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Ecos de infancia ..................................... 79 y

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Pasatiempos

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Balcei 201 mayo 2022

#alcorisasaleunida

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enciclopedia y el catecismo que no se me olvidará. Y para el trabajo de escuela teníamos lapiceros, cuadernos y pequeñas pizarras con tiza donde hacíamos las cuentas. Tampoco me acuerdo de salir al recreo porque jugábamos poco, teníamos mucho trabajo. Sí que jugaba a blincar, al escondite, a correr por las calles, a las tabas y a las agujicas dobladas.

Sor Celedonia gritaba, a lo mejor tenía razón, y cuando daban la hora decía “ya estamos una hora más cerca de la eternidad, Dios quiere que seamos santos”, y rezábamos un Padre Nuestro y un Ave María. Era lista pero tenía genio. Nos enseñaba a coser labores y, a veces, nos daba algún castañetazo con una castañeta, otras te ponía atrás o a la pared. Además, había una señora que estaba por allí y nos decía «¡como me hagas renegar te llevo a la bodega!» y a Mª Rosa Moliner le bajó a la bodega castigada.

Las catequistas eran Pura, su hermana Mercedes y otras. Hacían las doctrinas en la capilla de la Virgen de la iglesia y teníamos que aprender el catecismo y las oraciones, nos daban una asistencia por acudir y se hacía los sábados y domingos. En la primera comunión no nos dejaban comer desde las doce de la noche hasta que habíamos comulgado y pasábamos hambre. Los comulgantes entrábamos por el centro, como ahora, pero con menos elegancia porque el vestido se hacía en casa con un velo, una corona y la limosnera. Primero la Misa Mayor, después nos daban chocolate con pan, nos íbamos a comer a casa con la familia y por la tarde el Rosario.

FIESTAS y CELEBRACIONES

En las fiestas se hacían corridas de burros y entalegaos. Recuerdo ir a ver las corridas del tío “Pregonero”, padre de Narciso. También se hacía baile y, a lo primero, José el “Zuquerero” tocaba con la dulzaina en la plaza Nueva, allá en la carretera, y bailábamos hasta las doce de la noche y luego a casa porque las fiestas eran muy rigurosas.

En Semana Santa no se podía comer carne y estaban los guardias como ahora. Durante todo el mes las monjas nos hacían ir al Mayo y nos gustaba que nos escogieran para ofrecer, cantar y algunas decían poesías. Y en Navidad y Año Nuevo la familia nos juntábamos a comer. Mi abuela me ponía para Reyes algún bolsico para ir a escuela o pintes pero no había juguetes, ni muñecas.

En la matanza, lo primero era ir al matadero a las cinco de la mañana a matar al cerdo. Enseguida ponían un puchero de patatas y después la fritada, a lavar los menudos y las correas. La familia ayudaba a hacer las pellas, la longaniza, las güeñas y las morcillas de arroz y de cebolla. Claro que nosotros también íbamos a ayudar a la matanza de otras personas de la familia.

Las bodas también se celebraban en casa. Me acuerdo que cuando festejaba con Santiago Ariño nos íbamos a la fuente, aunque no faltaba agua en casa, y me hacía mal el lado de tanto llevar la cántara. Éramos vecinos y, para que no vieran que venía conmigo, él se marchaba primero a dar la vuelta. Para poder subir a casa, el mozo tenía que decírselo a la familia y cuando se querían casar tenía que ir con los padres a casa de la novia. Entonces la mujer empezaba muy pronto a preparar el ajuar: camisoncicos, sábanas bordadas por la noche y con poca luz, paños... al menos media docena de cada cosa.

A LOS jóvENES

Los jóvenes no me escuchan mucho, no les hace mucha gracia que les cuente estas cosas. Les digo: No sabéis lo que tenéis, ahora sois ricos. Lo primero, primero de todo, que aprendáis mucho y que sepáis mucha letra que es lo que más vale.

Firmando libros de “Ecos y voces de infancia”.

Ecos de infancia

Antes de hablar sobre el personaje de hoy, les anuncio que para el próximo 18 de mayo, el Ayuntamiento de Alcorisa y la Asociación Amigos del Museo de la Escuela organizarán diversas actividades el día 18 de mayo con motivo de la celebración del Día Internacional de los Museos. Este año el lema el lema elegido por Naciones Unidas es “El poder de los Museos” que, como lugares incomparables de descubrimiento, nos enseñan nuestro pasado y abren nuestras mentes a nuevas ideas, dos pasos esenciales para construir un futuro mejor.

Cada vez son más los museos por todo el mundo que participan en esta celebración mundial: el año pasado fueron 37.000 museos los que tomaron parte en el evento en 158 países y territorios. Y ahora vamos con

Cruz Nuez, nuestra protagonista de hoy.

Por ser vecinos de calle Joaquín Costa, tuve la fortuna de conocer y disfrutar a la señora Cruz, una mujer siempre inteligente, prudente y cordial conmigo y con todo el vecindario.

Nos cuenta la señora Cruz —quizá eligieron ese nombre porque nació el Día de la Santa Cruz— cuánto miedo le daba ver y tocar el agua del mar en Peñíscola, un descubrimiento deslumbrante para muchos niños y niñas hasta los años noventa del siglo XX.

Por ella sabemos que las funciones en las familias estaban claras y me atrevo a decir que algo desequilibradas: los hombres al campo y las mujeres atendían la casa, a los hijos y ayudaban a los hombres en el campo y a los animales de casa, en una Alcorisa sin asfaltar, que vivía de la agricultura y de ganadería, y con una economía del trueque por el escaso dinero en circulación.

