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El bautismo: una declaración inédita de Elena G. de

:: El bautismo: Una declaración inédita de Elena G. de White*

Daniel A. Mora

Estudiante del Seminario Teológico Adventista de Venezuela (SETAVEN).

*Publicado en Elena G. de White: Manteniendo viva la visión. Documentos presentados en el I Simposio Bíblico Teológico del Seminario Teológico Adventista de Venezuela, 2015, eds. Hector O. Martín y Daniel A. Mora (Nirgua [Venezuela]: Ediciones SETAVEN, 2015), 259-272.

Introducción

Recientes estudios teológicos sobre la forma como los adventistas definen el concepto de ordenación, 1 han resaltado el pensamiento que Elena de White tenía sobre el ministerio, 2 la imposición de manos 3 y la ejecución de las funciones tradicionales que se asignan a este cargo: bautizar, casar, oficiar la cena del Señor, entre otros. En particular, ella corrigió diferentes conceptos que dotaban al ordenado de una jerarquía o poder especial así como el pensamiento católico de la división entre el laicado y el clero.

En esta investigación se analizará un manuscrito inédito de Elena de White, donde ella expresó de forma clara y amplia, la forma de oficiar el bautismo realizado por parte de feligreses adventistas que nunca habían sido ordenados como “ministros” y trabajaban como misioneros. Estas declaraciones estaban basadas en la experiencia de John Tay, misionero voluntario en la zona del Pacífico Austral en la década de 1880. Para poder entender el contexto de este manuscrito, es necesario exponer la comprensión que ella tenía sobre (1) el ministerio, (2) la ordenación y (3) el trabajo misionero.

Definiciones de ministerio

Elena de White, sosteniéndose de la comisión evangélica (Mt 28:19-20; Mr 16:15; Lc 24:47), 4 consideraba que todos los creyentes estaban capacitados y dotados para cumplir esa comisión dada por Jesús: “El mandato había sido dado a los doce apóstoles cuando Cristo se encontró con ellos en el aposento alto; pero debía ser comunicado ahora a un número mayor. En una montaña de Galilea se realizó una reunión, en la cual se congregaron todos los creyentes que pudieron ser llamados.” 5 Ella, continúa diciendo:

[…] El mandato que dio el Salvador a los discípulos incluía a todos los creyentes en Cristo hasta el fin del tiempo. Es un error fatal suponer que la obra de salvar almas sólo depende del ministro ordenado. Todos aquellos a quienes llegó la inspiración celestial, reciben el Evangelio en cometido. A todos los que reciben la vida de Cristo se les ordena trabajar para la salvación de sus semejantes. La iglesia fue establecida para esta obra, y todos los que toman sus votos sagrados se comprometen por ello a colaborar con Cristo. 6

La definición principal de ministerio, 7 es el llamado para que cada creyente colabore junto con el Espíritu de Dios en la tarea de anunciar la salvación a todos los seres humanos, encomendada por Cristo. Esta tarea es transferida a todo aquel que se bautiza, se le impone las manos y se le encomienda mediante dicha comisión el seguir discipulando.

El ministerio incluye otras profesiones y labores, como el médico. Elena de White enfatizó que estas personas son importantes en la causa del mensaje del tercer ángel. Por esta razón, ella creía que se debía ordenar a los médicos:

La obra del verdadero médico misionero es mayormente una obra de carácter espiritual. Incluye la oración y la imposición de manos; por lo tanto debiera separárselo para esta obra con la misma piedad con que se separa al ministro del Evangelio. Los que son elegidos para desempeñarse como médicos misioneros deben ser separados como tales. Esto los fortalecerá contra la tentación a apartarse de la obra en el sanatorio para dedicarse a la práctica privada. 8

Esta obra, englobaba todos los aspectos holísticos del ser humano. El médico, estaba capacitado para atender las dolencias físicas de las personas. Pero, a su vez, suplir las necesidades espirituales. La obra médico-misionera, era igual a la del ministro ordenado: “Hombres y mujeres deberían estar trabajando como evangelistas médico misioneros, ayudando a los que están comprometidos en el ministerio evangélico.” 9

