamente las demandas sociales. Tener cultura y tener desarrollo son hoy actividades complementarias. Implican a la vez convivir en la diferencia, no sólo crecer sino hacerlo juntos y con mayor equidad. Pero estos dos objetivos de la primera modernidad se complejizan en un mundo organizado para interconectar y excluir. Todos quedamos implicados: economistas, promotores culturales y educadores; empresarios, Estados y consumidoresciudadanos, comunicadores, especialistas en informática y políticos. De la manera en que articulemos nuestros derechos y compromisos dependerá que en la cultura las diferencias se conviertan para unos en privilegios y para otros en estigmas, que la competencia capaz de impulsar el desarrollo no excluya la solidaridad.

Piedras, Ernesto. 2004, ¿Cuánto vale la cultura?. Contribución económica de las industrias protegidas por el derecho de autor en México. CONACULTA, SACM, SOGEM, CANIEM. México.

Tolila, Paul, 2004, “Industrias culturales: datos, interpretaciones, enfoques. Un punto de vista europeo” en Industrias culturales y desarrollo sustentable, México, S.R.E., OEI, CONCACULTA. UNESCO, 2000. World Cultural Report. Unesco publishing. Yúdice, George. 2002. El recurso de la cultura. Buenos AiresBarcelona-México, Gedisa.

de Carvalho, José Jorge, 2002 “Las culturas afroamericanas en Iberoamérica: lo negociable y lo innegociable”, en Néstor García Canclini (comp.) Iberoamérica 2002. Diagnóstico y propuestas para el desarrollo cultural. México, Santillana. Hopenhayn, Martín 2003. “Educación, comunicación y cultura en la sociedad de la información: una perspectiva latinoamericana” en Informe y estudios especiales. CEPAL-ECLAC. Santiago de Chile, enero. Keane, John, 1995 “Structural Transformations of the Public Sphere”, The Comunication Review, vol. 1. Núm. 1. San Diego. Martín Barbero, Jesús, 2002. “Nuevos mapas culturales de la inte-

* Este texto es la trascripción de la conferencia dictada por Néstor García Canclini en el Banco Interamericano de Desarrollo, el 24 de Febrero de 2005, como parte del Seminario sobre Cultura y Desarrollo organizado por el Centro Cultural de esta institución, en ocasión de la inauguración del Centro de Conferencias del BID Enrique V. Iglesias. Reproducción autorizada por el Centro Cultural del Banco Interamericano de Desarrollo. 13


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Internet como república popular de la cultura Carlos Sánchez Almeida

Nada será que no haya sido antes. Nada será para no ser mañana. Eternidad son todos los instantes, Que mide el grano que el reloj desgrana. Ramón María del Valle-Inclán, “Rosa Gnóstica”

1. En el principio fue el verbo, el verbo copiar 16 de junio de 2004, centenario del Bloomsday. El nieto de James Joyce requiere oficialmente al gobierno irlandés para que impida la lectura pública del Ulises. Es decir, una parodia genética del escritor que parodió a Homero, prohíbe la lectura pública de una parodia de la Odisea. Sólo somos copias. Pequeños robots de carne dirigidos por genes, obedientes al antiguo verbo: creced y multiplicaos. Copias y copias de cadenas de ADN recombinadas, que un día aprendieron a su vez a combinar las letras en forma de palabras. Copias perecederas, efímeras, que luchan por perpetuarse, creando obras y creando dioses para superar su miedo a la muerte. Creced y multiplicaos: la primera orden del programa, la primera línea del código. Todos los textos sagrados son obras derivadas de una antigua historia escrita por una mujer, a la que los sacerdotes impidieron firmar su obra. Toda la literatura es obra de Nadie. Una obra tan llena de lugares comunes como las tragedias de Shakespeare. Una obra copiada hasta el infinito. Moriréis para siempre y seréis Nadie. Sólo sois copias y sólo podéis escribir copias. Todo cuanto sois ya ha sido antes. Todo cuanto podáis soñar, ya fue soñado. Creced y multiplicaos.

2. Aquí y ahora Hace aproximadamente un año tuve la suerte de disfrutar de una primicia. Gracias a la gentileza de Antonio Córdoba, el cual asumió en solitario la tarea de traducción de la obra, pude disfrutar de la lectura de la versión castellana de Free Culture, de Lawrence Lessig. Bueno, disfrutar de la lectura es un lugar común, de hecho fue un infierno. En una casa rural de Extremadura, con dos fieras salvajes corriendo alrededor, imaginen lo que es intentar leer en un portátil. Pero lo conseguí, la lectura de aquel archivo pdf valía realmente la pena. Ha pasado un año desde entonces, y por el camino, han ocurrido muchas cosas. En octubre del año pasado presentábamos aquí, en Barcelona, la adaptación a la legislación española de las licencias Creative Commons. Fue el uno de octubre, el mismo día que entraba en vigor un código penal que, entre otras cosas, prohíbe las herramientas que permitan la desprotección de obras intelectuales. Un tema éste, como el de los DRM, que conocerán bien aquellos que se hayan leído entero el libro de Lawrence Lessig. Una experiencia seguramente más gratificante que la mía, gracias a la excelente edición en papel que nos han brindado Javier Candeira y Traficantes de Sueños. Han pasado muchas cosas en todo este tiempo. Las obras bajo licencias Creative Commons crecen exponencialmente en todo el universo de habla hispana, y Lorenzo Lessig es recibido y escuchado por autoridades académicas y políti15


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Quizás ha llegado la hora de despertar.

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cas de toda Latinoamérica. El ayuntamiento de Barcelona, que otrora gastó un millón de euros en la defensa de la propiedad inmaterial (el dominio Barcelona.com), ahora subvenciona charlas copyleft. Parece que esto progresa.

S á n c h e z

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3. El aceite de Lorenzo, o la socialdemocracia del copyleft La historia del siglo XX fue una historia de luchas de clases, una historia de lucha ideológica. A lo largo de todo el siglo, se enfrentaron dos nociones antitéticas de las relaciones sociales, de los conceptos de libertad y propiedad. El resultado, que está a la vista, es el triunfo aparente, en los territorios del mundo occidental, de la democracia formal basada en el estado social y democrático de derecho. Un estado fundamentado en instituciones de democracia representativa, donde las luchas sociales son atenuadas mediante pequeñas concesiones que han mejorado ostensiblemente, con respecto al siglo XIX, el nivel de vida de la clase trabajadora. El resultado, también, son miles de millones de excluidos. Aquellos que malviven en el tercer mundo, y también dentro de los nichos de pobreza de nuestra digitalizada sociedad occidental. La conquista de los derechos sociales no fue una tarea fácil. Requirió años de lucha, de derrotas, de héroes y de mártires. Pero por encima de todo, requirió del miedo del sistema a la revolución y a sus consecuencias objetivas en los países donde triunfaba: la destrucción del sistema de libertades formales. Sin ese miedo a la revolución, nunca hubiésemos tenido jornadas de ocho horas, derecho al paro o seguridad social obligatoria. Sobre ese miedo se construyó la clase política, liberal y socialdemócrata, que acabaría gobernando toda Europa. Las ideas liberales y socialdemócratas triunfaron: era el aceite que la maquinaria capitalista necesitaba para seguir funcionando. Frente a la atroz dictadura del proletariado, representaba la propuesta amable de aquellos que permitían a los amos continuar con la explotación, a cambio de algunos derechos sociales.

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El engranaje de la máquina es el derecho de propiedad. Las libertades formales, la correa de transmisión. El aceite, los derechos sociales. Olvidemos ahora las épicas gestas de la clase obrera del siglo XX, y volvamos a nuestro digitalizado y aburrido siglo XXI. Un mundo presidido por la globalización económica, un proceso histórico que persigue la uniformidad de las relaciones políticas, económicas y sociales en todo el planeta. Un proceso que se vale de la globalización cultural para conseguir sus objetivos: la formación, información y deformación de la opinión pública. Un proceso en el que todo estaba atado y bien atado, perfectamente controlado, hasta que llegó Internet. A lo largo del siglo XX, los avances técnicos permitieron nuevas formas de expresión artística, más allá de las artes tradicionales. El cine, la televisión, la eclosión de movimientos culturales asociados a la música popular provocó un espejismo: la llamada cultura popular. Si bien la televisión fue controlada desde el primer momento por el poder, el cine y la música popular constituyeron el nuevo


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La propiedad intelectual, una vieja falacia, no aguanta el embate de las nuevas tecnologías. En unos pocos años,

Un asalto que fracasa una y otra vez. Cuando al sentimiento de rebeldía se le une el sentimiento de pertenencia a una colectividad, cualquier agresión externa es aprovechada para aglutinar la resistencia. Los viejos fantasmas de la tribu rebelde, raíz de todos los patriotismos, caldo de cultivo de todas las guerrillas, resurgen en el territorio digital. Los nativos conocen el territorio, controlan sus herramientas. Y a cada agresión externa responden con mejoras técnicas, en una permanente lucha evolutiva.

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La maquinaria del sistema chirría. Demasiados cambios cuantitativos en un corto espacio de tiempo, provocan un tremendo salto cualitativo. Las nuevas tecnologías permiten, en solo veinte años, acabar con todo un sistema económico de distribución de “cultura” empaquetada. El sistema pierde el control económico de las herramientas que le permiten adoctrinar culturalmente a las masas. El viejo equilibrio económico basado en pan y circo se resiente.

La revolución ha triunfado, pero es la revolución de un solo país: Internet. Una revolución cercada desde el primer momento por los viejos Estados al servicio del Capital, deseosos de lanzarse al asalto de la nueva república popular.

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La cultura de masas fue domesticada, pero pronto surgirían nuevas formas de expresión y rebelión. Esta vez quisieron ir un poco más allá, y adoptaron el pomposo nombre de contracultura. En ese caldo de cultivo se produce la eclosión de la cibercultura, y posteriormente, del fenómeno Internet.

es abolida de Internet: ninguna obra intelectual está a salvo. Todo se puede copiar con calidad digital. Despojada de valor económico, la mercancía cultural pierde su capacidad de fascinación y se revela como lo que siempre fue: un producto pensado para el adoctrinamiento.

I n t e r n e t

territorio de frontera, donde jóvenes talentos daban rienda suelta a su creatividad y a su rebeldía. Una rebeldía que bien pronto fue fagocitada, deglutida y reciclada por el sistema, siempre necesitado de una pátina de modernidad.

4. La revolución es otra cosa “Vivimos en un mundo que celebra la “propiedad”. Yo soy de los que la celebra. Creo en el valor de la propiedad en general, y creo también en el valor de esa forma rara de propiedad que los abogados llaman “propiedad intelectual”. Una sociedad grande y diversa no puede sobrevivir sin propiedad; una sociedad grande, diversa y moderna no puede florecer sin propiedad intelectual.” Lawrence Lessig, “Free Culture”

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Sólo hay una forma de acabar con la contracultura, y la cuña ha de ser de la misma madera.

El movimiento por un modelo alternativo de propiedad intelectual, aglutinado en torno a Creative Commons, no pretende alterar en lo más mínimo las relaciones sociales basadas en el derecho de propiedad. Si hay algo que está meridianamente claro en Free Culture, es que para Lorenzo Lessig la propiedad es buena. En su concepción anglosajona del copyright, el contenido moral de los derechos de autor cede ante su vertiente mercantilista. Los abogados que participamos en la traslación jurídica de las 17


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El problema no es baladí. Tanto la Declaración Universal de Derechos Humanos como la Constitución Española consideran los derechos de autor como un derecho per se, ligado al derecho de acceso a la cultura, y distintos del derecho de propiedad, que está regulado en artículos distintos. La concepción europea del derecho de autor, en tanto que derecho ligado a la persona, permite una regulación “social” del derecho, al margen del derecho de propiedad. Si el derecho de autor no es derecho de propiedad, se pueden regular los usos sociales de las obras, garantizando así el acceso universal a la cultura. Es el caso de la legislación española, que garantiza –por el momento- el derecho a leer, al préstamo de obras, a su copia privada, a su cita y a su parodia.

C a r l o s

licencias Creative Commons a la legislación española, tuvimos que introducir con calzador el derecho moral de autor, algo más ajeno a la cultura jurídica anglosajona que a la de la Europa continental.

S á n c h e z

P a r a b ó l i c a

El derecho anglosajón de copyright pone el acento sobre el derecho de propiedad, lo que aquí consideramos derechos de explotación de la obra. Los usos sociales quedan reservados al “fair use”, uso justo, algo que en la órbita del common law puede quedar en todo momento al albur de una sentencia judicial. Las licencias Creative Commons son muy útiles para salvaguardar la cultura popular, especialmente en el ámbito anglosajón. También son muy útiles para garantizar la seguridad jurídica de las obras publicadas en Internet. Pero serían mucho más útiles si de verdad representasen un asalto a la concepción patrimonialista del derecho de autor. Y hoy por hoy no es así. El movimiento contra los abusos del copyright que gira en torno a Creative Commons es fiel a las ideas de Lessig. Persigue ampliar los campos creativos comunes, los usos sociales de las obras, pero considera sagrado el derecho de propiedad. Y ningún derecho puede ser sagrado, salvo los que afectan a la misma esencia del ser humano, los llamados derechos humanos fundamentales, entre los que no se cuenta el derecho de propiedad. Para avanzar de verdad 18

hacia una sociedad libre, igualitaria y justa, debemos necesariamente cuestionar el dogma. El falso dogma que considera sagrado el derecho de propiedad. Los movimientos contraculturales de Internet emplean muchas energías en la lucha contra las patentes de software, o por la liberación de los programas P2P. Pueden encontrarse miles de artículos que ponen en cuestión el sistema actual de explotación de la propiedad inmaterial, sobre todo en lo que se refiere a código informático. Pero esos mismos activistas pocas veces levantan la voz contra propiedades inmateriales mucho más sangrantes, como las patentes de medicamentos o los derechos de propiedad industrial sobre la vida. Todo es la misma lucha, o debería serlo: luchar de verdad por la libertad exige luchar contra la actual configuración del derecho de propiedad. De la propiedad inmaterial y de la propiedad material. Todo lo demás es aceite para la máquina. Y algunos de nosotros no hemos venido a este mundo para liberar a Mickey Mouse, sino para liberarnos de Mickey Mouse.


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Ni copyright, ni copyfight, ni copylight. Ha llegado la hora de la copia a secas, de la libertad a secas. Más allá de los derechos a copiar y remezclar obras, pensad en lo que sois, y en cómo habéis llegado a ser lo que sois. Sois producto de miles de millones de mezclas. Sois copias, y habéis nacido para copiar y ser copiados. Este es vuestro gran momento: vuestras copias genéticas os lo agradecerán.

d e

Para construir la nueva república popular de la cultura son necesarios cientos de miles de manos. Si cada uno de nosotros lleva uno de sus libros a la Red, nadie podrá parar esta revolución.

p o p u l a r

Luchar por la liberación de la cultura no sólo es “ripear”

Nadie nos regala los derechos. Hemos de conquistarlos y defenderlos a diario, con la única fuerza de la que disponen aquellos que nacieron desnudos: la fuerza de nuestras manos.

r e p ú b l i c a

Liberar la cultura no es conseguir gratis los productos de la industria del entretenimiento. Liberar la cultura es, por encima de todo, liberarnos a nosotros mismos del imperialismo cultural al que estamos sometidos. Liberar la cultura es rebelarse frente al adoctrinamiento de masas. Liberar la cultura es negarse a ser borregos.

Luchar por la cultura es saquear las bibliotecas y llevarlas a la Red. Luchar por la cultura es conseguir que ningún niño deje de leer un libro, en un rincón perdido de Latinoamérica, porque no pueda comprarlo. Y quien dice leer un libro, dice también conseguir medicamentos contra el SIDA. O poder plantar trigo sin pedir permiso a nadie.

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Hace poco formulé dos preguntas al público en una charla “Kopyleft”. Primero pedí que levantasen la mano todos aquellos que en el último mes se habían bajado una obra intelectual de Internet: se alzó un bosque de brazos, entre ellos el mío. Después pregunté cuántos, en el mismo periodo temporal, habían pasado un libro por el escáner y lo habían subido a la Red. Nadie.

deuvedés. Por cierto, un verbo éste que he llegado a leer en un acta notarial levantada por una entidad de gestión de derechos de autor, cuyos responsables, tan versados en productos culturales, deberían saber que el castellano incluye el hermoso verbo “destripar”. Y para qué limitarnos a destripar deuvedés, si podemos destripar el sistema.

I n t e r n e t

5. Internet como república popular La revolución nunca ha sido cosa de élites. Las vanguardias revolucionarias sólo tienen dos destinos: traicionar a la revolución o ser devorados por ella. La revolución depende de cientos de miles de manos.

Carlos Sánchez Almeida es licenciado en Derecho. Ha sido miembro de FrEE (Fronteras Electrónicas), organización orientada a la defensa de los derechos civiles en Internet.

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Nuevas tecnicidades y culturas locales Jesús Martín-Barbero

El profundo avance en la democratización de la cultura y el conocimiento, potenciado por las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, se percibe entrabado por una serie de “perversiones”. Elaborar nuevas formas de regulación democrática para salvaguardar los derechos e intereses de las colectividades y los múltiples modos de derechos de autor, es uno de los desafíos del presente

La situación: entre trampas digitales y ausencia de políticas públicas Por primera vez en la historia de la humanidad, el acceso de las mayorías a lo mejor y mayor de la creación cultural, artística y científica ha sido posible gracias a la revolución digital. Pero ese profundo y revolucionario avance en la democratización de la cultura y el conocimiento se ve hoy entrabado por variadas perversiones: desde la imposibilidad de unas mínimas reglas de juego que regulen a nivel mundial los nuevos derechos que la propia informatización de la sociedad entraña, hasta la trampa que, diciendo defender la “propiedad intelectual” de los bienes y servicios culturales, la transforma en negación a las potencialidades de democratización cultural mediante la más sofisticada legitimación del negocio. Es todo el sentido político y social de las transformaciones tecnológicas el que se halla aquí en juego, exigiendo a juristas e ingenieros de sistemas, a creadores y gestores, a políticos y teóricos de la informática, un esfuerzo de análisis e imaginación capaz de elaborar nuevas formas de regulación democrática que salvaguarden a la vez los derechos e intereses de las colectividades y los múltiples modos de derechos de autor, esto es, sin confundirlos con los intereses de los grandes conglomerados de las industrias culturales. En el fondo, de lo que se trata es del modo en que las nuevas culturas digitales trastornan la noción misma de propiedad al insertar la negación de la cultura a ser reducida a negocio en el centro mismo de la llamada nueva economía o economía informacional. Ahí está la batalla de los gobiernos nacionales, como el de Canadá o Brasil, por escapar al monopolio de Microsoft y lograr la “libertad de software” para sus países. Porque si la Sociedad de la Información (SI) quiere ser

mínimamente igualitaria, sólo podrá lograrlo liberando las potencialidades socioculturales de la nuevas Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) de las trabas provenientes de los monopolios que asocian a los productores y los medios masivos con los bancos y las industrias publicitarias, constituyendo así un nuevo tipo de conglomerado informacional cuya sesgada visión de la ‘propiedad intelectual’ considera valioso no el acceso al bien intelectual sino solamente la expansión de la propiedad. El desarrollo de las redes digitales se halla además marcado todavía en Latinoamérica por una concepción altamente instrumental –esto es, no cultural ni ciudadana– que está impidiendo insertarlas en los planes nacionales de desarrollo nacional y de democratización local, lo que exigiría privilegiar no las tecnologías de punta, sino aquellos servicios que mejor respondan a las necesidades de las colectividades locales potenciando su creatividad social y cultural que es la que única que efectivamente refuerza los lazos comunitarios. De otro lado, la interacción de la escuela pública con los actuales desarrollos de las tecnologías digitales, aunque están reconfigurando profunda y aceleradamente tanto los modos de producción y circulación del conocimiento como los mapas laborales y profesionales, sigue siendo muy escasa además de instrumental. Y ello cuando los cambios más de fondo que acarrea la SI tienen justamente que ver con transformaciones en las condiciones de existencia del trabajador y el nuevo sentido del trabajo, ambos ligados estrechamente al campo de la educación: a nuevas destrezas mentales requeridas por los nuevos 21


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oficios, nuevas modalidades de aprendizaje formales y no formales, nuevas formas de relación entre trabajo y juego, entre el espacio doméstico y el lugar de trabajo. Aun con la precariedad que atraviesan las economías de la región, y su fuerte sesgo urbano-metropolitano, las redes informáticas se hallan sin embargo movilizadas por un cierto desarrollo de su acceso, desarrollo debido en gran parte, y paradójicamente, a ese otro flujo que es el de los millones de emigrantes a EEUU y la UE, y que han encontrado en Internet el modo más barato y rápido de comunicación entre familias de uno y otro lado. Pero lo más relevante en este ámbito es sin duda el potencial estratégico que las redes digitales han empezado a representar en la integración sociocultural del espacio latinoamericano movilizando medios de comunitarios de prensa, radio y televisión, creadores y gestores culturales, investigaciones científicas y experimentaciones artísticas. Tanto en los pequeños municipios rurales como en grandes barrios urbanos de los sectores populares, entre jóvenes urbanos como incluso en algunas comunidades indígenas, hay una intensiva apropiación comunitaria de las nuevas posibilidades que abren las redes a la radio y a la televisión comunitarias, desde las que se están rehaciendo el tejido colectivo mediante la memoria y la contrainformación. Es también notable el crecimiento en Latinoamérica de sitios web no comerciales y explícitamente culturales y educativos no formales, aunque es justamente en este campo donde las diferencias cuantitativas y cualitativas entre países de la región se hacen más notorias y desequilibradoras. Con otro elemento característico del uso latinoamericano de las redes: el altísimo porcentaje de los jóvenes.

