© del texto: Antonia Montaner © de las ilustraciones: Terelo Diseño y maquetación: Willie Kaminski Corrección de texto: María Ceballos Edita: AU Edicions S.L. : Francisco Sempere,11, 1ºD. 46006 Valencia. : info@au-agenda.com Impresión: Gràfiques Litolema ISBN: 978-84-935165-1-2 Deposito legal: V-4429-2010 Colabora:
A mis hijos
Blas y los misterios de la noche Antonia Montaner Ilustraci贸n:
Terelo
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1 ~ Presentación y primeras impresiones Hola, ¿qué tal? ¿Pasando un buen rato? Pues eso está muy bien, sí señor, que ratos de los otros, de los malos, ya nos sobran. Estoy un poco nervioso, he de reconocerlo, porque es la primera vez que hablo en público y aunque me he aleccionado al respecto no es tarea fácil. Tengo tantas cosas que contaros que no sé ni cómo, ni por dónde empezar. No penséis al verme tan joven que carezco de material suficiente, pues os equivocaréis, porque además de no ser tan joven —lo que pasa es que no he crecido mucho—, mis correrías han sido variadas y tengo testigos que lo avalan, a los que ya iréis conociendo. Poneos cómodos y prestad atención, y si me precipito hablando o no quedan claras mis palabras —entre otras 7
cosas un hecho bastante normal entre los oradores que empiezan— no dudéis en decírmelo que yo lo repito tantas veces como haga falta. Pensando sobre cómo os iría narrando las cosas he llegado a una conclusión: si empiezo desde el principio, es decir, desde mi nacimiento, y me voy acercando hasta hoy mismo, os meteríais más en situación que es de lo que se trata. Así que, después de consultarlo con mi ilustre maestro Argos, decidimos usar ese método. Lo de ilustre ha sido idea suya; ya lo conoceréis, es buen tipo pero tiene sus cosas. De manera que sin más preámbulo empezaré con mi historia. Nací un 30 de septiembre. No es buena época para nacer pues el invierno se acerca y las cosas de la crianza pueden complicarse; sin embargo, el destino hizo que mis padres se conocieran en una época y no en otra, y la naturaleza hizo el resto, de manera que nací cuando nací y afortunadamente no pasó nada y crecí sano y fuerte, aunque no muy grande. Mi familia es lo que se dice una familia de abolengo; si nos remontamos al pasado podréis ver que los apellidos más ilustres se cruzan en ella y de resultas de tan buenas mezclas salimos mis hermanos y yo. Es por eso que mucha gente no se acaba de explicar la razón de mi pequeño tamaño. En la actualidad cuento con cinco hermanos y seis hermanas, todos muy bien situados, y no es de descartar 8
que tenga más en un futuro pues mi madre es todavía joven y no le faltan pretendientes. Al parecer, sobre mi nombre hubo sus más y sus menos ya que un nombre es una cosa muy importante y para toda la vida. Hubo quien lo sugirió de procedencia clásica, algo así como Augusto, César, Marco Antonio... también se barajaron los mitológicos, digamos Zeus, Júpiter, Apolo... y, no sé en que momento, se decidió que me llamaría Balduino Ludovico, nombre que se puede considerar de todo menos sencillo. De mi padre me vino el primer apellido: Aureo; y por parte de madre me llegó el segundo y sonoro apellido: de la Solana. De tal manera que mi nombre completo suena de la siguiente manera: Balduino Ludovico Aureo de la Solana. Sin embargo, por algún extraño giro de la vida, un funesto día alguien se fijó en las primeras letras de mi regio apelativo y se percató de que uniéndolas conformaban un nombre corto, rápido, y desde luego mucho, mucho, más vulgar: Blas. Y por Blas se me conoce. Estoy completamente seguro de que mi estatura tiene algo que ver. Si mi tamaño fuese otro no creo que nadie se hubiera atrevido a esa atrocidad. En fin, son cosas de la vida y no quiero parecer ingrato con ella porque la verdad sea dicha, vivo como un rey y de nada me puedo quejar: buena cama, buena comida y buenos tratos. Tengo además grandes amigos y una meta 9
en la vida, de manera que lo del nombre y lo de la estatura —aunque esto quizás menos— lo tengo superado. Así pues, continuemos con lo nuestro. Nací un 30 de septiembre, como ya os he dicho, fui el primero que se enganchó con fuerza a la teta de mi madre y así continué mientras duró la lactancia. Esto, que en principio tenía que ser bueno, según me contó después Argos, posiblemente me perjudicó —por lo del tamaño— pues la leche que sale en primer lugar es más mala que la última, cuya consistencia y calidad es superior. Mi madre, que se portó como una santa por aguantar todo aquello sin un reproche, no tenía tetas para tantos. De manera que algunos de mis hermanos que nacieron más canijos y no llegaron con tanta rapidez como yo, en estos momentos son magníficos ejemplares de nuestra raza porque a ellos, una vez les tocó el turno, les tocó también la mejor leche; ahora son recios y de envergadura adecuada, además de lucir el porte y la elegancia idónea para dejar en el lugar que se merece el nombre de mi familia. No es mi caso pues, aunque listo y disciplinado, no doy la talla. No sé si os he dicho —y si no le hecho ha sido un gran fallo y es posible que en estos momentos estéis un poco desconcertados— que soy un spaniel bretón, es decir, un perro de caza reconocido en todo el mundo por nuestras cualidades y nuestra disposición para atrapar todas las 10
presas de pelo y de pluma —a mí en particular me pirra el pelo—; y que nuestras bondades las demostramos en todos los terrenos, pues somos tan buenos en el llano como en la montaña, en el bosque como en la marisma. Dicho esto, nos tomamos alguna cosilla —o que cada cual aproveche el descanso para lo que considere más oportuno— y un poco más tarde continuamos con lo nuestro.
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