Cantata, la mirada cordobesa de Enrique Cáceres

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CANTATA La mirada cordobesa de Enrique Cรกceres

Alberto Enrique Ortiz


Ortiz, Alberto Enrique Cantata : la mirada cordobesa de Enrique Cáceres / Alberto Enrique Ortiz ; ilustrado por Alberto Enrique Ortiz ; con prólogo de Jorge Mario Ortiz. - 1a ed. - Córdoba Capital : el autor, 2014. 44 p. : il. ; 21x15 cm. ISBN 978-987-33-4966-9 1. Poesía Argentina. I. Ortiz, Alberto Enrique, ilus. II. Ortiz, Jorge Mario, prolog. III. Título. CDD A861 Fecha de catalogación: 13 /05/2014

ISBN 978-987-33-4966-9 Copyright: Alberto Enrique Ortiz - Primera edición: Junio de 2014 Las fotografías de tapa e interior del libro son de Alberto Enrique Ortiz Diseño de tapa, corrección, diseño y diagramación: www.artilugioweb.com.ar Está prohibida la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier método: fotográfico, fotocopia, mecánico, reprográfico, óptico, magnético o electrónico, sin la autorización expresa y por escrito del propietario del copyright. IMPRESO EN LA ARGENTINA PRINTED IN ARGENTINA. Todos los derechos reservados - Queda hecho el depósito que prevé la ley 11.723


Si una imagen vale más que mil palabras, una imagen vale mil halagos. Cada instante no volverá pero se podrá recordar, cuando los magos congelen espacio y tiempo. La sangre trae recuerdos, de negros mestizos, de tanos afrancesados, que llenan de tiempos ajenos la retina interna, pero cuando ya no basta lo interno, tu ojo vidrioso me regala las imágenes que mis ojos no pueden alcanzar, y tus películas inmóviles y mudas, recrean la música y el movimiento de mi interior. Gracias por darme mi retina interna con tu paternidad y revivirlas con tus fotografías y poemas. Te quiero. Jero.

De tus extremidades nacen los oficios que se heredan. Tu eterno caminar observador, (herencia de los antiguos de la tierra), el del abrazo que se necesita y necesitás cual inmigrante en estos valles. Tu profesión de poeta y fotógrafo se presenta en el arte como herramienta que plasma mediante la magia de las palabras y la luz de la imagen las victorias y derrotas de tu pueblo rebelde y doctoral, el Cordobés. Te quiero, Cuánto! Lautaro.



PróLOGO

El corazón y la palabra del Poeta Alberto Ortiz se han detenido por un instante de luz sobre la mirada cordobesa que enarbola su alter ego Enrique Cáceres, y nos convoca a surcar sobre poemas, la Córdoba insobornable al olvido, la desconocida para el que no profesa la contemplación profunda, la oculta para el que no indaga en sus veredas. La Córdoba contradictoria que lucha y también permite que la hieran. Alquimia difícil de encauzar en sus infinitos extremos. El Poeta propone a quien lo acompañe en este suceso de emociones: “…caminar Córdoba de arriba para abajo y de afuera para adentro. Del hombre hasta el cemento, de río a madrugada.” Nos desnuda su geografía urbana herida por un tajo de agua bautizado hace siglos Suquía y que el Poeta se encarga de ataviar con su gente: “Dicen que el Río Suquía llega sumiso y se va los que no han visto su furia cuando es tiempo de estallar. Al río como a mi gente hay que saberlo esperar.” Luego nos permite amar bajo tipas mudas de una Cañada que nos espera en esquinas tan anchas como su caudal de leyendas: “Cañada cordobesa en vos se rinden los pájaros, el hombre y la arboleda. Les he preguntado a todos y me dicen que no hay mejor ciudad que tus veredas, que cada esquina tuya son países, Página 5