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Según lo muestra un reciente estudio de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), casi la mitad de la población conectada tiene menos de 25 años (49 por ciento en Brasil, 55 por ciento en México). Una buena muestra de esto es Brasil donde, mientras sólo el 3 por ciento entre los mayores de 45 años ha usado Internet, lo ha usado ya el 16 por ciento de los jóvenes entre 14 y 19 años, y el 11 por ciento entre 20 y 35 años. Y no obstante las precarias condiciones en que las redes y la creatividad digitales se desarrollan en Latinoamérica ellas representan cada día más el incontenible surgimiento y conformación de un nuevo espacio público y nuevos modos de creación cultural. Desde las redes barriales argentinas a las de emigrantes ecuatorianos en España que hablan quechua, o de los mexicanos en EEUU que pasean a la Virgen de Guadalupe vestida de chicana y en moto, desde el netart plástico y musical que los jóvenes hacen de una punta a la otra de la región hasta las webs de participación en las decisiones de política municipal en Uruguay o las de reconversión de los saberes profesionales en Chile y en Colombia, el ciberespacio hace ya parte constitutiva del espacio cultural iberoamericano en construcción. Escenarios/propuestas de futuro Así como en la base material de la inserción en la SI se hallan unas infraestructuras técnicas, para apropiarse de los beneficios procurados por las TIC los países latinoamericanos van a requerir dotarse de una nueva base cultural que posibilite el acceso real de las mayorías a los diversos usos de las TIC y a su apropiación y producción creativa. Proporcionar a nuestras sociedades latinoamericanas en su conjunto esa base cultural va requerir de un proyec-


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Investigación de los modos de apropiación de las culturas virtuales Junto con la nueva alfabetización, la inserción de nuestros países en los desafíos y potencialidades de las TIC pasa por un proyecto compartido de investigación acerca de los modos como las culturas locales –municipios, etnias, regiones– se están apropiando de las culturas virtuales, esto es, de las modalidades de interacción con las redes de información que las comunidades seleccionan y desarrollan, de las transformaciones que sus usos introducen en la vida colectiva, y de los nuevos recursos –técnicos

y

Se trata de una alfabetización cuya principal peculiaridad reside en ser interactiva, esto es en la que el aprendizaje se realiza mediante el proceso mismo de uso de la tecnología. Un uso que puede y en ciertos casos deberá ser orientado, pero que en ningún caso puede ser suplido por meros conocimientos convencionales. Hay sin duda una convergencia a establecer entre alfabetización letrada y alfabetización virtual, de manera que aquella sea integrada a ésta como factor dinamizador de los procesos pero a sabiendas de que la cultura virtual reordena las mediacio-

La infraestructura de las bibliotecas públicas y los centros culturales deberá convertirse en espacio estratégico del SPIC (servicio público de información y comunicación), como punto de acceso básico por parte de las mayorías a las redes y como lugar de alfabetización virtual. La complementariedad entre los servicios tradicionales y los nuevos, que introducen las redes virtuales, debe ser asumida como desafío a la vez pedagógico y ciudadano ya que en ella se juega la estratégica relación entre información, interacción creativa y participación social.

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Alfabetización virtual Entendemos por alfabetización virtual el aprendizaje del conjunto de destrezas mentales, hábitos operacionales y talante interactivo sin los cuales la presencia de las tecnologías entre la mayoría de la población será desaprovechada, o pervertida por el usufructo que de ella hace una minoría en su particular beneficio. Así como en otro momento de su historia toda Latinoamérica se dio como proyecto social básico la alfabetización de adultos, así ahora nuestras sociedades se hallan necesitadas de un nuevo proyecto de alfabetización virtual no de un grupo social particular sino del conjunto de la población, desde los niños a los ancianos, desde las comunidades urbanas a las rurales y aun las indígenas, los trabajadores y los desempleados, los desplazados y los discapacitados.

nes simbólicas sobre las que pivota la cultura letrada al replantear no pocas de las demarcaciones espacio-temporales que ésta supone. Navegar es también leer, pero no de izquierda a derecha ni de arriba abajo, ni siguiendo la secuencia de las páginas, sino atravesando textos, imágenes, sonidos, conectados entre sí por muy diversos modos de articulación, simulación, modelado, juego. Modos esos de articulación virtual cuyas habilidades hacen parte indispensable de los saberes que requiere cada día con mayor frecuencia el mundo laboral y cultural de hoy.

N u e v a s

to tan exigente, y de tanto o mayor empeño, que la dotación de infraestructuras materiales. Este proyecto está articulado sobre cuatro ejes: alfabetización virtual, priorización de la investigación sobre los modos de apropiación local de las culturas virtuales, digitalización de los diversos “mundos” patrimoniales y la potenciación de la creatividad en la Red.

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y humanos– requeridos para volver socialmente creativas y productivas esas interacciones. Justamente porque lo que producen las nuevas TIC es el desanclaje de las culturas territoriales y su inserción en los ritmos y virtualidades del ciberespacio, nuestro sistema educativo y cultural necesita hacer un seguimiento cercano y permanente de las formas en que las diversas culturas territoriales están procesando los cambios. Y para ello será vital diferenciar edades, género, ciudades grandes y pequeñas, ámbitos rurales industrializados y subdesarrollados, etc. Digitalización del patrimonio La puesta en red digital del patrimonio se ofrece hoy como posibilidad estratégica tanto de su conservación como de la democratización de sus usos. La primera no necesita mayor argumentación, dada la fragilidad de muchos de los documentos y otros bienes culturales y la fragmentariedad y precariedad de no pocos utensilios. La conservación digital no sólo posibilita la protección de los bienes, también facilita su estudio y su permanente activación, esto es su puesta en conexión con otros ya en términos cronológicos o temáticos, generales o especializados. La digitalización hace asimismo posible la visibilización local y mundial de nuestro patrimonio, incluyendo aquí de modo especial la puesta en común de los diversos patrimonios nacionales y locales latinoamericanos. De un lado, se trata de democratizar, esto es de acercar el acervo patrimonial de estos países a sus propios ciudadanos para su conocimiento y disfrute, para el cuidado de la memoria histórica “real” –no oficial ni homogénea sino plural– y su apropiación por parte de las diversas generaciones y poblaciones hasta la más alejada de las metrópolis. Y de otra parte, se trata de una nueva manera como nuestras culturas pueden estar en el mundo, mostrando la riqueza de la historia y la creatividad del presente, desmontando clichés y estereotipos exóticos, atrayendo turismo. Y ello en las múltiples formas en las que hoy posibilita el hipertexto: en imágenes fijas y móviles, en sonoridades y músicas, en códices y textos. Mediante bancos de datos, imágenes, narraciones orales, músicas, canciones, fondos temáticos o exposiciones virtuales. Potenciación de la creatividad en la web Las redes digitales no son únicamente un lugar

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de conservación y difusión de los bienes culturales y artísticos, sino un espacio de experimentación y creación. La experimentación hipertextual posibilita nuevas formas de hacer arte mediante arquitecturas de lenguajes que hasta ahora no habían sido posibles. De otro lado la conectividad interactiva replantea la excepcionalidad de las “obras” y emborrona la singularidad del artista desplazando los ejes de lo estético hacia las interacciones y los acontecimientos, esto es hacia un tipo de “obra” permanentemente abierta a la colaboración de los navegantes creativos. Metáfora de las nuevas modalidades de lo social, la creación en la web posibilita performatividades estéticas que la virtualidad abre no sólo para el campo del arte en particular sino también para la recreación de la participación social y política que pasa por la activación de las diversas sensibilidades y socialidades hasta ahora tenidas como incapaces de actuar y de crear, y de interactuar con la contemporaneidad técnica. Se trata a la vez de uno de los más fecundos ámbitos de la cooperación cultural hoy. Animadas cotidianamente por artistas y por gestores, por formadores y por instituciones municipales y comunida-


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P a r a b ó l i c a N u e v a s c u l t u r a s

el universo digital», Revista Iberoamericana de Ciencia, Tecnología, Sociedad e Innovación, núm. 1, Madrid, 2001. - «Internet, la gran conversación», Iberoamericana, del IberoAmerikanisches Institut de Berlín, 2002.

TEDESCO, J. C.: Educar en la sociedad del conocimiento, FCE, Buenos Aires, 2000.

Documentos latinoamericanos concernientes a la CMSI

KLIKSBERG, B. y TOMASSINI, L. (comp.): Capital social y cultura: claves estratégicas para el desarrollo, BID/F.C.E., Buenos Aires, 2000.

CEPAL: http://www.cepal.cl/publicaciones/DesarrolloProductivo/ 1/LCG2195Rev1P/lcg2195e2.pdf

MASTRINI, G. y BOLAÑO, C. (ed.): Globalización y monopolios en la comunicación de América Latina, Biblos, Buenos Aires, 2000.

Mov. sociales: http://www.movimientos.org/foro_comunicacion /index2.php3?Seccion=Documentos

BUSTAMANTE, E. (coord.): Comunicación y cultura en la era digital. Industrias, mercados y diversidad en España, Gedisa, Barcelona, 2002.

El sector privado latinoamericano ante la CMSI: http://www.ahciet.net/agenda/Evento.asp?idEvnt=88&a=2003

GARCÍA CANCLINI, N. (coord.): Iberoamérica 2002. Diagnóstico y propuestas para el Desarrollo cultural, OEI/Santillana, México, 2002. FINQUELEVICH, S. (coord.): Ciudadanos a la red, CICCUS/La Crujía, Buenos Aires, 2000. PISTCITELLI, A.:Ciberculturas en la era de las máquinas inteligentes, Paidós, Buenos Aires, 2002. TREJO DELABRE, R.: «Orden global y dimensiones locales en

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Bibliografía

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Jesús Martín Barbero, es coordinador de Programas de Estudios de la Universidad Nacional, Colombia.Autor de De los medios a las mediaciones (1987).

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des barriales, las redes culturales entrañan una enorme ganancia: el que una de las tareas asumidas por muchos de los nuevos actores sea la de veedores ciudadanos, empeñados en la fiscalización de los proyectos y las decisiones de las que parten, de los dineros y de los tipos de intercambio promovidos por la cooperación internacional. Las redes culturales se están convirtiendo en el nuevo espacio público de intermediación entre actores diversos de un mismo país, entre actores del mismo ámbito –políticas, gestión, formación– en diversos países, o bien movilizando transversalidades y transdisplinariedades que enriquecen desde el campo político el trabajo académico y desde el de la creación artística al campo político. Estamos ante la posibilidad histórica, no sólo tecnológica sino ciudadana, de renovar radicalmente el entramado político de la cooperación cultural tejiendo redes que enlacen cada día más el mundo de los artistas y trabajadores culturales con el de instituciones territoriales, las organizaciones sociales y los organismos internacionales.

Cidade do conhecimento: http://www.cidade.usp.br/ A Sociedade Digital®, Portal Iberoamericano da Sociedade da Informacao: http://www.asociedadedigital.org/ La sociedad civil en la CMSI: http://www.geneva2003.org/wsis/indexa03.htm Las mujeres en la CMSI: http://www.nodo50.org/mujeresred/wsis-genero.htm 25


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Cultura pública: Nuevos modelos para el imaginario metropolitano José Ramón I. Alba

Posiblemente la conquista del espacio cultural en una ciudad supera en forma y efecto el horizonte especulativo (¿intelectual?) de muchos. Y ven el aumento de la heterogeneidad creativa como un artefacto molesto. Eso ya sucedía cuando se nos recomendaba mantener a punto el “is different” y cuando se nos recomendaba que “inventaran ellos”. Todavía no se ha comprendido que el desarrollo social completo de una ciudad se funda sobre un paradigma que va más allá de su estructura física y que la gestión polimórfica de la Cultura nos lanza a la conquista de una realidad múltiple.

Otra cosa es que existan opiniones diferentes, criterios valorables y sujetos al debate. Lo que sí es cierto es que la Cultura Pública está obligada a la construcción simbólica de un universo social que proyecte una nueva manera de pensar y de sentir, de despertar mentes y atizar experiencias. Está obligada a desvincularse de modelos de gestión abocados a la promoción del espectáculo y del entretenimiento desocupado, a alejarse de la difusión pasiva de las artes. Es necesario desfosilizar los modelos de gestión de la Cultura y esto no se hace sin asumir riesgos, sin afrontar con valentía desafíos que la revitalicen.

Sin embargo muchos todavía persiguen una cultura como práctica estética y estática, que actúe como cosmético urbano sin ningún compromiso. Una actitud turbada que esconde (ojalá fuera incapacidad) una auténtica intención de ahogo contra la erupción creativa (es molesta y provoca). Los resultados se desean decepcionantes y pasivos. Tristes, incluso.

Sin embargo, por desgracia, la única dialéctica política que hoy parece que sirve es la demagogia, el discurso vacío o la confusión interesada. Además de todo observamos que la innovación en el universo cultural ciudadano y en los procedimientos de gestión de la cultura local todavía son escasos o nulos y aún nos movemos en los terrenos programáticos y socioculturales que surgieron y evolucionaron en los ochenta. O ni siquiera eso ya que por entonces el proyecto, la planificación, los objetivos, la evaluación... tenían su sentido y se observaban con verdadera disciplina. Hoy todo ello ha derivado en el interés por la parafernalia de los grandes eventos. Sin quitar interés a estos acontecimientos lo verdaderamente importante es consolidar estructuras que trabajen desde la prospectiva y que ayuden a una óptima gobernabilidad cultural de las ciudades. Estaríamos hablando de consolidar Laboratorios de Arquitectura Cultural Contemporánea que trabajen de forma profesional, prefigurativa y sistemática sobre las estrategias necesarias.

Sin embargo la ciudad es un espacio, o al menos así debe ser, en el que se entremezclan sensibilidades, se descubren comportamientos, se interactúa con otras realidades, un espacio estimulante que va más allá de los márgenes físicos y espaciales, un espacio que debe ser tratado con criterios que superan los meramente economicistas. Por ello la Cultura debe tener como referente substancial la reflexión crítica para desterrar el consumo pasivo al que nos inducen continuamente los arquetipos neoliberales. Debe alcanzar modelos que permitan ir más allá de la mera administración de espectáculos, que multipliquen las posibilidades expansivas de la creatividad. Y, desde luego, esto no es cómodo. Pero no creo que deba orientarse la responsabilidad política por criterios de comodidad o displicencia.

En definitiva, la política pública de la cultura debe abandonar esa aureola de magnificencia que la coloca en un estrato superior, que le permite autootorgarse la capacidad decisiva sobre lo que es y no es Cultura, así con 27


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mayúsculas. Ninguno de los administradores son, a menudo, creadores. Ni siquiera participan de ningún modo en ese universo creativo, sino que se limitan a preceptuar desde criterios sumamente subjetivos y no siempre justificables lo que otros, insisto con otros, crean. La tensión entre estas estructuras administrativas obsoletas y los nuevos desafíos culturales debe romperse para alcanzar un grado de desarrollo metropolitano coherente. Es necesario, en fin, un compromiso político riguroso. Es necesario que se aborde de una vez este desafío y se comience a una reestructuración valiente de los modelos y metodologías para la Cultura Pública Local. No hay nada que justifique la pervivencia de unos modelos que ignoran una dinámica social compleja, un ecosistema Cultural vivo. La urgencia de incorporar profesionales de la gestión Cultural es una necesidad prioritaria que colaborará en el abandono de las prácticas oficinescas para superar las inercias que nos llevan a considerar la Cultura desde una visión administrativa en los que los modelos de jerarquía excluyente y domesticación del consumo contienen todos los principios relevantes. De los modelos de administración a los modelos relacionales en los que los nexos entre gestores, creadores y ciudadanos están abiertos y se confunden. Hay que huir del modelo que otorga verdad Cultural absoluta al administrador, llegar a la convicción de que la Cultura no es un elemento más del entramado burocrático de un municipio sino un componente de máxima transcendencia en el desarrollo de la ciudad, el territorio y sus habitantes. El objetivo de una Gestión Pública de la Cultura son el ciudadano, la ciudad y los creadores. La interacción entre estos cuatro puntos propone una interacción que alimenta los flujos relacionales y dota de un sistema de transversalidad ajena a los aislados objetos de conocimiento. En definitiva se trata de apostar por un modelo de gestión Cultural que destierre los comportamientos rancios de una Administración Pública anclada en el inmovilismo. Un modelo que tenga bien presente que cualquier posición dirigista momifica la inteligencia y que es precisa-

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mente desde la inteligencia y desde el conocimiento compartido desde donde se generan las bases para un funcionamiento creativo en todos los niveles. Una organización inteligente que sabe compaginar los flujos de inteligencia individual para hacerlos discurrir por un canal creativo y multiplicador ajeno y ausente de la totalización y de la red de maximalismo excluyente tan peligrosa para la realización Cultural plena. Los modelos evolucionan, los modelos son importantes y el cuidado de la metodología debe convertirse en un puntal de referencia como lo es en cualquiera de las disciplinas técnicas o científicas. Estos modelos pasan por evolucionar desde los conceptos de “Administración de la Cultura” hasta aquellos que fundamentan sus valores en la “Mediación con la Cultura” Desde estos criterios, la Cultura Pública debe presentarse con otro talante más dinámico, eficiente y capaz. Un talante que va a ser el impulsor de: Administración (de) Taylorista Dirigista Rigidez Jerarquía Dato Instrumental Conductista

Intervención (en) Colaborativa Interactiva Flexibilidad Actitud Información Orgánica Constructivista

Mediación (entre) Conjuntista Cohesiva Contagio Capacidad Conocimiento Transversal Relacional

La Cultura como armadura para la cohesión social La Cultura como estrategia y principal agente del cambio La Cultura como generadora de conocimiento La Cultura como potenciadora económica La Cultura como principal captador de visitantes La Cultura como representante de la pluralidad La Cultura como referencia de identidad La Cultura como espacio de diversidad La Cultura como territorio de creación La Cultura como ecosistema de sostenibilidad La Cultura como nódulo de red La Cultura como momento para la transdisciplinariedad La Cultura como catalizador urbano La Cultura como potenciador del capital inteligente 29


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La Cultura se convierte así en el eje fundamental para la estructura de una nueva Ciudad. Un eje que tiene sus referentes en los factores propios de la idiosincrasia de la urbe:

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como como como como como como como

marco de identidad espacio de encuentro elemento de socialización entorno educativo ámbito de crecimiento fuente de riqueza semillero de multiculturalidad

LOS MODELOS Al pretender nuevas formas de intervención sobre la Cultura es necesario revisar los modelos que la impulsan. Aplicar técnicas que soporten con garantías la continuidad de los proyectos, que generen nuevos formatos y que permitan acomodar estrategias de producción serias. Esto obliga a redefinir los conceptos y modificar ciertas actitudes dirigistas que minimizan la importancia de los procesos. Dignificar la Gestión Cultural supone aplicar la metodología con criterios profesionales. 1. Estrategia metodológica: horizontalidad, transversalidad, innovación Una Organización como la nuestra tiene en la

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gestión interna el recurso operativo de mayor importancia. Según se oriente así será la capacidad de la institución para resolver sus cometidos. Debe huir de las actitudes dirigistas, burocratizadas y autocráticas que la han colocado, como se ha observado en los diferentes diagnósticos, en un nivel preocupante de inmovilismo y alejamiento de la realidad. Es necesario eliminar las actitudes tardas y obsoletas y hay que hacerlo con propuestas resueltas y decisiones ambiciosas, Con modelos abiertos y dinámicos. Asumiendo riesgos y siendo conscientes de que en la duda y la diversidad esta la libertad. a agilidad y la eficacia de los sistemas de decisión horizontal se manifiestan como los únicos aptos para una intervención Cultural coherente. Horizontalidad. Como modelo de relación y gestión comunicacional antepuesto al dirigismo autoritario y jerárquico y a los departamentos estancos. Transversalidad. Como mecanismo para la optimización de los recursos, la rentabilización de las competencias, a eficacia de las estrategias y la optimización del capital intelectua. Innovación. Como huida de la repetición, el manierismo, la imitación, la monotonía... o el simple espectáculo.


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2. Estrategia operativa: prospectiva, planificación, promoción, valoración Es necesario insistir, a pesar de su obviedad, que la labor ejecutiva debe realizarse de modo sistemático y reflexivo. La maquinaria administrativa es pesada y con una ligera pendiente rueda por ella misma: la mencionada gestión de la inercia. Huir de estas actitudes y cambiar de talante es objetivo fundamental para abordar el nuevo modelo. Prospectiva. Como método para una aproximación continuada y pertinente a la realidad Provisión. Para implementar lo observado desde la adecuación general de recursos y procedimientos, la definición de estrategias y la definición del marco normativo. Promoción. Diseñando y aplicando estrategias de comunicación y difusión que optimicen la divulgación de los contenidos y la interacción entre el Area, los ciudadanos y los agentes Culturales. Valoración. Como elemento de verificación continua justificado por tres necesidades: como mecanismo de prevención ante posibles interferencias; como correctivo ante desviaciones; como afianzamiento ante resultados positivos 3. Estrategia relacional: cooperación, implicación, impulso Uno de los retos de la Cultura Municipal debe ser la gestión del conocimiento comunitario y de la inteligencia ciudadana. Debemos huir de la prepotencia que hace creer a los gestores en posesión de una verdad inequívoca. Debemos asumir que sin creadores no habría gestores, que sin patrimonio no habría protección, que sin demanda no habría servicio. Cooperación. Con los agentes, instituciones, empresas e industrias Culturales para trabajar desde lógicas compartidas. Implicación. Como compromiso social que contribuye al desarrollo integral del ciudadano estimulando las actitudes criticas y el pensamiento ético

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Impulso. A las nuevas iniciativas Culturales que se generen desde los diferentes ámbitos ciudadanos y que aporten lucidez y agitación. LAS TIC, LA GESTIÓN DE LA CULTURA Y EL PRESENTE DIGITAL Hablar de tecnologías puede comenzar a sonar como algo ya manido, como un discurso vacío que por su propia naturaleza debería estar incorporado ya en el entramado ideológico y semántico del entorno cultural. Hablar de tecnologías (menos mal que le hemos suprimido ya el apelativo de nuevas) como un paradigma de


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pública y privada. Que ofrezcan nuevos paradigmas de desarrollo más allá de adaptar, más o menos, la realidad analógica a la digital (las realidades son distintas, los lenguajes son distintos, las posibilidades son distintas).