Mis tíos, que eran chóferes del correo de Alcañiz a Montalbán, a veces se me llevaban en el autobús y en una ocasión hasta La Puebla de Hijar para que viera el tren. De más mayor, con diecisiete añicos, fui a Zaragoza que no sabía yo ir en un coche tan lejos y una vez a Peñíscola que no sé qué me parecía y el agua me daba miedo.

Tras describir el interior de su casa con sorprendente memoria, describe sus años de escuela con sus compañeras Lola Ciércoles, Lola Alloza, Juana Melero, Joaquina Roselló y Pilar Membrado hasta que comenzó la guerra. Además, nos ofrece un interesante paseo oral por las fiestas del calendario en su infancia, el encuentro familiar que suponía la matanza y, lo más divertido, cómo debía guardar las formas y costumbres sociales cuando festejaba con Santiago Ariño.

Balcei 201 mayo 2022

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Llega el frente (II)

La peña el Tormo, la boina o el aguila, de las tres maneras se conoce. En dicha cresta se ubicuo un puesto de mando republicano. Foto auto.

“Eran más de las tres de la tarde cuando encontramos una casa habitada; su propietario nos indicó un camino que nos conduciría a Alcorisa, que nos dijo era el pueblo más cercano. En fila interminable proseguimos la retirada porque ninguno de nosotros deseaba ser apresado ni quedar en zona enemiga. Atardecía, cuando desde un cerro, dimos vista al pueblo; empezábamos a sentirnos un poco más seguros cuando en el cielo se presentó una escuadrilla de ametrallamiento y nos vimos obligados a tirarnos por tierra y ocultarnos; pasaban los aviones casi rozándonos, pero los disparos de sus ametralladoras los dirigían más lejos y antes de que volvieran para someternos a una segunda pasada, había procurado encontrar algún peñasco donde resguardarnos.

Aún no hacía media hora que habían venido los cazas, cuando nos llegaron los potentes ruidos de los motores de los tanques y pronto vimos que disparaban sobre una loma cercana; entre nosotros corría el inquietante rumor de que los tanques se encontraban ya en las inmediaciones de Alcorisa. Algunos de los nuestros corrieron para atravesar la carretera, antes de que fuera cortada; mis compañeros y yo dudamos de la dirección a seguir y por fin decidimos ir al pueblo, tomando toda clase de precauciones y marchando por los olivares. Llegamos a la carretera en el mismo momento que pasaban a toda prisa nuestros coches y ambulancia, algunos de los chóferes pararon al vernos y nos dijeron que los tanques italianos los seguían de cerca y que teníamos que acelerar la marcha.

Al entrar en Alcorisa vimos nueve tanques republicanos que maniobraban entre los olivos, al parecer, dispuestos para salir a la carretera y presentar batalla a los enemigos. La presencia de estos tanques me dio una sensación de seguridad, y ni por un momento dudé de que el enemigo sería rechazado y vencido.

Aquí me encontré con Aguirre, el cocinero del mando, que me puso al corriente de algunas cosas; también él había andado a través de los montes como todos los demás. El único coche que se encontraba disponible al tener que retirar era el de (Máximo) Franco y en él marcharon Lozano, Franco y algún otro más del estado mayor. Jesús Aguirre me dio la buena noticia de que ni los bombardeos de la artillería ni los de la aviación habían matado a ninguno de las secciones de mando.

Ahora, nuestro afán era el de poder montar en alguno de los camiones que pasaban y que nos alejaran de aquella pesadilla que vivíamos desde hacia varios días. Conseguimos montar en un camión, pero en un control que había a la entrada del pueblo nos hicieron bajar y vi a un soldado tendido junto a la carretera y que por la forma en que vestía lo reconocí como perteneciente a nuestra brigada. Sobre su espalda llevaba un fusil ametrallador y tenía la cabeza chafada y manando sangre; pensé que intentó montar en algún camión en marcha, que cayó y que las ruedas le pasaron sobre la cabeza causándole la muerte. Allí quedó abandonado; el instinto de conservación dominaba todos nuestros sentimientos y nadie se había preocupado de prestarle auxilio aunque, al parecer, no hubiéramos podido salvarlo.

Unos metros más lejos había otro muerto, pero la muerte de éste no había sobrevenido de la misma manera; a éste lo habían matado de un tiro en la cabeza. Yo conocía bien a aquel hombre ya muerto, era el capitán Gonzalo, que mandaba la 3ª compañía de nuestro 2º batallón. Según dijeron los soldados de su compañía, Gonzalo fue asesinado por el propio Lister. Nuestro capitán y parte de su compañía andaban por la carretera cuando a la entrada de Alcorisa se encontraron con Lister y su escolta que iban armados hasta los dientes; hubo discusión entre unos y otros y se cruzaron unas palabras, Lister sacó su pistola y antes de que Gonzalo pudiera darse cuenta de la agresión, recibió un tiro en la cabeza y cayó muerto en el borde de la carretera y empujado por el pie de su asesino rodó a la cuneta. La fama y la leyenda de asesinos atribuida a varios de los jefes del Partido Comunista quedó demostrada, una vez más, y Gonzalo pasó a aumentar la lista de centenas o miles de antifacista alevosamente asesinados por los servidores de Moscú, que usando y abusando de la tolerancia y benevolencia, del idealismo y candidez de los verdaderos defensores de España, de su República, de su independencia y de sus libertades, consiguieron adueñarse de los resortes del ejército, de la administración, del Gobierno y de la diplomacia española. Los Lister y sus mandones y asesores, ordenaron y ejecutaron las consignas de doblez y de engaño rechazadas por todos los antifascistas sanos, leales e incorruptibles. El centurión de milicias y luego capitán Gonzalo, que había arriesgado cien veces su vida peleando contra los fascistas para sacarlos de Brecha, del Carrascal de Chimillas y de otros fortines, no merecía ser tan vil y cobardemente asesinado y su asesino debió haber sido juzgado por aquel crimen y otros más que ha había cometido, aunque su piel no sirviese para pagar tanto mal como ya había causado a España.

