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Aniversario José María Muñoz
Recordando a José María Muñoz, presbítero y artista
25 aniversario de su fallecimiento
El 17 de diciembre se cumplen 25 años del fallecimiento de José María Muñoz, presbítero de la diócesis de Bilbao y artista que dejó un amplio legado en Bizkaia y en Ecuador. David Fuente Adrian (Bilbao, 1989), licenciado en Bellas Artes en la UPV-EHU, ha realizado un estudio sobre el grupo “Emen” de la escuela vasca, del que formó parte Muñoz. En este artículo recoge algunos aspectos del trabajo.
José María Muñoz fue uno de los integrantes del grupo “Emen” de la Escuela Vasca en 1966; grupo que he investigado durante los últimos cuatro años, gracias a las becas BBKMuseo de Bellas Artes, y sobre el cual he escrito un minucioso texto, pendiente de publicación, titulado: Vamos a tomar Pamplona. El grupo Emen en la tragedia de la Escuela Vasca (19661970).
Este grupo vizcaíno estaba compuesto por la mayoría de los artistas más destacados del momento. Reunió a perfiles de los más diversos. Estaban Agustín Ibarrola y María Dapena, que no hacía demasiado habían salido de la cárcel franquista por militar en el PCE y suministrar información al extranjero sobre la evolución de las huelgas de 1962. Estaba también Dionisio Blanco, compañero de estos en Estampa Popular, y Ramón Carrera, que habría tenido más contacto con este colectivo gráfico de denuncia social de no haberse desplazado a inicios de los años sesenta a París por razones laborales.
Gabriel Ramos Uranga o Javier Urquijo Arana serían dos de los jóvenes más conocidos de Emen. Estos desarrollarían una exploración abstracta de muy diferente cuño. En el otro extremo cronológico, el más veterano del grupo, aunque apartado en su palacio de Txirapozu, era José María Ucelay. También estaba el escultor de pasos de Semana Santa, Ricardo Iñurria; un paisajista tradicional, Pelayo Olaortua; el pintor y alcalde de Balmaseda, Roberto Rodet; el profesor de la escuela de pintura del sindicato vertical, José de Lorenzo-Solís; un pintor folclorista, Anselmo de Guezala; el inaugurador de la abstracción en Bilbao, José Barceló; un paisajista con toques fauvistas y bodegones deconstruidos, Carmelo García Barrena; el vidriero Ángel Cañada; el pintor de la mayoría de murales de la Iglesia de Nuestra Señora de las Mercedes, Alfonso Ramil; el escultor de origen imaginero que en la Escuela Vasca encontró el eje de giro a la abstracción, Vicente Larrea; un paisajista ágil, Iñaki García Ergüin; un joven trabajador de Metalinas que ya pensaba en su primera exposición, José Luis Moreno; un pintor abstracto con elementos pop, Nacho Urrutia; un joven inquieto de incipientes exploraciones vanguardistas y a punto de marcharse a vivir la vida hippie en Baleares, Santiago Merino de la Cruz; y el muy discreto durangués, diseñador gráfico pero también pintor, Andreu Uriarte.
Jose Maria Muñozen lanak eraikin erlijiosoetan, agerkarietan, margolanetan eta koadernoetan ikusi daitekez, hasi Ekuadorretik eta Frantziaraino, berrogeta hamarreko hamarkadatik larogeta hamarreko hamarkadaraino.
Y allí estaba José María Muñoz, responsable ya entonces de multitud de murales y del diseño de vidrieras de lasnuevas iglesias que se construían y de aquellas que se restauraban; el sacerdote que había diseñado los vitrales más dinámicos y vigorosos, cuanto menos, de Euskadi: los correspondientes a la iglesia central del Seminario de Derio, inaugurada en 19601. A la par de su trabajo como sacerdote y de su obra religiosa, y como medio para enriquecer esta plásticamente, durante la primera mitad de los sesenta se siguió inspirando en el mundo de la gráfica, exploró la geometrización de las figuras y ensayó varias vertientes de la abstracción.
Uno de sus cuadros abstractos sirvió para diseñar el cartel que anunciaba la exposición de Emen y Gaur en Bilbao en verano de 1966 (el cartel se conserva en el Archivo de la Fundación Museo Jorge Oteiza). Se trataba de un fragmento de su cuadro, invertido y trasladado a xilografía, probablemente por Agustín Ibarrola.
José María Muñoz participó en la muestra con el boceto de un mural. Debió tratarse del diseño que había realizado para decorar el altar la Iglesia de Otxarkoaga, claramente inspirado en las esculturas de Aránzazu de Jorge Oteiza y, por tanto, directa o indirectamente, en el trabajo del escultor británico Henry Moore. También expuso una Estación 9 de un viacrucis que podemos deducir muy vanguardista, pero del que por desgracia no sabemos nada; menos aún tras la pérdida de uno de sus trabajos que pudiera habernos servido de referencia: el viacrucis de Euba. La obra de José María Muñoz está diseminada por edificios religiosos, publicaciones, cuadros y cuadernos, desde Ecuador hasta Francia, desde los años cincuenta a los noventa. Sin embargo, su trabajo aún no ha sido sometido a un análisis monográfico •