Un punto de vista personal y dos enfoques anuméricos frente al porvenir

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Un punto de vista personal y dos enfoques anuméricos frente al porvenir Un ensayo apocalíptico, distópico y apodíctico (Aviso: sonría, por favor; nada hay tan cómico como pretender resultar patético; además, todo esto no es más que literatura, más que barata, gratuita.) Mes a mes, año tras año van acumulándose evidencias sobre la alteración de las pautas climáticas que hasta hace bien poco parecían eternas, al modo de las tablas de la ley esculpidas en piedra que mostró Moisés a su pueblo. La comunidad científica internacional ha llegado al convencimiento y al acuerdo de que el cambio climático es real como el movimiento planetario; otra conclusión a la que ha llegado la práctica totalidad de la comunidad científica, si bien el acuerdo no es tan unánime como en el caso anterior, es que dicha alteración es antropogénica. Es decir, que el causante es la especie humana. Sin embargo, las palabras de la comunidad científica no se han trasladado de modo coherente a la sociedad en su conjunto, que evita enfrentarse al problema y sigue mirando a otro lado, ni tampoco a la “clase política”, que no es más que un afloramiento superficial de lo mejor, lo peor y lo regular de la masa social, pues se alimenta y nutre de ella, como no podía ser de otro modo. Este asunto puede parecer grave, pero ya no tiene demasiado interés: no se puede hacer más de lo que se ha hecho. La documentación, las evidencias, los reportajes serios, los libros de todo formato y enfoque, las declaraciones repetidas de los investigadores lo vienen diciendo de manera clara y manifiesta. Llegados a este punto, quien no se entere es por propia voluntad. A partir de ahora será la misma realidad la que se manifieste en sus múltiples facetas: las rápidas evoluciones climáticas que están teniendo lugar y que están por venir, la anómala sucesión de estaciones que estamos presenciando y que nos tocará presenciar, y las docenas y docenas de síntomas y consecuencias de todo tipo, la mayor parte de ellos erráticos, inciertos y con una potencialidad creciente, casi siempre fea, triste, problemática. Un ejemplo: flujos migratorios incontrolables desde el África subsahariana azotada por la sequía hasta el norte relativamente próspero. Flujos que empezaron hace años y que, como es obvio, van a crecer en el futuro próximo. Ante este oscuro panorama, las personas de mi entorno, como ya he dicho, por regla general miran hacia otro lado. Pero algunas son capaces de dedicarle unos segundos o minutos de reflexión cada cierto tiempo, y en este grupo distingo tres categorías singulares, un punto de vista personal y dos enfoques anuméricos: Categoría 1 – El punto de vista personal (el mío, el tuyo, el de ella…) Los diálogos y dicusiones sobre el denominado “cambio climático” recuerdan un poco a las disputas sentimentales de pareja: todo el mundo opina sin dudar, muy seguro de sus criterios pues se trata de cosas que se sienten en carne propia y que nadie tiene derecho a contravenir. Todas las personas tienen una experiencia acumulada acerca del clima que les ha tocado vivir, y eso les parece razón suficiente para dar opiniones categóricas sobre evoluciones climáticas más o menos recientes. No son los estudios y análisis científicos –al alcance de todos – los que aparecen en la discusión, sino las impresiones personales, es decir, subjetivas. Lamentablemente, la memoria humana falla más que una escopeta de feria, su alcance es casi siempre muy limitado y además los juicios y valoraciones sobre el clima vienen teñidos de importantes influencias personales, sentimentales, culturales, sociológicas…, que invalidan casi siempre sus dictámenes.


