AwA 75

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AwA

Nº 75 AÑO X MAYO 2013

CAMINANDO POR BOLONIA

Opinión sobre los últimos acontecimientos en el plan bolonia.

CONCURSO DE RELATOS

Relatos premiados del IIIer Concurso de Relato Corto AwA-Kilowatio.

EL ARTE DE PEDIR

AwA se encuentra en un momento difícil, ¿nos ayudas?.


PROSA

VERSO

DIBUJO

OPINION

AwA

REVISTA CULTURAL


LIGHT BEYOND THE TUNNEL

EDITORIAL

Llegó el día. Puede que, si los dioses no son muy crueles en Junio y Julio, ésta sea mi última editorial con la revista. Han sido seis años bajo este techo, compartiendo alegría y suspensos, aprobados y fracasos. No he destacado demasiado académicamente pero tampoco creo que haya sido un mediocre. Tan solo soy uno más que, como vosotros, se ha comido días de biblioteca y ha desfasado como el que más a la hora de celebrar los triunfos. Por otro lado, creo que hay algo me diferencia de muchos otros compañeros industriales y es que, a pesar de todo, creo que logrado disfrutar de la ETSII. No penséis que me he vuelto loco o he sido sobornado por las instituciones cuando afirmo que, entre estos pasillos que parecen construidos para la tortura y sodomización académica, uno puede ser feliz. En primer lugar, como no, está la gente. No quiero parecer Almodóvar en la recogida de su Oscar y por ello omitiré los agradecimientos sentimentalistas hacia todos los colegas que he conocido durante todos estos años. Ya sabéis lo importante que es hacer buenos amigos con quien compartir penurias, trabajar en equipo y reventar la noche a cervezazo limpio. Hoy, sobre todo, quería hablaros de las asociaciones. Sin duda han sido ellas las que mas motivación me han aportado para sacar esto pa’lante sin cometer actos violentos y delictivos. Muchos de vosotros probablemente no sois conscientes de su existencia y actividad, pero os animo a descubrirlas. En mi caso he tenido la suerte de participar en un par de obras de teatro con la 4PTU, disfrutando de una atmósfera genial, compañía inolvidable y paladeando el mundo de la farándula. También pasé ratos agradables con los outsiders de ABRAXAS (club de cine), tocando la guitarra o simplemente vagueando en ese local que te permite evadirte a un mundo paralelo sin dejar la propia ETSII. Me destruí, divirtiéndome mucho eso sí, en algún día del deporte organizado por el Club y disfruté escalando en la Pedriza en una de las Mondongadas anuales de los Alpinos. Me dejo a otras muchas donde he conocido gente activa y dispuesta a realizar actividades chulas como Delegación, Reset, ONGAWA, ACEII-KW… pero, como no, quiero destacar sobre todo lo grata que ha sido mi participación en esta revista. Desde el momento que la descubrí, AWA supuso una válvula de escape para mi creatividad, una manera de luchar contra la deshumanización a la que tanta matriz, fórmula química y teorema parecían condenarme. Leyendo las idas de pinza que se publicaban cada mes, podía consolarme al pensar que entre estas paredes había más gente

como yo, con ganas de escribir para evadirse, denunciar ciertos temas o simplemente quedarse a gusto. Comprobé tímidamente al principio, como yo podía colaborar a la creación de tan volátil empresa, y me lancé a colaborar maquetando y aportando mis sencillos textos. Escribí relatos existencialistas, absurdos o biográficos. Transcribí leyendas e historias sobre la ETSII. Redacté artículos pseudoperiodísticos sobre la gripe A, los piratas de Somalia o la videovigilancia. Incluso envié alguna “carta” desde mi destino Erasmus contando mis andanzas. Rubriqué bajo numerosos pseudónimos, ya fuera para camuflar textos de pésima calidad o evitar sufrir palizas y suspensos en caso de ser descubierta mi identidad. Tras cinco años de colaboración más o menos activa, soy consciente de que nuestro trabajo aquí interesa a muy pocos. Estamos en una escuela de ingeniería y es normal que las inquietudes literarias sólo afecten a un minoritario grupo de bichos raros. También es cierto que, si tratáramos temas más pragmáticos y relacionados con los estudios o la universidad, seríamos leídos con más interés. Pero creo que, después de 10 años de existencia, ese no es el objetivo de la revista AWA. En mi opinión nuestra naturaleza no se basa en informar y tener buena llegada (que también). Ante todo debemos ser un escaparate para las ideas alternativas, un tablón donde mostrar lo que pensamos y sentimos independientemente del tema. Somos conscientes de que, en tiempos de crisis, somos carnaza de recorte. En una escuela de ingeniería parece que no aporta valor añadido crear un concurso de fotografía o de relatos. Los cuatro gatos de AWA creemos que todo esto es valor añadido y que no está de más potenciarlo. Es una verdadera pena que se haya suprimido la subvención a asociaciones como la nuestra, de carácter totalmente altruista. Por otro lado sería injusto reconocer que los apoyos que hemos recibido de subdirección de alumnos o la ayuda en reprografía. En fin, termino ya animándoos a colaborar con este apasionante proyecto. No recibiréis pasta ni crédito alguno, pero os aseguro que aprenderéis más que en muchas de vuestras insípidas clases. Y, al acabar la carrera, disfrutaréis sabiendo que algo de vosotros queda en este centenario edificio. Que, para bien o para mal, vuestras palabras inundaron los pasillos suscitando risas, desconcentrando en clase, provocando críticas y, quizás, agitando las conciencias. Un abrazo y mazo de cuidar,

FIERABRAS Nº 75 AWA 3


EL ARTE DE PEDIR

*Kickstarter: Sitio web de financiación en masa para proyectos creativos. (kickstarter.com)

POR

EL OLVIDADO

Se dice que la vida da muchas vueltas, pero yo me sigo asombrando cuando las cosas aparecen en tu vida de la nada y vuelven a aparecer repetidamente a lo largo de las siguientes semanas. Esta historia empieza con A.B.C. enseñándome un video de una ‘TED Talk’ por cortesía de Amanda Palmer titulado ‘El arte de pedir’. En este video ella nos cuenta su experiencia como “estatua viviente” y músico. Ambas profesiones se basan en transmitir, en intercambiar, en crear una conexión entre el artista y su público. Ya en su etapa como músico, se apoya en contribuciones de sus fans para seguir adelante en sus tours. Desde permitir la estancia en sus casas hasta contribuir con comida e instrumentos. En sus propias palabras: “Dejarte caer en el público y confiar en ellos”. En uno de estos eventos le sucede algo que cambiará su forma de pensar y dará lugar a una nueva forma de financiación de su música. Fue uno de sus fans, arrepentido por haber copiado su disco, quien le entrega el precio íntegro de su álbum en mano. Es entonces cuando, para su siguiente trabajo, inicia una campaña en ‘Kickstarter’* con la que consigue recaudar $1.2M. Desde este momento su música se distribuye digitalmente bajo la filosofía de que cada cual pague lo que considere, que puede ser nada. En definitiva, el video se resume en una frase “hemos estado preguntándonos ¿cómo hacemos para que la gente pague por 4 AWA Nº 75

