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El Dios de la libertad integral
Miren: Yo soy Yo, y no hay otro fuera de mí; Yo doy la muerte y la vida; Yo desgarro y yo sano; Y no hay quien se libre de mi mano (Dt 32, 39). 160. Él es el Dios de la vida. Luchemos porque nuestro amado país se mantenga fiel al proyecto de vida que siempre le caracterizó y que tras la independencia ratificó al establecer en su Constitución la defensa de la vida. Que este Bicentenario sea un momento para ratificar aquel proyecto de vida; y se puedan superar esas leyes de muerte vigentes hasta ahora. Lo que este país necesita no son políticas de muerte; sino una verdadera educación sexual a la luz del Evangelio.
- El Dios de la libertad integral
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161. La siguiente revelación que Dios hace de sí mismo en este pasaje – y en esta dura experiencia de Israel – es su imagen de un Dios dueño de la libertad integral. Él creó al ser humano en libertad. Al colocar en el Edén el árbol de la vida y el árbol del conocimiento del bien y del mal, fue para permitirle al ser humano ejercer su libertad. Y, así lo hizo: Escogió desobedecer a Dios (cf. Gn 2, 6b). A cambio, Dios no lo castigó. Simplemente lo dejó que afrontara las consecuencias de su acción. Consecuencias que Dios nunca mencionó sino hasta después de cometida la desobediencia. Y nunca las mencionó por una sola razón: No quería que el ser humano tuviera limitado el ejercicio de su libertad por el miedo. Quería que ejercieran su libertad por amor. Por esta razón nadie puede quitarle la libertad a los hijos e hijas de Dios, pues ni Dios mismo lo hace. El mismo Dios, siendo Dios tiene una sola barrera que lo aleja del ser humano y esa es: la libertad.
162. En el caso de Israel, el Faraón lo esclavizó. Pero, Dios, nunca ajeno al sufrimiento de los pobres, bajó a liberarlo, buscó a Moisés y lo envió a sacar al pueblo de Egipto para que le dieran culto en la montaña donde se reveló (cf. Ex 3, 12). Dios no aprobó que el rey sobrepasara la única barrera que ni Él pasa. El Faraón fue parte de ese grupo que se constituye en alguien superior a Dios coartando la libertad. El Faraón esclavizó – como muchos imperios antes y después del egipcio – al pueblo de Israel. Lo grave de atentar contra el derecho a la libertad es que se atenta contra otros muchos derechos; así como, se atenta contra la dignidad humana, divinizada por ser imagen y semejanza de Dios. Se atenta contra el derecho a una vida digna; de un trabajo digno; de recreación; se atenta contra la libertad de pensamiento, expresión e incluso, contra la libertad del culto. En otras palabras, atentar contra la libertad es cosificar a las personas, esclavizarlas.
163. En la actualidad en nuestro país, existen formas sutiles de esclavizar a los seres humanos. Se adormece sus conciencias ya sea con sustancias químicas; adicciones a herramientas tecnológicas; las redes sociales; el deporte; las ideologías, etc. Formas sutiles junto a la cuales perviven las formas tradicionales como la explotación laboral, la trata de personas, etc. Un ser humano con su conciencia adormecida es solo un objeto al cual manipular y utilizar conforme a la voluntad de quien lo domina. Un ser humano explotado y maltratado es también un objeto que por miedo a perder su vida doblega la cerviz y se somete a su victimizador. Por ello, es bueno preguntarse en este Bicentenario si el pueblo salvadoreño ejerce la libertad de los hijos de Dios; o ese derecho le es vulnerado.