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La imagen de Dios – Josep Antoni Álvarez Rodríguez

La imagen de Dios

Josep Antoni Álvarez Rodríguez

profesor de matemáticas y física y química Col·legi Urgell, Barcelona

¿Dónde estás? El Dios que busca al hombre

Vivimos en un mundo, sobre todo en Occidente, que reniega en buena medida del Dios de la Biblia. Pero a pesar de esa descreencia, la gente sigue buscando una respuesta a sus inquietudes. La gente no deja de buscar y, a veces –por no decir en demasiadas ocasiones– deposita sus esperanzas, sus angustias, sus necesidades en soluciones realmente más que discutibles. Ante la necesidad de esperanza, la pregunta que no podemos dejar de realizarnos es por qué la gente se ha alejado del Dios del que habla la Biblia. No es una pregunta que nos pueda dejar indiferentes como creyentes, ya que vivimos en un mundo donde la gente continúa necesitando una esperanza. Además, como cristianos deberíamos ser sensibles a las necesidades de aquellos que se encuentran en nuestro derredor. La gente no ha dejado de necesitar una respuesta a sus inquietudes, a aquello que le preocupa. Y eso es así, porque a pesar de lo que se pueda decir, todos, más tarde o más temprano, necesitamos dar un sentido a nuestra vida o como mínimo deseamos darle un sentido. Desde una perspectiva cristiana, el problema radica en que la gente se ha alejado del Dios cristiano para buscar el sentido de la vida en otro lugar.

Por otro lado, yo estoy convencido de que no existe mejor respuesta a nuestras inquietudes, a nuestras necesidades, que las que nos da el Dios de la Biblia. Pero es indiscutible que ese convencimiento propio no es compartido por numerosas personas. ¿Cómo es eso posible? ¿Cómo es que para millones de personas el Dios de la Biblia les resulta indiferente, hasta desagradable? Creo que en buena medida, la respuesta se encuentra en la imagen que de Dios han proyectado aquellos que se declaran creyentes. Como dijo Nietzsche: «El mejor argumento contra el cristianismo son los cristianos.» 1

Yo añadiría o diría que el mejor argumento contra el Dios cristiano es la actitud de los propios cristianos cuando hablan de Dios, en definitiva la imagen que proyectan de Dios. Yo mismo, he de confesar que en ciertas ocasiones, según que formas de hablar del Dios de la Biblia y la imagen que proyectan de Este, me provocan una reacción alérgica. Por no decir que provocan mi total rechazo. Tales imágenes de Dios me alejarían de Dios si esa fuese mi comprensión. Me llevarían al ateísmo o en el mejor de los casos al agnosticismo. Por ello, no puedo dejar de entender a aquellos que se alejan de Dios, cuando la imagen que de Dios se proyecta se encuentra tan alejada de la de un Dios de amor. En mi modesta opinión, en más de una ocasión el Dios de la Biblia es distorsionado. Ese Dios distorsionado no puede dejar de suscitar todo tipo de oposición. Además, como es obvio, un Dios así no puede dar satisfacción a las necesidades del hombre actual.

Para mí, Dios es amor, y en ese amor, no cabe ninguna concepción que pueda entrar en conflicto con lo que implica el amor. No podemos hablar de un Dios de amor, y después actuar o dar una imagen totalmente opuesta a lo que significa el amor. Es precisamente en esa contradicción, entre un Dios de amor en el que decimos creer y en el Dios

1 NIETZSCHE, Friedrich. Citado en: KNIGHT, George R. La visión apocalíptica y la castración del adventismo. Miami (Florida)/México: APIA/GEMA, 2009.

que manifestamos, donde radica el mayor problema con el Dios de los cristianos.