Alcorisa se encontraba, y sus alrededores también, ocupados por las divisiones del V Cuerpo de Ejército que mandaba el comunista Modesto, que habían llegado después de la retirada de Teruel. En Alcorisa se encontraban, escondidos entre los olivos, la artillería y los tanques republicanos de los que tanto habíamos carecido nosotros en los días anteriores; aquí se encontraban aquellas armas al servicio y a las órdenes de los comunistas.

Nuestro comandante Sansano, recordando nuestro paso por Alcorisa me dice: “Cuando la superioridad incontenible del enemigo nos obligó a retirarnos de Alloza, donde nos paqueaban también desde las ventanas de las casas, bajamos hacia Alcorisa y a unos cuatro o cinco kilómetros del pueblo nos reunimos, en la carretera, unos 200 hombres de la 127 Brigada. Algunos de los que aquí se encontraban nos informaron que andaban por allá el campesino y Lister y que habían asesinado al capitán Gonzalo, de nuestro segundo batallón. Esta noticia nos hizo extremar las precauciones en nuestra marcha, ya que ahora nuestro enemigo no era uno, sino dos, a cual más peligrosos para nosotros; eran los fascistas y los comunistas.

“Ya amanecía cuando con todos los hombres que nos habíamos encontrado llegamos a Alcorisa, donde me entere que a la salida del pueblo, en la carretera del Mas de las Matas, había parte de nuestra brigada, con Franco y Lozano que los mandaban.

“Como nos temíamos, Franco fue detenido por los comunistas y encerrado en el castillo de Morella y yo pasé a ocuparme del mando de la 127 y fuimos destinados a ocupar posiciones en los Olmos y más tarde en Los Molinos, en donde hicimos frente al enemigo. A los dos o tres días de encontrase Máximo Franco detenido, fuimos Lozano y yo a visitarlo y le propusimos ir a sacarlo de la prisión por la fuerza, pero nos respondió que esperaba que las gestiones del jefe de nuestra División, Gregorio Jover, serían suficientes, lo que según parece tuvo confirmación, porque pocos días después volvió a estar entre nosotros. Su liberación no fue más que provisional, pues los comunistas y sus secuaces volvieron a detenerlo, encarcelarlo y procesarlo”.

Seguimos nuestro camino atentos a todo lo que se refería a nuestro principal enemigo, el fascista, pero inquietos y desconfiando del segundo, de Modesto y sus hombres. No podíamos permitir que el caso de Gonzalo fuera repetido. Pasamos por un puentecillo y entramos en Alcorisa, que ya había sufrido numerosos bombardeos que derribaron la mitad de los edificios.* Entre los escombros de una de las casas vi los restos de una mujer que ahora no era más que un horrible montón de carne y huesos, la metralla le había destrozado los brazos y las piernas casi habían desaparecido, nada más mirarla causaba pavor. Un soldado humanitario la tapó con su manta. ¡Pobre mujer! Su presencia trajo a mi mente dolorosas visiones; pensé en mi madre, en mi hermana; pensé en todas las mujeres expuestas a la bestialidad de los hombres y de la guerra, expuestas a morir y ser mutiladas como esta mujer que había visto pasar. No me importaba si había sido amiga o

Balcei 201 mayo 2022

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enemiga nuestra; era una mujer, un ser humano, que había encontrado la muerte cuando seguramente buscaba la vida, huyendo de la aviación y queriendo encontrar un lugar seguro. Quizá salía en busca de sus hijos o quiso ir al encuentro de nuestros enemigos que sabía cercanos. Lo cierto era que aquí había encontrado la muerte de una horrible forma prefiriendo, tal vez, quedarse entre los paredones de su casa, llenos de recuerdo. Su impresionante imagen me había causado tal emoción, que no pude evitar que las lágrimas se agolparan a mis ojos. En mi corazón aumentaba el odio contra los que, de forma tan cobarde, mataban a nuestras mujeres.

Abstraído por estos pensamientos y siguiendo nuestro camino, percibí, y casi encima de nosotros, 15 aparatos de bombardeo. Estábamos en las afueras del pueblo y buscando un sitio donde resguardarnos, subimos a una pequeña altura, colocándonos contra las depresiones del terreno. Aquí tuve, como jamás la había tenido la idea de que podía ser herido o muerto por una de las bombas. Alcorisa ofrecía una posición ideal para que los fascistas pudieran bombardearla porque se extendía en forma alargada y al borde de un pequeño río que servía de punto de mira. Mi corazón parecía que quería romperme el pecho y salir de su encierro; sus palpitaciones aceleradas iban de par con mis negros pensamientos; pensaba en todo lo malo y en todo lo triste y me acordaba de todos los míos. Estaba atento al silbido de las bombas que creía caerían cerca de mí y, angustiado, contaba los segundos de aquella interminable espera; cuando levanté la vista hacia el cielo puede comprobar, con extrañeza y alegría, que aquellos aviones eran republicanos; estaba tan acostumbrado a no verlos que su presencia parecía un milagro.

Reanudamos la retirada por la falda de una loma y dejamos Alcorisa a la sombra del poniente. Entre los extensos olivares que había a ambos lados del Guadalopillo, se encontraban y quedaban las fuerzas del V Cuerpo de Ejército.

Teruel; bien cara estábamos pagando la derrota allá sufrida. Ahora nos hacían falta los hombres que perdimos, muertos por las balas y las intemperies; ahora necesitábamos el material de guerra allá dejado en poder del enemigo. Las fuerzas que en Teruel fueron más que diezmadas, inútilmente, y el material perdido hubieran podido constituir actualmente nuestras reservas para contener al enemigo.

