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TERRA NOSTRA III La Conquista del Paraíso

“En 1492, los nativos descubrieron que eran indios, descubrieron que vivían en América, descubrieron que estaban desnudos, descubrieron que existía el pecado, descubrieron que debían obedecer a un Rey y una

Reina de otro mundo y a un Dios de otro cielo, y que ese Dios había inventado la culpa…….”

Eduardo Galeano (1940 – 2015) escritor uruguayo

Si hay una verdad indiscutible durante el período de la conquista del Nuevo Mundo, que va desde 1499 a 1550, es que la única forma de acceder a la propiedad de la tierra, era el despojo de esta a los nativos, sus dueños naturales.

A pesar de las buenas intenciones de los Reyes por no permitir el abuso contra los indígenas, la poca disponibilidad de voluntarios para emprender la aventura hacia el Nuevo Mundo, obligó a la Corona a indultar a delincuentes que

A los conquistadores del Nuevo Mundo se les garantizaba el acceso a mano de obra indígena gratuita que podían conservar hasta por dos generaciones sucesivas, es decir, fuerza de trabajo para sus hijos y para sus nietos

se hallaban pagando penas por actos cometidos en Europa y tenían esa única oportunidad de recuperar su libertad, enrolándose en las expediciones de los navegantes. A estos nuevos señores se les premiaba la osadía de participar en la conquista del Nuevo Mundo con títulos que acreditaban la propiedad de la tierra después de cierto tiempo de estar explotándola y, mejor aún, se les garantizaba el acceso a mano de obra indígena gratuita que podían conservar hasta por dos generaciones sucesivas, es decir, fuerza de trabajo para sus hijos y para sus nietos.

A los nativos les tocó, aparte de ver la apropiación de sus bienes, sus objetos de oro y piedras preciosas, soportar sobre sus hombros y su persona un rótulo con el precio que podían pagar por ellos los europeos como esclavos, dejándose explotar y aprovechar su fuerza de trabajo en labores productivas como la agricultura, la minería, la construcción, el transporte de personas y demás humillaciones que sobrevinieron con los españoles.

Los conquistadores se lanzaron a esta empresa de tal magnitud solamente por la posibilidad de recibir grandes recompensas y ganancias extraordinarias que los llevarían de regreso a España, cubiertos de gloria y convertidos en los amos y señores de un Nuevo Mundo para ellos, a sabiendas que estaban arrasando con una riqueza cultural milenaria y de mayor arraigo que la europea, ya que el viejo continente se había gestado entre invasiones, ocupaciones y guerras; mientras que el “reciente” mundo americano conservaba intactas sus costumbres y creencias desde la creación o desde el proceso evolutivo.

Capitulaciones

A raíz de los gastos del conflicto ocasionado por la expulsión de los judíos y los moros de la península ibérica, los reinos interesados en esta expedición conquistadora tuvieron que recurrir a diversas formas de financiamiento para esta campaña, y una de ellas fue el establecimiento o firma de capitulaciones con los aventureros conquistadores. Estas eran un contrato por medio del cual la Corona cedía a los navegantes peninsulares una serie de facultades expresadas en licencias para la exploración y conquista de los

territorios americanos, a cambio de que los Reyes Católicos recibieran una participación económica en todo lo que se lograra extraer en minerales y piedras preciosas, así como en diferentes especies de origen agropecuario. Para ello, el conquistador se encargaba de conseguir el elemento humano, las embarcaciones y lo que necesitara para su expedición, y la corona recibía el 20% de las riquezas adquiridas, lo cual se conoció como el Quinto Real.

Además, los conquistadores podían exigir en estas capitulaciones, facultades políticas como el nombramiento de funcionarios que se encargarían de la organización administrativa del nuevo ente territorial y la autorización para poseer, repartir y acumular tierras, indígenas, recursos naturales, por los siglos de los siglos, así como títulos nobiliarios y beneficios para todas sus generaciones descendientes.

Con el afán desmedido de acumular riquezas y compartir con la Corona, desmantelaron templos, profanaron sepulturas, saquearon todo lo que encontraron a su paso, ejecutaron caciques y cualquier cantidad inimaginable de aborígenes. Pero no podíamos esperar nada distinto de unos personajes entre los cuales los exconvictos de los calabozos de Castilla quisieron aparecer como nuevos caballeros ante las cortes europeas.

No sabemos qué pudo ser peor para los indígenas, si ver como robaban y asesinaban a sus congéneres o sentirse esclavizados en su propio continente, en sus propios hogares, en nombre de una religión que era la suya y que no la

necesitaban y a nombre de unos Reyes que jamás conocerían. Ya estaban en frente del gran genocidio americano.