Antes de continuar, me gustaría dejar en claro que hablar de Dios desde el hombre es en cierta medida una osadía. Dios, por definición, está más allá de nuestra comprensión. He de reconocer que mis capacidades son limitadas cuando intento hablar de la divinidad. No reconocer los límites sería un error. Pero a pesar de nuestras limitaciones como hombres sí que podemos hablar de Dios, pero debemos hacerlo en todo momento desde la humildad, desde el reconocimiento de nuestros límites, con el convencimiento de que no podemos definir a Dios en su totalidad, porque Dios está en un nivel diferente al nuestro. Podemos hablar de Dios, porque la Biblia nos habla de Dios. Esta nos habla de lo que ha hecho, hace y hará por nosotros.

Cuando pienso en el Dios de la Biblia, no

L'Angélus, Jean-François Millet (1858). Musée d'Orsay, París Fuente: <http://bp0.blogger.com/_UyWq7nAXphY/SEQPPc1xHKI/AAAAAAAAAes/DZb8ELmasaI/s1600- h/millet_angelus.jpg> [Consulta: 10 octubre 2010].

puedo dejar de pensar en dos imágenes que me resultan sumamente atrayentes, y que en mi modesta opinión definen de forma perfecta el Dios del cual nos habla la Biblia. Creo que nos hablan de un Dios que ama al hombre de forma incondicional, de un Dios que actúa de una forma muy diferente a como actuaría el hombre, nos hablan de un Dios que se desvive por el hombre y que sale a su encuentro. Además, es curioso porque estas dos imágenes aparecen en el primer y en el último libro de la Biblia. Estas imágenes nos hablan de un Dios cercano al hombre, de un Dios que nos invita a no alejarnos de su lado sino a acercarnos a Él. El Dios de la Biblia

nos llama a su lado sin pedirnos nada a cambio.

La primera imagen la encontramos en el libro del Génesis, después de la caída. Adán y Eva, después de desobedecer se esconden de la presencia de Dios, por temor a las consecuencias de sus actos y es Dios quien toma la iniciativa y sale a la busca del hombre. «Pero Dios el Señor llamó al hombre y le preguntó: ¿Dónde estás?» 2

No deja de ser sorprendente, que el hombre se esconda de Dios, y que sea Dios mismo quien salga en busca del hombre, y le pregunte: «¿Dónde estás?». No es el hombre quien decide buscar a Dios, sino que es Dios el que toma la iniciativa. Dios, que no tiene necesidad, busca a aquel que tiene necesidad de Él.

Si nos detenemos a reflexionar sobre los pasajes previos al mencionado, Dios ha creado al hombre; lo ha creado a su imagen y semejanza, y por si ello fuese poco, le ha proporcionado todo aquello de lo que pudiese tener necesidad. Dios se ha preocupado del hombre. Y todo ello lo ha hecho siendo consciente de la respuesta del hombre. Dios invita al hombre a ser feliz, a disfrutar de una creación perfecta, a disfrutar de una relación única, sin barreras. Dios le dice al hombre que todo está a su disposición, solo pide al hombre que se abstenga de comer del árbol de la ciencia del bien del mal, porque las consecuencias de vivir al margen de Dios serán funestas. Pero el hombre decide prescindir de Dios, el hombre decide actuar al margen de la divinidad y actuar según su criterio. El hombre, como ser creado, pone en cuestión la bondad de Dios. Y no deja de ser sorprendente: en el mismo momento de tomar y comer el hombre es consciente de que se ha equivocado, que su decisión no ha sido la más acertada. El hombre como podemos leer se siente desnudo por primera vez. Se siente desnudo, porque en el fondo se da cuenta de que se ha apartado de Dios. El hombre en vez de buscar a Dios reconociendo su equivocación, se esconde de Dios. Cuan a menudo como hombres nos escondemos, en vez de asumir nuestros errores.