la música? En lugar de preguntar ¿cómo dejamos que la gente pague por la música?”. Pues bien, en una reunión de miembros de AWA salió, irremediablemente, el tema de la subvención que hemos recibido este año. 0€. No sufráis, eso no incluye la publicación de la revista pero, desafortunadamente, incluye la adquisición de nuevos ejemplares para la biblioteca no-técnica, concursos y actividades. Nos pusimos a pensar y fue en ese momento cuando me acordé del video de Amanda Palmer y dije: ¡Aprendamos a pedir! De momento vamos a hacer un experimento. Si alguna vez os ha hecho sonreír algo que hemos publicado, os habéis sentido identificados con algo o habéis opinado que la revista tiene algún valor económico (en resumen, si os apetece) echad lo que sea que queráis contribuir a la revista en nuestro buzón (uno verde de la tercera planta, junto al baño de chicas) y nosotros os lo agradeceremos y contribuiréis a que este proyecto siga adelante. Aceptamos tanto calderilla como cheques, billetes o tarjetas de ánimo.

Como las cosas vuelven a ocurrir…Tal vez me encuentre otro día a Almodóvar viendo Iron Man 3 en versión original. •


OPINION

CAMINANDO POR BOLONIA POR

Ya he perdido la cuenta. ¿Cuántas van? ¿3? ¿4? Vete a saber. Después de la enésima reunión “Informativa” sobre este barco en el que nos subimos hace ya casi cuatro años, Bolonia, uno ya ha perdido la esperanza de que una de estas reuniones haga honor a su título. Para seguir las líneas anteriores se empezó hablando de los grados especialistas. En un sistema educativo en el que lo que se necesita es eliminar titulaciones, añadimos más. Aparte que, en sus dos años de vida no han tenido ni un solo solicitante, por algo será.

*aquí: historiasdelarotonda.blogspot.com.es

Sin embargo, en esta última lanzaron un nuevo gancho: “Particularidades de 4º curso”. Estando donde estamos y con ya tres años de experiencia en estas lides los primeros pensamientos que vienen a la mente no son agradables. A ver cómo nos joden ahora. Para los que no acudieron, implica básicamente que no podrás acceder al master sin tener 100% finalizado el grado, ese que no tiene atribuciones profesionales. Visto de otra manera, tiene las mismas atribuciones profesionales que las antiguas carreras técnicas y sus herederas actuales, ninguna. Los más hábiles lectores ya habrán deducido que esto implica que si en algún momento has pagado una segunda matrícula, la probabilidad es bastante alta de que te pases un año en la ETSII casi en blanco, probando eso que practican como método de vida en periodismo, magisterio y semejantes “carreras”. Aunque más de uno utilizará ese tiempo para probar las aguas del mercado laboral, ese año perdido va a existir para muchos, así que id echando números para minimizarlo al máximo. Para aquellos del plan 2000 leyendo esto que digan que esto es igual que lo suyo: hasta que no acabas con todo no presentas proyecto. En ese punto estamos de acuerdo en que esto es igual, pero tan solo en ese. Siguiendo el plan Bolonia no contamos con los mismo conocimientos al realizar el Proyecto Fin de Grado que al realizar el Proyecto Fin de Carrera en el plan 2000. Si a esto le sumas el hecho de que aún quedarían dos años de Master y no es el último de la carrera, como puede ser en el plan 2000, tenemos un problema diferente. ¿A quién hemos de agradecerle esta fantástica planificación? Ministerio, Escuela y UPM, los ingredientes perfectos para el desastre. El caso es que nosotros somos los que nos tenemos que comer el marrón. Vamos de reunión en reunión sin que nos

SR. X

informen de nada nuevo y lo poco que informan lo hacen tarde, muy tarde. Nuestros compañeros de delegación informaron allá por el mes de diciembre sobre la estructura del Master y decían: “Dirección tiene previsto dar una charla en febrero o marzo pero hemos creído oportuno adelantaros algunos aspectos por aquí*.” Un mes de retraso en una charla de esta importancia es inaceptable y más teniendo en cuenta que lo dicho en la reunión no difiere en casi nada con lo publicado en la mencionada entrada del mes de diciembre. ¿Qué cara se les queda ahora a los alumnos que, con posibilidad de matricularse de todo el 4º curso, les dicen que tendrán que hacer el proyecto (12 créditos) obligatoriamente en el 8º semestre (2º semestre de 4º curso)? Y como después de julio del mencionado último semestre de cuarto no tengas todo aprobado, estás jodido. Porque, si tienes suerte, como pronto podrás presentar el proyecto en Enero y sino en Septiembre del siguiente año. ¿Hueles ese año perdido? Es más que probable que no seas de esos “afortunados” que tienen que enfrentarse al proyecto fin de grado el próximo año. Y puede que pienses, ya me tocará. Y estarías en lo cierto. Pero entonces yo te voy a comentar lo siguiente: si todavía no has consultado el plan de estudios de 4º te informo que en el 7º semestre (1º de 4º curso) existe una asignatura denominada ‘Proyectos’. Dicha asignatura, imagino (no hay información disponible), nos dará las pautas de cómo realizar el Proyecto Fin de Grado. Mezclarlos no parece buena idea, pero los que crearon el plan de estudios no pensaban lo mismo. Tras finalizar el Proyecto Fin de Grado vendrá el Master. ¿A qué precio? En la reunión se comentó que todavía ha de ser fijado por la UPM. Sin embargo, también se dijo, a modo de ejemplo, que en la UC3M se decidió doblar el precio del Master de Derecho respecto al Grado. Esperen lo mejor, prepárense para lo peor. Y mientras tanto yo me pregunto, ¿dónde está nuestro delegado?, ¿qué está haciendo? • Nº 75 AWA 5


