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Aniversario de Beatificación de Fr. Cosme Spessotto
Fr. Cosme Spessotto nació el 28 de enero de 1923 a la 1:30 pm en un pueblo de la provincia de Treviso, Mansué, Italia. Dios le concedió la gracia del martirio el 14 de junio de 1980, habiendo sido misionero en El Salvador de 1950 a 1980. La última decada de este periodo estuvo marcada por el conflicto social cuya dimensión afectó a todos los estratos de la sociedad, incluyendo a la Iglesia, que tuvo que dar testimonio de la fe, muestra de ello fue Fr. Cosme Spessotto, quien pocos minutos antes de la misa se encontraba haciendo oración de rodillas delante del sagrario cuando dos hombres entraron en la Iglesia y se dirigieron hacia èl disparándole por la espalda… sus últimas palabras fueron perdón… perdón…
Días anteriores había escrito en su testamento: «…De antemano perdono y pido al Señor la conversión de los autores de mi muerte». Su vida fue fuente de vitalidad para el fortalecimiento de la esperanza de los cristianos de su parroquia, pero al mismo tiempo, mostró su preocupación por construir el Reino de Dios mediante el mandamiento del amor, la acogida a los hermanos más pequeños (Mt 10, 41). Fue fiel al ministerio de pastor y dio la vida por amor a sus fieles.
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En la conmemoración del aniversario de la beatificación de los mártires salvadoreños, en este caso de Fr. Cosme, considero importante recuperar el sentido de la entrega generosa de la propia vida como ofrenda agradable a Dios por causa del Reino de Dios y de la vivencia del Evangelio en el diario vivir (Hb 13,16). Acompañando el itinerario espiritual, personal y comunitario, con la oración constante y perseverante, fortaleciendo el sentido del trabajo humilde, disciplinado y honesto, y por medio de la escucha atenta de la voluntad de Dios, Sumo Bien y Bien Total, mediante el discernimiento de los signos de los tiempos. El Beato Cosme supo dar una respuesta concreta al Señor «blanqueado sus vestiduras en la sangre del cordero» (Ap 9,16), y donando su vida mediante el martirio, fuente de inspiración para vivir cristianamente hoy. La experiencia de un Dios misericordioso, cercano, familiar y justo le dio el don de perdonar e implorar la justicia de Dios, pues nada puede apartarnos del amor de Cristo: ni las angustias, ni persecución, ni las calumnias, ni el peligro… (Rm 8, 35 – 39).