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No en vano la incorporación de las tecnologías no ha sido sino un impulso funcional, desde las Políticas Publicas de Cultura, más bien alejado de los movimientos emergentes y de las propuestas creativas, bastante avanzadas por cierto, auspiciadas en la mayor parte de las ocasiones por empresas o fundaciones privadas. Trabajar desde la Administración Pública todavía supone una quimera ya que nadie se ha propuesto encauzar un liderazgo claro y firme sobre políticas de cibercultura a escala local (puede parecer que se contradicen lo ciber con lo local). Ni siquiera existe un avance de criterios sobre competencias, procesos, metodologías; sobre modelos formativos, sobre perfiles... y, aunque parezca una frivolidad, no se ha contemplado el componente generacional que agrava la incorporación a los nuevos modelos de pensamiento (existen maravillosos estudios que orientan sobre la forma de recibir y procesar la información por parte de las nuevas generaciones) y con ello los planteamientos tan distintos que se pueden hacer desde estas diferentes “estructuras mentales”: la brecha digital interna.

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revolución es tornar extraordinario lo evidente, no ya porque todavía no se ha avanzado en consecuencia con el discurso, sino porque ya deberíamos haber abandonado la palabra y haber pasado a la acción. Aplicar las TIC a la Cultura no es elaborar páginas Web. No es colgar una cantidad más o menos elevada de datos ni siquiera ofrecer la posibilidad de acceder a determinados contenidos digitalizados. Se trata de integrar de forma transversal estrategias que enriquezcan las políticas territoriales (en nuestro caso el entorno local) y las hagan interactuar con los agentes culturales, con los ciudadanos, con los creadores, con los productores... Que totalicen la realidad

La innovación tiene un precio y de momento nadie se ha atrevido a tomar decisiones que impliquen asumir los riesgos, sociales y económicos, que obviamente van a surgir. Ningún cambio es fácil ni siquiera el que supone mejora. Por otra parte la servidumbre tecnológica a la que nos tiene sometidas las empresas del sector (rapidísima obsolescencia de equipos, programas, etc.) supone que el acercamiento a los modelos y políticas e-culturales genere reticencia y las inversiones se deriven hacia otros sectores de rentabilidad más inmediata. A esta dependencia del mercado se añade la dependencia interna a los departamentos de informática de las administraciones locales, un nivel de dependencia que, hoy por hoy, resulta inadmisible en cuanto a que la necesidad de una rápida y especializada intervención no puede sostenerse si no se han descentralizado las competencias. 33


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Concebimos con esto que para un desarrollo coherente de la cibercultura debe existir una estrategia transversal que implique a los diferentes sectores (sociedad, empresa, administración, universidad) y que canalice las necesidades de una autentica sociedad del conocimiento. Las políticas públicas de cultura deberían asumir ese compromiso de coordinación si no quieren alejarse (aún más) de las realidades que la comunidad creativa marca. Las políticas publicas de cultura, integradas en la sociedad de la información, quieran enterarse o no, están inmersas en una corriente que las arrastra, incluso contra su voluntad. El reto consiste en decidir el camino y controlar ese arrastre, o lo que es lo mismo, no limitarse a un dejarse arrastrar sino controlar el timón y utilizar la corriente, dominar la dirección. Las comunidades virtuales, la cibercultura, la socialización tecnológica en definitiva, es algo que debe planificarse y sistematizarse, que se debe encauzar desde la inteligencia estratégica. La cuestión es que la intervención desde la administración local en las políticas de e-cultura no es un futurible, es un presente que estamos perdiendo sino lo controlamos e intervenimos sobre él. Así, territorializar la presencia virtual es un reto. Integrar y complementar las dimensiones física y virtual requiere de un trabajo que trasciende las coordenadas espacio-tem-

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porales para llegar a un auténtico paradigma relacional. A través de cuatro ámbitos: La gestión: mediante la mejora de los procesos organizativos y la participación de los ciudadanos en las estrategias operativas a través del conocimiento distribuido (consulta, valoración, redes, implicación...) La creación: intercambiando con los creadores y aplicando estrategias que motiven exponencialmente la creación (net-art, arte digital, artivismo) y provocando y facilitando el acceso a espacios tecnológicos. Los contenidos: teniendo claro que la cultura es esencialmente contenidos y que la referencia creativa es un valor imprescindible a la hora de elaborarlos. La difusión: minimizando la fractura digital a través de la universalizaron del acceso las propuestas integrando estrategias Creative Commons y abriendo líneas de trabajo a través del Copy left. METRÓPOLI CREADORA, PRODUCCIÓN CULTURAL Y ADMINISTRACIÓN ENSAMBLADORA En este momento el problema del Arte y la Cultura está más en la distribución que en la realización.


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Desde la óptica de las administraciones publicas debe ejercerse una cierta labor de mediación, de catalización entre estos sectores. La Industria Cultural se va reforzando cada vez más y con mayor presencia (sobre todo desde los grandes medios) va ocupando nichos de mercado que tratan de completar la alta demanda de ocio existente. Y aquí surge otra pregunta ¿es necesario que toda creación este sujeta a la dinámica mercantil? Siguiendo el hilo de esta pregunta podríamos avanzar en la inmersión del mercado en el mundo del arte, su valora-

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Los entornos creativos tienden a subyugarse a las lógicas del mercado y a las imposiciones que las Industrias Culturales les van aplicando. ¿Es real esta dicotomía creación-difusión?

ción, su catalogación como concepto y lo podríamos extender al ámbito cultural en su sentido más amplio. Aunque se esta de acuerdo en que todo lo relacionado con la cultura, hoy por hoy, es un de los grandes yacimientos de empleo y un auténtico impulso económico para el crecimiento de las ciudades ¿toda producción debe valorarse desde la perspectiva economicista? Aunque está clara su importancia la industrialización de la cultura, en manos exclusivamente de la iniciativa privada, puede llegar a convertirse en un gran peligro para la creación, sobre todo si nos ceñimos a la exigencia de inmediatez en los resultados.

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Existen multitud de creadores, multitud de obras sin posibilidad de implantación, sin posibilidad de ser mostradas ni de adquirir la oportunidad de ser analizadas y valoradas por una generalidad suficiente (nuevos creadores-nuevos públicos) Por otra parte muchas de las creaciones se han convertido en mercancía cultural y se han enfrentado a una estructura de mercado a la que hay que vender el producto (cuando no se difunden sino por criterios personalistas y subjetivos más o menos acertados).

Aquí es donde aparece la función ensambladora de la política cultural, es decir, la función catalizadora de la Administración en cuanto a la coordinación de las actividades creativas y las comerciales. O lo que es lo mismo, la mediación entre los procesos de concepción, producción y difusión. Se trata de aplicar modelos que permitan a los creadores un campo de inicio para que logren acceder a su nicho de referencia. En este caso no es cuestión de anular las políticas de subvención sino de modificarlas para alcanzar un modelo que amplíe el concepto y permita a los creadores, tras un tiempo prudencial, desligarse de la dependencia que supone este tipo de colaboración proteccionista.

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Ser productores de cultura no significa introducirse en un campo de estrategia neoliberal competitiva. La implicación de la Administración debe alcanzar el concepto social de la Cultura a través de fórmulas que la valoricen y la ejecuten desde principios de calidad objetivable. Seria contraproducente para el desarrollo holístico de una ciudad dejarlo todo al interés del mercado. Las relaciones con la industria cultural deben regirse desde la cooperación en las iniciativas creativas privadas ya que también ellas forman parte del patrimonio social metropolitano. Democratizar la política cultural supone generar estrategias y estructuras que permitan esta interacción creativa, multiplicativa. Trabajas sobre estos criterios conjuntivos nos lleva a: Facilitar equilibrios sin convertir a la Administración en un elemento más de la demanda (entrar en el juego es encarecer el producto). Integrar en las estrategias la gestión del riesgo y la innovación (la producción masiva nunca puede ser vanguardista). Combinar lo efímero con lo continuo (la permanencia es imprescindible para la consolidación). Una serie de reflexiones finales para redondear lo dicho más arriba: Las políticas culturales metropolitanas ocupan una posición importante en el desarrollo estratégico de las ciudades (económico, urbano y social) y se enfrentan a un entorno complejo que obligan a replantear el concepto de interés público y a reinventar nuevos marcos que ayuden a implantar comportamientos creativos. Las políticas culturales deben colaborar con el sector informal de la Cultura abandonando los modelos elitistas y cerrados de una Cultura pública centrada en actitudes excluyentes que se alejan de la realidad evolutiva. La Cultura estática y prepotente frente a la Cultura dinámica y propiciadora. Las políticas culturales deben experimentar una migración estratégica que las haga desplazarse desde los con-

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ceptos de administración y gestión (en el mejor de los casos) hacia los de inmersión, procurando establecer condiciones comunes de relación abierta entre todos los agentes implicados en el desarrollo de la Cultura. Las políticas culturales deben forzar nuevos marcos jurídicos y laborales que permitan replantear los sistemas de acceso y permanencia de los directivos y responsables técnicos. Del mismo modo deben revisarse las clásicas estructuras departamentales y derivar hacia modelos dinámicos y flexibles que optimicen las capacidades de los individuos. Las políticas culturales deben contar con procedimientos metodológicos sistematizados. Es necesario ampliar los recursos humanos y materiales dedicados a la evaluación como método de seguimiento programático, a la elaboración de indicadores que orienten hacia una perspectiva diacrónica y a la investigación aplicada, potenciando la existencia de observatorios y/o laboratorios culturales y reivindicando lo cualitativo por encima de lo cuantitativo. Las políticas culturales deben entrar en un proceso de comparabilidad activa en la que interrelacionen a los agentes culturales de diferentes territorios, teniendo en cuenta unos estándares predeterminados y la evolución diacrónica de sus diferentes proyectos. La interrelación enriquece y propicia la información cultural territorial. Las políticas culturales deben abordarse desde el compromiso a medio y largo plazo e integrando a la Universidad, la Administración, los agentes creadores y gestores, la ciudadanía... en plenarios de debate y reflexión técnica. Omnia sunt conmunia

José Ramón I. Alba, es Técnico Auxiliar Socio Cultural en el Servicio de Cultura del Ayuntamiento de Zaragoza. Ha publicado “Gestión de sistemas para servicios socio educativos y culturales” y "Comunicación y nuevas tecnologías en las ONG".


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Fig.1 El Morin Kuur es un instrumento de cuerda frotada originario de Mongolia. El clavijero del mismo se talla siempre en forma de cabeza de caballo. Se cuenta que fue fabricado por un muchacho como tributo a su corcel muerto. Con frecuencia su timbre recuerda e incluso imita el resoplido del animal.


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Fig. 2 El modelo Jaco Pastorius Tribute Bass de Fender no sólo reproduce las prestaciones y el sonido del instrumento original. También imita fielmente los arañazos, el desgaste del revestimiento y demás desperfectos acumulados por el bajo de Jaco a lo largo de su vida útil


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Potencialidades y reticencias para la conformación de un “tercer sector audiovisual” en el Estado español Carme Mayugo i Majó

Integrante de Teleduca. Educació i Comunicació y la Assemblea per la Comunicació Social. La compresión del sistema de medios imperante en el Estado español no puede desligarse del tipo de políticas comunicativas que se aplicaron durante la transición y luego se perpetuaron con la consolidación de la actual democracia representativa. A pesar del paso del tiempo y la deuda social contraída, los poderes públicos nunca han contemplado a la ciudadanía como un agente activador en materia de comunicación. Al contrario, incluso han esquivado reconocer las contribuciones para el restablecimiento democrático de un sinfín de voces y articulaciones comunitarias que, en su momento, auparon el cambio de régimen y, todavía hoy, (ya sea las mismas u otras nuevas) no han renunciado a su capacidad comunicadora. Desde las instituciones democráticas no se ha promovido, ni conceptualmente ni en la práctica, una vertebración mediática que obedezca al interés social de que las iniciativas ciudadanas puedan medirse, en una correspondencia de fuerzas, a aquéllas que emanan de los poderes políticos o económicos hegemónicos. Mientras éstas últimas han encontrado múltiples y diversificadas vías de legitimación, las propuestas comunicativas comunitarias han visto como cada vez tenían que enfrentarse a mayores impedimentos (estructurales y coyunturales) para garantizar su pervivencia y desarrollo. Y no sólo eso. También se las ha minado, desnaturalizado y confinado a posiciones residuales, llegando a ningunearlas como opción plausible y, sobre todo, necesaria para equilibrar la balanza de significación social. En lugar de aprovechar sus potencialidades para generar vías que abrieran paso hacia una auténtica democracia cultural, las políticas comunicativas de los últimos 30 años en el Estado español –que siguieron a casi 40 años de férrea censura y dictadura totalitaria- han terminado por

enclaustrar a la sociedad en un sistema de medios que apela a su pasividad, estereotipa sus modos de participación y coarta su creatividad; por lo que acaba deseándola más como consumidora compulsiva, apática ante una reiteración de propuestas miméticas, audiencia compasiva y público condescendiente con todo tipo de excesos. El restablecimiento de la libertad de expresión. El devenir de las acciones gubernamentales que se sucedieron en la historia reciente del Estado español determina, en buena medida, tanto la cosmogonía política como la comprensión social generalizada que siguen ofreciendo reticencias a una eventual democratización en el sistema de medios, concretamente de los audiovisuales. Todavía en la actualidad, los servicios de comunicación audiovisual se entienden como una materia cuyo impulso depende intrínsecamente de una intervención pro-activa desde el marco institucional. Asimismo, se establece que concierne también a iniciativas de carácter empresarial, aunque éstas se supediten exclusivamente a una fuerte proyección comercial. En cambio, la legislación no contempla vías de promoción de actividades de base ciudadana y titularidad comunitaria. Cómo se ha llegado hasta aquí, y más si tenemos en cuenta las necesidades comunicativas inherentes a cualquier sociedad para lograr su plena emancipación. Una de las excusas preferidas de los poderes públicos para mantener este impedimento se podría resumir en dificultades para regular el acceso de quiénes, a qué y con qué fines. Por tanto, parece que las políticas comunicativas se vislumbran más como una herramienta de control social que de desarrollo de la ciudadanía. Si no fuera así, por qué temer sine die los usos de servicios de comunicación audiovisuales que puedan generarse desde iniciativas comunitarias, sobre todo al presumir sólo algunas de las vinculaciones que podrían establecerse con los ámbitos cultural y educativo inscritos en el territorio. 43


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Como consecuencia, la reinstauración de la democracia representativa que se consiguió tras la transición de la segunda mitad de los años 70 se ha ido traduciendo, en materia de políticas comunicativas, en el reconocimiento de la libertad de prensa de forma más o menos amplia, el control estatal e institucional sobre el acceso al espectro radioeléctrico (por tratarse de un bien escaso de servicio público), la cada vez mayor voracidad de los grandes grupos mediáticos frente al sector radiotelevisivo, y la irrupción de Internet (a partir de los 90) como campo de experimentación y en permanente expansión. A la muerte del dictador Franco, era preciso restablecer la libertad de expresión (artículo 20 de la constitución española). En la línea de las democracias europeas, sólo se percibió una opción de progreso del entonces ya poderoso sector de la radiodifusión: el establecimiento de un sector público fuerte (primero sólo estatal y luego también autonómico) bajo control parlamentario, y –a medio plazola concesión de licencias de radio y televisión a iniciativas privadas de carácter empresarial como medida liberalizadora. Esta visión respondía a una fotografía fija y superficial de los ordenamientos jurídicos de Europa occidental, sin reparar en cuestiones de fondo de legitimación democrática ni investigar las enormes posibilidades de una política comunicativa más abierta e incluso previsora. Sin tomar en cuenta la experiencia europea Se podía tener conocimiento de tensiones en los países vecinos por la proliferación sobre todo de radios alternativas y la exigencia, por parte de organizaciones sociales, de sistemas de medios audiovisuales que contemplaran la titularidad ciudadana. Pero las instituciones democráticas españolas no percibieron la comunicación como una cuestión clave de articulación de la sociedad, por lo que ni tan sólo se permitió que la ciudadanía pudiera incorporarse, como agente de pleno derecho, en el nuevo sistema mediático que se estaba aupando. Se pasaron por alto indicadores como la legalización de las radios libres en Italia (la sentencia 202 de la Corte Constitucional limitó en 1976 el monopolio de la RAI) y más tarde en Francia (ley del 9 noviembre de 1981), la promoción por parte del gobierno sueco de emisoras de tipo experimental desde 1979, la creación de televisiones

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Aunque, durante estos ya casi 30 años de democracia española, se ha estado asistiendo al surgimiento y la progresiva consolidación del tercer sector1 como nuevo agente de desarrollo, junto al estado, el mercado y las redes sociales primarias; es reseñable que ni tan sólo se haya previsto normativamente su acceso autónomo y autogestionado al sistema de medios audiovisuales, como ha venido sucediendo en los demás países de la Unión Europea. Ahora bien, en todas las democracias occidentales siempre se le ha otorgado un papel residual e en desigualdad de condiciones a los sectores público y privado-comercial, un espacio ganado a pulso por situaciones de facto y momentos de movilización de la sociedad civil organizada.

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A finales de los 70 surgieron en el Estado español las primeras radios libres y en los inicios de los 80 las televisiones locales pioneras, que en buena parte gestionaban entidades ciudadanas sin ánimo de lucro. Todos los actores se encontraban en tablón de juego. Pero no sólo nunca se tomó en cuenta a los medios promovidos por la sociedad civil, sino que además se les abandonó (a su merced) en una selva donde rigió la ley del más fuerte y tuvieron que enfrentarse solos a la competencia feroz de las grandes corporaciones. Por tanto, trasluce de su actuación que el poder político siempre los vio como fenómenos difícilmente aprehensibles, también como realidades coyunturales y marginales que acabarían por perecer o cuyos postulados se vehicularían paulatinamente a través del sector público de radio y televisión.

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locales y comunitarias en Bélgica (decreto sobre el audiovisual de 1985), la regulación de los Open Channels en Alemania desde 1986, entre otras muchas experiencias.

Un sistema de medios audiovisuales por completar Uno de los grandes retos de las políticas de comunicación actuales en el Estado español es el de superar la dicotomía existente entre los sectores público y privado de radio y televisión, en todos sus ámbitos de cobertura (estatal, autonómico y local). El primero sólo ha conocido un desarrollo marcadamente institucional e incluso partidista en función del color político de los gobiernos de turno que lo gestionan, mientras el segundo se ha ido convirtiendo en un espacio de usurpación del derecho a la 45


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comunicación por parte de los grandes grupos empresariales de medios, con fines comerciales e interacciones supeditadas a sus intereses de supremacía en el mercado. Todo ello nos está conduciendo al espejismo del ejercicio ciudadano del derecho a la libertad de información y comunicación que determina el articulado constitucional. Pero cabe reseñar también la histórica fragmentación y dispersión del llamado sector alternativo de la comunicación, compuesto por un sinfín de experiencias de pequeña escala. En lugar de dedicarse a promover un movimiento amplio y unitario que les aglutinara por encima de sus diferencias de planteamiento, en su mayoría, los distintos modelos comunicativos que se han ido conformando en él han tendido a caminar por separado (e incluso a enfrentarse en ocasiones): las radios libres frente a las culturales y comunitarias, los medios asociativos locales o de comunidades de interés respecto a las experiencias de contrainformación, el concepto de open access (o de acceso abierto) ante las definiciones de los movimientos ciudadanos para articular medios afines, y así en una correlación de fuerzas inacabable que ha contribuido a debilitar su capacidad para

provocar transformaciones de base en el sistema mediático español y también su consideración social. Es aún muy embrionaria y episódica la convicción de incidir en aquello que todos comparten, como por ejemplo: “que no son ni públicos ni privados sino del tercer sector, y que entroncan, de un modo u otro, con los principios de una educación en comunicación para la justicia social (perspectiva crítica), fundada en una apropiación (comprensiva y expresiva) de los medios por parte de la sociedad” (Mayugo: 2005). A ello debe sumarse la todavía débil y pobremente fundamentada conciencia ciudadana (incluso en algunos movimientos de vanguardia) de que la cuestión de la comunicación es clave en las sociedades contemporáneas. La reapropiación de la cultura audiovisual por parte de la sociedad civil a través de la autoexpresión, la autorepresentación y la autoorganización de sus propios discursos va cuajando en experiencias residuales pero todavía se enfrenta al reto de fortalecerse en sí misma y proponer cambios legislativos que empiezan a ser urgentes. Se trataría, al menos, de conseguir que se contemple y garantice la pervivencia de un “tercer sector audiovisual” y se


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La irrupción del concepto de “tercer sector audiovisual” Por ahora no es más que un movimiento incipiente y muy dinámico, pero desde 2003 se está asistiendo a la reemergencia de un sector audiovisual de base ciudadana, tras la debacle que vivió entre mediados de los 90 y la entrada al nuevo siglo. En este período el panorama era cada vez más desesperanzador, ya fuera por los procesos de desnaturalización (y también de apropiación por parte de radios y televisiones públicas locales, como ocurrió en Catalunya) que sufrieron algunos medios de titularidad asociativa, o bien por la imposibilidad de otras experiencias radiofónicas y televisivas de mantenerse a flote en la selva mediática, por lo que acabaron cerrando. Mientras no paraba de legitimarse normativamente y acrecentarse el espacio copado por la iniciativa privado-comercial en el espectro radioeléctrico, los medios libres y alternativos que surgieron entre finales de los 70 y principios de los 90 no gozaban de ningún reconocimiento legal y no tenían en que ampararse para sobrevivir.

