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a) Vida religiosa femenina

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EXHORTACIÓN

EXHORTACIÓN

nuestra tierra durante estos casi 500 años de nuestra historia gracias a la presencia de la Iglesia.

a) Vida religiosa femenina

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58. La Iglesia, Madre de hombres y mujeres, preocupada por permitir a estas últimas la oportunidad de tener un seguimiento radical de Cristo procuró la pronta construcción de monasterios y conventos.

59. Tal es así que, a finales del siglo XVI fue fundado el primer convento femenino en Guatemala. El 1° de febrero de 1578, llegaron de México sus cuatro primeras moradoras: Sor Juana de San Francisco, Sor Catarina Bautista, Sor Elena de la Cruz y Sor Inés de los Reyes67. Un año después, profesó la primera monja (hermana religiosa) guatemalteca. Por estos siglos XVII y XVIII, cinco llegaron a ser los Conventos de mayor importancia: El de Nuestra Señora de Concepción; el de Santa Catalina; el de Santa Teresa; el de Santa Clara y el de las Religiosas Capuchinas68. Además de estos conventos se fundaron tres Beaterios: el de Nuestra Señora del Rosario, el de Santa Catalina y el de Belén69 .

60. A cualquiera de estos conventos podían ingresar las jóvenes que vivían no sólo en Guatemala sino en las antiguas provincias que hoy componen nuestro país El Salvador. Dentro de estos santos institutos, las jóvenes además de llevar una vida espiritual dedicada al Señor con el fin de alcanzar el perfeccionamiento cristiano, dedicaban horas al estudio siendo por ello, lugares atractivos para un significativo número de jóvenes que no deseaban contraer nupcias. El crecido número de religiosas es muestra suficiente de las muchas vocaciones que por esos años florecían.

67 J. Joaquín Pardo, Guía de Antigua Guatemala, p. 203. 68 Ibidem, pp. 201-222. 69 Ibidem, pp. 223-227.

61. En el Beaterio de Santa Catalina – más conocido por el nombre de Santa Rosa70 – vivieron Ana Guerra de Jesús y su hija Catarina de Jesús. La primera exaltada; por unos, como mujer de grandes virtudes; y por otros, como una de las más grandes místicas de su época71, nació en la Villa de San Vicente de Austria (ahora San Vicente) perteneciente a la provincia de San Salvador. Fue su padre Juan Guerra Jovel, originario de las Canarias; y de Beatriz López de Pineda, originaria de Gracias a Dios, Honduras72. Nació el sábado 13 de diciembre de 163973. Padeció mucho desde su niñez; y su hija a semejanza suya padeció otro tanto. Tras permitir que su hija ingresara al Beaterio de Santa Rosa los sufrimientos de la joven no mermaron sino hasta morir el 24 de marzo de 1691 a muy temprana edad74. Veintidós años después moría Ana Guerra de Jesús en fecha del 17 de mayo de 1713. Desde entonces varios han ponderado sus muchas virtudes que la adornaron desde su más tierna infancia; y si bien su cuerpo fue enterrado en Guatemala, la tierra que la recibió al nacer no la ha olvidado jamás y reconoce en ella a una ejemplar mujer mística, fruto de la vida religiosa femenina de aquellos años.

62. No fue la única mujer con grandes dotes religiosas. Otra de las más grandes afamadas es la Hna. Juana de Maldonado. Nació en Santiago de los Caballeros en 159875 .

70 De hecho, este es el nombre que el Padre Siria, biógrafo de Ana Guerra de Jesús, da al Beaterio. En: Padre Antonio de Siria Profeso, Virtud admirable y prodigiosas virtudes de la V. Sierva de Dios. D. Ana Guerra de Jesús, p. 324. 71 Para comprender ambas visiones se recomienda leer el libro escrito por el Padre

Antonio de Siria SJ, Profeso, biógrafo primero (y quizás el único) de Ana Guerra de

Jesús, llamado: Virtud admirable y prodigiosas virtudes de la V. Sierva de Dios. D.

Ana Guerra de Jesús. 72 Padre Antonio de Siria Profeso, Virtud admirable y prodigiosas virtudes de la V.

Sierva de Dios. D. Ana Guerra de Jesús, p. 38. 73 Ibidem, p. 38. 74 Ibidem, p. 335. 75 Marlen Calvo Oviedo/Ivannia Barboza Leitón. Acercamiento a la poesía religiosa de la etapa colonial. Centroamérica siglos XVI y XVII desde Sor Juana Maldonado

Era su padre el Oidor de la Audiencia Juan Maldonado y su madre, doña Concepción Quintanilla76. Es considerada la primera monja poetisa de América77; siendo ponderada por muchos como una mujer de gran inteligencia (dueña de una selecta biblioteca), diestra en tocar el arpa y de gran capacidad para componer versos78. Como todos los de su época tenían una especial devoción por nuestra Madre bajo la advocación de la Inmaculada Concepción a quien dedicó uno de sus más significativos poemas. He aquí un fragmento del dicho poema donde pondera a nuestra Madre como la Reina más linda y linda Emperatriz79; agregado a los epítetos que le asigna de poderosa y triunfadora:

la Concepción pura linda Emperatriz, ha librado al hombre del yugo infeliz, venciste señora gloria sea a ti, porque a Dios, y al hombre los llegaste a unir.

Esto sí que es lucir.

O Raquel hermosa Valiente Judith, que a tu invicta planta de blanco marfil, ha sido imposible pueda resistir,

y Paz, Baltazar de Orena y Eugenio Salazar de Alarcón. En: Revista Káñina, Vol.

XXX, núm. 1, 2006, pp. 33-42. Universidad de Costa Rica, San José, Costa Rica. 76 Ibidem, pp. 33-42. 77 Ibidem, pp. 33-42. 78 Ibidem, pp. 33-42. 79 Ibidem, pp. 33-42.

el león que rugiente nos quiso destruir.

Esto sí que es lucir.

O lirio del Campo lucido Alelí, rosa sin espinas fragante jazmín linda margarita precioso rubí, a ti todo el Orbe te alabe sin fin. Esto sí que es lucir80 .

63. La fecha de su muerte es discutida. Unos afirman fue en 1638; y otros que, en 166681. Cual haya sido ese año deberá seguirse investigando; pero, lo importante de notar es como la vida monástica no fue para ella un límite en el crecimiento de las letras sino un camino de crecimiento personal y para exaltar a Dios. Y, como éstas, muchas otras jóvenes cuyos nombres tal vez nunca sean conocidos; pero, que Dios ha tomado en cuenta, gracias a los cuidados que la Iglesia tuvo de fundar estos institutos de vida consagrada para que las virtudes de la vida cristiana florecieran en ellas, según la voluntad de Dios. Sin embargo, este fruto no habría nacido de no ser por el trabajo previo de aquellos sacerdotes y religiosos que tuvieron la fortaleza de permanecer en estas tierras aun cuando pareció que la solución más práctica era retornar a España.

80 Ibidem, pp. 33-42. 81 Ibidem, pp. 33-42.

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