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Ciencia y fe
El positivismo y materialismo científico es contradictorio: ¡Es una especie de fe!
La mentalidad positivista-cientificista (sólo es racionalmente válido lo que es experimentalmente verificable), sigue campando a sus anchas con gran aceptación por una gran parte de la sociedad, pese a que sus postulados básicos han sido demolidos sin piedad por la crítica filosófica de los dos últimos siglos.
Sin embargo, los paladines del positivismo cientificista disponen de medios de comunicación de gran impacto, mediante los cuales siguen difundiendo su credo materialista. Dichos medios son de carácter divulgativo, aunque con una pátina de suficiente rigor científico; poseen gran impacto social (puesto que los lectores-televidentes potenciales son millones de personas)… y sus líneas editoriales o líneas rectoras descansan sobre una opción filosófica positivista-cientificista.
Pero no sólo en medios especializados ocurre esto. Durante el mes de octubre de 2014, Stephen Hawking concedía al periódico El Mundo una amplia entrevista (tres páginas completas, nada menos), en la que se declaraba abiertamente ateo y en la que se incluían titulares como “los milagros son incompatibles con la ciencia”. Aunque los titulares no suelen recoger del todo correctamente el pensamiento del autor, en este caso sí que resumía perfectamente las opiniones de Hawking: todo cuanto existe es material y pertenece al ámbito de la ciencia física. Las leyes de la física son las únicas que pueden explicar todo. La creencia en un Dios o dioses es una manera de dar sentido a aquellas lagunas de nuestra ignorancia.
Ante este poder mediático, no hay que dejarse avasallar. El cientificismo desconoce que la propia ciencia experimental descansa sobre una serie de postulados filosóficos. Por ejemplo, todo científico cree que tras todos los fenómenos observables, actúan una serie de leyes muy simples. Es más, creen que dichas leyes pueden expresarse en el lenguaje de las matemáticas. De ahí la famosa frase de Galileo: “la naturaleza es un libro escrito por Dios en el lenguaje de la matemática”. Sin embargo, en ambos casos, se supera el ámbito de lo empírico, y son postulados indemostrables científicamente.
Una fe positivista y materialista
Existen otros postulados filosóficos implícitos a la práctica científica, tales como que la ciencia es valiosa para la humanidad (ningún científico –y ninguna persona- dedicaría su vida a algo que no considere valioso), pero esa es una afirmación de carácter ético. Para finalizar, y dejando muchísimas más consideraciones en el tintero, el dogma positivistacientificista que reza: “sólo es válido racionalmente aquello que se puede demostrar experimentalmente”, es una afirmación autocontradictoria, ya que ella misma no es experimentalmente demostrable.
Por tanto, nos encontramos ante una cierta forma de fe; una fe positivista y materialista que no tiene una justificación filosófica evidente (aunque supongo que eso no les preocupará a los positivistas puesto que disponen de la presión mediática para contrarrestar dicha falta de evidencia). Una fe respetable en cuanto a las personas que la defienden, pero no en cuanto a los argumentos en que se sustenta, que tienen mucho de autosuficiencia y muy poquito de argumentación seria. Hay que plantar cara a estas simplificaciones burdas de la realidad que, además, encubren ataques (basados en falacias pueriles) a la Fe y a la Tradición Cristianas, auténticas matrices de la cultura europea y de su proceso de Ilustración •
Miguel Ramón Viguri, profesor de la Universidad de Deusto y del Instituto Diocesano de Teología y Pastoral (IDTP)