2 Génesis 3: 9 (DHH) Ya desde el primer momento, el hombre intenta pasar desapercibido, esconderse, como si ello fuese posible. Pero lo más maravilloso de todo, es que Dios teniendo todos los motivos para rechazar al hombre, actúa de una forma sorpresiva, sale en busca del hombre y pregunta insistentemente: «¿Dónde estás?». Es una pregunta fantástica, es una pregunta que Dios continua formulándonos a cada uno de nosotros en todo momento, y de forma particular cuando nos alejamos de Él. Dios nos busca de la misma manera que buscó a Adán y Eva. Dios no pasa del hombre, no le resulta indiferente donde nos encontremos. No puedo dejar de sentir que el Dios de la Biblia, es un Dios que se desvive por el hombre. Dios nos crea, pero nosotros decidimos actuar al margen de Dios, pero eso no hace que Dios nos separe de su lado. Dios nos ama de una forma tan incondicional que, a pesar de que nosotros nos escondamos de su presencia en numerosas ocasiones, Él sale a buscarnos y nos pregunta: «¿Dónde estás?».

Aunque el hombre tiene que sufrir las consecuencias de sus propias decisiones, Dios no permanece indiferente al sufrimiento del hombre y promete dar una salida a la situación. Dios se compromete con el hombre a restaurarlo a la condición previa a la caída. Desde una perspectiva humana, es sorprendente la forma de actuar de Dios, ya que Él era consciente de que el hombre actuaría al margen de sus recomendaciones. El hombre haría una mala utilización de la libertad, pero a pesar de todo, Dios decide crear al hombre, y por si ello fuese poco como dice la Biblia ideó todo un plan con la finalidad de rescatar al hombre. La Biblia afirma con rotundidad que ese plan ya existía antes de la creación del mundo. Ante tal hecho no podemos dejar de asombrarnos del amor de Dios. La preocupación de Dios por el hombre supera todo lo imaginable desde nuestra posición como seres creados. Dios no prescinde del hombre, sale en su búsqueda y nos pregunta: «¿Dónde estás?». No lo hace con la intención de condenarnos sino de rescatarnos, de recuperarnos. Creo que se trata de una imagen poderosa.

Me viene a la memoria la actitud de Jesús con la prostituta, creo que refleja la forma en

que actúa Dios, «ni yo te condeno». Dios no desea condenarnos, desea recuperarnos.

Esa imagen de un Dios que nos busca en todo momento y circunstancia, independientemente de lo que hayamos hecho, no deja de sorprenderme y maravillarme. Si los creyentes, aquellos que nos declaramos seguidores de Cristo, habláramos más del Dios que busca al hombre, y nuestras acciones y nuestra forma de hablar se dirigiesen hacia ese Dios, probablemente la descreencia no sería una realidad en el mundo en el que vivimos. En demasiadas ocasiones hemos hablado de Dios, yo diría que se nos ha llenado la boca con Dios, pero de un Dios condenador, no la de un Dios que busca con la intención de perdonar, rescatar y restaurar al hombre.

La segunda imagen de Dios, la encontramos en libro del Apocalipsis, en el mensaje a la iglesia de Laodicea, cuando dice: «He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo.» 3

Es una imagen preciosa, el texto nos habla de un Dios que está justo en nuestra entrada y no está con una actitud pasiva, sino que su actitud es activa. Él está llamando a nuestra la puerta. Él en definitiva nos está buscando. Dios sale a buscarnos allí donde estemos. Su preocupación por cada uno de nosotros es tal que no está esperando a que nos decidamos a buscarlo, sino que toma la iniciativa, independientemente de nuestros deseos. Dios desea estar con el hombre, Dios desea formar parte de nuestra vida. Dios desea estar en todo momento con nosotros. Yo me imagino a Dios insistiendo, yo me lo imagino, si se me permite decirlo, aporreando la puerta, hasta suplicando que le abramos nuestro corazón. Me lo imagino defraudado, triste, compungido si no tiene éxito. Dios ama al hombre y desea recuperarlo, y por eso sale en su busca. Dios se desplaza allá donde nos encontremos.

