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AwA

Nº 84 AÑO XII MAYO 2015

EDITORIAL

Después de un pequeño parón, ¡hemos vuelto!

¿Máster o no máster? Recibimos opinión de lo que todo el mundo habla.

REVISTA CULTURAL

Decimos NO a la LEY SECA

@AwA_ETSII awaetsii.wordpress.com


SE BUSCAN RES

ADO R O B A L O C

ES

DIBUJANT

ES

ESCRITOR

REVISTA

AwA

CULTURAL

awa.etsii@gmail.com awaetsii.wordpress.com


el editorial_ Ya estamos aquí. Nuestro regreso se ha hecho esperar, pero la miel no está hecha para la boca del asno y hemos considerado darnos un tiempo con nuestros lectores para que, primero, nos sean infieles, después intenten olvidarnos y, finalmente, acaben solos y echándonos de menos. También nosotros, en este tiempo, nos hemos dedicado a digerir nuestro propio éxito. Con una de las portadas más comentadas de la historia del panorama editorial del universo, casi morimos de éxito. Era gracioso, viéndolo con perspectiva, la rutina y el rito que llevamos a cabo durante los días de gloria: nos reuníamos todos los miembros de AwA en nuestra salita del tercer piso y esperábamos el feedback de los lectores. Cuando entraba un simple retuit nos levantábamos todos de los sofás y nos abrazábamos emocionados; cuando escuchábamos desde el pasillo algún comentario exaltado (todo lo oímos, desde las tripas de delegación hasta el corazón del ascensor) acerca del acierto de la revista, en completo silencio, volvíamos a mirarnos a los ojos, y felicitarnos en un acto puro de amor, quizá el único. Pero basta ya de regodearnos en el pasado. Hemos preparado, con el amor que nos sobró, un número para deleite de nuestros fans. Para empezar, denunciamos una prohibición vil y enfermiza en nuestra portada. Si antes de que llegara a tus manos la revista, todavía no te habías enterado, algo estás haciendo muy mal y tal vez deberías replantearte dónde has estado estas semanas atrás. Alguien, el Sr. X por ejemplo, el cual, por lo que nos consta, es totalmente ajeno a Cojumar-cafetería, y más bien del aparato de gestión de la Escuela, ha decidido que está feo (sic) eso de que se pueda comprar una cerveza y beberla al solecito. Conclusión: prohibida la venta de cualquier tipo de bebida alcohólica para su consumo fuera de la cafetería. In other words, WELCOME TO LEY SECA ERA. La prohibición, tan repentina como poco anunciada, se entiende que es una cuestión de higiene social. El problema no es que no haya sitio para comer, que hayan quitado una multiusos para ampliar la cafetería, que la promesa del director de la Escuela a los alumnos fuera ampliar las plazas de parking (y no se cumpliera), que las clases estén abarrotadas, que la biblioteca no abra los fines de semana, que los profesores no tengan incentivos y estén desbordados, que hayan aumentado las tasas hasta casi el doble en cuatro años, que hayan impuesto un límite más que ajustado para las plazas de acceso al máster, que no se diga del todo la verdad en la charla de acceso al máster, que el alumnado sea cada

vez mejor (mayor nota de corte) y cada vez más pasivo, que el plan de estudios sea un absurdo desbarajuste en un intento malogrado de contentar a todos los actores… El problema es que se ven cervezas fuera de la cafetería. Y es esto, esta prohibición mínima, terriblemente bonita y práctica porque ilustra muy bien dos cosas: la caída libre de prestigio de la Escuela y un aparato de dirección tan activo como inútil y desenfocado. Ay, la tragedia griega, ay, que he perdido la gracia y ahora solo soy una plañidera muy quejica. Ríanse, de mí o de la Escuela, por compasión, hermanos, pero no queda otra. De todas formas, la revista es mucho más que su portada, no seáis míseros y ¡se lea, leñe! Que va a ser la última del año y prometemos dejaros con el frío de las cosas que se acaban y con el calor habitual de nuestros contenidos. Por lo que se ve, somos muy de Neruda en AwA cuando explota la primavera y os escribimos de coraçao a coraçao. Desde la teoría a la práctica, desde el latido de la poesía al humor emocional de Tinder y la violencia interprovincial. También hay una prosa más cercana y analítica, del día a día, de conversaciones a la hora de comer, reflexiones sobre pedagogía universitaria, sobre lo que ha supuesto el primer año de máster. Se habla de alienación, de introspección… También hay espacio para proyectos y vida fuera de las aulas, que se presentan y que incluso son una oportuna llamada a la acción. Un poco lo de siempre, se publica lo que nos llega y estamos encantados. Con libertad, sin censura. Artículos mejores y peores, dibujos más o menos acertados de la gente de la Escuela para la gente de la Escuela. Pero también (lista de emoticonos tristes de WhatsApp) hay una realidad latente en la redacción. Somos pocos y el año que viene seremos (o serán) todavía menos. Ya habéis notado esta gran ausencia de revistas en el segundo semestre y esperamos (del verbo esperanzar y no esperar) que haya sido una falsa señal de alarma y no un claro síntoma de que AwA se apaga. Desde este humilde editorial os animamos a uniros más activamente, creo que todos aquellos que lo han probado, están más que orgullosos de formar parte de AwA y sería una pena que este proyecto aka “chorro de aire fresco” se muriera. De nuevo, el agónico grito de ¡AwA se muere! Señores, señoras, pónganse las calzonas y las tanguitas por fuera (sic) y rescátenla, superhéroes. ¡Disfruten!• Nº 84 AWA 3