En los tres últimos años están apareciendo y se van consolidando nuevas iniciativas como la Assemblea per la Comunicació Social en Barcelona, Pluralia TV en Valencia, Amatau TV en Bilbao, Sin Antena en Madrid y algunas telestreets en otras ciudades españolas, que se presentan como herramienta de los movimientos sociales. Además, se están creando nuevos proyectos de radio comunitaria y también resurgen otros que habían tenido que cerrar, que buscan entroncar con amplios espacios de interacción ciudadana. Por último, las experiencias que lograron mantenerse, como la Unión de Radios Culturales de Madrid y Tele K, han profundizado más en lo que pueden compartir que en sus características diferenciales. Todo apunta que este movimiento, frente a las tentativas de coordinación que nacieron con anterioridad, tiene la voluntad de articularse como espacio de confluencia y su intención es postularse frente al poder político sin renunciar a la negociación con las administraciones para conseguir un reconocimiento por ley. Una de sus prioridades es superar las dinámicas de división interna entre los diferentes planteamientos de comunicación alternativa a los grandes medios. Por ello, parece que está tomando fuer-

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generalice la educación en comunicación como fundamento básico en la actual sociedad hipermediatizada.

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za el concepto de “tercer sector audiovisual”. Éste no funciona como identificador sino como ilustrador estratégico. Por un lado, sirve para reclamar un espacio propio que no deba competir con las propuestas privado-comerciales para conseguir frecuencias pero que tampoco se confunda con el sector público-institucional. Por otro, permite visualizar que el actual sistema de medios audiovisuales es incompleto porque le falta una tercera pata. Sin obviar su vocación de servicio público, los medios que se están aglutinando en torno al concepto de “tercer sector audiovisual” buscan fundamentarse en aquello que sólo a ellos les pertenece: formar parte del tercer sector y dinamizar el acceso pleno (o sea, como productores, programadores y gestores) de las organizaciones sociales y los grupos comunitarios a los medios audiovisuales, para que ejerzan de forma efectiva su derecho a la comunicación. Un buen indicio de todo lo expuesto es el primer año de andadura de la Red Estatal de Medios Comunitarios (REMC), creada en octubre de 2005 y formada por una treintena radios libres y culturales, televisiones comunitarias, emisoras on line y medios alternativos de Andalucía, Asturias, Galicia, Castilla-La Mancha, Castilla-León, Murcia, Valencia, Catalunya, Euskadi, Madrid, Canarias y Baleares. En todo este entramado, Internet está jugando un rol estratégico al generar un espacio de intercambio y trabajo en red, al tiempo que va cobrando importancia el desarrollo del software libre y el concepto copyleft. Asimismo, este movimiento se beneficia de la proliferación de las tecnologías de producción audiovisual como bienes de consumo, el creciente acceso a los procesos de digitalización y la ligeramente mayor concienciación social (aunque poco extendida e interiorizada) de que los grandes medios de comunicación, ya sean públicos o privados, ofrecen construcciones de la realidad deliberadamente manipuladas y al servicio de intereses muy alejados de los de base social. Este movimiento de convergencia coincide con un momento clave para conseguir el reconocimiento legal del “tercer sector audiovisual”. Sigue pendiente la discusión parlamentaria de la Ley General Audiovisual. Pero el anteproyecto del gobierno define ya de forma específica los “servicios de difusión comunitarios” (artículo 18) y los “servicios de difu-

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Bibliografía

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sión de proximidad” (artículo 19), tanto en radio como televisión. Aunque se trata de un avance importante, la Red Estatal de Medios Comunitarios exige que la ley contemple un “tercer sector audiovisual” en igualdad de condiciones al público-institucional y el privado-comercial. El problema es que esta ley, como siempre, va a llegar demasiado tarde, cuando la mayoría de comunidades autónomas habrán otorgado ya las licencias de TDT local y esté todo el pastel repartido tras la reciente aprobación del Plan Técnico Nacional de FM. En la Llei 22/2005, de 29 de diciembre, de la comunicació audiovisual de Catalunya se consiguió que se contemplen las radios y televisiones comunitarias (artículos 70 y 71 del capítulo “Servicios de comunicación audiovisual sin ánimo de lucro”), pero se trata de un reconocimiento muy marginal y que no va acompañado de ninguna medida que garantice su existencia.

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Supercultura para la era de la comunicación James Lull

¿Cómo pueden las personas hallar su lugar en un mundo donde la influencia estabilizadora de la cultura como proyecto comunitario está siendo transformada en un panorama más simbólico y personalizado de imágenes y sueños, fantasías e ilusiones, viajes y retiros? El desarrollo histórico sin paralelo de la tecnología de comunicaciones y la ola globalizadora que nos rodea están cambiando la naturaleza y el significado de la cultura. Aunque la “comunidad” sigue siendo una característica clave, la cultura se está convirtiendo en una empresa individualista y altamente discursiva. Por otra parte, las comunidades culturales en sí mismas se están formando de nuevas maneras, señalando una transformación fundamental de la experiencia humana. El espacio empírico e imaginario entre la comunidad y el individuo es precisamente donde mucho del trabajo cultural se lleva a cabo en la era de la comunicación. Este artículo se centra en un concepto al que denomino la supercultura. La supercultura es la matriz cultural que los individuos crean para sí mismos en un mundo donde el acceso a recursos culturales “distantes” se ha expandido de manera considerable. Al mismo tiempo, sin embargo, la supercultura también contiene recursos culturales tradicionales o “cercanos”, como los valores y prácticas sociales característicos de las culturas “locales” tal como son aprendidos y reproducidos por individuos y grupos. La esencia de la supercultura reside en las interfaces dinámicas que relacionan y median las esferas culturales existentes. Hoy las personas fusionan de manera rutinaria lo cercano con lo lejano, lo tradicional con lo nuevo y lo relativamente no mediado con lo multimediado, para crear material expansivo y mundos discursivos que transforman la experiencia de vida y reconfiguran radicalmente el significado del espacio cultural.

Tecnología y programación cultural “El hecho de que la gente no solamente esté posibilitada para hacer música, sino para publicarla y transmitirla casi instantáneamente es tremendo... esta democratización de todo el proceso de ser estrella pop es algo sano” (Comentario del artista de la grabación y pionero del software Thomas Dolby sobre cómo las computadoras y el Internet hacen posible que cualquiera haga y distribuya su música globalmente). Aunque la revolución que trajo consigo Internet contribuye enormemente a la construcción de superculturas contemporáneas, las tendencias que están detrás de la supercultura se han estado formando desde hace un buen tiempo. La explosión de la televisión por cable y la videocasetera durante los años setenta en los Estados Unidos (y más tarde en todo el mundo), el advenimiento del control remoto y el rápido crecimiento de la popularidad de

los sistemas satelitales de transmisión directa se han conjuntado para expandir tremendamente el número y la variedad de opciones de programación y su contenido cultural, motivando a la gente a establecer sus experiencias con los medios de comunicación de acuerdo con sus intereses y gustos individuales. La capacidad de control del usuario también se ha incrementado por medio del zipping, zapping, bloqueo de canales, grazing, cambio de tiempos, y otras estrategias parecidas. Adicionalmente el éxito en el mercado del disco compacto (CD), el disco de video digital (DVD), las impresiones digitales y las videocámaras, los aditamentos para la comunicación personal como los faxes, las contestadoras telefónicas, los localizadores personales (beepers) y los teléfonos portátiles, sistemas de música portátil, palm pilots y instant messaging han contribuido a sentar las bases para una transformación radical de la cultura al dar a los individuos más control sobre la forma en que se comunican y construyen las experiencias 51


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diarias. En el lenguaje del Silicon Valley, el flujo de las interacciones mediadas por las nuevas tecnologías enfatiza el “jale” (los consumidores toman de las fuentes de información) sobre el “empuje” (de las fuentes de información hacia los consumidores). El ensamble de opciones expandidas y aparatos de comunicación de tecnología “amigable” interactúan con el monstruo de la mitad del camino- la computadora personal, y todo su acompañamiento de hardware, software y conectividad. Los medios de comunicación contemporáneos más adelante convergen en la forma de configuraciones multimedia, centros de entretenimiento doméstico integrado, sistemas de televisión con internet (WebTV), aparatos de comunicación móvil integrada y redes de microcomputadoras de distintos tipos. La revolución tecnológica está caracterizada sobre todo por la integración modular, la miniaturización, la interactividad, la portabilidad, la utilidad, el diseño multi-propósito el incremento de las tecnologías amigables para el usuario, la comercialización y la relativa accesibilidad de su costo. Debido a su extenso atractivo, a su contenido simbólico abundante y diverso y a su facilidad de empleo, las nuevas tecnologías de comunicación ayudan a cambiar la localización de la “programación cultural” de las fuentes institucionales de información y entretenimiento a los individuos, los pequeños grupos y a un número creciente de “culturas

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virtuales”. De esta manera, la naturaleza misma de la cultura y la comunicación contemporáneas se transforma de modo que la compleja toma de decisiones culturales y las comunicaciones de tareas múltiples se han convertido en actividades humanas rutinarias. Tales progresos presentan como absurda cualquier idea de cultura como una fuerza monolítica que actúa sobre las personas o de alguna manera “programa” sus mentes (Hofstede 1994). Por otra parte, debido a las fuertes tendencias descentralizadoras de la vida cultural contemporánea y el rol cada vez más evidente de los nuevas medios en la vida diaria, ciertamente ya no podemos pensar de forma tradicional sobre “las audiencias mediáticas”. Las condiciones tecnológicas y simbólicas que dan lugar a la construcción supercultural enfatizan las ambiciones motivadas de las personas como iniciadoras y creadoras de la experiencia cultural a través de procesos de comunicación, no cierta noción de receptores “pasivos” o “activos”. Las personas en sí mismas son ahora “programadores culturales” (Lull, 2000: 268) más que solamente “miembros culturales” o “miembros de la audiencia” o “consumidores”. Por esta razón las tradiciones de investigación de las ciencias sociales en comunicación masiva y estudios de medios, tales como “los efectos directos” o “el análisis del cultivo”, han sido relativizados considerablemente por las tendencias recientes en tecnología y sociedad.1


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Variedad simbólica y discursividad cultural El concepto de supercultura se basa en la idea central de que la cultura es simbólica y sintética, también en que las síntesis contemporáneas hoy pueden ser cons-

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La vida para muchos miembros de la clase media internacional en el principio del tercer milenio es caracterizada por trabajos a corto plazo, socios y familias que cambian,

vecindades anónimas, bienes materiales desechables y sociedades que ofrecen distracciones y sensaciones constantes, promesas de placer y oportunidades para la satisfacción personal inmediata. Aunque la construcción supercultural contribuye claramente de varios modos a tal inconstancia y hedonismo, hace más que eso. El “enlace e interconexión de prácticas y experiencias culturales a través del mundo” (Tomlinson 1999: 71) no puede crear una aldea global McLuhanesca, pero la transición hacia colectividades y discursos culturales imaginarios atrae y satisface a las personas, especialmente a las personas jóvenes y tecnológicamente alfabetizadas, quienes generalmente construyen las superculturas más complejas y tecnológicamente sofisticadas. La creatividad, la hibridación y la interactividad de la supercultura abren la posibilidad para establecer, mantener y conectar significativamente “comunidades culturales virtuales” y para inventar y manejar nuevos encuentros y mediaciones de maneras positivas y productivas (Martín-Barbero 1997). En efecto, las nuevas tecnologías han transformado la manera en que creamos y nos comunicamos (Johnson 1997).

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Conectividad y comunidad La gente no hace todo esto sólo para divertirse. Yo no estoy hablando aquí sólo sobre “navegar en Internet” por ejemplo, como un hobby o simple pasatiempo, aunque la “navegación cultural” no es una mala metáfora para lo que está sucediendo. La construcción de las superculturas subraya la habilidad de los seres humanos para transformar los universos culturales mundanos que heredan al nacer y al estar físicamente en lugares particulares en el tiempo y el espacio, para explorar lo desconocido y para superar los límites creando nuevas formas de estabilidad personal y pertenencia. De hecho, la construcción de una supercultura es una forma contemporánea de organizar elementos culturales en patrones que ayudan a las personas a hacer sentido, a manejar sus vidas y a sentirse más seguros. La interacción entre los variantes niveles de la realidad cultural se convierte en el centro de la actividad cultural. Los impulsos culturales tecnológicamente mediados y “distantes” están integrados en escenarios y situaciones culturales más “cercanos” físicamente a través de la construcción supercultural, para satisfacer las necesidades humanas fundamentales, particularmente las de carácter expresivo y emocional.

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truidas de los recursos simbólicos y materiales que se originan casi en cualquier lugar del planeta. En este sentido, un punto crucial debe ser destacado: las cualidades discursivas de la cultura contemporánea se han convertido en componentes centrales de la construcción cultural. Sin embargo, esto no significa que los ejes fundamentales de la interacción y organización social se hayan tornado menos importantes, auténticos o íntimos. Como lo precisa John Tomlinson, “El punto es pensar en la intimidad telemediada [o mediada por computadora] no como un déficit de la plenitud de la presencia, sino como una proximidad de distinto orden, que no sustituye (o deja de sustituir) la intimidad encarnada, sino que está integrada con ella cada vez más en la experiencia de la vida diaria” (Tomlinson 1999: 165; insertos míos). Asimismo, el respetado y aún significativo término “cultura” persiste en la nomenclatura usada aquí a fin de evitar la fetichización o la disminución del significado sociopolítico de la experiencia humana, diversa e históricamente situada. El concepto de supercul-

tura simplemente reenmarca los acuerdos comunes sobre la cultura para adaptarlos a la era actual. Por otra parte, debido a que las superculturas hechas a la medida vienen de las distintivas características discursivas de las culturas tradicionales, a menudo ayudan a preservar las formas de vida míticas, como dimensiones notorias y celebradas de los nuevos híbridos culturales. Así como las tendencias tecnológicas en comunicación electrónica han estado desarrollándose desde finales del siglo XIX, el principio de síntesis cultural creativa precede por mucho a nuestra era. La construcción cultural siempre ha implicado la fusión y mediación material y simbólica. Una premisa básica de la supercultura es que hoy la naturaleza fundamental de esta construcción cultural sintética opera con mucha más variedad simbólica y velocidad que antes. Como sabemos las tecnologías de comunicación masiva y micro, la capacidad de distribución y el alcance de las economías globalizadas están en el corazón de esta


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Imaginería cultural internacional “Vivimos en un tiempo de fracturas y de heterogeneidad, de segmentaciones dentro de cada nación y de un flujo de comunicaciones con órdenes transnacionales de información, estilo y conocimiento. En medio de esta heterogeneidad encontramos códigos que nos unifican o por lo menos nos permiten entendernos a nosotros mis-

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Las consecuencias de esta transformación son profundas. Los agentes de poder tradicionales como la iglesia y el Estado sufren un desafío sin precedente a su autoridad cul-

tural y política, porque la naturaleza de las tecnologías modernas descentraliza las fuentes de información cultural y las formas simbólicas que circulan hoy pueden ser fácilmente reproducidas, corregidas y retransmitidas de maneras que provocan una gama de posibles interpretaciones y conversiones ideológicas. Al mismo tiempo, varias formas de la cultura popular se elevan a niveles de exposición e influencia sin precedentes, una tendencia que más adelante interrumpe y relativiza la hegemonía de las variedades más tradicionales e institucionalizadas del poder político, económico y cultural (Thompson 1995; Lull 2000).

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dramática elevación de la complejidad y el movimiento cultural. Hoy el reto para la gente es navegar y combinar un rango sin precedente de territorios y recursos culturales, estos varían desde el terreno relativamente desconocido de lo importado hacia el individuo por la mediación tecnológica y la migración humana de varios tipos, hasta un territorio más estable y familiar, como el ofrecido por la religión, la nación y la familia, para inventar las combinaciones que satisfagan las cambiantes necesidades y preferencias individuales. Porque la cultura es esencialmente simbólica y por ello está abierta a un número ilimitado de posibles interpretaciones y usos, además porque la cultura y la identidad cultural están íntimamente ligadas a la imaginación humana, los orígenes físicos de la información cultural se han tornado menos obvios pero también menos importantes.

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mos... estos códigos tienen que ver cada vez menos con la etnicidad, la clase social o la nación en la cual nacimos” (García Canclini 1995: 49). Especialmente para la clase media global, la construcción supercultural refleja cada vez más la exposición a abundantes recursos y discursos simbólicos que emplean a los medios internacionales y a la tecnología de información. El conocimiento global de los derechos humanos universales, de estándares y de preferencias estéticas, de necesidades psicológicas básicas y emociones, como hemos discutido de forma breve, reverbera ampliamente. Su visibilidad ha sido facilitada por los avances en la tecnología de comunicación y el uso de esa tecnología por personas de todo el mundo. Estos no son los únicos fenómenos culturales globales. Algunos géneros mediáticos y formas narrativas -acción, romance, ciencia ficción, deportes y música, por ejemplo- apelan amplia, aunque diferencialmente de acuerdo con el género. Como precisa el antropólogo cultural mexicano Néstor García Canclini, ciertas “narrativas espectaculares” tales como las películas de Steven Spielberg y George Lucas se basan en mitos que “son inteligibles para todos, independientemente de su cultura, nivel educativo, historia nacional, desarrollo económico o sistema político” (García Canclini 1995: 111). Podríamos decir lo mismo acerca del atractivo global de las creaciones de Disney, por ejemplo y en mayor o menor grado de mucha de la cultura popular que está emanando de los Estados Unidos, de Inglaterra y hasta cierto punto también de Japón y de China. El karaoke y el anime japoneses han trastocado un cordón universal, por ejemplo, como lo han hecho el kung-fu y otras artes marciales asiáticas. El mercado económico y cultural global motiva la actividad de comunicaciones transnacionales como nunca antes, generando cantidades sin precedentes de recursos culturales materiales y simbólicos. El Internet floreció hasta alcanzar increíbles proporciones de popularidad hacia el final del siglo pasado en parte porque el costo de procesar información por computadora decreció radicalmente (de $75 millones de dólares por operación en 1960 a menos de un centésimo de centavo en 1990; Castells 1996: 45). Pero en un momento en que las discusiones sobre la glo-

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balización y la cultura tienden, comprensiblemente, a girar en torno a la tecnología de la información e Internet, es muy importante tener en cuenta que el fenómeno que manifiesta todavía un mayor significado en el contexto global con respecto a la circulación de formas simbólicas, es la expansión sin precedentes de todo tipo de formas de cultura popular no transmitidas por Internet. El número de las estaciones de televisión en el mundo se cuadruplicó tan sólo en los últimos quince años, por ejemplo, con muchos de los nuevos canales en busca de programación popular ya producida que entra en las categorías de atractivo universal mencionadas anteriormente. Estaciones de radio de baja potencia aparecen con abundancia actualmente. Los aparatos de comunicación personal acompañan la expansión de los medios masivos. De hecho, los sistemas comerciales de telecomunicación, la industria cinematográfica internacional y la radio, así como otros fenómenos culturales globales, incluyendo el turismo, los parques temáticos, la música popular y los deportes profesionales acumulativamente alcanzan e influencian a una mayor proporción de la población mundial que las computadoras personales y los sitios de Internet. Dado que las consecuencias sociales de la globalización cultural se extienden más allá de las fronteras políticas y las clases sociales, el efecto general de la explosión tec-


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Los recursos de la cultura popular diseminados hoy en día están menos vinculados a naciones particulares. La situación cultural en México es un caso particularmente intrigante, no sólo porque comparte una frontera larga y llena de tensión con los Estados Unidos. En ninguna otra parte del mundo países con perfiles tan contrastantes de desarrollo existen uno junto al otro y no hay dos ciudades en el mundo que revelen este contraste mejor que San Diego y Tijuana. Las controversias actuales sobre la inmigración ilegal y el tráfico de drogas intensifican los malos sentimientos latentes. Aún más, la cultura popular norteamericana ha sido considerada por muchos intelectuales mexicanos como una clara y detestada evidencia de imperialismo cultural. La “invasión” de películas norteamericanas, programas de TV, música pop y todo el resto es considerada por algunos críticos mexicanos como especialmente insidiosa porque, además del entusiasmo mostrado por sus propios materiales culturales, los mexicanos también consumen ansiosamente y disfrutan los productos culturales simbólicamente cargados de los Estados Unidos.

Por eso, la visión de Nestor García Canclini sobre estos temas es tan interesante e importante. En vez de seguir la línea típica de pensamiento crítico, en donde el mercado global es condenado de hecho y la cultura popular norteamericana es circularmente criticada, prohibida o censurada, García Canclini toma una aproximación más realista y anuente. El dice que los mexicanos se han cansado de su burocracia estatal terriblemente ineficiente, el paralizante partidismo político, los sindicatos corruptos y los medios públicos elitistas. Ellos ahora miran hacia los medios masivos comerciales “para obtener lo que las instituciones civiles no les dan: servicios, justicia, reparaciones, o simple atención” (García Canclini 1995: 13). García Canclini describe la actitud del pueblo mexicano hacia “la ciudadanía” en la era de la globalización y de la comunicación: “donde yo pertenezco, los derechos que tengo, cómo puedo aprender cosas y quién representa mis intereses... este tipo de preguntas pueden ser contestadas más en el consumo privado de bienes y en los medios masivos que en las reglas abstractas de la democracia o en la participación colectiva en los espacios públicos” (García Canclini 1995: 13). En la visión de García Canclini, este desarrollo sugiere que “... debemos preguntarnos a nosotros mismos si por medio del consumo no estamos haciendo algo que sostiene, nutre y hasta cierto punto construye una nueva forma de ser ciudadanos” (García Canclini 1995: 27).

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nológica es la creación de un rango mayor de opciones culturales. El asombroso material y la productividad simbólica estimuladas por el mercado económico y cultural internacional es fundamental para la emergencia de la supercultura como una modalidad cultural dominante.