blitz read CONJUNTO POR

RASHIONALISM

-¿Cariño?-me giré para mirar a mi novia mientras me hablaba. -¿Sí? ¿Qué quieres preciosísima?-a la mitad de mi familia le ponía enfermo cómo nos hablábamos. La otra me había retirado la palabra al oírme hablar con ella por teléfono. La había conocido en una convención, así que teníamos muchísimas cosas de las que poder hablar, pero no tanto tiempo. Después de todo, tenemos que estudiar... Bueno ella tiene que hacerlo. Yo me dedico a cosas diferentes. Completamente legales. -¿Estás ahí? Has mirado a los lados. Sueles hacerlo cuando piensas demasiado. -Sí, perdona. ¿Qué quieres? -En tu opinión ¿cuál es el mejor traje de la historia del cine? Una pregunta complicada; similar a “¿Kirk o Picard?”. Empecé a recorrer mentalmente mi videoteca. ¿El traje de Deckard en Blade Runner? ¿La gabardina de Neo con las gafas incluidas? ¿La túnica de Dumbledore? ¿La de Gandalf? ¿Cuentan sus barbas como traje? En ese caso sus barbas, definitivamente. ¿Quizás el mejor traje de la historia es la armadura de Sauron? ¿El traje de Darth Vader? ¿Cualquier conjunto de Scott Pilgrim? ¿El uniforme de John H. Miller en “Salvando al Soldado Ryan? ¿El suéter de estrellitas de Coraline? -Amor, puedes ser totalmente honesto conmigo, no te preocupes. -Sí, lo sé, estoy pensando. He visto muchas películas. -Lo que quiero decir es que puedes decir6 AWA Nº 75

me que tu favorito es el bikin... -¡EL BIKINI DORADO DE LA PRINCESA LEIA! •

ALGO QUE DECIR POR

CABALLO SIN NOMBRE

La situación es la siguiente: Llevas 103 minutos de clase seguidos y desde hace unos 45 no eres capaz más que de escuchar la serenata que te está cantando con sentimiento tu estómago. Los de detrás llevan 5 minutos moviendo solidariamente sus sillas para ver si el ruido persuade al profesor y el buen hombre se percata de que la clase tendría que haber

acabado ya. Al fin se da por vencido con un “Anda, iros ya” y nos dirige una mirada en la que es consciente de haber sido oído durante la clase, pero en la que no hay seguridad de haber sido escuchado. Procedo entonces a correr hacia mi taquilla, una de esas añejas del primer piso, de las que han sido marcadas por las inquietudes artísticas de sus múltiples dueños, para sacar de allí cualquier cosa comestible con la que calmar esos rugidos guturales. Pero no. Precisamente apoyados sobre ella hay una pareja de estas que surgen como setas, o no, mejor de las que abundan por los pasillos, ya que, como salimos poco de esta santa casa no nos queda más remedio que juntarnos entre nosotros. El roce hace el cariño. Finalmente decides que cuando paren a coger aire, porque en algún momento tendrán que respirar, atacarás con un “perdonad” consiguiendo así que se trasladen dos taquillas más allá y que el problema pase a ser de otro. De este modo te diriges con la boca llena y esquivando a otras parejas de tórtolos a tu próxima clase, creyéndote al fin a salvo de tanta hormona en suspensión. Pero no. Porque empieza la clase y allí están ellos en segunda fila, con los ojos brillantes, mientras la mano de ella se aproxima a la nuca de él y la cara de él al cuello de ella. Resumiendo, las manos van al pan, con destreza, de modo que el profesor no se percate. Miras entonces al de al lado y os preguntáis qué pueden tener de románticas las ecuaciones de Euler-Bernoulli, mientras de las filas de atrás surge la proposición de hacer una colecta para un motel. Inviertes entonces el máximo de tus recursos en tratar de no ver más de lo estrictamente necesario


para copiar lo que está en ese lado de la pizarra y los que los tienen justo delante dirigen miradas de auxilio al reloj. No es que esté en contra del amor que flota en el aire, de verdad, pero chicos, que sea cosa de dos y no de ochenta. •

THE DAY THE SKY WENT UP IN FLAMES POR

RASHIONALISM

I see the streaks of light in the sky. Those are clearly nuclear weapons. Fucking North-Koreans. I’ve got about; I dunno, five, maybe ten minutes before the clock strikes midnight. In a few minutes that yellow jackass has managed, for the first time ever, to put the States in a level One Defcon Alert. Jesus Christ, not even the Reds managed that. And they had the Tsar Bomba. A nuke 1400 times more powerful than both the nukes used in Hiroshima and Nagasaki combined. That is one mean motherfucker. Even so, the bastard that’s making us reach DEFCON 1 is the leader of a backwards Third World dictatorship. Jesus Christ. I’ve been helping people for hours now. Lugging cripples around and leaving them in the evac planes and choppers. The last one of those have just taken off. Didn’t make it in time. I’m down here, stuck with a couple of volunteers. Nothing left to do but wait. Some of them are having sex. I guess that’s reasonable. I’m alone. Not because I want. I don’t mind, either. I guess they are a little scared, after all, I’m a six foot six inuit. I grin at one of the girls. She looks away. Just as well. I look at the sky. It looks fucking stunning. Deadly, yes, beautiful, without a

doubt. I wonder if the pencil pushers in Washington D.C.’ll use a MAD strategy. Probably makes no sense. I hear one of the radios the pilots left us crack. The voice on the other side says something about how our sacrifice will not be forgotten and that kind of stuff. I look up to the sky. I see some choppers, trying to get out of harms way. They’re as dead as me. I don’t think they’ll manage to get away. The evac planes will be safe. I’m glad I got my parents on the first plane to get here. Now they’re, I dunno, somewhere in Washington, I guess. Maybe even Idaho. I turn and look at the sky gain. There’s one streak less. Suddenly, a bright flash. Amazing. I see the mushroom. Good thing that retard is nuking Alaska, when the nuclear winter hits noone will be none the wiser. I guess this is farew. •

MIðLUNGS POR

PI

Yo no soy lo que soy cuando hablo. Ni un ramo de flores con mensaje oculto, unos prismáticos, o una terraza con vistas. Ni siquiera un café a media tarde, ni un plan de locos. Mediocridad. Ya lo dicen los expertos, es el mal de nuestros tiempos, el demonio que nos espera a la vuelta del esquina, un niño llorando, se está haciendo tarde, no sé qué hacer. Y yo. El pez que se muerde la cola, el ego, un papel en blanco, una mente en blanco, una vida en blanco. Una vida en blanco sucio. Las palabras sin dueño, las ideas sin principios, los deseos sin ilusión. Aferrarse a una imagen vacía, a una voz que ya no existe, contar los pasos hasta la próxima estación. Como el mundo, giro por inercia y sin objetivo, veo amanecer con los ojos cerrados y anochece cuando toco el mar. Los años pasan como el roce de mi piel con otros cuerpos. Insípidos. Tristes. Solo cuerpos. El yo es un tú y tú somos todos. Todos serpientes semejantes simulando una vida de ensueño. Todos un sábado noche en la puerta de un bar. Errantes sumideros, los días comienzan febriles y terminan con la rutina. No me queda brillo en los ojos, nada en lo que creer, un cielo sin nubes ni tormenta, la poesía sin sentimiento, el sexo sin ganas. De haberlo sabido, habría deseado el aire. De no haberlo sido, podría escribir los versos más tristes alguna otra noche. Sin embargo, en la medianía reside el miedo, la no-aceptación de la misma, correr hacia delante llevando un monstruo a la espalda, borrar caras y dibujar almas, dejar mi nombre escrito en la servilleta de algún bar. Y aun sin virtudes y por despecho, por debajo del cielo, de tu cielo, con las manos vacías y un agujero en el corazón, vivo la constante creación imaginaria, en las dunas de papel y de los principios sin finales. Creo la magia del desconcierto, y en todos los barcos que surcan el firmamento. • Nº 75 AWA 7