Sin embargo, otra línea de trabajo ministerial resalta en los escritos de Elena de White, como lo es el colportaje. 10 Ella, elevó este trabajo a la misma altura que el ministerio pastoral:

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Los colportores han de salir a hacer su obra en las diversas partes del país. La importancia de esta obra se equipara plenamente a la del ministerio pastoral. El predicador viviente y el mensajero silencioso se necesitan por igual para la realización de la gran tarea que afrontamos. 11

Este ministerio, tiene un impacto evangelizador muy eficaz, ya que el colportor tiene acceso al interior de las casas, y el contacto con las familias o personas mediante la venta de libros, lo pone en una posición ventajosa. 12 White, consideraba que el colportaje es una antesala para la preparación de los candidatos al ministerio pastoral:

La experiencia así ganada [la del colpotaje] será del mayor valor para los que se están preparando para el ministerio. Es el acompañamiento del

Espíritu Santo de Dios lo que prepara a los obreros, sean hombres o mujeres para ser pastores del rebaño de Dios. 13

Por último, se encuentran los que trabajan propiamente en el “ministerio evangélico”, “ministerio de la Palabra” o el “ministro ordenado”. 14 Esta línea incluye también a los evangelistas.

Elena de White, tenía la visión de que tanto hombres como mujeres están capacitados para dirigir en la iglesia como líderes-siervos, mediante el ejemplo de Cristo (Fil 2:5): “Jesús fue dado para que permaneciera a la cabeza de la humanidad, y enseñara por su ejemplo qué significa ministrar;” 15 “El Señor desea que sus siervos ministros ocupen un lugar digno de la más alta consideración. En la mente de Dios, el ministerio de hombres y mujeres existía desde antes de la creación del mundo.” 16

La ordenación en la comprensión de Elena de White

Elena de White, creía que el acto de imponer las manos sobre una persona, no añadía poderes especiales, jerarquía o cualidades adicionales. Hablando de la ordenación de Pablo y Bernabé, ella escribió lo siguiente:

[…] habían recibido ya su comisión de Dios mismo, y la ceremonia de la imposición de las manos no añadía ninguna gracia o cualidad virtual. Era una forma reconocida de designación para un cargo señalado, y un reconocimiento de la autoridad de uno para ese cargo. Por ella se colocaba el sello de la iglesia sobre la obra de Dios. 17

La imposición de manos es un acto en el cual la iglesia reconoce que Dios ha llamado o dotado a una persona, 18 para desempeñar un don o ministerio. 19 Pero el acto en sí mismo no tiene ningún poder especial. Es solo un símbolo, tal como se presenta en las Escrituras. Lo que prima es el don que él Espíritu Santo ha dado a la persona, y la ordenación es un reconocimiento de los frutos públicos de ese llamado.

Una definición opuesta a la mencionada, es antibíblica, dado que es una herencia de la jerarquía católica que a su vez lo adoptó del paganismo. 20 Elena de White, escribe:

Ulteriormente, el rito de la ordenación por la imposición de las manos fue grandemente profanado; se le atribuía al acto una importancia infundada, como si sobre aquellos que recibían esa ordenación descendiera un poder que los calificaba inmediatamente para todo trabajo ministerial. Pero en el relato del apartamiento de esos dos apóstoles no hay indicación de que ninguna virtud les fué impartida por el mero acto de imponerles las manos. Se menciona simplemente su ordenación y la relación que ésta tenía con su futura obra. 21

La autoridad de un ministro, no reside principalmente en su ordenación, sino en su testimonio y servicio. 22 Esto se debe a que la autoridad es conferida por la iglesia, quien lo reconoce y autoriza para impartir la enseñanza correcta, administrar los oficios y ministrar los necesitados. Sin embargo, White, señala que la ordenación no califica a la persona para “todo tipo de trabajo ministerial”. Es solo un fin para cumplir la misión, y no al revés. La ordenación de un ministro no es el centro de la misión y tampoco el fin de esta, porque “Cristo es la única cabeza de la iglesia;” 23 “Cristo, no el ministro, es la cabeza de la iglesia”. 24 Esta función es intransferible e inimitable. 25