¿Máster o no máster? 4 AWA Nº 84


Antes de que empiecen los exámenes y más tarde de lo que debería haberlo hecho, hago una reflexión sobre este primer curso. Todos entramos en primero con ilusión, con ganas de descubrir qué nos espera, con entusiasmo por conocer gente nueva, en resumen, con ganas de aventuras. Pero no puedo engañarme señores, aunque me gustase sentirme como un novato, no podría aunque quisiese. Yo ya sé lo que es entrar con entusiasmo en un grado prometedor, que te hablen de “los de la superior” como una raza en vía de extinción, sentir que sabes más fluidomecánica que tu profesor y aun así suspender. En definitiva, yo ya he vivido una carrera de obstáculos, yo ya soy GRADUADO EN INGENIERÍA EN TECNOLOGÍAS INDUSTRIALES. Además de este privilegio, tengo el honor de ser de la primera promoción del Proyecto Bolonia, esa promoción cobaya del estado español; soy el sujeto 10318. Por esto, el curso pasado, como muchos de mis compañeros me planteé: ¿máster o no máster?, esa es la cuestión. La decisión, en mi humilde opinión, se resume en hacer lo que a uno le gusta o en hacer lo que a uno le dicen que es lo mejor para su futuro profesional. Y yo, como si de un corderito se tratase, seguí al rebaño por no arriesgarme, al fin y al cabo soy ingeniero, yo no arriesgo, yo optimizo energía. La incertidumbre es una fuente de miedo que ha enfocado a las primeras generaciones hacia este máster, y las siguientes seguirán las costumbres de sus predecesores por las mismas razones. De esta forma, el sujeto 10318 del Proyecto Bolonia se encauzó por donde el lobby de ingenieros superiores quería que nos encauzáramos todos. Así que aquí me encuentro, en primero, en primero de máster. Explicada mi situación, ustedes querrán que yo les explique por qué tomé la decisión de entrar en el máster, que les cuente la opinión de profesores y profesionales (las dos cosas no siempre son lo mismo) o que les ayude a tomar esa decisión con mi opinión. Pues siento decepcionarles, esa tarea es suya y de nadie más. Sin embargo, vengo a contarles a ustedes, alumnos, y a algún otro miembro del Proyecto Bolonia que le interese mi opinión, cuál es mi reflexión sobre este máster. Esta reflexión no es una verdad absoluta, aunque antes de escribirla he recopilado datos, preguntado opiniones a mis colegas y analizado la información con esa mente crítica que adquirimos al pasar por la Escuela. Este máster se presenta como un complemento al grado para adquirir los conocimientos que nos permitan obtener todas las competencias de un ingeniero superior. Así que para introducir todos esos conocimientos de ingeniería en dos años han llegado a la conclusión de que la forma más efectiva de hacerlo es dividiendo las asignaturas en bimestres. Sí, “ahora con Ajax y Bolonia” es posible ir a clase y estudiar una asignatura de ingeniería en dos meses. Así que me pregunto, ¿real-

mente esa es la solución más inteligente? Aunque yo no haga parte de la generación de la Superior, creo no equivocarme al pensar que en dos meses no se puede poner en contexto un tema, analizarlo, entenderlo y examinarse de él. A los miembros del Proyecto Bolonia les pido que recuerden que somos estudiantes acostumbrados a extender asignaturas de un semestre en varios, no a comprimirlas. Dicho esto, quiero presentarles la asignatura clave del máster, esa que hará que todos estos años de ingeniería tengan sentido, llega INGENIA. Así que como el resto de mis compañeros, empiezo con ilusión UNA asignatura del máster y me encuentro jugando para ser más creativo y escuchando charlas de temas a los que no veo gran utilidad. De esta forma, como en el resto de asignaturas de la carrera dejo de ir a clase, o a lo sumo me asomo por la ventana circular de la puerta para ver cuánta gente hay, y en función decidir si entrar. En resumidas cuentas, he aprendido a optimizar el tiempo y si siento que la asignatura no me aporta gran cosa, pierdo el interés. Así que me pregunto, ¿está bien enfocada la asignatura Ingenia? Sí, pero no. La idea es buena, los proyectos son interesantes, pero a un ingeniero hay que ponerle a trabajar desde el primer instante con un proyecto, no se le puede tener dos meses mareando la perdiz. Me dirijo una vez más a los miembros del Proyecto Bolonia: recuerden, que nos han educado en el Grado para tener una mente crítica, así que llegado al máster no nos conformamos con chapuzas. Ustedes esperan cierto nivel de nosotros en el Grado, ahora nosotros esperamos cierto nivel de ustedes en el máster. Analizadas estas dos situaciones, me pregunto por qué entré el primer día de máster con la ilusión inocente de un novato. No será por todo lo que he vivido en el Grado, no será por todo lo que he aprendido a desconfiar de una asignatura fácil, o por todo lo que sé que puedo esperar de la Escuela. ¡O quizás sí! Quizás sea por eso mismo, porque creo que esta es una gran Escuela, que tiene grandes profesores y muchas personas que quieren que siga mejorando. No dudo que la intención fuera buena, que se hayan esforzado en hacer el mejor máster posible en un espacio de tiempo corto. Pero no es suficiente. Han intentado estudiar un examen de Materiales en una semana y, como era de esperar, no lo han aprobado. Así que esta vez me pongo en su lugar, como profesor en una revisión y les digo: “Sé que les interesa la asignatura, pero tienen que estudiar más. Estoy seguro de que pueden hacerlo mucho mejor. Espero más de ustedes.” Así que esta carta no es una crítica, es una exposición de los errores para que puedan corregirlos en recuperaciones. Porque todos sabemos que en revisión no se sube nota, se va a pasar vergüenza por el mal examen hecho y se aprende de los errores para no repetirlos en julio.