El texto no solo nos habla de que Dios está a la puerta llamando, nos habla de que Dios llama porque quiere entrar en nuestras vidas, como decíamos anteriormente. El tex-

3 Apocalipsis 3: 20 (RV60) to dice que si abrimos el entrará y cenará con nosotros. No hay la menor duda de que es una imagen que evoca un intercambio. Normalmente, la cena es un momento de reunión, de intercambio. Después de todo el día de ajetreo, nos detenemos a cenar y hablamos de nuestras inquietudes, de cómo nos ha ido. La cena evoca la interacción entre las personas, evoca una celebración. Es curioso que el texto hable de cenar. Yo creo que la razón es obvia: qué mejor momento para relacionarnos que sentados alrededor de una mesa para cenar. Dios en definitiva es nuestro amigo, y desea formar parte de nuestro círculo. Pero fijaos en el respeto que Dios siente por nuestra libertad. Dios no nos obliga a abrir. Él hace todo lo que está a su alcance para cenar con nosotros, para formar parte de nuestras vidas, pero en última instancia la decisión depende de nuestra voluntad. Yo quiero formar parte de la familia de ese Dios. Porque se trata de un Dios que se preocupa por mí, que está en todo momento a mi lado, aunque yo no quiera saber nada de Él. Además, se trata de un Dios que es sensible a mis necesidades, a mis inquietudes y que me comprende.

Relacionado con todo lo dicho, existen varios pasajes en la Biblia que insisten en ese Dios de amor que sale al encuentro del hombre y lo aborda allá donde se encuentre. De todas maneras me gustaría recordar y detenerme en particular en un pasaje del evangelio de Juan. Se trata de un pasaje muy conocido y que además tradicionalmente se ha memorizado, dice así: «Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.» 4 Es un pasaje fantástico, porque nos habla del amor incondicional de Dios, de un Dios que no tiene ningún reparo en humillarse y hacerse hombre. Evidentemente, la acción de Dios está nuevamente más allá de lo humanamente comprensible. Dios se hace hombre con la única finalidad de restaurar al hombre a su condición inicial. Dios no pide al hombre nada a cambio, únicamente el creer en lo que implica Jesús. Esta forma de ver a Dios, co-

4 Juan 3: 16 (RV60)

mo es evidente, entra en conflicto con la de un Dios vengativo, o que espera algo a cambio. El contraste entre la imagen de un Dios que se da y la de un Dios que desea recibir del hombre algo a cambio, es total. El Dios de la Biblia, es un Dios que se da sin esperar nada a cambio. Solo espera una respuesta positiva por parte del hombre. Es un Dios que se da incondicionalmente por y para el hombre.

Por otro lado, no deja de llamarme la atención que el versículo siguiente no se mencione con la misma frecuencia, y es sorprendente porque realiza una afirmación fundamental, en mi modesta opinión, para una correcta comprensión del Dios de la Biblia, y más teniendo en cuenta la imagen distorsionada a la que se ha visto sometido. «Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él.» 5

Creo que en demasiadas ocasiones se ha asociado al Dios de la Biblia con un Dios deseoso de utilizar su poder para castigar al hombre si no seguía sus directrices. Pero, yo diría que esa forma de hablar de Dios no se corresponde con la realidad. Como dice el pasaje mencionado más arriba, Dios se ha encarnado, se ha hecho hombre con la finalidad de salvar al hombre. El deseo de Dios para con el hombre no se encuentra en la condenación del hombre sino en su salvación. Dios se ha manifestado entre nosotros para salvarnos. Jesús, que es la máxima manifestación del amor de Dios por el hombre, ha habitado, ha sufrido entre nosotros, con el objetivo de salvar al hombre de la situación en la cual se encontraba. Jesús ha puesto de manifiesto, como no podía ser de otra manera, el amor incondicional de Dios por el hombre. Y eso ha hecho posible que el hombre recupere la libertad que tenía antes de haberse separado de Dios. Jesús nos vuelve a hacer visible como nadie ese Dios que sale al encuentro del hombre y nos pregunta dónde estás. Jesús es la mayor y mejor revelación de Dios, como dijo el propio Jesús a sus discípulos: «Si me conocéis a mí, conoceréis también a mi Padre, aunque

