¿Existen los MMSS ?
Por Victor Lenore En los debates sobre “nueva política”, no es raro que aparezcan referencias a los “movimientos sociales”. Una cuestión antipática, pero también crucial, consiste en averiguar si realmente existen, cuánta gente forma parte y qué influencia ejercen. El sociólogo César Rendueles se anima a contestar.
Datos del Informe Foessa 2014, capítulo sobre “Capital social y cultural en España”, página 455, párrafo final: “El 29% de asociacionismo de los españoles es un 13% menor que la media europea (42,5%). Si lo comparamos con los países que mayores tasas asociativas tienen en el continente, la diferencia es extraordinaria (Dinamarca alcanza un 91,7% de personas asociadas, Suecia tiene el 82,2% y Países Bajos el 79,5%)”. Por si fuera poco, quienes más se asocian son las clases altas: “Es posible que los conjuntos de élites hayan desincentivado o no hayan promovido la participación masiva en las grandes instituciones. El asociacionismo fue y sigue siendo mucho más elevado conforme se asciende en la la clase social de los individuos. La sociedad civil es asimétrica o desigual”. En este contexto, hablar de “movimientos sociales” suena más a deseo bienintencionado que a realidad. ¿El dato más triste sobre el páramo social que atravesamos? “La movilización ciudadana es vista como una vía relevante para abordar los efectos de la crisis: un 52,3% de la población piensa que si hubiera más movilizaciones ciudadanas se podría cambiar la sociedad. Paradójicamente, solo el 22,9% de la población manifiesta haber participado en alguna movilización en el último año. Este intenso desajuste entre pensamiento y acción ilustra en gran medida la textura del contradictorio vínculo político de nuestra sociedad”. El sociólogo César Rendueles explica los matices de la situación.
No hay movimientos sociales
“En España hay un nivel de asociacionismo y participación política muy bajo. Se sabe hace décadas y está documentado por los sociólogos. Los grandes partidos, sindicatos y organizaciones han ido perdiendo miembros y capacidad de movilizar. La izquierda, con el buenrrollismo habitual, dice que ahora han tomado el relevo los movimientos sociales. A finales de los noventa vino el auge de las oenegés, asociaciones más despolitizadas, que pocos años después pincharon como una burbuja. Luego llegó Internet y la idea de que se podía militar sin apenas salir de casa. Se supone que hoy tenemos una red difusa que conecta a todos nuestros intereses. La realidad es que existe una correlación: hay movimientos feministas, ecologistas y antimilitaristas fuertes cuando hay partidos y sindicatos poderosos. La corriente pacifista más potente que ha vivido España fue el movimiento antiOTAN, muy vinculado a los partidos de la izquierda tradicional, lo mismo que los años de auge del movimiento vecinal, que tiene mucho que ver con la potencia del Partido Comunista y los sindicatos. Me parece absurda la idea de que los movimientos son un reemplazo o incluso una mejora de las estructuras tradicionales. Sin voto de clase, no hay un relevo fácil. De hecho, lo que está pasando ahora es que el movimiento ecologista está hecho puré: muy debilitado y envejecido. Lo que más me alucina es el negacionismo: decir que los movimientos sociales viven un momento espléndido. La realidad es que lo más fuerte que tenemos son los sindicatos y mira cómo están. Que esa cosa sea la herramienta más potente de la que disponemos dice mucho de la situación”.
Colchones y abismos
“Debido a su debilidad, quienes defienden la existencia de movimientos sociales usan conceptos difusos: la multitud, el cognitariado, las mareas….Si fueran fuertes se hablarían de cosas como el compromiso o la capacidad para cambiar agendas políticas. Eso ha desaparecido. El movimiento antiOTAN tuvo el respaldo necesario para forzar un referéndum y movilizar a millones de personas. Militando en la insumisión, me di cuenta de nuestras debilidades. En un momento dado, se dio el gran paso adelante, que consistía en implicar a Izquierda Unida. Organizamos una gran manifestación que diera
visibilidad al movimiento en Asturias, incluso se contrataron anuncios en prensa, cuñas de radio y coches con megafonía por las calles. El resultado fueron trescientas personas. Esto fue en el noventaypoco. Mira el paso atrás tan grande desde el movimiento antiOTAN de 1986. La confusión sobre nuestra fuerza tiene que ver con que sí teníamos un colchón social de simpatía, incluso entre los medios de comunicación, pero de ahí a generar movimiento y agenda pública hay un abismo. Igual pasa ahora con la Plataforma de Afectados por la Hipoteca: despierta mucha simpatía social, pero es incapaz de marcar una agenda política. Consigues debate, discurso, apoyo social, visibilidad, pero no medidas concretas. Sirve como autoayuda para los afectados, que no es poco, pero no influye en cambios legislativos. No reconocer esos límites, que es una actitud de muchos militantes, me parece un triunfalismo totalmente ridículo. Por ejemplo, los ecologistas del norte de Europa sí que tienen una capacidad de influencia muy potente. En Alemania y Suecia pueden cambiar leyes”.
Homogeneidad activista
“En España apenas hay militantes de clase baja. Se pueden contar con los dedos de una mano. A los activistas les encanta hacer sociología, pero solo cuando es para fuera: el análisis sociológico hacia dentro les pone de los nervios. En algún momento habrá que ponerse a ello. La realidad son círculos muy reducidos, casi siempre de clase media, con alta cualificación académica y normalmente con alguna conexión familiar con el mundo de la izquierda tradicional. Lo peor es la incapacidad para interpelar a las clases bajas. Me refiero a la población, no a los movimientos de clase baja, porque creo que no existen. Podríamos mencionar el Sindicato Andaluz de los Trabajadores (SAT) o la Corriente Sindical de Izquierdas (CSI) en Asturias, pero no mucho más. Además, técnicamente, no son movimientos sociales, sino sindicatos clásicos. Muchos teóricos tienden a desconfiar de los partidos y de los sindicatos, cuando han sido de largo la herramienta más útil. Los movimientos de la nueva política están llenos de vieja izquierda, activistas de toda la vida, o bien sus amigos o sus hijos. Yo no quiero culpabilizar a nadie en la izquierda: por ese camino se acaba en un retórica como la que utiliza Alfonso Ussía en ABC y La Razón,
llamando “pijos” o “hijos de papá” a todo el mundo que quiere mejorar la situación política. Lo que me parece importante es saber con qué mimbres contamos, que me parecen pocos. La gente que tira del carro es porque tiene capital social y familiar para permitírselo. No propongo flagelarse, sino pensar en cómo revertirlo, ser conscientes de lo mucho que nos queda por recorrer. La ceguera ante esta debilidad quizá tiene que ver con que es doloroso reconocerlo”.
No tenemos media hostia
“Recuerdo, por ejemplo, que estuve con Nico Sguiglia de La Casa Invisible (Málaga). Me dijo una frase muy rotunda, que todavía recuerdo: “No tenemos media hostia”. Lo ilustraba con un ejemplo interesante: él hace un activismo que está cercano al trabajo social, tratando con frecuencia con personas que viven en la pobreza. Se encuentra con situaciones brutales, como gente muy sexista o con discursos reaccionarios, típicos de la derecha tradicional. Me decía que muchos activistas salen corriendo cuando escuchan comentarios de este tipo. Muchas veces nos asusta lo feo que es el mundo. El camino que tenemos por delante es desagradable. Básicamente, está todo por hacer. Buscar procesos identitarios para reafirmar lo listo, lo guapo y lo lo leído que eres no lleva a ningún sitio. En España, ser de izquierda ha supuesto tragar con una larga travesía del desierto. Durante décadas la militancia ha ido a menos, a menos y a menos. Eso ha llevado a dinámicas muy identitarias: la izquierda se convirtió en un conjuntos de consignas y de lecturas, de rituales de autoreconocimiento. Es justo lo contrario de lo que debería ser la emancipación: un proceso para interpelar a los demás y para intentar convencerlos. Cuando no se consigue, sientes que te vas dando cabezazos contra la pared y te acabas refugiando en esos discursos narcisistas. Creo que eso es lo que ha pasado y que está costando mucho salir de ahí. Tenemos que ser conscientes de que no hemos conseguido romper esa dinámica”.
La potencia del Marx periodista
“Hace poco, me invitó a dar una charla la organización universitaria Contrapoder. Estuvo muy bien, hubo unas cientocincuenta personas, superjóvenes todas, pero a mí me creó una cierta sensación de déjà-vu. Me pidieron que hablara sobre Marx y las preguntas que me hacían trataban sobre el cognitariado de Negri, sobre los problemas de la teoría laboral del valor, cosas tirando a oscuras y teóricas. Yo les dije que a mí me interesaba más el Marx periodista, el que intenta crear opinión interpelando a las grandes masas de trabajadores. Hay un Marx bocachancla, que se pasa de rosca filosofando, que me resulta insoportable. Les conté que en estos años se había producido un gran cambio. Antes se juntaba un grupo de activistas y se ponían a leer cosas tipo Deleuze. Recuerdo un colectivo centrado en políticas urbanas cuyo única actividad, en vez de leer planes de ordenación, era estudiar a Foucault. Pasaban un enorme sufrimiento con sus textos más densos absolutamente para nada. Al revés, resultaba contraproducente, porque te acabas empapando de un lenguaje y de un repertorio conceptual que te aleja de cualquier persona que no esté iniciada en estas cosas. Son esas prácticas identitarias de las que hablábamos antes. Se llega a unos niveles de lenguaje esotérico. Yo creo que hay que leer, que son útiles los materiales teóricos. A veces me llevo sorpresas porque nunca me hubiera imaginado cosas como que Laclau o Deleuze pudieran ser elementos útiles para los procesos emancipatorios de América Latina. Si me dicen que eso podría funcionar en España en 2014, me meo de risa. Muchos de esos textos me parecen infumables, idas de olla posmodernas. Nunca sabes lo que va a ser útil, pero sí me parece importante rechazar el lenguaje esotérico o elevado. Si no sabes explicar algo con claridad, es porque no lo has entendido a fondo. No veo sentido a estar proyectando todo el rato hacia afuera los términos más complejos de tu ámbito de estudio, que es otra inercia muy típica del activismo”.