El argumento de Néstor García Canclini no se aplica acriticamente y tampoco concede simplemente el poder simbólico para el vecino rico y poderoso del norte de México (García Canclini 1995; 1999). Por el contrario, él ha propuesto una revisión radical de las políticas públicas culturales mexicanas (y latinoamericanas) para disminuir los aspectos de la alta cultura y conectar más con la “cultura común” por medio del desarrollo de la cultura popular nacional, una recomendación de política pública que también ha sido hecha en Inglaterra (Willis 1990) y en otros países. De muchas maneras, la privatización de los medios públicos en México y en otras partes, de hecho ha logrado lo que García Canclini ha sugerido hacer a las instituciones públicas. Vemos las mismas tendencias en Internet. La mayoría de los gobiernos no han tenido la capacidad de proveer a sus ciudadanos con alta tecnología y acceso a Internet, de tal manera que los nego57


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cios han aprovechado la oportunidad y la han convertido en una empresa comercial. Por ejemplo, los bancos, las corporaciones y los proveedores de Internet brasileños ahora proporcionan acceso gratuito (pero fuertemente comercializado) a Internet. Los servidores Yahoo y Hotmail de los Estados Unidos, ofrecen correo electrónico gratuito y servicios de acceso a Internet (también saturados de anuncios por supuesto) a una clientela internacional. La conclusión de que hoy el mercado global parece ser la mejor fuente de inspiración simbólica, comprensiblemente, hace sentir incómodos a los observadores sensibles. Pero ¿cuáles son las mejores alternativas? Incluso el sociólogo francés Pierre Bourdieu, que últimamente ha buscado con desesperación alguna alternativa para lo que considera los efectos destructivos de la globalización y la comercialización de los medios y de la información, solamente puede de manera poco convincente regresar a la agotada idea de que las instituciones del Estado, los partidos políticos y los sindicatos de alguna manera rescatarán y resucitarán el “interés público” de la “tiranía” del mercado (Bourdieu 1998). Desafortunadamente, la habilidad de cualquier Estado-nación o de otra entidad de hacerlo, está seriamente limitada no solamente por la impracticalidad conceptual de una idea como esa, sino también por la imposibilidad técnica de manejar la tec-

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nología global. Cada nueva forma de tecnología de comunicación acelera e intensifica la influencia transnacional y hace que la supervisión cultural por parte de cualquier cuerpo regulador sea cada vez menos viable. Además, aunque es tentador señalar a McDonald’s, Blockbuster, Sony, el rock y el rap, Nokia, los centros comerciales, la Coca-Cola, los pantalones de mezclilla de diseñador, Disney, Honda, la Asociación Nacional de Baloncesto (NBA por sus siglas en inglés) y otros temas culturales altamente visibles y globalizados, frecuentemente considerados como negativos, homogeneizantes, fuerzas occidentalizadoras, muchos otros tipos de representaciones simbólicas circulan también ampliamente. Lo que comenzó como un distintivo fenómeno cultural norteamericano, ha sido dotado por Internet de una tremenda visibilidad, conveniencia y poder en diferentes grupos culturales y lingüísticos casi en todas partes. Aunque Internet no debe entenderse simplemente como un generador mágico y tecnológico de democracia cultural, los argumentos críticos que usualmente se hacen en contra de la tecnología de comunicación como no más que herramienta del imperialismo, tampoco iluminan mucho. En lugar de simplemente reproducir condiciones de dominación y represión, el mercado ha creado una rica fuente de recursos materiales y simbólicos que ultimada-


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mente desafían la hegemonía de las instituciones del Estado. ¿Dónde está la cabeza de todo esto?, es la pregunta de todos. Supercultura como representación cultural Al documentar la “fusión de medios globalizados y particularizados y de la comunicación mediada por la computadora”, y al notar como la comunicación electrónica se extiende dentro de “todos los ámbitos de la vida, del hogar al trabajo, de las escuelas a los hospitales, del entretenimiento a los viajes”, Manuel Castells centra su preocupación en cómo “nuestras sociedades son crecientemente estructuradas alrededor de una oposición bipolar entre la Red y el Yo” (Castells 1996: 364, 3). Sus preocupaciones están bien fundadas. Datos estadísticos proporcionados por Castells y por muchos otros muestran claramente que toda actividad cultural, vieja o nueva, está demarcada de forma importante por distinciones sociales básicas relacionadas con el género, raza, clase, edad, etcétera. La “división digital” es solamente la forma más reciente de hablar acerca de estas diferencias sociales. A la luz de este hecho, las tecnologías de la comunicación, la rampante circulación de formas simbólicas y la construcción supercultural no deben ser vistas como solución para la desigualdad social, especialmente si consideramos las evidentes y brutales diferencias a nivel global. Pero mientras la afirmación de Castells de que actualmente el mundo está estructurado alrededor de una oposición alienante y excluyente entre la Red y el Yo hace sentido en términos macro, resulta deficiente al no tomar en cuenta la manera en que la comunicación humana funciona benéficamente cruzando divisiones sociales en prácticas a nivel micro. El intenso cruzamiento y enredamiento de recursos culturales simbólicos y materiales que caracteriza a la supercultura es fundamental incluso para las variedades más rudimentarias de construcción cultural. Las tendencias actuales hacia la abundancia, intensificación, diversidad e hibridación cultural afectan a todos los habitantes del planeta, y no sólo negativamente. Los “indígenas” Maoríes de Nueva Zelanda, por ejemplo, han encontrado un camino importante para expresar identidad cultural y política apropiándose de la música rap norteamericana y de la cultura hip-hop, cuyas raíces sonidos,

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La variedad transformadora de ideas, estilos y actividades que la gente acomoda para componer sus mundos culturales refleja cuán significativas y disfrutables (o menos miserables) pueden ser construidas las vidas en una época en la que los recursos culturales son más plenos casi para cada todos, y cuando la comunicación simbólica ha ocupado un lugar central en la experiencia humana. Construir una supercultura es como representar una danza espiritual, no escrita, perpetua que oscila entre maniobras rutinarias que reflejan las familiares y profundas estructuras de “patrones culturales internos” heredados (Sowell 1994), y los pasos de solista más difíciles de riesgo e innovación cultural, regresando a lo conocido, siempre sintetizando y creando, sin descansar.

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Los campesinos mexicanos pobres que viven en las cercanías de los volcanes de Colima, regularmente se reúnen después de la misa católica de los domingos para disfrutar sus equipos favoritos de fútbol por televisión vía satélite, comparando los equipos mexicanos con los italianos y los ingleses que juegan en otro canal, y más tarde asisten a conciertos locales de música ranchera con amplificadores de sistemas de sonido japoneses. Mientras tanto sus esposas y novias se reúnen en la casa vecina para reír y llorar por las telenovelas mexicanas y programas repetidos de la serie estadounidense “Amigos” (Friends), mientras preparan enchiladas verdes y beben Coca-Cola.

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actitudes e imágenes africanas resuenan bien con los Maoríes -de piel obscura, marginalizados, tropicales- integrando las formas importadas a los movimientos sociales locales para reclamar tierra, idioma e historia cultural. (Lull, 2000: 246-9). Los vietnamitas que huyeron a Suecia como refugiados políticos mezclan videos musicales vietnamitas hechos en París y en California, y danzas sociales de Brasil y Argentina con los contornos culturales cercanos y las ventajas del bienestar de Escandinavia para inventar matrices superculturales productivas en territorios que no son familiares para ellos.

El poder del híbrido La supercultura se basa en la premisa de que el híbrido -características humanas, materiales y discursivas de lo cultural “en medio” (Bhabha 1996)- es la esencia de la 61


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actividad cultural contemporánea. Los híbridos culturales son construidos por medio del rutinario intercambio de comunicación, transformando los materiales y signos culturales existentes en temas y representaciones discursivas y materiales más elaboradas, fusionando entonces esas formas con otras formas. Los híbridos no son simplemente los productos culturales de las interacciones de la vida diaria; son las fuentes y medios a través de los cuales ocurren tales interacciones fenomenológicas. Los híbridos surgen de las ecologías discursivas indeterminadas de las esferas culturales, reforzando, contradiciendo, expandiendo y minando las comprensiones previas mientras simultáneamente crean nuevas experiencias y marcos culturales. La característica creatividad sincrética de las industrias de la cultura popular (pensemos en formas de la música popular, tales como el country, el rock en español, las fusiones del jazz, o el rock-rap, por ejemplo), está siendo ejercitada rutinariamente por los programadores culturales diarios, una tendencia hecha posible debido a la amplia disponibilidad de los última tecnologías de la comunicación y a la abundancia de formas simbólicas estimulada por la economía cultural globalizada. La cultura siempre ha sido formada por medio de tales movimientos y fusiones, pero hoy toda esa actividad tiene lugar de manera mucho más rápida y en una escala mucho mayor. Los híbridos culturales contemporáneos están, entonces, más mediados por la producción de estilos culturales desterritorializados creados en nuevos lugares físicos, y por la reintroducción de nuevas síntesis culturales de regreso a los lugares “originales” -por ejemplo, la entrada de la cultura taiwanesa en la República Popular China, o la cultura mexicoamericana regresando a México. Identidades superculturales “La cultura cuenta y la identidad cultural es lo más significativo para la mayoría de la gente” (Huntington 1996: 20). En todas partes del mundo las personas asumen aún inconscientemente identidades culturales para comprender sus mundos y valientemente tratan de crear un sentido general de bienestar en el presente y esperanza para el futuro. Eso nunca ha sido fácil de hacer, como demuestran el aplastante éxito de los libros de psicología

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popular y auto-ayuda, los movimientos fundamentalistas y las cruzadas espiritualistas mundiales. Las condiciones culturales de hoy parecen solamente exacerbar la confusión, el aislamiento y la desesperación existencial. Como ha argumentado David Chaney, la “cultura de masas moderna de las sociedades urbanas e industriali-


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Uno de nuestros teóricos clave, Manuel Castells, que en este sentido comparte la visión de Samuel Huntington, ha sugerido que estas condiciones con frecuencia conducen a retrocesos culturales: “En un mundo como ese de cambio incontrolable y confuso, las personas tienden a agruparse en torno a identidades primarias: religiosas, éticas, territoriales y nacionales” (Castells 1986: 3). Las identidades culturales en cualquier era vinculan las orientaciones conductual-emocionales de los individuos con los valores y actividades organizados de los grupos a los que esas personas perciben que pertenecen -sus puntos de referencia humanos, personas con las cuales comparten experiencias y con las que rutinariamente se comunica-. En términos culturales, el producto de esta interacción social debe ser sentimientos de seguridad y pertenencia de las personas involucradas.

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de obligaciones morales, incertidumbres personales, e irracionalidades” porque los individuos estarán “saturados y abrumados” por tal información. Chaney detecta que una “condición multifrenética” está emergiendo “en la cual nadamos en formas de ser siempre cambiantes, concatenantes y contenciosas” (Gergen 1991: 80). Aún más, la mezcla global de tecnologías de comunicaciones y formas culturales, en conjunto con los flujos (frecuentemente circulares) de inmigrantes, trabajadores foráneos, turistas y estudiantes internacionales entre otros, se agregan a la incertidumbre cultural e inestabilidad ontológica que la falta de raíces y la aparente frialdad de la vida en las metrópolis globales parece producir.

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zadas” en muchos aspectos se ha convertido en “una cultura del anonimato” (Chaney 1994: 96). El psicólogo Kenneth Gergen cree que la tecnología rompe fuertemente la estabilidad cultural y teme que la erosión de culturas tradicionales y el impacto de mensajes culturales desconocidos crearán la “carga de un creciente acomodo

¿Pueden las corrientes contemporáneas de información cultural multi-mediada y de híbridos culturales personalizados, como los representados por la supercultura, generar las comodidades de la identidad cultural? Aquí yo podría argumentar que en muchos aspectos la respuesta es “sí”. Castells, Huntington, Gergen y otros no han tomado en cuenta suficientemente la era actual en sus propios términos. La clave para traer a colación la borrosidad cultural de la posmodernidad y la globalización es la inherente flexibilidad y polisemia de formas simbólicas y el desatado potencial de la imaginación humana -la habilidad creativa de las personas para fusionar lo familiar con lo exótico, y lo material con lo simbólico, en forma que les 63


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hacen sentir seguras, felices y curiosas de la vida-. El perfil multicultural de la supercultura refleja y amplía la lógica de la “compleja conectividad” comunicativa (Tomlinson 1999), y la “multiplicidad del yo” (Maffesoli 1996: 10), hacia el terreno de la imaginación cultural. La multifuncionalidad de la tecnología de comunicaciones en combinación con la abierta naturaleza de los recursos culturales contemporáneos, crea oportunidades de construcción de matrices mucho más variadas y densas de “nichos” de identidades y estilos de vida grupales que parecen formas de un habitus dinámico, mediáticamente influenciado y moderno (Bourdieu 1984). Mientras que la tecnología co-actúa con la estructura social para ayudar a separar a las personas gente de algunas formas infortunadas (i.e. “la división digital”), las personas que se encuentran espacialmente distantes también pueden unirse por medio de redes electrónicas de distintos tipos para desarrollar, reforzar y cultivar contactos y comunidades culturales. Los medios masivos, las tecnologías de información e Internet enriquecen dramáticamente esos procesos de “auto-formación” porque impulsan a las personas a “negociar y participar activamente en la creación de los tipos de experiencias mediadas que desean” (Slevin 2000: 176). Aunque la tecnología de las comunicaciones privilegia la racionalidad y lo cognitivo en muchos aspectos, el contenido simbólico que la tecnología trae consigo y la “co-presencia mediada” que facilita (Thompson 1995) interactúa íntimamente con las emociones humanas y con el cuerpo humano. La creación de experiencias, relaciones y comunidades culturales por medio de la interacción mediada, incluyendo Internet, se ha convertido en un lugar común, incluso natural. La información tecnológicamente mediada es llevada cerca de las emociones y del cuerpo al estimular la imaginación. Los medios de comunicación no solamente se “ponen en medio” de los seres humanos, sino que conectan a las personas entre sí en formas que con frecuencia rebasan las barreras (culturales) impuestas por la distancia física. Además, la altísima calidad técnica del audio digital y de la de video de hecho resalta la emocionalidad al “purificar” la “información” deseada hasta un nivel que en gran medida excede las expectativas acústicas de intercambios de sentimientos no mediados e interpersonales.

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Aunque es verdad que mucha de la vida cultural todavía gira en torno a lo “local” y está fuertemente influenciada por la “incorporación física” que sitúa a seres humanos de carne y hueso juntos en lugares físicos reales (Tomlinson 1999: 9), distinciones espaciales tales como aquellas establecidas entre lo “global” y lo “local”, donde se dice que lo local es experimentado más profundamente, simplifican en exceso la manera en que las “realidades” simbólicas y culturales contemporáneas son percibidas y experimentadas. Nuestras emociones más profundas y nuestros cuerpos ya no están simplemente “aquí”. Una característica definitoria de la cultura en la era de la comunicación es que cuerpos humanos y emociones reales interactúan con y son energizados por cualidades evocativas y sensuales de esferas culturales múltiples, ubicuas y efímeras de maneras que ayudan a los individuos a incrementar el control sobre sus experiencias de vida. James Lull es actualmente Profesor de Estudios de Comunicación en la Universidad de San José, en California, donde dicta cursos sobre medios y estudios culturales. Es autor de "Medios, comunicación y cultura" (1995).

Notas

1 La concentración de importantes medios de comunicación en las manos de unos cuantos dueños de corporaciones es un asunto que en muchos aspectos contradice el cambio de poder hacia usuarios intérpretes individuales, sin embargo no disminuye el significado de la transición general de ciertos tipos de poder de las instituciones a los individuos. REFERENCIAS (citadas en inglés) Anderson, B. (1983). Imagined Communities. Reflections on the Origin and Spread of Nationalism. London: Verso. Annan, K. (1998). What Can I Do to Make Things Better? Parade Magazine. Dec. 20. Auge, M. (1995). Non-places: Introduction to the Anthropology of Supermodernity. London: Verso. Bhabha, H. (1997). Culture’s in-between. In S. Hall & P. du Gay (eds.), Cultural Identity. London: Sage Publications. Bourdieu, P. (1984). Distinction. Cambridge, MA: Harvard University Press. Bourdieu, P. (1998). Acts of Resistance. New York: The New Press. Castells, M. (1996). The Rise of the Network Society. Oxford: Blackwell. Chaney, D. (1994). The Cultural Turn: Scene-setting Essays on Contemporary Cultural History. London: Routledge.


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La sociedad musical no parece echar de menos aquellas publicaciones especializadas que, tras el fulgor de las fundacionales Melos o Die Reihe, mantenían el fuego de la discusión acerca de los valores del lenguaje moderno hasta muy adentrados los años 80. A Entretemps o Contrechamps no les han sucedido sino revistas que, como la suiza Dissonance, parecen centradas en cubrir los acontecimientos musicales de su zona de influencia, mientras que las preocupadas por dar cuenta de los eventos del Arte Sonoro, como Revue et Corrigée y la canadiense Musicworks, han de salir adelante con un modesto presupuesto que hace difícil una amplia repercusión; aun así, Musicworks queda ahora como la única referencia en donde poder encontrar artículos reveladores sobre artistas de la Electroacústica y el Arte Sonoro. De entre las publicaciones consagradas a la música instrumental, se mantiene inasequible al desaliento la alemana Musiktexte, ejemplo de la diversidad y amplitud de miras del ámbito germano. La atención casi siempre centrada en las composiciones musicales del norte de Europa, por lo común muy apegadas a las formas de la tradición, hace

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La presencia de la llamada Música Electrónica está cada vez más normalizada en los suplementos culturales de la prensa diaria, lo que es un ejemplo claro de que son los medios de comunicación los que, de un tiempo a esta parte, determinan cuáles son las tendencias sonoras de vanguardia. En el último siglo, solamente el Futurismo y el trabajo “a la contra”” efectuado por los compositores reunidos en el círculo de Darmstadt en los años 50, han llevado implícitos el sello de vanguardia, gracias, en buen grado, a los trabajos teóricos con que los propios compositores intentaban reforzar el carácter rupturista de sus propuestas. Tras la crisis de esa vanguardia en los años 70, y al proliferar desde entonces las manifestaciones musicales desprovistas del rigor estructural de la época de posguerra, los medios de comunicación se asignan el papel de establecer qué tendencias han de marcar el devenir de la música. Al acoger bajo el paraguas del postmodernismo a toda obra permeable a cualquier influencia, la crítica menos exigente halla un consuelo en su análisis: por fin puede percibir la obra musical nueva como un discurso claramente discernible, que, en muchos casos, sigue al pie de la letra el canon del clasicismo. Esta regresión de la recepción musical ha madurado, y se ha hecho fuerte, en el último decenio. Después de un período de años, los que van, grosso modo, desde mediados de los 70 hasta principios de los años 90, en donde, a la fuerte presencia de revistas especializadas en la producción contemporánea, se unía una interesante aportación proveniente de las revistas generalistas en lo tocante, sobre todo, a la crítica de discos, se ha pasado a un período, el actual, dominado por la más absoluta ausencia de compromiso con respecto a la obra de nuevo cuño.

que publicaciones otrora esenciales, como Musical Times y Tempo, aparezcan hoy especialmente vetustas. Con la expansión de Internet, las revistas impresas han de coexistir con las revistas en línea. Estas han terminado ganando la partida en lo tocante a la inmediatez de la información. Al lado de la perdurabilidad del mensaje escrito en papel, las revistas digitales promueven una renovación continua de los contenidos, una comunicación imparable y eficaz entre el autor/lanzador y el receptor, quien, además, dispone de los foros para expresar su opinión. La cantidad de información, incesantemente renovada desde la web, está sustituyendo a la fuente de conocimiento que ha constituido siempre la publicación impresa. Sin embargo, se encuentran casos como Espacio Sonoro, la revista en Internet creada por Taller Sonoro, el emergente ensemble sevillano consagrado a la interpretación de Nueva Música, en que se intenta con cada número retomar el espíritu de las viejas revistas de música contemporánea, reabriendo secciones que parecían obsoletas, como los imprescindibles análisis de partituras. 67


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La crisis que se ha venido observando en las revistas impresas de carácter generalista en países como Francia e Inglaterra, no es tan ostensible en lo que respecta a España, donde, curiosamente, ha tenido lugar una transformación digna de encomio. A la par que han ido languideciendo revistas internacionales que en su momento tuvieron una importancia capital en la formación del gusto, como Gramophone o Le Monde de la Musique, cada año más esclavas de los dictados impuestos por la industria discográfica, la española Scherzo ha fortalecido su oferta, de manera que secciones como el “dossier” central o el espacio dedicado al estudio discográfico, casi no tienen parangón hoy en Europa entre esta clase de publicaciones. Se da la circunstancia de que, a medida que han ido llegando a nuestra geografía los más interesantes sellos discográficos especializados en música contemporánea, gracias a una sabia política de distribución, en un país como Francia el negocio de la importación ha perdido enteros y es muy difícil hallar allí ahora registros de Kairos o Col Legno, que se han convertido, sin duda, en referencias ineludibles en el catálogo de la española Diverdi. La inclinación hacia una presentación y un tratamiento ligero, que da escaso valor al texto, por parte de Diapasón, Repertoire o Le Monde de la Musique, se corresponde con un tratamiento cada vez más riguroso del hecho musical en la española Scherzo, que, sin descuidar la inevitable dedicación al mundo de la interpretación, mantiene una sección de critica de discos que es ahora de gran autoridad frente al liviano peso que han cobrado en Francia este tipo de reseñas. Entre 1991 y 1997, es decir, coincidiendo con la eclosión del Disco Compacto, tanto la sección de crítica de Diapasón como de Le Monde eran de lectura obligada. Cuesta creer, diez años después, que se pudiera llegar a prescindir, en estos medios, de los escritos que aportaban especialistas con un conocimiento envidiable de las músicas de la modernidad. Firmas como las de Tarting, Gervasoni o Wetzel sabían transmitir, con un lenguaje preciso, las particularidades sonoras de la obra musical: enseñaban a escuchar. Las obras de Feldman, Lachenmann, Cage, Holliger, Nono, Grisey, eran acaparadas por los sellos recién creados (AccordUna Corda, Hat Art) y la crítica encontraba en las revistas generalistas un medio ideal para la descripción de las bondades de aquella música, de aquellos nuevos discos

que abrían un campo sonoro nuevo, el propuesto por una serie de autores fundamentales de la Vanguardia que pedían igualmente un nuevo público, desapegado normalmente de la rigidez formal con la que, hasta ese momento, se había difundido y enseñado la música contemporánea, y en este ámbito es de justicia traer a colación aquí la fenecida revista Nueva Música, promovida desde Sevilla en esos años 90. El auge del CD a finales de siglo no sólo propiciaba la aparición de los pequeños e inquietos sellos, interesados en la obra moderna, como Mode, Hat Art o Col Legno, sino que estimulaba igualmente a las grandes compañías a crear series con las que hacer justicia a las obras de reciente creación y de los


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Coincide, pues, en el tiempo la eclosión del CD y la edición de Música Contemporánea, con la fuerte presencia, en las revistas generalistas, de críticas de los discos lanzados por los sellos minoritarios. Pero en Francia, la publicación del libro “Requiem por una Vanguardia”, en la que Benoît Duteurtre arremetía de manera despiadada e inmisericorde contra los apóstoles de la Vanguardia, tendría, a finales de los años 90, un efecto devastador sobre toda la prensa musical. De la noche a la mañana, las publicaciones prescinden de sus mejores firmas en lo tocante a la reseña de la obra moderna y las editoriales promulgan la defensa incondicional de una obra musical hecha desde perspectivas “entendibles”. Surge así la defensa a ultranza de propuestas sonoras de una sólida configuración en lo formal, pero que no guardan dentro ningún elemento de sorpresa, deudoras como son del legado clásico. El último músico agasajado, tanto por la Academia como por la propia crítica, es el caso del inefable Olivier Greif, un compositor cuya obra es absolutamente intercambiable con cualquier otra escrita por César Franck en el último tercio del siglo XIX.

