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El dibujo y la expresión de los estados internos
parálisis experiencial a otro en el que le sea posible tomar la iniciativa expresiva frente a los acontecimientos que lo rodean y lo abruman. Y aquí, sin duda alguna, el juego, y más concretamente el dibujo, es una de las herramientas más poderosas.
Veamos, pues, algunas cuestiones acerca de la función psicológica que desempeña el dibujo en la infancia; especialmente como dinamizador y corrector de experiencias traumáticas intensas.
Además de la atención a sus necesidades básicas, era tanto o más necesario proporcionarles un apoyo emocional que les permitiera afrontar un suceso tan dramático para ellos.
El dibujo y la expresión de los estados internos
Decía Machado que «en los labios niños las canciones llevan confusa la historia, pero clara la pena». Como adultos, podemos expresar nuestras emociones más dolorosas a través del lenguaje. Sin embargo, el niño necesita encontrar otros modos de expresión que sean más acordes con sus capacidades madurativas. Es muy difícil para un niño atrapar en un esquema de comunicación lingüístico, basado en conceptos, sus experiencias más intensas. En estas situaciones, los niños prefieren el dibujo como medio de comunicación, pues los ayuda a externalizar emociones y sucesos demasiado dolorosos como para ser verbalizados.
Imaginemos un niño pequeño al que sus padres llevan al pediatra para que le ponga una vacuna. Obviamente, por mucho que los padres traten de explicarle que es importante ponerle esta inyección, ni comprenderá lo que ha oído ni querrá pasar por esa situación. Llegado el momento, los padres, con todo el cariño del mundo, lo sujetan un instante para que, entre llantos y gritos del pequeño, finalmente el médico le pinche en el brazo la vacuna. Para el pequeño esta es una situación de gran impotencia que no puede evitar ni tampoco expresar a través de un lenguaje articulado y comprensivo. De modo que cuando llega a casa saca del armario sus pinturas y comienza a dibujar una escena en la que aparece un médico poniendo una inyección a un niño. Pero ahora, en esta recreación, él se identifica con el médico, es él quien a través de esta fantasía plasmada gráficamente en un folio le dice a un niño
pequeño que le van a poner una inyección, que no debe llorar y que es por su bien. Dicho de otra forma, el niño ha creado una situación gráfica en la que ahora ostenta el poder de decisión y puede controlar los acontecimientos, compensando de este modo la impotencia experimentada anteriormente en la consulta del pediatra. Se ha producido, gracias a la recreación y experimentación gráfica y lúdica del suceso doloroso, una experiencia emocional correctiva.
Podemos entender, visto este ejemplo, que el dibujo no es únicamente una necesidad en sí misma, sino más bien un satisfactor de necesidades más profundas. Poder dibujar, jugar, en definitiva, es ante todo una experiencia que permite al niño reequilibrarse internamente y adaptarse de forma saludable a su entorno. Se trata de un proceso de catarsis, no entendido meramente como un proceso de descarga de las tensiones acumuladas sino, en un sentido más amplio, como una buena purga y limpieza interna que facilita elaborar, y cerrar progresivamente, las experiencias de sufrimiento inconclusas del niño.
Veamos, a través del dibujo que encabeza este texto, varios elementos que nos pueden ayudar a entender con mayor claridad lo que estamos exponiendo. En primer lugar, en relación con la necesidad de expresión de la experiencia que abruma al niño, me gustaría que nos centrásemos en lo que transmiten, a través de su rostro, las dos figuras de mayor tamaño situadas a ambos lados de la ambulancia.
Poder dibujar, jugar, en definitiva, es ante todo una experiencia que permite al niño reequilibrarse internamente y adaptarse de forma saludable a su entorno.
El niño, a través de este dibujo, está pudiendo expresar de forma profunda el tremendo impacto emocional que pudo sentir ante el dramático acontecimiento que presenció.