Modesto y sus hombres, que disponían del mejor armamento y en más abundancia de todas las fuerzas republicanas, contendrían al adversario en las cercanías de Alcorisa durante unos días, pero no impidieron que los fascistas llegaran hasta el Mediterráneo, cortando en dos la zona republicana. Los comunistas, a las órdenes de Modesto, disponían de tanques y de artillería y de la aviación republicana (la habíamos visto hoy por vez primera, después de una semana de combates), no hicieron mucho más ni mejor que nosotros, que salimos de Albalate de Cinca hacía un sector del frente que encontramos roto y en el que topamos con los tanques enemigos y con su aviación, antes de que nuestra fuerzas pudieran bajar de los camiones. Nosotros, que nos encontramos aislados y sin ninguna protección, hicimos todo cuanto humanamente pudimos para frenar el avance fascista en Muniesa, Oliete y Alloza, y, más tarde, en Los Olmos.

Con Sarrato y Subías nos metimos entre los olivos y como era de noche, entramos en una cabaña para resguardarnos y poder hacer un poco de fuego que nos calentara hasta el amanecer.

Esperábamos inquietos la llegada del nuevo día creyendo que mejoraría nuestra situación y cuando ya había salido el sol vimos que por la carretera de Castellón y Samper de Calanda circulaban camiones cargados de tanques que iban y venían en las dos direcciones. La artillería enemiga ya disparaba otra vez sobre las lomas de Alcorisa y los aviones de reconocimiento vigilaban desde las alturas.

Yo me encontraba indeciso y sin saber qué camino seguir para poder reunirme con el mando de mi brigada que, sin duda, había podido recuperar y reorganizar a nuestra unidades dispersas en la retirada. Alguien me dijo el haber oído que teníamos que reunirnos en Alcañiz; otros indicaban lugares diferentes a los que debíamos acudir todos los de la 127. Para mí, lo primordial era que el enemigo continuaba atacando y que deberíamos intentar contenerlo, lo que no conseguiríamos marchando hacia atrás y desorganizados; igual que yo pensaba la mayor parte de los compañeros.

Pude ver a muchos de los nuestros que lloraban de rabia ante la impotencia de no poder luchar con armas iguales y en las mismas condiciones en las que lo hacían nuestros enemigos.

En un cruce de caminos hallamos a un campesino que nos dijo que la noche pasada, los tanques enemigos habían entrado en Calanda, situado a unos ocho kilómetros de donde nos encontrábamos, siguiendo el cauce del Guadalopillo. Esta noticia nos explicaba el por qué habíamos visto pasar los tanques, en las dos direcciones, desde la cabaña en la que habíamos pasado la noche. Como Calanda se encontraba en la dirección de Alcañiz no podíamos marchar en aquel sentido y cambiando de rumbo nos dirigimos hacia Mas de las Matas, distante también unos ocho kilómetros.

En esta imagen se ve unas valletas de olivos debajo la peña el Tormo, donde José Martín veía huesos de los fallecidos años después de la toma de Alcorisa. Foto autor.

Balcei 201 mayo 2022

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Tratamos de orientarnos yendo hacia una montaña y volviendo a encontrar más soldados en retirada; la mayor parte no sabíamos nada ni a dónde dirigirnos. Había algo que nos diferenciaba y la diferencia consistía que unos, los de mi grupo por ejemplo, no queríamos alejarnos ni perder el contacto con nuestra brigada, y otros no pensaban nada más que en salir de los frentes y llegar a sus casas para escapar a la guerra.

Encontramos una casa de campo en la que entramos para pedir comida, tarea o petición inútil, porque cientos de otros desgraciados habían pedido antes que nosotros. Seguimos caminando; ya habíamos andando unas centenas de metros, cuando Subías nos hizo señas para que nos detuviéramos y nos separáramos del grupo. Subías había encontrado algo para comer y quería repartirlo entre Sarrato, él y yo. El sentido egoísta latente en todas las personas también se manifestó en nosotros, aunque haya de decir en descargo de nuestro egoísmo, que la comida a repartir fue muy poca. Algo más adelante, unos campesinos que estaban trabajando en un campo, nos dieron parte de lo que llevaban en sus fiambreras.

Por la carretera de Mas de las Matas a Alcañiz pasaban caravanas de camiones cargados de soldados y de municiones; supimos que era de la División mandada por el Campesino, que bajaban hacia la parte del Ebro.

Los dueños de una casa alejada de la carretera, nos dejaron pasar la noche en el pajar y al empezar el día 15 de marzo, dejamos la casa y nos colocamos cerca de la carretera por la que continuaban pasando camiones cargados de hombres. Todo nuestro deseo era localizar las unidades a las que pertenecíamos y con los cuales habíamos perdido contacto; y preguntábamos a los chóferes de los camiones si nos podían informar y facilitar algún detalle concreto, pero el tiempo pasaba y no conseguíamos saber nada nuevo.

Se unió a nosotros Zacarías, un compañero de la comarca de Barbastro. Tenía la cincuentena pasada y había trabajado en la colectividad de su pueblo, hasta que los comunistas la asaltaron y desorganizaron, y escapando de ellos vino a nuestra brigada, donde se quedó para ayudar al cocinero de nuestra plana mayor; ahora andaba como nosotros en busca de nuestros compañeros.

Dejamos a Zacarías en la carretera, porque pensamos que era el más indicado para proseguir nuestras investigaciones preguntando a todos los que pasaran. Subías, el más decidido, se marcho en busca de patatas y alguna otra cosa que pudiéramos comer. Sarrato y yo buscamos un sitio apropiado para poder hacer fuego.