Por esta razón, Elena de White recomendó otros tipos de ordenaciones para diferentes líneas de trabajo en el ministerio; como el médico misionero y ministerios locales. 26 Ella, no se opuso a la designación de pastores, ancianos y diáconos. Sino que fue más allá al ver todas las líneas de ministerio como una sola y complementarias entre sí:

El mandato dado a los discípulos nos es dado también a nosotros. Hoy día, como entonces, un Salvador crucificado y resucitado ha de ser levantado delante de los que están sin Dios y sin esperanza en el mundo. El Señor llama a pastores, maestros y evangelistas. De puerta en puerta han de proclamar sus siervos el mensaje de salvación. A toda nación, tribu, lengua y pueblo se han de proclamar las nuevas del perdón por Cristo. El mensaje ha de ser dado, no con expresiones atenuadas y sin vida, sino en términos claros, decididos y conmovedores. 27

Necesidad de un orden

Entre las décadas de 1850 y 1860, los adventistas no contaban con un cuerpo de líderes locales. 28 Tampoco, con iglesias propiamente y su cuerpo ministerial estaba compuesto por evangelistas itinerantes. 29 Además tuvieron que lidiar con el problema de los falsos predicadores que consternaban a los creyentes con enseñanzas contrarias a las Escrituras. 30 Por ejemplo, John N. Loughborough escribió que en los

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primeros años de los adventistas sabatarios, no había registros de miembros, oficiales y ningún tipo de ordenación. 31 A inicios de 1853, Jaime White y José Bates eran quienes firmaban las credenciales de los predicadores, como autoridades dentro del movimiento adventista. 32

Los adventistas sabatarios, provenían de iglesias que tenían la concepción anabaptista sobre el ministerio. Los grupos de los anabaptistas tendían a rechazar todo lo res (sacramental), o “lo espiritual”, de los sacramentos y no concebían al ministro separado de los laicos como una clase aparte, sino simplemente con una función diferente. 33 Por lo que la teología del movimiento adventista, no se interesó en definir la esencia de la ordenación. Así, la incorporación de ancianos itinerantes (pastores), ancianos locales y diáconos, se hizo más por un asunto de necesidad, 34 hasta que llegó a ser parte de la estructura adventista.

Observaciones sobre la obra de las misiones en el extranjero

En 1896, Elena de White escribió una carta, en la cual hace algunas observaciones respecto a las misiones extranjeras, y la reacción que la iglesia debe tener ante estos panoramas. Este manuscrito 35 es importante por varias razones: (1) Es un documento inédito en español, solo una porción ha sido traducida. 36 (2) Contiene principios guiadores y claros, sobre como White consideraba la ordenación y el ministerio pastoral; (3) A su vez, potencia los conceptos del ministerio y la autoridad de los adventistas sin ordenación para ejercer las funciones enmarcadas dentro de la comisión evangélica.

Necesidad de misioneros en los vastos campos del mundo

Elena de White, comienza introduciendo la necesidad que el mundo tiene de obreros, pero no se está trabajando. Una de las escenas que presenta, es cómo los cristianos en la era apostólica fueron empujados evangelizar: “En la persecución que surgió [en la era apostólica], los santos, los creyentes, fueron esparcidos a través de diferentes lugares, y ellos predicaron el evangelio. Bueno, ellos no eran pastores.” 37 Por otro lado, White, señala la importancia de comenzar a integrar a los creyentes, cuyos corazones han sido movidos para servir en la misión; emplearlos sin esperar “hasta que sean ordenados”. Incentivarlos a “[…] sentir que es posible que ellos vayan y se hagan cargo de la obra en estos países. Muchos de ellos podrían hacerlo tan bien como los pastores”. 38 Así, los obreros más experimentados, podrían atender las congregaciones en las grandes ciudades.

