27 de abril de 2012
[GANADOR XII PREMIO DE RELATOS “BACHILLER DIEGO SÁNCHEZ”]
ÁNGELO Ángelo. [¹aƞdƷelo] (it.) ángel.
By Moon
27 de abril de 2012
[GANADOR XII PREMIO DE RELATOS “BACHILLER DIEGO SÁNCHEZ”]
Las fuerzas de la noche nunca han sido buenas compañeras. Se esconden en la oscuridad, sin ser vistos por ojos humanos e ignorantes. Y así transcurrió el tiempo. La humanidad maduró y aprendió a rechazar a los dioses y la magia que existía en su mundo. Incapaces de luchar, la humanidad decidió ignorarlos. Tonterías. Estupideces. Fantasía. Algunas de las muchas palabras que los hombres utilizan para designar lo que no podía ser explicado por su ciencia. El empirismo se convirtió en su propia religión. No hay sombras que acechen a víctimas inocentes. No es nada más que la mente humana, jugando malas pasadas. Una imaginación hiperactiva. Y aun así… ¿Qué era entonces el sonido que se oía fuera de la ventana? ¿Qué era ese aullido al viento? ¿Un perro abandonado, quizás? ¿O era algo más, algo realmente predador? El que erizara el vello podía ser solo carne de gallina. O podía ser la sensación de la muerte rondando cerca. La mano de un ser invisible pasando por allí. El mundo ya no es tan joven. Ya no es tan inocente. Y los ancianos se cansan de ser ignorados. Los vientos que susurraban a través del césped no eran la tierna caricia de un cambio climático. Era una sirena que solo puede ser oída por ciertas especies sobrenaturales. Incluso ahora, esas fuerzas se reúnen y se alían. Está vez querían más que la sangre de seres como ellos y de otros. Nos querían a nosotros… Y estamos a su merced…
27 de abril de 2012
[GANADOR XII PREMIO DE RELATOS “BACHILLER DIEGO SÁNCHEZ”]
“-… Y continúa la serie de asesinatos en Londres. Las autoridades continúan con la investigación, añadiendo una nueva víctima a la lista de veinticuatro mujeres asesinadas durante estos dos meses. Mañana por la noche, nuestro programa les dará un informativo especial que contará con la presencia de Daniel Slayer, doctor en metodología psicosocial que nos dará un informe sobre el asesino y…”
Dejé el periódico sobre la mesa del café antes de apurar el contenido de mi taza, mientras observaba mi fotografía en la televisión. La verdad era que estaba bastante entusiasmado por el programa de mañana. Con toda la expectación que levantaba ese asesino, y siendo el programa uno de los más vistos de Gran Bretaña, el éxito estaba asegurado. Me entretuve mirando por la ventana de la casi vacía cafetería. No mucha gente se atrevía a salir por las noches desde que surgió ese asesino. Miré hacia el Támesis, a los pequeños muelles que llenaban esa parte de la orilla, llenos de pequeños botes, vacíos a esas horas de la noche. Me llamó la atención un punto rojo en medio de la oscuridad. Una chiquilla pelirroja, sentada en uno de los muelles. Mi ceño se frunció. ¿En qué demonios pensaba esa muchacha? ¿Es que no sabía que había un asesino suelto? Dejé aquella cafetería y me dirigí hasta el muelle donde la chiquilla estaba sentada, con sus brazos rodeando sus piernas encogidas, la barbilla apoyada en sus rodillas. Al acercarme lo suficiente me di cuenta de que no era una chiquilla. Era un muchacho. Su rostro era pálido y fino, rodeado por la espesa cabellera roja y rizada, que enmarcaba su rostro, dándole un toque andrógino. Su boca era una roja rosa en el blanco de su piel, pequeña y delicada. Un verdadero ángel de Boticelli.