Narcisismo de las pequeñas diferencias
“Al tener una izquierda tan escasa, hemos caído en el narcisismo de las pequeñas diferencias. Me gustaría poder decir que lo estamos superando, pero no me lo parece. Tampoco es un proceso exclusivo de la izquierda: le ha pasado también a la extrema
derecha, con todas sus escisiones absurdas. Por un quítame allá una frase de José Antonio se hinchaban a hostias los de Falange con los de Falange Auténtica. Todo eso viene de la frustración por la incapacidad de interpelar a una mayoría. En realidad, no existen soluciones fáciles. Lo primero es reconocer la enorme complejidad de la situación política. Luego admitir que tenemos pocas certezas. No sabemos muy bien qué debemos hacer y nos toca ir experimentando. Lo que sí tengo claro es que es bueno incorporar cierta generosidad. Cada día desprecio más el dogmatismo y la seguridad. Hay gente en la izquierda y en los ámbitos autónomos que se dedica a dar lecciones a todo el mundo, amparado en teorías pomposas y grandilocuentes, salpicadas por algún dato macroeconómico para crear impresión de credibilidad. Ese tic de dar lecciones me parece cada vez más despreciable y absurdo, un exceso narcisista, sobre todo porque tampoco es que tengan grandes masas sociales esperando sus diagnósticos. Por ejemplo, yo simpatizo con Podemos, pero respeto profundamente a quien no participa en este o en otros procesos institucionales, digamos los compañeros anarquistas. Creo que es positivo que se exploren diferentes vías. Respeto mucho menos el dogmatismo de ciertos grupitos militantes que se pasan el día especulando y que marcan líneas rígidas y menosprecian a quienes no las quieren seguir. Es uno de nuestros mayores lastres. Tenemos que quitarnos ese discurso de iluminados que domina algunos ambientes activistas minoritarios. Antes te lo podías permitir porque solo te escuchaban cuatro personas en una centro social autogestionado. Hoy es inadmisible porque tenemos la responsabilidad de servir a algo más grande que nosotros”.
Saberes prácticos
“Ahora estoy dando clases a estudiantes de Trabajo Social. Hay días que les cuento cosas sobre los problemas que atraviesan los niños y niñas madrileñas, por ejemplo con las becas comedor, y acabó aprendiendo yo de lo que explican ellos porque ya han trabajado en esos ámbitos. Cuando hablas con estudiantes de Filosofía, hay tendencia a resolver todo soltando una cita de Rancière. Creo que tenemos mucho que ganar prestando más atención a las disciplinas académicas vinculadas al conocimiento práctico.
Durante años, la sociología o politología aplicada ha sido muy menospreciadas. Ese tipo de saberes los necesitamos como agua de mayo. Menos megateorías, altamente especulativas, para explicar los movimientos financieros de las alturas y más trabajo sobre el terreno. Los debates que se están dando ahora sobre participación ciudadana están llenos de informáticos, filósofos y sociólogos. ¿Por qué no incluir trabajadores sociales? Ellos tienen un gran conocimiento de los procesos participativos y sus enormes dificultades. Muchos se saben todas las trampas porque llevan décadas trabajando con conflictos muy específicos. Por ejemplo, la autolegitimación de la administración, solo porque un día te han dejado darle a un botón para votar. La participación debería ser algo más: un conjunto de derechos y obligaciones que permitan implicarnos en la vida pública. No puede ser que todos los procesos de participación se reduzcan a problemas informáticos. Las dinámicas participativas, en todas las comunidades tradicionales, siempre han estado vinculadas a las obligaciones. Me lo contaban hace poco en un congreso en el País Vasco, donde se hablaba mucho de la institución tradicional que es la Asamblea Municipal. Una de las reglas básicas es que no podías participar si no habías colaborado en las tareas comunes, como la limpieza de los caminos o la siega de los pastos comunales. Haber contribuido era un requisito para tener voz en la asamblea. Lo que me contaban es que los trabajadores sociales iban a una asambleas del País Vasco y se encontraban con 150 personas. Les parecía suficiente y les daban un presupuesto para gestionar. Luego volvían a los seis meses y de los 150 solo quedaban dos, porque el resto se había cansado o desinteresado. Al final, lo que pasaba es que le habían dado el presupuesto a dos, con lo que ya no es una asamblea, sino que se parece más a un chiringuito, que no tiene nada que ver con la participación. Eso es muy complicado de solucionar. Decía Yayo Herrero, de Ecologistas en Acción, que lo que hace falta no son programas informáticos, sino misiones que vayan a los barrios a convencer a la gente de que participe en los problemas colectivos.Tiene razón y es muy difícil, quizá de ahí venga nuestra tendencia a buscar soluciones mágicas en la tecnología”.
Crisis política, sociedad civil y movimientos sociales: mitos y expectativas
Los escándalos de corrupción, la depresión económica y la erosión de PP y PSOE permiten imaginar un escenario de cambio constitucional en los próximos años que a diferencia de la transición de los 70, proceso supuestamente controlado por las elites políticas, vendría impulsada por la sociedad civil. Este es, junto a la transparencia, uno de los elementos comunes en los discursos sobre la renovación política de la derecha y la izquierda social o cultural.
La sociedad civil es la esfera en la que los ciudadanos se organizan de manera autónoma y diferenciada tanto del mercado y del Estado. Este espacio intermedio se compone de asociaciones voluntarias –patronal y sindicatos, ONGs, organizaciones caritativas– movimientos sociales y la esfera pública. Con alguna excepción se señala con frecuencia que una de las principales diferencias entre España y otras democracias occidentales es la debilidad de su sector asociativo, incluso en comparación con un país de la Europa meridional como Italia. Esto sería el resultado del poder histórico de la Iglesia, de la predominancia de estructuras clientelares opacas en la política y de una burguesía poco dada a la innovación social.
Sin embargo es paradójico hablar de debilidad de la sociedad civil en un país que cuenta con estructuras de un enorme impacto social tales como la ONCE o Caritas, o en el que la negociación de los convenios entre organizaciones patronales y sindicatos tiene un efecto significativo en salarios y estructura productiva.La sociedad civil española no es débil pero está muy subordinada al Estado y tiene dificultad para actuar como contrapoder. ONCE y Caritas son organizaciones que de hecho desarrollan funciones públicas con el apoyo del Estado mediante la cesión de ingresosde lotería, subvenciones o deducciones fiscales para los donativos. La patronal y los sindicatos, reconocidos en el artículo 7 de la Constitución, se han visto afectados por un descrédito muy similar al de la
propia elite política debido a escándalos de corrupción y su incapacidad de alcanzar acuerdos. Resulta por lo tanto poco creíble que la renovación política pueda venir de organizaciones asociadas con la “clase política” bien sea por relaciones de dependencia o por su similitud con la misma.
Quizá debido a la dependencia de la sociedad civil más organizada de los poderes públicos, la participación política de la sociedad civil española se suele canalizar a través de movimientos sociales. Los movimientos sociales, lejos de ser un fenómeno espontáneo de hastío son un desafío organizado a la autoridad del Estado que resulta de la acción colectiva de una constelación de organizaciones. La fuerte contestación desencadenada desde el 15M se enmarca dentro de una forma de movilización bastante habitual de la sociedad civil española: no en vano los españoles son los europeos que más se manifiestan. El gráfico muestra la normalización de la protesta política en España en los últimos tiempos, al tiempo que señala su especial intensidad en el último año.
manif1 Fuente:Informe de evaluación sobre el funcionamiento de los servicios de la Administración Periférica del Estado en 2010 y 2011, Ministerio de Hacienda y
Administraciones Públicas. Los datos excluyen las manifestaciones ocurridas en el País Vasco y Cataluña, que tienen transferidas las competencias de interior. El dato de 2012 es el facilitado en el Congreso por el Ministerio.
También indica que desde el 15M se ha abierto un nuevo ciclo de movilización, al contribuir a la activación de movimientos como l aPlataforma de Afectadospor la Hipoteca (PAH) y las mareas ciudadanas en sanidad y educación. El 15M ha contribuido a activar y a facilitar la convergencia de actores tales como sindicatos de la función pública y asociaciones de usuarios que probablemente no se hubieran coordinado de otra manera. Un ejemplo es que los indignados se han sumado a numerosas protestas convocadas por los sindicatos a pesar de su discurso crítico con dichas organizaciones.
La principal crítica hacia el 15M ha sido su incapacidad de articular propuestas políticas concretas. Sin embargo, hay que observar que los movimientos actuales son capaces de combinar la acción contestataria y la institucional. La PAH es capaz a la vez de paralizar desahucios y de reunir más de un millón de firmas en una iniciativa legislativa popular (ILP). Los médicos de la marea blanca han mantenido una huelga de casi un mes en Madrid al tiempo que plantean accionesen los tribunales y tratan de negociar las medidas con la Consejería. La combinación de estos registros de acción colectiva suponen un desafío a las autoridadesen la medida que promueven acciones de deslegitimación de las autoridades al tiempo que reivindican derechos reconocidos por la Constitución que han sido inaplicados de hecho como el derecho a la vivienda o la participación mediante ILP.
¿Quiere esto decir que los movimientos en curso son el embrión de un nuevo proceso constituyente? La respuesta tiene que ser matizada, puesto que los movimientos sociales españoles se suelen identificar con un lado del espectro ideológico – la izquierda en el caso del 15M– y por lo tanto no pueden de manera autónoma formular un consenso alternativo al marco constitucional actual. El gráfico confirma que los movimientos sociales españoles se relacionan con el ciclo político: al cambiar el gobierno se abre un
ciclo de movilización distinto. La expulsión de dos notorios militantes socialistas de la reciente manifestación de la PAH confirma la dificultad de que un movimiento social consiga reunir a colectivos alejados políticamente. Más que propuestas concretas de cambio constitucional –al fin y al cabo la principal referencia histórica de los movimientos sociales en España es el anarquismo– cabe esperar que los movimientos sociales sigan cuestionando la situación política actual como forma de obtener un cambio que tiene que venir de las instituciones de la democracia representativa.