Así como la Península Ibérica se veía cada vez más próspera por la cantidad de riquezas que llegaban de América, algo que parecía inagotable para muchos y que solventó la difícil situación económica por la que atravesaba, también existía la necesidad de abastecer a la población española de Las Indias, ya que constituía un mercado bidireccional, para lo cual debían ser controladas y vigiladas las participaciones de la Corona en los tesoros que llegaban y coordinaban el envío de los bienes de consumo para la población europea en el Nuevo Mundo. Así nació la casa de contratación de

Sevilla.

En la medida que España se extasiaba con las riquezas que brotaban de la piel y de las entrañas del nuevo continente, la población indígena sobreviviente era esclavizada para trabajar en las minas y en la agricultura, principalmente. Se dieron suicidios colectivos entre las tribus de aborígenes y, de otra parte, empezaron a plantearse problemas de autoridad y jurisdicción entre los representantes de la monarquía española, los conquistadores y algunos de los miembros del clero, representados en comunidades que no estuvieron de acuerdo con la barbarie cometida en nombre de su fe católica.

La encomienda

Fue una institución que consistía en la entrega a los conquistadores de tierras e indígenas que en ella habitasen, como retribución por los servicios prestados a la Corona española. El conquistador o el subalterno que recibía tal asignación se llamaría encomendero y se hacía responsable por la evangelización de los indígenas en la santa fe católica.

La verdadera importancia de la encomienda era conseguir de forma casi que gratuita el trabajo de los indios, porque estos salían repartidos desde sus propias tierras y se trasladaban a la hacienda del encomendero, teniendo que trabajar allí en la agricultura o en el servicio doméstico por varios días a la semana, sin remuneración alguna. visto como un tributo de por vida. La encomienda no otorgaba derecho alguno a los aborígenes, para que posteriormente adujeran la posesión de la tierra por ellos trabajada; esta explotación fue tan despiadada que fue abolida en 1542, pero por una rebelión de los encomenderos, la Corona se vio obligada a restablecerla.

Ante los continuos abusos contra los nativos y las permanentes quejas frente a la Corona, fue creada una entidad fiscalizadora de las labores de los encomenderos, encargándose de proteger al indio de los malos tratos y, de paso, cobraba la tributación para los Reyes, además de cancelar el sueldo al doctrinero (sacerdote encargado de convertirlos al catolicismo). Esta institución fue conocida como el

corregimiento de indias.

Con el ánimo de hacer entender de la mejor forma el proceso de la conquista, ubicó a sus principales personajes por las zonas geográficas donde tuvieron su influencia o su campo de acción.

Litoral Atlántico

En 1501, don Rodrigo Galván de Bastidas capituló con la monarquía española una extensión de tierra comprendida desde la desembocadura del río Atrato ( Urabá), hasta el Cabo de la Vela (Guajira), región que se conoció como La Nueva Andalucía, descubrió la desembocadura y bautizó al Río Grande de La Magdalena, ya que el día de su descubrimiento era un primero de abril y en la iglesia Católica se celebra ese día como el de la conversión de María Magdalena, la mujer que acompañó a nuestro señor Jesucristo hasta sus últimos momentos, después de haberle recibido el perdón por su vida pecadora.

Antes de ser conquistador, don Rodrigo de Bastidas era escribano o notario en su natal Sevilla, pero su nuevo oficio lo llevó a acumular tantas riquezas en tierras y ganados que logró convertirse en el mayor ganadero y terrateniente del Nuevo Mundo. Al dejar su actividad de conquistador, se retiró a los 65 años a disfrutar de sus riquezas. Como nunca falta el envidioso, fue blanco de un atentado por parte de sus antiguos subalternos, debiendo ser trasladado gravemente herido a la Isla de Cuba, donde falleció a los pocos días. Antes del atentado, había capitulado la gobernación de Santa Marta y fundado esa ciudad como principal puerto por su excelente ubicación geográfica a orillas del Mar Caribe y por su proximidad con el río Magdalena.

El nombre de Don Rodrigo de Bastidas debería ser utilizado para entregar la más importante distinción de carácter nacional en el gremio ganadero, por haber sido quien introdujo las distintas especies animales al territorio continental para la fundación de Santa Marta en 1525 y el mayor propulsor de la ganadería en el Nuevo Mundo, sin desconocer que fue uno de los pocos conquistadores letrados y educados que llegaron a nuestro continente.

Al fallecer Bastidas, las tierras que había recorrido fueron capituladas en 1508 al conquistador Alonso de Ojeda, asignándole la gobernación de la Nueva Andalucía, en esa expedición se hizo acompañar del cartógrafo italiano Américo Vespucio, quien estaba al servicio de los Reyes Católicos.