5 Juan 3: 17 (RV60) ya desde ahora lo conocéis y lo estáis viendo. […] Quien me ve a mí está viendo al Padre.» 6

El Dios débil

Me gustaría señalar en este momento, que el Dios de la Biblia, es un Dios débil, frágil. Y es débil en el sentido de que no hace uso del poder para someter al hombre, en el sentido de que respeta en todo momento la libertad del hombre. El Dios de la Biblia, es un Dios que se ha autolimitado al crear al hombre. Además, si Dios es capaz de respetar la libertad del hombre con todas las consecuencias que ello conlleva, eso implica necesariamente que Dios no desea el sufrimiento del hombre y, lo que es más importante aún, que Dios no es el responsable de dicho sufrimiento. Eso no quiere decir que el hombre no vaya a sufrir las consecuencias de sus decisiones. Y esa diferencia es importante, porque no es lo mismo que el hombre sufra las consecuencias de sus actos, que Dios sea el responsable.

Relacionado con todo lo que comentábamos, hay una imagen de Dios registrada en el libro de Reyes que me gusta particularmente y que nos habla de cómo es o de cómo actúa el Dios de la Biblia.

«Sal y ponte delante de mí, en la montaña, pues voy a pasar por aquí. Le dijo el Señor. »En ese momento, sopló un fuerte viento que azotó las montañas. Era tan terrible que hacía añicos las rocas y partía las montañas, pero el Señor no estaba en el viento. Después del viento hubo un terremoto, pero el Señor no estaba en el terremoto. Y después del terremoto hubo fuego, pero el Señor no estaba en el fuego. Y después del fuego se oyó un susurro suave y apacible. Cuando Elías lo oyó, se cubrió […].» 7

Se trata de una imagen fantástica, de una imagen que no podemos obviar cuando hablamos del Dios de la Biblia. Me parece una imagen maravillosa porque nos habla de que Dios se encuentra en la tranquilidad, en

6 Juan 14: 7, 9 (NBE) 7 1 Reyes 19: 11-13 (NBD)

la paz. Él no se encuentra ni en el viento, ni en el terremoto, ni en el fuego, sino que se manifiesta en un «susurro suave y apacible». Otras versiones utilizarán las expresiones: «un silbo apacible y delicado» 8 o «una brisa tenue». 9 Nos habla de una forma de ser. El Dios de la Biblia se hace presente desde la serenidad, no se manifiesta desde el poder. Es curioso que esta imagen contraste poderosamente con la imagen transmitida a lo largo del tiempo de un Dios todopoderoso.

Llegado a este punto, me gustaría detenerme en tres imágenes de Dios, que menciona José Mª Castillo en su libro Dios y nuestra felicidad, 10 y que desde mi punto de vista contrastan con la imagen de un Dios de amor, de un Dios que busca al hombre allí donde se encuentre con la finalidad de rescatarlo para formar parte de su vida, de un Dios que se manifiesta como un susurro suave y apacible. Esas imágenes serían: 1. El Dios prepotente, exclusivista. 2. El Dios vengativo, justiciero. 3. Dios como responsable del sufri- miento.

