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g) Y todo esto por la Fuente

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EXHORTACIÓN

EXHORTACIÓN

47. En una palabra, la Doctrina cristiana constituye una de las raíces de la Iglesia a la cual cuidó con gran solicitud pues sabía que del conocimiento de la fe vendría el amor por ella y por Cristo dando en consecuencia frutos de conversión.

g) Y todo esto por la Fuente

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48. Las raíces de la Iglesia y, en consecuencia, de la evangelización en América y el Caribe fueron regadas y nutridas por la fuente inagotable de los Sacramentos.

49. En primer lugar, los misioneros o evangelizadores encontraron en los Sacramentos de la Iglesia las fuerzas – físicas y espirituales – necesarias para continuar en la brega del trabajo de la viña. Por el bautismo se sabían miembros de la Iglesia; y, por tanto, herederos de la misión de continuar con la propagación de la fe. Por la confirmación se sentían fortalecidos y confirmados en la fe para defenderla incluso hasta el derramamiento de sangre; como de hecho sucedió en algunos casos. En la Eucaristía – culmen y centro de los Sacramentos y de la fe cristiana – encontraron el alimento diario (alimento o viático de la Iglesia viadora) que los fortalecía y asemejaba a Cristo tanto en su amor por la misión, como en su opción por las víctimas y tantas otras virtudes del Maestro. Por su consagración y el orden sacerdotal se sentían obligados a cumplir el mandato misionero del Señor antes de ascender a los cielos (cf. Mt 28, 19; Mc 16, 15).

50. En el Segundo Concilio Mexicano celebrado en 1565, los Obispos reconocieron que los Sacramentos eran la medicina que los miembros de la Iglesia militante tomaban para continuar con la misión: Proveyó (Dios) también para los que en esta batalla fueren heridos eficacísimas medicinas, que son los sacramentos60. Pero no querían

60 Mons. Francisco Antonio Lorenzana, Concilios Provinciales. Primero y Segundo celebrados en la muy nombre y muy leal Ciudad de México presidiendo el Ilmo. Y

guardar las gracias de los Sacramentos solo para sí. También deseaban que los pueblos originarios del Caribe y América bebieran de esa fuente inagotable. Siempre en este mismo Concilio, los Obispos dieron orden de no pedir precio alguno ni mandar a los indígenas que lo quisieran, entregar por la administración de sacramentos: Ningún ministro del santo evangelio sea osado de pedir ni pida que le ofrezcan dinero, mantas, cacao, maíz, gallinas, ni otra cosa alguna, so pena que el que lo hiciera, incurra por la primera vez en pena de cincuenta pesos de oro común… y por la segunda vez, sea suspenso de oficio sacerdotal por tiempo de un año, y por la tercera vez sea desterrado de toda la provincia… 61 Solo era permitido recibir limosnas que los fieles quisieran entregar de su propia voluntad: Pues los sacros cánones no lo prohíben, antes lo admiten y tienen por bueno62 .

51. Al igual o tal vez antes que la Doctrina Cristiana, la administración de Sacramentos fue regulada desde la Primera Junta Eclesiástica. El bautismo se mandó fuera administrado a los catequizando dos veces por semana63 . La confirmación era administrada tanto por Obispos como por sacerdotes delegados para ello64. La Eucaristía era recibida solo por aquellos que estaban debidamente preparados. En un inicio se negó a los más rudos65, como ellos les denominaban. Y, así sucesivamente, la Iglesia fue estudiando la mejor forma de administrar los Sacramentos66 no sólo a los indígenas sino a cada uno de los estamentos

Rmo. Señor D. Fa. Alonso de Montufar en los años de 1555 y 1565. Imprenta del

Superior Gobierno del Br. D. Joseph Antonio de Hogal, en la Calle de Tiburcio, año de 1769, p. 187. 61 Ibidem, pp. 188-189. 62 Ibidem, pp. 188-189. 63 Ibidem, p. 1. 64 Ibidem, pp. 2-3. 65 Ibidem, p. 4. 66 Ibidem, pp. 3-4; y 5-6.

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