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b. La persecución
partidos traicionando a su misma clase obrera. Y, aquellos que esperaban un cambio en su vida personal, familiar, laboral y social, fueron reprimidos.
119. El resto de salvadoreños como profesores, doctores, enfermeras, artistas nacionales, etc., que exigieron sus derechos, también fueron reprimidos por el simple hecho de formar parte de sindicatos. Un yugo opresor insoportable que terminó en 1980 en una guerra civil con una violencia fratricida inigualable donde más de 80,000 personas fueron asesinadas.
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120. Esa violencia se institucionalizó a través de un cuerpo de leyes que defendió los intereses exclusivos de los dueños del país, mientras que el resto de personas quedaron con sus derechos vulnerados. Innegablemente, justicia, economía, política y militarismo estaban al servicio de los oligarcas salvadoreños; incluso la educación era utilizada como herramienta silenciosa para el sometimiento pasivo de las nuevas generaciones, casi como amaestrando al pueblo para mantenerse en una actitud de inconciencia de su realidad, de su historia y de su dignidad humana. En síntesis, durante todo el siglo XX el pueblo añoró un nivel de vida cualitativa y cuantitativamente justa; a cambio, solo obtuvo promesas, promesas con las cuales entró al siglo XXI y con las cuales permanece en los 21 años que han transcurrido desde aquel año primero de esta centuria.
b. La persecución
121. Los Arzobispos de El Salvador, Mons. Adolfo Pérez y Aguilar, Mons. Alfonso Belloso y Sánchez, Mons. Luis Chávez y González se encargaron de implementar los lineamientos del Concilio Plenario de 1899; con especial fuerza Mons. Chávez y González que, puso en práctica el
Concilio Vaticano II y Medellín, construyendo desde ese momento una realidad social muy distinta a la anterior.
122. Bajo los cuidados de este joven Obispo – con largo episcopado – se fundaron escuelas parroquiales; cooperativas de todo tipo para campesinos y obreros; escuelas para sindicatos; escuelas radiofónicas para enseñar las primeras letras; se fundaron asociaciones con una amplia visión de promoción social como fue la Juventud Obrera Cristiana, la Acción Católica, el Secretariado Social; se apoyó proyectos nacionales como la Reforma Agraria; etc. Cuánto bien produjo todo este tipo de asociaciones e instituciones especialmente entre los más pobres de los pobres. Sin embargo, fueron condenados como acciones “comunistas” o “subversivas”. Cuando Monseñor Romero asumió el episcopado la situación de enojo en la oligarquía había llegado a niveles insostenibles, ni siquiera le dejaron poner en marcha los lineamientos de Puebla.
123. Las oligarquías de este país aprobaban y felicitaban a la Iglesia mientras redujo su papel y misión a la lucha contra el comunismo, la masonería y la inmoralidad; pero, cuando la Iglesia optó por los pobres y defendió sus derechos como durante la Colonia había ejercido la defensoría de indios; entonces; y solo entonces, fue declarada enemiga del status quo. Cuando la Iglesia, a semejanza de Fr. Montesinos se atrevió a preguntar: ¿Con qué derecho y con qué justicia tenéis en tan cruel y horrible servidumbre aquestos indios? ¿A estos Campesinos? ¿A estos Obreros? ¿A estos mestizos y mulatos? La respuesta fue la muerte.
124. Entonces, por tan alto atrevimiento de defender a los pobres, fue declarada comunista, enemiga del sistema y flanco de muerte. Veinte sacerdotes fueron asesinados (entre ellos dos Obispos: Mons. Oscar Arnulfo Romero Galdámez y Mons. Roberto Joaquín Ramos), cuatro religiosas, y decenas