Sobre el reflejo de la pantalla de mi PC, se manifiesta la imagen de un rostro, cuyos ojos resaltan, perdiéndose en la búsqueda de la esencia de su mirada. En el sordo sonido del silencio, con la realidad cambiante y desdibujada que aturde cada una de mis veladas, nace la madre de todas las batallas.
—Thomas, ¿qué piensa? —resuena la pregunta que nadie pronuncia, proviene de un eco interno que nadie escucha.
—Thomas, ¿qué desea hacer? —insiste un murmullo irritante que busca centrarse en una idea desde una tierra lejana.
Lo pienso unos segundos y respondo al silencio con un suspiro; mi respuesta vacía aún me recuerda mi mente cansada. Ya es tarde, la noche avanza, el ruido del motor de mi vieja heladera es la música que me acompaña. El insomnio es mi enemigo por la madrugada, y la mente no calla.
—Thomas, ¿cuál es su identidad?, ¿cómo se manifiesta su ego?
—¡Ya basta! —exclamo al vacío. Mi reflejo en mi PC estacionada me recuerda que no hay nada.
Aturdido por mi estilo, incluso incomprendido, entiendo que mis acciones siempre nacen del mismo río. Para bien o para mal, inicio creando en mi vida desde mi mente; es un pensamiento el que da lugar a manifestar la obra más perfecta o incluso la realidad más tremenda. Batallo unas horas con mi ego y resuelvo aceptar la aparente realidad de ser el propio creador de mis actos; ya no hay culpables ni responsables, no hay excusas, no hay canales de escape. Mi
insomnio se acentúa, alimentándose de más interrogantes.
Si de verdad tengo el poder de crear desde el inicio con mi mente mi propia realidad, ¿por qué crear aquello que no deseo? ¿Por qué repetir historias que detesto? ¿Por qué simplemente hay días que con mi mente no puedo?
Una ligera lluvia me dispersa de las respuestas; me enfoco en su ruido blanco para reemplazar el molesto eco de pensamientos. Sin ánimo de dormir, me dispongo a preparar un café, buen amigo del insomnio y de las ojeras también. Los retos relacionados a él parecen siempre florecer de la mano de la noche y de los nervios también. Recuerdo que no es bueno si descansar querré, pero su aroma dulce me genera no sé qué.
Lo medito un poco más hurgando mi pasado, siempre estuvo en mi taza acompañando bellos recuerdos a personas que he amado. Es una cápsula del tiempo de color tostado, líquida y amigable para mi inconsciente.
—¡Eso es! —exclamo entre dientes, intentando recordar aquel eco saliente de un sonido vacío de ruidos que suelen distraer a la gente. ¿Y si fuera un formato mi mente?, regida por una edición inconsciente, ¿y si estuviera grabado mi tendencia a pensar diariamente? Comienza a tomar sentido tantos errores repetidos, incluso cambiando el paisaje, el patrón es el mismo.
Después de un placentero café, lo más apacible es un libro o quizás un amigo; mis teorías toman fuerza y hacia ellas me dirijo. Recuerdo al Señor Naú en el pueblo al final del camino, nunca entendí su apodo, ni siquiera siendo niño. Se conocía como un anciano sabio, pero de lenguaje extrovertido; con su joroba marcada, solía mirarte pacífico. Los citadinos comentaban que al estudio de la mente se dedicaba, seleccionaba personas para viajar al conocimiento de su propia mente. Estaba decidido, ir en búsqueda de Don Naú con el anhelo de revelar mi formato establecido. Tras
unas horas de sueño impuestas sin libre albedrío, amanezco con un tibio desayuno, decidiendo que estoy listo. El pueblo «Nombroj», a unos kilómetros del río, se convierte en mi destino, rumbo al guía pueblerino..
Entre cardos y un plantío su morada yo diviso, el trayecto no fue largo para el tiempo percibido, dicen que la ansiedad suele ser el enemigo de un viaje singular donde la expectativa marca el ritmo.
Golpeo fuerte su puerta esperando ser recibido, mi estómago se estremece anunciando la entrada a lo desconocido. Su tranco lento refleja su entrega y su tenue voz da el sello a la correspondencia.
Titubeando me presento ya ingresando a la cabaña, el aroma a algún incienso delata parte de la trama. No había lujos ni accesorios que lo hicieran distinguido.
—Thomas, a encontrar tu Yo a mí has venido —susurra aquel anciano comprendiendo mi pedido. La estructura de tu Ego identifica
tu capacidad de percibir la realidad, afirmar tu identidad encontrando la tendencia de tu patrón mental.
—Don «Naú», ¿de dónde nace la tendencia a la forma en que percibo?
—Thomas, aquello que en tus primeros años de vida de tu padre has percibido, marca el patrón establecido en cada punto ya definido.
De esta vieja casa conocerás 10 habitaciones, 1 de ellas vacía y 9 ocupadas por su respectivo habitante. Abrirás puerta por puerta escuchando su relato, escucha atentamente cada palabra de sus moradores. Al finalizar el recorrido, te entregaré la fórmula para distinguir tu Yo perdido. Sin mediar más palabras, a mi aventura me dirijo, a unos pocos pasos abro la puerta a aquel lógico acertijo.
Me adentro a la habitación vacía, donde encuentro un gran cartel de «Todo es Posible»,
su huésped me descoloca, no se suponía encontrar gente en aquel precario recinto. Recuerdo a Señor «Naú» y su insistente pedido, que en silencio absorbiera la información que aportaría cada habitante conocido.
—Thomas me presento, soy el habitante vacío, me conocen como 0 o el huevo que incuba las esencias del universo en que vivimos.
También como el centro del átomo con su fuerza desordenada, puedo ir a los extremos, tanto así a Todo o Nada.
En mis primeros años de infancia mi inconsciente graba la impresión de mi figura paterna sin definir, como mi nombre lo afirma un enorme vacío, un desorden que indica un padre sin personalidad afirmada. La primera autoridad de mi vida conscientemente no estaba, mi imaginación llena un hueco dando forma a una figura idealizada. Una grabación compleja, de un padre ausente, distante, los motivos son irrelevantes, si me enfoco en ellos solo alejo la responsabilidad de llenar este espacio vacío.
Los años pasan, y hacia un ser adulto me dirijo, se manifiesta en mi destino aquello grabado de niño. El desorden en mi mente se hace consciente, mi Ego pierde su capacidad de manifestarse sanamente, ni siquiera toma un rumbo, la alteración no trasciende. Encontrar mi identidad desarrollando la autonomía, se convierte en aquel Todo latente. Definir un proyecto llevado a la acción consciente, donde yo lidere y sea independiente será mi meta para afirmar un Ego automáticamente. Lanzarme a un proyecto que de estructura al vacío, crea la visión de un adulto afirmado con su Yo comprendido.
De no lograr el cometido, los extremos abrirán la puerta a un carácter sometido (Nada), una identidad truncada por el caos de ideas como un río embravecido. En un eje pendular, el tiempo al Todo me llevará, el egocentrismo me aleja la posibilidad de sanidad. Pese a la complejidad de mi patrón mental, la queja no parece dar soluciones a este lío, un vacío marca la falta de contenido, pero siendo positivo,