En mi modesta opinión, son tres formas de ver y hablar de Dios que entran en conflicto con la imagen del Dios que nos presenta la Biblia. Lo curioso es que estas imágenes han sido y siguen siendo asumidas por muchos creyentes cuando hablan de Dios. Son imágenes de un Dios de poder, de un Dios construido a imagen y semejanza del hombre. Son imágenes que nos alejan de Dios porque nos hablan de un Dios alejado del hombre, de un Dios que no es sensible a las necesidades del hombre. Se trata de unas imágenes transmitidas e inculcadas a lo largo del tiempo entre los cristianos, y que por ello no es fácil de desarraigar o de desvincular del cristianismo. Además, y por desgracia, muchos cuando hablan de Dios lo hacen desde esa perspectiva. No hemos de olvidar que la imagen de Dios que tienen aquellos que no creen depende de la imagen de Dios que proyectamos aquellos que nos declaramos cristianos.

8 RV60 9 NBE 10 CASTILLO, José Mª. Dios y nuestra felicidad. Bilbao: Desclée de Brouwer, 2001, pp. 68-72.

Estas tres formas de ver y hablar de Dios están interrelacionadas y se solapan. Todas ellas tienen en común que nos hablan de un Dios que actúa desde la fuerza, desde el poder, desde la coacción. Nos hablan de un Dios que quiere imponerse en lugar de buscar una respuesta de amor por parte del hombre. Es evidente que ante un Dios así –prepotente, vengativo…– la respuesta del hombre no será una respuesta de amor, se hallará condicionada por el temor. Son imágenes que nos alejan del Dios de la Biblia, del Dios amoroso que sale al encuentro del hombre allí donde se encuentre.

Son unas imágenes creadas por el hombre, son imágenes construidas desde una perspectiva humana y que responden al deseo del hombre de hablar de Dios desde el poder. Cuando hablamos del Dios prepotente, exclusivista, nos referimos a la pretensión del hombre de definir a Dios y pretender conocerlo en su totalidad. ¡Cuántas veces nos hemos cruzado con personas que se consideran poseedoras de la verdad! ¡Cuán a menudo hemos pretendido definir a Dios, nos hemos considerado poseedores del Dios de la Biblia para imponernos sobre otros, e impedir así su búsqueda personal de Dios! Jesús en su época tuvo que hacer frente a los fariseos, a los escribas, a los saduceos, porque su forma de hablar de Dios era diferente de la supuestamente correcta. Su forma de relacionarse con Dios y con el prójimo entraba en conflicto con lo establecido. La proximidad del Dios de Jesús era un escándalo desde la perspectiva de aquellos que ejercían el poder. Además, Jesús nos acercó a Dios y lo hizo presente en nuestras vidas, Jesús dirá: «Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie puede llegar hasta el Padre si no es por mí.» 11

Ante tal declaración deberíamos ser comedidos y prudentes en nuestra forma de presentar a Dios y de nuestra comprensión de la verdad. La prudencia no está reñida con una fuerte convicción propia. Pero la verdad, el verdadero conocimiento, se halla en Jesús, por lo que deberíamos de ser respetuosos con aquellos que nos rodean y no

11 Juan 14: 6 (BTI)

piensan de la misma manera que nosotros, porque nosotros también deseamos que nos respeten. Dios siente tal amor por cada hombre que es capaz de actuar de forma inesperada desde una perspectiva humana. Dios no actúa como nosotros actuaríamos. Dios no utiliza la fuerza para ser aceptado, a diferencia de los hombres, que en demasiadas ocasiones intentamos imponer nuestra fe, nues2010]. tra forma de ver el camino. Dios no actúa así con el hombre. Por lo tanto, nosotros no deberíamos actuar así con nuestro prójimo. Dios no puede ser definido por nadie en su totalidad, por lo tanto debemos aceptar que otros vean a Dios de forma distinta a la nuestra.

La imagen de un Dios vengador, justiciero está muy extendida. Todos sin excepción hemos oído –independientemente de nuestra posición– afirmar que Dios nos castigará si no actuamos de una forma determinada. Incluso hemos tenido la oportunidad de oír en determinadas circunstancias de dolor y sufrimiento que algo hemos hecho mal para encontrarnos en dicha situación. En definitiva que nuestros sufrimientos son el justo castigo a nuestras acciones.

