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Zientzia eta Fedea
Fe y Ciencia… ¿tienen algo que aportarse mutuamente?
Ahora que psicólogos, pedagogos y neurocientíficos nos hablan de inteligencias múltiples y de la necesidad de un enfoque interdisciplinar en los estudios (enfoque promovido por el Papa Francisco en la Constitución Apostólica Veritatis Gaudium y en el Pacto Mundial por la Educación), es momento adecuado para revisar las bases del diálogo fe-ciencia.
En dicho diálogo hay cosas que ciencia y teología pueden aportarse mutuamente, si ambas instancias proceden de manera constructiva y abierta. Voy a mencionar algunas que tomo de un excelente desarrollo de Roberto Casas Andrés (haciéndome responsable tanto del resumen como de la reinterpretación del mismo)1 .
Cosas que la ciencia podrá aportar a la teología:
- Una imagen del mundo empírico que tiene enorme importancia para la reflexión teológica. Porque no es lo mismo creer en un Dios que ha creado un mundo de forma estática y ya consumada, que en un Dios que ha creado un mundo en expansión y evolución.
- Una imagen concreta de los procesos por los que la realidad va constituyéndose y desarrollándose.
- Una actitud crítica ante las afirmaciones teológicas, para evitar que la teología exceda su competencia intelectual e invada el terreno propiamente científico. Por ejemplo, del hecho del Big Bang, entendido como instante 0 o comienzo temporal absoluto del Universo, no se puede sacar la conclusión teológica de que el Universo ha sido creado. Porque Big Bang o singularidad inicial son términos científicos, pero creación es un término teológico cargado de un significado e intencionalidad que no se deriva directamente de la observación de los procesos naturales.
Cosas que la teología podrá aportar a la ciencia:
“Zientziak mundua ulertzeko eta interpretatzeko modua aldatu deusku eta horrek teologian eragiten dau”.
- Una cosmovisión que implica el carácter ordenado del Universo, globalmente considerado. Esto no implica negar lo que hay de azar o de indeterminación en los procesos naturales, pero sí que ayuda al científico a situar dichos procesos aleatorios de resultados imprevisibles en un contexto de racionalidad que le ayuda a expresar dicha aleatoriedad incluso matemáticamente. - Una cosmovisión del carácter armónico del Universo, de tal manera que la belleza de una construcción teórica puede ser tomada científicamente como criterio de verdad o, al menos, de validez de la misma. Así como una motivación extra a la hora de buscar ámbitos de unificación de las fuerzas fundamentales de la materia.
- Una cosmovisión del origen racional de todo, que es una fuerte base imaginativa que ayuda al científico a imaginar o idear modelos explicativos de los fenómenos.
- Una ayuda crítica, para evitar que los científicos se extralimiten en cuanto al significado que otorgan a sus observaciones y formulaciones. Puede ocurrir que un científico invada el campo de la teología, con afirmaciones sobre la existencia o la no existencia de Dios, cuando dichas afirmaciones son interpretaciones filosóficas influidas por su cosmovisión personal (sea cual fuere).
- Finalmente, podría mencionarse la función de orientación ética sobre los métodos de experimentación, o sobre la priorización de determinadas líneas de investigación, o sobre la aplicación técnica de los resultados científicos.
Ahora bien, dicha función hay que tomarla con mucha cautela, porque es compartida por la teología con otras instancias de conocimiento diferentes•
Miguel Ramón Viguri, profesor de la Universidad de Deusto y del Instituto Diocesano de Teología y Pastoral (IDTP)