Notas manifestaciones EL epicentro de las protestas y reivindicaciones nacionales, las manifestaciones han descendido un 38 por ciento en los siete primeros meses de este año, según Delegación de Gobierno. En lo que va de 2014, se contabilizaron 1.856 protestas, lo que significa 1.139 menos que entre enero y julio de 2013. No solo hay menos manifestaciones en Madrid, sino que también acuden menos personas. Según estos mismos datos, en el 80 por ciento de las convocatorias congregaron a menos de doscientas personas. Tendencia a la baja La Comunidad de Madrid podría ser solo la punta del iceberg de los datos que arroje el resto de España. Esta caída de las manifestaciones ya se avistaba en el informe de interior de 2013, donde el número las concentraciones cayó desde las 44.233 en 2012 hasta las 43.170 en 2013, un leve descenso del 2,5%. En cuestión de protestas, el 2012 fue el año más convulso. Con una crisis económica que hizo dispararse el paro bajo el gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero y con la llegada de Mariano Rajoy a la Moncloa en noviembre de 2011, las manifestaciones en en 2012 alcanzaron las 44.233 convocatorias comunicadas. En 2011, la cifra era casi la mitad, unas 21.297 comunicadas. Pese a que el paro y la corrupción siguen siendo los dos problemas principales de los españoles según el CIS, la mejora de la economía y la bajada del desempleo también han precipitado la caída de los conflictos laborales. Según los datos de la Confederación Española de Organizaciones Empresariales (CEOE), el número de huelgas bajó un 20,52 % en lo que va de 2014 respecto al año anterior, alcanzando las 550 convocatorias. El número
de trabajadores que las secundan también baja. Unos 176.742 personas participaron en las huelgas en los seis primeros meses del año, el 54,38 % menos que un año antes. Otros indicadores La bajada del paro y la mejora de los indicadores económicos podrían ser la causa principal, pero los expertos también apuntan a otras opciones. En 2013, según los datos facilitados por el ministerio del Interior, también se dispararon las manifestaciones prohibidas. Pasaron de 294 en 2012 a 1.682 en 2013, lo que podría desincentivar las movilizaciones. Las consecuencias de las protestas sobre el mapa político también podrían haber sido una forma de «canalizar» el descontento que hace unos meses se manifestaba en las calles. Movimientos sociales como el 15M, surgido el 15 de mayo de 2011, que parecen haber desaparecido de las calles, pueden haber tenido una respuesta política. «Se están apreciando algunos de los efectos electorales de las protestas de 2011: menor intención de voto a partidos grandes y mayor a partidos pequeños», apunta la profesora Anduiza con respecto a los resultados electorales de las últimas elecciones europeas, que supusieron un golpe para el bipartidismo. «Lo que pasa en la calle tiene consecuencias sobre lo que pasa en las urnas y esto es relativamente novedoso», zanja la socióloga.
Pulsando la protesta callejera en España KERMAN CALVO Y HUGO GARCIAMARIN (*) El incidente protagonizado por un grupo de policías municipales que, en el marco de una concentración, increparon al Concejal de Seguridad de Madrid invita a volver a reflexionar sobre qué tipo de protesta callejera desarrollamos en España: ¿Cómo protestamos? ¿Sobre qué asuntos? Abordamos éstas y otras preguntas en un reciente trabajo (“¿Qué ha pasado con la movilización social?: Continuidad y cambios en la protesta social en España”) publicado por la Fundación Alternativas en su colección ‘Zoom Político’. El trabajo parte de una
legítima curiosidad sobre el estado de la protesta social en España en un contexto de descontento con la austeridad y de indignación con la corrupción y las deficiencias de nuestra democracia; contexto que está, sin embargo, marcado también por la aparición de nuevos partidos políticos que están precisamente actuando sobre la base de ese descontento. De nuestra investigación rescatamos tres conclusiones. En primer lugar, en España se protesta en la calle más que en otros países europeos, y además de manera más pacífica (a pesar de que en otros países los niveles de asociacionismo son mucho mayores). En este sentido, la Encuesta Social Europea revela que en 2012 en torno al 25% de los españoles había participado al menos una vez en una manifestación, cuando únicamente el 9% de los alemanes o el 11% de los franceses lo habían hecho. Países igualmente afectados por la crisis, como Portugal, exhiben tasas de participación en manifestaciones mucho más bajas que las españolas. Las reacciones sociales ante el terrorismo y la continuidad del conflicto nacional explican esta peculiaridad española en lo que se refiere a los niveles de protesta en la calle; sin embargo, también contribuyen las decisiones de determinados actores políticos y sociales, como la Conferencia Episcopal, por ejemplo, que han recurrido cada vez más a la organización de manifestaciones como arma de presión política. En segundo lugar, el intensísimo ciclo de movilización puesto en marcha al calor de la lucha contra los recortes y por la regeneración política y democrática está remitiendo. Empleamos diversas fuentes para sustentar esta afirmación. Explotamos, por un lado, datos individuales de participación en manifestaciones a partir del banco de datos del CIS; estos datos revelan un aumento sostenido de la participación entre 2010 y 2013, coincidiendo con las manifestaciones del movimiento 15-M y, posteriormente, de las populares “mareas ciudadanas”. En 2011, el 21% de los españoles recordaba haberse manifestado en algún tipo de manifestación, una cifra muy alta puesta en perspectiva comparada. Estos mismos datos revelan una disminución de este tipo de participación en 2014 y 2015, a cifras en torno al 12%. Por otro lado, se dibuja el mismo patrón, ascendente entre 2010 y 2013, descendente a partir de entonces, cuando exploramos los datos oficiales de manifestaciones proporcionados por el Ministerio del Interior. De acuerdo a estas cifras, en 2010 se registran alrededor de 20.000 manifestaciones, mientras que en 2012 y 2013 se contabilizan aproximadamente 45.000, es decir, más del doble. No obstante, para 2014 (último año con datos disponibles) se registran menos de 40.000 manifestaciones en todo el territorio nacional. Es razonable pensar que esta tendencia se prolongue en 2015.
En tercer lugar, exponemos la estrecha relación que existe entre la evolución del ciclo de movilización y la evolución específica de las protestas contra la austeridad. Estas protestas, que son las más numerosas en el conjunto de la movilización, han seguido el patrón anteriormente descrito, y están, por lo tanto, en claro retroceso desde 2014. Las protestas de carácter político, que en el contexto español son muy variadas y tocan temas centrales para el movimiento 15-M, pero también cuestiones relativas a la independencia de Cataluña o a la situación carcelaria de los presos de ETA, siguen una pauta diferente, habiendo aumentando tímida, pero sostenidamente desde 2014. El gráfico 1 resume el resultado de un análisis de eventos de protesta, a partir de la cobertura realizada por ‘El País’, entre 2013 y 2015. Se distinguen en el gráfico tanto el número global de eventos como aquéllos que clasificamos como protestas contra la austeridad. Permítannos indicar que un evento de protesta es diferente a una unidad de observación en la estadística oficial del Ministerio del Interior: el primero hace referencia a una actividad de protesta contenciosa que ha sido objeto de información por parte de un determinado medio de comunicación. Una manifestación, en términos oficiales, es en realidad cualquier petición oficial cursada al amparo del Derecho Constitucional a la manifestación. Vemos en el gráfico cómo la protesta experimenta variaciones muy abruptas dentro de un mismo año. Vemos también el peso destacado de los eventos vinculados con la austeridad, así como su evolución descendente a medida que se va instalando la idea de superación de la crisis económica.
Gráfico 1: eventos de protesta, 2013-2015
Fuente: Datos propios a partir de la cobertura de la protesta por ‘El País’ Para el final dejamos la pregunta más delicada: ¿Cuánta gente participa? Nuestros datos sobre eventos de protesta nos permiten identificar aquellas protestas con una participación más numerosa. Hemos recogido un total de 37 eventos significativos para 2013, es decir, protestas con al menos 1.000 participantes. Estos eventos congregaron para ese año en torno a los 630.000 participantes en todo el territorio. La cifra es notable, pero ha ido descendiendo con los años: encontramos 23 eventos significativos para 2014, que aglutinaron a 467.000 asistentes; y para 2015, la cifra es de 20 eventos y 283.000 manifestantes. Nuestros datos señalan que son precisamente los eventos contra la austeridad los que mayor número de manifestantes están perdiendo. En suma, es necesario mantener la observación del ciclo de la protesta; la sensación de recuperación económica no elimina las razones que avivaron la protesta estrictamente política en 2011, y es evidente que el enquistamiento del conflicto catalán será motivo de nuevas y previsiblemente muy numerosas protestas ciudadanas, en uno o en otro sentido. (*) Kerman Calvo y Hugo Garciamarín son profesor de Sociología en la Universidad de Salamanca y estudiante de posgrado en la Universidad de Salamanca, respectivamente
Juan Manuel Brito: Evidentemente no se trata de una cuestión sin importancia. Se está produciendo mucha confusión a la hora de referirnos a la situación actual. No es una cuestión puramente académica, sino que definir lo más acertadamente posible lo que sucede nos puede ayudar a clarificar mejor el tipo de acción colectiva que podemos esperar, y a orientar mejor el tipo de acción que queremos desplegar en estas iniciativas. Una visión muy comúnmente aceptada es que los movimientos de protesta tienen un carácter cíclico, lo que viene a señalar que la acción colectiva se desarrolla a través de fases de movilización y desmovilización. Desde este punto de vista, por ejemplo, los nuevos movimientos de protesta habría que concebirlos como el producto de ciclo de
movilizaciones de los años o décadas anteriores, presentando elementos de continuidad y cambio con respecto a ciclos de protesta anteriores. Es decir, que si para explicar los orígenes del actual ciclo de protesta -que podríamos decir que se inicia con las manifestaciones del 15 de mayo- hacemos referencia a las movilizaciones inmediatamente anteriores de Vivienda Digna, Juventud sin futuro u otras similares, es también necesario, en una perspectiva más amplia, hacer referencia a ciclos de protesta anteriores como, por ejemplo, al ciclo antiglobalización que se inició simbólicamente con la Batalla de Seattle contra la Cumbre de la OMC (1999) y se cerró con la ola de movilizaciones internacionales contra la guerra de Irak (2003). De esta manera, podremos ver cómo de alguna manera los diferentes ciclos presentan similitudes, pero también elementos de cambio que pueden constituir novedades en la acción colectiva y en el desarrollo de los movimientos sociales. Por otro lado, estamos haciendo referencia a dos conceptos que son importantes y que conviene aclarar: la protesta social y el ciclo de protesta. Podemos señalar, algunas cuestiones de interés al respecto muy resumidamente. Un primer asunto es que nos referimos a los movimientos de protesta como un tipo de acción colectiva de carácter político, que tiene unos rasgos particulares, que son diferentes a otras formas de acción política, más convencionales o institucionalizadas. Por lo que conviene que entendamos que los movimientos de protesta son una forma única y particular de contienda política (McAdam, Tilly y Tarrow, 2005: 5): contiendapor cuanto estos movimientos
plantean una serie de reivindicaciones colectivas, que de ser aceptadas,
chocarían con los intereses de otras personas u otros colectivos sociales; política, por cuanto, de un modo u otro, los gobiernos, con independencia de su signo político, figuran en tales reivindicaciones, ya sea como objeto de las mismas o cómo árbitro de las mismas Y esto es importante, porque los movimientos de protesta no serían formas de acción antipolítica, sino genuinamente política, con unos componentes concretos e incluso con un recorrido histórico particular. Así, los movimientos sociales tienen su propia historia, diferente a otras formas políticas (Tilly, 2010). Otro aspecto a señalar es que hacemos referencia a un ciclo de protesta y conviene aclarar qué es eso del ciclo de protesta. De entrada algo de límites poco precisos. Se trata de una expresión que viene a señalar que se está produciendo un proceso de difusión, de experimentación, que se traduce en una intensificación de la protesta social tanto en el tiempo como en el espacio. Además, en los ciclos de protesta aparecen organizaciones
nuevas al calor de las campañas, al tiempo que se refuerzan antiguas organizaciones, y se crean nuevos marcos de referencia que vinculan a diversos grupos dispares entre sí (Tarrow, 2004: 201-226). Creo que hoy es fácil aprehender que eso está sucediendo, que la protesta se ha difundido y se ha intensificado, cuantitativa y cualitativamente, que se ha expandido territorialmente y socialmente. Los siguientes datos son muy clarificadores al respecto.