que sos como una luz que nos enreda, como una vía láctea con raíces, como una vena abierta de agua y seda.” Nos pinta sus calles con acuarela de imágenes cuando dice: “Callecita Obispo Trejo, continente peatonal…” Y la metáfora estalla como un violín en su agudo más perfecto al mostrar las sombras en un día del innumerable vendedor callejero: “Si él solo vale lo que es y él es nomás lo que vendió no habrá mañana ni hay ayer en sus urgencias llenas de hoy.” O en la injusticia con porqué de una fábrica sin latidos que tiñe de soledad la vecindad que lo cobija: “En esta fábrica cerrada, acribillada, el barrio se desploma y se desbarría…” Y en su memoria guarda Alberto la respuesta Cordobazo que no supo de fronteras: “Gritaron las paredes y las esquinas, y el eco fue una brasa por la Argentina.” Presagio que anticipó la cerrazón que nos enlutó la historia y el Poeta torna visible: “Mentira que iba a ser simple poder mirarnos de nuevo, Cantata * La mirada cordobesa de Enrique Cáceres


30 mil miradas menos es un modo de estar ciegos.” No soslaya esta radiografía del alma cordobesa, el humor que acontece con la naturalidad del "hola, buen día", con la velocidad de una estrella fugaz, con la picardía del zorro ante la liebre, con música que nace de sus arroyos y con una usina generadora de palabras generosas: “Que querí si soi tan fiero que a tuj viejo vamo'a ve' pa'que pongan maj esmero y que te hagan otra ve'.” Y el niño aparece por fin en este vendaval poniendo su frescura a la resolana de la vida. Un niño aún presente en Alberto Ortiz que le permite evocar a un padre Clark Kent y avioncitos que llevaban mucho más de estrellas que de papel. Un ruego niño que nos deja marcada en la conciencia, la inquietud de redescubrir el espíritu que las cosas perdieron en el laberinto de nuestra adultez: “¡Qué falta, Dios, que me hace reencontrar los ojos que tenía en mi niñez, y así mirar también desde la luz el mundo que perdí de tanto ver!” Córdoba no deja de ser nosotros mismos, los que fueron, los que vendrán; y, al mismo tiempo, nosotros somos ella, con sus contradicciones y certidumbres. Los cordobeses somos en parte ciudad, y en parte aldea. Córdoba es en parte lo que somos, y en parte lo que queremos ser Página 7


como dice Alberto con mejores palabras: “Ya ves, en nuestro rumbo cordobés son varias cosas a la vez, y así quizás nos parecemos si al fin, después de siglos de aprender, vos sos nomás como te hacemos y somos como nos hacés.” Córdoba nos da la posibilidad de encontrarnos con Alberto Ortiz que nos ofrenda la convicción profunda de su mirar cordobés. La palabra ha sido engalanada con música. La música se prestigió con la palabra. Una Córdoba desconocida para muchos espera en este libro. Una mirada nueva habitará nuestra sangre, solo es preciso reconocernos en la caricia de la emoción, el aroma de la metáfora y el murmullo de una lectura tranquila y gozosa que, a partir de este humilde prólogo, los invito a disfrutar. Jorge Mario Ortiz Escritor

Cantata * La mirada cordobesa de Enrique Cáceres


LA MIrADA COrDOBESA DE ENrIqUE CáCErES

Nunca se supo por qué Enrique Cáceres eligió nacer en Córdoba, en la ciudad de Córdoba. Tal vez porque lo sedujo el carácter femenino de su nombre. Acaso para sumergirse con el sol entre las sierras de la tarde, sin moverse de su asiento en la plaza Colón. quizás porque quería aprender el idioma cordobés en la mejor escuela. O simplemente porque Córdoba y él se necesitaban para darle razón al corazón compartido. Nunca se supo por qué –y en realidad no importa saberlo–, pero Enrique Cáceres eligió Córdoba para nacer. Y, recién entonces, puso el alma en movimiento. Se acomodó un viento de ida en el pie derecho, y otro de regreso en el izquierdo, una mirada de enamorado en cada ojo, un universo para llenar y colorear en cada mano, y se puso a caminar. A caminar Córdoba de arriba para abajo y de afuera para adentro. Del hombre hasta el cemento, de río a madrugada. Caminar Córdoba entre iglesias y escuelas, o sea, lo que Dios manda. Caminar Córdoba entre villas y olvidos, o sea, lo que Dios quiera. Anduvo a Córdoba con el asombro a cuestas. Con el asombro niño del que recorre por primera vez el Súper Park. Con el asombro joven del que recorre por primera vez la Ciudad Universitaria. Con el asombro viejo del que recorre por primera vez el Padre Lamónaca. Enrique Cáceres aprendió a Córdoba de memoria. Página 9