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E l señor

de la tarima POR CABALLO sIn nOMBRE

Yo, mí, me, conmigo. Y unos pocos corazones levitando alrededor. En este número que parece un monográfico del amor, yo también tengo que hablar de ello. Pero del amor propio. Nos enfrentamos a uno de los problemas del primer mundo, de risa si se piensa, y es que nos hace falta una carretilla con la que ir arrastrando nuestro ego. Aunque últimamente la tecnología lo ha hecho algo más portátil y cabe enterito en un teléfono móvil. El progreso sirviendo a la humanidad. Cada uno es libre de invertir su tiempo a la espera de qué dirán los demás, de revisar los en perfiles de redes sociales en busca del filón definitivo que capte la atención de sus congéneres. Bueno, tiempo si se quiere ser original, si no siempre puede recurrir uno a los clásicos morros, patas de playa, gimnasios y miradas pensativas hacia el gotelé del techo. El problema surge cuando se convierte en obligación el contemplar la eminencia y magnanimidad, sin haber preguntado, así a traición. Me explico. No hay nada comparable a llegar a clase vestido todavía con alguna legaña y encontrarte a un señor que se supone que va a darte un temario, del que luego te tendrás que examinar, y percatarte tras media hora con la primera diapositiva de que te ha ido colando medio currículum así como si nada. Os voy a contar una anécdota… Yo trabajé… Yo dirigí… Yo conseguí… Nadie como yo… Sales tras dos horas de clase dándote cuenta de que el temario, la verdad, aún no has pillado muy bien de qué va, y sospechas

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que ese señor de la tarima ha jugado con tus horas de vida. Entonces decides que puedes prescindir de esa clase, total ya te ha recomendado estudiar el temario mediante SU libro, el cual conseguirás de algún lugar más o menos legal en blanco y negro. Las fotos en color son para los pudientes. El problema surge cuando el resto de tu clase, sorprendentemente, piensa igual que tú y se decide hacer una bomba de humo colectiva, llegando el profesor y viendo que solo fila y media de alumnado sigue asistiendo a sus fabulosas clases. Y le duele en su corazoncito. Pasa entonces una vil y traicionera lista de nombres, y mira que se dijo que la asistencia no es obligatoria, para dar algún tipo de beneficio a aquel estoico estudiante que ya casi conoce cada detalle de su vida profesional, y, por qué no, de la personal. Y aquí vuelve a intervenir el progreso. La rapidez de la tecnología hace que la clase milagrosamente vuelva a multiplicar sus estudiantes y mis sospechas se confirman: es el tipo de hombre que se alimenta de mi (nuestra) juventud. Reflexionando mientras habla, no tengo claro si debería darme pena o no. Es una persona que precisa tanta atención como para sobornar veinteañeros para llenar auditorio, y apenas quiere enterarse de si lo que cuenta es realmente interesante. Es un intercambio de necesidades: la suya de público por la mía de facilitarme el aprobado. Creo que en el fondo me da lástima. Digo yo.


TR A

VE Z

COLABORACIÓN DE IRONWOLF

Giro y giro. Una caída vertiginosa plagada de negros y grises. No sé cuándo he llegado al final, pero ahora salto por amplias llanuras, todavía oscuras. -¿Qué pasa?- me pregunto- ¿Por qué no funciona?- Hay dolor, bastante cerca. ¿Alguien llora, acaso? Hay una atmósfera que me molesta, que me oprime y no me deja respirar… Y entonces entiendo que algo no ha salido bien. Mi realidad se estremece entera, y noto rasgarse los sueños que no he tenido todavía. Creía que lo haría bien. Sinceramente, así lo creía. Tanto sacrificio en vano. Tantas emociones, volcadas en momentos llenos de fuerza y energía, en los que pensaba que nadie se atrevería a desafiarme. Tanta confianza en mí, depositada, que solo ha servido para terminar el trabajo que me juré impedir. ¿En quién me he convertido? Mi espíritu corrompido es el que maneja los hilos de esta terrible partida de ajedrez. Soy un espectador. Un simple espectador. Antes también lo era, es verdad, pero no consigo recordar por qué empecé esta batalla. Mis recuerdos ya no son los que me acompañaron durante tanto tiempo, los que otros dicen que viví. ¿Por qué quieren meterme ideas en la cabeza? No…son…como… yo. Nunca lo serán. Creo que antes yo no era así. Puede que me estén intentando confundir. No dejo de repetirme: “Después de todo lo que hice”. Pero tampoco tengo una idea clara de qué ocurrió. Creo que nunca más tendré nada claro. Solo veo sufrimiento y tristeza. Ya no me importa lo más mínimo hacerles caso. Ya no tengo ganas de hacer nada por ellos. Aprenderán a temerme, a obedecer a aquel que les liberó y eliminó su yugo. Nada se interpondrá en mi camino, nunca más… (…) El pueblo agonizaba bajo la oscuridad una vez más. ¿Qué fue de aquel que se alzó entre nosotros