Respecto a la intensificación de la protesta, son también muy clarificadores los siguientes datos de 2012:
Fuentes: El Mundo, El País, Público, ABC, Agencia EFE. Elaboración propia. Por último, en relación con todo esto, creo que es interesante señalar la relación que existe entre los movimientos de protesta y el sistema político, y más concretamente con la
democratización. Lo que parece que es evidente, es que la naturaleza y el alcance de los movimientos de protesta están estrechamente vinculados a la configuración de los sistemas políticos en los que se desenvuelven. En este caso, haríamos referencia al sistema político español, tal y como se ha venido configurando desde la transición. Y en relación a la democratización, se produciría un proceso bidireccional, ya que si bien la democratización de los sistemas políticos fomentaría la aparición de movimientos de protesta y de movimientos sociales; también podemos afirmar que el surgimiento y desarrollo de éstos puede contribuir a la democratización de los sistemas políticos democráticos en los que surgen (Tilly, 2010: 241-278). En el caso español además, como tendremos ocasionar de explicar, la protesta social se ha convertido en la más relevante forma de participación política no institucional, lo que vendría a denotar los límites del sistema político español para canalizar las demandas de los ciudadanos por vías institucionales.
NM: Recogiendo los conceptos que planteas, podemos afirmar entonces que nos encontramos en un nuevo ciclo de protesta desde hace un año aproximadamente, que expresa el rechazo a las políticas económicas gubernamentales y de los organismos financieros internacionales, así como a las carencias democráticas del sistema político… JMB: Efectivamente, pero la idea que vamos a exponer aquí va más allá, ya que creo que este ciclo de protesta está desarrollando múltiples repertorios de acción colectiva y estructuras de participación, que podrían afectar a los que han venido utilizando los movimientos sociales y, también, la izquierda política. En consecuencia, el impacto político del actual ciclo de protesta habría que medirlo en relación a los cambios en el sistema político y la situación socioeconómica pero, también, en la medida que influyan en la evolución de los movimientos sociales y la izquierda política. Habría que tomar esta idea con mucha cautela ya que, como señalaste antes, el fenómeno es de muy corto recorrido y muy cambiante. Pero creo que si trabajamos en torno a ella, nos podría ayudar a situar algunas claves sobre las que poder actuar. NM: Si te parece, vamos a ir dando pasos en la explicación de esta idea… El origen del ciclo de protesta actual, lo podríamos relacionar con varios elementos, muchos de los cuales han sido abordados a largo de estos dos días en las diferentes sesiones (referencia al pie de las sesiones plenarias de EB y democracia y antipolítica). En primer lugar, causas de tipo socioeconómica: la crisis económica, el deterioro social, el aumento del paro, las políticas neoliberales de desmantelamiento del EB, etc. También causas de tipo político: el descrédito de la política institucional, de los representantes políticos, de los partidos políticos como mediadores entre los ciudadanos y las instituciones, etc. Todo esto parece evidente que está en el origen de las primeras movilizaciones importantes y en el apoyo ciudadano al movimiento 15M, por ejemplo. También se ha argumentado que los orígenes del 15M están en relación con varias experiencias, como el movimiento por una vivienda digna, Juventud sin futuro, ATTAC o el movimiento universitario contra Bolonia, entre otros. En un sentido más amplio incluso se mencionan otras experiencias que, sin participar directamente en esa primera convocatoria, habrían alimentado un clima, unos elementos culturales, una
tejido
asociativo
de
resistencia crítica, sin el que no se puede explicar su surgimiento: movimiento okupa, movimiento ecologista, redes de asociaciones de consumo sostenible, experiencias de uso alternativo de espacios públicos, iniciativas culturales críticas e independientes etc. ¿Qué otras cuestiones relevantes crees que habría que considerar?
JMB: Todos esos elementos que acabas de enumerar son muy importantes. Las causas sociopolíticas y económicas, conforman el contexto sin el que no podemos explicar el ciclo de protesta actual, y los repertorios de acción colectiva que se vienen dando no surgen de la nada, sino que están en relación con el capital social. Pero ésta sería una explicación insuficiente, si queremos realmente profundizar y poder entender en su complejidad lo que viene sucediendo. Una forma de explicar que sigue teniendo predicamento en ambientes sociales y de izquierda, es la vieja concepción marxista de que las condiciones socioeconómicas están directamente relacionadas con el grado de contienda política en una sociedad. Es la vieja idea de las condiciones objetivas, que no explica porqué en lugares de peores condiciones socioeconómicas la contienda política se puede dar en menor medida. Según esta concepción el aumento del paro y las desigualdades a los niveles que tenemos en la actualidad nos deberían situar en una extensión mayor de la conflictividad de la que se da. Pero hace mucho tiempo que esta afirmación se ha visto superada por los estudios sobre la protesta y los movimientos sociales, introduciendo otros elementos de tipo político y social. NM: ¿Te importaría desarrollar más esta última idea? ¿Me refiero a qué otros elementos habría que tener en cuenta a la hora de intentar explicar el nacimiento y evolución de los movimientos de protesta, y en concreto el actual ciclo de protesta en España? JMB: Lo voy a tratar de manera muy sencilla para que se pueda entender, a riesgo de caer en alguna simplificación o esquematismo. La situación de crisis y las políticas de gestión de la crisis que han hecho los gobiernos desde el comienzo de las mismas son factores que conforman el contexto, y sin ellos no se puede entender que haya surgido un nuevo ciclo de protesta. Conforman el contexto de surgimiento y ayudan a explicar, por ejemplo, que algunas ideas hayan ido mayor relevancia frente a otras. Pero los contextos de surgimiento no ayudan a explicar por si solos la naturaleza, la evolución y el alcance de los movimientos de protesta. Para poder entender estos elementos hace falta hacer referencia a una serie de factores que tienen que ver con el sistema político, las estructuras de movilización –el capital social- y los procesos de enmarcamiento que se dan en los movimientos (McAdam, McCarthy y Zald, 1999). En concreto, un elemento a considerar y que podemos tomar como punto de partida para la explicación, es el que tiene que ver con la relevancia que ha ido tomando a lo largo de los últimos treinta años la protesta social en la sociedad española, como forma predominante de
participación política y, más concretamente, la participación en las manifestaciones (Adell, 1998 y 2000; y Jiménez, 2005 y 2011). Los estudios sobre participación política señalan de manera insistente el bajo tono participativo de los españoles en la mayoría de las formas de participación no electoral, desde la participación en asociaciones a grupos de interés, ONG o movimientos sociales. Sin embargo, esta pauta no se mantiene en lo referente a la participación en manifestaciones, donde los resultados de las encuestas sitúan a España de manera reiterada a la cabeza a nivel europeo. En un estudio realizado recientemente (Jiménez, 2011), se muestra como en las cuatro olas disponibles hasta el momento de la Encuesta Social Europea (ESS), realizadas durante la década pasada, España ha encabezado, salvo en una ocasión que aparece en segundo lugar, la lista de estados con porcentajes más elevados de asistencia a manifestaciones durante los doce meses previos a la realización de los estudios.
El Gráfico 1 presenta los porcentajes promedios de los 16 países que han participado en estas cuatro ediciones de la ESS. Como puede apreciarse, con un promedio de un 21 por ciento, España dobla los porcentajes promedios para las muestras totales y, entre los países seleccionados, solo Francia se le acerca en el recurso a esta forma de protesta. Sin embargo,
España, a diferencia de este país, se caracteriza por situarse en la media o por debajo de la media en otras formas de participación como la firma de peticiones u otras acciones de menor conflictividad política.
Aunque el objetivo de este trabajo no es explicar la propensión de los españoles a la protesta social en la interpretación de los datos que se exponen subyacen especulaciones sobre esta cuestión que son relevantes para lo que estamos comentando aquí. La interpretación que se
realiza
considera
que
“la
prominencia de la manifestación en España puede
vincularse, en primer lugar y en su origen, a la particular falta de sensibilidad del sistema político para considerar y gestionar las demandas de actores no institucionalizados (desde agrupaciones de ciudadanos a movimientos sociales) a través de los canales formales establecidos (desde los vinculados a la competencia electoral hasta los relacionados con las peticiones, el recurso a los tribunales, etc.)” (Jiménez, 2011: 20). De alguna forma, el repertorio político (y ese bajo tono participativo general) sería fruto de un sistema político español, en contraste con las democracias del entorno, poco receptivo y abierto a las demandas o intereses excluidos de los procesos políticos, de tal manera que la receptividad institucional se haría más dependiente de la existencia de conflicto social (Jiménez, 2005).
Así, el recurso a la manifestación se habría ido incorporando a la práctica y la cultura política de los españoles como una forma habitual de expresión política que, en un proceso de aprendizaje social, se habría ido extendiendo tanto a sectores nuevos de ciudadanos como a actores políticos que tradicionalmente no suelen participar en manifestaciones.
De este modo, hablaríamos de una “normalización de la protesta social” cuyo dato más significativo es el hecho de que sectores que tradicionalmente no recurrían a la misma lo habrían venido haciendo paulatinamente y cada vez más (partidos conservadores, la Iglesia católica, incluso las autoridades y gobiernos autonómicos o locales), siendo también significativo, el aumento de las movilizaciones que podemos encuadrar “espontáneas” o autoorganizadas. Todo esto nos ayudaría a comprender que hoy ya no se pueda identificar tan claramente la protesta social como exclusiva de determinados sectores políticos o, por ser más claros, con la izquierda.