Córdoba se entregó a Enrique Cáceres de romántica. Fue entonces cuando ella se desnudó certera. Le mostró su piel, y en su piel las huellas que le fueron dejando cada día, cada mito, cada lucha, cada hijo, cada miedo, cada risa, cada sueño. Las marcas de haber vivido. Las señales de estar viva. Todo estaba en su piel. Sus esquinas, sus barrios, sus baldíos, sus historias, su gente, su río. Todo estaba en su piel. DICEN qUE EL ríO SUqUíA (Zamba) Dicen que el río Suquía no se puede navegar, porque no ven que es el río quien navega a la ciudad. Al río como a mi gente hay que saberlo mirar. Dicen que el río Suquía nunca podrá ver el mar se ve que le importa poco pues anda silbando igual. Al río como a mi gente hay que saberlo escuchar. El Suquía es una zamba que de tarde canta Dios cruzando por San Vicente o bajo el puente Cantón. Página 11


Zamba de Dios y mi gente que le reparte la voz. Dicen que el río Suquía llega sumiso y se va los que no han visto su furia cuando es tiempo de estallar. Al río como a mi gente hay que saberlo esperar. Dicen que el río Suquía mojarras solo ha de dar pero hay quien le tira estrellas y pesca la inmensidad. Al río como a mi gente hay que saberlo sembrar. El Suquía es una zamba que de tarde canta Dios cruzando por San Vicente o bajo el puente Cantón. Zamba de Dios y mi gente que le reparte la voz.

Cantata * La mirada cordobesa de Enrique Cáceres


Todo estaba en su piel. Esa Córdoba mujer, como un inmenso libro sin misterios, le fue mostrando sus vértigos y sus remansos. Le reveló orgullosa cómo, en los alrededores de su pecho, de su corazón alborotado, de su centro, se dibujaban los racimos sencillos de la gente necesaria. PIBEríO (Bailecito) Por la mañana, la escuela y por la tarde, la vida. Los unirá una pelota hasta que un gol los divida. A las casas de mi barrio, tan humildemente rico, o le están faltando patios o le andan sobrando chicos. Se hacen dueños de la siesta sin permisos ni preguntas, las advertencias los crían, la resolana los junta. Ay, pobrecitos los barrios flojitos de piberíos son sus veredas sin chicos como alhajeros vacíos. que no se apaguen sus fuegos jamás en el barrio mío Página 13


porque las verjas y el aire se van a morir de frío. (recitado) Ellas presumen y agreden al chico que más les gusta jurándole en las paredes lo que no le dirán nunca. No hay frío que los enfríe ni cansancio que los canse. No hay juego que no se invente ni tiempo que les alcance. Una montaña de arena más que arena es la montaña. Cada árbol una colmena que los espera en su entraña. Ay, pobrecitos los barrios flojitos de piberíos son sus veredas sin chicos como alhajeros vacíos. que no se apaguen sus fuegos jamás en el barrio mío porque las verjas y el aire se van a morir de frío.