ANDANZAS DE UN CAZADOR AL ÓLEO

POR P. HOLMES

1er PREMIO DEL IIIer CONCURSO DE RELATO CORTO AWA-KILOWATIO

No es que haya viajado mucho en mi vida, pero sí que he conocido a muchas personas. Sobre todo, he oído muchas conversaciones, aunque en ninguna fui interlocutor. Mi vida transcurre entre cuatro piezas de madera no demasiado ornamentadas y una gran escena de cacería sobre lienzo. Podría decir que mi mundo es una ventana hierática, a través de la cual ves una realidad construida e inamovible: Soy uno de los cazadores de un cuadrado. El par de perros que sujeto no son demasiado parlanchines, y pocas veces les he oído ladrar. Tampoco mis compañeros de cacería son muy simpáticos, de hecho están más ocupados en mirar al pato que escapa y a la liebre que salta. Ellos nacieron para ello. Sin embargo, a mí me hicieron distinto, y observo (y escucho, me dibujaron con pequeñas pero agudas orejas) a los que miran desde el otro lado del cuadro. 8 AWA Nº 75

Mi más tierna infancia discurrió en un taller de Holanda. Recuerdo el olor de los barnices, de la madera, del sudor de los aprendices del maestro. Él me miró un par de veces, y sé que las montañas y el primer boceto a carboncillo lo hizo él. Sinceramente no me agradaba mucho. Era gruñón, un poco maniático con los colores. Siempre empeñado en cubrir como de musgo todo. Mi verdadero creador fue un jovencito que estaba aprendiendo la anatomía humana y sus múltiples posturas. No me he aventurado más allá de mi pequeña parcela del bosque, pero estoy seguro de que a mí me tuvo cariño. No me dibujó con una postura que cansara, algo que le agradezco eternamente. Y lo más importante, hizo que mis ojos miraran al que está “más allá”, aquellos humanos que no son del cuadro. Soy pequeño y estoy entre ramajes, así que supongo que fui una mera travesura. Fui de lo último en hacerse en el cuadro, y hasta muy al final no


tuve ojos, pues esos detalles se postergaban. Lo primero que fui fue una mancha inarticulada de color amarillo claro. Más adelante fui comprado por un hombre de negocios de la pequeña burguesía de Amberes. Quería un cuadro para su salón de recepción que no resaltara demasiado con el inmobiliario. Supongo que un tema de caza era algo elegante y masculino, y no tan presuntuoso como un retrato familiar o uno de esos bodegones llenos de fruta, plata y patos abiertos por el vientre, que os aseguro son presuntuosos y se creen más de lo que son. Podría decirse que mi dueño era austero dentro de la vida que había que llevar en aquel tiempo. Muchos pasaron por el salón, y muchas conversaciones oí al lado del fuego. Algunas eran cordiales y cálidas, como las del señor y sus amigos. Otras fueron curiosas y secretas, como las de su hija y el hijo del mayordomo. Algunas fueron bastante maleducadas, como las de un tipo lleno de pieles y horrendas calzas aterciopeladas que vino a insultar la casa y de hecho decir que mi cuadro era “mediocre hasta para una sala ya pobre”. Como veis, a lo largo de los años comencé a entender la naturaleza humana. Descubrí que tenían momentos tiernos y de naturaleza noble, como los que compartían el señor y su esposa, dama un tanto nerviosa pero de buen corazón. Más adelante comprendí, con pena, que las personas no tardan en olvidar a los que antes querían si les conviene hacerlo. Los nietos de mi primer comprador decidieron apartarme del salón, muy a pesar de su abuela, y me vendieron. Así comenzó una temporada penosa de mi vida, en la que fui encerrado en un húmedo sótano en el que perecieron por hongos algunos de los otros cazadores. Fui olvidado largo tiempo y conocí seres de otro tipo de cuatro patas y de chillidos agudos y amenazadores en la oscuridad. Yo ya era adulto, pero el miedo de cualquier pintura a la desaparición se apoderó de mí. Finalmente, y tras varias casas no muy amables (pero sin asquerosos sótanos) hice largos viajes. Estuve enrollado bruscamente y llegué a un lugar más o menos acogedor. Tuve que aprender otro idioma pero valió la pena pues el hogar era mucho más interesante. No tenía demasiado cariño a mis dueños nuevos, que eran algo escandalosos y les gustaba demasiado alardear de lo que no tenían (sé de buena tinta que pasaban hambre a menudo pero a los invitados les ponían pavo asado en bandejas de porcelana china). Sin embargo, escuchaban atentamente un aparato de aspecto rudo que hablaba y hablaba sin parar, con cientos de voces distintas. Contaba cuentos, decía noticias del mundo más allá de la habitación y que yo sólo conocía parcialmente, cantaba triste y gritaba de alegría. Era un personaje, la verdad. Asustaba al principio su histeria, su esquizofrenia aguda, y no daba mucha confianza porque tan pronto tenía una opinión como otra contraria, a veces pronunciada por la misma voz. Pero me abrió toda una tierra desconocida de sonidos, de olores, de paisajes y de sueños que jamás he sentido, ni oído, ni visto, pero imagino con pasión y admiración.

Un día los dueños estaban realmente agitados. Hacían maletas, tiraban libros, y callaban y apagaban la radio cuando venían los niños. Escuché entre susurros que había una guerra. Sin duda, lo que más miedo daba de la guerra (algo que nunca había vivido ni sabía qué pasaba en ella) era la inquietud de la gente, los gritos de la radio, los militares que entraban por la puerta y aseguraban que a mi familia nada les iba a pasar por su noble origen, pero que mejor se fueran un tiempo

de la casa. Esos hombres eran amenazantes, como máquinas espantosas, y también lo eran los que tiraban piedras y rompieron los vidrios de la terraza y querían justicia para la clase obrera. Los dueños partieron con sus dos hijos pequeños y maletas de ropa y no los volví a ver.