Capacitar a los creyentes para ministrar

Uno de los principios que Elena de White delinea en este escrito, es la urgencia por preparar a todos los creyentes bautizados para ocupar las líneas de servicio ministerial. White, señala: “[…] los pastores deben alentar a aquellos que sienten alguna carga en esa dirección [el ser misioneros], a menos que haya algo definitivo en sus vidas o en sus caracteres que los haga objetables.” 39 Se les habría que enseñar a usar sus dones y talentos. La falta de capacitación por parte de los pastores, para que otros miembros esparzan la luz en el mundo al mismo nivel que ellos, es causada por la jerarquización realizada por la diferencia entre laicos y clero que produce desigualdad entre los creyentes y no adhiere al concepto bíblico del sacerdocio de todos los creyentes. Esto promueve que algunos ministros se consideren como los únicos receptores de la autoridad para cumplir las funciones de servicio o ministerio:

Dios no deposita su obra sobre unos pocos pastores. Él no lo hace. Hemos dejado que este asunto [ministrar] se instale demasiado fuerte y demasiado arraigado en nuestras mentes de que solo un pastor en regla debe estar preparado para hacerse cargo de la obra. 40

Algo interesante, es que en la preparación, se debe tener en cuenta que el llamado no es hecho por los hombres sino por Dios. Elena de White entiende que un creyente es llamado a ministrar, y debe ser ayudado, y no juzgado. Ella, reprueba esta actitud: […] nuestras mentes finitas no debe pronunciarse sobre esto, y pensar que ellos deben pasar por todas las duras experiencias del pastor antes de que puedan ser aceptados como obreros. Déjenlos ir. Déjenlo probar su poder, su habilidad, y vean que es lo que harán, pero no vayan a ellos para decirles “Tú no eres un pastor”. 41

Elena de White, además recomendó la ordenación de creyentes como pastores, aunque estos no hayan tenido una educación y preparación igual que ellos:

Debe haber hombres que sean comisionados o alentados por nuestros hermanos para ir, y si ellos sienten que es mejor que estos hombres estén ordenados, entonces ordenen a algunos de ellos, pero si no, déjenlos ir y déjenlos hacer lo mejor que puedan según su capacidad. 42

No es la educación la que va a convertir a los hombres en obreros. Queremos obtener toda la educación que puedan, pero al mismo tiempo, los hombres que no tienen una educación no deben ser restringidos como si ellos no estuvieran preparados para ir hasta que no tengan una educación. 43

Estos misioneros, deben ser hombres y mujeres como lo señala en el siguiente párrafo. Aquí, White usó el término “hombre” en forma genérica. Ella, enfatiza:

Creo que no necesitamos dejar la obra a nuestro alcance, y aun así podemos alentar a hombres y mujeres a ir a estos distritos. Debemos tener

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más espíritu misionero, debemos ser mejores misioneros, educados para que así podamos reconocer donde está el talento. 44

Los creyentes pueden bautizar

En 1873, John Tay se unió al movimiento adventista, y pronto se sintió llamado por Dios para ofrecer su tiempo como misionero en el Pacífico Sur. En 1886, desembarcó en la isla de Pitcairn y tuvo éxito por la gracia de Dios, cuyos habitantes se convirtieron al adventismo. Pero no era un ministro ordenado, tampoco estaba autorizado para bautizar a la gente en la isla.

Elena de White, en el siguiente párrafo, describió la experiencia de Tay, mostrando una visión no sacramental de la ordenación. Tomando el concepto bíblico de la comisión evangélica, ella escribió: Quiero decirte otra cosa que sé por la luz que se me ha dado: ha sido un gran error que los hombres salgan, sabiendo que son los hijos de Dios, como el hermano Tay, [quien] fue a Pitcairn para trabajar como misionero, [pero] quien no se sintió en libertad de bautizar porque no había sido ordenado. Esa no es una disposición de Dios; es una fijación del hombre. Cuando los hombres salen a trabajar con la carga del trabajo y para traer almas a la verdad, esos hombres son ordenados por Dios [incluso] si [ellos] nunca recibieron ni un toque de la ceremonia de la ordenación. Decir que [ellos] no deben bautizar cuando no hay nadie más [es un error]. Si hay un ministro cerca, bien, entonces deberían buscar al ministro ordenado para que bautice, pero cuando el Señor trabaja con un hombre para sacar un alma de aquí o allá, y no se sabe cuándo será la oportunidad para que estas preciosas almas se bauticen, ¿por qué no debería el inquirir acerca de este asunto? Él debería bautizar estas almas. 45