Como puede verse en el Gráfico 3, entre 1980-2008 el número de personas que participaron en alguna manifestación se dobló en el transcurso del tiempo, pasando del 20% (1980) al 50% (2008).
En definitiva, creo que este tipo de consideraciones, que no han estado muy presentes en muchos de los análisis sobre el movimiento 15M y sobre el ciclo de protesta actual, ayudan a entender más adecuadamente el origen y la intensidad de la protesta actual, pero también nos ofrecen algunas pistas sobre el modo de actuar de las autoridades en este contexto. Además de este tipo cuestiones más estructurales, habría que tener en cuenta factores más coyunturales, como el hecho de que el ciclo se inicia con el gobierno socialista de Zapatero y las
convocatorias
electorales.
Estos
dos
elementos
coyunturales
nos
ayudan a
comprender el origen y el éxito de las movilizaciones del 15M, que no podemos analizar sin considerar que las movilizaciones vienen en un momento de crisis profunda del gobierno socialista en cuanto a apoyo electoral. La debilidad del gobierno, la debilidad de los alineamientos políticos (el fracaso de la táctica de geometría variable del gobierno de Zapatero) y el contexto electoral son elementos coyunturales fundamentales que facilitaron el éxito del movimiento 15M en un primer momento, pero que también condicionaron su evolución, sobre todo tras el 20 de noviembre con la victoria del PP en las elecciones generales. En este sentido, también influyó -y está influyendo- de manera importante el modo diferente en el que los gobiernos han modulado los modos de actuación policial en los actos de protesta. NM: Sobre la cuestión de la violencia volveremos más tarde. Me interesaría ahora intentar caracterizar el ciclo de protesta, señalando algunos de los elementos más relevantes. Como por ejemplo, la relación entre el movimiento 15M y el ciclo de protesta actual… ¿Qué papel crees que ha jugado el denominado movimiento 15M en el ciclo de protesta actual? JMB: Ya hemos comentado algunas cuestiones… Por ordenar un poco la exposición, comenzaría señalando que hasta el momento en el ciclo de protesta podríamos diferenciar dos fases. Una primera etapa, con el surgimiento de la protesta, con el éxito de las movilizaciones del 15M y la configuración del movimiento de protesta en torno a las mismas, desde el 15 de mayo hasta el 20 de noviembre de 2011. En este momento se desencadenan las primeras exigencias, demostrando muy claramente la vulnerabilidad del gobierno, pero también las debilidades de los movimientos sociales y las organizaciones tradicionales. Fue un momento
de mucha incertidumbre y experimentación en relación a los repertorios de acción y las estructuras de organización. Una etapa de enorme simbolismo, también. Una segunda etapa, en la que se produce una extensión e intensificación de la protesta, condicionada por el cambio político y la llegada al gobierno del PP, en la que han ido tomando un mayor protagonismo actores tradicionales (sindicatos, organizaciones sociales, la izquierda política) junto con lo que ha quedado organizado de la primera etapa del ciclo de protesta, en torno al movimiento 15M, y que hoy se expresa claramente en torno a las iniciativas de “Rodea el Congreso”. Esto que se viene dando desde el 20 de noviembre, pasando por la Huelga general del 29 de marzo, llegaría hasta la actualidad, y es bastante visible, por ejemplo, a través del hecho de que en el último mes ha habido dos grandes convocatorias de actores distintos con un amplio apoyo social: la manifestación del 15 de septiembre convocada por la Cumbre social; y las movilizaciones de Rodea el Congreso del 25-S. El movimiento 15M logró conectar con una parte importante de las opiniones, expectativas y necesidades de la sociedad, que ya venía expresando su opinión crítica con la dinámica política española, con los grandes partidos e incluso con los grandes sindicatos. Recordemos que apartidismo y asindicalismo eran dos conceptos que han estado muy presentes en el movimiento 15M, en la acampadas, en las asambleas de pueblos y barrios… Lo más relevante para mí es el peso que ha ido tomando lo que podríamos denominar como ciudadanismo, sobre el que no tengo una valoración negativa, ya que el movimiento 15M sirve para que muchísimas personas afronten un cambio de conciencia en relación a su papel individual como ciudadanos responsables, críticos y activos; pero también en una dimensión más colectiva de ciudadanía, de sociedad cívica. De hecho, el movimiento 15M conectó directamente con amplios sectores de la sociedad porque se hizo caja de resonancia de una serie de valores, actitudes e ideas que estaban presentes en una parte importante de la sociedad, y que sirvieron de base para desarrollar ese fuerte componente democratizador que ha caracterizado al ciclo de protesta actual. En este sentido, podríamos identificar al movimiento 15M en conexión con muchas ideas del republicanismo político, como un mayor empoderamiento de la ciudadanía, un mayor uso de mecanismos de participación y deliberación democrática, etc. Sin embargo, también se ha desarrollado desde ahí, cierto carácter populista, en la medida que han aparecido muchas ideas y propuestas que plantean una idea de democracia desprovista de todo tipo de controles institucionales, incluso de órganos de representación… La antipolítica había sido una constante en la cultura política
de los movimientos sociales en la España tradicional hasta el franquismo, pero había desaparecido en el antifranquismo y durante la transición, momento en el que los movimientos sociales se involucraron plenamente en lucha por la democratización (Álvarez Junco, 1994). Este es uno de los aspectos más preocupantes, la reaparición de la antipolítica como un elemento que ha ido ganando terreno en la protesta actual. Por otro lado, es muy importante entender que la rápida extensión del movimiento 15M está vinculada a uno de los elementos más interesantes y potenciales de toda la experiencia del 15M: su carácter abierto, plural y participativo. Creo que en esto tuvo mucho que ver el carácter autorreferencial que se dio en las estructuras de organización del movimiento. Cualquiera, al menos teóricamente, podía montar un grupo del 15M, una asamblea, una página de facebook, un blog o una web… Es decir, que muy rápidamente se generaron espacios en los que los seguidores se podían autoorganizar, que favorecían la participación en los ámbitos más cercanos. Espacios en los que seguidores del 15M se autorrealizan y construyen el significado de lo que son y lo que hacen, y desde ahí se va construyendo cierta identidad 15M compartida cargada de simbolismo, pero que, al mismo tiempo, se ve atrapada por su fuerte carácter autorreferencial, ya que paralelamente se van fortaleciendo los procesos de individualización y autorrealización de los activistas, hasta tal punto, que las estructuras organizativas, las acampadas o las asambleas, dejaron de ser sólo un instrumento para ser una meta en sí mismas, lo que paradójicamente creo que ha contribuido a debilitar paulatinamente al movimiento 15M. Está por ver el impacto político del 15M, pero en lo que respecta a los repertorios de acción, las estructuras de movilización y la participación, intuyo que se han abierto una serie de cuestiones que los movimientos sociales, las ONG, e incluso los sindicatos y los partidos de izquierda no van a poder evitar afrontar si quieren seguir desempeñando una labor de intermediación con amplia base social. NM: En muchas ocasiones se ha vinculado el movimiento 15M, y el ciclo de protesta actual como una expresión de ideas y formas de acción colectiva de la izquierda. Sobre esto, do preguntas: ¿En qué medida estas ideas y repertorios de acción colectiva están presentes en el ciclo de protesta actual? Y a la inversa ¿en qué medida se está influyendo desde el ciclo de protesta en la izquierda?