Esta forma de hablar y ver a Dios nos aleja de una forma evidente del Dios de amor de la Biblia. Dios se ha convertido en un justiciero, en alguien que se complace en castigarnos al más mínimo error. Da la sensación que cualquier desliz, equivocación por menor que sea, nos comportará un castigo, y en el mejor de los casos sufriremos como consecuencia de nuestros propios actos y no por lo que otros han hecho. Esa forma de ver a Dios lo distorsiona de tal forma que al final

La Creación de Adán. Capilla Sixtina. Miguel Ángel.

Fuente: <http://www.cossio.net/actividades/pinacoteca/p_04_05/michelangelo.htm> [Consulta: 10 octubre

Dios actúa de una forma arbitraria con el hombre, este se ve obligado a sufrir como consecuencia de la acción de Dios, a pesar de no haber actuado ni tan siquiera de forma errónea. Imre Kertész en su novela Sin destino transmite de forma magistral esa forma de ver a Dios, cuando uno de los tíos del protagonista hablando de los sufrimientos del pueblo judío a lo largo de la historia y de los actuales dirá:

«…los judíos teníamos que aceptar con paciencia y resignación [la persecución], puesto que Dios nos lo había impuesto por los pecados que habíamos cometido en tiempos pasados; así pues, solo de Él podíamos esperar la gracia, mientras Él esperaba que en esos momentos difíciles nosotros, acorde con nuestras fuerzas y capaci

dades, nos mantuviéramos firmes en el lugar que Él nos había designado.» 12

Esa imagen de Dios me parece una imagen terrible. ¿Quién querría creer en un Dios así? Yo desde luego que no. Esa imagen de Dios ha alejado al hombre de Dios. Ese Dios actúa desde el poder, no desde el amor. Ese Dios no desea salvar al hombre, su deseo –por mucho que digamos lo contrario– es condenar al hombre. Además, ese Dios no se parece al Dios de la Biblia, aunque digamos lo contrario. Si creemos que la mejor imagen de Dios es la mostrada por Jesús cuando vivió entre nosotros, entonces deberíamos mirar como actuó Jesús con los pecadores. Y si leemos los evangelios detenidamente, nos daremos cuenta de que Jesús no condena al pecador, condena el pecado. Jesús invita al hombre a apartarse del error y a cambiar de vida. El caso paradigmático de cómo actuaba Jesús, lo encontramos en su forma de tratar a la prostituta.

«Enderezándose Jesús, y no viendo a nadie sino a la mujer, le dijo: Mujer, ¿dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te condenó? »Ella dijo: Ninguno, Señor. Entonces Jesús le dijo: Ni yo te condeno; vete, y no peques más.» 13

Ni yo te condeno. La actitud de Jesús me parece maravillosa y no puedo dejar de alegrarme porque yo deseo que me traten de la misma manera cuando me equivoco. Pero al mismo tiempo, hay un aspecto de la respuesta de Jesús que no deberíamos olvidar. Jesús invita a la prostituta a vivir de forma diferente. Estoy convencido de que el Dios de la Biblia actúa con nosotros de la misma manera que Jesús actuó con la prostituta. No nos condena pero nos invita a vivir de forma diferente. Y esa invitación tiene como objetivo nuestra felicidad.

Relacionado con todo lo que venimos diciendo, no podemos olvidar la imagen de Dios como responsable del sufrimiento. Antes de nada, me gustaría señalar que me

12 KERTÉSZ, Imre. Sin destino. Barcelona: Acantilado, 2006, p. 25. El corchete es un añadido para facilitar la comprensión del texto. 13 Juan 8: 10-11 (RV60) parece una imagen de Dios terrible. Si Dios es amor, no puede ser en ningún caso el responsable del sufrimiento porque, si lo fuese, no podríamos hablar de un Dios de amor. Jesús, en diferentes ocasiones –como podemos leer en el Nuevo Testamento– se enfrentó a esa distorsión del Dios de la Biblia, a la visión popular de que el sufrimiento es merecido y que en definitiva viene de Dios.