Cantata * La mirada cordobesa de Enrique Cáceres


Todo estaba en su piel. Enrique Cáceres sabía que todo era cierto. También esas manchas que hablaban de traiciones y derrotas. Como golpes impunes a chimeneas indefensas. Como sangre negada, como huecos carnívoros. LAS FáBrICAS (Milonga) En esta fábrica cerrada, abandonada, no es tiempo de preguntas ni de nada. Las ventanas son grandes bocas mudas, los vidrios rotos callan. En esta fábrica cerrada, traicionada, no hay rumores de bromas ni tonadas. Ni el eco de las motos que de tarde partían como hermanas. (Estribillo) Las fábricas no cierran, las asesinan para que baile un lobo sobre sus ruinas, y estallen en sus muros desangelados los colibríes ciegos del desamparo. En esta fábrica cerrada, acribillada, el barrio se desploma y se desbarría, Página 15


y se asfixia en aquella chimenea que solo humea lágrimas. En esta fábrica cerrada, desangrada, ni los pájaros hacen su morada. El viento de la siesta ya no trae miguitas de las viandas. Las fábricas no cierran, las asesinan para que baile un lobo sobre sus ruinas, y estallen en sus muros desangelados los colibríes ciegos del desamparo. Mejor no preguntar por los que faltan porque ni sus fantasmas tienen paz. El tucumano Juan, Manuel y “el Tarta”, el novio de la Marta y el Julián. En su desolación, muertos en vida, no hay timbre de salida ni portón ni habrá resurrección. En la caída, negado, entre esas ruinas se fue Dios.

Cantata * La mirada cordobesa de Enrique Cáceres


Todo estaba en su piel. También miles de pequeñas manchas frágiles la recorrían. Desorientadas hormigas de un desierto indescifrable.

VENDEDOr CALLEJErO (Aire de candombe) Por una absurda comisión que solo da para doler va caminando el vendedor que es su manera de caer. Si él solo vale lo que es y él es nomás lo que vendió no habrá mañana ni hay ayer en sus urgencias llenas de hoy. Vendedor callejero que vas de enero a enero vendiendo tu exclusión. Vendedor callejero a veces suman cero la venta y tu ilusión. qué sabrán de tus guerras las puertas que se cierran envueltas en temor si en brutal paradoja te obligan a que escojas ser esto o ser ladrón.

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De cada timbre cuelga un no, pero él los toca porque sí, con la ceguera del que vio hacerse esquirla el porvenir. No tiene tiempo para hallar quién se quedó con su ambición, tal vez el vértigo del pan le haga olvidar tanta traición. Vendedor callejero que vas de enero a enero vendiendo tu exclusión. Vendedor callejero a veces suman cero tu venta y tu ilusión. qué sabrán de tus guerras las puertas que se cierran envueltas en temor y en brutal paradoja te obligan a que escojas ser esto o ser ladrón.

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Todo estaba en su piel. Las sombras y la luz. El fuego y el agua. Una línea sonora la cruzaba de Sur a Norte, y una brisa venida de bosques milenarios aromaba la piel de esta mujer leyenda.

LA CAñADA (Tonada) El que no ha caminado La Cañada de Norte a Sol como de Sur a Luna jamás podrá saber que un cielo cordobés la bautizó de estrellas y de espuma. El que no amó jamás en La Cañada bajo el diluvio lento del rocío no puede imaginar la paz de naufragar hundiéndose en dos brazos merecidos. Cañada cordobesa, en vos se rinden los pájaros, el hombre y la arboleda. Les he preguntado a todos y me dicen que no hay mejor ciudad que tu vereda, que cada esquina tuya son países, que sos como una luz que nos enreda, como una vía láctea con raíces, como una vena abierta de agua y seda.

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Yo sé lo que es andarte con ausencias entre la sombra de tus tipas mudas, y allí en mi soledad ser una rama más que al extender su mano halló la tuya. El que inventó tu piel de calicanto enamorado perfumó el detalle, te puso un corazón de sueño y paredón y te vistió de novia en plena calle. Cañada cordobesa, en vos se rinden los pájaros, el hombre y la arboleda. Les he preguntado a todos y me dicen que no hay ciudad mejor que tu vereda, que cada esquina tuya son países, que sos como una luz que nos enreda, como una vía láctea con raíces, como una vena abierta de agua y seda.