JMB: Este es uno de los asuntos que apuntábamos al comienzo. El impacto político del ciclo de protesta actual, habría que situarlo muy relacionado con la situación de la izquierda política y social, incluyendo los movimientos sociales y las ONG. Es algo sobre lo que habría que estar pendientes de cara al futuro. Por ahora es difícil verlo con claridad. Pero sí podemos señalar algunas cuestiones que nos situarían en la perspectiva que apuntamos. En primer lugar, habría que señalar que al igual que con la acción colectiva, el campo de las ideas habría que verlo en perspectiva, es decir, en relación a los marcos de ideas anteriores y al peso que en una sociedad tienen determinadas ideas o culturas políticas. En este sentido, es muy interesante el nuevo libro de Eugenio del Río (2012), que afronta estas cuestiones y puede ofrecer luz en este sentido. En el terreno de las ideas, al menos durante el primer período, los movimientos de protesta han sido muy plurales, pudiendo identificar algunas ideas provenientes de ámbitos de la izquierda política y social: la crítica al modelo económico, la tasa Tobin, la idea generalista de democracia participativa… Pero no podemos afirmar que los marcos ideológicos de la izquierda hayan conformado la
identidad del movimiento. Estas ideas se han ido
combinando con otras que trascendían las propuestas de izquierda, de clara inspiración democratizadora, que, como ya comentamos anteriormente, podríamos identificar con ideas cercanas
al
republicanismo: reforma
del sistema electoral, desbloqueo de las
listas
electorales, división de poderes, despolitización de la justicia, denuncia de la corrupción, mecanismos de rendición de cuentas y transparencia, etc. A lo largo del tiempo, y sobre todo a partir de la Huelga General del 29-M, creo que se puede observar cómo han ido ganando terreno ideas más ortodoxas de la izquierda tradicional: clase obrera, lucha de clases, revolución, contradicción capital-trabajo, determinismo económico… Tal vez, como producto de cierto debilitamiento ideológico del 15M y una mayor presencia de actores más tradicionales ideológicamente de la izquierda. Por otro lado, creo que se puede establecer una relación entre el surgimiento del ciclo de protesta y su caracterización con el declive de la izquierda. Parece evidente que hay síntomas de agotamiento de la izquierda tradicional para dar respuesta a las nuevas necesidades y expectativas de la sociedad actual, se ha agotado su capacidad de enunciación de la utopía y el cambio social (Cháves, 2012). El fuerte sentido asindical y apartidista en el movimiento, sería una forma de expresar el rechazo a las formas organizativas jerarquizadas e institucionalizadas que representan los sindicatos mayoritarios y el mundo político oficial. En este sentido, la protesta actual ha subrayado la necesidad de democratización de unos y de otros, encontrando, por lo general,
escaso eco en los mismos, más allá de una retórica que en poco o nada se ha concretado. Esto abriría una incógnita de cara al futuro, ya que estaría por ver en qué medida la protesta social va a evolucionar en relación a la creciente necesidad de confluencia de las fuerzas que se oponen a las políticas gubernamentales. Por último, habría que decir que desde hace años estamos asistiendo a un proceso de individualización de la política (Dalton, 2000), que genera ciudadanos más críticos, electoralmente más volátiles, y donde la participación política estaría cada vez menos fundamentada en la posición social de los ciudadanos y la mediación de identidades fuertes (como las tradicionalmente vinculadas a la identificación partidista o los sindicatos, pero también a las ONG u organizaciones sociales), y más en las actitudes individuales hacia temas específicos de interés personal (más cambiantes en el tiempo). Este tipo de procesos que se están identificando tienen implicaciones importantes de cara al modo en que los movimientos sociales y las ONG, por ejemplo, plantean sus reivindicaciones, se organizan y planifican su acciones. NM: En el ciclo de protesta actual, internet, las nuevas tecnologías y las redes sociales están jugando un papel destacado. El uso de la red forma parte importante de este ciclo. Esto ha quedado meridianamente claro desde el 15M, constituyendo incluso uno de los elementos de identidad del mismo. No es algo totalmente novedoso, los inicios del movimiento antiglobalización, la Batalla de Seattle en 1999, dieron lugar a la red Indymedia; otro ejemplo lo tenemos en España, en las movilizaciones del 13 de marzo (tras los atentados del 11M en Madrid), en las que los teléfonos móviles jugaron un papel crucial en la extensión de las noticias y la movilización. Las imágenes sobre la propagación de la información a través de la red que hemos podido ver en el video anterior muestran muy gráficamente la intensidad de las comunicaciones. Se ha creado, además, cierta idea de contrapoder en la red, de contrainformación y de organización en las redes sociales. Hay incluso quien participa sólo a través de las redes sociales. El siglo XXI ha traído consigo cambios importantes de la mano de las nuevas tecnologías y su influencia en la acción colectiva. Y esto ha suscitado muchas preguntas: ¿Están las nuevas tecnologías de la información transformando la acción colectiva, la protesta,
incluso los movimientos sociales? Si es así, ¿cuáles serían sus efectos? ¿Cómo
interactúan las nuevas tácticas y formas de organización en los movimientos sociales? O
¿Hasta qué punto los cambios en la acción colectiva y la contienda política son resultado de los cambios en las nuevas tecnologías? JMB: Bueno, son muchas cuestiones, y disponemos de muy poco tiempo. Es un asunto muy complejo con multitud de variables a considerar, y tampoco soy un especialista en el asunto. Lo primero sería reconocer que los movimientos sociales del siglo XXI han integrado muy fuertemente las nuevas tecnologías en sus organizaciones y en sus acciones. A partir de ahí, habría que plantear la influencia de las nuevas tecnologías con cierta cautela. Charles Tilly, propuso cuatro advertencias para afrontar esta cuestión, que creo que son importantes a la hora de abordar esta cuestión (Tilly, 2005: 14): (1) Evitar el determinismo tecnológico: lo que pueda aparecer de novedoso en los movimientos sociales resulta de los cambios en los contextos sociales y políticos, más que de las innovaciones tecnológicas como tales. (2) Las innovaciones tecnológicas del siglo XXI (al igual que en los siglos XIX y XX) operarían siempre dos maneras: por un lado, disminuirían los costes de coordinación entre los activistas que ya están coordinados entre sí; por otro lado, excluirían incluso de forma más definitiva a aquellos que carecen del acceso a los nuevos medios de comunicación, y por tanto, incrementando la desigualdad en las comunicaciones. (3) La mayor parte de la acción colectiva y de la protesta social del siglo XXI sigue dependiendo de formas de organización locales, regionales, nacionales, estatales que ya predominaban en el siglo XX. (4) Evitar la visión unilateral de que la confrontación entre globalización y antiglobalización condiciona absolutamente la escena de la protesta social y los movimientos sociales. NM: También es cierto, que el papel jugado por las redes sociales, lo que se gesta de realidad en ellas, se capta con dificultad desde fuera. Estamos acostumbrados a evaluar la envergadura de los movimientos por lo que vemos en la calle, por la amplitud de las convocatorias, por el número de gente que suponemos organizada. Todavía cuando se habla de la continuidad de la protesta tendemos a focalizar nuestra atención sobre las manifestaciones. Sin embargo, conviene tener en cuenta la evolución en relación al papel
que juegan y podrían jugar las nuevas tecnologías. Hay incluso quien plantea un tipo de acción colectiva exclusivamente en las redes sociales o internet. ¿Cómo lo ves? JMB: Internet y las nuevas tecnologías de comunicación, han servido para romper la conciencia de aislamiento de muchas personas, lo que es importante a la hora de extender la contienda política a gente de zonas aisladas o zonas donde hay poca organización social. La transmisión de experiencias de otros lugares, de casi cualquier lugar del planeta, ha sido impresionante (Grecia, por ejemplo; las movilizaciones en Túnez y Egipto, y desde Madrid, se podía seguir en directo la Acampada de Sol las 24 horas). Además se ha extendido la idea de contrainformación, de contrapoder en la red. A ello ha contribuido todo el asunto de wikileaks, el papel en las revueltas árabes, el incremento del hackactivismo: ataques a páginas institucionales y de bancos, etc. Pero, me parece poco probable y poco realista, al menos en el corto y medio plazo, que la protesta se pueda configurar sólo en la red y seguir teniendo éxito. Sin embargo, sí deberíamos prestar atención a determinados aspectos. Las nuevas tecnologías facilitan nuevas formas de intervención política, hasta tal punto que su uso está dando lugar a un nuevo repertorio de acciones, y está influyendo en las estructuras de movilización. Se están estableciendo redes flexibles, donde la conexión a través de móviles e internet permiten prescindir de la necesidad de pertenecer o vincularse a organizaciones locales, al tiempo que aumentan las ventajas estratégicas de organizaciones y grupos con escasos recursos. En este sentido, estarían conviviendo dos fenómenos paradójicos: por un lado, un reforzamiento del carácter autorreferencial, al que antes hicimos alusión, que se expresa muy fuertemente en la red, a través de multitud de blogs, webs de personas o iniciativas que se enmarcan dentro del actual ciclo de protesta. Cualquiera de nosotros, cualquier grupo de amigos, cualquier asociación puede poner en funcionamiento un blog, una web, una página de facebook o twitter, en las que iniciar su activismo, conectado a los centros de difusión del mismo directamente, sin intermediarios. Y este es precisamente el otro aspecto, ya que parece que lo que viene sucediendo es un debilitamiento de las lógicas de identificación, la intermediación y la representación (Nadie representa al movimiento, ni este representa a sus participantes). Esto nos situaría en un plano diferente, ya que dificulta la construcción de una identidad colectiva (que había sido uno de los elementos centrales en la configuración de los movimientos sociales), y reduciría las posibilidades de influencia de una ideología o de un marco de ideas. Una parte del ciclo de protesta actual que se expresa
en las calles, está muy influenciado por esta tendencia como consecuencia de una lógica muy presente en la red. Indudablemente, este tipo de aspectos que afectan a la representación, la intermediación de las organizaciones (y no sólo de los partidos o los sindicatos, sino también de las asociaciones o las ONG), también revelarían una descentralización mayor, una mayor autonomía y una gran imprevisibilidad de las acciones colectivas, suscitando problemas de coordinación, control y responsabilidad sobre los que no nos podemos detener ahora, pero sobre los que sería importante reflexionar críticamente, ya que todo parece indicar que van a tomar cierta relevancia en este ciclo de protesta y otros movimientos en un futuro próximo. Con todo ello, Internet y las nuevas tecnologías no han logrado sustituir las reuniones físicas, ni tan siquiera las acciones más tradicionales. Es relevante que entre tanto avance tecnológico, la manifestación, un tipo de acción que se inventó en la Gran Bretaña del siglo XVIII (Tilly, 2007: 69-73) siga siendo la principal acción del actual ciclo de protesta. Sin internet muchos activistas no se hubiesen conocido, pero sin las reuniones, las asambleas y las acciones de protesta en las calles y plazas probablemente el movimiento de protesta hubiera decaído muy rápidamente. NM: Otro aspecto sobre el que se ha venido hablando mucho últimamente, es el relacionado con el de la violencia. Aquí nos encontramos con dos cuestiones. Por un lado, el hecho de que la no-violencia ha sido una de las señas de identidad del movimiento 15M y del conjunto de movilizaciones del ciclo de protesta, con alguna excepción evidente, pero muy localizada. Esta es además una de las claves que puede ayudarnos a explicar el alcance social de la protesta. El pacifismo es un
valor bastante
arraigado en el conjunto de la sociedad española y muy particularmente en los jóvenes. Se trata de algo ya conocido, que tuvimos ocasión de ver durante las movilizaciones contra la guerra de Irak en 2002. Estaría bien que te detuvieras un poco en esto… El otro asunto relacionado con la violencia es el de la represión policial y la criminalización de la protesta por parte del gobierno. Esto ha tomado especial relieve a partir de