para acabar con esto? Todos echamos de menos retozar en los campos de primavera y las buenas compañías sin compromiso. La luz que inundaba antes nuestros corazones ha sido sustituida por miedo y desconfianza, y la vida maravillosa que nos garantizaba la salud de la que disfrutábamos se ha tornado opaca e insípida. Los instrumentos ya no son capaces de producir nota alguna. La música fue lo primero que sufrió las consecuencias de este terrible mal. Algunos de nosotros sabemos entonar todavía trozos de canciones antiguas, en algún momento llenas de vitalidad y potencia, y ahora vacías, secas como la cáscara de una nuez. Casi se puede ver el color abandonar nuestros vidriosos ojos. Una realidad en escala de grises. Una realidad con la que estoy dispuesto a acabar. Nadie más se ha decidido todavía y no voy a esperar a que me lo pidan. He elegido mi destino y avanzo hasta Él. En su gran telaraña de discordia, me esperaba. De alguna manera nadie podía esconder sus pensamientos de Él. Avancé todo lo que me pareció prudente para estudiar su respuesta. Su figura se desdibujaba en la penumbra, o quizá Él era esa penumbra en la que se desdibujaba todo lo que creíamos conocer. Esperaba ver soberbia, odio y avaricia en sus ojos, pero lo que me encontré al mirarle directamente a la cara fue mucho, mucho peor. No vi NADA más allá de esas pupilas. Una inmensidad deshabitada. Una vida segada por la voluntad que le había valido la pérdida completa de su identidad. No podía imaginar qué le había llevado a ese estado. ¿Era Él? Ya no estaba. Solo Eso se interponía en mi camino. Y en el de todos. Decidido a acabar con lo que había empezado me abalancé sobre lo que quedaba de Él. Y todo comenzó a girar y girar… •

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SOLO LOS AMANTES SOBREVIVEN ☑ Escribir algo parecido a una puta historia de amor POR PIjOAPARTE

No se puede escribir nuestra historia de amor, decía él. Argumentaba que no se podía o, al menos, que él no sabía hablar sobre su propia historia de amor. Ella desconfiaba, le había visto escribir sobre cualquier tema sin aparente esfuerzo pero él insistía: puedo centrarme en un momento, puedo describirte, hablar del amor, pero no puedo contar nuestra historia. Piensa en una historia de amor, insistía: nuestra historia no se escribe porque empieza bien y acaba bien, y en esa bondad no hay literatura.

desconocidos mirándose frente a frente y preguntándose: ¿qué hacemos aquí mirándonos frente a frente? ¿Quién eres? El final, porque siempre hay un final, llega cuando los mismos desconocidos, tras conocerse, terminan por desconocerse. Conocen sus excentricidades, sus gustos, sus rutinas, las pulsaciones del tacto y del sexo, el color de los abrazos y el ritmo (y frecuencia) de sus tristezas, pero terminan por preguntarse de nuevo: ¿qué hacemos aquí mirándonos frente a frente? ¿Quién eres?

Esto es cierto, o era cierta su incapacidad para contar historias de amor. Es mucho más fácil la vida que la escritura, pensaba, es mucho más fácil reconocer el latido que identificar el pulso. Sin embargo, aquella historia se alimentaba de una sintaxis común y de una luz lejana, que podía trazarse como una estela: no todo en el amor es amor.

Él no era especial ni mucho menos único. Ella le explicó algo que él ya sabía pero no de esa manera. Le explicó que por cada persona como él, habían vivido treinta personas antes que ya habían muerto, sin otro legado que sus huesos sirviendo como abono orgánico para la tierra, que el tiempo era mucho más amplio que su vida y que en él nada era especial, ni mucho menos, único. Ella pensaba lo mismo de sí misma, a pesar de que es complejo y vulgar desligar el propio corazón del centro del universo.

Cuando se conocieron, se quisieron conocer. Después, no sabría aventurar (pues no hubo forma de averiguarlo) si primero se conocieron y posteriormente se quisieron o si fue al revés. En esta ficción que ahora me veo obligado a desarrollar, él la conoció y la quiso, ella le quiso y también le conoció. Les gustaba, aunque no sé si por ese momento, la imagen (¿o era solo una sensación?) de que hay historias que empiezan igual que acaban: las historias de amor. El comienzo son dos

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También tenían claro que aquello que vivían con pasión desmedida era completamente común. Se besaban mucho. Traté en una primera aproximación a la historia de inventariar los besos que se daban, clasificarlos por la zona del cuerpo, o por la localización, o por frecuencia, pero fue imposible acabar la tarea.


Como anécdota, quiero contar lo mucho que disfrutaban de vivir en ese verso que no sé cuándo ni cómo conocieron: Te lloraré en la boca y también las piernas. Pensaban en las lágrimas como se piensa en la lluvia y creían, con una fe inusitada, que las lágrimas podían ser igual que los besos, o que los besos no eran tan distintos de la lluvia. En cualquier caso, como cualquier pareja, se besaban sin un patrón definido, pero sin duda, mucho, y, quizá, se besaban muy bien, aunque esto es solo una suposición. Hacían el amor, pero muchas veces follaban y dejaban el amor para después del orgasmo. Llegaron a decir, o puede que se lo escuchara a otra pareja, que les gustaba tanto el sexo como los instantes de después. Y es cierto que esos instantes eran muy proclives a los excesos de la poesía. Había una tristeza extraña que les rozaba tibiamente en esa felicidad compartida. El lenguaje después del sexo, probablemente el lenguaje del amor, era el de las pieles desnudas, que es un lenguaje muy parecido al silencio. No sabría descifrar qué se decían, ni creo que ellos pudieran recordarlo pero, aquello era puro, como es puro lo que queda (la piel y el silencio) y vulgar lo que se pierde (el preservativo, el semen). En definitiva, su historia era común, si es que es común que dos personas lleguen a conocerse, y era vulgar, pues se querían, en principio, como la gente se ha querido siempre. Se podría hablar de sonrisas clasificadas, de miradas con acuse de recibo, palabras de significado único, ridículos apelativos cariñosos, caricias polisémicas (también monosémicas), cervezas baratas, viajes en metro con banda sonora compartida, vacaciones de sol y sexo, inviernos fríos en compañía, domingos de peli, manta y mimos… Pero tampoco nada de esto les convertía realmente en una pareja única o reseñable. Me vi obligado a contar una historia sin historia. Por momentos pensé que él tenía razón y que aquella historia no solo no podía ser contada sino que no debía serlo. Él tenía un corazón grande en sentido figurado y algo superior a la media en sentido literal. Ella tenía el pulso ligeramente acelerado y, quizá, un soplo, una insignificante arritmia. Nada de eso me indujo a pensar que ahí había una historia. Ni tampoco nada de lo anterior. Sin embargo, la literatura (o la escritura, no sé, qué más da) no solo debe separar lo relevante de lo irrelevante, desbrozar las sutilezas que escapan a la acción. También debe, o debería, moverse por una suerte de

