Marejadas. Cuentos de pleamar y bajamar

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Rosa Vanessa Otero

Ilustrado por Mechi ZĂŠrbola

Marejadas

Cuentos de pleamar y bajamar


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Cuentos de

pleamar

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Plena de Calamar y Medusa

En una cueva de la mar profunda, vivía solitario un calamar en su… tinta. Nadie conocía su nombre ni su rostro. De él tan solo se sabía que era un animal misterioso y huraño. Los animales marinos, al pasar por la calamicueva nadaban con prisa, temerosos de que el calamar —¡Calafús, calafás!—, les arrojara su... tinta. Pasó una medusa de gran melena, vestida con falda volatinera, rosada-naranja-amarilla. 5


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Y —¡Tú-cu-tún, cu-tún cu-tún! ¡Tú-cu-tún, cutún cu-tún!—, se detuvo delante de la calamicueva a practicar un baile de plena. El calamar, al oír aquel alboroto, asomó sus misteriosos ojos a la entrada de su guarida para ver quién perturbaba su silenciosa y solitaria siesta. Y —¡Calafús, calafás!—, le arrojó a Medusa su... tinta. —¿Por qué me hace esto, señor Calamar, no ve que ha manchado de violeta mi falda volatinera rosada-naranja-amarilla?, ¿y ahora cómo me presentaré en las fiestas de luna plena? —se quejó la bailaora mientras dejaba caer dos lagrimitas. —Usted se acercó demasiado a mi cueva, señorita. Y calamar asustado, ¡Calafús, calafás!, siempre arroja su... tinta. —Totalmente desconcertado, Calamar se metió en su madriguera sin intención de presentar disculpas. —Así que, por miedo, me atacó. Ahora com6


prendo por qué es usted un animal tan triste y solitario. Si yo solamente quería mostrarle mi nueva falda volatinera rosada-naranja-amarilla. Y, si usted lo permite, lo invitaría a salir de su cueva para enseñarle a bailar la plena. —¡Tú-cu-tún, cu-tún cu-tún! ¡Tú-cu-tún, cutún cu-tún! —Sonaron, desde lejos, los tambores de la fiesta. El ritmo le subía a Medusa de la falda a la melena. Y cantó como se canta en las noches sanjuaneras, meneando todo el cuerpo al compás de esta plena: Calamar, Calamar, ¡Calafús, calafás!, no me arrojes tu tinta sin preguntar. Calamar enemistado en el fondo de la mar, no te quedes encuevado, sal, que aprendas a bailar. Calamar, Calamar, ¡Calafús, calafás!, no me arrojes tu tinta sin preguntar.

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Así fue —¡Calafús, calafás!—, cómo Medusa estrenó falda violeta. Y también fue —¡Túcu-tún, cu-tún cu-tún! ¡Tú-cu-tún, cu-tún cutún!—, que Calamar salió de nuevo de su cueva. Y —¡Tú-cu-tún, cu-tún cu-tún! ¡Tú-cu-tún, cutún cu-tún!—, aprendió a bailar la plena.

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Octavio y los cinco delfines

A la misma hora del día, en el mismo mar, nacieron cinco delfines... y un pulpo. Los cinco

delfines eran cinco hermosuras. Y eran también, los cinco, unos hábiles gimnastas que todas las mañanas subían a la superficie del mar para saludar al sol y sentir la brisa. Mientras tanto, el pulpo que había nacido a la misma hora, en el mismo mar que ellos, los miraba desde abajo admirando los saltos y piruetas con los que saludaban al sol y sentían 11


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la brisa. Allí se quedaba esperando, callado, a que lo invitaran a compartir sus juegos. Pero los cinco hermanos, que eran muy vanidosos y se creían muy lindos, nacarile. En lugar de jugar con el pulpo, lo rodeaban y se burlaban de él diciendo: —¡Pulpiño, pulpiño, animal feíño, tu cuerpo es baboso, eres muy monstruoso! Y lo dejaban confundido y solo en medio de un remolino de burbujas. Así se repetía la burla todas las mañanas a la hora de subir a la superficie del agua para saludar el sol y sentir la brisa. ...Hasta que uno de aquellos días, un barco atunero se acercó y cubrió con su sombra el mar de los delfines. Los cinco hermanos, que eran muy curiosos y juguetones, quisieron salir a la superficie para saludar la embarcación y sentir la brisa. Pero, de pronto, una red inmensa cayó sobre ellos. Cuando intentaron moverse para no quedar enredados, ya era muy tarde. 12