las
acciones de “Rodea el congreso” el pasado 25-S. Ya comentaste anteriormente que uno de los elementos que había que considerar a la hora de analizar el alcance de la protesta, era el
factor de la violencia y la represión policial. ¿Qué papel ha jugado y juega en el caso del ciclo de protesta español el modo en que la policía maneja los actos de protesta social? JMB: Con respecto, a lo primera cuestión que planteas me parece algo meridianamente claro lo que dices, y creo que el pacifismo va a seguir siendo uno de los elementos a destacar por parte de la mayoría del movimiento, aunque seguramente haya grupos minoritarios, pero muy activos, que no van a evolucionar en la misma dirección, y en la medida que la conflictividad social pueda ir aumentando y que se den situaciones de endurecimiento de la acción policial, desde una estrategia del victimismo que ya se ha visto, aprovechen para una justificación de la acción violenta y una intensificación de acciones violentas en las movilizaciones. Esto podría llevar a situaciones de pérdida de apoyo de las acciones de protesta. De hecho, la violencia suele ser un fenómeno que provoca “contradicciones culturales” en el seno de los movimientos (Zald, 1999: 378-380), dando lugar a una polarización en torno a esta cuestión no sólo entre los activistas, sino también en la opinión pública. Por otro lado, en relación al modo en que la policía ha manejado las acciones de protesta en el último año y medio aproximadamente, es evidente la relación que se da con los cambios de gobierno. En un momento muy delicado para el PSOE, el modo de manejar las acciones de protesta fue bastante tolerante con la protesta en general, con un tipo de intervenciones, salvo alguna excepción muy focalizada, selectivas y blandas. Hay que recordar que durante las movilizaciones de mayo de 2011, se produjeron episodios de desobediencia civil importantes como la movilizaciones en distintas ciudades durante la jornada de reflexión de las elecciones de mayo, que fueron prohibidas por la Junta Electoral, en las que, por lo general, no hubo una reacción policial dura. Se permitió un acto ilegal. Con la llegada del PP al gobierno el cambio de estrategia ha sido evidente, y se ha producido un cambio en los modos en que la policía maneja los actos de protesta. En este sentido, lo primero que ha hecho este gobierno es intentar deslegitimar la protesta, presentando las movilizaciones como problemas de orden público, con las consiguientes prohibiciones, trabas a los recorridos, imposición de horarios, etc. El que una acción de protesta se defina como el ejercicio de un derecho ciudadano o como una disrupción del orden público tiene consecuencias importantísimas para la legitimación de los actores (Della Porta, 1999: 104). En este sentido, esta actuación del gobierno del PP es muy típica de los momentos de intensificación de la protesta, pretendiendo que la cuestión de los derechos de los
manifestantes y la represión policial se convierten en una cuestión controvertida en la opinión pública. La actuación policial en torno al 25-S supone un importante paso en esta dirección. En primer lugar, pretende situar el foco de atención en la cuestión de la violencia y la legitimidad de las acciones, situando en un segundo plano las reivindicaciones de la protesta, que sitúan al gobierno en el centro del problema. En segundo lugar, se pretende crear una imagen pública desfavorable de los activistas, mediante la confusión y la desinformación. En tercer lugar, se persigue la desmovilización de una parte de los movilizados y el fomento de conflictos internos, las “contradicciones culturales” en torno al uso de la violencia a las que anteriormente hice referencia). En este sentido, la reacción del movimiento en los días posteriores al 25- S tuvo mucha importancia, ya que lo que estaba en juego, fundamentalmente, era la legitimidad del movimiento, la reafirmación del compromiso colectivo de los activistas y la reafirmación de la protesta social como esencialmente pacífica. Además, la denuncia de los comportamientos policiales no se ha hecho mayoritariamente desde el victimismo, sino desde un sentido muy democratizador, de demanda de derechos fundamentales y mayores garantías, exigiendo, por ejemplo, una mayor visibilidad de los números de identificación de la policía, como mecanismo de defensa de los derechos fundamentales ante los excesos en el modo de actuar de la policía. Por último, habría que añadir dos cuestiones importantes. La primera es que el gobierno, no parece hacer conseguido sus propósitos por ahora del todo, aunque esto haya que analizarlo a lo largo del tiempo, ya que su impacto sobre la dinámica del movimiento de protesta está por ver. La segunda cuestión es que la actuación judicial puede jugar un papel importante también. Al contrario de lo que ocurre con la mayoría de los delitos, atentar contra el orden público tienen una definición jurisdiccional muy vaga. Así, las actuaciones judiciales pueden favorecer o limitar
las oportunidades políticas del movimiento. Las decisiones
judiciales, como la última del juez de la Audiencia Nacional Santiago Pedraz, absolviendo a los acusados del 25S, pero también otras actuaciones judiciales anulando prohibiciones de manifestaciones o acciones de protesta social, favorecerían el alcance de la protesta social. En este sentido, parece que la jurisdicción española es muy tolerante y favorable a proteger el derecho ciudadano a la protesta, de ahí que en círculos del gobierno se esté planteando la necesidad de un cambio legislativo que limite la protesta. Lo que está claro, es que este va a
convertirse en un asunto relevante en los próximos meses, y habrá que tenerlo muy en cuenta de cara al alcance del ciclo de protesta actual. NM: Antes de finalizar, me gustaría que nos detuviéramos en un último asunto. Las primaveras árabes dieron comienzo a una oleada de movilizaciones en diferentes zonas del planeta. En todo este tiempo, muchos gobiernos de diverso signo y naturaleza (Irán, Túnez, Egipto, Libia, Bahrein, Libia, Grecia, Islandia, España, Italia, Estados Unidos, Chile, etc.) se han visto enfrentados a movimientos de protesta, evolucionando de formas muy diversas cada uno de ellos. Todo esto ha facilitado que se haya extendido cierta idea de que nos encontramos ante fenómenos que, en principio, podría presentar elementos muy parecidos. Hasta tal punto que hay muchos analistas y activistas que se refieren a la ola de movilizaciones como “un nuevo ciclo rebelde global”, un nuevo ciclo de respuesta al neoliberalismo global, al intervencionismo de las potencias occidentales en los países del Sur, y que sería en cierta medida, la nueva expresión de un internacionalismo, que ya se expresó en el ciclo antiglobalización que tuvo su apogeo durante los años 90 y comienzos del nuevo siglo, finalizando
con las movilizaciones contra la guerra de Irak ¿En qué medida la ola de
movilizaciones que comenzó en 2011 es un fenómeno
de naturaleza global?¿Qué
elementos definirían esas posibles interrelaciones?¿Qué peso tienen los factores estatales? JMB: Quienes vienen defendiendo con más fuerza ese enfoque entienden la ola en curso como un proceso que tiene unas características generales que deben interpretarse en su globalidad y, al mismo tiempo, una concreción específica en cada estado. Un primer problema de quienes ponen el acento en la globalidad, es precisamente una concepción y un uso muy generalista y abierto de globalización. A ello hace referencia Alain Touraine cuando afirma que “la idea de globalización que se ha extendido es básicamente una construcción ideológica porque trata de convencernos de que el mercado internacionalizado actual que conocemos y, por ejemplo, la sociedad de la información son una sola cosa, e incluso, la hegemonía norteamericana. Los tres fenómenos son muy importantes, pero no conforman un fenómeno unitario” (Touraine, 2001: 32). Y esto es un problema en la medida que la globalización se convierte en un concepto cajón de sastre, que en lugar de clarificar y ofrecer luz sobre determinados aspectos, se convierte en algo muy ambiguo.
Además, la globalización no basta para explicar cuando la gente emprenderá acciones colectivas o no lo hará. Cuando se define la ola de movilizaciones en diferentes zonas del planeta como un nuevo ciclo de protesta global se está poniendo el acento en que lo que define a los movimientos de protesta lo encontramos en esa idea de globalización, en una serie de interrelaciones e interdependencias que definen su naturaleza y condicionan su alcance. Pero no basta con señalar esto, sino que hay que explicitar concretamente qué interrelaciones e interdependencias se están dando, y es ahí cuando se recurre a una idea de globalización muy generalista y ecléctica. De este modo, creo que se construye un internacionalismo, que es más una construcción ideológica que un hecho real, al menos, en su conjunto. La oleada de protestas que comenzaron hace un año han estado más bien relacionadas con la lucha contra los gobiernos autoritarios, las dictaduras, el ataque a los derechos humanos y con las diversas reivindicaciones de democratización y, en estos casos, la relación con la globalización neoliberal no es tan directa como suponen muchos activistas y analistas. Desde mi punto de vista, la naturaleza, el desarrollo y el impacto político de los movimientos de protesta que se vienen dando, están muy condicionados por las estructuras de oportunidad política, el capital social y las culturas políticas en el ámbito estatal. Esto no quiere decir que no haya que tener en cuenta el peso que tienen factores de tipo transnacional o supraestatal, pero incluso en este tipo de factores encontramos ciertas diferencias en cada contexto estatal o regional. Creo que esto es muy claro en relación a los países árabes, pero también con respecto a Europa. Indudablemente, en la oleada de movilizaciones actual podemos encontrar algunas interrelaciones, que habría que situar más en un plano de tipo simbólico. Pero este simbolismo no define la naturaleza y el alcance de los movimientos de protesta, sino que se sitúan en un terreno más abstracto, que han contribuido a conformar cierto imaginario común: la democratización (que en cada contexto estatal tiene una naturaleza y un alcance muy diverso), la ocupación de espacios públicos, las grandes movilizaciones en las ciudades, la utilización de las nuevas tecnologías y las redes sociales, el papel activo de la juventud, etc. Como ha señalado Sidney Tarrow, este uso
de
símbolos globales para orientar las
movilizaciones en el ámbito local o estatal, puede ayudar a generalizar y aportar energía a
unos movimientos cuyas reivindicaciones son predominantemente estatales y vincularlos simbólicamente con personas que nunca han conocido y con movimientos cuyas causas sólo están remotamente relacionadas con las suyas. Pero lo cierto, es que los movimientos de protesta están muy enmarcados en sus respectivos sistemas políticos estatales, es ahí donde se traduce en un primer momento su impacto político, lo que hace muy difícil que se adopte una forma global de pensamiento y de acción colectiva (Tarrow, 2010). Dicho esto, sí es cierto que podemos hablar de que algunas de las movilizaciones del actual ciclo de protesta, como la del 15 de octubre de 2011, bajo el lema Unidos bajo un cambio global, supusieron un intento de enmarcar las protestas en una perspectiva más global. Ahí lo que se produjo fue una internacionalización de la protesta, en la medida que las diferentes movilizaciones se sincronizaron contra las instituciones políticas transnacionales y supraestatales, pero también contra los gobiernos estatales. Pero incluso el impacto político de estas movilizaciones internacionales hay que situarlo en el ámbito estatal y su relación con los alineamientos políticos estatales, siendo nulo su impacto en los organismos transnacionales o en las instituciones supraestatales. Que la ola de movilizaciones actual evolucione hacia la configuración de un nuevo movimiento transnacional, es algo que no podemos predecir, ya que los movimientos de protesta no evolucionan en una lógica unívoca y predecible. Ahora bien, la dinámica actual parece indicar que estamos lejos de que esto se produzca, al menos a corto y medio plazo. Además, el enmarcamiento global de las protestas, al hacer virar la atención hacia metas más globales, corre el riesgo de alejar las acciones colectivas de metas concretas y más cercanas a la vida real de las personas. Y este es un aspecto relevante que añade dificultad, porque la realidad es que la solución estatal a los problemas que motivan hoy las protestas es absolutamente insuficiente, y el enmarcamiento global de las protestas se presenta como una necesidad a medio y largo plazo.