Mi vida fue muy extraña esa temporada. Fui olvidado junto a varias porcelanas cursis que no hablaban ninguno de mis dos idiomas, y una alfombra anciana y llena de polvo que no dejaba de toser porque tenía asma. Por el salón pasaron hombres sucios muy enfadados, que desmontaron la araña del techo y se la llevaron. Varias parejas con muchos niños se metieron en la casa e hicieron una hoguera que por poco hace que nos ahogáramos todos. Estuve mucho tiempo de color oscuro, casi invisible. Pero no les guardo rencor. Se les veía temblorosos y asustados. Los niños no dejaban de llorar y los padres tenían una cara alargada y huesuda, pero ante todo una mirada que no olvidaré, y eso que he visto muchas. Escuché ruidos como truenos que anticipaban gritos de pavor y llantos, y también una lluvia de sonidos escalofriantes y metálicos que preconizaba la caída de un cuerpo que profería alaridos unos segundos antes. Después de un tiempo, había una quietud alrededor como de tumba, como la sensación que da el conejo que uno de mis compañeros agarra de las patas y posee unos ojos opacos y fijos. Pensé que todo había acabado para mí, pero una noche una señora muy delgada y vestida de negro entró con una vela y me echó el ojo con el ceño fruncido. Al día siguiente, varios individuos vestidos de traje y con libros y papeles en las manos estudiaron el cuadro de arriba abajo, midieron y limpiaron un poco con un pañuelo la superficie, y unas horas después y tras darle a la señora unas monedas que le provocaron una desdentada sonrisa, fui llevado a otro lugar.

No negaré que fue un importante cambio para mí. El nuevo lugar me encanta y llevo muchos años de tranquila felicidad, sin sobresaltos. No es que el mío sea un cuadro muy importante pero eso me gusta. Sé muy bien que algunos viven acosados durante todo el día por todo tipo de gente que les molesta con fogonazos de luz y que tienen unos ánimos muy subiditos. Los compañeros de sala no son muy sociables pero nos hacemos compañía, como las parejas de ancianos que pasan ante nosotros. Puedo alardear de que por delante de mí han andado personajes destacados y que incluso una vez un Papa me miró de reojo antes de ir a ver la famosa sala del tal Rafael, que se ve que vive un poco más allá de mi pasillo. He visto a mucha, mucha gente, que no siempre me ha visto a mí. Los que más se detienen en los prados de mi cuadro, en los perros, caballos y hombres barbudos y abrigados, son los niños. Señalan con ojos muy abiertos y hacen sonidos de animales, antes de que sus padres digan venga cariño o venga cielo, que no tenemos mucho tiempo y quiero enseñarte los que tienes que conocer. A pesar de este trato de indiferencia por la mayoría, lo que a mí más me llenan de alegría son los jóvenes que vienen y describen a otros, no siempre en idiomas que comprenda, cómo es mi mundo, por qué es así, por qué en verdad es hermoso en su digna humildad. No descubren mi persona muy a menudo, pero siempre arranco una sonrisa, o una graciosa expresión de sorpresa cuando nuestras miradas se encuentran. Y es que he comprendido que uno nunca deja de sorprenderse con el mundo que le rodea, siempre que esté dispuesto a descubrir. • Nº 75 AWA 9


POR THE FORGOTTEN

2º PREMIO DEL IIIer CONCURSO DE RELATO CORTO AWA-KILOWATIO

Londres no era una ciudad para poetas. Mi padre solía decir que la humedad emborronaba la tinta y estropeaba el papel, y que las señoritas encontraban incómodo pararse bajo la lluvia a escuchar unos versos sencillos. Por lo menos la mayoría. Él me dijo que ser poeta era el eufemismo con el que los perdedores que se dedicaban a escribir se denominaban así mismos. Sé que mi padre hubiera estado orgulloso de ver al gran perdedor en el que me había convertido: los padres siempre quieren ver en sus hijos una imagen de ellos mismos. Vivía en el ático de un viejo edificio de madera del centro de la ciudad. El siglo XIX era tedioso, el Támesis cada día estaba más envenenado y la compañía de teatro a la que le escribía guiones cada vez tenía menos público. Esperaba con ansiedad el día en el que me dijeran que se marchaban de la ciudad: ni por mil libras hubiera abandonado Londres... y eso me dejaría sin ingresos. Londres. No eran sus fachadas grises ni el sol tímido enamorado de la niebla lo que me retenía en el lugar en el que nací. Eran sus tesoros. La primera vez que oí hablar del primer tesoro fue a la mañana siguiente de la muerte de mi madre. Yo era muy joven, y desde que ella cayera enferma mis ganas de vivir parecían esfumarse 10 AWA Nº 75

al mismo ritmo que sus fuerzas para luchar contra las fiebres. Aquél día fue soleado, triste ironía de la vida. Caminaba al lado de mi padre de vuelta a casa el día de su entierro. Las lágrimas me empañaban los ojos y no veía ni mis propios pies. Nos cruzamos con un hombre al que mi padre saludó. Yo no le conocía de nada, pero empezaron a hablar. Al principio no hice mucho caso a la conversación hasta que oí a mi padre decir una cosa... -... Si bueno, ya sabes lo que dicen por ahí, la suerte está para quien la encuentra. Lo cierto es que encontrar el tesoro sería magnífico. Pero claro... ¡Habría que ser muy valiente para intentar buscarlo! ... Entrar en el cementerio... Eso pareció sacarme parcialmente de mi tristeza. Una vez en casa comencé a interrogar a mi padre sobre el asunto del tesoro. Le pedí que lo buscáramos y él se reía. - No es dinero, son documentos... documentos importantes. – Amagaba una sonrisa mientras terminaba de cenar. Con el tiempo, esos documentos tan valiosos dejaron de tener importancia en mi mente y quedaron perdidos en el fondo del baúl, a la espera de volver a ser encontrados. El año en que murió mi madre yo tenía quince años y una palabra que me rondaba la mente sin descanso ni fin. No era una