justicia, y es justo reconocer que esta historia no es o no del todo como la he contado. Volviendo a la imagen (creo que era una sensación) de los extraños que empiezan preguntándose quién es quién y terminan asegurando que no lo saben, que creían que sí pero que no lo saben, podemos identificar de dónde viene la luz lejana, que es ciertamente extraña y es, también sin duda, excepcional. En él y en ella no hay nada especial, en lo nimio de su relación reside algún tipo de belleza, pero nada extraordinario. No obstante, han conseguido juntar la soledad de él a la soledad de ella y que en vez de sumarse (la soledad de él a la soledad de ella) se hayan restado. No entiendo el álgebra ni el algoritmo, pero aquello es violento y maravilloso. Él no logró nada, ni ella. Pero os aseguro que lo que han creado juntos es un universo impenetrable donde no es difícil ser feliz. No diría que es fácil, pero no es difícil ser feliz. Creo que eso rectifica la trayectoria del amor y también la historia. No hay un ciclo donde los desconocidos vuelven al punto de partida. Creedme cuando os digo, con el asombro de haber sido velado por esa luz lejana y extraña, que aquella historia de amor vuelve solo en parte, como una espiral, que regresa al mismo punto, pero en otro plano. La diferencia, lo que rige el cambio, es sencilla: el deseo. Ellos pueden perder todo menos, tal vez, el deseo. En toda esta historia vulgar, y ahora entiendo también que increíble, reconozco una única verdad entre mucha ficción desdibujada. La verdad se rebela y se revela aquí con nombre de título de película y dice así: Solo los amantes sobreviven. Solo los amantes sobreviven, porque los he visto, he estado cerca y lo he sentido. Que el amor es líquido, permeable e infinitamente denso pero también se alimenta, o ellos lo alimentan, de un instinto de supervivencia donde estos dos desconocidos (para mí, para nosotros y para ellos) han demostrado que juntos saben ser no solo distintos, también mejores. La ley del más fuerte aplicada al amor pues toda esa fuerza que envidio ligeramente desde mi posición de escribidor no debe de ser otra cosa que la estela que deja el amor mientras se sobrevive. “¿Quién eres y por qué es que te quiero? ¿Por qué tu cuerpo tiene siempre forma de pregunta?” “No sé, tal vez, el deseo.”

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Normalidad POR WEABOO

Artículo nacido en una conversación de viernes corriente y clima casual en un banco a las puertas del metro con amigos no tan normales. Artículo dedicado a V, J e I.

Frunzo el ceño mientras arrugo el labio intentando mantener el bolígrafo en precario equilibrio bajo mi nariz. Es una tarde aburrida. -Dios,-oigo maldecir a V al otro lado de la mesa- esto no es normal. -¿Qué no es normal, V?-pregunto como de forma automática sin dejar de mirar ese punto fascinante de la pared. -Este dichoso problema- dice mordiendo el bolígrafo. J pasa de página e I sube el volumen de su música. Yo sigo arrugando el labio y el Bic se balancea. -¿Qué te hace pensar eso? Por el rabillo del ojo veo que J ya no mira el libro. -¿Qué?-dice V terminando de desconcentrarse. -¿Por qué dices eso? ¿Qué tiene ese problema que no sea normal? Al fin y al cabo ¿qué es normal?- le pregunto dejando la pared para centrar mi atención en V. J nos presta toda su atención. -¿Qué?-Vuelve a preguntar V. -¡Oh! ¡Yo sé!- dice J entusiasmado por la pregunta existencial. Le encantan estas cosas. Le sonrío.

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-Di, ¿qué es?- le digo. J se cruza de brazos y cierra los ojos pensando bien cómo formular su respuesta. –Bueno, una amiga (M) una vez me dijo que “normal” es una representación de lo que piensa la gente, de lo que se considera “normal” como aceptable o conveniente. Pero esa es una visión muy general, y yo creo que lo “normal” es algo más personal. Al fin y al cabo es subjetivo, ¿o no? Personas distintas consideran normal cosas distintas. Y cuando muchos individuos tienen una idea parecida de “normal”, la cohesión de todas esas ideas compartidas es lo que se entiende como Normal en un aspecto más general-termina satisfecho con su improvisación. -¿Como un normal general y un normal particular?- enseguida le pregunto. -¡Exacto!-exclama J. -¡Woah! ¡Un momento!-salta V alzando las manos y mirándonos del uno al otro-Qué dices de cohesión de ideas, ¡lo “normal” es el sentido común! No te discuto que pueda ser diferente según la persona, pero el sentido común que vale al final es el de la mayoría. De hecho, lo que forja la “normalidad” es la tendencia de la mayoría. -Discrepo- dice J, reclinándose en la silla- Es evidente que no nacemos con ella, y es claro que cada uno se forja su


“normalidad” a partir de lo que observa, personas, comportamientos, nuestra educación, etc... -En eso estoy de acuerdo- asiente V. -… y puede ir cambiando según vamos creciendo, aprendiendo y viviendo… -continúa J.

normalidad tal y como yo la entiendo, soy el máximo representante. Y luego estáis los demás – añade señalándonos con la mano – en vuestros distintos grados de rareza. -Woah- se me escapa, tratando de asimilar la idea.