Don Alonso de Ojeda fundó la primera población en territorio continental, conocida como Santa María de la Antigua del Darién (1510), en la cual se construyó el fuerte de San Sebastián de Urabá, encontrándose las ruinas de este primer poblado en territorio firme del continente americano, cerca de Unguía, en el actual departamento del Chocó. Los últimos días de Ojeda los vivió sumido en una aterradora pobreza en un monasterio de la Orden Franciscana en Santo Domingo (R. Dominicana), quedando al frente de la guarnición de San Sebastián de Urabá Francisco Pizarro.

Después de la muerte de don Alonso de Ojeda, la Corona española encargó del gobierno de la Nueva Andalucía a otro destacado conquistador, don Pedro de Heredia, el cual pisó tierra americana en 1533 al fundar a Cartagena de Indias con el nombre inicial de San Sebastián de Calamarí. Pero allí no se detuvo Heredia, a través del río Magdalena se internó por brazos, caños y ciénagas hasta lograr llegar a lo que hoy conocemos como la Villa del Señor de los Milagros, en San Benito Abad, en el departamento de Sucre, en la cual quedaron perplejos por la riqueza aurífera que encontraron. Simultáneamente, su hermano Alonso de Heredia descubría el río Cauca y en un recorrido similar llegó a los territorios

del Cacique Yapé, donde se encuentra una de las ciénagas más hermosas de Colombia, la de Ayapel, en el departamento de Córdoba.

Pedro de Heredia fue uno de los clásicos ejemplos de la clase de conquistadores que llegaron al continente americano, venía huyendo de la justicia española que lo perseguía por haber asesinado a varios hombres, pero corrió con la misma suerte de sus antecesores al tener una muerte trágica, naufragó cuando iba de regreso a España.

Serían los designios de la Divina Providencia los que se encargaron de pasar la cuenta de cobro a estos aventureros por toda la barbarie que propiciaron y cometieron en contra de los nativos.

Litoral Pacífico

Quién pensaría que un soldado enlistado en la expedición de don Rodrigo Galván de Bastidas, en su exploración del Golfo de Urabá, sería posteriormente el descubridor del Mar del Sur u Océano Pacífico, ese fue Vasco Núñez de Balboa.

Continuando con el sino trágico de los conquistadores, Vasco Núñez de Balboa fue acusado de conspiración y decapitado por orden del gobernador del Darién, don Pedro Arias Dávila.

Las costas chocoanas fueron exploradas en 1522 por Pascual de Andagoya, quien tuvo que regresar a Panamá y lo reemplazaron Francisco Pizarro y Diego de Almagro, quienes continuaron recorriendo la parte sur del Chocó y de allí pasaron a lo que hoy conocemos como los departamentos del Valle, Cauca y Nariño, llegando hasta los límites actuales con Ecuador. Para entonces, ya se tenían noticias desde el sur del continente de todas las riquezas del Imperio Inca en el Perú.

Región Andina

Queda entendido que el Río Grande de La Magdalena fue y seguirá siendo la principal arteria fluvial de nuestro territorio, ese cauce fue explorado y aprovechado por Gonzalo Jiménez de Quesada, un abogado y militar español que logró remontarlo, desembarcar y atravesar la Cordillera, llegando a fundar la ciudad de Santa Fe de Bogotá, conquistando un imperio que en lo sucesivo se conocería como el Nuevo Reino de Granada.

La expedición de Jiménez de Quesada fue ordenada por el adelantado Pedro Fernández de Lugo, para entonces gobernador de Santa Marta, el cual creía en la posibilidad de que explorando las cabeceras del río Magdalena, podría encontrarse un camino muy cercano al Perú, que se imaginaba muy cercano a las costas del mágico y fascinante Caribe. Dicha expedición partió el 5 del mes de abril de 1536. Acompañado por más de 600 hombres por tierra y otro tanto en el cauce del río, tuvieron que soportar calamidades, pesares y sufrimientos en su recorrido por el Magdalena Medio, no sin antes fundar a San Pablo y a Simití en lo que conocemos hoy como el Sur de Bolívar, zona que aún hoy, más de 500 años después del paso de los conquistadores, sigue produciendo oro y riquezas, sobre todo en la serranía de San Lucas, bastión de diversos grupos armados al margen de la ley. sienten más santandereanos o paisas que bolivarenses y han querido conformar el nuevo departamento del Magdalena Medio, llegando incluso a postular como futura capital a Barrancabermeja (Santander) o a la segunda ciudad del departamento del Cesar, Aguachica.

En este arduo recorrido, los conquistadores llegaron a un sitio que llamaron La Tora de las Barrancas Bermejas, hoy capital petrolera de Colombia y segunda ciudad del gran departamento de Santander.

Contrario a como se pensaría que hicieron, en vez de llegar a Honda y escalar la cordillera hasta el altiplano, dejaron el río Magdalena y siguieron el cauce del río Opón, hasta encontrar la ruta que los llevaría a la parte alta de la cordillera, pasando por varios municipios de Santander y Boyacá hasta llegar a Zipaquirá, de allá continuaron a Cajicá y a Chía para encontrarse finalmente con la capital del Zipa en Bogotá.