Zacarías llegó con una buena noticia, un chófer le había dicho que la 127 Brigada se encontraba en un pueblo, a la izquierda de Alcorisa, llamado Los Molinos. Todos nos sentimos como librados de un gran peso, y con la alegría de no encontrarnos aislados, tomamos la determinación de ir al encuentro de los nuestros lo más pronto posible.

Después de comernos asadas las patatas que Subías había traído, nos pusimos en marcha remontando el curso del Guadalope, hasta cerca de la carretera de Mas de las Matas; apenas habíamos llegado a la carretera fuimos alcanzados por el coche de nuestro jefe de sanidad, no pudimos hablar con quienes ocupaban el coche, pero la presencia del mismo y el verlo rodar en la dirección de Alcorisa nos dio ánimos y confianza para encontrar a los que buscábamos y seguimos camino adelante.

Formaciones de bombardeos enemigos surcaban el espacio hacia Alcañiz, y a los lados de la carretera y en sus inmediaciones, se encontraban, ocultas entre las encinas, bastantes fuerzas de los servicios de abastecimientos y de tanques, algunos montados en las plataformas de transporte.

A lo lejos, delante de nosotros, tronaban los cañones sin descanso. Empezamos a subir una cuesta muy pronunciada y los zigzags de la carretera se sucedían casi continuados. A medida que nos aproximábamos a la cumbre, también nos acercábamos a las explosiones y una vez en lo alto, descubrimos la vega del Guadalopillo. Habíamos llegado hasta uno de los puntos batidos por la artillería enemiga con sus cañones de largo alcance y, según mis apreciaciones, el frente en el que ahora se combatía se encontraba cercano de Alcorisa.

Preguntamos a un campesino que nos indicara el camino de Los Molinos y nos señaló uno que estaba a nuestra izquierda, íbamos a meternos en él, cuando se presento delante de nosotros el coche de sanidad que anteriormente habíamos encontrado, pero esta vez paró y vimos que en el interior del vehículo, se encontraba Lozano, que nos preguntó a dónde íbamos y le respondimos que en busca de nuestra brigada. Lozano nos puso al corriente de los lugares en los que se encontraban nuestras fuerzas y nos ordenó que volviésemos a Mas de las Matas y que una vez allá nos pusiéramos en comunicación con Severino López, nuestro comisario de sanidad, responsable de nuestra recuperación y coordinación, de conformidad y en relación con nuestro mando.

Confiados y contentos dimos media vuelta para hacer el trayecto en sentido inverso. Habíamos encontrado nuestra brigada y dejado de ser incontrolados, suprema aspiración nuestra en aquellas horas. Al poco de empezar el camino de regreso nos alcanzó un camión y paró para recogernos y llevarnos a Mas de las Matas. Al descender del camión encontramos mucha gente nuestra, reunida y acampada en las orillas del río. Algunos de nuestros compañeros nos pusieron en contacto con Severino y nos informaron de las condiciones en que nos encontrábamos. Después de haber formalizado nuestra presentación y nuestra reincorporación, fuimos incluidos en las listas, quedando disponible y atentos a las órdenes que nos fueran trasmitidas. Acordamos buscar un alojamiento para poder pasar las noches mientras permaneciéramos por aquí y encontramos un pajar en las afueras del pueblo y en el que nos metimos para pasar noche y dormir más tranquilos y en las mejores condiciones posibles, aunque no teníamos mantas, fue la noche que mejor pasamos desde nuestra salida de Albalate.

Mas de las Matas era un pueblo importante y en el que se encontraba el Cuartel General del 22 Cuerpo de Ejército y algunos depósitos de intendencia y me extraño el que no hubiera sido bombardeado, particularmente ahora que el frente estaba cerca.

El frente, por el momento estaba estabilizado en las proximidades de Alcorisa y aproveché estos días de calma para escribir a la familia y a las amistades; esperaba que estas cartas llegaran a sus destinatarios, pero desconfiaba de que las respuestas que ellos pudieran mandarme las recibiera, porque desconocíamos el lugar al que seríamos destinados”.

Pedro Torralba Coronas. De Ayerbe a la “Roja y Negra” 127 Brigada Mixta de la 28 división.

Barcelona, 1980. Pág. 193 a 199.

El General Aranda en la plaza Nueva de Alcorisa finales de marzo de 1938. Archivo General Militar de Avila. Archivo CELA.

“El día 15 ya no soltemos el ganado, estaba en el corral. Nosotros estábamos en la cueva Oscura varias familias una era la de la tía “Cullera”. Llegaron los nacionales hasta la cooperativa de aquí, hasta el solano llegaron y los rojos los hicieron brincar otra vez a la Loma Aranda. Los sujetaron ahí y ese día 15 bombardearon bien, que tiraron esa casa de ahí abajo, que esta la carpintería de Felez, de la plaza cine Goya. Esa casa y la farmacia que estaba en la calle Baja, en casa del Boticario, volaban los maderos como los palos y aquí en casa los “Cortesos” la hundieron, eso el 14 y el 15 dos veces bombardearon. Las dos bombas más gordas que cayeron en el pueblo cayeron en la Atalaya, en el campo el Abad. Las dos bombas hicieron un agujero que se podía enterrar un camión en cada pozo. El bombardeo más gordo fue el de la tarde, porque otro cayó por la mañana. Mi padre fue arriba y los rojos estaban en el pinar de Valdenuez y los nacionales estaban aquí en la cantera la Cruz. Los cazas iban por allí ¡uuuhh! que no paraban. Mi padre con otro van a las fuerzas, buenos días, buenos días, ¿saben con quien están hablando? Están hablando con los nacionales, ya pues tanto gusto, que ibas hacer. Si quieren ya pueden ir Alcorisa. Al salir de allí mi padre, los emprendieron los rojos a tiros del puntal de Valdenuez. Una burra de mi pariente Lopez le pegaron un tiro así como iba cargada de trigo. El tiro le dio en la tripa y al llegar a la peña el Tormo, el animal ya no podía más, tuvieron que quitarle el baste y la tiraron barranco abajo. Me mandaban a mi adelante con el ganado los republicanos, pero cuando no me controlaron di la vuelta al cabezo y me volví al pueblo con el rezago”.