Cantata * La mirada cordobesa de Enrique Cáceres


Todo estaba en su piel. Una huella dulce revelaba su vocación de colmena. Huella pequeña pero nutriente, mínima pero colosal. CALLE OBISPO TrEJO (Vals criollo) Perfumada por el tiempo, inventándose la piel, va la calle Obispo Trejo como un duende cordobés. Calle linda que amanece y se sube al Monserrat, viejo barco adolescente que jamás extrañó al mar. Horno tibio de dos cuadras donde saben resistir los amores, las nostalgias, la alegría y 30 mil. Callecita Obispo Trejo continente peatonal de tu mágica alameda yo soy un álamo más. En su alquimia del Derecho alumbró a más de un doctor, por algunos saca pecho, por otros pide perdón. Página 21


Un Jesús entre paredes ve a los cristos del montón despertarse a la intemperie bajo el trapo del alcohol. Corazón de patio fresco que no quiere envejecer la alborota un guitarrero y el andar de una mujer. Callecita Obispo Trejo continente peatonal de tu mágica alameda yo soy un álamo más.

Cantata * La mirada cordobesa de Enrique Cáceres






Todo estaba en su piel. Aquella mujer mayúscula tenía en la piel de sus brazos y de sus piernas signos de nidos centenarios. Hasta allí llegaban migraciones fabulosas de luces y esperanzas. Huellas de cántaros repartiendo su agua fresca.

CórDOBA SABE (Canción) Vuelven año tras año, desde hace cuatro siglos, mariposas del aula, golondrinas con libros. Como una gran marea de luciérnagas y trigo, de febrero a diciembre fecundando el destino. Son siempre diferentes y son siempre los mismos, soñando en cada tiempo fundar algo distinto. (recitado) Los estudiantes llegan a Córdoba a hacer nido y un ángel de pizarras los siembra de caminos.

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Córdoba sabe el secreto que le ha confiado la historia, por eso sabe que el tiempo de su juventud le sobra, mientras crucen estudiantes por sus calles y sus cosas. que nació universitaria para derrotar las sombras. La rayuela del viento repartirá los sitios en donde cada uno pondrá cada motivo. Y Laura ha de volverse a su San Luis querido, Clarita ira a Tilcara de su Jujuy más indio, y aquí quedará “el Peri” con su aire sanjuanino, y Silvina ha de hablarnos del cielo de Entre ríos. (recitado) Los estudiantes llegan a Córdoba a hacer nido, y después se les queda en el alma hecha un grillo. Córdoba sabe el secreto que le ha confiado la historia, Cantata * La mirada cordobesa de Enrique Cáceres


por eso sabe que el tiempo de su juventud le sobra, mientras crucen estudiantes por sus calles y sus cosas. que naciรณ universitaria para derrotar las sombras.

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Todo estaba en su piel También señales de fuegos y coraje. De líderes y luchas. De hombría y de victoria. La piel de esta mujer sabía a orgullo y la historia, una vez más, le daba la razón.

TrIUNFO DEL COrDOBAZO (Triunfo) Lo sabe la memoria de andar la vida que un tiempo que se canta jamás se olvida. Hay pueblos que no saben bajar los brazos, por eso es este triunfo del Cordobazo. 69 un año de barricada 29 de mayo por todo o nada. Se equivocó de nuevo la dictadura queriendo echar raíces en tierra dura. El triunfo es de los pueblos que dicen “basta”, Cantata * La mirada cordobesa de Enrique Cáceres


derrota de las botas que los aplastan. Atilio y Tosco y tantos poniendo el cuero. que así lo han decidido los compañeros. Las fábricas vacías, las calles llenas, tu sangre no fue en vano Máximo Mena. Cada zaguán de Alberdi fue una trinchera y gobernó en las aulas la primavera. Gritaron las paredes y las esquinas, y el eco fue una brasa por la Argentina. El triunfo es de los pueblos que dicen “basta”, derrota de las botas que los aplastan.