Algunos puntos son resaltantes: (1) El campo misionero no se restringe solo a los pastores, es para que todos los “hijos de Dios” vayan a buscar almas para Cristo. (2) John Tay, cometió un error: no bautizar porque no era ordenado. (3) La ordenación no es un sacramento, “Esa no es una disposición de Dios; es una fijación del hombre”. (4) Todo creyente que sale como misionero, ya ha sido ordenado por Dios, así no haya estado en una ceremonia oficial. (5) El don o ministerio está por encima de la ordenación, y es un error prohibirles bautizar cuando no hay un ministro cerca. (6) Elena de White, reconoce el orden: “Si hay un ministro cerca, bien, entonces deberían buscar al ministro ordenado para que bautice.” (7) Pero, esta no es una regla inamovible, cuando una persona muestra los frutos de su trabajo, es su deber bautizar. Lo que importa es la salvación de los pecadores.

Esta declaración hecha por Elena de White, aparentemente contradecía la resolución que había tomado la Asociación General, a finales de 1870. 46 En la cual solo se autorizaba a los ordenados a efectuar los bautismos. Denis Fortin, comenta sobre esta declaración lo siguiente:

Admitamos, para ser justos, que ella apoyó el principio más amplio de la unidad y el orden de la iglesia, y concordó en que la ordenación funciona como un rito para mostrar que los ministros reciben autoridad para trabajar para la iglesia. Pero si la ordenación es vista como una manera para establecer cierta jerarquía a fin de mantener a los laicos en sus lugares más bajos, es obvio aquí que ella no apoyó dicho punto de vista. Ella objetó la idea de que solo los ministros ordenados pueden representar a la iglesia como sus derechos y funciones exclusivos. 47

Para apoyar el bautismo efectuado por adventistas no ordenados, Elena de White, citó el caso de Felipe y de cómo los cristianos bautizaban en la iglesia primitiva:

Ellos [los creyentes] estaban predicando el evangelio en todas partes, y a medida que las almas se convertían eran bautizadas [por los creyentes]. Felipe no era un pastor ordenado, pero cuando el eunuco comenzó a preguntar acerca de este asunto, Felipe le abrió la Palabra ¿Y luego qué? Él dijo: ¿Qué impide que sea bautizado? Efectivamente, ¿Qué le impedía? Se consideró que nada le impedía, y Felipe bajó y lo bautizó. 48

Conclusión

En la actualidad, se puede cuestionar el hecho que un creyente no ordenado bautice. Sin embargo, Elena de White tiene una visión amplia de lo que es el ministerio. Esta declaración de ella, debió surtir un efecto importante en su época.

Es importante reconocer que los adventistas desde sus inicios, tuvieron una visión no sacramental de la ordenación. Esto se evidencia por las diferentes líneas de ministerio que existían. Así, como la autoridad que se les daba a los ancianos 49 locales para oficiar bautismos (práctica que se ha recuperado en la actualidad) y a los diáconos para oficiar la Cena del Señor (practica que debe ser recuperada). Por otro lado, el ministerio adventista incluyó a hombres y mujeres, 50 quienes fueron pastores, evangelistas, maestros, colportores y médicos.

En la actualidad, los adventistas han retomado estas prácticas que se perdieron con el paso del tiempo (bautismos efectuados por hombres y mujeres ancianos o ministros comisionados). Pero a su vez, los adventistas están siendo amenazados en dejar su comprensión inicial, en lo que respecto a la ordenación y el ministerio pastoral como funcionales, por la conceptualización jerárquica de algunos teólogos que están copiando su teología ministerial del calvinismo.

Por último, la comisión evangélica fue dada a todos los creyentes, la autoridad para efectuar bautismos es dada por Cris

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to, y esta práctica no está destinada solo al ministro ordenado. Elena de White reconoció la importancia del orden instituido, pero no lo vio como limitante, cuando en circunstancias especiales, es el llamado del misionero y creyente bautizar a las personas que han aceptado al mensaje de Dios en Cristo.