Balcei 201 mayo 2022

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Requetés cortan la carretera de Alcorisa marzo de 1938.

“Se levanta por la noche mi padre allí en el Lecinar y vio en las umbrías fuego, tres o cuatro hogueras. En las masadas había, unos Valencias y Babosos que dormían en el pajar con nosotros. Entro mi padre hagan lo que quieran, yo no se si lo voy hacer bien o mal pero yo de aquí me voy. Teníamos caballerías, les dejo por cierto lleno de agua y nos marchemos por la noche a la masada los Panes al final. Mi padre al ver el terror que yo tenia por los bombardeos y el fuego de un lado y de otro. Nos subimos al rincón más alto de los Olmos junto al monte, a Mas de Isabel. A mitad tarde se ven unos militares, que suban los hombres y echaron a subir. Mi padre enseguida se dio cuenta y le piso al otro, para avisarlo. La tía Asunción que subió con nosotros allí, dijo: —¿Que están haciendo?, no tienen vergüenza. Se nos van a echar los fascistas encima, abandonarnos de estas maneras-

Un militar: señora que esta hablando con los soldados de Franco, ella se quedo blanca como una paloma. Mi padre que tengo unas caballerías hay bajo en el Lecinar las he dejado abandonadas. Si alguno de los nacionales ven alguna cosa tienen permiso para quedárselo. Dice: se baje con nosotros, así como vio que bajaban las tropas por la carretera, con el tonel del vino en la mano, se bajo con ellos. Un militar ya se le llevaba el macho, llega mi padre y Zas se lo quita con genio. Tuvo suerte que no le pasó nada. En la plaza las escuelas cuando ya estaban los nacionales un militar cortaba cabezas de gallina y las tiraba, mi padre le dijo si podía recogerlas entonces el soldado entro en la cochera saco un pollo y se lo dio a mi padre”.

Teresa Lamata Felez, 1922

“A mí me pilló en la masada el Pino, también estaba allí el Víctor de la “Calla”. Llegaban los cañonazos del 15,5, desde las Planizas, que luego lo miramos que teníamos por allí la parcela nosotros. Les costaba justo 15 segundos. Se tomó el pueblo pero tomar la cuesta el caballo tardó una semana. Nosotros que estábamos en la vega, en un palomar alto, yo era un chavalote y con mi hermano veíamos lo que pasaba. Todos acemileros que bajaban por allí y después retrocedieron echando chispas. Gracias que se marcho la niebla y entonces vinieron los cazas, aquellos de dos planos. Mercancía de origen italiano y ta, ta, ta, con las ametralladoras los machacaron a todos. En la val de Zaragoza antes de llegar a la curva, ahí un tanque de la parte republicana le alcanzaron y lo quemaron. Nosotros estábamos en los mases de la Vega y veíamos como los nacionales iban soltando rompedoras que llamaban, en cuenta de que exploten los proyectiles los marcan para que exploten a una altura y entonces llega toda metralla. Los mismos militares republicanos nos decían: si no tienen miedo por alguna cosa aguanten, porque esto ya va mal. Mira que fuimos tontos hacer los refugios al lado del rió, ahora estarán enrunados, si lo primero que pueden hacer las fuerzas es reventar un pantano. Había 4 bocas que por dentro se comunicaban. Estábamos de continuo en la vega pero teníamos una casa alquilada para cuando veníamos al pueblo. Alguna mañana venía una avioneta de un motor que tomaba detalles. Nosotros estábamos cargando el poco mueble que teníamos y la casa que vivíamos mira que casualidad que la tiro. Nos íbamos a los “ceicachos” y pasaban los soldados de la parte republicana y decían este chico que tiempo tiene decía mi padre: 17 años si lo ve Lister o esos que pasan por aquí, lo reclutaran. Escóndalo en un pajar porque esto no tiene arreglo para nosotros. Otros iban recogiendo todos los ganados. Un contraataque por la noche llegaron hasta la espuela es que había niebla. Cuando el bombardeo de Alcañiz cogiendo olivas en las cabezadas me pillo y vi bajar los aviones aquellos no eran pequeños, eran de los nacionales. Bajo hasta abajo y le dijo a las Marcialas ya esta tomado el pueblo ya podéis subir, a ese otro que se marcho después que yo lo veía desde el palomar, del cabezo del poyo que lo tomaron ya los nacionales se oían las ametralladoras ta, ta, ta. Yo creo que se salvaría porque como había ribazos iría resguardándose hasta llegar a los vallecicos del Busquil. Había un observatorio republicano en el cabezo del Poyo para decir a la artillería, mas alto o mas lejos. Un día con mi abuelo que fuimos a la espuela a podar la viña y sentimos una vez de ellas, en la parte sureste del poyo Pum y se sentía ¡ay!, no se como le iría”.

Alejandro Navarro Mateu, 1920

“Me acuerdo de una bomba que no explotó, se clavó en el terreno blando muy honda, tirabas una piedra y al rato sonaba. Nosotros estábamos en la vega, no teníamos casa en el pueblo. Hicieron un refugio al lado el río donde la cuesta el gitano. Teníamos miedo a que una riada, a que soltaran el pantano o lo rompieran una bomba. Desde allí veíamos a una compañía como se movía por el monte Foz Calanda, iban cinco o seis, luego le tocaba a otro. Veías correr a los camilleros, cuando oían un bombazo se echaban largos y se escondían donde podían, les caían bien cerca. Antes de Val de Zaragoza tiraban mucho al cabezo el Poyo. Del monte Foz los muertos y los heridos los traían a Alcorisa, al cementerio, hicieron dos zanjas tremendas. Todos días hacía dos viajes la ambulancia”.