27 de abril de 2012
[GANADOR XII PREMIO DE RELATOS “BACHILLER DIEGO SÁNCHEZ”]
No pude evitar sentarme a su lado, para verlo más de cerca. Ni siquiera se inmutó. Ni me miró. Solo siguió observando la oscuridad frente a él, con una expresión de tormento y desconcierto tan hermosa como perturbadora. — Hola. — le hablé. Ni siquiera me contestó. Ni siquiera se movió. Sólo giró sus ojos hacia mí durante un segundo, permitiéndome ver los dos iris de color pardo, cubiertos por una oscura línea de espesas pestañas. — ¿Sabes? No deberías estar aquí. Puede ser peligroso salir por las noches.- siguió ignorándome por completo. Lo intenté de otra manera. — Pareces estar preocupado por algo… — siguió sin inmutarse — o tal vez por alguien… — aventuré. Entonces sí se alteró. No demasiado. Simplemente me miró. — Ah, veo que he acertado. Entonces es un alguien. Quizás… ¿tu novia? — nada. Impasible — ¿Un amigo? No respondió. Simplemente parpadeó de una manera lenta, dejando que sus pestañas cayeran suavemente sobre sus ojos, de una forma casi incitante, dándome a entender silenciosamente que había acertado. — Ya veo. ¿Te has enfadado con él? — volvió a parpadear. — Vaya… Lentamente, extendió las piernas, separándolas de su pecho, quedando sentado en el muelle en la misma postura que yo, con las manos sobre las tablas y los pies colgando por el borde. Lentamente comenzó a hablar, casi en un susurro, por lo que tuve que acercarme más para poder escucharle. — Él… se ha enfadado. Llevaba algunas semanas persiguiendo algo… algo que él quería. Anoche… él iba a poseerlo finalmente, pero… yo lo tomé por él. Yo me quedé ese… objeto para mí. — Oh, entiendo… — contesté — ¿Estabas pensando en disculparte? — ¿Disculparme? — Frunció el ceño, luciendo desconcertado. — Por supuesto. — respondí — Esa persona es un amigo. No deberías dejar que se estropee una amistad. Seguro que si te disculpas, y, es más, si le devuelves lo que le quitaste, o le das algo de igual valor, te perdonará, y su enfado será historia.
27 de abril de 2012
[GANADOR XII PREMIO DE RELATOS “BACHILLER DIEGO SÁNCHEZ”]
Pareció meditar mis palabras. Al momento, su rostro cambió. Esbozó una enorme sonrisa, haciendo que sus mejillas se sonrojaran. — ¡Sí, tienes razón! — exclamó — Un regalo, algo de igual valor. ¡Eso sería perfecto! Se levantó rápidamente, echando a andar en dirección a la ciudad. A mitad del muelle, se detuvo y se giró hacia mí, aún con su enorme sonrisa. — ¿Me acompañas? — sugirió. No pude evitar seguirlo por las calles de Londres, mientras él caminaba alegremente, haciendo equilibrios en los bordillos de las aceras, mientras cantaba canciones en un idioma que yo no conocía. En ese momento me di cuenta de que no me había dicho su nombre, así que se lo pregunté. Giró sobre el banco al que se había subido, con la gracia de un bailarín, y respondió sonriente: — Ángelo. Y siguió en su camino, sin siquiera preocuparse por preguntarme mi nombre. En esos momentos, brincando de un lado a otro en una infantil alegría, impropia de sus aparentes dieciséis o diecisiete años, parecía realmente un ángel. Un ángel rojo. En silencio me pregunté: ¿Cómo sería su corazón? ¿Sería igual de rojo que sus cabellos? ¿Latiría con el mismo frenesí de la juventud que su dueño poseía? Él seguía cantando y brincando por las oscuras calles. Introduje mi mano en el bolsillo de mi abrigo, y acaricié el filo del bisturí. Roja. Su hermosa garganta pronto se teñiría de rojo. La sangre fluiría de su garganta tan deliciosamente como lo hacía su voz, adornando de rojo su fina y blanca piel. Pronto el más exquisito rojo sangre lo adornaría todo. Pronto su corazón estaría en mi posesión. Las negras calles serían su tumba. Los adoquines negros se teñirían del rojo de su sangre.
27 de abril de 2012
[GANADOR XII PREMIO DE RELATOS “BACHILLER DIEGO SÁNCHEZ”]
Su vida terminaba aquí. — ¡Ricardo! ¿Pero qué demonios…? Ángelo estaba ahora al lado de un hombre joven, de unos veinte y pocos años, que lo miraba entre curiosos y enfadado. Ambos se pusieron a discutir en lo que parecía ser italiano. Mi paciencia se agota. Estaba enfadado. Oh, sí, ese chiquillo me había enfadado. Me dirigí hacia ellos con el bisturí en la mano. Yo era más corpulento que ambos, sería capaz de reducirlos fácilmente. Me abalancé sobre el mayor, pero el maldito me esquivó con rapidez. Volví a atacarle sin éxito. Era demasiado rápido. Por otro lado, Ángelo sonreía y me señalaba, como intentando darle a entender algo a su amigo. — ¿Lo ves? ¿Lo ves? ¡Un regalo para ti! ¡El alma de un asesino! Eso me enfureció aún más. Mi visión se tiñó de rojo. Ataqué con toda mi furia. ¡Ese maldito mocoso! Una mano agarrando mi pelo. Un brazo sujetando mis costillas. Dolor. En el cuello. Dolor. En todo el cuerpo. Rojo. Pelo rojo. Sonrisa de labios rojos. Ojos rojos. Rojo. Rojo… Negro.
Esperanza Jurado Borrego 1º bachillerato IES Bachiller Diego Sánchez Talavera la Real (Badajoz)