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Enteritis necrótica en pavos Lluis Puig
La enteritis necrótica en pavos suele aparecer entre las 7 y las 12 semanas de edad. La causa Clostridum perfringens como consecuencia subsiguiente de una disbiosis intestinal, o a raíz de una complicación de un cuadro digestivo previo - típicamente una coccidiosis-. El problema de esta enfermedad viene determinado por las consecuencias de su cuadro: las lesiones intestinales y hepáticas que produce comprometen seriamente el crecimiento de los animales, sin olvidar los elevados costes que supone la mortalidad que genera, que en algunos casos puede llegar al 50%
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Clostridium perfringens, principal causa de la Enteritis necr贸tica convive habitualmente sin mayor problema en el ambiente de los animales; el problema aparece cuando se produce un desequilibrio.
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La dificultad de control de la enfermedad reside en la rápida instauración de la misma y la ubicuidad de su agente causal principal: Clostridium perfringens. Así, si no se detecta a tiempo y se trata acordemente, las consecuencias de un brote pueden ser nefastas. Luego, como la bacteria se encuentra en casi cualquier parte, su erradicación resulta virtualmente imposible. Es por estos motivos que las políticas de vigilancia y prevención juegan un papel fundamental en la limitación de la incidencia de la enfermedad y sus consecuencias. Desde el punto de vista de la instauración del problema debemos considerar el comportamiento oportunista de C perfringens. Si bien las lesiones observadas se derivan de la proliferación de esta bacteria y las toxinas que produce, debemos considerar que esta bacteria convive sin mayores problemas en el ambiente de los animales. De hecho ha sido aislada del suelo, del polvo, del alimento y de la cama usada, además de ser considerada parte de la flora intestinal normal de las aves. Cabe considerar que el problema sólo aparece cuando se produce un desequilibrio de la flora intestinal o los animales sufren lesiones previas en su mucosa intestinal por otras causas.
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La enteritis necrótica es una enterotoxemia aguda que se ha descrito en distintos animales domésticos. Concretamente se han documentado casos en la cría de aves de distintas edades, siendo los brotes más habituales en pollitos de 2 a 5 semanas y en pavos de 7 a 12 semanas de edad (en los que suele ser más lesiva). Aunque también puede ser un problema en pollitas ponedoras criadas en jaulas y en la cría de patos. El problema de esta enfermedad viene determinado por las consecuencias de su cuadro: las lesiones intestinales y hepáticas que produce comprometen seriamente el crecimiento de los animales, sin olvidar los elevados costes que supone la mortalidad que genera, que en algunos casos puede llegar al 50%.
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Entre las enfermedades determinantes previas se listan coccidiosis, micotoxicosis, salmonelosis y larvas de parásitos. Además, también se ha documentado la predisposición que supone el abuso de ciertos ingredientes en la dieta (>10%) como son harinas animales (pescado), trigo, cebada, avena y centeno. Y tampoco se puede olvidar cualquier factor que determine una reducción de la velocidad del tránsito intestinal, como una enteritis vírica. Igualmente son peligrosos episodios de estrés ambiental o episodios de restricción alimentaria (por los subsecuentes empachos que se siguen cuando se reanuda la alimentación). Ante estas situaciones favorables la bacteria produce toxinas (Fig.1) y desencadena la enfermedad que se le asocia.
En cuanto a la detección, en la mayoría de los casos lo único que se observa es un aumento súbito de la mortalidad. Aunque pueden verse animales deprimidos, embolados y hasta evidencias de diarrea. Si realizamos necropsias (Fig.2), las lesiones principales las encontraremos en el yeyuno distal, que se muestra hinchado, friable y lleno de un fluido marronoso. La mucosa puede presentar características membranas difteroides localizadas o a lo largo de toda su extensión (descrito como en “toalla turca”). Los cadáveres aparecen deshidratados y tienden a la putrefacción rápidamente. El brote dura unos 5-10 días y la mortalidad oscila entre el 2 y el 50%, siendo lo habitual un 10%.
El diagnóstico presuntivo se realiza en base a un cuadro compatible y a la evidencia de abundantes bacilos gram (+) en tinciones de improntas de los tejidos lesionados, además de una rápida respuesta al tratamiento farmacológico indicado. Para la confirmación se cuentan las técnicas histopatológicas que evidencien la bacteria en las lesiones y el aislamiento, el cultivo y la identificación de C perfringens, aunque los resultados lleguen demasiado tarde. Debemos considerar sin embargo un diagnóstico diferencial con coccidiosis y enteritis ulcerativa. Las coccidiosis sin complicar no suelen causar lesiones tan graves, y las enteritis ulcerativas (C colinum) tienden a afectar tramos más distales del intestino (íleon y ciegos) y de forma más focal, además de manifestarse casi siempre con necrosis hepática.
Fig.1 Estructura de un cristal de toxina alfa producido por la bacteria Clostridium perfringens, al origen de la Enteritis necrótica en aves.
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La prevención de la enfermedad pasa por el control de sus factores desencadenantes. Debemos prevenir las enfermedades que la suelen preceder, concretamente los problemas por coccidiosis mediante coccidiostatos u otros parásitos con el método adecuado. Igualmente hay que evitar los cambios bruscos en la dieta, optimizar su buen estado, que no se estropee en silos o comederos (para que no proliferen micotoxinas), al igual que limitar la presencia de ingredientes que favorezcan la enfermedad. En el caso que no los podamos evitar conviene suplementar la ración con enzimas que ayuden a digerirlos, de forma que limitemos el sustrato disponible para la aparición de disbiosis intestinales. También se han usado la acidificación del agua y el alimento o la incorporación de probióticos (Lactobacillus, Bifidobacterium, Pediococcus) por su ejercicio de competencia intestinal por exclusión con C perfringens. Además, están las propias estrategias generales de manejo: mantenimiento de un ambiente idóneo para los animales que minimice el estrés (mantener la humedad de la cama entre el 20 y el 25% y en óptimas condiciones), y unas buenas prácticas higiénicas y de bioseguridad (especialmente lo referido al control de plagas).
Fig.2 Necropsia del intestino Observamos diferentes grados de lesiones por orden de gravedad
Ante la aparición de un brote el tratamiento pasa por el uso de antibióticos en el agua de bebida, fundamentalmente específicos para gram (+) como son bacitracina, penicilina, lincomicina y amoxicilina. Para limitar la infección de los animales sanos conviene eliminar las aves más afectadas y retirar los cadáveres con premura, a fin de evitar nuevas infecciones derivadas del canibalismo. Si bien cuando el problema es manifiesto las consecuencias son difíciles de paliar, conviene estar alerta de los casos subclínicos por el coste que suponen en pérdidas productivas, que aún siendo difíciles de calcular se estiman elevadas.
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