Quique luz

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Mara Cabrera Hernรกndez Ilustrado por: Adriana Prins



La noche en que Quique Luz nació, algo extraordinario ocurrió en el universo. El tercer anillo de Saturno, de brillo más uniforme y pálido que el resto, comenzó a sufrir cambios de color semejantes a la aurora boreal. Parecía que se estaba derritiendo y derramándose en cascadas luminosas de un montón de matices azules, rosáceos y violetas. El estrecho cinturón de micro lunas, que se extendía a lo largo del primer anillo empezó a sufrir temblores descontrolados, y pequeñas partículas de asteroides salían disparadas hacia el exterior. En una de esas explo3


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siones, una micro luna se desprendió del cinturón y atravesó la cascada de luz del tercer anillo. Desde nuestra preciosa Tierra, aquel maravilloso espectáculo espacial no podía apreciarse. Se encontraba a 1.500 millones de kilómetros de distancia. Por el contrario, el cielo se presentaba limpio de nubes, con la quietud que transmiten las estrellas parpadeantes en una fría noche de diciembre. Aquella micro luna, teñida ahora de un color impreciso y cambiante, consiguió atravesar los nueve anillos de Saturno, y escapar de su órbita lanzándose al espacio a una velocidad casi imperceptible para el ojo humano. Si alguien esa noche hubiera estado observando el cielo, habría descubierto el tenue brillo de una estrella fugaz y le habría pasado desapercibida. Pero ese brillo de micro luna coloreada de aurora boreal, escondía extraños poderes que se depositarían en el primer llanto producido en el momento de su colisión con la Tierra. En ese mismo instante, María daba a luz un precioso niño, que como todos los niños, fueran preciosos o no, lo primero que hizo al nacer… fue llorar. 4




CAPÍTULO 1

Quique no fue consciente de sus poderes hasta que cumplió nueve años. Hasta entonces creció feliz, con una madre que le adoraba, un padre que le descubría el mundo, una hermana que le hacía rabiar constantemente, y dos periquitos que le despertaban todas las mañanas. Y también, cómo no, estaban sus tres mejores amigos: Lucas «Colorao», Anita y Daniel. Juntos formaban la pandilla más extraña de 4º curso. Lucas era pelirrojo, de ahí su apodo «Colorao», con ojos azules, lleno de pecas y con una fuente inagotable de chistes, bromas, travesuras y ocurren7


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cias imposibles. Jamás te aburrías con él. Por muy duro que hubiera sido el día, por muy triste que estuvieras, Lucas siempre tenía una frase a tiempo para desternillarse de risa. Más de una vez, habían vuelto a casa con los pantalones mojados por no poder contenerse de tanto reír. Anita, en cambio, era una chica muy introvertida. Las demás compañeras de la clase no le tenían mucho aprecio. Se notaba cuando paseaba por los pasillos, o en el patio. La miraban de reojo y cuchicheaban entre ellas: por su forma de vestir, siempre con ropa oscura, con las mangas casi cubriéndole los dedos; por su pelo, tan negro y liso, nunca lo llevaba recogido, se colocaba un pañuelo a modo de diadema, y dejaba caer su larga melena por los hombros. Llegó a su clase, una vez empezado el curso. Anita tenía un año menos que el resto, pero sus profesores del año anterior habían reconocido que tenía unas capacidades fuera de serie. Era excelente en matemáticas, y también escribía utilizando un vocabulario que no era propio de su edad. Se reunieron con la familia y con la dirección del centro y decidieron adelantar a Anita un 8


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curso escolar. Aquello supuso un revuelo en el colegio. ¡Una niña superdotada! ¡Un cerebrito! ¡Anita se cree la más lista! ¡Anita se cree la mejor! Anita se quedó sin sus amigas, que tal vez nunca lo fueron, y entró en su nueva clase, muerta de miedo y vergüenza. Después de varios intentos de pertenecer al grupo de las «Fashion girls», como se hacían llamar las que mandaban en los recreos, decidió pasar inadvertida y centrarse en sus estudios que era algo en lo que ninguna podía superarla. Por su parte, Daniel era el guapo y rico de la clase. Sus padres, divorciados, luchaban por ganarse la exclusividad de su cariño comprándole todos los caprichos que estaban a su alcance, que eran muchos porque ambos tenían puestos importantes en grandes empresas. Daniel se dejaba querer y permitía que le dieran todo aquello que él nunca pidió, sintiendo así que sus padres eran felices por pensar que él también lo era, teniendo todo lo que un niño pudiera desear. Se hubieran ahorrado mucho dinero si supieran que a él le bastaba con no separarse de su hermano mayor y jugar juntos los fines de semana. Pero a Santi lo habían mandado a 9


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estudiar fuera, para aprender idiomas, para labrarse un futuro, para estar lejos de él… Físicamente era muy distinto a Quique. Este, con el pelo negro y ensortijado, de ojos oscuros y piel muy blanca, no se preocupaba mucho por su forma de vestir. Así como Daniel siempre llevaba las zapatillas de último modelo, Quique no se desprendía de sus gastadas botas marrones. Les tenía un cariño especial porque con ellas recorrió la montaña aprendiendo a buscar setas con su abuelo Luis. Ahora que él ya no estaba, le parecía que poniéndose esas botas, le acompañaba al colegio todos los días, le protegía y le traía suerte.

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Y esa suerte, bueno esa suerte y don Matías, profesor de Ciencias, quiso que estas cuatro personitas tan distintas se pusieran a trabajar juntas. Metió en una caja los nombres de los alumnos de la clase, escritos en unos papelitos diminutos, y Ali actuó de mano inocente. Aunque de inocente tenía muy poco. Era una de las «Fashion girls» y había tramado más de una broma pesada para gastarle a Anita, y algún que otro mote despectivo a varios de la clase. El caso es que por una vez hizo las cosas bien, porque los cuatro nombres que sacó para formar el equipo de trabajo fueron esos: «Daniel, Lucas, Anita y Quique». Y a partir de entonces, se forjaría una amistad inesperada entre ellos que duraría muchos años. Ninguno podía imaginarse los acontecimientos tan extraños, magníficos y reveladores que iban a sucederse en los siguientes días. Especialmente Quique, que aquella misma semana comenzó a darse cuenta de aquellos extraños poderes que la micro luna depositó en él, el día que nació.

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Quique Luz es la historia sobre cuatro amigos de personalidades y circunstancias muy diferentes, a los que les empiezan a ocurrir cosas maravillosas que cambian sus vidas, desde que Quique les regala unos extraños aros de luz que misteriosamente produce cuando sueña. Cosas maravillosas que tienen que ver con valores y sentimientos, con padres separados, con la baja autoestima, con el Alzheimer de los abuelos... y con situaciones reales que conviven en la actualidad con nuestros niños. Una historia de amistad que les llenará de luz el corazón.

ISBN 978-84-18017-92-6

9 788418

017926


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