-… pero creo que el individuo tiene siempre la última palabra.

-Quiero decir - añade I – más normal que yo no hay nada, ya que lo que es normal es lo que yo decido. ¿Qué pasa cuando mi normal entra en conflicto con el normal general? ¿Soy raro? No, yo soy normal, es el mundo el que es raro y no al revés.

I saca punta al lápiz al final de la mesa y sus pulseras tintinean. Me extraña que esté tan callado.

J.

-Ajá- asiente V de nuevo.

-¿Qué quieres decir?- insiste V, enfrascado en la conversación, el problema olvidado hace ya rato. -Bueno, – dice J mientras se reacomoda en la silla – creo que a lo largo de nuestra vida observamos diferentes “normalidades” pertenecientes a otra gente y las comparamos decidiendo cuál es más válida en función de la nuestra propia. Creo que es un error entender la “normalidad” como algo único para todos, como unas reglas fijas, me refiero. No, la “normalidad” realmente válida es la particular. Viendo el momento adecuado para intervenir, carraspeo llamando la atención de los filósofos. -No corras tanto, J- le digo amistosamente- no puedes ir y tirar al suelo a la mayoría así como así. -¿Tú qué opinas?-me pregunta V. -Para mí lo general y lo particular están estrechamente relacionados. Me refiero a que la “normalidad general” no es más que lo que muchos individuos coinciden en que es normal, y al mismo tiempo los individuos están continuamente siendo influenciados por la generalidad, por lo que tienen tendencia a considerar normal la generalidad. ¿No lo veis? ¡Es una pescadilla que se muerde la cola! J me observa un momento y dice – Sí, tienes razón. -Todo eso está muy bien y todo lo que queráis, pero…-V nos mira con atención- todavía no sabemos qué es normal.

-¿Pero no se puede ser normal y raro a la vez?- pregunta I se encoge de hombros – Si entendemos raro como diferente, yo pienso que lo raro puede ser normal, sí, si lo que uno hace no se ciñe a lo que la mayoría estipula, eso no implica necesariamente que ese uno esté ni equivocado ni trastornado. Lo raro, lo diferente, puede ser lo normal. -Es como si el yo fuera el cero en la gráfica-añado. I asiente energéticamente – Exactamente. ¿Estoy en lo cierto, estoy equivocado? No importa realmente, el yo es una referencia, el cero en la gráfica como tú has dicho, con el que evaluamos el mundo. El yo, aunque cambie, va a seguir siendo yo, sigue siendo el cero aunque con el tiempo el cero cambie y se reajuste. -Oye y… - empieza a decir V mirándose las manos – ¿Puede haber gente igual de normal que tú? -Pues yo voy a decir que sí, de hecho nuestro normal particular condiciona nuestra relación con otras personas, así que me voy hasta a atrever a decir que aquellas personas con las que más compartes la idea de “normal” son con las que más afín eres. No digo que sea algo necesario y suficiente pero al fin y al cabo ¿cómo se puede mantener una relación con alguien con quien no compartes ideas? – expone J. -Ummm – murmuro pensativa – ¿La normalidad te une a otras personas? Eso sí es interesante… sí, yo también voy a decir que sí.

I suspira, deja el subrayador y se quita los auriculares.

-Y por otro lado está esa gente que se conoce por estar obsesionada con ser amigo de todo Dios –dice V- o “gente obsesionada con la aceptación social” para los amigos.

-Normal soy yo -dice apuntándose al pecho- y vosotros, malditos, que no me dejáis estudiar, sois los extraños.

-Ya, es como estar intentando compartir normalidad con todo el mundo,- digo – es imposible.

Silencio.

Más silencio mientras J y yo le miramos con la boca abierta. V consigue mantener la compostura. -¿Me estás llamando rara?-le digo mirándolo de arriba abajo. -Sí, y te lo voy a argumentar y todo – me dice con la plena confianza del que sabe que tiene razón – porque yo, en la

Una pausa en el aire mientras todos reflexionamos. -Estoy empezando a preocuparme seriamente con esto de la normalidad-dice J frunciendo el ceño. Me río – Tú sí que no eres normal – le digo. -¿Sabéis qué no es normal?- pregunta al aire V- Este problema.