1 Asociación General de la Iglesia Adventista del Séptimo Día, “Consensus Statement on a Seventh-Day Adventist Theology of

Ordination”, Theology Ordination Study

Committee, https://www.adventistarchives.org/consensus-statement-on-aseventh-day-adventist-theology-of-ordination.pdf (consultado: 8 de septiembre, 2015); Denis Kaiser, “Setting Apart for the Ministry: Theory and Practice in

Seventh-day Adventism (1850-1920)”,

Andrews University Seminary Studies, vol. 51, no. 2 (2013), 177-218; Stephen A. L. Richardson, “Teología de la ordenación”, en Teología de la ordenación: Informe del comité de estudio de la División Norteamericana, 2013 (Silver Spring, MD: División

Norteamericana, 2015), 202-206; Denis

Fortin, “Elena G. de White, las mujeres y la ordenación de la mujer”, en Teología de la ordenación: Informe del comité de estudio de la División Norteamericana, 2013; David Trimm, “Ordination in

Seventh-day Adventist History”, TOSC, https://www.adventistarchives.org /ordination-in-sda-history.pdf (consultado: 3 de abril, 2015); ídem, “The Ordination of Women in Seventh-day Adventist Policy and Practice”, TOSC, https://www. adventistarchives.org/the-ordinationof-women-in-seventh-day-adventistpolicy-and-practice.pdf (consultado: 23 de agosto, 2014); Alberto R. Timm,

“Seventh-day Adventists On Women’s

Ordination A Brief Historical Overview”,

TOSC, https://www.adventistarchives .org/papers -commissioned-and-submitted-but-not-presented (consultado: 6 de septiembre, 2015). 2 Denis Fortin y Jerry Moon, eds., The Ellen G.

White Encyclopedia (Washington, DC: Review and Herald Publishing Association, 2014), 991-992. 3 Denis Fortin, “The Concept of Ordination in the Writings of Ellen G. White,” Andrews University, http://www.andrews. edu/~fortind/EGWOrdination.htm (consultado: 15 de agosto, 2015); Angel Manuel

Rodriguez, et. al., “Toward a Theology of

Ordination,” TOSC, https://www.adventistarchives.org/rodriguez-towards-atheology-of-ordination.pdf (consultado: 3 de septiembre, 2015). 4 Para un análisis más amplio sobre las definiciones de ministerio, ver Elena G. de White, El evangelismo (Miami, FL: Asociación

Publicadora Interamericana, 1994); ídem,

El ministerio pastoral (Silver Spring, MD:

Ellen G. White Estate, 1995); ídem, Obreros evangélicos (Buenos Aires: Asociación

Casa Editora Sudamericana, 1997). 5 Elena G. de White, El Deseado de todas las gentes (Mountain View, CA: Pacific Press, 1955), 757. 6 Ibíd., 761. 7 La definición bíblica de ministerio, se encuentra en el término griego διάκονος [diákonos] (Mt 20:26; 23:11; Mr 9:35; 10:43;

Jn 12:26; Ro 13: 4; Gá 2:17; Ef 3:7; 6:21; Col 1:17, 23, 25; 4:7; 1 Ti 4:6 cf. Lc 22:26, 27;

Ro 15:25). Este se traduce como “siervo”, y sus diferentes variantes están conectadas con el servicio (Ver “διάκονος”, en Thayer’s Greek-English Lexicon of the

New Testament, CD-ROM BibleWorks, versión 8.0.013z.1 [Norfolk, VA: Bible Works, 2009]). No obstante, versiones tradicionales de la Biblia, como la Reina-Valera, han usado dos palabras para traducir διάκονος: “diácono” y “ministro”. Siendo la última, usada de forma arbitraria. El vocablo “ministro”, proviene del latín minister, y su significado es: sirviente, criado o ayudante. Es menos sabio que el magister (el más sabio), y por ende está a su servicio (“Magisterio”,

Etimologías de Chile, http://etimologias. dechile.net/?magisterio [consultado: 28 de septiembre, 2015]). De allí que cualquiera podía ser ministro, pero no cualquiera podía ser maestro.