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Todo estaba en su piel. Enrique Cáceres comprendió rápidamente. Una cosa era una huella y otra una herida. Una herida abierta le iba a esta mujer desde el corazón a la conciencia, desde la memoria a la injusticia. Muertes sin cadáveres, madres sin olvido, genocidas sin cárceles. La medicina de la impunidad será siempre ácido hirviente sobre la llaga abierta de los pueblos. CANCIóN DE qUErErLOS CErCA (Canción) Mentira cuando dijeron que la luz regresaría. 30 mil sonrisas menos son penumbra todavía. Mentira que iba a ser simple poder mirarnos de nuevo. 30 mil miradas menos es un modo de estar ciegos. Mentira que fue la lluvia que no regó el campo abierto. 30 mil vertientes menos anunciaban el desierto. Mentira que en las escuelas las palabras hablarían. 30 mil poetas menos desarman la poesía. Cantata * La mirada cordobesa de Enrique Cáceres


Mentira que el tiempo cambia lo que los hombres le truncan. 30 mil respuestas menos, pero las mismas preguntas. Mentira la levadura para la harina del hambre. 30 mil trigales menos han enlutado los panes. Canción de quererlos cerca, necesidad de que alumbren para que tantas mentiras nunca se vuelvan costumbre. Canción de quererlos cerca que las verdades esperan. qué otra canción cantarían las plazas si los tuvieran.

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Todo estaba en su piel. Señales de vinos complacientes que jamás cuestionan a sus dueños, sobre las mesas de bares nacidos viejos. Huellas de humo sin horarios le dejaban en la piel un extraño sabor a hombres que extraviaron el para quién.

LOS HOMBrES DE LOS BArES (Tango) ¿A quiénes esperan los hombres de los bares, mirando hacia el silencio, buscándose en el aire? ¿qué mujer imperiosa volverá de la tarde a recoger la vida final que se les cae? Marineros insomnes, solitarios gigantes desde qué urgencias huyen hacia qué soledades. ¿qué duelos cotidianos enlutarán su sangre para abrazarse al vino como a un amigo de antes? Tal vez un día partan los hombres de los bares llevando una derrota como único paisaje. Cantata * La mirada cordobesa de Enrique Cáceres


O quizás nunca lo hagan, tal vez jamás levanten sus presencias de humo, sus ausencias de carne. Molinos detenidos al borde de la calle después de algún naufragio que les hundió el coraje. Profetas desahuciados, jesucristos de nadie, maniquíes del tiempo detrás de los cristales. Tal vez un día partan los hombres de los bares llevando una derrota como único paisaje. O quizás nunca lo hagan, tal vez jamás levanten sus presencias de humo sus ausencias de carne. Tal vez nunca existieron, quizás nunca se acaben o hayan muerto hace siglos, pero aún no lo saben.

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Todo estaba en su piel. Los signos del humor le dibujaban una sonrisa como un océano, como un amanecer deseado. Nuevas viejas palabras le pintaban la piel con la sinceridad de aquellos que descubren idiomas, como alquimistas de las letras. PA’LUCIME (Chacarera) Vua a cantá una chacarera que tiene aire dotoral, senciita y cordobesa pa’que te enganchei can-can. Ia ti i dicho cara ‘e tela que mi hermana no e’pa’vo’, si tení la caripela candidata a un papelón. qué querí si soi tan fiero que a tuj viejo vamo’a ve’ pa’que pongan maj esmero y que te hagan otra ve’. Chacarera cordobesa pa’lucime a donde voy cuando la canto me deja un gustito a qui si io. Al pelau bocha ‘e bolita la bruja lo entró a pasá, Cantata * La mirada cordobesa de Enrique Cáceres


como vo’pasai Iocsina cuando vai pa’Carlo’pa’. Antiaier la vi a la Marta qui si ha vuelto un chichizón me la vua a ievá a las casa pa’vela un poco mejor. Pero la vaga se escuende, me adivina la intención. Io la miro, me entretiene y después pica el champión. Chacarera cordobesa pa’lucime a donde voy cuando la canto me deja un gustito a qui si io.