palabra, era un nombre. Era el nombre del otro tesoro de Londres: Cassandra. Eran esas nueve letras las que llenaban versos y versos de mis poemas. Podía decir que sus manos eran suaves como la mejilla de un bebé y que sus ojos eran tan azules que podías nadar en ellos, pero nada sería cierto. Cassandra era mucho más de lo que las palabras podían expresar. No existían metáforas hechas a su medida. Aún recuerdo sus ojos sobre los míos por primera vez. Yo tenía trece años, ella doce. La iglesia del barrio había realizado una colecta entre los vecinos con el objetivo de celebrar la Navidad todos juntos, y que así ninguna familia se quedara sin el calor de una chimenea en ese día. La niña se sentó a mi lado durante la reunión. A mi derecha. Tuve dolor de cuello durante una semana por la tensión de mirar justo al lado contrario. Mi padre me preguntó en varias ocasiones que por qué le estaba mirando a él. Al salir de la parroquia se lo dije. Él no pudo parar de sonreír durante varias horas. Incluso días después se le escapaba alguna risita. Descubrí que era la única hija del nuevo dueño de la taberna. Decidí pasearme por allí de vez en cuando. Siempre pedía cerveza inglesa, y como no me gustaba su amargor la bebía a grandes tragos, y entre trago y trago inspeccionaba alrededor por si veía a la niña de los ojos azules. Mis posibilidades de hablar con ella eran nulas. Pocas veces Cassandra estaba en la taberna, y si por algún casual la veía, ella observaba a la clientela desde detrás de la barra con aspecto aburrido. Si nuestras miradas se cruzaban ella la apartaba más rápido que yo. Mi familia no tenía dinero. Mi familia no tenía un negocio. Mi padre repartía periódicos y hacía muebles baratos. Yo nunca estaría con ella. Y así se lo dije a mi padre. Él me miró con seriedad pero no dijo nada: creo que me comprendía. Tres años después de la muerte de mi madre mi padre también falleció. Los médicos dijeron que había sido por intoxicación debido a los productos químicos que utilizaban los trabajadores para teñir las telas de la fábrica en la que había conseguido trabajo unos meses atrás. Estaba solo en medio de una ciudad que no comprendía mis aspiraciones, de una sociedad que me apartaba de mis sueños y de un destino que me separaba trágicamente de mis seres queridos. Necesitaba encontrar el tesoro de Londres. El tesoro de Londres estaba en el cementerio y no sabía exactamente dónde. La cuestión era que precisamente por estar en el cementerio la labor de búsqueda era mucho más complicada. ¿Estaría enterrado en la tierra? ¿Estaba dentro de alguna tumba? ¿O quizás escondido bajo alguna losa de algún panteón familiar marmóreo? Decidí buscar información en los libros. En la Biblioteca de Londres había cientos de ejemplares que hablaban sobre los tesoros de Londres. Metafóricamente, claro. Sólo encontré una veintena de ejemplares que hicieran insinuaciones sobre un hipotético tesoro escondido bajo los antiguos túneles que recorrían la ciudad. Ninguno situaba ningún tesoro en el cementerio. El día en el que me tendría que marchar de la ciudad se acercaba. Era marcharme con el grupo de teatro a probar suerte a otra ciudad, buscarme otro grupo de teatro o alguien a quien le interesaran mis historias, o empezar a trabajar en alguna fábrica: se necesitaba mano de obra para trabajo precario. Mar-

charme de la ciudad era renunciar a Cassandra. Podía vivir cerca de ella sabiendo que nunca la iba a tener, pero al menos mis esperanzas, firmes pilares en los que se asentaban mis sueños, seguirían intactas. Empecé a visitar con frecuencia la tumba de mis padres. Era tonto, pero me hacía sentir reconfortado: creía firmemente que ellos me escuchaban. En una de mis visitas descubrí lo que cambió mi vida. Llovía, y el suelo estaba embarrado. Curiosas casualidades de la vida, el destino quiso que me resbalara al acercarme. Había caminado con cuidado, pero aun así el terreno cedió y metí el pie en un enorme charco. Caí de culo cuan largo era. Había destrozado uno de los tres trajes que tenía. Enfadado, di un fortísima patada al barro que había al lado del charco, y mi pie chocó contra algo duro. Intrigado, cavé con las manos y saqué una caja de metal. Estaba cerrada con llave, pero la reconocí al instante: durante años había estado guardada en armario de las sábanas limpias. Pertenecía a mi madre. Sintiéndome como un ladrón, cogí la caja y me la llevé a mi diminuto ático de madera. No me costó ningún esfuerzo abrir el pequeño candado de metal oxidado. Debo reconocer que me sentía dividido: no sabía si era correcto indagar en esas cosas después de tantos años, pero por otro lado, estaba completamente seguro que ése era el “tesoro del cementerio” que tantos desvelos me había causado. Mi padre quiso que yo lo encontrara, a pesar de que ésa caja era el mayor tesoro de mi madre. La caja tenía un paquete envuelto en telas. Lo desenvolví con cuidado. Al sacarlo cayó un pequeño papel al suelo. Lo recogí y lo leí. Querida Anne: Dudo que jamás sea capaz de hablarte, así que déjame escribirte. Te quiero Alexander Cuando vi el paquete pensé que eran cartas. No, no eran cartas, eran un puñado de secretos. Los secretos de mi padre y de mi madre. Las leí todas. Me sentí como un intruso, reviviendo recuerdos que no eran los míos. Algunas cartas tenían la tinta corrida: mi madre había llorado al leerla. En otras la letra era irregular: el tembloroso pulso de mi padre al escribirlas. Eran años de amor a escondidas, cuando mi padre era un poeta perdedor al que le fallaban las rimas cuando el corazón saltaba desbocado en su pecho, y mi madre la hija de un tendero que vivía al otro lado de la ciudad, cuando las miradas sobrepasaban los límites de la decencia y saltaban el Támesis, sobrevolaban las chimeneas y se depositaban en los labios como tiernas caricias. Ya sabía que nunca me iría de Londres. No sin mi chica de los ojos azules. Y no dudaría en escribir un millón de versos, uno por cada beso que aún no le había dado, si pudiera recordar para siempre en mi mente su mirada al decirme que me quería. Londres no era una ciudad para poetas, pero para mí siempre lo sería. • Nº 75 AWA 11


MEMORIA DE OJOS AZULES POR HOWL

3er PREMIO DEL IIIer CONCURSO DE RELATO CORTO AWA-KILOWATIO

El viejo café de la esquina es precisamente eso, un viejo café situado en una esquina de Madrid, al final de una estrecha y oscura calle con varios portales a pisos pequeños, con un rótulo lleno de polvo en el que se lee “ Café Euterpe” en un color que algún día fue rojo. Es un café en el que aún huele a tabaco negro y a blues, aunque hace años que nadie toca un acorde dentro. El dueño y único camarero, un hombre de unos sesenta años, te cuenta orgulloso cómo hace años, cuando la música la componían corazones, el café se llenaba de gente a escuchar música en directo con un café o una cerveza en la mano. Pero ya no, lo único que queda de eso es una pared llena de fotos en tonos sepia de algunos de los músicos que pasaron por allí. Las oscuras mesas metálicas languidecen pegadas a las paredes y las sillas negras de madera empiezan a perder el color. Pero el Café Euterpe no cierra. Y es ahí donde cierta alma viajante llega a su punto de inflexión. Nacho es cliente asiduo del café. Veinte años, dejó de estudiar una carrera que no le llenaba para dedicarse a la música. Armado con una Strat de segunda mano, se fue de casa de sus padres a buscarse la vida como pudiera hasta que lo de componer funcionase. No funcionaba. Vivía de hacer chapuzas en uno de esos pequeños pisos cercanos al café, y cuando no trabajaba o intentaba componer algo, iba al Euterpe a tomarse una cerveza negra a despejar sus ideas. Y pasaba mucho tiempo despejando ideas. Casi todas las noches se le podía ver sentado en una mesa cercana a la barra, mirando fijamente su vaso, como si la respuesta a todos sus problemas se encontrara más allá del cristal, en otro plano que él no llegaba a ver. La noche en que su vida cambió era una noche común, nublada y fría de diciembre. Nacho entró en el Euterpe saludando 12 AWA Nº 75