Ramon Navarro Mateu, 1921

MANUEL ESPALLARgAS FERRER

Balcei 201 mayo 2022

#alcorisasaleunida

Un alcorisano en la II guerra Mundial. Parte vII “LAS TRAININg SChOOLS “

Ponen a prueba su agilidad sobre delgados troncos en un barranco de espinos.

El grupo de cuarenta españoles seleccionados llegan a las “Training Schooles” (escuelas de capacitación), es la primavera de 1941, administrativamente estos hombres siguen adscritos a la Number One Spanish Company, todas sus fichas e historial se mantienen en la compañía, entre otros se encuentran: Espallargas, Aparicio, Balague, Busquet, Fernández, González, Gene, Grande, García, Grato, Molina, Gutiérrez, Mas, Martin, hasta un total de cuarenta hombres, este número se incrementaría durante el periodo de entrenamiento de los grupos hasta llegar a más de noventa hombres.

Las Training Schooles estaban repartidas a lo largo de Gran Bretaña, muchas de ellas en lugares remotos como las que se encontraban en Escocia, por razones geográficas y climatológicas —todo era más duro en Escocia—, en el lago Ness se impartían las clases con piraguas y botes neumáticos, pero la principal razón era porque estos centros de formación pasaban desapercibidos a los ojos de observadores amigos o enemigos, y en estos casos al estar aislados, cualquier persona no autorizada que se aproximara a las instalaciones seria inmediatamente detectada.

Estos centros estaban ubicados en su mayoría en mansiones que contaban con grandes extensiones de terreno. Que habían sido cedidas por sus propietarios al ejército mientras durase la guerra, para su uso como escuelas, se da la circunstancia que en algunos casos los dueños siguen viviendo en una parte de estas mansiones, dejando el resto como estancia para los alumnos. Uno de los principales centros se encuentra a treinta millas de Londres, una enorme mansión en Brickendonbury Manor.

En cada escuela que pertenece a las Trainng Schools, hay una especialidad y los españoles son repartidos en varios grupos que no siempre coinciden en el mismo centro de instrucción. Pasan por escuelas ubicadas en Henley-on-Thames, el edificio Broadhall de Rough Thame Park. Thame (Oxon), for Willians, Lincoln, Market Harborough, Inverness en Escocia, donde en el Lago Ness se adiestran en el uso de las piraguas y lanchas. El entrenamiento de paracaidismo tiene lugar en la base de Ringway, cerca de Manchester. También adquirieron conocimientos en voladuras y sabotajes, defensa personal con o sin armas, Morse, manejo de muchos tipos de armas, como el subfusil Thompson <Tommy>, como se le conocía en Inglaterra, escalada, vadear corrientes de agua, cartografía y orientación, supervivencia al aire libre, salto en paracaídas y otros, en total unas ochenta y ocho horas de adiestramiento en estas materias para alcanzar unos niveles básicos en todas ellas.

Los mandos responsables de los españoles durante el tiempo que duran los entrenamientos para comando, son oficiales con dominio del español, captados por el servicio de inteligencia militar, entre ellos están el teniente G. Sheridan Lea; el segundo teniente George Marchant, que de joven había trabajado en una estancia en Argentina y hablaba muy bien el español, y Herbert Gilbert, ingeniero de profesión que había trabajado en una petrolera de México. En un principio fueron estos tres oficiales británicos adscritos al primer grupo de Sconces españoles.

Los hombres seleccionados debían de estar en extraordinariamente forma física, pero también demostrar que no necesitaban la tradicional y restrictiva cadena de mando para operar durante el fragor de la batalla y el tener iniciativa se consideraba como un plus añadido, estas aptitudes eran indispensables para sobrevivir como comandos en territorio enemigo, y serían muy valoradas en la puntuación final del entrenamiento. Manuel cumplía sobradamente con estos requisitos, había combatido en diferentes frentes durante la Guerra Civil, su fuga del campo de los almendros en alicante consiguiendo llegar a Alcorisa en busca de Pabla y de allí atravesar cruzando territorio enemigo hasta conseguir cruzar la frontera francesa, y por último toda su experiencia de combate en Narvik, donde había salido ileso. Con toda esta experiencia Manuel reunía unas aptitudes que le permitirían salir airoso de este periodo de entrenamiento, hasta conseguir ser un buen comando.

Balcei 201 mayo 2022

#alcorisasaleunida

FORMACIóN DE LOS gRUPOS <SCONCES>

Hasta cinco grupos de Sconce se llegarían a formar desde diciembre de 1940, que se formó el primero, hasta mayo de 1941, que se formaba el quinto, prácticamente a uno por mes. La instrucción de estos grupos se mantuvo activa en el tiempo, esperando que se dieran las circunstancias favorables para su actuación en España. La disolución de estos grupos de Sconces se sitúa entre los años 1942-1943, prácticamente casi tres años de intensos entrenamientos.

El grupo de Sconces va pasando por distintos centros de instrucción, donde cada centro tiene sus propios oficiales instructores. Además, todo se lleva en un ambiente de secretismo, no se sabía los nombres de los instructores, los cuales, por otro lado, eran cambiados a menudo porque se pretendía evitar el establecimiento de lazos de amistad. Al personal adscrito a los diferentes servicios-cocina, administración, limpieza, se les conocía también por un seudónimo. A pesar de la dureza de la instrucción, el trato y las atenciones que recibían en las distintas escuelas son extraordinariamente buenos, teniendo en cuenta que es un periodo de guerra, no parecen cuarteles, en esto coinciden todos los españoles. Las comidas las sirven camareros uniformados, hay sabanas en las camas, los baños, las duchas no son multitudinarios, hay tiempo para el ocio, con campos de criquet con bar, donde se pueden distraer con juegos de mesa, para muchos de ellos este ambiente y trato que recibían era algo que les llamaba la atención, en toda su experiencia anterior, muchos de ellos bajo otras banderas no habían recibido un trato tan afable, se sentían importantes.

