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PRIMER BALANCE POST INCENDIOS: LO QUE DEBEMOS APRENDER
Estamos próximos a concluir un nuevo ciclo de intensos incendios forestales y, si miramos los impactos en vidas humanas y en pérdida de bosques, flora y fauna, el balance es desolador. Y es que, a pesar de los esfuerzos, las llamas arrasaron con la vida de 26 personas, el hogar de miles de familias, más de 400 mil hectáreas de bosque y la fuente de ingreso y el trabajo de toda una vida de miles de pequeños y medianos emprendedores del sector forestal.
Pero hoy, cuando la emergencia termina y las pérdidas ya son un hecho, la pregunta que cabe es: ¿qué debemos aprender para no volver a vivir una tragedia de estas dimensiones?
Como sector vimos la importancia de tener un rol activo en la emergencia, no solo desde lo técnico -en la prevención y manejo del fuego una vez iniciados los incendios- sino ante la opinión pública, dando cuenta de los esfuerzos realizados, visibilizando los recursos puestos al servicio de la emergencia y la información entregada a la autoridad, para la mejor toma de decisiones.
En este sentido, el anuncio del gobierno de promulgar una ley de incendios debiera ser una buena noticia. Como sector hemos sido categóricos al señalar que, para que este nuevo cuerpo legal sea efectivo, debe partir por hacerse cargo de la causa de origen de esta tragedia. Los incendios en Chile no son un desastre natural, son siempre responsabilidad de la acción humana y ahí destacamos dos aspectos centrales: la intencionalidad y la negligencia inexcusable, como principales causas de la emergencia.
En la medida en que siga sin haber un imputado, o una sanción ejemplificadora para los responsables de estos incendios, el sistema dará una señal de impunidad, que es compleja para la seguridad del país y pone en jaque la validez de las instituciones. Desde la tragedia del 2017, ningún condenado por incendios ha pasado ni un solo día preso, y la multa más alta que se han pagado no supera los 360 mil pesos, algo a todas luces desproporcionado si lo contrastamos con los daños.
Es necesario que, en adelante, cuando las condiciones de seguridad y el clima lo ameritan, se decreten con celeridad los estados de excepción preventivos y que, así como condenamos con fuerza conductas irresponsables como conducir en estado de ebriedad, sancionemos también con la misma dureza, las conductas que ponen en riesgo en esos días críticos a las personas y naturaleza.
Pero sin duda, lo más importante es que seamos capaces de llegar a un diagnóstico común, que nos permita articular un trabajo permanente entre el mundo público y privado, para tomar decisiones de manera oportuna; seguir fortaleciendo las redes de trabajo, educando y generando conciencia sobre la importancia del bosque en el desarrollo sostenible de nuestro país.
Todo ello, sumado a un fortalecimiento de las medidas de manejo silvícola preventivo –algo en lo que se requiere el apoyo económico del Estado para que las pymes del sector no se queden atrás- es fundamental para no tener que lamentar una vez más un desastre de estas magnitudes.