Sin embargo, con el paso del tiempo, este término comenzó a ser equipado de un significado más técnico. En la concepción católica, el ministro es el único que puede oficiar/administrar de forma válida los sacramentos (“Código de Derecho Canónico”, Vatican, http:// www.vatican.va/archive/ESL0020/__ P2R.HTM [consultado: 27 de septiembre, 2015]). Son ordenados, adquiriendo así una jerarquía. Esta definición, dominó los conceptos estándares del ministerio en el cristianismo.

Como resultado de este problema etimológico, versiones modernas de la Biblia como la NVI, han comenzado a corregir el problema, para presentar el correcto significado del texto bíblico. Así que, traducen el término διάκονος y el verbo διακονέω [diakonéo] como: “servidor” o “servir”.

El διάκονος designa a una persona que sin importar sus dones o talentos, es un siervo de Dios y su iglesia. En este sentido, el lenguaje neotestamentario no hace discriminación entre el diácono y el ministro, es decir, no hay división entre ordenados (clero) o no ordenados (laicos). Estas categorías, son posteriores al periodo apostólico, y su esencia está en la tradición posapostólica. Con esto, no se quiere decir que no haya diferentes servicios en la iglesia. Pero, este hecho no indica que un “servidor” sea más importante que otro, y más cuando se pretende hacer jerarquías, bajo una lectura de las Escrituras con los lentes de la tradición. Parte de esta nota, es un extracto de un sermón presentado por Silvia Scholtus, Iglesia Diamante Sur, Entre Ríos, Argentina, el 8 de agosto de 2015 [no publicado]. Compartido en forma personal al autor de este trabajo.

Daniel A. Mora

8 Elena G. de White, Ev, 397-398. 9 Elena G. de White, Manuscrito 43, 1898 (Silver

Spring, MD: Ellen G. White Estate, 22 de marzo, 1898). 10 Elena G. de White, El colportor evangélico (Buenos Aires: Asociación Casa Editora

Sudamericana, 1999), 10-11. 11 Ibíd., 9. 12 Ibíd., 38. 13 Elena G. de White, Testimonies for the Church (Mountain View, CA: Pacific Press, 1901), 6:322. 14 Elena G. de White Ev, 557-558. 15 Elena G. de White, Los hechos de los apóstoles (Mountain View, CA: Pacific Press, 1957), 281. 16 Elena G. de White, Manuscript Releases (Silver

Spring, MD: Ellen G. White Estate, 1988), 18:380. 17 Elena G. de White, HAp, 131. 18 Hch 6: 1-3; 13: 1-3; 1 Ti 5: 17; Tit 2:15. 19 Ro 12:4-8; 1 Co 2:9-11, 27-28; Efe 4:8, 11-16;

Hch 6:1-7; 1 Ti 2:1-3; 1 Pe 4:10,11 20 Para un análisis sobre las trayectorias de la ordenación a través de la historia cristiana y como esta se pervirtió, véase

John W. Reeve, “Trajectories of Women’s

Ordination in History”, Journal of Asia

Adventist Seminary, vol. 15, no. 2 (2012): 197-220. 21 Elena G. de White, HAp, 131. 22 Mt 20:28; Mr 10:45. 23 Elena G. de White, Manuscript Releases (Silver Spring, MD: Ellen G. White Estate, 1988), 21: 274. 24 Elena G. de White, “Comforting Thoughts”,

Sign of the Times, 24 de enero, 1890. 25 Para conocer la posición oficial de la teología adventista, y el rechazo del concepto jerárquico del ministerio, véase Seminario Teológico Adventista del Séptimo Día,

“Acerca de Cristo como la única cabeza de la iglesia, una declaración del Seminario

Teológico Adventista del Séptimo Día”,

Universidad de Andrews, https://www.andrews.edu/sem/9-19-14-updated_unique_ headship_of_christ_final_-_spanish.pdf (consultado: 13 de septiembre, 2015). 26 Elena G. de White, “The Duty of the Minister and the People”, RH, 9 de julio, 1895. 27 Elena G. de White, OE, 29. 28 Kendra Haloviak Valentine, “Ordination:

Disentangling the Gordian Knot”, Pacific

Union Conference Session, http://session. adventistfaith.org/assets/424939 (consultado: 01 de agosto, 2014). Bert Haloviak, “Route to the Ordination of Women in the Seventh-Day Adventist Church:

Two Paths”, Adventist Archives, http://docs. adventistarchives.org/docs/AST/Ast1985. pdf (consultado: 9 de abril, 2015). 30 Richard W. Schwarz y Floyd Greenleaf, Portadores de luz: Historia de la Iglesia Adventista del Séptimo Día, 1ra ed. (Buenos Aires:

Asociación Casas Editora Sudamericana, 2002), 89. 31 J. N. Loughborough, “Anarchy or Order —

Which ?”, RH, 28 de mayo, 1901. 32 George Knight, Nuestra organización: ¿Aliada o enemiga de la gran comisión? (Doral, FL:

Asociación Publicadora Interamericana, 2008), 44. 33 John Reeve, “Trajectories of Women’s Ordination in History”, 217-219. 34 J. B. Frisbie, “Church Order”, RH, 9 de enero, 1855; ídem, “Church Order”, RH, 26 de junio, 1856; R. F. Cotrell, “What are the

Duties of Church Officers?”, RH, 2 de octubre, 1856; Schwarz y Greenleaf, Portadores de luz, 93. 35 Elena G. de White, Manuscrito 75, 1896 (Silver Spring, MD: Ellen G. White Estate, 12 de noviembre, 1896). 36 Denis Fortin, “Elena G. de White, las mujeres y la ordenación de la mujer”, 119-120. 37 Elena G. de White, Manuscrito 75, 1896. 38 Ibíd. 39 Ibíd. 40 Ibíd. 41 Ibíd. Énfasis añadido. 42 Ibíd. 43 Ibíd. 44 Ibíd. 45 Ibíd. 46 Denis Kaiser, “Setting Apart for the Ministry”, 30. 47 Denis Fortin, “Elena G. de White, las mujeres y la ordenación de la mujer”, 120. 48 Elena G. de White, Manuscrito 75, 1896. 49 Algunos pioneros, llegaron a considerar que las mujeres eran parte de estos cargos: “De acuerdo con la constitución de la iglesia primitiva, había un orden de mujeres a cargo de parte de los asuntos públicos de la iglesia consistente en dos clases: (1) Mujeres ancianas que presidían y supervisaban la moral de otras mujeres cristianas. (2) Diaconisas que estaban a cargo de algunos de los puestos del ministerio, como bautizando a las mujeres convertidas, y que también recogían y distribuían las contribuciones para el alivio de los enfermos y pobres, además de otros puestos menos importantes” (Stephen Haskell a Jaime White, Carta, 13 de diciembre, 1878). Elena de White, insto a que las mujeres fuera apartadas por la ordenación (Elena G. de White,

RH, 9 de julio, 1895), a cargos de tiempo parcial. Aunque, no especificó cuáles, su descripción se ajusta a las ancianas y diaconisas. Por ejemplo, John N. Loughborough, presidente de la Asociación de

California, registra en su diario personal, cuando él ordenó como anciana a la Hna.

Leta Silkwood en la Iglesia de Santa Ana, el 1 de enero de 1899 (Bryan Strayer, J. N.

Loughborough: The Last of the Adventist

Pioneers [Washington, DC: Review and

Herald, 2013], 362). En ese mismo año de 1895, los pastores Corliss y McCullagh apartaron por la imposición de manos a varias mujeres como diaconisas. William C.

White, en Nueva Zelanda también ordenó otras mujeres para esa misma función en 1900 (Elena de White, Hijas de Dios [Mountain View, CA: Pacific Press, 1957], 251). 50 Marinda Day Sype, efectuó bautismos a lo largo de su trayectoria como evangelista y pastora (Josephine Benton, Called by God: Stories of Seventh-day Adventist

Women Ministers [Lincoln, NE.: Advent

Source, 2002], 43, 144). Ella, recibió una licencia ministerial por la Asociación de

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