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Sus colas y aletas de gimnastas no les ayudaron. Tampoco la gracia de sus movimientos les sirvió para algo. Quedaron, los cinco, enmarañados entre las sogas como si fueran atunes. El pulpo, al verlos en aquel enredo, recordó las mañanas en que los cinco delfines bellísimos y atléticos subían a la superficie del agua para saludar al sol y sentir la brisa. Y recordó también cómo, entre pirueta y pirueta, se burlaban de él y lo rechazaban llamándole baboso y feo. Y cómo le dolía que lo dejaran confundido y solo en medio de un remolino de burbujas. —Allá ellos con su enredo —pensó el pulpo—. No soy tan bello ni tan atlético como ellos, ni puedo subir a la superficie del agua a saludar el sol y sentir la brisa, pero tengo ocho tentáculos elásticos y fuertes. Si me hubiera pasado lo que les ocurrió a ellos, sería capaz de sujetar esa red por sus ocho puntas y estirar, y estirar, y estirar la red hasta romperla. 13


Mientras esto pensaba, el pulpo veía a los cinco delfines luchar y luchar por salir del enredo. Pero cuanto más luchaban, más enredados quedaban. La sombra del barco empezaba a moverse arrastrando su pesca. Si nadie los liberaba, pronto terminarían como atunes en atunera. Sin pensarlo dos veces, el pulpo subió lo más rápido que pudo hasta los cinco delfines, y con sus ocho tentáculos elásticos y fuertes, agarró la red por sus ocho puntas. Y el pulpo estiró y estiró, y estiró la red hasta romperla. Los cinco delfines salieron dando saltos de la red inmensa, y subieron en carrera a la superficie del agua para saludar al sol y sentir la brisa. Celebraron su salida con un choque de colas y nuevas piruetas. —Lo logramos —dijeron, mientras el pulpo que había nacido el mismo día y en el mismo mar que ellos se quedó, como siempre, mirándolos de lejos.


En una de sus vueltas y caídas al agua, los cinco delfines cayeron cerca de donde estaba «Pulpiño». Fue entonces cuando reconocieron que, en realidad, no habían sido ellos quienes se habían liberado de la red, sino que aquella criatura que les parecía tan fea y falta de gracia había sido su héroe. Por primera vez, sintieron mucha vergüenza por las veces en que se habían burlado del pulpo por su apariencia, y por no destacarse como ellos en las artes acrobáticas ni atléticas. Y le dijeron: —Pulpiño, hemos sido muy malos contigo. Pensábamos que éramos los mejores y los más bellos ejemplares de la fauna oceánica. Y que tú no valías. Pero, en realidad, eres un animal admirable y fuerte. Y, además, nos has demostrado que debes ser el mejor y más fiel compañero. ¿Podemos jugar contigo? Después de pensar un poco su respuesta, el pulpo les contestó: 15


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—Octavio. Ese es mi nombre. Por supuesto que podemos jugar juntos. ¡Si es lo que siempre he querido! Desde entonces, el pulpo Octavio y los cinco delfines (Dylan, Doyle, Drake, Derek y Tamara) son los mejores y más leales amigos en toda la mar profunda.

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Ocho Suricatos

La orilla del mar es el punto de encuentro o despedida de los personajes de Marejadas, Cuentos de pleamar y bajamar, por Rosa Vanessa Otero. Los animales o seres humanos de estas 16 historias están pasando por momentos de crisis y de superación. Como sucede en la vida misma, aquí los conflictos no tienen soluciones mágicas. El diálogo, la solidaridad y la empatía serán la ola que los ayudará a crecer.

ISBN 978-84-18017-08-7

A partir de 8 años 9

788418

017087

www.babidibulibros.com


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