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Biañez, Karrantza
Seguimos paseando por nuestros rosetones. Esta vez buscamos un modelo diferente: uno más pequeño, abierto en la cabecera del templo y no a sus pies o en los extre mos de sus brazos. Una variante muy frecuente en los templos rurales de la Cornisa Cantábrica.
Y nos vamos hasta Karrantza, donde encontramos un caso singular.
La vieja iglesia de San Andrés de Biá ñez, hoy ya sin culto, nos depara una gran sorpresa: su retablo... pintado. En lugar del habitual retablo de madera vemos uno pintado en el muro a me diados del siglo XVI, renacentista. No vamos ahora a centrarnos en él (aun que lo haremos en otra ocasión, que bien lo merece por su singularidad, su antigüedad y su buen estado de conservación).
Porque ahora buscamos rosetones. Y si nos fijamos en la zona central del retablo veremos que se dibuja un círculo: ahí, antes de que llegara el pintor, se abría un óculo. El pequeño círculo por el que penetraba la luz coloreada por los vidrios que simbolizaba a Dios.
sino en la cabecera. Aquí se buscaba el amanecer, y no el final del día. Y eran más pequeños porque se contaba con poner debajo un retablo... pero es que en Karrantza exageraron un poco con la altura del suyo.
Un rosetón tapiado
El óculo será de hacia 1500, cuando se amplió la iglesia en estilo gótico. Pero y tapiaron la ventana por dentro para tener una superficie lisa sobre la que trabajar.
Afortunadamente aún lo podemos ver desde fuera: un centro estrellado del que arrancan ocho rayos lanceolados, formando burbujas alargadas.
Pero no acaba aquí la historia de los óculos en Biáñez. A fines del siglo XIX Romualdo de Chávarri, un acaudalado indiano natural este barrio, patrocinó la construcción de la carretera, la traída de aguas, la escuela, el cementerio... y una nueva iglesia en medio del pueblo –la otra está un poco alejada–. Diseñada por su sobrino Urbano Peña Chávarri, en ella se abrió un nuevo óculo. Y esta vez sí en la fachada principal. Es bastante similar al anterior en cuanto a sus dimensiones e incluso diseño –aunque más sencillo–.
Una manera de mantener el vínculo entre el viejo y el nuevo templo •