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años de la Vanguardia. La ventaja de aquellas producciones radicaba tanto en la posibilidad de contar con intérpretes de extraordinaria calidad como la de contemplar cada disco como un producto perfectamente acabado y manufacturado, en donde la por lo común sensacional toma de sonido no era un tema menor. Esas excelencias se han echado en falta en muchas de las grabaciones impulsadas por los sellos pequeños, a los que un presupuesto ajustado no les permite acceder a técnicas de grabación sofisticadas. Sin embargo, la constancia y la ilusión de los editores “menores” ha echado un pulso a la errática política de las multinacionales, a las que a fin de cuentas lo que les importa es el rendimiento del producto.

El alejamiento cada vez más profundo de las casas discográficas más poderosas con respecto de la publicación de material nuevo define muy bien el estado actual del mercado y del gusto. Antes que demandar música de nuestro tiempo, el público ha optado por la absorción del legado clásico que las firmas comerciales le han ido suministrando (registros históricos, grabaciones con instrumentos originales), de modo que ahora mismo se puede asegurar con firmeza que el catálogo de Música Clásica es un fiel reflejo de lo que acontece en los auditorios: el concierto se concibe como muestra museística. El gusto del público se ha visto reforzado: lo que importa es la escucha de la obra bendecida por el paso del tiempo. En consecuencia, la Música Contemporánea sólo se la puede apreciar en los ciclos y festivales especializados y, a nivel discográfico, en las grabaciones que vienen servidas por un grupo nada desdeñable de pequeñas firmas que aun creen en la sugestión y el placer que suscita lo nuevo. La gran derrotada de este estado de cosas no es otra que la propia música, la música de la modernidad, que continua debatiéndose en los márgenes del consumo cultural. Música que no sólo llega estrictamente a un 69


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público reducido, sino que, por el maltrato a que se ha visto sometida en los medios de comunicación (escasa presencia de la obra moderna en la prensa diaria e incluso despreciada en las revistas de cultura) y por las grandes discográficas, ha tenido que soportar que muchas de las obras nacidas en el fulgor de la Vanguardia continúen siendo hoy día terra incognita. Abundan, ciertamente, y para sonrojo general, las composiciones que piden ser revisadas, ser interpretadas en las condiciones necesarias. El problema que comporta la obra nueva no es tanto que luzca un lenguaje moderno como que su demanda de una interpretación exacta y precisa, hace que escaseen los músicos capaces de montarla con suficientes garantías de éxito. El caso paradigmático lo representa un compositor tan citado como poco escuchado, Karlheinz Stockhausen, del que es muy raro contemplar en concierto sus obras, dadas las enormes dificultades que entrañan sus ejecuciones, dificultades que, en lo tocante, por ejemplo a la obra orquestal del músico, son sólo algunas orquestas alemanas las únicas capaces de hacerlas con solvencia. Por medio del CD se puede tener acceso a esas obras, pero el registro fonográfico no es, en esencia, sino una aproximación al hecho sonoro real, definitivo, que es el concierto. Las grabaciones recogidas en la Stockhausen Edition pertenecen a las fechas de los estrenos de las piezas, no haciéndose nada fácil poder escucharlas en otros registros, en manos de otros intérpretes. Es por eso que la reciente publicación de la obra Punkte en el sello BMC es todo un acontecimiento. Punkte es una obra nacida en 1962 y, a diferencia de otras creaciones del músico alemán, no fue bien entendida ni aclamada por la crítica del momento. La pieza ha pasado desapercibida para la musicología hasta que el belga Celestin Dèliège, en su reciente y voluminoso estudio “50 Ans de Modernité Musicale” llamaba la atención acerca de las enormes cualidades de esta obra clave en el catálogo de Stockhausen. Punkte, al fin, se ha grabado en unas condiciones ideales, mucho mejores que las que propiciaron la grabación de 1965 y que se halla en el volumen 2 de la Stockhausen Edition. La modernidad de Punkte es asombrosa y enseña a los músicos de las generaciones posteriores a la de Stockahusen, sin duda más proclives a la inserción del ruido, que solamente con la suspensión del discurso (minuto 13 y 50 segundos en la grabación) y el posterior

despliegue de miríadas de células, se logran momentos de plenitud sin ningún tipo de forzamiento del material. El resultado es de una gran densidad en la forma y de una rotunda y plena belleza en lo expresivo, demostración palpable de que la obra de la Vanguardia clásica sigue enseñándonos nuevos modos de percepción. Punkte es sólo un caso entre cientos. Las obras que demandan una nueva escucha, desde la perspectiva actual, son demasiadas, pero el mundo musical no parece ir en esa dirección: los festivales de música, por ejemplo, prefieren el estreno antes que retomar obras del pasado reciente. Los discos aportan esa misma obsesión por la obra reciente, hasta el punto de poder accederse hoy con más facilidad a una obra con escasos meses de vida, en estos sellos pequeños, que a obras de los años cincuenta o sesenta, posiblemente debido a la comodidad


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El portazo que han dado las multinacionales del disco a las grabaciones de obras modernas ha coincidido también con la extraordinaria proliferación de firmas exclusivamente consagradas a la difusión del material electroacústico. La Experiencia Electroacústica es el gran enigma de la contemporaneidad. Despreciada como si de una epidemia de peste se tratara, la composición electroacústica jamás ha encontrado acomodo ni en el Gran Auditorio (santuario de la orquesta sinfónica) ni en las casas discográficas del modelo estándar. Salvo excepciones (el sello Mode), ninguna de las firmas independientes y de bajo presupuesto antes señaladas, y consagradas a la composición instrumental, incluyen en sus catálogos material electroacústico alguno. La Experiencia Electroacústica ha

de buscarse otros ámbitos para darse a conocer: el Museo o Centro de Arte Contemporáneo y festivales especializados, en lo que hace a la presentación de la obra en concierto y los sellos minoritarios en lo que respecta a la grabación fonográfica. Gracias a la buena disposición de diversas distribuidoras y al interés creciente de un sector de público ávido de nuevas sonoridades, el material electroacústico vive en el presente una época de esplendor. Es así como han llegado a nosotros algunas de las obras capitales de este arte de la escucha (acusmática) que, de otra manera, habrían pasado desapercibidas. El mérito es mayor si se tiene en cuenta que todo este arsenal se defiende solo, esto es, sin el apoyo de escritos teóricos ni debates, exclusivamente haciendo valer su aparato sonoro. La musicología ignora este material al no ser susceptible de análisis: no hay partitura, no hay notas, solamente invitación a la escucha. Los tratados que han aparecido hasta la fecha, “Electroacustic and Experimental Music”, “Electronic and Computer Music” o “Music, Electronic, Media and Culture”, miran este arsenal desde su elaboración misma, desde la perspectiva del estudio/laboratorio, obviándose cualquier consideración sobre el valor artístico de las obras. Únicamente las esporádicas incursiones de la revista impresa Wire o las más comprometidas, pero ciertamente parciales, de Musicworks o Revue et Corrigée, permiten hallar una información más generosa. Últimamente, la serie del INAGRM, “Portraits Polychromes” (Ferrari, Parmegiani) parece ir hacia un mayor tratamiento de la cualidad sonora de la obra, sin descuidar la descripción técnica.

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que supone, para los intérpretes, el poder contar con el asesoramiento del compositor vivo.

Si bien queda clara la dificultad que entraña la edición de un libro enteramente consagrado a la composición electroacústica, que considere esta disciplina algo más que una muestra de sofisticados medios de producción del sonido, la presencia de libros dedicados a los compositores de música instrumental o a las diferentes tendencias que marcan la modernidad, siguen siendo una rara avis en el panorama bibliográfico español. Sobran los dedos de la mano a la hora de contar las referencias “contemporáneas” que se pueden encontrar en el período de un año de actividad editorial frente a los títulos, por ejemplo, que se publican sobre el mundo del cine, nada menos que alrededor de 300. Pero el panorama internacional no es más halagüe71


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ño. Cada vez abunda menos la edición de obras que traten con carácter histórico el devenir de la modernidad. Salvo iniciativas verdaderamente encomiables, como la que lleva a cabo la editorial L’Harmattan, las firmas que tocan este tema en un panorama hasta no hace muy poco floreciente, como el de la bibliografía en inglés, son cada año más escasas. Basta saber, a este respecto, que de autores como Scelsi, Kurtag o Reich no existe ningún volumen de carácter unitario, aunque sí se puedan encontrar numerosos ensayos en el formato revista-libro. Ferneyhough, Sciarrino, Huber, Kagel y tantos otros aun están esperando el libro definitivo que aporte análisis rigurosos sobre su obra. La situación es tan extraña y descorazonadora como si, en materia de cine, aun estuvieran pendientes de biografías y análisis figuras como Wilder, Hitchcock o Hawks. Curiosamente, hay autores muy bien tratados por el mundo editorial, como son los casos de Ligeti, Nancarrow, Cage o Morton Feldman. El acotamiento de la obra musical moderna a ciclos de conciertos y festivales especializados, no hace sino reforzar el carácter de rareza a la composición de nuevo cuño. Todo es consecuencia última del aura de extrañeza a que se ha visto sometida esta clase de música desde los fundacionales cursos de Darmstadt y Donaueschingen. Aunque últimamente el éxito acompaña a varios de estos festivales (Huddersfield, Strasbourg), no es menos cierto que el repertorio que ofrecen se encuentra ya demasiado delimitado, al centrarse impenitentemente en las agrupaciones y solistas que más atraen a los aficionados. Los programas no escapan de un círculo de autores que pertenecen a una zona claramente dominada por el eurocentrismo, de modo que es casi imposible poder escuchar allí obras en las que prevalezca la improvisación y el sentido ritual propios, por ejemplo, de los autores norteamericanos de las generaciones surgidas en torno al minimalismo. El mayor signo de modernidad de estos eventos europeos lo constituyen las composiciones que, siempre por encargo, mezclan escritura convencional y material electrónico o instalación, una mixtura que no siempre funciona, como lo demuestran anualmente los volúmenes discográficos procedentes del festival de Donaueschingen. En el corazón de Europa, en Berlín, proliferan de un tiempo a esta parte las manifestaciones en las que se acogen obras de

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una gran diversidad estética, piezas de puro arte electrónico o mixtura, señal de que algunos programadores no son del todo ajenos a la emergencia de la oferta electroacústica. Los ciclos de conciertos llamados acusmáticos cada vez atraen más la atención en Francia, Bélgica y Canadá, pero ninguna obra, ya sea electrónica o instrumental, trasciende más allá de estos circuitos: El Ircam de París, por ejemplo, no ha producido ninguna obra que haya repercutido fuera de aquellos muros, con lo que sigue siendo lugar para connaisseurs. Ni siquiera el festival del Ircam de “puertas abiertas”, Agora, ha servido para una mayor difusión/conocimiento de lo que se fragua en aquel taller sonoro. En España, los festivales de Valencia (Ensems) y Alicante continúan siendo las puntas de lanza de los encuentros de Música Contemporánea, pero más por el prestigio alcanzado por el paso de los años que por haber ofrecido, al menos últimamente, auténticos conciertos memorables. Demasiado atentos a programar a compositores de la propia región o incluso localistas y en exceso cautivos de la jerarquía que dejan sentir algunos intérpretes,


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Esta extrañeza, pues, de la obra de signo modernista, que no se ha visto rebajada en intensidad con el paso del tiempo, parece, en efecto, que lleva camino de hacerse crónica. John Rockwell, desde la revista virtual Paristransatlantic, achaca esta actitud de conservadurismo, frente a la supuesta buena recepción de la obra de arte moderna, fundamentalmente a que los asistentes a un concierto han de aguardar a que la obra musical nueva acabe, mientras que, ante un cuadro expuesto en el Museo de Arte Moderno, pueden pasar de puntillas y en pocos segundos. La exigencia que esgrime la obra musical es bien distinta que la de una obra pictórica o una instalación; es por eso que, a la hora de recomendarse en las guías turísticas los lugares de visita imprescindible en las grandes ciudades, los museos y centros de arte ocupan un puesto destacado, mientras que los auditorios o ciclos musicales brillan por su ausencia, excepto en los honrosos casos de Bayreuth o Salzburgo. La música no es reclamo cultural, ni siquiera la música “clásica”. La Nueva Música, más aun, ensombrece el panorama. Quizás sea por eso que los medios de comunicación, de un tiempo a esta parte, se inclinan por otorgar a la llamada Música Electrónica un marchamo de calidad, recurriendo, cuando ya el producto está instalado en el éxito, a echar mano de nombres de grupos y solistas de los años 70 considerados ahora auténticos fundadores y visionarios, cuando tanto el primer Kraftwerk, como Heldon o Cluster se resignaban entonces sobreviviendo en el underground.

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Ensems y Alicante pierden fortaleza con cada año, quedando en el recuerdo los conciertos de Ligeti (1996) y más recientemente los dedicados a la obra de cámara de Jesús Rueda y a la música para conjunto de Lachenmann. La captación de nuevos públicos sigue siendo la gran asignatura pendiente de estos dos eventos de nuestra geografía. Por su parte, Madrid, hasta hace muy poco casi un desierto en esta faceta, ahora se ha situado a la cabeza de la oferta nacional con la apertura y la buena programación del Auditorio del Reina Sofia, sede de conciertos del CDMC, a la par que Xavier Güell consigue cada temporada atraer la atención de los aficionados más exigentes con la muestra “Músicadhoy”. En su haber, la ocasión de escuchar a Alvin Lucier, el For Samuel Beckett, de Feldman, o el Prometeo, de Nono. Los ciclos de Sevilla y Granada, auspiciados por la Consejería de Cultura, por un lado, se resienten, más quizás que ningún otro, de la alta despreocupación del público, al que le ata demasiado la educación musical a la que ha sido sometido por las añejas programaciones de las correspondientes orquestas sinfónicas y, por el otro, del desinterés mostrado por los propios profesionales de la música.

Si bien el discurso de esa Música Electrónica no se separa, en lo sustancial, de los dictados impuestos por la música ligera o de consumo, es la mezcla de bricolaje y trabajo con un arsenal técnico moderno lo que convierte a esta estética en un fenómeno cada vez más extendido. Frente a las formas de producción estándar, la Música Electrónica se forja con un material de acceso inmediato y fácilmente transportable. Es entonces cuando la falta de posicionamiento de los compositores de Música Electroacústica, incapaces de forjar algo parecido a un estatus de vanguardia alrededor de sus propuestas (falta de debates, insuficientes escritos teóricos), es aprovechado por la llamada Música Electrónica para alzarse a un lugar preeminente, en buena parte gracias al tratamiento recibido en los medios, 73


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que le conceden abiertamente el signo de “experimental” o de “vanguardia”. La Música Electrónica ha pillado por sorpresa y por la espalda a los autores de la Música Electroacústica, que continúan en su poltrona, en el ghetto de la modernidad, sin hacerse oír: torre de marfil. La obra de creación, aunque haya perdido el estatus de “experimental” o de novedad para los medios de comunicación, continúa siendo una gran desconocida, de lo que se colige que conserva intacto el halo de misterio, de obra temida. Sólo pensar que de obras como las producidas por Wishart (Two women), Therminarias (Spaghetti’s club), Lockwood (Duende) o Parmegiani (Sons-jeu), se tenga la certeza de que, a causa de la cargas de profundidad que portan, puedan provocarse convulsiones en las mentes adocenadas, lleva a pensar con optimismo y regocijo en el potencial de todo este material, esta vez sí, verdaderamente electrónico, que acecha desde las trincheras. Como remate, una vuelta de tuerca. Desde siempre, se han enfrentado los dos polos de la música: la luz (la consonancia) y la oscuridad (la disonancia). La resolución del discurso musical en una bella melodía, por lo general, ha vencido sobre lo siniestro, expresado en el ruido y la fealdad. Pero ¡rebelémonos! Admitamos, finalmente, que la disonancia es la forma de expresión del orden natural de las cosas.

HIT PARADE En el Top 20 de la discografía de Música Contemporánea, quedan fuera obras mayores como Saint François d’Assise, de Messiaen, For Samuel Beckett, de Feldman y Prometeo, de Nono. El registro fonográfico no alcanza a recoger con fidelidad los matices tímbricos y los múltiples efectos de espacialidad que contienen esas monumentales composiciones. En cambio, el formato del CD se aviene como un guante a una música que necesita del silencio para expresarse en toda su intensidad, como son los casos de las piezas para conjunto de Feldman y las de la última época de Cage. A pesar del fuerte dispositivo que conlleva, la gran Scardanelli Zyklus no pierde apenas en su translación al disco. Las obras electroacústicas, por sus especiales características, encuentran aquí un medio 74


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LIVRE DU SAINT SACREMENT. Olivier Messiaen (MDG 317 0623-2). La más grandiosa de las obras para órgano de Messiaen, el Livre es de composición tardía (1985) y supone una arrebatadora meditación sobre el acto de fe esencial del creyente, la presencia real de la sangre del cuerpo y la sangre de Cristo en el pan y en el vino, consagrados por el sacerdote en el altar.

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NEITHER. Morton Feldman (Col Legno WWE 20081). Uno de los tres títulos de Feldman basados en textos de Samuel Beckett. También semi ópera, Neither rebosa de matices tímbricos de esmerada finura y, sin embargo, está construida de manera consciente para que sus sonidos no sean retenidos por el oyente en el momento de la escucha. Las sonoridades tenues y transparentes dispuestas por Feldman, suspendidas en una intemporal repetición que ni avanza ni retrocede, están pensadas precisamente para que la memoria del receptor no pueda retenerlas ni analizarlas.

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DAS MÄDCHEN MIT SCHWEFELHÖLZERN. Helmut Lachenmann (Kairos 0012282). Subtitulada “música con imágenes”, esta semi ópera supone el primer (y posiblemente único) acercamiento de Lachenmann al teatro musical. Versión del cuento “La Cerillera”, la particular concepción de Música Concreta Instrumental del compositor alemán alcanza momentos de sobrecogedora belleza.

LES ESPACES ACOUSTIQUES. Gerard Grisey (Accord 206532 / Kairos 0012422). Conjunto de 6 piezas instrumentales, la escucha de Les Espaces Acoustiques constituye una experiencia apasionante. Grisey elabora con sonidos (y no con notas) un mundo instrumental al que aplica los materiales manejados en el estudio de música electrónica.

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SCARDANELLI ZYKLUS. Heinz Holliger (ECM 437 4412). Este extenso ciclo de piezas escritas para voces, conjunto instrumental y esporádico soporte electrónico, es tanto la obra mayor del compositor y director suizo como una especie de compendio de formas y técnicas instrumentales de la modernidad. Una mirada a los últimos años de soledad y abandono del poeta Hölderlin encerrado en la torre que el carpintero Zimmer construyera para él en Tübingen. Es la época en la que el poeta firma sus obras con el seudónimo “Scardanelli”; cuando, ante visitantes curiosos e impertinentes, Hölderlin les señala la puerta de salida a la calle advirtiéndoles: “Yo soy Dios, nuestro Señor”.

PALAIS DE MARI. Morton Feldman (Kairos 0012362). Empleo de Feldman del color sonoro y de un suave cromatismo que hacen pensar en ciertas piezas pianísticas de Debussy. Música que se despliega en un tiempo sin fin y en un eterno presente.

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ideal para su difusión. En el Hit Parade contemporáneo, se han seleccionado tres obras altamente representativas de ese arsenal sonoro.