al dueño mientras se quitaba su chaqueta de cuero (otra de las escasas cosas de su propiedad que valoraba de verdad) y echaba un vistazo al viejo lugar. Dejó la chaqueta en su mesa y recogió la cerveza que el camarero ya le había servido sin que dijera nada. Asintió agradecido, se sentó y dio un largo trago. Después se quedó mirando fijamente sus manos, intentando sacar algún orden coherente a las notas que flotaban en su cabeza, afanándose por componer algo en su mente que mereciera la pena por una vez en su vida. Tan concentrado estaba que no vio llegar a la chica. No era muy alta, vestía de cuero, muy heavy, y su pelo negro le llegaba por debajo de los hombros. Sus labios eran gruesos pero suaves y sus pestañas largas como un vibrato. Saludó con un gesto al camarero y se sentó en la barra. Tardó unos segundos en fijarse en Nacho, que seguía absorto en sus pensamientos. Pidió una cerveza, rubia, y cuando la tuvo entre las manos, se dirigió a la mesa donde estaba Nacho y se sentó sin decir palabra. Nacho levantó la vista despacio hasta cruzarla con la de ella y sintió una descarga eléctrica que recorrió todo su cuerpo. Los ojos de aquella chica eran azul hielo, penetrantes como una aguja de cristal, pero a la vez tranquilos y agradables. A Nacho se le había secado la garganta, de modo que dio un trago a su cerveza antes de hablar: - Eh... Hola - Hola, ¿ qué tal?- respondió ella esbozando una sonrisa que dejó ver unos dientes blancos y perfectos. Nacho se perdió durante un segundo en esa sonrisa de labios sensuales y cuando volvió en sí buscó en su mente las palabras que se habían escapado de su vocabulario. - Ah, eh, bien, gracias. ¿ Y tú? Me llamo Nacho. - Eva. Espero que no te importe que me siente aquí,


pero ya que somos las dos únicas personas aquí aparte de Martín, creo que no estaría mal charlar un rato. - Eva dio un pequeño sorbo a su vaso mientras clavaba su mirada en Nacho. -¿Martín? Qu...- Nacho pasó la vista por el café hasta ver al dueño y se sintió estúpido-Ah, sí. Supongo que sí. - Eres músico.- No era una pregunta. De hecho, parecía una sentencia. - Lo intento, a decir verdad. - respondió él.- Eso pretendía ser cuando me fui de casa, pero la realidad me ha abofeteado bien. -¿Por qué dices eso? - preguntó Eva bebiendo de nuevo.- ¿No tienes donde tocar? ¿ O andas falto de ideas? -Lo segundo. Lo cierto es que no soy capaz de componer absolutamente nada, Eva.- Nacho se preguntaba qué hacía contándole aquello a esa chica que no conocía de nada, pero su mirada lo tenía hechizado.- Me paso mis días trabajando y mirando mis pentagramas en blanco esperando una iluminación que nunca llega. Y cuando no puedo más, vengo aquí a despejarme. Vivo frustrado por mis limitaciones, ¿sabes? -Creo que sé lo que quieres decir. He conocido a varias personas parecidas a ti.- Asintió ella, grave. Se apartó con suavidad un mechón azabache que le había caído sobre la cara y se inclinó sobre la mesa.- ¿ Y por qué esa obsesión por componer? ¿Por qué te empeñas en crear cuando puedes ganarte la vida versionando otras composiciones? Sería una forma igualmente buena de ganarte la vida con la música. Nacho miró su cerveza, intentando encontrar la respuesta entre la espuma que poco a poco desaparecía en la negrura del vaso. - No se trata de vivir de ello.- Dijo finalmente – Podría seguir viviendo de las chapuzas o de cualquier empleo de mierda que me surgiera y seguiría intentando componer. No, no se trata de vivir de ello. - levantó la mirada hasta mirar los ojos helados de Eva que lo observaban, expectantes. - Se trata de que no quiero mirarme las manos un día- continuó mientras lo hacía con los ojos muy abiertos, como si la idea le aterrara- y sentir que voy a desaparecer sin más. Abandonaré este mundo y quizá un par de meses tras mi poco concurrido funeral por fin la gente me olvide. El tiempo borrará mi rastro sin que ello le suponga ningún esfuerzo. Se quedó callado mirando fijamente sus manos. De la sensual boca de ella no salió una palabra. Eva tan sólo observaba. Tras unos segundos que parecieron horas, Nacho apretó los puños y miró sus nudillos. Esbozó una mueca que podría tomarse como una sonrisa y dijo, como para sí: - Quiero dejar algo en herencia al mundo. No quiero ver mi vida reducida a un mero camino a la muerte, Eva. Quiero crear algo para el mundo, que la gente escuche lo que he compuesto para ellos y me recuerden con el cariño con el que se piensa en quien te ha hecho un regalo. No se trata de dinero o fama. Se trata de llegar a todo el mundo de la única forma que me es posible. Con mi corazón, mis manos y seis cuerdas. Eva meditó durante un par de minutos dando pequeños sorbos a su cerveza, y después preguntó otra cosa. Y luego, otra. Y otra. Ella preguntaba y él contestaba a todo. Nacho descubrió que le era muy fácil hablar con aquella extraña chica de pelo nocturno, ojos helados y labios de soul. Pidieron más cerveza y, cuando Martín les dijo que iba a cerrar, decidieron seguir la conversación en el piso de Nacho. Entraron en el diminuto piso, que apenas tenía cocina, baño, una pequeña sala y una habitación y entraron en esta última a seguir hablando. Lo único que había en la habitación era una cama, una ventana,