Si dejamos que las sensaciones fluyan, observando la mirada de estas dos figuras, podremos contactar con la angustia que trasmiten, con el asombro que experimentan. Sus rostros están desencajados, impactados, con la mirada casi perdida ante la asombrosa situación que están viviendo. El de la izquierda se lleva la mano a la cabeza, un gesto típico que solemos realizar cuando algo nos impacta profundamente o cuando no comprendemos. El de la derecha está con la boca abierta, las cejas elevadas y los ojos casi salidos de sus órbitas, todo lo cual muestra una expresión de asombro y miedo intenso.
El niño, a través de este dibujo, está pudiendo expresar de forma profunda el tremendo impacto emocional que pudo sentir ante el dramático acontecimiento que presenció. Si le pidiésemos que nos expresase en palabras lo que sintió al ver a las ambulancias llevarse a los heridos, no tendría recursos lingüísticos para poder recoger la amplitud de su experiencia; sin embargo, a través del dibujo puede expresar, de una forma mucho más directa y amplia, su experiencia.
En segundo lugar, el dibujo, además de cumplir con esta función de expresión tan importante para el niño, permitiéndole ir más allá de los límites que el lenguaje le impone, también facilita la apreciación de la existencia de un conflicto subyacente que experimenta el pequeño en su interior. Se trata de lo que podríamos denominar un «acto fallido gráfico».
Para entenderlo mejor, trataré de explicar qué es lo que entendemos en psicología por acto fallido. El término proviene de la psicología analítica, del psicoanálisis freudiano, y hace referencia a aquel comportamiento en el que una persona, tratando de realizar una acción, de expresar una realidad, expresa otra que entendemos está más en sintonía con la realidad profunda de la persona. Pondré un par de ejemplos sacados de la vida real para que se entienda mejor.
El primero se produjo el año 2016 en un país sudamericano. Un congresista juró su cargo en la cámara de representantes y, cuando
llegó el momento de decir: «Juro por Dios y por la patria que desempeñaré fielmente el cargo de…», lo que el congresista dijo finalmente fue: «Juro por Dios y por la plata que desempeñaré…». Este acto fallido o lapsus linguae como comúnmente se lo denomina, podría estar indicando una tensión en el mundo interno del sujeto entre su obediencia a la patria por un lado y a la plata, el dinero, por el otro. Es asombroso cómo nuestro inconsciente nos puede traicionar y poner de manifiesto otra verdad que anida en nuestro interior. Y me resulta aún más impresionante la agilidad de nuestro psiquismo para, en milésimas de segundo, aprovechar la similitud de dos palabras, ‘patria’ y ‘plata’, para sustituir la una por la otra.
El segundo ejemplo que propongo se dio en mi consulta, con una de mis pacientes: una mujer joven que me estaba contando el nivel de ansiedad que sentía con su pareja cuando este la presionaba. En un determinado momento le pregunté si esta sensación de incomodidad ante la presión psicológica ejercida por un hombre la había experimentado con anterioridad, si era una sensación conocida para ella o era la primera vez que le ocurría. Su contestación fue la siguiente: «No, nunca antes, que yo recuerde, la había sentido de esta forma, solo me ha ocurrido con mi “padreja”». Asombroso de nuevo la finura y maestría de nuestra psique. La joven quería decir «mi pareja», pero acaba diciendo «padreja». Una simple letra, la ‘d’, colocada en el lugar preciso en el momento adecuado, ofrece un significado totalmente nuevo.
Pero ¿cómo podemos apreciar un acto fallido en el dibujo del niño? ¿Dónde podríamos apreciar que de forma inconsciente el niño puede estar informándonos de una realidad que no está en sintonía con su deseo manifiesto?
Antes de apuntar en tal dirección, te invito a que detengas tu lectura un instante y observes con detenimiento el dibujo que aparece en el comienzo de este texto; más concretamente en la ambulancia. Si lo has hecho, ¿has podido observar algo que te llame la atención? ¿No? Te daré una pista más. Esta justo en el centro del dibujo, lo cual ya es un indicador de que el niño le otorga gran
¿Dónde podríamos apreciar que de forma inconsciente el niño puede estar informándonos de una realidad que no está en sintonía con su deseo manifiesto?