R VES D’UN MARCO POLO. Claude Vivier (DVD. Opus Arte 0943). Tanto la ópera Kopernikus, como las piezas instrumentales Zipangu y Lonely child y la semi cantata Prologue pour un Marco Polo, se encuentran en este doble DVD excepcional consagrado al mundo mágico del malogrado Claude Vivier. ROUTINE INVESTIGATIONS. Morton Feldman (MO 782018). El registro de Montaigne, conteniendo Routine, For Frank O’Hara y The Viola in my life, cuatro obras fundamentales del período “medio” del norteamericano, destaca sobre todo por la posibilidad de escuchar Routine Investigations, pieza maestra donde Feldman ofrece todo un mosaico de sus constantes en una apretada secuencia de casi ocho minutos de duración. SMALL WAVES / WIND SHADOWS. Alvin Lucier (Mode 124 / New World 80628-2). Estos dos discos de Lucier son algunos de los más perfectos ejemplos de esta estética dominada por la pureza del sonido. Small Waves es para cuarteto de cuerdas, trombón, piano y dos jarras de cristal (unos micrófonos trasladan el sonido de los instrumentos en vivo a las jarras de cristal que se llenan y se vacían con agua. Las vibraciones que se producen son amplificadas por unos altavoces). Lucier despliega aquí un tejido sonoro particularmente denso, similar, en su efectividad en la escucha, al logrado por Morton Feldman en una pieza como For Samuel Beckett: las apariciones del trombón, intentando sobresalir de la masa compacta en la que se encuentra como Aretenido@, Aahogado@, remiten 75


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ampliamente al mundo opresivo beckettiano y, por extensión, feldmaniano. Wind shadows es un formidable doble CD a cargo de un muy inspirado The Barton Workshop, en el que se alternan las piezas instrumentales y las obras concebidas para solistas y “pure wave oscillator” o “digital reverberation system”. LA OBRA ORQUESTAL DE GIACINTO SCELSI (Accord 200 612). La ya veterana edición de los tres CD de Accord, conteniendo las piezas orquestales de Scelsi (Anahit, Aion, Chukrum…) es uno de los momentos fuertes de la Fonografía. Tratamiento del sonido sin asomo de retórica, potenciándose la “respiración” del instrumento, su aura, antes que su situación como elemento conflictivo en la masa orquestal. GYÖRGY LIGETI EDITION (Sony / Teldec). Esta integral Ligeti, publicada en dos sellos distintos, es uno de las más extraordinarias contribuciones de las multinacionales del disco a la modernidad musical. Destaca en especial el volumen 3, dedicado a los Etudes pour piano, ciclo de piezas en las que se dan cita desde el impresionismo debussyano hasta la polimetría de Nancarrow y la riqueza rítmica procedente de los cantos y danzas del Africa Central. CYCLE DE L’ERRANCE. Francis Dhomont (IMED 9607). Obra mayor del arte acusmático, el Cycle de l’Errance es un tríptico en el que Dhomont intenta expresar los símbolos y sensaciones que asociamos a la idea del viaje: la evasión, la fuga, la nostalgia, el espacio (el espacio imaginado y el de la ausencia), pero también la errancia, los vagabundeos del ensueño,”los trastornos que forjan el tejido mismo de la vida@. Es este un universo sonoro que penetra en la mente del receptor como un taladro. El genio de Dhomont consiste en actuar sobre el inconsciente. De sus sonidos (de una belleza inmarcesible), extraídos de lo cotidiano, obtenemos la percepción y la escucha de lugares y sensaciones que agitan nuestros propios recuerdos, nos ponen en guardia AERIAL. Tod Dockstader (Sub Rosa 223-228-233). En Aerial, Dockstader forja un fresco sonoro en el que el cúmulo de chirridos, sonidos sibilantes y pitidos del material sobre el que parte (emisiones de radio en onda corta)

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DIE STÜCKE DER WINDROSE. Mauricio Kagel (Winter & Winter 910 109-2). Stücke der Windrose es un ciclo de Apiezas para “orquesta de salón@ en ocho movimientos, evocación de danzas populares, cuyo poder de encantamiento nos hace reencontrarnos con la pulsación de la tierra. Antes que una suite de piezas Ade carácter@, La Rosa de los Vientos es un itinerario subjetivo, imaginario, que mezcla sonoridades inspiradas en ritmos y cantos de muy distintos puntos geográficos y que, en su simplicidad y transparencia (unión magistral de la claridad del clasicismo mozartiano, el funcionalismo de un Weill, un Hindemith y la recreación del folklore de un Bartok), conforman una partitura admirable.

COMPOSITION I-II-III. Galina Ustvolskaya (Philips 442 532-2). Cada una de las tres Composition de Ustvolskaya, la compositora nacida en 1919 en San Petersburgo y antigua alumna de Shostakovich, porta un texto religioso (ADona nobis pacem@, ADies irae@, ABenedictus qui venit@) y en cada una de ellas escuchamos una catedral de sonidos. El estilo, depurado hasta extremos de gran radicalidad, se alza aquí como una sucesión implacable de pulsaciones y fortísimos estallidos polirrítmicos. Tras el tono declamatorio, lapidario, expresado por tuba, piano y percusiones, se observa una lucha interior al borde del paroxismo, una mirada atrozmente desesperanzada sobre el ser humano.

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ELEMENTAL II. Eliane Radigue (r.o.s.a. 01). Compuesta para bajo eléctrico y soporte electrónico, Elemental II es la más penetrante de todas las obras de Radigue recogidas en disco. Mágico universo embotante, desplazamiento casi inmóvil, imperceptible, en el que flota el sonido.

FRAGMENTE-STILLE, AN DIOTIMA. Luigi Nono (BVHAAST 9507). La versión del cuarteto Pellegrini, recogida en este sello holandés, es mucho más musical que la excesivamente crispada del Arditti para Montaigne. Fragmente… es la obra clave del estilo tardío de Nono, su exploración de los comportamientos más ínfimos del sonido.

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se vuelven, tras el trabajo en estudio, mirada poética y fascinante sobre el mundo moderno.

DIFFERENT TRAINS. Steve Reich (Electra-Nonesuch 79327-2). La más difundida y aclamada obra de los años de esplendor del repetitivismo americano, Different Trains sigue siendo, en esta versión del cuarteto Kronos, una obra de referencia absoluta. El discurso sonoro, articulado con la precisión de una pieza de relojería, abunda en momentos de febril intensidad, quedando el oyente literalmente fascinado ante semejante volcán de vitalidad y calor humanos. RYOANJI. John Cage (Hat Art 6183). Ejemplo del Cage de la última época, la de las “number pieces”; Ryoanji es una severa procesión de sonidos mantenidos y de severos silencios, ritmo inmutable de la percusión a la manera de un ritual japonés.

Francisco Ramos, es crítico musical. Autor del libro-guía “La música grabada del siglo XX”.

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E n t r e - t e x t o s Julián Ruesga Bono

La organización y regulación de la cultura de las grandes compañías como Disney influyen profundamente en la cultura infantil y en sus vidas cotidianas. La concentración del control sobre los medios de producción, difusión e intercambio de información ha coincidido con la irrupción de nuevas tecnologías que han transformado la cultura, especialmente la cultura popular, que es la vía principal por la que la juventud aprende sobre sí misma, sobre los otros, y sobre el resto del mundo. La industria cinematográfica y televisiva de Hollywood, las técnicas de retransmisión por satélite, internet, carteles, revistas, paneles publicitarios, periódicos, vídeos y otros medios y tecnologías, han transformado la cultura en un poderoso instrumento, “configurando actitudes y comportamientos humanos y regula[ndo] constantemente nuestras prácticas sociales en todo momento” . /…/ Las imágenes en serie llenan nuestras vidas cotidianas e influyen en nuestras percepciones y deseos más íntimos. Una reflexión que se impone a padres, educadores y otros es la de cómo la cultura, especialmente la cultura mediática, se ha convertido en un instrumento fundamental, si no el principal, en la regulación de los contenidos, valores y preferencias de las normas que fijan y legitiman determinadas concepciones personales –los atributos que permiten identificarse como hombre, mujer, blanco,

negro, norteamericano o foráneo. La cultura mediática define la infancia, el pasado nacional, la belleza, la verdad y el papel de la sociedad. El impacto que las nuevas tecnologías electrónicas desempeñan como máquinas de aprendizaje queda patente en algunas estadísticas absolutamente sorprendentes. Se calcula que “el americano medio pasa más de cuatro horas diarias delante del televisor. Cuatro horas diarias, 28 horas semanales, 1.456 horas anuales”. La Asociación de Médicos Americanos informa de que “el número de horas frente a un televisor o pantalla de vídeo constituye la mayor porción de tiempo que un niño americano dedica a una misma actividad”. Estas estadísticas son muy preocupantes, dado que los mensajes pedagógicos promocionados por estos programas están diseñados en su mayor parte por una industria publicitaria de 130 mil millones de dólares anuales, que no se limita a vender sus productos sino que también vende valores, imágenes e identidades, que persiguen en gran medida educar a los jóvenes para ser consumidores. Sería reduccionista no reconocer la existencia de excelentes programas pero, sin embargo, la mayor parte de lo que se produce para televisión y en los grandes estudios de Hollywood apunta al mínimo denominador común, define la libertad como elección del consumidor, y desnaturaliza el acontecer social mediante su reducción a puro espectáculo. Piénsese en el enorme control que un puña79


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do de multinacionales ejercen sobre el diverso espectro de empresas que modelan la cultura popular y mediática: “Cincuenta y una de las cien economías más poderosas en el mundo son corporaciones”. Más aun, la industria mediática estadounidense está dominada por menos de diez megacompañías , cuyas ventas anuales se sitúan entre diez y veintisiete mil millones de dólares. Esta cifra incluye a las mayo res compañías como Time - Warner, General Electric, Disney, Viacom, TCI y Westinghouse. Dichas compañías no solo son las de programas de entretenimiento, noticias, cultura e información, que invaden nuestra vida cotidiana, sino también las que producen “software mediático y poseen redes de distribución televisiva, canales por cable y comercios minoristas”. /…/ La educación de nuestra juventud está relacionada con el futuro colectivo inmerso en los relatos que no pertenecen a la esfera mercantil de nuestra cultura oficial. A medida que la cultura todavía no fagocitada por el comercio cae bajo sus fauces, nos enfrentamos a una esfera mercantil en crecimiento que limita profundamente el vocabulario y la imaginería disponible para definir, defender, y reformar el estado, la sociedad y la cultura pública como centros de aprendizaje crítico y desarrollo ciudadano. Nadie queda marginado de las culturas del placer y el entretenimiento

que en la actualidad ejercen tan poderosa influencia sobre la sociedad americana. La prueba de fuego de estas culturas no reside en su habilidad para producir alegría y diversión, sino más bien en su capacidad para ofrecer narraciones placenteras que no socaven las instituciones democráticas básicas. No necesitamos una industria cultural que produzca cada vez más cuentos que transforman los deseos y sueños infantiles en alimento para los diseñadores de Disney –y en beneficios para las tiendas Disney y vendedores de comidas energéticas. Henry A. Giroux El ratoncito feroz. Disney o el fin de la inocencia

Descentramientos culturales Primero fue el cine. Al conectar con el nuevo sensorium de las masas, pioneramente pensado por W. Benjamin, esto es con la experiencia de la multitud que vive el paseante en las avenidas de la gran ciudad, el cine “con la dinamita de sus décimas de segundo hizo saltar el mundo carcelario de nuestros bares, oficinas, fábricas. Y ahora emprendemos entre sus dispersos escombros viajes de aventuras. Con el primer plano se ensancha el espacio y bajo el retardador se alarga el movimiento. No se trata sólo de aclarar lo que de otra manera no se veía, sino forma-


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Pero es la televisión el medio que más radicalmente va a desordenar la idea y los límites del campo de la cultura, sus tajantes separaciones entre realidad y ficción, entre vanguardia y kistch, entre espacio de ocio y de trabajo. “Ha cambiado nuestra relación con los productos masivos y los del arte elevado. Las diferencias se han reducido o anulado, y con las diferencias se han deformado las relaciones

temporales y las líneas de filiación. Cuando se registran estos cambios de horizonte nadie dice que las cosas vayan mejor, o peor: simplemente han cambiado, y también los juicios de valor deberán atenerse a parámetros distintos. Debemos comenzar por el principio a interrogarnos sobre lo que ocurre”. Y lo que ocurre es que más que buscar su nicho en la idea ilustrada de cultura, la experiencia audiovisual la replantea desde los modos mismos de relación con la realidad, esto es desde las transformaciones que introduce en nuestra percepción del espacio y del tiempo. Del espacio, profundizando el desanclaje que la modernidad produce sobre las relaciones de la actividad social con las particularidades de los contextos de presencia, desterritorializando las formas de percibir lo próximo y lo lejano hasta tornar más cercano lo vivido “a distancia” que lo que cruza nuestro espacio físico cotidianamente. Telépolis es al mismo tiempo una metáfora y la experiencia cotidiana del habitante de la ciudad/mundo “cuyas delimitaciones ya no están basadas en la distinción entre interior, frontera y exterior, ni por lo tanto en las parcelas del territorio”. Paradójicamente esa nueva espacialidad no emerge del recorrido viajero que me saca de mi pequeño mundo sino de su revés, de una experiencia doméstica convertida por la alianza televisión/computador en ese territorio virtual al que, como expresivamente dice Virilio “todo llega sin que haya que partir”.

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ciones estructurales del todo nuevas”. El cine acercó el hombre a las cosas pues “quitarle su envoltura a cada objeto, triturar su aura, es la signatura de una percepción cuyo sentido para lo igual en el mundo ha crecido tanto que, incluso por medio de la reproducción, le gana terreno a lo irrepetible”. Y al triturar el aura, especialmente del arte, que era el eje de lo que la elite intelectual ha tendido excluyentemente a considerar cultura, el cine hacía visible la modernidad de unas experiencias culturales que no se regían por sus cánones ni eran gozables desde su gusto. Pero prontamente domesticada esa fuerza subversiva del cine por la industria de Hollywood, que expande su gramática narrativa y mercantil al mundo entero, Europa reintroducirá en los años sesenta una nueva legitimidad cultural, la del “cine de autor”, con la que se recupera el cine para el arte y se lo intenta distanciar definitivamente de la televisión, ese medio que en adelante servirá de coartada a la buena conciencia de los clérigos-guardianes de la verdadera cultura.

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Lo que en ese movimiento entra más fuertemente en crisis es el espacio de lo nacional, tanto por la globalización económica y tecnológica que redefine la capacidad de decisión política de los estados nacionales como por la revalorización político-cultural que, contradictoria y complementariamente, atraviesan lo regional y lo local. Pues desanclada del espacio nacional la cultura pierde su lazo orgánico con el territorio, y con la lengua, que es el tejido propio del trabajo del intelectual. B. Anderson nos ha descubierto cómo las dos formas de imaginación que florecen en el siglo XVIII, la novela y el periódico, fueron las que “proveyeron los medios técnicos necesarios para la “representación” de la clase de comunidad imaginada que es la nación”. Pero esa representación, y sus medios, atraviesan hoy una seria crisis. En una obra capital, que desentraña dimensiones poco pensadas en el discurso postmoderno, P. Nora desentraña el sentido del desvanecimiento del sentimiento histórico en este fin de siglo, a la vez que constata el crecimiento de la pasión por la memoria: “La nación de Renan ha muerto y no volverá. No volverá porque el relevo del mito nacional por la memoria supone una mutación profunda: un pasado que ha perdido la coherencia organizativa de una historia se convierte por completo en un espacio patrimonial”. Es decir, en un espacio más museo- gráfico que histórico. Y una memoria nacional edificada sobre la reivindicación patrimonial estalla, se divide, se multiplica.

Complementaria del nuevo entramado que constituye lo global: cada región, cada localidad, cada grupo reclama el derecho a su memoria. Ahora el cine, que fue durante la primera mitad del siglo XX el heredero de la vocación nacional de la novela, -“el público no iba al cine a soñar, sino a aprender, sobre todo a ser mexicanos” afirma C. Monsivais -lo ven las mayorías en el televisor de su casa. Y la televisión misma se convierte en un reclamo fundamental de las comunidades regionales y locales en su lucha por el derecho a la construcción de su propia imagen, confundida así con el derecho a su memoria. La percepción del tiempo en que se inserta/instaura el sensorium audiovisual está marcada por las experiencias de la simultaneidad, de la instantánea y del flujo. La perturbación del sentimiento histórico se hace aun más evidente en una contemporaneidad que confunde los tiempos y los aplasta sobre la simultaneidad de lo actual, sobre el “culto al presente” que alimentan en su conjunto los medios de comunicación. Pues una tarea clave de los medios es fabricar presente: “un presente concebido bajo la forma de “golpes” sucesivos sin relación histórica entre ellos. Un presente autista, que cree poder bastarse a si mismo”. La contemporaneidad que producen los medios remite, por un lado, al debilitamiento del pasado, a su reencuentro descontextualizado, deshistorizado, reducido a cita, que


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El futuro se restringe a un “más allá”: el mesianismo es la otra cara del ensimismamiento”. Los medios audiovisuales (cine a lo Hollywood, la televisión, el vídeo) son a la vez el discurso por antonomasia del bricolaje de los tiempos- que nos familiariza sin esfuerzo, arrancándolo a las complejidades y ambigüedades de su época, con cualquier acontecimiento del pasado- y el discurso que mejor expresa la compresión del presente, al transformar el tiempo extensivo de la historia en el intensivo de la instantánea. Cuyo valor y ritmo lo pone el flujo: ese continuum de imágenes que indiferencia los géneros y constituye la forma de la pantalla encendida. Aunque nos

suele escandaloso predecesor de lo que llamamos flujo se halla en la literatura de vanguardia -Joyce y Proust- al dar por primera vez rienda suelta al monólogo interior, ese flujo que articula fragmentos de memoria con flashes del presente, pedazos de discursos tomados del periódico o inventados, todo ello dando cuerpo a la fugacidad del tiempo. En el otro extremo del campo cultural, la radio vino a ritmar la jornada doméstica de los sectores populares dando forma por primera vez, con su flujo sonoro, al continuum de la rutina cotidiana.

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permite insertar en los discursos de hoy, arquitectónicos, plásticos o literarios, elementos y rasgos de estilos y formas del pasado en un pastiche que es sólo “imitación de una mueca, discurso que habla una lengua muerta (...) la rapiña aleatoria de todos los estilos del pasado en la progresiva primacía de lo neo, en la colonización del presente por las modas de la nostalgia”. Y del otro, la cotemporaneidad remite a la ausencia de futuro que, de vuelta de las utopías, nos instala en un presente continuo, en “una secuencia de acontecimientos que no alcanza a cristalizar en duración, y sin la cual ninguna experiencia logra crearse, más allá de la retórica del momento, un horizonte de futuro. Hay proyecciones pero no proyectos.

De una punta a la otra del espectro cultural, el flujo expresa la disolvencia de los géneros y la exaltación expresiva de lo efímero, constituyéndose así en la metáfora más real del fin de los “grandes relatos”, tanto de los religioso/políticos como de los estéticos. Pues al proponer la equivalencia de todos los discursos-información, drama, ciencia, pornografía, ciencia o datos financieros- y la interpenetrabilidad de todos los géneros, nos encontramos ante la exaltación de lo móvil y difuso, de la carencia de clausura y la indeterminación temporal como clave de producción y propuesta de goce estético. Jesús Martín Barbero Arte/comunicación/tecnícidad

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…, los medios electrónicos y las migraciones masivas caracterizan al mundo de hoy, no en tanto nuevas fuerzas tecnológicas sino como fuerzas que parecen instigar (y a veces, obligar) al trabajo de la imaginación. Combinados, producen un conjunto de irregularidades específicas, puesto que tanto los espectadores como las imágenes están circulando simultáneamente. Ni esas imágenes ni esos espectadores calzan prolijamente en circuitos o audiencias fácilmente identificables como circunscriptas a espacios nacionales, regionales o locales. Por supuesto, muchos de los espectadores no necesariamente migran. Y por cierto, muchos de los eventos puestos en circulación por los medios de comunicación son, o pueden ser, de carácter meramente local, como ocurre con la televisión por cable en muchas partes de los Estados Unidos. Pero son pocas las películas importantes, los espectáculos televisivos o las transmisiones de noticias que no sean afectadas por otros eventos mediáticos provenientes de afuera o de más lejos. Y también son pocas las personas que en el mundo de hoy no tengan un amigo, un pariente, un vecino, un compañero de trabajo o de estudio que no se haya ido a alguna parte, o que esté de vuelta de algún lado, trayendo consigo historias de otros horizontes y de otras posibilidades. Es en este sentido que podemos decir que las personas y las imágenes se encuentran, de forma impredecible, ajenas a las certidumbres del hogar y del

país de origen y ajenas también al cordón sanitario que a veces y selectivamente tienden a su alrededor los medios de comunicación locales o nacionales. Esta relación cambiante e imposible de pronosticar que se establece entre los eventos puestos en circulación por los medios electrónicos, por un lado, y las audiencias migratorias, por otro, define el núcleo del nexo entre lo global y lo moderno. /…/ …, nos hemos acostumbrado a pensar que todas las sociedades han producido su propio arte, sus propios mitos y leyendas, expresiones que implicaron un potencial desvanecimiento de la vida social cotidiana. En tales expresiones todas las sociedades demostraron tener la capacidad de trascender y enmarcar su vida social cotidiana recurriendo a mitologías de diversa índole en las que esa vida social era reelaborada e imaginativamente deformada. Por último, en sueños, aun los individuos de las sociedades más simples han encontrado un lugar para reorganizar su vida social, darse el gusto de experimentar sensaciones y estados emocionales prohibidos, y descubrir cosas que se han ido filtrando en su sentido de la vida cotidiana. Más aún, en muchas sociedades humanas, estas expresiones han sido la base de un complejo diálogo entre la imaginación y el ritual, a través del cual, mediante la ironía, la inversión, la intensidad de la ejecución y la labor colectiva a que obligan muchos rituales, la fuerza de las normas sociales cotidianas


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Al sugerir que la imaginación en un mundo pos-electrónico juega un papel significativamente nuevo, baso mi argumento en las tres distinciones siguientes. La primera es que hoy la imaginación se ha desprendido del espacio expresivo propio del arte, el mito y el ritual, y ha pasado a formar parte del trabajo mental cotidiano de la gente común y corriente. Es decir, ha penetrado la lógica de la vida cotidiana de la que había sido exitosamente desterrada. Por supuesto, esto tiene sus precedentes en las grandes revoluciones, los grandes cultos y los movimientos mesiánicos de otros tiempos, cuando líderes firmes e influyentes conseguían imponer su visión personal en la vida social, dando nacimiento así a poderosísimos movimientos de cambio social. Hoy, sin embargo, ya no es una cuestión de individuos dotados de cualidades especiales (carismáticos) capaces de inyectar la imaginación en un lugar que no es el suyo. Las personas comunes y corrientes han comenzado a desplegar su imaginación en el ejercicio de sus vidas diarias. Esto se ve en el modo en que mediación y movimiento se contextualizan mutuamente. /…/ Hay una evidencia creciente de que el consumo de los

medios masivos de comunicación a lo largo y ancho del mundo casi siempre provoca resistencia, ironía, selectividad, es decir, produce formas de respuesta y reacción que suponen una agencia. Cuando vemos terroristas que adoptan para sí una imagen tipo Rambo (personaje que a su vez ha dado lugar al surgimiento de un montón de contrapartes y Rambos de diferentes signos en el mundo noOccidental); cuando vemos amas de casa leyendo novelas de amor o mirando telenovelas como parte de un esfuerzo por construir sus propias vidas; cuando vemos familias musulmanas reunidas a efectos de escuchar la grabación en casete de un discurso de sus líderes; o empleadas domésticas del sur de la India que compran excursiones guiadas al Kashmir; pues bien, estos son todos ejemplos del modo activo en que la gente, a lo largo y a lo ancho del mundo, se apropia de la cultura de masas. Tanto las camisetas estampadas, los carteles publicitarios y los graffitis como el rap, los bailes callejeros o las viviendas de los barrios pobres hechas a partir de desechos, carteles y cartones muestran la manera en que las imágenes puestas a circular por los medios masivos de comunicación son rápidamente reinstaladas en los repertorios locales de la ironía, el enojo, el humor o la resistencia.