«En aquel momento se presentaron algunos a contarle que Pilato había mezclado la sangre de unos galileos con la de las victimas que ofrecían. Jesús les contestó: ¿Pensáis que esos galileos eran más pecadores que los demás porque acabaron así? Os digo que no; y si no os enmendáis, todos vosotros pereceréis también. Y aquellos que murieron aplastados por la torre de Siloé, ¿pensáis que eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén? Os digo que no y si no os enmendáis, todos vosotros pereceréis también.» 14

«Al pasar vio un hombre ciego de nacimiento. Los discípulos le preguntaron: Rabí ¿quién pecó para que naciera ciego?; ¿él o sus padres? »Contestó Jesús: Ni él pecó ni sus padres; ha sucedido para que se revele en él la acción de Dios.» 15

Estos pasajes inciden sobre el hecho de que las cosas suceden porque suceden, y que no necesariamente sufrimos por aquello que hemos hecho. Y lo que es más importante aún, Dios en ningún caso es responsable o desea nuestro sufrimiento. La última frase me parece profundamente significativa porque nos habla de un Dios que no es indiferente al sufrimiento, sino de un Dios que actúa. La Nueva Biblia al Día (NBD) traduce el texto de la forma siguiente: «[…] para que todos vean lo que Dios hace en la vida de él.» 16

Al traducir de esta forma el texto, este nos transmite con mayor fuerza que el Dios de Jesús es un Dios que se solidariza con el hombre, que no es indiferente a las necesidades de cada uno de nosotros. De la misma manera que el ciego fue curado, Dios se compromete a actuar en nuestras vidas. Dios

14 Lucas 13: 1-5 (NBE) 15 Juan 9: 1-3 (BP) 16 Juan 9: 3 (NBD)

nos busca allí donde estemos con el objetivo de cenar con nosotros, con la finalidad de satisfacer nuestras necesidades. Para finalizar me gustaría hacer mías las palabras de José Mª Castillo cuando hablando del mal y el sufrimiento dice:

«…el mal y el sufrimiento, desde el punto de vista de lo que pensamiento humano puede dar de sí, no tiene explicación que nos tranquilice y nos deje satisfechos. En cualquier caso, lo que tenemos que tener claro es que Dios no quiere el mal, no quiere el sufrimiento, no soporta el sufrimiento de los seres humanos, por muy malos y por muy pecadores que seamos o podamos ser. Es más, si realmente creemos en un Dios que es Padre, que es Amor y Misericordia, ese Dios no tiene nada que ver, no puede tener nada que ver, con los males de este mundo, con las miserias de este mundo. En este sentido, se puede y se debe decir que Dios no castiga a nadie.» 17

Creo que como seguidores de Cristo que nos declaramos, y por lo tanto como cristianos, deberíamos estar convencidos de que Dios nos ama más allá de lo que podamos comprender. Y eso implica que Dios sale a nuestro encuentro y nos pregunta: ¿dónde estás? Es una pregunta que nace del deseo de Dios de salvarnos. Su objetivo, como hemos mencionado anteriormente, no es condenarnos sino posibilitar nuestra felicidad. Dios no es responsable ni del mal ni del sufrimiento humano. Dios, cuando se acerca al hombre, lo hace con el deseo de transmitirle que el mal al cual se ha visto, se ve y se verá sometido llegará a su fin, y que llegará el momento en el cual podrá ser feliz de una forma total. Como hemos defendido en todo momento, Dios no es indiferente al sufrimiento del hombre, y por eso actúa y sale en busca del hombre y le pregunta: «¿Dónde estás?». Y creo que a la luz de ese amor incondicional del Dios de la Biblia por el hombre la única opción válida es responder: aquí estoy.

17 CASTILLO, op. cit., p. 158.

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