No deja de asombrarme cómo nuestro ser interior es capaz de llegar a expresar a través de vías alternativas e inconscientes mensajes que anidan en el fondo de nuestro corazón. importancia, dado que el centro de un grafismo está reservado para los elementos más relevantes. Concretamente en la puerta de la ambulancia. ¿Aún no has caído? Te daré otra ayuda: ¿Cuál es el emblema que llevan las ambulancias? Exacto, es la cruz roja, un emblema creado para proteger al personal médico que estaba ayudando a los heridos en el campo de batalla. ¿Y es este emblema el que lleva esta ambulancia? Pues parece ser que no.
A mi entender, y es importante comprender que en el análisis e interpretación de un dibujo no hay reglas que nos permitan saber con certeza qué es lo que el sujeto está queriendo decir exactamente, este «acto fallido gráfico», bien pudiera ser indicativo de una intensa pugna entre, por un lado, la necesidad básica del niño de seguridad y protección, simbolizada por la ambulancia, los sanitarios y demás personal que atendían a los heridos y, por otro, la presencia de una realidad tan amenazadora como es para un niño la muerte, simbolizada en esa cruz cristiana que sustituye a la cruz roja.
No deja de asombrarme cómo nuestro ser interior es capaz de llegar a expresar a través de vías alternativas e inconscientes mensajes que anidan en el fondo de nuestro corazón. En este sentido, Forster, uno de los autores de referencia en el estudio del grafismo, señalaba que «el hombre en su estado creador hace bajar un recipiente y levanta algo que normalmente está más allá de su alcance».
El niño, a través de esta actividad, puede dar rienda suelta a sus frustraciones, miedos, sentimientos de impotencia y anhelos.
Favorece un play out, un poner en marcha determinados impulsos, fantasías y problemas que, de otro modo, permanecerían inconclusos en su mundo interior con la consiguiente merma de su capacidad de desarrollo. En este sentido el niño, a través del dibujo, compensa sus derrotas y sufrimientos, afronta su frustración al permitirle una vía de comunicación directa no verbal.
Quiero que imagines en este momento que tienes que llevar una carga de 40 kg de peso durante un trayecto de doscientos metros sin ningún tipo de vehículo, solo con tus manos. Pero te dan a elegir dos formas de llevar este peso. Bien puedes colocar 20 kg en una bolsa y 20 en otra llevando una en cada mano, o bien puedes colocar los 40 kg dentro de una mochila que en este caso llevarás sobre tu espalda. ¿Qué preferirías hacer, llevar las dos bolsas o la mochila? La mayor parte de la gente prefiere llevar la mochila a su espalda por una razón bastante obvia, y es que, a pesar de que el peso es exactamente el mismo, en el caso de las dos bolsas la comodidad a la hora de llevar esta carga es significativamente menor.
Esta idea nos puede ayudar a entender que, siendo el sufrimiento el mismo para dos niños que han presenciado y experimentado un trauma tan intenso como el que ocurrió hace una década en Haití, la forma de elaborarlo, asimilarlo e integrarlo en sus vidas, varía notablemente y tiene mejor pronóstico en aquellos niños que han podido expresar y comunicar a través de un acto gráfico las ansiedades de su mundo interno.
Gracias a la elaboración proyectiva de sus grafismos el pequeño expresa sus necesidades y deseos más profundos, lanza sus quejas y mayores temores, esos sentimientos y emociones que no puede traducir y comunicar con la palabra. El dibujo le permite la descarga parcial de sus ansiedades y tensiones, lo ayuda a manejar y controlar de forma más saludable el sufrimiento experimentado. De ser un sujeto pasivo ante las circunstancias pasa a ser un agente activo que puede defenderse y transformarse a sí mismo.
Gracias a la elaboración proyectiva de sus grafismos el pequeño expresa sus necesidades y deseos más profundos, lanza sus quejas y mayores temores, esos sentimientos y emociones que no puede traducir y comunicar con la palabra.