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{CIENTOSESENTA YOCHO} L

os meses pasan y la ETSII va dando dosis de realidad y trabajo duro a partes iguales, la semana empieza con uno o dos exámenes que son necesarios si no quieres tirar la continua y todo el mundo rosa que nos pintan en cada presentación de una asignatura Bolonia, pero al pasarlo a la realidad se han olvidado de darle color y... ¡Ahí estamos! Lunes tras lunes empezando una bonita semana deseando que llegue el descanso del viernes para ponerse con el lunes. Un poco buclado nuestro paso por la universidad. Solo escribo estas líneas para dar un poco de color a nuestro día a día, que por lo menos yo me resisto a que sea gris. Hace algún tiempo, un buen profesor, en una de esas actividades que nacen de la pasión en lo que se hace y se salen del guión aunque cuenten con pocos alumnos, nos decía que todos compartimos el número ciento sesenta y ocho, independientemente de nuestra edad, sexo, situación, características, etc. Tras un lacónico silencio nuestro profesor dijo: “¡Las horas que tiene una semana y que cada uno elige en qué emplearlas ya que somos dueños de nuestros actos!”. ¿En qué empleamos nuestro tiempo? ¿Gastamos nuestras horas en algo que nos gustaría cambiar? ¿Y si hacemos algo diferente? Una de mis opciones para hacer algo diferente es el voluntariado. Buscando una causa solidaria en la que implicarme y no caer en la caridad, encontré por casualidad Soñar Despierto. Soñar Despierto es una fundación sin ánimo de lucro que funciona simplemente con personas que dedican parte de su tiempo para intentar hacer un poco mejor la vida de muchos niños y jóvenes que no tienen la posibilidad de crecer en un ambiente adecuado. Cuando buscaba información leí que Soñar Despierto es querer cambiar el mundo y que el mundo te cambie a ti, la verdad es que no puedo estar más de acuerdo. Empiezas como voluntario en un centro de acogida con la intención de ayudar en los deberes, enseñar buenas conductas y colaborar en lo que se pueda, pero es mucho lo que te enseñan los niños a ti. Es increíble cómo puedes volver a reír, a perdonar, a conformarte con poco gracias a pequeñas personas que te abrazan, te agradecen, te sonríen y que forman parte de tu historia mientras tú intentas hacer un poco mejor la suya.

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Mi experiencia tras varios eventos de Soñar Despierto y como voluntario semanal del proyecto Amigos para siempre, me ha supuesto tan solo tres horas de ciento sesenta y ocho a la semana, lo cual no condiciona un plan semanal lleno de clases y prácticas, salir con los amigos o practicar deporte. Además de eso también me ha supuesto salir del entorno habitual en el que muchas veces hay mentiras y apariencias, descubrir otras realidades, conocer buenas personas que dedican su tiempo a ayudar y sentir que participas en algo bonito que apuesta por un futuro mejor. “Educad a los niños y no será preciso castigar a los hombres”, Pitágoras. Después de unos cuantos meses y tras tener que dejar el voluntariado semanal por motivos de horarios y de organización de la residencia infantil, aunque seguiré colaborando siempre que pueda, me siento con la necesidad de compartir un poco esta bella experiencia que deja huella. “Si ayudo a una sola persona a tener esperanza, no habré vivido en vano”, Martin Luther King. Poco a poco una persona que quiere cambiar el mundo se da cuenta de que los cambios residen en los pequeños detalles, en fracasar para mejorar, en hacer un favor, en luchar por algo justo. En una profunda crisis no solo económica, hay motivos para sonreír y ser optimistas porque yo soy de los que creen que lo que viene, movido por la creatividad y el ingenio, será mejor que lo que había. Son necesarios esos momentos de introspección para salirse del guión y espero que a quien haya aguantado a leer hasta aquí se le aparezca una sonrisa en la cara al pensar que siempre hay alguna nueva intención o actividad que se puede acometer si se quiere emplear tiempo en algo diferente, se puede buscar una razón que motive y es posible ayudar a mejorar lo que nos rodea y a nosotros mismos . Así que nada, coged la caja de pinturas y dadle un poco de color a la semana. La proactividad siempre que se busque un equilibrio es una actitud muy positiva. ¡Mucha suerte a todos en la Escuela y en las ciento sesenta y ocho! •


ESTO ES UN POCO TONTO PERO en FIN ---COLABORACIÓN de

Esto es un poco tonto pero en fin. Por: Secret agent W

Hace un tiempo conocí a un chico de ojos oscuros y tremendamente guapo que me quitó el aliento. Fue mi chico de fuego. En la distancia atraía mi mirada y mis ojos le seguían sin esfuerzo distinguiéndolo entre la multitud con la facilidad propia de unos ojos enamorados, y en su cercanía mi piel ardía mientras el corazón me palpitaba en los oídos. Ardiente y fogoso fue mi amor por mi chico de fuego del que tuve que apartarme para no terminar calcinada. Tiempo después conocí a mi chico de dulce, menos guapo pero mucho más listo y yo le contemplaba ensimismada mientras me hablaba y me hablaba de cosas que yo todavía no conocía. Mi chico de dulce era cálido como una suave chimenea en invierno y sus besos breves y excitantes hacían que se me enroscaran los dedos de los pies. Fui una tonta. Así que cuando encontré el agrio relleno bajo aquella cobertura de azúcar y las circunstancias me brindaron la oportunidad, me fui. Aquello me dolió profundamente y me siguió doliendo durante mucho hasta que un día me susurraron una sonrisa al oído y mi corazón volvió a volar. Así fue como conocí a mi chico de cielo. Sus rasgos eran especiales, para gustos peculiares dirían, y aunque mi chico de fuego había sido mucho más atractivo, los ojos oscuros le sentaban mejor a mi chico de cielo, unos pozos negros donde me sumergía y revivía sueños. Durante mi tiempo a su lado mi risa llegó muy lejos y muy alto. ¡Ay, cuánto quise a mi chico de cielo! ¡Mucho más que a ningún otro antes! Desgraciadamente, el tiempo separó nuestros caminos y terminamos olvidándonos. Mi boca tardó en volver a suspirar, pero cuando lo hizo, lo