(No soy quién para negarle a nadie la felicidad que siente por un día de verano en pleno invierno, pero no puedo dejar de padecer palpitaciones cuando asisto a esas manifestaciones sentimentales, por el significado que les atribuyo.) Opiniones personales hay tantas como personas; lo que necesitamos para entender el entorno físico en que vivimos son leyes, cuanto más generales mejor, que nos orienten un poco. Tratar de sacar algo en limpio de dichas opiniones sería como buscar un sentido al parloteo de una bandada de cotorras. Categoría 2 - Perspectiva cíclica (al estilo budista) Se fundamenta en toda la cohorte de refranes, proverbios, decires, tópicos y frases hechas sobre el devenir de las estaciones, unido al firme convencimiento de que las cosas «son como son» y así serán por los siglos de los siglos. Ni que decir tiene que esta opinión no es más que una declaración de intenciones, pues la realidad es continuamente mutable, cambiante, modificable y alterable. Es probable que hasta hace relativamente poco tiempo la sucesión de las estaciones pareciera obedecer unas pautas bien marcadas y definidas (por ejemplo, «en las altas montañas hay nieves perpetuas»). Pero no es menos cierto que desde que tengo memoria este corpus teórico se ha venido resquebrajando y todo parece indicar que seguirá haciéndolo en el futuro próximo. Aun así, muchas y muchos se aferran a los mismos dichos y refranes de siempre, intuyo que tratando de conjurar la amenaza que parece acercarse. Ahora bien, ¿dónde quedaron «el cuarenta de mayo», las «tormentas de verano» o los «nueve meses de invierno»? Ante la tenacidad de la realidad climática de los últimos años, las personas adscritas a esta ideología optan por un razonamiento circular: lo que está sucediendo, según este punto de vista, es que «las estaciones están cambiando». Aunque no se especifica muy bien cómo, se habla de que los veranos se adelantan, en ocasiones los veranos se interrumpen antes de tiempo (no mencionan que siempre vuelven antes de Navidad), la primavera se adelanta también, etc. Todo se podría resumir en una frase de este tipo: «Las estaciones están como locas, todo está girando un poco en la rueda meteorológica.». Como no se especifica el mecanismo preciso de este movimiento giratorio, no se sabe a ciencia cierta lo que puede significar, pero por el tono de voz y el lenguaje no verbal que acompaña estas opiniones, se intuye que la cosa no es tan grave como la pintan, por no decir que no es grave en absoluto. En términos horarios, sería como si nos obligaran a adelantar o atrasar la aguja del reloj un cierto tiempo, algo que posiblemente resulte incómodo pero nada más. Adelante, pues con el giro. Categoría 3 - Perspectiva escalonada (al estilo optimista) Se basa en una encomiable característica de la especie humana: nuestro buen ánimo, optimismo y esperanza ante sucesos inciertos cuyas consecuencias aún no entendemos bien. Relacionada con esta perspectiva se encuentra la «perspectiva tecnológica», según la cual los seres humanos han sido capaces de enfrentarse a lo largo de su historia a situaciones muy desfavorables, incluso críticas, y han sabido salir adelante, a base de ingenio, pensamiento racional y soluciones tecnológicas. Esta forma de pensamiento dictamina que el denominado «cambio climático» no es tan grave pues, a lo sumo, se traduciría en ciertas alteraciones, más o menos ligeras, en las pautas climáticas, no demasiado serias, de modo que algunas regiones podrían verse perjudicadas «en algunos aspectos», mientras que otras podrían verse beneficiadas «en otros aspectos». De este modo, globalmente no se puede emitir un juicio negativo. Baste pensar, por poner un ejemplo, en las enormes estepas rusas, poco aptas para el cultivo, que podrían abrirse a la agricultura en un futuro próximo.


Entendido así, el denominado cambio climático equivaldría a subir un peldaño, a lo sumo dos, en la escala climática. Sería como colocarnos en una etapa “un poco más cálida”, o “un poco más húmeda” o “un poco menos gélida”. En lugares como la península ibérica, donde la norma es un insaciable deseo de estaciones cálidas, de días de playa y del extrañamente denominado «buen tiempo», cualquier cambio en el sentido mencionado –se admita públicamente o no– es contemplado con agrado y simpatía. Lo que no explican los seguidores de esta curiosa secta es por qué piensan que el cambio climático puede consistir únicamente en subir un peldaño o dos. ¿Por qué no tres o treinta? ¿No debemos hacer intervenir otro factor en la ecuación, el factor tiempo? ¿No es este factor el que determina la velocidad, la pendiente, los puntos de inflexión (si los hubiere)? Y, lo más importante de todo, la tendencia. Sin entender el concepto de tendencia aplicado a una simple gráfica matemática es imposible tratar de entender lo demás. Conclusión Tanto esta tendencia como aquella oscura fuerza que hace girar la rueda del clima deben tener una causa. Y si no somos capaces de entenderla, será imposible poner los medios para tratar de corregirla o, al menos, de atenuarla.


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