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Justicia nueva, superior a la antigua
Dios. Curiosamente no se trata de un país o tribu o clase social. ¡No! Bienaventurados son: Los pobres de corazón; los afligidos; los desposeídos; los que tienen hambre y sed de justicia; los misericordiosos; los limpios de corazón; los que trabajan por la paz; los perseguidos por causa del bien; y los que son injuriados, perseguidos y calumniados por su nombre (cf. Mt 5, 3-11). La pregunta es: ¿Dónde habitan este tipo de hombres y mujeres? La respuesta es sencilla: En todos los países del mundo. Dos; es decir, el segundo momento revelado por Dios es durante el llamado Discurso Escatológico cuando Jesús menciona quiénes entrarán al Reino de los cielos. Y lo hace en primera persona. Entraran: Porque tuve hambre y me dieron de comer, tuve sed y me dieron de beber, era emigrante y me recibieron, estaba desnudo y me vistieron, estaba enfermo y me visitaron, estaba encarcelado y me vinieron a ver (Mt 25, 35-36). El recién Nacido es entonces una Buena Noticia universal.
181. Y, finalmente, los signos o milagros que Él realizó son una muy buena expresión de ser una Buena Noticia universal. Son varias las curaciones hechas en extranjeros: El sirviente del centurión (cf. Lc 7, 1-10); el samaritano leproso (cf. Lc 17, 12-19); la sanación de la hija de la cananea (Mc 7, 24-30); y, la sanación de un sordomudo en la Decápolis (cf. Mc 7, 31-36). Una verdadera Buena Noticia universal es lo que fue y sigue siendo ese pequeño recién Nacido, crucificado en el siglo I de nuestra era.
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- Justicia nueva, superior a la antigua
182. Jesús de Nazareth enseñó en su época una justicia superior a la antigua. Enseñanza que sigue viva pues su Palabra es eterna y no pasará nunca. Nos sigue hablando a nosotros, hombres y mujeres del siglo XXI. Su voz nos sigue diciendo: Mi justicia es superior a la justicia del mundo.
183. Para la justicia divina enseñada por Jesús las fronteras de los países no importan; ni ninguna otra división o clasificación sociopolítica cultural que el ser humano haya creado. Para Dios solo existe el prójimo incluso si ese prójimo es el enemigo. Jesús pide a quienes escuchan su voz, un amor radical. Consiste en amar a los enemigos y tratar bien a los que nos odian (cf. Lc 6, 27); bendecir a los que nos maldicen y rezar por los que nos injurian (cf. Lc 6, 28); poner la otra mejilla a quienes antes nos han golpeado; y entregar nuestras cosas no sóla quien las pida sino a quien las arrebate (cf. Lc 6, 29); dar todo a quien nos pide, y no reclamar a quien nos arrebate nuestras pertenencias (cf. Lc 6, 30). Es vivir la “regla de oro” de forma radical: Traten a los demás como quieren que ellos los traten a ustedes (Lc 6, 31).
184. Karris, O.F.M., zanja la cuestión afirmando: Lo que Dios hace a favor de los necesitados mediante el don gratuito de la salvación deben hacerlo los discípulos, generosamente con los pobres de la sociedad163. Es un hacer por amor y no basado en alguna ley humana de reciprocidad. No es dar en pago por algún bien recibido ni dar a cambio de un bien que se espera. Ambas posturas son erróneas. Para Jesús basta con: Ser compasivos como es compasivo nuestro Padre Dios (cf. Lc 6, 36). Una justicia de este tipo, sobre pasa toda justicia humana, y haría de la humanidad no un conglomerado de naciones formando una alianza de pueblos unidos, sino que formarían la única y gran familia de Dios que no conoce más que el amor universal de Dios. Una justicia como esta daría el finiquito a los tribunales humanos; a las cárceles, a los códigos de leyes, a los jueces y abogados; pues, el amor, el perdón, la tolerancia, la solidaridad y la misericordia serían las reglas de la humanidad.
163 Robert J. Karris, O.F.M., “Evangelio según Lucas”. En AA.VV.: Nuevo Comentario Bíblico San Jerónimo. Nuevo Testamento por Raymond E. Brown, Joseph A.
Fitzmyer; y Roland E. Murphy. Verbo Divino (2004), p. 163.