SECRET AGENT W

hizo por mi chico de muchas preguntas. Un amante del viento y el balón, dueño de las curiosidades y dudas con las que me bombardeaba continuamente. Al principio me resultó molesto, pero aquella sonrisa provocativa con la que me retaba a saber la respuesta acabó por hacer que me hirviera la sangre en las venas. Mucho tiempo duraron sus preguntas y mucho tiempo estuve respondiéndolas pero al igual que con mi chico de cielo, lamentablemente nuestros destinos se descruzaron y cada uno partió en busca de nuevos horizontes. Dos años y muchas cosas han pasado desde entonces y ya no echo de menos a mi chico de cielo ni a ningún otro. El tiempo pasa y el corazón sana. He cambiado. Hoy mi corazón ya no late por nadie más que por mí, y aunque mis ojos buscan y siguen a mi chico de aguarrás y mis suspiros son para él, mi corazón aprende a latir por nadie más que por mí. Porque veréis, mi chico de aguarrás no me quiere. Final trágico supongo. Así que mientras debatimos sobre lo que es y no es, mientras me mira con esos ojos y hace mi sonrisa danzar, trato de ignorarlo todo, porque al fin y al cabo nadie quiere un amor no correspondido. Y así mi corazón aprende a no palpitar. Sin embargo, la vida es así, el tiempo volverá a pasar, todo cicatrizará y volveré a olvidar. Este no es el final, queda mucho que contar. Sí tengo que decir que, les guste o no, forman parte de mí ahora y los llevaré conmigo siempre, sus palabras, sus roces, lo bueno y lo malo, forman parte de mi equipaje ahora. Los llevaré conmigo mientras sigo haciéndome más fuerte para que me hagan compañía mientras busco qué más tiene el mundo que ofrecer. •

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TÁMESIS POR

El tío que me rechazó por decir que los navarros se creen casi vascos POR

PI

Me fui a Pamplona pensando que seguía en España y no. La división entre si eres del Opus, de los otros o bizco de Tinder, pero todos borrokas. A Julen, que ni era extranjero ni era español, le rompí el corazón con un adverbio y saqué el mechero a modo de velita, a modo de losiento adiósmuybuenas y llegué a un baño (centro social nocturno) donde entre jeringas y condones me hice un nuevo amigo que decía que Madrid guay pero que si venía de visita nos regalaba una bomba y yo que si la paz y el amor y la fe en la humanidad y lo bonito que es el mundo y cuánto alcohol me sobra al hablar. Luego la paz se convirtió en violencia y el amor en lágrimas después de (no) correrme por intentar versionar a Nacho Vegas demasiado fuerte y Pamplona siguió como siguen las cosas que no tienen mucho sentido y yo huí llevándome de recuerdo algún moratón. Todo bien, todo bonito pero qué difícil eso de follar. El me gustas pero no puedo del domingo por Whatsapp. Y Whatsapp que es como la religión: el opio del pueblo. Qué importante soy que en media hora me han llegado doscientos, tía pues yo ahora estoy en el grupo de los guays de la uni y anoche no salí pero estuve hablando con él mucho rato. Los pecados dejan de serlo si te lo escribo y los problemas se vuelven más locos, menos humanos, más universales. La justicia que lo impregna todo y solo nos deja unos pulgares más gordos y mi otra huida. Así que salí a la vida real sintiéndome desnuda sin la otra, sin saber dónde fijar la mirada sin la excusa de mirar el móvil y como por arte de magia escuché la rima definitiva, digna de aparecer en algún paso de cebra y en muchas portadas de feisbuc y decía así: “Verde lila, te quiero pila”. Me llegó tan dentro (primero la rima) que decidí que si mi perfil de Tinder merecía una descripción debía ser esa para estar a la altura de las vidas ajenas e interesantes llenas de fotos subidos en elefantes, de espaldas en acantilados y haciendo paracaidismo. Me fue tan bien que de los cinco matchs, tres me borraron y uno me consideró una zorra única porque a todas las demás se las había follado. Así que de nuevo huida a la montaña a buscar la paz mundial. Que empiezo a pensar que tal vez no exista.

IRONFOWL

Muchas diferencias. En eso nos distinguimos (la mayor parte de las veces). Sin embargo, hay diferencias entre nosotros que apenas se pueden apreciar, pero están ahí. Suenan. Dan pistas de su existencia. Rugen cuando nadie presta atención. Desde el principio lo sabías, pero no lo querías saber. Tememos al odio y al rechazo, así como lo que nos revelarán. También nos aterra la indiferencia. Mezclamos nuestros colores en los ríos de tinta de los demás buscando, siempre buscando, atisbos de cercanía, lazos y personas con las que poder llorar tranquilos. Pero nos podemos hacer daño por dentro. Siguen estando ahí, en alguna parte. Y ya te vas abandonando a la realidad de esas pequeñas diferencias que han aprovechado que no mirabas para contaminar tus sentimientos, tus percepciones, tus sueños y tus ambiciones. No te asustas pero no ves salida alguna. Estás atrapado en tu propia jaula. La que construiste para defenderte de… Espera, el tiempo se ha parado, irónicamente. Aunque el sudor frío te recorre, sientes arder tu espalda. A lo lejos ves por dónde llegaste, pero no te engañas. No vas a volver por ahí. Has llegado muy lejos. Ahora sabes qué hacer. Sin miedo. Eres diferente y tremendamente consciente de ello. Solo, caminas por prados verdes, dueño de tu voluntad, acorde a tus impulsos y merecedor de la luz de tus estrellas.

El juego del ser COLABORACIÓN DE

AMG

¿Qué somos? ¿Qué seremos? ¿Qué fuimos? Ahora me doy cuenta de que no fuimos nada, Por lo que ni somos ni seremos. Dos desconocidos destinados a perdernos, A olvidarnos. Duele, duele porque ni fuimos, Ni somos, ni seremos. Duele porque podríamos haber sido. Pero lo que hubiera sido ya no será, ni fue. ¿Qué hubiéramos sido? Nada, porque al no ser ahora ni hubiéramos sido, Ni seríamos, ni seremos. Quizás hubiéramos sido, si no fuéramos.

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