Tres mitos sobre las protestas en España Martin Portos (Piedras de Papel ) Hace casi dos meses se cumplía el quinto aniversario del inicio de las movilizaciones del 15M. El 15 de mayo de 2011, pocos días antes de la celebración de unos comicios municipales (y autonómicos en trece Comunidades), algunas organizaciones de la sociedad civil reunieron en el centro de Madrid a varios cientos de manifestantes bajo los lemas «No nos representan» y «No somos mercancía en manos de políticos y banqueros». Tras la protesta, hubo una carga policial. Gracias a la difusión de información a través de redes sociales, manifestantes y cientos de simpatizantes adicionales convergieron en Puerta del Sol. De este modo, una campaña de protesta no partidista se extendió por la mayoría de capitales de provincia españolas en menos de 24 horas, organizada en asambleas públicas, abiertas y populares, con comisiones específicas que facilitaban la participación directa ciudadana. Estas movilizaciones han contado con un gran respaldo popular. Aunque los eventos de protesta directamente vinculados al 15M han significado un punto de no retorno en el ámbito de la protesta española, conviene, no obstante, interpretarlos en su justa medida. Una perspectiva longitudinal permite arrojar luz sobre las dinámicas de lo que, en realidad, ha sido un ciclo de contienda social mucho más complejo e irregular con variables estrategias, actores e interacciones y multitud de frentes abiertos en la acción colectiva contenciosa: anti-desahucios, mareas sectoriales, movimientos urbanos, huelgas, etc. De hecho, el análisis de datos sobre eventos de protesta aquí aportados permite desmontar algunos falsos mitos acerca de la evolución reciente de las protestas en España, en un contexto marcado por la recesión, las políticas de austeridad y la crisis de legitimidad política.
Mito número 1: el 15M ha supuesto el punto álgido de las protestas. Si bien es cierto que ha supuesto un punto de inflexión, los meses y años inmediatamente posteriores estuvieron marcados por unos niveles de contestación muchos más elevados que los de mayo de 2011. En los siguientes gráficos podemos ver la evolución mensual del número de eventos de protesta en España y sus participantes entre 2007 y 2015 (más detalles sobre los indicadores, más abajo en los apéndices). Como se puede comprobar, el 15M ha sido un desencadenante, un facilitador clave de un pico de protestas que se mantiene hasta bien entrado 2013, cuando comienza la desmovilización.
GRÁFICO 1: Eventos de protesta en España, 01/2007-02/2015. Nivel de agregación: mensual. Y= número de eventos. X= tiempo (años, 2007-2015). Medias móviles, 5 períodos. Fuente: elaboración propia a partir de una base de datos recabada con análisis de eventos de protesta en El País (N=2002).
GRÁFICO 2: Participantes en eventos de protesta en España, 01/2007-02/2015. Nivel de agregación: mensual. Y= número–en millares– de participantes en eventos de protesta. X= tiempo (años, 2007-2015). Fuente: elaboración propia a partir de una base de datos recabada con análisis de eventos de protesta en El País (N=2002). Véase apéndice metodológico 1.
Considerando los niveles de eventos y participantes, observamos que el ciclo consta de las tres fases habituales: ascenso, clímax y declive. El 15M cabalga sobre los cimientos proporcionados por una red de activistas capaz de crear espacios de resistencia como, por ejemplo, el movimiento altermundista, las luchas estudiantiles contra la implantación del Plan Bolonia o iniciativas ciudadanas como Rompamos el Silencio. Pero una de las características propias de este ciclo de contienda español ha sido la prolongación en el tiempo del pico de protestas (para un análisis más pormenorizado de este punto, click aquí). Mito número 2: con el paso del tiempo las protestas anti-austeridad se han radicalizado. Tradicionalmente se ha entendido que la desmovilización de un ciclo de protesta resulta de una combinación de institucionalización y radicalización. A medida que avanza el ciclo, las tensiones y divisiones estratégicas entre activistas proliferan. Por un lado, se suelen abrir oportunidades institucionales, acogidas de buen grado por las facciones más moderadas de los movimientos, que adoptan tácticas menos confrontacionales. En cambio, los sectores más subversivos sufren a menudo una “involución sectaria”, manteniéndose firmes en sus estrategias no-convencionales y radicalizando sus repertorios de acción.
En el caso español se han observado focos esporádicos de confrontación. En ellos, los activistas adoptan tácticas más violentas, mientras que la policía reprime las protestas a través de medios tradicionales de acción directa. Los enfrentamientos durante la Primavera Valenciana contra los recortes en educación en febrero de 2012, los conflictos asociados a Rodea el Congreso en septiembre de 2012, o diversos enfrentamientos urbanos y vecinales (por ejemplo, en el barrio burgalés de Gamonal o alrededor del centro social okupado Can Vies en el vecindario barcelonés de Sants en 2014), han sido las excepciones durante el ciclo. No se observa pues una tendencia clara hacia la radicalización ni mayores niveles de disrupción durante la fase de desmovilización. Es más, los niveles de confrontación han sido, en general, bastante bajos a lo largo de este ciclo de protesta español.
GRÁFICO 3: Evolución de represión y violencia en los eventos de protesta en España, 01/2007-02/2015. Nivel de agregación: mensual. X= tiempo (años, 01/2007-02/2015). Tono medio: «coerción» se refiere al tipo de tácticas utilizado por las autoridades contra los activistas (escala 0-3). Tono claro: la «violencia total» captura de severidad del desorden general (escala 0-4). Tono oscuro: la «violencia de los activistas» recoge si estos han utilizado algún tipo de violencia (escala 0-1). Fuente: elaboración propia a partir de una base de datos recabada con análisis de eventos de protesta en El País (N=2002). Véase apéndice metodológico 2.
Mito número 3: partidos y sindicatos han visto su capacidad de movilización social muy mermada en los últimos años. Es cierto que los niveles de respaldo social y confianza hacia los sindicatos mayoritarios y otras instituciones de representación han disminuido considerablemente en los últimos años. Y también es cierto que la campaña del 15M ha sido la más multitudinaria al margen de sindicatos y partidos políticos desde la Transición, lo que podría parecer indicativo de un reemplazo de los actores que lideran la organización de la movilización social. El siguiente gráfico, sin embargo, nos permite observar cómo actores tradicionales (partidos y sindicatos) siguen desempeñando un rol fundamental en la organización de las protestas. Si bien se produce una caída significativa del peso relativo de sindicatos y partidos en la organización de eventos en 2010, repunta durante el clímax de las protestas. De hecho, los eventos más concurridos en el ciclo corresponden con las huelgas generales y otras huelgas sectoriales (lideradas o no por las mareas ciudadanas) cuyo éxito depende, en gran medida, de la implicación activa de los sindicatos. Son los actores más asentados quienes disponen de recursos (bases sólidas, tiempo, dinero, experiencia, acceso a redes) y contribuyen a que la acción colectiva se pueda sostener en el tiempo.
Portos 4 GRÁFICO 4: Participantes y organizadores de eventos de protesta en España, 01/2007-02/2015. Eje Y izquierdo= número–en millares– de participantes en eventos de protesta (promedio anual, prorrateado mensualmente). Eje Y derecho= porcentaje de eventos
organizados por partidos y/o sindicatos. X= tiempo (años, 2007-2015). Barras: organizadores tradicionales en proporción al total de eventos (suma de principales sindicatos y partidos). Línea oscura: total de participantes en todos los tipos de eventos de protesta. Línea clara: sólo eventos relacionados con el trabajo, asuntos económicos, statu quo político y austeridad. Fuente: elaboración propia a partir de una base de datos recabada con análisis de eventos de protesta en El País (N=2002). En resumen, en el marco de la recesión, España ha experimentado un ciclo de protesta que obedece a la lógica tradicional: ascenso, clímax y declive. El 15M es un desencadenante clave, pero marca sólo el inicio de un pico de protestas que se prolonga en el tiempo, hasta bien entrado el año 2013. Los datos existentes no permiten respaldar la hipótesis de la radicalización de la contienda a medida que el ciclo se desarrolla (y particularmente durante la fase de desmovilización), sino que los enfrentamientos obedecen a choques esporádicos. Por último, conviene no subestimar la capacidad de movilización que conservan los actores tradicionales, como partidos y sindicatos. Los nuevos actores que emergen durante el ciclo no los reemplazan, sino que los empujan a adaptarse a un contexto social cambiante. -------------------------------------------APÉNDICE METODOLÓGICO 1. Un aspecto sensible con Análisis de Eventos de Protesta es el cálculo y estimación del número de participantes en un evento determinado. Dependiendo de la fuente, los datos, que son escasos y parciales, tienden a diferir sobremanera. Para corregir este potencial sesgo he recabado información sobre los datos de participación proporcionados por las tres fuentes principales por separado, cuando estaba disponible: 1) policía, autoridades o instituciones gubernamentales; 2) los organizadores; y 3) el propio periódico El País. Como las autoridades tienden a infraestimar el tamaño de las protestas y los organizadores lo sobreestiman, se utilizan coeficientes correctores a fin de calcular la desviación con respecto a la media para los casos donde dispongo de información completa acerca de los tres indicadores. He extrapolado esos coeficientes penalizados para cada una de las tres fuentes al total de la muestra a fin de obtener tres medidas de participación corregidas para cada fuente. Finalmente, he calculado un índice de participantes definitivo a partir de la media de las tres primeras fuentes (corregidas por sus respectivos coeficientes de penalización). Cuando se proporcionan solamente estimaciones de asistencia, con cifras vagas o no específicas (p. ej., «unas pocas decenas», «varios cientos», «muchos miles», etc.), se transforma en un indicador continuo (N’= 505). Para la
transformación en una variable continua, se siguen los criterios estipulados para Dynamics of Collective Action. APÉNDICE METODOLÓGICO 2. Las variables relacionadas con la radicalización y represión se han codificado de la siguiente manera: Violencia de los activistas: variable binaria. Cada evento es igual a 1 si los activistas han utilizado estrategias violentas; 0 en caso contrario, o si no se registra el uso de violencia. Coerción, entendida como las medidas tomadas por las autoridades para reprimir las acciones de los activistas, se mide en una escala 0-3. La codificación de las categorías es la siguiente: 0 = sin coerción conocida; 1 = coerción de baja intensidad (arrestos esporádicos y/ o heridas, definidos como menos de 10); 2 = coerción substancial (definida como 10-75 arrestos o 10-40 heridos); 3 = gran represión (más de 75 arrestos o más de 40 heridos). Nivel de violencia total, entendido como la severidad e intensidad del desorden general. Se combina en una misma escala el grado de disrupción de las tácticas y recursos empleados tanto por activistas como por autoridades, y se adapta de este trabajo (rango 0-4).