Al finalizar su entrenamiento, en todas estas disciplinas, cada soldado a partir de entonces y por extensión, un comando, recibía una paga extra y el prestigio de llevar sobre su uniforme la codiciada insignia de la unidad. Cuando a lo largo de este periodo de entrenamiento algún miembro aspirante a comando no superaba las puntuaciones previstas en cada disciplina eran devueltos a sus regimientos de origen, en este caso a la 1ª Coy española dentro de los Piooners, para muchos esto significaba un fracaso y perdían la ocasión de combatir directamente contra un enemigo al que consideraban el autor de todas sus desgracias, por lo que no me cabe ninguna que Manuel, con su espíritu luchador, no se habría perdonado fracasar.

Durante este periodo de entrenamiento hubo bastantes lesiones, sobre todo cuando se saltaba en paracaídas, y aquí es donde aparece un nombre, el doctor Trueta, un cirujano catalán exiliado en Gran Bretaña que iba a ser clave en la cura y recuperación de las lesiones, provocadas durante el periodo de entrenamiento, sobre todo en los saltos en paracaídas.

La planificación del curso fue diseñada por Guy Burgess con la colaboración de Kim Philby, este último había sido corresponsal de prensa durante la guerra civil y agente doble al servicio de la Unión Soviética. Todos los alumnos españoles recibieron un mismo curso de iniciación, y posteriormente, algunos de ellos recibieron uno más específico de especialización en alguna disciplina de la guerra irregular. El primer objetivo del curso pasaba por fortalecer el físico de los aspirantes, con sesiones maratonianas de marcha, carreras, salvar obstáculos, etc… para pasar al conocimiento y práctica de

Manuel Espallargas Ferrer con uniforme y portando la gorra de servicio.

tiro con el subfusil americano Thompson y con revolver o pistola: el aprendizaje de las demoliciones que debía llevar a cabo un saboteador, el lanzamiento de las distintas bombas de mano, conocer el lenguaje en Morse, saber interpretar un mapa, orientarse de día y de noche con brújula o con otros medios, saberse proteger a sí mismo y saber tomar el camino correcto desde cualquier lugar. Pero lo más importante en esta fase previa del curso era detectar a los que no estaban capacitados en el aprendizaje de estas técnicas y así separarlos lo antes posible de la operación Sconces.

El primer equipo de españoles, se le denomino Sconce I o A, estos hombres terminaron el entrenamiento un poco antes de la Navidad de 1940. La conclusión del informe que elaboró Kim Philby sobre este grupo de españoles, era muy positivo en cuanto a moral y entusiasmo con el que lo realizaron. Un aspecto a destacar era en el manejo de los explosivos, el mismo Philby indicaba en el informe, que poco se les podía enseñar, dada su experiencia durante la guerra civil española, donde algunos de ellos habían sido dinamiteros en las minas de Asturias.

Al poco tiempo se formó otro equipo de españoles, el Sconce B o Sconce II, de este grupo Philby destacaba en su informe que era mucho mejor que el anterior, tanto en la las habilidades como en la actitud.

Seguidamente se mandó formar otro grupo, el tercero, “The Sconce C “, para los mandos británicos, era el grupo menos beligerante, sus miembros estaban menos politizados, aunque se definían anticlericales o antifascistas, la guerra les cogió dentro de un bando y eso fue lo que les marco su propio destino.

En un principio se decidió por parte de los mandos británicos que el curso de paracaidismo fuera voluntario para los miembros de los Sconce, pero al final se decidió que lo realizaran con carácter obligatorio todos los grupos de Sconce en la base de Ringway. Fueron acomodados provisionalmente en dos amplísimas mansiones, The House on the Shore y en The Drokes, propiedad de lord Montagu en Beaulieu, cerca de Bournemouth. Se les formó en la impresión de panfletos y en su distribución, enseñándoles conceptos políticos muy genéricos sobre el antinazismo y el antifascismo, en aspectos militares del desarrollo de la guerra y en conocimientos generales sobre cómo actuar en su condición de miembros del servicio secreto. El entrenamiento más especializado versaba sobre paracaidismo y voladuras de vías férreas.

El 11 de febrero de 1941 se incorporan otros veinticuatro españoles más, provenientes de la Coy nº1 spanish en Plymouth, para incorporarse al Sconce III, (o Sconce C). El oficial comandante Drysdale-Smith solicitó se les examinara mediante una revisión médica para determinar su estado físico, todos ellos superaron las pruebas. Sobre la valoración de este grupo, se comenta en el dosier, que el soldado Pérez era el mejor del grupo y que el soldado Ortega tenía un nivel muy alto de inglés, ambos eran de las islas Canarias y provenían de la Marina española. El teniente Blake declaraba lo siguiente en su informe sobre este grupo: << … los hombres son rudos y de un bajo nivel intelectual… Estos hombres lo están haciendo bien y destaca el soldado Pérez como el mejor y al soldado Ortega por poseer un nivel alto de inglés, los dos son originarios de las islas Canarias y habían servido en la Marina de la República española. Todos los hombres son antifranquistas y al pedir voluntarios para el entrenamiento paracaidista todos se ofrecieron voluntarios, aunque solo se han retenido a diez…>>.

En una parte del dosier se menciona a tres italianos, Salcilli, Rivoli y Campi, integrados en el Sconce I junto a los españoles, los tres ha-

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