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Todo estaba en su piel. Había en la piel de esta mujer un rumor de infancia que no quería dejar de sonar. Dos ojos niños dejaron las huellas de su inmensidad, como dos manos que la llevaban hacia la primavera. LOS OJOS DE MI NIñEZ (Valsecito) Con los ojos que tenía en mi niñez, mi barrio comenzaba en la merienda, después iba hasta el sur de los horarios haciendo esquina con las penitencias. Con los ojos que tenía en mi niñez, mi viejo era más alto de lo que era. Con mucho de Clark Kent y algo de Superman me hacía avioncitos de papel y estrellas. Con los ojos que tenía en mi niñez, el techo de mi casa en plena siesta no era el techo en verdad, era mi casa de rojos pisos y celeste teja. Con los ojos que tenía en mi niñez, los reyes Magos eran cosa seria. recién cuando mis padres se dormían los hacía pasar sin que los vieran. Con los ojos que tenía en mi niñez, mi patio en el verano entraba en guerra. Cantata * La mirada cordobesa de Enrique Cáceres


El bien entre las ramas del damasco, y el mal flechándome desde la higuera. Después, llega la vida y en su andar nos trae una ceguera sin por qué que obliga a ver las cosas como son, que exige ver el día tal cual es. Ceguera de estar ciego de observar. Ceguera de mirar lo que se ve. ¡qué falta, Dios, que me hace reencontrar los ojos que tenía en mi niñez, y así mirar también desde la luz el mundo que extravié de tanto ver!

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Enrique Cáceres jamás dejó de amar a esa mujer sin tiempo. Todavía hoy la recorre alucinado, sabiendo que como él todos los hombres sueñan con tenerla. Mientras tanto ella, la Córdoba de siempre, va y viene desnuda para quienes la merecen, vestida para quienes aún no la conocen. CórDOBA MILAGrO (Canción) Entre tu cielo y tu asfalto, te aroma el milagro de ser como sos. Córdoba un poco gigante, y aún pueblo grande de chisme y pudor. Sos doctoral, pero a veces los chicos te crecen sin un pizarrón. Córdoba, mía y de todos, no hay rima ni modo que pueda con vos. Ya ves, en nuestro rumbo cordobés sos varias cosas a la vez, y así quizás nos parecemos si al fin, después de siglos de aprender, vos sos nomás cómo te hacemos y somos como nos hacés. Sos Catedral y burdeles, Belgrano y Talleres, Cantata * La mirada cordobesa de Enrique Cáceres


campito y Chateau. Sos un museo y cuarteto, los barrios y el centro, nostalgia y humor. Sos peatonal y sos río, sos ese que vino y aquel que partió. Sos complicada y sencilla, Sos piel femenina y voz de varón. Ya ves, en nuestro rumbo cordobés sos varias cosas a la vez, y así quizás nos parecemos si al fin, después de siglos de aprender, vos sos nomás como te hacemos y somos como nos hacés.

Textos y poesías: Alberto Enrique Ortiz Las poesías -salvo “Los hombres de los bares” del año 1983fueron escritas entre los años 1999 y 2002. Música: Eugenio Torres Nadal “Cantata, la mirada cordobesa de Enrique Cáceres” se terminó de compilar el 3 de febrero de 2004. Página 41


íNDICE

Prólogo ................................................................................. La mirada cordobesa de Enrique Cáceres ............................ Dicen que el río Suquía (Zamba) ......................................... Piberío (Bailecito) ................................................................. Las fábricas (Milonga) ........................................................... Vendedor callejero (Aire de candombe) ............................... La Cañada (Tonada) ............................................................. Calle Obispo Trejo (Vals criollo) .......................................... Córdoba sabe (Canción) ....................................................... Triunfo del Cordobazo (Triunfo) ......................................... Canción de quererlos cerca (Canción) ................................. Los hombres de los bares (Tango) ........................................ Pa’lucime (Chacarera) ........................................................... Los ojos de mi niñez (Valsecito) ........................................... Córdoba milagro (Canción) .................................................

Cantata * La mirada cordobesa de Enrique Cáceres

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