una guitarra apoyada en la pared y una mesa a punto de romperse sobre la que había un gran montón de hojas llenas de pentagramas, letras y garabatos de frustración. Completaban el decorado un armario minúsculo y una bombilla que colgaba del techo milagrosamente sujetada por un par de cables. La conversación se prolongó durante varias horas, tras la ventana sólo se veía la luz reflejada por la luna. Pero Eva y Nacho hablaban, ella preguntaba y él contestaba. De vez en cuando, uno de los dos bromeaba y seguía el batallón de preguntas. Fueron acercándose poco a poco, hablando cada vez más bajo hasta que las preguntas y respuestas se las hacían en susurros. La tenue luz de la bombilla iluminaba sus rostros, casi pegados y conectados por la mirada oscura de él y la mirada helada y profunda de ella. Una mano tímida se alzó, una caricia suave seguida por otra. Susurros que se apagan para dejar paso a dos respiraciones cada vez más alteradas. Un beso con sabor a jazz y a guitarra solista. Otro beso, seguido de más caricias. Nacho le quitó la ropa a Eva mientras su boca buscaba la de ella y sus cuerpos se apretaban el uno contra el otro. Las caricias de Eva eran suaves pero intensas, con un efecto mucho más allá de lo físico. Nacho apagó la luz y observó la figura desnuda de Eva recortada contra la tímida luz de la luna. Parecía casi sobrenatural, su pelo negro brillaba y Nacho estaba seguro de que podía ver el azul hielo de sus ojos clavados en él. Se tumbaron en el triste colchón del músico, presa de una fuerza salvaje y todo fueron sensaciones. En la mente de Nacho se confundían las imágenes de Eva desnuda sobre y bajo él, sus palabras suaves susurradas al oído y sus labios con sensaciones más allá del sexo. Un saxo en éxtasis, un piano desbocado mientras una guitarra gime acompasada con Eva. Percusión en los oídos de Nacho, una voz de mujer sensual cantando sobre el amor tras una cortina de humo. Una armónica acariciando las curvas de ella, más guitarras haciendo el amor a Eva. Cercano al orgasmo, el interior de Nacho es un mar embravecido. El crescendo del blues en sus venas no cesa y cuando termina, abrazado a Eva y con la cara enterrada en su pelo, las guitarras, el saxo, el piano, la armónica y la percusión se funden en una gigantesca explosión que nubla por completo la mente Nacho, que pierde el sentido. Lo último que ve, antes de que su vista se llene de lucecitas, son dos ojos azul hielo mirándole el alma y el corazón. Por la mañana, se despierta sobresaltado. Cuando comprende lo que acaba de vivir, se gira en busca de Eva. No está. En su lugar, un montón de papeles descansan sobre la cama. Cuando Nacho los mira, se reconoce a sí mismo en las partituras. Echa un vistazo a la habitación: El suelo, la mesa, la cama las paredes, todo está lleno de pentagramas hechos toscamente a bolígrafo. Y en su cabeza escucha cada nota y todas encajan con la suavidad con la que limpia la caja de una guitarra. Nacho no comprende absolutamente nada y busca a Eva en la cocina, en el baño, en la sala. Ella no está. Busca una carta de despedida, algún signo de que pudiera haberse marchado mientras él dormía, pero no ve nada. Abatido, como cada mañana, se mira las manos. Llenas hasta las muñecas de tinta. Y no recuerda haberse puesto los pantalones. Ni haber hecho la cama tras deshacerla con Eva. Y, por alguna extraña razón, las yemas de los dedos de su mano izquierda sangran. Nacho vuelve a su habitación, llena de composiciones y mira su guitarra. El mástil tiene gotas de sangre seca y a la guitarra se le han roto dos cuerdas. Piensa en dos ojos azules y en el Café Euterpe. Y, sonriendo, empieza a pasar a limpio sus obras. • Nº 75 AWA 13


4ª PARED - TEATRO

USTED TIENE OJOS DE MUJER FATAL POR

RASHIONALISM

Como varios de vosotros sabéis, en esta nuestra facultad hay un grupo de teatro. Yo formo parte de él, al igual que otro miembro de la revista (adivinad quién). Como también sabréis, a finales de abril se representaron dos obras: Batman¸ en la cual no participé, y Usted tiene ojos de mujer fatal, en la que sí que lo hice. Bueno, estoy aquí, delante del ordenador, tecleando, para contaros algo de mi experiencia en el grupo. Para empezar, soy el benjamín del grupo, o, al menos, lo he sido en el reparto de UTOdMF. Obviamente eso significa que voy a poder pasar más tiempo en el grupo (y, a juzgar por cómo me voy sacando esto, creo que estaré durante un rato largo) y pasarlo más mejor. La obra empezó a prepararse relativamente tarde y algunos temas la retrasaron más. Oficialmente empezamos allá por, no sé, octubre; sin embargo, Batman tuvo ocupado durante bastante tiempo el salón preparándose para su gran estreno. Al terminar ellos pensábamos “Maravilloso, ahora podemos empezar.”, puesto que los personajes estaban decididos ya. Error. Invitaron al grupo a representar Ritmos Subversivos, la obra del año pasado al Teatro de Rojas a Toledo. Esto ha sido, al menos para mí, una oportunidad única en la vida. Teniendo esto en cuenta (y que yo no era el único actor de UTOdMF en Toledo) no pudimos empezar con los ensayos hasta bien entrado el 2013. Conseguimos arrancar algún que otro ensayo y lectura de texto entre ensayo y ensayo de Ritmos, pero no mucho más. Vamos, que nos plantamos a comienzos del segundo cuatrimestre novatitos en la obra, vírgenes, por así decirlo. Batman, de 14 AWA Nº 75

nuevo tenía el salón de actos, por razones obvias (si fuisteis a ver las dos obras sabréis por qué digo obvias. Si no dejad de leer ahora. No merecéis leer mis excelsas y bellísimas palabras) así que tuvimos que ensayar la obra en las aulas D y C, cosa que hacía que los “bastidores” en esas salas estuviesen algo ajustados (en realidad estábamos en esquinas de la sala, a veces, diez u once personas a la vez) Esto hacía los ensayos más divertidos todavía. Lo que no los hacía más divertidos eran los nervios palpables (combinaciones de exámenes y que nos fallaba el texto más de lo permitible por nuestro orgullo colectivo), pero, siendo mucha gente nos animábamos mutuamente, nos dábamos conversación (en ocasiones en inglés), así que era todo, como se dice en inglés “shits and giggles”. Para mí era algo más en inglés que para los demás… Luego, el 26, llegó el estreno: Nervios, caos, gilipolleces (especialmente por mi parte), camisas rotas (de nuevo, mea culpa), más nervios buscando una camisa hortera (otra vez yo). Los focos te enchufaban con furia demoníaca, para algunos con la vista sensible, como yo, era muy molesto. Para los que padecían pánico escénico (sorprendentemente de esos no había muchos) era genial, no veían a nadie en las gradas (aunque te preguntabas si era, en efecto, porque no había ido nadie). Cuando llegaban los aplausos ya, bueno, no hay palabras para definir la sensación que sientes. ¿Pistonuda? ¿Macanuda? No sé. Luego ver al director bajando por las escaleras, increíble. No hay mucho más que contar de mi experiencia en teatro este año. Bueno, las fiestas que montamos después. Pero eso, estrictamente hablando, no es parte oficial de nuestras actividades. •


“ EL HOMBRE ES EL

ÚNICO ANIMAL QUE

COME TENER

HAMBRE ,

BEBE TENER Y

SED

HABLA TENER

NADA DECIR “ QUE

MARK TWAIN


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REVISTA

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