Comprobando que allí no estaban los famosos y renombrados tesoros de El Dorado, siguieron los conquistadores por el valle de Tenza hasta Tunja (Boyacá), para entonces, su destino final era la Ciudad del Sol y del Acero, Sogamoso, por tener el templo religioso dedicado a la adoración del Sol, repleto de ofrendas y de lo más granado de la orfebrería precolombina.

Solamente bastaron el descuido y la indisciplina de varios soldados expedicionarios que ingresaron a profanar el templo con antorchas encendidas y quemaron el techo de paja de la edificación e hicieron consumir por las llamas el centro religioso más importante de la familia indígena muisca.

Para sorpresa de mis amables lectores, y sin asumir que se tratase de alguna maldición, rezo o conjuro de los nativos, el gran conquistador Jiménez de Quesada no pudo obtener el reconocimiento de sus tierras por parte de la Corona y finalizó sus días a causa de una terrible lepra en la población de Mariquita, hoy departamento del Tolima, muy cerca al Río Grande de la Magdalena que lo vio surcar sus aguas en busca de una vía hacia el Perú.

El territorio de Antioquia y gran parte del Eje Cafetero fue conquistado por el Mariscal Jorge Robledo, aunque no se descarta haber estado en la fundación de Cali y Popayán, ya que en sus inicios anduvo al lado de Sebastián de Belalcázar.

Por orden del gobernador Lorenzo de Aldana, fundó en 1539 la villa de Santa Ana de los Caballeros, hoy conocida como Anserma, en el departamento de Caldas. En 1540 fundó a San Jorge de Cartago en lo que hoy es el Valle del Cauca, y en 1541 fundó la villa de Santa Fe, que años después sería trasladada al sitio actual con el nombre de Santa Fe de Antioquia.

En una lucha por disputar el poder con el conquistador Sebastián de Belalcázar, el Mariscal Robledo fue ejecutado de forma brutal, a punta de garrote, siendo otra muerte trágica de un conquistador del Nuevo Mundo.

conquistador español, que fue nombrado gobernador propietario vitalicio de Popayán en 1540.

Su caso es similar al de otros conquistadores españoles, venía huyendo de un castigo que tenía pendiente en España y escapaba de la tremenda pobreza en que vivía.

En octubre de 1535, durante la conquista de Popayán, venció con un ejército de 100 españoles a unos tres mil indígenas, cerca al pueblo de Timbío. En 1536 funda Santiago de Cali. Afanado por encontrar las riquezas y tesoros del mítico Dorado, se encontró con Jiménez de Quesada y con Nicolás de Federman en Santa Fe de Bogotá.

Finalizaría sus días en Cartagena de Indias a causa de una penosa enfermedad, no sin antes haber sido condenado por la muerte del mariscal Jorge Robledo.

El territorio comprendido por los Llanos y el Oriente del país, tuvo en Nicolás de Federmán a su conquistador. Este alemán venía en la expedición de Ambrosio de Alfinger y Jorge Spira, nombrados por la Casa Wesler de banqueros alemanes, para explorar y conquistar las tierras entregadas por el Rey Carlos I, en pago de las deudas contraídas por La Corona.

El inicio de sus operaciones fue en territorio venezolano, país en el que tuvieron mayor eco sus aventuras conquistadoras, sin olvidar su paso por nuestro territorio en busca de El Dorado. Fue acusado por sus patrones alemanes de no haber reportado todas las riquezas adquiridas y murió en una prisión de Valladolid (España).

Los períodos históricos conocidos como descubrimiento y conquista fueron la base para dominar y, posteriormente, explotar las tierras y las gentes del Nuevo Mundo. En un corto período de tiempo, algo más de 50 años, se produjo la expropiación de tierras a los nativos y la utilización de su mano de obra a sangre y látigo hasta la muerte en labores agrícolas, mineras y de servicios domésticos. Este fue el primer genocidio cometido en nuestro continente, los millones de aborígenes que sucumbieron ante el poder de la espada y con el respaldo de la cruz, en un claro contrasentido de la doctrina cristiana que nos dice: “amaos los unos a los otros, como yo os he amado”.

Lo que se nos enseñó en la escuela desde siempre, nos hacía ver la conquista como una prodigiosa hazaña realizada por hidalgos caballeros españoles, que en nombre de Dios y del Reino de Castilla, sometieron a todo un continente, extrayendo de sus entrañas cantidades de riquezas que pasaron a engrosar grandes capitales y que incluso han podido regresar a nuestro territorio como prósperas empresas concesionarias de proyectos de gran envergadura y/o prestadoras de servicios públicos con todo el cariño de LA MADRE PATRIA.

Próxima entrega: COLONIZACIÓN

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