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se fue profundizando. Lo anterior, por cierto, se desprende del tipo de aporte indiscutible que nos ha legado lo mejor de la antropología canónica del último siglo.

Arjun Appadurai La aldea global

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IIn nt te er rs se ec cc ci io on ne es s La música en la cultura electro-digital El libro contempla desde diferentes perspectivas el impacto que han tenido las tecnologías del siglo XX sobre la música, transformando sus formas, modos, ámbitos y contextos. Se plantea los efectos producidos en la música, a través de las industrias culturales en la llamada cultura de masas, y reflexiona sobre su desarrollo en el último tercio del siglo: Jazz, improvisación libre, electroacústica, rock, música de salas de conciertos, flamenco, etc. Joan Adell Pitarch, Francisco Aix Gracia, Norberto Cambiasso, Sebastián Dyjamen, Pedro G. Romero, Francisco Ramos, Julián Ruesga Bono, Daniel Varela. El libro se distribuye por correo. Se puede solicitar a: parabolica@telefonica.net Precio: 12 + 3 de gastos de envío Edita: arte-facto Colectivo Cultura Contemporánea

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JORNADAS COPYLEFT Mac de Paz En los últimos años ha nacido un nuevo frente en las luchas sociales. La sociedad actual se define en gran medida por el lugar que ocupan en ella la información y el conocimiento, y además dentro de la estructura de producción, ambos se han constituido como una herramienta esencial, es el capitalismo cognitivo Las materias primas serán las ideas. Se ha tomado conciencia del peligro que suponen las restricciones de acceso a la cultura y la necesidad de proteger la libre circulación de ideas. Como consecuencias de la revolución en los sistemas de creación y distribución lo que ayer se producía hoy se reproduce y lo que antes se distribuía ahora se propaga, la cultural se hace cada vez más independiente de los soportes materiales, lo que hace difícil de justificar por parte de la industria cultural que se mantenga forzadamente la economía de escasez. Para contrarrestar las fuertes presiones que las corporaciones ejercen con vistas a endurecer las leyes sobre propiedad intelectual nace un movimiento, por el momento poco estructurado, que lucha por garantizar el derecho universal de acceso libre a la cultura. Hace varios años surgen en España los primeros encuentros dedicados a la propiedad intelectual desde un punto de vista crítico. En ellos suelen intervenir un grupo interdiscipli-

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nar que incluye pensadores, abogados, programadores, activistas y creadores. Un concepto sobre el que giran estas reuniones es el de ‘copyleft’, alternativa al modelo de copyright, licencias en las que no todos los derechos están reservados y en las que el creador tiene mayor margen de decisión sobre su obra.

Carlos Sánchez Almeida, abogado especializado en los ciberderecho, del que publicamos “Internet como república popular de la cultura”, en este mismo número.

Entre estas reuniones destacaremos Copyfight y las Jornadas críticas de propiedad intelectual de Málaga.

Freesound project, herramientas online para la creación musical colectiva, Downhillbattle, Illegal-Art; proyectos de videojuegos como Bordergames; novelistas como Cory Doctorow o bloggeros como Hernan Casciari

COPYFIGHT Copyfight ha explorado varios aspectos del software de código abierto y ha dedicado sus esfuerzos en poner de manifiesto los límites del modelo actual de propiedad intelectual restrictiva. Desde Julio de 2005 hasta Marzo de 2006, las jornadas, organizadas en el centre de Cultura Contemporánea de Barcelona, han contado con activistas y pioneros de la cibercultura como Lawrence Lessing, uno de los creadores de las licencias Creative Commons, John Perry Barlow, autor de la "Declaración de Independencia del Ciberespacio";

También han prestado gran atención a las incursiones del copyleft en las distintas manifestaciones artísticas:

Se han tratado temas relacionados con el software libre en las administraciones públicas, editoriales copyleft, esfuerzos colectivos como wikipedia, periodismo de libre difusión, ... A parte de las jornadas Copyfight va dotándose de una biblioteca de cultura libre accesible desde la web. JORNADAS COPYLEFT - MÁLAGA En marzo de 2006 se organizan en Málaga las Jornadas críti-


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cas de propiedad intelectual. Allí se presentaron campañas de activismo y promoción del copyleft como “Compartir es bueno”, o de denuncia de las políticas que dificultan el acceso al conocimiento y concretamente al libro como la campaña “No al prestamos de pago” en bibliotecas públicas.

las licencias copyleft, el derecho de copia privada o el intercambio de archivos en internet Confiemos en que iniciativas como Copyfight y las jornadas críticas sobre propiedad intelectual tengan continuidad y contribuyan a lograr el objetivo de una cultura libre.

También se celebraron varios talleres y mesas redondas.

www.elastico.net/copyfight www.sindominio.net/metabolik/webl og/ www.compartiresbueno.net/ www.magnatune.com/ www.lamundial.net www.kopyleft.net/ www.copilandia.org/ www.elastico.net/copyfight/ www.arteleku.net www.traficantes.net/ www.sindominio.net/unomada/ www.sindominio.net/contrapoder/ jorge.cortell.net/ www.filmica.com/david_bravo/ www.platoniq.net/burnstation/ www.zemos98.org www.sindominio.net/fiambrera/bordergames/ www.sindominio.net/fiambrera/

Hubo debates sobre la edición de libros con licencias alternativas al copyright, sobre la búsqueda de nuevos modos de afrontar la propiedad intelectual en el campo de las artes visuales y el diseño o acerca de los cambios en el mundo de la producción, distribución y recepción de la música. Se impartieron talleres prácticos sobre edición de vídeo y de música. Otro estuvo dedicado a la migración del software propietario al de código abierto. También se programaron conferencias sobre los aspectos legales de

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CICLO DE MÚSICA CONTEMPORANEA Antonio Murga Integrado en cierto modo dentro del I Congreso Internacional de Música y Tecnologías Con-temporáneas, se celebró el Ciclo de Música Contemporánea del 11 al 20 de diciembre de 2006, organizado por la Universidad Hispalense y el ICAS. Los conciertos tuvieron lugar en la Escuela Universitaria Politécnica – un sitio algo obsoleto-, excepto el del Ensemble Solistas de Sevilla, que fue en el Teatro Alameda. La aceptación del público fue relativamente buena, aunque conforme se desarrollaba el ciclo se fue animando la afluencia de público. El primer día, p.ej., tuvimos el dúo formado por los franceses Thierry Miroglio (percusión), y Ancuza Aprodu (piano), y allí habíamos els quatre gats. El metalófono con arco de Miroglio creó una vistosa tempestad tonal con rasgos de colorido jazzy en L’Ombra di Urizen, de Enrico Correggia; y siguiendo con compositores italianos, el piano solo de la franco-rumana Aprodu pulsó un piano intimista, romántico y minimal al interpretar las encantadoras pequeñas piezas que forman Six Encore, de Luciano Berio. Estreno en España, el percusionista y su arsenal se enfrentaron a la compleja Constantinople 381, de Philippe Raynaud, de ritmo vertiginoso. El Frevo del brasileño Marlos Nobre nos dejó estupefactos, por su brevedad, y sobre todo, por su belleza con tintes de tango. A

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continuación, Miroglio interpretando a su maestro, Xenakis, de forma lineal y a la vez ritual -en el más puro estilo contemporáneo- en Rebonds. Cerraron con el perfecto entendimiento de Estudio de Interpretación XII Imitations- Dialogues de Maurice Ohana, obra rica en matices, humores y sincronía. La primera formación local en estrenarse (día 12) en el ciclo fue el Zahir Ensemble, con un primer programa dedicado a César Camarero –como todo el festival, por aquello de que es el flamante Premio Nacional de Música 2006, y estar afincado en Sevilla...-, con Abreviaturas (1999) y Música para inducir al sueño (2005), llenas de fragilidad, atonalidad y melancolía. Las texturas alegórico-sonoras del Arpège (1986) de Donatoni nos habilitaron para cerrar con el Glass del proceso aditivo shankariano, con origen en los 60, y basado en la elongación y contracción de simples líneas musicales. Eduardo Polonio nos presentó el espectáculo video-gastronómico Hoy comemos con

Leonardo (2003), donde se revisa la vida de da Vinci como maestro de banquetes en la corte de Ludovico Sforza en Milán, una faceta interesante, e incluso emocionante del maestro italiano. Polonio recoge materiales de síntesis y concretos, alternándolos con sonidos de una fábrica textil y ambientes de cocina. Como colofón, el chef Antonio Conejero (restaurante Az-Zait), deleitó a los asistentes con un ágape a base de pudin de mosquito blanco, plato de nudillos mezclados, mermelada de col, y sopa de uvas. Casi un menú de nouvelle cuisine anacrónica. La cuarta jornada del ciclo reunió a seis compositores de distintas procedencias bajo el título de Concierto de invitados –del congreso arriba citado-, una audición en sí, con los autores lanzando/interpretando su música tras/desde el ordenador. Ricardo Climent presentó el envolvente y concreto 1666 Annus Horribilis; José Manuel Berenguer marcó la pauta con On Nothing, de inspiración metafórico-onírica, espacial –con ayuda de proyección- e inquietante. El Sentimiento Plástico del brasileño Edson Zampronha se


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Una grata sorpresa nos llevamos con el joven grupo vocal de la ciudad Proyecto Ele (día 17). Una propuesta arriesgada que explora el campo vocal menos convencional. Su programa 4 ofrece obras de cuatro compositoras transgresoras. Tag des Jahrs, de la finlandesa Kaija Saariaho, una medita-

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Los moldes los rompió (día 15), como se esperaba, el Meta Duo de Daniel Kientzy y Reina Portuondo, sin duda, el auténtico plato fuerte del ciclo, con una tremenda e impecable puesta en escena de Kientzy con sus saxos, y un magnífico acompañamiento electrónico por parte de Reina. Thema, de Horacio Veggione, imposible saxo bajo sin boquilla, respiración circular al modo didgeridoo ...¡y una manada de elefantes!. Tratamiento sonoro múltiple y acopio de distintas técnicas, todas de cosecha propia, y uso de llaves de forma industrial. El soprano en Saxatile, de Jean Claude Risset, podría definirse como “músi-

cuerpo sonoro de Entretemps, de Bernard Parme-giani; La obra más fría e irreconocible fue Cercles, de François Bayle, y lo más cálido, rítmico y dramático lo mostró Teruggi con sus Spaces of Mind.

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mostró ruidista y claustrofóbica; Craquelure, de Agostino di Scipio nos condujo por sendas de polvo electrostático; y Ergon-Rodeau II del chileno Gabriel Brncic nos describió la crueldad de la dictadura pinochetista con trágicos y desgarradores pasajes.

ca para faunos de Marte”, intimista y ortodoxa, punzante. El tenor adquiere un tono jazzístico sobre fondo grave en la Secuencia 16 de Andrés LewinRichter, deambulando sobre paisajes de exótica belleza sonora. El ambiente se carga de energía en los Saxtraces de Calin Ioachimescu, mientras que en Saxosonnerie de Serge de Laubier se despliega una irrefrenable y encadenada mole sonora en constante movimiento, casi etiquetable como electroacustic-heavy. Y en Flux I, del coreano Joongow Yim se entrelazan los tejidos cibernéticos con una dificultosa alternancia entre soprano y tenor. Sobresaliente. Daniel El argentino Teruggi fue el encargado de desplegar el catalogo de compositores del GRM (Groupe de Recherches Musicales). Como actual director de este grupo de investigación, nos mostró las obras: The lights of B., pieza sinfónica y grave, de François Donato; un homenaje encubierto a los chemis de ferre de Schaeffer -a la postre uno de los fundadores del GRM- L’aube rouge, de Christian Zanési, donde viajamos en tren por inquietudes subterráneas y tenaces; Un constante y evolutivo continuum, que marca el tiempo, armónico, frágil y oscuro se mueve dentro del

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tiva obra para coro y electrónica con textos de Hölderlin, con riqueza de armónicos, disonancias y profundos susurros. Four meditations (1971-1997), de Pauline Oliveros, donde se sublima la voz, con silbidos, onomatopeyas, carraspeos y lamentos... una enciclopedia de recursos vocales, desde the tuning meditation, con los cantantes en círculo, hasta el trance de from unknown silence, que culmina con los de P. Ele diseminados ordenadamente por la sala –a oscuras-, con linternas iluminándose los rostros al emitir todo tipo de vocalizaciones. La tercera, y más rompedora aportación es la de de Yoko Ono, con obras para coro móvil. Partituras del periodo 1961-64 que fuerzan lo

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cotidiano, enfocadas hacia el compromiso más radical, como en Obra para cinta magnética IV, donde se coloca un cordel, se tienden trozos de cassette, se cortan y se van dando en segmentos a los asistentes. La música cinemática de la holandesa Lydwine van der Hulst sirvió para entretejer este lúdico ejercicio , con voces, piano y sonidos ambientales, creando sua-ves paisajes sonoros. El octavo concierto corrió a cargo del Ensemble Solistas de Sevilla -cuyos m i e m b r o s pertenecen en su mayoría a la ROSS-, que nos ofreció el trío Luz Azul (1996) de Camarero en primer lugar, enérgico y melancólico a la vez. De Joan Guinjoan, el Concierto para fagot y conjunto instrumental (1996), un concerto en tres partes unidas: un solista que dialo-

ga tensamente con el grupo salpicando con toques de jazz clásico, un centro modal, y una cadencia de variaciones simétricas. La pieza No Fate (2005), del compositor local Alfonso Romero Ramírez deambuló entre el piano tímidamente preparado y el trabajo de timbres. Lo más evocador fue el Voyage d’un rêve (1987), del chino-francés Qigang Chen, con bellos paisajes muy lejos de los conceptos al uso. Como clausura se celebró el concierto del grupo Taller Sonoro, con ¿cómo no?, obras de Camarero. Esperemos que con este ciclo no pase como con el Gabinete de Música Electroacústica de Cuenca, o como con el Festival Confluencias, que desaparecen durante estos días. Esta iniciativa no debe pasar de largo ni perderse en el tiempo, pues la experiencia ha sido positiva y edificante.


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Pero no era ninguno de estos dos acontecimientos, los que nos habían llevado a mis dos compañeras y a mí hasta Roma. En medio de la baraúnda informativa que era Roma en aquellas jornadas a nosotras nos convocaba el Coordinamento de Teologhe Italiane para celebrar el II Encuentro

Por eso, dejando atrás el Trastevere donde nos alojaríamos, teníamos el tiempo justo para dirigir nuestros pasos a la Sala del Consejo de la Provincia de Roma donde en esos momentos tenía lugar la apertura de nuestro encuentro. Tras las palabras de bienvenida de la presidenta de las teólogas italianas, Marinilla Perroni, alma de este evento, y del saludo institucional de Daniella Monteforte, comenzó la primera sesión dedicada a profundizar en la Europa plural. El Arzobispo Bruno Forte aportó la perspectiva oficial de la Iglesia. Pero lo verdaderamente interesante fueron las ponencias de Catherine Gyarmathy, co-presidente del Foro ecuménico de las mujeres cristianas, Adriana Valerio, presidente de ESWTR y Kari Barresen, una histórica de la teología feminista, de la Universidad de Oslo. Ellas aportaron el punto de vista de las mujeres, tanto desde la experiencia del encuentro de las diversas tradiciones, como desde la vivacidad intelectual de esta teología en los distintos ámbitos europeos. Las mujeres, como apuntó

Adriana Valerio, tenemos un pensamiento rico y vivo, abierto al pluralismo dialogante, pero en nosotras se da la paradoja de que nos encontramos a un tiempo en los márgenes y en el centro: en los márgenes del poder y en el centro de la vida y los problemas. Este estar en la frontera atraviesa nuestra situación tanto en la sociedad como en las religiones, que, en palabras de Kari B?rresen, nos han considerado tradicionalmente sujetos subalternos al servicio de la reproducción. De ahí la necesidad de la relectura de los textos y tradiciones que están llamadas a realizar las diversas teologías feministas.

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A las dos de la tarde, tras un apacible vuelo desde Sevilla con escala en Barcelona, aterrizamos en Fiumicino un cálido mediodía de finales de marzo con la primavera romana invitándonos a pasear, a perdernos por los incontables vericuetos de esta inefable ciudad. Nos recibía la Roma eterna del arte y la historia, la del caos circulatorio y los enormes gatos comunales de Piazza Argentina, que en ese fin de semana afrontaba la recta final de las Generales que levantaron a Berlusconi de la poltrona y la conmemoración el domingo del aniversario del fallecimiento del papa Wojtyla

Europeo de Teólogas bajo el lema “Teólogas, ¿en qué Europa?”

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TEÓLOGAS, ¿EN QUÉ EUROPA? Inmaculada Calderón Gutiérrez

Las sesiones de la segunda jornada, estuvieron dedicadas a analizar la situación de la Europa postsecular o postcristiana y a confrontar la realidad de los “Dos Occidentes”. Dignas de mención son las ponencias de Gian Enrico Rusconi, profesor de sociología de la Universidad de Turín, que realizó una defensa de la laicidad como condición para el diálogo y la convivencia de las diversas comunidades en Europa y la inviolabilidad de los derechos humanos, pues el ethos cristiano no puede suplantar a la ética civil; y de la teóloga Mercedes Navarro Puerto que comparó la situación europea con un estereograma tridimensional del que no se puede tener una percepción plana, ya que nos encontra-mos con la paradoja de una Europa sólo superficialmente postsecular que convive con otra a un tiempo cristiana y secular. En esta Europa las teólogas han de ejercer una función crítica y fronteriza, con potencialidad 93


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subversiva para generar un orden distinto y capacidad terapéutica para acompañar procesos de crecimiento y liberación. En la última jornada, que tuvo lugar en la sala Julio César del Capitolio, la teóloga musulmana Lily Munir junto con la filósofa hebrea Francesca Yardenit Albertini, la ortodoxa Katerina Karkala-Zorba y Bárbara Hallensleben de la Pontificia Comisión Teológica Internacional nos hablaron desde sus tradiciones y nos aportaron un punto de vista distinto de la diversidad europea. Fueron tres días inolvidables para las doscientas participantes, procedentes de veinte países y de diversas tradiciones religiosas, en los que escuchamos palabras autorizadas, nos empoderamos con voz propia y compartimos experiencias, sintiendo que las mujeres hemos de ser protagonistas en la construcción de la Europa libre, abierta y solidaria que queremos.

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EL ARTE ENCUBIERTO Juan Palomares El detonante de todo movimiento suele ser un compuesto de clamor y avanzadilla. El clamor es hoy un compuesto de crisis de valores paralelos a la crisis de creatividad. Por “valores” no hay que entender sólo valores positivos sino también los negativos que siempre terminan por suscitar una fecunda rebeldía, tal como comprobamos en calidad de testigos o herederos. Y si existen el clamor y la avanzadilla tenemos el detonante para un cambio de paradigma. No sabemos cómo terminará llamándose este movimiento ¿mundialismo?, ¿esencialismo?, pero, sin duda, tendrá mucho que ver con los hechos del 2001, que marcarán a una generación como el 68 marcó otra.


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El disco-libro de Antonio Murga “EL ARTE ENCUBIERTO” posee esa impronta subversiva e iconoclasta que en cierto sentido lo hace marginal. Es un ataque a los poderes fácticos de la política y la cultura, que protesta contra el abuso que éstos hacen de ese poder que poseen, y les dibuja con toda la ironía que el autor es capaz de desarrollar, visibles en los poemas visuales que reproducimos acompañando esta pequeña presentación, y que forman parte del disco-libro que muestra hasta 80 de ellos. La obra de Antonio Murga es un canto tan vibrante en la repulsa como en la esperanza.

das Estertor (1984-86) e Invasión´92 (1987-89). Entre 1996 y 1999 estudió luthería con el maestro Chacón en la Escuela della Robbia (Gelves, Sevilla). Desde 2001 ha autoproducido una veintena de CD´s, entre los que destacan Club Infierno (2002), The A.M. Comercial Álbum (2003), Sálvese Quien Pueda (2004), Trance Circus Cosmic Mass (2005) y Teratología (2006). Ha ejercido como crítico musical en prensa especializada y realizado programas de radio como La Oreja de Van Gogh (1988-91) y El Espantasiestas (1992—2002). En su palmarés figura el I Premio RTVA a la Creación Audio-visual Andaluza (Sensxperiment, Lucena, 2004) con Pentálogo Insalvable. Antonio Murga vive y trabaja en Sevilla.

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En esa avanzadilla está –y estará por mucho tiempo- la obra de los poetas visuales que, en muchos casos, Van más allá de su disciplina en el objetualismo, en el arte conceptual, en la música, en el collage.

Poeta, músico, video-artista y, sobre todo, creador multidisciplinar, Antonio Murga nació en Sevilla un 14 de Abril, día de la República… Sensibilizado por la dimensión contestataria de la cultura fundó las ban-

Antonio Murga tocando armónica y chapa de latón con arco. Festival LEM, 2003, Barcelona. 95


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